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Texto: Diego G.

Sendra

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Montevideo, Uruguay.

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A través de la nada

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Diego G. Sendra

A TRAVÉS DE LA
NADA

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Biografía del autor

Diego G. Sendra

Escritor y librepensador uruguayo, reside actualmente en su


ciudad natal de Montevideo. De profesión Analista de Sistemas, es
en la actualidad desarrollador en su empresa de software, aunque
ya desde el 2011 dedicado a la Filosofía, su gran pasión desde
siempre.
Su pensamiento se enmarca dentro del existencialismo, con
importantes influencias de Nietzsche, quizás del gran pesimismo de
Schopenhauer y Cioran. Parte de su pensamiento se centra en la
necesidad de disociación con lo cotidiano, de profunda
transhumanización hacia una nueva realidad del ser, percibida
desde el espíritu y no desde la razón.
Es su interés abordar el tema del conflicto humano en tanto
es el existir humano lo que es conflicto y pesar en sí mismo, de
acuerdo al autor.

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Índice

Parte I

De lo intrascendente.............................................7
De la vida cotidiana............................................14
De la tecnología................................................20
De nuevos valores...............................................28
De la esencia maligna...........................................38
De la imperturbabilidad.........................................46
Del simbolismo de dios..........................................58
De la montaña y la cima.........................................71
De lo emocional como límite.....................................77

Parte II

Del conocimiento autodidacta....................................95


Del pensamiento continuo.......................................117
Del transhumanismo.............................................133

Parte III

De la miseria..................................................143
De la nueva realidad...........................................157
De la experiencia humana.......................................163
Del viaje......................................................171

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Parte I

De lo intrascendente

Sólo con observar los actuales intereses de la humanidad, los


dioses ante los que se inclina la gente de este tiempo, lo absurdo
de lo cotidiano, las nuevas y penosas formas de arte
contemporáneo, la aversión a la reflexión y a estar a solas con
vosotros mismos; la búsqueda compulsiva de dinero y riqueza con el
mero y único fin de consumir en sí, aún cuando sea esto antagoníco
a profundizar la mirada sobre el ser; las exigencias permanentes
que impone la sociedad, la profesionalización constante, la
celeridad con la que se vive, el absurdo de casi todos los avances
tecnológicos a vuestro alrededor, promoviendo un contacto virtual
y distante entre los hombres, deshumanizando un aspecto humano
básico como lo es la comunicación; la soledad y preocupaciones
subyacentes en vuestro rostro y el rostro del siguiente con el que
habréis de cruzaros mañana, soledad disfrazada de sonrisa falsa y
forzada, de temporaria compañía, de reuniones de negocios, de
extensas jornadas de trabajo con el único fin de escapar todo lo
posible de vosotros mismos. Basta pues con todo ello como para
afirmar que habéis fallado en algo y que vuestra evolución no es
tal como lo creéis.
No se necesita llevar la mirada demasiado lejos, sin embargo,
como para hacer un paralelismo con la humanidad de hace algunos
cientos de años atrás y ver el proceso de auto-destrucción en el
que estáis inmersos. Durante cientos de años la humanidad supo de
crear obras de arte, literatura y Filosofía, de descubrimientos
cientificos, psicologicos, entre otros. Obras de arte y estudios
cientificos de valor incalculable, obras de música clásica
irrepetibles, innumerables descubrimientos matemáticos y fisicos.
No reconocer el valor y el legado que os dejo la humanidad de
otro tiempo, producto de una época ávida de arte, de ciencia y de
cultura en la que el tiempo de crear y de pensar existía
naturalmente, sería una necedad. Ciértamente, se sabía poco, era
necesario descubrirlo todo. Pero eso aplica en todo caso a la
ciencia, no al arte. El arte no había que descubrirlo, había que
hacerlo. Ahora bien, no existía en ese momento tecnología alguna,
ni distracciones permanentes como tenéis hoy, ni enormes
corporaciones imponiendo una vida basada en llevar tecnología
sobre el cuerpo, ni existían por ejemplo redes sociales, haciendo
creer que tal cosa se trata de un mero e inocente entretenimiento.
Por el contrario, el tiempo sobraba, sobraba naturaleza, sobraba
montaña y sol, sobraba silencio para crear y para pensar. Era un
mundo silente, al menos mucho más silente de lo que lo es hoy,
ciertamente no existía el aturdimiento que os condena y extingue
en el tiempo presente. Y es ese silencio lo que permite al ser

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humano quizás elevar los pies del suelo mínimamente, profundizar
la mirada en el interior, sacar lo mejor de sí. Saber quién es y
hacia donde va, saber de sus talentos y virtudes.
Toda comparación con el tiempo presente es escalofriante. El
modelo de vida actual que habéis construido no admite desarrollo
espiritual alguno en el hombre, mas enfermedad, y nulidad de
pensamiento y de reflexión. Lo que da lugar a una forma de vida
serializada, idéntica un día del otro, igualmente idéntica entre
un día y el otro del siguiente que está a vuestro alrededor en el
cubículo de la oficina. Existe tal grado de hostilidad a vuestro
alrededor que no se puede admitir otra cosa ya que un regreso a un
punto anterior, un regreso a otro tiempo. Casi todo en la
actualidad tiende a desarrollarse desde la mirada de lo efímero y
lo imbécil, desde la no trascendencia, desde la banalidad. Es como
si se buscara no trascender, que lo que hagáis pase al olvido al
siguiente día. La humanidad toda transita una decadencia moral,
creativa, espiritual, inmersa en el sinsentido de lo cotidiano de
proporciones inimaginables. Es el mismo hombre quién dicta su
propia sentencia de muerte, las sociedades son creadas por éste.
Ese exterior hostil fue creado por vosotros, ¿a quién
responsabilizar sino a vosotros mismos por lo que habéis creado
con tanto afán? ¡Adoráis este paradigma de vida estéril y absurdo,
minimalista, reducido a lo práctico y lo virtual! Habéis creado el
principio del fin.
Corporaciones que fabrican basura, dispositivos de tecnología
absurdos, software igualmente absurdo que corre sobre esta, basura
para competir con la siguiente basura que habrá de crear la otra
corporación la semana siguiente. En otro sentido, absolutamente
todo cuánto deseemos existe, creado con el único fin de dominar
mercados y acumular poder, sin importar si esta abundancia
desmedida de todo no está anulando y deshumanizando al hombre. Sin
lugar a duda cualquier empresa puede crear lo que le venga en
gana, vivís en una sociedad de consumo y de libre mercado. Lo que
se cuestiona es la imposición a consumir, lo que ese mandato
genera en vosotros y que en efecto lo hagáis y participemos del
juego. Esto genera un hombre caprichoso, demandante, quejoso e
insatisfecho. Completamente dominado. Ciertamente no lleva nada de
esto al desarrollo de mejores cualidades en el hombre, es esto en
lo que es preciso detenerse. Muchas de las grandes obras de la
humanidad han sido creadas en la más absoluta miseria, con un
mínimo de recursos. Wagner, por ejemplo, residió en París hasta
abril de 1842, sumergido a veces en la pobreza; Rembrandt, aún
siendo un pintor famoso y cotizado acabó sus días en la pobreza en
1669; Tomas Alva Edison, llegó a patentar alrededor de mil cien
inventos. Durante toda su vida debió luchar intensamente con la
pobreza y la incomprensión de quienes le rodeaban, hasta su
fallecimiento en 1931. ¿Qué prueba esto? Que con una pequeña
piedra se puede erigir un castillo. Disponer de innumerables
objetos a vuestro alrededor, lleva a anular la capacidad de

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razonamiento e inventiva, os aturde y deshumaniza. Sin duda, es
necesario tener un reloj y saber en que hora se vive, pero llevar
un dispositivo de realidad aumentada que os informa la especie del
pájaro que acaba de cruzar el cielo, o el estilo arquitectónico de
la siguiente casa que habréis de cruzar, anula vuestra capacidad
de razonamiento y vuestra memoria, aturde vuestra mente con
basura. ¡Y no me preocupa que exista, me preocupa vuestro
embelesamiento y culto de éstas tecnologías!
Es por esto que condeno y denosto esta realidad de cirugía
plástica y colágeno, de desmedida abundancia de tecnología, de
expectativas cumplidas de forma inmediata sin sacrificio ni
esfuerzo; lleva esto a una realidad que lejos de enriquecer,
empobrece, os denigra, os hunde en una actitud de demanda y de
capricho. ¡Y condeno doblemente a aquellos de vosotros que estáis
de acuerdo con esa realidad, vosotros que os sentís satisfechos,
plenos, inmersos en ella, sin cuestionar, consumiendo mansamente,
sin ver más allá las consecuencias. Tenéis vosotros la misma
espiritualidad de un cadáver. No necesitáis nada de todo cúanto
está creado en la actualidad. Sabed que nada impregnado de esa
banalidad y vacío que caracteriza todo lo contemporáneo, nada que
persiga modas pasajeras tendrá jamás ese carácter de perdurar en
el tiempo, de quedarse en la historia. La música creada
actualmente apoya este enunciado increíblemente, nunca se hizo
peor música que la de estos últimos años. No hay razón pues que
fundamente que deba consumirse ciegamente todo lo que se produce,
mas lo hacéis. Lo hacéis, mansos, bajando la cabeza como el perro
frente al amo, embelesados por medios que promueven la basura que
venden. La sociedad de consumo en la que vivís no está diseñada en
procura del consumidor final, con este como fin, el beneficio no
recae en el consumidor aunque se disfraza de esa manera. Es este
el mero escalón final de la escala de producción, y si bien es
lógico que así sea, no existe reparo alguno si lo que se está
produciendo constituye una mejora para el individuo, ni siquiera
de hecho si empobrece su existencia. Por el contrario, se crea una
falsa necesidad de consumo con el único fin de vender. Miremos por
ejemplo los avances en telefonía e imagen. Resulta que si vuestro
teléfono inteligente tiene más funcionalidades, que de hecho nunca
usáis, pues es un mejor teléfono que el que teníais antes. O si su
pantalla es mayor, o sus formas, o sus colores. Y como tal os lo
venden, cómo supuestos avances. Y vosotros consumís como
imbéciles. El fin último es imponer un producto, y otro al día
siguiente. ¡Estáis rodeados de objetos a vuestro alrededor que ni
siquiera usáis, no sabéis porqué los tenéis ni tienen utilidad
alguna! ¡Más podríais ser más espirituales, humildes y agradecidos
sin la mayoría de esos objetos ante los que os postráis y el
dinero que habéis invertido en comprarlos!
¡Afirmo pues que el ser no necesita rodearse de caprichos, no
necesita disponer de todo cuánto quiera a su alrededor, no
necesita estar rodeado de comodidades. Sabed que es maligna y vil

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la esencia de todo hombre, y por esto necesita que todo lo que
persiga se le dificulte en pos de poder obrar siquiera con un
mínimo de humildad y compasión frente a sus semejantes. No se
valora desde la abundancia sino desde la escaséz. ¡Y si la vida os
brinda sólo abundancia, siempre se está a tiempo de desechar lo
que sobra! Se doblega pues la naturaleza vil del hombre, se
inclina hacia algo siquiera más noble cuando debe este
sacrificarse en su afán de obtener algo, incluso un mero objeto
material. Mas es esa misma sociedad de consumo creada por el
hombre y esa posibilidad inmediata de poseer, lo que denigra al
ser humano, lo que impide proyectar la mirada hacia el espiritu.
Es necesario profundizar en el tema de la inmediatez, es esto lo
que le envilece aún más que la posesión en sí, le ciega e
inmoraliza. ¡Aplastáis al insecto y conozco hombres más insectos
que muchos insectos!
¡Sois demasiado maleables aún, consumís todo aquello que se
os anuncia a través de la marquesina de colores que os vende la
sociedad de consumo! ¡Sí, así de imbéciles sois! Sabed que el
mejor ser humano, el superhombre que planteara alguna vez
Nietzsche (1) ciertamente no caería en esta clase de banalidades
con el mero fin de rodearse de objetos innecesarios; no buscaría
otra cosa que superarse a sí mismo, conocerse y desarrollarse a sí
mismo, estaría más cerca de su ser, amaría más la tierra que pisa,
no se postraría ante dios alguno como os postráis vosotros ante el
dios del consumo. Más pronto sería este alma y no cuerpo, se
acompañaría de la soledad de su montaña, de su Águila y del sol.
Se alejaría de toda esa mundanidad a la que vosotros os encanta
acercaros. ¡Procurad ser alma y no cuerpo, alejaos del mundo que
habéis creado! Verdaderamente es muy largo el camino que os separa
del superhombre que propusiera alguna vez Nietzsche.
Indudablemente algunos de estos argumentos explican en parte
por qué no oímos hablar de nuevos pensadores, nuevos filósofos y
nuevo arte. Y cuando hablo de arte no hablo de la basura que se
entiende hoy por arte. Sin remontarnos a doscientos años atrás,
hace sólo medio siglo atrás eramos capaces de hacer un arte que
hoy ni siquiera podéis soñar hacer, tanto en cine como en música.
Es que el ser está hoy inmerso en una espiral de mediocridad y
consumo, de equívoca sustitución de valores básicos, de enorme
inmoralidad que verdaderamente le invalida toda capacidad
artística.
Es verdad que existían muchas preguntas y pocas respuestas en
el mundo de hace cientos de años. ¡Pero lo prefiero a un mundo en
el que ni siquiera os interesa preguntar ya nada, en el que el fin
último del día es postrarse frente a un televisor cada año más
grande al que teníais el año anterior! Es precisamente esa
abundancia de todo lo que lleva al hombre a ese punto de nulidad
de pensamiento y de nulidad creativa, de culto de lo

1. Nietzsche, Freidrich (1844-1900), “Así habló Zaratustra”, (Ciudad, Editorial, 1885).

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intrascendente. Os rodea lo intrascendente ¡Y si no es vuestra
ambición trascender y dejar un legado a otros, a través del arte o
de cualquier otra cosa, por lo menos que no sea sustituída esta
ambición por la ambición de poseer objetos! ¡Cultivad el espíritu
de una buena vez, dejad Internet, dejad de ver estupideces en el
televisor, dejad de buscar ser cada día más profesionales para
seguir alimentando la bestia del consumo ante la que os postráis,
dejad vuestros teléfonos inteligentes! ¡Tomad libros otra vez,
desarrollad un espíritu investigador, cultivad la mente que para
algo la tenéis allí arriba!
¡No pretendo que seáis todos genios locos, ni escritores ni
filósofos, ni que necesitéis trascender y que vuestra obra quede
en los anales de la historia, pero al menos intentadlo! ¿Lo habéis
intentado acaso? Puede que haya mucho bueno y útil en vosotros
para compartir con la humanidad y que no hayáis podido aún
descubrir, fruto del aturdimiento cotidiano en el que estáis
inmersos. Por desgracia, es muy poco factible que frente a la
constante distracción de la marquesina de colores de la realidad
os quede algo de tiempo para dejar de hacer culto de lo
intrascendente, ya que estáis rodeados de intrascendencia, por el
contrario buscáis ser intrascendentes, buscáis morir como el
siguiente ser humano que habrá de morir mañana. Es esto lo peor,
la búsqueda casi consciente, el culto de lo intrascendente.
Es imposible no hacer una comparación entre el arte que se
hacía hace cientos de años y el arte contemporáneo. Es imposible
no ver que habéis perdido la sensibilidad como para crear obras
de arte de la talla de lo que fuera creado por los artistas de
otro tiempo, esos brillantes seres humanos de hace cientos de años
atrás. Por un lado habéis perdido sensibilidad, por otro el
entorno que os rodea es de tal grado de hostilidad y de
distracción, de aturdimiento, que os ensordece de tal forma que no
da pie a desarrollar esa sensibilidad, ni siquiera da lugar a que
se manifieste alguna vez; no permite ese enfoque profundo sobre el
ser necesario para hacer arte.
Es irrefutable lo que os digo ¡Dadme el nombre de algún
escritor contemporáneo capaz de escribir un obra como ‘Macbeth’!
¡No lo hay! ¡Dadme el nombre de algún músico capaz de crear obras
de la talla de las que crearan Wagner o Chopin en su tiempo! ¡No
lo hay! ¡Dadme el nombre de algún filósofo capaz de aquella
Filosofía existencialista de la que escribiera Kierkegaard en
Irlanda! ¡No lo hay! ¡No hay ni que remontarse al 1800, dadme sin
ir más lejos el nombre de un nuevo J. Paul Sartre! ¡Tampoco lo
hay! En pintura, dadme el nombre de un nuevo artista capaz de
crear obras como las de Rembrandt o Velasco! ¡No lo hay! ¿Y si
pudieron ellos hacer estas cosas brillantes, por qué es que no
podéis vosotros? ¿Qué os lo impide? Vuestra denigración moral,
vuestra pérdida de valores, vuestra postración ante el dios del
consumo, vuestra mentalidad práctica, de comida desechable, de

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telefonos inteligentes, de internet, de jornadas de nueve horas en
la oficina. Todo eso lo impide y más. Cambiaron vuestros
intereses, sin duda. ¡Se enfocaron hacia algo mucho peor!
Esos hombres de hace cientos de años no sólo tuvieron
sensibilidad, talento, capacidad e intereses diferentes a los
vuestros, propios de su época, sino que buscaron enfáticamente la
trascendencia de su obra, buscaron dejar un legado a la humanidad,
buscaron la inmortalidad de su ser. Y aquí es nuevamente preciso
detenerse. ¿¡Si lo propio de aquella época dió lugar a obras de
arte y descubrimientos que están hoy vigentes, qué es pues lo que
es propio de la vuestra, sino la banalidad y la intrascendencia!?
¿Qué habréis de dejarle a la humanidad de los próximos doscientos
años en comparación con lo que os dejaron los de hace doscientos
años atrás a vosotros? ¡No existe tarea más noble que esta de
dejar un legado a otros hombres, mas debe ser el legado algo que
enriquezca y no que empobrezca! Esos hombres y mujeres en los que
os habéis convertido hoy, os lo digo abiertamente, sois el
obstáculo para la evolución hacia el post-humanismo al que debemos
aspirar. La realidad que habéis creado, la sociedad de consumo
ante la que os postráis, la banalidad en la que transcurre vuestro
tiempo, ni siquiera da lugar al advenimiento de nuevos genios de
la talla de los anteriormente mencionados.
La sensibilidad, el talento, la visión, la agudeza de
pensamiento de los creadores, artistas y pensadores de antaño era
infinitamente superior a la actual. Es lógico, aunque lamentable
que hayamos perdido estas cualidades los hombres de este tiempo;
aunque más lamentable que no hagáis lo que esté a vuestro alcance
por hacerlo resurgir. Al fin y al cabo, fueron vuestros
antepasados de hace sólo unos doscientos años de lo que estáis
hablando. ¡Es penoso que una de las razones principales sea que no
tenéis tiempo! ¿Acaso el día de aquellos del 1800 tenía más de
veinticuatro horas? ¿Cuál es el sentido de la existencia si al
morir nadie habrá de recordarnos por vuestro legado y por vuestra
obra? Para mí ninguna. Y ciertamente, nadie os va a recordar si lo
unico que hicísteis fue trabajar nueve horas al día sirviendo a
terceros o a vuestros clientes. Lo que está en cuestionamiento es
la distracción permanente a la que os somete la vida cotidiana que
os asfixia y os invalida, una vida cotidiana creada igualmente por
vosotros mismos. Lo que está aún más en cuestionamiento es el
inmenso desinterés del hombre moderno de buscar la trascendencia
de sus actos en relación a su pensamiento y al arte que crea como
sí la supieron buscar los hombres de un tiempo no muy lejano.
¡Pareciera que os alcanzara con esta cotidianeidad absurda que
lleváis, que os contentara lo suficiente! Lo que está igualmente
en cuestionamiento es que no sois capaces de estar a ese nivel
creativo de aquellos de hace doscientos años. Hay algo que se ha
perdido para siempre. Realmente no podríais hacer aquel arte,
desarrollar aquel pensamiento por más que quisiérais. ¡Habláis de
evolución y os jactáis de llamaros inteligentes, mas habéis

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retrocedido hasta lo prehistórico en relación a la capacidad de
hacer y de crear!
¡Si la evolución, si lo cotidiano os llevó a este punto de
nulidad creativa y de pensamiento, hubiera sido preferible no
abandonar aquella vida simple, rodeada de austeridad, que no
conocía de tecnología, hubiera sido preferible que hubiérais
seguido transcurriendo toda una vida intentando dejar plasmada
vuestra obra y pensamiento de alguna forma, hundiéndoos en el
ser. ¡Buscando la trascendencia! ¡De qué ha servido la tecnología
si os ha convertido en bestias incapaces de sentir, crear y
comunicaros! ¡De qué ha servido la revolución industrial si ha
creado esta un monstruo que hoy os devora! Os hace mucha falta
regresar a la soledad de la montaña, al pie del arbol, al aire
fresco de la mañana en el rostro, a la serenidad y al reencuentro
con el ser. Debéis regresar la mirada hacia lo simple otra vez,
sin las preocupaciones absurdas de lo cotidiano.

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II

De la vida cotidiana

Pareciera os es imposible desvincularos de lo cotidiano


siquiera por un segundo, dejar las preocupaciones de lado por un
segundo. Pareciera os es necesario seguir trabajando en el
transporte público, en el coche, de regreso al hogar, en el tiempo
libre a través de vuestra tecnología móvil. Pareciera os es
necesario buscar oportunidades incansablemente para hacer más
dinero, para acumular éxito, prestigio, para ser más profesionales
aún alejándoos de vuestro ser, con el único fin de alimentar la
maquinaria de consumo que habéis creado a vuestro alrededor. Pues
es sólo basura, ruido para silenciar el grito interior desesperado
de soledad y desasosiego que tenéis dentro. La marquesina de
colores que calla la verdad lacerante. La humanidad me repugna,
vosotros me repugnáis, oléis a bajeza y a podredumbre. ¡Sois
enfermos terminales de la peor calamidad que alguna vez haya
padecido la especie humana! ¡Vosotros mismos!
No termináis de tomar conciencia de la forma en la que
desperdiciáis vuestro tiempo día tras día, complaciendo la
ambición de esos para quienes trabajáis ¡Ser humano servil que no
conoce otra mejor forma de vivir que dejarse tocar la dignidad en
procura de un salario! La vida debe ir ciertamente más allá del
esclavizante horario de oficina, rígido, denigrante, día tras día,
que adoráis cumplir. ¡Es un espectáculo dantesco ver como han
logrado serializaros de esta forma; resulta que la jornada de
trabajo debe comenzar a la misma hora, que la taza de café debe
tomaros a la misma hora, que se debe almorzar a la misma hora y
que se debe regresar al hogar a la misma hora, día tras día hasta
el día de retiro ¡Vaya, decís que los perros tienen una vida de
perros y la vuestra es peor que la de todos los perros que
conozco! ¡No se os tolera transgredir ni por un momento las
normas, ni tener apenas un retraso, ni se os permite tomaros un
tiempo fuera aún si lo necesitáréis para despejar la mente, ni se
os permite almorzar en un lapso mayor a una hora porque se os
reprime, ni se os permite retiraros del trabajo antes de cumplir
el horario porque simplemente estáis hartos de lidiar con
problemas que no son los vuestros! ¿Y me habláis de la vida de
perro del perro? ¿Y es la vuestra mejor? Es pues todo lo anterior
lo natural, el ser en su libre albedrío, cumpliendo con sus
obligaciones pero en un marco de libertad. Así debiera ser, tal es
la naturaleza del hombre. Sin embargo, este libre albedrío no está
permitido y a quién incite a otros a despertar de su letargo será
despedido. No se os permite ser, ser libremente, actuar de acuerdo
a vuestras necesidades no las del sistema.
Sucede que siempre habréis de encontraros una excusa para
justificar esta anulación consciente de libertad, ya sea por el
mero hecho de cubrir vuestras necesidades, o de alimentar a

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vuestros hijos o de tener una vida digna. Quizás algunos de
vosotros encontréis justificativo en el dinero que hacéis, en la
posesión de objetos materiales, en los viajes que haréis en
vuestras vacaciones, en la cuenta bancaria, en los gustos que os
podéis dar, en la ostentación social que podréis hacer de vuestra
posición económica. ¡En cualquiera de los dos casos sois cual
prostitutas que al vil precio de la necesidad os vendéis con un
fin económico! Quizás algunos de vosotros, verdaderamente ni os
cuestionéis nada de lo anterior, sois vosotros los más indignos de
todos, los más prostituídos de todos. Aún amando la profesión que
tenéis, aún en el nombre de lo material en algunos casos y de la
necesidad en otros, incluso si en cualquiera de los casos existe
una marcada vocación, aún así, no hay nada que justifique la
anulación consciente de vuestra libertad, el tener que decir Sí
señor a un tercero que se queda con vuestro tiempo; nada justifica
la esclavitud de la relación del trabajo dependiente. ¡Ante nada
que no fuera vuestro propio ser debiéras prostraros! No
confundamos los términos, pues una cosa es dirigir y otra ser
dirigido. Cuánto cinísmo e hipocresía y cuánta ceguera, qué poco
valéis, qué poco sabéis de todo lo que decís saber. Ni siquiera
sabéis el por qué o el para qué de todo lo que hacéis a diario.
¿Cuál es el sentido de vuestra vida? Hablamos de valores; si
valdrá poco una persona que sólo vale un salario. Con eso basta
para disponer de cualquiera de nueve a cinco de lunes a viernes,
hasta su vejéz. ¡Sin duda es digno prestar servicios en beneficio
de otros y recibir algo a cambio, ejerciendo vuestra profesión o
vuestro oficio, vuestra virtud!
¡Eso no está en materia de juicio! Pero no a costa de perder
vuestra vida entera haciéndolo, encerrados en oficinas cuarenta
años, rodeado de extraños, de preocupaciones ajenas, perdiendo la
juventud para un día ni siquiera saber qué hacer con el tiempo
libre de la vejéz. Lo que está en materia de juicio es esa pujante
sociedad de consumo detrás que habéis creado, que os obliga a no
detenerse ni por un instante, que os conduce en pos de ella y no
en pos de vosotros.
Objeto de lástima es quién no logra independizarse
económicamente y romper con este paradigma de trabajo dependiente,
bien sea por falta de talentos y aptitudes, bien sea por falta de
oportunidades o coraje, bien sea por temor a perder la seguridad
de un salario, o bien por mera falta de iniciativa, ya que sois un
ser humano a medio hacer. Mi Filosofía está dirigida a libraros a
vosotros, los afligidos, los que buscáis disociaros de lo
cotidiano y aspirar a una nueva realidad. ¡Mas objeto de todo
desprecio posible sois vosotros, empleados de nueve a cinco,
quienes ni siquiera entendéis de qué nueva realidad os estoy
hablando, ni siquiera os ponéis a cuestionar la sociedad de
consumo en la que vivís y que habéis creado, y que de hecho
disfrutáis siendo parte de ella y de la esclavitud de vuestro
horario! ¡Vosotros, quienes creéis que los equívocos sois quienes

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buscamos destruir el paradigma que vosotros habéis construido! No
sois ni siquiera seres humanos a medio camino, sois gusanos con
cuerpo de hombre. No podéis decir que sois plenamente felices, no
sois vosotros los que podéis hablar de felicidad alguna, aún
cuando sea esta una enorme falacia. No seáis hipocritas. No sois
dueños de vuestro tiempo, para todo debéis pedir permiso y decir
“Sí Señor”. Bajáis la cabeza frente al amo como el perro. ¡Yo os
digo que más vale morir de pie que vivir de rodillas! Si sabréis
de vivir arrodillados vosotros, los empleados de nueve a cinco, si
sabreís lo que es comer de la cazuela que os da el amo.
¡Ninguno de vosotros tomáis conciencia plena que esa vida de
esclavitud y subordinación que lleváis, denigrante y servil, se
adueña de vuestro tiempo, se adueña de los mejores años de vuestra
vida y de disfrutar de vuestra familia! ¿Justifica acaso un
salario algo de esto? ¿Justifica el hecho de ejercer una profesión
vivir una vida de subordinación por más de cuarenta años? ¿Cuánto
más habéis de morir en vuestro afán de sobrevivir a esa misma
sociedad de consumo que habéis construido? ¡Y si bien condeno,
aunque comprendo, a quienes por necesidad deben soportar y aceptar
la diaria subordinación sin saberse procurar una salida, condeno
doblemente a vosotros, los trabajadores de nueve a cinco, que lo
aceptáis en el nombre de no contrariar lo preestablecido ni por un
momento, vosotros los de sonrisa fácil y falsa, los políticamente
correctos, porque sois doblemente esclavos, doblemente serviles y
doblemente subordinados! ¡Es la vida demasiado breve señores! ¿No
os habéis dado cuenta aún? Un buen día vuestra risotada se
convertirá en llanto cuando lo que os quede sea el vacío. ¡Es un
sinsentido llegar a la postrimería de vuestra vida, mirar hacia
atrás y ver que lo único que hicísteis fue servir indulgentemente
a quién os dió ordenes, comiendo migajas de esa cazuela de la que
comísteis durante cuarenta años, diciendo a todo que sí por miedo
a un despido o en el mejor de los casos por miedo a perder
vuestros clientes! ¡Transgredid vuestra realidad, que apesta a
servilismo!
Nunca fuisteis más serviles ni más esclavos de lo que sois
hoy, aún abolida la esclavitud hace mucho tiempo. Mirad vuestra
salud, frágil como el cristal, frágil como lo sois vosotros ¡Mirad
vuestras enfermedades modernas, mirad como necesitáis cada vez más
de psiquiátras y psicólogos para simplemente lidiar con vuestro
propio infierno! ¡Mirad como morís cada vez más de enfermedades
cardiovasculares a causa del estrés! ¡Mirad como necesitáis de
tranquilizantes y ansiolíticos para dormir! ¡Mirad como necesitáis
de droga y alcohol para evadirse de este presente nauseabundo que
en el fondo detestáis! ¡Mirad vuestros índices de suicidio, cada
vez más en ascenso! ¿Es pues esto lo que os devuelve la sociedad
de consumo ante la que os inclináis? ¡Si la medicina no hubiera
aumentado vuestra expectativa de vida como lo ha hecho moriríamos
como ratas, de un sin numero de nuevas enfermedades, mucho más de
lo que morían vuestros antepasados! Aún en vida, vosotros estáis

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muertos. Mas yo no me inclino a esta sociedad de consumo, yo no
muero de lo que os mata a vosotros.
Es así pues que transcurre la humanidad, a través del devenir
de lo cotidiano. Desperdiciamos el tiempo soberánamente para morir
un día en el ignominio. Estoy convencido que el hombre nunca supo
qué hacer con su tiempo. El hombre es un error. No sabemos vivir,
creo que nunca lo supimos.
Y si hablamos de los nefastos efectos que el devenir de lo
cotidiano tiene sobre el ser humano, es en la mujer donde se
evidencia con penosa claridad. Una sociedad que hace creer a la
mujer que ha de ser dominante y por demás insensible para sentirse
más mujer. Que debe pisar fuerte para reinvindicar siglos de
sometimiento. ¡Cómo si álguien te sometiera hoy mujer! Que incluso
debe pensarse ella misma como mujer profesional y exitosa antes
que pensarse como madre. Una sociedad que le incita a tener hambre
de poder y de reconocimiento, en una suerte de competencia
enfermiza con el hombre, arrancándole esa sensibilidad y calidéz
que la caracteríza y la hace hermosa. Una sociedad que la inclina
a no establecer compromisos con otros hombres, a envejecer en
soledad, a no necesitar ni de hijos ni de esposos porque pareciese
que tal cosa le debilita y somete. Vaya mujer, no debiéras
olvidarte que eres un complemento del hombre tanto como es el
hombre un complemento tuyo. No debieras olvidarte que eres la que
da la vida, y que antes que tu profesión, tu carrera y tu hambre
de poder tienes la más noble de todas las tareas que es la de dar
vida. ¿O acaso quieres ser igual a esos gusanos con cuerpo de
hombre, esclavos y serviles que mueren un día sin dejar huella
alguna? Vosotras, mujeres, podéis quizás estar más cerca de
vuestro ser, vosotras tenéis bellas cualidades, mas abandonad
primero ese paradigma abyecto que persiguen esos hombres a los que
os enfrenta la sociedad de consumo ante la que os postráis. No
podeís responsabilizar a los hombres del presente por el
sometimiento por el que habéis pasado a manos de los hombres del
pasado. ¡Sed madres, ser sensibles otra vez, perseguid una
familia, mirad por vuestros hijos, que sean estos el centro de
vuestro existir y no el hambre de poder al que os lleva lo
cotidiano! ¡Mujeres, sed mujeres otra vez! ¡No necesitaís las
mismas presiones, ni exigencias ni preocupaciones de los hombres,
ya tienen estos el pie bastante hundido en el lodo!
¿Cómo es pues hombres y mujeres, que no os dais cuenta de la
imponente decadencia por la que transitáis? ¿Cómo es que perseguís
aún un modelo de sociedad que os está exterminando? ¿Cuánto más
bajo creéis, hombres y mujeres, que aún se puede caer? ¡Si ya
habéis tocado fondo!
Y más allá del análisis de los innumerables elementos que os
rodean, que tienden a serializaros y esclavizaros; más allá de lo
aberrante que resulta trocar vuestro tiempo y vuestro cuerpo cual
prostitutas en el nombre de unas monedas, en procura de un trabajo
que os consume la mayor parte del día, sirviendo y enriqueciendo a

1 17
7
terceros; más allá pues de esa suerte de privación a conciencia
que hacéis de vuestra libertad, lo que cabe preguntarse es cómo es
que lo soportáis y especialmente como es que no os lo cuestionáis
siquiera, como es que consideráis que ese paradigma de vida pueda
ser algo natural y digno de hacer y perpetuar. ¡Hasta educáis a
vuestros hijos a transitar por ese callejón sin salida en el que
estáis vosostros! ¿Será por ignorancia, será que os era necesario
oirlo de mi boca? ¿Será que os detestáis tanto que no consideráis
otra forma de vida que aquello que os oprime y condena? ¿Será pues
que necesitábais estrellaros finalmente contra el muro de mis
palabras? ¿Será pues por necesidad o por ambición que soportáis lo
insoportable? ¿Será que no queréis despertar de esa charada en la
que habéis fundado las bases de vuestra cotidianeidad? ¡Despertad!
¡Despertad ahora! ¡Que al menos os encuentre un día la muerte
siendo dignos de haber vivido! ¡No debiera pues ser la muerte ese
punto de inflexión en el que os dais cuenta que habéis vivido como
insectos toda vuestra vida, porque ya no habrá tiempo de mover
hacia atrás las manecillas del reloj!
Os hace falta mucho de ese pensar existencialista del que
carecéis, os hace falta mucho de introspección, de sol en el
rostro, de largas caminatas, de brisa en el rostro, de enfocar la
mirada hacia el ser. Ese pensar es el pensar que os libera, que os
divorcia de vuestra cotidianeidad estéril y absurda. Os hace
dignos de la vida y de la muerte. ¡Ese pensar existencialista
duele! ¡Vaya si dolerá! Todo lo dado por cierto, todo lo que os da
seguridad se verá reducido a cenizas, porque es de barro de lo que
está hecho. ¿Mas de qué os sirve vivir una vida de ficción en la
que sois espectadores en vez de protagonistas? Aún cuando el
resultado de ese pensar os lleve a una profunda amargura, a
reconoceros impotentes de poder cambiar en efecto el enfoque que
tenéis, aún cuando el resultado os lleve a bajar la mirada cuando
os miréis al espejo y os reconozcáis cobardes o imposibilitados de
cambiar, al menos señores, habréis dado el primer paso hacia
recuperar vuestra dignidad. Será ese el día en que despertaréis de
vuestro engaño de vida feliz en el que creéis estar. Y será pues
el día en que estaréis mas cerca de ser hombres y más lejos de ser
alimaña.
No hay una sola cosa de lo que promueva lo coditiano y la
sociedad de consumo que tenga algún sentido, que os disocie de
vuestras emociones, que os acerque a un estado de
imperturbabilidad. Ni una sóla de todo lo que os vende esa
mascarada que habéis construido. Nombradme una. ¿El dinero acaso?
¿El éxito? ¿El poder? ¿Los viajes, las joyas, los vicios? ¡¿Qué
certeza teneis de que no habréis de perderlo un día!? ¿Qué certeza
tenéis de que habréis de conservar la salud para poder seguir
generándolo? De hecho no hay mayor sentido en nada en lo que esté
involucrado el hombre ¡No es la reflexión y cuestionamiento
permanentes lo que os llevará a estado de imperturbabilidad alguno
sino posiblemente todo lo contrario! ¡No os engañéis, no os estoy

1 18
8
vendiendo una fórmula para ser felices, en tanto la felicidad no
debe ser buscada! La experiencia humana es demasiado limitada como
para aspirar a la felicidad plena, y entre esos límites es que se
debate vuestra vida entera. ¿De qué os sirve pues conocer lo que
aún desconocéis, cruzar esa línea que os separa del espejo que os
muestra vuestra propia miseria? ¿De qué os sirve ser conscientes
de elementos que os arrojarán mayor dolor y mayor sinsentido
cuando regreséis, en el contraste con lo cotidiano? Pues esa
reflexión os hará más conscientes de lo que debéis de dejar atrás;
son esas heridas del alma las que le gritarán las verdades a las
mentiras de vuestro presente. ¡No podéis mentiros a vosotros
mismos! Son esas heridas del alma las que os fortalecerán y harán
que os de asco vuestro presente y vuestros caprichos. Os hará
renacer. Os despegará los pies del suelo y os hará iniciar nuevos
caminos en nuevas realidades. Os hará más dignos, os divorciará
del presente con el que nunca os debiérais haber casado. Pero
tenéis tanto miedo que probablemente no querréis hundiros en
vosotros mismos para no encontrar ese inmenso vacío del que está
hecho ese presente que adoráis.
Vaya, que tristes y duras palabras. Quisiera regalaros
palabras bonitas, pero no os haría bien. No es consuelo lo que
necesitáis, sino latigazos de verdad para que reaccionéis.
¡Enfrentadme! ¡Sí, tu, el de corbata y camisa blanca, el del
maletín, el de los anillos de oro y abultada cuenta bancaria!
¡¿Acaso eres feliz?! ¿Acaso todavía no comprendiste que la
felicidad es una falacia? ¿Acaso tienes una mujer que te ama por
tus cualidades y no por tu dinero? ¿De qué te ríes imbécil? ¿Te
ríes de que morirás un día y nadie se acordará de ti, ni de tus
anillos ni de tu dinero? ¡Vaya, prefiero no tener esos anillos que
A tí te visten la mano pero tener esta pluma en la mía que A tí te
condena y te pone en tu lugar, en tu lugar de gusano! ¿Y tú que
miras? ¡Sí, tú, el de panza abultada y tiradores, dueño de una
empresa, a cargo de una veintena de empleados! ¡Tú, el del habano
y la risotada fácil! ¿Acaso te crees mejor que el otro gusano
anterior? ¡Quizás tengas más anillos que este, pero sigue mi pluma
reduciendote a la nada de la que estás hecho! Debiérais
extinguiros, ya está el mundo repleto de vosotros. Sois una peste,
sois los ideólogos de un paradigma de sociedad de consumo que
acabará hasta con vosotros mismos. Habéis creado un monstruo, y
seréis devorados por éste. Mientras algunos de nosotros, los de
barba larga, los que no llevamos anillos ni lujos, los de
pensamiento profundo y reflexivo, somos los que caminaremos y
reiremos sobre vuestra tumba. Porque somos nosotros, los de libre
pensamiento, los de escasa sonrisa, los que podemos aún cambiar el
curso de la historia, no vosotros.

1 19
9
III

De la tecnología

Sería absurdo estar en desacuerdo con algunos aspectos de la


tecnología actual, no reconocer los progresos de la medicina, de
la psicología, de la psiquiatría por ejemplo, en los que los
avances aparecen como respuesta a vuestras necesidades actuales,
fruto de una inteligencia humana cada vez mayor. Sin embargo,
existe un aspecto realmente nocivo de la tecnología que avanza a
la par de lo anterior, que opera desde las sombras; una tecnología
diseñada con el fin de anular el desarrollo espiritual del hombre
y de deshumanizarlo; una tecnología que contraria a enriquecer,
empobrece la existencia, absorbe el espacio vital del hombre, sus
horas y su tiempo, en la que se da una suerte de hombre al
servicio de la máquina y no lo opuesto. Este tipo de tecnología no
puede considerarse en modo alguno un avance, mas es un retroceso.
Una tecnología que promueve la deshumanización y el deterioro
del vínculo humano; una tecnología que promueve un relacionamiento
virtual entre los hombres, una comunicación distante e impersonal.
Que crea realidades y mundos virtuales en las que todo lo puede y
todo lo alcanza, con sólo deslizar un dedo. Está aquí y allá al
instante, y en todas partes, aún cuando no se haya movido de donde
estaba. No puede ser considerada avance esta tecnología de la que
os hablo, no os engañéis. Mas se me antoja un plan de manipulación
psicológica sobre el hombre, una red montada sobre el engaño, un
plan de control de la humanidad a través de dispositivos y
software, con un único fin manipulador.
Esa falsa libertad que parece brindar, esa variedad de
posibilidades tal como lo argumentan sus defensores, no lo es tal.
Sigue siendo insustituíble el contacto real con otro ser. El
problema es que no basta únicamente con optar no hacer uso de
ella, en tanto la sociedad con la que os relacionáis hace un uso
desproporcionado de ésta. Os pondría tal cosa fuera de juego. No
existe pues esa libertad de opción entre usar un teléfono
inteligente o no, por ejemplo, cuando tenéis clientes que querrán
comunicarse con vosotros únicamente a través de estos, que
recibirán la publicidad de vuestros servicios en estos
dispositivos y no en otro lado. No hacer uso de ello sería
contraproducente para vuestro negocio o vuestra profesión ¡Y es
allí donde la tecnología vence, al someteros a su dominio y
proliferación! Por lo visto, no basta pues con decir que no se
está de acuerdo con la tecnología actual, no basta con decir “no
hago uso de ésta” en tanto, directa o indirectamente estáis
relacionados a ella. Es necesario un cambio mucho más profundo y
global como para deshacerse de esta virtualidad a la que os han
sometido. Lo alarmante es que la actividad laboral, empresarial,
científica, educativa está relacionada con ella, todo se ha
informatizado, todo está intercomunicado en procura de ser parte

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0
de ese mundo globalizado que habéis construido. Una tecnología que
se impone agresivamente de la mano de las corporaciones que la
desarrollan, creando una desmedida necesidad de consumo, como
nunca antes se ha visto. El grado de insanía que rodea al mundo de
la tecnológia ha rebasado el límite de lo imaginable, desde
quienes la producen hasta quienes la consumen. Tecnología
intercomunicada entre sí y con servidores remotos, reportando
permanentemente datos geográficos y de preferencias del usuario.
Se exige su uso, no es opcional. Se exige desde el mero hecho de
que sois parte de una sociedad que la usa masivamente, de que sois
parte de empresas que la usan y que exigen a sus empleados
comunicación e interconectividad permanentes, empresas que están
igualmente exigidas por sus propios clientes, objeto de sus
servicios, presionadas por la necesidad de imponerse frente al
competidor que también hace uso de estas tecnologías, por lo que
también debe usarla. ¿Cómo pues escapar de esta vorágine
despiadada, de esta tecnología intercomunicada entre si que,
además, demanda una excesiva atención, que notifica mensajes y
eventos permanentemente, que obliga a tener una vida virtual en
paralelo a la física, que arroja preocupaciones adicionales? ¡Cómo
no hablar de distracción cuando es uno de los fines con el que es
desarrollada! El fin es categóricamente la distracción del
individuo, mantenerle desenfocado, disociado de sí mismo y de sus
intereses. Representa pues este tipo de tecnología algo más allá
de un producto, de una necesidad de mercado; se apoderó del tiempo
del hombre y del hombre en sí. Mansos como corderos, aceptáis lo
inaceptable, admitís lo inadmisible, en el marco de conservar un
puesto de trabajo en una empresa o vuestra propia empresa en el
mejor de los casos.
Existe un trasfondo de plan de control de la humanidad en
relación a este tipo de tecnología, que le disfraza como un mero
entretenimiento, que busca imponerse, que de hecho ya está
impuesto. Se ha creado una necesidad de mercado engañosa, de hecho
nunca habéis necesitado de estos dispositivos móviles antes e
igualmente existió el mundo del trabajo, existieron empresas,
empresarios y profesionales. No estoy en contra de la tecnología
en tanto no deshumanice, en tanto sea positiva para el desarrollo
humano, en tanto no busque el control de este, en tanto se
mantenga esta bajo el mando del hombre y no lo inverso. Sucede que
en tanto se quiera ser parte del mundo globalizado se debe hacer
uso de toda la tecnología que se tenga a vuestro alrededor, porque
así lo exige éste. Pareciese la imposición de estas tecnologías un
plan enfermizo de deshumanización y esclavitud del hombre, sutíl e
invisible ¡Nunca el hombre fue más esclavo que en estos tiempos de
esclavitud tecnológica! Un plan impuesto por un nuevo orden
enemigo del hombre. Un plan que está siendo ejecutado
brillantemente por inmensas corporaciones cuyo fin es seguir el
mandato y tiranizar verticalmente a la sociedad. ¡Sres. no estáis
hablando de un producto más, no estáis hablando meramente de leyes

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1
de mercado! Estáis hablando de un producto masivo, cuyo objetivo
es la humanidad toda. Existe pues algo detrás de esta tecnología
actual que se produce. Este tipo de tecnologías no obedecen a
necesidades de mercado estríctamente, no seáis ingenuos. Pensemos
por ejemplo en la geolocalización, no parece estríctamente una
necesidad de mercado que un empleado deba reportar constantemente
su ubicación geográfica a sus superiores a través de alguno de los
tantos dispositivos que lo hacen, mas parece una necesidad de
control del empleador sobre el empleado, disfrazada de avance
tecnológico, disfrazada de característica de un dispositivo,
disfrazada de una mejora en la gestión. Una necesidad de mercado
estrictamente hablando sería aquella que en todo caso fuera usada
por la sociedad toda, no cuyo objetivo sea el control del eslabón
más debil de la cadena. Así como un virus, se replica esta
característica contagiosamente en muchos otros dispositivos a
través de hardware y software; de hecho existe una
interconectividad entre dispositivos y sistemas, incluso si no
están estos cercanos físicamente. ¡De hecho, esa posición
geográfica ni cualquier otro dato reportado por estos dispositivos
está siendo reportada únicamente al empleador, y es en esto en lo
que es preciso detenerse cuando hablamos de plan de control de la
humanidad! ¿Quién sabe en efecto qué es lo que reporta y a quién o
quiénes la tecnología que usáis a diario y que adoráis?
¡Poblaciones enteras reportando su ubicación geográfica,
intereses, lugares que visita, y otros datos, en relación a
software y hardware, contra software remotos que analizan estos
datos, que operan en tiempo real brindando estadísticas a terceros
que saben más de vosotros de lo que creéis! Ante eso os postráis
vosotros.
Pensad en la capacidad computacional que tienen las tabletas
y los teléfonos inteligentes hoy, mirad el software que ejecutan,
en muchos casos común en términos conceptuales. Mirad por ejemplo
cómo los telefonos inteligentes por definición deben tener
conectividad con Internet. ¿Característica o trampa mortal para
que el individuo no deje nunca de ser productivo ni aún lejos de
la oficina? ¿Característica o posibilidad de rastreo del individuo
donde quiera que esté? Hay un fin de control detrás de esto, hay
una coordinación detrás, no es fortuito. ¿Quiere decir, por
ejemplo en relación a la geolocalización, que eran aquellos
empleados de hace dos décadas atrás más responsables que los de
hoy que deben estos ser controlados de forma constante? ¡Por
supuesto que no! ¿Cuál es el fin sino uno de control? ¡Sociedades
secretas controlando gobiernos y gobiernos controlando
corporaciones para que fabriquen estas tecnologías! Es eso lo que
hay detrás de aspectos que parecen inofensivos. Una capa de
control sobre otra, coordinadas meticulosamente, estructuras
verticales cuyo eslabon principal son seres desconocidos que
llevan a cabo el control de la humanidad.
¿Es una estricta necesidad de mercado la existencia de

2 22
2
software remoto que permita, por ejemplo, al empleado conectarse
remotamente con su puesto de trabajo, incluso durante fines de
semana y fuera de hora? Lo será sin duda para sus desarrolladores,
mas sólo responde a un paradigma de productividad constante
repudiable. Si se rehusa a hacerlo lo despiden. ¡Mirad lo dueño de
vuestro tiempo que sois, imbéciles, vosotros que habéis dado
cabida a todo esto! ¡Tecnologías diseñadas para dar control al
controlador y someter cada vez mas al subordinado, ante esto os
postráis! Paradójicamente se os habla de libertades, diversión y
posibilidades ilimitadas para vosotros los subordinados, cuando
usáis estas tecnologías. Cortinas de humo para gente que no ve más
allá de la neblina de lo cotidiano.
Empresarios igualmente manipulados e impulsados por la
búsqueda de éxito y de poder constantes. Para ello harán uso de
todas las herramientas que esten a su alcance. En suma, no es
posible decir “no uso esta tecnología”, no es posible en tanto hay
un todo alrededor vuestro que usa y abusa de ella. Porque se ha
enquistado esta como un cáncer en vuestras sociedades modernas.
Este interés de someter al hombre a la tecnología es un hecho
que tiene un trasfondo que va más allá de lo comprensible. Ninguna
de estas corporaciones desarrolladoras de hardware y software se
preocuparon por estudiar el fenomeno que se iba a dar en relación
a la tecnología móvil, o si el hecho de usar este tipo de software
y dispositivos que permitiésen indicar lo qué se hace, dónde se
hace, a qué hora se hace, dónde se está o con quién se está, por
ejemplo a través del uso de redes sociales, iba a ser beneficioso
para la sociedad en su conjunto ¡No discuto que en efecto se haya
hecho un estudio de mercado al respecto y se haya visto que la
tecnología móvil era una necesidad, en tanto las exigencias del
mundo laboral así lo promueven! Sí discuto que no se hayan tenido
en cuenta las consecuencias que tales tecnologías iban a traer y
que de hecho están teniendo en el ser humano. ¡Y sí discuto si la
creación de éstas obedece a una agenda de control de la humanidad
de la que las corporaciones son parte! Es evidente que existe un
plan de deshumanización y control de masas detrás, que trasciende
al producto en sí, a la tecnología en sí. ¿Se tomó en cuenta si la
invención de las redes sociales en las que el individuo lleva una
suerte de vida paralela, en la que destina varias horas al día
pudiese ser nocivo para el mismo? No, se impuso sin consideración
alguna. ¿Se tomó en cuenta si las constantes notificaciones de
estas, inclusive en conjunto, no son motivo de distracción
permanentes, de improductividad, de procrastinación (2), de
desarrollo de comportamientos compulsivos en el individuo? ¡No,
tampoco! Hay otros fines detrás, lejos de meras necesidades de
mercado, lejos de entretenimiento y capacidades. ¿Se tomo en
cuenta si crear dispositivos móviles que permitiésen trabajar de
2. Del latín: pro, adelante, y crastinus, referente al futuro, postergación o
posposición, es la acción o hábito de postergar actividades o situaciones que deben
atenderse, sustituyéndolas por otras situaciones más irrelevantes o agradables.

2 23
3
manera constante, en cualquier hora y lugar, promoviendo esquemas
de productividad permanentes fuera a resultar beneficioso para la
salud psicológica del individuo y su entorno familiar? No,
igualmente se impuso sin consideración alguna. Son estos avances
tecnológicos contraproducentes, en tanto no dan soluciones a
problemas humanos, mas bien crean nuevos y empobrecen la
existencia, someten al ser.
No hay que perder de vista el aspecto de la enorme capacidad
de penetración de estos productos de hardware y software,
disfrazados de entretenimiento, cuando su verdadero fin es la
deshumanización, el control, la productividad permanente. Es
alarmante ver como un elemento tan nocivo logró adentrarse en
vuestra realidad tan rápidamente, ni siquiera hace diez años que
existen estas tecnologías; su encanto y popularidad se debe a la
aceptación colectiva que el entorno ha hecho de éstas, necesidad
que ha sido creada por astutas campañas publicitarias. Ninguno de
vosotros se ha puesto a pensar si alguno de estos productos
significan un avance en vuestra vida o un avance tecnologico en sí
mismo, simplemente los consumís, usáis y adoráis. ¿Quién de
vosotros puede decir que no recibe notificaciones de una y otra
red social, en uno y otro dispositivo y que no estáis mínimamente
pendientes de éstas? ¿Quién de vosotros puede decir que no se
siente abrumado por la cantidad de características y opciones de
la tecnología actual y que cuando apenas acabáis de entender y
asimilar una aparece otra la siguiente semana? ¡Hay quien
simplemente no puede controlar su compulsividad, hay quien
simplemente necesita consumir todo lo nuevo que se lanza al
mercado y son estos la carne de cañón de estas corporaciones! Las
consecuencias de haber deshumanizado al ser humano como se lo ha
deshumanizado ya están siendo visibles, cada vez tenéis menos
tolerancia a la frustración, cada vez dais lo inmediato por
cierto, cada vez sois más violentos, quejosos, irritables y
demandantes, queréis todo ahora, no sabéis esperar, no conocéis de
sosiego. Esta tecnología ya está en todas partes, está
interconectada entre sí, confundiendo, distrayendo, abrumando al
ser humano.
Habláis de avances tecnológicos, pero de un tiempo a esta
parte lo único que veo son los mismos conceptos, tanto en hardware
como en software, replicados entre dispositivos, con el único afán
de mantenerse a la vanguardia, de hecho de cumplir con la agenda
del plan de deshumanización mundial de la que os hablaba antes.
Por ejemplo, ¿puede considerarse como un verdadero avance de la
tecnología la tendencia a interfaces de pantalla táctil en
reemplazo de la entrada de datos convencional? ¿Y cuando esta
misma pantalla táctil sea sustituída por una interfaz de
reconocimiento de voz, inclusive hasta de pensamiento? ¿Es acaso
eso un avance o sigue siendo una escalada de mayor control sobre
el ser? ¿!Querrías acaso que un software de inteligencia
artificial interprete lo que estáis pensando y tome acciones a su

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4
mera voluntad!? ¡Imbéciles, seguid consumiendo esta tecnología y
llegaréis a eso en menos de diez años! ¡Estáis siendo parte de un
juego desquisiado de mercadotecnia protagonizado por no más de
diez corporaciones! ¡Y vaya si seréis peones en ese tablero de
ajedréz! Repito, ¡siempre existió el interés de conquista y
dominio en el hombre, de búsqueda de riqueza y poder! Pero lo que
se debate hoy es la invasión a la privacidad, la invitación a
revelar datos privados en forma constante, la interconectividad
constante entre sistemas, la imposibilidad de desconectarse de ese
juego de mercado, el sometimiento sin opción a las nuevas
tecnologías y su capricho.
Igualmente, la tendencia a que la tecnología móvil tenga
funcionalidades cada vez más similares a la computadora del hogar
o de la oficina, no puede ser considerada tampoco como un avance.
Sí, quizás un avance en el dispositivo en sí mismo, en las
prestaciones de este, pero se pierde de vista si no pudiese traer
algún perjucio para la sociedad. Las corporaciones desarrolladoras
de tecnología parecen no contemplar las consecuencias del uso de
las tecnologías que desarrollan, los hábitos que modifican en las
sociedades. Es imposible no pensar que el objetivo que se esconde
detrás es únicamente la productividad permanente del individuo,
fuera de su entorno de trabajo, en su espacio de descanso y
familiar, más allá del control de este y para esto se disfraza la
tecnología de entretenimiento. El individuo conectado, al servicio
de la tecnología, sin forma de desconexión. No olvidemos que
hablamos de productos masivos, de una tecnología que acompaña a
todas partes, que viaja con la persona, que es parte de la vida de
la persona, que pronto será usada en diferentes partes del cuerpo,
interconectada entre sí, reportando a servidores remotos. La
tecnología dejará de ser un mero objeto, será un todo colocado
sobre el individuo. ¡Y me atrevo a afirmar que dentro de no mucho
tiempo será inoculada, se esparcirá desde el aire, o bien se
diseminará sin darnos cuenta en vuestros alimentos! El control de
la humanidad entera. Es esto lo único que se pretende.
Las tecnologías descritas no afectan sólo a nivel del
subordinado, sino también del empresario, ya se expuso, quién es
igualmente consumidor de éstas e igualmente víctima del juego de
ajedréz. ¡Cegados por los medios y la publicidad, recibís el
bombardeo de alcanzar el éxito y de acceder a mercados fuera de
fronteras a través de la tecnología; cegados por la búsqueda de
productividad permanente se os inculca la necesidad de que
vuestros servicios deban alcanzar ese mundo interconectado y
globalizado, al alcance del deslíz de un dedo! ¡Manipulados en un
marco de psicósis que evidentemente habréis de trasladar a
vuestros empleados para aliviar la ansiedad que esto os genera! El
mensaje es claro, el mundo a vuestro alcance, la inmediatéz del
resultado, con el único fin de generar más intolerancia, más
ambición, más deshumanización. Es pues la tecnología la gran
promotora de lo inmediato y la gran responsable por ende de la

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5
pérdida de valores y deshumanización actuales. La inmediatez en la
que se vive lleva a generar ese marco de intolerancia, de poder
desmedido, de expectativas cumplidas de forma inmediata. Y se
considera tal cosa un avance. Se considera la posibilidad de hacer
más en menos tiempo como una gran virtud de vuestro tiempo y no
como un retroceso, aún si esto afecta la salud mental del
individuo al generar presión y preocupación excesivas,
sentimientos de frustración, abrumación. Se genera pues un enorme
perjuicio, un sentido de no conformidad permanente, se querrá
siempre lograr más, hacer más, desde la búsqueda de lo inmediato
que promueve la tecnología actual. Esto sólo puede crear un
comportamiento intolerante en el individuo.
¿Y en qué momento es que os sometieron a algunos de esos
soportes lógicos enfermizos en los que voluntariamente comunicáis
todo lo que hacéis, dónde o con quién estáis, vuestras coordenadas
geográficas, vuestros intereses, las peliculas que habéis visto,
entre otras cosas? ¿En que momento fue que se os impuso que debías
trabajar permanentemente, en una plaza, en un parque, camino al
trabajo, en el transporte publico, a través de cualquiera de las
tecnologías móviles actuales? ¿En que momento os hicieron creer
que el mundo era un mundo globalizado y que estaba al alcance con
sólo deslizar un dedo sobre una pantalla tactil? ¡Aún más, en qué
momento es que se os hizo creer que debíais ser parte de él! ¿Cuál
es pues el límite y cuánta más deshumanización tendremos que
seguir tolerando en el nombre de ese faláz avance tecnologico que
se promueve? Puede no estarse de acuerdo con la tecnología, puede
no usarse o usarse parcialmente, lo cierto es que no es una
libertad de opción para la gran mayoría de vosotros.
Se busca un ser humano serializado, idéntico uno del otro.
Aturdido, sometido. Se busca el sometimiento y el control de la
persona, la deshumanización de la raza humana a través de la
productividad constante. Es esta productividad, aunque
parcialmente, el fin que persiguió la revolución industrial,
reemplazando el trabajo manual a través de la máquina, con el
objetivo de una mayor producción. Ahora bien, necesitaba la
máquina del hombre, el enfoque seguía siendo el hombre. En tanto
la máquina no necesite de este, el proceso se está invirtiendo. Y
es esto lo que estan logrando las tecnologías actuales, cada vez
más inteligentes y autónomas, poniendo el enfoque en la maquina y
no en el hombre, hasta el punto en el que se vaya todo fuera de
control y veamos como algunas profecías de ciencia ficción eran
ciertas. Es pues el hombre quién está siendo sustituído por la
máquina y no esta una mera herramienta para desarrollar un
trabajo. ¡Abrid los ojos!
Sombrío es el futuro de estas nuevas generaciones, de
vuestros futuros hijos. De los hijos de vuestros hijos, ya que no
tendrán elementos de contraste con un ayer diferente. Nacerán en
este presente nauseabundo y deberán adaptarse. ¡Mas es vuestro
deber salvarles y advertirles, no hacerles parte de la charada! Es

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6
que el afán de avanzar os llevó a retroceder, existe una línea que
no debería haber sido cruzada. Y esa fue la del mundo globalizado,
la de Internet, la de las tecnologías móviles, la del
transhumanismo tecnológico, la de la robótica, la de la
inteligencia artificial, la de la interconectividad de sistemas,
entre tantas otras. Y todo el software necesario que corre sobre
éstas, que potencia hasta la exquisitéz este dominio de la
tecnología sobre el hombre. Condeno pues todo aquello creado
deliberadamente para el aturdimiento del ser ¡Ya tiene el ser
bastante con lo que lidiar en cuanto al conflicto entre su razón y
sus emociones! ¡No era necesario, por ejemplo, inventaros redes
sociales que forzaran a llevar una vida virtual! ¡Menos necesario
era hacer uso de estas con fines comerciales o comunicados de
gobierno! Son estos, sistemas remotos de manipulación de masas,
disfrazados de entretenimiento, diseñados únicamente para
recolectar y procesar información en grandes bancos de datos, con
fines desconocidos.
¡Sois pues vosotros, los hombres del presente, los cazados y
no los cazadores, la carnada y no el anzuelo! ¡No sois libres como
se os lo intenta hacer creer, mas sois esclavos de un mecanismo
enfermizo de control mundial! ¡Es con vosotros con quienes se
experimenta, no sois vosotros los experimentadores como debiérais
ser! ¿Os permite lo cotidiano acaso escucharos a vosotros mismos,
reflexionaros a vosotros mismos, pensaros a vosotros mismos? ¿Os
lo permite acaso la tecnología ante la que os postráis? Y si la
respuesta es no, que de hecho lo es, mejor preguntaros el por qué.

