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1.

De las sensaciones corporales producidas durante


una crisis.
Las personas estamos genéticamente programadas para detectar posibles peligros.
Éste es un mecanismo adaptativo para nuestra supervivencia y acompaña a la emoción
de miedo. Cuando nuestro cerebro detecta un peligro (real o imaginario, es decir, que
interpretemos como peligroso algo que realmente no lo es), automáticamente se pone
en marcha el sistema de alarma; es decir, se activa una parte del sistema nervioso
y se producen una serie de cambios fisiológicos con los que el organismo se
prepara para afrontar el peligro:
_ Nuestro cuerpo libera las conocidas adrenalina y noradrenalina, que producen
una sensación de nerviosismo e inquietud.
_ Aumenta la tasa cardiaca, de modo que sentimos el corazón latir más y más
fuerte.
Esto ocurre para que nuestros músculos dispongan de más sangre para tener la fuerza
suficiente que necesitará en caso de tener que hacer movimientos rápidos y fuertes;
además, se elimina mejor las toxinas, haciendo todo ello que resulte más fácil atacar
o huir si es necesario.
_ Se produce hiperventilación (HV); es decir respiramos más cantidad de aire y más
deprisa, preparando también a nuestro cuerpo para la lucha o la huida. La
hiperventilación hace que tengamos más oxígeno en la sangre y que notemos ciertas
sensaciones internas (podemos comprobarlo si hacemos ahora HV como ejercicio)
_ La sangre se concentra en las áreas del cuerpo donde podría ser más
necesaria en una situación de peligro. Por tanto, queda menos sangre en otras
zonas, por ejemplo., en las manos, pudiendo dar lugar a temblor, hormigueo, etc.
_ Las pupilas se dilatan, con lo que estamos preparados para detectar mejor
cualquier estímulo que pudiera ser peligroso. Esto puede hacer que percibamos las
cosas en forma extraña
_ Sentimos miedo y tendemos a huir para ponernos a salvo.

Todos estos cambios, serían útiles y beneficiosos si nos encontrásemos ante un peligro
real.
Pero, si en vez de tomarlos como algo “normal”, pensamos que esas sensaciones son
peligrosas, se activará aún más el sistema de alarma, y por tanto las sensaciones y el
miedo aumentarán.

2. Explicación del círculo vicioso del pánico.


Como decíamos, las crisis de pánico, se producen al ponerse en marcha la llamada
respuesta de alarma que es un mecanismo reflejo del organismo. Esta respuesta de
alarma, tiene el objetivo de ponernos a salvo cuando estamos en una situación
peligrosa para nuestra supervivencia (haciéndonos huir, buscar ayuda, etc).
Pero, lo que ocurre en los ataques de pánico, es que esta respuesta de alarma se
activa sin que exista un peligro real. Esto se produce porque evaluamos como
peligrosas ciertas sensaciones internas que, en realidad, no pueden hacernos
ningún daño y que todos podemos experimentar, en mayor o menor grado, cuando
estamos nerviosos.
Las sensaciones internas experimentadas en el pánico, suelen ser algunas de las
siguientes: palpitaciones, sacudidas del corazón o elevación de la frecuencia cardiaca;
sudor, escalofríos o sofocaciones; temblores o sacudidas; sensación de ahogo o falta
de aliento; sensación de atragantarse; opresión o malestar en el pecho; náuseas o
molestias abdominales; mareo e inestabilidad; desrealización (sensación de irrealidad,
confusión) o despersonalización (sentirse como separado de uno mismo), y
parestesias (sensación de entumecimiento u hormigueo).

Esto puede originarse, en la primera crisis, bien por estar ya ansioso (época de estrés,
estar ante una situación amenazante de cualquier índole, etc) o bien por cambios
biológicos producidos por factores orgánicos normales, o inducidos por sustancias.
Al notar la persona estas sensaciones, piensa que son extrañas, desagradables y le
recuerdan a cuestiones médicas; es decir, interpretan esas sensaciones como
peligrosas o como señal de un acontecimiento físico nocivo para su vida.

