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La Prueba del Espíritu.

Cuentan las leyendas que entre el siglo X y comienzos del posterior, en plena Edad Media, nace en
Covetry, Inglaterra, una mujer cuyo nombre será el de Godiva, Lady Godiva. Godiva quiere decir
regalo de Dios.

Tremendamente bella, se desposó con Leofric, Conde de Chester y Mercia, quien, cuenta la historia,
gozaba de mala fama entre sus súbditos, ya que no tenía miramientos en exprimirlos
impositivamente de forma ruin. Ella, compadecida y llena de honor, pide al marido bajar los
impuestos. Leofric, como todo esposo feudal generoso y bien dispuesto, no puede evitar burlarse
de ella. La reta a salir en caballo, desnuda y como Dios la regaló al Mundo, en un paseo por el pueblo.
Y si cumple con semejante humillación, él accederá a librar a los habitantes de Coventry de su abuso.

Al medio día, un solemne y blanco caballo surca la plaza principal. En su lomo lleva a una hermosura
solitaria, desnuda como una hoja tirada al viento. Ella ha aceptado el desafío, sin miedo. En la
mañana, se desprendió de sus largas túnicas, se bañó y soltó su larga melena salvaje. Antes, en la
noche, mandó mensajeros al pueblo, pidiendo a todos que se quedaran en casa por un día, sin mirar
afuera. Pero como siempre debe acontecer en el Kaliyuga, la sacralidad de lo divino se ve ensuciada.
La carne es débil y la Señora muy bella. Hay uno que mira, un sastre llamado Tom. La historia lo
recordará como “Peeping Tom”, el fisgón, quien, por su crimen contra la Pureza, queda ciego en el
acto.

Leofric, herido en su más profundo orgullo, cumple con su promesa, sin embargo, librando a los
pobladores de Coventry de la tiranía y el sufrimiento. Godiva pasará sus años restantes practicando
la caridad y siendo recordada por todos como una Dama Santa.

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Lady Godiva representa a la Mujer Espiritual encarnada, a la Dama Kalybur, a la Sacerdotisa de la


Atlántida. Los viryas han sido escarnecidos, abusados por el poder de un Señor nefasto llamado
Pasión. Sólo ella, desde su magnífico sacrificio (como la Princesa Isa), podrá traer nuevamente solaz
de la Verdadera Lux a sus corazones. Pero tal acto de Lealtad supone vencer la Materia. Peeping
Tom, el representante del pasú y del virya perdido, cae en la tentación. Ha despreciado el espíritu
de ella por conformarse con su cuerpo. Quedará ciego, es decir, herido, ya no podrá “ver con el ojo
interno” las realidades trascendentes; como Anfortas, deberá esperar la curación.

Serrano nos dice esto sobre el Cuerpo de la Mujer Absoluta:


“Dejó caer su túnica roja. Y quedó desnuda, mientras las llamas la envolvían con reflejos incapaces
sin embargo de revestir su desnudez absoluta.

El perfume integral de la mujer le alcanza, como hálito emanado de un universo preservado


únicamente para él. Todo un continente para explorar, con sus mares, sus colinas, sus sombras, sus
secretos. Y ahora recuerda cuando, en la espalda de la luz, en la contemplación primera, el guerrero
sucumbió, dando comienzo a las infinitas rondas.

La llevó al lecho de ramas, junto al fuego. Desenvainó su espada y la colocó entre ambos. Ella
extendió un brazo por sobre el acero y le estrechó la mano.”

Ella es un regalo del Incognocible, el más terrible y hermoso. Para la Vía Derecha es imprescindible
contar con una Dama. Pues es la clave de la Victoria: la Prueba del Espíritu. No hay mejor ayuda para
el pecador que ponerle el pecado en frente, no hay mejor remedio para el alcohólico que ponerle
el veneno al alcance de sus manos. Para que éste venza por sí mismo, sin huir, con la espada en la
mano y la Minne fría en el pecho. Nimrod nos dice:

“Hay que imaginarse esta escena. El cerco de Fresnos del Bosque Sagrado formando el claro y en su
centro, enormes e imponentes, el Manzano de Tharsis y la estatua de la Diosa Pyrena. Y sentados
frente al Rostro de la Diosa, en una posición que exalta aún más el tamaño colosal y la turbadora
Cabellera serpentina, los Elegidos, con la mirada fija y el corazón ansioso, aguardando Su
Manifestación, la llamada personal que abre las puertas de la Prueba del Fuego Frío. Desde lo alto,
la Diosa Ioa derrama torrentes de luz plateada sobre aquel cuadro. De pronto, procedentes del
Bosque cercano, un grupo de bellísimas bailarinas se interpone entre los Elegidos y la Diosa Pyrena:
traen el cuerpo desnudo de vestidos y sólo llevan objetos ornamentales, pulseras y anillos en manos
y pies, collares y cintos de colores, aros de largos colgantes, cintas y apretadores en la frente, que
dejan caer libremente el largo cabello. Vienen brincando al ritmo de una siringa y no se detienen en
ningún momento sino que de inmediato se entregan a una danza frenética. Previamente, han
practicado la libación ritual de un néctar afrodisíaco y por eso sus ojos están brillantes de deseo y
sus gestos son insinuantes y lascivos: las caderas y los vientres se mueven sin cesar y pueden ser
vistos, a cada instante, en mil posiciones diferentes; los pechos firmes se agitan como palomas al
vuelo y las bocas húmedas se abren anhelantes; toda la danza es una irresistible invitación a los
placeres del amor carnal.

Desde luego, el erotismo desplegado por las bailarinas tenía por objeto excitar sexualmente a los
Elegidos, encender en ellos el Fuego Caliente de la pasión animal. Aquel baile era una supervivencia
del antiguo Culto del Fuego y su culminación, en otras Épocas, hubiese derivado en una
desenfrenada orgía. Pero la Reforma del Fuego Frío había cambiado las cosas y ahora se prohibía el
ayuntamiento ritual y se exigía, en cambio, que los Elegidos experimentasen el Fuego Caliente en el
corazón. Si algún Elegido carecía de fuerzas para rechazar el convite de las danzarinas podría unirse
a ellas y gozar de un deleite jamás imaginado, mas eso no lo salvaría de la muerte pues luego sería
asesinado en castigo por su debilidad. La actitud exigida a los Elegidos requería que permaneciesen
inmutables hasta la conclusión de la danza, manteniendo la vista fija en el Rostro de la Diosa.”

¡La Dama Kalybur es la Diosa Pyrena y la bailarina en una junta! Oh, Dama fermosa y espiritual, no
reniegues de tu cuerpo, que es un regalo de los Siddhas, para que prodigues tentación y Victoria.
Que, por la virtud de tu espíritu, todo lo tuyo es celeste. Oh, Virya de la Sangre Pura, no te contentes
con la carne, ni aún con la más blanca y plateada, que detrás se encuentra un tesoro mil veces más
precioso, su espíritu, que es también el TUYO. Trasciende las formas, encuentra la Muerte increada
detrás de la Belleza, y hallarás la esencia del Amort.

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