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Contenido ideológico

El autor defiende la tesis de que el poder —estructura, gobierno— siempre ha estado en


manos de la nobleza (en la que incluye también a la Iglesia), hasta las Revoluciones
burguesas del siglo XVIII; el absolutismo no sería más que un modo de defenderse ésta
("caparazón", lo llama) de los nuevos ataques del proletariado, ahora en forma de incipiente
burguesía. Reduce el sujeto histórico a tres personajes prácticamente: Estado, nobleza y
siervos (incluyendo a la Iglesia de vez en cuando en la segunda); y la acción a la lucha de
clases, según los modos de producción. Alude con simpleza, y como determinantes, a
aspectos o hechos socio-económicos, analizando la historia en base a los modos de
producción exclusivamente. Concibe el feudalismo como un modo de opresión y alienación
del trabajador previo al capitalismo (por lo que el hombre viviría en esclavitud desde la Edad
Media...).

Ofrece una visión meramente humana de la Iglesia y, como siempre, tan sólo político
económica; así, al observar el hecho de las posesiones de la Iglesia en algunas épocas tan
sólo desde ese prisma y prescindiendo de cualquier otra circunstancia, deja falseado su
sentido.

No utiliza más fuentes que otros autores marxistas (citados con profusión). En algunos
temas establece una contraposición de posturas interpretativas de algunos de ellos, en una
aparente autocrítica interna que le da visos de verosimilitud y de honradez intelectual.

El que tenga explicación para todo hace sospechar que distorsione la Historia de modo
apriorístico.

El modo de exposición, no virulenta ni hiriente, sino sosegada y aparentemente objetiva,


hace más fácil que el lector vaya consintiendo como causas y razones verídicas lo que no
son sino meras hipótesis partidistas. En general, viene a ser un "amasijo" de datos
históricos ciertos, falseados por la interpretación marxista que elabora de ellos.

II. RESUMEN

A. EUROPA OCCIDENTAL

1. EL ESTADO ABSOLUTISTA EN OCCIDENTE

En el transcurso del siglo XVI apareció en Occidente el estado absolutista, cuya estructura
administrativa era calificada por Marx como "instrumento específico burgués": la condición
fundamental de antigua monarquía era el equilibrio entre la nobleza terrateniente y la
burguesía, mientras que el poder estatal centralizado con sus órganos omnipotentes, el
ejército permanente, la policía, la burocracia, el clero y la magistratura —órganos creados
con arreglo a un plan de división sistemática y jerárquica del trabajo— procede de los
tiempos de la monarquía absoluta y sirvió a la naciente sociedad burguesa como arma
poderosa en sus hechos contra el feudalismo.
Las monarquías absolutas introdujeron unos ejércitos y una burocracia permanente, un
sistema nacional de impuestos, un derecho codificado y los comienzos de un mercado
unificado; todas estas características, esencialmente capitalistas, dice el autor, coinciden
con la desaparición de la servidumbre que era la institución nuclear del primitivo modo de
producción feudal. Y añade que, sin embargo, las relaciones feudales no desaparecieron en
el campo mientras el trabajo no se transformó en "fuerza de trabajo"; las relaciones de
producción rurales continuaban siendo feudales, pues los señores que continuaron siendo
propietarios de los medios de producción fundamentales fueron los nobles terratenientes.
Según el autor, los cambios en las formas de explotación feudal que acaecieron al final de
la época medieval fueron precisamente los que modificaron las formas del Estado: y así
entiende que "el absolutismo fue un aparato reorganizado y potenciado de dominación
feudal", pues incluso cuando el campesino pide créditos al noble, los intereses son muy
altos y se arruina ("refeudalización", la llama). También C. Hill opina lo mismo: "la
monarquía absoluta fue una forma diferente de monarquía feudal".

El estado absolutista nunca fue un árbitro entre la aristocracia y la burguesía, ni un


instrumento de la naciente burguesía contra la aristocracia. Y, mientras el feudalismo como
modo de producción, se definía por una unidad orgánica y política distribuida en soberanías
fragmentadas a lo largo de toda la formación social, el estado absoluto fue —lo mismo que
los estados monárquicos del Renacimiento— instrumento modernizado para el
mantenimiento del dominio nobiliario sobre las masas rurales; la nobleza tenía que
adaptarse, sin embargo, a la burguesía mercantil que se había desarrollado en las ciudades
medievales.

