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“LA NOCHE QUE JAMÁS EXISTIÓ”

Obra un acto

Con frases, sonetos, poemas y fragmentos de obras

de William Shakespeare

Y una noche el unicornio soñó que era real…

- En el 450 aniversario del nacimiento de Shakespeare -

PREMIO NACIONAL DE DRAMATURGIA “EMILIO CARBALLIDO” 2014


La noche que jamás existió Humberto Robles

Prólogo

Dentro de los géneros literarios es en el teatro donde se puede apreciar más claramente
la puesta en cuestión de la identidad personal. En primer lugar, por el desdoblamiento
de personalidad que conlleva la dupla actor-persona, papel-sustento del papel. ¿Cuál es
el punto de equilibrio entre el actor, de carne y hueso, y el personaje que debe
representar?, ¿hasta dónde debe sumergirse en el papel del personaje sin ser absorbido
por él?, en definitiva ¿cómo compaginar dos presencias en una sola persona? A esta
complejidad se suma el propio ser del personaje; no cabe duda de que en la novela, por
ejemplo, la coexistencia de varias personalidades en una persona es frecuente, siendo su
caso extremo el dr. Jekyll y mr. Hyde, pero es en los personajes teatrales donde quedan
más palmariamente expuestas esas escisiones. Dos ejemplos griegos: Ayax rendido a las
temibles fuerzas desquiciantes de la hybris, Edipo a los oscuros designios del destino.

Esta obra, La noche que jamás existió. Obra en un acto de Humberto Robles de León,
tiene la virtud de plantear esa misma cuestión, pero desde la ligereza de la comedia de
enredo. Bajo la apariencia de una festiva obra de Shakespeare, con diálogos
entresacados de varias obras del dramaturgo inglés, consigue el autor una atmósfera
tensa y leve de grave y chispeante belleza. La reina Isabel de Inglaterra, una mujer
imbuida de la conciencia de ser una persona entregada al Estado, quiere saber qué es el
amor; para ello, le propone a su poeta favorito que durante una noche la instruya en las
artes amatorias. Así es como, si de un juego de seducción se tratara, van entretejiendo
un mosaico lúdico en el que se intercambian papeles de hombre y de mujer
indistintamente hasta llegar a un delicado, sutil y arriesgado límite en el que ya no se
sabe qué identidad tiene uno y otra. Al amanecer, un filtro de propiedades mágicas
administrado por la reina a Shakespeare hará que el dramaturgo al mismo tiempo que se
duerme olvide toda la comedia.

La inteligente maestría de Humberto Robles consigue en esta obra de una forma en


apariencia frívola enlazar con la milenaria tradición teatral, atravesada por el pasmo y el
vertiginoso atractivo de descubrirse otro; no otro fue el sentimiento de Alonso Quijano
cuando se vio a sí mismo en la obligación de convertirse en caballero andante. De
descubrir que uno encubre y vela muchos ocultos yoes que en un momento dado pueden
emerger en una danza de ruptura de papeles asignados por la sociedad, por la historia,
por la propia vida de cada uno, por inveterados hábitos sociales que en el juguetón fluir
de un enredo acaban provocando el quiebre de ese pretendido yo único, que no es más
que un personaje, haciendo añicos la engañosa identidad con la que carga a costa ajena
y propia. A la memoria nos viene la exclamación del endemoniado cuando le preguntan
quién es, ‘soy legión’, se le oye decir cuando se va despeñando; de eso nos previene el
celoso dios que estima sobre todas las cosas la unidad del alma.

Juan Álvarez Cienfieguegos Fidalgo


Doctor en Filosofía

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La noche que jamás existió Humberto Robles

Personajes:

William – 36 años

Elizabeth – 67 años

La acción transcurre en una noche de verano de 1600. La primera escena

sucede en un salón de la corte y el resto en los aposentos de la reina Elizabeth

I1.

Los personajes pueden ser interpretados por un hombre y una mujer en

cualquiera de los personajes indistintamente; también por dos hombres o por

dos mujeres; para lo que se quiere decir, el resultado es el mismo.

Otra sugerencia es hacer dos elencos (que en realidad serían cuatro): una

actriz y un actor veteranos que interpreten a Elizabeth I, y una actriz y un actor

adultos-jóvenes que interpreten a William. De esta forma se harían cuatro

versiones de la obra interpretadas por Elizabeth-actriz y William-actor,

Elizabeth-actor y William-actriz, Elizabeth-actriz y William-actriz, y finalmente

Elizabeth-actor y William-actor. Sería un efecto múltiple de travestismo actoral,

semejante al teatro shakesperiano, y el público podría asistir a cualquiera de

las cuatro versiones. Una vez más: para lo que se quiere decir, el resultado es

el mismo.

Notas:

1.- Salvo en los pies de página que indican otros autores, todas las citas

corresponden a obras de William Shakespeare.

2.- Me tomé la libertad de incluir varias obras que fueron escritas por

Shakespeare posteriores a la muerte de Elizabeth I.

1
En cualquier representación debe respetarse la época en la que transcurre esta obra

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La noche que jamás existió Humberto Robles

ACTO ÚNICO

Oscuro. Efecto de viento, relámpagos y truenos.

Voz William: La vida es una historia contada por un idiota, una historia llena de

estruendo y furia, que nada significa2.

Música isabelina. Escena en la corte. Se ilumina el escenario y está William,

con el vestuario y en el papel de “Próspero” en La Tempestad:

William: “… Nuestras diversiones han dado fin. Estos actores, como había

previsto, eran todos espíritus y se han disipado en el aire, en el interior del aire

impalpable; y a semejanza del edificio sin cimientos de esta visión, las altas

torres cuyas crestas tocan las nubes, los suntuosos palacios, los solemnes

templos, hasta el inmenso Globo, sí, y cuanto en él posa, se disolverán y, lo

mismo que la diversión insustancial que termina por desaparecer, no quedará

rastro de ello. Estamos hechos de la misma materia que los sueños y nuestra

pequeña vida termina durmiendo3”.

William hace una reverencia teatral. Escuchamos aplausos; es Elizabeth, quien

aplaude, entrando majestuosamente. Ella va hasta el escenario y mira a la

audiencia; eleva su mano para tomar el brazo de William, quien se lo ofrece

solícito. Ambos miran al público durante unos instantes, satisfechos. Luego

salen por entre el público. Oscuro. Música.

Se ilumina el escenario y nos encontramos en los aposentos de la reina, donde

debe haber una especie de diván o sofá de la época, un sillón, un baúl,

candelabros de mesa y de pie con velas encendidas, y un mueble de madera

tallado con puertas que tiene encima una jarra de vino y dos copas. Sobre una

pequeña mesa hay un candelabro con velas y unos folios. Al fondo hay un

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Macbeth
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La Tempestad

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La noche que jamás existió Humberto Robles

gobelino con la imagen de un unicornio y un león; en el piso una espléndida

alfombra. Después de unos instantes entra Elizabeth al escenario y la música

va diluyéndose.

Elizabeth: ¡Bravo, maese Shakespeare...! ¡Sois digno depositario de los

aplausos que el público os prodiga...! Creedme, no suelo ser de aquellos seres

que derrochan cumplidos... Por eso puedo deciros, ¡qué precisión en el

lenguaje, cuán atinadas metáforas; cuántas imágenes llenas de belleza y

cuántas de horror: desde el oso de Rusia hasta el tigre de Hircania4...! Pero por

encima de todo: qué gran conocimiento del alma humana... Espero que no

caigáis en el pecado de la soberbia por lo que voy a deciros, pero... me parece

que si dios no hubiese creado al hombre, vos habríais sido el inventor de lo

humano.

Entra William con otro vestuario, de negro preferentemente.

William: Os agradezco vuestras palabras, majestad, pero más que nada,

aprecio que os haya gustado la pieza de este, vuestro humilde y fiel súbdito.

Elizabeth: Satisfizo todas mis expectativas... Y debo deciros que a estas alturas

no es fácil complacer a la reina, no... Os felicito, William, sois el más grande

escritor del reino, delicia, alma y maravilla de su siglo, señor de la escena,

Plauto y Séneca de Inglaterra.

