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Cómo Empezar Un Hábito Saludable Que No Disfrutas (Y

Sin Salir De Tu Zona De Confort)

Algo realmente bueno me pasó esta mañana: me desperté, me


cepille los dientes y ¡empecé a hacer ejercicio! lo sorprendente
es que no es la única vez, lo he estado haciendo durante dos
meses (y antes no lo disfrutaba).

Yo no escribí eso. Es un fragmento de un correo que recibí y,


la verdad es que me emocioné de solo leerlo (y seguro te pasó
lo mismo). Tú sabes que adoptar cualquier hábito saludable es
bueno para ti, pero, aún no encuentras la solución para que
dejen de ser incómodos.

Probablemente piensas que esas personas que lo lograron, es


porque se atrevieron a salir de su zona de confort, pero ¿qué
pasaría si tenemos el concepto equivocado de está?

Así que olvida todo lo que sabes de la zona de confort y


aprende a sentirte cómodo con un hábito saludable que no
disfrutas. Aquí te lo explico todo, sigue leyendo.

«En un agujero en el suelo, vivía un hobbit. No era un agujero


húmedo, sucio, repugnante, con restos de gusanos y olor a
fango, ni tampoco era un agujero seco, desnudo y arenoso, sin
nada en qué sentarse o qué comer: era un agujero-hobbit, y
eso significaba comodidad«. – J.R.R Tolkien, The hobbit.

A nosotros los humanos nos incomodan muchas cosas…

Por ejemplo: dormir en un colchón duro, ir de pie en un trayecto


largo en el bus, que llueva y no tengas paraguas, un mosquito
a las 3 am, comer tacos en la primera cita y un larguísimo
etcétera.

El punto es que convivimos con la incomodidad todos los días,


pero aún así seguimos haciendo todo lo posible para evadirla
a toda costa.

Tenemos una gran capacidad para evitar enfrentarnos a lo que


es difícil o nos genera disconfort.

La incomodidad se convierte en algo parecido al vecino que no


te cae bien: si lo ves de lejos tratas de evitarlo, y si te lo topas
de frente, buscas una rápida excusa para huir lo más pronto
posible.

Y esto es especialmente cierto cuando se trata de adoptar


hábitos saludables.

A pesar de que sabemos que retomar el ejercicio, renunciar a


las patatas fritas o ir a la cama temprano es muy necesario,
simplemente no logramos convencer a nuestra mente de que
un poco (solo un poco) de disconfort trae grandes beneficios.

Parece que disfrutar de algo incómodo es una locura, y a pesar


de esto, existen humanos que disfrutan de salir a correr,
ordenar el armario o cenar una rica ensalada.

Entonces, ¿cómo lograron sentirse cómodos con lo incómodo?


¿cómo lograron ser constantes con esos hábitos que casi
nadie disfruta? ¿será que tal vez existe una forma de convertir
una actividad saludable en algo más disfrutable?
Pero antes de responder esas importantes interrogantes, hablemos
de la famosa “zona de confort”.

Todos hemos escuchado alguna vez que salir de nuestra zona de


confort, es algo bueno. Hemos leído frases como: “Sal de tu zona de
confort, la magia sucede ahí afuera”.

Por consiguiente, creemos que lograr cosas extraordinarias, como


tener hábitos saludables, solo y únicamente se consigue saliendo de
esta zona de confort.

Y aunque suena bastante inspirador ¿es realmente cierto?…

Vamos a ver.

¿Qué es la zona de confort?


La primera vez que se uso el término zona de confort, fue en una
teoría en la que se describía un rango de temperatura ideal
(dependiendo de la temporada) en la que no sientes demasiado
frío, ni demasiado calor 1

Si trasladamos ese término a un plano psicológico, sería ese espacio


imaginario en el que nos sentimos cómodos.
Estar en nuestra zona de confort, es algo parecido a estar dentro de
una acogedora camita en un día frío y gris o como llegar a casa
después de un largo viaje.

Es un lugar en el que nos sentimos realmente bien, no tenemos


miedo y nos sentimos en control.