En el siglo XII los conceptos legales romanos comenzaron a extenderse hacia el exterior de
Italia. A finales de la Edad Media ningún país importante de la Europa Occidental estaba al
margen de este proceso: pero la recepción decisiva del derecho romano ocurrió en la era
del Renacimiento, correlativamente con el absolutismo.

Económicamente, la recuperación e introducción del derecho civil clásico favoreció el


desarrollo del capital libre en la ciudad y en el campo (la gran nota distintiva del derecho civil
romano había sido su concepción de una propiedad privada absoluta e incondicional,
mientras que el modo de producción feudal se definía precisamente por los principios
jurídicos de una propiedad escalonada o condicional, que servía de complemento a su
soberanía fragmentada). La reaparición plena de la idea de una propiedad privada absoluta
de la tierra fue un producto de la primera época moderna.

La recepción del derecho romano en la Europa renacentista fue un siglo de la expansión de


las relaciones capitalistas en las ciudades y en el campo, y económicamente respondía a
los intereses vitales de la burguesía comercial y manufacturera; políticamente correspondía
a las exigencias constitucionales de los estados feudales reorganizados de la época. El
sistema legal romano comprendía dos sectores distintos y aparentemente contrarios:

—el derecho civil, que regulaba las transacciones económicas entre los ciudadanos: "Ius"; y
—el derecho público, que regía las relaciones políticas entre el estado y sus súbditos: "Lex"
("la voluntad del príncipe tiene fuerza de ley").

El auge de la propiedad privada desde abajo, se vio equilibrado por el aumento de la


autoridad pública: los estados absolutistas de Occidente apoyaron sus nuevos fines en
precedentes clásicos: el derecho romano era el arma intelectual más poderosa que tenían a
su disposición para programas de integración territorial y centralismo administrativo.

Innovaciones institucionales:

A. El estado absolutista echó los cimientos del ejército profesional. No constituían un


ejército nacional obligatorio, sino una masa mixta de hombres en la que los mercenarios
extranjeros desempeñaban un papel constante y central, y cuya explicación encuentra él en
la negativa de la clase noble a armar en masa a sus propios campesinos (según cita de
Jean Bodin, por si se sublevaban); y, a la inversa, se podía confiar en las tropas
mercenarias para aplastar rebeliones sociales.

B. La burocracia civil y el sistema de impuestos. El sistema nació en el siglo XVI y se


convirtió en un soporte financiero fundamental de los estados absolutistas durante el siglo
XVII (no parece tener en cuenta que también los no absolutistas y marxistas —que lo
cobran en directo sin incluirlo en el salario— de todos los siglos siguientes...).

La burocracia absolutista reflejó el ascenso del capital mercantil. Acusa al absolutismo de


tener también unos impuestos reales para financiar la guerra que gravaban también en los
pobres (no se fija en que la infraestructura en general era muy precaria, tanto más en
cuanto a la siempre difícil justicia distributiva).

C. El comercio: la teoría mercantilista —dice Bodin— era profundamente belicista, al hacer


hincapié en la necesidad y rentabilidad de la guerra (lo "recogen" del marxismo, porque el
mercantilismo era más bien y simplemente liberalista).

D. Diplomacia, que fue la marca del nacimiento del estado renacentista, y en la que el autor
ve también el predominio feudal. La entiende como un sistema formalizado de presión e
intercambio interestatal, con el establecimiento de embajadas recíprocamente asentadas en
el extranjero, cancillerías permanentes, etc. (se diría que piensa en la KGB...).

El E.A. realizó funciones sociales en la acumulación agraria necesaria para el triunfo final
del modo de producción capitalista, puesto que favorecía indirectamente los intereses de la
clase mercantil. La clase noble nunca tuvo un desplazamiento político, sino que era la
misma nobleza feudal, en época de transición al capitalismo y atada ahora al Estado:
ejército, burocracia, diplomacia y dinastía formaban un inflexible complejo feudal que regía
toda la maquinaria del Estado y guiaba sus destinos, hasta que la nobleza desapareció y
llegaron las "residencias" burguesas y la aparición del estado capitalista.

2. CLASE Y ESTADO: PROBLEMAS DE PERIODIZACIÓN (según las relaciones entre


nobleza y monarquía)
Los estados del reino representaban usualmente a la nobleza, al clero y a los burgueses
urbanos, organizados en un sistema de tres curias, o en otro diferente de dos cámaras. El
autor entiende la Iglesia como una parte más de la nobleza, y explica los servicios que
como tal prestaba en beneficio del Estado y de ella misma.