William: Muchas gracias, su alteza. Mi corazón está siempre a vuestro servicio.

Elizabeth: Dejad esta noche el ceremonial a un lado, basta de protocolos y

venid a compartir conmigo este vino antes de que os revele por qué os he

hecho venir… Porque supongo que estaréis intrigado por esta poco habitual

invitación a los aposentos reales.

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Mencionados en Macbeth

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La noche que jamás existió Humberto Robles

William: Así es… aunque debéis saber que lo que me solicite mi soberana es

un mandato para mí.

Ella va al mueble y sirve dos copas de vino. Toma una y le tiende la otra a él.

William: ¡A vuestra salud, su graciosa majestad Gloriana!

Elizabeth: No, querido Will, a la vuestra... Esta noche os pertenece… Por

mandato real, ¡esta noche es vuestra!

William: Siendo así, os lo agradezco.

Elizabeth: ¡Salud por vos, Bardo de Avon!

Ambos beben.

Elizabeth: Probablemente sea una desgracia que las mujeres tengan prohibido

actuar en los escenarios y haya necesidad de emplear a jóvenes imberbes para

representar los papeles femeninos.

William: Es lo que dispone la ley... Va contra la moral.

Elizabeth: Indiscutiblemente... Pero a veces, al presenciar vuestras obras,

pienso que quizás yo hubiese tenido talento para tal divertimento.

William: Al igual que vos, opino que os hubieseis desempeñado muy bien en el

oficio del teatro.

Elizabeth: ¿Os lo parece? ¿Por qué lo decís?

William: Sois poseedora de un elevado donaire, además de una presencia que

atrae de inmediato las miradas de quienes os rodean... Sois dueña de una voz

muy grata… Mostráis sobrada destreza al colocar el énfasis en lo que deseáis

destacar... Conocéis el poder que genera una pausa, tan dramática como el

peso de la palabra... Vuestros movimientos, tan gráciles y femeninos, van

siempre de acuerdo con la emoción correspondiente.

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La noche que jamás existió Humberto Robles

Elizabeth: Por lo que decís, quizás entonces el comportamiento de un soberano

debe poseer una buena dosis de histrionismo. (Ríe) Os confieso que más de

una vez he tenido que actuar frente a algún embajador, noble o vasallo.

William: Entonces, eso confirma que habríais sido muy buena actriz.

Elizabeth: Cosa imposible, querido Will, cosa imposible... porque una actriz es

una mujer... y yo... Yo no soy una mujer.

William: ¿...?

Elizabeth: ¡Yo soy la reina…! Una reina no es una mujer, una reina no tiene

sexo... Un monarca es el estado, el reino... ¡Yo soy Inglaterra...! (Se toca el

pecho) Aquí no late un corazón femenino… aquí late un corazón de león... La

sangre de los Tudor corre por mis venas... (Toma unos folios) Si me gustan

vuestras obras, es porque reflejan lo más recóndito del alma humana... (Toma

uno de los folios) Cuando las leo, he de releerlas y cuando lo hago, siempre

hago sorprendentes hallazgos… (Lee en el folio) “¡Morir… dormir; no más! ¡Y

pensar que con un sueño damos fin al pesar del corazón y a los mil naturales

conflictos que constituyen la herencia de la carne! ¡He aquí un término

devotamente apetecible! ¡Morir… dormir! ¡Dormir! ¡Tal vez soñar…5!” (Deja el

folio) Incluso he de deciros que he aprendido algunos de vuestros diálogos.

William: Me halagáis… Me honra saberlo.

Elizabeth (actúa y dice de memoria): “¿Es una daga eso que veo ante mí, con

el mango hacia mi mano…? ¡Ven, para empuñarte! ¡No te siento, y, sin

embargo, te veo siempre…! ¿No eres tú, visión fatal, perceptible al tacto como

a la vista? ¿O no eres sino una daga del pensamiento, falsa creación de un

cerebro delirante…6?”

5
Hamlet
6
Macbeth

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La noche que jamás existió Humberto Robles

Él aplaude y hace una reverencia.

Elizabeth: Vuestros textos me agradan porque están impregnados de magia…

de misterio... Suelen aparecer en ellos brujas, espectros y seres fabulosos.

William: Recursos poéticos, majestad… Personajes surgidos de antiguas

leyendas o extraídos de la mitología… Solamente pretextos para contar

historias y con ellas mostrar en escena las pasiones que arden en las almas de

hombres y mujeres… nada más.

Elizabeth: ¿Sabéis que a mí me visitan algunos espíritus…? En estos

aposentos, acompañado de truenos y relámpagos, se ha presentado el

fantasma de mi amado padre, el gran rey Enrique... En noches de bruma y

niebla, también se ha aparecido –clamando venganza- el espectro de mi

infortunada madre, Ana Bolena... Y una vez, solo una, creí haber visto reflejada

en el espejo el alma errante de mi prima María Estuardo... Cosa curiosa,

porque, ¿sabéis?, ella y yo nunca nos conocimos... Apenas nos vimos en unos

cuantos retratos… Tal vez deberíais escribir sobre ello... ¿No os parecen

argumentos adecuados para alguna de vuestras obras?

William: Si vos lo mandáis, yo obedeceré y tendréis pronto una pieza teatral.

¡Fijad una fecha para la entrega!

Elizabeth: Me parece que os precipitáis un poco, maese... Temas así podrían

provocar un gran predicamento... A vos, más que a nadie, por supuesto.

William: He escrito obras en dos semanas, majestad.

Elizabeth: No me refiero al tiempo, inmisericorde tirano que ni el más blanco de

los maquillajes puede disimular... Hablo de la historia, de los personajes...

Pensad por ejemplo en una obra sobre mis padres... ¿Quién sería el virtuoso...

quién el deshonesto? ¿El rey Enrique...? ¿La reina Ana...? ¿A favor de quién

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La noche que jamás existió Humberto Robles

se inclinaría la balanza de la justicia…? ¿Os dais cuenta? Inevitablemente

tendríais que tomar partido por uno u otra, y no sé si vuestra elección sea veraz

a lo acontecido y, más que nada, que complazca las expectativas de vuestra

soberana... ¿En quién recaería la infamia: en la reina acusada de incesto,

adulterio y traición...? ¿O en el rey que a su consorte manda decapitar por esos

presuntos delitos?

William: Reconozco que no sería labor fácil.

Elizabeth: Nada imposible para un escritor de vuestra talla... Pero no temáis, no

os pondré en tal predicamento... Nada debe desatar la ira de Inglaterra…

(Pausa) Incluso podría haceros un encargo semejante o aún más difícil… (Tras

pausa) Pensad en la historia de dos primas, ambas monarcas, las cuales

nunca estuvieron frente a frente... Una es reina de Inglaterra e Irlanda, la otra lo

fue de Francia y luego solo de Escocia, aunque usurpa el título de reina de

Inglaterra... Las dos son contrincantes naturales puesto que una representa a

la iglesia anglicana y la otra es una fervorosa católica... La soberana inglesa le

da refugio a la soberana escocesa y al cabo de un tiempo, la primera es

informada de que su huésped intriga contra ella para apoderarse de su trono,

su cetro y su corona... Infortunadamente para la reina católica, existen cartas y

pruebas que así lo confirman... A su pesar, la soberana en peligro se ve

obligada a dar la orden de que su prima sea juzgada y ejecutada... A vuestro

juicio, ¿cuál de las dos obró mal?

William: Espero no contrariaros con mi respuesta, mucho menos desatar

vuestra cólera… pero a mi parecer no es de buena estirpe conspirar contra

quien os ha dado protección.

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La noche que jamás existió Humberto Robles

Elizabeth: ¿Sabéis que se dice que no bastó un golpe para cercenar la cabeza

de la desdichada María...? Me informaron que el verdugo tuvo que dar varios

golpes de hacha en el cuello de la infortunada... Además, dicen que al rodar la

cabeza real, cayó la peluca que ella solía usar.

