Sie sind auf Seite 1von 3

En busca del Santo Grial

Por Pere Bonnín


(Capítulo del libro Sangre judía 2. La brillante estela de los españoles expulsados, Flor del Viento,
Barcelona 2010)

La documentación histórica cristiana, por ignorancia o desinterés, no toma en cuenta la


información interna de las comunidades judías, adaptando el relato de los hechos a la voluntad o
beneficio de los vencedores, en este caso el mesianismo romano impuesto por los emperadores y
papas, obsesionados en invalidar la Torá o Antiguo Testamento para que triunfen los Evangelios o
Nuevo Testamento. Sin embargo, en la clandestinidad judía se transmitían informaciones que
habrían bastado para provocar matanzas de judíos y de cuantos, de un modo y otro, concedían
autoridad a la Torá y fueron declarados herejes por Roma. Es el caso de los arrianos, pero también
de los cátaros.
Imagino que no era vox populi, sino tan sólo un secreto de iniciados, el hecho de que la
estirpe carolingia fundaba su derecho al trono cristiano o mesiánico en su ascendencia davídica,
siguiendo el ejemplo de Jesús de Nazaret, quien alegó idéntica razón para reclamar el trono de Judá
a la estirpe usurpadora de Herodes. El poeta Chrétien de Troyes, creador de la novela cortesana,
parece que oyó campanas al respecto o conocía a fondo los hechos al escribir su Perceval o el
cuento del Grial, que dedicó a Felipe de Alsacia, conde de Flandes, quien se hizo cruzado y marchó
a Palestina. El caballero y poeta alemán Wolfram von Eschenbach (1170-1220) se basó en el
Perceval francés para escribir su extensa epopeya Parzival de 25.000 versos rimados, que en el s.
XIX fue recogida por Richard Wagner para componer la famosa ópera Parsifal.
Al parecer, ese Perceval o Parzival es el nombre que se da a Guillem de Tolosa o san
Guillermo de Gellone, hijo de Natronai Makhir, alias Teodorico, y de Alda o Aldana, hija de Carlos
Martel y hermana de Pepino. La historia gira en torno a la búsqueda del Santo Grial.
Nadie pudo determinar con exactitud qué era el inquietante Grial tan apetecido por los
caballeros medievales y que el dirigente nazi Heinrich Himmler, se dice, fue a buscar a Montserrat,
imbuido por las supuestas averiguaciones de Otto Rahn, estudioso del catarismo y autor del libro La
cruzada contra el Grial. Eschenbach en su epopeya habla del Grial como fuente de poder y de
riqueza. La tradición cristiana identifica el Grial con la supuesta copa en la que el rabino Jesús
vertió su sangre en la cruz o con el cáliz del que bebió con sus discípulos en su último seder de
Pessaj (Pascua).
La Iglesia católica venera el Santo Cáliz en la catedral de Valencia, España. Asegura que «el
Santo Grial» es un vaso tallado en un bloque de ágata. Tiene 9 centímetros de diámetro y 17
centímetros de altura. En cambio, se atribuye a los cátaros, término de origen griego que significa
puros, la posesión de un Grial más antiguo, que les habría llegado de Egipto. También se hace
derivar cátaro de la palabra KTR que en la Cábala indica la sefirá o senda más elevada en el Árbol
de la Vida, llamada Keter o Katar, que significa corona o perfección.
Los cátaros recibieron el nombre de albigenses en Lombardía, Occitania y Cataluña, porque
en la ciudad de Albi y en la región de Albigès del Llenguadoc se erigió en el siglo XII el primer
obispado del catarismo. Hubo seis obispados cátaros en Lombardía y cuatro en Occitania. La
interpretación teológica de los cátaros difería de la ortodoxia romana, puesto que asumía un
dualismo heredero del maniqueísmo y del agnosticismo a través del bogomilismo, secta atribuida al
pope Bogomil y difundida en Bulgaria durante el siglo X. Bogomil propugnaba la confiscación y el
reparto de bienes al estilo del jubileo mosaico, así como la abolición de la esclavitud, en una época
