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CHARLES S.

PEIRCE - SELECCIÓN DE ESCRITOS


(Selección y notas realizadas por el prof. Santiago Ruiz para la Cátedra de Semiótica, Escuela de
Ciencias de la Información, UNC)

SIGNO

Nota: C.S. Peirce establece cierta diferencia entre “signo” y “representamen”, diferencia
que no viene al caso tener en cuenta aquí, aunque es posible que aparezca en algún mo-
mento. Para nuestros fines, no haremos distinciones entre ambos términos.
(Los números al principio de los párrafos indican la numeración de los parágrafos, estable-
cida en la primera edición sistemática de los escritos de Peirce. Esta notación es la que
más se utiliza para citar a este autor)

Defino al Signo como algo que es determinado en su calidad de tal por otra cosa, llamada
su Objeto, de modo tal que determina un efecto sobre una persona, efecto que llamo su
Interpretante; vale decir que este último es determinado por el Signo en forma mediata.
Mi inserción del giro “sobre una persona” es una forma de dádiva para el Cancerbero,
porque he perdido las esperanzas de que se entienda mi concepción más amplia de la
cuestión.
(PEIRCE, C.S.; Obra lógico-semiótica. Madrid, Taurus, 1987, p. 139)

2.228. Un signo o representamen es algo está para alguien por algo, en algún aspecto o
carácter. Se dirige a alguien, es decir, crea en la mente de esa persona un signo equiva-
lente o, quizás aún, más desarrollado. A este signo creado, yo lo llamo el Interpretante
del primer signo. El signo está en lugar de algo, su Objeto. Representa este Objeto no en
todos sus aspectos, sino con referencia a una idea que he llamado a veces el Fundamen-
to del Representamen. [...]
(PEIRCE, C.S.; Obra lógico-semiótica. Madrid, Taurus, 1987, pp. 244-5)

1.538. Todo signo representa un objeto independiente de sí mismo; pero sólo puede ser
un signo de ese objeto en la medida en que ese mismo objeto tenga la naturaleza de un
signo o un pensamiento. Este signo no afecta al objeto, sino que es afectado por éste, de
tal modo que el objeto debe ser capaz de transmitir el pensamiento, es decir, debe tener
la naturaleza del pensamiento o de un signo. Todo pensamiento es un signo. [...]
1.541. Mi definición de un representamen es la siguiente: Un REPRESENTAMEN es un
sujeto de una relación triádica CON un segundo, llamado su OBJETO, siendo esta rela-
ción triádica PARA un tercero, llamado su INTERPRETANTE, tal que el REPRESENTA-
MEN determina que su interpretante se encuentra en la misma relación triádica con el
mismo objeto para algún interpretante.
(PEIRCE, C.S.; Obra lógico-semiótica. Madrid, Taurus, 1987, pp. 219/20)