William: La muerte es ese país desconocido del que no retorna ningún viajero7.

Elizabeth: Pero no hablemos esta noche de fallecimientos ni de trágicos

acontecimientos... ¡Celebremos la vida!

William: ¡Larga y venturosa sea para su majestad!

Alzan sus copas y beben. Ella se pasea. Tras pausa.

Elizabeth: Ahora os revelaré el porqué de esta inusual invitación a mis

habitaciones… Por supuesto que ha sido para alabar vuestro incomparable

ingenio... Sin temor a equivocarme, después de Marlowe, vos sois el mejor

escritor nacido en estas tierras... Es una desgracia que nuestro apreciado

Christopher haya sido asesinado en esa taberna.

William: Una pena irreparable… Pero hasta en la muerte de un pajarillo

interviene una providencia irresistible8.

Elizabeth: ¡Qué desventura morir tan joven y sin haber escrito todo cuanto

hubiese podido...! Pero, para mi enorme fortuna, existís vos.

William: Mi persona está a vuestras órdenes, su alteza.

Elizabeth: Debéis saber que llevo varios días con sus respectivas noches,

cavilando quién podría ser la persona adecuada para la empresa que tengo en

mente... El hombre que necesito para despejar... ciertas dudas sobre algunos

temas que desconozco y que han despertado un enorme interés en mí… Uno

en particular... Uno que equivale al sentido mismo de la existencia humana.

7
Hamlet
8
Ibid.

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La noche que jamás existió Humberto Robles

William: En todo lo que pueda ayudaros, solo tenéis que solicitármelo.

Elizabeth: Así lo haré, maese, no tengáis duda de ello… He pasado mucho

tiempo discurriendo quién poseería la capacidad para satisfacer el favor que

inquieta a la reina... Requeriría de un individuo con ciertos dones y atributos...

Antes que nada necesito de un excelente actor.

William: En vuestro reino existen muchos mejores que este vuestro obediente y

leal vasallo.

Elizabeth: Pero a la vez necesitaba de un gran poeta.

William: Que también los hay de sobra y excelentes.

Elizabeth: Vuestro exceso de modestia casi raya en altivez.

William: Perdonadme, no era mi intención.

Elizabeth: Busco a una persona que posea dotes para la interpretación y a la

vez para la oratoria... además de sensibilidad, fantasía, profundos

conocimientos y más que nada: que sea absolutamente discreto... Por todo

eso, vos, querido Will, sois el elegido.

William: Os lo agradezco humildemente, majestad.

Elizabeth: Pero os advierto: lo que esta noche suceda aquí, nadie puede

saberlo... Nadie debe estar enterado de lo que hoy acontezca... so pena de

sufrir tormentos dignos de la inquisición española... -En el nombre de dios, los

católicos han sido incomparablemente sanguinarios-.

William: Os prometo que de mis labios no saldrá palabra alguna de lo que esta

noche ocurra.

Elizabeth: Aunque ahora que pienso en ello, temo estar cometiendo un error…

Acudir a un actor puede conllevar un enorme riesgo; por costumbre, el histrión

es un maestro en el arte de la simulación... Sus herramientas naturales son la

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La noche que jamás existió Humberto Robles

máscara y el disfraz… y no es eso lo que deseo... No busco la recreación, sino

una fiel interpretación de la realidad.

William: La mímesis de la naturaleza… Lo tomaré en cuenta.

Elizabeth: Pero también el poeta tiene sus desventajas... Un escritor siempre

encontrará las frases y las palabras precisas para cautivarme... La retórica, la

metáfora y la alegoría son sus recursos naturales... Y no es eso lo que deseo...

Quiero que exprese la verdad sea cual sea esta, sea de mi agrado o no... Por

lo tanto tenéis que saber que no permitiré falsedades, artificios… ni exceso de

licencias poéticas.

William: Os lo prometo. De no ser así, que se me condene a la pena que creáis

conveniente.

Elizabeth: La Torre de Londres es célebre por sus tormentos y muy pocos

hemos logrado salir de ahí con vida … (Pausa) Vos habéis escrito sobre todos

los temas… Lo trágico, lo cómico, lo terrenal y lo sobrenatural, lo real y lo

fantástico brotan como manantial en vuestros textos... Conocéis los recovecos

más profundos de la compleja naturaleza humana... Pareciera como si vuestros

ojos y oídos todo lo supieran…como si se adentraran en lo más hondo de las

almas y de los corazones.

William: Mi conocimiento no es más que producto de abundantes lecturas y de

reflexiones propias derivadas de las mismas... Solo eso.

Elizabeth: Y reconocedlo, querido Will… una gran dosis de inspiración.

William: Melpómene y Talía han sido benévolas con este súbdito vuestro.

Elizabeth: ¡Invocad entonces a esas musas que han sido tan generosas con

vos!, porque ahora necesito de todo vuestro entendimiento, de toda vuestra

inteligencia para llevar a cabo la tarea que os he de pedir.

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La noche que jamás existió Humberto Robles

William: Contad con ello... ¿Qué es lo que me solicitáis?

Elizabeth: Un monarca lo sabe todo o tiene la obligación de saberlo. No debe

haber nada que a su conocimiento escape... Ha de estar al tanto del

comportamiento de sus ministros y consejeros... Las debilidades y vacilaciones

de sus damas de compañía... Los secretos que albergan sus caballeros... Un

soberano debe dominar al estado y a sus súbditos... Es por ello que debe

saberlo y conocerlo todo… Por lo mismo, hay algo que, por estar entregada en

cuerpo y espíritu a Inglaterra, desconozco… En toda mi vida lo ignoré y ahora,

a mi edad, es imposible conocerlo… Por eso decidme, maese William…

explicadme esta noche de verano... ¿Qué es el Amor?

William: ¿Majestad?

Elizabeth: Tal vez he sido poco clara... Antes que nada, William, os repito, yo

no soy una mujer... yo soy la reina. Como tal, no sé de Amores, sólo de

conspiraciones, batallas, decisiones... No conozco el Amor, ni pienso

conocerlo... De Amor nada he sabido y nunca lo sabré… Salvo el Amor de mi

padre que, a pesar de no haber nacido varón, me quiso a su manera…

También el de mi madre, quien en sueños clama vengar su muerte… Conozco

el Amor que me profesa el muy leal pueblo de Inglaterra... Pero no sé nada de

ese Amor que es el amanecer y el ocaso de todas las historias... No del Amor

que hay entre dos personas... Aquél por el que las doncellas suspiran y por el

que los gentiles hombres arriesgan su vida... Ese que cantan juglares y

trovadores... Decidme con vuestras palabras de poeta y representad con

vuestro arte de actor, ¿qué es eso que todos persiguen? ¿Qué es aquello que

todos desesperadamente anhelan? ¿Qué es eso que hombres y mujeres

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La noche que jamás existió Humberto Robles

ansían? ¿Qué es lo que no distingue y cual peste azota a nobles y plebeyos,

dioses y vestales, sátrapas y emperatrices?

William: El Amor es… ¡Es él mismo… inexplicable… indescifrable!

Elizabeth: ¿Acaso es más valioso que el oro que llevan los galeones

españoles? ¿Vale más que los tesoros de ultramar... que la gloria de derrotar a

la flota enemiga…? ¿Qué es eso que lleva a dos seres a entregarse en un

lecho para colmar aquello que no se palpa ni se mira…? ¿Cuál es ese

placentero suplicio, ese terrible deleite, ese sentimiento en el que sucumben

irremisiblemente los enamorados...? William, decidme, ¿qué es el Amor?

William: El Amor... ¡el Amor no tiene manera de ser descrito o explicado… no

son suficientes las palabras, majestad, no alcanzan para desvelar esa

emoción…! Solamente puede ser vivido… sentido.

Elizabeth: No hay manera de revelarlo para un simple mortal, pero sí para un

actor que a la vez es un poeta... Vos sois diestro en ambos oficios... Por lo

tanto, os ordeno que hoy olvidéis quién soy... Por esta única noche dejaré de

ser la reina... Sed un hidalgo y yo vuestra damisela... Seducidme...