Conforme piensa en ello, y se autoobserva, empieza a tener miedo. El miedo aumenta


la ansiedad y, por tanto, las sensaciones corporales. Y vuelve a ocurrir, ya estando
nervioso, que, si al notar alguna de esas sensaciones, normales en la ansiedad,
pensamos que significan que va a ocurrirnos algo terrible, por ejemplo., que estamos
sufriendo un infarto, nos ponemos más nerviosos y, por tanto, aumentan las
sensaciones. ¿Por qué ocurre esto? Porque al pensar que estamos en peligro (cuando
realmente no es más que una crisis de ansiedad y no es peligroso) nuestro cerebro
pone en marcha su sistema de alarma que, lo que hace inmediatamente que aumenten
las sensaciones internas. Ese aumento de sensaciones, suele interpretarse como
“prueba” de que nuestro estado no es normal y de que algo malo nos está
pasando, y este pensamiento catastrofista, que ahora creemos más, vuelve a
aumentar aún más nuestra ansiedad y las sensaciones que ésta produce; es decir, se
activa con mayor fuerza el sistema de alarma. Así, vemos que se produce un círculo
vicioso, que puede acabar en un ataque de pánico.

Ejemplo: Pedro está en época de exámenes. Lleva 3 semanas sin parar de estudiar y
arrastrando altos niveles de ansiedad y cansancio. Apenas duerme y toma 5 cafés al
día. Dos horas antes de un examen, empieza a sentirse mal. Nota palpitaciones fuertes
y esto le asusta. En los minutos siguientes la actitud de Pedro es la de observarse
continuamente el corazón y pensar que le está pasando algo malo, se imagina un
infarto… tiene miedo. De pronto la taquicardia aumenta y empieza a notar otros
síntomas: tensión muscular, calor y sudor, y empiezan los pinchazos en el pecho y
hasta dolor en el brazo…. Sigue pensando, y cada vez está más convencido, que le
está dando un ataque al corazón; empieza a marearse, no ve bien y tiene unas
sensaciones raras en la vista. Empieza a percibir la habitación y las cosas de forma
extraña. Cada vez está más asustado, temblando, aumentan las palpitaciones y el
dolor en el pecho. Cada segundo que pasa se siente peor. Ahora le ocurre algo más
extraño a la vez, se siente como fuera de su cuerpo, esto le asusta mucho y piensa
que se está volviendo loco, que va a perder el control y que va a ser horrible….
Bien, el esquema sería el siguiente:

En cualquier ataque de pánico se produce un círculo vicioso equivalente al de este


ejemplo, aunque sean diferentes las sensaciones que se temen y las interpretaciones
catastrofistas que la persona haga.
Después de experimentar un ataque como el del ejemplo, la persona puede quedar
en un estado de temor a que se repita y, por tanto, estar atento a captar cualquier
sensación interna similar a las que notó en él (autoobservación excesiva). Esa
focalización de su atención en sus sensaciones internas aumenta la probabilidad de
que las capte. Cuando la persona nota de nuevo las sensaciones temidas, puede
repetir la interpretación catastrofista y puede producirse otra vez el mismo círculo
vicioso que da lugar a otro ataque. Esto ocurre porque, después de experimentar uno
o varios ataques de pánico, en su mente ha quedado grabada una asociación,
entre esas sensaciones y la evaluación catastrofista de las mismas: cada vez
que las nota con cierta intensidad, cree que está ante un “peligro inminente” y su
creencia de que está en peligro, va a hacer que se ponga en marcha su de alarma,
como si estuviera ante un peligro real.

