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Tarea 8. Racionalidad Animal.

Pedro Pablo Calvo Navarrete.


Seminario de Filosofía Medieval.

El autor de la tesis parte del presupuesto del que han partido la mayor parte, si no es que todos,
los filósofos de la Edad Media respecto a la distinción entre animales humanos y animales no-
humanos, según dicho presupuesto el ser humano se distingue del resto de los animales en
virtud de su capacidad intelectual o racional, esta capacidad es lo que da lugar a lo que se ha
denominado “la diferencia antropológica” (p. 36) Ahora bien, cabe dejar en claro que, salvo
por la diferencia antes mencionada, el ser humano mantiene un estrecho vinculo con el resto
de los animales en virtud de su constitución corpórea e incluso psicológica-cognitiva, pues
ciertamente, hay una “continuidad” entre el ser humano y el resto de los animales a razón de
que ambos poseen capacidades cognitivas. Así pues, si existe un presupuesto ontologico o
antropologico respecto de la distinción del ser humano del resto de los animales, en virtud de
su capacidad intelectual o, en otras palabras: si la capacidad racional representa la “diferencia
especifica” en virtud de la cual el ser humano se distingue del resto de los animales; entonces
cabria preguntarse ¿cual es la naturaleza propia de esa capacidad racional e intelectual? o en
palabras de Oelze: “¿cuales son las operaciones especificas de un alma racional?”(p. 37).
Cabe precisar que para Oelze resulta no de poca relevancia la distinción entre intelecto y razón,
pues pareciera ser que ambos refieren capacidades distintas, de otra manera resultaría un tanto
absurdo seguir mencionando frases tales como “el intelecto y la razón” puesto que ambos serian
lo mismo al no referir a capacidades distintas. De esta manera, siguiendo a Tomas de Aquino,
se puede establecer una jerarquía respecto a las capacidades cognitivas. Dicha jerarquía se
formularia de la siguiente manera:
a) Sentidos externos
b) Sentidos internos
c) Razón
d) Intelecto
Si bien para De Aquino el intelecto y la razón no son potencias separadas ello no obsta a que
ambas difieran en ciertos aspectos. Ahora bien, el intelecto permite aprehender una verdad
inteligible en si misma, mientras que la razón - según De Aquino - procede de manera paulatina
de un objeto inteligible a otro, con vistas a conocer una verdad inteligible. Así pues, puede
pensarse el acto de inteligir como una aprehensión espontanea, mientras que el acto de razonar
estaría esencialmente caracterizado como un proceso paulatino que lleva, a partir de la
consideración de ciertas premisas, hacia una conclusión. Esta distinción ciertamente recuerda
a aquella que expone Platón en el símil de la línea al final de libro VI de la Republica, dicha
distinción deriva en aquello que el mismo Platón denominaba Noesis y Dianoia. La primera
resulta ser la capacidad cognitiva que permite aprehender los eidos o ideas en si mismas,
mientras que la segunda representa aquella capacidad orientada al análisis de las entidades
matemáticas, es decir, la aritmética y la geometría.
En todo caso y a efectos de un análisis acerca de la racionalidad animal, resulta necesario
adscribir todas aquellas capacidades, facultades u operaciones propias de un alma intelectiva o
racional. Según Oelze estás operaciones propias de un alma racional-intelectiva son tres:
a) Cognición o formación de conceptos universales.
b) Formulación de juicios.
c) Razonamiento.
La primera capacidad o facultad puede ser denominada como “aprehensión de la quiddidad”(p.
39), esta capacidad, a diferencia de la aprehensión sensorial e incluso de la memoria o la
imaginación, tiene por objeto, no un particular como en el caso de la percepción sensorial, la
memoria o la imaginación, sino mas bien un universal inteligible. La aprehensión de una
quiddidad refiere a la capacidad de abstraer los rasgos universales de un determinado ente de
toda condición material o temporal, de ello se deriva el hecho de que una quiddidad pueda ser
aplicada a múltiples entes que cuenten con los mismos rasgos esenciales independientemente
del contexto en el cual se encuentre dicho ente. Los rasgos “esenciales” a los que me refiero,
son todas aquellas notas sin las cuales un ente es lo que es; apelando al ejemplo de Oelze (p.
41) la quiddidad de una rosa no incluye el color rojo puesto que las rosas tienden a ser de varios
colores, en cambio la quiddidad de una rosa si incluye en sí misma los pétalos, pues sabemos
