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Ofrece una visión meramente humana de la Iglesia y, como siempre, tan sólo político
económica; así, al observar el hecho de las posesiones de la Iglesia en algunas épocas tan
sólo desde ese prisma y prescindiendo de cualquier otra circunstancia, deja falseado su
sentido.
No utiliza más fuentes que otros autores marxistas (citados con profusión). En algunos
temas establece una contraposición de posturas interpretativas de algunos de ellos, en una
aparente autocrítica interna que le da visos de verosimilitud y de honradez intelectual.
El que tenga explicación para todo hace sospechar que distorsione la Historia de modo
apriorístico.
II. RESUMEN
A. EUROPA OCCIDENTAL
En el transcurso del siglo XVI apareció en Occidente el estado absolutista, cuya estructura
administrativa era calificada por Marx como "instrumento específico burgués": la condición
fundamental de antigua monarquía era el equilibrio entre la nobleza terrateniente y la
burguesía, mientras que el poder estatal centralizado con sus órganos omnipotentes, el
ejército permanente, la policía, la burocracia, el clero y la magistratura —órganos creados
con arreglo a un plan de división sistemática y jerárquica del trabajo— procede de los
tiempos de la monarquía absoluta y sirvió a la naciente sociedad burguesa como arma
poderosa en sus hechos contra el feudalismo.
Las monarquías absolutas introdujeron unos ejércitos y una burocracia permanente, un
sistema nacional de impuestos, un derecho codificado y los comienzos de un mercado
unificado; todas estas características, esencialmente capitalistas, dice el autor, coinciden
con la desaparición de la servidumbre que era la institución nuclear del primitivo modo de
producción feudal. Y añade que, sin embargo, las relaciones feudales no desaparecieron en
el campo mientras el trabajo no se transformó en "fuerza de trabajo"; las relaciones de
producción rurales continuaban siendo feudales, pues los señores que continuaron siendo
propietarios de los medios de producción fundamentales fueron los nobles terratenientes.
Según el autor, los cambios en las formas de explotación feudal que acaecieron al final de
la época medieval fueron precisamente los que modificaron las formas del Estado: y así
entiende que "el absolutismo fue un aparato reorganizado y potenciado de dominación
feudal", pues incluso cuando el campesino pide créditos al noble, los intereses son muy
altos y se arruina ("refeudalización", la llama). También C. Hill opina lo mismo: "la
monarquía absoluta fue una forma diferente de monarquía feudal".
En el siglo XII los conceptos legales romanos comenzaron a extenderse hacia el exterior de
Italia. A finales de la Edad Media ningún país importante de la Europa Occidental estaba al
margen de este proceso: pero la recepción decisiva del derecho romano ocurrió en la era
del Renacimiento, correlativamente con el absolutismo.
—el derecho civil, que regulaba las transacciones económicas entre los ciudadanos: "Ius"; y
—el derecho público, que regía las relaciones políticas entre el estado y sus súbditos: "Lex"
("la voluntad del príncipe tiene fuerza de ley").
Innovaciones institucionales:
D. Diplomacia, que fue la marca del nacimiento del estado renacentista, y en la que el autor
ve también el predominio feudal. La entiende como un sistema formalizado de presión e
intercambio interestatal, con el establecimiento de embajadas recíprocamente asentadas en
el extranjero, cancillerías permanentes, etc. (se diría que piensa en la KGB...).
El E.A. realizó funciones sociales en la acumulación agraria necesaria para el triunfo final
del modo de producción capitalista, puesto que favorecía indirectamente los intereses de la
clase mercantil. La clase noble nunca tuvo un desplazamiento político, sino que era la
misma nobleza feudal, en época de transición al capitalismo y atada ahora al Estado:
ejército, burocracia, diplomacia y dinastía formaban un inflexible complejo feudal que regía
toda la maquinaria del Estado y guiaba sus destinos, hasta que la nobleza desapareció y
llegaron las "residencias" burguesas y la aparición del estado capitalista.
Época del Renacimiento (primera fase): consolidación del absolutismo, gran auge secular
de grandes señores provocado por el rápido crecimiento demográfico y cultura universitaria
en las aristocracias occidentales, pero subsistía la pirámide medieval en torno al soberano,
hasta que los teóricos del absolutismo empezaron a propagar las concepciones del derecho
divino que elevaba la soberanía regia por encima de la lealtad limitada y recíproca de la
Edad Media.
Bodin formula a este respecto la idea moderna del poder político como capacidad soberana
de crear nuevas leyes e imponer su obediencia indiscutiblemente: "Su signo principal es el
de imponer leyes sobre los súbditos, generalmente sin su consentimiento", y "la ley no es
más que el mandato de un soberano en el ejercicio de su poder"; pero también habla en
contra del mero arbitrio del monarca. Y, de hecho, ningún estado absolutista en Occidente
pudo disponer a placer de la libertad, ni de las tierras de la nobleza, ni de la burguesía;
tampoco pudieron alcanzar una centralización administrativa, ni una unificación jurídica
completa, sino que siempre estuvo doblemente limitada:
a) por la persistencia de los organismos políticos tradicionales que estaban por debajo de
ella,
b) por la presencia de la carga excesiva de una ley moral situada por encima de ella.
—el costo de estas enormes máquinas militares creó profundas crisis de ingresos en los
estados absolutistas: se incrementaron los impuestos sobre las masas, y se hizo venta de
cargos y honores públicos, que hace que crezca el número de burgueses "arribistas" entre
los funcionarios del Estado.