Conquistadme... ¡Amadme esta noche!

William: Pero... ¿Así…? ¿Aquí?

Elizabeth: ¿Acaso necesitáis de un escenario para representar lo que os

solicito?

William: ¡Cualquier sitio puede ser un teatro…! Una calle, una plaza pública,

estos aposentos… Sólo hacen falta palabras e intérpretes… Lo demás son

simples complementos... Porque el mundo es un gran teatro, y los hombres y

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La noche que jamás existió Humberto Robles

mujeres son actores. Todos hacen sus entradas y sus mutis y diversos papeles

en la vida9.

Elizabeth: Entonces haced gala de vuestra destreza… Utilizad la cámara real y

todo cuanto hay en ella... Convertidme esta noche, por única ocasión, en una

mujer... ¿Y por qué no?, también en un varón.

William: ¿Cómo?

Elizabeth: A vos os gustan los juegos de identidades, el intercambio de

disfraces; es frecuente en vuestras obras... Así que también convertidme en

hombre y vos interpretad a una mujer... ¡Explicadme cómo aman los hombres y

cómo aman las mujeres! ¡Eso es lo que quiero descubrir esta noche! Haced

todo cuanto esté a vuestro alcance, Cisne de Avon, para expresar qué es el

Amor.

Él duda. Ella se le acerca.

Elizabeth: No temáis nada, querido Will... Cumpliré con lo dicho: esta noche

jamás existirá... Vos no diréis nada… y yo tampoco... Pase lo que pase, nadie

lo sabrá... Esta noche no habrá testigo alguno que pueda asentar algo en los

anales de la historia… Nos olvidaremos de las ceremonias, podréis hacer

todo... ¡Todo!, salvo tocarme... Tomando en cuenta dicha excepción, podéis

recurrir a todas vuestras técnicas para revelar ese misterio… Vamos, Will,

decidme lo que es el Amor.

William (tras pausa): Muy bien. (Se pasea) ¡Dioses, prestadme el lenguaje

florido de todos los idiomas sonoros10 para decir que el Amor consuela como el

resplandor del sol después de la lluvia…! ¡Oh, Amor poderoso!, que a veces

hace de una bestia un hombre, y otras, de un hombre una bestia… En primer

9
Como gustéis
10
Trabajos de Amor perdidos

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La noche que jamás existió Humberto Robles

lugar sabed que el Amor se nutre con la mirada... Con la mirada sensible, el

Amor sensible; con la mirada del alma, el Amor del alma... Las miradas

constituyen el alimento del espíritu y verde es el color de los enamorados... De

color verde mar es la mirada del Amor11… ¡Pero, mi señora, tened cuidado con

los celos! Es el monstruo de ojos verdes, que se divierte con la vianda que le

nutre12… Y los lamentos de una mujer celosa son un veneno más mortal que la

mordedura de un perro rabioso13… ¿Comprendéis?

Elizabeth: Entiendo… pero para hacerlo cabalmente, representad ante mí lo

dicho.

William: Decidme vos cómo hemos de empezar.

Elizabeth (va a un mueble y toma una baraja): Dejémoslo al azar… Sacad dos

cartas.

William saca una carta y la muestra.

Elizabeth: ¡Un rey! (Saca una carta y la muestra) ¡Y una reina…! La suerte

indica que debéis hablarme del Amor de un hombre hacia una mujer… Las

cartas nos dicen que vos seréis el caballero y yo la dama. (Ella deja la baraja)

William: ¡De acuerdo...! ¡Como gustéis! (Va a quitarse alguna prenda) ¿Puedo?

Elizabeth: ¡Haced todo lo que creáis conveniente, ya os lo dije…! Todos menos

tocarme.

William: A vuestro gusto.

Él se quita una prenda, queda en camisa blanca; camina por la habitación.

Música.

William: Veréis, milady… El Amor es una nube hecha con el vapor de los

suspiros. Si se calienta, brilla como el fuego en los ojos que aman; si se lo


11
Ibíd.
12
Otelo (en el original dice “mi señor” en lugar de “mi señora”)
13
La comedia de las equivocaciones

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La noche que jamás existió Humberto Robles

ataca, provoca un mar de lágrimas […] ¿Qué más es el Amor? Una locura

benigna, una amargura sofocante, una dulzura que da consuelo14… Sabed que

el Amor de los jóvenes no está en el corazón, sino en los ojos15… Y oír con los

ojos es una de las agudezas del Amor… El hombre ama de formas distintas y

todas estas maneras son llamadas Amor… Muchas veces tenemos por Amor lo

que es verdadera desgracia16… Hay Amores que alcanzan la cima de los

cielos, Amores afortunados… Hay otros, los infortunados, que matan a su

deseo cegados por un arrebato… He ahí el célebre moro de Venecia, quien era

naturalmente libre, y que creía que todos los hombres eran honestos… Pero

por la intriga y por un pañuelo, un hombre noble, cegado por los celos,

estranguló a su virtuosísima esposa, la hermosa y desdichada Desdémona.

Elizabeth: ¿Así que los celos acompañan al Amor?

William: Están unidos, inseparables como la sombra al cuerpo… Aunque

también debéis tomar en cuenta que no sentir celos es carecer de Amor17…

(Prosigue) Hay Amores cuya promesa de Amor es incumplida… Otros que

llevan a la locura o al suicidio… Hay los que conducen al crimen… Otros

equívocos y a veces cómicos, porque el Amor, como ciego que es, impide a los

amantes ver las divertidas tonterías que cometen18... Porque si no recordáis la

más ligera locura en que el Amor os hizo caer, es que no habéis amado19… El

Amor es una especie de camaleón que puede vivir del aire. Si es dulce el Amor

que se ha logrado conquistar, el que se ofrece sin ser solicitado es más dulce

14
Romeo y Julieta
15
Ibíd.
16
Macbeth
17
Cardenio; obra de teatro escrita en 1613 por John Fletcher y William Shakespeare
18
El mercader de Venecia
19
Como gustéis

17
La noche que jamás existió Humberto Robles

aún20… Debéis saber que la conciencia es la voz del alma; las pasiones, la del

cuerpo.

Elizabeth: ¿Entonces son insaciables el Amor y la pasión?

William: Siempre insatisfechos, se colman brevemente… Amar con mesura,

que así se conduce el verdadero Amor21... Y recordad que el Amor no prospera

en corazones que se amedrentan de las sombras22… (Se acerca y le susurra)

Soy en el mundo como una gota de agua que busca en el Océano a otra gota,

y no pudiendo encontrar allí su compañera, se pierde ella propia errante e

inadvertida23…

Ella suspira.

William: Pero basta de palabras, palabras, palabras24 y pasemos a la acción…

Para lograr cumplir con la tarea que me habéis encomendado, os pediré que

olvidéis todo lo que habéis aprendido, despojaos de las ideas previamente

concebidas, de lo que sabéis y creéis… Dejaros llevad por mi voz… Que ella

sea vuestra guía, y así convertíos en las aguas de un río que, inexorable, sigue

su cauce hasta el océano.

Elizabeth: Pondré toda mi voluntad.

William: ¡Excelente…! Veamos… ¡Nos situamos en la espléndida ciudad de

Venecia!

Elizabeth: ¡Maese, cualquiera sabe que nos encontramos en Londres!

William: Dejad a un lado la ilusoria realidad que se impone entre estas paredes

y ved mas allá… Recread con vuestra mente aquella ciudad... Recordad lo que

habéis conocido por libros y lo que os han narrado vuestros emisarios.

20
Noche de Epifanía
21
Romeo y Julieta
22
Ibíd.
23
La comedia de las equivocaciones
24
Hamlet

18
La noche que jamás existió Humberto Robles

Elizabeth: Trataré… No os prometo nada… pero lo intentaré.

William: Esforzaos, milady… (Señala, teatral) ¡Mirad, señora mía! ¿Los veis?

Elizabeth: ¿Qué?

William: ¡Allá se alzan los caballos de San Marcos bajo las cúpulas de aquella

incomparable basílica!