que una rosa deja de ser tal en el momento en que prescinde de ellos. Cabe precisar que la
abstracción representa una capacidad cognitiva que va más allá de la mera cognición sensorial,
sin embargo, la formación de conceptos depende de la cognición sensorial puesto que está
última aporta el contenido que se requiere para la formulación de conceptos. Una vez precisada
la primer facultad propia del intelecto o razón, puede abordarse la segunda; a saber: la división
y composición de dichos conceptos, o en otras palabras, la formación de proposiciones o
juicios; de la misma manera, el proceso de razonamiento mediante el cual se formulan
silogismos representa una forma de combinar los juicios (en este caso, premisas) con vistas a
inferir una determinada conclusión. Entonces, debe recordarse que estas tres capacidades o
actos cognitivos son llevados a cabo mediante las facultades propias del intelecto y la razón,
teniendo en consideración que se requieren datos empíricos proporcionados por la cognición
sensorial, para poder llegar a formar conceptos.
Ahora bien, ya ha quedado manifiesto el hecho de que la capacidad intelectiva y racional está
estrechamente vinculada con la universalidad de los conceptos; sin embargo, resulta necesario
todavía precisar que ambas capacidades pueden ser concebidas como inmateriales; ello se debe
a que el intelecto parece no tener, al menos en una primera aproximación, un órgano propio,
tal como la cognición sensorial respecto de los sentidos corporales. De ahí que se diga que el
intelecto representa una potencia inmaterial y que como tal, no es sino la condición de
posibilidad de la formulación de conceptos, juicios o silogismos, pues estos son, esencialmente,
abstracciones de las condiciones materiales del mundo.
Así pues, la característica de la inmaterialidad del intelecto posibilita inferir el rasgo de
inmortalidad, tal como se entiende desde la doctrina cristiana. Puesto que resulta del todo
evidente que la inmaterialidad se contrapone a la materialidad propia del cuerpo, puede
deducirse que una vez que ha desaparecido éste, aquella persiste.
De esta manera, la diferencia específica que hace al ser humano ser lo que, supuestamente, es
deriva en diversos niveles sobre los cuales el ser humano se distingue de otros animales. Dicho
distinción no se reduce, pues, solo al nivel de las capacidades (en el ser humano, racional e
intelectual; en el resto de los animales, simplemente sensorial) sino también, si se me permite
decirlo a nivel ontologico. Entonces, a partir de la distinción no-humano / humano, se derivan
distinciones tales como: material / inmaterial, particular / universal, mortal / inmortal. Es
preciso aclarar que la naturaleza del ser humano oscila entre las dos instancias propuestas, lo
que hace que el ser humano se conciba a sí mismo como un ente de la creación muy peculiar.
Concedido lo anterior puede pensarse que, en efecto, existe una diferencia esencial entre los
animales humanos y los no humanos; sin embargo, Oelze argumenta que, de hecho, no es así,
pues resulta evidente que algunos animales no-humanos muestran ciertos comportamientos que
parecen implicar ciertos procesos de inferencia, o en otras palabras: ciertos procesos de
razonamiento, estos procesos supondrían una capacidad o facultad racional en virtud de la cual,
puedan llevarse a cabo de manera efectiva. Así pues, dichos comportamientos ponen de
manifiesto aquello que Oelze llama “áreas grises” (p. 54); esto es, caracteres en el
comportamiento de ciertos animales no-humanos que parecen difuminar las fronteras entre la
capacidad cognitiva de animales no-humanos y animales humanos.
Quizás el contraargumento más significativo respecto de la tesis de Oelze resida en la
afirmación de que, si bien un animal no-humano puede exhibir un cierto comportamiento que
parezca requerir de un proceso racional, de ello no se sigue que en, de hecho, dicho
comportamiento este basado en un proceso de razonamiento, pues bien podría ser el efecto,
más bien, de un mero proceso de asociación o de un instinto primitivo. Sin embargo, este
argumento deriva en la cuestión acerca de que tipo de comportamientos requieren de un proceso
de razonamiento.
Todo lo anterior no suprime la cuestión acerca de los límites que se han presupuesto entre la
naturaleza de los animales humanos y los animales no-humanos.

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