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Introducción.
El amor es parte de la naturaleza de Dios. Y todos los que nos hemos convertido a él
participamos de esta naturaleza suya. Somos invitados amar a todos según el
ejemplo de Dios en Juan 3:16 incluso aquellos que nos consideran sus enemigos. Sin
embargo, la Biblia de manera rotunda que no se debe amar ciertas cosas, conductas
y situaciones que van en contra de la naturaleza de Dios, en contra los principios
divinos. Estos se constituyen para los cristianos “amores prohibidos”.
Cuando hablamos de amar, hablamos de anhelar, desear y buscar. En este caso, los
primeros asientos en las cenas de las fiestas y en las sinagogas, es decir reunión
religiosas judías. Jesús se está refiriendo a los escribas y fariseos, gente religiosa de
su tiempo que amaban esas cosas. William Barclay dice:
“a los fariseos les encantaba que les asignaran los puestos principales en las
comidas, a la izquierda y a la derecha del anfitrión. Les encantaban los asientos en la
primera fila de las sinagogas.- En Palestina, los últimos asientos eran para los niños
y para la gente menos importante. Cuanto más adelante estaba el asiento, mayor era
el honor. Los sitios más honorables eran los de los ancianos, que se sentaban de cara
a la congregación. Si un hombre se sentaba allí, todos podían ver que estaba presente
y que se conducía durante el culto con mucha devoción” (Com. de Mateo por
William Barclay).
Ellos amaban la preeminencia. Ser los no: 1. Su vanidad social era tan grande que
buscaban los lugares más visibles y prominentes. Estar sentado en los primeros
asientos era una señal de distinción que muchos buscaban. Por eso Jesús dijo:
Aquí se presenta a Dios y a las riquezas como dos señores. Que solo uno de ellos va
a despertar amor y estimación y el otro despertara aborrecimiento y menosprecio por
parte de sus siervos. Pero en toda la Biblia se enseña que solo Dios es merecedor de
nuestro amor y aprecio, no el dinero. Salomón dijo que:
Por eso Pablo aconseja a los hermanos ricos y todos los demás diciendo: “A los
ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las
riquezas, las cuales son inciertas sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en
abundancia para que las disfrutemos. (1 Timoteo 6:17).
¿Cómo saber si amamos las riquezas? Vives preocupado mayor parte del día. Se te
hace difícil compartirlo aun con tu familia. Cuando lo compartes es porque piensas
en sacar más de él. No convives con gente pobre por temor a que te pidan. Estas
dispuesto como Balaam a comprometer sus convicciones cristianas por amor al
dinero. Pedro dice de algunos que:
En otras palabras: amaban la gloria que los hombres dan, que la gloria que Dios da.
Los gobernantes tenían miedo de perder su posición de prestigio en la comunidad.
Por eso no reconocían públicamente a Jesús. Prefirieron la aprobación temporal de
la gente que la aprobación eterna de Dios.
Hasta el día de hoy hay muchas personas que no aceptan a Jesús por miedo al qué
dirán. Se acobardan escondiendo sus convicciones para no tener problemas en el
trabajo, en la escuela y aun en su misma familia. Quieren ser cristianos, pero que
nadie se entere. Porque no quieren perder la aprobación de la gente. Jesús dijo: “A
cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré
delante de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 10:32).
Ni al mundo y las cosas de este mundo. Las cosas materiales que están en este
mundo material que no debemos apegar nuestro corazón a ellas. (1 Timoteo 6:7,17)
Jesús dijo que no debemos hacer tesoros en el la tierra porque donde este nuestro
tesoro allí estará nuestro corazón (Mateo 6:19-21)
Según Juan no hay espacio para ser neutral, o se ama a Dios o se ama al mundo. El
amor al mundo y el amor a Dios no pueden coexistir porque ellos no tienen nada en
común. No son compatibles. Si se ama a uno de odia a otro. (Mateo 6:24) Estos dos
amores exigen exclusividad. “Porque los que son de la carne piensan en las cosas
de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu”. (Romanos 8:5;
12:1-2; 2 Corintios 6:15-18)
En el cielo no van a entrar los que aman y hacen mentira. Y una de las razones es
porque el cielo no es el hogar de satanás el padre de mentira (Juan 8:44). La Biblia
dice que el infierno fue hecho para el diablo y sus ángeles (Mateo 25:41). El cielo es
el hogar de Dios porque Dios es Dios de la verdad. David dijo: “En tu mano
encomiendo mi espíritu; Tú me has redimido, oh Jehová, Dios de verdad” (Salmos
31:5).
Hay quien ama tanto la mentira que ha tratado de justificarla diciendo que hay
“mentiras blancas” o “mentiras piadosas” a fin de salirse con la suya. La mentira
nunca va sustituir la verdad. Nunca va a poder contra la verdad. Quién miente se
engaña pensando que la verdad no lo alcanzara. Pero la verdad es tan poderosa que
tarde o temprano descubre todo. Hay muchas razones por las cuales las personas
mienten. Por ejemplo:
Por eso Pablo también dice: “y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la
justicia y santidad de la verdad. 25 Por lo cual, desechando la mentira, hablad
verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros”
(Efesios 4:24-25). También: “No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado
del viejo hombre con sus hechos…” (Colosenses 3:9).
Alguien dijo que: "El que dice una mentira no sabe qué tarea ha asumido, porque
estará obligado a inventar veinte más para sostener la certeza de esta primera."
La consecuencia negativa será no entrar a la gloria con Dios. “No habitará dentro
de mi casa el que hace fraude; El que habla mentiras no se afirmará delante de mis
ojos” (Salmos 101:7).