Época del Renacimiento (primera fase): consolidación del absolutismo, gran auge secular
de grandes señores provocado por el rápido crecimiento demográfico y cultura universitaria
en las aristocracias occidentales, pero subsistía la pirámide medieval en torno al soberano,
hasta que los teóricos del absolutismo empezaron a propagar las concepciones del derecho
divino que elevaba la soberanía regia por encima de la lealtad limitada y recíproca de la
Edad Media.

Bodin formula a este respecto la idea moderna del poder político como capacidad soberana
de crear nuevas leyes e imponer su obediencia indiscutiblemente: "Su signo principal es el
de imponer leyes sobre los súbditos, generalmente sin su consentimiento", y "la ley no es
más que el mandato de un soberano en el ejercicio de su poder"; pero también habla en
contra del mero arbitrio del monarca. Y, de hecho, ningún estado absolutista en Occidente
pudo disponer a placer de la libertad, ni de las tierras de la nobleza, ni de la burguesía;
tampoco pudieron alcanzar una centralización administrativa, ni una unificación jurídica
completa, sino que siempre estuvo doblemente limitada:

a) por la persistencia de los organismos políticos tradicionales que estaban por debajo de
ella,

b) por la presencia de la carga excesiva de una ley moral situada por encima de ella.

El siglo XVII presenció la implantación plena del estado absolutista:

—en un siglo de depresión agrícola y demográfica

—los ejércitos multiplican su tamaño

—el costo de estas enormes máquinas militares creó profundas crisis de ingresos en los
estados absolutistas: se incrementaron los impuestos sobre las masas, y se hizo venta de
cargos y honores públicos, que hace que crezca el número de burgueses "arribistas" entre
los funcionarios del Estado.

Pero la extensión de la guerra, la burocratización de los cargos, la intensificación de los


impuestos, la invasión de las clientelas..., empujaban a la eliminación de lo que
Montesquieu, un siglo después, teorizaba con nostalgia como los "poderes intermedios"
entre la monarquía y el pueblo: las asambleas de estados se hundían bajo la fuerza
centrípeta de la nobleza en torno al monarca. A pesar de todo, hubo en el siglo XVII
repetidas rebeliones locales nobiliarias contra el Estado absolutista (la Fronda en Francia, la
república catalana en España, la revolución napolitana en Italia, la rebelión de los estados
de Bohemia y la gran rebelión en Inglaterra; con diferentes proporciones), pero no hubo
nunca una rebelión permanente, pues estaba unida por cosas en común a la monarquía. La
gran rebelión únicamente triunfó en Inglaterra. El siglo XVIII es, en comparación, de gran
tranquilidad y consolación, estabilidad; la nobleza vuelve a ganar confianza en su capacidad
para regir los destinos del Estado. Las relaciones civiles del estado absolutista de Occidente
en la era de la Ilustración reflejan un exceso de adornos, refinamiento de las técnicas,
influencias burguesas, pérdida del dinamismo y la creatividad. Todavía se predicaba y
practicaba el mercantilismo, aunque las nuevas doctrinas insisten más en el comercio libre y
la inversión en la agricultura.

Se extendió el "vincolismo", para la protección y consolidación de las grandes propiedades


agrarias contra las presiones y riesgos de desintegración por el mercado capitalista. Se
prohibía a los propietarios de tierras la enajenación de la propiedad familiar e investía de
derechos únicamente al hijo. Así preserva intactos los grandes bloques de propiedades, los
latifundios de los potentados, contra los peligros de la fragmentación o venta en un mercado
comercial abierto.

Se extendió por toda Europa una nueva cultura, cosmopolita y elitista de corte y salón,
tipificada por la nueva preeminencia del francés como idioma internacional del discurso
diplomático y político (penetrado por las ideas burguesas representadas en la Ilustración).
La fuerza real de los ejércitos en general se estabilizó o disminuyó en la Europa Occidental
tras el tratado de Utrecht. Pero la frecuencia de las guerras y su importancia capital para el
sistema estatal internacional no cambió sustancialmente.

Común determinante fue la orientación feudal-territorial (Guerra de los Cien Años, lucha de
Habsburgo y Valois); reforma y contrarreforma (Treinta Años).