2 27
7
IV

De nuevos valores

Me resultan escasas las palabras y adjetivos como para


expresar el repudio que me genera vuestra cotidianidad estéril,
los intereses de vuestra sociedad de consumo, la forma en la que
desperdiciáis soberanamente el tiempo. ¿Pensáis en vuestra
ignorancia que viviréis para siempre como para desperdiciar el
tiempo de la forma en la que lo hacéis? ¡Es hermoso el acto de
vivir, la vida es hermosa en sí misma, mas no creáis vosotros en
vuestro derroche de cotidianidad que os acercáis siquiera a vivir!
¡Vosotros, sí vosotros, los de traje y corbata, los de estruendosa
risotada estáis muertos hace mucho! Sois seres incompletos,
debiera haber acabado la naturaleza con todos vosotros por mero
proceso de selección natural. No sois dignos de vivir, habéis
creado una sociedad moribunda de amo y esclavo.
Es que podríais todos haber trascendido a vuestros
antepasados; podríais haber evolucionado verdaderamente, en
términos de evolución del ser no en términos de evolución de la
razón, del cuerpo o de lo biológico. Un ser evolucionado no se
postra frente a la banalidad ni a nada que no sea elevar a otros y
a sí mismo, dejar una huella en otros. No es interés de un ser
evolucionado nada que no sea seguir siendo espíritu y alejándose
de la razón. No os confundáis, no habéis evolucionado por el mero
de hecho de ser más inteligentes, no es eso evolución alguna en
tanto os conduce a aniquilaros más eficazmente ¡Os prefiero torpes
pero de espíritu elevado que inteligentes con espíritu de rata de
cloaca! ¡Salid afuera ahora mismo, mirad alrededor! ¡Sólo hay una
inmensa nada! ¡Esa misma nada de la que estáis hechos todos
vosotros, esa misma nada que habéis creado con vuestras propias
manos! ¡Ese culto de lo que no trasciende, ese culto de lo banal
es lo que os interesa y lo que os mata! Llegado a este punto de la
historia de la humanidad, en el que la medicina ha aumentado
notablemente vuestra expectativa de vida, os debiera haber
conducido tal ventaja a una búsqueda absoluta de lo espiritual y
de hundimiento en el ser, de búsqueda de respuestas a las
preguntas que se han hecho vuestros antepasados durante siglos, de
desarrollo de nuevas formas de arte, de búsqueda de lo
trascendente, de lo que realmente importa. Debiera haber sido ese
el camino natural a seguir del hombre en tanto habéis podido
solucionar notoriamente los problemas del cuerpo, lo que os mataba
siglos atrás. ¡Mas os habéis hundido en la bajeza de lo material,
en el deseo de poseer, en paupérrimas formas de arte, os habéis
degradado hasta lo indecible! ¡Os ha salvado la medicina pero os
sigue matando vuestra ambición, vuestro dinero y vuestro culto de
anti-valores! Nadie os va a recordar por vuestro arte moderno, más
seguimos recordando aquellos de hace cientos de años. ¿De qué os
sirve pues vivir más tiempo si lo que hacéis con él es pobre y sin

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8
significado? Sigue siendo vuestro espíritu el de una rata de
cloaca en tanto no pongáis la mirada otra vez hacia el pasado.
Algunos de aquellos hombres, artistas, científicos de hace
cientos de años, sabían de largas caminatas, de sol en el rostro,
de silencio interior. Necesitaban dejar una huella en tanto se
sabían capaces de poder hacer algo para hacer más bella, o más
útil la existencia de los hombres y mujeres del futuro. Aún
sabiendo que quizás morirían jóvenes, necesitaban hacerlo. ¿Y por
qué no lo hacéis hoy, sabiendo que vuestra expectativa de vida es
el doble de la de aquellos? ¿Por qué desperdiciáis el tiempo
postrados frente al aturdimiento de lo cotidiano? Cuán lejos
estáis de 1839, por ejemplo, y el brillante “Ensayo sobre el libre
albedrío” de Schopenhauer, o bien de Wagner y su “Arte del futuro”
de 1849 O bien de la Filosofía de Nietzsche en su “Ecce Homo” de
1888, o del mismo Einstein y su “Teoría de la Relatividad” de
1905. Y es imposible no detenerse en esto. ¿Cómo es que vosotros,
con un innumerable abanico de posibilidades, no habéis podido
siquiera superar mínimamente nada de esto? ¡Sólo di cuatro
ejemplos! ¿Por qué es que no os interesa ya más el arte, la
Filosofía, hundirse en pensamiento, preguntaros cosas? ¿Por qué
vuestro arte contemporáneo es tan pobre que palidece de vergüenza
si lo comparamos con cualquier otra forma de arte de hace menos de
doscientos años? Literatura, música, pintura. Lo que deseéis, todo
el arte moderno es una basura. ¿Qué os ha pasado que no os
interesa nada ya? ¿Cómo no hablar pues de involución señores
cuando no sois capaces de hacer forma de arte alguna que se
acerque siquiera mínimamente a alguna de las anteriormente
mencionadas? ¡No, y mil veces no; dejad de creer que los avances
en la tecnología del entretenimiento como tenéis hoy a vuestro
alrededor son un gran avance de la ciencia contemporánea! Esos
avances palidecen frente a los grandes descubrimientos de hace
pocos cientos de años. ¿Es pues que creéis, en vuestra soberbia,
que lo habéis descubierto e inventado todo ya? En cuanto al arte,
nuevamente, por favor, cómo es que sois tan incapaces de sentaros
frente a un piano o tomar un violín y componer obras como las que
hicieran Mozart o Chopin!? ¡No sois capaces, no es que haya pasado
de moda o a nadie le interese! ¡No sois ya capaces! ¡Habéis
perdido esa sensibilidad que sobraba en aquellos años! Y sólo han
pasado poco más de ciento cincuenta años ¿!Es que acaso no veis
ese deterioro espiritual, es necesario que os lo haga ver yo?!
Renaced otra vez, renaced de vuestro letargo. Es grave, tristísimo
si no sois capaces de superar la obra, el arte y el pensamiento de
vuestros antepasados por incapacidad o falta de sensibilidad
creativa. Es igualmente grave si no lo hacéis por mera desidia.
¿Señores, por qué es que hacéis todo mal?
Lo único que habéis logrado es alargar durante mucho más
tiempo vuestra vida de gusano con cuerpo de hombre.
Lo anterior deja claro que quisiera oir hoy, en mi tiempo
presente al que pertenezco al igual que vosotros, de hombres y

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9
mujeres que superasen a aquellos de hace cientos de años. Si se
quiere es lo lógico, debiera ser así ¿No habéis evolucionado acaso
desde el hombre prehistórico hasta hoy? ¿Por qué es pues que en lo
artístico, en lo filosófico en lo literario se ha retrocedido
hasta la animalidad? ¿Es que acaso sabiendo tan poco creéis que no
es necesario seguir haciéndoos preguntas? Se supera el hombre en
tanto su obra y pensamiento, lo que hace con su talento supera a
la obra y pensamiento de los hombres que le precedieron, porque
tal cosa enriquece, deja un legado y estimula a otros a seguir
superando la obra. ¡Y no justifiquéis, por ejemplo, que el arte
contemporáneo es simplemente diferente porque cambiaron vuestros
intereses! ¡No es eso más que un mero justificativo frente a la
incapacidad de poder crear algo de valor otra vez! Sin duda que es
diferente, es pobre y sin creatividad. Estas nuevas formas de arte
y de música que vosotros adoráis no tienen valor alguno, son una
mera apología de los anti-valores que de un tiempo a esta parte
habitan en todos vosotros. No buscan ninguna de estas nuevas
formas de arte reemplazarles por algo mejor, por el contrario,
hacen apología y les potencian, siendo así la degradación
completa. ¿Qué puedo esperar de los próximos veinte años, qué
nuevas formas de arte y anti-valores tendrán ante sí mis hijos?
Y es así que llego al punto neurálgico de mi frustración, a
una de las razones por las que me hundo en mi Filosofía y mi
pensar, y es el no comprender como no os importa ya ni os preocupa
intentar trascender a ese hombre de hace cientos de años; por el
contrario, veo un generalizado desinterés y desprecio por
superaros, por trascender y dejar una huella. ¡Cómo si aquellos de
barba larga y cabellos desalineados fueran unos excéntricos
ridículos! ¡Cuántos de esos de barba larga necesitáis otra vez
para deciros unas cuantas verdades en el rostro a vosotros,
gusanos con cuerpo de hombre! Realmente no comprendo como preferís
la banalidad, lo inmediato antes que el sacrificio y el esfuerzo,
como preferís esto antes que hundiros en vuestro pensamiento en
procura de conocer todo lo que ignoráis. No llego a ver cuando fue
que habéis deseado abiertamente dejar de conocer y de preguntaros
cosas, cuando es que os habéis enfocado únicamente en la
practicidad de lo cotidiano. Si se quiere, quizás el punto de
decadencia comenzó en la Revolución Industrial hasta hoy; es esta
la que dió rienda suelta a la insania y la inmoralidad de la
sociedad moderna. No sólo habéis perdido la profundidad, habéis
desterrado la necesidad de hacerlo, en una suerte de desprecio del
ser, de culto del cuerpo. ¿O es que ya ni alma os queda?
Inclináis la balanza hacia lo superficial y lo cotidiano,
hacéis apología de una cultura de anti-valores, despreciáis el
pensamiento profundo y existencial ¡Cómo si tal cosa fuera una
pérdida de tiempo, cosa de viejos locos de hace dos siglos!
Preferís la distracción de lo cotidiano antes que mirar dentro de
vosotros mismos y escuchar qué es lo que os está diciendo ese
pequeño ser que os habita. ¿Es que os aterra el silencio que

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necesitáis tanto ruido? Sois como ese que escuchando el grito de
álguien que se ahoga no es capaz, aún sabiendo nadar, de arrojarse
al agua a rescatarle para no mojarse. Pues os lo digo claro,
habéis dejado ahogar a vuestro ser hace mucho.
Y es ese interés en seguir desconociendo, creando,
reinventándose en el que es preciso detenerse. ¿Cómo es pues que
llegarán nuevas respuestas a nuevas preguntas si no se formulan
éstas primero? Nunca habéis dejado de preguntaros tanto como en
estas últimas décadas, nunca habéis sido más ignorantes que hoy.
Nunca se ha visto una sociedad más inmoral, displicente, vacía y
virtual como esta de las últimas décadas. Nunca habéis sido un
hombre más inservible que este hombre en el que os habéis
convertido, sin otro propósito que envejecer en una oficina, sin
un porqué ni un para qué de absolutamente nada. Ni siquiera hacéis
uso de parte de esa tecnología a la que le rendís culto para hacer
algo provechoso, os hundís en el desgano y en el cansancio de lo
cotidiano y la usáis como mero entretenimiento. Sólo consumís
cultura de entretenimiento, sólo perdéis el tiempo día tras día.
Veréis que un día cuando ya os quede poco tiempo, nada habrá
tenido sentido. Y todo ese tiempo perdido, postrados frente a esa
cultura del entretenimiento que sólo enriquece a grandes
corporaciones os hará sentir miserables y diminutos. He aquí, en
este presente del que sois parte, donde se da el caldo de cultivo
de esos anti-valores de los que os hablo, he aquí, en la desidia y
el desgano de lo cotidiano donde todo parece válido, porque ni
ganas tenéis ya de oponeros; es aquí donde lo diverso prima sobre
el sentido común, donde la violencia y la inmoralidad prima sobre
la paz y la decencia, es aquí donde evadirse en la droga predomina
sobre ocupar la razón en investigar y desarrollar un espíritu
crítico. Son estos algunos de tantos de esos nuevos valores de los
que vosotros hacéis culto. ¡Y el que se opone a ellos es tachado
de rígido y de conservador! ¡Pues soy rígido y conservador y qué!
Mi escala de valores está libre de vuestros anti-valores! Vuestros
nuevos valores hacen apología únicamente de lo obsceno y del mal
gusto, de lo que os estanca como especie. Los míos no. No me
culpéis, pues, si procuro mantener ciertos principios que no
debieran haberse perdido jamás. Esa cultura que hacéis vosotros
del vale todo no es algo que os ponga en otro lugar que en un
punto de inflexión hacia algo peor. Esa inmoralidad propia de
vuestro tiempo es sólo un síntoma de vuestra enfermedad del
espíritu. Yo no callo ni callaré mi voz como vosotros que aceptáis
lo inaceptable.
No queréis saber, no buscáis ostentar otra riqueza que la
material, no buscáis otra cosa que seguir siendo gusano con cuerpo
de hombre; ¡y hasta es algo de lo que os jactáis! ¡Y vaya que vais
por allí arrastrando vuestro pequeño gusanillo por todas partes!
Vivís de una forma equívoca, el error sólo se agiganta. No era
necesario acumular riqueza ni poder para predominar sobre los
demás, justificándoos en el hecho de darle bienestar a vuestra

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1
familia. No era necesario abandonar el espíritu critico, escéptico
que siempre os caracterizó como raza para hacer culto de una
cultura del entretenimiento como hacéis, que busca el placer
inmediato, que no profundiza, mas flota en la superficie de la
estupidez, que acepta todo sin cuestionar. Entendedlo de una buena
vez, no sabéis nada y habéis anulado a conciencia la búsqueda de
respuestas como si tal cosa fuese parte de un mundo obsoleto;
apestáis todos vosotros a mundanidad. Apestáis a sociedad de
consumo y a bajeza.
Os habéis acostumbrado a vivir vidas que no os pertenecen,
que no fueron elegidas por vosotros; os encierran en cubículos
nueve horas al día, y a eso le llamáis ganarse el pan. ¿Querrías
estar encerrados en ellos si pudierais optar o lo hacéis sólo
porque no creéis ser merecedores de otra cosa? Yo os digo que sois
como presos, cautivos de una forma de esclavitud impuesta por
minorías con el único fin de controlaros. En efecto, fue esa
Revolución Industrial de mitad del Siglo XIX la que dio inicio a
este marco de insanía y consumo que incluso hoy, ciento cincuenta
años después, persiste, exquisitamente refinado.
Fue esa brillante idea de producción serializada y
automatizada en reemplazo del trabajo manual la que sometió al
hombre al servicio de la maquina, del consumo y del dinero. Nada
ha cambiado ciento cincuenta años después. Os debería dar asco
tocar dinero si para hacerlo debéis trabajar nueve horas por día,
quizás en dos trabajos, estando lejos de vuestra familia, alejados
de vosotros mismos y de vuestros verdaderos intereses, en tanto
queréis seguir presumiendo y ostentando de vuestros bienes
materiales. ¿Y para qué? ¿Os lo habéis preguntado? Bien podrías
vivir mas humildemente, sería esa una forma de acabar con el
consumismo. Pero se ha enquistado ese paradigma de trabajar para
ostentar y os ocultáis ante vosotros mismos el inmenso vacío que
deja esas diarias jornadas de nueve horas de trabajo, en el marco
de una pseudo-realización personal y profesional que parece
justificarlo todo; y todo lo hacéis en el nombre del sucio dinero
y de alimentar a la bestia del consumo alrededor de la que
danzáis.
¡Vaya, que inmenso error aquel de la Revolución Industrial,
ya era inmenso a finales del siglo XIX, cuanto mas inmenso se ha
vuelto hoy! Es necesario dar marcha atrás, retroceder en el
tiempo, tender un puente hacia el pasado. Tengo la firme
convicción que debiéramos procurar mirarnos en el espejo de
aquellos hombres de hace doscientos años atrás, debiéramos
procurarnos una oportunidad de hacer las cosas de forma diferente.
Mas es necesario para ello una toma de conciencia global de que
mirar hacia atrás sería en sí mirar hacia delante, evolucionar. Ya
habéis visto lo que os deparó esta insalubre sociedad de consumo,
producto de la Revolución Industrial. ¿Qué más os falta ver? Yo ya
lo he visto todo, nada más quiero ver. ¿En qué decís que habéis
avanzado si os sentís cada día mas apesadumbrados, si sois cada

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2
día mas esclavos, mas autómatas? ¿Qué os enorgullece de ese mundo
virtual que habéis creado y sobre el que vais? ¿En qué decís que
habéis avanzado si no buscáis en vuestro ser respuestas como las
buscaron los de hace doscientos años atrás? ¿Es que acaso lo
sabéis todo? ¿O es que vuestro entorno de comida rápida y
tecnología del entretenimiento os tiene la mente empastada para
buscarlas? Oíd mis palabras, no estáis ni siquiera mínimamente a
la altura de ninguno de los hombres de esa época, ni siquiera del
mas humilde granjero. Os superaba este sin duda en capacidad de
sacrificio, humildad, integridad, moral, valores y sentido de
familia. Ni hablar de pintores, científicos, músicos, filósofos,
escultores, matemáticos, literatos, profesores, de la época.
¡Vosotros sois solo oficinistas, pequeños hombrecillos de negocios
al servicio de una máquina que alimentáis con dinero, a ver si lo
entendéis! ¿De qué os jactáis pues? ¿Entendéis por qué os
desprecio?
Y no sólo se manifiesta vuestra pequeñez en ese mundo
económico, en esa sociedad de consumo que habéis creado con tanto
esmero, en ese mundo del trabajo y del dinero ante el cual gira
vuestra vida toda, sino que está vívida y se refleja en muchas
otras áreas de vuestra vida. Vale, sustituir un valor por otro no
es inmoral en sí mismo, ni estoy haciendo apología al statu quo ni
debatiendo sobre la resistencia natural al cambio; nada de ello
está en tela de juicio en tanto la incorporación de nuevos valores
a la sociedad no fuera en contra de ciertas buenas costumbres que
mantenían esos valores anteriores que se pretenden sustituir,
quizás complementar. Complementa algo que aporta, no que es
obsceno o de mal gusto, que atenta contra las buenas costumbres.
Existe, sin embargo, una notable intencionalidad de hacer culto de
toda clase de nuevos valores, inmorales y de mal gusto. Resulta
que tanto más inmoral sea este, pues más os interesa, mas culto
hacéis de él, hasta tanto aparezca otro que sea incluso más
inmoral y denigrante. Y creédme cuando os digo que había valores
en sociedades de otros tiempos que no debieran haberse perdido,
valores que vosotros habéis matado. Habéis dado forma a
calamidades que infestarán la vida de vuestros hijos. Y ni eso os
importa hipócritas, no os alcanzó con haber deteriorado los
vuestros, habéis hecho culto a todo lo obsceno y lo promiscuo
posible y no os preocupó el legado que le dejaríais a vuestros
hijos. Habéis contribuído a que vuestros niños vivan en un mundo
infinitamente más inmoral que el de vuestra infancia, y os da
igual, en tanto todo vale, en tanto habéis creado una cultura de
que todo vale y nada es cuestionable. En tanto sea nuevo, es bueno
y ya. Eso no es tener una mentalidad abierta a los cambios, yo le
llamo a eso displicencia, desidia, falta de interés y de
compromiso. Si está allí a mi lado y no me molesta, pues que esté
allí. Así pensáis vosotros y son esas entidades sociales de las
que vosotros no renegáis las que os condenan, degradan y
empobrecen como sociedad y las que condenarán a vuestros hijos a

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3
vivir en un mundo de pobreza del alma.
Resulta, por ejemplo, que os parece aceptable que aquellos
hombres y mujeres que no quieran tener una familia no lo hagan.
Indudablemente no es posible forzar esto por mera voluntad, mas no
tenerla por opción propia, porque os parece un concepto
anacrónico, o bien por que optáis abiertamente por la soledad, la
banalidad, las relaciones pasajeras es bastante cuestionable.
Resulta que habéis convalidado hasta los intercambios de pareja
como si tal cosa fuese lo más natural. Habéis dado rienda suelta a
todo tipo de conductas sexuales posibles, en el que hasta la
innata atracción que existe entre hombres y mujeres, aquella que
es indudablemente dadora de vida, está hoy desvirtuada y puesta en
tela de juicio, cuasi arcaica, al punto que hasta os parece
anacrónica, fruto de sociedades antiguas, no liberales como os
denomináis vosotros, que en su supuesta rigidez no concebían otras
alternativas como proponéis vosotros hoy. Habéis convalidado que
hasta el cambio de sexo es pues meramente una opción del
individuo, y como tal decís que no debiera ser siquiera
cuestionado, ni a favor ni en contra, en aras de la libertad
individual. ¡Hasta engendráis niños en laboratorios en vientres de
alquiler porque no queréis pasar por una experiencia de parto! Sí,
no sólo por infertilidad alquiláis un vientre, lo cual sería lo
único que podría justificar el hecho; muchas veces lo hacéis por
pura selección de cualidades genéticas, como si estuviéseis
eligiendo genes por catálogo, que será junto a un óvulo vuestro
fecundado en un vientre de alquiler ¡Y luego os habréis de llamar
madres de esa criatura! Y yo os digo, señores y señoras de la pos-
modernidad, renegáis de la familia, renegáis de comprometeros y
tener hijos; algunos de vosotros hasta del propio sexo biológico
renegáis y os lo cambiáis en una clínica; habéis puesto en tela de
juicio hasta la misma heterosexualidad, contraviniendo de hecho
esa unión de vuestros padres que os ha dado la vida y creéis que
lo hacéis porque sois modernos, liberales, porque no tenéis tiempo
para compromisos y vaya a saber que otra imbecilidad pensáis para
justificar vuestros actos e inclinaciones, y yo os pregunto: ¿Sois
acaso vosotros hijos, hijos biológicos de qué otra cosa sino de un
hombre y una mujer que os engendró, a través de un acto sexual?
¿Qué es acaso lo equívoco de ese hecho? ¡Negadme, sin embargo, que
no os parece antiguo, anacrónico el concepto de hijos y de
familia! ¡Negadme que no os parece incluso rígido mi concepto,
hasta retrógrado! Y yo os digo los retrógrados y los errados sois
vosotros. ¿A donde os ha llevado hacer culto de todos estos anti-
valores de vuestra sociedad pos-moderna a los que yo me opongo,
sino a una enorme ambivalencia de criterios, en la que se ha
perdido todo espíritu crítico? ¿No será que en vuestra
displicencia y desidia habéis dado paso a elementos demasiado
ambiguos que hoy se han enquistado en vuestras sociedades, sin
haber pasado por el filtro del cuestionamiento? ¡Sí, cambiad!
¡Cambiad todo lo que queráis, en tanto los cambios no os

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conviertan en individuos sin rumbo! Así os veo yo, sin rumbo.
Lo descrito es parte central de lo mismo, un culto impuesto
de nuevos valores, más de manifiesto que nunca en el ámbito de la
diversidad sexual y de la negación de la institución familiar, que
en definitiva sólo muestra el pánico que tenéis de formar un hogar
y comprometeros. Habéis sido enloquecidos por esa vida de
banalidad y superficialidad que habéis creado, que se apodera de
vuestras sociedades, que os aleja de las cosas verdaderamente
importantes.
Os veo más displicentes que nunca, como nunca antes en la
historia humana. Aceptáis todo por desidia y desinterés, o aún
peor, por convicción, por creeros abiertos de mente, porque habéis
convalidado la existencia de todo tipo de nuevos valores de mal
gusto en la sociedad; en tanto existan, pues es de pensamiento
moderno y liberal aceptarles. Así pensáis vosotros. Aceptáis
porque no os molesta, porque aplicáis la Filosofía de que allí al
lado está y si allí al lado está y no me molesta pues que se quede
allí, se instale y forme parte de la realidad colectiva. Consumís
y convalidáis este culto de nuevos valores igualmente a través de
medios audiovisuales que hacen alabanza de éstos de forma
descarada. ¿Pues para eso miráis televisión? ¿No rinde acaso esta
homenaje a esa parafernalia de anti-valores e indecencia que tanto
os gusta? ¿No conforma acaso ella una marquesina que promueve algo
que debiera tener vuestro total rechazo, y que de hecho, promueve
a difundir la obscenidad de la que os hablo? ¿No os preocupa que
vuestros hijos se críen viendo como esos nuevos valores son su
paradigma a seguir? No criaré a mi hijo haciéndole creer que la
indecencia y la aberración es algo natural de su tiempo.
Hablando de apertura de mente, yo os voy a decir lo que es
abrir la mente en verdad. Sed abiertos de mente si, abrid la
mente, abridla al conocimiento, a la literatura, a la Filosofía
otra vez, abridla a desarrollar un espíritu escéptico, a dejar de
ser manipulados como sois todos vosotros por los caprichos de una
sociedad decadente que se mete por vuestras ventanas y vuestros
dispositivos. Abrid la mente y el espíritu al arte y a la ciencia,
como lo han hecho centenares de años atrás hombres de los que hoy
todos vosotros os aprovecháis de sus descubrimientos e
invenciones. Abrid la mente sí, y cerrad la ventana a ese mundo
decadente que habéis creado, de paso
Habéis confundido apertura de mente y diversidad de opciones
con displicencia y culto de toda clase, innumerable, de valores
miserables.
Me preocupáis. Me preocupáis no porque busquéis cambiar sino
porque vuestra nueva escala de valores, vuestro pos-modernismo es
en su totalidad reflejo absoluto de vuestra degradación e
inmoralidad. Y más que esta degradación e inmoralidad en sí, lo
que más me preocupa es vuestra aceptación y displicencia, vuestra
pasividad y carencia de auto-crítica para que hayáis aceptado todo
lo que habéis aceptado ya. ¿Vosotros acaso os detestáis? ¿Vosotros

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5
amáis a vuestros hijos o acaso os da lo mismo que vivan en un
mundo de inmoralidad y aberración? ¡Vaya pero si ni hijos tenéis
porque no creéis ya ni en la familia! Despertad de vuestra
virtualidad, despertad de vuestra inercia y vuestra vida estéril y
banal. ¡Despertad y volved a aferraros a lo que es valioso para
vosotros y vuestros hijos, aquellos que los tenéis!
Debéis hacer como yo; yo no soy parte de la aberración de
estos nuevos tiempos, yo no me adapto a esta sociedad decadente,
de nuevos valores; busco destruirla. Yo no pertenezco a ella, yo
soy su talón de Aquiles, su oveja descarriada. Yo no acepto con
indulgencia como aceptáis vosotros, yo impregno vuestro espíritu
de ímpetu de cambio. Yo me aferro a valores y principios
atemporales, no claudico ante nuevos dioses como hacéis vosotros.
En el afán de querer ser parte de algo sois parte de algo
equívoco. Sois oveja de rebaño, no sois lobo, sois el cazado.
Si hay algo que me ha caracterizado siempre ha sido mi
naturaleza rebelde, mi incapacidad de seguir y aceptar otra visión
que no fuera la mía, mi necesidad de transgredir a cada paso, mi
consistencia de pensamiento. Y es esta obstinación y exceso de
confianza un valor que me ha llevado lejos, me ha hecho conocer la
gloria y el sabor de la soledad. Sabed que prefiero mil veces
conocer soledad e incomprensión hasta el fin de mis días antes que
aceptar, claudicar y ser conducido por los nuevos cánones sobre
los que se estructura vuestra sociedad moderna, vuestros nuevos
valores, vuestra diversidad, vuestra promiscuidad y bajeza. Antes
prefiero desasociarme de vosotros y todo lo que os rodea como ya
lo he hecho. Soy mi riqueza y mi miseria, soy tan libre como
esclavo de mi perfeccionismo y mis compulsividades. Y hasta de eso
me jacto, de mi libertad hasta para hacerme la vida imposible. Sí,
me jacto de mi libertad, algo que vosotros no podéis hacer
hipócritas.
Y con esto os quiero mostrar la diferencia entre vosotros y
yo. Vosotros sólo aceptáis indulgentemente lo que el sistema os
ofrece, sin cuestionamiento alguno; yo os cacheteo y obligo a
devolver la cachetada. Yo os muestro el enemigo, yo soy pues
vuestro ejemplo a seguir, vuestra nueva escala de valores. Yo soy
vuestro paradigma.
Y os digo algo más, vosotros que creéis que todo ya está
inventado, imaginado, pensado; vosotros que sólo consumís y que
reducís vuestra mera existencia a un simple consumismo inerte, de
culto de anti-valores producto de esa sociedad decadente ante la
que os postráis. Vosotros que optáis por la desidia y el
desinterés, que sólo os lleva a ocupar el tiempo en no ocuparlo, a
vosotros os digo que si esto os justifica de alguna manera vuestra
nueva y deteriorada escala de valores, la que sólo os ha llevado a
una existencia de indecencia y displicencia, de aceptación de lo
inaceptable; y que, si de hecho, todo ese tiempo que ocupáis en
haberos alejado de vuestro espíritu y vuestro pensamiento como
otrora hiciera la humanidad que os precedió; y si todo ese enorme

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6
vacío es lo que os ha llevado a darle cabida a estos nuevos
valores presentes en la sociedad moderna, yo os digo que ojalá
tuvierais frente a vosotros el desafio de crear la rueda otra vez,
en tanto no habéis aprendido nada en miles de años.
Habéis cruzado pues la línea que no debíais cruzar. El hecho
de tenerlo todo a vuestra disposición os hizo inmorales,
violentos, quejosos y demandantes, ya os lo he dicho. Y eso trajo
consigo el advenimiento de toda una nueva escala de valores
miserable, que sólo habrá de empeorar con el tiempo si no os
detenéis ya, como humanidad. Y aquí es preciso detenerse; si en el
marco de ese exceso de todo lo que os ofrece la realidad es que os
habéis degradado y hecho miserables y con ello vuestra escala de
valores es que vosotros sois los miserables, en tanto hacéis culto
de ellos en vez de rechazarles. Sólo hacía falta llegar a este
punto de la historia en la que todo es válido, en la que el filtro
de la decencia y la indecencia es inexistente, en el que la
desidia y la indiferencia es la norma para poder mostraros tal
cual sois. La realidad y la sociedad de la que sois parte hace
gala de vuestra bajeza y vuestras inclinaciones e intereses en
tanto sois vosotros la realidad. Os muestra miserables, en tanto
habéis creado esa realidad, o bien contribuído a crearla de alguna
forma. Convalidarla es también una forma de crear esa realidad. En
este sentido me alíneo plenamente con la idea de Hegel (3), cuando
afirmó que la realidad es una expresión de la razón, y que de
hecho la realidad es la razón y la razón es la realidad.

3. Hegel (1770-1831), la idea refiere a lo que expresa Hegel en su célebre obra “La
fenomenología del espíritu” (1807).

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7
V

De la esencia maligna

Llegado a este punto de la historia humana habéis hecho gala


ya de vuestra maldad y podredumbre, en aras del poder, del dinero,
de la supremacía, de la conquista y masacre de vuestro prójimo. Os
queda un largo camino aún a recorrer, en el que la ambición y el
control de aquellos más débiles habrá de ser el eje de todo
vuestro accionar. La historia no me deja mentir. Las batallas a
muerte protagonizadas por reos y delincuentes en el Imperio Romano
con el único fin de divertir al emperador. La Inquisición medieval
y la tortura contra los herejes a manos de la Iglesia. El régimen
imperialista de Napoleón Bonaparte. Los atroces experimentos de
Mengele con gemelos y su teoría de superioridad racial en la
Alemania nazi de 1943. Vaya, sobran los ejemplos. Si hechos como
estos no son ya prueba suficiente de que la maldad habita en
vosotros como raza humana, pues que álguien me haga callar ahora
mismo.
Y no es en verdad necesario remontarse en la historia, el
presente es muestra suficiente de vuestra podredumbre y maldad.
Hace décadas que en aras del avance tecnológico la muerte se
entrega a domicilio, pensada y organizada desde despachos de
gobierno, en las que el poder político y económico se adueña de
todo, desde la vida de los pueblos hasta su pensamiento. Reuniones
secretas donde se delinean los destinos del mundo, en las que se
definen estratagemas de control y exterminio. Sabido es, por
ejemplo, que el HIV ha sido creado meticulosamente, y
probablemente financiado, aunque luego disfrazado de error de
laboratorio. Señores científicos, lleváis décadas intentando
buscar una solución para esto y decís que aún no la habéis
encontrado ¿Creéis que somos imbéciles? Habéis creado una eficaz
forma de eliminar la superpoblación mundial y lo habéis hecho
enmascarando el hecho diciendo que no habéis encontrado una
solución para el flagelo del SIDA. ¡No habéis querido encontrarla
porque os es más redituable la muerte y vender fármacos al
moribundo! Al igual que con el cáncer y otras enfermedades que
habéis creado en vuestros laboratorios de muerte.
Y luego aparecéis diciendo que no existe la cura, para seguir
la industria farmacéutica lucrando con la venta de paliativos para
que la gente siga arrastrándose con su enfermedad, durante la
mayor cantidad de tiempo posible. ¡Y hasta os jactáis que ha
aumentado la expectativa de vida y que los pacientes de
enfermedades terminales pueden sobrellevar mejor su condición! Y
pretendéis que uno os crea que son éstos, flagelos cuya cura aún
no ha sido encontrada. Yo creo que matáis a distancia, a través de
vuestra cortina de humo desde la que os escondéis para hacer de la
muerte un negocio redituable.

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8
Lleváis mas de treinta años buscando una solución al problema del
HIV y lo único que habéis encontrado han sido fármacos para que
aquel que lo padece tenga una mejor calidad de vida. ¡Negadme
acaso que es falsa la teoría sobre la molécula B17 la cual en
combinación con una enzima tendría un efecto letal sobre las
células cancerígenas! ¡Vaya pero si profundizar e investigar esto
sería probablemente la cura definitiva contra el cáncer, nada más
y nada menos! Y no buscáis indagar en ello en tanto liberar un
medicamento definitivo contra el cáncer sería un duro golpe para
la industria farmacéutica que os reporta a vosotros, sobretodo
teniendo en cuenta lo poco costoso que sería en tanto la molécula
se obtiene de la naturaleza. Traficáis muerte, es redituable la
muerte. Os la vendéis a la humanidad; la misma humanidad está en
venta.
No es difícil imaginar un futuro en el que se exterminen
pueblos enteros por el mero hecho de ser ciudadanos de un gobierno
que os es contrario a vuestros intereses políticos. O bien por
expansión territorial, o simplemente por genocidio, porque un
pueblo os molesta; porque para todo tenéis un justificativo
vosotros señores encumbrados, de cuello blanco, en vuestra orden
secreta. Y habréis de ser sutiles y silenciosos, no usaréis armas
de fuego, pero contaminaréis sus alimentos o su agua, o hasta su
aire. O mataréis desde bases navales donde llevaréis vuestras
ondas de muerte a los pueblos. Y morirán como insectos, esos que a
vosotros os molestan. O quizás les controléis a distancia,
manipulando su pensamiento, quizás os convenga esclavizaros en vez
de matarles. ¡Quizás les estéis vendiendo vacunas con micro
tecnología que será activada en algún futuro para vuestros oscuros
fines de control y dominio de masas! Guerra biológica le llamáis a
esto.
¿Cómo no hablar pues de vuestra natural inclinación al mal si
es esto lo que habita en vosotros, si es lo que os ha
caracterizado desde el inicio de los tiempos? Tanto más poder más
inclinación al mal. Sois el mal, ese mal de orígen moral y ético
que habita inherentemente en vuestro ser, ese mal que se sobrepone
al bien, contrario a toda creencia religiosa absurda de que es
todo lo contrario.
Esto nos lleva al punto neurálgico de que el mal es la
esencia de todo hombre, y el mismo no es determinar el por qué de
esto sino dar prueba de esto. Es el hombre mal en sí mismo, está
hecho de maldad. No estoy diciendo que no haya un contrapunto de
bondad en el hombre, mas esta sucumbe ante el influjo del mal en
tanto el hombre está inclinado a placeres. El mal es placer y
hacer el mal es más placentero que hacer el bien. ¡Negadme eso
hipócritas! Negadme que preferís sacrificaros por el prójimo antes
que dar rienda suelta a vuestro egoísmo. Apestáis, no quisiera yo
pertenecer biologicamente a vosotros.
Desde temprana edad estáis haciendo gala de vuestra maldad,
mirad a vuestros niños; de hecho alentándola en ellos. La mayoría

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de vuestros niños muestran una inmensa perversión frente a
aquellos que son más débiles, o bien más feos que ellos, o que
acarrean una determinada deficiencia física. O bien lo opuesto,
habrán de denigrar y humillar a quienes son superiores intelectual
y espiritualmente que ellos porque simplemente no lo pueden
tolerar, porque su incipiente egocentrismo no se los permite. Y lo
manifiesta el niño haciendo gala de todo tipo de perversidad,
humillación y desprecio posibles, tanto en un caso como en el
otro. Sólo aquellos que sean sus iguales, en destreza física, o
intelectual, o belleza, o incluso económicamente tendrán ese
respeto que debiera naturalmente ser mostrado hacia todos los
demás por igual si no habitara el mal en el niño como habita, sino
clasificara este según una torcida escala de valores humana.
Contrario a algunas teorías psicológicas de que quizás este
comportamiento es normal en el niño, de que quizás pueda servir
para afianzar su personalidad, de que quizás impulsa a que el otro
actúe de igual forma en procura de afianzar la propia, considero
esto una explicación políticamente correcta, mas falta a la
verdad. ¿Por qué acaso ese que necesita afianzar su personalidad
lo debe hacer en hombros de la humillación de aquel al que
humilla? ¿No debiera la inocencia y la bondad del niño ser el
factor predominante en tanto está este desprovisto de los nefastos
parámetros de comportamiento social que luego habrá de adquirir?
Señores psicólogos, no debieran relacionarse así los niños, no
debiera ser natural ni mucho menos convalidarse científicamente el
hecho de humillar a ningún otro niño para reforzar la personalidad
del que humilla. Es eso en sí mismo algo demasiado retorcido de
vuestra psiquis, porque también vosotros fuisteis niños alguna
vez. Debiera ser suficiente el juego y la competencia sana, en el
que uno gana y otro pierde, pero sin humillación y burla; debiera
primar la sonrisa y no el insulto y el golpe. Debiera primar el
compartir y no el egoísmo, incluso enseñar al que no sabe para que
sepa y se integre; más eso no sucede en casi ningún caso. Y de eso
hablamos aquí, de eso que no sucede y del por qué.
Y lo que es enormemente preocupante y en lo que es preciso
detenerse es en la falta de parámetros sociales en el niño que
mencionábamos antes y cómo aún así predomina el egoísmo y si se
quiere la ambición de vencer. ¡Cuánta más maldad habrá de
desarrollar pues ese niño cuando luego se dé cuenta que sólo
desarrollándola exquisitamente será capaz de sobrevivir en
sociedad! Si no conociendo esto hasta tanto no es adulto, actúa el
niño con la maldad con la que actúa frente a sus pares, ¿como no
afirmar que es la esencia del mal lo que habita en el ser humano
desde la mera concepción? Ya lo decíamos antes, el niño se burla
del que es diferente o del que no lo es porque es demasiado común
y vulgar. El niño busca vencer en el juego al otro niño,
humillándolo y haciéndole ver que no sirve para eso,
principalmente en el deporte. Y se lo dice y se ríe
estruendosamente en la cara y en público. El niño hace gala de

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todo el desprecio y burla posible frente a otro niño que tiene
algún defecto físico, por más mínimo que sea. Mas es en grupo en
que el niño eleva su caudal de maldad hasta límites irreverentes
con el único fin de anular emocionalmente al otro que él considera
inferior, o bien una amenaza. ¿Muestra acaso eso bondad alguna en
la psiquis humana, aún desde tan temprana edad?
En la vida adulta vuestra maldad sólo se refina
exquisitamente. La tentación ante lo prohibido y a incurrir en el
mal os domina y ciega, como un embrujo. Vosotros que afirmáis que
la esencia del hombre es buena, ¿por qué pues es que el mal y lo
prohibido os atrae indefectiblemente, os seduce? Y si fuera como
decís vosotros, ¿no debiérais naturalmente rechazar, neutralizar
vuestras tentaciones, vuestros pensamientos malignos, vuestra
inclinación a lo prohibido? ¡No sólo no lo hacéis, ni siquiera lo
pensáis dos veces! No hay contrapunto de ética ni de auto-control
en la mayoría de vosotros. Ejemplifiquemos con la infidelidad. En
tanto se os presenta la posibilidad de ser infieles puede más que
vuestra razón, vuestra ética y vuestra moral. Y cuando se os
aparece la posibilidad debéis hacer denodados esfuerzos para no
caer en el embrujo y la tentación. Y esto es lo fundamental a
destacar: el denodado esfuerzo que debéis hacer, la debilidad
frente al mal. ¡Sabed que la gente es por lo general muy perezosa
para incurrir en esta clase de esfuerzos! Los ejemplos son
múltiples. Os deshacéis de quién os molesta, en tanto afecte
vuestros intereses. No pensáis en competir sanamente, os remontáis
quizás a vuestra primera infancia cuando buscabais masacrar al
otro para afianzaros. Ahora lo hacéis por intereses económicos o
personales. ¿O acaso cuando álguien os es competencia en vuestro
negocio o trabajo pensáis en que hay lugar para dos? ¿Acaso
pensáis que el otro tiene el mismo derecho a vosotros de tener
éxito? ¡No, lo queréis todo para vosotros y es allí otra de las
tantas manifestaciones de esa esencia maligna, competitiva y
despiadada que vive en vosotros! Y hay quienes no habrán de sentir
culpa alguna frente a sus hechos de maldad, en tanto su escala de
valores todo lo convalida. El fin es conquistar y poseer, y el fin
justifica los medios. Aún si el daño en el otro es irreparable. Es
indudable vuestra esencia maligna, oléis a maldad. Y la maldad
atrae todo lo prohibido ante lo cual os inclináis, para seguir
alimentando a vuestra pequeña bestia. Ya lo hacías en la niñez y
aún no estabais contaminados de lineamiento social alguno, ni
sabíais de ironía ni de sarcasmo, ni sabíais de sutilezas ni de
mentiras, ni de falsedad, ni de ambición ni de negocios.
Y es el vicio una forma más de evasión de vuestra horrenda
existencia. Porque en el fondo sois mínimamente conscientes de
vuestro exceso de maldad, o lo que es peor, de vuestra ausencia de
bondad. Quizás sea el vicio y por consiguiente la evasión, el
único momento en que hacéis una introspección de vuestros actos,
quizás sea esto un hecho, aunque desesperado, de reconocimiento de
que vuestra maldad no os da sosiego, de que no os deja en paz. Es

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en el vicio donde encontráis pues una ruta de escape en la que
corréis como ratas persiguiendo una nada absoluta, huyendo de
vosotros mismos en vez de enfrentaros a vuestra propia miseria. Ni
todo el alcohol, ni toda la droga que habréis de consumir en toda
vuestra existencia podrá alejaros de vuestra bajeza. No es ese el
camino, no es el camino que toman las ratas el que os liberará,
mas el camino de las Águilas el que lo hará. La majestuosa Águila,
libre, erguida sobre los cielos, magnífica, serena y precisa, que
todo lo ve, todo lo calcula, todo lo sopesa con mesura. ¡Cuanto
hay de rata aún en vosotros!
Os comprendo, os es necesario evadiros, no estáis capacitados
ni tenéis fortaleza de espíritu alguna para poder negaros al
camino de la perdición, ni siquiera entendéis porque caéis en el.
Porque es igualmente perdición recurrir a la evasión en lugar de
enfrentaros con entereza a vuestra realidad, y contrarrestar con
hechos vuestros actos. Es esa la perdición del ser, un ser
sometido y condenado a la evasión y al vicio, sentenciado a no
elevarse por encima de la miseria de la experiencia humana. No le
dejáis pues evolucionar, no le dejáis ser, porque no le dejáis
enseñaros un nuevo camino. Es vuestro ser un ser sin alas, que se
arrastra. No solo echáis a perder vuestra carne y vuestros huesos,
sino vuestra alma se echa igualmente a perder; porque arrojáis un
manto de mediocridad sobre ella y la condenáis a la bajeza de
vuestra experiencia carnal.
Afirmo la existencia del mal en el hombre, como parte
predominante y constitutiva, aún desde la primera infancia. No
quiere decir que no tengáis actos de bondad, que no haya bondad
alguna en el hombre, pero nunca es predominante, no es propio de
vuestra raza. Habéis errado el camino, como lo habéis errado con
vuestra tecnología y vuestra postración ante la sociedad de
consumo ¿No basta acaso con echar un vistazo a la realidad,
incluso breve, para ver reflejada en ella vuestra inmensa maldad y
podredumbre? ¡Y después os preguntáis el porqué sois tan
desdichados, el porqué os sentís vacíos, como sin alma! ¡Agradeced
a vuestro pequeño ser que por lo menos os sentís mal, porque ello
muestra que sois conscientes de vuestra maldad, que hay algo que
os agobia y rechina, que quizás podáis aún revertir algo! Conozco
muchos, sin embargo, que no hacen introspección alguna, que su
vida es un transitar de carne y hueso, de ambición y dominio, de
compra de voluntades y de sombrías decisiones. Alejaos de esos,
son ellos plenos representantes de todo lo maligno en el hombre.
Y es en esa imposibilidad de cambio, en esa falta de
fortaleza del espíritu sobre la carne donde se enseñorea el vicio,
el contento vil, como única forma posible de evasión. Para seguir
con vuestro temible camino de maldad y podredumbre, en el que
habréis de cometer nuevos actos de los que habréis, quizás, de
arrepentiros, pero que no podréis evitar una siguiente vez. Esto
tiene un precio, y el precio es el sufrimiento y el agobio de ese
transitar, diario, ineludible, que os agobia, que solo el vicio

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puede contentar. Como veis, vuestra vida da vueltas sobre un
penoso círculo y sois tan imbéciles que creeis que vais en línea
recta hacia alguna parte. Es pues todo un permanente sufrimiento
para el ser, os condenáis vosotros mismos a sufrir; os duele
crecer y madurar, os duele perder a vuestros seres queridos, os
duele morir, os duele hasta la vida. Todo es dolor, todo os
resulta una enorme carga pesada a llevar. ¿Existe acaso algo que
no os duela a lo largo de vuestra vida? ¿Existe algo que no os
atormente y acongoje? Algunos de vosotros os preguntáis el por qué
os es todo tan difícil, pero en vuestra hipocresía olvidáis
preguntaros si no sois merecedores de todo ese sufrimiento y de
toda esa carga pesada. Pues lo sois, merecéis todo este dolor en
tanto sois vosotros mismos quienes os lo creáis. Sois merecedores
de toda vuestra angustia y todo vuestro dolor, dejad de mentiros
cuando os miréis al espejo con lágrimas de cocodrilo; es vuestra
esencia maligna la que llora en vosotros.
Mencionábamos antes las leyes ante las que os debéis atener
por el hecho de vivir en sociedad, mas ¿no sigue eso dándole pleno
fundamento a mi argumento de que es esencialmente maligno lo que
habita en vosotros? Si no existiese ley alguna os eliminaríais
unos a otros sin piedad. Y aún así lo hacéis, sobrios o ebrios.
Recientemente ha habido casos en relación al consumo de drogas
sintéticas y es imposible no detenerse en ello. Los desquiciados
hechos de ira y violencia que este tipo de drogas han puesto sobre
la mesa os debe hacer comprender lo simple que es jalar ese
interruptor que convierte un ser humano en un monstruo capaz de
actos de canibalismo ¿Qué es pues lo que realmente habita en
vosotros si ante el consumo de una droga, ante la mera alteración
de la conciencia habéis de intentar comeros a otra persona. Y aquí
es el eje de la cuestión: ¿Que es lo que se despierta en vosotros,
qué es lo que yace dormido en vosotros, qué es lo que una droga es
capaz de despertar en vosotros? No es una conciencia alterada la
única causa capaz de dar orígen a actos de esa naturaleza, existe
un más allá inexplorado dentro de vuestra mente, un lúgubre
recoveco per-se, al que se llega a través de la alteración de la
conciencia. Me hago eco de ello, me hago eco de esa esencia del
mal que habita en vosotros, esa esencia que es raíz de todo lo
aberrante que venís haciendo a lo largo de la historia.
Sabéis que vuestra vida es un error, y lo sabéis desde la
juventud. Sabéis y os sentís apesadumbrados tan pronto entráis en
contacto con el entramado social y su paradigma, no seáis
hipócritas. Pero os adaptáis y seguís adelante, hasta el último de
vuestros días. No dais siquiera un pequeño paso al costado para no
contradecir a la mayoría, os fascina ser cordero que bala, os
aterra rugir como leones, porque estaréis solos siendo león que
ruge. Pues sabed que la sociedad tampoco os quiere, pequeñas
ovejas, sois sólo una mera estadística.
Y esto me lleva a la conclusión de que si bien ese caudal de
violencia y de maldad es inherente a la raza humana, desde el

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primer hombre prehistórico hasta hoy, es pues en sociedad,
especialmente esta de estas últimas décadas, donde hacéis gala de
ella. ¡No os confundáis, no eran más violentos esos de la Edad
Media, apenas eran más ignorantes que vosotros! ¡Mataban porque
entendían que había seres poseídos que contravenían las leyes de
dios y el orden publico! Pero asesinaban principalmente aquellos
con poder político o eclesiástico; hoy el asesinato es mucho más
sutíl, la maldad es mucho más refinada y está presente en cada uno
de vosotros, a lo largo y ancho de todo el enjambre social. Se
promueve la violencia, la muerte es un producto. No sólo mata el
político, también vosotros matáis.
Habláis y os jactáis de ser evolucionados frente a aquel
hombre prehistórico de hace cientos de miles de años. Y yo os
digo, ¿no os seguís masacrando por un pedazo de tierra o un
yacimiento de petróleo? ¿No hacéis uso de armamento nuclear en vez
de garrote? aún más, ¿no hacéis uso de retorcidas estrategias de
mercadotecnia para eliminar determinado competidor que os molesta
en vuestros planes? ¿No seguís necesitando de leyes y normativas
que os dicen qué hacer y qué no hacer y de no existir os
seguiríais masacrando unos a otros? ¿Que os diferencia pues, que
en vez de palo usáis armamento nuclear? ¡Cuanto de hombre
prehistórico aún veo en todos vosotros!
Sucede que no habéis comprendido la vida, vuestra inherente
maldad no os lo permite hacer. Ese círculo vicioso sobre el que
vais no os deja echar la mirada lejos, en línea recta. No os
confundáis, no sois mas evolucionados que aquel hombre
prehistórico. Si vuestra concepción de evolución se basa
únicamente en las leyes que habéis creado y vuestra capacidad de
atenerse a ellas, en la capacidad de comportaros en sociedad, en
haber desarrollado un lenguaje y un conjunto de buenas costumbres,
que de hecho se han vulnerando todas; si se basa en ser capaces de
seguir un protocolo y una fachada que os muestra como seres
cultos, inteligentes, educados, en un marco de hipocresía y
mentira, no veo pues diferencia alguna entre aquel hombre
prehistórico y vosotros. Si os desprendiérais de todo esto,
especialmente de toda ley y de todo castigo, que es lo único que
en vuestra cobardía aún respetáis, seguiríais matando al de al
lado a punta de garrote. Y lo que una vez más cabe preguntar es el
por qué lo que os anima es esencialmente a hacer el mal, dominar y
poseer al otro, sacar ventaja del otro, mentir y obtener
beneficio. ¿Es que acaso no podéis vivir en forma pacifica con
vuestro entorno, incluídos los demás? Es pues el marco social la
única forma que habéis encontrado de convivir con vuestro pequeño
hombre prehistórico. Pequeños hombres prehistóricos, los unos con
los otros, con uso controlado del garrote.
Debiera haber sido pues vuestra evolución una evolución del
espíritu, como para llamaros verdaderamente evolucionados en
relación a aquel hombre prehistórico. Un espíritu evolucionado, un
ser esencialmente benigno, bondadoso que no requiriese de ley ni

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normativa alguna que le dijera lo que debe hacer, lo que es
correcto e incorrecto, lo que daña y lo que no. Sería pues esa una
esencia benigna, opuesta a la que tenéis. Un ser elevado en sí
mismo, que no necesitaría otra cosa que perfeccionarse a sí mismo,
vencerse a sí mismo. Sería él pues su propia meta a superar. Mas
sucede que habéis fallado, todos vosotros habéis fallado. Era este
el único camino a seguir.

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VI

De la imperturbabilidad

¡Qué paradójica es vuestra vida, qué diferente que es a lo


que debiera ser, cuán vacío y absurdo es vuestro transitar en
ella. Debiérais estar aprovechando cada minuto de vida y sólo lo
desperdiciáis. No sabéis vivir, sois todos vosotros un accidente
de la naturaleza, un error. Habéis hecho un culto de lo erróneo, a
tal punto de necedad y ceguera que aún reconociendo que vivís
erróneamente, los que lográis hacerlo, seguís perpetuando el
error. Aún reconociendo el vacío de vuestra cotidianeidad, seguís
perpetuando ese vacío, no buscáis sin embargo daros vuelta sobre
vuestros pasos hacia una forma de vida anterior. ¿!Es que habéis
perdido ya el camino!? ¿Será que no hay pasos sobre los que volver
porque habéis borrado toda huella ya!? ¡Aún así os llamáis
felices, cuando el único modo de serlo sería regresar sobre
vuestros pasos!
Es tan erróneo e insatisfactorio vuestro inerte tránsito por
la vida, que la única forma en que encontráis alivio es en el
vicio, en la distracción, en el sinsentido de lo mundano. En esa
pérdida de tiempo sin sentido que os ofrece lo cotidiano, como
modo de alivio. Y hay quienes ni siquiera sienten esa
insatisfacción, hay quienes aparentan una felicidad y una plenitud
que no tienen. Sí, esos que prefieren ir arrastrándose por el
camino de lo cotidiano en vez de llevarse a sí mismos erguidos.
Esos gusanos con cuerpo de hombre, honorables señores hombres de
negocios, de fácil y estruendosa risotada y abultadas cuentas
bancarias; o bien esos profesionales ávidos de ambición y de
estatus social, orgullosos de ostentar agendas repletas de
reuniones y tareas. ¡Cuánta mas abultada la agenda más exitosa su
vida! No, vaya que no está mi Filosofía ni mi pensamiento
dirigidos a estos pequeños gusanillos con cuerpo de hombre. Está
dirigida, sin embargo, a esos pocos que os habéis parado en la
mitad de vuestras vidas a reflexionar sobre qué tierra firme
estábais parados, y que vísteis que lejos de tierra firme estábais
sobre arenas movedizas. Está dirigida a aquellos que un día os
detuvísteis para mirar lo hecho y lo que quedaba por hacer, y el
silencio del desolado paisaje os resultó aterrador. Sí, es para
vosotros que es paradójica la existencia, en tanto os cuestionáis
si queréis seguir dando pasos sobre arenas movedizas o si
necesitáis dar pasos seguros sobre tierra firme. Es para vosotros
que lo es, en tanto os debatís entre lo erróneo de todo lo
realizado, la sensación de pérdida del tiempo, el acumulado de
sueños truncados, la sensación de soledad e incomprensión y la
necesidad certera de cambio, de paso al costado. Para todos los
demás, la existencia es sólo un transportar su pequeña hoja al
hormiguero, cada día. Para ellos no hay sufrimiento, no hay
reflexión, no hay sensación de vacío. Tampoco tiene sensación de

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vacío alguna la hormiga mientras transporta su hoja al hormiguero,
más estos señores se olviden que pertenecen a otra especie. Ellos
sólo se hunden en esa enorme arena movediza de la que os hablo
hasta caer en su propio abismo. ¡Y vaya si irán en caída libre,
aferrados a su pequeña hoja!
Es paradójica, y aún más desconcertante para quienes habéis
dado ese paso al costado necesario de lo cotidiano, en búsqueda
del reencuentro con el ser, ya que habéis encontrado un sin fin de
interrogantes y desafíos. Sabed, de todas maneras, que os aliento
mil veces a ir por este arduo y solitario camino que a estar
rodeados de una enorme nada, a la que no pertenecéis. Vosotros,
los que no os cuestionáis bienestar alguno, ni devenir alguno en
vuestras vidas, os digo que no os cuestionáis nada de ello porque
simplemente no lo tenéis, estáis lejos de ello. No es en ese mundo
exterior del que sois parte donde lo hallaréis, aún en el remoto
caso que quisierais hallar algo. Nada de ese mundo inerte que
habéis creado, ante el que os postráis os podrá arrojar bienestar
genuino, mas lo hallaréis, quizás un poco, fuera de él, en
contraposición y disociación, porque os acercará a vosotros, a
vuestra esencia. Es en el reencuentro con el ser donde se halla,
quizás, un poco de imperturbabilidad y de sosiego.
Oh no, creedme que no os hablo de autoayuda alguna, ni de
seguir a locos mesiánicos, mercaderes de una Nueva era espiritual,
que se resume a veces tan simplemente en miraros en el espejo y
deciros que sois bonitos y que debéis sonreír cada día frente al
espejo. No es en el engaño de los libros de autoayuda donde
hallaréis la felicidad a través de esos párrafos infantiles, que
os hacen creer que la vida es bonita per-se, que cada mañana os
debéis despertar con una sonrisa en el rostro y que ese sol,
simplemente porque brilla en el firmamento es suficiente razón
para sentiros plenos y en paz. Como si la paz interior fuese algo
que no debiera buscarse, que simplemente deviene, como si un hada
mágica os tocara con una varita. ¿Qué clase de paz interior es una
paz interior que no se busca a lo largo de toda una vida? ¡No
quiero un sosiego que me deviene desde el más allá, que viene a
mi, que no tuve que salir a su encuentro! Eso es, pues la
autoayuda, eso es lo que os venden estos mercaderes de la nueva
era, estos auto-denominados sabios; cuentos de hadas para
desesperados. ¡Prefiero destruiros primero, destruir vuestras
estructuras, destruiros enteramente con mis palabras para
reconstruiros después! ¡Yo no os hago creer en un mundo fantástico
que existe al despertar cada mañana en el que las cosas suceden
simplemente porque sí, sino todo lo contrario! ¡Estos señores os
hacen creer que con ir a visitar un parque os llenaréis de
plenitud y goce, por el mero hecho de contemplar los arboles! Vaya
cantidad de basura que escriben esos señores escritores, cuyo
público son angustiadas señoras divorciadas de cincuenta años que
se encuentran desoladas sin saber para dónde ir. ¡Mas debiérais
alejarse vosotras de esos parques que pregonan estos de la nueva

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era y adentrarse en pensamientos que les aporten verdaderas
respuestas a sus tristezas!
¡Qué simple suena, comenzar la mañana con una sonrisa e ir a
visitar parques! ¡Como si la felicidad se recolectara en una bolsa
por el mero hecho de ir allí y llenarse de Sol y de naturaleza!
Claro que es gratificante hacerlo, pero no representa más que un
momento de armonía, no está allí la plenitud, ni hallaréis allí
respuesta alguna. ¿No se trata en parte la existencia humana de
hallar respuestas a vuestras preguntas y soluciones a vuestros
problemas? ¡No es vivir, esconder la cabeza bajo tierra como el
avestrúz cuando algo os agobia! ¡Es allí cuando más erguidos
debéis estar, con la frente en alto! ¡Es allí donde la vida os
pone a prueba para ver si os quebráis en dos como un palo o si
resistís!
¡Y si la serenidad estuviera en la sola contemplación del
árbol como pregonan estos textos de autoayuda, si fuera todo tan
simple y tan mágico como contemplar árboles y naturaleza para
alcanzar el sosiego, pues sed árbol entonces! ¡Sed parque entonces
y no caminantes del mismo! ¡Nunca leí texto de autoayuda alguno
decir que debíais ser árbol!
Sigue siendo el parque y la naturaleza, cuando se toma como
fin último, como respuesta a toda pregunta, como fuente única de
bienestar, nada mas que una vía de escape, al igual que cualquiera
de vuestros vicios. El problema no es el parque, ni el espejo, ni
el café de la mañana, ni deciros que sois bellos. El problema es
venderos que allí está el sosiego y la sabiduría. Sigue siendo ese
parque y ese espejo de mentiras, una forma diferente de seguir
metiendo la cabeza bajo tierra. Mas en ese difícil reencuentro con
el ser, en ese difícil y necesario paso al costado, en esa
necesaria disociación con todo lo mundano es donde, en efecto, se
halla, en parte, la imperturbabilidad y la sabiduría. Y qué
complejo es hacer esto, aún teniendo claro que es ese el camino,
el fin último de toda la existencia del hombre. Porque se debe
amalgamar, de alguna manera, esa búsqueda con un todo de tal
hostilidad, de tal agresividad y ruido y mundanidad, que no os
culparía si desistiéseis en el intento. Ese ruido enfermizo, real
y metafórico de cada mañana, que entra por vuestras ventanas,
vuestros televisores, vuestras radios, ese hormiguero que veis en
vuestras calles, reviste tal agresividad que resulta inmensamente
difícil convalidar ambos mundos, y aún más, salvaguardar siempre
el verdadero sentido del porqué os habéis despertado esa mañana.
Cuán difícil es pues, en estos tiempos de tanto ruido, la búsqueda
del silencio, la completa disociación con lo mundano. Porque
habréis de disociaros necesariamente inmersos en ese mundo,
habréis de llevar una suerte de vida paralela, a menos que os
fuerais todos a vivir al pie de las colinas, algo igual de utópico
como lo que os proponen los libros de autoayuda.
Allí tenéis pues, es ese el primer paso, necesario para el
reencuentro con el ser y la búsqueda del sosiego, blindaros ante