Nota:
La ontología peirceana tiene en cuenta tres tipos de “categorías en que aparecen los fe-
nómenos”. Denomina estas categorías de la siguiente manera:
“Primeridad es el modo de ser de aquello que es tal como es, positivamente y sin referen-
cia a ninguna otra cosa.
Segundidad es el modo de ser de aquello que es tal como es, con respecto a una segunda
cosa, pero con exclusión de toda tercera cosa.
Terceridad es el modo de ser de aquello que es tal como es, al relacionar una segunda
cosa y una tercera entre sí”.
Estas serán aplicadas en todos los órdenes de la investigación peirceana (téngase en
cuenta que ellas abarcan la realidad del hombre, la cual solo puede ser percibida mediante
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el uso de los signos; por lo tanto, primeridad, segundidad y terceridad son lógicamente re-
feridas a los signos, a su modo de significar y a la manera en que se desarrolla la semio-
sis).
De manera muy simplificada, se puede afirmar que la Primeridad comporta fenómenos del
orden de las cualidades, las potencialidades (por ejemplo, la “rojez” –redness– que permi-
te que percibamos un objeto como rojo. No el objeto rojo, ni el color rojo, sino esa cualidad
lógica que permite que el hombre perciba algo como rojo).
La Segundidad implica el enfrentamiento entre dos cosas; es del orden de lo existente, lo
concreto, lo bruto (en el sentido de que son dos cosas simplemente enfrentadas, sin una
racionalización que establezca la relación entre ellas). Peirce pone como ejemplo la sen-
sación de oposición que sentimos cuando empujamos algo: lo Segundo es ese enfrenta-
miento de dos fuerzas que se enfrentan, pero no la relación (pensamiento) que podamos
efectuar de estar nosotros empujando algo.
Por último, la Terceridad es del orden de la relación (una tercera cosa que pone en rela-
ción otras dos; por ejemplo: nuestra mente relaciona dos objetos al compararlos), de la
ley, la regularidad, el hábito. La relación sígnica es triádica de esta manera. El pensamien-
to es tercero. El hombre sólo percibe los signos (y por ende la realidad) por medio del
pensamiento, es decir en el orden de la Terceridad.
NOTA BENE: Son términos lógicos, aplicados al análisis de una realidad que se manifiesta
en fenómenos. Lógica y semiótica eran para Peirce casi sinónimos, por eso su semiótica
es un modo de indagar sobre la manera en que la realidad se presenta al hombre.

2.274. Un Signo o Representamen es un Primero que está en una relación triádica genui-
na tal con un Segundo, llamado su Objeto, que es capaz de determinar un Tercero, lla-
mado su Interpretante, para que asuma la misma relación triádica con su Objeto que
aquella en la que se encuentra él mismo respecto del mismo Objeto. La relación triádica
es genuina, es decir, sus tres miembros están ligados por ella de manera tal que no con-
siste en ningún complejo de relaciones diádicas. Esta es la razón de que el Interpretante
o Tercero no pueda encontrarse en una mera relación diádica con el Objeto, sino que
tenga que encontrarse con él en una relación tal como aquella en que se encuentra el
Representamen mismo. Tampoco la relación triádica en la que se encuentra el Tercero
puede ser meramente similar a aquélla en la que se encuentra el Primero, porque esto
haría que la relación del Tercero con el Primero fuera una mera Secundidad degenerada.
El Tercero tiene que estar en una relación tal, y consiguientemente tiene que ser capaz
de determinar un Tercero propio. Pero además de ello tiene que tener una segunda rela-
ción triádica, en la cual el Representamen, o más bien la relación de éste con su Objeto,
será su propio (del Tercero) Objeto, y tiene que ser capaz de determinar un Tercero para
esa Relación. Todo esto tiene también que ser verdad respecto de los Terceros del Ter-
cero, y así indefinidamente. [...]
(PEIRCE, C.S.; Obra lógico-semiótica. Madrid, Taurus, 1987, pp. 261/2)

Nota:
En el parágrafo 2.228 (arriba), leíamos lo siguiente: “Representa este Objeto no en todos
sus aspectos, sino con referencia a una idea que he llamado a veces el Fundamento del
Representamen”. En esto consiste la diferencia que establece Peirce entre Objeto Inme-
diato (el Fundamento del signo) y Objeto Dinámico. Dado que el signo no puede estar en
lugar de su objeto en su totalidad (pues es lógicamente imposible), el objeto que el signo
representa es el objeto inmediato, que a su vez está determinado, fuera de la semiosis,
por el objeto dinámico.

