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Espacios públicos y cohesión social

Editores/as: Ruiz, Juan Carlos; Carli, Elena.


Título completo: Espacios públicos y cohesión social. Intercambio de experiencias y
orientaciones para la acción.
Editorial: Universidad Alberto Hurtado
País: Chile
Año: 2009
Nº de páginas: 174
Disponible en:
http://www.comunidadyprevencion.org/prevencion_del_delito/lecturas/mod02/e
spacios_publicos2009.pdf

Palabras clave: gestión espacios públicos, cohesión social, deterioro urbano.

Objetivo

Coadyuvar, mediante el análisis e intercambio de información, en la generación de


estrategias que incentiven la participación ciudadana y potenciar el trabajo para la
planificación de espacios públicos, el desarrollo de proyectos participativos, la
animación social, la mediación comunitaria, la inversión en infraestructura y la
prevención social son algunas de las posibles respuestas, revisadas aquí por medio de
ejemplos concretos.

Resumen del contenido

La reflexión sobre el espacio público y la cohesión social reunida en este libro permite
plantear algunas constataciones importantes para el diseño e implementación de
políticas locales, tanto en el área de prevención, de proyectos y espacios públicos,
como de políticas urbanas, en un sentido más amplio y general.

En primer lugar, los espacios públicos están dentro de una ciudad y un mundo
urbano cambiante y dinámico, donde, los roles de integración política y cohesión social
que les fueron atribuidos con anterioridad son hoy más un desafío que un hecho real.
Debido a ello, es preciso lograr su centralidad en las políticas urbanas, y dotarlos de
condiciones sociales y físicas adecuadas para integrar a los nuevos(as) ciudadanos(as)
(niños, niñas, jóvenes, mujeres, migrantes, pobres urbanos, entre otros), y de
convertirlos en un espacio cohesionador, donde el conflicto dé paso al encuentro y
mutuo reconocimiento, por sobre la separación, la segregación y el estigma, que
ocurren en muchos de los casos revisados.

Ningún conflicto, por grave que sea, conduce a situaciones irreversibles, como
lo ilustran diversos ejemplos en las ciudades europeas y latinoamericanas. Estos
conflictos están cargados de emocionalidad, factor que los responsables públicos y las
comunidades deben asumir como un componente de la gestión de la política de
espacio público. En este sentido, la política requiere de un enfoque integrado y de
competencias multidisciplinarias, donde la gestión de los espacios públicos implique
procesos de aprendizaje colectivo, de resolución de conflictos y de apropiación de la
ciudad por sus habitantes. A su vez, esta gestión ofrece oportunidades de innovación y
desarrollo social y urbano, además de tener un valor simbólico, en términos de
identidad comunitaria, de dignificación del espacio y de la ciudad y de avance hacia la
igualdad social.

En segundo lugar, para lograr su objetivo de cohesión social, la gestión de los


espacios públicos debe asumir la participación como componente central. Esta une a la
gente, la responsabiliza de su propia ciudad y la obliga a situarse en un proceso de
diálogo con las autoridades públicas. Además, revaloriza la política y la dimensión de
gobierno de la ciudad como mediadora de los conflictos étnicos, de género e
intergeneracionales. Sin embargo, para que la participación sea eficaz, como fin o
instrumento de una política pública urbana, es esencial que las autoridades y las
comunidades asuman su dimensión de proceso y de aprendizaje del cambio
permanente. La participación depende, en gran parte, de la cultura democrática
preexistente en la ciudad y en las comunidades que la componen y tiene como
condición que quien monitorea el proceso -sea un agente político o técnico- tenga
claridad sobre los criterios de participación, así como de la relevancia de fijar reglas
precisas, que apunten al empoderamiento de la comunidad.

Los contenidos de la participación implican el reconocimiento de intereses


distintos y potencialmente conflictivos, lo cual conlleva aceptar la divergencia y el
compromiso permanente, tomando conciencia de lo que se puede y se está dispuesto
a pactar, y teniendo como eje el bien común. Además, una de las exigencias
fundamentales de la participación es la difusión de una información de calidad y
transparente.