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ese mundo de hostilidad y aturdimiento que despierta junto a
vosotros cada mañana; lograr amalgamar ese mundo al que no
pertenecéis con vuestro nuevo y renacido ser, con vuestra nueva
realidad. Lograr, en suma, silenciar ese mundo exterior para
escucharos a vosotros mismos. Y debéis hacerlo, o jamás hallaréis
imperturbabilidad alguna. ¡Vaya si será difícil! Es esto mucho mas
difícil que ir meramente a un parque y llenarse del sol de la
mañana como os dicen los autores de la nueva era. Y ni hablar que
también os hablan de dios y de mensajes venidos de los cielos, que
vienen a daros paz; y os hablan de ángeles y arcángeles que vienen
a cuidaros desde el más allá de este mundo hostil. ¡Señores,
estáis mas solos y dejados de la mano de ese dios al que le rezáis
de lo que creéis, es hora que lo entendais!
De hecho, aún ajenos a ese mundo exterior, aún desprendidos
de ese esa cotidianeidad estéril os daréis cuenta de la sensación
amarga que habréis de tener, de su efecto residual. Y no vendrá
esta sensación amarga de la mano de la soledad en la que os
habréis de encontrar, en tanto nadie os seguirá en vuestro camino;
sino vendrá de la enorme frustración que conlleva amalgamar ese
nuevo ser renacido con ese cotidiano devenir, al que no se
pertenece, mas con el que se debe convivir, y que siempre habrá de
opacar, en su hostilidad, todo avance del espíritu. Y aún así, hay
que desear sentir esta sensación amarga porque es en ella donde se
transhumaniza el ser, donde renace en realidad nueva. Hay que
desear embarcarse en un camino de silencio interior, de descubrir
de nuevas capacidades y virtudes, de reflexión y debate
filosófico, de preguntas existenciales, de necesidad de ahondar en
nuevos porqués y nuevos para qués de la existencia humana. Hay que
desearlo y tener en cuenta que siempre lo mundano habrá de seducir
con su falsa sensación de plenitud en lo material, su hipocresía,
su inmediatez, su tecnología, su globalización. ¡Y yo os digo
señores, que habéis ya aprendido lo suficientemente bien y lleváis
el suficiente tiempo ya transportando hojas a vuestro pequeño
hormiguero, es hora de adentraros en cosas más interesantes!
Pero sí, es amarga la experiencia y enormemente difícil
amalgamar vuestro ser con una realidad a la que no se pertenece.
Es amarga porque en vuestra soledad, en vuestro silencio,
hallaréis frustración, resabios, de todo lo vivido, del tiempo
perdido. Hablé de blindaros ante el mundo exterior, mas debéis
saber que es ardua la tarea. Arduo blindarse, desasociarse de lo
mundano, arduo convivir en dos realidades a la vez y arduo mirar
hacia dentro y reconocer todo el daño que esto os causa. Pero vale
la pena intentarlo, es el sosiego, el verdadero sosiego, el
reencuentro en el silencio con vuestro ser lo que está en juego.
¿Cómo no intentarlo? Es ese, vuestro pequeño ser, ensordecido y
aturdido lo que está detrás de este sufrir.
¡Vaya, como para que estos textos de falsos profetas vengan a
deciros que para alcanzar el bienestar basta solo con mimaros un
poco cada día y tomaros una taza de café con vosotros mismos! ¡Que

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engaño colosal ese de la nueva era y del nuevo despertar
espiritual! ¡Nunca estuvisteis más dormidos que en este absurdo
tiempo presente que habéis creado, no me habléis de renacimiento
espiritual ni de Nueva era ni de éxtasis espiritual alguno, ni de
parques de felicidad!
Atravesad consistente y tenazmente toda esa miseria que os he
descrito, arrojaros en vuestro nuevo ser renacido, destruid toda
concepción idealizada de felicidad, potenciad vuestras habilidades
intelectuales y artísticas, buscad siempre el camino más arduo, el
menos simple, y por sobre todas las cosas, aprended a estar en
silencio en vuestro propio pellejo y allí sí, estaréis apenas más
cerca de la verdadera imperturbabilidad. ¡Pero hasta entonces no
quiero oíros hablar de sosiego ni de parques ni de éxtasis
espiritual en la nueva oportunidad de despertar cada día!
Es que os rodea un entorno de distracción, de superposición
de tareas, de agobio, deliberadamente creado con el fin de
alejaros del verdadero propósito de la esencia humana, de la
búsqueda del sosiego y del ser. Un entorno creado por un poder
político y económico que os necesita alejados de vosotros mismos.
Vosotros, con vuestra indulgencia, admitís y convalidáis, o bien
no cuestionáis, inmersos en ese marco de individualidad que
pareciera protegeros más no os protege de nada. En esa necesaria
interrelación que hacéis entre lo cotidiano, lo familiar, en
definitiva lo social, y vuestro ser, el reencuentro con lo
inmanente a vosotros, queda completamente relegado. Esa
interrelación sólo favorece un lado de la balanza. Y sólo podrá
estarse cerca de lo esencial alejado de toda distracción y de todo
contacto con lo mundano, exactamente lo opuesto a lo que hacéis.
Es por eso que el final del día os encuentra con un sinsentido de
pequeñas acciones realizadas, por lo general exhaustos, aturdidos,
con problemas de sueño o bien necesitando vicios para dar un poco
de contento. No os quejéis, al fin y al cabo habéis aceptado este
paradigma de vida, habéis contribuído a que se perpetúe. Y os
recuerdo, todo aquello que no implique la búsqueda del silencio y
del reencuentro con el ser, con todas las transformaciones que
esto implica, es en vano hacerlo, os aleja de todo sosiego.
Es que en ese silencio es que nace la idea brillante, el gran
invento. Es que en ese silencio nace el estribillo de esa gran
canción, el concepto de ese gran libro. Es que en ese silencio
nace el gran proyecto político, la reflexión del juez para juzgar
correctamente. ¡Y cuando os hablo de silencio no os hablo de estar
en real silencio en una habitación, sino a que os falta silencio
en vuestro incesante exceso de ruido interior! Por esto, si os
rodea la distracción y os ahoga el ruido ¿cómo encontrar ese
silencio, si hasta para tener silencio debéis pedir permiso a
propios y ajenos? Algo que pareciese tan sencillo como estar en
silencio, es en esta sociedad actual, una utopía. Hasta que no
comprendáis, globalmente, que lo mejor de vosotros mismos se
encuentra en vuestra paz y serenidad, en vuestro silencio, en la

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0
profundidad de vuestro ser, de hecho, en vuestra soledad, y que no
les hallaréis en el sinsentido de lo cotidiano, en su frenesí de
consumo, que no les hallaréis en definitiva en el ruido de lo
cotidiano, no habréis de volver a hacer nada de valor en vuestro
tiempo, nada que trascienda. Especialmente en lo artístico, en
tanto es esto clara muestra de lo inmanente a vosotros, lo que
tenéis en verdad de valor para ofrecer. ¡Y si el arte que creáis
hoy, en todas sus facetas, es lo máximo que podéis dar, prefiero
pararme frente a una pila de bosta de caballo que ante su forma y
su olor me gratifico más que ante vuestro arte contemporáneo!
¡Paradme frente a bosta de caballo y alejadme de vuestra música,
de vuestro cine, de vuestros libros, de vuestra televisión, porque
habré de regocijarme más en su olor nauseabundo, sin ninguna duda,
que ante vuestras expresiones de arte contemporáneas!
¡No, tampoco os satisface a vosotros vuestro arte repugnante,
ni siquiera os contenta, hasta os aburrís de un mes para el
siguiente de lo intrascendente penoso, paupérrimo que es! Más yo
sigo escuchando a Chopin y a Mozart y no me he aburrido. Ni muchos
otros que como yo les escuchan. Mas yo sigo leyendo autores,
incluso de la edad media, y tampoco me he aburrido, en tanto lo
que escribieron tuvo el valor de haber quedado inmortalizado en la
historia. ¿Acaso quedará vuestro arte contemporáneo en la historia
cuando ni siquiera es recordado de un año para el siguiente?
Y no podéis crear ese arte imperecedero porque sois vosotros
quienes carecéis de profundidad y de valor, porque os rodea la
distracción y el ruido, porque vosotros mismos estáis hechos de
ruido. Sí, vosotros, artistas contemporáneos, en vuestras
mansiones, en vuestro lujo, ajenos a los problemas cotidianos.
Porque también habéis contribuído en vuestra carrera por el dinero
al aturdimiento social que os entra a vosotros mismos por vuestras
ventanas con marcos de oro ¡Ni aún en vuestras mansiones estáis a
salvo de ese monstruo de decadencia que habéis contribuído a
crear! Y como artistas, muchos de vosotros habéis fallado en el
verdadero fin de hacer arte, cualquiera sea este, que es elevar el
ser. Con vuestro arte aberrante, banal y superfluo, que promueve
la promiscuidad, la violencia, la infidelidad, la fiesta y la
fanfarria habéis fallado miserablemente en esto. Habéis sido
irresponsables en el uso de vuestro arte, y lo habéis hecho
seducidos por el dinero que obtenéis de ese mundo, que os entra a
través de vuestras ventanas y que ostentáis en vuestros anillos de
oro. De hecho, aunque quisierais hacer otra cosa no podríais, no
sois capaces porque no tenéis profundidad, estáis deteriorados y
aturdidos como ese mundo exterior todo al que va dirigido vuestro
arte. Sois parte constitutiva del problema, ni cerca, la solución.
Y es necesario detenerse en el tema de la distracción una vez
más, en tanto reviste tal gravedad que no parece os deis cuenta
aún. La hostilidad que os rodea es plena, es inmensa; el
ensordecedor ruido de las ciudades, la invasión tecnológica de
estos últimos tiempos, la superposición y multiplicidad de tareas,

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1
la espiral de consumo en ascenso, en fin, el devenir de lo
cotidiano en pleno, que no puede generar otra cosa que un estado
emocional de alerta permanente, un absoluto debilitamiento del
sistema nervioso, sensaciones de irritabilidad e intolerancia por
nombrar sólo algunas, un alejamiento de la esencia del individuo.
En suma, el alejamiento de toda forma de sosiego posible, tal como
definíamos antes. Debéis girar ya sobre vuestros pasos,
globalmente, como humanidad y marchar hacia atrás, en tanto aún
podáis. Debéis revertir el error al que os han conducido estos
nuevos tiempos. Los justificativos del por qué seguir en lo que
estáis ya no son válidos ni hasta para vosotros mismos, ya no os
satisfacen vuestras agendas de diez horas al día de trabajo, en la
oficina, en vuestros móviles. Ya habéis visto que os agota, que os
desmoraliza. Ya estáis empezando a tomar conciencia que un buen
día habrán pasado treinta años y que al mirar hacia atrás, todo lo
hecho habrá sido una enorme sucesión de pequeñas acciones, con el
mero fin de sobrevivir a lo cotidiano. Mas no debéis sobrevivir,
debéis ir erguidos por la vida, no debatiéndoos entre lo que
quisierais hacer y lo que no, no debe ser el día a día una suma de
angustias y preocupaciones, no debéis seguir ese paradigma. Debéis
dar ese necesario paso al costado, como humanidad, para iniciar el
verdadero proceso de transhumanización. Y lo haréis cuando toméis
conciencia de que vuestra vida es un devenir de minutos sin razón,
que no os hace felices, que os aleja de vuestro ser, porque allí
veréis que el tiempo es finito. Y es especialmente vuestro ser de
quién jamás deberíais alejaros, pues una vida alejada de vuestro
ser es una en pos de voluntades ajenas. Debéis pues reencontraros
con vuestro ser, y escucharle.
Es que debéis trascenderos a vosotros mismos, debéis ahondar
en vuestro ser, debéis aprovechar el tiempo, debéis ser dignos de
vosotros mismos, debéis saber estar con vosotros mismos. Debéis
dejar de llevar una vida de insecto. Y la lleváis cuando sólo
cumplís con obligaciones que no os interesan, cuando lo cotidiano
se convierte en un cúmulo de responsabilidades que deben ser
hechas porque “es lo correcto”. Debéis trascender pues esa
pequeñez de vida de insecto que lleváis y comenzar a erguiros,
comenzar a dejar de arrastraros a través de lo cotidiano como lo
hacéis. Os han dicho muchas cosas sobre la felicidad, por ejemplo
os han dicho que consiste en formar una familia y tener hijos; os
han dicho que la felicidad se basa en la realización profesional,
en tener sueños y cumplirlos, quizás, os han dicho que la
felicidad está en el dinero y en el confort. Os han dicho quizás
muchas cosas sobre la felicidad ¿Mas si tenéis todo esto por qué
os sentís tan tristes y vacíos, todos vosotros? ¿Por qué es que
nada pareciese tener sentido? ¿Os agobia la plenitud acaso? ¿O es
que ese paradigma de felicidad del que os han hablado es una gran
charada? Sabe el insecto que ha de recorrer kilómetros
arrastrándose a través de los restos y de la basura buscando algo
de alimento para sí y los suyos ¿Qué os diferencia pues a vosotros

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2
de estos? ¡Sois igualmente aplastados como estos, por enormes pies
invisibles!
Y cuando os hablo de saber estar con vosotros mismos es
porque es ese silencio el que os muestra lo que realmente sois, lo
que realmente necesitáis hacer ¡No os lo dice, os lo grita, os lo
pide por favor! ¡Aunque conozco muchos de vosotros que habéis
quedado espantados de lo que oísteis! ¡Y habéis vuelto al refugio
del estruendo de lo cotidiano porque lo que oísteis os lleno de
horror! ¡Cobardes, marionetas! Sois vosotros más pequeños que esos
insectos. No soportáis escucharos a vosotros mismos deciros que
debéis tomar otro camino, que lo que hacéis esta destinado al
fracaso; tal cosa os aterra. Algunos de vosotros estáis aterrados
de saber que tenéis siquiera algo que deciros. Eso os saca de
vuestra zona de confort. Yo os digo que nada que no provenga de
ese reencuentro con el ser, de la comunión en soledad con este
será capaz de arrojar indicio de sosiego alguno. Hay indicios de
sosiego en ese aire fresco de la caminata solitaria, en la
reflexión de lo vivido, en ese apreciar los encantos de la
naturaleza, en la seguridad de los retos venideros, en las metas a
superar; en la solidez de las batallas vencidas, en la certeza de
vencer aquellas que habrán de venir. Mas, así de simple como
parece, os resulta a mas de uno de vosotros algo imposible hasta
de imaginar, una vida así, libre como el viento. Vuestra libertad
se basa en la total carencia de ésta. Vuestro sosiego lo
encontráis en el agobio de lo cotidiano, en el estruendo de
vuestras sociedades, en vuestra tecnología. En vuestro dios, en
vuestros libros de auto-ayuda y en vuestros somníferos. ¡Debiérais
sentir lástima de vosotros mismos de necesitar muletas para que
vuestro espíritu pueda, quizás caminar apenas un poco más erguido!
¡Y si os lastiman mis palabras, bienvenidas sean cada una de
ellas en tanto os dan de cachetadas y os golpean y os ponen de
rodillas en el suelo! Y no frente a mí, sino ante vosotros mismos.
Os lo dije antes, prefiero destruiros primero para reconstruiros
después. Sólo regresando a la nada que sois y de la que venís
podréis haceros de nuevo, superando vuestras limitaciones,
escuchando vuestros perros salvajes (4). No, no os ayudo dándoos
caricias, os ayudo a golpes, porque es así como se forja el alma
noble.
Tomad como ejemplo a los animales. Veréis el pleno dominio
que tienen de sí mismos, su inmanente libertad. Ved por ejemplo
cómo no se denigran ante obligación alguna, ni pesar alguno; ellos
sólo demandan, piden ser complacidos. Mas ¿quién os complace a
vosotros? Vosotros sólo complacéis a quién os paga por hacerlo.
Diréis “¡Es que son animales, no tienen uso de la razón, no deben
ganarse el pan!”. Y yo os digo “¿Justifica acaso, ganarse el pan
de cada día, hacer lo contrario a lo que quisierais hacer?” Aún
los animales de la calle son más libres que cualquiera de vosotros
4. Refiere a la célebre frase de F. Nietzsche (1844 – 1900) – “Si quieres volverte
sabio, primero tendrás que escuchar a los perros salvajes que ladran en tu sótano”

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3
encerrados en vuestras lujosas oficinas y apartamentos, aún
teniendo éstos que comer de la basura. ¡¿Y qué creéis que coméis
vosotros?! Cada mañana los animales que han vivido en mi casa han
buscado únicamente su placer, su rayo de sol a través de la
ventana, su cazuela de comida, sus caricias. Mas ¿quién os
acaricia a vosotros? ¡Pero de qué os hablo desgraciados, si habéis
construido alrededor vuestro un enfermizo entramado que sólo os da
palos en el lomo cada día que os levantáis! ¡Qué sabéis vosotros
de placeres si hasta eso os lo habéis reprimido en el nombre de
sacrificios inútiles! Y hasta os enseñan de pequeños a ser
serviles frente a esto, si seréis ovejas de rebaño. ¿Quién de
vosotros puede decir, ufano, que hace de sus días únicamente lo
que quiere, lo que le da placer? ¡Ninguno! ¿No debiera ser esto
acaso lo natural? Mas no, mis animales no han estado obligados a
buscarse su comida a costa de pasar la mayor parte de su vida en
el intento, como hacéis vosotros. Por el contrario, los he visto
en su serenidad disfrutar de cada minuto de sol que este les
ofrecía en su derroche de bondad. ¡Y no vi a ninguno de ellos
negándose de hacer lo que les viniera en gana en la pequeñez de su
existencia! ¿Acaso no sois acaso vosotros igualmente pequeños e
insignificantes? ¡Mas os mirábamos ellos y yo por esa misma
ventana a todos vosotros correr frenéticamente a vuestros autos,
yendo y viniendo como imbéciles, enfermando y muriendo, negándoos
a ese pequeño rayo de sol, a esa serenidad que a mis animales y a
mi os entraba por la misma ventana! Es verdad, yo no soy un
animal, mas disfruto del mismo rayo de sol que ellos. Sé de que
lado del vidrio quiero estar.
Esa suerte de puesta en escena de la que sois protagonistas,
ha convertido vuestra cotidianeidad en algo que os consume, que os
extingue hasta las mismas ganas de vivir ¡Mas yo, yo sí me
excluyo, ufano, jactancioso de vuestra penosa puesta en escena!
¡Yo, ese que se para delante de todos vosotros y os dice que vivís
vidas que no os pertenecen! Marionetas de una obra de teatro de un
guión que ni siquiera habéis escrito vosotros. Eso sois, una
marioneta sin vida, cuyos movimientos son articulados por una
suerte de titiritero. Infelices, todos vosotros ¿cuándo tomaréis
valor y cortaréis los hilos que os hacen bailar esa danza febril
que bailáis?
Esa danza macabra que os aleja de alcanzar sosiego y
plenitud, si es que tal cosa es aún una posible para vosotros.
Definir la felicidad resultaría ciertamente difícil en el marco de
la miserable existencia humana, por lo que definir lo contrario
parecería ser lo mas adecuado. Definamos pues infelicidad como
todo aquello contrario de atravesar consistente y tenazmente
vuestra miserable experiencia humana; de echar la mirada en
vuestro interior, de alejaros del materialismo que os rodea, de
potenciar y desarrollar vuestras habilidades intelectuales y
artísticas, de buscar siempre el camino más arduo y por el
contrario abandonarse en facilismos, y especialmente de estar en

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4
paz en vuestro propio pellejo. Toda acción contraria a ello no os
acercará jamás a estado de imperturbabilidad, sosiego algunos.
Vaya si será difícil esto, mas es igualmente difícil para
aquellos que lo habéis logrado, en el regocijo de vuestras
batallas vencidas, en la plena certeza de haber aprendido a
escuchar vuestros perros salvajes y de haberles silenciado
finalmente. Aquellos que sí sabemos apreciar ese rayo de sol que
entra en nuestras vidas, ese silencio, esa imperturbabilidad que
llega para quedarse en tanto nuestro tiempo es nuestro y no es de
nadie más. Mas es difícil, en tanto existe un todo alrededor
deliberadamente creado para atentar, destruir, socavar ese
silencio, esa paz, esa evolución inmanente al ser espiritual. Es
difícil porque tal estado del ser me condiciona a aspirar a
estadios cada vez más altos de conciencia, y debe coexistir mi
serenidad en ese todo enfermizo que habéis creado vosotros. Esa
realidad tan inhóspita, sombría, oscura en la que os gusta vivir a
vosotros y en la que me habéis arrastrado a arrastrarme. Sois
vosotros culpables y a la vez el fin último de cada una de mis
palabras, que busca salvaros. ¡Aunque os detesto, os busco salvar,
si es que tal cosa es aún posible! Cargo con la cruz de los
pesares de toda la humanidad. Cargo con la responsabilidad de
abriros nuevos caminos en tanto ya los he explorado y no os puedo
privar de mi conocimiento. ¡Ha de ser pues mi sendero vuestro
sendero! Pero vaya, si será agotadora la tarea, más de una vez me
encuentro devastado, al costado del camino, observando como
transcurre vuestro tiempo presente, que pareciese a veces
aplastarme en su derroche de imbecilidad y sinsentido. ¡Mientras
vosotros me habéis condenado yo busco salvaros, en una suerte de
paroxismo de lo absurdo! Me habéis condenado a desarrollar mi
Filosofía y mi pensar en el marco de un mundo vacío y decadente,
moribundo, y aunque no participo de su juego enfermo, existo en
él. Y ha nacido esta por vuestra culpa. Debe coexistir mi
espiritualidad, mi existencialismo y la certeza del sinsentido
todo del existir humano en un presente de absoluta banalidad, de
estruendo, de distracciones innumerables. ¿Imagináis acaso lo
difícil que supone existir en planos tan distantes como el mío y
el vuestro, a la vez? ¡Cómo librarme de todos vosotros si veo
vuestros rostros todos los días! ¿No debería acaso buscar
destruiros y encerrarme en mi soledad? Mas no, busco salvaros. Ha
de ser lograr adentraros en una nueva realidad vuestro fin último.
¡Y veros a todos vosotros marchar en ella, el mío! Vosotros, que
me habéis condenado, seréis a la vez quienes me liberéis al
hacerlo. Quizás, sólo así, me sienta menos sólo. ¡Quizás no es tan
altruista lo que persigo, quizás exista un dejo de egoísmo! Quizás
algo de vuestra mezquindad, aún me quede.
Y debo deciros, aunque no quisiera hacerlo, que no podréis
pretender alcanzar sosiego alguno, siquiera mínimamente, si no os
alejáis enteramente de vuestras pasiones y deseos. Y digo que no
quisiera hacerlo porque alejaros de toda emoción no os será tarea

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5
sencilla. Es sólo a base de sufrir esa angustia que duele como
dagas clavadas en el corazón que lograréis comprender la
importancia de lo que os digo. Ya epicúreos y estóicos (5)
propusieron este alejamiento de los deseos, algo que denominaron
ataraxia, la disposición del ánimo que lleva al sujeto a disminuir
la intensidad de sus pasiones y deseos, lo que conduce a una
serenidad e imperturbabilidad del mismo. ¡Vaya si será difícil
alcanzar esta disociación con las emociones humanas y sus absurdos
caprichos y vaivenes! Mas no podréis siquiera pretender alcanzar
felicidad alguna sin hundiros enteramente en alcanzar este estado.
Todo acto contrario a la búsqueda de la ataraxia os alejará de la
verdadera imperturbabilidad y os adentrará en el infierno de las
emociones y su nefasto reinado. Son pues las emociones el infierno
del alma, su prisión, su verdugo inefable. ¡Mas cerca estará una
roca de alcanzar la felicidad que cualquiera de vosotros si os
seguís conduciendo por vuestras emociones!
Y cuando os hablo de alejaros de pasiones y deseos no me
refiero únicamente a la disociación con lo cotidiano, a ese
alejamiento de lo material y de lo superfluo. Me refiero a la
labor de alejaros del plano emocional en su totalidad, me refiero
a no sentir ya nada más, a haceros inmunes a sentir, inmunes a lo
emocional; ya no más sentir alegría o tristeza, ni amor ni
desamor; ni angustia ni alegría, ni ira ni serenidad. Existirá
pues esta como un estado permanente de ese ser que es capaz de
alejarse de toda emoción. Es en este estado de imposibilidad de
sentir donde el ser encuentra la imperturbabilidad y por ende el
sosiego del espíritu; es allí cuando deja de ser títere para
convertirse en amo de su tiempo. Podría daros muchos ejemplos,
pero indudablemente existe una emoción humana, tanto en lo volátil
de su presencia como en la desolación de su ausencia, capaz de
sumergir la existencia en un dolor indecible. Es el amor de lo que
os hablo, ese que se presenta con su derroche de éxtasis, de
felicidad y pasión desenfrenada, mas esconde su verdadera
naturaleza escurridiza; ese amor, que desde el día que le deis
cabida vendrá con fecha de caducidad para abandonaros y dejaros
vacíos en algún momento, con el alma hecha un nudo ¡Y no me
refiero a la ausencia del ser amado, no me refiero a un abandono
real del ser amado! ¡Si es esto terrible es aún peor si os dejase
en compañía de un ser que de pronto se deja de amar! ¡Y no sois
vosotros quienes decidís esto, mas es ese efímero amor que decide
por vosotros, como toda emoción humana, que os deja enterrados en
la miseria de su ausencia! Os dejará en presencia de un ser que ya
no se ama y no hay mas horror que despertar cada día con esa

5. En la Filosofía clásica el escepticismo es una corriente filosófica cuya base es la


duda, representada en la escuela de “Skeptikoi”, de quienes se decía que "no afirmaban
nada, sólo opinaban". El estoicismo fue la última escuela de la Filosofía griega en ser
fundada, la cual continuó existiendo hasta el año 529 D.C. cuando el emperador Justiniano
clausura la Escuela de Atenas.

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6
sensación. Porque para amar necesitáis del amor y no podréis
hacerlo si este decidió abandonaros. Y os llevará ese vacío a una
desesperada búsqueda de un nuevo amor, mas no otro ser a quien
amar sino al reencuentro con esa sensación de felicidad que alguna
vez tuvisteis, que no comprendéis por qué se os fue, que de hecho
habrá de trascender al nuevo ser que encontréis. Es en suma, ese
embrujo, ese éxtasis con el que envuelve todo lo que toca lo que
extrañáis, esa sensación de extrema, aunque efímera, felicidad, de
deseo carnal, de renovada pasión ¡Vaya, cómo no extrañarte amor si
eres lo único que le imprime color al gris nauseabundo de la
existencia! Mas terminaréis una y otra vez girando en su carrusel
de engaño. ¡Amor, maldito seas amor! Tú sólo te amas a tí mismo.
Es pues el amor el sentimiento que más dolor y confusión
puede causar en el existir humano, y aquellos de vosotros que
habéis sido abandonados por el amor, dejados en presencia de un
ser que ya no amáis sólo os queda haceros inmunes a su ausencia. Y
aquellos que aún no habéis amado os digo firmemente: no lo
busquéis o habréis de sufrir hasta el fin de vuestros días ¡Si
habéis de sufrir de algo que sea de soledad no de un amor que
decidió dejaros! Siempre os dejará, es esa su naturaleza.
Es por tanto necesario que aprendáis, no sólo a disminuir
vuestros deseos y pasiones, sino a alejaros de toda emoción, o
habréis de ser almas en pena. Es la existencia humana una
experiencia dolorosa, es el existir humano un permanente sufrir,
envuelto en la nebulosa de las emociones que todo lo condena y
reduce a la angustia, aún esas emociones que se perfilan al
comienzo como las más bellas, hermosas, plenas, eternas. Es pues
lo descrito la esencia del existir humano, y en esa esencia no
está dada por cierta la existencia de felicidad alguna, mas todo
lo contrario. Está en vosotros alejaros de toda emoción en busca
de la ataraxia o seguir siendo almas en pena el resto de vuestros
días.

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7
VII

Del simbolismo de dios

Dicen que la fe mueve montañas, mas yo os digo que jamás he


visto montaña alguna moverse a raíz de la fe de ningún hombre. Es
a partir de la fe, de la fe en ese algo superior que supuestamente
os gobierna, un algo en el que queréis creer desesperadamente y al
que le asignáis poderes omniscientes en los que se fundamenta
vuestra plegaria, vuestra confianza, vuestro deseo de que vuestra
miseria desaparezca. Esa fe ciega, esa fe fanática incubada en la
mente del religioso es, sin embargo, la que logra que las cosas
sucedan, es esa autosugestión que ocurre durante el acto de fe,
durante la plegaria la que lo logra. ¡Pero os atrae mas atribuirle
poderes sobrenaturales a un dios inexistente que darle crédito al
poder de vuestra mente! Y a ese símbolo del que es objeto vuestra
plegaria le llamáis dios. Y ante ese dios os inclináis, le
agradecéis y le teméis. ¿!Tendría el mismo sentido vuestra
plegaria si tomaseis conciencia real de que no existe destinatario
omnipotente alguno que todo lo ve y todo lo sabe!? ¿Creeríais en
un más allá si no os hubiesen vendido las religiones la existencia
de un ser todopoderoso, omnisciente y omnipotente, capaz de sanar
vuestra miseria? ¿Y si yo os dijera que vuestro dios es meramente
un símbolo, un símbolo que cobra fuerza en el infortunio y en la
desesperanza y que es plenamente olvidado en la prosperidad?
Conocí muchos ateos que durante sus buenas épocas se jactaban
ufanamente de serlo; mas se convirtieron de pronto en nuevos y
buenos cristianos, un buen día, a raíz de su miseria, siendo
conscientes de su vida vacía y sin fundamento. Sucede que
necesitáis creer; necesitáis creer porque hay mucho de debilidad y
miseria en cada uno de vosotros; hay un enorme rechazo a afrontar
la miseria interior con medios humanos. Siempre es mas atrayente
transitar el camino infantil de la divinidad.
¿No es acaso la plegaria un diálogo con uno mismo? ¡¿Alguno
de vosotros habéis tenido una respuesta audible, visible, concreta
en relación a alguna de las tantas veces que habéis rezado?! Me
diréis que la plegaria es un acto de fe, una humilde forma de
hacer llegar vuestro dolor o vuestro agradecimiento a un ser
celestial lleno de bondades, al que por cierto nunca habéis visto.
Mas yo os digo que vuestra plegaria no es mas que un diálogo con
vosotros mismos, un acto de sugestión, una suerte de ceguera, de
auto-convencimiento. Ocurre como cuando os dan un placebo; hacedle
creer a álguien que tiene una migraña, que la pastilla que le dais
le habrá de quitar su dolor y la pastilla se lo quitará, aún
cuando sea un terrón de azúcar lo que le estéis dando. Es sin
embargo su mente la que le quita finalmente el dolor, no el terrón
de azúcar. ¡¿Desde cuando un terrón de azúcar quitó dolor alguno!?
Aspirar a respuestas desde un más allá inexistente le asigna a esa
visión un poder inimaginable por el mero hecho de que no puede ser

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8
visto; quedar en esa espera de soluciones celestiales ante
vuestros problemas terrenales, es esto lo que desencadena un
mecanismo de sugestión y esperanza tales, que es lo que termina
haciendo aparecer respuestas y soluciones; mas es vuestra mente la
que las materializa, vuestra fortaleza, vuestro enfoque, vuestra
obsesión. ¡Deberíais pues dejar de tomar placebos! Ese dios al que
le rezáis es un símbolo, una imágen necesaria que construye
vuestra mente, la que inicia ese proceso de auto-convencimiento al
que denomináis fe. Lo cierto es que no existe la fe, ni es la
plegaria algo más allá de un auto convencimiento, de un camino
hacia vuestro interior inexplorado; es a vosotros a quienes os
dirigís cuando rezáis, no a dios ni ángel alguno. Dios no existe,
es solo un símbolo. Es menester que lo comprendáis para liberaros
de ataduras y de paradigmas erróneos. ¡La verdad os hará libres
dice la biblia! Mas la verdad es comprender que quien os dijo eso
es un personaje de un libro plagado de mentiras y escrito por
fanáticos e ignorantes hace dos mil años, que, por citar un
ejemplo, vieron reflejada en objetos de metal en el aire la
“gloria de Dios”.
Y diréis: ¿! Y cuando dios me acerca su respuesta, cuando
dios cumple lo que mi fe ansía, cuando dios cura mi enfermedad
tampoco existe?! Por supuesto que no, sois vosotros quienes
termináis cumpliendo aquello que pedís, sois vosotros quienes
finalmente os curáis, sois vosotros quienes decidís amaros en vez
de detestaros. Sois vosotros vuestro propio dios, vuestro propio
santo, vuestro propio ángel y vuestro propio demonio, no las
estampas a las que les rezáis. ¡¿Cuando vais a terminar de
comprenderlo!? ¡Es en el cumplimiento de su acto de fe donde
ocurren los verdaderos actos de divinidad, porque sois vosotros
vuestra divinidad, vuestro santo y vuestro ángel, metafóricamente
hablando. No busquéis seres invisibles en el cielo, mas busquéis
espíritu de donde asirse dentro de vosotros mismos. No busquéis en
el cielo otra cosa que firmamento y estrellas. La fe desencadena
un proceso de autosugestión y autoconvencimiento, y a dicha
cualidad de vuestra mente es que le llamáis dios, en vuestra
grandiosa ignorancia. Es en el acto de fe y de autoconvencimiento
en el que se materializan las respuestas a vuestra congoja, en el
que finalmente os conectáis con vuestro ser interior, vuestra
conciencia y energía, quien es la que finalmente materializa
vuestro acto pedido. Sois mente y espíritu, es vuestra proyección
energética la que modifica vuestro entorno y la que lo moldea de
acuerdo a la fuerza de vuestra energía y de vuestro pensar. Sois,
finalmente, vosotros quienes atraéis todo mal y todo bien a
vuestra existencia, quienes revertís energías oscuras en luz,
quienes arrojáis miseria y dolor y no paz sobre vuestro ser, o lo
inverso. Y si os conectáis con vosotros mismos a través de la fe,
si sois vosotros mismos vuestro ser a conocer y superar ¿porque no
acercaros a él sin hacer uso de la falacia de dios? ¿Por qué
habéis de inventar mitos fantásticos y cuentos de hadas? ¿!Si

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9
tuvierais la certeza científica de que dios no existe, seguiríais
creyendo en esa divinidad, aquellos de vosotros cuya fe es hoy
inquebrantable?! ¿No será que vuestra fe es una fe que pende de un
hilo y de la que siempre habéis dudado!? Yo os digo que seguir
creyendo en algo teniendo ante sí pruebas irrefutables de su
inexistencia es digno de fanáticos y de estúpidos. ¡Y vaya si
habrá fanáticos y estúpidos en toda secta y religión, desde el
budismo al cristianismo y todos sus derivados! ¡Y si cada una de
estas palabras os hacen dudar, si os molesta mi discurso
implacable, si vuestra fe tambalea ante mi razón aplastante es que
vuestra fe no es tal! Solo necesitábais de álguien que os
desnudara y os mostrara tal como sois, frente al espejo de vuestra
propia mentira. Ese soy yo, ese que prefiere destruiros para
reconstruiros después.
Comprendo que es reconfortante pensar que existe un padre
celestial que os ama y os cuida, comprendo que brindaría un
sentido de protección y de cuidado frente a la miseria de lo
cotidiano; comprendo que la vida puede resultar vacía si se decide
ignorar a dios, si se rechaza a dios. ¡Pero más vale quedarse
vacío como una pasa de uva seca a estar colmado de falacias y
fantasías infantiles, de dioses, ángeles, santos y arcángeles
inexistentes! ¡Siempre se va a estar mas cerca de la verdad
partiendo del más mínimo absoluto e incorporando únicamente
elementos de los que podamos dar plena fe de su existencia,
elementos que podamos dominar y superar; siempre va a ser ese el
camino correcto, el que os va a acercar al dominio de vuestras
emociones, de vuestro ser y pensamiento! Sucede que el ser humano
flaquea, es débil, torpe, infantil, maleable como la arcilla y os
resulta mucho mas sencillo esperar que otros se hagan cargo de
vuestra miseria antes que extirparla por vosotros mismos! Allí, en
ese contexto de debilidad y con la ayuda de la religión es donde
se da vida a la inmensa fantasía de dios. Es la religión quién
dibuja a dios en su discurso, no la existencia cabal de este la
que lleva a crear una religión que le adore. Y os dice la religión
que si ayudáis al prójimo estaréis mas cerca de dios. Y os dice
también que si hacéis el bien entraréis en el reino de los cielos.
Y también os dice la religión que debéis dar vuestro diezmo y
colaborar con la causa que esta predica. Y digo yo ¡¿en que
momento os da poder alguno la religión, en que momento os hace
sentir como los verdaderos dueños de vuestro destino y de vuestro
accionar?! ¡De hacerlo no existirían las religiones, toda
religión se basa en la manipulación psicológica, la ignorancia y
la debilidad de sus fieles! ¿Cuándo la religión os muestra un
camino de autonomía y de libre albedrío, cuando os libra del miedo
si os amenaza permanentemente con el miedo de que hacer algo fuera
de las leyes de esta y en contra de dios os condenará al
infierno!? ¿!Os ama acaso una religión y un dios que os dice que
si pecáis no os dejará entrar en su casa y os enterrará en una
fosa del infierno!? Y yo os digo ¿ya no es suficiente infierno no

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poder ser libres en vuestro accionar diario y sentiros
coaccionados permanentemente por ese paradigma del bien y del mal
que pregona ese dios y su iglesia¡? ¿Acaso ese dios de la iglesia
es siempre bueno y justo, acaso ese dios protege a sus siervos de
una muerte injusta y dolorosa!? ¿!Y quien juzga a ese dios que
tanto se equivoca!? ¿Acaso un padre os amaría si os cerrara la
puerta de su casa porque habéis cometido un error?! ¿Y no son sólo
meros mortales quienes predican la mentira de la palabra de dios
en iglesias y templos? ¿Por qué habéis de atribuirle poderes
supremos a otro hombre, que dice ser mensajero de dios, cuando
probablemente sea ese hombre más miserable que vosotros mismos?
¡Nunca os inclinéis ante hombre alguno, ni siquiera ante vosotros
mismos porque hasta vosotros mismos podréis traicionaros! Y os
dice finalmente la religión que dios es todopoderoso y que
vosotros sois únicamente sus siervos, denigrándoos únicamente a
una condición de seres maleables, a una nada frente a la
omnisciencia de dios. ¡Mas yo os digo que la vida ni es de
cobardes ni es de siervos, mas es de escépticos y transgresores!
Y hay un concepto en el que es preciso profundizar y que no
puedo dejar pasar por alto. Si realmente existiese esa divinidad,
ese más allá de amor, de justicia, de omnipotencia al que le
rezáis; si realmente existiese esa conciencia superior más allá de
vuestra limitada razón, si realmente existiese un ser superior que
atiende vuestra plegaria, que ve y valida vuestro esfuerzo y
condena vuestras malas acciones, y en suma, si realmente existiese
un más allá de amor del que sois parte, del cual venís y hacia el
que vais, ¡¿cómo puede ser, sin embargo, que os sobre tanta
esencia maligna, os falte tanta luz, tanto amor, tanta justicia y
os sobre tanto odio, tanta ambición y ansias de poder!? ¿!Cómo es
que si sois parte de un más allá omnisciente podéis ser tan
paradójicamente opuestos e ignorantes?! ¡Y si estáis tan colmados
de amor, de justicia y de luz por qué hay tanto odio, tanta
injusticia y tanta oscuridad en cada uno de vosotros!? Y la hay
desde el inicio de los tiempos, desde el primer ser humano que
pisó este planeta.
Y aún más, si fueseis parte de un amor supremo, que todo lo
comprende, todo lo abarca, todo lo ve, todo lo entiende, todo lo
sana, cómo es que siendo parte de tal cosa estáis tan llenos de
desamor, de limitaciones, de sufrimiento y de enfermedad!?
Debiérais, desde un punto de vista meramente racional, comprender
que algo que es parte de otro algo mayor debiera ser en esencia lo
mismo. Y si hay algo que no sois es, ni someramente apenas
parecidos a esa falacia de amor y de comprensión absoluta a la que
llamáis dios, a la que le rezáis y de la que os vanagloriáis de
idolatrar en vuestras imágenes y estampillas. Dios, y todos sus
santos y todos sus ángeles son meras creaciones de la
desesperación del hombre frente a su diario infortunio, infortunio
que lleva mas de dos mil años de infortunio. ¡¿No será pues que
sois parte, mas bien del desamor, del odio y de la no

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1
comprensión!? Hay una enorme contradicción entre lo que sois y
aquello a lo que eleváis vuestra plegaria, aquello de lo que
supuestamente sois parte e hijos, y en definitiva, su creación.
¿Es que acaso os creó el desamor y la tiniebla? Vaya si tendrán
mucho que preguntarse los cristianos, los testigos de jehová, los
gnósticos, los budistas y todo aquel que profese una religión
creada por y para fanáticos, que no da explicación alguna a estos
elementos que planteo, ni otra explicación que no parta del
fanatismo, de la fe y de elementos empíricamente incomprobables.
Una vez le pregunte a álguien ¿para que crées en dios!? Y su
respuesta fue “para abrigar esperanza”. Que respuesta mas servil.
¡Prefiero abrigar la esperanza de que puedo llevar mi pequeña
existencia humana hacia una existencia humana superior, fruto del
esfuerzo y el sacrificio, antes que depositar mi fe y devoción en
que habrán de venir algún día tiempos mejores, de mayor plenitud,
en los que existe un más allá fuera de lo absurdo de cada día, que
aguarda por mi! Y yo os digo, ¿se pregunta el creyente alguna vez
si esas verdes praderas y esa vida eterna existen realmente?! No,
justamente no se lo pregunta porque la fe lo ciega. ¿Tiene algún
sentido vivir una vida entera creyendo en la quimera de la
existencia de seres superiores, ángeles y arcángeles que os
escuchan en vuestra plegaria, que se hacen cargo de vuestra
miseria? ¿A eso le llama el creyente abrigar esperanza, a mentirse
a sí mismos?
Y a toda esta promesa de la vida eterna le llamáis religión,
mas yo le llamo fanatismo, creado por especuladores que se abusan
de la miseria humana, en una suerte de control de masas en base al
miedo. Eso es y ha sido la religión, una religión que perece ante
la realidad de un dios que no existe y ante un mundo oscuro como
la tiniebla, creado por esos mismos hombres que se postran ante
dios. Habéis de despertar, y daros cuenta que hagáis lo que
hagáis, aún obrando bien, vuestra vida seguirá siendo una enorme
carga a llevar cada día; no existen los cuentos de hadas en el
mundo adulto. ¡Y he visto gente de una enorme maldad que ha
recibido premios, que no se enferma, que no padece penurias
económicas, que no lleva carga alguna y que su vida es una
panacea, aún dentro de su limitada experiencia humana! Y hay
muchos de estos, ateos ellos, que ignoran a dios y le desprecian;
y quizás hay otros que hacen su plegaria cada noche. Es en
presencia de tal contradicción donde dios se muestra como un ser
que dista de ser omnipotente, omnisciente y principalmente justo.
Debiera ser el justo, aquel que obra bien, aquel que obra de
corazón, el que transite por el umbral de una vida de plenitud y
de paz; y debiera ser un infierno la vida para aquel que vive de
forma contraria, hostigando a su entorno y a sí mismo, haciendo
daño. Y honestamente, he visto gente viviendo en ambos bandos,
entre la luz y la oscuridad y su vida no ha sido especialmente
diferente ni en uno ni en otro sentido; ni han sido premiados ni
castigados, ha sido simplemente más de lo mismo, cada día. Cada

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día es más de lo mismo, para el creyente y para el no creyente. Y
eso es un hecho.
Y en esto también es preciso detenerse, porque ¡cuán libre
habréis de ser si tomáis conciencia de que ninguno de vuestros
actos es juzgado por un dios que se encargará de llevar una suerte
de historial de vuestros errores y de vuestros aciertos! ¡Cuanta
menos carga y culpa se siente cuando se toma conciencia de que ni
existe dios, ni religión alguna que os acerque a este, ni existe
otra cosa que este absurdo devenir cotidiano que tenéis! ¡Y si
existiese, si ese dios existiese en verdad solo sería un obstáculo
para la superación de limitaciones que os grito a los cuatro
vientos que necesitáis desesperadamente alcanzar, como existentes,
tan debiles y cobardes, con tanto de camello y tan poco de león!
¡Agradeced pues a ese dios que no existe, y aprovechad la
maravillosa oportunidad de despertar en vuestro ser, porque os
acercará al verdadero superar de limitaciones! ¡No necesitáis un
bastón, un dios que os sane cuando estáis enfermos, que os de
señal alguna cuando os colmen las dudas, que os paz cuando sólo
habite el conflicto en vuestro corazón, ni que os brinde amor
cuando os colme el odio! Solo os necesitáis a vosotros mismos y a
vuestra voluntad de revertir lo negro en blanco y dar vuelta lo de
dentro hacia afuera, es tan simple como eso. ¡La voluntad de
poder, como alguna vez dijese Nietzsche! Creer en un dios que
jamás se manifiesta, es como mínimo, un acto de necedad, de
fanatismo supino. Es este mismo fundamentalismo religioso, en su
derroche de hipocresía y desquicio, el que llega en algunos casos
a asesinar en nombre de ese dios al que le rinde culto.
No existe consciencia superior alguna, vuestro deseo de creer
en ella no es mas que eso, una desesperada expresión de deseo que
nace de vuestra soledad, de vuestros momentos de lucidez en el que
sois conscientes de la miseria que habita en cada uno de vosotros
y de que más allá de eso no hay nada. ¡Esa es la verdadera
conciencia, lo que realmente sois! Cuánto quisierais que
verdaderamente existiese una luz en el camino, un ser superior
que os protegiese, en una suerte de evocación a la protección que
tuvisteis cuando niños por parte de vuestros padres; es quizás a
tal cosa a lo que le rendís plegaria, a vuestra expresión de deseo
de que tal protección se haga presente, el camino a ese ser
superior simbólico al que le atribuís poderes, soluciones y
bienestar. ¿!Y porque no veis ese ser superior en vosotros
mismos!? ¡¿Por qué alimentar vuestra mente con quimeras y deseos
infantiles de seres omniscientes que se apiadan de vuestra
plegaria?! ¡La única meta y el único camino a seguir es alejaros
de lo cotidiano, alejaros en serenidad de espíritu y en el goce de
la plenitud de vuestra razón, no mediante cuentos de hadas
fantásticos! ¡Transhumanizaros de una vez!
Y debo reforzar el concepto anterior de la libertad, del
libre albedrío con el que habréis de vivir cuando sabéis que
vuestras acciones ya no se encuentran bajo la lupa de un ser

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3
superior que hace de juez y verdugo frente a vuestro accionar. Ya
os lo dije con anterioridad, ¡estáis mas solos y abandonados en
este lugar de lo que creéis, no hay dios alguno que os premie o
castigue por vuestros actos! Pobre de aquel que vive supeditado a
sus plegarias, cautivo del miedo de ser juzgado no sólo por sus
actos sino hasta por cada uno de sus pensamientos, porque vivirá
pensando que todo es pecaminoso. Es esclavo a cada paso que da, ni
siquiera se da el maravilloso lujo de pecar, ya que todo es pecado
para él, todo cuanto este a su alrededor reflejará un umbral de
pecado, una incitación al mal, por lo que vive preso dentro de sí
mismo, supeditado al ojo divino que le observa y le juzga en su
accionar, de forma permanente. ¡Que maravillosa experiencia cuando
es uno quién se asigna ese premio por su accionar o bien se
arrepiente y se supera en su propia miseria cuando considera que
merece castigo! ¡Es ese ser el que está en pleno dominio de sí
mismo, porque sabe que más allá de sí mismo, de sus virtudes y de
su miseria no hay nada mas! No creer en dios os brinda un
ilimitado sentido de libertad y autonomía; no se está pensando en
sí se obra bien o mal.
Siento una enorme pena por todos vosotros que os entregáis a
la plegaria cuando os sentís solos y debilitados espiritualmente,
cuando os sentís que vuestra vida no es lo que desearíais que
fuese. Me dais pena vosotros, que tenéis un santo para todo y una
estampilla que le evoca, capaces de solucionar cualquiera sea el
problema, basta con postrarse ante la estampilla de cartón.
Completáis el vergonzoso cuadro con el encendido de velas, el
rosario en la mano, el hincarse ante un crucifijo en el cuarto o
en la iglesia. O vosotros, los que vais a recibir la ostia el
Domingo en la iglesia y os sentís tocados por la divinidad. Vaya,
¿y qué otra cosa es la ostia que una masa crocante que se le pone
a los turrones? ¿¡Será entonces que comer turrones es un acto
divino?! Transcurrí gran parte de mi infancia en colegios
católicos. Cada viernes nos hacían ir a la iglesia a escuchar “la
palabra de dios”, y nos daban la dichosa ostia, la que recibíamos
haciendo fila todos los críos, frente al altar, al son de cánticos
absurdos. Nunca durante esos diez años encontré diferencia alguna
entre esa ostia, la “comunión con dios” y la masa crocante del
turrón. Nada especial sucedía por el hecho de tomar la dichosa
ostia o por no hacerlo. Ni nunca hubo diferencia, ya en mi
adultez, en rendirle plegaria a la cruz de la pared o no hacerlo,
ni la hubo por rezarle a un santo evocado en una estampilla de
cartón o no hacerlo. Si alguna vez he solucionado algo, no fue a
través de acto de fe alguno, sino mediante el uso de mi razón, lo
que a la postre, modificase mi pensamiento y atrajese soluciones.
Es la fe pues un mero estado de auto-sugestión del individuo,
que conduce inevitablemente al empleo último de la razón ¡No es el
trozo de cartón con el santo dibujado, en el que alguna vez
depositase mi fe lo que hubo de dar solución a problema alguno! Ni
tampoco el santo evocado al rezarle. No, nada de eso os dará

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respuestas a vuestros problemas. Debéis comprender que los
problemas de la razón son problema de la razón solucionarlos, no
de dioses, estampas ni cruces. Admito haber creído en dios alguna
vez. Admito haber creído en alguno de esos santos, ángeles y
arcángeles. Admito haber rezado y haber pedido respuestas en
momentos sombríos, de gran soledad e incertidumbre. Mas
absolutamente nada oí, nada recibí, nada escuche, nada obtuve. Y
creedme, lo hacía con una enorme, inmensa fe. Mas cada respuesta
vino a su debido tiempo. Y no, no vinieron éstas precisamente
desde las alturas, sino desde mi razón como os dije antes. Así es
que llegó un día en que comprendí que estaba lisa y llanamente
yendo en contra de toda lógica y todo sentido común cada vez que
oraba. Me veía como una suerte de inválido. A medio camino entre
la verdad y la ilusión. Necesitaba muletas para andar, y esa
muleta era dios. Creedme, deambular por la vida con muletas
estando en la plenitud de la salud física y mental no es algo de
lo que debiérais sentiros particularmente orgullosos. ¡Si habrá
muchos de vosotros, enteros física y mentalmente que usáis más
muletas que muchos discapacitados! Es así, que la divinidad perdió
simplemente todo sentido para mi, en mi mundo de lógica y de
razón; nada sucedía realmente por rezar o por no rezar. Allí se
dio mi desencanto definitivo con lo divino, mi disociación
definitiva de dios; allí fue mi despertar en la razón. Tanto mas
desarrolle mi pensar, tanto mas me aleje de dios, de sus santos,
de sus estampillas y de sus crucifijos. Porque no hallé respuesta
en nada de ello, porque eran un mero trozo de cartón y un mero
trozo de madera. Vuelvo al concepto inicial de la pena que me dais
vosotros los creyentes. Mas que pena, me dais vergüenza ajena. Y
me la dais en tanto también hubo días en los que la tuve por mí
mismo, esos días en que me vi dependiendo mas de lo que hubiese
querido, de plegarias y de cruces; esos días en los que llegué a
atribuir toda mi miseria al mero pensamiento de aquellos que me
detestaban, como si toda mi fortaleza se desvaneciese ante su sólo
deseo de verme caer; esos negros días en los que les di poder a
mis enemigos, días en que necesité de dioses, crucifijos y
estampillas para combatirles; esos días en los que necesité de la
ayuda de la divinidad para alejar toda la angustia generada por el
pensar y la negatividad de quienes, en su nefasto despliegue de
envidia y podredumbre, me detestaban. ¡De esos días, en los que
fui tan débil de pensamiento es que me avergüenzo, porque fui
protagonista de todo lo que ahora os critico a vosotros, creyentes
de quimeras! Mas esos días terminaron. Fue durante esos días, en
los que atribuí poderes a energías sensiblemente inferiores a la
mía, cuando tomé conciencia de lo errado que estaba. ¿¡Quiénes
sino vosotros mismos os ponéis impedimentos en vuestro propio
andar?! !¿Quienes sino vosotros mismos dais potestades a terceros
sobre vuestro presente?! Y yo os digo que no es ese el mayor acto
de debilidad que podéis cometer, sino el de creer en dioses,
ángeles y arcángeles que habrán de hacerse cargo de daros

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fortaleza y protección en vuestros momentos de miseria. Vuestra
debilidad mayor es la de creer que existe algo en lo que creer. Y
busqué soluciones en ese más allá de plegarias y de pensamiento
mágico, que me condenó de hecho a un panorama desolador, lejos de
respuestas. Esos días, en los que que me encontraba buscándolas en
el reino de lo intangible, en el mundo de la divinidad, frente a
la cruda realidad de mis problemas, es que tomé finalmente
conciencia y sentí pena de que quizás estaba siendo ese mi único
método para afrontar mi miseria y mi penuria humana. ¡Sabed que
nunca sentí soledad ni penuria mayores que cuando busqué a dios en
el silencio de mis plegarias, buscando soluciones que nunca
llegaron. Mas esos días acabaron, el día en que comprendí que mi
penuria y mi miseria eran humanas, no divinas. ¡Dejad para los
dioses pues los problemas de los dioses; ya tendrán suficientes
problemas esos señores de barba blanca que nunca se han mostrado
aquí abajo!
Y si de hipocresía hablamos es de orden hablar del cristiano
renacido, ese que haciendo gala de gran acto de hipocresía profesa
una repentina creencia en un dios que antes despreciaba. ¡Si
habré visto esto en muchos de vosotros, seres oscuros, marionetas
del mundo gris que lleváis a cuestas, amargados, ateos hasta la
médula; seres avaros, déspotas y ambiciosos, soberbios hasta lo
indecible, que ahora habéis hecho de la fe el centro de vuestras
vidas! Vosotros, que finalmente decidís renacer en la divinidad,
de un día para el otro. ¡Vosotros, que de pronto habláis en el
nombre de dios, el que apenas antes negábais a viva voz! Vaya, si
por un sólo instante hubiera de creer en la existencia de dios y
su capacidad de perdón infinita sería en este, frente a estos
cristianos renacidos, hipócritas, en el hecho de perdonar tal acto
de insolencia e idiotez. ¡Si, hasta esto os permite vuestro dios
inexistente, que siendo ateos hasta el infinito un buen día
decidís acercaros a lo divino sin más, creyendo en ángeles,
arcángeles y santos, auto-proclamaros creyentes y ser recibidos en
los brazos de vuestro creador! ¡Tanto como a mi me permite
blasfemar a lo largo y ancho de mi Filosofía sin ser castigado por
mi blasfemia, mi desprecio, mi osadía de desconocerle y
despreciarle! ¡Por supuesto que no seré juzgado ni por mis
blasfemias, ni por mi desprecio ni por nada, ya que no hay nada en
absoluto más allá de mi carne, de mi ser y de esta cotidianeidad
absurda! Entendedlo, no hay un más allá de divinidad, todo está
aquí abajo, en el infierno de aquí abajo.
Es así que el cristiano renacido es ese cuya vida se desploma
en una marea de fracaso, que se ahoga en mares de soledad y de
amargura, razones que lo llevan a necesitar de la muleta de dios,
de su simbolismo y de su falacia. Así les encontramos, a estos
otrora ateos, visitando asiduamente sus parroquias cada domingo,
en una suerte de repentino acto de beatitud y entrega a dios. Se
presenta esto ante mis ojos mas como un acto de senilidad y
debilidad supinos, que otra cosa. Es que cuando tomáis conciencia

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de que la vida se os escapa de las manos y del inconmensurable
vacío que lleváis dentro, ese que os lleva a llenarlo con promesas
de una vida mas plena y de una felicidad engañosa, es que llegáis
a esa iglesia y a ese renacer. Que paupérrimo llegar a la
postrimería de vuestra vida mintiéndoos a vosotros mismos
descaradamente porque vuestra pequeñez os asquea y agobia, en vez
de encontraros esta sabios y orgullosos de vuestro pensar,
henchidos de saber y de espíritu. ¡Pobres de vosotros que os
mentís a vosotros mismos en una suerte de éxtasis de
redescubrimiento del mensaje de dios, porque será grande vuestra
caída cuando finalmente descubráis que no sois, sino vosotros
mismos, quienes escucháis vuestra plegaria y vuestro rezo, en una
suerte de diálogo esquizofrénico con vosotros mismos y no con ese
ser de seres, bondadoso e imaginario al que le rendís culto! Por
esto es que escribo mi Filosofía, para haceros caer y para hacer
caer toda mentira y toda falacia sobre la que construís vuestra
existencia; para desnudaros finalmente frente al espejo de vuestra
miseria y haceros conscientes de su propia imágen, sea cual sea
ésta. Esa es la verdad, la única verdad, cuando estáis desnudos
frente a vuestra miseria, sin nada que ocultar. Y si para ver esa
imágen habéis de sufrir mas vale sufrir, morir y renacer como el
Ave Fénix (6) que vivir como un mosquito aplastado contra la pared
de la verdad. Y si para ver esa imágen debo provocaros una
angustia indecible mas vale una eternidad de angustia que un
minuto de mentira y de ceguera. Yo soy pues la pared que os hace
estrellar, yo soy quien os obliga a miraros en el espejo. Cierto
es que se necesita tener esperanza para vivir, cierto es que
vuestra experiencia humana es limitada y carente de certezas,
cierto es que se necesita elevar la vista más allá en busca de
horizontes, cierto es que lo cotidiano agobia y buscamos todos
realidades mas reconfortantes; pero no es cierto que debéis
hacerlo a través de fanatismos, ni de fe ciega en seres de barba
blanca. Existe sí, un más allá, pero existe en lo profundo de
vuestro ser y es vuestra obligación enfocaros allí y solo allí y
nada mas que allí. Esa es mi obligación, mi fin último, golpearos,
romperos los huesos, desnudaros tantas veces sea necesario hasta
que lleguéis a comprender que en el cielo no existe otra cosa que
estrellas y firmamento.
Es el verdadero creyente quien más lejos está de sí mismo. Su
pensamiento esta colmado de ilusiones, de quimeras, de necesidad
de cuidado y de protección, de simbolismos. Son tan frágiles que
no se atreven a contravenir una sola de sus creencias; sienten que
“gracias a dios” no les ha sucedido tal o cual calamidad, o que
“gracias a dios” han podido resolver un problema. La
representación que hacéis de dios es tan simbólica como lo es la
representación que hacéis de un numero en vuestra mente. ¿Quién de

6. Refiere a la leyenda del Ave Fénix, ave que de acuerdo a la mitologia egipicia tenía
la virtud de morir y resurgír de entre sus cenizas. Simboliza el eterno renacer, el
resurgir.

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vosotros ha visto alguna vez un dos o un seis? Pues bien, ¿quién
de vosotros ha visto a dios? Os comprendo, es vuestra necesidad de
creer en la existencia de un dios un hecho tan humano, que hasta
casi lo comprendo. Ya os lo he dicho, no es verdad que existe un
más allá en las alturas al que habréis de ir si obráis bien, ni un
infierno al que habréis de descender en tanto obréis mal.
¡Liberaos de vuestras cadenas! No puede la fe nublar vuestra
razón. ¿O acaso la habréis perdido del todo ya? Es que vosotros,
creyentes, percibís la vida tras un velo de mentira, de auto-
convencimiento. Un velo cuyo revés refleja ese mismo vacío del que
os queréis librar. Y habéis de centraros especialmente en eso, en
el vacío. La creencia de dios nace especialmente en vosotros, los
desesperados. No nace en el bienaventurado. No seáis hipócritas,
pocos le rezáis a vuestro dios cuando las cosas os marchan bien.
Os olvidáis de vuestro dios en esos momentos. Es justamente ese
desventurado, que si mirase dentro de sí y atravesase sus
fanáticas creencias encontraría un vacío aún mayor al del ateo.
¡Al menos este no se miente a sí mismo, es coherente con su
ateísmo! Porque por mas dios al que le recéis ninguno de vosotros,
creyentes o ateos, encontraréis respuesta al vacío existencial del
ser humano. Mas esos, los de fe inquebrantable, los que creen
desaforadamente, los que tienen fe, los que dan gracias a dios por
todo lo que les pasa, veréis en ellos que si escarbaseis en su fe
no habría otra cosa sino una razón de desamparo y de soledad que
les llevo a creer en algo en primer lugar. Vaya, vosotros,
creyentes, estáis demasiado lejos de vosotros mismos, os aterra
atravesar el velo de vuestra fe. El abismo en vosotros es tal que
teméis mirarle y que este os mire a vosotros (7).
Me anticipo, desde ya, a una pregunta que más de un creyente
me ha hecho a lo largo de estos años y es el hecho de cómo puedo
estar tan seguro de la inexistencia de dios. Pues debéis saber,
señores, vosotros los de pensamiento mágico, que no podéis
exigirme la comprobación de una negación. Me amparo en la lógica
suprema para deciros esto. Sois vosotros quienes, por el
contrario, debéis probarme la existencia de lo que afirmáis.
Imaginad a Newton hablándonos sobre la teoría de la gravedad pero
siendo incapaz de demostrarla. Ahora bien, el día que alguno de
vosotros me demostréis la existencia de dios yo volveré a creer.
Hasta entonces, allí arriba no hay nada.
Y no puedo concluir este punto sin hablar de lo absurdo que
me resulta especialmente el cristianismo y su biblia. La biblia,
esa misteriosa recopilación de textos escritos por lunáticos en la
que se ha ocultado selectivamente aquello que no era conveniente
revelar para la gente de la época, con el fin de no desmoronar el
mito inventado de ese cristo y de de ese mismo dios; esa biblia,
que luego se supo de evangelios apócrifos nunca incluidos en ésta;
esa misma biblia de dudoso orígen, con un antiguo testamento que
7. Refiere a la conocida frase de F. Nietzsche (1844 – 1900) - “Cuando miras largo tiempo
a un abismo, el abismo también mira dentro de ti.”