Si la persona cree que las sensaciones que experimenta en los ataques son
peligrosas, dejará que esta creencia dirija su comportamiento; por tanto, intentará
evitarlas por cualquier medio y huir o escapar de ellas cuando aparezcan (acudiendo
a urgencias, tomando medicación, rezando, yéndose a casa, llamando a alguien,
bebiendo agua de forma compulsiva, etc.) lo que hará, además, que se convenza de
que si no hubiera hecho algo o todo eso para evitarlo, le habría ocurrido el
desastre temido. Pero, como en realidad no había ningún peligro, todas esas
conductas de ponerse a salvo sólo harán que se mantengan las interpretaciones
catastrofistas, que son ya la raíz de todo el problema (refuerzo negativo de las
conductas de evitación y escape, impidiendo que la persona compruebe que no pasaba
nada).
Pero el problema puede empeorar y, de hecho, suele ir empeorando, porque la persona
empieza a evitar lugares, situaciones y actividades que, cree, pueden producirle otro
ataque. Es el miedo al miedo, lo que hace que vaya limitando su vida y aislándose,
depender continuamente de otra persona, porque le da miedo estar solo, y hacer una
gran cantidad de conductas de seguridad.
Este repertorio de evitaciones por miedo a sufrir ataques de pánico en lugares donde
la persona cree que será demasiado embarazoso, no podrá escapar o tener ayuda, es
lo que llamamos agorafobia.
Por tanto, en el trastorno de pánico resulta también esencial el factor cognitivo: los
pensamientos catastrofistas cuando la persona nota sus síntomas y las creencias
que se van haciendo cada vez más estables. Algunas creencias propias del trastorno
de pánico son:
_ Mi corazón no podría soportar demasiada ansiedad.
_ Si siento un pinchazo en el pecho, me dará un ataque al corazón.
_ Si siento un pinchazo en la cabeza, puede darme un derrame cerebral.
_ Si no tomo un tranquilizante cuando noto sensaciones de pánico, me moriré o tendré
un
ataque al corazón.
_ Puedo morir durante una crisis.
_ Me voy a morir.
_ Debo estar pendiente de cualquier sensación que note, para prevenir los ataques de
pánico.
_ Si tengo un ataque de pánico mientras estoy llevando a cabo una actividad, es muy
probable que vuelva a tenerlo si vuelvo a emprender la misma actividad.
_ Si noto un poco de ansiedad, significa que voy a tener un ataque de pánico.
_ Mis emociones pueden llegar a ser tan intensas que no pueda soportarlas.
_ Mis ataques están causados por alejarme de casa o de un lugar seguro.
_ Debo tener cerca, en todo momento, los objetos o personas que me ayudan a
sentirme seguro, porque de no ser así, podría ocurrirme algo terrible.
_ Etc.

3. Explicación fisiológica realista de las sensaciones temidas


_ Taquicardia, palpitaciones. Cuando estamos en peligro, real o imaginario, el
corazón trabaja con mayor fuerza y rapidez para enviar más sangre a las zonas
implicadas en la respuesta de alarma, para que puedan funcionar mejor, eliminar
mejor las toxinas, etc.
_ Falta de aire. Aumento de oxígeno en la sangre debido a la hiperventilación (lo
contrario a asfixia).
_ Calor, sofoco, sudor, escalofríos Aumento de la temperatura en las zonas más
vitales y puesta en marcha del sistema de enfriamiento de nuestro organismo (sudor)
_ Opresión, dolor o pinchazos en el pecho, dolor en brazo izquierdo. Tensión
de los músculos intercostales debida a la hiperventilación o a mantener los pulmones
demasiado llenos. Contracturas en cervicales o dorsales que irradian el dolor a esas
zonas. Posturas corporales incorrectas habituales.
_ Temblor, pinchazos, parestesias. Tensión muscular excesiva.
_ Mareo. Tensión de cervicales que disminuye el aporte de sangre a la cabeza. Efectos
diversos de la hiperventilación. Hipotensión de etiología diversa (p. ej., efecto
secundario de la medicación).
_ Hormigueo en las extremidades, pérdida de sensibilidad, palidez. La afluencia
de sangre es mayor en los lugares donde puede ser más necesaria, dejando al resto
del cuerpo con un riego menor. Así, si fueses herido serías menos propenso a
desangrarte.
_ Percibir las cosas de forma extraña. ver “lucecitas”, etc. Disminución de
oxígeno en ciertas zonas del cerebro debida a la hiperventilación. Dilatación de las
pupilas que aumenta la visión periférica, facilitando así la percepción de posibles
peligros.

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