Una de las definiciones psicológicas que encontré de la zona de


confort, fue hecha por una reconocida escritora e investigadora
llamada Brené Brown y, es la siguiente:

“La zona de confort es el lugar en donde se minimiza nuestra


incertidumbre y vulnerabilidad. Dónde sentimos que tenemos
algún control»

Tomando en cuenta esta definición, puedes imaginarte que el


intentar adoptar un nuevo hábito saludable, se vuelve incómodo
porque aumenta tu vulnerabilidad (abre la posibilidad de fracasar),
disminuye tu sensación de control (genera cierta incertidumbre) y
puede generar emociones molestas (miedo, rechazo o vergüenza).

Además, cuando una actividad es nueva inconscientemente


aumenta nuestros niveles de estrés y ansiedad.
Realmente no estamos evitando hacer ejercicio porque no lo
disfrutas, sino porque abre la posibilidad de fracasar. No estamos
evitando comer más sano porque es difícil, sino porque no sabemos
si vamos a lograr nuestro objetivo.

En uno de los libros de Brené Brown, menciona un punto


importante acerca de la zona de confort: “Cuando algo malo nos
ocurre, nos adentramos más en nuestro refugio de comodidad,
nuestra zona de confort se hace más pequeña”.

Si intentas algo nuevo y fallas, automáticamente tu área de riesgo


aumenta y tu terreno cómodo se encoge.

Todo lo anterior me dio una gran idea:

¿Qué pasaría si tenemos el concepto equivocado de la zona de


confort? ¿qué pasaría si el secreto no es salir de la zona de confort
sino simplemente aprender a expandirla?…

¡Exacto!

¡Tenemos el concepto equivocado de la zona de confort!


Hemos entendido todo mal.
No hay que intentar salir de nuestra zona de confort, sino
expandirla.

Nuestro objetivo es hacer que ese espacio de comodidad


se expanda lo suficiente para que los hábitos nuevos se
conviertan en actividades conocidas y ¡voilà! así
empezaremos a disfrutarlos.

No podemos arriesgarnos a salir completamente de la zona,


porque tu cerebro activa todas las alarmas (como el estrés) y
el riesgo de fallar aumenta, así que solo necesitamos expandir
nuestra frontera poco a poco.

Hasta aquí, todo se escucha muy bien, pero, ¿cómo logramos


expandir nuestra zona de comodidad?

Bueno, piensa que si la zona de confort fuera un territorio real,


lo primero que haríamos sería consultar el mapa ¿verdad?

Y eso es lo primero que tenemos que hacer: ubicar qué tanto


abarca nuestra zona de confort o hasta qué punto se expande,
para así poder delimitar la frontera entre la comodidad y la
incomodidad.

Sigue leyendo.

No hay que salir de nuestra zona de confort, sino expandirla...

¿Cómo expandir tu zona de confort?

Hace unos párrafos leíste que adoptar un nuevo hábito,


cambiar algo en tu rutina o aprender algo nuevo, genera ciertos
niveles de estrés y ansiedad. Y dependiendo de la acción,
pueden ser mayores o menores.

El estrés y la ansiedad son una medida de la intensidad de tu


meta: si la meta es demasiado retadora, habrá mayores niveles
de estrés y, al revés, una acción más simple, se vuelve más
cómoda.

Todos manejamos la incomodidad, el estrés y la ansiedad de


forma diferente, y por lo tanto, mi zona de confort no es la
misma que la tuya ¿me explico?

Para entenderlo mejor, aquí te dejo otra definición de la zona


de confort:

«La zona de confort es un estado de comportamiento en el que


una persona opera en una posición neutral ante el estrés o la
ansiedad» 2

Es decir que en tu burbuja de comodidad, no sientes ansiedad


o estrés, mientras más te alejas más incomodidad y estrés
percibes.

Esta definición se remonta a un experimento del año 1908


realizado por los psicólogos Robert M. Yerkes y John D.
Dodson 3

Usando ratones de laboratorio, ellos concluyeron que un


estado de relativa comodidad, los ratones no lograban
aprender nada nuevo, porque sus niveles de estrés o ansiedad
eran prácticamente nulos.

Sin embargo, para que los ratones lograran aprender algo


nuevo, era necesario un aumento muy ligero en su
incomodidad, lo que repercutía en elevaran un poco sus nivel
de estrés o ansiedad.

Es un espacio donde nuestro nivel de estrés es ligeramente más


alto de lo normal, mientras que la zona de confort es el lugar en
donde la ansiedad es neutral.
Pero hay que tener cuidado.