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hace mención a conceptos mucho más antiguos que datan del período
mesopotámico. Una biblia escrita mayoritariamente por pastores,
pescadores y granjeros, al menos el nuevo testamento. ¿Cómo es
pues que gente sin instrucción pudo haber escrito en términos de
simbolismos y alegorías? ¿Es acaso un relato sencillo, no está lo
suficientemente cargado de alegorías y simbolismos? ¿Acaso se
puede escribir y utilizar recursos literarios sin saber cómo
usarlos? ¡Vaya, es verdad, escribían estos señores a través de la
inspiración divina o del contacto directo con el cristo, o bien
era dios desde el más allá que les dictaba las palabras! ¿Cómo no
dudar siquiera mínimamente que fue la biblia un montaje creado por
la clase eclesiástica de la época, sacerdotes, escribas, que
querían imponer bajo todo punto de vista el cristianismo como una
nueva religión, valiéndose de la figura de un cristo? Toda
religión tiene un mesías, un enviado de dios. Así pues es que el
cristianismo se inventa su mesías. Y yo os digo lo siguiente. ¡Si
este jesús bíblico existió por qué es que en ninguno de los rollos
del mar muerto, que datan exactamente del período en el que jesús
habitó la tierra, se hace mención alguna de su nombre!? Está
comprobada su fecha, pertenecen estos al año 1 a 100 D.C.
¡Casualmente el mismo período histórico en el que se conoce fue
escrito el nuevo testamento! ¡Qué poco importante que fue ese
jesús de nazareth entonces que ni siquiera se habla de él en los
rollos del mar muerto! ¿No será que fue un invento ese mesías?
Hablamos por otra parte de un antiguo testamento que data del
1500 - 1450 A.C. pero que, valga la casualidad, reitera algunos
conceptos de textos más antiguos escritos durante el período
mesopotámico, vale decir 4500 - 4000 A.C. Por ejemplo, se habla ya
del diluvio universal en estos. Sí, es la biblia una cuidada
recopilación, un montaje; es de muy dudosa credibilidad. ¡Como lo
pueden haber sido esos mismos textos mesopotámicos, pero aquí de
lo que hablamos es del cristianismo! Partiendo de dios como
símbolo, no se puede convalidar creencia religiosa alguna,
testimonio alguno, relato alguno en tanto no es la razón lo que
prima, sino la fantasía, la necesidad de creer.
Ahora bien, os intenta hacer creer la biblia en un jesús de
nazareth; se os lo muestra como el enviado de dios, el hijo para
ser precisos. Una mínima investigación revela que el Hillel (70
A.C. a 10 D.C.) ya había dicho mucho antes que jesús, “No hagas a
tu prójimo lo que odies que te hagan a ti” ¡Vaya similitud con
posteriores palabras del mismo jesús! Y existió Hillel
indudablemente antes que ese jesús inventado por el cristianismo.
¿Fue jesús acaso una creación de los sacerdotes y escribas que
escribieron la biblia en su afán de crear la imágen de un cristo?
El filólogo francés del Siglo XIX, Ernest Renan (1823 - 1892),
propuso en su libro "Vida de Jesús" que el rabino Hillel fue
maestro de jesús de Nazareth. ¿Cómo puede ser posible tal cosa
cuando os muestra la biblia a jesús como el hijo de dios, cuando
os muestra que pudo este sanar enfermos con su mera voluntad,

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caminar sobre las aguas, resucitar de entre los muertos? ¿No será
acaso que los verdaderos creadores de la biblia se basaron en las
enseñanzas de Hillel para crear la mítica figura del cristo? ¿No
será acaso que es la biblia una recopilación adaptada de textos
mesopotámicos antiguos? ¿Cuál es pues su validez, cómo creer en un
jesús inexistente, como creer en palabras de discípulos de un ser
que nunca existió, tal como os lo presenta la biblia?
Una biblia cristiana escrita, al menos el nuevo testamento,
durante los siguientes 100 años desde la aparición del cristo
bíblico. Se sabe que el apocalípsis de Juan data del año 95 D.C.
Asumiendo que Juan fuese discípulo de Jesús, asumiendo por
supuesto que hubiese existido, ¿qué edad tenía pues Juan al
momento de escribir el apocalipsis, acaso más de cien años? ¿En
épocas en las que el promedio de vida no era mayor a cuarenta? Y
si acaso pudiese haber sido transmitido ese conocimiento oralmente
por los apóstoles a sus hijos, ¿por qué es que no figura esto en
ninguna parte de la biblia?
Y me es imposible terminar sin haceros reflexionar sobre
algo: aún asumiendo que dios hubiese existido, que no fuese algo
simbólico, aún asumiendo que jesús hubiese existido y que fuera un
enviado de este, aún asumiendo que el cristianismo tuviese alguna
base sólida y creíble ¿cómo es pues que ese dios se manifestó en
los hombres de esa época y no lo ha hecho jamás durante los
siguientes dos mil años? ¿No sois acaso merecedores, los de esta
época, de ver a ese dios manifestarse en su infinita sabiduría,
omnipotencia y omnisciencia? ¿No estáis aniquilándoos ya lo
suficiente como para merecer la segunda venida de un cristo, de un
enviado de dios, que os haga regresar sobre vuestros pasos? ¿Es
que acaso los hombres de este tiempo no sois merecedores de un
dios? “Estáis más solos y abandonados en este lugar de lo que
creéis”. ¡Vaya, pero si es mío ese aforismo!

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0
VIII

De la montaña y la cima

¡Cuántos de vosotros, pequeños hombrecillos escaladores de


montañas os arrastráis por vuestra propia ladera sin otro
propósito que trepar y alcanzar cimas de soberbia! Os dicen desde
la niñez que la vida ha de ser un esfuerzo diario, que de hecho os
ha de costar alcanzar cada logro para poder así valorar el fruto
de tanto esfuerzo. Y vaya que lo es. ¡Vaya si será un esfuerzo
soportar ese transcurrir absurdo de minutos realizando vuestras
diminutas, pequeñas tareas cotidianas! Es con esa premisa que os
educaron desde la infancia, vuestros padres, los colegios a los
que fuisteis. Os enseñaron el paradigma del sacrificio de la vida,
de estudiar, de formaros profesionalmente, de insertaros en el
mundo del trabajo, como si fuese esto el fin último de la
existencia humana. No objeto en absoluto el trabajo, pero no puedo
convalidarlo si el fín último se reduce a contribuir al modelo de
consumo de la sociedad actual. Necesitamos igualmente de placer y
de esparcimiento, de lectura y de reflexion, de arte y de cultura,
con el fin de elevar la mirada más allá de la pequeña ladera de lo
cotidiano. Mas resulta difícil elevar la mirada hacia una realidad
más noble, de naturaleza más elevada, cuando toda vuestra vida se
reduce al sacrificio del deber como medio de supervivencia. Queda
el diario vivir relegado a un conglomerado de preocupaciones sin
sentido, que no dan lugar a profundidad de pensamiento alguna.
Mas es así como transcurre vuestra cotidianeidad, en una
suerte de alpinismo por vuestra propia montaña, una montaña que se
os obliga a escalar para darle un cierto sentido a vuestra
existencia; una montaña que se muestra como el único camino de
superviviencia. Hay igualmente cimas más altas para algunos que
para otros. Pero queráis o no, todos vosotros transitáis por la
ladera de vuestra propia montaña, día tras día, con vuestro
pequeño compañero alpinista al lado de vosotros. Existe un fin
último en vuestra pequeña gran montaña, una escalada enfermiza que
se reduce meramente al terreno de la razón, al desarrollo de
vuestra profesión, al estudio y perfeccionamiento de vuestras
habilidades, para alcanzar un día, la tan ansiada inserción
laboral, el dinero, los bienes, la familia, y a la postre, la tan
anhelada estabilidad economica. De esta forma y no de otra es que
transcurre vuestra existencia, ya un día en vuestra adultez,
aferrándoos a vuestros logros, a vuestro conocimiento y a vuestra
carrera, siendo cada vez más hábiles en el desempeño de la misma,
aspirando siempre a alcanzar esa cima, esa meseta de la vida en la
que se supone, os sentiréis realizados. Sin embargo no os superais
más allá de lo intelectual. ¿Alcanzáis acaso en ese escalar la
cima de vuestro espiritu? ¿Os encaramáis acaso en altares de
sabiduría alguna? En ningún momento escalando por esa montaña os
preguntáis por qué es que lo hacéis, más allá del mero fin

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1
económico, del éxito social. Ved el mundo en este preciso momento
desde esta perspectiva, veréis muchos pequeños hombrecillos y
mujeres como vosotros, escalando denodadamente, incansablemente
sus pequeñas montañas, algunos más adelante que otros; otros
quizás retrocediendo por sus propias laderas, otros ya en la cima.
¡Esos de la cima ya ni siquiera tienen más montaña que escalar! No
estariamos muy lejos de la verdad si dijésemos que todo parece
reducirse a un día a día de alpinismo durante los primeros
cincuenta años de la vida, en procura de alcanzar la “cima” y
transitar por esa meseta de estabilidad durante los últimos
treinta. Vaya, ¡de haber sabido que la vida iba a reducirse a un
escalar de montañas durante cincuenta años, bueno sería que os
dieran clases de alpinismo en la primaria!
Si seréis ridiculos; debiérais todos por un momento
visualizar esa imágen que os propuse anteriormente y veros a
vosotros mismos como ese pequeño hombrecillo con su pequeña carga
a cuestas, la responsabilidad de llevar su familia a la cima o
bien a sí mismo, encaramado en su pequeña gran montaña de
dificultades y preocupaciones, resbalando, cayendo una y otra vez
a lo largo de toda una vida. Debiérais veros como ese hombrecillo
en este mismo momento y daros asco de vosotros mismos por el
simple hecho de ser parte de esa manada en las que cada oveja es
exactamente idéntica de la otra. Sois rebaño, ovejas que ni
siquiera os habéis cuestionado si hubierais querido ser oveja en
primer lugar. ¿O acaso la independencia os aterra? ¡Debiérais
bajaros ya desde esa montaña en búsqueda de montañas más lejanas,
más altas! Mas sólo aceptáis y decidís escalar la montaña de la
sociedad de consumo, en una suerte de escalada esquizofrénica, sin
tener claro siquiera cual es la cima, qué hay en ella, cual es el
fin de todo aquello. Sólo se trata de trepar, con la esperanza de
alcanzar una felicidad idealizada y falaz, una cima colmada de
dinero y estabilidad. Imbéciles, todos vosotros. Ingenuos, gusanos
con cuerpo de hombre. No me cansaré nunca de mostraros mi repudio.
En ese afán de trepar ignoráis el desgaste que implica
hacerlo, el tedio de soportar un día siguiente idéntico a vuestro
pequeño día anterior; no veis que en esa escalada por alcanzar la
estabilidad economica dejáis de escalar la montaña del espíritu,
dejáis de perseguir el verdadero y último fin de la existencia
humana, el adentraros en una nueva realidad en la que sólo seáis
alma, en la que habréis de estar disociados de lo cotidiano, en la
que estaréis elevados y elevaréis todo lo existente a vuestro
alrededor. ¡Vaya, esa sí es una montaña de verdadera
espiritualidad, de verdadero sentido, no vuestra montaña de
materialismo! En efecto, no es esta la montaña que escaláis. Así
vais, haciendo denodados esfuerzos por alcanzar cimas imposibles,
y durante el camino ni siquiera os cuestionáis si lo que hacéis os
da placer, si se ajusta a lo que alguna vez quisisteis hacer, si
el desarrollo de vuestra profesión os da la plenitud que
imaginasteis. No, no es eso lo que pensáis, sino si el ejercicio

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2
de lo que hacéis es rentable y especialmente, si os permite
alcanzar esa cima falaz de riqueza, con toda la estabilidad y
plenitud que asumís existe en ella. Todo se reduce pues a ese
escalar en pos de la concreción de ese deseo. ¿No veis que aún
llegando habréis de seguir deseando nuevos deseos? ¿No veis que
vuestro escalar es un escalar sin fin, de naturaleza errática?
¿Por qué pues tanto esfuerzo? ¿No sería más lógico alejaros de
todo deseo, no le quitaría eso todo sentido a vuestra escalada
enfermiza? Aún ante la eventualidad de la concreción de ese deseo
de estabilidad, la cima a la que aspiráis es de naturaleza finita,
no está hecha para el espíritu, sino para la carne. No podéis
convalidar camino alguno cuyo fin sea una meseta, en el que no
existen sobresaltos, ni montañas más altas a las que aspirar, mas
sólo un mero disfrute de logros económicos y profesionales,
perseguidos a lo largo de toda una vida. ¡Debéis procurar sacudir
siempre la modorra de vuestra existencia, porque de su quietud
habrán de surgir vuestros peores demonios! Vaya, no debiera perder
mi tiempo tratando de convenceros. ¡Si no lo habéis comprendido ya
durante más de dos mil años de civilización, no soy yo quién os
hará bajar de esa montaña de estupidez en la que estáis
encaramados! Quizás la misma naturaleza que destruís en el
transcurso de vuestra escalada os haga caer un buen día ¡Quizás
ella misma, en su magnificencia ya está empezando a hartarse de
vosotros, pequeños alpinistas!
Sois camello y ni por asomo sois León (8). Incluso aquellos
de vosotros que llegáis a vuestra cima falaz os digo que tampoco
os convertís en leones por eso, sois apenas cordero. Es así que
transcurre vuestra existencia escalando esa montaña que os impone
la sociedad, en la que el éxito o el fracaso, la aceptación o el
rechazo se reduce a lo grandioso o no del botín que os aguarda en
la cima. Para ello lleváis a cuestas una carga desproporcionada,
que a más de uno he visto terminar aplastandole; aún así todo lo
justificáis diciendo que vale la pena el esfuerzo, que el trabajo
dignifica y demás sandeces. ¡Yo os digo que más pronto tratéis de
ir ligeros de carga y encaramados en montañas más altas, que sea
la austeridad vuestra compañera y que lo que en verdad os aguarde
en la cima sea la certeza de no necesitar nada!
Pero no os preocupéis, hay algunos aún peores que vosotros,
si es que tal cosa es posible. Son esos que ni siquiera se hacen
de una montaña, los que en su cobardía ni siquiera intentan
procurarse de algo en lo que basar la podredumbre de su
existencia. Se quedan en la base de una montaña que creen no poder
trepar. Y no es que no lo hacen porque aspiran a montañas más
altas, cuyas cimas ofrecen botines para el alma, sino que no lo
hacen por temor, por falta de ansias de superación.
No por decir esto justifico vuestra montaña, pero es digno de
verdadera lástima quién ni siquiera intenta la escalada, en el
8. Refiere a las tres transformaciones del espíritu de F. Nietzsche del libro “Así habló
Zaratustra” (1883 - 1885).

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3
nombre de la cobardía, en la convicción del no poder. Se condena a
una existencia de mediocridad, en la que tampoco habrá de tener
bríos ni medios para aspirar a montaña del alma alguna.
No me malinterpretéis, yo también he sido uno de esos
pequeños escaladores de montañas, yo también necesito dinero para
sobrevivir. Lo que me diferencia de vosotros es que esa cima que
para vosotros es un fin en sí mismo, mas para mi fue un medio para
alcanzar un fin. Porque desde esa cima de relativa estabilidad es
que pude aspirar a estas montañas mas altas que hoy os describo,
que me han hundido en mi pensar, que han dado cabida a mi
Filosofía. Siempre supe que ese transitar por esa montaña falaz
por la que he tenido que transitar, era de carácter temporal, que
iba de acercarme indefectiblemente a otras alturas. Siempre supe
que no era su altura la altura última, ni la definitiva. Ni mucho
menos esa meseta, esa cima no iba a ser ni mi plenitud ni mi
contento. Y desde esa llanura en la que hoy estoy, junto a muchos
de vosotros es que veo ante mí montañas más altas que para
vosotros sois invisibles, ya que vosotros os conformáis con la
llanura de la cima. Yo ya estoy encaramado en ellas, yo ya inicié
el siguiente viaje.
A esa cima a la que aspiráis, a la que llegáis tras décadas
de absurdos sacrificios, en tanto es así como os lo impone la
sociedad, llegáis para arrojaros sobre ella, extenuados, para
acabar vuestros últimos años de vida, quizás enfermos en algunos
casos. ¿De qué os sirve pues? ¿O creeis que ese batallar durante
decadas no deja rastros en vosotros, físicos y psíquicos? Vivís
trepando por esa ladera, cayendo y resbalando, volviendo a haceros
de ímpetu para seguir. Luego llegáis y el premio ante tanto
esfuerzo es únicamente riqueza acumulada en una cuenta en un
banco, o bien posesiones que habréis de ostentar frente a esos que
miráis por encima del hombro, los rezagados que todavía están
trepando. ¡Os hace sentiros fuertes, omnipotentes, poderosos! Y
mas aún poder ostentar viajes y bienes, y contar riqueza frente a
quienes tienen menos que vosotros. Mas yo os digo que esa meseta
de omnipotencia en la que hoy os encontráis es el punto más lejano
posible de encontraros con vosotros mismos, con vuestro espíritu,
que es donde realmente yace la verdadera plenitud. Ese punto en el
que hoy estáis es un punto de no retorno. ¡Mirad hacia dentro de
vosotros! ¿Acaso veis plenitud alguna? ¿Acaso os conocéis? ¿Acaso
sabeis porque hicisteis todo lo que hicisteis? ¿Acaso no estáis
igual de vacíos que ese que aún no ha llegado en tanto es el vacío
algo inmanente a la condicion humana? Mas cerca estará una piedra
de su esencia que cualquiera de vosotros si seguís en esa cima en
la que hoy estáis parados, ufanos, desconociéndoos, siendo un
trozo de carne sin alma. ¡Debiérais desesperadamente desear bajar
ahora mismo por la ladera de esa montaña, llegar a la base, correr
y correr, mirar hacia otro lado y recomenzar, aspirar a montañas
más altas! ¡Y luego a otras! De hecho es allí, donde estáis hoy,
donde habrá de florecer toda vuestra mezquindad y vuestra esencia

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4
maligna, porque de eso estáis hechos. Ni siquiera conserváis ya
ese mínimo espíritu de lucha del que os aferrasteis cuando erais
pequeños alpinistas, si se quiere, lo único valioso que os
quedaba, que era el concepto de la pelea y el sacrificio. Hasta
eso acaba allí, en esa cima, en esa meseta de la vida a la que
aspirais, en la que basais vuestra existencia toda.
Y vaya paradoja, porque es allí, en esa abundancia de riqueza
donde más se disparan los índices de suicidio, de consumo de
drogas, de vicios, de enfermedades psíquicas, de podredumbre del
alma. En esa cima vuestra, es donde más vacíos os veo. Porque
quien todo lo tiene en verdad no tiene nada. Es que pierde todo
sentido la vida, aún en el mismo sinsentido que implica ser, ser
humano, cuando ni siquiera existe la dignidad de la pelea
cotidiana, cuando sobra la riqueza y vuestra única preocupación es
preocuparos en como ostentar de ella. Perdeis ese mínimo de
dignidad y temple que os da el sacrificio de la lucha, que aún en
su absoluto derroche de sinsentido, es dador de ciertos valores y
de cierta ética. Entonces os pregunto ¿Para qué hacéis todo esto,
para que aspiráis a un fin cuyo resultado último os degrada, o en
el peor de los casos os daña psíquicamente o bien os hace
suicidar? ¿O bien os hace abandonaros al vicio y al hastío? Es un
punto de no retorno, ya os lo he dicho. Una vez alcanzada esta
instancia, son contados los casos de aquellos en los que el vacío
de la existencia les hizo echar la mirada en busca de otras
alturas, abandonándolo todo.
Tenéis pocas preocupaciones, vosotros los de la cima; como
mucho la de dejarle vuestros bienes y riquezas a vuestros hijos,
si es que pudisteis tenerlos. ¡Hasta les enseñáis como escalar un
día sus propias montañas, como si les estuvieseis haciendo un
favor! Por favor, no condenéis a vuestros hijos a ser pequeños
alpinistas como vosotros, dejadlos. Vuestros hijos no necesitan de
vuestra basura. Ellos deberían tiraros a patadas de vuestras
montañas, ellos no necesitan escalar montaña alguna. Ellos deben
destruir todo lo que vosotros en vuestra necedad habéis
construido, porque de hecho las bases sobre las que habéis
construido la sociedad toda en la que queréis que ellos vivan,
deben ser abolidas.
Y teneis la preocupación de la muerte. Teméis morir. ¡Mas yo
os digo que estáis muertos hace rato! ¡Mas vive en vosotros la
podredumbre, la inmoralidad, el culto de todo nuevo valor
decadente posible! Y sobretodo, teméis morir porque en el fondo
podéis observar ese vacío, ese abismo, ese espectáculo de
insatisfacción tan inmenso y pequeño a la vez como vosotros
mismos. Estáis vacíos porque quisisteis estarlo. Ese era el fin,
esa era la cima. Bienvenidos pues, esta es vuestra cima, esto es
lo que os aguarda. La nada.
Mas de esa cima, yo ya estoy lejos, adentrado en montañas más
altas, a las que supe aspirar; montañas cuyas cimas reflejan lo
contrario de aquello por lo que vosotros lucháis toda una vida.

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5
Vuestra cima es mi infierno, y la mía una llanura invisible para
vosotros, en tanto no comprendéis mis palabras.

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6
IX

De lo emocional como límite

Os rodea un límite por donde quiera que se os mire. Cualquier


animal es bastante menos limitado que cualquiera de vosotros.
Cuando no es el plano de la razón y su tiranía la que os comanda
en su mero afán de crearos contradicción y ambigüedad, os limitan
vuestras emociones en su majestuoso y errático derroche de
tristeza y pesares que lleváis sin saber siquiera por qué, sin
saber por qué se hacen manifiestos, de un momento para otro. Si
existe algo que os rodea es el límite, la experiencia humana es
limitada en sí misma, no podéis hacer frente a la espontaneidad
errática de vuestras emociones, en su mayoría de carácter opresor
y angustiante, y para ellos hacéis uso de la razón como un
desesperado intento de aquietar ese torbellino. ¿Por qué es que
existe ese torbellino de emociones en primer lugar? De hecho, ¿por
qué es que la razón se razona, a menudo, a sí misma de forma
equívoca? ¿Es que acaso la existencia humana está condenada al
tormento por el mero hecho de estar equipados con la virtud de la
razón? Si hay algo que no podéis decir que tenéis, es una
experiencia de vida ilimitada, vale decir, más allá de vuestros
límites establecidos por vuestra razón y vuestras emociones. Lisa
y llanamente, toda vuestra existencia se encuentra bajo la tiranía
de estos dos planos, vuestra esencia no es libre de ser. Vuestro
plano consciente es a su vez saboteado por lo inconsciente, como
si de un enemigo invisible se tratase. Lo descrito termina
produciendo una sensación de opresión a lo largo de toda la
experiencia vital.
Vaya, claro que existe la alegría, y el júbilo, el
entusiasmo, la plenitud. ¿Pero quién de vosotros pudo acaso
siquiera atrapar la alegría, atesorarla, guardarla por siempre?
¡Sin embargo tristeza, tu sí que sabes instalarte a gusto, sin que
nadie te llame! ¡A tí si que no es siquiera necesario invocarte,
apareces y desapareces a tu gusto, tú si que te quedas sin
necesidad de pedírtelo! Mas ¿quién querría sentirse triste si
pudiese evitarlo? Por el contrario, ¿quién querría no sentirse
alegre por siempre? Ese “no poder”, esa imposibilidad de filtrar
con qué abanico de emociones vivir a lo largo de la existencia, y
de hecho, esa necesidad de tener que desarrollar métodos para
poder controlar lo emocional de alguna forma, lo considero una
limitación humana en sí, no una virtud que os diferencia de los
animales. Simplemente no debería haber descontrol en primer lugar
si de una virtud estuviésemos hablando. Si para llamaros humanos
necesitáis de ese errático infierno de emociones, sería vuestra
existencia más dichosa siendo una piedra que no siente. Por mera
observación de la realidad, cualquiera de vosotros podría afirmar
que existe más de dolor y de pesar que de plenitud y de alegría a
lo largo de la existencia humana. ¿No os preguntáis por qué? ¿Lo

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7
habéis aceptado acaso como un dogma? ¿Os habéis creído ese
discurso absurdo de que es necesario sufrir para valorar la
felicidad cuando esta llegue? ¡Hay quienes sólo sufren décadas y
mueren sufriendo! ¿De hecho, no os dais cuenta que la felicidad no
debe ser perseguida? Por todo lo dicho, ¿quién de vosotros puede
negar que vuestras emociones no os limitan y condenan a una
existencia vital, mayormente miserable y penosa?
Podríais representar pues al plano emocional como una vasta
pradera y a las emociones como caballos salvajes desbocados, que
corren desaforadamente sobre ella, a su mera voluntad, sin un
sentido claro más que la carrera en sí. Son pues estos caballos
desbocados de vuestras emociones los encargados de imprimir
mayoritariamente esas sensaciones de congoja y tristeza sobre
vuestra experiencia de vida; y habrán de galopar a su mera
voluntad y reposar de igual manera. Esto es crucial, la naturaleza
ingobernable, caprichosa de éstas, de aparición y desaparición
erráticas, que esclavizan la existencia a su mero capricho,
sometiendo al ser a un no ser. El ser, “en función de” éstas, y no
lo inverso.
También el plano de la razón, el plano meramente intelectual
razona procesos y pensamientos que imprimen alguna clase de
sensación en el plano emocional, dando orígen a emociones dañinas,
angustiantes, por lo que no resultan ambos planos, razón y
emoción, disociados el uno del otro, mas bien lo contrario. Lo que
discutimos aquí no son las emociones en sí, sino la imposibilidad
de control sobre las mismas por parte de la razón, especialmente
en cuanto a la aparición y desarrollo de éstas en el plano
emocional. ¿Por qué acaso habéis hecho un imperio de la razón?
¡Vaya tirana que has resultado y vaya pequeño y absurdo el reino
que reinas! ¿Es acaso una característica de la razón imprimir
congoja y sufrimiento en la existencia del individuo? Si el plano
de la razón estuviese en absoluto control de sí mismo, no debería
dejar pasar sensaciones de tristeza, de pesar, tanto del mundo
exterior como del interior o inconsciente al plano emocional
provocando emociones negativas o de pesar. Así mismo de ira o de
miedo. No comprendo porque os atrae el dolor y la pesadumbre.
Afirmo que vuestra razón es una razón incompleta, vuestro cerebro
uno defectuoso, que debe ser corregido y superado.
Reflexionad sobre el inconsciente, por ejemplo, esa suerte de
depósito de miedos y fobias, de pensamientos reprimidos, que
arrojan sensaciones al plano de lo consciente, devenidas luego en
emociones, nuevamente, por lo general, negativas, o bien de
rechazo, por ejemplo en ciertas clases de fobias ¿Cuál es pues el
dominio que tenéis de vosotros mismos, de vuestra mente toda si ni
siquiera sabéis a cabalidad lo que habita en vuestro inconsciente
y por ende lo que este arroja a su antojo al plano consciente?
¿Cómo es que existe tal ingobernabilidad de la mente de sí misma?
Hablemos de limitaciones humanas, en tanto es lo único que parece
explicarlo. Os hablo de pensamientos intrusivos, que se os

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instalan de un momento para el otro, que os crean confusión y
ambigüedad, que comandan una experiencia humana que, como tal,
debiera ser libre y plena. Sois demasiado complejos y
desconcertantes, aún no tenéis elementos para simplificaros y
haceros las cosas más fáciles.
Queda pues el ser, lo esencial a la existencia del hombre,
relegado, sometido por completo frente a este escenario de
conflicto entre el plano de la razón y el de las emociones, en
conflicto entre sí mismos, de naturaleza completamente errática y
ambigua, desconcertante, combativa, frenética. Vuestro ser que no
es, y que debiera ser. Debiera el ser existir más allá de este
conflicto tan absurdo, tan humano, que os agobia a lo largo de
vuestra existencia y que aún no acabáis comprendiendo por qué es
que se manifiesta en primer lugar. Es por ello que es poco lo que
puedo convalidar que provenga de la mente humana, en su derroche
de incapacidad de comando de las mismas emociones que esta crea y
de la misma razón que esta piensa; ha de ser tarea de todos
vosotros disociaros todo lo posible de vuestra mente si deseáis
alcanzar nuevos estados del ser, cierta capacidad de no sentir ni
de pensar y por ende, cierta plenitud. Debéis ser alma únicamente.
¿Por qué es pues que vuestras emociones no existen en sí
mismas para el goce, la plenitud y el bienestar? Y aunque de hecho
existen y las conocéis ¿por qué es que desaparecen de un momento
para el siguiente? Fijaos, que el único paliativo que habéis
encontrado para enfrentaros a este dilema ha sido el de generaros
métodos para revertir el problema. Y yo os repito ¿por qué debéis
combatiros a vosotros mismos? ¿No debiérais sentir únicamente lo
que os da placer, goce y plenitud? ¿no debieran ser vuestras
emociones reflejo único de esto y permanecer en vosotros tanto
como quisierais, por que es esta vuestra voluntad? Mas tal cosa es
imposible, lo único a lo que podéis aspirar es a disociaros todo
lo que os sea posible de vuestra razón y de vuestras emociones. No
se trata pues de controlar la mente, se trata de alejaros de esta,
en tanto, por lo visto, escapa a vuestro control.
¿Alguna vez os preguntasteis cómo sería vuestra existencia
sin ira ni odio? ¿Sin miedos, sin resentimientos ni rencor? ¿Sin
angustia, sin tristeza? ¿Sin amor acaso? Sólo seríais, en una
suerte de limbo, de estado del ser. Cercano, quizás al estado que
experimentaréis luego de morir. Sólo os digo algo: Si para
sentiros humanos debéis de soportar el infierno de vuestro plano
emocional es mejor disociaros de él. Indudablemente, perdiendo
mucho de características que os hace ser humanos. Se os ha hecho
creer que tenerlas es una virtud, mas ¿no os demuestra lidiar con
ellas a diario que es más un tormento que otra cosa?
Aquí de lo que os hablo es esencialmente de la emocional como
limitante de la existencia humana, límite que debe ser
trascendido. De hecho, si existe un ámbito en el que una emoción
en especial se me antoja más limitada, perturbadora, confusa en su
ambigüedad, es esa emoción que llamáis amor. Perturbadora, por qué

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9
no sentirlo os lleva al hastío y a la soledad, a necesitar y
depender de él, a idealizarle como fin en sí mismo, como camino a
una felicidad falaz. Os hablo del amor de pareja, no del amor a
uno mismo. ¡Oh amor traicionero, tú, que ciegas y lo tergiversas
todo, tú, que nublas al ser y su razón, tú, que inundas de
mentirosa dicha esos primeros años en los que te instalas! Mas la
carencia crónica de amor os lleva a una existencia verdaderamente
miserable y vacía, por lo que es muy fácil caer en su embrujo. Él,
en su derroche de capricho condena con su ausencia y enriquece e
ilumina con su presencia, a su mera voluntad no a la voluntad del
ser enamorado. Y a su misma voluntad un buen día desaparece, o
bien cambia de forma. O bien es arrancado del otro ser que es
objeto de vuestro amor.
Así pues, este amor que se presenta como una suerte de
antídoto contra el dolor de la existencia, se convierte en un
veneno a la larga, que mata lentamente. Os invade con su alegría,
durante esos primeros años en los que irrumpe con fuerza en la
vida, para luego someter la existencia a una profunda pena y
hastío cuando ese ser, objeto de vuestro amor, deja de ser amado o
bien este os deja de amar. ¡Así, sin más, en su tiranía, esta
emoción tan humana ante la que os postráis, toma las riendas de su
destino y parte, cómo si tuviese voluntad propia! ¡Negadme que no
es así, negadme que no habéis sufrido bajo el influjo de la
voluntad de este gran tirano! En efecto, la experiencia de amar se
debate entre los extremos del amor frenético del inicio y el amor
desgastado del final. Claro, aquí aparecen vuestros psicólogos
aafirmando que el amor madura, que el amor tiene etapas
diferentes, que el amor se transforma luego en compañerismo. Pero
no explican estos señores, la razón, la naturaleza misma por la
cuál todas vuestras emociones pareciera que tuviesen vida propia,
por cierto, muchas veces en los momentos más inapropiados. ¿Cómo
no definir el plano emocional pues, como una enorme limitación
humana? Os permite sentir, os hace humanos; pero os estruja a la
vez en su tiranía de haceros sentir lo que este quiera, cuando y
cómo este quiera, durante el tiempo que este quiera. Y es esto
último el punto central, la imposibilidad de control desde lo
racional del plano emocional todo, no sólo de sus efectos. Control
en el sentido de decidir experimentar emociones, o no, su
frecuencia, la duración de las mismas, qué sentir y que no.
Control en ese sentido. ¡No os hablo de saber lidiar con vuestras
emociones una vez puestas allí! Es eso un mero paliativo, no
ofrece respuesta a mi planteo. Es pues esa imposibilidad de
control de aparición de vuestras emociones un límite que establece
el plano emocional, en su nefasta tiranía. Todo aquello de lo que
no tenéis control habrá de establecer límites a vuestro alrededor.
Y aunque es antagónico, debiera ser el plano emocional uno
gobernado por la razón, y no de naturaleza salvaje como lo es.
Deberíais poder hacer uso de la razón para experimentar qué
sentir, cómo y cuándo, a vuestro antojo, su duración e intensidad.

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Mas no serían emociones, sino procesos intelectuales. Perderían
esa espontaneidad que imprimen a vuestra vida. Más de uno de
vosotros querría poder racionalizar sus emociones en lugar de
vivir bajo la tiranía de su comportamiento errático. ¡Vaya, pero
si ni en vuestra razón podríais confiar tampoco! ¡Si es esta misma
la que crea esos pensamientos equívocos e intrusivos, que os
agobian en complejos procesos intelectuales que ni siquiera
querrías pensar si pudierais decidir hacerlo! ¡¿Cómo pues confiar
en vuestra razón si se razona a sí misma de manera equívoca, por
lo general?! ¿Cómo delegaríais en ella la inmensa tarea de
racionalizar vuestras emociones, aún si tal cosa fuese posible? Si
así fuera, decidiríais cuando sentir amor y cuando dejar de
sentirlo, si es que quisierais dejar de sentirlo; cuando sentiros
plenos y dichosos, cuando sentiros alegres, y cuando no, si es que
no decidís un estado de alegría y bienestar permanentes. ¡Y
estarías en vuestro pleno derecho porque es vuestra vida al fin y
al cabo! ¡Cómo es derecho de aquel que quiere sentir tristeza y
vacío para poder escarbar en su miseria y desarrollar alguna
extraña forma de arte cargada de melancolía, que de otra manera no
podría llevar a cabo! ¡Mas ni el triste puede no sentirse alegre
alguna vez, ni el alegre puede evitar sentirse triste, tal es el
grado del absurdo! A eso le llamáis “naturaleza humana”. Mas es
esta misma, la raíz de todos vuestros pesares y penurias.
Es en ese sentido, que vuestra razón, aún cuando pudiera
racionalizar vuestras emociones y dar paso sólo a emociones de
dicha y placer, crearía igualmente a discreción, procesos mentales
que habrían de antagonizar lo anterior, porque es esa su
naturaleza, el caos y el conflicto. Es pues el fin último de la
existencia humana lograr la prevalencia del ser sobre el plano de
la razón y el de las emociones, la mayor disociación posible.
Sería esta, indudablemente, una manera diferente de existir.
Existir desde el ser, sin hacer uso de la razón ni de la emoción.
Es pues el fin último simplemente ser. Lo demás sobra.
Y esto es lo que debatimos ahora, el reinado de las emociones
en la existencia humana, su naturaleza errática y caprichosa, su
aparición, su aparente autonomía, su dominio sobre el existente.
En tanto os dominan y os esclavizan es de orden hablar de una
limitante. Es lógico pues, tratar a las emociones como una
verdadera limitante de la condición humana. Vuestro ser, en tanto
no se libere del dominio del plano emocional e igualmente del
racional no conocerá la libertad.
Me diréis que pretender no sentir, estar más allá del plano
emocional os quitaría eso que os hace llamar humanos. Mas vuestra
preocupación debe ser otra. ¿De qué os sirve pues sentir dicha si
para ello debéis sentir una contraparte de dolor? ¿Dónde está el
sentido de ello? Aún más ¿de qué os sirve pues sentir cuando no
podéis racionalizar qué sentir y que no? Os sentiríais más libres
si no sintierais ya nada, porque de hecho no conoceríais la
sensación de la felicidad en tanto no albergaríais emociones. ¡Si

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hasta vivís corriendo toda una vida atrás de esa ingrata que nunca
llegáis a alcanzar y poseer enteramente! Todavía os queda el alma,
todavía os queda aferraros a ella y no lo hacéis. esta no siente,
no racionaliza; esta simplemente es. Mas vuestro ser está agobiado
frente al conflicto de las emociones y de la razón y hasta que no
os libréis de esto, seréis sólo un mero espectador.
Ahora, si debatimos el completo sinsentido del reinado de las
emociones sobre la existencia del hombre y si de hecho debatimos
la imposibilidad absoluta de racionalizarlas, o bien de controlar
qué sentir y que no, es de orden preguntarse no esto, sino el por
qué lo que predomina en todos vosotros son esos sentimientos de
dolor y de tristeza, de desdicha, de pesadumbre. ¡Salid a la
calle, veros las caras, ver vuestros pesares! ¡Veros vuestro
rostro! Como muestra, un botón. Entonces ¿por qué es que
experimentáis más de esos que de los otros, por qué tenéis más de
pesadumbre que de dicha y de bienestar? ¿Es que acaso la
naturaleza compleja del hombre, en su absurdo desconocer de sí
misma, le lleva a sufrir? ¿Es que es acaso inmanente a la
condición humana el sufrimiento y no la dicha? ¿De ser así, qué
determina esto? Podéis ver esto de dos formas, o bien la
complejidad de la existencia humana es tal que el hombre no
dispone de elementos como para comprender la naturaleza de su
propia existencia, o bien existe una suerte de gran enemigo del
hombre, que os creo con el único fin de veros sufrir. Sabéis que
no creo en dios alguno, por lo que esta satirización sólo os deja
ante la primera opción como única respuesta. Lleváis desde el
hombre prehistórico intentando controlar vuestras emociones y
tratando de comprenderos, no me podéis decir que no tuvisteis
suficiente tiempo ya de saber vivir en vuestro propio pellejo. Es
por esto que afirmo que el ser humano es un error.
Os voy a detallar algunos ejemplos en los que el reinado de
las emociones es nefasto. Hablábamos del amor, de su naturaleza
errática y embriagadora, que se presenta exultante al comienzo,
brillante, ofreciendo la falacia de la felicidad y la plenitud a
manos llenas, para convertirse luego en lo opuesto, para abandonar
y transformarlo todo en penumbra y hastío. Y cuando os hablo de
amor, no os hablo únicamente del amor de un ser humano hacia otro.
La naturaleza errática y nefasta del amor habrá de manifestarse de
igual forma hacia cualquier cosa que sea objeto de vuestro amor, y
podrá irse de vosotros un día sin más. Un ejemplo, el amor por
vuestra profesión. Muchos de vosotros estudiasteis años aquello
que os gustaba cuando jóvenes, aquello que fue originador de una
profunda fascinación, que os permitió aferraros en vuestros
mejores años a un ideal de plenitud, de estabilidad, de desafío
personal, de realización, con el fin de lograr ser realmente
buenos en aquello a lo que inicialmente quisisteis dedicaros.
Imaginasteis pues una vida vinculada a ello, perfeccionando esa
destreza y virtud, siendo cada día más hábiles en ello. Mas ¿qué
certeza tenéis que ese amor por vuestra profesión no os vaya a

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dejar un día, no os sea arrancado por una extraña razón y os deje
únicamente en presencia de una actividad que habréis de hacer sólo
para subsistir? Y habréis de preguntaros ¿Qué fue de ese amor, de
esa vocación que supe sentir por esto, que hoy, por el contrario,
hago con tanto agobio? ¿Qué fue, por ejemplo, de imaginarme en la
postrimería de la vida aún dedicándome a ello, incluso traspasando
a mis hijos mi conocimiento? Quién puede acaso decir, ufano, ¿de
esta agua no he de beber? Y por sobre todas las cosas, os habréis
de preguntar cuándo, cómo y por qué es que todo aquello pasó.
¡Preguntadle al amor, en su berrinche errático de estar y dejar de
estar cuándo es que decidió transformar ese amor profundo en
desinterés y aburrimiento! ¡Preguntadle al amor por qué y cuándo
es que decidió partir y a dónde es que se fue! Más de uno de
vosotros habréis de ir así, y me incluyo, arrastrándonos por lo
cotidiano, cargando la cruz de una veintena de años de experiencia
en algo que habréis de hacer un día con desgano, en un mar de
monotonía y de absurdo. Y se convierte uno, cuando esto ocurre, en
una suerte de sombra de lo que alguna vez fue, en un buscador de
nuevos caminos, por necesidad, con el fin de recuperar cierto
sentido otra vez, dentro del absoluto sinsentido de la existencia
humana.
¡Vaya, pero resulta que habéis oído eso de que el ser humano
es inconformista por naturaleza y eso os alcanza para daros una
explicación patética! También eso de que lo permanente es el
cambio, de que nada es para siempre y demás sandeces. Mas yo
siempre os haré la misma pregunta: ¿Querrías acaso haber sentido
apatía y desinterés por algo que, por el contrario, os enamoró dos
décadas atrás? Seguro que no, sobretodo por las enormes
consecuencias que ese desamor trae. Y no hablo de un mero interés,
hablo de una profunda vocación, nacida en la juventud, a la que se
le dedican años y pasión! ¿Se puede acaso estar haciendo algo
durante veinte años sin amarlo? Y no os hablo sólo de mí señores;
también el abogado que siempre quiso serlo, el médico, el
ingeniero, el economista un día se encuentran desmotivados,
envueltos en la monotonía y el absurdo de lo cotidiano,
cuestionándose si habrán de querer seguir haciendo eso que hacen
por el resto de sus días. Nada se salva de las garras del
comportamiento errático del amor y su berrinche. Todo gira
alrededor de su voluntad histérica e impredecible. Habéis
escuchado seguramente que lo que salva al hombre es el amor, que
todo lo realizado en su nombre vale la pena; mas a la vista de
todo lo dicho, ¿cómo no creer que es mas bien todo lo contrario?
¿Os pregunta el amor si hubierais querido dejar de amar en
primer lugar? Lo que sea, ¿alguna vez escuchasteis al amor
teniéndoos en cuenta en algo siquiera? ¿Os pregunta el
inconformismo si no estabais lo suficientemente conformes y en paz
ya como para tantos vaivenes y disconformidad? Hay veces en que es
necesario tener las piezas del tablero quietas, tener cierto orden
en la casa. Hay veces en que la quietud es necesaria. ¡Mas ahí

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aparece el desamor, como un tornado arrancándolo todo de raíz,
dejando un caos indecible! Ninguno de vosotros querría dejar de
amar aquello que sabe hacer, para lo que invirtió décadas de
estudio, convirtiéndose en meros espectadores, sin interés ni amor
alguno por eso que hacéis. Ninguno de vosotros conscientemente
desearía dejar de amar aquello que alguna vez amó. Y aquí es
cuando os convertís en esa suerte de sombra de vosotros mismos,
arrastrándoos a lo largo de las obligaciones de lo cotidiano,
ejerciendo eso que sabéis hacer pero que ya no os colma, porque el
desamor y el hastío acabaron con todo. Por todo esto es que os
digo: ¿qué es lo que realmente podéis decidir sobre vosotros
mismos? Os veo como una pequeña balsa a la deriva, sacudida por
los caprichos y vaivenes de las emociones, tratando de llegar a
algún puerto.
En el colmo de la paradoja, uno debe seguir conviviendo con
esa veintena de años invertidos de estudio y de experiencia, que
pesan sobre la espalda, mas a la vez en compañía de una absoluta
monotonía y frustración de sentir que, lo que supo ser, ya no lo
es más. Vaya, pero siempre estáis a tiempo de invertir otros
veinte años más en una nueva ocupación, ¿a que sí? ¡Si es que el
tiempo sobra, si es que uno puede a los cuarenta o cincuenta años
sentirse con los mismos bríos de los veinte! Y claro que no a
todos se os irá la vocación, pero a más de uno sí, en una suerte
de ruleta rusa enfermiza de la vida. Es esa podredumbre de lo
cotidiano lo que a su vez es caldo de cultivo para que todo esto
ocurra. Mas, es el comportamiento errático de las emociones
humanas lo que debatimos aquí. Esa suerte de ruleta rusa de las
emociones, de quizás sí, quizás no, estoy, dejo de estar, vivir o
morir, doblegando la voluntad humana a una nada absoluta. Eso es
lo que debatimos aquí. No creáis que es trivial el trabajo para
aquellos individuos que invirtieron años de su vida en ser
maestros de su profesión, no querrían ser ellos meros trabajadores
que sólo pretenden un salario o una cartera de clientes. Pretenden
una realización digna a través de su trabajo y en eso que saben
hacer tan bien, lo cual es muy loable, más aún si tal actividad
tiene como fin ayudar a otros. No es trivial nada de esto cuando
sucede, en tanto da lugar a una existencia verdaderamente
miserable y frustrante, de inmensa monotonía y agobio. Al igual
que el amor por vuestros hijos, el amor por vuestra profesión es
un pilar fundamental sobre el que se estructura la existencia del
hombre. ¿Pero como podéis acaso sustentaros sobre pilares de
barro?
A la larga pareciese que todo en la existencia humana se
resumiese a un batallar agónico para gobernar el caos y la
desdicha del efecto residual de las emociones. Es como la
borrachera, para, al día siguiente dejaros la cabeza partida en
dos y la garganta hecha un fuego. Mas, ¿cómo poder estar sobrios
de amor?
Por todo lo expuesto, ¿cómo hacer apología del amor, de hecho

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de cualquier emoción humana, cuando son éstas creadoras de todo
tipo de sufrimiento y pesar? En el colmo de la paradoja, ¿cómo
dejar de amar cuando estáis aferrados a la vida por amor a ella?
Será que me han desencantado las emociones humanas, en su
nefasto derroche de volatilidad, de errática aparición, de
temporalidad. Todo lo emocional es ambivalente y temporal,
ingobernable. Considero pues el plano emocional el principal
obstáculo para alcanzar siquiera un estado de quietud y de
sosiego, necesarios si se pretende alcanzar nuevos estados del
ser, nuevas realidades. Debéis disociaros pues de toda emoción,
debéis ser inmunes a éstas o viviréis encadenados a sus caprichos
y vaivenes, a su ambivalencia, a su finitud, a su naturaleza
temporaria. ¿Por qué insistís en dar pasos sobre arenas movedizas?
Esa ruleta rusa que supone vivir por amor ha matado a más de
un paisano. Es por esto que no debéis jugar ese juego enfermizo,
no debéis coger vuestro revolver y apuntaros en el nombre del
amor. Mas pronto apuntadle a este, que es vuestro verdadero
enemigo. Y si no estáis dispuestos a matarle, es que estáis
dispuestos a morir en su nombre. ¡De ese riesgo de morir en esa
ruleta rusa enfermiza que os propone el amor es de lo que debéis
alejaros más pronto que tarde! Es preferible vivir en la más
absoluta soledad que en compañía de un amor que habrá de irse de
vosotros un día, dejando un vacío mayor que el de la soledad de la
que antes huíais. Y no os hablo de un amor no correspondido, sino
de ese que un día se retira de vosotros en relación a lo que
otrora fuera objeto de vuestro amor y devoción. ¡Qué espanto dejar
de amar eso que se amaba, qué inmensa sensación de vacío y de
nada! Es eso lo peor, ni siquiera os dejará rencor ni resabio. No
os dejará algo de qué aferraros como para seguir, altivos, con la
frente en alto. Os dejará en un limbo en el que flotaréis a través
de la nada, embriagados de cotidianidad y monotonía. Vaya, es esa
la peor muerte en el nombre del amor que podríais morir.
El amor encadena. El amor a lo que sea, encadena. Aún no
comprendéis el problema que significa decir que os habéis
enamorado, de otra persona, de vuestra profesión, de un trabajo,
de la vida misma. ¡Qué enorme riesgo ese de amar! ¡Ay de aquel que
decide vivir en el nombre del amor a algo o álguien y no en el
nombre del amor a sí mismo! Ese ser enamorado no analiza lo que
pasaría si ese amor de pronto se desvaneciese, porque el mismo
amor le quita todo elemento de objetividad desde el primer
momento. Es el amor una ruleta rusa, en el que más tarde o más
temprano quien ama morirá a merced de esa última bala, letal. Mas
el amor a vosotros mismos es el que tiene las mejores chances de
no morir y si hay algo que hacéis poco es amaros a vosotros
mismos.
Y no sólo el amor es objeto de congoja y destino fatal.
También lo es la tristeza, esa que se instala tan alegremente, en
el paroxismo de lo absurdo, en la vida de quién ella decide
visitar. Y lo hace en el nombre de su capricho, en el momento

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menos indicado, cuándo y cómo quiere. Y habrá de irse cuando le
apetezca, porque al igual que el amor, tal es su naturaleza
errática. No decide el triste sentirse triste, simplemente se
siente así, de un instante para el siguiente. Tristeza, ¡tú que te
encarnas como un puñal en el pecho sin siquiera nombrarte, que
agobias y que estrujas el corazón mismo! Ni siquiera se te debe
pensar, ni nombrar; apareces porque así es tu deseo. Apareces y
haces tu nefasta puesta en escena, que puede durar el tiempo que
tú quieras. Tú, la de paso cansino, la de mirada perdida, la de
profundos suspiros, la que envenena durante su lenta e inexorable
estadía, la que promete regresar una vez en presencia de la dicha.
¿O acaso alguno de vosotros no conoce la tristeza? ¿Algunos de
vosotros no os habéis sentido tristes alguna vez? ¡Quién te
necesita tristeza, quién te ha llamado, vuelve al oscuro agujero
de la mente al que perteneces! ¡¿Para qué es que existes?! ¿Por
qué te crea la mente del hombre? ¡Y no os engañéis, creyendo que
necesitáis de tristeza y de dolor para poder valorar esos momentos
de plenitud y de dicha! ¡Qué insulto a la inteligencia creer eso,
debiérais escupir en la cara de aquel que os dijera eso! La
tristeza existe y se manifiesta en la vida porque es naturaleza
del ser humano hacerse la vida miserable, infringirse dolor y
pesar, en el paroxismo de lo absurdo. Creer que esos momentos de
tristeza os permitirán atesorar otros de dicha, es cuando menos,
conformismo, aceptación de lo inaceptable, resignación, torpeza.
¡Debéis negar todo aquello que os haga daño y si sois vosotros
mismos, pues negaros a vosotros mismos! Negad de vosotros eso que
os niega la posibilidad de sentir placer. No debéis justificar la
presencia de nada que no os brinde dicha o plenitud, debéis
entender que sufrir por el mero hecho de sufrir, por el mero hecho
de la naturaleza errática de las emociones que crean sufrimiento,
termina socavando la existencia, no enriquece de manera alguna, no
eleva el alma hacia nada como creéis, mas bien la somete hacia el
tormento ¿Cómo no afirmar pues, que el ser humano es un error
frente a esta neta, manifiesta incapacidad de gobernabilidad de
sus propias emociones? ¿Cómo no afirmar que toda emoción humana
representa un límite a superar, una barrera que impide al
existente hacer un uso efectivo del libre albedrío que le es
inmanente?
También la melancolía es amiga de la miseria y del dolor.
Afín a la tristeza, habrá de encarnarse con su mirada lejana,
añorando ese tiempo pasado idealizado, buscando desesperadamente
dar marcha atrás las manecillas del reloj, aún sabiendo que tal
cosa es imposible, instalando una permanente sensación de desdicha
y descontento en aquel que la padece. Es así como lo quiere esta,
convirtiendo el presente de ese desdichado en un eterno suspiro,
en una añoranza enfermiza de que todo tiempo pasado fue mejor.
Toda dicha, toda plenitud quedaron allí, atrapadas en ese pasado
al que se sabe será imposible regresar. Vive pues el melancólico,
de espaldas al presente y de cara al pasado, inmóvil, sin poder

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dar un paso adelante. Así vemos pues a esos melancólicos en una
permanente añoranza, aquellos a los que la melancolía se les ha
hecho carne. Y es esta una de esas sensaciones que no se van, su
carácter no es temporal. El melancólico muere como tal, en una
profunda depresión, añorando un pasado en el que cree fue feliz,
aún cuando ni siquiera la felicidad exista como tal.
La idealización, engranaje del que se vale la melancolía, tan
ambiguo y confuso, creador de verdaderos actos de ilusionismo
sobre el ser que idealiza un pasado que se muestra más dichoso.
¡Oh, qué fácil es caer en tu encanto y tu mascarada de que tiempos
pasados fueron más prósperos y felices, aún siendo un absoluto
sinsentido toda búsqueda de ésta! Es muy fácil caer en tu trampa,
tu que te enseñoreas en el sinsentido de lo cotidiano y en su
absurdo, cual ave de carroña, proyectando imágenes de un pasado de
prosperidad haciendo creer que en otro tiempo se fue feliz, aún en
su derroche de falacia. ¡Tú, que te instalas como una constante en
el devenir de lo cotidiano, convirtiéndolo en una nada aún mayor
de lo que es en sí! Y sigue siendo esa añoranza que se sufre al
idealizar, algo completamente fuera de control del individuo. No
se elige añorar o no, idealizar o no. Se despliegan imágenes de un
tiempo colmado de engañosa felicidad, como si de una película se
tratase, que lo tiñe todo de añoranza, llevando a una profunda
melancolía e insatisfacción.
Otro de tantos mecanismos de engaño de la mente, es pues la
idealización una proclama de insatisfacción hacia el presente, en
el que habréis de enamoraros de ese tiempo pasado, guardado en la
memoria, idealizado, excesivamente idealizado, al que necesitáis
regresar y que sabéis, es imposible. Un tiempo pasado que se
idealiza y se resalta por el mero hecho de que es pasado, de que
os recordáis más jóvenes, más libres, quizás con menos
responsabilidades, quizás en una época pasada en la que hubierais
preferido quedaros, que os muestra tan distintos en relación a
vuestro presente. Un tiempo lejano que no habrá de volver,
exuberante, hermoso en vuestra memoria, lleno de vida. Sigue
siendo una mera añoranza, un acto emocional devastador ya que es
imposible mover las manecillas del reloj hacia atrás. Y sigue
siendo esa melancolía y esa añoranza de un pasado que fue más
bienaventurado, un mecanismo de la mente que no es posible
controlar, que se instala y hace la vida miserable en tanto esta
lo quiera. Sin duda es imposible para el individuo desprenderse de
su historia, de quién fue, de su infancia y su juventud, de su
entorno, del mundo que conoció, de ese tiempo pasado que añora y
adora. Mas idealizar y añorar el pasado por el mero hecho de no
vivir ya en aquello que dejamos atrás, sólo conduce al
sufrimiento.
Enamoramiento de una imágen que os muestra en una suerte de
felicidad irreal, idealizada, con menos pesares, pero que quizás
en su momento ni éramos tan felices como creéis ni abundaba la
dicha a vuestro alrededor. De hecho, toda búsqueda de la felicidad

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conduce al resultado contrario, en tanto no existe como estado
emocional permanente. La felicidad no debe ser perseguida, no debe
ser el sentido de la existencia. Viene a ser el proceso una suerte
de amnesia selectiva en la que dejamos de lado lo amargo de
vuestro existir humano, una mera evasión del peso de los días;
sigue siendo algo bucólico, teñido de añoranza; una simple
idealización de un tiempo pasado que os da un válido justificativo
para negar el presente.
Contrario a la añoranza, la idealización de un futuro más
próspero, en el que todo tiempo presente, al ser visto como un
agobio, no es más que un mero puente hacia un futuro proyectado,
imaginado como ideal. En términos del amor podéis llegar a
idealizar un ser, incluso imaginario, como ese ser ideal con el
que la vida sería quizás más plena; os hace esto proyectar una
imágen irreal en la que os veis con un nuevo ser amado con quién
creéis que vuestra vida desbordará de una felicidad imaginaria.
¡Oh engañoso amor, es engañoso sentirte y aún más engañoso
idealizarte! En el nombre de ese amor idealizado, sin mayor
sustento que el ideal en sí, he visto hombres cometer verdaderos
actos de locura. No es lo anterior más que una ilusión, una imágen
irreal proyectada de un tiempo venidero, imaginado como próspero,
que nace del contraste con un presente amargo. Es este todo el
fundamento detrás. ¿Cómo pues vivir en pos de emociones que no
habéis de poder controlar? ¡Más pronto seréis títeres de vuestras
emociones que titiriteros!
También el miedo, emoción limitante si las hay, ese que os
hace temer a lo desconocido, que os hace aferrar a aquello de lo
que en realidad debiérais desprenderos, que os hace bajar la
cabeza ante lo indigno y lo aberrante por temor a la represalia,
que os cose los labios para decir eso que debe ser dicho, que os
encadena los pies para huir de aquello que debiérais dejar atrás,
que os ata las manos y os cierra los puños en vez de permitiros
recibir con manos extendidas, nuevas oportunidades y desafíos. ¡Oh
miedo, impredecible e ingobernable, al igual que el amor, tú que
haces gala de horrendos desenlaces en los que todas las
calamidades habrán de pasar, alejando toda chance de éxito con el
único fin de darte la razón a tí mismo! ¡Tu, que no das lugar al
riesgo ni a lo espontáneo, en tanto tu naturaleza es la cobardía!
¡Tú, que vuelves cobarde hasta al más valiente! ¡Cuántas
oportunidades se pierden en tu nombre, cuánta vida se pierde en el
transcurso de tu accionar! Al igual que el melancólico, difícil es
para el temeroso dejar temer, difícil es desprenderse del miedo
una vez toma control de la existencia. ¡Mas yo os digo que la vida
no es de los cobardes, a ver si lo entendéis! ¡A lo único de lo
que habéis de tener miedo alguna vez es a tener miedo a algo!
Y cómo no mencionar a la ira, fiel compañera de la
experiencia humana, esa que os envenena por dentro, que se desliza
fría como el hielo, que os hace cerrar los ojos y respirar hondo
mientras estáis bajo su dominio. Para terminar posiblemente

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estallando en un ataque de furia, golpeando, gritando, con el
único fin de librarse de sí misma. Es que sentirla es una agonía
insoportable. ¿Para qué es que existes ira? ¿Para qué otra cosa
que infringir dolor y nublar el buen juicio? Mas es esa ira
incontenible, que ciega la razón, que se nutre de la problemática
y de la frustración, de soportar la injusticia y la subyugación,
de todas y cada una de las cosas que no se logran, de la
postergación de los sueños, del tiempo perdido, esa, que veo
reflejada en vuestros rostros de amargura y en el mío, que termina
convirtiéndonos en animales cuando estalla y se convierte en algo
irrefrenable. ¡Vaya si te conozco ira inmunda, si habré sido
víctima de tí! ¡Si habrás dejado rastros de sangre en mis manos!
Desesperados, intentáis escapar de esta, como intentáis escapar de
la tristeza bebiendo, como intentáis escapar del amor que se fue
de vosotros con otro amor; en el fondo todo pareciese reducirse a
eso, a un desesperado acto de escapar de vosotros mismos. A esta
altura, después de todo lo dicho, estoy en mi derecho de afirmaros
que tenéis mas motivos para huir de vosotros mismos que de
quedaros con vosotros mismos. Albergáis emociones que no sabéis
siquiera por qué están allí, o para qué. ¿Es que acaso todavía no
os habéis preguntado la razón de tanto sinsentido en vosotros?
¿Cuál es sino, la razón de ser de una emoción como la ira? ¿Acaso
el animal siente siquiera una ira comparable a la vuestra? Es en
ellos una ira instintiva; mas es en el hombre una enfermedad
sistemática, voluntaria, del plano emocional. Y sigue sin tener
razón de ser nada de ello, por que nada que no arroje bienestar
debiera siquiera ser experimentado, por que así debiera el hombre
quererlo en su derroche de dominio de sí mismo. Pero no decide el
hombre sobre su emociones, mas éstas sobre el hombre. Mientras en
los primeros puede significar la ira, de alguna manera, un
elemento de superviviencia, es en vosotros una anatema, al igual
que la mayoría de lo que sentís.
Y cómo olvidarme de ti soledad, tú y tu miserable compañía,
tú y tu sensación de vacío y desamparo, de ausencia, cuando más de
otro se necesita y menos se necesita de tí. Te he sufrido poco,
pero aún recuerdo tu nefasta compañía durante aquellas mañanas y
aquellas tardes, parado frente a aquella puerta de hierro y vidrio
desvencijada, cuándo más compañía necesitaba. Y así un día te
fuiste, así de la misma manera absurda en que llegaste. Y mi
soledad se llenó de compañía nauseabunda, aquella en la que me
tuve que refugiar para arrancarte de mí. Aún así, ¿quién está
acaso libre de sentirte otra vez? ¡Quizás quisiera hoy sentirte de
nuevo, pero no en aquellos años! Quizás me enamoraría de tí y tú
de mí y seríamos inseparables. Si bien os hablo de emociones, no
es menos importante una sensación como esta capaz de evocar tantas
emociones de pesar y desdicha, de angustia, de desesperanza. Si
será la soledad creadora de todas éstas. La soledad, esa que se
debe sentir aún en contra de la voluntad del solitario. ¡Esa que
sumerge los días y las horas de aquel que la sufre en un devenir

