“Los turistas adoran fotografiar a los indígenas del altiplano vestidos con sus ropas típicas.

Pero ignoran que la

actual vestimenta indígena fue impuesta por Carlos III a fines del siglo XVIII. Los
trajes femeninos que los españoles obligaron a usar a las indígenas eran calcados de
los vestidos regionales de las labradoras extremeñas, andaluzas y vascas, y otro
tanto ocurre con el peinado de las indias, raya al medio, impuesto por el virrey
Toledo”.
Galeano Eduardo. Las venas abiertas de América latina

Las reformas borbónicas

A mediados del siglo XVIII, las monarquías ibéricas impulsaron una serie de reformas económicas,
administrativas y militares con el objetivo de recuperar el lugar privilegiado que habían tenido en Europa. Para
esto, intentaron, entre otras cosas, reforzar su control sobre los dominios de ultramar.
En España, el nombre de estas reformas se debe a su principal impulsor, el rey Carlos III de Borbón, quien
gobernó entre 1759 y 1788.

Cambios en las colonias españolas

En materia económica, las reformas borbónicas incluyeron diversas medidas para promover una mayor afluencia
de riquezas desde América. En primer lugar, aumentaron algunos impuestos e intentaron garantizar una mayor
recaudación. También, tomaron medidas para aumentar la producción de las minas americanas. En Potosí, por
ejemplo, intensificaron la explotación de la mano de obra de la mita indígena, aunque esta mina nunca llegó a
producir tanto como en el inicio de su explotación.
Para estimular el comercio con las colonias y disminuir el contrabando, las nuevas medidas impulsaron la
exportación de bienes españoles e introdujeron cambios en el sistema de monopolio. Este siguió existiendo, dado
que a las colonias solo les estaba permitido comerciar con España, pero el Reglamento para el Comercio Libre de
1778 habilitó nuevos puertos en América y en España para el intercambio.
Estas reformas, sin embargo, solo alcanzaron sus objetivos de manera limitada. España nunca logró convertirse en
la principal exportadora de bienes industriales a América; en cambio, exportó bienes alimenticios, como vinos y
aceites. El contrabando continuó, dado que era la única manera que tenían las colonias para comerciar con otros
países, especialmente con Gran Bretaña, que era la productora más importante de manufacturas.
Por último, la Corona creó ejércitos en las colonias para que se defendieran en el caso de una invasión externa y,
con el objetivo de controlar mejor los territorios, estableció nuevas divisiones administrativas: el Virreinato de
Nueva Granada, en 1739, y el Virreinato del Río de la Plata, en 1776. Además, España dividió los virreinatos en
intendencias a cargo de un funcionario con facultades de policía, justicia, guerra y economía y, en las regiones
fronterizas, establecieron capitanías generales gobernadas por militares.
Objetivos político-administrativos
Las reformas administrativas fueron motivadas por la gran extensión de los dominios americanos, a lo que se
sumaban razones de defensa ante los intentos expansionistas de Gran Bretaña y Portugal.
El único Virreinato español que había en América del Sur, el del Perú, se extendía por amplios territorios que tenían
una estructura económica y social muy diversa por lo que los Borbones decidieron dividir esa gran unidad
administrativa. Durante el reinado de Felipe V, amplias zonas del Virreinato del Perú pasaron a constituir el nuevo
Virreinato de Nueva Granada (1739), cuya capital era Santa Fe de Bogotá. Bajo el reinado de Carlos III, el
Virreinato del Perú volvió a fragmentarse, ya que se crearon la Capitanía General de Venezuela, con capital en
Caracas, y el Virreinato del Río de la Plata (1776 con capital en Buenos Aires. La amplia región fue dividida en
ocho intendencias: Buenos Aires, Paraguay Salta, Córdoba, Charcas, La Paz, Potosí y Cochabamba). Los cargos de
la nueva estructura administrativa fueron ocupados por una burocracia formada y dirigida desde la metrópoli y
constituida, en su gran mayoría, por peninsulares
Si bien la multiplicación del sistema de visitas ejemplifica el objetivo intervencionista del gobierno en control de
sus funcionarios, la tarea del visitador era muy complicada porque, aunque gozaba de amplios poderes
normalmente tenía que enfrentarse con una red de intereses locales que le daban poco margen para su labor.
En el ámbito judicial se crearon tres nuevas Audiencias (funcionaban como supremos tribunales de justicia):
Caracas (1776), Buenos Aires (1785) y Cuzco (1787), También se creó el cargo de regente de Audiencia, cuya
función era la de vigilar el desempeño de los funcionarios. Los regentes eran seleccionados entre los profesionales
metropolitanos, lo que generó un nuevo motivo de resentimiento entre los criollos, que habían venido ocupando ese
cargo durante la primera mitad del siglo XVIII.
Objetivos militares
La reforma administrativa se complementó con cambios en la esfera militar para asegurar la defensa del territorio
colonial. Así, se emprendió la construcción y la reparación de fortificaciones, y se puso en marcha la formación de
un Ejército compuesto por dos elementos de importancia desigual: el ejército regular y las milicias, El primero
estaba formado por soldados permanentes y tropas de apoyo que procedían desde España. Las milicias estaban
integradas por los vecinos, obligados a recibir instrucción militar para la defensa de su territorio, que, a diferencia
de quienes integraban el ejército regular, no recibían paga por ello.
El mismo esfuerzo renovador se vio en la Marina, añadiendo a viejos centros de poder naval el surgimiento de
otros nuevos, como fue el caso de Montevideo.