Los investigadores encontraron que demasiada ansiedad o


incomodidad, hace que el rendimiento disminuya drásticamente. Es
como si entraras a una zona de peligro y las alarmas de tu cerebro se
activaran.

Este concepto de «ansiedad óptima» ( junto con la gráfica de abajo)


se conoce como “la ley de Yerkes-Dodson” 4.

En su forma original, la ley pretendía describir la relación entre la


dificultad del estímulo (o acción) y la formación de hábitos, pero con
los años, se ha interpretado de diversas maneras 5

– En la industria alimentaria, para saber qué cantidad de azúcar se le


puede agregar a un producto hasta que ya no sepa bien (conocido
como “bliss point” o “punto de felicidad”) 6

– En el deporte, para saber cómo aumentar la carga de


entrenamientos en los atletas, sin que el rendimiento físico
disminuya

– En los estudios de productividad personal, para saber cuánto estrés


es el adecuado para rendir mejor 7
– En las investigaciones de memoria, rendimiento cognitivo y
hormonas de estrés en los humanos

En este artículo estaremos usando esta ley para adoptar un nuevo


hábito sin salir de tu zona de confort. Es decir que, la gráfica funciona
como un modelo para definir tu meta óptima.

Si te fijas en la gráfica, este modelo nos dice que cuando


te propones un nuevo hábito, básicamente pueden aparecer 3
posibilidades:

1. Cuando tienes una meta que es demasiado retadora, tus


niveles de ansiedad y estrés serán tan altos que sentirás
muy poco control, mucha incertidumbre y por lo tanto la
probabilidad de fallar es muy alta, así que tu constancia
cae en picada. Y terminaras regresando al punto de
partida (o incluso mucho más adentro de esa zona de
confort).
2. Si no tienes ninguna meta en absoluto o te quedas
estancado en una demasiado fácil, tus niveles de estrés y
ansiedad son nulos y jamás lograrás alcanzar la
formación del hábito*
3. Una meta óptima es levemente retadora pero solo lo
suficiente para ocasionar el mínimo aumento de estrés,
entonces, estarás expandiendo tu zona de confort para
poco a poco alcanzar la meseta*

*En esta meseta, el nuevo hábito forma parte de tu zona de


confort y deja de ser incómodo.
Lo que tú quieres lograr es dar el primer paso en la frontera
de tu zona de confort y, a partir de ahí, empezar a
expandirla poco a poco para que esa actividad saludable
deje de ser incómoda.

¿Cómo encontrar la meta óptima para empezar adoptar


hábitos saludables?

Para lograr llegar a esta meseta y formar tu hábito, la repetición es


más importante que la intensidad.

Lo escribo nuevamente:

Para formar un hábito, la repetición es más importante que la


intensidad.

Por ejemplo, en el curso Sistema Fitmente, los participantes logran


pasar de 0 minutos de hacer ejercicio a 20 minutos de ejercicio
¿cómo lo hacen?

Bueno, pues empezamos a dar el primer paso con ejercicios muy


simples (dentro de la frontera de la zona de confort). Estos ejercicio
generan tan solo el esfuerzo físico y mental suficiente para comenzar
a expandir la zona de confort, lo que poco a poco hace que el
ejercicio sea un actividad repetida hasta tener el hábito y disfrutarlo.

Corte comercial, muy pronto el Sistema Fitmente vuelve a abrir sus


puertas
Por supuesto que es normal tener que aplicar cierto esfuerzo para
repetir tu meta y formar el hábito.

Por ejemplo: tienes que hacer un esfuerzo para ir al mercado local a


comprar frutas y verduras, para comenzar tu rutina de ejercicio, para
sentarte a mediar o para ordenar el armario.

Pero poco a poco, la brecha entre lo que considerabas cómodo


aumenta, tu zona de confort se hace más grande.

Así que para lograr esa meseta, no hace falta hacer grandes cosas,
solo dar pequeños pasos. Hasta que los pasos se acumulan lo
suficiente como para expandir tu zona de confort.

Tu constancia sobre los pequeños pasos determina tu avance.

Esto no se valora en nuestra vida diaria porque necesitas muchos


varios pequeños para que esa actividad deje de ser incómoda y se
convierta en un hábito.

