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Universidad de Santiago de Chile

Escuela de Psicología
Tesina I.

Ensayo “Side effects”


LA FARMACEUTICA EN EL ENTRAMADO SOCIAL DE LA SALUD
YESSENIA BERRIOS, CONSTANZA MORA, LUIS VALLEJOS

PROFESORES: PSI. IRENE MAGAÑA


PSI. CARLOS RAMIREZ
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La salud mental, según el modelo propuesto por la OMS (2011), presenta como eje
central al paciente inserto en su comunidad, pero además integrando en ello el uso de
psicofarmacología como una herramienta eficaz para el tratamiento de los pacientes, pero
destacando no ser la única línea de acción para mejorar la salud de la población en las
distintas comunidades.
Este modelo inserto en las principales naciones del mundo, entre ellas, nuestro país,
es el que podemos denotar como temática principal en el film “Efectos secundarios” [Side
effects], el cual presenta la historia de Emily, una chica que tras un intento de suicidio es
atendida por un psiquiatra quien le prescribe un fármaco experimental para el tratamiento de
la depresión. A lo largo del film, se muestran los efectos secundarios que se presentan en la
paciente debido a la toma de este medicamento, llegando incluso a asesinar a su esposo
estando sonámbula. La trama muestra una serie de hechos que dejan ver un complot en
torno al medicamento experimental, el cual al ser cuestionado logra mayores ventas en los
productos anteriormente líderes en el mercado para el tratamiento de la depresión, siendo el
dinero un eje de todo lo pasado y de la conspiración realizada por una psiquiatra y por la
paciente misma, quien todo el tiempo finge todo lo sucedido (Jacobs, Di Bonaventura, Burns
y Soderbergh, 2013).
A partir de lo anteriormente expuesto es que el presente escrito busca poner en
discusión temáticas como el uso de la psicofarmacología en la salud mental en la
actualidad, y como las industrias farmacológicas ha sobrepuesto sus intereses comerciales
por sobre la perspectiva de salud que define la OMS, los intereses del paciente y su
comunidad inmediata.
En este sentido el objetivo que guía este escrito se centra en reflexionar desde una
perspectiva crítica, en torno a la industria farmacéutica y su influencia en la salud mental,
así como la influencia de estos en la generación de políticas públicas, específicamente en
nuestro país.
Se torna relevante tratar y generar reflexión sobre temáticas del carácter de la Salud,
donde se ve implicado sistemas económicos, políticos y sociales, lo cual favorece al
establecimiento de la estructura social que predomina en la actualidad. En lo cual, es
importante adoptar posiciones críticas para abordar la problemática.
Para el desarrollo de este objetivo es necesario responder a las preguntas ¿Que
control ejercen las industrias psicofarmacéuticas en los modelos de salud mental actuales?
¿Cómo se relaciona ello con la generación de políticas públicas en torno a esta temática?
La psiquiatría desde la Ilustración comenzó a tener diversos avances en torno a la
concepción de una mentalidad clínica. La locura comenzó a ser tratada como una
enfermedad mental y se establecen los planteamientos teóricos y metodológicos para que
en el siglo XIX la psiquiatría haya sido posicionada como ciencia. Bleuler fue el primero en
dar nombre a la psicofarmacología. Ya entre mediados de 1800, la enfermedades mentales,
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como la psicosis, empezaron a relacionarse a trastornos del cuerpo humano, para desde
1920 en adelante desarrollarse los primeros psicofármacos, como el uso del Litio para
esquizofrenia y episodios maníacos (Elguíluz, 2010).
Basados en el modelo médico la psiquiatría dado su enfoque biológico de
enfermedad sostiene que, ante los conflictos emocionales o psicológicos, existen
enfermedades que deben ser tratadas de acuerdo al uso de diagnósticos de trastornos
mentales y tratamientos farmacológicos (Centro de acción crítica en salud mental, 2013).
Además, la evolución de esta medicación se ha dado sin conocer las bases etiológicas de
algunos trastornos tratados, por tanto, se han creado supuestos e hipótesis patogénicas,
somáticas y psicológicas (Eguíluz, 2010).
En este sentido nuestra sociedad se convierte en una sociedad medicalizada, la cual
tiene una visión de bienestar, por lo demás planteada como ideal de vida, mediante la
“tranquilidad recetada”, gozando de múltiples servicios terapéuticos ante la proliferación de
patologías y dependencias, anticipando la necesidad de prevenciones a ello, que a su vez
terminan por patologizar la vida cotidiana (Jiménez, 2008).
Desde planteamientos foucaultianos (2005), la psiquiatría se desarrolla en torno a la
idea de tomar control de los cuerpos y aplicar disciplina, necesidad enraizada en lógicas de
poder sobre aquellos que tienen menos alcance de este, esto es, biopoder. Se podría decir,
que la cura otorga poder, pues es un procedimiento que genera cambios esperado por
quienes se encuentran a la cima de la estructura social. De estas dinámicas generadas se
saca provecho, pues psiquiatras tienen mayor acceso al objeto de estudio y a la vez repiten
y validan las prácticas de poder, basadas en un modelo económico, político, social y
cultural, que pretende sacar beneficio de todo aquello que resulte comerciable y valide las
prácticas y dinámica dada.
Dada la concepción de biopoder expuesta en el párrafo anterior, se puede ver la
salud mental y las políticas públicas como saber y praxis que podría permitir un cambio
social, pero que a su vez no está exenta también de replicar e imponer modelos que
intenten ocultar las relaciones de poder que en ella se ponen en juego (Fassir, 2008;
Restrepo-espinosa, 2012). En este sentido la implicación de las industrias farmacéuticas en
la generación de estos modelos no se explicita y por ende invisibiliza los intereses que
están en juego en estos planteamientos.
Si se consideran además los niveles de efectividad de la farmacología, se puede
apreciar que su intromisión en el mercado de la salud, responde más a un fin económico
que a una intrínseca preocupación por el bienestar de las personas. Esto se evidencia a
partir de la cantidad de efectos secundarios que tienen los fármacos, sumado a la manera
de ser elaborados, pues son, más bien, un cóctel de efectos con intención de remediar una
acción biológica a nivel de neurotransmisores, sin embargo, cabe destacar que en la
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investigación biomédica de las enfermedades mentales, no se resuelve aún la afección


