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cuidadania

Ciudadanía implica ejercicio y construcción constantes, conscientes y


consistentes. Tiempo de votaciones o no. La ciudadanía, como la democracia,
no son frutos de temporada, de cada cuatro años.

La responsabilidad (en este caso, caravuelta del derecho) de pensar,


expresarse y decidir sobre los asuntos de incumbencia común no puede
reducirse a los medio debates eleccionarios y al acto de marcar unas
papeletas. Tampoco puede quedarse el ejercicio ciudadano en el pago de
impuestos, las más de las veces inconsciente o verdaderamente impuesto.

Dar dinero a ciegas al estado sin querer enterarse e incidir en lo más mínimo
acerca de su destino no solo es irresponsable sino temerario. Pero el solo
vociferar esporádica o regularmente acerca del mal uso o la malversación de
los recursos públicos, o de la inconciencia de la clase política, del funcionariado
y de los grupos hegemónicos de interés, tampoco lleva a mucho. La crítica
catártica suele quedarse en alivio, desahogo, nivelación de emociones; en el
fondo acepta “la situación”, aunque sea a regañadientes, como si fuese
destino…

Por cierto, destino habría de entenderse mejor como verbo: destinar, asignar
recursos o esfuerzos para fines. Aquellos, pero sobre todo estos, pueden ser
objeto de consenso o de disputa. ¿Quiénes se ponen de acuerdo o disputan?,
he ahí una cuestión clave. Si no participamos todos de una u otra manera, en
una u otra medida, no habría por qué extrañarse de que la situación continúe
como está y llegue de veras a ser destino.

Como advertía Rousseau, a partir del momento en que al tratarse de los


asuntos del estado, alguien dice “¡qué me importa!”, se debe contar con que el
estado está perdido.

Mucho antes, en los albores mismos de los regímenes democráticos,


sentenciaba más drásticamente Pericles: “Consideramos a quien no participa
en la vida ciudadana, no como alguien que mira por sus propios asuntos, sino
como individuo inútil”.
No es este un llamado a enlistarse en un partido y empezar a repartir volantes
o a pegar calcomanías en carros. Cada quien tendrá que revisar cómo asume
su responsabilidad y participa. No todos estamos llamados ni capacitados para
hacer lo mismo.
Sin embargo, no es difícil notar que todos (sobre todo quienes leemos páginas
editoriales) podemos hacer algo más que repetir las sempiternas quejas acerca
de “los políticos”, regar bolas, ir a rayar papeletas y seguir alegando,
vociferantemente resignados a nuestro destino de fracaso
Desarrollo

La población de Guatemala es la más numerosa entre los países del istmo


centroamericano, y aunque su ritmo de crecimiento medio anual ha disminuido
en los últimos años, todavía se mantiene elevado y es sólo ligeramente menor
que el observado en Honduras y Nicaragua durante el período 1995-2000. Ello
ha sido el resultado de la persistencia de una elevada fecundidad -la más alta
de la región latinoamericana- y de la disminución de la mortalidad, que
contribuyó a una mayor sobrevivencia de la población.

Como saldo neto de estos cambios, la población guatemalteca se caracteriza


por su extraordinaria juventud: cuatro de cada diez personas son menores de
15 años y seis no tienen aun 20 años. La elevada mortalidad -tanto general
como infantil y materna- y la alta fecundidad son rasgos acentuados entre los
grupos indígenas y rurales. Estos subconjuntos de la población nacional
requieren un trato preferente de la política pública para enfrentar con éxito los
desafíos inherentes al desarrollo. Una proporción importante de las muertes,
especialmente de los niños, se origina en trastornos de salud evitables,
asociados a las deficiencias alimentarias y a las inadecuadas condiciones
sanitarias. A su vez, la alta fecundidad parece responder al efecto combinado
de patrones culturales tradicionales y de las limitaciones de acceso a la
información y a medios adecuados que promuevan un manejo responsable de
la sexualidad y la reproducción.

El 48% de la población nacional reside en las regiones Metropolitana y


Suroccidente, y cerca de la cuarta parte en el departamento de Guatemala -
donde se ubica la ciudad capital, que alberga a más de la mitad de la población
urbana del país. Junto con Haití y Honduras, Guatemala conforma el grupo de
países de menor grado de urbanización en el contexto latinoamericano. Cuatro
de cada diez migrantes interdepartamentales tienen al departamento de
Guatemala como destino preferente, lo que obedece a sus mayores
oportunidades económicas y de consumo en comparación con los otros
contextos territoriales; Santa Rosa y Jutiapa, por su parte, son los
departamentos con menores posibilidades de retención de su población.
Guatemala es un país de fuerte emigración internacional y los Estados Unidos
y México constituyen el destino principal de los emigrantes; a su vez, siete de
cada diez inmigrantes internacionales provienen de países limítrofes,
especialmente de El Salvador.
Si bien las proyecciones demográficas ponen en evidencia que hacia el 2020,
la población guatemalteca aumentará sostenidamente su esperanza de vida y
reducirá su fecundidad, continuará mostrando niveles relativamente altos
respecto a la mayoría de países de América Latina, lo que redundará en una
estructura etaria juvenil. Estas condiciones incidirán en la evolución de las
demandas sociales futuras
Educación para la paz