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de minutos interminable! Esa que angustia y hace respirar hondo a
quien la lleva a hombros, con la esperanza de que se irá en alguno
de tantos suspiros, que le dejará libre del desgarrador estado
emocional que crea mientras es su compañía. ¿O acaso querría el
solitario sentirte, soledad? ¿Acaso querría aquel que necesita
compañía sentirse sólo? Mas es la soledad la que lo quiere sólo,
es ella la que decide quien será su compañía y cuándo. Y así como
un día lo elige, otro habrá de dejarlo. ¿Cómo no hablar pues de lo
emocional como límite, cómo no hablar de búsqueda de disociación y
ruptura con lo emocional, cuando pareciesen las emociones cual
caballos desbocados que llevan las riendas de la existencia hacia
el despeñadero?
La frustración, consecuencia natural de la ira. Esa que se
siente a flor de piel, que os recuerda todo el tiempo eso que no
pudo ser, que no podrá serlo. Esa que os hace resignar ante los
hechos, ante el paso del tiempo, ante los objetivos truncados,
ante la sensación de no poder, por una razón o por otra. Que os
pone de rodillas frente a los errores cometidos y se ríe de
vosotros. Esa, que inunda de resignación, que borra la sonrisa del
rostro, que le quita brillo a la mirada, que coloca una pesada
cruz sobre el lomo. Esa que nace de la resignación de la
aceptación sumisa al hastío de lo cotidiano. No es difícil sentir
frustración, todos habéis debido renunciar a cosas que sabéis
jamás podréis volver a hacer. Todos debéis aceptar un presente que
quizás diste mucho de lo que imaginábais alguna vez; mas dice el
mediocre y el necio a viva voz que no la conocen. Conocer la
frustración es haber tenido un ideal, una verdadera razón para
vivir, una pasión y no poder llevarla a cabo. Ese “no poder”, esa
aceptación servil es la que finalmente da paso a la frustración.
Otra de tantas emociones que convierten la existencia en algo
insufrible y que es a la vez tan humana.
Por supuesto, me diréis, que existen otras emociones
placenteras, como la alegría, el orgullo, el entusiasmo, el amor
por uno mismo. Mas son erráticas, no podéis aferraros a sus
encantos por siempre. No se sobreponen éstas a las otras. De
hecho, ese “no poder”, nefasto y limitante es lo que apoya mi
hipótesis de que sois un error, una suerte de acto fallído de la
naturaleza. Algo a medio hacer. Porque de otra forma, sí podríais.
Sí podríais no tener ese lastre de emociones nefastas en vuestra
mente que os acompañan, que hacen vuestra vida un tormento.
Es así que se sucede una emoción de displacer tras otra,
socavando toda posible emoción de bienestar, en una suerte de
necesidad morbosa de la mente de crear desorden y desequilibrio.
Es preciso decir que no toda emoción responde a un estímulo del
exterior, no toda emoción se dispara en relación a lo que deviene
del exterior, sino también de acuerdo a sensaciones internas. Mas
en un caso o en el otro, ¿no debiera acaso existir en vuestra
mente un mecanismo, quizás involuntario, que neutralizase toda
emoción de displacer y favoreciese toda emoción placentera? ¿Cuál

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es el sentido de que no lo haya sino otro que una deficiencia, de
alguna manera, de vuestro desarrollo cerebral? ¡Hablo de la raza
humana toda! Por el contrario, no sólo no lo hay sino que existe
lo inverso, el mecanismo que las genera, que las imprime a nivel
consciente. No estáis equipados de mecanismo natural alguno que
revierta el anterior. Y os hablo de un mecanismo involuntario, no
de artimañas de la razón, ni de trucos de la nueva era, ni de
respiración diafragmática, ni de velas, ni de dioses, ni de
estampillas, con el fin de procuraros cierto balance, cierta paz
interior. Es todo ello procurar una solución racional a un
problema que no es de la razón. Os hablo de una suerte de
mecanismo de nulidad de toda emoción de displacer.
Ante todo esto es imposible no detenerse en el absurdo que
resulta el existir humano, con su caudal desenfrenado de
emociones, su razón intentando desesperadamente ejercer cierto
dominio sobre ellas, y el ser, lo esencial del individuo, que no
logra manifestarse plenamente a raíz de ello. Vaya ridícula puesta
en escena, esta de la obra del hombre. Mucho se ha hablado de la
liberación del alma, pero vaya si estará presa esta, sentenciada a
muerte. ¿Acaso es posible liberar completamente el alma de otra
forma que no sea a través de la muerte? Termina resultando la
experiencia humana un absurdo, patético deambular cotidiano entre
las mismas contradicciones de la razón y el implacable tormento de
las emociones, dando lugar a una vida miserable y dura, en el más
absoluto paroxismo del sinsentido de no poder hacer otra cosa que
ser espectador de ello. Lleváis millones de años de existencia en
la Tierra y aún no habéis logrado una evolución genética tal que
de solución a la problemática descrita. De hecho, de haber logrado
una evolución suficiente no sería nada de esto objeto de
discusión. Ni siquiera sois capaces de controlar consistentemente
emociones básicas como el miedo o la ira. Os arrastráis por lo
cotidiano, soportando vuestra miserable existencia, debatiéndoos
entre las contradicciones de vuestra razón y el agobio de vuestras
emociones, siendo la primera la encargada de controlar lo segundo,
sin comprender siquiera el porqué ni la razón de todo esto, ni
siquiera la razón del descontrol en sí. Vaya, ¿no pareciese por un
momento, que estuviésemos hablando de un ser primitivo,
involucionado, limitado, apenas racional, como aquellos de las
cavernas? ¡Pues no, os hablo de mí y de vosotros! Me diréis, esta
problemática es simplemente parte constitutiva del existir humano
y que es irresoluble. Yo os digo que si esto es lo mejor que ha
podido hacer de vosotros la naturaleza, debiera esta resolver por
vosotros y extinguiros como se han extinguido otras especies para
dar lugar a otra que os supere. No eres tan sabia, madre
naturaleza. ¿O es que acaso nos detestas? ¡Cuánto de hombre de las
cavernas queda aún en mí y en todos vosotros! Mas eran ellos
apenas conscientes de su primitivismo y por tanto menos
atormentados. La inteligencia es una virtud en muchos aspectos mas
un infierno para aquel que quiere comprenderse a sí mismo,

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comprender el existir humano en sí.
Es por todo lo expuesto, que lo emocional no puede ser visto
sino como algo limitante, devastador, absurdo, tirano. El hecho de
aceptar el caos del que está hecho os pone ante sus pies, os
rebaja a una existencia mayoritariamente sesgada por el displacer,
la congoja y el caos. La incertidumbre absoluta de no saber ya qué
esperar, que habrán de deparar las siguientes horas, el siguiente
día en relación a cómo os habréis de sentir. De hecho, aceptar
cabalmente esto os deja ante el umbral de otra gran incapacidad
humana, como ya dijimos, y es la de no poseer mecanismo natural
alguno capaz de contener estos caballos desbocados que pareciesen
ser vuestras emociones. Ahora bien, y esto es esencial, ¿qué otra
cosa, sino una neta y absoluta imperfección en el desarrollo del
hombre los puso allí, o peor aún, los libera acaso del establo?
¿Querríais haberlos liberado, querríais acaso que existiesen? ¡Y
aquellos que logran apaciguarles y volverles a su lugar, una y
otra vez, en un desgastante y absurdo ejercicio de auto-control y
dominio de sí mismos, son considerados sabios entre la gente! No
es sabio quien da solución a esto para sí. Sabio sería quien no
albergase descontrol ni desbalance alguno en él, ni conociese
emoción de displacer, ni ambivalencia alguna, ni caos alguno. Una
ausencia total y natural de toda emoción negativa, de toda
ambivalencia, de toda contradicción de la razón, ausencia
permanente, total y consciente. Un nuevo ser humano, en una nueva
realidad post-humana, capaz de no albergar ni conocer emoción de
displacer alguna. ¿Pero acaso sería humano este individuo? Aún
aceptando tal condición de degradación existencial ante la que os
pone la razón, aún degradándoos ante esta perfecta imperfección
que sois, aún aceptando que no existe, de manera natural,
mecanismo alguno en vosotros que de solución a este dilema, lo
único que os queda es desarrollar a través de todo tipo de
ardides, alguna suerte de mecanismo artificial que ejerza, de
alguna manera, algún control sobre aquello naturalmente
descontrolado, caótico, revuelto, que venga a dar solución a una
problemática que no debiera existir en primer lugar. Para terminar
volviendo al comienzo, teniendo frente a sí una nueva sensación de
pesar y displacer con la que lidiar, una nueva emoción negativa,
en un ciclo absurdo y desgastante, a lo largo de toda la
existencia. ¡Es tal el absurdo, que aún si os hubiese provisto la
naturaleza de tal mecanismo, os hubiese dotado de otro para
contrarrestarle!
¿Como no hablar pues de lo emocional como límite cuando toda
emoción representa un límite en sí mismo? ¡Aún hasta las más
plenas y reconfortantes, pues durarán estas en tanto así lo
deseen, como si de una voluntad propia se tratase! ¡Y he escuchado
términos como inteligencia emocional, vaya ridiculez señores! Yo
me rio de vosotros, hombres y mujeres de cartón, vosotros que
creéis ser felices en su mundo de banalidades; los que creéis
tenerlo todo, todo eso que vuestra mediocridad así os lo hace ver

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¡Sentiréis tenerlo todo en tanto no aspiréis a más de lo que
aspiráis tener o ser hoy! ¡Y ni eso podréis controlar! ¡Y durará
esa plenitud lo que ella misma quiera, tanto como durará vuestra
mediocridad, en tanto no aspire esta abandonaros y aspirar a otras
alturas! Y allí sabréis de qué os hablo, cuando delante de
vosotros, en el llano de lo mediocre en que vivís, se eleven
nuevas montañas a escalar. ¡Llegará el día que comprenderéis que
no estáis leyendo a un inconformista ni a álguien que os detesta,
mas a álguien que os conoce profundamente porque conoce las
limitaciones del ser humano!
Y me he cruzado con algunos personajes en el devenir de la
vida, que me han hablado de armonía, de equilibrio emocional, en
una suerte de respuesta, de contención del caos emocional. Me han
hablado de meditación, de velas, de mantras, de templos, cámaras y
demás sandeces. No solo se creen a salvo de la misma miseria
humana de la que están hechos, no sólo creen en una salvación del
alma fruto de seguir su doctrina religioso/sectaria, sino que
menosprecian y denostan a todos aquellos que no siguen sus
principios esquizofrénicos, en el paroxismo de la intolerancia.
Señores, no creo en la armonía del ser, ni en equilibrio alguno;
del caos absoluto venimos y caos es lo que somos. ¿O acaso no hay
también caos dentro de vosotros? ¿Acaso no padecéis de los mismos
límites emocionales que os estoy describiendo? No hay vela, ni
oración, ni mantra ni cuarta dimensión alguna que os vaya a salvar
de vuestro propio caos. ¡Estallarías allí en vuestra propia cuarta
dimensión imaginaria, por que nada puede acaso salvar al hombre de
ser la obra incompleta, imperfecta que es! Y me he encontrado
también con otros, de corte menos extremo, que me han hablado de
equilibrio, de equilibrio entre la mente racional, la emocional y
el ser, haciendo gala de una suerte de fórmula matemática
aplicable en todo momento. ¡Un botón de bienestar interior, de
filtro de lo negativo! Basura, todo ello, fruto del desquicio del
ser humano, de la necesidad de sosiego, que busca desesperada
respuesta en lugar de asumir la miseria de la que está hecho.
Habrá de seguir el ser humano todo, errado en su concepto, en
tanto se convaliden formas de pensar como éstas, no seguirá siendo
nada de esto más que un parche, un remiendo encima de otro
remiendo, una forma de escapismo, una solución temporaria. ¿Por
qué mejor no os deshacéis de la necesidad de tener que escapar de
lo que sois? ¿Por qué no mejor dejáis de querer remendar aquello
que está roto? ¡Dejad roto lo roto, volverá a romperse cuando
menos lo esperéis! Lo que debiera ser y no es, y difícilmente lo
sea alguna vez, es una experiencia de vida en la que el ser, el
espíritu no se vea sumido en denodados esfuerzos para mantener ese
mínimo de equilibrio con su contraparte de razón y emoción, una
experiencia en la que exista un mínimo de equilibro entre cada una
de las partes, que hoy no tiene. Ahora bien, y esto es fundamental
¿Por qué no os fueron dadas, al momento de vuestra conformación
como especie, las herramientas mínimas necesarias para lidiar con

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todos estos dilemas? ¿Cuál era el fin de crearos como seres
incompletos? ¿Es que acaso os detestaba ya el universo cuando os
hizo? ¡¿Tiene acaso el pájaro que hacer esfuerzo alguno para estar
en armonía consigo mismo?! Diréis: ¡pero es que éstos no tienen ni
razón ni una mente emocional tan desarrollada como la nuestra!
¿Pero acaso no querrías sentiros pájaros si descubriérais lo
libres que son? ¡No son libres porque vuelan, son libres de ellos
mismos y vosotros no! Mas vosotros, vosotros tenéis que hacer gala
de todo tipo de artimañas dignas de ilusionismo para tener un
mínimo de auto-control, o se convierte vuestra vida en un
infierno. De hecho tenéis hasta que descubrir como hacerlo porque
ni siquiera os es obvio, y es allí donde os atrapa la nueva era,
la religión, las estampillas, lo santos, las sectas y la fe en un
dios salvador. Por todo esto es que afirmo que el ser humano es un
error de la naturaleza, una obra incompleta, a medio camino entre
lo que es y lo que nunca debió ser.
Por lo expuesto, a lo único que se debe aspirar es a ser, a
echar la mirada hacia lo esencial. No a armonizar, a balancear el
desbalance de vuestras emociones, sino a disociarse de hecho de
éstas, ergo, disociarse del plano de la mente emocional para
simplemente ser. Y es a través del arte, de cualquier forma de
arte que es esto apenas posible, para complementar esta nueva
realidad del ser con una práctica cabal de la Ataraxia que
propusieran los Griegos. Difiere mucho esto de un mero control del
descontrol, porque habríais de seguir dándole importancia,
seguiríais convalidando su existencia y no dejaría de ser una mera
solución temporal. Seguiría el caos apoderándose de vosotros hasta
que volviérais a tratar de armonizaros, en un ciclo sin fin. Lo
que os planteo es más difícil, es un alejamiento real, a
conciencia, una declaración de independencia real y total del
plano emocional, una aceptación de ese caos en vosotros en tanto
es parte constitutivo del ser humano, mas no la búsqueda de su
dominio, ni su balance, sino una disociación real de este como
única forma de liberación.

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Parte II

Del conocimiento autodidacta

Es aberrante, indigno cuando menos, este paradigma que define


la sociedad de consumo, especialmente en relación al mundo
laboral, en la que el individuo pasa a ser una mera herramienta
del sistema y no lo inverso. Una relación con más obligaciones que
derechos. Una relación en la que una de las partes es explotada,
denigrada hasta lo indecible, sometida a un extenso horario que lo
disocia de sí mismo, de su esencia e intereses, en un contexto de
relación de dependencia muchas veces penosa para el individuo,
repito, indigno. Vendéis vuestro tiempo cual prostituta por una
mera paga mensual. ¿Y dónde quedaron vuestros verdaderos
objetivos? ¿O es que nunca los tuvisteis? ¿Todo se basaba en esto,
desde la niñez, habéis estudiado todo lo que sabéis para esto,
para ser meros empleados? ¿Habéis llegado hasta aquí sólo para
esto? ¿Es este el fin último de vuestra existencia? Hasta la misma
palabra lo define: empleados. Empleados por el sistema, empleados
para fines de este, no para los vuestros. Vaya, olvidaba que ese
pequeño salario que recibís os cierra la boca y no os deja pensar
en estas cosas “triviales”, os deja pagar las facturas. Y os corta
las alas, de paso.
Vaya paradigma ese que perseguís y que os enseñaron a
perseguir. Paradigma que por el contrario yo aprendí a rechazar
desde la infancia de manera natural, un paradigma que me resultó
siempre tan ajeno y hostil, del que nunca me sentí parte, del que
hoy soy sólo su espectador y crítico acérrimo. Si será absurdo
vuestro paradigma que hasta para ir al baño debéis pedir permiso,
o para salir a fumar un cigarro. Permiso que puede ser negado, y
aún siendo dado, en ocasiones se os descuenta ese tiempo invertido
en miraros los genitales en el baño. ¡Negadme que es así en muchos
trabajos! ¡Mas os desvivís en ser parte de esto, porque queréis
ser profesionales! Señores profesionales, me rio de vuestra
autonomía, vuestra libertad y vuestro salario si hasta para ir al
baño debéis pedir permiso a vuestro amo! Es su perro mas libre que
Ud. Si Ud. no lo baja él habrá de orinar donde se le ocurra,
porque él es libre de sí mismo. Y no le descuenta Ud. de la ración
que le da en relación al tiempo que invierte en orinar, en tanto
su perro no está a su servicio sino al servicio de sí mismo.
Siendo Ud. el amo, pareciese ser más generoso que el vuestro, que
os descuenta del salario el tiempo invertido para orinar. Vaya,
hay muchas otras cosas que tampoco puede hacer, no puede hacer
llamadas personales, no puede tomarse un trago, no puede salir a
tomar aire y despejar la mente. No puede porque Ud. no es dueño de
sí mismo sino que tiene un amo, al que está subordinado, que lo
alquila y que amablemente le deja regresar a su domicilio a la

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noche. ¡Vaya desagradecidos que sois que no habéis retribuido tal
gesto de generosidad aún! Teniendo en cuenta que Ud. es una
persona y su perro una mascota, todo lo descrito es humillante,
cuando menos. ¿O es acaso también Ud. una mascota de vuestro amo y
aún no se ha dado cuenta?
Lo anterior os debe poner frente a un elemento clave en la
búsqueda de disociación con ese paradigma, de búsqueda de creación
de una nueva realidad para sí, de posicionamiento frente al umbral
más allá de lo humano, y es el del conocimiento autodidacta.
Conocimiento que debe ser perseguido y atesorado, alimentado,
inculcado desde la niñez. Y no por el conocimiento autodidacta en
sí mismo, no por el saber en sí mismo, sino por el desarrollo de
una necesidad de libertad e independencia plena, de completa
ruptura con todo aquello descrito anteriormente, de aspiración de
autonomía, que puede ser logrado únicamente siendo demasiado bueno
en algo. Por esto, no os hablo de atesorar conocimiento por el
mero hecho de conocer en sí, para terminar inmerso luego en un
modelo de dependencia como os describí anteriormente, sino que es
ese saber orgulloso, aprendido por fuera del sistema, basado
únicamente en el esfuerzo personal, orgulloso de sí mismo, el que
os llevará a necesitar aplicarlo de una manera diferente, de una
manera libre, en la que seáis dueños de vuestro tiempo. El sistema
al servicio de vosotros y no vosotros al servicio del sistema.
Esto es esencial. Es un punto de partida que os llevará a su vez a
un auto-control y a una plenitud posteriores. Hablábamos
anteriormente de la mirada puesta en el ser, del reencuentro con
este, del andar solitario, de la reflexión constante, de la
superación de limitaciones, de la búsqueda de trascendencia en
obra y pensamiento mas nada de ello puede ser llevado a cabo, ni
siquiera pensado en el marco de una relación de dependencia
laboral en la que no sois dueños de vosotros mismos, en la que
sois esclavos de una tiranía, en la que vuestra cotidianeidad no
es vuestra sino de un tercero. Por el contrario, perseguir un
conocimiento desde la infancia, sacrificar parte del juego
inherente a la edad, en ello, hundirse en pensamiento y reflexión,
en la resolución de los problemas propios de ese conocimiento,
hará de vuestros niños individuos orgullosos de ese saber, con el
alma templada de haber resuelto dificultades, les hará sentir la
satisfacción de superarse a sí mismos desde temprana edad, lo que
les llevará inexorablemente a una búsqueda de libre albedrío
posterior, de desprendimiento de la realidad y sus paradigmas. No
sólo vuestros niños, también estáis a tiempo vosotros hoy.
Es pues ese desprendimiento con la realidad el que os dará
apenas el puntapié inicial y el ámbito para profundizar
habilidades, conocimiento, el que os llevará a una necesidad de
aprender y de conocer, el que os dará tiempo, silencio y espacio
interior para hacerlo. En ese redescubrimiento de vosotros mismos,
en ese enfoque hacia lo creativo y lo artístico, hacia lo cultural
o bien hacia lo científico, en ese silenciar la distracción del

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absurdo cotidiano, que encontraréis el lugar, el tiempo y el marco
necesarios para desarrollar habilidades que desde temprana edad ya
existen en vosotros mismos.
Es pues, el conocimiento autodidacta una herramienta práctica
que os alejará de ese paradigma de dependencia laboral penoso, os
allanará el camino hacia la autonomía laboral, aún con las
inestabilidades y dificultades que pueda traer. Siempre será la
opción correcta desarrollar una postura de autonomía e
independencia, basada en un conocimiento sólido, aprendido, en un
talento, en habilidades que deben ser aprendidas desde pequeños.
Ese conocimiento autodidacta, ese desarrollo de aptitudes os
llevará inexorablemente, como os dije, a alejaros y a despreciar
este paradigma idealizado que tenéis de trabajo dependiente que ha
sido inculcado en vosotros desde la niñez y que perseguís tan
equívocamente con tanto afán durante toda la vida. Dejad de
inculcar esto a vuestros hijos, dejad de condenarlos.
Es la búsqueda del conocimiento autodidacta lo que define en
primer lugar una declaración de independencia del individuo con el
sistema, con el paradigma de la sociedad de consumo, en tanto no
es aprendido dentro de este ni enseñado por este bajo el sesgo de
una futura aplicación en un trabajo esclavizante. Es aprendido
pues, en otro contexto, en un contexto de esfuerzo y de
sacrificio, de renunciamiento. Es pues aprendido con el fin del
saber por el saber en sí, por el conocimiento en sí, no será un
saber basado en una aplicación práctica, únicamente con fines
lucrativos, en tanto no es este su fin último. Indudablemente
tiene esa formación algún tipo de fin económico, indudablemente
será aplicado en el sistema, usado en este, pero haciendo uso del
mismo, no siendo el sistema quien termine usando al individuo y
sometiéndole a sus reglas. Procurad no ser un instrumento del
sistema sino hacer del sistema vuestro instrumento.
En suma, aquel que potencia sus habilidades desde la
infancia, aquel que se sumerge en sí mismo, que potencia las
habilidades de su intelecto, aquel que buscare su aplicación en un
entorno de plena autonomía, estará finalmente rompiendo con ese
paradigma de educación inicial - educación media - educación
universitaria/técnica - posterior aplicación en un ámbito de
relación de dependencia laboral. Es esto lo que debéis superar y
trascender. No os dejará tiempo para acceder a vosotros mismos,
conoceros, transhumanizaros.
Sólo a través de negarse a ser parte de este modelo de
trabajo estaréis apenas mas cerca de iniciar ese camino de
introspección necesario para superaros a vosotros mismos. Ese
nuevo transitar que os acercará a vuestra esencia, que os llevará
a la búsqueda de lo perfecto, a la quietud, a la
imperturbabilidad, en suma, a poner vuestros pies en el umbral de
lo transhumano. No existe otra manera de hacerlo, no podréis
aspirar a nada de esto si seguís con vuestra vida actual, siendo
uno mas entre muchos. Debéis destacar, y solo aquel con talento y

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conocimiento sólido puede hacerlo. ¿Que habéis hecho vosotros para
ser realmente buenos en algo y vivir y morir por ello?
Como os dije, para aspirar a la autonomía y a la libertad, se
deben tomar medidas, no podéis aspirar ser libres cuando tenéis
alma de esclavos. La libertad, en todos sus ámbitos, debe ser
conquistada, no os pertenece, no es ontológica. Es a partir de
iniciar el proceso de transhumanización que debéis hacer, que
estaréis mas cerca de la imperturbabilidad, de la quietud del
espíritu. Asociamos a esta el concepto de disociación de toda
emoción, la búsqueda de silencio interior, de superación de
limitaciones, la búsqueda de trascendencia en obra y pensamiento,
la búsqueda del libre albedrío.
Nada de esto está pensado para aquel sometido a un esquema de
trabajo dependiente, no quiere el sistema individuos así, no los
necesita. Por otro lado, no debéis confundir los términos. No es
el enfoque en el conocimiento autodidacta lo que os habrá de
transhumanizar o transhumanizar a vuestros hijos per-se, mas la
potencialidad que este desarrolla, el enfoque en el ser, en el
desarrollo de habilidades aprendidas en la niñez y en el
perfeccionamiento de éstas lo que transhumaniza. Es esto lo que
verdaderamente lo hará y os liberará de vuestras cadenas a futuro.
Es pues ese enfoque un medio, quizás el principal, cuyo fin será
poneros ante el umbral de lo transhumano.
Indudablemente existen profesiones que sólo pueden ser
aprendidas sólo a través del sistema formal, y sólo así
incorporadas a cabalidad, incluso por la misma naturaleza de ellas
sería difícil aprenderlas por vosotros mismos, mayormente a edades
tempranas. Pensad en la medicina, por ejemplo. Mas en todo esto os
hablo de un tema de enfoque, como os dije, de ruptura con el
paradigma de educación formal y posterior inserción en el mundo
del trabajo, como si tal cosa fuese el fin último de la
existencia, algo como para vivir y morir. Por tanto, cualquier
profesión, cualquier conocimiento del que os jactéis de ser
excelentes, y aprendido este en el ámbito formal, no solo no debe
necesariamente ser realizado en un entorno de relación de
dependencia, sino que no debe ser impedimento alguno para
desarrollar a lo largo de la infancia y juventud estudios
complementarios, que puedan incluso no tener que ver con vuestra
futura profesión, como para formar un todo de habilidades en
vosotros. Debéis tener un abanico de conocimientos diversos no uno
que habéis aprendido en el marco del mandato social, del apremio
de que ya estabais en edad de estudiar y trabajar, cuyo fin es
únicamente lucrativo y, por lo general, siquiera vocacional.
Accedéis pues al conocimiento a una edad equívoca, demasiado
tardía, en la que deberíais ya estar aplicando alguno de los
conocimientos ya adquiridos y no comenzando recién allí a hacerlo.
Vivís una vida adormecida, en el marco de un sistema
demasiado vil, demasiado inclinado a favor de los grandes poderes
económicos que os siguen envenenando, a vosotros y a vuestros

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hijos, en un influjo continuo, aturdidor, contrario a alcanzar
liberación espiritual alguna. Busca este únicamente el
sometimiento, hundiros en sus fauces, engañaros haciéndoos creer
que ser parte de él es sinónimo de éxito social. Habéis sido
educados para adorarle y postraros ante él, al punto que
desperdiciáis un tercio de vuestra vida preparándoos y preparando
a vuestros hijos para ser parte de él. ¿Qué habéis obtenido a
cambio, sino frustración y enorme amargura? ¿Qué habéis obtenido a
cambio sino enfermedad y ruina espiritual? Este paradigma sin
sentido, de lo social y del trabajo, que está pensado sólo para
beneficio de sí mismo, no para el vuestro. Entendedlo. Por el
contrario, mas que adorarle debiérais destruirle. Es por esta
razón, que debéis de preparar a vuestros hijos desde la niñez a
combatirle y vencerlo, y una buena forma de hacerlo es a través de
enseñarles a ser autodidactas, enseñarles a pensar, a reflexionar,
a rebelarse, a no ser un pequeño autómata más como sois todos
vosotros. Disculpad mi crudeza, no sé haceros despertar de otra
forma, no me pidais caricias, yo sólo se dar cachetadas. Y lo
importante no es el abanico de conocimiento que ser autodidactas
creará en vuestros hijos, no me cansaré de decirlo: lo importante
es la actitud desafiante, rebelde, liberadora que este
conocimiento, aprendido de esa forma, traerá en vuestros hijos,
porque aprenderán a resolver problemas por ellos mismos, a no
depender de nada. Y no depender de nada es el primer paso para
dejar de tener alma de esclavo. Es eso lo que los pondrá desde
temprana edad en el umbral de alcanzar un verdadero estado de
espiritualidad un día en su adultez, y lo que los diferenciará del
resto de gusanos con cuerpo de hombre, encorbatados, obedientes,
sumisos hasta lo indecible.
Las habilidades intelectuales de un individuo no comienzan
recién a los diecinueve años cuando ingresa a la universidad,
deben ser desarrolladas años atrás, desde el ámbito lúdico, desde
el conocer por conocer, desde el saber por el saber en sí mismo,
no desde el conocer “porque tengo que desesperadamente ser
profesional en algo y ganarme la vida”. ¡Qué error grandioso este!
Visto así, resulta obvio, mas ponéis demasiado énfasis en que
vuestros hijos sean parte del sistema. Con esto estáis yendo en
contra de que vuestros hijos puedan descubrir la genialidad que
hay en ellos, que exploten su creatividad, que definan nuevos
caminos para ellos mismos y para otros. El sistema siempre habrá
de buscar borrar todo rasgo de genialidad y creatividad en el
individuo desde temprana edad. No quiere este individuos que
destaquen del resto, no quiere este ser desestabilizado, porque
sabe que allí está su ruina. Son los genios los únicos capaces de
desestabilizarle, hacerle temblar, ponerle de rodillas. ¡Fomentad
la genialidad en vuestros hijos entonces! ¡Arrancádles de las
fauces del sistema, aún estáis a tiempo! Vuestros pequeños aún son
vuestros. Haced de vuestros hijos elementos desestabilizadores del
sistema, grandes creativos, grandes artistas, grandes científicos.

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Salvádles de la futura corbata, del traje impoluto, salvádles, de
paso, de una vida de servilismo y denigración. Habrá de ser el
mejor legado que podréis dejarles.
La mayoría de las personas que conocí en mi vida han llegado
al momento de ingresar a una facultad sin tener idea, ni siquiera
remota de qué era lo que querían realmente hacer de sus vidas, o
cuál era su vocación. Simplemente se vieron forzados a ser parte
de un engranaje ajeno, a seguir un mandato social, una orden que
venía desde las alturas, del entramado social. Todos ellos llevan
hoy una vida de miseria interior indecible. Vaya, no me sorprende,
ya se los advertí yo casi veinte años atrás. No deviene la
vocación como por arte de magia, no despierta a los dieciocho
años, no deviene al individuo en ese momento de la vida, sino
muchísimo tiempo atrás. Y debe tenerse la fuerza de voluntad
necesaria, ya desde niño, para perseguir ese fin, esa loca idea de
alcanzar un día esa dosis de libertad necesaria para tomar el
mundo por asalto. ¡Vaya vocación esa de someter al sistema todo
bajo vuestros pies y hacer y deshacer en él, ser todo lo parte de
este que quiérais ser o bien no serlo en absoluto, en un completo
derroche de autarquía! El sistema al servicio vuestro y no
vosotros al servicio del sistema. El sistema como medio y no como
fin. Os aseguro que esto no se enseña en universidad alguna. Esta
actitud debe ser perseguida, profundizada desde la niñez, y como
os digo, fomentada y atesorada.
Ahora bien, la comparación entre ese genio desestabilizador,
creativo, rebelde y osado que os propongo, con la mayoría de los
niños y adolescentes de vuestra época, sometidos al culto de la
tecnología del entretenimiento, hace pensar que el sistema está
venciendo la batalla. Y es culpa vuestra. Si vosotros tenéis alma
de esclavos es problema vuestro, dejad a vuestros hijos tener un
día la chance de hartarse de su derroche de libertad. No es común
encontrar niños de nueve años estudiando cosas de su interés luego
del horario escolar. No es común encontrarlos leyendo, ni creando
nada con sus propias manos. Lo único que hacen con sus manos es
deslizar el dedo a través de una pantalla táctil. ¡Vaya acción
desestabilizadora esta de deslizar el dedo para leer mensajes en
una red social! No es común ver niños dedicados al arte, sea esta
la forma de arte que sea, hundiéndose en sus capacidades innatas,
si las tuviere. Y esto es esencial, ya que aún aquel con
capacidades innatas para ciertas cosas es absorbido, a menos que
tenga una notable fuerza de voluntad, por el sistema, por la
tecnología del entretenimiento, por un sistema pensado por y para
aturdir y distraer, que quiere someterle, que no querrá que
destaque, que no querrá otra cosa que un futuro autómata,
perfectamente obediente. Es tan obvio, ¿cómo no lo veis? No veo a
vuestros hijos aprendiendo por ellos mismos, a través de toda esa
misma tecnología de la información, que bien usada, tiene sus
beneficios, o a través de libros, desarrollando un espíritu
científico, proactivo, investigador, formándose en la capacidad de

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resolución de problemas a través del ensayo y el error. No, no veo
nada de esto y es vuestra culpa, porque los estáis formando para
ser perfectos autómatas obedientes. Y no es lo que no veo en ellos
lo que me preocupa sino lo que sí veo. Los veo como una pequeña
versión de vosotros mismos, y en tanto vivís equivocados son
vuestros hijos una versión igualmente equívoca. La diferencia es
que aún estáis a tiempo de hacer algo por ellos y quizás,
contagiaros del espíritu innovador y rebelde que estos puedan
llegar a desarrollar, si se lo permitís. Los veo desperdiciando
grandiosamente el tiempo en esa suerte de marquesina de colores,
alienante y ensordecedora, sombría, nefasta en la que se ha
convertido vuestro tiempo presente. ¡Como si el tiempo sobrara
acaso! ¡Aún aprovechando cada minuto del día me faltarían
doscientos años más de vida para hacer todo lo que quiero hacer! Y
vosotros os dais el lujo de adormeceros frente al televisor,
frente a vuestros programas enfermizos y decadentes, frente a
vuestras redes sociales, frente a vuestros juguetes tecnológicos,
como si la perdida de tiempo no representase preocupación alguna
para vosotros. ¿Es a mi acaso que me faltan esos doscientos años
de vida para hacer todo lo que quiero hacer o es a vosotros que se
os ha regalado un tiempo de vida que no merecéis?
Entiendo que no todos los niños tienen esas capacidades
geniales descritas anteriormente, ese derroche de creatividad y
autosuficiencia, ese espíritu autárquico, rebelde, independiente.
Así era yo de niño y aún me queda mucho de eso hoy; todo ello fue
logrado a base de tenacidad y disciplina. Y fue esa tenacidad una
característica absolutamente propia, ontológica a mi ser. ¡¿Pero
de qué sirve hablar de mi?! ¡Quiero ver eso en vosotros y en
vuestros hijos! Yo ya estoy viejo para cambiar. Bien podríais
inculcar a vuestros hijos esa férrea característica de caerse y
levantarse tantas veces sea necesario, porque haréis de vuestros
hijos personas que habrán de vivir de pie, erguidos, y no de
rodillas. Es vuestra responsabilidad ayudarles a disociarse del
sistema, ayudarles a desarrollar un espíritu crítico y tenaz,
rebelde hasta lo indecible, pero fundamentando en el talento y el
conocimiento; de otra forma sería un derroche de soberbia sin
fundamento alguno. Es vuestra responsabilidad ayudarles a ver que
deben romper con la cultura del entretenimiento, disociarse de
esta, destruirla, que deben sumergirse en ellos mismos y explotar
sus capacidades creativas, artísticas e intelectuales hasta el
extremo y más.
Ver pues a vuestros niños y adolescentes sin perseguir
ninguno de estos fines sino el de ser un objeto de un sistema
dominante y manipulador, en ese derroche de apatía y desgano, de
culto al desperdicio del tiempo, los llevará únicamente a ser un
jóven sin armas frente a la vida, sin ninguna razón de ser, sin
sentido de sí mismo, sin firmeza alguna. Un jóven que habrá de
devenir un día en ese adulto frustrado, encorbatado; ese pequeño
hombre de oficina que habrá de transportar su pequeña hoja al

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hormiguero cada día, como todos. Como tantos. Uno más, que habrá
de vivir y morir sin una verdadera razón para vivir y morir. Como
vosotros, porque pareciese que no os habéis dado cuenta lo
suficiente del error que supone ser “parte de” en vez de ser
elemento innovador, una mejor versión de vosotros mismos, única e
irrepetible, tenaz, arrolladora, autárquica. No hacéis otra cosa
que reiterar el error de perseguir un paradigma que sólo os ha
llevado a sufrir, un paradigma que hoy os pone en el punto más
ridículo, nefasto y absurdo de la historia de la humanidad. ¿Cómo
es que no lo veis?
Es por esto, para que no sean vuestros hijos una peor versión
de sí mismos, que debéis inculcarles esa virtud de encontrar la
virtud en ellos mismos, que los lleve un día a erguirse en la vida
no como esclavos sino como amos de su tiempo. Debéis primero
desterrar de vosotros ese paradigma absurdo que perseguís y que a
su vez os hicieron perseguir a vosotros. Debéis romper ya con ello
y dejar de inducir a vuestros hijos en el error. Debéis lograr la
independencia del sistema, recuperar vuestra dignidad, recuperar
las horas de vuestras tardes y de vuestras mañanas. Recuperar
vuestra capacidad de introspección y de silencio interior. ¿Cuánto
hace que no veis el sol? ¿Cuánto hace que no os sentáis debajo de
un árbol simplemente a sentir la brisa del viento en el rostro?
¿Cuánto tiempo lleváis desconociendo vuestro propio ser? Si os
preguntase ahora mismo si os conocéis, a cabalidad, qué aspiráis,
que tan lejos estáis de aquello que anhelabais ser un día, no
sabríais qué responder. En algún punto os habéis perdido de
vosotros mismos. No vais a encontrar vuestra esencia por el camino
que lleváis actualmente, ni camino a la oficina, ni en ella, ni
fuera de ella. Ni en vuestras reuniones de negocios, ni en vuestra
risotada estruendosa, ni en la falsedad de vuestras reuniones
sociales, ni en nada que no sea estar a solas con vosotros mismos.
No condenéis a vuestros hijos pues al mismo camino sin retorno,
ese que supone desconocer el propio ser. Lograr que vuestros hijos
sean ajenos al sistema, detractores del mismo, autárquicos, que le
usen pura y exclusivamente para satisfacer sus propias necesidades
y no las de este, debiera convertirse ahora en vuestra principal
meta a perseguir. Seríais padres y madres de una nueva generación
más cerca de lo transhumano y mas lejana de una vida de animalidad
y sumisión como lleváis vosotros. Y quizás, os contagiéis de su
ímpetu de cambio para recuperar vuestras tardes y vuestras
mañanas.
Hay algo esencial que es menester aclarar. Ese conocimiento
autodidacta, eventualmente perseguido en la niñez y que os pone un
día en una situación de independencia no significa bajo ningún
motivo un fin en sí mismo; no os estoy diciendo que el fin último
de la vida es ser vuestro propio jefe. También como jefes
necesitaréis de empleados y hablaríamos entonces de seres humanos
de primera y de segunda, como si pudiera convalidarse tal nefasta
etiqueta. En tanto el empleado asuma su condición de empleado y la

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asuma de manera temporal y sabiendo en todo momento que ha de
aspirar a dejar de serlo, no hay problema alguno. Es una mera
situación temporal. El problema es cuando este asume su condición
de empleado y anhela serlo toda su vida, se aferra a la comodidad
de su salario viendo en esta condición un fin en sí mismo,
abandonando el verdadero fin último de introspección y silencio,
de enfoque en el ser, hasta justificando su condición de
sometimiento y pérdida de autonomía, su condición de dependencia,
sintiendo pena de sí mismo, porque es allí cuando ese empleado
deja de ser empleado para convertirse en esclavo. Se condena a sí
mismo a la absoluta mediocridad, no evoluciona ni siquiera a la
siguiente etapa. Al igual que se condena ese gran empresario,
independiente, orgulloso de su poder, que no buscase otra cosa que
seguir acumulando riqueza, trabajando para ello de sol a sol,
porque será igual que aquel gusano con cuerpo de hombre del que os
hablé antes y no se diferenciará de la esclavitud en la que están
sumidos aquellos que trabajan para él. Ambos estados deben ser
vistos como temporarios, son las dos caras de la misma moneda, no
son paradigmas a seguir, en tanto no debe ser visto el trabajo ni
el sistema que obliga a los individuos a trabajar como paradigma
alguno. El primero, el estado de dependencia, debe llevar
necesariamente al segundo, de independencia, y este a poner la
mirada en lo esencial del individuo para extraer sus capacidades
creativas y artísticas, para terminar finalmente exiliándose a sí
mismo del sistema, arrojado, eyectado hacia a una nueva realidad.
Ese necesario tercer y gran paso al costado. Ese tercer estado es
pues nada más que el absoluto culto del espíritu y del libre
albedrío, del arte, de la creatividad, de la reflexión, del
conocimiento del propio ser. Es por esto que si siguiéramos todos
este proceso de tres etapas, para simplificarlo de alguna manera,
acabaríamos global y progresivamente, como humanidad, con la
sociedad de consumo en tanto ya no la necesitaríamos mas y por
consecuencia, no necesitaríamos ser parte del paradigma del
trabajo tal y como lo conocemos hoy.
Existe una analogía entre el espíritu del autodidacta y aquel
del filósofo. este, al igual que aquel que persigue un
conocimiento, una habilidad, debe hundirse en su pensar, debe
buscar respuestas incansablemente, por la pregunta en sí, por la
necesidad de tener algo qué preguntarse. Se busca la respuesta en
consecuencia, mas es la obsesión que se genera en el proceso de
hallarla lo que emparenta al filósofo con el pensamiento
autodidacta. Horas de sudor frío, días de amarga preocupación, de
investigación y análisis, de búsqueda de una respuesta universal,
que contemple variantes. Por lo tanto, no es menos importante el
hecho del hundimiento en sí que la respuesta, en tanto es esa
capacidad de hundirse y hallar respuestas, de desarrollar un
pensamiento propio, un sistema, es esa capacidad esencial del
autodidacta de resolución de problemas sin mayor apoyo ni ayuda,
la que finalmente emparenta de alguna manera al autodidacta con el

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filósofo. No es específicamente la respuesta a la que llegan ambos
de lo que os hablo, sino del proceso de auto-conocimiento mediante
el que llegan. Es aquí donde nacen los genios, es sólo a través
del ejercicio cabal de este proceso. Y no decide el genio serlo,
simplemente lo es, necesita serlo, necesita hurgar en su
genialidad porque es el significado de su esencia, es todo de lo
que está hecho. Así como el mediocre necesita nadar en el lodo de
su mediocridad toda su vida porque le es más fácil ser mediocre
que buscar no serlo. Le pesa más la vagancia, el desapego a las
cosas trascendentes, la comodidad, los facilismos. Es ese proceso,
el de aquel que busca la genialidad, obsesivo de su necesidad de
saber, el que un día no admite otra manera de manifestarse en el
individuo que no sea de forma autónoma, en tanto fue aprendido de
esa manera. Es ese proceso del que estaréis orgullosos, seguros de
saber que cada parte fue adquirida durante muchas jornadas en las
que tal o cual cuestión fue buscada incansablemente hasta ser
resuelta, en la que habéis hecho innumerables sacrificios, en la
que no habéis visto el sol durante días sólo para resolver aquella
pregunta que como una sanguijuela se había aferrado a vuestra
mente y había que arrancarla de allí o corría riesgos vuestra
cordura. Y lo habréis de hacer todo por vosotros mismos o no sería
saber autodidacta alguno. ¿Acaso álguien ayuda al genio a ser
genio? ¿Quién otro que el genio se puede ayudar a sí mismo para
serlo? ¿Acaso el genio admitiría ayuda alguna? Es en resumen todo
este proceso, devenido un día en sólido conocimiento, el que no
puede admitir jamás otra forma de ser presentado en sociedad, aún
en su decadencia actual, que de una manera arrogante, orgulloso de
sí mismo y fundamentalmente libre, en tanto es libertad, valor, y
arrojo en lo que es engendrado. Es ese saber autodidacta el que
necesita poner el sistema a sus pies en tanto no es aprendido para
ser puesto bajo los pies de sistema alguno. Al igual que el Águila
enjaulada, si un día le abrís la puerta de la jaula habrá de
volar. Debe esta volar a la altura de su libertad tanto como aquel
que es autodidacta debe volar a la altura de la suya. Es un
conocimiento que no es adquirido de la manera convencional en la
que obtenéis vosotros el vuestro, que sólo lo hacéis para un día
integraros al sistema moribundo y ser parte de éste. El proceso de
aprendizaje es completamente diferente, no es un tema de capricho,
ni de rebeldía. Mientras el primero es engendrado en la valentía,
en el riesgo, en el sacrificio, en el saber por el saber en sí, el
otro tiene fines meramente prácticos, acotados a una currícula de
estudio, es pues engendrado en un régimen de sometimiento y
pasmosidad con el único fin de esclavizar durante cuarenta años a
aquel que le adquiere. En este caso, el conocimiento de cada
alumno es exactamente igual al del siguiente, no hay nada que les
diferencie, no hay nada de especial en ellos.
Si hablamos del proceso de conocimiento, no puedo dejar de
hablaros de la sensación de satisfacción que implica haber pasado
por éste. Si bien el autodidacta jamás termina de aprender,

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existen puntos intermedios en los que el saber se solidifica y es
aplicable, da satisfacciones. Ese orgullo de haberlo aprendido
todo por vosotros mismos, os pondrá en situación de ventaja frente
a quienes, por el contrario, optan por la pasmosidad del saber
aprendido con horarios, en tanto es este un conocimiento parcial,
sesgado, de acuerdo a los aspectos políticos o sociales de la
época. No existen límites para aquel que se hunde en la búsqueda
del saber autodidacta, mas es todo un límite para aquel que no. Es
que es esa capacidad de haber pasado por las duras pruebas que
supone la búsqueda del conocimiento la que os pondrá en ventaja
frente a quienes aprenden lo que el sistema les enseña. Es la
capacidad de haber resuelto las dificultades y haber accedido paso
a paso al conocimiento, durante años, desde la niñez, la que os
dará esa ventaja, lo que indudablemente generará un conocimiento
más amplio, más sólido. La ventaja es la de haber comenzado el
proceso a muy temprana edad y no haber esperado a que por arte de
magia apareciese una vocación a los dieciocho años, momento en el
que el jóven decide estudiar algo. O bien el sistema decide por
él. Y existen quienes ni siquiera buscan ni lo uno ni lo otro,
convirtidiéndose en meras ratas de laboratorio del sistema. Es por
tanto, como os dije, esa capacidad de haber desarrollado vuestro
conocimiento por vosotros mismos lo que no admite un día otra
forma de ser usado que en plena libertad y en beneficio propio, no
del sistema. Indudablemente es este, a la postre, el campo de
batalla para demostrar las habilidades adquiridas, mas es sólo el
medio, no el fin. Vuestro problema es que siempre confundís el
medio con el fin. Y aún así, aún siendo un medio, es temporal, ya
que como os dije, el fin último debe ser la ruptura con el sistema
todo. Es, en resumen, la capacidad de haber atravesado esos áridos
caminos en procura de vuestras habilidades, lo que un día os hace
buscar la libertad y la independencia económica, lo que
naturalmente os pondrá en un camino de liderazgo y autonomía, no
lo buenos que seáis o no en aquel conocimiento adquirido. Llega
pues la independencia por mera añadidura, por lógica consecuencia
de quién está hecho de independencia. Así como llega la esclavitud
para quién tiene alma de esclavo. No puede aquel que ha sabido
superar un obstáculo tras otro, bajar la cabeza y comer de la
cazuela del amo, y si debiera hacerlo, sabrá en todo momento que
es una situación meramente temporal. La capacidad de adaptación no
debe convalidarlo todo, existen características esenciales en
algunos individuos que no pueden ni deben ser pasadas por alto. Y
es esto lo que habéis de inculcar a vuestros hijos, a no ser
rebaño de manadas que no les pertenecen, a buscar hundirse en sí
mismos, a buscar ser por y para ellos mismos, a extraer lo
esencial de sí mismos y hacerse buenos en ello. De animales,
ovejas, rebaños y cerdos están repletas ya las granjas y las
porquerizas. Esas que son vuestro ábitat natural.
Para esto se debe procurar inculcar esa búsqueda del saber
autodidacta en vuestros hijos, inclusive premiar, hacer uso de

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toda la psicología infantil necesaria para ello, o habrán de ser
vuestros niños, adultos con muletas un día. Debéis fomentar el
desarrollo, tanto de aptitudes creativas y artísticas como de
pequeños trabajos de investigación. Debéis fomentar y premiar la
actividad de la lectura, el conversar y debatir sobre lo leído.
Debéis procurar desarrollar su intelecto mas sin perder de vista
darles herramientas para que puedan hacer algo de ellos mismos,
por y para ellos mismos, desde temprana edad. La tecnología en ese
sentido, quizás en el único, viene a ser una herramienta
invaluable, aunque no la única. Se puede cambiar el mundo con un
lápiz y una hoja de papel. ¿Qué otra cosa hicieron los grandes
genios de la pintura y la escritura sino? A la vez, debéis
combatir todo acto de dejadez y abandono en ellos, de falta de
voluntad, de desinterés en actividades creativas y artísticas, sin
por eso quitarles las actividades propias de la niñez.
Esta capacidad de auto-conocimiento, de desarrollo de
habilidades, puede convertirse en el mejor juego para ellos, en
una cotidianeidad de derroche de genialidad, que os asombrará
tanto a vosotros como a ellos mismos. Y serán éstas sus armas, un
día como adultos, las verdaderas armas que les habrán de sacar de
momentos difíciles en el devenir de sus vidas, no lo que puedan
adquirir en una universidad doce años después. Esa creatividad de
resolver cuestiones complicadas, lógicas, piensen por ejemplo en
pequeños programadores informáticos, es lo que luego habrá de
desarrollar en ellos una gran capacidad de pensamiento abstracto,
que les permitirá resolver mucha de la problemática que como
adultos, enfrentarán. No sólo en ese campo sino en todo en la
vida, la capacidad de resolución de problemas y de toma de
decisiones es lo que realmente aprenden al aprender programación.
Así como ese ejemplo, muchos otros, como la música, el dibujo, el
arte en todas sus formas. Fomentar la creatividad, no la pérdida
del tiempo en usar esos mismos ordenadores en redes sociales y
demás sandeces, que sólo fomentan el culto de la tecnología del
entretenimiento pensada para anularles. Es esta capacidad de
aprender y resolver problemáticas complejas por sí mismos, o bien
de crear, lo que potencia y desarrolla lo cognitivo en vuestros
hijos hasta el límite, lo que les permite un día tener las
herramientas necesarias para disociarse del sistema, para dar ese
necesario paso al costado, hacia una nueva realidad del ser,
propia, no subyugada. Parece tan simple, pero no lo hacéis. Les
dejáis abandonados para que el sistema los devore y les llene la
cabeza de estupideces. No quiero a mis hijos con la cabeza llenas
de estupideces. ¿O acaso vosotros sí?
Por tanto es menester lograr involucrar a vuestros hijos en
la búsqueda de sí mismos desde muy temprana edad, en la búsqueda
cabal y absoluta de sus habilidades creativas e intelectuales. De
hecho debéis hacerlo vosotros también, quizás aún estéis a tiempo
de dar el paso al costado. ¡Debéis vivir para lograr cosas
geniales de vosotros mismos para compartir con la humanidad, para

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disfrutar del proceso, no para arrastraros por lo cotidiano como
lo hacéis, con esa mirada triste que lleváis a cuestas! ¡Debéis
vivir para pensar nuevas ideas y llevarlas a cabo, escribir
grandes obras, pintar hermosos cuadros, escribir grandes obras
musicales, crear grandes cosas, trascender como producto de
vuestra obra, no para cumplir meras funciones, no para hacer uso
de lo que otros han creado! ¿Cómo esperáis ser recordados sino?
¡Vuestros hijos, vuestros parientes, vuestros amores os olvidarán
mas pronto que tarde! Quiero que me recuerde la humanidad por
haber hecho algo de valor, por haber contribuído a un despertar,
no un grupo de veinte personas de las que quizás la mitad nunca me
soportaron. Por tanto, es aquel que se conoce a sí mismo, que vive
en pos de su creatividad y de su ser, que vive a la altura de sus
capacidades artísticas, creativas e intelectuales, como el gran
árbol, ese de raíces fuertes, que resiste frente a la tempestad.
Enraizado a la vida, es aquel que persigue el auto-conocimiento,
el único que puede amar realmente a la vida, mas no el resto.
Aquel que echa raíces fuertes puede soportar la tempestad del
existir humano. La tempestad ontológica del ser, la tempestad que
supone llevar a cuestas el existir humano en sí mismo; mas también
la tempestad que supone vivir desarraigado de la realidad,
viviendo por y para sí mismo. ¡Vosotros creéis que vuestra vida es
dura; no os hacéis una idea lo dura que es para aquel que vive a
la altura de su obra, de su ser y de su genialidad! ¡Sí, ama la
vida más que vosotros, pero su cotidianeidad es infinitamente más
difícil que la vuestra! ¿O creéis que no supone un enorme esfuerzo
estar creando, pensando grandes cosas cada día? ¿Creéis que no es
un gran esfuerzo la búsqueda de la excelencia? ¿Creéis que no
supone un gran esfuerzo y una gran responsabilidad crear grandes
cosas para la humanidad? Es la vida, vivida así, infinitamente más
pesada que la vuestra, pero al final del día, la sensación que se
tiene es muy distinta.
Ese hijo vuestro, al que vosotros le ayudéis a buscar la
genialidad dentro de sí, será pues como ese árbol de fuerte raíz.
Quiero a mis hijos siendo árbol de fuerte raíz, arraigados a la
tierra, no pequeños yuyos que serán arrancados un día como basura.
Quiero a mis hijos dando pasos de gigante en nuevas realidades
conquistadas por ellos mismos, por y para ellos mismos, no
arrastrándose como larvas entre la basura de vuestra sociedad
inmunda. Si amáis a vuestros hijos como yo amo a los míos,
comprenderéis el sentido de mis palabras. Y aquel que escuché y
atesore mis palabras, también lo consideraré hijo mío. Es pues
como ese árbol en lo que se habrá de convertir ese niño que desde
temprana edad se enfoca a sí mismo y se disocia de la realidad,
porque sabe que no pertenece a ella, porque sabe que los intereses
del resto no son los de él. Y lo sabe a cabalidad, lo experimenta
en todo momento, en cada conversación, en cada juego, en cada
interacción con otros niños. Y habrá de jactarse de ello y eso
profundizará en la diferencia hasta lo indecible. Esa es la

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naturaleza innata del genio, buscar el conocimiento autodidacta,
el perfeccionamiento de sus habilidades innatas y adquiridas,
crear, crear y nada más que crear. Sabrá de bucear dentro de sí
mismo y de su intelecto para extraer lo mejor, para pulirlo y
pulirse a sí mismo como el mas fino diamante que es. Esos pequeños
genios, rebeldes e indómitos son los que cambian el mundo. Debéis
procurar buscar ese pequeño genio en vuestros hijos, no buscar
someterlo y hacerle vivir como un ser ordinario, porque es lo
común, lo preestablecido. Ese niño que vive su infancia de esa
manera, sin tener otra guía que su intuición y su tenacidad, no
admitirá otra forma de existencia que no sea la libertad absoluta.
No admitirá órdenes, ni jefes, ni subyugación alguna. No podrá
hacerlo, no pertenece a nada, se pertenece a sí mismo. Será de
carácter fuerte, sabrá tomar decisiones, tendrá temple frente a la
adversidad, será frío y calculador en su paso por el mundo, mas
sensible en su soledad, en su creación. Son estos niños los que
luego, como adultos, cambian el devenir de la historia. ¿Cómo
pretender acaso anularles, sometiéndoles a la mediocridad de
vuestra sociedad abyecta? Vosotros podéis ser algo de esto
también, siempre se está a tiempo de dar el paso al costado. Mas
el común denominador de vosotros es de fácil domesticación. Así,
si habéis sido domesticados desde la niñez para seguir ordenes y
no contrariar jamás la autoridad, estudiar más de veintidós años
con el único fin de emplearos, pues así viviréis. Mas si sois
dejados a vuestro libre albedrío, apenas guiados para sacar
siempre de vosotros mismos grandes creaciones, guiados para buscar
el perfeccionamiento de vuestras habilidades, guiados para vencer
el obstáculo, con el único fin de dejar florecer ese ser genial
que quizás viva en vosotros, pues así seréis también. No se puede
ser las dos cosas a la vez. O sois rebaño o sois libres como las
aves, naturalmente desarraigados de lo cotidiano, sin pertenecer a
nada. Sé con certeza desde la niñez de qué lado estoy.
Por supuesto que ser así es un inmenso desafío, una gran
responsabilidad, un peso inenarrable sobre los hombros, un
constante aprendizaje y perfeccionamiento, un desafío por superar
siempre la obra anterior. Mas la recompensa paga con creces el
arduo proceso que supone vivir en pos de la genialidad y la
libertad, en pos del ser. He aquí la diferencia entre aquellos que
viven en la mediocridad y el abandono en los facilismos de la
vida, la soberana pérdida del tiempo, aquellos que solamente
subsisten y aquellos que persiguen cosas sublimes, que buscan la
trascendencia, que buscan ser recordados en la historia. ¿Acaso os
sobra el tiempo para desperdiciarlo así, acaso es sólo a mi que me
parece que el tiempo nunca es suficiente?
Por todo lo expuesto, debéis llegar a la juventud henchidos
de conocimiento y experiencia, no esperar recién allí a dar los
primeros pasos del conocimiento. Debéis llegar sabiéndoos capaces
de haber resuelto las dificultades que conlleva el auto-
aprendizaje, habiéndose encerrado años a buscar la solución y la

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respuesta, sabiendo lidiar con el sudor frío de no saber y tener
sólo incógnitas a resolver por delante. Debéis llegar a la
juventud habiendo gastado innumerable papel en diagramas, análisis
y cuadernos con notas. O bien aquellos artistas, en una multitud
de creaciones, a cual mejor una de la anterior. Esos, los jóvenes
genios, son aquellos que pueden cambiar el curso del mundo, son
esos los jóvenes que necesita la humanidad venidera. Es, por el
contrario, la visión estéril y subyugada a los intereses
siniestros lo que promueve el sistema, no la genialidad. Esos
mismos intereses son los que necesitan al individuo sometido a ese
modelo de ignorar toda una vida para apenas poder aprender a
desarrollar una habilidad y cumplirla cual autómata por el resto
de sus días. Así os han enseñado a ser parte de la sociedad, ese
es el rol que os han asignado a modo de limosna y así habéis
enseñado vosotros a vuestros hijos. Mas sólo complacéis ese plan
siniestro echado sobre la humanidad, urdido desde los grandes
centros de poder. Debéis contrariar este plan macabro y
combatirlo, y nada mejor que a base de talento y rebeldía, de
grandes saberes arraigados en vosotros, saberes que améis
saberles, que os haya costado años de aprendizaje y disciplina.
Especialmente un conocimiento que no ha sido aprendido para servir
a nadie sino a vosotros mismos, a vuestro placer de saberle.
Invenciones que, si bien serán vertidas sobre la humanidad, serán
creadas por vosotros, en la soledad de vuestro altillo que será
luego esparcido sobre el mundo como un reguero de virtud, no
desarrollado en una relación de dependencia servil como quiere el
sistema. ¡Qué sean otros quienes se ensucien tocando el dinero que
vuestras invenciones os genere! ¡Que sean otros quienes hundan el
pie en lo abyecto del sistema capitalista! Que sean otros los que
se inclinen ante vuestro talento, que os lo reconozcan, que vean
en él el diamante que sois. No sois vosotros quienes debéis
preocuparos de otra cosa que no sea ser geniales. Sois vosotros
quienes podéis cambiar el curso de la historia no esos mercaderes
que habrán de trabajar para vosotros. En definitiva, no es por
dinero que lo debéis hacer.
Y no debéis ceder jamás en el desarrollo de vuestra virtud a
las necesidades de lo cotidiano, no debéis abandonar vuestro
genio, no debéis dejaros llevar por la marea de ese sistema
moribundo y enfermo, el entramado de consumo todo que os buscará
alejar de vuestra virtud para poneros al servicio de éste. Debéis
procurar siempre destinar la mayor parte del día, sino todo, a
vuestra virtud únicamente, primero aprendiéndola y luego haciendo
uso de ella, cual fuente de genialidad inagotable. Una invención
tras otra, una creación tras otra, buscando la superación y la
perfección. Ya habrá tiempo de que otros recolecten el dinero que
vuestra genialidad os produzca, no sois vosotros quienes debéis
tener las manos sucias de otra cosa que no sea de talento. Y
debéis ser así desde la niñez y debéis serlo toda la vida, porque
se es genio toda la vida, no es algo fortuito.

