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En cuanto al primer caso, rige la regla general por la que el acto jurídico nulo
no se convalida por la cesación de la causa de nulidad. Solamente por vía de
excepción la ley admite que con posterioridad pueda añadirse válidamente el
acto lo que originariamente le faltaba para su validez, lo cual ocurre
especialmente cuando la invalidación provenía de la falta de consentimiento de
una tercera persona, posteriormente obtenido; como, por ejemplo, en derecho
romano, cuando el curador aprobaba posteriormente la venta hecha por el
menor, o cuando el padre aprobaba el mutuo de dinero hecho a su hijo de
familia.
En cuanto al segundo caso, hay que distinguir los actos nulos de los actos
anulados. Un acto jurídico nulo por defecto de formalidad o por un motivo de
orden público, no puede ser subsanado por acto alguno confirmativo; porque,
en efecto, un acto que no existe no puede ser susceptible de confirmación. Lo
que impropiamente se llama confirmación de actos nulos no es tal
confirmación, sino un acto nuevo, que, reuniendo todas las condiciones
impuestas por la ley, producirá todos sus efectos, pero sin tener fuerza
retroactiva. Un acto jurídico anulable puede, por el contrario, ser confirmado o
ratificado por quien tiene derecho a impugnarlo y llegar a ser válido por
prescripción de las acciones de nulidad o de rescisión.
Eran unilaterales los que engendraban obligaciones a cargo de una sola de las
partes contratantes, como ocurría con la estipulación, en que solo se obligaba
el promitente y con el mutuo en que el único que quedaba obligado era el
mutuario.
Los de buena fe, en cambio eran aquellos otros para cuya interpretación y
ejecución el juez gozaba de mayor amplitud de criterio. Debía estatuir ante
todo, según la equidad, y teniendo también en cuenta la buena fe e intención
presunta de las partes.
Contratos de derecho estricto eran en Roma los verbales, los litteris y el mutuo.
De buena fe, el comodato, el depósito, la prenda y todos los consensuales.
CONCLUSIONES
- Uno de los temas más importantes del derecho privado y específicamente del
derecho civil patrimonial es el de la ineficacia de los actos jurídicos, y dentro de
ellos el de la anulabilidad.
- Un acto jurídico es eficaz cuando produce los efectos que le son inherentes,
como la creación, regulación, modificación o extinción de relaciones jurídicas,
es decir, derechos y deberes.
- Si el acto jurídico no produce sus efectos normales (todos o algunos de ellos)
es calificado de ineficaz. El acto es ineficaz tanto cuando no se dan los efectos
(sociales, económicos. etc.) perseguidos como cuando se hacen cesar, o los
efectos no pueden hacerse valer frente a ciertas personas.
- Acto jurídico válido es el que reúne todos los requisitos exigidos por ley (tanto
los comunes a todo acto jurídico como los específicos para cada acto en
particular), además de los voluntariamente añadidos por las partes, y siempre
que tales requisitos carezcan de vicios que los afecten, caso contrario, deviene
en inválido.
- La nulidad puede ser absoluta o relativa, pues a actos nulos se les denomina
actos con nulidad absoluta o nulidad radical, y a los actos anulables se les
denomina, actos con nulidad relativa o actos impugnables, en ese sentido
podríamos afirmar que la figura de la anulabilidad vendría a ser una figura que
nos lleva a la nulidad del acto jurídico y por ende una subespecie de esta.
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