Se extendió por toda Europa una nueva cultura, cosmopolita y elitista de corte y salón,
tipificada por la nueva preeminencia del francés como idioma internacional del discurso
diplomático y político (penetrado por las ideas burguesas representadas en la Ilustración).
La fuerza real de los ejércitos en general se estabilizó o disminuyó en la Europa Occidental
tras el tratado de Utrecht. Pero la frecuencia de las guerras y su importancia capital para el
sistema estatal internacional no cambió sustancialmente.
Común determinante fue la orientación feudal-territorial (Guerra de los Cien Años, lucha de
Habsburgo y Valois); reforma y contrarreforma (Treinta Años).
Que fue reemplazado por un tipo nuevo de conflicto militar, las guerras comerciales
capitalistas: angloholandesas (enfrentamientos marítimos, cuyo objetivo era el monopolio
colonial mundial); de ahí la guerra mixta del siglo XVIII —la de los Siete Años—.
3. ESPAÑA
—La conquista colonial del nuevo mundo le dio una superabundancia de metales
preciosos que puso en sus manos un tesoro (el autor no tiene en cuenta que la mayor parte
era invertida en Europa).
Castilla
La rápida expansión de la lana, que proporcionó las bases para la fortuna de tantos
aristócratas, estimuló al mismo tiempo el crecimiento urbano y el comercio exterior.
Políticamente su constitución era inestable. Las Cortes eran una asamblea ocasional e
indefinida y carecían de poderes para iniciar una legislatura; por otra parte, la nobleza y el
clero gozaban de inmunidad fiscal, por lo que sólo las ciudades tenían que pagar los
impuestos.
Aragón
Aragón
Se intentó un programa parecido, pero lo único que se pudo conseguir fue la pacificación
social y la restauración de la última Constitución medieval. Las libertades catalanas fueron
reconocidas en la observanza de 1481, y a los campesinos se les concedió también la
remisión de sus obligaciones de 1486. Fernando estableció en cada provincia un virrey que
ejercía el poder por él, y creó un Consejo de Aragón con base principal en Castilla, para que
sirviera de lazo con ellos.
Los Reyes Católicos no consiguieron un reino unificado, no tuvieron una moneda única, ni
un sistema fiscal o legal dentro de sus reinos. El autor entiende que la Inquisición fue la
única institución española unitaria en la Península, y que servía como aparato ideológico
para compensar la división y dispersión administrativas del Estado.
Carlos V
La primera novedad fue la llegada, con el soberano de Habsburgo, de una corte llena de
extranjeros que trajo una xenofobia popular. Cuando el monarca se vuelve al Norte de
Europa existirá una revuelta urbana: Rebelión Comunera (1520-1521), que consiguió el
apoyo inicial de muchos nobles, pero su fuerza impulsora fueron las masas artesanas
populares de las ciudades; era una sublevación del tercer Estado. El aplastamiento de la
rebelión comunera eliminó los últimos vestigios de una constitución contractual en Castilla.
Con el reinado de Carlos V, aparecen también las guerras europeas, la dimensión y el gasto
de los ejércitos de los Habsburgo aumentaron gradualmente durante el reinado de Carlos;
los préstamos financieros y las presiones fiscales crecieron de forma equivalente. El imperio
español del Viejo Mundo heredado por Felipe II, siempre administrativamente dividido, se
fue haciendo insostenible a mediados de siglo; el Nuevo, habría de restaurar su tesoro.
Primera bancarrota: Castilla tuvo que soportar prácticamente sola la carga fiscal de las
interminables campañas en el extranjero. Los metales preciosos de las colonias
representaban el 20 ó 25% y el resto lo cubría Castilla. Se desarrolló un comercio
floreciente con las colonias, y el control monopolista de este mercado cerrado benefició
inicialmente a los castellanos. España se convirtió en la América de Europa, en un terreno
para competencia de bienes extranjeros, por lo que la economía agraria y urbana sufrió
duros golpes.
Felipe II
En el Sur: victorias
—en el Mediterráneo la expansión naval turca fue bloqueada en Lepanto, en 1571,
—Portugal fue incorporada y con ella sus posesiones en Asia, África y América,
En el Norte: derrotas
—rebelión en Holanda,
—Armada Invencible,
Castilla tiene la capital en Madrid, lo que facilita el gobierno central. Segunda bancarrota en
1596, y, tres años más tarde, la peste.
Felipe III
Este cambio coincide con el crecimiento de una aristocracia criolla en las colonias, cuya
riqueza nacía más de la agricultura que de la minería. Las minas entraron en crisis, también
por el colapso demográfico de la fuerza de trabajo india, y por el agotamiento del filón.
Los costes de la guerra provocaron nuevos tributos sobre el consumo, y una nueva
bancarrota en 1627. Queriendo meter también a Cataluña en el empeño, Cataluña se
sublevó y se convirtió en protectorado francés por una década. Portugal también se
sublevó.
La desilusión militar era absoluta entre los españoles. Su único resultado: ruina de la
nación, peste de Extremadura, y la reducción de las finanzas gubernamentales al fondo.
Negra depresión económica, reconquistada del poder político central por los grandes.
Su muerte era esperada por las cancillerías europeas como la señal que convertiría a
España en botín de Europa.
Los Países Bajos e Italia quedarán definitivamente perdidos. Aragón y Cataluña, que
apoyaron al candidato austríaco, fueron derrotadas y sometidas.
Una breve dinastía francesa se instaló en España. La monarquía borbónica consiguió lo que
los Habsburgo no pudieron.
En el siglo XVIII, más de la mitad de las ciudades españolas no está bajo la jurisdicción
monárquica, sino señorial o clerical, resto del feudalismo —dice el autor—.