Que fue reemplazado por un tipo nuevo de conflicto militar, las guerras comerciales
capitalistas: angloholandesas (enfrentamientos marítimos, cuyo objetivo era el monopolio
colonial mundial); de ahí la guerra mixta del siglo XVIII —la de los Siete Años—.

3. ESPAÑA

Auge de la España de los Habsburgo.

—Se benefició por los pactos de política matrimonial dinástica.

—Volumen de territorio e influencia que ninguna monarquía rival pudo igualar.

—La conquista colonial del nuevo mundo le dio una superabundancia de metales
preciosos que puso en sus manos un tesoro (el autor no tiene en cuenta que la mayor parte
era invertida en Europa).

El absolutismo español debió su fuerza tanto a la fuerza del engrandecimiento feudal en el


interior como al botín de la extracción de capital en el exterior.
El poderío español ahogó la vitalidad urbana de la Italia del Norte y aplastó las florecientes
ciudades de la mitad de los Países Bajos (aunque habría que tener en cuenta que ellos
mismos estaban en guerra, y había continuos levantamientos).

Según el autor, el absolutismo español nació de la unión de Castilla-Aragón por el


matrimonio de Isabel y Fernando en 1469. Comenzó con una base económica
aparentemente firme:

—Castilla se convirtió en una lucrativa economía lanera.

—Aragón fue una potencia territorial y comercial en el Mediterráneo.

El dinamismo político y militar se completó en Granada, Navarra y Nápoles, y el


descubrimiento de América; la vinculación con los Habsburgo añadió Milán, el Franco
condado y los Países Bajos. Esto convirtió a España en primera potencia de Europa durante
todo el siglo XVI; sin embargo, el Estado que presidió este vasto imperio era en sí mismo un
montaje destartalado, unido solamente por la persona del monarca.

Castilla

—Aristocracia con enormes posesiones.

—Poderosas órdenes militares.

—Numerosa pequeña-nobleza de hidalgos.

La rápida expansión de la lana, que proporcionó las bases para la fortuna de tantos
aristócratas, estimuló al mismo tiempo el crecimiento urbano y el comercio exterior.

Políticamente su constitución era inestable. Las Cortes eran una asamblea ocasional e
indefinida y carecían de poderes para iniciar una legislatura; por otra parte, la nobleza y el
clero gozaban de inmunidad fiscal, por lo que sólo las ciudades tenían que pagar los
impuestos.

También destacaban las ricas y poderosas órdenes militares de Calatrava, Alcántara y


Santiago; pero su naturaleza no era la de un Estado nobiliario, y carecía por tanto de su
autoridad.

Aragón

El alto Aragón tenía el sistema señorial más regresivo de la Península Ibérica: la


aristocracia local con todos los poderes feudales estaba sobre un campo estéril, en el que
aún sobrevivía la servidumbre y un campesinado "morisco" esclavizado.

Aragón
Se intentó un programa parecido, pero lo único que se pudo conseguir fue la pacificación
social y la restauración de la última Constitución medieval. Las libertades catalanas fueron
reconocidas en la observanza de 1481, y a los campesinos se les concedió también la
remisión de sus obligaciones de 1486. Fernando estableció en cada provincia un virrey que
ejercía el poder por él, y creó un Consejo de Aragón con base principal en Castilla, para que
sirviera de lazo con ellos.

Los Reyes Católicos no consiguieron un reino unificado, no tuvieron una moneda única, ni
un sistema fiscal o legal dentro de sus reinos. El autor entiende que la Inquisición fue la
única institución española unitaria en la Península, y que servía como aparato ideológico
para compensar la división y dispersión administrativas del Estado.

Carlos V

La primera novedad fue la llegada, con el soberano de Habsburgo, de una corte llena de
extranjeros que trajo una xenofobia popular. Cuando el monarca se vuelve al Norte de
Europa existirá una revuelta urbana: Rebelión Comunera (1520-1521), que consiguió el
apoyo inicial de muchos nobles, pero su fuerza impulsora fueron las masas artesanas
populares de las ciudades; era una sublevación del tercer Estado. El aplastamiento de la
rebelión comunera eliminó los últimos vestigios de una constitución contractual en Castilla.

Lo más espectacular de su reinado fue la ampliación de la órbita internacional de los


Habsburgo. Esta expansión territorial reforzó la interior tendencia del naciente Estado
absolutista hacia una delegación de poderes por medio de consejos y virreyes.