4.536. [...] A saber: tenemos que distinguir entre el Objeto Inmediato, que es el Objeto tal
cual el signo mismo lo representa y cuyo ser depende por ello de la Representación de él
en el signo, y el Objeto Dinámico, que es la realidad que de alguna manera contribuye a
determinar el Signo para su Representación. [...]
(PEIRCE, C.S.; Obra lógico-semiótica. Madrid, Taurus, 1987, p. 381)

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8.183. En cuanto al objeto, puede significar el objeto en tanto que conocido en el signo y
por lo tanto una idea, o puede ser el objeto tal como es sin tener en cuenta sus aspectos
particulares, el objeto en estas relaciones que un estudio ilimitado y final mostraría que
es. Llamo al primero objeto inmediato; al segundo, objeto dinámico.
(Citado por DELLEDALLE, G.; Leer a Peirce hoy. Barcelona, Gedisa, 1996, p. 102)

SEMIOSIS INFINITA

2.303. [Signo es] Cualquier cosa que determina alguna otra (su interpretante) para que se
refiera a un objeto al cual él mismo se refiere (su objeto); de la misma manera el interpre-
tante se convierte a su vez en un signo, y así ad infinitum. Sin ninguna duda, la concien-
cia inteligente tiene que entrar en esta serie. Si la serie de interpretantes sucesivos llega
a un fin, el signo se convierte, por ello, en imperfecto por lo menos. Si un interpretante-
idea, después de haber sido determinado en una conciencia individual, no determina nin-
gún signo externo, sino que esa conciencia es aniquilada o pierde toda memoria u otro
efecto significante del signo, resulta absolutamente imposible descubrir que alguna vez
existió tal idea en esta conciencia, y en ese caso es difícil ver cómo podría tener algún
significado decir que esta conciencia tuvo alguna vez la idea, ya que el decir esto sería un
interpretante de esta idea.
(PEIRCE, C.S.; Obra lógico-semiótica. Madrid, Taurus, 1987, p. 274)

ÍCONO, ÍNDICE, SÍMBOLO

Nota:
Peirce realiza una primera clasificación de los signos estableciendo un cuadro de doble
entrada que cruza las tres categorías antedichas –Primeridad (Cualidad), Segundidad
(Hecho), Terceridad (Ley)–. Es decir, clasifica el signo según cómo se presente a sí mismo
(Primeridad), cómo se relacione con su objeto (Segundidad), y cómo se relacione con su
interpretante; de esta manera se establecen tres tricotomías (series de tres elementos). La
fundamental, y la más desarrollada por Peirce, es la segunda, justamente por ser la Se-
gundidad el ámbito del “hecho real”; según ella, el signo es ícono, índice o símbolo.

2.243. Los signos pueden dividirse según tres tricotomías: primero, según que el signo en
sí mismo sea una mera cualidad, un existente real o una ley general; segundo, según que
la relación del signo con su objeto consista en que el signo tenga en sí algún carácter del
objeto, o que esté en una relación existencial con él o que la relación se efectúe en virtud
de un interpretante; tercero, según que su interpretante lo represente como un signo de
posibilidad o como un signo de hecho, o como un signo de ley.
(PEIRCE, C.S.; Obra lógico-semiótica. Madrid, Taurus, 1987, p. 249)

4.447. [...] Un signo o, para usar un término más general y definido, un representamen, es
de uno u otro de tres tipos: es un ícono, un índice o un símbolo. Un ícono es un represen-
tamen de lo que representa y para la mente que lo interpreta como tal, en virtud de que
es una imagen inmediata, es decir, en virtud de los caracteres que le pertenecen como un
objeto sensible, y que poseería del mismísimo modo aun si no hubiese en la naturaleza
un objeto que se le pareciera, y aunque nunca se lo interpretara como un signo. Tiene la
naturaleza de una apariencia y, como tal, en términos estrictos, sólo existe en la concien-
cia, aunque por razones de conveniencia del léxico común y cuando no se requiere una
extrema precisión, extendemos el término ícono a los objetos exteriores que suscitan en
la conciencia la propia imagen. Un buen ejemplo de un ícono es un diagrama geométrico.
Un ícono puro no puede transmitir información positiva o fáctica, pues no brinda seguri-
dad de que haya algo así en la naturaleza. Pero tiene el mayor valor para permitir a su
intérprete estudiar cuál sería el carácter de tal objeto en caso de que existiera. La geome-