En tercer lugar, hay que tener en cuenta que no hay recetas para el trabajo en
los espacios públicos, y ello es debido a que existen contextos locales, culturales e
históricos diversos. De modo que es la contextualización socioeconómica y cultural la
que determina la estrategia, la normatividad, las modalidades de acción inmediatas y
de largo plazo, siempre en el marco de un modelo de democracia inclusiva. A todo lo
anterior se le debe añadir que es preciso señalar la existencia de elementos
estructurantes de las intervenciones. Entre los más importantes destacan:

• Protagonismo indispensable de los actores sociales

Autoridad local, grupos sociales involucrados y aún grupos conflictivos. No hay


democracia sin protagonismo real. Debido a ello es necesario remarcar que la
participación en la gestión del conflicto es percibida como un medio para educar en la
participación democrática que es el protagonismo de una sociedad civil empoderada.

En las realidades europeas se trata de trabajar también para la individuación de


canales y nuevas modalidades para involucrar diferentes sujetos de la sociedad civil,
dada la mayor dificultad en incluir las comunidades en los procesos participativos.

• Normatividad flexible y orientadora

Es necesaria una normatividad que busque adaptarse a los contextos micro o


macro, percibiéndose como un instrumento y para nada como un fin en sí mismo. En
esta línea, la sobre-normatividad de los espacios, en algunos casos europeos, es
percibida como un obstáculo más que un instrumento adecuado para la gestión de los
espacios públicos, ya que muchas veces inhibe la espontaneidad de los actores
sociales.

• Presencia imprescindible de la dimensión comunicativa

En todas las experiencias hay una necesidad de informar, tanto a la comunidad


interna como al resto de la sociedad sobre los objetivos, procesos y resultados de las
intervenciones en el espacio público. Con ello se busca influir sobre las otras políticas
públicas y urbanas y sus enfoques, para transitar desde una visión paternalista de los
actores sociales, hacia un enfoque transversal de la participación, el empoderamiento
y la sustentabilidad.

• Coproducción de la ciudad

Uno de los objetivos en todas las intervenciones es construir una ciudad donde
el actor social defina los parámetros de producción de la misma. Para ello, es
fundamental la coproducción de seguridad como forma de ciudadanía plena y libre,
que implica no sólo la transversalidad sino también la capacidad de modificar la propia
estructura institucional para lograr los objetivos buscados. En los casos analizados, en
la Policía de Badalona fue creada la Unidad de Convivencia y, en el Rimac usaron una
pedagogía diversa dirigida al (la) joven de la calle.
• Ciudadanía tolerante

El objetivo esencial y progresivo de todos los procesos es la búsqueda de un(a)


ciudadano(a) responsable y que acepte la diversidad. Este es el objetivo de la
instauración de procesos pedagógicos, que tienden a educar o reeducar a los(as)
protagonistas, permitiendo que creen habilidades y orientándoles. Por ello se requiere
de ciudadanos(as) que no estén asistidos ni encerrados en una subcultura o
marginalidad.

• Legitimación progresiva de las instituciones

En la medida que son coproductoras de ciudad y de seguridad, la


municipalidad, policía o familia se legitiman en el proceso. En el contexto europeo, un
trabajo participativo en los espacios públicos puede permitir recuperar la relación
público - ciudadano que se ha desdibujado con los años, dando lugar a una profunda
desconfianza.

Así pues, de un lado, la ciudad latinoamericana debe hacer frente a la carencia de


espacios públicos, a niveles de insalubridad y daño ambiental y a la falta de presencia
del Estado en los barrios más pobres de la ciudad. Ante esta situación, el enfoque de
intervención canaliza los altos niveles de participación social. Del otro lado, las
ciudades europeas deben hacer frente al deterioro urbano, la obsolescencia de sus
centros urbanos o la funcionalidad de sus periferias. Además, tienen que afrontar el
problema de una utilización multitarget y multifuncional del espacio público que, a
veces, es cruzado o usado por un sólo grupo de ciudadanos(as), perdiendo la
característica de espacio de confronto y encuentro. Junto con ello, debe hacer frente a
la inclusión social, sobre todo cultural y normativa de los migrantes, poniendo en
práctica la multiculturalidad y la diversidad.

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