Las Américas quedarán jurídicamente unidas al reino de Castilla, y el Sur de Italia a la


corona de Aragón; las economías atlánticas y mediterráneas se fundieron en un único
sistema comercial.

Con el reinado de Carlos V, aparecen también las guerras europeas, la dimensión y el gasto
de los ejércitos de los Habsburgo aumentaron gradualmente durante el reinado de Carlos;
los préstamos financieros y las presiones fiscales crecieron de forma equivalente. El imperio
español del Viejo Mundo heredado por Felipe II, siempre administrativamente dividido, se
fue haciendo insostenible a mediados de siglo; el Nuevo, habría de restaurar su tesoro.

Primera bancarrota: Castilla tuvo que soportar prácticamente sola la carga fiscal de las
interminables campañas en el extranjero. Los metales preciosos de las colonias
representaban el 20 ó 25% y el resto lo cubría Castilla. Se desarrolló un comercio
floreciente con las colonias, y el control monopolista de este mercado cerrado benefició
inicialmente a los castellanos. España se convirtió en la América de Europa, en un terreno
para competencia de bienes extranjeros, por lo que la economía agraria y urbana sufrió
duros golpes.

Felipe II

En el Sur: victorias
—en el Mediterráneo la expansión naval turca fue bloqueada en Lepanto, en 1571,

—Portugal fue incorporada y con ella sus posesiones en Asia, África y América,

—el poder ultramarino aumentó Filipinas.

En el Norte: derrotas

—rebelión en Holanda,

—Armada Invencible,

—guerras de rebelión francesas.

Castilla tiene la capital en Madrid, lo que facilita el gobierno central. Segunda bancarrota en
1596, y, tres años más tarde, la peste.

Felipe III

—Paz con Inglaterra,

—otra bancarrota en 1607,

—tregua con Holanda.

Dominio del Duque de Lerma:

—para salvar las finanzas reales, inundó el país de vellón devaluado,

—expulsión en masa de los moriscos: debilitó la economía rural.

Resultados: inflación de precios y disminución de fuerza de trabajo.

Desde 1600 las colonias americanas estaban alcanzando la autosuficiencia en artículos


básicos que habían importado tradicionalmente de España (aceite...).

Este cambio coincide con el crecimiento de una aristocracia criolla en las colonias, cuya
riqueza nacía más de la agricultura que de la minería. Las minas entraron en crisis, también
por el colapso demográfico de la fuerza de trabajo india, y por el agotamiento del filón.

Felipe IV (Conde-Duque de Olivares: Guerra de los 30 años)

Sublevación de las tierras de Bohemia; la guerra europea se volvió a desencadenar. Los


estados de Bohemia fueron aplastados, pero estas hostilidades hacen que Florencia entre
en guerra contra España.
La nueva naturaleza y peso del absolutismo francés fueron los que habrían de provocar la
caída del poderío imperial español en Europa.

Los costes de la guerra provocaron nuevos tributos sobre el consumo, y una nueva
bancarrota en 1627. Queriendo meter también a Cataluña en el empeño, Cataluña se
sublevó y se convirtió en protectorado francés por una década. Portugal también se
sublevó.

Olivares cae; y después Nápoles y Sicilia se independizan. Con el estallido de la Fronda se


salvó para España a Cataluña e Italia.

La desilusión militar era absoluta entre los españoles. Su único resultado: ruina de la
nación, peste de Extremadura, y la reducción de las finanzas gubernamentales al fondo.

Carlos II "el hechizado"

Negra depresión económica, reconquistada del poder político central por los grandes.

Su muerte era esperada por las cancillerías europeas como la señal que convertiría a
España en botín de Europa.

El resultado de la guerra de sucesión española renovó el absolutismo en Madrid.

Los Países Bajos e Italia quedarán definitivamente perdidos. Aragón y Cataluña, que
apoyaron al candidato austríaco, fueron derrotadas y sometidas.

Una breve dinastía francesa se instaló en España. La monarquía borbónica consiguió lo que
los Habsburgo no pudieron.

Los funcionarios civiles expatriados crearon en el siglo XVIII un Estado unitario y


centralizado. Los sistemas de Estado de Aragón, Valencia y Cataluña fueron eliminados y
su particularismo quedó suprimido. Hubo resurgimiento demográfico (de 7 a 11 millones).

En el siglo XVIII, más de la mitad de las ciudades españolas no está bajo la jurisdicción
monárquica, sino señorial o clerical, resto del feudalismo —dice el autor—.

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