La educación para la paz estudiantil es unas de las importantes a ni nivel social


para un país que puede tener una país en paz es decir la educación por la
pazestudiantil su mayor impulso es dado en las escuela y es importante para
lasociedad ya que cuando se inculca bien las cosas nunca se olvidaran los
valores dado.
El día 30 de enero celebramos el día escolar de la No-violencia y la Paz.
Como padres, tenemos una gran responsabilidad de preparar a nuestros
hijospara la vida, para que tomen conciencia de que ante la realidad de un
mundodominado por la destrucción, el terror, la guerra, la muerte, etc, tenemos
que luchar por la conservación de unos valores que no representen amenazas
al nuestro alrededor ni a los demás. Debemos direccionar los estímulos a un
compromiso social, de paz y de fraternidad. Debemos educarles con mensajes
de no-violencia, apoyada en la esperanza de la posibilidad de un mundo mejor.
Recordemos que la no-violencia empieza en la familia, en casa, y que esta es
la única forma de proteger a los niños.

La evolución de la humanidad no puede explicarse sin guerras y conflictos.


Cotidianamente vemos como se ponen en juego alternativas personales para
resolver conflictos a través de la violencia y la imposición. Sabemos que
cuando un poder o alguien, se imponen a otro mediante la fuerza, este poder
está predispuesto a que se vuelva a perder por el mismo sistema, por la fuerza.
Incluso, llegamos a aceptar que la fuerza es el último o habitual recurso, para
hacer valer la razón y tal vez, no nos damos cuenta de que en nombre de la
razón y la verdad, estamos construyendo una sociedad violenta y en
permanente amenaza.
Cada vez que hay una imposición por la fuerza se dan muchos pasos hacia
atrás en el progreso social, si no es que se destruye totalmente lo conseguido
hasta este momento.

La óptica de este estudio, más que política, pretendió centrarse en lo educativo


y lo comunicativo, es decir, ¿Qué se le exige a la educación en el contexto de
la posguerra guatemalteca? ¿Qué papel juega la comunicación educativa,
específicamente? Es obvio que comunicación y educación son elementos
indispensables en la conformación o manejo de cualquier cultura, sea ésta de
violencia o de paz.

Hablar de cultura de paz en Guatemala es hablar de una problemática concreta


en un contexto concreto. Esto implica que no se hace como una mera reflexión
universal; más que eso, es una necesidad urgente para un país que se vio
envuelto en una guerra interna de treintaiséis años. ¿Cómo hablar de paz en
una sociedad marcada por la guerra?

Afortunadamente, la guerra se dio por terminada con la suscripción del Acuerdo


de Paz Firme y Duradera entre el Gobierno y la Unidad Revolucionaria
Nacional Guatemalteca (URNG), el 29 de diciembre de 1996. Este acto fue
precedido por la firma de varios acuerdos previos, de los cuales se esperan
cambios importantes para la sociedad guatemalteca.

Sin embargo, la guerra marcó a todos, aunque las personas a veces no se dan
cuenta, todos se vieron insertos durante tantos años de conflicto armado, en la
lógica de la violencia: a callar, a no participar, a autocensurarse, a temer, a vivir
inseguros, a desconfiar de los demás, a condenar ciertas actitudes
comprometidas, etc.

Cuesta aceptarlo, se dio un aprendizaje en la mayoría de los ciudadanos:


aunque lo que se aprende (lo que uno se apropia), no siempre resulta ser
bueno. Hombres, mujeres, niños, niñas, jóvenes, ancianos han aprendido que
la violencia puede llegar a ser justificable, algo normal, se han empezado a
reproducir estructuras autoritarias, se muestran comportamientos poco o nada
tolerantes, se desconfía de las instancias legales, se toma la justicia por la
propia mano...

¿Hasta qué punto la gente que aprendió de la violencia? El objetivo de este


artículo es tratar de encontrar alguna respuesta a esta interrogante. Aunque en
este caso, desde el trabajo de los jóvenes organizados, los jóvenes que
nacieron en medio del enfrentamiento armado y que apenas hoy empiezan a
vivir sus primeros días sin guerra.

Se reconoce a los grupos juveniles como instancias importantes de


aprendizaje, aunque no son de tipo escolarizado, en el grupo también es
posible encontrar procesos educativos. Si se parte de esta lógica, no es difícil
reconocer en el animador del grupo juvenil a un educador. Por ello ¿Hasta qué
punto este educador, como agente de cambio, es un agente

Promotor de la paz? En las siguientes líneas se comparte los resultados de la


investigación que identifica el manejo de elementos para una cultura de paz en
los animadores. Estos elementos no son más que: El manejo del
comportamiento pacífico y el juicio crítico. Esta definición de elementos parte
de los aportes de varios teóricos sobre la educación para la paz y la cultura de
la paz, entre ellos Esther de Zavaleta (1986), Carlos Aldana

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