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Aquellos que puedan ser fieles a su genio serán individuos
con temple frente a la adversidad ya que estarán acostumbrados a
haberse respondido preguntas que no tenían respuesta. Y se habrán
enfrentado a tal empresa con el arrojo y la ingenuidad del genio,
armados sólo con el hambre voraz de saber y ver qué hay más allá.
Individuos así debéis ser, no esos sometidos al aula de estudio en
la que un sistema educativo, por lo general empobrecido, habrá de
filtrar el conocimiento que estará afín de brindaros. ¿Qué clase
de saber es un saber que es mutilado, dado por cuentagotas? No
debéis dejar de ver que los gobiernos no quieren individuos con
mayor instrucción, ni inteligentes, ni mucho menos geniales,
especialmente estos de Latinoamérica. No quieren estos gobiernos,
individuos disidentes, anti-sistema, genios de altillo
autárquicos, solitarios, porque se dará indudablemente en ellos
una inteligencia y un despertar superior a la media que ese ojo
que todo lo ve no necesita para sus planes de dominación. Debéis
buscar la genialidad en vosotros mismos desde la infancia y debéis
ayudar a vuestros hijos a hacerlo. Debéis abandonar los facilismos
de la vida para adentraros en la enorme tarea de llevar vuestras
capacidades al extremo. Debéis desterrar la perdida de tiempo,
debéis llegar ufanos a la juventud y adultez sabiendo que la
marquesina de colores que encandila al resto no tiene efecto en
vosotros. El ser autárquico no necesita brillos del exterior, le
basta con lo que de él emana, le basta con su lucidez, en ella se
sacia.
La importancia de encontraros con vuestra genialidad a través
del conocimiento autodidacta, trasciende el hecho en sí, la
genialidad de vuestra obra en sí. Lo verdaderamente importante de
ese reencuentro es que os pondrá ante el umbral de una verdadera
transformación espiritual, de enfoque absoluto en el ser, de
disociación y ruptura con el sistema todo, lo que os permitirá no
ser parte de ese futuro de deshumanización y eugenesia, de
biotecnología infame, que está siendo ideada para la humanidad del
futuro. Mas que nunca es que debéis romper con lo cotidiano, ya no
sólo por lo estéril del paradigma social, sino para no ser parte
de lo que los grandes centros de poder tienen pensado para la
humanidad del futuro, que no es otra cosa que un control a
distancia de esta a través de nanotecnología introducida en el
cuerpo. Es por esto fundamental que rompáis ya con el
embelesamiento qué tenéis por la tecnología, muy especialmente con
ese nuevo paradigma de tecnología ponible ya que sólo propicia, de
gran manera, el camino a lo anterior. (9)
Es necesario que comprendáis que nada de lo que sucede hoy en
el mundo es fortuito; hablamos de un nefasto plan de dominación
mundial, del que gobiernos y políticos son absolutamente
9. Refiere al concepto de Tecnología ponible o Wearable Technology, término que describe
a aquellas prendas de vestir y complementos que incorporan elementos tecnológicos,
electrónicos, etc. - http://es.wikipedia.org/wiki/Tecnología_ponible

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cómplices. La penetración de la tecnología en esta última década
es notoria y os la hacen ver como grandes avances, mas todos esos
juguetes que usáis apuntan únicamente al aturdimiento y a la
alineación del individuo, no al empoderamiento de este, no al
desarrollo de nuevas capacidades en éste. Así mismo, el uso de la
tecnología actual trae un inmanente abanico de nuevas patologías,
elevando los niveles de compulsividad y nerviosismo, unido muy
especialmente a una cada vez mayor dependencia tecnológica. De
acuerdo a la agenda transhumanista, ¿será la solución a esto
llevar la tecnología incrustada permanentemente en el cuerpo?
¿Será que habrá de ser necesario dejarse introducir nanotecnología
en el cuerpo para modificar el cerebro químicamente para anular
sentimientos y pensamientos, para anular cansancio y dolor? ¿Qué
clase de solución es esa que propone la agenda transhumanista que
mas que transhumanismo es una deshumanización a gran escala? ¿Qué
os garantiza que no es este el inicio de un control remoto,
global, de la humanidad? ¿Acaso podría álguien creerles a éstos de
la élite una palabra? Por esto y muy especialmente por lo que se
avecina es que es necesario dar un paso al costado, y actuar
ahora. Por ello es que es necesario el reencuentro con el ser, la
mirada introspectiva, silenciosa, la ruptura real y absoluta con
el desquicio de todo aquello, el enfoque en la simpleza de una
puesta de sol, en la lectura y la reflexión al pie del árbol, en
la conversación afable y enriquecedora con el prójimo, en la
creación que emane de vuestro espíritu, en el enfoque sistemático
del desarrollo de la mente y del espíritu. El enfoque en el
autoconocimiento, en la actitud proactiva, en contraposición de lo
que los centros de poder quieren de vosotros, la sumisión total,
el dominio total, el no-pensamiento, la no-reflexión, el hastío,
el aturdimiento permanente, el uso estéril de la tecnología que
crean para vosotros con el fin de distraeros. Y hasta os la hacen
pagar. ¡Abrid los ojos, recuperar vuestra autonomía, vuestra
dignidad humana! Os aseguro que mirar hacia atrás en este momento
de la historia no sería involución, sino evolución. Echando la
mirada hacia atrás tendréis un punto de referencia de todo aquello
que habéis perdido y os servirá para dar ese inmediato paso al
costado. Sois vosotros y vuestros hijos los que podéis aún cambiar
el curso de la historia. Es posible si lo creéis posible.
¡Dejad de ver como inofensiva la tecnología actual! Lejos de
ser inofensiva, es la peor plaga de la historia humana, la que
traerá más muerte que ninguna otra plaga. ¡Ved a través del velo
aparente de entretenimiento que brinda! ¡Ved lo que las grandes
corporaciones tienen pensado para vosotros a través de ésta! Vedlo
y actuad en consecuencia. La deshumanización y el dominio último
de la humanidad es posible únicamente si vosotros permitís que lo
sea.
Es por esto que os hablo de autoconocimiento, de desarrollo
de habilidades, de autoperfeccionamiento, de empoderamiento, de
crear e inventar, de buscar vuestro genio, de dejar de vivir una

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vida servil, aturdida. Investigad, desarrollad la mente,
desarrollad vuestras capacidades. Queda mucho por hacer. ¿Qué
habéis hecho vosotros hasta ahora?
La transposición de valores de la humanidad del futuro es
inenarrable, por lo que es necesaria una desconexión inmediata del
tiempo presente. La única manera de no ser parte de ese futuro
aborrecible, de ese engranaje nefasto, es rompiendo con los
paradigmas del presente, con los brillos que encandilan a la
mayoría, dando ese paso al costado de lo mundano, extrayendo el
significado de vuestro ser, viviendo en pos de éste. Igualmente,
empoderad a vuestro prójimo, tratad de ayudarle, lograd que eleve
los pies del suelo. Juntos lograréis más cosas que por separado y
es mejor tener un compañero que esté a vuestro nivel. Uníos para
pensar y crear grandes cosas, ved en el otro un hermano no un
enemigo. Juntos y no separados es que podréis crear un frente de
resistencia real ante el nefasto plan de dominación global que se
avecina. Os querrán dominar a través de la tecnología, ya lo están
haciendo. Si estáis alerta, si comprendéis mis palabras, si no os
inclináis ante esta y la usáis única y exclusivamente para fines
específicos, la libertad es vuestra y el plan se trunca.
Aprended, conocer, perfeccionaros. Desarrollad vuestra mente
y vuestro espíritu. Invertid tiempo en esto, fomentad en vuestros
hijos el arte de ser geniales. Debéis deshaceros de toda vuestra
tecnología ahora mismo, usadla sólo en pos de favorecer lo
anterior. Sabed que es con un trozo de papel y un lápiz, con
dedicación y estudio, con investigación y enfoque que sea crean
las cosas geniales, no de otra forma. Mirad la historia reciente,
los grandes científicos, los grandes músicos, los grandes pintores
e inventores. Todo partió de un papel y un lápiz, no de otra cosa.
¿Qué os lo impide hacer a vosotros? No os equivoquéis; los genios
no son genios per-se únicamente. Lo son porque se han esforzado en
serlo, porque aprende el genio a ser genio, aprende a echar la
mirada sobre sí mismo y se conoce a sí mismo y conoce su potencial
desde muy temprana edad, y lo explota hasta lo indecible. La
inteligencia deviene al genio como la esclavitud al esclavo que no
busca dejar de serlo. ¿Qué queréis ser?
Indudablemente, esa genialidad requiere de una materia prima,
de un talento especial para una determinada actividad. Aquí de lo
que os hablo es de fomentar y extraer el potencial de ese talento,
el propio y el de vuestros hijos. A la postre todo individuo tiene
un enorme potencial si es adecuadamente estimulado, mas es difícil
desarrollar genialidad alguna si no existe un estímulo desde la
niñez, propio o externo. No ayudais a vuestro pequeño hijo
brillante a saciar su brillantez fomentándole hacer un uso
mediocre de su inteligencia y de su creatividad, dejándole por
ejemplo mirar televisión más de lo necesario, dejándole perder el
tiempo en redes sociales, juegos y demás distracciones. Sólo
creáis un pequeño individuo como vosotros, como lo que a su vez
han hecho de vosotros. Debéis ayudarle a encontrar su virtud y a

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disfrutar del perfeccionamiento de esta, a lo largo de toda su
niñez y adolescencia. Perfeccionamiento basado en la disciplina,
en la dedicación, en el enfoque, en el temple, características
fundamentales para tener éxito en lo que se decida hacer.
Indudablemente, es más sencillo explotar esa virtud en niños que
hacen gala de sus talentos innatos desde la niñez que aquellos que
no lo hacen. Esos niños donde está presente ese innato deseo de
saber y de crear, esa curiosidad por aprender e investigar, esa
necesidad de ahondar en su intelecto, porque así lo necesitan
hacer, porque no pueden ser de otra manera. Esos niños que desde
temprana edad hacen gala de su poder, esos que habiendo aprendido
todo por ellos mismos crean cosas increíbles, que uno puede ver la
presencia indudable del genio, del talento, del potencial innato
en el individuo. Son esos son los que tienen ese don increíble de
cambiar el curso de la historia porque respira el poder del genio
en ellos. Y vaya si será un poder ese. Debéis buscar pues ese
poder en vuestro hijos, debéis salvarle de una cotidianeidad
absurda basada en una futura relación laboral de dependencia y
subyugación, y ya luego de dependencia con la sociedad de consumo.
No intentéis que vuestros hijos perpetúen vuestra vida miserable,
no les condenéis a ser gusano con cuerpo de hombre como sois
vosotros. Quizás vuestros hijos no tengan intención alguna de
arrastrarse. Ayudadles a encontrar su talento, y en todo caso,
ayudadles a profundizar en aquel que le veáis, poned todo el
énfasis necesario en ello. Será ese el mejor legado que habréis de
dejar a vuestra descendencia.
Ese conocimiento cabal de sus capacidades, ese enfoque tenaz,
disciplinado que debéis inculcarles y que debéis igualmente buscar
en vosotros es lo que habrá de salvarles de ese futuro horrendo
que se avecina. Aún sin echar la mirada tan lejos, podéis salvaros
vosotros y a vuestros hijos hoy, en el presente inmediato, de una
existencia vacía y subordinada, automatizada y estéril, carente de
sentido. El conocer demasiado sobre algo, el haber aprendido sin
un fin más que el conocimiento por el conocimiento en sí, habilita
diversas aplicaciones de este, necesita ser desarrollado en un
marco de libertad, de silencio, de introspección. No es adquirido
para ser subyugado ni aplicado con un mero fin de emplearse, ya os
lo dije, es un conocimiento necesariamente destinado a grandes
cosas, a grandes creaciones e invenciones, a brindar una
contribución a la humanidad. Es un conocimiento profundo,
auténtico, inmenso, tenaz, no tiene fines económicos, no se
adquiere para obtener un beneficio. El resultado económico vendrá
por añadidura, mas no está en su esencia. Ha de ser un saber puro
y descontaminado de cualquier paradigma social o político, ha de
ser el conocimiento por el conocimiento en sí, por el mero placer
de su aprendizaje, el mero afán de su perfeccionamiento diario con
un fin, el fin de ser aplicado para grandes cosas. Da todo ello
indudablemente un marco propicio para grandes creaciones e
invenciones, desarrollando enormes capacidades en el individuo,

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entre ellas la disciplina, la tenacidad, la capacidad de
sacrificio, la resiliencia a la adversidad. Os da una diferencia
real, palpable, una ventaja real sobre el resto de la masa de
autómatas, os hace libres, íntegros, os hace querer comenzar cada
jornada con entusiasmo renovado. Y finalmente, esa profundización
tenaz de vuestra virtud os acercará al reencuentro con vuestro
ser, os hará extraer verdaderamente el significado de eso esencial
a vosotros, la razón misma por la que podéis saber eso que sabéis
y hacer eso que hacéis. Es un todo inseparable, ser y virtud.
Reitero en que esa virtud puede manifestarse de manera muy
natural en vuestros hijos o no e igualmente en vosotros, pero debe
necesariamente ser profundizada y reforzada, porque puede existir
pero si no se profundiza en ella puede desvanecerse; es fácil ser
absorbido por la vorágine de lo cotidiano y lo social, es muy
sencillo perder una virtud magnífica por no haberse sabido aferrar
casi caprichosamente a ella, a su estudio y perfeccionamiento. El
genio nace diferente y debe ser diferente porque está en su
esencia misma serlo, muere en vida si no es fiel a su virtud. Y no
crea precisamente este tiempo presente el entorno más propicio
para que virtud alguna sea desarrollada, mas bien lo opuesto. Debe
pues el genio ser preservado, cuidado, estimulado, atesorado como
el diamante en bruto que es. Y pulido en consecuencia hasta la
perfección total. Se debe dejar al genio serlo, no le condenéis a
la mediocridad porque no está en su ser serlo. Y si os reconocéis
vosotros en mis palabras es necesario que toméis medidas ahora.
Debe ser esto un trabajo diario, consecuente y consistente. Sabe
el poseedor de cualquier virtud que debe dedicarle lo mejor de sí
a ella, mas sabe también que hay un todo hostil que siempre
tratará de evitarlo. También es una hostilidad no fomentar esa
brillantez en vuestros hijos y condenarles a la mediocridad del
paradigma social, a la monotonía de lo que no está pensado para
transgredir. Y lo hacéis con vuestros hijos, y lo habéis hecho y
lo han hecho también con vosotros.
No debéis pues anular la búsqueda de vuestra virtud, no os
condenéis a lo cotidiano. Debéis alejaros de la tecnología del
entretenimiento, de los caprichos del consumo. No debéis permitir
que vuestros hijos pierdan el tiempo en tanto todos los demás lo
hacen, porque la desidia y la apatía es lo común. Debéis
enseñarles a ser diferentes, a destacar, no a ser parte de una
masa de gente idéntica una de otra. No debéis permitir que
vuestros hijos estén desenfocados, con la mente distraída en
banalidades, aturdidos por un entorno que los quiere así.
Enseñadles a estar enfocados en su talento y en su genialidad de
manera consecuente y tenaz, enseñadles a transgredir no a seguir
normativas. Apartadles de vivir en ese vacío en el que vivís
vosotros, en esa marea de distracción y aturdimiento en la que ya
estáis ahogados; no ahoguéis pues a vuestros hijos, no les
condenéis al servilismo de que su única función habrá de ser un
día servir a otros y a inclinarse ante un sistema de consumo

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enfermizo ¿Es esta la forma en la que amáis a vuestros hijos?
¡Salvadles hoy y ahora, porque es hoy y ahora cuando os necesitan!
Igualmente vosotros, aún podéis buscar vuestro genio y vuestro
talento. Es necesario que enfrentéis el fracaso de vuestra vida,
que deis un paso al costado, y marchéis hacia nuevos rumbos y
nuevas realidades y estados del espíritu.
Una vez comprendido lo anterior, enseñadle a vuestros hijos a
fijarse metas desde pequeños, a profundizar en su conocimiento, en
su arte, en su genialidad. Habéis de desterrar todo indicio de
mediocridad y conformismo en ellos, de dejadez y abandono. ¡No
habéis tenido hijos para crear espejos de vosotros! ¡Salvadles de
verse reflejados en vosotros a menos que vosotros hayáis renacido
y estéis más allá de lo humano! Alejadles de la mediocridad en la
que vosotros vivís, ellos deben extraer el significado de su
esencia y vivir fieles a ella. Ser así implica necesariamente
transgredir lo mundano, despreciarlo, tener intereses diferentes.
No se puede ser de otra manera cuando se toma ese camino, no puede
quien sabe puede cambiar el curso de la historia, ser solo un mero
espectador de ella. Simplemente morirá en vida si lo hace.
No son vuestros hijos quienes deben callar, quienes deben
adaptarse a lo preestablecido mas sois vosotros quienes deben
callarse y escuchadles. No intentéis domesticar a vuestros hijos a
una realidad sombría y estática, ellos deben liberar su potencial,
especialmente aquellos pequeños genios que desde la niñez dan
muestra cabal de sus talentos y creatividad. No es error de
vuestro hijo si tiene talento para la pintura o la música, por
ejemplo, mas le inculcáis que debe dedicarse a algo más lucrativo.
El error es vuestro no es de ellos. ¿No será que existe alrededor
de vuestro hijo un entorno que desprecia el arte? ¿Será que el
entorno no está preparado para el arte de vuestro hijo? ¿No sería,
por el contrario, más sencillo radicar la familia en otro lugar
donde quizás sí pueda vivir un día de su arte? Eso es amor y
sacrificio por vuestros pequeños, no domesticar al artista para
que sea un escribano. ¡Dejarle marchar cuando tenga la edad
suficiente, no cortéis las alas de vuestro hijo artista haciéndole
perseguir fines económicos y un empleo que no le interesa tener!
En el paroxismo del egoísmo hacéis esto para no perderle. Yo os
digo que es preferible que vuestro hijo pase un poco de hambre
antes que convertir un pequeño artista en un encorbatado
frustrado, un día.
Por tanto, cuando vuestro hijo dé muestras de talento, sea de
manera innata o adquirida, es tanto verdaderamente lo que debéis
aprender que debiérais sentaros a tomar clase frente a ellos,
postrados frente a su brillantez y magnificencia. Debéis aprender
de su inquebrantable voluntad, de su coraje y obstinación, de su
capacidad e imaginación, de su fantasía y de su creatividad. Esa
voluntad inquebrantable que se da de forma natural en el niño y
muere en el adulto. Ha muerto en vosotros, ¿o acaso no veis el
cadáver? ¡Muchos de vosotros debiérais sentiros pequeños ante

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tanta muestra de poder de vuestros hijos! Aún así, vuestro hijo
genio reiría y os daría amor y conocimiento como el libro abierto
que es, mientras vosotros buscabais tiranizarle con los parámetros
de vuestro mundo nefasto. ¡No, no es vuestro hijo quien debe
adaptarse al mundo, sino este quien debe adaptarse a vuestro hijo!
Y a todos los hijos de esa post-humanidad que ha de venir.
Permitir pues a vuestros hijos desarrollar su talento de
forma autodidacta, les brindará un día esa sana soberbia de
reconocerse en su obra, de saberse fieles a sí mismos, sólidos en
su conocimiento. Les llevará un día a vivir a la altura de su
brillantez. Si hay algo que debéis hacer hoy y ahora por vuestros
hijos es aprender de ellos, aprender a conocerles realmente y
ayudarles a desarrollar su virtud. Todo lo que debéis hacer es
comprender que quienes estáis equivocados sois vosotros y no ellos
cuando os dicen que quieren cambiar el mundo con su pintura, con
su música, con sus creaciones, con su capacidad de compromiso con
el prójimo, con sus invenciones. Son innumerables las muestras que
os puede dar vuestro hijo genio de su brillantez y de sus ansias
de cambiar el mundo. Ellos ya saben desde que nacen que hay algo
en él que no está bien, sois vosotros quienes no lo comprenden.
Sois vosotros quienes les hacéis creer que el mundo está bien así
como está, que deben adaptarse a este y ser parte de éste. Necios
hombres encorbatados. Malditos seáis vosotros, vuestras oficinas y
vuestro dinero. Vuestro hijo genio sólo quiere una hoja de papel y
un lápiz. Y le basta con eso para cambiar el curso de la historia.

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II

Del pensamiento continuo

Entiendo por pensamiento continuo aquel que se piensa a sí


mismo, que es obsesivo en aquello en lo que se enfoca. Un
pensamiento que se jacta del objeto al que se avoca, que lo hace
por entero, que necesita pensarle como única manera de
perfeccionarle en tanto son una misma cosa y lo uno no puede estar
sin lo otro, virtud y pensamiento. Ese pensamiento que es creador
por el mero hecho de solo ser pensado. Es creador porque esclarece
dudas, porque aporta soluciones, porque abre caminos sobre aquello
que es objeto de su pensar. Es un pensamiento que resuelve en
tanto está permanentemente enfocado a la virtud sobre la que
piensa, que brinda al individuo esa maravillosa experiencia de
estar enfocado, de crear e imaginar, de resolver, aún en los
lugares y momentos más impropios, mas inverosímiles posibles.
¡Cuánto júbilo cuando he resuelto las dificultades propias de mi
virtud, cuando he creado tanto de manera constante sin siquiera
pedírtelo, cuando me has recordado en todo momento lo valioso de
mi arte y lo necesario que era tenerte como aliado para
perfeccionar mi obra! Ese pensamiento que está naturalmente
separado de lo estéril y abyecto de lo cotidiano, que conduce
necesariamente a un encuentro con el ser y con la virtud, con la
genialidad y el talento, con lo esencial del individuo. Es ese el
único fin de pensarle, establecer ese canal hacia la genialidad
del ser cuyo resultado es la contribución y la mejora permanente
de aquello que es objeto de su pensar. Indudablemente, determina
esto una manera de ser para aquel que está rumiando ideas
permanentemente, algo tan propio de los creativos y científicos y
tan impropio e inalcanzable para aquella gente ordinaria,
atrapada, aturdida en el vacío de lo cotidiano.
Ese pensamiento continuo, enfocado en la virtud, tan
necesario para el genio y para aquel inmerso en grandes tareas y
grandes obras, que es orgulloso de su saber y de la creación sobre
la que está permanentemente enfocado. Que no descansa, que no
tiene días libres, que no respeta sueño ni lugar, que es
arrollador y magnífico, que crea todo el tiempo, que resuelve todo
el tiempo, que arroja luz, que os hace regresar al taller, al
lugar de trabajo con un caudal fresco de ideas y soluciones, o
bien la solución exacta a aquello que tanto os aquejaba cuando
dejasteis vuestro problema sobre la mesa de trabajo. Que inunda de
alegría y de ilusión al saber que no se estará frente a una hoja
de papel en blanco, que ese invento sobre el que trabajáis dará un
paso más hacia su concreción, que esa música que quedó inconclusa
tendrá nuevas melodías o mejorará las existentes, que esa
investigación se enriquecerá de nuevas formas y contenidos. Se
regresará pues raudo al taller, al estudio, ya no a vacilar y a
atormentarse sino a aplicar soluciones, a desarrollar lo pensado.

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Soluciones aparecidas de la nada, como venidas desde el cosmos a
vuestra mente, como si vuestro pensamiento jugara con vuestros
problemas, en ese derroche de frescura que le caracteriza, de
genialidad que tiene ese pensar, que pareciese danzar con las
ideas y con el intelecto, que pareciese esconderse cuando más le
buscáis pero que se hace visible en toda su magnificencia cuando
menos lo imagináis, aportando soluciones inmensas, frescas,
acertadas. Es esencialmente ahí, en esas horas de introspección,
de caminata solitaria, de brisa en el rostro, de supremo silencio,
donde, acompañados de ese pensamiento continuo del que os hablo,
habréis de encontraros con vuestra genialidad y con vuestra
virtud. Es esencial al proceso creativo, es parte constitutiva de
toda obra que se realiza. No puede hablarse de obra maestra alguna
sin un enfoque obsesivo en la misma, a toda hora, en cualquier
lugar.
Pareciese esto en un primer momento estar rodeado de una
fuerte dosis de irrealidad, en el marco de un tiempo presente tan
hostil, tan absolutamente contrario a favorecer esta manera de
ser, de hundirse en pensamiento y reflexión profunda sobre
cualquier cosa. ¿Mas no debiera acaso ser esto algo natural, hasta
un derecho, el poder vivir en un entorno de silencio, de armonía,
de serenidad? ¿Es que es acaso necesario tener que irse a vivir a
la cima de una montaña para poder tenerlo? ¿Qué otra cosa que
silencio les sobró hasta el hartazgo, cientos de años atrás a
aquellos creadores de las grandes obras literarias, por ejemplo?
¿Podría acaso haber escrito Shakespeare, “Macbeth” sumido en una
realidad siquiera apenas similar a la actual? La respuesta es que
no por más que se hubiese internado en el más recóndito pueblito
de Birmingham. No es este tiempo presente tiempo de Macbeths, ni
de Shakespeares, mas de vacío y banalidad supina, de arte
intrascendente, de idiotez, de todo aquello de lo que estáis
hechos vosotros. Habéis hecho un imperio de la estupidez y ante
ese altar os postráis todo el tiempo. Ese exceso de ruido, de
aturdimiento, de tecnología estéril, de alienación es vuestra
delicia, seres ordinarios, rústicos, primitivos hasta lo
indecible, más el infierno y el agobio para aquellos que somos lo
opuesto, que necesitamos adentrarnos en nuestra virtud para dejar
una huella en la historia. Malditos seáis, del primero al último
de vosotros.
Es que no debiera ser una utopía lo planteado, sino una
opción para aquel que decide vivir de esa manera, en ese estado de
introspección y pensamiento continuo, de creación, de invención,
de genialidad constantes. ¿O acaso no le debéis nada a los grandes
genios de la historia, a los grandes inventores, a los grandes
músicos? ¿Y qué habéis hecho vosotros por ayudar a dar el marco
necesario a nuevas obras geniales y a los nuevos creadores de hoy?
Nada, seguís usando vuestros teléfonos inteligentes, postrados
ante sus imágenes en movimiento, interactuando con esa pequeña
pantalla a diario 10 horas por día. Vuestra vida pasa por esa

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pequeña, diminuta imágen. Así de pequeños sois vosotros.
Entonces, claro, vaya si sonará a utopía plantearse una vida
de reflexión, de largas caminatas, de sol en el rostro, de
silencio absoluto, de regreso al estudio para continuar con la
gran obra, cuando todo lo que encuentra el ser creativo tan pronto
pone un pie fuera de su casa, siquiera cuando asoma la cabeza por
la ventana, es hostilidad, un grito desquiciado de una sociedad
decadente y moribunda. Hasta dentro de su propia casa escucha ese
grito, por más puertas y ventanas cerradas que tenga. Es que es
más que un grito desesperado, es una grotesca, espeluznante
expresión de fracaso, de horror. Que vive y respira en las calles,
en las casas, en la esencia de todo lo que vemos.
Y suena a utopía lo anterior porque es lo que os rodea tan
absolutamente contrario, hostil, lejano a permitir el natural
fluir del proceso creativo, que el sólo hecho de afirmar que lo
cotidiano y sus preocupaciones debieran, por el contrario, dar
paso a esas largas caminatas, a esa reflexión profunda, sin ruido
ni estruendo, sin distracción, a esa conexión casi cósmica con la
virtud y con lo genial del individuo, a ese enfoque en la creación
en sí, que indudablemente, parece algo inalcanzable, utópico, más
es la única manera de dar lugar a algo genial. ¿Es que acaso no os
dais cuenta que la falta, la carencia crónica de ese silencio es
la razón principal por la cual no se ha vuelto a oír de ningún
Shakespeare, de ningún Chopin? ¿Era necesario que tuviese que
venir yo a deciros algo tan obvio? ¡Y aunque naciesen, habéis
creado un entorno tan nefasto, tan adverso al arte, que les
dificultarías a estos reconocer en su esencia tal grado de
genialidad, les aturdiríais con estupideces desde la niñez, les
enseñaríais a ser parte de esa sociedad moribunda que acabaría
apagando su talento! Toda vuestra vida pasa por ser parte de esa
sociedad, que a la larga, os terminará apagando. ¡Y aunque
hiciesen éstos gala de su talento acabaríais por no reconocérselo,
porque hasta el buen gusto por el arte habéis perdido! Y sino,
mirad vuestras nuevas formas de arte decadentes, a las que hacéis
culto hoy.
Oléis a podredumbre, ¿cuál es acaso la finalidad de vuestra
existencia cuando acabáis convirtiendo en cadáver todo lo que
tocáis? Pero aún falta matarme a mí. Vosotros me habéis creado,
habéis creado a vuestro máximo detractor. Yo soy producto de
vosotros. Tenéis derecho de ser rústicos y primitivos hasta el
hartazgo, pero también tiene el genio el derecho y la necesidad de
ser genio y de ser lo opuesto a vosotros. Mas no os gusta ser
minimizados y disminuidos, por eso condenáis a aquel que es una
amenaza, por su derroche de virtud. ¡Vaya, si conoceré en carne
propia esta historia desde que tengo uso de razón! Mas yo os digo
que sólo matándome acabaréis conmigo, yo no claudico.
Y debe ser ese pensamiento continuo un fin que debéis
perseguir, porque es lo único que os dará el marco necesario para
crear esa gran obra, esa que os inmortalice, esa que se quede en

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el tiempo, esa que lleve en ella vuestro nombre. Así como el
viento se escurre entre las montañas y los mares y atraviesa
países, así debe vuestra obra impregnarse en el alma de aquellos
que encuentren en ella sabiduría y riqueza para sí. Así debe
viajar vuestra obra a través de los tiempos, a través de montañas
y de mares, como transportada por el viento. Y lleva lo primero
necesariamente a lo segundo, ese pensamiento que necesita de la
ruptura con lo cotidiano para poder manifestarse plenamente, con
el fin de facilitar a la obra, a la virtud y a la genialidad,
completando ese círculo de necesario divorcio del individuo con el
entorno. ¿O acaso qué otra cosa que haceros sufrir os ha traído
ese matrimonio? Llamo yo a este proceso de separación, el inicio
de ese estar más allá de lo humano, de disociación con el tiempo
presente, del encuentro con esa nueva realidad del espíritu a la
que debéis aspirar, en la que el existente se reencuentra al fin
con lo que es esencial para sí, con el único fin de imaginar, de
crear, de acercarse a su virtud y finalmente, de trascenderse a sí
mismo, de dejar de ser un ser humano ordinario como esos de los
que necesita alejarse.
Más no es fácil la tarea de aquel que pretende sumirse en sus
ideas, abstraerse en ese rumiar permanente de pensamiento y de
genialidad. Esa conexión con la virtud estará siempre dificultada,
interrumpida por el simple hecho de que existe un entorno
específicamente pensado para que un individuo así no pueda
hacerlo. Creedme, no es paranoia, lo vivo a diario. Esa sociedad
de consumo creada y sostenida por la élite moribunda, no quiere
individuos así, basándose en el nefasto paradigma de que el
individuo es un simple fin a quien venderle productos. No quiere
pues pensadores que levanten una voz y hagan pensar a otros que
nada de eso tiene sentido, que es necesaria la introspección, el
regreso al arte, a la creación, al espíritu. En tanto un individuo
así es detectado, se buscará disuadirlo, y de no poder hacerlo, se
hará todo lo posible por denostar su obra, y a la larga triunfará.
El sistema no necesita individuos así, no necesita disidencia, no
necesita desafío al poder. Necesita sometimiento y necesita
sometidos. La mayoría de los productos creados, en el campo de la
tecnología, en el arte, en el contenido promocionado por los
medios, están específicamente pensados con el fin de adormeceros,
de no dejaros pensar, de no dejaros usar vuestra creatividad, en
definitiva, nada que no sea seguir consumiendo y gastando dinero
en estupideces. Es rústico hasta en su obviedad. Todo cuanto es
creado tiende a ser cada vez más más sencillo de usar, más
integrado con todo, y a la vez más invasivo e inhumano, es
cuestión de ver los avances tecnológicos y lo que se pretende
hacer de aquí a una década. Y habrá de desplegar el sistema, todo
su nefasto poder para disuadir individuos creativos y geniales, ya
que en ese derroche de genialidad habrán de confrontarle, y muy
especialmente, habrán de pretender que otros se sumen a la noble
causa de pensar y no ser ganado. Y es ese pensamiento continuo en

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la virtud y en el arte el primer paso para proceder a dejar de ser
ganado. Mas, ese parloteo incesante que habrá de encontrar el
solitario, el genio creador, le llevará a frustrarse, le hará
sentirse desconectado de sí mismo, mas es lo que necesita para
poder dar a luz su obra póstuma. Desde el mismo momento que ponga
un pie en la calle y a menos que tome algún rebuscado camino,
estará siendo aturdido. No es eso casual, no está allí ese ruido
de la urbe por mera casualidad, por un mero proceso de
industrialización. El medio urbano es el menos propicio para
pensar y reflexionar. ¿Y acaso la mayoría de vosotros no vivís en
medios urbanos? ¿Acaso no pasáis más de diez horas al día al menos
en un medio urbano? La misma expresión en el rostro de todos eso
con los que os cruzáis es hostil, las altas edificaciones son
hostiles, la escasez de espacios verdes es hostil, el ruido
incesante de las obras en construcción es hostil, el tránsito es
hostil, la contaminación ambiental es hostil. Todo es hostilidad,
todo va en contra de la abstracción de pensamiento descrita, esa
conexión con el ser. ¿Acaso podéis creer que ese entramado de
hostilidad fue creado de la nada, una suerte de mera superposición
de elementos que de la nada se pusieron allí para dar lugar a la
urbe y a la sociedad que tenemos hoy? No, detrás de todo ello, el
fin último es el agobio del individuo, la serialización, la
alienación. Y un espíritu alienado, aturdido, harto, no puede
crear nada, dar orígen a nada, solo sirve para servir.
Como mucho, se podría estar apenas a salvo de todo lo
descrito si se viviese en las afueras de la ciudad. De hecho, ese
parloteo incesante del exterior está igualmente en el interior del
hogar, en el seno familiar, viene de los hijos, de la esposa, de
los amigos, del teléfono que suena, del mensaje de texto, de la
notificación de la red social de turno. Entonces, ese individuo
que necesita por todos los medios posibles, refugiarse en su ser y
en su pensar, llega a un estado de frustración y angustia tal que
sólo aquel que lo padece sabe de lo que os hablo. No es lógico
tampoco que para dar lugar a la creación se deba renunciar a todo,
irse a vivir al campo y pasar dieciocho horas al día encerrado en
un altillo. Existe una paradoja para el ser creativo en el que, o
vive así para lograr esa abstracción de pensamiento, ese enfoque
obsesivo en su virtud, o se somete al caos de la urbe, anulando la
posibilidad de dar orígen a una gran obra. Un verdadero artista
jamás tomaría la segunda opción, antes prefiere la muerte. El
entorno cercano al ser creativo, la familia, los amigos, los
hijos, deben comprender que ese genio creativo lo es porque no
tiene otra opción que serlo, no elige serlo, ergo, brindarle el
marco necesario para hacer lo que tiene que hacer. Brindárselo
realmente, comprender su necesidad y comprender su desesperación
si no lo hace.
Indudablemente, ante esto, aquel que pretenda encontrarse con
su virtud debe buscar una solución real, un marco para poder
saciar su necesidad creativa. De nada sirve que os hable de

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pensamiento continuo alguno, de auto-conocimiento, de la necesidad
de dar un paso al costado cuando no existe siquiera mínimamente el
ámbito necesario para ello. La única manera en la que en lo
personal he encontrado solución a esto ha sido refugiándome en la
naturaleza, encontrando un lugar, unas pocas horas al día en ella
para pensar allí, en la más absoluta soledad y silencio, en el
parque más solitario posible, bajo el árbol más alejado de la
gente posible que encuentre. Es así que os digo, encontrad vuestro
parque y vuestro árbol, sentaros allí, pensad y tomad nota de todo
cuanto queráis. Haceros una rutina a la semana, ir allí a hacer
germinar vuestras ideas, a encontraros con vuestra genialidad.
Cerrad los ojos y fluid. Luego ya habrá tiempo para llevar a cabo
aquello que hayáis pensado. Acaso ¿cómo vas a escribir, como vais
a pintar, como vais a crear una melodía, como vas a inventar algo
si no estáis conectados con la idea, si no es esta pensada y
pulida incansablemente, cada día? Es a esto a lo que me refiero
cuando os hablo de pensamiento continuo, al pensar en sí pero
también al marco necesario que debe dársele a ese pensar. Ese
pensamiento continuo, aliado indispensable del auto-conocimiento
del que os hablé antes, capaz de dar lugar al arte y a la
creación. Sólo a través de este surge esa gran obra, esa que se
queda en el tiempo y atraviesa montañas y ríos. No nace del apuro,
de la distracción, del entorno que parlotea. No es ahí donde nace,
es ahí donde muere. De esta forma podréis optimizar el tiempo,
será ese tiempo en soledad un espacio sagrado, innegociable que
debéis conquistar para luego llevar vuestras notas a la mesa de
trabajo.
Mas aún así, aún cuando existe alguna forma, aunque forzada,
antinatural, es completamente antitética del proceso creativo.
Como desearía yo vivir doscientos años atrás cuando ese silencio
simplemente existía en abundancia, cuando no tuviera que huir del
entorno para tenerlo. Os podéis imaginar que esos que pensaron
esas grandes obras antes que vosotros no necesitaron de artimaña
alguna para desarrollar su arte, simplemente estaban allí
sentados, frente a su mesa, pensando y creando día y noche, en la
vorágine de esa maratón de horas que parecen minutos que es propia
de la creatividad desenfrenada. No tenían por cierto ese
aturdimiento en la cabeza que experimentamos hoy todos aquellos
que queremos retirarnos a nuestro pensar. El aturdimiento de las
preocupaciones propias de la vida adulta, de la vida en sociedad,
de las obligaciones, de supinas estupideces ajenas al espíritu
creativo que os hacen desperdiciar la vida entera tratando de
solucionarlas. Es tanta la basura, tanta la frustración de no
poder hacer lo que se quiere hacer, en el tiempo y forma en el que
se quisiera hacerlo, que escapar del entorno a veces ni siquiera
alcanza, también debe uno escapar de sí mismo. Ese árbol, ese
silencio, también supone escapar de sí, quizás llegar a la
esencia, a ese ser descontaminado de todo aquello de lo que huye.
Allí, en esa pureza es donde el espíritu creativo se siente

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realmente libre y pleno. Y hasta para huir de todo ello es
necesario atravesar una marea de mundanidad, de estruendo
enfermizo, de seres nauseabundos con su risotada estéril y sus
teléfonos inteligentes, que ya por estar allí todo ello son
suficiente fuente contaminante de cualquier espíritu puro y
creativo. Todo en procura de ese árbol, y de ese parque, donde se
pueda respirar hondo y revivir. Hasta hiere pensarlo, ni hablar,
atravesarlo. Pensadlo por un momento, es desesperante. No os
sorprenda pues la razón de porqué no oís hablar de nuevos genios
de la música, de la escritura o del arte. Hay que tener mucha
voluntad para llevar una rutina como la descrita anteriormente. Es
esa alienación del entorno, deliberadamente creada, la que está
empecinada en que no surjan individuos así.
Es desesperante lo que vive el artista, el genio, es
doblemente difícil serlo hoy en día. La desesperación de no poder
ser dueño de su tiempo y de su silencio. La desesperación de que
siempre habrá algo que habrá de distraer, de aturdir, de
atormentar. La desesperación de saber de su genialidad y
encontrarse atado de pies y manos para hacer rienda suelta de
ella, fluyendo libremente a toda hora y en cualquier lugar. No
sabéis lo desesperante que es, no os hacéis una idea lo que es. No
os hacéis una idea la desesperación de no tener un entorno
propicio para la creación y tener que ir por allí, mendigando por
un rincón de silencio en alguna parte, a los pies de un árbol, a
la orilla del mar para poder siquiera acercarse a ese torrente de
creatividad, imposible de hallar en la urbe. A la vez, ese genio
creativo un día crea una familia, y no es tal cosa un error, mas
es la familia una enorme fuente de distracción y aturdimiento de
todo individuo creativo. Convalidar ambos mundos es desesperante,
simplemente desesperante. Aún la solución descrita anteriormente
lo es, porque debe ser pensada, no es espontánea, lo que le
imprime cierta rigidez al proceso, ciertas horas para el
pensamiento y la reflexión y otras tantas para trasladar todo
aquello al papel, a la mesa de trabajo. Y el resto, sufrimiento y
aturdimiento. Es un proceso anti-natural, como os dije, antitético
del proceso creativo, debiera este fluir a lo largo del día,
debieran existir naturalmente esos espacios de pensamiento y
reflexión, acompañados de otros de ejecución, para luego volver al
pensamiento y así, en un derroche de virtud y genialidad que se
extendiese a lo largo de la jornada de trabajo, brindando
plenitud, conexión profunda para desarrollar la obra. Mas no he
encontrado otro método que el descrito, ha sido ese el que ha dado
orígen a toda mi Filosofía y a todo mi arte de estos últimos años.
Es que ese pensar, esa conexión con la virtud, ese pulir una
idea, es transhumanizador en sí mismo, os pondrá en un estado más
allá de lo mundano. No por la creación en sí, no por el resultado
en sí que logréis, no por la obra que habréis de hacer, sino por
la experiencia creativa en sí que os hará acercaros a vuestro
espíritu, a lo esencial a vosotros, a extraer el significado de

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3
vuestro ser. Son el arte y la creación, la virtud y el enfoque en
todo ello lo único de lo que disponéis para hacerlo. Y al hacerlo
os habréis de disociar de lo cotidiano porque no admite lo primero
a lo segundo. Es ese enfoque en la virtud, ese retiro, ese exilio
consciente de lo cotidiano a lo que me refiero cuando os hablo de
ese necesario paso al costado que debéis dar, que os pone ante el
umbral de ese más allá de lo mundano y su estruendo. Y comprender
esto es comprender la necesidad de ese pensar continuo, de ese
enfoque continuo en la obra, y a la vez la hostilidad del entorno
que lo dificulta. Comprendiendo este proceso habréis de iniciar
vuestra jornada transmundana.
Porque es allí donde surge lo grandioso, en ese nuevo mundo,
en esa una nueva realidad del ser. Es allí donde se da ese
pensamiento casi obsesivo, perfeccionista en eso que se quiere
crear, es allí donde se llega a la introspección profunda y al
silencio máximo, es allí donde se desarrollan intereses
diametralmente opuestos a los de la masa de imbéciles que os
rodean, que os dicen que el arte es para muertos de hambre, para
locos de altillo. Es allí donde se manifiesta el espíritu del arte
en pleno, de la invención, de la ciencia, del pensamiento, donde
tiene lugar la gran obra. Es allí y sólo allí, en ese lugar
especial de la mente y del espíritu. Es allí donde nacieron las
grandes creaciones de la humanidad de otro tiempo, que aún hoy
siguen entre vosotros y es allí donde la humanidad de este tiempo
aún no logra entender que tiene que llegar. Ella misma se ha
negado la posibilidad de llegar en su derroche de imbecilidad y
ceguera.
Y hasta se tiende a criticar y denostar a la humanidad de
otro tiempo, especialmente entre los jóvenes, aturdidos con la
invasión tecnológica, sin comprender que esa humanidad de otro
tiempo, de hecho de un tiempo no tan lejano, fue capaz de logros
asombrosos que son el basamento de esa misma tecnología que
idolatran. Avances físicos y matemáticos principalmente. Esa
humanidad, incluso de principios y mediados de Siglo XX, hoy
denostada e ignorada, fue sin embargo capaz de crear libros
grandiosos, música y arte imperecederos, descubrimientos
científicos sin parangón. Y vosotros, señores modernos, de mente
abierta, orgullos de vuestra modernidad ¿qué habéis descubierto o
hecho acaso que le llegue a los talones a esos de hace setenta
años? Vosotros sólo usáis, en vuestro capricho, solos demandáis y
queréis las cosas de inmediato como si fuéseis niños pequeños. La
humanidad de hace unas pocas décadas atrás no tenía nada, si
quería algo debía investigar y construírselo de la nada. Si quería
arte se sentaba frente al piano y componía, o mandaban a sus hijos
a estudiar algún instrumento con el fin de promover un talento
artístico allí. O tenían abultadas bibliotecas en cada hogar, con
el fin de llenar el tiempo con conocimiento y no con ocio y
estupideces. Vosotros, por el contrario, despreciáis el arte, la
investigación, la creación, la lectura, la escritura, el

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pensamiento filosófico, en tanto os resulta difícil y pesado de
llevar a cabo y hasta de interpretar; os es imposible ya
transpirar por vuestros ideales. ¿Es que acaso os queda alguno?
Vosotros solo usáis cosas, solo apretáis botones y deslizáis
vuestro dedo en vuestras pantallas táctiles. Y así con el
siguiente “invento” que las mismas corporaciones de siempre
desarrollen durante los próximos años. Vosotros solo haréis
vuestra servil tarea de adaptaros a eso que otro “inventa”. Y vais
ufanos por allí presumiendo de vuestro trabajo y vuestro dinero
con el que compráis esos objetos inventados por corporaciones
nefastas que solo buscan el control de la humanidad, ergo de
vosotros. Toda vuestra vida se reduce a eso, a consumir objetos y
pagar por ser controlados. ¿Es que acaso no os dais lastima de
vosotros mismos cuando mis palabras os reflejan tan fielmente?
Alguna vez tuve veinte años y jamás pensé como pensáis vosotros.
El ser humano sólo necesita de su ingenio para crear cosas
grandiosas. Es del infortunio, de la carencia que nace el talento,
el desarrollo de la habilidad para dar paso luego a lo novedoso, a
la obra. La necesidad de salir de tal condición es el motivante
principal para ello, lo que os aleja de vuestra maldad y dejadez
ontológica y os acerca a vuestra virtud, aún si creíais que no
teníais virtud alguna. No nace gran obra alguna de la opulencia,
en ella sucumbe el espíritu creativo, no tiene cabida allí, sino
la podredumbre, la esencia maligna del ser humano de la que estáis
hechos.
Ahora, es necesario volver al tema del aturdimiento
generalizado de vuestra época, la que desgraciadamente comparto
con vosotros. Os hablaba de una suerte de método hace un momento,
y si bien es la única manera de estar siquiera más cerca de la
virtud, de favorecer el enfoque en lo creativo, es necesario
comprender que es enormemente difícil lograr obra póstuma alguna
cuando ese tiempo de creación y de enfoque debe estar programado,
esquematizado de alguna manera, y no se vive como un fluir
desenfrenado de genialidad, capaz de manifestarse en el silencio
de cualquier lugar. Por el contrario, debiera ser un proceso
involuntario, espontáneo. Cuando ese silencio debe ser buscado con
el fin de favorecer el enfoque en lo creativo, cuando debe hacerse
un esfuerzo sobrehumano para callar el entorno, es que es eso
fuera de vosotros lo que verdaderamente está desquiciado, lo que
no tiene paz y por eso necesita parlotear sin sentido. Abrid la
puerta de vuestra casa ahora mismo y veréis de lo que os hablo.
¿En ese entorno de parloteo y de falta de sosiego generalizado,
qué gran obra acaso puede ser pensada o llevada acabo? ¿Qué
pensamiento continuo puede tenerse cuando mas que continuo es un
pensamiento interrumpido y obstruido, dificultado? Por eso os
hablo de disociación con lo cotidiano, disociación completa. Va a
llegar un día que no me va alcanzar una ruptura parcial, ya no va
ser suficiente. Y por allí debéis marchar, por ese umbral que yo
considero evolutivo, transmundano, de ruptura completa. Yo no creé

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acaso esta sociedad ni este entorno, ni muchos de vosotros, ni
siquiera lo favorecí de forma alguna, de hecho lo detesto y
siempre fui su gran detractor. ¡No es esta realidad que me rodea
expresión alguna de mi razón! ¡Yo necesito romper con esto o voy a
terminar siendo yo quien quede rajado a la mitad! Y a eso os
animo, a que marchemos juntos, a que demos juntos como humanidad
ese paso al costado; será más fácil la transición si lo hacemos
juntos. No sois vosotros quienes debéis asumir derrota alguna, no
sois vosotros quienes debéis terminar partidos a la mitad por un
entorno desquiciado. Hay un enemigo a combatir y es real, no es
quijotesco. Está ahí fuera, vivo. Y debe morir.
Es así que mientras no se de esa ruptura de la que os hablo
vuestro entorno seguirá parloteando, seguirá siendo hostil a
vuestras ideas y pensamientos, especialmente a vuestras
manifestaciones artísticas, a vuestra necesidad de silencio y
sosiego para sentaros a construir la gran obra. Y olerá a
estiércol todo alrededor mío y vuestro durante mucho tiempo más,
porque es de estiércol de lo que está hecho. Mas es ahora donde
debéis echar la vista atrás y regresar sobre vuestros pasos, a
aquel punto donde la marea de estiércol de lo cotidiano comenzó a
arrastraros. Hay un punto en el que eso sucede, en la vida de
todos. Yo se cuando fue el mio. Y al encuentro de ese punto de
inflexión propio es que debemos ir para recién allí dar el tan
necesario paso al costado, la disociación completa, la ruptura
completa, al encuentro de lo transmundano. Allí es a donde deben
ser dirigidos vuestros y mis esfuerzos. Mientras tanto, a tolerar
el hedor de lo cotidiano y a sobrevivir como se pueda en él.
Yo soy consciente de todo esto que os digo desde que tengo
uso de razón, nunca pertenecí a nada, ni nunca nada me perteneció.
Y al encuentro de ese lejano 1998 cuando la marea de lo cotidiano
me comenzó a arrastrar es que voy, no en una suerte de viaje
nostálgico en el tiempo hacia mi juventud, mas a corregir el
error, ese que hoy en mi adultez se que cometí de dejarme seducir,
siquiera mínimamente por ese entorno que me terminó hiriendo de
muerte. Y debéis pues todos vosotros regresar la vista atrás y
buscar vuestro propio punto de inflexión, ese que os lleva hoy a
sentir esa insatisfacción y esa frustración de no pertenencia, de
que todo apesta a bosta alrededor vuestro, de que sois arrastrados
como por una inercia hacia vuestra vejez y luego echados al foso
de la muerte, como si existiese una voluntad ajena a vosotros que
os impulsase. Claro que morir habréis de morir todos, no es morir
el problema sino la calidad de vida que llevéis mientras aún la
tengáis. He perdido la cuenta la cantidad de veces que he tenido
que hundir la cabeza en la mierda de lo cotidiano, y tragar todo
aquello, y llenarme de impotencia y de frustración, teniendo que
servir intereses ajenos en el nombre de míseras necesidades
básicas. Y he tenido que dejar de lado mis intereses, mis
verdaderas metas, mi pensamiento, el desarrollo de mi virtud, en
el nombre de un plato de comida. ¡Y vaya si me seguirá pasando que

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me ha llevado este libro que leéis casi cuatro años hacerlo, por
no tener tiempo, por servir a terceros! Pero al levantarme de
nuevo, y con la cara aún sucia de bosta, siempre recordé quién
era, siempre recordé que mi camino estaba echando la vista atrás y
caminando hacia atrás, retrocediendo en el tiempo en búsqueda de
aquel punto de inflexión nefasto por el que alguna vez pasé. Para
luego ufano, un día, salir de todo ello en un valiente paso al
costado, que me deje limpio otra vez, como estaba en aquel lejano
1998, en la pradera de mi virtud.
Es es la diferencia entre quien opta por luchar y quien opta
por morir en vida. Debéis tener especial cuidado en reconocer de
que lado estáis vosotros. Si hay algo que puedo enseñaros yo es a
ser así, a jamás olvidar que por más bosta que haya alrededor
vuestro, vosotros no estáis hechos de ella. Así pues, como yo,
vosotros también debéis buscar vuestro lejano 1998.
Por qué allí se hallaba mi esencia, mi verdadera virtud, mi
genialidad, en una desenfrenada vorágine creativa, de proyectos y
sueños a cumplir, de arte, de vida. Diréis, ¡de eso se trata la
juventud! ¿Pero y de qué se trata pues la adultez, acaso de acabar
con los sueños y los bríos de la juventud? ¿Quién es el erróneo,
el jóven que ignora lo que le depara la vida o el adulto en el que
luego deviene, que ya lo sabe y no logra conciliar lo que quiso
ser de aquello en lo que se convirtió? Yo creía que si se tenían
sueños y metas, sustentadas en un sólido talento, en un
pensamiento metódico y organizado y se disponía de la tenacidad
para llevarlas a cabo, todo era virtualmente posible. Estaba
seguro de ello. Yo reunía todas las características, pero lo he
perdido. He perdido el ímpetu, los bríos, hasta yo los he perdido,
la adultez me los arrancó, hoy sólo me queda echar la mirada atrás
y tratar de volver a ser lo que fui, aunque ya no sea lo mismo.
Hoy ya pesan los errores de casi veinte años desperdiciados en
vivir una vida errónea como la de cualquier otro. Aún creo me
queda mi capacidad de resistencia en pie, y el ánimo de querer
recuperar el tiempo perdido, aunque me sienta débil. Mas os
repito, ya no soy el mismo, ya las fuerzas no son las mismas, ya
el ímpetu flaquea, ya los problemas no son los mismos, ya la
adultez tiñó de gris el semblante, ya son pocos los motivos por
los qué sonreír. Pero sigue en pie la capacidad de resistir, la
confianza en que todo será como antes en algún momento. Qué daría
yo por volver a ser aquel muchachito de veinte años que fui alguna
vez, que había tomado al mundo por asalto. Vaya, me faltó poco,
aunque me sobraron los errores. Me he equivocado mucho y me han
hecho equivocar mucho también. Hoy el mundo se estará riendo de
mí. Me decía mi madre, “¡vas como montado arriba de un trueno
hijo!”. Más debes saber Mamá que la tormenta eléctrica acabó, ya
no hay más truenos ni jinetes, no hay más guerra que pelear, ni
hay más guerrero. Hoy ese jinete alocado es la sombra de lo que
fue, ya no cabalga truenos forjando su destino, hoy sólo camina
por la orilla del mar, reflexivo y meditabundo, con paso cansino,

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tratando de sobrevivir cada día.
No os confundáis, no es tristeza, es sólo la conciencia,
real, cruda de saberme la sombra de lo que fui, de ver como todo
se ha tornado tan enormemente difícil, que esa cualidad única de
pelea, ese arrojo feroz de hace dos décadas, del que me jactaba,
del que iba ufano pavoneándome en él, se marchitó, se tiñó de
gris. Saber que se marchitó es un dolor inmenso. Saber que ese
deseo de querer tomar el mundo por asalto no se cumplió, como yo
en la ingenuidad de aquellos años dorados de mi juventud creí iba
a poder hacer. ¡Juventud, cómo te extraño, no hay un día que no te
recuerde, no hay un sólo día que no quiera volver a tí para
caminar en tus pies despreocupados y ligeros! ¡Qué no haría para
regresar las manecillas el reloj para volver a tu encuentro!
Al encuentro de aquella Plaza Arquímedes, de aquel solitario
rincón del living-comedor de la casa de mis padres, de aquellas
calles del Prado, de aquellas gentes, de aquellos años de mitad de
los noventa, tan infinitamente lejanos. Como os dije, allí se
encontraba mi esencia, la mejor versión de mí mismo, no esto en lo
que me he convertido hoy. Yo fui de más a menos, yo era todo lo
que necesitaba ser ya en aquellos tiempos, lo que quería ser, lo
que debía ser. No era necesario todo lo que vino después. A mi no
había que domesticarme, no había que socializarme. Fue la llegada
de la adultez, en su nefasto despliegue de obligaciones y pesares,
la inexperiencia de aquellos años, los errores propios e inducidos
los que me llevaron a convertirme en esto que hoy veis, este
cadáver que deambula nostálgico entre su pasado y un futuro, que
promete algo que ni siquiera sé si se hará realidad. El presente
me lo robaron. En el presente no tengo nada, no hay nada sino
vacío y dolor indecibles.
Es por tanto la problemática doble, en tanto no sólo lidio
con la melancolía de la juventud perdida, como puede pasarnos a
todos, sino con la imágen vívida, el recuerdo lacerante de saber
que en aquellos años yo era la mejor versión de mí mismo, estaban
mis talentos en el pináculo de su virtud, la entereza, la fuerza,
el brío, los proyectos y los planes, todo aquello sobraba, brotaba
a borbotones de mí de manera descontrolada. Y el hoy... Toda
comparación con el hoy es para echarse a llorar una semana. El
contraste penoso con el presente, que me encuentra sumido en una
profunda nostalgia. Eso es lo que veo en el espejo cada mañana, un
ser partido en dos. ¿Y qué fue lo que pasó, os preguntaréis?
Pasaron veinte años de haber jugado a ser parte de algo de lo que
no soy parte. ¿Cómo no hablaros de disociación si lo único que
necesito es rajar esta realidad en dos como fui rajado yo en dos
por ésta? ¿Como no hablaros de desarraigo y de ruptura si me da
asco tan sólo verme siendo parte de ella al despertar cada mañana?
¿Como no hablaros de hostilidad cuando tan violentamente el
presente se llevó mis virtudes cómo un huracán que se lleva todo a
su paso?
Sobrellevar esto cada día es, para quién es consciente de

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todo lo anterior, de sus virtudes y talentos, de no poder vivir a
la altura de ellos y de su genio, un dolor inmenso, una amargura
infinita. Verse sumergido, hundido en una cotidianeidad de la que
no se es parte, teniendo a la vez la obligación de cumplir con
ciertas pautas que el mismo entorno impone, haciendo cosas que no
podrían interesarle menos, crea cuando mínimo, una enorme
frustración y desesperanza. ¿O acaso qué creéis que siente el
Águila enjaulada? También se recuerda esta sobrevolando montañas y
bosques, atravesando los cielos, siendo dueña, otrora, de su
tiempo. Mas cuando emprende el vuelo se da de bruces con el fierro
de su jaula que le hace ver que hasta ahí llegan sus bríos, sus
aires de libertad. ¡Vaya si tendré rejas y fierros alrededor mío!
El tiempo se ha encargado en esta veintena de años de colocarlos,
uno tras otro. Y ha creado muchas otras jaulas, y ha puesto en
ella muchas otras Águilas.
En esa jaula de encierro y obligaciones absurdas sin fin,
transcurre el devenir de lo cotidiano, el mío y el de todos
vosotros, aquellos con cuerpo de gusano y aquellos con cuerpo de
Águila. Y conviven así gusanos y Águilas, cada uno arrastrando su
miseria y su cadena dentro de la misma jaula. Y se miran unos a
otros y son extraños, sólo los acerca el dolor indecible que
comparten. Algunos, demasiado imbéciles, van por allí ufanos
haciendo gala de la cadena que los ata al hierro de la jaula, los
de risotada estruendosa, los de trajes caros, los de reuniones de
negocios, aquellos encorbatados, tan afines al sistema. Vaya, las
cadenas de estos son hasta más pesadas que las mías, y aún así ni
siquiera saben que tienen una.
Y se arrastra esa cadena tanto como arrastra el presidiario
su encierro dentro de la celda. No está preso el delincuente por
su voluntad, esta puesto allí en contra de sí mismo. Igualmente
vivís todos vosotros y yo, haciendo cosas que no querríamos hacer,
igualmente en contra de nosotros mismos, estando en lugares que no
querríamos estar, con gente que no podríamos detestar más, en
contra de nuestra voluntad, como el preso. Mas la jaula del preso
mide dos por dos y la nuestra es el mundo todo. Es la jaula de
todas las demás jaulas.
¿Cómo pues recobrar la dignidad de vivir dentro una jaula?
¿Quizás con el discurso falaz de los mercaderes de la nueva era?.
¡Quiérase a sí mismo, enfrente el día con optimismo! ¡Hoy puede
ser una día único si se lo propone! Sandeces, de la primera a la
última. ¡No sacáis de la jaula a quién os sigue con vuestros
textos de empoderamiento! ¡Ni tampoco los saca la pastilla anti-
depresiva que toman cada mañana, como mucho adormecen su miseria!
La jaula estará siempre allí, porque es una jaula de la conciencia
y sólo desde ese nivel se rompe, no desde la creación de la
ilusión de que no está, no desde un anestesiamiento del dolor
frente a la misma. O peor aún, de la indulgente aceptación de la
existencia de esta, del acomodamiento a ésta. Esto es lo que dais
vosotros, con vuestra nueva era y vuestras pócimas mágicas. Pero

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el preso sigue preso y la jaula sigue siendo una jaula con
fierros. ¿Acaso vosotros, mercaderes nefastos, estáis libres de
los vuestros?
Es pues esa adultez, ese cúmulo de responsabilidades que de
un año para el siguiente acaecen, que lo tiñen todo de gris,
sumado al entorno de hostilidad deliberadamente creado, el marco
ideal para que el individuo genial, autárquico, tenga enormes
dificultades de estar a la altura de su genio, de poder mantener
su torrente creativo, su brío. No siempre es posible para el
poseedor de la virtud, cualquiera sea esta, el poder vivir de la
misma, que sea esta capaz de poner un plato de comida en la mesa
cada día. Deben darse ciertas condiciones para que aquel genio
pueda estar a la altura de su genio y vivir de ello, cierto
contexto familiar, cierta situación socio-económica del entorno,
cierta contención y cierto apoyo. Sin eso, termina preso, en esa
misma jaula que el mismo entorno le construye con tanto afán y que
a la postre le empuja dentro de ella.
Esto quiere decir que la vida del genio se divide, salvando
honrosas excepciones, en dos grandes etapas: la primera libre y la
otra entre barrotes. Debe pues escapar de ellos y volver al
inicio. Debe hacerlo siendo consciente de la jaula en la que está
y regresando el tiempo atrás al punto en el que fue echado allí
dentro, como la amenaza que es considerada por el sistema. Es una
jaula de la conciencia, no es real. Podéis estar en ella pero
también podéis salir, fuisteis puestos allí por una construcción
social. Ese pensamiento continuo que antes afloraba a cada
instante, en complicidad con ese torrente de creatividad y de
ideas propio del genio, debe ser ahora buscado, perseguido; cada
momento de creatividad atesorado y plasmado en algo, cada esfuerzo
y cada pensamiento dirigido, no sólo a una obra, sino a retroceder
las manecillas del reloj y regresar al punto de inflexión por el
que alguna vez se pasó. Regresar al punto de inicio, volver a ver
en el espejo el rostro de aquel muchacho lleno de talentos y
virtudes que alguna vez se supo ser. Allí está la llave de la
jaula, allí se encuentra, allí está apenas arrojada al suelo.
Basta con recogerla y abrir la puerta de la libertad. Allí se da
el paso al costado hacia lo transmundano, allí se sale y se
emprende el vuelo otra vez, allí deja el Águila el grillete que le
tenía sujeta. Aquí se sale de la jaula, aquí se es pensamiento
continuo permanentemente, aquí se es invención y creatividad
permanentes, aquí se vive de la virtud y de la genialidad. Aquí se
es águila y se deja de ser gusano, aquí se vuela, aquí no se
arrastra la cadena.
Así, en ese vuelo, ufano, grandioso, se sobrevuela esa marea
de bosta que se deja atrás, se ve la jaula pequeña, se eleva el
ser hacia lo más alto en un viaje de virtud otra vez. Con mas
años, con menos bríos, con menos fuerzas, con canas en la sien.
Pero siendo el Águila que fuera otrora, ufana de su poder,
henchida de libertad. Vaya, si será transhumanizador en sí mismo

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ese vuelo. Es ese vuelo el que os adentra en caminos
transmundanos, el que os hacer ser conscientes otra vez de vuestro
poder. El que os adentra en una nueva realidad del ser.
Más es sólo aquel que es consciente de su jaula y de sus
barrotes quien puede procurarse una salida de ésta. Sólo aquel que
es consciente que su vida fue arrebatada, partida al medio, que
hubo un antes y un después; que tiene conciencia real de lo que es
y muy especialmente de lo que pudo haber sido, atormentado por el
pensamiento desgarrador, cotidiano, que le muestra lo antagónico
de su vida, quien podrá procurar regresar en el tiempo al nefasto
punto de inflexión para dar el necesario paso al costado. Es aquel
que es consciente de todo esto quien es fiel a sí mismo, quién
está destinado a grandes cosas, a quien su esencia no le ha
abandonado, quien no ha podido ser asfixiado por los vapores de lo
cotidiano y su derroche de banalidad. Y podrá al fin dar ese paso
al costado, con más sabiduría, con decisión. Aprovechando cada
nuevo día, cada nuevo minuto. Porque será como nacer otra vez.
Mientras tanto, mientras aún sea su jaula su hogar, mientras
emprender el vuelo sólo le haga chocar contra los barrotes de su
enorme jaula, sólo le quedará la frustración como compañera. La
frustración de vivir por debajo de sus capacidades. La frustración
de no poder ser lo que se es realmente, la frustración de servir,
de bajar la cabeza frente al tirano que le encerró allí y tiró la
llave. La frustración de sentir que se desperdicia un día tras
otro, una semana tras otra, un año, dos y veinte también, y que no
se sale de la condición de preso, mas aún, que se está preso por
un crímen que no se cometió. O si, el crimen de ser brillante en
un mundo que hiede a mediocridad. Horrenda es la forma en la que
transcurre el tiempo para quién así se siente, pero grandiosa la
liberación si se logra escapar. No hay cadena alguna que pueda
encerrar a un hombre con corazón de Águila. Habrá siempre de
volar, habrá siempre de sobrevolar sus praderas, sus montañas y
sus cielos, sus ríos; habrá siempre de emprender el vuelo para ser
lo que es, para recuperar lo que le pertenece. No es ese hombre
parte de ese mundo moribundo que habéis creado para él, su mundo
es uno de vida, de placeres, de plenitud y genialidad, de
magnificencia y altas montañas. Dejad el llano para los pequeños
gusanillos, no son éstos capaces de volar a ninguna parte. Sólo se
arrastran.
Es por tanto que no puedo dejar de remarcar lo esencial que
resulta el enfoque en la virtud, la mirada echada de manera
permanente a lo esencial del individuo creativo, porque habrá de
ser esto no sólo necesario para dar orígen a grandes obras, sino
para emprender el vuelo liberador, ese vuelo al pasado, a lo
esencial de vosotros. Ese vuelo transhumanizador y magnífico,
destinado sólo para algunos hombres y mujeres. Lo debéis hacer aún
en el marco de la frustración descrita, aún cuando os falten los
motivos para sonreír cada mañana, aún cuando abunde un entorno de
distracción y sandeces, aún cuando parezca que la bosta de lo

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cotidiano habrá finalmente de sumergiros en ella. Debéis hacerlo,
porque el recuerdo de vuestras altas montañas, vuestros cielos y
vuestras alas desplegadas en vuelo debe ser más fuerte. Porque es
eso lo que tenemos algunos hombres, un corazón de Águila.