Elizabeth: ¿Dónde?

William (Señala): ¡Más allá se alcanza a ver el Puente de los Suspiros y el

Palacio Ducal!

Elizabeth: ¡No los veo!

William: ¡Imaginad…! (al oído de ella) El loco, el amante y el poeta son

imaginación pura25… (prosigue) Aquí vemos el gran canal con sus

embarcaciones serpenteando por el laberinto de callejones... ¡Escuchad!

Elizabeth: ¿Qué?

William: ¡En la plaza el aleteo de las palomas que emprenden el vuelo sobre

nuestras cabezas…! ¡Estamos en la República de Venecia!

Elizabeth: William... disculpad la interrupción... ¿pero por qué esa ciudad?

William: ¡Porque el Amor debió haber germinado ahí forzosamente, milady!

Elizabeth: Si vos lo decís... vos sois el poeta.

William: En Grecia se gestó… y en Venecia floreció.

Elizabeth: Creo que este ejercicio es más difícil de lo que sospechaba.

William: Intentadlo, milady… ¡Soltad las riendas de vuestra fantasía…!

Entrecerrad vuestros ojos… Rendíos al ensueño y tratad de mirar… Así como

la pluma del poeta produce formas de objetos desconocidos, la imaginación las

metamorfosea… ¿Ahora la veis…? ¡Frente a nosotros se eleva la magnífica

25
Sueño de una noche de verano

19
La noche que jamás existió Humberto Robles

ciudad…! Observad las embarcaciones arribando al puerto; los mercaderes

comprando especies y sedas de oriente; los moros negociando con los judíos;

las graciosas damas conducidas en sus literas; los saltimbanquis divirtiendo al

público mientras los gondoleros surcan los canales.

Elizabeth: Maese, ¿dónde y cómo podéis ver todo eso?

William: En mi mente, señora mía… Haced lo mismo… Esforzaos… ¿La veis?

¿Veis Venecia?

Elizabeth: No alcanzo a apreciarla nítidamente… aunque creo que alcanzo a

percibir algo de lo que me describís.

William: ¡Excelente…! Adentraos por la ciudad… Contempladla… ¡Venecia

está ahí frente a vos…! Es en ese lugar precisamente donde vive la joven

Cynthia.

Elizabeth: ¡Cynthia! ¿Quién es ella?

William: Sois vos… Vos seréis Cynthia.

Elizabeth: ¡Me agrada ese nombre! ¿Cómo es?

William: Tan bella como la belleza que persuade por sí misma los ojos de los

hombres26.

Elizabeth: Así que es hermosa.

William: ¡A fe mía que lo es...! Aunque a las que la fortuna hace bonitas, rara

vez las hace honestas, y a las que hace honestas, las hace bien poco

agraciadas27... Sabed también que la fealdad es menos horrible en un demonio

que en una mujer28… Mas éste no es el caso.

Elizabeth: Si yo soy Cynthia, ¿vos seréis…?

William: ¡Vuestro devoto enamorado!


26
Frase de Shakespeare
27
Como gustéis
28
Frase de Shakespeare

20
La noche que jamás existió Humberto Robles

Elizabeth: ¿El cual se llama...?

William: Orsino.

Elizabeth: ¡Ah! ¡Orsino!

William: Ahora imaginad... imaginad… imaginad… (Música) Un día -día

funesto-, el Amor -cuyo mes es siempre Mayo-, vio una flor de las más bellas

jugando en el aire caprichoso. A través de sus hojas aterciopeladas, la brisa,

invisible, abríase camino29… Jamás se ha deslizado exenta de borrascas la

corriente del Amor verdadero30… Figuraos que ese día se torna en noche de

luna llena, eterna cómplice silenciosa de los enamorados, donde Cynthia

espera en el jardín la cita por Orsino prometida.

Elizabeth: ¿Ambos han concertado un encuentro?

William: En un mensaje él le ha jurado que vendría a verla a la medianoche…

Pasan los segundos, pasan los minutos... Y ella se torna intranquila... ¿Vendrá

o no vendrá su amado...?

Elizabeth: ¿Es la impaciencia parte del Amor?

William: ¡Sí! La amada y el amante desesperan... Pero quieren creer y confían.

Elizabeth: ¿Cómo un creyente en el Señor?

William: ¡Con el mismo fervor y la misma devoción…! Se puede creer en el

Amor como si fuese una religión… Es nuestro cuerpo su templo y el que

amamos, nuestro dios… (Prosigue) Pasan los instantes y de pronto ella

escucha... (Calla)

Elizabeth (atenta, trata de escuchar): ¿Qué?

William: Estad atenta... ¿Escucháis unos pasos acerándose?

Elizabeth: No oigo nada, William.

29
Sonetos para diferentes aires de música
30
Sueño de una noche de verano

21
La noche que jamás existió Humberto Robles

William: ¡Tenéis que imaginar…! Oíd el roce de una tela en movimiento cada

vez más próximo.

Elizabeth: ¡Debe ser él! ¡Orsino!

William: Ella va al encuentro y descubre… (Calla)

Elizabeth (avanza y se frena): ¿Qué descubre?

William: Que quien se aproxima no es él… es ni más ni menos que su nodriza.

Elizabeth: ¿Cynthia tiene nodriza?

William: Como corresponde a su posición.

Elizabeth: Estáis en lo cierto.

William: Nuestra hermosa joven tiene una nodriza parlanchina y chismosa, algo

regordeta, ya entrada en años… Y en el pasillo, tras la puerta, aparece la

nodriza… (Él toma una capa e interpreta el papel a la nodriza, “toca a la puerta”

y finge la voz de ella) ¿Todo bien, cara mía? (Pausa. Él espera. Con gestos la

incita a contestar. Le dice en voz baja) Responded, Cynthia.

Elizabeth (titubea): Todo en orden, nodriza.

William (representa a la nodriza): Es cerca de medianoche; debéis acostaros,

mi querida niña.

Elizabeth: Es que yo espero a...

William (interrumpe): ¡Milady, debéis mentir!

Elizabeth: Faltar a la verdad es un pecado, maese.

William: No cuando es por Amor… Y mucho menos en el escenario… El teatro

es una suma de mentiras para poder decir un cúmulo de verdades.

Elizabeth: Entonces, ¿qué he de hacer?

22
La noche que jamás existió Humberto Robles

William: Debéis intentar que vuestra nodriza os deje a solas ya que no debe

tardar en llegar vuestro fiel amante. Recordad que la nodriza es muy locuaz y

podría decirle a alguien que vos estáis esperando a vuestro enamorado, lo cual

podría poner en riesgo vuestro encuentro.

Elizabeth: ¿Por qué?

William: Porque el padre de ella ha dispuesto con quién se ha de desposar… e

infortunadamente no se trata de Orsino.

Elizabeth: ¡Eso debisteis habérmelo notificado antes!

William: ¡Responded a vuestra nodriza!

Elizabeth: ¿Qué le digo?

William: Lo que diría Cynthia en tales circunstancias… ¡Improvisad!

Elizabeth: Nodriza, podéis retiraros… yo misma me acostaré cuando así me

apetezca.

William (representa a la nodriza): ¿Acaso no os vence el cansancio después de

una larga jornada…? ¿O es que esperáis a alguien?

Elizabeth: ¿Cómo lo sabe?

William: Sólo es una sospecha… La nodriza especula… Excusaros con ella,

milady. (La insta, susurrando) Deseo tomar un poco de aire…

Elizabeth (repite): Deseo tomar un poco del aire...

William (Susurra): Y embriagarme con el aroma de los jazmines…

Elizabeth (repite): Y embriagarme con el aroma de los jazmines.

William (representando a la nodriza): Habláis como lo hace una joven

enamorada.

Elizabeth: ¡Esta mujer tiene dones de hechicera! ¡Pareciera que leyese los

pensamientos de Cynthia!

23
La noche que jamás existió Humberto Robles

William: ¡Contestadle!

Elizabeth: ¿Qué puedo responder que no me delate?

William (la insta a responder): Sí, nodriza.

