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Cada una de estas subdivisiones presenta características que las diferencia de las demás.
Esta franja agrupa a depósitos de Au-Ag (Pb-Zn-Cu) tipo alta, baja e intermedia
sulfuración. Según sus edades de mineralización, se les puede subdividir en dos épocas
metalogenéticas de 18-13 Ma y 12-8 Ma.
Figura 1. Mapa Metalogenético del Perú señalando la Franja XXI. (INGEMMET, 2019).
3.1. MARCO GEOTECTÓNICO
Esta franja se ubica en la Cordillera Occidental del centro (Figura 2) y norte del Perú (5º
- 12º S). Estructuralmente, la franja está controlada, al oeste por el sistema de fallas de la
Cordillera Blanca y al este por el sistema de pliegues y fallas del Marañón, que en realidad
es un solo conjunto de dirección NO-SE y forma una faja plegada y corrida, convergencia
al NE, que es el resultado de la deformación mayor del Eoceno (Ángeles, 1987; Mourier,
1988; Noble et al., 1979a; Benavides, 1999).
Entre los paralelos 12° y 13°30' sur, en el dominio de las fallas NO-SE del sistema La
Oroya-Huancavelica, destaca la presencia de epitermales de Au-Ag. Mientras que en el
sector de influencia de las fallas NO-SE del sistema Chonta y de la falla N-S Huancayo-
Julcani, se tienen epitermales de Pb-Zn-Ag de alta a intermedia sulfuración. Más al sur
(14°-16°), se encuentran principalmente epitermales de Au-Ag de baja sulfuración.
En el centro del Perú (10º30'-11°), las fallas N-S del sistema Cerro de Pasco-Ayacucho
controlan a la cuenca eocena Pocobamba (Ángeles, 1999), y esta a su vez a los centros
volcánicos de Cerro de Pasco y Colquijirca.
Las fallas han sido normales durante el Mesozoico, separando la cuenca occidental de un
alto estructural denominado geoanticlinal del Marañón (Benavides, 1956). En el
Cenozoico, durante la inversión tectónica estas jugaron como inversas, produciendo un
engrosamiento importante de la corteza, factor condicionante para la evolución de
magmas durante el Mioceno y, por lo tanto, para los fluidos magmáticos-hidrotermales.
Sistemas de fallas NE-SO transversales, también han controlado la geometría de la cuenca
occidental y la sedimentación en el Mesozoico; luego se reactivaron en el Cenozoico
actuando, en algunos casos, como rampas laterales delimitando bloques con mayor o
menor acortamiento y controlando, en algunos casos, el emplazamiento del Batolito de la
Cordillera Blanca. En consecuencia, las reactivaciones en el Mioceno de los sistemas de
fallas NO-SE de la faja corrida y plegada, así como las fallas NE-SO transversales, han
favoreciendo el emplazamiento de intrusivos relacionados con los depósitos minerales de
este dominio.
Figura 2. Sección estructural del corredor estructural San Pablo-Porculla mostrando las franjas XXII de epitermales de Au-Ag y polimetálicos con
superposición epitermal del Mioceno, XXI de pórfidos de Cu- Mo (Au) y skarns de Pb-Zn-Cu(Ag) relacionados con intrusivos del Mioceno y
la X de pórfidos de Cu-Mo del Cretácico Superior. Tomado de Enriquez et. al. (2005), modificado.