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III

Del transhumanismo

Qué aborrecible se me antoja vuestra vida cotidiana, sus


caprichos, su presión, su constante demanda de tiempo, su
enfermizo encuadre tecnológico, su alienación, su efecto
devastador en la humanidad, quién es igualmente responsable de
adorarla y enaltecerla ¡Qué asco me dais! Es imperativo ir más
allá de este tiempo presente para seguir, cuando menos, con vida.
Ese ir más allá implica transhumanizaros en mente y espíritu y
autoperfeccionaros en procura de alcanzar una nueva realidad del
ser. Os definí anteriormente como imperturbabilidad la disociación
con toda emoción, la búsqueda de silencio interior, la superación
de limitaciones, la búsqueda de trascendencia en obra y
pensamiento, la búsqueda de libre albedrío, de conocimiento
autodidacta, de búsqueda de la perfección. Es tan insignificante
toda acción contraria a lo descrito que intentar analizarla es
degradarse ante su insignificancia. Bien, comprended que es ese el
punto de partida, aborrecer el presente con el fin de crearos una
nueva realidad en busca de una existencia disociada de lo
emocional. Mi concepto de esa nueva realidad transhumana, a
diferencia del transhumanismo tecnológico se fundamenta en el
desprecio hacia la banalidad del tiempo presente, la
intrascendencia del quehacer cotidiano, lo estéril que me resulta
el ser humano y la vida actual, muy especialmente su tecnología. A
partir de esta profunda negación y divorcio con la vida, es que
habéis de transitar ese nuevo camino hacia esa nueva realidad, mas
promisoria, al menos. Un necesario nihilismo, ya no sólo de
valores supremos sino del rumbo que ha tomado la humanidad en
estos últimos años, de la actualidad toda. Negar el paradigma
actual actual para trascender hacia un nuevo estado del ser.
Es que el error sólo se acentúa a pasos agigantados. Esta
tendencia de consumismo y productividad permanente habrá de
alcanzar tal absurdo y tal grado de demencia generalizada que hace
unos años se está hablando de transhumanismo tecnológico, una
concepción que promueve la inmortalidad del ser sustentada en
injertos cibernéticos, modificaciones cerebrales, modificaciones
en el ADN, en procura de una raza superior, de un transhumano que
no sólo no pueda morir, sino que no pueda sufrir, que no pueda
sentir, que sea genéticamente perfecto, siempre dispuesto a todo,
que no conozca el cansancio. ¡¿No esconde esto lisa y llanamente
una productividad permanente aún mayor a la actual, frente a un
nuevo ser humano de energía inagotable!? ¿¡No esconde esto que los
grandes líderes estén buscando ser inmortales para perpetuarse en
su dominio mundial!? ¡¿No esconde esto un poder superior capaz de
determinar quien debe vivir porque es perfecto y transhumano y
quién no porque es impuro y humano natural?! ¡¿No es esta la
expresión más pura del Nuevo Orden Mundial?! esta es la

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3
transhumanidad a la que un día querrán arrastraros, una
transhumanidad de cyborgs y humanoides en una suerte de ser humano
inserto en la máquina, controlado por una gran Inteligencia
Artificial central. Una transhumanidad que promueve una sociedad
polivalente, humanos naturales y humanos modificados genéticamente
a través de la biotecnología, de cyborgs y robots; una suerte de
sociedad multi-especie en la que tal convivencia es de tal
inverosimilitud que, como mínimo, es una aberración. Tal futuro es
lisa y llanamente el fin de todo lo que conocemos. Ha de ser
vuestra consigna oponeros firmemente a los encantos de esta
promesa de vida eterna. Porque mas que vida eterna será vuestra
sentencia de muerte.
Es que debéis estar más allá de lo humano si, pero desde lo
espiritual no desde lo tecnológico. Si habéis de ser inmortales
que sea a través de vuestra obra y pensamiento, de vuestro legado
a vuestros hijos y al resto de la humanidad. Habéis de aborrecer
los caprichos de la nueva tecnología, a excepción de aquellos
avances médicos que han logrado aumentar la expectativa de vida.
Tales avances merecen todo impulso y aprobación. Por lo demás,
podríais vivir una vida de austeridad tecnológica y sería vuestro
mayor acierto ¡Cuánto más cercanos estaríais de llevar vuestro
paso hacia nuevas realidades si entendierais esto en profundidad!
Lo que mas me preocupa y no me canso de decirlo, es ese
embelesamiento en el que os veo en relación a la tecnología.
Lo que mas me preocupa y más entorpece el concepto de
verdadera realidad transhumana, es ese ser humano tan practico,
obediente, insulso, moderno al extremo de mimetizarse con la
actualidad, disfrutándola, como si tuviese algo de disfrutable;
ese ser que vive su pequeña vida de materialismo y tecnología sin
mas cuestionamiento que el de cumplir su agenda de cada día. Lo
que mas me preocupa son todos vosotros que decís amar esta
realidad sin cuestionarla ni por un instante, sois un verdadero
obstáculo hacia la evolución, sois de tal pobreza espiritual que
da pena hasta pensar en vosotros. Lo he dicho antes, no es para
vosotros, hombres-hormiga que está dirigida mi Filosofía sino para
aquellos que sienten que el presente les quema las entrañas desde
dentro, que les detesta y agobia; estos son los hombres que
encontrarán en mis palabras alivio y esperanza de una nueva
realidad del ser, tangible. Mis palabras sólo generan chirrido de
dientes en aquellos que no han despegado los pies del suelo ni
pretenden hacerlo. Mis palabras sólo generan chirrido de dientes
en aquellos que piensan con sarcasmo que no hago otra cosa que
sentarme a criticar el mundo. ¡¿Como no criticar vuestro mundo,
vuestra realidad cuando no tiene esta lugar para mi Filosofía?!
¡¿Como no odiarla cuando esta me distrae de mis verdaderos
intereses, con sus estupideces y espejismos?! Que no os halláis
dado cuenta que es necesario buscar una realidad alternativa no es
mi culpa, mas es mi tarea tratar de que lo comprendáis. ¡No me
alcanzarán jamás las palabras para desacreditar la tecnología y su

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4
nefasto efecto en la psiquis humana, mucho menos me alcanzarán
para desacreditar a todo aquel que la impulsa y hace culto de
ella! ¡Si Ud. está en este grupo no me pida opinión al respecto
porque no la querrá escuchar!
El proceso de transhumanización debe partir, como os dije,
primero desde el profundo repudio del tiempo presente y su
sinsentido, en un claro deseo de alejaros de este, desconectados y
disociados de este con cada fibra de vuestro ser. Repudiándolo y
arrastrando a todo lo que conocéis al mismo concepto, creando
conciencia global de cambio. Un primer paso será entonces
independizaros económicamente, buscar bajo todo punto de vista la
ruptura con el esquema de trabajo dependiente y su esclavitud. El
libre albedrío que tendréis os adentrará en una realidad paralela
de gran riqueza. Ese ser humano ideal que habréis de alcanzar se
ha de lograr únicamente enfocándoos hacia vuestro ser interior,
silenciando el infierno del mundo exterior y aborreciéndole,
atesorando los momentos de silencio y comunión con vuestra mente y
espíritu, reenfocando la atención a la cultura, a la creación, al
arte, a la lectura, a la Filosofía, al existencialismo, a las
preguntas sin respuesta. Y sí, dedicándose a vuestra nueva vida de
trabajo independiente ya que de algo habréis de vivir.
Ese ser transhumanizado al que habréis de llegar será de tal
fortaleza mental y espiritual que no necesitará psicofármacos para
dormir, ni terapias psicológicas, ni conocerá el sufrimiento más
allá del sufrimiento del recuerdo de lo vivido en esa vida que
abandonó. Ese transhumanismo por el que habréis de transitar os
mostrará dichosos en la austeridad, en la aversión a los caprichos
del resto de los mortales, a su vida de esterilidad y colágeno, os
demostrará que seréis capaces de enfrentar vuestra miseria humana
con entereza, aprendiendo a conoceros y a daros sabia respuesta
cuando en otro tiempo hubiéseis terminado en un psiquiatra o en un
deambular de textos de autoayuda, o en el peor de los casos
caminando con la muleta de la religión. Esa transhumanización a la
que debéis aspirar os hará capaces de no sobresaltarse ya por
nada, de saber comprender y esperar, de superar la ira y toda
emoción; os hará tener una mirada profunda y una mente sagaz,
fruto de nuevos hábitos y de contacto con esa nueva realidad del
ser. Esa transhumanización os hará capaces de aborrecer todo
impulso de consumismo, os hará aborrecer el dinero mismo y toda
posesión material, os permitirá alejaros de distracciones, os hará
preferir vivir alejados de ciudades, os hará reencontrar con
vosotros mismos y con la naturaleza, otra vez. Os hará capaces de
amar a vuestro prójimo como a vosotros mismos, os hará capaces de
educar a vuestros hijos y reestablecer nuevamente el concepto de
la familia. Esa transhumanización a la que debéis aspirar será tan
espiritual que vuestro mismo cuerpo os resultará pesado. Ese nuevo
ser transhumanizado os hará desarrollar tal nivel espiritual que
os hará capaces de volcar vuestro pensamiento para enriquecer a
otros, antes que a vosotros mismos. Os hará capaces de desarrollar

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5
múltiples aptitudes en lo artístico y en lo intelectual, os hará
capaces de volcar a vuestra nueva realidad, aptitudes que hoy
desconocéis, que os harán elevar y elevar a otros, en una suerte
de necesidad de extender vuestro propio ser en otros,
enriqueciendo a otros, creando conciencia global.
Y sabrá encontraros esa nueva realidad como detenidos en el
tiempo, inmunes a modas, caprichos y tendencias imbéciles y
penosas, inmunes a todo interés mundano. Seréis austeros por
necesidad, no material sino espiritual. No habréis de consumir más
allá de lo justo y necesario para la mera supervivencia, no
necesitaréis acumular objetos ni riquezas, ni menos necesitaréis
mostrarlos en sociedad para pavonearse de vuestro éxito económico;
¡Qué penoso espectáculo cuando veo esos seres diminutos haciendo
gala de su poderío económico cómo si tal cosa fuera motivo de
orgullo alguno! ¡¿De qué os sirve tener un bolsillo abultado que
no os deja pasar por la puerta cuando vuestra espiritualidad pasa
por el orificio de una aguja y aún sobra espacio?! No necesitaréis
ser parte de esa charada social porque de hecho no necesitaréis
normas sociales, viviréis en rechazo de ese paradigma en tanto
sabréis gobernaros a vosotros mismos. No sabréis de rencor, ni de
odio, vuestras emociones primarias sabrán aquietarse para al fin
darle paso al ser, en lugar de explotar en ira y violencia frente
a los demás. Y no lo haréis porque no querréis seguir enfermando
el ser como lo estáis haciendo hoy. Mirad el rostro de vuestros
vecinos y de todos los demás. Y el de vuestros amigos y jefes. ¿Es
que acaso no es obvio su dolor, su frustración y su ira? ¿Es que
acaso no veis sus matrimonios acabados, su egoísmo, su mezquindad,
su falta de amor? ¿Es que acaso no os aturde su risotada
estruendosa, que sólo busca ocultar que están llorando
desesperadamente? Yo si, yo veo eso y más, veo seres que se han
olvidado de ser. Seres muertos. Como vosotros.
Ese ser transhumanizado al que debéis aspirar, sabrá callarse
la boca cuando hoy sólo parlotea sin sentido, sabrá de soledad y
no de agonía en esta, sabrá amarla tanto como a su compañía porque
se amará a sí mismo, sabrá esperar pacientemente el devenir de
hechos, sabrá enfocarse en su trabajo dándole el único espacio que
un trabajo debe tener. Sabrá amar y servir, pero no olvidará que
su necesidad es trascender y es esa su prioridad. Esa nueva
realidad transhumana por la que habréis de transitar sabrá de
ayuno y de autocultivo de la mayoría de sus alimentos, sabrá de no
masacrar vidas inferiores para su mero placer. Sabrá de superar
sus límites, sabrá de no atormentarse frente a su problemática,
sabrá sopesar cada situación con entereza, sabrá moverse en el
equilibrio, sabrá valorar el sufrimiento, sabrá que tras toda
miseria se esconde un más allá de riqueza. ¡Vosotros, hombres de
negocios, señores de billetera gorda, que hoy cualquier nimiedad
os duele y os pone de rodillas a llorar, yo os digo que apestáis a
cobardía e inmadurez! Lloráis como vuestros hijos, aún peor, les
educáis como llorones y caprichosos cuando deberíais hacerles

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tolerar la miseria que supone vivir con el ejemplo. ¿O no os
habéis dado cuenta que la vida es miserable? Nada sabéis de la
vida y os mostráis como grandes conocedores, con vuestra risotada
tan característica y vuestra mirada soberbia. ¡Si aspiráis a
trascender vuestra realidad y acercaros a los umbrales más allá de
lo mundano que os describo, habréis de aprender a llevar
estoicamente, de pie y sin lágrimas los puñales clavados que
supone vivir! Sabréis, pues, de todo aquello que hoy ignoráis.
Fundamentalmente, sabréis que jamás habréis de volver a transitar
la vida anterior que abandonasteis, sabréis no volver la vista
atrás, sabréis aborrecer a todos aquellos que por propia decisión
decidieron quedar atrapados en el desquicio de lo cotidiano;
sabréis finalmente seguir vuestro nuevo camino hacia la
posthumanidad.
Este arduo camino implicará disciplina, serenidad, implicará
un renacer en mente y pensamiento, implicará abandonar todo lo que
conocéis. Este divorcio y ruptura con vuestra vida actual
implicará un desarraigo y un sufrimiento intenso durante su
transcurso. ¡Pero ciertamente qué imperturbabilidad encontraréis
siendo nuevo árbol trasplantado en nuevo jardín! Implicará muchas
horas de silencio, de sol en el rostro, de lectura. De profundidad
de pensamiento, de abandono de lo estéril. Sabréis sonreír
indulgentemente cuando os asalten ideas de llenar un fin de semana
de contento vil, de compras en un centro comercial, de horas
dedicadas al no silencio, a la contemplación y adoración del falso
dios del consumo. Os hará reír y avergonzar de vosotros mismos,
sabréis con certeza que es ese un camino sin retorno. ¡Lo sabréis
a cabalidad! Sabréis pensar cada acto, profundizar la mirada hasta
llegar a su raíz, cuando antes hubiéses actuado meramente por
impulsos, de acuerdo a modas y tendencias, viviendo vuestra
pequeña vida de folleto, de panfleto. La transición de una vida
abyecta, vacía, hacia una nueva realidad de profundidad y
espiritualidad ciertamente no es para cualquiera, ante todo
requerirá de preguntaros el porqué y el para qué de todo lo que
hagáis, implicará el esfuerzo de superaros a vosotros mismos en
lugar de tomar vuestro antidepresivo o visitar a vuestro
psicólogo. Os implicará dejar vuestro mundo inmediato, de capricho
y berrinche, por un mundo de espera y de sacrificio, de
austeridad. Claro, aquel que quiera continuar con su vida mundana
podrá hacerlo. Mas aquellos que quieran tomar las riendas de su
nueva realidad tendrán un presente espiritual; el resto perecerá
en su propia desesperanza y vacío.
Todo lo descrito tiene como único fin desprenderos de lo
cotidiano y transhumanizaros hacia una nueva realidad. No es un
destino en sí mismo ni un fin en sí mismo, sigue siendo sólo un
transitar diferente, hacia el verdadero post-humanismo, hacia el
éxtasis del ser. Habréis de dejar de lado muchos elementos de
vuestra vida cotidiana, habréis de dejar de ser demandantes,
habréis de saber esperar, habréis de aferraros a una existencia

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7
austera, habréis de procurar estar rodeado de un mínimo de
objetos, habréis de rechazar la tecnología que hoy os hace sentir
una felicidad engañosa, que llena vuestra horas de vacío. Habréis
de amar el silencio y la soledad, la lectura, el arte, la
Filosofía. Aborreceréis las reuniones sociales y su mundo de
mascarada, mientras hoy añoráis ser parte de ello. Aborreceréis lo
mundano, sus tendencias, sus modas, su publicidad, su marquesina
de colores. Consumiréis únicamente lo necesario, mientras hoy
coleccionáis objetos que no os sirven para nada. Sabréis esperar,
sabréis estar serenos y tomaros tiempo para caminar y clarificar
vuestras ideas mientras hoy vais al psicólogo como niños llorones.
Sabréis de pocos placeres personales, sabréis de vivir con lo
necesario. Sabréis de libertad y aborreceréis la esclavitud, no
toleraréis que os digan qué hacer mientras hoy seguís ordenes
servilmente. Sabréis de actividades autónomas y de alejaros de las
cadenas que os atan a vuestro trabajo actual y a vuestra oficina.
Sabréis de compartir más tiempo con vuestros hijos y esposa
mientras hoy apenas les dedicáis tiempo. No temeréis haceros
preguntas que no tengan respuesta, desarrollaréis un espíritu
crítico y escéptico mientras hoy aceptáis todo sin cuestionar,
como la res que va al matadero. Desearéis crear y trascender,
procuraréis dejar algo que eleve a otros en vez de buscar
aventajarles como buscáis hoy. Sabréis de una nueva capacidad de
resistencia al dolor, abandonaréis vuestros caprichos imbéciles y
vuestra demanda de soluciones inmediatas, en reemplazo de una sana
tolerancia al sufrimiento y a la espera. Sabréis discernir entre
meros problemas cotidianos y problemas graves, sabréis destinar el
tiempo e importancia adecuado a cada cosa mientras hoy todo os
angustia. No conoceréis violencia alguna, ni odio hacia el otro,
mas bien buscaréis enseñarle nuevas maneras de lidiar con su
pequeño presente, querréis elevarlo y ascenderle porque os
cansaréis de mirar a vuestro alrededor y veros solos. Os hartaréis
de la soledad, de vuestra altura y de vuestra montaña, habréis de
buscar compañía. Transmitiréis conocimiento y ayudaréis a otros a
ser más espirituales y transitar nuevas realidades mientras hoy
despreciáis a todo a quien tenéis al lado.
Vaya, si hasta parece un cuento de hadas todo esto. Para
lograrlo debiérais ser masacrados y renacidos en otro tiempo y
espacio. ¿O será que aún os queda tiempo?
Esa montaña de la que os hablo simboliza vuestra propia
altura y ascender por ella el único fin a perseguir, el necesario
camino hacia estados de conciencia superiores, la evolución hacia
vuestra nueva realidad transmundana. Sois vuestra propia montaña,
vuestro propio bosque frondoso y vuestro propio riachuelo. Vuestro
propio fuego y vuestra propia brisa serena, sois vuestra propia
altura, tanto más alto alcéis la mirada mayor la imperturbabilidad
que os aguarde en la cima. Debéis superar lo mundano para
reencontraros allí con ella, en vuestra soledad.
Sí, cuanto más asciendo por mi montaña más allá de esta

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llego, hay un más allá para mi, un más allá de montañas más altas
y más lejanas. ¡Que sería de mi si elevara mi mirada y no viera un
más allá transhumano de montañas más altas por las que transitar!
¡No quiero saber que he llegado a la cima de mi montaña más alta,
nada tendría sentido si fuera así a mis cuarenta y dos años de
sumergirme en mi Filosofía! ¡Es demasiada mi juventud para saber a
cabalidad que ya tránsito mi montaña más alta, ha de haber
montañas más altas! ¡Y llamo yo montañas más altas a ese devenir
transhumano por el que tránsito y que descubro cada día y que
pretendo arrastrar a muchos de vosotros por él! Yo ya hice ese
divorcio con el presente, con ese presente que detesto con cada
fibra del ser, ese presente del que me jacto ser su detractor y
enemigo.
Ese ser humano transhumanizado, caminante, encaramado en
altas montañas es el único capaz de brindar a otros un mensaje
escrito desde esas alturas del ser, desde esa transhumanidad de
pensamiento. Ese ser humano caminante de realidades más elevadas
es el único capaz de advertir sobre la bajeza de seguir ese modelo
de vida inerte que yace miles de metros por debajo, al pie de la
montaña, en una especie de subsuelo de vida, por el que transcurre
la vida estéril de la humanidad. ¡Que maravilloso y que regocijo
saber que existe un más allá varios miles de metros por sobre
vuestra bajeza al que aspirar y elevaros! ¡Os renueva de esperanza
y de metas a cruzar, principalmente os llena de repudio de lo
existente, el único motor que os habilita a desear el tránsito por
realidades superiores! Ese ser transmundano es de tal riqueza y
profundidad que en su profundidad descubre que no hay mayor
profundidad y hundimiento en mente y pensamiento que vivir para
trascender a otros, que la riqueza máxima es dejar un legado de
sabiduría que trascienda a otros hacia existencias más allá de su
diminuto devenir humano.
Y es ese ser en su desborde de transhumanidad, de espíritu y
de arte, el único capaz de dejar un legado y una huella para el
resto de los hombres, el único capaz de contribuir a un mejor
futuro desarrollo de la raza humana; el único capaz de magnas
creaciones para el resto de la humanidad que necesariamente debe
dejar atrás, una humanidad inferior a sí, mediocre en su derroche
de mundanidad, demandante y caprichosa, afín a una existencia
práctica y de consumo; dejar atrás estos elementos es el primer y
gran paso hacia ese devenir transhumano y una bienvenida a ese
abanico de nuevas capacidades adquiridas, capacidades que florecen
frondosamente en la medida que se les da el marco propicio. Un
espíritu ávido de grandeza y necesidad de trascendencia es el
marco propicio. ¿Cómo puede pretender trascender un espíritu ávido
de materialismo, de bienes, de practicidad, cuando la misma
esencia de todo lo espiritual es inmaterial e intangible? ¡Vaya
contradicción la de aquellos falsos que creen ser espirituales
porque leyeron dos o tres panfletos de nueva era! Desprecio a esos
pequeños hombrecillos y mujeres que en su profundo vacío y

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tosquedad buscan respuestas en las mentiras de la nueva era.
Señores, si queréis ser espirituales debéis nacer otra vez. No se
le puede pedir al palo rústico tener el porte del roble, y hay
quien es palo y muere como palo y se jacta de ser palo rústico
toda su vida. Aún siendo palo cuestiona el porte del roble, tal es
su grandiosa insolencia. Mas sólo el roble es quien trasciende al
palo rústico, sólo el roble le triplica en fortaleza, porte,
vitalidad y elegancia. El palo, es sólo eso, un palo, desechable y
quebradizo, tal como lo es el resto de la humanidad que no busca
trascender su mundanidad. Es hora de dejar de ser palo si se
quiere elevar la mirada hacia la transhumanidad.
Cuando os hablo de transhumanismo, entre otras cosas, os
hablo de dejar de ser cuerpo en procura de ser espíritu, os hablo
de búsqueda de la perdida de esa tosquedad humana, de la
transición hacia lo que no es carne y huesos, esa simbólica
transición a dejar de ser todo eso que os pesa y que os aferra al
suelo. ¿O acaso creéis que pesa mucho el alma? Mas bien aferraros
a aquello que pesa poco ya que la caminata será larga a lo largo
de la vida. Os definí alma como esa esencia intangible que os
define y os distingue entre los hombres y mujeres, la esencia de
cada hombre y mujer, única e irrepetible, lo que sois en sí.
Definamos también el alma como un aspecto de la mente, el aspecto
más profundo y elevado de ésta. Como todo lo que es humano puede
ser perfectible y superado, por lo que bien podríais convertirnos
en mejores almas. El cuerpo no es necesario perfeccionarlo,
bastante problema os da toda la vida, bastante carga es llevarlo a
cuestas casi cien años. Es por tanto necesario ir en búsqueda del
espíritu. No es este una quimera como la quimera de un dios ajeno
a vosotros que os cuida, el cual existe en tanto tengáis fe o no.
No se necesita de fe para creer en el alma, no se necesita creer
en el alma. Existe per-se. El alma es lo que sois en sí y es esto
indudable hasta para el más escéptico de los hombres. La búsqueda
de lo espiritual se da, por tanto, en la medida que dejáis de
interesarnos por aspectos materiales, carnales de la vida y de
manera antagónica, os interesan aspectos alejados de lo banal, lo
carnal y la material. En tanto menos materialistas, sois por
consecuencia más espirituales; lo espiritual es inmaterial. Ese
ser espiritual os acercará inherentemente a temáticas diferentes
de los intereses cotidianos que tenéis hoy, de mayor sensibilidad
y profundidad. No podéis comparar los intereses de un empresario
al que sólo le interesa su cuenta bancaria, sus bienes y su vida
material que los de un artista que pasa sus días pintando acerca
de lo que siente, teniendo la capacidad de adentrarse en
sensaciones propias y ajenas a sí y llevarlas a su lienzo como si
tal cosa fuese el hecho más natural. No es pintor el que tiene la
mera habilidad de pintar y combinar colores, mas es pintor el que
hace visible su ser a través del pincel. Ninguno de estos dos
hombres podría hacer lo que hace el otro, mas esa enorme
diferencia de intereses sólo puede ser explicada en que mientras

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en el último está latente ese aspecto de creatividad y
sensibilidad en su ser, en el primero se manifiesta bajeza y
avaricia. No se trata de una simple decisión de Juan y de Pedro,
no elige el pintor tener sensibilidad ni habilidad para pintar,
simplemente existe en él, existe en su alma de pintor como en el
otro existe en su alma la capacidad de hacer exitoso su negocio.
Por cierto, mientras en el camino del artista se da esa sensación
de plenitud, de riqueza inmaterial, de satisfacción plena mientras
está creando, en el otro no, por mas próspero que sea el negocio.
Hay quienes se vuelcan a lo creativo de manera deliberada mientras
otros viven naturalmente de una forma distinta a los demás porque
si, sin mayor explicación, porque simplemente se sienten
inclinados a vivir volcados al arte. Sigue estando por tanto lo
sentimental, lo creativo, lo científico y lo espiritual
íntimamente relacionados lo uno con lo otro y siguen siendo estos
indudablemente aspectos de la psiquis y de las características de
cada individuo. Ergo, es el alma parte indisociable de la psiquis
humana, en tanto define la impronta del individuo.
Aquellos que se vuelcan a lo artístico y lo creativo, en
todas sus innumerables formas, desde la música a la pintura o la
palabra, o bien a la investigación y lo científico, son los que
hacen su pequeño gran viaje hacia sí mismos, ese sí mismo del ser,
ese sí mismo en lo profundo de su mente. Ese viaje
transhumanizador trasciende lo humano, va más allá de lo mundano,
trasciende su carne y todo lo que puede ver y tocar.
En esa búsqueda del abandono del cuerpo y de búsqueda de lo
espiritual es que podréis ascender hacia vuestra conciencia
superior, hacia ese aspecto de la mente que denomino alma. Es esa
transición constante, ese dejar de desear deseos para desear no
desear nada, es esa transición la que transhumaniza en sí, la que
aleja del camino y os adentra en ese vital paso al costado que
debéis hacer.
Y no puedo dejar de remarcaros la importancia de la necesidad
de dejar esa huella de la que os hablaba, ese nuevo camino por el
que la humanidad que habrá de sucederos en otro tiempo va a
transitar. Ni puedo dejar de remarcar la importancia de que
vuestro momento en la historia es único y de vital importancia si
lograseis comprenderlo; sois nada más y nada menos que ese punto
de inflexión entre la agonía de este cotidiano vivir, virtual,
vacío, de inmediatez y esa realidad transmundana que podría
descorrerse dentro de vosotros como si de un telón se tratase.
¡Descorred pues el telón de vuestra transhumanidad para ver el
nacimiento del verdadero transhumanismo global! ¡Sois ese punto de
inflexión entre la nada absoluta, el vacío que sois hoy y ese
renacer en espiritualidad y en arte que habrá de engendrar
generaciones post-humanistas! Habréis de inculcar a vuestra
descendencia los valores de ese nuevo pensar alejándoles de todo
intento de regreso a la senda en la que alguna vez estuvísteis,
que sólo casi os lleva a la extinción. Será esta pues, una nueva

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generación que os trascenderá, y otra que trascenderá a la
anterior, la que engendrará un nuevo ser humano, diferente al que
conocéis hoy. Pero ese paso al costado, ese desarraigo con lo
cotidiano es vuestro, es vuestra labor última, y es hoy y ahora;
ese aborrecimiento y desprecio del hoy resulta vuestro único paso
posible a dar en este momento de la historia. Sólo os queda tomar
conciencia de lo que debéis hacer. Vuestra frustración, vuestra
ira, vuestra violencia ontológica, fruto del devenir absurdo en el
que transcurre vuestro presente se transformará en su antítesis
¡Vaya, podríais hacerlo si quisierais; podríais cambiar el mundo
ahora mismo cambiando vuestro miserable existir hoy. Hoy y ahora.
Todo es posible. Este cambio ha de ser global o no habrá de ser
¡Dejad pues de una vez tanta pequeñez y convertiros en gigantes de
espíritu, porque es sólo con pasos de gigante que habrá de caminar
la humanidad de otro tiempo!

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Parte III

De la miseria

Absurdo e innecesariamente pesado me resulta este devenir


cotidiano, el mío y el vuestro, el existir en sí. Debiérais poder
caminar con pies más ligeros, aún hay mucha tosquedad, aún os es
inmensamente difícil hallar la paz y el equilibrio, aún hay mucho
de vuestra miserable condición de existente. Aún los más
espirituales y creativos, aún aquellos más disociados del todo de
estupidez, aún ellos no encuentran ese sosiego definitivo, en esa
búsqueda del espíritu que hacen, en esa búsqueda de su virtud, mas
solo encuentran pesadumbre, descontento y vacío. Como si nada
alcanzase, como si nada fuese suficiente. Esa disconformidad, ese
abismo de la existencia que aquel que se pregunta por ella
encuentra a manos llenas, no hace otra cosa que reflejar lo que
yace verdaderamente detrás de la superficie, lo ontológico a la
psique humana, la naturaleza misma del ser humano. Aquel que se
adentre buscando respuestas en ese abismo solo encontrará más
abismo. Y hasta ni eso podrá evitar hacer. Toda búsqueda debiera
arrojar luz sobre algo, sino de qué serviría. Mas ese hundimiento
en el ser es una búsqueda que no arroja luz, sólo mayor oscuridad.
Entonces es válido preguntarse por el sentido de la existencia, la
razón misma de ser, por qué es que existimos en primer lugar.
Habéis nacido con el estigma del sufrimiento y del vacío, del
desasosiego, de la pena. Sois organismos de una enorme
complejidad, y lejos de jactaros de ello debiérais preguntaros
cual es el sentido de ello cuando no os fue dado mecanismo al
nacer para comprender vuestros propios enigmas. Uno ve al perro o
al gato en buen matrimonio con su ser, al ave, al pez, cada cuál
con su función y su propósito. ¿Mas acaso veis hombres que
siquiera se asemejen a esa plenitud y sosiego? ¿Acaso veis
propósito en algo de lo que hacéis como hombres y mujeres? Y no es
de perogrullo preguntarse esto, es que verdaderamente es un enigma
el por qué vuestra existencia esta marcada por la aflicción y la
disconformidad casi permanentes, a lo largo de toda vuestra vida.
Es pues esa búsqueda de la que os hablo, un viaje hacia el
interior de la mente, hacia el ser, un viaje largo y loco, qué
sólo el loco emprende y el cuerdo, el vulgar lo rechaza. Y sí, aún
siendo una caída libre hacia el abismo os incito y promuevo a que
lo hagáis, porque es transhumanizador hacerlo, porque os adentrará
en una nueva realidad, porque os hará conocer aspectos de vosotros
que debéis conocer, porque arrojarse en él es enriquecedor, mas no
puedo dejar de advertiros de la miseria de lo que hallaréis en él,
lo inmensamente duro del camino. La existencia humana, el ser
humano per-se, reviste un grado de miseria ontológica, inmanente
al mismo acto de vivir. Entonces os preguntaréis para qué hacerlo.

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¿Para qué vivir, cuando el peso de los días acaece cada mañana, en
el absurdo de cada tarea, de cada monótona y repetitiva cosa que
hacéis? ¿Para qué vivir si por el contrario, aquel que se disocia
de todo aquello encuentra aún más vacío y sinsentido? Y yo os
digo: vivir con la esperanza de que sí existe en verdad un más
allá de esto, de ese vacío ontológico que lleváis hecho carne;
vivir con la esperanza de que más allá de todo ello hay algo que
finalmente habrá de dar respuestas, vivir aferrados a la certeza
de saber que habrá recompensa al final del camino. En algún
momento debe terminar el dolor, en algún momento ese abismo da
paso a la pradera frondosa. Termina siendo pues la existencia, la
razón misma de la existencia, un enorme acto de supervivencia,
cuya presa y cazador es el mismo sujeto.
No os puedo negar ni ocultar lo miserable, lo insoportable
que resulta estar en compañía del abismo, ser abismo. No podría
decíroslo de manera más clara. Aún desde el otro lado del camino
como estoy, lejos de lo mundano, lejos de los caprichos y los
brillos de vuestra sociedad de consumo, aún habiendo hecho un
altar de mi intelecto y de mi alma, nada colma, nada es dador de
sosiego, nada logra hacerme escapar de esa inmanente miseria
humana que yace bajo la superficie, que encontraréis al arrojaros
en caída libre por ese agujero negro de la existencia, ese abismo
aparentemente sin fin. No es difícil experimentar el sinsentido
del que os hablo, es casi lo primero que habréis de descubrir en
este paraje transhumano por el que os animo a transitar. El
sinsentido absoluto, el vacío, la soledad, lo más miserable de la
vida y del existir en sí. Es eso lo que habréis de hallar a
raudales. ¿Para qué os preguntaréis? Para salir enriquecidos, para
atravesar el camino de espinas, para haceros inmunes al dolor. Es
tal la condena que pesa sobre vosotros, por vuestra misma
condición de existentes, que es impensable otra cosa en la vida
que vivir una vida miserable. No os quejéis ya pues del por qué
todo es tan pesado, por qué tanta la tristeza, por qué tanto el
sinsentido y el vacío. De eso estáis hechos, ¿por que creer que el
existir sería pues de otra manera? ¿No sería acaso contradictorio?
¿No sería caso inhumano un estado de felicidad y sosiego
permanentes? ¿De nulas tribulaciones, de brisa serena en vez de
tempestades? ¡Quiero conocer un ser humano sin tempestades! ¡Que
se presente ante mí aquel que no camina bajo cielos tormentosos!
Ese camino de espinas del que os hablo, ese abismo sin fin,
tiene una recompensa, concluye de alguna manera. Y esto lo afirmo
sobre la base que cuando ese camino de brasas incandescentes que
supone atravesar la inmensidad del vacío interior, el abismo sin
fin, ya no quema tanto como al comienzo, es allí cuando aparecen
los primeros signos de que existe un más allá inexplorado, de
frondosa verdura y frescor, en el que habréis de resurgir. Que no
os suene a contradicción cuando me escucháis deciros que poco o
nada tiene sentido en este tiempo presente, en ese viaje, en ese
mismo tránsito por la transhumanidad que tanto os invito a

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adentraros, tan enmarcado en ese dolor existencial que acucia y
oprime. Es la condición humana la que le imprime de sinsentido a
todo lo que hacéis, no el camino en sí mismo. Comprended que el
camino hacia el ser es un todo, sufrir y desangrarse con el fin de
dejar de hacerlo. Son las dos caras de la misma moneda, la una no
puede existir sin la otra.
A la vez el hecho de emprender ese descenso a los abismos del
ser, es en sí mismo un hecho fundamental, valiente, que os adentra
en el infinito mundo del espíritu, de lo esencial a vosotros, de
lo que os hace ser vosotros, de lo que es inmanente a vosotros.
Podréis miraros en lo que halléis y reconoceros realmente, como
cuando os miráis en el espejo. Descubriréis la miseria humana per-
se de la que estáis hechos. Reconoced que sois miseria, vuestra
mera condición humana os lo hace ser. Descender pues por este
abismo nunca será tiempo perdido, será siempre la experiencia
humana más auténtica que podréis hacer. Aún cuando no hagáis pie
en esas arenas movedizas, aún cuando os oprima el vacío, es todo
ello parte constitutiva del proceso de transhumanización por el
que debéis pasar para llegar a la otra orilla, a la verde pradera.
Es pues esa transmundanidad un medio, nunca un fin. Claro, podrías
decidir quedaros en la banalidad de lo cotidiano, no atreviéndoos
a iniciar el viaje, quedándoos en vuestro presente moribundo, por
cobardía, por comodidad, por temor, mas no tendríais chance de
resurgimiento alguno en realidad nueva alguna, como sí lo tenéis
arrojándoos dentro de vosotros mismos.
La diferencia es sustancial, porque mientras vuestro presente
supone preferir la nada, la muerte en vida, lo que os sugiero
supone abrazar la idea de un estado del ser diferente, de mayor
plenitud y sosiego, autárquico, ataráxico.
Quedaros en vuestro presente moribundo, implica optar por un
camino de miseria inenarrable, infinitamente mayor a lo que
hallaréis en vuestra transhumanidad. Es esto un viaje peligroso
hacia mundos interiores, mas es seguir en el vuestro, una
permanencia inerte en un mundo moribundo, bajo cuya superficie
existe un abismo aún mayor del que os hablo, que no querrías ver.
¡Si será pues ese andar cotidiano de inenarrable miseria, si
estará condenado, si será de enorme pobreza! ¡Triplicaría el peso
que llevo sobre mis hombros, la cruz que llevo por todos vosotros
y la que os invito a cargar también, gustoso, antes que imaginarme
siendo parte, aceptando siquiera la condición de banalidad,
inercia, ceguera que hay del otro lado del sendero, siendo
siquiera parte de esa cotidianidad creada por y para pequeños
hombres. No puedo ser parte de lo que no soy parte. No puedo ser
parte de un mundo de hombres pequeños, mi voluntad me hace aspirar
a metas más altas que requieren pasos de gigante. Vuestros
argumentos en defensa de vuestro mundo abyecto e insípido me dan
nauseas, reales ganas de vomitar y vomitaros encima. Vomitaros mi
verdad, pequeños hombrecillos de traje y corbata, figuras
descalabradas, que van por allí, sin rumbo, por vuestro mundo de

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5
plástico.
Escuché a muchos de vosotros decirme que no necesitabais de
espiritualidad alguna, ni hacerse mala sangre alguna, ni entrar en
grandes reflexiones ni existencialismos absurdos, que no era
necesario preguntarse grandes preguntas, que era todo ello una
suerte de intelectualismo para hacer gala de cultura y estudio.
Escuché a otros decirme que me estaba haciendo mal lo que
escribía, eso fue de lo más gracioso que he escuchado en el último
año. Escuché a algunos de vosotros decirme que lo que teníais era
suficiente, que todo se reducía a cumplir obligaciones, que no
había otra cosa que trabajar y hacer dinero, por los hijos, por la
hipoteca, que al final del día lo único que contaba era tener un
lugar donde echarse a ver el televisor o jugar videojuegos,
asearse y echarse a dormir otra vez. Y así por los próximos
cuarenta años, para terminar los últimos años regando las plantas,
deambulando por la casa como imbéciles. ¡Idiotas recalcados!
¡Ciegos del primero al último! ¿Qué otra cosa distinta de mí os
llevaréis al cajón que vuestros huesos? ¡Mas mi nombre será
recordado y el vuestro no, y no ha sido tal cosa fortuita, sino
fruto de mi dedicación y mi voluntad!
Estos que hablan así son mi goce del alma, en su soberbia y
risa sarcástica me hincho de regocijo. Pobres hombres-gusano, un
minuto de tribulación mía es incomparablemente más reconfortante
que toda su vida de felicidad falaz. Y no es que me alegre de
verlos caer, me regocija saber que son mis palabras las que los
hacen tropezar y sudar frío. Son mis palabras como la gota que
orada la piedra, al final, un día la piedra se hace añicos.
Sin duda que es un camino de tempestades, no es tarea
sencilla esta ruptura que os invito a hacer de todo lo que
conocéis, de todo lo que sabéis del mundo y más aún, sobrellevar
el peso de todo lo que supone su tránsito. No es liviano lo que
hallaréis en estos nuevos caminos transmundanos que os insto a
recorrer, mas alcanzar ese nuevo estado del ser, de
imperturbabilidad y sabiduría, creedme, vale cualquier sacrificio.
En esto debéis poner la mirada. Mas pronto que tarde querréis
volver por vuestros pasos a vuestra zona de confort antes que
seguir adentrándoos por estos áridos caminos, mas debéis soportar.
Es aquí, donde en verdad se ve el arrojo de aquel que tiene el
corazón del Águila.
Es aquel que no es parte de nada, y a quién nada le
pertenece, el único que es realmente libre de paradigma social
alguno, el único capaz de buscar nuevos horizontes y nuevas
respuestas. Es hora ya de una vez que elevéis la mirada y os
pongáis a ver pues esas Águilas que surcan el cielo. Si las
escuchaseis, si en verdad lo hicieseis, veríais que os están
pidiendo que os unáis a ellas en su vuelo de libertad. Ese nuevo
estado del ser del que os hablo es pues comparable al vuelo del
Águila, en su derroche de majestuosidad, de libertad, de ansias de
vida. De sabiduría, de poder. Ese vuelo poderoso que supone

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saberse dueño del tiempo y dueño de las alturas.
Mas no deja de ser miserable todo, el existir en sí, no deja
de ser tortuosa cualquier opción que toméis, tanto ese viaje de
introspección y auto-conocimiento como ese llano carente de
espíritu en el que estáis hoy. No idealicéis este camino de
espiritualidad del que os hablo, dista mucho mi planteo de una
visión bucólica del tema. Habrá miseria tanto en un lado como en
el otro, es miseria y angustia lo único que hallaréis, porque es
de miseria y de angustia de lo que estáis hechos, vosotros y yo.
Es eso lo verdaderamente inmanente a vosotros, a vuestra condición
de existentes. El mero hecho de existir implica aceptar la miseria
ontológica del ser humano, y es esto, en sí mismo, un enorme peso
sobre los hombros de aquel que es consciente de ello. Es miserable
quedarse en el llano de lo cotidiano y su mediocridad, mas es
igualmente azaroso el camino de la introspección, en procura de
alturas de pensamiento. El problema sois vosotros, seguimos siendo
vosotros, como existentes.
Cuando os hablo de miseria ontológica os hablo de aquello que
es inmanente al ser, al existir en sí. Ese abismo que supone
recorrer ese tránsito por vuestra nueva realidad transhumana, que
es revelador de vuestra podredumbre. Sois un error, un acto
fallido de la naturaleza. Ese estado de introspección esclarece,
eleva los pies del suelo, es dador de una suerte de serenidad y de
temple, de sosiego, de mirada profunda, mas a la vez os hará cada
vez más conscientes de vuestras limitaciones como existentes. Os
vuelve conscientes de aquello de lo que no debiérais tener
conciencia, mas es un círculo vicioso del que no podréis salir una
vez en él. Podréis ver realmente y no querréis parar de ver., y
descender más y más. Os enfrentaréis a vuestras limitaciones
humanas y comprenderéis que no pueden ser trascendidas, apenas
sobrellevadas. No es posible trascenderles, dar una solución real
a vuestra congoja y las vicisitudes de vuestra mente emocional en
tanto es esto parte constitutiva del existir humano. Es la toma de
conciencia de que no existe solución alguna, de que es imposible
que la haya, lo que es realmente dador de miseria, lo que es
demoledor, no aquello que no puede ser trascendido en sí. Como
mucho, la única alternativa que tenéis es la disociación con la
mente emocional mediante la Ataraxia, pero no es en sí una
solución real, no da sosiego a los caballos desbocados de la
mente, no aquieta las aguas por las que estos galopan. Seguirán
igual de desbocados, sólo que correrán por caminos paralelos, muy
lejanos. Es ese caudal de razón que tenéis como especie lo que ha
terminado siendo más un agobio que una bendición. Es esto en sí
mismo una anatema, una herramienta problemática que mas pronto que
tarde habrá de volverse en contra de vosotros. ¿Es pues pensar en
como no pensar, en como no sentir un fin en sí mismo? ¿Puede acaso
serlo? ¿Cómo no creer que es una aberración siquiera suponer esta
idea, mas a la vez se me muestra como el único alivio posible?
¿Como acaso un organismo vivo, equipado con una mente como la

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vuestra necesita a la vez de alguna suerte de desconexión de esta
para sentir siquiera alivio o sosiego? No, no debiera ser
necesario, no si la naturaleza os hubiese creado de una manera mas
inteligente, si existiése mas perfección en vosotros. Insisto en
que hay algo demasiado desencajado en vosotros, demasiado roto,
demasiado humano.
Es el uso de la razón con el fin de procurar adentraros en
los rincones de esta, descifrar mecanismos de esta, procurar
corregir ciertas obsesiones, ciertos pensamientos, ciertas
patologías, para trascartón chocarse contra el inmenso muro de la
imposibilidad, ese muro de esa máquina llamada hombre, que es en
sí mismo un agobio indecible, un tiempo perdido. Como os dije, mas
pronto debéis usar la razón no para nada de esto, sino para
disociarse de vuestras emociones y en parte, para disociarse de
ella misma. Es al tratar de comprender vuestra mente racional que
os enfrentaréis a los límites de diseño que tenéis. Es esto lo que
es dador de toda congoja, angustia y frustración posibles, ya no
que no podréis ir más allá de ellos, ni siquiera comprender porqué
están allí, ni siquiera urdir alguna solución para quitarles.
Tampoco puede el ciempiés volar, ni la araña ni el escarabajo, mas
estos no se cuestionan por qué no pueden hacerlo, no son
conscientes siquiera, no tienen una mente racional. Y aquí es
esencial volver a hacer hincapié en la pregunta de siempre: ¿De
qué pues os ha servido ser y jactaros de ser este ser racional que
sóis que se diferencia de otras formas de vida? ¿De qué os ha
servido cuando es mayor el caudal de tormento que el de bienestar?
¿De que os ha servido cuando es mas el daño que os termináis
haciendo a vosotros mismos, por el mero hecho de pensar, que el
fruto que de tal condición de seres pensantes podéis obtener?
Y al igual que el ciempiés y las otras alimañas, no hay forma
de trascender estos límites del existir humano. Y es esta toma de
conciencia, esta aceptación tácita, que lleva de alguna manera a
templar el alma como os dije, mas no deja de ser una carga pesada
bestial, una suerte de anatema el tránsito que os separa de ese
nuevo estado del ser. A esto os enfrentáis al adentraros en
vuestro camino transhumano, es esencialmente a esto a lo que me
refiero cuando os hablo de miseria, de miseria ontológica, a la
toma de conciencia, real, palpable de vuestra condición miserable
de existentes.
Es en suma, enormemente pesada la existencia del hombre, mas
aún cuando se es consciente del peso de la misma y sus porqués.
Esa transhumanidad a la que debéis aspirar, ese caminar solitario,
reflexivo a través de ella y sus escarpados caminos, os conducirá
sólo a preguntaros el por qué es que lo hacéis, cuando fue que os
adentrasteis en todo ello. Ese fin último, de templanza del
espíritu ante la adversidad, ante el dolor y la congoja es el
único norte que os queda, lo que responde a lo anterior. Ese más
allá que desconocéis, que se mostrará sólo cuando seáis capaces de
verlo. Está en vosotros mismos, no es un paraje que habréis de

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descubrir, mas una zona que ya existe en vosotros, siempre estuvo
allí. Mas aún no se corre el velo. No es en vano, veréis que paso
a paso vuestra miseria humana os parecerá menos miserable, veréis
que no necesitaréis de vuestras emociones, veréis que podréis
vivir a un lado de ellas. Veréis que es ese estado de
imperturbabilidad lo que, en parte, os aguarda del otro lado del
camino, acompañando ese renacer que habréis de experimentar, lo
que justifica todo este andar transhumano.
Es, por tanto, ciertamente difícil hallarle un sentido a todo
esto, no perder el norte de que, tras sobrevivir esencialmente a
vosotros mismos hallaréis ese nuevo estado del ser, ese verdor,
esa plenitud ¿Y si no hay nada luego? No os culparía si me
hicieseis esa pregunta. Os puedo decir que en mi propio tránsito
de transhumanidad, hay destellos claros que me hacen estar seguro
de que si, de que en verdad hay un más allá inexplorado, por el
que vale la pena atravesar cualquier dolor, por mas indecible y
existencial que parezca. Vaya si será paradójico, hasta fatal.
Todo se trata pues de sobrevivir a vosotros mismos, a esa suerte
de don que os ha dado la naturaleza, el don de la razón, el de las
emociones. ¿Acaso se ha ensañado esta con el ser humano? ¿Pueden
acaso ser catalogados como dones? ¿Como no pensar pues que la
naturaleza que os creo, de la que venís, no os detesta hondamente?
Hablamos de miseria, de miseria ontológica, y si hay algo que
acompaña esta realidad, es el inconformismo, la sensación de que
nada satisface, que nada alcanza, aún dentro de vuestros logros.
Quiere el rico ser más rico, el famoso más fama, quiere la mujer
bella más belleza. Sigue siendo el mismo error de siempre, la
búsqueda de absolutos, de un estado emocional quimérico que
supuestamente se encuentra tras esa perfección de lo perfecto, que
creéis lleva a una satisfacción y felicidad absolutas. La búsqueda
de absolutos es siempre el error. Al no lograr pues ese estado
absoluto de satisfacción, porque de hecho es inalcanzable, se
produce precisamente lo opuesto, la insatisfacción, la desdicha y
el vacío. Y no os hablo del inconformismo ante hechos aberrantes,
ante situaciones injustas, que son hostiles, indignas, que hacen
el camino más miserable aún de lo humanamente soportable,
situaciones éstas a las que no debéis acostumbraros de ninguna
manera, mas del inconformismo patológico, de la sensación de que
nada es suficiente, aún cuando por el contrario debiérais sentiros
satisfechos en el marco de vuestros logros. Os hablo de la
sensación de vacío que supone esa disconformidad, aún cuando no se
debiera, aún cuando debiérais sentiros satisfechos en la
abundancia, sea esta de la naturaleza que sea. Es pues aún en esta
que os sentís disconformes y que hay algo que sigue faltando. Y es
igualmente dador de miseria, imprime miseria y pesadumbre al
camino, que ya de por sí es largo y escabroso. Y es esto algo
común a seres de mayor y menor espiritualidad, es esencial a
vosotros como existentes. Yo os hago esta pregunta, ¿por qué es
que pareciese que nada alcanzase, ni la dicha, ni el éxito, ni el

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placer, ni siquiera el sufrimiento? Ni siquiera os cansáis de
sufrir. He visto personas sufriendo amargamente y aún así no eran
capaces de dejar de buscar seguir sufriendo, en una suerte de
simbiosis enfermiza. ¿Eran acaso estos hombres y mujeres, enfermos
mentales? ¿No será que todos lo sois en parte? He visto hombres y
mujeres muy sanos en apariencia, haciendo gala de actos de
verdadera estupidez, en los que jugaban a una suerte de ruleta
rusa con la vida. Y no pudieron dejar de jalar el gatillo, hasta
que la bala finalmente los terminó matando. Y todo ello en el
nombre del inconformismo, de que algo aún les estaba faltando para
sentirse “felices”, para alcanzar un estado, de hecho irreal,
inexistente. Pero no siempre podéis ver esto. Así que aparte de
enfermos mentales sois ciegos. Mas pronto alejaos de toda búsqueda
de la felicidad si queréis ser felices.
La búsqueda de la felicidad conduce a la miseria, a una
sensación de miseria. No debe buscarse la felicidad, la felicidad
como unidad, como estado pleno, permanente, no existe, en tanto es
una emoción y como toda emoción humana tiene ese carácter
errático, inasible, temporario. La felicidad no es algo que esté
allí, escondida, esperando valientes descubridores de tesoros. No
está, simplemente no existe, como no existe dios como ser supremo
que habrá de solucionar vuestros problemas por el mero hecho de
rezar. No hay absolutos, todo se trata de singularidades y
pequeñeces en la existencia del hombre. Y aún lograrlo es de
indecible dificultad.
¿Entendéis porque insisto tanto con la disociación de todo
estado emocional? Nada de esta problemática tiene cabida en el ser
ataráxico, en aquel que está más allá de sus emociones. Es otro
plano de la existencia, es un ser por y para sí mismo,
imperturbable, es en verdad quien llega al final del camino, quien
se acerca al otro lado, a la pradera frondosa, al nuevo estado del
ser. Es sólo a esto y a lo que con esto lograréis, a lo que debéis
aspirar.
En contraposición a este inconformismo, bien podrías
desarrollar una mirada más austera, de menos necesidades. No sólo
de objetos y de cosas, la necesidad de no necesitar nada. Es esa
austeridad, esa no-necesidad de nada material ni de absolutos lo
que os llevará a un estado contrario a vuestro inconformismo
habitual, a vuestro capricho estéril, infantil, a vuestros
berrinches histéricos por no poder haber logrado tal o cual cosa.
Debéis respirar hondo, debéis aceptar ciertas situaciones, debéis
saber esperar. Debéis aprender a que en tanto lleguéis a eso que
queréis es poco importante el tiempo que os lleve. Más pronto
elevad el nivel, la calidad de aquello que en verdad esperáis,
allí debiérais hacer el enfoque, no en llegar más rápido a un
objetivo mediocre, de poco valor. He visto gente sufrir hasta lo
indecible, recurrir a médicos y psiquiátras por las cosas más
absurdas e inimaginables. ¿No hubiera sido mejor plantearse
objetivos más realistas, mas realizables? Mas es más fácil echarle

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las culpas a cualquier otra cosa que a vosotros mismos, es más
fácil siempre mirar la paja en el ojo ajeno.
Esa cualidad de la austeridad, de contentarse con poco, en
contraposición a vuestro inconformismo y vuestros caprichos de
siempre, es esencial y acompaña el proceso de templanza del alma
de que os hablo. Es esencial porque os da el marco a iniciar ese
proceso de transformación espiritual del que os hablo, en tanto
comenzáis a tolerar mejor las frustraciones, vuestra miseria
interior, aprendéis a esperar, a pensar antes de hablar, en
definitiva, a plantearos metas y objetivos más elevados. No podéis
pretender alcanzar un más allá de conciencia alguno si seguís con
vuestro comportamiento infantil de hoy, torpe, auto-destructivo.
La única ambición a la que debéis aspirar por este camino de
transhumanidad es la de dejar de desear cosas, dejar de querer
desear, dejar de plantearse la existencia en términos absolutos.
Mas bien desarrollad la capacidad de la reflexión y la
introspección, la capacidad de preguntaros cosas, de cuestionar
cosas, de hecho es lo que sucede cuando vaciáis vuestros
pensamientos de deseos y de berrinches. Es esto lo que se os
inculca todo el tiempo desde el exterior, desde el marco de
consumo, es esto lo que os dice el dios dinero, “llenad vuestra
cabeza de deseos y caprichos, estad aturdidos, no reflexionéis
nada. Servidme” Y bailáis al compás de este Arlequín toda vuestra
vida. Mas vale ser sordos antes que seguir escuchando ese
parloteo. Y aún en la austeridad, aún en la templanza será
igualmente miserable vuestro tránsito hacia la pradera frondosa,
porque es el existir en sí lo que está cargado de miseria, mas el
camino debe ser recorrido, la esperanza en el otro lado es el
combustible para continuar el viaje. Es preferible que lo
recorráis en la austeridad, en la reflexión y no en la búsqueda de
contento vil y de placeres, porque de cada paso que deis, si
dierais alguno, retrocederéis dos.
Y esa capacidad de introspección, de preguntaros, de
cuestionar todo a vuestro alrededor y a vosotros mismos, es una
decisión valiente, es un paso certero hacia algo mejor. Nunca
estaréis retrocediendo, por el contrario, retroceder es no querer
ir por este camino. Es una decisión valiente en tanto sabéis desde
el inicio que esa pregunta sin respuesta sólo conduce a la congoja
y a la incertidumbre, más a la maravillosa oportunidad de sufrir.
Es sí, una maravillosa oportunidad, porque de ese sufrir es que
nace ese estado reflexivo, meditabundo, esa cualidad de la
austeridad, de la templanza de la que os hablo. No temáis a
sufrir, temed a no haceros más fuertes como resultado de ese
sufrimiento. El dolor por el dolor en sí es un sufrir estéril,
tanto como el placer por el placer en sí. En ese sufrir debe ser
buscada la oportunidad de dar un paso hacia ese más allá
inexplorado. Pero para que eso suceda debe el individuo tener una
cierta espiritualidad, aunque sea mínima, en tanto debe ser
consciente en todo momento de convertir ese sufrimiento en

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oportunidad. Cuando se da ese proceso, cuando se está consciente
de ello el sufrimiento cobra ya otro sentido, tiene sentido en sí
mismo. Sufrir es oportunidad, oportunidad de crecimiento, de dar
nuevos pasos hacia nuevos caminos.
Y es que debéis alcanzar el otro lado más livianos de lo que
estáis hoy. Hoy os pesan vuestros deseos, vuestras frustraciones,
vuestros pesares. ¡Si os dierais cuenta por un momento que podéis
hoy mismo dejar esas piedras al costado del camino! ¡Sí hoy mismo
os dierais cuenta que es esa una carga pesada que un día
aceptásteis llevar pero que no es vuestra! ¡Si vierais que
diferente es caminar con pies ligeros, en tierras nuevas, con un
aire más ligero! Apenas os lo puedo decir en estas palabras, con
la esperanza de que las comprendáis y me sigáis. Y lo peor no es
la piedra que lleváis a cuestas sino la piedra que sois vosotros
en sí. Sois demasiado pesados, y en este estado no podréis dar
pasos de gigante jamás. Os sobran las aristas, os falta redondez.
Hay mucha rigidez en vosotros, hay mucha antagonía, aún os
persigue la búsqueda de lo absoluto. Y no os dais cuenta que lo
bello de vivir, lo único en lo que el acto de vivir es bello, está
en la liviandad, y sólo allí. En la sonrisa en el rostro, en la
naturalidad, no en la rigidez. Más vuestros pesares y congoja,
vuestras aristas, vuestros deseos insatisfechos, sólo os ponen una
cara de amargura y lejos de una sonrisa, os dibuja una macabra
expresión de frustración. Mas pronto sale un grito desesperado de
vuestros labios que una sonrisa serena. Debéis pues limar vuestras
aristas, porque habrá un momento en ese camino de transhumanidad
en el que no podréis pasar si seguís con ellas a cuestas.
Habrá que limar todo cuanto podáis, y desprenderos de las
piedras que lleváis a cuestas mas pronto que tarde. Debe haber
redondez, y no aristas, debe haber tolerancia y no intolerancia,
debe haber aceptación y resignación en vez de buscar lo absoluto y
lo perfecto. Debe haber sonrisa amable en vez de ira e
intolerancia, y porque no, debe haber amor, amor a vosotros mismos
en vez de odiaros como os odiáis.
Demostradme pues que es posible, que estáis dispuestos como
humanidad a despojaros de vuestras aristas, que queréis ser
livianos, que queréis dejar de seguir siendo piedras, que habéis
comprendido que ese transitar transhumanista requiere una profunda
transformación de vosotros. Demostradme que estáis dispuestos a
perseguir fines más elevados que los que hoy os quitan el sueño.
Demostradme que habéis reconocido en vosotros vuestro pequeño
gusano con cuerpo de hombre y que con gusto habréis de aplastarle
la cabeza. Demostradme que no habréis de sucumbir ante el dolor,
que habéis comprendido que el dolor es oportunidad, que habéis
comprendido el significado de la templanza del ser y el carácter,
en procura de alcanzar y transitar un día por esa pradera frondosa
que os espera al final del camino. Y demostrároslo a vosotros
mismos, más que a nadie, porque de la comprensión cabal de todo lo
que os he dicho surgirán aquellos que serán parte de una nueva