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tría lo ilustra en grado suficiente. De naturaleza por completo opuesta es el tipo de repre-
sentamen denominado índice. Es una cosa o un hecho real que es un signo de su objeto
en virtud de estar conectado con éste como algo obvio, y también por entrometerse a la
fuerza en la mente, completamente al margen de que se lo interprete como un signo.
Puede servir simplemente para identificar su objeto y asegurarnos de su existencia y pre-
sencia. Pero con suma frecuencia la naturaleza de la conexión fáctica del índice con su
objeto es tal que suscita en la conciencia una imagen de algunos rasgos del objeto, y de
esa manera da pruebas a partir de las cuales se puede extraer una seguridad positiva en
cuanto a la verdad del hecho. Por ejemplo, una fotografía no sólo suscita una imagen,
tiene una apariencia, sino que, a causa de su conexión óptica con el objeto, es una prue-
ba de que esa apariencia corresponde a una realidad. Un símbolo es un representamen
cuyo significado o aptitud especial para representar justamente lo que representa sólo
reside en el hecho de que hay un hábito, una disposición u otra regla general eficaz de
que así se lo interpretará. Tomemos, por ejemplo, la palabra “hombre”. Estas seis letras
no son en lo más mínimo iguales a un hombre; tampoco lo es el sonido con el cual están
asociadas. Tampoco la palabra está conectada existencialmente con cualquier hombre
como un índice. No puede ser así, pues la palabra no es una existencia en absoluto. La
palabra no consiste en seis películas de tinta. Si la palabra “hombre” ocurriera centenares
de veces en un libro del cual se imprimieran muchísimas copias, todos estos millones de
sextetos de fragmentos de tinta serían materializaciones de una sola y única palabra.
Llamo estas materializaciones una réplica del símbolo. Esto muestra que la palabra no es
una cosa. ¿Cuál es su naturaleza? Consiste en la regla general, realmente operativa, que
seis de tales trazos, vistos por una persona que conoce el castellano, provocarán conse-
cuencias en su conducta y sus pensamientos según cierta regla. Así, el modo de ser del
símbolo es diferente del que corresponde al ícono y al índice. Un ícono tiene un ser que
pertenece a la experiencia pasada. Sólo existe como una imagen en la mente. Un índice
tiene el ser de la experiencia presente. El ser de un símbolo consiste en el hecho real de
que se experimentará con seguridad algo si se satisfacen ciertas condiciones. A saber,
influirá en el pensamiento y la conducta de su intérprete. Toda palabra es un símbolo.
Toda oración es un símbolo. Todo libro es un símbolo. Todo representamen que depende
de convenciones es un símbolo. Del mismo modo que una fotografía es un índice con un
ícono incorporado al mismo, es decir, suscitado en la mente por su fuerza, así un símbolo
puede tener un ícono o un índice incorporado al mismo, es decir, la ley activa que es
puede requerir que su interpretación implique la evocación de una imagen, o una fotogra-
fía compuesta de muchas imágenes de experiencias pasadas, como lo hacen los sustan-
tivos comunes y los verbos ordinarios; o puede requerir que su interpretación se refiera a
las reales circunstancias que rodean la ocasión de su materialización, como las palabras
ése, éste, yo, tú, cual, aquí, ahora, allá, etc. O puede ser un punto símbolo, ni icónico ni
indicativo, como las palabras y, o, de, etc.

4.448. El valor de un ícono consiste en que exhibe los rasgos de una situación conside-
rada como si fuera puramente imaginaria. El valor de un índice es que nos asegura un
hecho concreto. El valor de un símbolo es que sirve para volver racional el pensamiento y
la conducta y nos permite predecir el futuro. Con frecuencia es deseable que un repre-
sentamen ejerza una de estas tres funciones con exclusión de las otras dos, o dos con
exclusión de la tercera; pero los signos más perfectos son aquellos en los cuales los ca-
racteres icónicos, indicativos y simbólicos están mezclados en partes tan iguales como
sea posible.[...]
(PEIRCE, C.S.; Obra lógico-semiótica. Madrid, Taurus, 1987, pp. 360/2)

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