neurotransmisora de los distintos desórdenes y las drogas utilizada no ataca sino las
defensas del organismo, creando un desbalance sistémico que podría incluso perjudicar a
las personas que toman los remedios (Citizens commissions on human rights, 2011;
Citizens commissions on human rights, 2012)).
Bajo esta premisa, aun cuando se carece de conocimientos concretos sobre el
funcionamiento de las enfermedades, la industria farmacológica crea remedios cuya
aplicación no se sustenta en la efectividad del fármaco, sino, en estrategias de marketing y
como se pudo apreciar en el film, a través de promoción de psiquiatras quienes a cambio de
un contrato y bonos comienzan a recetar el fármaco entre sus pacientes.
Desde el plano del film, es cuestionable y de simple visualización, como la industria
de antidepresivos como Ablixia, Efferox, entre otros, se publicita a través de los medios
masivos de comunicación, atacando la sensibilidad de las personas, mostrándose como la
solución a los días tristes,presentándose en una especie de juego implícito que la gente
muchas veces no sabe jugar y la vida y bienestar de estos pasa a ser un objeto comerciable
a lo cual se puede acceder monetariamente y así, continuar con la funcionalidad que
requiere el modelo dominante.
Se ha ido instaurando un sistema donde las subjetividades de los ciudadanos se han
ido relevando al dominio y aspiración de los poderes públicos. Se han establecido
burocracias, maquinarias, organizaciones e instituciones, para hacer frente a esto o en
palabras de Nikolas Rose (s/f), se ha ido implementando en la sociedad una “Ingeniería del
Alma Humana”. Junto con esto, las políticas públicas desde el plano de la salud mental, se
han ido desarrollando desde esta misma perspectiva, como un aparato focalizado propio de
la organización moderna, enlazando elementos del sufrimiento humano como objeto de
preocupación pública, es decir, se ha desarrollado una administración de la subjetividad.
Las políticas públicas chilenas expuestas en el plan nacional de salud mental (2000),
dan cuenta de un modelo basado en lo expuesto por la OMS, como se señalaba
anteriormente, centrados poner al sujeto de atención en la comunidad en la cual se
encuentra, dando tratamientos farmacológicos a los mismos, en los tres niveles de atención
existentes (Minoletti y Zaccaria, 2005). En este sentido, no sólo se plantea una forma de
atención ideal, la cual a estado en constantes críticas no solo por su modelo, sino que
también por su aplicación en una sociedad que ha mutado, con mayores conciencias en el
plano de la integración de temáticas de equidad de género, derechos humanos y
consideración de las personas no solo por la producción de las mismas, sino que también
como personas (Cea, 2015).
Estas críticas al sistema y las políticas públicas van de la mano con las críticas
expuestas por la antipsiquiatría, enfoque y perspectiva que realiza una crítica a la excesiva
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medicalización, la violación de los Derechos Humanos y la implicancia de las