en que los esclavos o siervos de la gleba eran la mano de obra necesaria para mantener y acrecentar
la riqueza de los monasterios.
Es significativo el hecho de que el catarismo penetrase en Provenza y en Cataluña a través
del comercio y la industria, particularmente la textil, que en el siglo XIII estaban principalmente en
manos de los judíos y judeoconversos. El catarismo no sólo no condenaba las actividades
mercantiles, sino que las favorecía, identificándose con los intereses de la naciente clase burguesa.
Asimismo, los grandes señores feudales provenzales y catalanes, interesados en afirmar la posición
conseguida frente a los feudos eclesiásticos, fueron atraídos por esta doctrina que propugnaba la
supresión del poder temporal de la Iglesia.
Por todo ello, el catarismo fue percibido como una amenaza para la estabilidad de la Iglesia
católica y para el Papado, que lo declaró doctrina herética. Entre 1208 y 1244 la Inquisición papal
emprendió contra los albigenses una sangrienta cruzada hasta eliminarlos.
Los monarcas franceses colaboraron con el Papado en la cruzada contra los albigenses,
porque la aspiración de los cátaros de mantener su autonomía y convertirse en nación independiente
chocaba contra los intereses hegemónicos del norte francés, favorables a la unificación de Francia
bajo un solo soberano. De hecho, la monarquía gala consiguió en el siglo XIII aplicar en Francia la
forzada unidad que más tarde, en el siglo XVIII, impondría en España «por derecho de conquista»
el Borbón francés Felipe V con sus decretos de Nueva Planta. «El drama del sur de Francia en el
siglo XIII fue el de una tierra invadida y ocupada», escribió Jacques Madaule 1, que explica la
heroica defensa de Tolosa como la lucha desesperada por la libertad de la patria. Con igual o mayor
heroísmo se comportó en 1714 el pueblo llano defensor de Barcelona frente a las tropas franco-
castellanas: «Raramente se ha visto un ejemplo de resistencia tan obstinada como el de los
habitantes de Barcelona, y hizo falta todo el valor de mis tropas junto con las de España, para
poderlos subyugar2», escribió Luis XIV de Francia.
Las zonas más influidas por el catarismo, aparte de Provenza, fueron el Rosselló y los valles
pirenaicos, donde las grandes familias mantenían estrechos lazos familiares, culturales, militares y
económicos con Occitania. Guillem de Niort, Ramon de Termes, Pere de Saissac y Bernat d’Alió
fueron cátaros notables. El catarismo se difundió en Barcelona, Lleida, Prades, Siurana, l’Arbolí,
Cornudella, Valle de Porrera, Gallicant, en la región de Morella y en los nuevos territorios
conquistados a los árabes con la participación de señores cátaros, como Hug de Saissac y Robert de
Castellrosselló en Valencia, y Jaspert de Barberà en Mallorca.
Por lo que llevamos dicho, podemos deducir que el sustrato del catarismo en el sur de
Francia y países catalanes fue el judaísmo rabínico por un lado y por otro el cristianismo o judaísmo
mesiánico que buscaba la pureza o perfección que no encontraba en el poder imperial y despótico
de la Iglesia romana.
Los expertos creen que Christian de Troyes, poeta en la corte de Aquitania que vivió entre
1135 y 1183, era un canónigo judeoconverso que acudió con Luis VII de Francia en ayuda de
Tolosa que había sido atacada en 1159 por Enrique II Plantagenet. Se le atribuye una relación con
los cátaros y con las comunidades judías, de donde sacó la información para componer su Perceval
o el cuento del Grial, que dejó inacabado porque le sorprendió la muerte antes de terminar el relato.
Sin duda la tradición oral o una intencionalidad expresa para proteger el secreto de la
sucesión real davídica desvirtuó el verdadero significado de lo que llamaban Santo Grial. Joan