Elizabeth (repite): Sí, nodriza…

William: Enamorada del perfume que invade la noche… nada más.

Elizabeth (repite): Enamorada del perfume que invade la noche… nada más.

William (representa a la nodriza): Esta bien... Buenas noches, cara mía.

Elizabeth: Buenas noches, nodriza.

William (se quita y deja la capa): ¿Qué os ha parecido?

Elizabeth: Me habéis puesto sumamente intranquila instándome a idear

excusas.

William: Eso es parte de los vicisitudes del Amor... Pequeñas mentiras,

subterfugios, verdades a medias... En el Amor, como en el ajedrez, hay que

meditar, adelantarse a la jugada, prevenir ataques, protegerse, avanzar y

buscar el jaque.

Elizabeth: ¿Las estrategias del Amor?

William: En efecto… ¡Amor, Amor, nada sino el Amor, y siempre más! Porque,

¡oh!, el arco del Amor alcanza al ciervo y a la cierva, y la flecha penetra a

fondo: no es que hiera, pero es que cosquillea siempre en la llaga, y los

amantes gritan: ¡oh!, ¡oh!, y ¡mueren! Sin embargo, esta herida que parece

matar cambia los ¡oh!, ¡oh! en ¡ah!, ¡ah! Así, muriendo, el Amor vive todavía:

¡oh!, ¡oh!, un momento; pero enseguida, ¡ah!, ¡ah! ¡Oh!, ¡oh! gimiendo se

funden en los ¡ah!, ¡ah!31

31
Troilo y Crésida

24
La noche que jamás existió Humberto Robles

Él la insta a decir ¡Oh!, ¡oh! y luego ¡Ah!, ¡ah! en un pequeño juego pícaro, mas

no vulgar, entre ambos diciendo ¡Oh!, ¡oh! y ¡Ah!, ¡ah!

William: El Amor puede transformar las cosas miserables y ruines en dignas y

excelsas32… Porque el Amor no ve con los ojos sino con el alma33… (Prosigue)

Cynthia, oculta en el jardín, sigue aguardando.

Elizabeth: ¿Orsino no llega?

William: Aún no... Al cabo de un rato, ella escucha a lo lejos el galopar de un

corcel.

Elizabeth: ¡Debe ser él! ¿Quién más sino Orsino?

William: Ella así lo desea, mas debe estar alerta... En cuanto se aproxima el

sonido del cabalgar, se da cuenta que el jinete es ni más ni menos…

Elizabeth: ¿Quién?

William: El padre de Cynthia.

Elizabeth: ¡No me habéis dicho que su padre se encontrara fuera!

William: Habíase ausentado… (Prosigue) Ella se oculta tras un árbol cuyas

ramas la cobijan y así logra escuchar lo que su padre dice al escudero... (Toma

la capa y se la pone; interpreta al padre) Desensillad mi caballo y permaneced

en guardia... Me han informado que un intruso vendrá a mi casa esta misma

noche.

Elizabeth: ¡¿Un intruso?! ¿Acaso habla de Orsino?

William: No tenemos forma de saberlo... Por eso hay que estar doblemente

atentos.

Elizabeth: ¡Tantas complicaciones por una cita amorosa!

32
Sueño de una noche de verano
33
Ibíd.

25
La noche que jamás existió Humberto Robles

William: El Amor está lleno de obstáculos, milady… […] Es un señor

poderoso… […] Es el más precioso de los bienes. El Amor es como un niño

que se encapricha para conseguir lo que desea34… (Prosigue) Nuestra Cynthia

permanece a la espera, procurando no ser vista por nadie... Su respiración,

aunque agitada, es apenas un susurro… Su ávida mirada, en plena oscuridad,

trata de abarcarlo todo… Late su corazón con fuerza… Salvo el canto propio de

la noche, el silencio se apodera del jardín… Y al poco tiempo, ella escucha

ruidos nuevamente… pasos sobre la hierba.

Elizabeth: ¿Y ahora quién es? ¿La nodriza… el padre… el escudero?

William: Ella lo ignora, sin embargo arregla sus cabellos, alisa sus ropas

anhelando el arribo del ser amado… Y finalmente, cauto, abriéndose paso

entre el follaje, iluminado por la luz de luna, llega Orsino a su encuentro.

Elizabeth: ¡Al fin...! ¿Ella al verlo...?

William: ¡Se estremece!

Elizabeth: ¿Él al verla...?

William: Se rinde ante su pálida e inigualable hermosura.

Elizabeth: Y antes de que lleguen las anheladas caricias… Antes de entregarse

al beso deseado… Ella aguarda las palabras de su Orsino.

William: Cuando en las crónicas de tiempos idos

veo que a los hermosos se describe

y a la Belleza embellecer la rima

que elogia a damas y señores muertos,

observo que al pintar de sus dechados

la mano, el labio, el pie, la frente, el ojo,

34
Los dos Hidalgos de Verona

26
La noche que jamás existió Humberto Robles

trataba de expresar la pluma arcaica

una belleza como la que tienes.

Así, sus alabanzas son presagios

de nuestro tiempo, que te prefiguran,

y pues no hacían más que adivinarte,

no podían cantarte cual mereces.

En cuanto a aquellos que te contemplamos

con absorta mirada, estamos mudos35.

Elizabeth: ¡Ah!

William: Duda que sean fuego las estrellas, duda que el sol se mueva, duda

que la verdad sea mentira… pero no dudes jamás de que te amo36.

William, muy cerca de ella, parece que va a besarla.

Elizabeth: ¡Deteneos!

Ella se aparta bruscamente y termina la música.

William: ¡Pero si aún no termina la escena!

Elizabeth (apartándose): Por ahora ha sido suficiente.

William: ¿Cometí alguna equivocación, majestad?

Elizabeth: Ninguna, ninguna… Y no me volváis a llamar así… Acordaos que

esta noche no soy la reina.

William: De acuerdo... ¿Estáis bien, milady?

Elizabeth: Sí, sí... eso creo... Sucede que en un momento sentí como si una

lengua de fuego me quemase por dentro… Bebamos... (Ambos beben) Estuve

35
Soneto CVI
36
Hamlet

27
La noche que jamás existió Humberto Robles

a punto de abrir los postigos, pero se encuentran abiertos... ¿Será el estío o

serán vuestras palabras las que provocan en mí tal incendio?

William: Lo ignoro... sois vos la que debe decirme si algo he expresado con

ellas.

Elizabeth: Quizá más tarde os diré el efecto producido.

William: ¿Logré acercarme un poco a lo que me habéis solicitado… o fallé en

mi intento?

Elizabeth: Os aproximáis, maese.

William: Me congratulo por ello.

Elizabeth: Ahora decidme… ¿cuál es el desenlace de esta historia?

William: Os dije al principio que aquel había sido un día funesto... Por una

cuantiosa dote, el padre casará a Cynthia con el hombre prometido.

Elizabeth: Como corresponde a quien su palabra ha empeñado.

William: Ser honrado tal como anda el mundo, equivale a ser un hombre

escogido entre diez mil37.

Elizabeth: Así que ella, por respeto y obediencia al compromiso y a su padre,

debe renunciar a su enamorado.

William: El Amor corre hacia el Amor, como los escolares huyen de los libros…

pero el Amor se aleja del Amor, como los niños se dirigen a la escuela, con

ojos entristecidos38… (Pausa) Trasladémonos pues a otra noche veneciana, en

el mismo jardín, bajo una luna que mengua, rodeados por el canto de las

criaturas de la noche… La amada ha citado a su amante para informarle la

decisión que, a pesar de ella, se ha tomado.

37
Hamlet
38
Romeo y Julieta

28
La noche que jamás existió Humberto Robles

Elizabeth: Salvo excepciones, raramente las mujeres han sido dueñas de su

vida.

William: Así como pocas veces los enamorados pueden rebelarse a los

designios de Cupido, porque él da muerte a veces con flechas y otras con

redes39... Amar es comprar desprecios con lamentos, miradas de desdén con

suspiros de dolor; es cambiar por un instante de placer veinte noches de

ansiedades y desvelos. Si se triunfa, costosísima es la victoria. Si se nos

engaña, sólo perdurarán en nosotros desastres. ¿Qué queda, pues, del Amor?