transnacionales farmacéuticas (Vásquez, 2011). Esta concepción socio-crítica, hace
mención a la psiquiatría como una “policía del pensamiento” que se respalda en un discurso
científico, esto también se puede entrever en la relación que se establece desde el plano
judicial con lo médico, en el film la inocencia o culpabilidad se juega o pasa a controlarse a
través de estos dos saberes, los cuales se toman el protagonismo y el control de la
situación.
En medio de las críticas al sistema de salud mental y las políticas públicas a la base
de estas, es que nos preguntamos cuáles son los fundamentos que existen detrás de los
lineamientos expuestos en ellas, las cuales no son explicitadas en los modelos expuestos,
planteando ser “a-teóricas”. En este sentido es necesario que se exponga y transparente la
noción política a la base de estos planteamientos, tal como expone Montero (2001), quien
señala la importancia de definir para quién es el conocimiento y para qué, dando cuenta de
los intereses políticos existentes en ello. Ya que tal como se expone en el Film revisado
“Efectos Secundarios”, se presentan intereses económicos a la base de la intervención
psico farmacéutica, ya que independiente de si esta es consciente o no, siempre hay
ganancias detrás de un producto comercializado, teniendo entonces las empresas
farmacéuticas incidencia en todo este entramado.
La crítica, debiera abrir campos de accionar y de conocimiento compartido para
desestructurar lógicas de poder, como, por ejemplo, explicitando posturas políticas o
teóricas a la base de cada conocimiento y enfatizando en la prevalencia de verdades
relativas sobre el absolutismo. También poniendo en duda las clasificaciones de manuales
diagnósticos, y la conceptualización de la enfermedad mental en sí, entendiendo esta como
una construcción social que tiene una historia y un contexto.
La farmacología, como se la concibe actualmente, carece de intención benefactora
en cuanto a salud mental, por el contrario, estás según lo establecido con anterioridad
responden a un interés alejado a la salud: los intereses económicos. Por ende, en una
sociedad de carácter liberal con un sistema, cuyas políticas públicas se enfocan desde un
área biomédica, cuya oferta de salud es la medicación, cuya atención médica se basa en 15
minutos de consulta y cuya respuesta de salud es la orden médica de farmacéuticos, se
puede apreciar que las compañías farmacéuticas tienen mucho que decir, que referenciar y
que influenciar el sistema médico, en un sistema en que importa la prontitud de una solución
para volver a ser parte de un sistema funcional, y en que la la cura no es paralela a la salud
integral sino al funcionamiento en el sistema, las farmacéuticas proliferan y las
determinaciones de las políticas de salud nivel país, no se encuentran atravesadas por una
preocupación de la persona que es beneficiaria y consultante del sistema, sino, más bien,
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por la capacidad de las respuestas farmacológicas de volver funcional al consultante y


reintegrarle con prontitud a sus labores mercantiles.
Finalmente, la alineación farmaceuticas-sociedad lejana a la conciencia de salud,
distante de la concepción de paciente y negando lo que debiese transcribirse como
bienestar para la sociedad, hace del mercado de la cura un mercado de las ganancias con
la cura, puesto que la misma, no mejora a los individuos, sino los hace funcionales. Por lo
mismo, es deber preguntarse hoy, ¿a quién sirve mejorar?, sirve a nosotros individuos con
sentido de permanecer siendo sociedad, o sirve al sistema con sentido de mantenernos
siendo eslabones funcionales de la cadena.
La consulta es ¿qué? en definitiva somos las personas para el sistema de salud, un
bien material en el que nuestros cuerpos generan ganancias, del lado de dominio sobre el
cuerpo y sobre la concepción de salud y cura. O bien, ¿podemos llegar a pensar en un
sistema que valore a las personas más allá del valor económico que puedan estas
representar?
En suma, consideramos que para que esta condición de persona sea respetada por
la alianza pensada de sistema de salud-farmacéuticas, es necesario pasar por un cambio
cultural respecto a la reapropiación del sentido de humanidad, del sentido de pensar el
malestar mental como un problema comunitario y no una instancia de la que poder sacar
provecho económico, para por un cambio de respetar y reconocer al otro como una persona
valiosa por sí misma.
La re-apropiación de los términos valor y persona. En esta cultura de la alienación,
donde importa más la imagen, tal como lo demuestra el protagonista del film, que el
bienestar del paciente, donde los compromisos con las farmacéuticas son cosa de un
almuerzo y la creación de nuevas píldoras irresponsables de la salud y no comprometidas
con la cura. Pensamos que en nuestro ejercicio de la psicología debemos plantearnos a
diario en una posición de revitalización del sentido humano.
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Referencias

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