Objetivos económicos y mercantiles

El comercio con América fue una de las áreas a la que los Borbones le dedicaron mayor atención, ya que lo
consideraban como el principal motor de la recuperación de la economía española.
Durante la primera mitad del siglo XVIII se fueron introduciendo modificaciones en el sistema de flotas y
galeones, vigente desde 1564, sin lograr el incremento comercial deseado. Debido a ello, en 1778 se modificó
profundamente el sistema por medio del Reglamento y aranceles para el comercio libre el cual, contra lo que podría
creerse, no abría las colonias al comercio extranjero, ya que su propósito era el opuesto: dar nuevo Vigor al
comercio metropolitano frente a la presión incesante del contrabando. Este decreto regulaba el tráfico directo entre
trece puertos españoles y veinticuatro americanos, entre los que se encontraban Buenos Aires, Montevideo, El
Callao y Guayaquil. A ello se sumó una política que privilegiaba la utilización de barcos españoles y la creación de
nuevos consulados de comercio, entre ellos el de Buenos Aires, con la finalidad de defender los intereses de los
agentes Vinculados al comercio colonial.
También se introdujeron modificaciones en el sistema fiscal, con el objetivo de otorgarle mayor rigor, lo cual le
permitía a la Corona no solo aumentar, sino también controlar su monopolio sobre la pólvora, el azogue (mercurio),
el papel sellado, la lotería, los naipes, el aguardiente y, sobretodo, el tabaco.
Los reformadores borbónicos quisieron ejercer una presión fiscal creciente sobre una economía en expansión, Su
ideal era exportar productos españoles en barcos nacionales a un mercado imperial, En las obras y documentos de
la época se dejaba bien claro que el propósito del comercio libre era el desarrollo de España, y no el de América.
Pero estos objetivos se cumplieron limitadamente. A pesar del renacimiento de la economía peninsular durante el
siglo XVIII, España estaba lejos de convertirse en una metrópoli industrial con capacidad para abastecer a sus
colonias, y menos aún para rivalizar con la producción inglesa.

Actividades
1. Completen una tabla como la siguiente sobre las reformas borbónicas:

Reformas borbónicas
Objetivos militares Objetivos económicos Objetivos administrativos

2. ¿Quienes creen que fueron los principales beneficiarios de las reformas económicas/mercantiles impulsadas
por los Borbones españoles?
3. ¿Porque creen que Carlos III impuso esa moda, según el fragmento del texto de Galeano?