Una tontería conseguida a fuerza de ingenio, o un ingenio vencido por la

tontería o la locura.40

Elizabeth: Así que ella, con el corazón lacerado ante la inevitable desgracia, se

ve obligada a decirle que se desposará con otro… ¿Y qué acontece?

William: ¡De pronto él parece fulminado como por una lluvia de rayos, la tierra

se sacude bajo sus pies, Orsino se vuelve un náufrago en altamar…! Si bien el

Amor toma a la Razón por médico, no le admite nunca por consejero41… Así

como el gusano roe el capullo más precoz antes de abrirse, así el Amor

trastorna la inteligencia joven y apasionada42... Tan imposible es avivar la

lumbre con nieve, como apagar el fuego del Amor con palabras.

Elizabeth: ¿Qué puede decir él, que pierde a su amada, ante tan fatídico sino?

¡Oh, Infortunio!, ¿qué puede decir un enamorado al ver que su esperanza se

extingue?

William: Intenta expresar lo que siente, mas no se han inventado las palabras

para hacerlo… Como si no fuese su voz, como si no fuesen sus labios, como si

39
Mucho ruido y pocas nueces
40
Los dos hidalgos de Verona
41
Las alegres comadres de Windsor
42
Los dos hidalgos de Verona

29
La noche que jamás existió Humberto Robles

por su boca hablara la despechada Venus, él sentencia… He aquí mi profecía:

desde hoy el Amor tendrá por compañero al dolor, y los celos serán su escolta;

su comienzo será dulce, pero su final insípido. Alto o bajo, jamás se equilibrará,

de manera que todos los placeres del Amor no compensarán sus sufrimientos.

Será falso, inconstante y lleno de engaño. El mismo soplo lo verá nacer y

quedar marchito. Su fondo estará envenenado y la cima impregnada de

dulzuras que engañarán a la mirada más penetrante; hará intensamente débil

al cuerpo más poderoso; herirá al sabio de mudez y otorgará la palabra al

necio. Será cuidadosamente medido y también desordenado; hará que los

ancianos se larguen a bailar e impondrá la mesura al libertino desconcertado;

arruinará al rico y enriquecerá al pobre; soplará el frenesí de la locura a la

candidez más apacible; hará del joven un viejo y del anciano un niño.

Sospechará donde no haya motivos de temor; no tendrá temor donde deba

sentir la mayor sospecha; será complaciente y a la vez demasiado severo; y

tanto más falso cuando parezca más justo. Será perverso bajo el disfraz de la

flaqueza, e infundirá miedo al valiente y valor al cobarde. Engendrará guerras y

funestos tumultos; introducirá la discordia entre el hijo y el padre; será súbdito y

obediente esclavo de todos los descontentos, como una materia seca y

combustible es esclava y súbdita del fuego43.

Elizabeth: ¡Tan buen actor como excelente poeta, eso sois!

William: ¿He cumplido con vuestro deseo?

Elizabeth: No del todo… Aún me falta mucho por saber, necesito conocer

todas las formas de ese sentimiento… Bebamos. (Ambos beben) Continuemos,

43
Venus y Adonis

30
La noche que jamás existió Humberto Robles

maese, que aún están muy distantes las primeras señales del amanecer…

Decidme, ¿qué más es el Amor, querido Will?

William: El Amor es un espíritu familiar, el Amor es un demonio; no hay más

ángel malo que el Amor. Sansón fue tentado y gozaba de prodigiosa fuerza.

Salomón fue también seducido, y disfrutaba de gran Sabiduría. La flecha de

Cupido es demasiado dura para la maza de Hércules y por ello, harto desigual

para la espada de un español.44

Elizabeth: Es sumamente interesante todo lo que me decís… Pero la noche

sigue a galope persiguiendo al día y antes de que este lleguen los primeros

resplandores quiero ver satisfecho el favor que os he pedido… (Toma el mazo

de cartas y se lo tiende a él, quien saca una carta) ¡Una dama…! Eso seréis…

(Saca una carta) ¡Un caballero…! Eso seré yo… (Deja el mazo) Invirtamos los

papeles... Enseñadme a ser un varón... y vos convertíos en una doncella…

Cosa que no se os dificultará porque vos estáis acostumbrado a usar ropas

femeninas; en vuestro teatro más de una vez habéis representado mujeres.

William: Así es… Aunque es verdad que ya no tengo edad para esos papeles

destinados a jóvenes actores.

Elizabeth: Pasemos eso por alto… Tenéis que mostrarme cómo actúa un

hombre y cómo conquista a una mujer... (Señala fuera del escenario) En aquel

gabinete encontraréis prendas que pueden seros de utilidad.

Él asiente y sale haciendo una reverencia, sin darle la espalda a ella. Ella se

quita algunas prendas y toma unas masculinas, como la capa, y se las va

poniendo.

44
Trabajos de Amor Perdidos

31
La noche que jamás existió Humberto Robles

Elizabeth: Aunque no creáis que soy poco versada en las artes de la galantería

masculina. Más de uno ha intentado seducirme y ha llegado a pedir mi mano...

Desde el rey de España hasta el zar de Rusia… Incluso, entre mis admiradores

ha habido corsarios... ¿Sabéis que en el Nuevo Mundo hay una tierra a la que,

en mi honor, han bautizado con el nombre de Virginia...? Los varones no

escatiman en echar mano de todas sus habilidades y hasta las más bajas

artimañas para conquistar a una mujer… Claro que era imposible que yo

condescendiese, porque yo os lo repito… Yo no soy una mujer... yo soy la

reina.

Ella aguarda. Él entra con una larga capa negra, con capucha, que cubre por

completo el resto de sus ropas. Música.

William: ¿Puede el Amor conducir al crimen… o es un error llamarlo Amor

cuando debe calificarse sólo como una baja pasión que lleva a cometer un

delito brutal…? Jamás debemos confundir Amor con pasión… Lucio Tarquino,

llamado el Soberbio, acabó asesinado por el crimen que ahora os relataré…

Una tarde, durante el asedio romano a Ardea, los principales jefes del ejército

romano comenzaron sus charlas de sobremesa… Ponderaron las virtudes de

sus propias mujeres, circunstancia que dio lugar a que Colatino proclamara la

incomparable castidad de su esposa Lucrecia… ¡Castísima Lucrecia…! En este

alegre humor partieron todos a Roma, y deseando comprobar la verdad de lo

que habían sostenido, sólo Colatino encontró a su mujer hilando con sus

doncellas… Las otras damas fueron sorprendidas bailando o en diferentes

diversiones, por lo cual los nobles cedieron a Colatino la victoria y a su mujer la

palma… ¡Virtuosísima Lucrecia…! En esta ocasión quedó Tarquino prendado

de la hermosura de ella… La misma noche se introdujo de forma traicionera en

32
La noche que jamás existió Humberto Robles

su alcoba, la poseyó con violencia, y emprendió la fuga de madrugada…

Lucrecia, en ese lamentable estado, hizo venir a su padre y a su esposo,

hallándola vestida de luto… Le preguntaron cuál era la causa de su pesar y

ella, arrancándoles primero juramento de venganza… ¡Venganza para

Lucrecia…! profirió con un suspiro, como si su corazón fuese a romperse, el

nombre de Tarquino, con todos los pormenores de su crimen… (Saca de entre

sus ropas una daga que empuña en lo alto con las dos manos) Al decir esto,

dio por vaina su seno inocente a un culpable cuchillo… (Se “clava” la daga en

el pecho) Fue entonces como los hombres mataron a Tarquino y transportaron

el cadáver de Lucrecia a Roma, para mostrar su cuerpo ensangrentado y hacer

público el infame atentado de Tarquino45.

Él se quita la capa y descubrimos debajo su indumentaria femenina.

Elizabeth: ¡Querido Will…! Permitidme deciros que seríais preciosa… si no

fuera por ese vello facial.