Coromines3 explica que la variante rosellonesa antigua de reial o real, referido a rey, era rial y
aparece en documentos de 1303. En un Tarif des monnaies escrito en provenzal se dice que «els
rials de Malhorca an la cros dobla» (los reales de Mallorca tienen la cruz doble). Por consiguiente,
se puede deducir que lo que buscaban los caballeros iniciados en la sucesión davídica era la sang
rial (san g rial) o sangre real.
Eschenbach habla del Grial como «una fuente de poder de la que emana riqueza y abundancia sin
límites». En efecto, emparentar con los descendientes de la casa real de David era fuente de poder,
pero la sang rial o sangre real no era un objeto, sino un linaje que fue transmitido por matrimonio a
casi todas las casas reinantes europeas.
1 JACQUES MADAULE, Das Drama von Albi. Der Kreuzzug gegen die Albigenser und das Schicksal Frankreichs, Walter-
Verlag AG, Freiburg 1964, p. 127, versión alemana del original francés Le drame albigois et le destin français,
Bernard Grasset, Editeur, 1961.
2 Carta del rey francés al cardenal de Noailles refiriéndose a los hechos de 1714.
3 JOAN COROMINES, Diccionari etimològic i complementari de la Llengua Catalana, Curial Edicions Catalanes,
Barcelona 1987, vol. VII s.v. rei, p. 214 y 215. Cfr. también Gran Enciclopèdia Catalana s.v. albigès y catarisme.
Así lo debió de intuir el autor surrealista francés Gérard de Sède (nombre completo: Géraud
Marie de Sède de Liéoux) cuando en Le Trésor Cathar (1967) escribe: «Para todos el Grial es un
objeto misterioso y santísimo, dotado de un doble poder mágico: permanece invisible para quien es
indigno de acercarse a él, pero alimenta milagrosamente a quien ha sabido descifrar su secreto y
situarse así en el linaje de los reyes del Grial.» Ese linaje —secreto e invisible en una Europa
marcadamente antisemita— es la herencia mágica y mítica de David, el primer soberano de las doce
tribus de Israel.
Los catalanes saben probablemente que Jaume I el Conqueridor, rey de Cataluña, Aragón,
Valencia y Mallorca, al ser bautizado en la iglesia de Nostra Dona de les Taules, recibió los honores
religiosos que correspondían al Rey de Jerusalén. El Llibre dels feits, crónica de Jaume I escrita en
primera persona, se cuenta una supuesta estratagema de Maria de Montpeller, la esposa de Pere I el
Católico, padre de Jaume I, que se metió en la cama del rey cuando éste esperaba a su amante, una
dama principal de Montpeller. Lo mismo explican los cronistas Bernat Desclot y Ramon Muntaner.
Este último asegura, en un poema juglaresco sobre este asunto, que mientras el rey Pere engendraba
a su hijo Jaume, presuntamente en su esposa Maria de Montpeller, estaban presentes en la alcoba
como testigos los prohombres, prelados y damas principales.
Me pregunto si atestiguar la concepción en vez del alumbramiento, mucho más notorio, no
es un modo de ocultar la filiación judía de Jaume I. Resulta extraño que en el Llibre dels feits Jaume
I sitúe su nacimiento en casa de los Tornamira 4. También es sospechoso el viaje Maria de
Montpeller a Roma para conseguir que su hijo Jaume I fuese declarado su heredero legítimo; que
Simó de Montfort, enemigo de Pere I el Católico, retuviese al infante Jaume y el Papa le ordenase
devolverlo, y que la reina, antes de morir, pusiese al infante bajo la protección de los caballeros
templarios, guardianes del Templo de Jerusalén. Probablemente los templarios estaban en el secreto
sobre la filiación judía del niño, la cual, por otro lado, era notoria incluso entre los judíos andaluces.

4 «E quan la reyna nostra mare se sentí prenys, entrà-se’n a Montpestler, e aquí volch Nostre Senyor que fos lo nostre
nasiment, en casa d’aquels de Tornamira, la vespra de Nostra Dona Sancta Maria Candaler.» [4].

Das könnte Ihnen auch gefallen