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realidad post-humana.
Y no extrañéis lo que dejáis atrás. ¿Acaso qué encanto tiene
vuestro mundo moribundo y el de todos los demás? ¿Acaso puede ese
mundo oscuro y sin vida atraer siquiera en algo al Águila que
surca el cielo? Ese vuelo del Águila que debéis emprender no se
puede detener a mirar las ruinas del mundo moribundo que dejó
atrás, porque por algo lo dejó. No tiene tiempo para lamentos, su
vuelo es majestuoso, no duda, tiene un fin. Y por el vive y muere.
Y ve en su vuelo majestuoso, desde lo alto, esos pequeños
hombrecillos que se arrastran en el llano, con su risotada
estruendosa, sus perfumes y su maletín y nadie mira hacia arriba
porque están con las narices demasiado llenas de los escombros por
los que se arrastran. Mientras el Águila vuela, estos diminutos
seres ríen entre ellos, conformes, hasta ufanos, jactanciosos de
su condición de gusanos. Son aquellos que se encuentran en la
jaula, mas ignorando que están en una, casi hasta pidieron estar
en ella. Son aquellos que habitan en su mundo de fantasía, quiénes
hasta se atreven a tildar a aquellos con cuerpo de Águila de locos
y de excéntricos. Son aquellos que su felicidad se basa en la
ostentación, en ser esclavos de su trabajo y sus negocios, los que
están posando todo el tiempo mostrando lo que no son, ocultando su
miseria y su ruina.
Pobrecillos, ¡seguid en vuestra idiotez! Mientras tanto otros
seguiremos volando tan alto y tan lejos como nuestra liviandad del
ser nos lo permita. Mas dejad de parlotear y decir sandeces
respecto de lo que no conocéis, porque a cada palabra sólo os
mostráis más ridículos.
Es ese nuevo estado del ser del que os hablo tan real como el
tránsito que debéis hacer hacer para llegar a él. Debéis procurar
retroceder hacia vuestro punto de inflexión hundiéndoos en vuestro
pasado para emprender el vuelo del Águila transhumanizador. Existe
en ese más allá inexplorado, en ese nuevo estado de conciencia, la
imperturbabilidad absoluta y la plenitud que no encontráis en el
llano donde estáis hoy. Por eso la valiente Águila debe seguir
volando, no debe dudar. Debe surcar los cielos en busca del nuevo
horizonte. Y una vez allí podréis comprender todo por lo que
pasasteis, podréis ver con claridad que todo fue necesario, que
todo comenzó cuando sentisteis ese vacío existencial por primera
vez, el que os hizo conscientes de vuestra jaula, el que os hizo
quebrar en dos, el que os hizo necesitar con desesperación
emprender el vuelo liberador y el que, a la postre, os enfrentó
con vuestra miseria. Veréis que todo tuvo un fin, que no estaba yo
equivocado cuando os hablaba del dolor como oportunidad. Ni
tampoco cuando os hablaba de abandonar vuestras aristas, vuestra
rigidez, vuestros absolutos. Ni tampoco cuando os hablaba de la
búsqueda de la liviandad del ser. Mas acaso ¿puede la piedra
elevarse, alcanzar liviandad alguna si sigue siendo piedra? No
puede esta dejar de ser lo que es, más vosotros sí, mediante
vuestra razón. Mas no olvidéis de lo miserable del existir humano

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en sí, no os ilusionéis con estados de plenitud permanentes, aún
en nuevos estados de conciencia. Dejad de buscar absolutos. Seréis
menos desdichados cuanto más logréis aceptar y soportar, en vez de
estar renegando contra ello. Es esto en parte de lo que os hablo
cuando os hablo de la templanza del alma. Si nada tiene sentido de
nada sirve ir en contra de ello, buscando soluciones que no
existen. Lo mejor que podéis hacer es soportar y estar más allá de
toda emoción. No son las pasiones buenas consejeras. Por lo dicho,
aún en una realidad post-humanista, y con más razón a lo largo del
tránsito transhumano hasta ella, la existencia del hombre está
marcada por el sinsentido de la muerte, el desasosiego, el vacío
existencial. Es ontológico del ser humano, no podréis escapar de
ello. Vivir siempre es doloroso, la vida siempre duele vivirla,
aún para aquel que ignora que la vida es dolor. Mas si el dolor es
oportunidad, ¿no le imprime acaso cierto sentido? No debéis pues
enfocaros y lamentaros del sinsentido y del vacío existencial que
sentís, mas en la oportunidad de sentirlo, porque es en sus alas
cómo se llega hacia el otro lado.
Es pues adentrarse en esa transformación, en esa
transhumanidad del espíritu que os propongo, en contraposición con
ese devenir de minutos sin sentido en el que habéis vivido hasta
ahora, lo que ha de ser vuestro fin último, vuestro siguiente
paso. Porque es en esa esperanza de una nueva realidad del ser a
la que aspirar y adentrarse, que os quite la carne y os devuelva
el espíritu, es en esa esperanza de transhumanidad, de vivir en
pos del ser y no de la razón, donde hallaréis verdadero sentido a
lo absurdo de la existencia, porque dejaréis de ser fin en sí
mismo para ser medio que persigue un fin. Porque todo existir
humano ha de girar alrededor de esa incesante búsqueda que os
ponga de pie en el umbral de lo transhumano. No os esforcéis en
visualizar a donde os conduce esa impenetrable niebla que supone
el camino hacia lo desconocido; dejad que cada paso os adentre en
él, que os disipe las tinieblas que supone viajar hacia las
profundidades de vuestro ser. Ved con el alma, cerrad los ojos.
Habéis visto lo suficiente ya y aún sois ciegos como cría recién
parida.
No imaginéis este tránsito por lo transhumano como algo
intangible, como una quimera. Vuestra transhumanidad será tan real
como lo es hoy vuestra existencia. Y será igualmente real el miedo
de iniciar el tránsito por el camino desconocido. Pero habéis de
hallar la respuesta, esa y todas las que debáis hallar, porque aún
en la miseria de la tribulación, del desconocer, debe mostrarse
sólida la esperanza de lograr resolver vuestras nuevas preguntas,
las de vuestro nuevo camino.
Es verdad que el dolor es oportunidad, mas no deja de doler.
Tomemos como ejemplo el paso del tiempo. Es imposible no ahondar
en el concepto del paso del tiempo si de dolor hablamos. Ese que
os hace conscientes de que ya ha pasado vuestra juventud, que sois
la sombra de lo que alguna vez fuisteis, que ya no os quedan

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sueños, que todo se ha reducido a un cúmulo de responsabilidades.
No existe dolor más miserable que resignarse a una realidad que os
agobia y abruma, añorando ese pasado en el que os imaginabais
seríais felices, colmados de dicha y plenitud. Esa imposibilidad
de emprender un viaje en el tiempo para ver dónde fue que os
perdisteis, dónde fue que la marea de lo cotidiano os arrastró y
ahogó, cuando fue que dejasteis de ser consecuentes con aquello
que era esencial a vosotros, qué fue aquello que hicisteis tan
mal, es, en una palabra, desesperante. Todo en el nombre de ser
parte de ese nefasto juego de cotidianeidad que termina enjaulando
a aquellos de espíritu libre. ¿Acaso haceros hombres y mujeres
debe necesariamente ser sinónimo de dejar de ser consecuentes con
aquello que es esencial a vosotros, aquello que os hace ser
vosotros? En algunos individuos la realidad no es una expresión de
la razón, por el contrario, son éstos, seres en cautiverio de algo
que devino a ellos, que no fue buscado, que de hecho es
absolutamente contrario a su misma esencia, que no les pertenece.
¿Cuántos de vosotros os recordáis como cuando erais jóvenes,
cuando sentíais que el tiempo era infinito, cuando soñar
conquistar nuevos horizontes era un hecho natural? El mundo era de
vosotros, el mundo giraba alrededor vuestro, teníais el mundo a
vuestros pies; hoy el mundo os puso su pie sobre vosotros y os
cruje los huesos. Ese cosquilleo en el estómago, esa sensación
única de vida y plenitud, de horizontes a conquistar, de ansias de
despertar cada día, se os ha escurrido entre las manos.
He perdido la cuenta el tiempo que llevo desde la última vez
que he sentido algo siquiera similar a eso. Por el contrario, ya
no os lleváis el mundo por delante, lo cotidiano está teñido de
esa nostalgia de lo que pudo haber sido y no es, cómo una sombra
que os persigue y recuerda que el tiempo ha pasado, que os
recuerda lo que no pudisteis ser. Esa cruel certeza, de saber que
la capacidad de soñar murió cuando murió vuestra juventud, que ya
nada tendrá aquel entusiasmo natural, aquella frescura, aquellas
ansias de la juventud. ¡Cómo pues no hablar de miseria si es
miseria lo único que encuentro en el ser humano, si todo se reduce
a una pérdida permanente, un empobrecimiento de la experiencia
vital, un deterioro de alegrías y entusiasmos, en la que
simplemente se sobrelleva de la mejor forma posible aquello que se
pierde! ¿A eso le llamáis vosotros madurez y crecimiento?
Y sí, el dolor es oportunidad, os lo repito, pero no deja de
hacernos la vida miserable. Es la razón la que logra que el hombre
lidie apenas con su miseria, mas es a la vez la que lo hunde en
esta, en tanto lo hace consciente de ella. Es esta, que procura la
solución la que a la vez es creadora del problema. Cómo lo hace
igualmente consciente de la muerte. El inexorable final es la
muerte, y vuestra condena es saberlo. El animal no lo sabe, el
animal no sabe que va a morir, quizás, como mucho lo presiente
cuando enfrenta alguna situación de peligro. Por eso os digo, ¿de
que sirve vuestro pensar y vuestra inteligencia si debéis esconder

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de vosotros mismos el verdadero y aterrador pensamiento del final
inexorable? ¡Cuánto menos asfixiante seria la vida si no
tuviésemos esa certeza, si la muerte fuese algo fortuito, que sólo
le ocurre a algunos y no a todos! Podréis trascender en vuestra
obra y pensamiento, en vuestro arte, en vuestra ciencia, pero
vuestro ser y vuestra carne siempre habrá de morir. Y lo que
acongoja no es la muerte, sino saber de ella. Aún así a veces me
he preguntando si la muerte en sí misma tiene algún sentido. Vivís
en pos de esta, con esta como centro de toda la existencia. ¡Vaya
egocéntrica muerte, ¿no estarás acaso sobrevalorada que todo lo
que hacemos gira a tu alrededor?! ¡No os equivoquéis, no os creáis
superiores por llamaros pensadores o filósofos! Ninguna Filosofía
pudo arrojar respuesta sobre el sentido mismo de la muerte en la
vida, como epicentro de todo; y lo que no lo permite es en primer
lugar, la propia y limitada experiencia humana desde la que tal
pregunta se piensa.
Indudablemente, sí es miserable el existir humano, cómo
negarlo frente a todo lo expuesto. Sí es miseria lo que habréis de
encontrar en vuestro ser en procura de ese más allá post-humano.
Sí deberéis luchar con vuestros molinos de viento como hiciera El
Quijote de la Mancha (10). No eran tan imaginarios los de este
cómo vosotros creéis. También quiso el Quijote huir de sí mismo y
de lo mundano, creándose una realidad para sí. También vosotros
debéis crearos una nueva realidad por la que transitar. Son
vuestros molinos de viento vuestras emociones, y vaya si serán
reales y si deberéis luchar contra ellas hasta quitarlas del
medio. ¿O acaso de que otra forma lograréis la imperturbabilidad
del espíritu? ¿Acaso podréis alcanzar nuevo estado del ser alguno
siendo un manojo de pasiones? ¿Estando bajo el control de
ansiedades, de congojas y de tristezas?
Es esa nueva realidad que debéis crearos para vosotros
mismos, aún no pudiendo disociaros enteramente de la miseria
ontológica del existir en sí, la que conducirá a aquellos fuertes
de espíritu hacia un verdadero, no quijotesco, nuevo estado del
ser, post-humano.
Y aún así, prefiero mil veces la locura de una vida
quijotesca, al menos digna en su lucha, recta, de inquebrantable
voluntad, que la cordura, la banalidad de una vida práctica, llena
de hastío, de mundanidad y de asco. Es lícito preguntarse quién
está más loco, si aquel que al menos está alerta de sus propios
enemigos y límites y busca desterrarles o quien les encierra en el
sótano de su consciencia y tira la llave. La locura, medida por la
vara de este tipo de cuerdos, vaya, esa sí es una cordura que me
vuelve loco de sólo pensarla.

10. Refiere en parte a ese escapar de la mundanidad tal como se ve reflejado en la locura
del Quijote en “El Quijote de La Mancha” (1605) de Miguel de Cervantes (1547 – 1616).

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II

De la nueva realidad

Decíamos que es miseria lo que os depara el echar la mirada


en el ser, en tanto es esto inmanente, ontológico del hombre.
Decíamos también de la templanza del alma, de la liviandad del
ser, de la actitud austera. Os hablé de muchas cosas, mas no os
hablé de qué ven y cómo ven estos nuevos ojos con los que habréis
de ver vuestro presente. Vuestra nueva realidad será en efecto
real, vuestro presente, vuestro volver a nacer.
Ante todo os digo que es difícil soportar la sensación de
vacío, ese vacío que supone haberse arrojado al abismo en procura
de un posible nuevo estado del ser. Os abriga la esperanza de un
estado de imperturbabilidad, mas es plena perturbación todo lo que
os distancia de éste. Las razones para reír son escasas en este
plano, la mirada es insondable, el rostro inescrutable, severo. ¿O
acaso creéis que es posible transformaros, renacer, sin dolor?
Debéis comprender que es dolor y pena lo único a lo que puede
aspirar el hombre, porque es esa la sombra que se cierne sobre
este, desde el inicio de los tiempos. Ya os dije innumerables
veces que la felicidad es una quimera y su búsqueda la ruina de
quién lo hace. Por tanto, recordad lo que os dije sobre el dolor
como oportunidad. Quizás logréis que ese dolor indecible,
ontológico, os duela un poco menos al comprender esto. Mas de toda
esta lucha interior, dará cuenta vuestra mirada, vuestras
emociones y vuestra razón. Deberá pasar mucha agua bajo el puente,
deberá detenerse la caída libre que supone arrojarse en el abismo
de lo transhumano, como para pretender estar liberados, disociados
de lo emocional y por ende del dolor, de la angustia existencial.
Durante este proceso de caída libre, todo es sufrimiento y
calvario, pena, reflexión, largos suspiros. La angustia del
hundimiento en el espíritu, la sensación de ruptura, de no
pertenencia a ese mundo, a esa realidad gris, muerta que habéis
dejado atrás, las horas de soledad e introspección, de oscuridad,
la certeza del absoluto sinsentido y muy especialmente el haceros
conscientes de ello, verdaderamente os digo que no es para
cualquiera. No debéis cuestionar por qué os invito a sufrir, mas
bien cuestionaros vosotros por qué es que no queréis hacerlo,
sabiendo que es el único camino posible para lograr una verdadera
transformación, emprender el verdadero vuelo del Águila. ¿O acaso
queréis ser como todos los demás? ¿Acaso no habéis comprendido que
la falsa felicidad que veis en ellos es una máscara? Ellos se
sienten igual o más vacíos que vosotros, mas no tienen elementos
para hacer otra cosa que llenar el enorme vacío que tienen con
“algo”. Cualquier cosa les sirve, cualquier droga, cualquier
exceso, el dinero, la risotada estéril que les sirve para apenas
apaciguar el llanto desgarrador de sus vidas miserables. Aquí,
esencialmente aquí es donde os dais cuenta de la diferencia entre

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vosotros, quienes aspiráis a un nuevo estado de conciencia y
quienes transcurren por la vida sin otro propósito que el no-
propósito, el no hundirse en reflexión alguna, transformación
alguna. Aquello les aterra a estos pequeños hombres y mujeres. Mas
a vosotros os debe hacer conscientes que vuestro sufrimiento no es
en vano, porque aún en el abismo y a ciegas, estáis aferrados a
algo, aunque abstracto y lejano, que le da sentido a vuestro dolor
y a vuestra caída. Os da pues vuestra nueva realidad,
ontológicamente miserable, una mirada estoica, una nueva manera de
soportar lo insoportable, Os da la oportunidad de enfrentaros a
algo inmenso y de poder trascenderlo.
No saber que es dolor y calvario de lo que está hecha la
experiencia vital del hombre es simplemente no haberse hundido,
siquiera mínimamente en cuestiones existenciales. Aún peor,
saberlo y no querer hacerlo muestra no sólo cobardía, sino un
retroceso a la animalidad. El hundimiento no debe ser jamás en lo
cotidiano y sus distracciones, mas en el ser. Veo con preocupación
un notorio hundimiento por parte del hombre contemporáneo en lo
cotidiano, a diferencia de lo que hicieran hombres y mujeres en
otro tiempo. Y veo enormes intereses políticos y económicos de que
así sea, en una suerte de aturdimiento colectivo, planificado. La
consigna parece ser el no pensar, la no introspección, el no
hundimiento en el ser. Todo parece reducirse a lo tecnológico, al
entretenimiento grotesco, al mero aturdimiento de la conciencia.
Todo pareciese ser un plan macabro en el que el hombre
contemporáneo es a su vez, víctima y victimario.
Es por esto que os digo que iniciar un proceso de
transhumanización, aún siendo doloroso, aún tomando conciencia de
la miseria ontológica del ser humano, es a su vez la única forma
de alcanzar ese nuevo plano de conciencia, al cual se llega sólo a
través del dolor y de su superación. ¿Cómo no hablaros pues del
dolor como oportunidad? Es dolor, porque veros disociados de
vuestro mundo, veros que nada os interesa ya de este, que no
pertenecéis ya a este, que habéis sustituido entretenimiento y
mero contento por reflexión y vacío, por ensimismamiento, conlleva
indudablemente un sufrimiento. Vuestro presente pierde pues la
contención, el marco de referencia de lo cotidiano, para pasar a
la caída libre que supone mirar hacia el ser, sentir la angustia
existencial. Es doloroso tomar conciencia del sinsentido de la
existencia toda y que, quizás, el único sentido sea encontrarle
una razón a todo ello. La conciencia de la muerte se hace más
notoria en este plano, pareciese que el tiempo fuera más escaso
que antes, como si os corriese este de atrás. ¿Y qué os digo? Que
es esta vuestra nueva realidad, debéis enamoraros de ella, debéis
comprender que es un camino estrecho, reservado para pocos. ¿Cómo
no llevar estoicamente esta cruz, en el nombre de esos cientos de
miles que habrán de sucedernos un día? Por ellos del mañana
vuestra pena y vuestro hundimiento de hoy. Llegáis a un punto en
el que os dais cuenta claramente que el mayor logro al que podéis

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acaso aspirar es a sobrevivir a vosotros mismos.
Este nuevo presente en el que de pronto os veis inmersos, por
la necesidad tal vez de encontrarle un sentido a vuestra
existencia, os impregnó de pronto de reflexión, de nostalgias e
incertidumbres. Pero a la vez ¿cómo abandonarlo, cómo renunciar a
lo conquistado? ¿Cómo retroceder, como volver acaso al mundo
moribundo?
Es esto algo que encontraréis a lo largo de este camino de
reencuentro con el ser, la certeza de la no pertenencia, el
rechazo por la banalidad de lo cotidiano, el repudio al ruido y a
la distracción. ¿Acaso creéis que vuestro camino hacia el más allá
inexplorado no iba a traer consigo cambios concretos, tangibles en
vuestro presente? Vaya si os cambiará este tránsito por lo
ontológico, este estar arrojado hacia la nada existencial. Habréis
de optar por renacer en un nuevo estado de conciencia o seguir
muertos en vida como lo estáis hoy, vosotros y todos los cadáveres
que os rodean.
Y ese renacer del que os hablo, ese nuevo estado de
conciencia, comienza por experimentar y comprender los cambios que
se producen cuando se da ese paso al costado de lo cotidiano. Se
experimenta pues una profunda ruptura con la sociedad, se ve la
gente, sus rostros, con otros ojos, quizás condescendientes,
compasivos, frente a quienes nada saben y nada pretenden saber.
Veis como vuestros minutos se llenan de reflexión, de largos
suspiros, quizás de congoja, mas nunca de capricho, de estruendo
ni de fanfarria. Comprendéis el vacío porque comprendéis que
estáis hechos de ello. En ese sentido, arrojarse al abismo del ser
implica atravesar la nada de la existencia. Dejáis de esperar,
dejáis de anhelar, porque dejáis la necesidad de necesitar.
Vuestro día a día se convierte en dar un paso apenas más lejos en
procura de manteneros en la senda de la introspección y de la
reflexión, de la calma de quien nada espera. Nace pues de vosotros
alguna forma de arte, regresa, se hace eso presente, eso que
siempre estuvo allí, producto de ese renacer espiritual, de ese
retiro hacia lo inmanente a vosotros. En algunos casos siempre
estuvo allí, fue la domesticación que la sociedad hizo de vosotros
quien lo ocultó. En mayor o menor medida viviréis por y para
vuestro arte y vuestra virtud, aún si esto implicase apremios y
sacrificios. ¿De qué sirve pues prostituirse por dinero, por meras
comodidades? ¿Acaso qué otra cosa que prostituirse es vender
vuestro tiempo y anular vuestras virtudes por un puñado de monedas
al mes? Porque si no teniendo virtud algún es un acto denigrante
venderos por dinero, es inconcebible, aberrante, hacerlo cuando se
está colmado de virtudes, cuando se es virtud plena. En esta nueva
realidad que supone el tránsito por lo transhumano no hay
parámetros, no hay deberes, no hay obligaciones ni
responsabilidades, sino la de ser uno con lo esencial a vosotros,
lo inmanente a vosotros, aún cuando tal cosa implique sacrificio,
cuestionamiento, hundimiento y angustia. Es esto constitutivo a

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vosotros, pretender ignorarlo, pretender silenciarlo con bullicio
cotidiano es un mero acto de necedad, un acto de retroceso. Es el
tránsito por lo transhumano, un arrojo hacia el vacío, un fluir
constante a través de la nada que es la existencia del hombre.
Agregar necesidades, preocupaciones, estudios, obligaciones, sólo
entorpece el arribo hacia el otro lado.
Es pues en esta nueva realidad por la que vais que lo
artístico y todo aquello que implique creatividad y dejar al ser
manifestarse libre, a través de aquello que hagáis, que se pondrá
más que nunca de manifiesto. No toleráis ya hacer cosas por el
mero hecho de la responsabilidad y la obligación impuesta desde el
entorno. ¿Acaso os hubieseis obligado voluntariamente a hacer esas
cosas nefastas que hoy ocupan vuestras horas y minutos si
hubieseis podido optar por no hacerlas? ¡Que las hagan si, que las
hagan otros, los pequeños de espíritu, las larvas de las que se
alimenta el sistema! ¡Que se arrastren porque es su deseo, que se
arrastren quienes nada mas que arrastrarse pueden hacer, pero que
vuelen y bien alto aquellos que tengan alas para hacerlo! No es el
suelo y el llano terreno del Águila, mas el cielo y las alturas.
Ese vuelo del Águila, aunque necesario y esencial para
alcanzar el otro lado, es uno plagado de pesares y penurias. Y no
os hablo de la miseria inherente que resulta del hundimiento en el
ser, aquello que os hace hombres y mujeres. Es esto una delicia al
lado de aquello que experimenta aquel que echa la mirada a lo
lejos y pretende alzar el vuelo.
Cuando os hablo de hostilidad en el entorno os hablo de
aquella hacia quién es en esencia diferente, quién no puede dejar
de serlo y la misma dificultad impuesta por el entorno para que
quién lo es no pueda serlo. Que existe un todo inmenso montado
para la distracción y el aturdimiento, el atontamiento
generalizado, en el que se inhibe la introspección, la reflexión,
en sí, la anulación de toda manifestación del espíritu, no es
nuevo ni debe llamaros a sorpresas. Pero a veces no dejo de
sorprenderme hasta qué punto es así, hasta qué punto es esto
pensado, ideado, calculado hasta el más mínimo detalle, para que
así sea.
¿Será que finalmente debo comprender que no es este tiempo
presente, un tiempo para vuelos majestuosos? ¿Será que no es este
tiempo, tiempo de Águilas sino de ratas y alimañas como todas esas
ratas y alimañas que están alrededor mío y vuestro?
Es pues esta nueva realidad por la que vais, esa pugna entre
lo que se debe ser y hacer, lo que es propio del ser espiritual y
lo que no lo es, y el entorno contrario, aberrante, nefasto, que
hará hasta lo imposible por frustrar todo intento de emancipación
del individuo. En ese sentido, sentiros alienados, hasta
enajenados resulta natural, casi inevitable. Y si hay algo que no
debéis permitir, algo contra lo que debéis luchar con todas
vuestras fuerzas, no es que os corten las alas, sino resignaros a
no usarlas, terminar arrastrándoos como gusanos, como lo hacen

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todos los demás. ¡Ay de quién se condene a sí mismo a ser rata
teniendo espíritu de Águila! ¡Ay de aquel que en lugar de volar
hasta lo más alto, porque así lo quiere su virtud, se condenase a
sí mismo a reptar como víbora entre el fango de lo cotidiano,
porque es como una bomba de tiempo!
Ya cuando corristeis el velo de lo cotidiano, cuando su
zalamero encanto dejó de tener efecto en vosotros, cuando por fin
dejasteis de atender las necesidades del sistema moribundo para
atender las vuestras, ya ahí os habéis dado cuenta del arduo
camino que teníais enfrente. Ya cuando decidisteis abandonar toda
forma de trabajo esclavizante por uno propio en el que fueseis
dueños, quizás un poco más, de vuestro tiempo, también visteis las
dificultades. Cuando por fin comprendisteis que el error era el
trabajo en sí mismo, el trabajo esclavo, el acto de trabajar en
procura de satisfacer una maquinaria nefasta que lo fagocita todo,
os enfrentásteis a la utopía de vivir sin dinero en una sociedad
postrada ante él. Y cuando ni siquiera pudisteis resolver lo
anterior, siquiera mínimamente, os distes cuenta del horrendo
montaje, de la nefasta puesta en escena de la que alguna vez
fuisteis parte, como si por primera vez os hubieseis abstraído y
visto, lo suficientemente desde lejos, riéndose a carcajadas de
vosotros, de vuestra pequeñez. Y habéis visto como esa maquinaria
de esclavitud y sometimiento, mediante la que transcurre lo
cotidiano, hacía uso de todo su poder y todas sus artimañas de
control de masas, a través de la tecnología, de la política, de
las corporaciones y de los medios, control del que apenas habéis
podido escapar. Mas ahora ¿creéis que esa horrenda entidad ante la
que el mundo se inclina no iba a ir acaso tras vosotros? ¿Qué no
iba a hacer lo imposible por eliminar todo rastro de disidencia,
todo brote de revolución? ¿Qué no iba a procurar la madre
enderezar al hijo descarriado? Pues es esta vuestra nueva
realidad, os la presento. Sois meros sobrevivientes, disidentes de
un sistema que ha puesto precio por vuestras cabezas, que se
resiste a caer.
Y cuando os hablo de hostilidad, cuando os hablo que no
invita precisamente a la búsqueda del ser, no os hablo únicamente
de la obviedad del hecho, de eso que está fuera del individuo,
pensado con ese fin, sino del hecho que todo ello deja en este, de
cómo la misma búsqueda de la virtud se ve perturbada por la misma
perturbación del individuo. El caos en la mente, el desorden, las
innecesarias preocupaciones, la basura que es arrojada en el alma,
son mera consecuencia del entorno, pasan a ser parte del ser. Se
mimetiza este con el entorno malparido, de manera de “ser parte”,
dejándose de lado lo propio del ser, hasta creyendo que se es
aquello de lo que se intenta ser parte. Y esta pugna, este
desesperado devenir de horas y minutos, este escapar a esta locura
que supone procurar salvaguardar, aislar, lo esencial del ser del
entorno nefasto y de los efectos, a su vez internalizados en el
sujeto, es igualmente lo que os espera en esta nueva realidad de

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conciencia. Porque en ella es todo batalla, aquí se vive y se
muere. En este plano la victoria no es la meta a alcanzar, sino
sobrevivir cada día, fieles a vosotros, fieles a vuestro ser, a
vuestra virtud, procurando vivir a la altura de ella y no siendo
una sombra de lo que alguna vez fuisteis.
Es la nueva realidad pues, esa lucha del ser por encontrar
esos minutos al día, esas horas a la semana quizás, para ser
vosotros mismos, para ser esa Águila majestuosa que podéis y
debéis ser, para emprender ese vuelo alegre, inmenso, que os es
propio.
Por eso os digo, a aquellas valientes Águilas que logren
erguirse y huir de sus miserables vidas de gusano, que deben
procurar que esos minutos a la semana que dedicáis a ser
verdaderamente vosotros, se conviertan en horas, hasta convertirse
en un vuelo permanente, liberador. Porque sólo vosotros, desde
vuestras alturas podréis gritarles a todos aquellos que se
quedaron aún reptando, hundidos entre papeles, mostradores y
obligaciones, que existe algo inmenso, magnífico, que merece la
pena ser vivido. ¡Decidles qué bien se siente surcar el cielo
haciendo la mayor parte del tiempo aquello que os gusta hacer y no
lo inverso! ¡Decidles lo bello de ser irresponsables hasta la
insolencia en contraposición a lo amargo de cumplir con la norma y
lo establecido! ¡Decidles que estáis vivos por primera vez,
decidles que pasasteis décadas muertos en un cajón de tres por
tres, recibiendo un salario por permanecer en él! ¡Decidles qué
bien se siente hacer arte, crear, pensar, reflexionar, hacer de
cada día un pequeño progreso en procura de una creación propia, a
diferencia de hacer las mismas tareas estúpidas, repetitivas, con
el único sentido de terminar una para comenzar la siguiente!
¡Decidles a esas otras Águilas que se quedaron atrapadas en lo
cotidiano, con el cuerpo herido, con las alas maltrechas, que
luchen por ser lo que son; decidles que se necesitan muchas de
ellas allá arriba, surcando los cielos, creando conciencia de
cambio, arrojando luz a ese mundo oscuro que yace allí abajo!

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III

De la experiencia humana

Escribo estas palabras y me lleva la ira y la impotencia de


saberme igualmente limitado como aquello que pretendo describir a
continuación; ira que se basa en un perro que no deja de ladrar
desde hace ya buen rato, justo en el preciso momento que pretendo
sentarme a escribir. Qué mejor que algo como esto para
ejemplificar a cabalidad lo limitado de la experiencia humana.
¿Qué mejor que esto para ejemplificar que debo hacer esfuerzos más
allá de lo lógico cada día para poder apenas concentrarme
mínimamente, aprovechando ráfagas de inspiración para escribir y
describir mi pensar o para poder realizar mi trabajo? ¿Qué mejor
que esto para hablar sobre limitada experiencia humana, que me
lleno de ira por un hecho tan estúpido como este? Aún así, la ira
se instala y se va cuando la ira quiere, no cuando quiero yo. Y el
hecho no es la ira en sí, ni como dominarle; el hecho es que
simplemente se instala a su voluntad, simplemente sucede. Y así
como esta, tantas otras cosas. El más mínimo ruido o distracción
puede desatar mi ira y terminar haciéndome golpear cuanta pared se
cruce en mi camino hasta apenas calmarme. ¡Vaya, si de experiencia
humana limitada hablo basta con mirarme en el espejo!
Debo librar dura batalla contra mi propia miseria, con el
infierno de mi pensamiento, y por si no fuera suficiente esto,
vivo en un mundo que detesto con cada fibra de mi ser, un mundo
hostil a mis propósitos, a lo que yo quisiera para mi
cotidianeidad, ajeno a mis necesidades, en una sociedad igualmente
ajena a las verdaderas necesidades del hombre. Mi Filosofía y mi
pensamiento nacen en el infortunio de todo aquello que critico, de
vivirlo y sufrirlo mientras me lacera con su hostilidad. Soy un
espíritu demasiado libre viviendo una experiencia humana demasiado
limitada. ¡Pero que os digo vida, si esto es vida preferiría ser
solo un alma errante y no este montón de huesos y carne que soy!
Cuando yo os hablo de superar de limitaciones es porque he debido
aprender a superar las mías; cuando yo os hablo de
transhumanizaros es porque yo ya lo he hecho; cuando yo os hablo
de nueva realidad es porque es esta mi nueva realidad, porque ya
tránsito en ella; cuando yo os hablo de conocimiento autodidacta
es porque llevo los últimos veinticinco años de mi vida cultivando
mi mente y espíritu, haciendo un culto de la inteligencia y de la
creatividad, desarrollé armas que son hoy mi tesoro, aunque me
dejé la vida y la alegría en el camino, y de paso mi juventud y mi
niñez; Cuando yo os hablo de acero templado es porque tuve que
dejar de ser palo quebradizo para ser acero con filo y cortar en
dos los discursos de muchos idiotas. En fin, lo que os quiero
decir es que no me miréis como ejemplo, no querráis ser yo, no
querráis estar conmigo, no soy buena compañía, soy un lobo
solitario. Mas tomad el ejemplo de lo que os digo, del camino que

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debéis abandonar ya y de aquel al que debéis aspirar, mas id
siempre por el vuestro. En este camino mio no hay lugar para nadie
más, es un más allá extraño hasta para mí mismo.
Se lo que abandoné y me jacto de haberlo hecho; se por las
dificultades que tránsito y lo que motiva y refuerza mi Filosofía.
Se también por lo que he de pasar y el tormento que me espera.
Igual, me gratifico en el dolor, porque es oportunidad única de
aprendizaje. ¿Qué es la existencia sino un cicatrizar de heridas?
Cuando os hablo de alegría, vaya, si me faltará camino por
recorrer en ese aspecto. Es difícil tener conciencia de tantas
cosas, cuestionarse y preguntarse tantas cosas y rescatar
mínimamente una sonrisa. Creo que últimamente ni siquiera río. Es
difícil estar atrapado en una experiencia humana tan limitada
cuando se quisiera ser tan ilimitado. ¿!Os habéis preguntado cómo
sería vuestra existencia si por un momento os pensarais y
sintierais ilimitados y la realidad os mostrara que, por el
contrario, estáis rodeado de límites!? ¿No querríais escapar de
vuestro propio cuerpo violentamente y salir de este, gritando
desaforadamente, no querríais sentiros libres por primera vez,
conocer por primera vez lo que es verdaderamente la libertad de
ser espíritu sin cuerpo? Vaya qué idea loca y qué fascinante a la
vez. Es esto lo que sucede con aquel que se adentra en una nueva
manera de ver la vida, es esto lo que os espera, reflexión y
congoja constantes, contradicción, resignación, preguntas
constantes, insatisfacción constante; y a la vez la grata
sensación de saberos diferentes al resto de gusanos, saberos
opuestos, profundos, con los pies elevados del suelo.
Y he aquí el punto central. ¿Porqué nunca nada os alcanza,
nada es suficiente? ¿Porqué es todo congoja, angustia, un deseo de
desear permanente, como brillantemente definiera Schopenhauer
(11)? Es todo para el ser humano una inmensa dificultad, una carga
pesada a llevar, un dolor, una angustia, una ambigüedad, una
decisión a tomar, sin saber siquiera el por qué de la carga en sí.
No decidís sufrir, mas sufrís todo el tiempo. No decidís ni el
dolor ni la angustia, mas es mucho más lo que os duele y lo
que os angustia que lo que no. No decidís sudar frio frente a
situaciones que no tenéis previstas y que os toman por sorpresa,
ni decidís enfrentaros a la ambigüedad de decidir entre diferentes
caminos, de los que a su vez dependerán muchas otras cosas. Sois
un saco de inseguridades, debéis tomar decisiones
permanentemente y son más las veces en las que os equivocáis que
las que acertáis. Horas de reflexión y hundimiento para poder
siquiera decidir mínimamente algo. Vaya, maldita sea vuestra
capacidad de razonar si para cada razonamiento, cada reflexión,
existe una dosis de

11. Refiere a la obra “El mundo como voluntad y representación” (1819) del filósofo
alemán A. Schopenhauer (1788 - 1860), en la que el autor insiste que vivís atrapados en
la voluntad, vivís deseando, saciando los deseos y volviendo a desear, el deseo nunca
concluye.

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dolor, de sudor frío, de inseguridades, de angustia que habrá de
acompañar el proceso.
No elegís sufrir, ni elegís la congoja, ni optáis siquiera si
queréis tomar decisiones o no. Simplemente os pasa. Qué escena
lamentable esta de llegar a la conclusión de que simplemente os
pasa la miseria y la congoja a través vuestro, sin poder hacer
nada al respecto mas que tener que lidiar con ello. Yo que os
propongo a los cuatro vientos superar vuestras limitaciones. Yo
que os propongo trascender hacia nuevas realidades para siquiera
evolucionar mínimamente. Mas no, simplemente os pasan cosas contra
vuestra voluntad. Os pasa sufrir, la mayor miseria posible que os
pueda pasar habrá siempre de pasaros sin opción ni elección, como
si de un enfermizo masoquismo se tratase. Y os auto-denomináis
evolucionados, ni siquiera controláis mínimamente vuestro
pensamiento ni lo que os angustia. ¿Qué clase de evolución es
esta? ¿Por qué no es posible simplemente dejar de preocuparos por
lo desconocido y ajeno que simplemente no querríais siquiera darle
cabida en vuestro pensamiento?
Esto refleja parte de vuestra limitada experiencia humana.
Sois marionetas de vuestro propio pensar, esclavos de todo lo
exterior, aún de pensamientos de terceros que os confunden y
atormentan. Aquí no os hablo del hombre gusano, esa alimañan no
padece de estas calamidades. Vive en su mundo de vida de gusano
hasta el final de sus días, felíz en su condición de gusano. Ya
les dije a esos señores que mi Filosofía no es para ellos, tienen
mucho barro por el que arrastrarse aún.
No tenéis la capacidad de blindaros ante los procesos
descritos, blindaros a sufrir, a estar obligados a decidir si
sufrir o no. Si pudiérais decidir sobre vosotros, no sufrirías.
Ese no poder es el problema en sí. Si pudiérais, expulsaríais
pensamientos, ambigüedades, decisiones que no quisiérais tener que
tomar, que os flagelan, que son completamente innecesarias, que os
atormentan, que os hacen la vida un tormento. Aquí es donde se
evidencia la limitada experiencia humana en su máximo esplendor.
En ese no poder, en la limitación, en la imposibilidad de optar si
sufrir o no. Ni siquiera podéis deciros “no quiero sufrir” y
haceros caso.
Está esto intrínsecamente relacionado a esa experiencia
humana limitada que os describo, ese “no poder” detener procesos
de la mente. Si vuestra experiencia humana no fuese tan limitada
como lo es, tales aspectos no os producirían el daño que os
producen. ¿Qué otro camino puedo indicaros que busquéis pues la
transhumanización, que busquéis nuevas realidades?
Os afirmo que la experiencia humana es limitada y carente. El
ser humano es un error. ¿Quién puede trascender sus límites
humanos? ¿Quién puede estar ajeno al dolor, a la congoja, a la
angustia, quién está a prueba de esto cuando se está inmerso en un
pensamiento hostil que devora la vida? Sólo el necio puede afirmar
que esta libre de esto, o aquél que no se cuestiona para qué vive.

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Ni aún viviendo al pie del árbol podría uno librarse enteramente
de la condena de su mente.
Que paradójica la existencia, el existir en sí; que falaz me
resulta. Si os contentaseis únicamente con ese transitar inerte de
minutos y días de lo cotidiano, banal y práctico, si no
profundizaseis ni buscaseis ese umbral a la transhumanidad que os
propongo, ni ahondáseis en vuestra psiquis ni buscaseis respuesta
ni otra cosa que ese existir inerte, virtual, que caracteriza
estos días, sería esta una existencia vacía, de hecho lo es,
limitada y vacía, reducida a banalidades. Ahora, si por el
contrario vivís al costado del camino, contrarios a todo lo
anterior, en profunda introspección y existencialismo, si
hiciéseis una mejor versión de vosotros mismos, lo que hallaréis
será un número mayor de limitaciones. Es la paradoja de buscar la
libertad y el ser en el marco de una psiquis que os oprime, que
hará lo posible por haceros la vida imposible. Es que es demasiado
lo que os impide ser libres, a manos de esa razón tan irracional,
de esas razón que todo lo gobierna. Hasta el hecho de querer ser
libres debe ser pensado, hasta no querer pensar debe ser pensado.
¿Qué es lo que no debe ser pensado? ¿Por qué no podéis fluir
naturalmente sin tener que hacer pasar todos vuestros actos e
impulsos por el tamíz de la razón y su juicio severo? ¿Como lograr
que la razón no os gobierne? ¡Hasta habláis a veces de perder la
razón como si tal cosa fuese algo de lo que debiérais cuidaros y
evitar a toda costa! ¡Vaya, pero si sería una alivio perderte!
Llegará el día que tu reinado nefasto termine, será la humanidad
post-humanista la que se libre finalmente de tí.
Este simbólico diálogo, casi de locos, entre el ser agobiado
y la razón que le agobia y gobierna, pretende mostraros lo
miserable que es vuestro existir cuando es la razón y la lógica la
que gobierna y está a cargo, la que subyuga vuestro pensar y en
suma, la única responsable de lo limitada de vuestra experiencia
humana. Debiéraais poder silenciarla, pero es una batalla que se
pierde antes siquiera de comenzar. La razón os quiere esclavos de
ella, la razón es lo que hace vuestro presente miserable. ¡No
estoy diciendo que los locos sean menos miserables! ¡También el
loco está loco porque la razón así lo quiso, porque fue esta la
que le enloqueció! Cuando hablo de perder la razón hablo de que
debiera ser vuestra voluntad e impulso suficientes como para
callarla, y no pensar en no pensar, porque es tal cosa una
estupidez. Ese silenciar de la razón, esa no subyugación
permanente frente a esta es lo que debiera ser natural en
vosotros; vuestra experiencia vital, vuestra mera existencia sería
diferente si no fuese la razón la que está a cargo de su mero
silencio. En resumen, no se trata de libraros de aquellos
pensamientos que os atormentan mas de la razón que los piensa.
Y es necesario profundizar en este concepto, porque es la
razón la que piensa lo que piensa, no el ser. El ser es el ser,
existe independientemente de su razón y de su pensar. Existe

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independientemente de su carne y de sus huesos. Existe, arrojado a
la vida y condenado a existir. Es su razón quien condena su
existir, no el existir en sí. La razón razona a través de ese ser
que existe, mas el ser no controla los pensamientos que su razón
piensa. No es el ser quien elige pensamientos tortuosos para
pensar, simplemente los piensa sin tener control alguno sobre el
hecho de que los piensa. Debiérais libraros pues de la razón. La
razón piensa el pensamiento tortuoso y en vuestro afán de libraros
de este como mucho podéis afirmar que no queréis pensar, mas lo
que está en debate es porque simplemente se piensa algo que
infringe dolor. Es la razón la responsable de vuestra desdicha y
de vuestra limitada experiencia humana. Pensamientos positivos que
son reprimidos por la razón, pensamientos y preocupaciones que
simplemente se instalan sin poder hacer otra cosa que pensarlos.
El hombre es víctima de sí mismo, de su pensar y de su razón.
Cuando hablamos de limitada experiencia humana es de esto de lo
que hablamos. Desde una nueva realidad, desde un enfoque
transhumanista es que tomáis entera conciencia del agobio que
tiene vuestra razón y de vuestros propios límites, mas es esta una
ventaja en definitiva. Debéis emancipar al ser de vuestra razón,
habéis vivido miles de años sometidos ante esta.
El hombre debe superar sus limitaciones, hace un culto de lo
intelectual y termina esclavo de su intelecto. ¡Emancipad al ser
de vuestra razón, haced incapié en el ser y en su existir y no en
la razón que piensa a través de este! Existid primero, pensad
después. Silenciad a la razón y su sin-razón, no hagáis un culto
de ella, mas haced culto del ser y del existir en sí, del espíritu
y de lo que del espíritu brote. Dejad al espíritu expandirse y
apoderarse del existir, habéis de dezplazar el rol de la razón y
su entelequia para libraros de toda su limitación y tormento.
Es ella la que os separa de ese ser post-humano al que debeis
aspirar en un futuro, un ser que debe existir antes que su razón,
un ser que debe comandar su razón no un ser que es títere de su
razón.
¿Nunca os preguntásteis por qué es que ignoráis tanto, por
qué ha de ser todo un aprendizaje constante hasta el último hálito
de vuestra vida? Hasta un animal aprende a caminar antes que
vosotros y vuestros hijos y aún en su vida en cuatro patas tiene
mas goce y regocijo. ¿Cómo podéis defender el hecho de que no sois
un error, que no sois un ser limitado y nefasto?
En ocasiones os hará extraviaros en una suerte de desencanto
y desvalorización de aquello que dabais por cierto, atentando
contra vuestra integridad emocional, en el momento mas inoportuno
posible, en una suerte de rechazo, de asco, de negación frente a
eso mismo que anteriormente os colmaba de plenitud. ¡Vaya, que
ingobernable me resultas razón inmunda! ¡Tú, tenaz razón,
desmedida en tu afán de desestabilizarme, de corromper mi espíritu
y mi imperturbabilidad, creando desencanto y frustración frente a
mi realidad cotidiana! No basta con lidiar contigo y tus

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pensamientos intrusivos, no basta con el tormento y la ambigüedad
que creas en mi ser, mas en determinado punto, me desestabilizaste
a tu voluntad, cambiaste mis intereses y todo lo dado por cierto,
me forzaste a desear, me condenaste al rechazo de lo que alguna
vez deseé y amé; me encandilaste y me enfrentaste a una suerte de
vidriera de felicidad falaz, de nueva realidad a poseer, de nuevos
horizontes a conquistar, me condenaste a desear otra vez, me
condenaste a la ilusión; me obligaste y forzaste a rechazar
aquello que tenía, creando un caos desmedido. Tu, razón, que me
hiciste desear la soltería cuando estaba en matrimonio y el
matrimonio cuando estaba en soltería, enamorándome y
deseenamorándome a tu antojo, despedazándome con tu capricho
histérico, haciéndome anhelar desesperadamente mi libertad para
luego hacerme anhelar la compañía y la calidez del amor perdido,
infringiéndome dolor, inseguridad, soledad y miseria indecibles.
¡Maldita seas razón inmunda, maldita seas realmente! Para
incitarme luego a la búsqueda de ese nuevo amor que hubiera de
salvarme de mi amargura, en una suerte de círculo vicioso que duró
tanto como tu quisiste. ¡Qué no hubiera hecho yo para perderte,
razón!
Este nuevo diálogo de locos, ejemplifica de manera cabal la
locura que infringe la razón, el desencanto, la desvalorización,
los pensamientos antagónicos entre la angustia, el inconformismo,
la desdicha, la negación de lo que se posee, y por otra parte, la
libertad, la esperanza y la plenitud que se idealiza. Todo ello
provoca un pensamiento tortuoso de rechazo y aflicción, en una
suerte de desencanto generalizado, de gran miseria, de crisis
existencial frente a lo que es y lo que se tiene y lo que no se
tiene y se desea tener. Un desinterés y desamor generalizados,
erosionando el bienestar, arrojando un desencanto en el existir en
sí. Esa lucha permanente que debe hacer el ser entre mantener ese
bienestar y por otro lado esa razón que se aferra en crear toda
confusión y malestar posible en virtud de su capricho; ese comando
sobre el ser para que siga deseando, para que siga permanentemente
insatisfecho, como si nada alcanzase, reduciendo el existir a un
deambular inerte entre lo deseado y el rechazo de lo que,
repentinamente y sin ninguna razón, se deja de desear.
Y cabe preguntarse aquí lo que ya os pregunté antes ¿Acaso
desearía el ser sufrir así si por un momento pudiese optar por no
hacerlo? ¿Es que acaso os atrae sufrir, acaso optáis
intencionalmente por sufrir? Y si así fuese ¿cómo es que vuestra
razón no es capaz de detener esa naturaleza auto-destructiva de sí
misma? De hecho, la potencia y se regodea en ella. Por tanto ¿cómo
no definir como limitada y absurda vuestra experiencia humana
cuando la misma está sometida a una razón que infiere sufrimiento
sobre el ser, a su mera voluntad y capricho?
¿Qué hacer, pues, frente a un enemigo de esta naturaleza, un
enemigo que os conoce y que se anticipa a todo cuanto podáis hacer
o pensar para libraros de él? Sólo la humanidad de otro tiempo

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podrá hacerlo.
Es tal el esfuerzo que se debe realizar para escapar de ella
que es hasta utópico analizarlo. Es infantil pensar en cómo no
pensar. Es una batalla quijotesca, una lucha contra molinos de
viento.
¿¡Cómo no condenar a la razón frente a su nefasto accionar,
como no desear os libréis de ella para hacer de vuestra
experiencia algo ilimitado, infinito!?
¡Afirmad vosotros, psiquiátras, que no es la razón el
infierno de un hombre en tanto esta simplemente se lo proponga!
¿Es acaso el hombre que ansia su propio sufrir, es una suerte de
autoflagelo? ¿¡Es que acaso ha de pasarse toda una vida
comprendiendo, soportando los caprichos de la razón, es que acaso
no puede existir esta en armonía con el ser, es que acaso se
inclina naturalmente a infringir dolor per-se, es que acaso se
regocija en el dolor que causa?
¡Afirmad vosotros psiquiátras, con todo vuestro estudio sobre
la mente emocional, que no es el ser victima de su propia razón,
en una suerte de auto-flagelo en tanto la razón así lo quiera!
¡Afirmad que no es esto algo absurdo en sí mismo!
¡Afirmad que no es la razón quien desarrolla estructuras de
pensamiento contradictorias y antagónicas!
¡Mostradme dónde es que existe sentido alguno en ese
permanente inconformismo que habita en el ser que ya citara
Schopenhauer, que condena a abandonar lo deseado, que condena al
deseo de desear, en una suerte de idealización constante, de
inconformismo constante!
¿Es esta la razón que vosotros intentáis explicar a vuestros
pacientes haciéndoles creer que son ellos los responsables de sus
problemas, de su equívoco pensar?
El sufrimiento que infringe la razón a lo largo de la
existencia es suficiente para hacer de la experiencia humana una
experiencia miserable y lamentable.
Parece que existiese una necesidad insatisfecha en el hombre,
un deseo de desear infinito, que no lo complace nada más que un
nuevo deseo, en una suerte de insatisfacción igualmente infinita.
Y no sólo os hablo de deseos materiales, son muchas las
manifestaciones del deseo. Afirmo pues, que es el deseo de desear
endémico del que sufre el ser humano uno de los factores
determinantes de toda desdicha, inconformismo e insatisfacción
humana posibles y un elemento que ejemplifica en sí mismo lo
limitada de la experiencia humana, que no logra resolver esta
cuestión. Y aquí no estoy hablando de reprimir deseos. ¡Aquí estoy
hablando del por qué es que se desea, del por qué es el deseo
parte constitutiva e inmanente de la propia existencia humana!
Sí, la transposición de valores equívocos, el divorcio con lo
cotidiano, la transhumanización y el hecho de aspirar a un nuevo
pensamiento, sin duda os habrá de elevar. Pero a la vez, sólo os
acercará indefectiblemente a este tipo de reflexiones, de pensar

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existencialista. Mas os permitirá dar ese paso más allá de lo
cotidiano, necesario para comprender que en definitiva todo es un
límite para el ser. ¡Os afirmo que existe un devenir inexplorado,
frondoso, absolutamente desconocido si lográseis libraros del
tormento y la ambigüedad de vuestra razón, de su severidad, de su
juicio y de su capricho, si por un momento esta os abandonase y
fuera vuestra experiencia vital, una vivida netamente desde el
espíritu. Así, si pudiérais libraros de ella podríais dar
finalmente ese primer paso por esa nueva realidad que se
vislumbra, espléndida y fascinante, desconocida. Es eso lo que os
espera del otro lado del camino, es esta la nueva realidad del ser
de la que os hablo.
Será esta una suerte de tierra prometida de la humanidad, una
nueva realidad en sí misma, una nueva manera de existir, un
existir en función del ser y no de la razón, una nueva realidad en
la que habrán de vivir los hombres y mujeres de aquí a varios
cientos de años; es este el post-humanismo del que os he hablado
alguna vez.
Ese más allá que os describo fuera del tormento de la razón y
su rigidez, será el primer paso en esa nueva realidad. Allí estará
para ser explorada. Es ésta, la nueva realidad de la humanidad de
otro tiempo. Mientras tanto, sólo os queda un largo camino que
atravesar. Debéis ver a través de las tinieblas, es ese vuestro
límite a superar, debeis poner aquí la mirada. Es ese largo camino
lo que os permitirá adentraros en una suerte de viaje en el
tiempo, hacia la realidad que habrá de existir de aquí a cientos
de años. ¡Es esta tiniebla la que os separa de la humanidad de
otro tiempo y está allí al alcance de vuestra mano! Sólo unos
pocos podréis acceder a ella antes de tiempo, en este presente
nauseabundo que tenéis hoy! Es en ella donde muere la razón, es
ella la que os adentra en lo que será parte esencial de la
humanidad de otro tiempo. ¡Mirad pues, a través de estos ojos para
ver ese más allá en el que habéis de miraros! ¡Es esta pues la
nueva realidad, os la presento, en su esplendor, en su
magnificencia!

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IV

Del viaje

Llego frente a esta hoja en blanco sumido en una profunda


tristeza. Me duele la vida, nunca le he encontrado sentido a eso
que embriaga de alegrías pasajeras a todos los demás, en su mundo
cotidiano absurdo de fanfarria y risotada estruendosa. Nunca ha
llenado vacío alguno nada de ello, mas sólo me alejó más y más de
este.
Llego de pie, aunque herido de muerte. Es todo lo que me
conecta con ese exterior lo que ha muerto y todo mi paso por este
lo que casi me ha matado. Son mis emociones las que han muerto,
saboteadas por la naturaleza errática de sí mismas. Es mi razón de
la que quisiera desprenderme y aún pudiendo hacerlo, sólo me
dejaría en presencia de la locura. Es mi alma la que sólo quiere
ser, ser ella misma, para ella misma, libre de razón y de emoción,
libre de humanidad. Y aunque casi lo he logrado, sólo he
encontrado un insondable vacío ¿Qué es lo que somos en efecto?
¿Por qué ahondar en el abismo de la existencia humana lleva a más
negrura? ¿Cuándo saber que se ha tocado fondo? Sin embargo, ¿no es
ahora cuando me toca realmente daros el ejemplo? ¿no es acaso
ahora cuando realmente debo indicaros el camino para cuando seáis
vosotros los que lleguéis acaso a ese estado de desolación y de
dolor en el que estoy sumido? ¿Es que acaso he escrito una
Filosofía que sólo os conduce a darnos cuenta del absoluto
sinsentido de la vida? ¿No os dije siempre que debías dejar de ser
palo quebradizo para dejar de quebraros por los avatares del
existir humano? En efecto, mi sufrir y qué haga yo con ello a
partir de ahora ha de ser el regalo más valioso que os pueda dar a
todos vosotros. Yo no soy la clase de hombre que se sienta a
llorar, abatido, al costado del camino. Yo siempre regreso. No
estaré allí para secar vuestras lágrimas, pero estarán allí mis
palabras, escritas en estas páginas. Las palabras de quien ha
sufrido y ha encontrado sentido en ello ¡Sabed que no hay sufrir
más horrendo que no encontrar sentido alguno del por qué se sufre!
Es ese el sufrir del desesperado, porque no encuentra razón de ser
a su dolor ¡Vaya si habré pasado por horas oscuras en las que creí
que el existir humano se reducía a eso! He llegado al fondo de
este, abrí puertas que no debí abrir, atravesé laberintos de los
que debí haberme alejado antes de dar los primeros pasos; y hoy
estoy en presencia de aquello que he estado evitando encontrar
durante años: la nada, el vacío de la existencia. Por lo que deben
ser estas, mis palabras finales, las que le den sentido a esa nada
y sentido a mi sufrimiento y al sufrimiento de todos los
sufrimientos que habrán de venir, míos y vuestros.
En primer lugar, aceptad finalmente vuestra condición de
sufrientes. No hay peor sufrir que ese que no se acepta, del que
uno se cree víctima. Sufrir porque os cuestionáis la vida, porque

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buscáis un más allá y os duele experimentar el vacío es un
maravilloso sufrimiento. ¡Debéis jactaros si vuestro sufrimiento
es éste! Sólo el ser espiritual accede a ello. Aceptad pues que
todo existir humano equivale a dolor y vacío, porque de ello
estáis hechos; no existe felicidad alguna. Es en el acto de
aceptar el sufrimiento en el que os podéis poner frente a este y
saber que habrá siempre otro más. Deja pues de cobrar importancia,
ya que os dais cuenta de que es sólo parte de un todo mayor.
Siempre habrá un nuevo sufrir que os estrujará el alma aún más,
por lo que no os nubléis con meros pesares intermedios. Ved el
todo. Tenéis toda una vida para sufrir, porque tal es la esencia
del existir humano. Aceptad esto también. Y sobretodo, aceptad y
valorad que tenéis ese don de sufrir las cuestiones existenciales
de la vida, porque es a través de este como llegaréis a alzar los
pies del suelo de vuestros placeres inmundos sobre los que estáis
hoy parados. ¿Quién querría abandonar su placer para ingresar a
abismos de dolor, vacío y soledad? He aquí la diferencia entre
seres espirituales, estoicos, y el resto. Es pues en la plena
aceptación de vuestra condición de sufriente donde se haya, al
menos de forma primaria, una razón de ser, un para qué a esa
circunstancia. No es un sufrir desesperado, sin contención.
Desde este estado de nobleza, de estoicismo podréis hacer
llegar un mensaje de contención a aquellas almas desesperadas,
atrapadas en un sufrir sin fin; almas que creen que su mundo gira
alrededor de él. Si pudisteis sobreponeros vosotros, si pudisteis
elevar la mirada y saber que aún deparaba mucho más camino a
recorrer en esa larga jornada que implica atravesar el vacío de la
existencia humana, podréis hablar de vuestra lucha a aquellos que
se detienen a llorar al costado del camino, podréis hablarles de
valor y de estoicismo, de nobleza, de aceptación de su condición.
Levantaréis su mano temblorosa y os diréis: ¿Yo no estuve así
acaso? ¿No debo ayudarle a comprender que existe un más allá
inexplorado que sus lágrimas no le dejan ver? ¿No estuve yo acaso
atrapado en un sufrir desesperado en el que no veía un para qué?
¡¿No estuve acaso yo cobardemente sentado al costado del camino
sufriendo y llorando esas mismas lágrimas, alguna vez!? Y le
diréis: ¡Levántate y anda, que aún tienes los pies demasiado
sanos!
Es que sólo soportando con estoicismo el vacío, el sinsentido
de la existencia, el sufrimiento del existir humano es que podréis
encontrar alguna clase de sentido en todo ello. Mas no ha de ser
ese el fin último. El sentido de saberse un alma noble, que no se
doblega ante el dolor, que aspira a ahondar en la miseria y el
abismo de las cuestiones existenciales, le da indudablemente un
sentido en sí mismo, le da sentido a la cuestión existencial de
alguna manera, mas no es el fin último al que debéis aspirar. Os
sumiría eso en una suerte de círculo del que no saldríais. Vuestro
fin último ha de ser pues echar la mirada más lejos, como os dije,
en ese más allá ignoto, fuera del círculo. Y llegaréis sólo a

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través de soportar vuestro propio vacío, porque os endurecerá el
espíritu, os hará sabios. Os hará inmunes a las cuestiones del
alma. Os hablé muchas veces de alejaros de la razón y de las
emociones pero hay un enorme vacío al que llega el ser
existencial, que también debe superar. ¿¡Es que quizás todo ese
sufrir, todo ese desasosiego depare un estado del ser que
desconocéis al que ni siquiera podrías ponerle nombre hoy!? ¿¡Será
que ese vacío existencial al que llegó siempre el hombre con sus
cuestionamientos filosóficos habría finalmente de resolverse con
el mero hecho de soportar lo insoportable!? ¡Quizás le haya
faltado arrojo a la humanidad de otro tiempo, quizás el vacío se
apoderó del vacío! Debe ser pues vuestro fin último atravesar ese
abismo existencial, fortaleciendo vuestro ser, valiéndoos del
arte, de la música, de las letras o de la pintura, pero siendo
espíritu únicamente, abandonando completamente, razón y emoción,
conteniendo únicamente la esperanza de eso en lo que habréis de
convertiros. ¡Arrojándoos en caída libre en ese abismo, sin temor
a descubrir más abismo, mas deseando saber si en algún remoto
punto os encontraréis ante ese nuevo estado del alma que hoy
desconocéis! Es pues esta, la esperanza de un nuevo estado del
ser, más allá del sufrimiento y el desasosiego que sentís hoy a lo
que debéis abrazaros. No esperéis ver nada en la oscuridad, mas ha
de haber luz para poder ver. Y sólo se hará luz para aquel que
soporte la negrura de la noche, más si esta se presenta como una
noche eterna. ¿Cómo no afirmar pues que esta esperanza le da
sentido el aparente sinsentido de la existencia humana al que
llega el ser existencial? ¡Me abrazo a ella, me abrazo con ansias
y renovados bríos! ¡Y os llevo conmigo! ¡Os llevo atados y de
cabeza, si es necesario! ¡Y me abrazo con valentía y arrojo pues
es este camino que elijo un camino de tinieblas!
Yo conozco el absoluto vacío de la existencia. He visto el
abismo y he visto aún más abismo. Soy abismo. He sentido como una
daga clavada en el pecho, el desasosiego, el sinsentido de la
existencia humana toda, la naturaleza errática de mis emociones,
el tormento implacable de mi razón. Y os digo que sólo así, desde
este estado de desolación y sinsentido absolutos es que he podido
emprender este camino a través de la nada, en el que habréis de
adentraros vosotros también y en el que habréis de abrazaros, como
yo, a la esperanza de alcanzar ese nuevo estado del ser, libre de
meras, absurdas, cuestiones humanas.

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A través de la nada

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