Si vas al gym 3 días aún no estarás en forma; si renuncias a las rebajas


de verano, aún no tendrás suficientes ahorros; si llevas una semana
en clases de ingles, aún no tendrás fluidez.
Así que la clave para empezar a adoptar un hábito saludable que de
momento no disfrutas, es comenzar a expandir tu zona de confort.

Pon en práctica la técnica de las 3 palabras mágicas


Es my fácil.

Imagina que estás cocinando una sopa de verduras y, es momento


de sazonarla.

Definitivamente no le echarías 3 cucharadas de sal enseguida, no, lo


que tú haces es empezar por una pizca de sal y pruebas la sopa. Si
aún le hace falta más, añades otra pizca de sal y pruebas otra vez,
hasta finalmente llegas al sabor óptimo.

Tú quieres hacer lo mismo con tus hábitos saludables: empezar por


una pizca y probar.

Y para eso la técnica de las 3 palabras mágicas será de gran utilidad.

¡Manos a la obra!

Empieza con una pregunta: “¿Puedo hacer solo [_]?”


Dentro de los corchetes, debes insertar una acción lo
suficientemente fácil y cómoda (recuerda solo nos queremos alejar
un poco de la frontera de tu zona de confort).

Si esa acción aún es confortable y, crees que puedes dar un paso


más, entonces vuelve a preguntarlo… hasta que llegas al punto
óptimo en el que la cantidad de intensidad es solo lo suficiente para
ser constante.

Vamos a ver algunos ejemplos de cómo poner en práctica las 3


palabras mágicas:

Para hacer ejercicio

¿Puedo hacer solo el calentamiento?


¿Puedo hacer solo los primeros 3 minutos?
¿Puedo hacer solo dos flexiones?
Y una vez que lo probaste, es cuando debes volver a preguntarlo:

¿Puedo hacer solo un ejercicio más?


¿Puedo hacer solo la última repetición?
¿Puedo hacer solo un minuto más?
Para meditar unos minutos:
¿Puedo hacer solo 3 respiraciones profundas?
¿Puedo hacer solo cerrar los ojos?
Y una vez que lo probaste, te lo preguntas otra vez:

¿Puedo hacer solo una respiración más?


¿Puedo hacer solo un minuto más?
Muy fácil ¿verdad? pero…

¡OJO! es necesario cumplir con 2 reglas para que funcione la técnica


de las 3 palabras mágicas:

Regla #1: la acción para dar el primer paso tiene que ser específica
Si te preguntas ¿puedo solo comer sano? no vas a saber qué hacer,
no tienes idea de qué paso dar.

A diferencia de ¿puedo solo servirme una porción de verduras? en


ese caso ya sabes qué paso tienes que dar y, decidir si dar otro paso:
¿puedo solo terminarme esta porción antes de comer pan?

Regla #2: la acción tiene que enfocarse en hacer y no en prohibir


Parece que nuestro cerebro no entiende los negativos. Si piensas en
“no me voy a comer la galleta”, terminarás por comerla porque le
das a tu mente la imagen de la galleta.
Por ejemplo: ¿puedo solo no ver un video de youtube?, te prometo
que terminarás viendo ese video que solo te hace procrastinar.

A diferencia de ¿puedo solo trabajar por 3 minutos? y, quizás


después ¿puedo solo trabajar 7 minutos más (y luego ver el video si
quiero)?

La técnica de las 3 palabras mágicas me en-can-ta y, es realmente


efectiva por las siguientes razones:

Te da la opción de comenzar justo en tu frontera de la zona de


confort
Sin sentir demasiada incomodidad, aparece de repente la posibilidad
de continuar…
Te ayuda a seguir avanzando paso a paso para alcanzar tu meta
óptima que te ayude a ser constante
De repente, eso que era incómodo deja de serlo y logras disfrutar de
tu hábito saludable

¡Es todo!

Hasta aquí ya sabes finalmente qué es la zona de confort y cómo


lograr expandirla (no salir de ella) para empezar a adoptar un nuevo
hábito.
Estoy convencida de que es bueno salir de nuestra zona de confort,
pero es aún mejor poder disfrutar de los beneficios de tener hábitos
saludables dentro de esta.

Y ¿tú qué opinas? ¿qué hábito saludable es el que menos disfrutas?…


yo estoy lista para responderte en los comentarios, así que ¡dispara!

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