William: La belleza es tan sólo un bien dudoso y vano, un relumbrante brillo que

repentinamente se esfuma, una flor que muere cuando comienza a echar

capullos, vidrio frágil, que se quiebra enseguida; ¡bien dudoso, brillo, vidrio, flor,

perdido, esfumado, roto, muerto en una hora!46

Elizabeth: Comenzad, maese... ¿Dónde nos encontramos ahora?

William: ¿Qué os parece después de un naufragio cerca del mar de Bohemia?

Elizabeth: Maese… permitidme deciros que Bohemia no tiene acceso al mar.

William: ¿No…? ¿Estáis cierta?

Elizabeth: Tan cierta como que Inglaterra e Irlanda son tierras rodeadas de

agua.

45
La violación de Lucrecia
46
El peregrino apasionado

33
La noche que jamás existió Humberto Robles

William: Entonces… Omitid mi error y dejad en el tintero a Bohemia…

¡Situémonos pues en tierra de valientes hugonotes: Navarra!

Del baúl o de algún mueble ella saca varias máscaras venecianas. Ella le

tiende una máscara femenina, él la toma y la pone frente a su rostro; luego ella

hace lo mismo con una masculina.

William: La música es el alimento espiritual de los que vivimos del Amor47… Y

si la música es el alimento del Amor, saciadme de ella, para que mi apetito,

sufriendo un empacho, pueda enfermar y así morir… […] ¡Oh espíritu del Amor!

¡Qué vivacidad y qué frescor hay en ti48…! (Da un aplauso y escuchamos

música) Resuena una melodía en el amplio salón del palacio donde se realiza

un baile de máscaras... Primorosas damas y apuestos caballeros se han dado

cita en el salón… Bailan una danza… De entre la multitud… aparece ella… Y

él, en medio del tumulto, la divisa… De entre todas las miradas enmascaradas,

una es la que lo atrapa… Es una mujer; por consiguiente, puede ser

pretendida. Es una mujer; por consiguiente, puede ser conquistada. Es

Rosalina; por consiguiente, merece que sea amada49…

Elizabeth: Y entre la muchedumbre, sólo un par de ojos se encuentra con otro

par de ojos.

William: Las palabras están llenas de falsedad o de arte; la mirada es el

lenguaje del corazón50... Él al verla piensa que… (Se quita la mascara) Los

ojos de un amante cegarían a un águila; el oído de un amante escucharía el

sonido más débil, donde no alcanza el sospechoso oído del ladrón; el sentir del

Amor es más suave y sensible que los tiernos cuernos del enconchado caracol:

47
Antonio y Cleopatra
48
Noche de Epifanía
49
Titus Andronicus (en el original el nombre de Lavinia es el que se menciona)
50
Frase de Shakespeare

34
La noche que jamás existió Humberto Robles

frente a la lengua del Amor el refinado Baco resulta de grosero paladar. En

cuanto al valor, ¿no es Amor un Hércules trepando todavía a los árboles de las

Hespérides? Sutil como una esfinge; tan acariciador y musical como el laúd del

brillante Apolo, que tiene por cuerdas sus cabellos. Cuando habla el Amor,

enmudecen todos los dioses para escuchar la armonía de su voz. Jamás poeta

alguno osó tomar la pluma para escribir, antes que a su tinta se mezclasen las

lágrimas del Amor. ¡Ah!, entonces sus versos arrobarían los oídos salvajes e

implantarían en los tiranos dulce humildad51.

Elizabeth: Ella, a través de su máscara, lo mira y lo vuelve a mirar… Él,

rendido, declara su falta de voluntad.

William: ¡¿Cómo?! ¡¿Yo?! ¡¿Enamorado?! ¡Haciendo la corte! ¡En busca de

esposa! ¡De una mujer, que semejante a un reloj germano, necesitará

continuamente composturas, siempre desarreglado, nunca bien, por cuidados

que se tengan en su marcha! [...] ¡Y yo suspiro por ella! ¡Velo por ella! ¡Ruego

por ella! ¡Es un tormento que me impone Cupido por haber ignorado el poder

formidable de su débil poder! ¡Sea! ¡Amaré, escribiré, suspiraré, rogaré,

cortejaré y exhalaré gemidos! Los que no saben manifestar su pasión no aman,

pero menos aman los que pregonan por todas partes sus amores52.

Danza isabelina.

Elizabeth: Él se le acerca y dice… (Actúa) ¿Bailáis?

Él asiente y se pone la máscara. Ambos bailan.

Elizabeth (interpreta a Rosalina): ¿No bailé con vos en Brabante una vez?

William (interpreta a Berowne): ¿No bailé con vos en Brabante una vez?

Elizabeth: Sé que así fue.

51
Trabajos de Amor perdidos
52
Los dos hidalgos de Verona

35
La noche que jamás existió Humberto Robles

William: ¡Qué inútil era entonces hacer esa pregunta!

Elizabeth: No debéis ser tan temperamental.

William: Es culpa vuestra que me aguijoneáis con esas preguntas.

Elizabeth: Vuestro ingenio es demasiado ardiente, va demasiado aprisa,

acabará cansando.

William: No mientras deje al jinete en la estacada.

Elizabeth: ¿Qué hora es?

William: ¡La hora que preguntarían los tontos!

Elizabeth: ¡Pues que le vaya bien a tu máscara!

William: ¡Que le vaya bien al rostro que oculta!

Elizabeth: ¡Y muchos amantes tengas!

William: Amén, así no seas tú.

Elizabeth: No, entonces me voy53.

Termina la música. Dejan de interpretar a los personajes.

Elizabeth: ¡Insolente dama de ingobernable temple!

William: ¡Sin embargo no negaréis que es atractiva y fascinante!

Elizabeth: Nadie ha dicho lo contrario... Un carácter indomable, como el que

corre por mis venas.

William (se pone la máscara): Los hombres son abril cuando hacen su corte;

diciembre, cuando se casan; las doncellas son mayo cuando son doncellas;

pero el cielo cambia cuando se desposan54… Ella le sonríe… y él se siente

embrujado… porque es más fácil obtener lo que se desea con una sonrisa que

con la punta de la espada… Y mientras ve su deseo en forma de mujer alejarse

por el salón, piensa… (Se quita la máscara) De los ojos de las mujeres saco

53
Ibíd.
54
A vuestro gusto

36
La noche que jamás existió Humberto Robles

esta doctrina: centellean aún con el recto fuego prometeico; son los libros, las

artes, las academias que muestran, contienen y alimentan a todo el mundo;

nadie más en absoluto resulta excelente en nada. […] En nombre de la

sabiduría, palabra que aman todos los hombres, o en nombre de los hombres,

autores de esas mujeres, o en nombre de las mujeres, por la que los hombres

somos hombres, por una vez perdamos nuestros juramentos para encontrarnos

a nosotros mismos, o si no, nos perderemos a nosotros mismos para encontrar

nuestros juramentos…55 Si el Amor me hace perjuro, ¿cómo Amor puedo

jurar…?56

Él se pone la máscara, avanza, la mira de reojo y deja caer un pañuelo al

suelo.

Elizabeth: Maese, vuestro pañuelo.

William (se quita la máscara): Milady, fue intencional; es parte de la

representación… En las artes de la seducción, frecuentemente los hombres

son los que toman la delantera… pero las mujeres, como el néctar a las abejas,

poseen algunos medios para atraerlos… Coquetería femenina… Tomad el

pañuelo.

Elizabeth: ¡Un monarca jamás se inclina por motivo alguno!

William: Recordad que en este momento vos no sois la reina… sois un gallardo

caballero.

Él se pone la máscara y se aleja un poco. Ella duda; finalmente se inclina y

toma el pañuelo.

Elizabeth (actúa): ¡Señora, vuestro pañuelo! (Olfatea el pañuelo) Un olor a

rosas me invade por dentro.

55
Trabajos de Amor perdidos
56
El peregrino apasionado

37
La noche que jamás existió Humberto Robles

William: Una rosa puede no ser una rosa, puede no ser una rosa57.

Elizabeth: ¿Debo tomar este gesto como una señal de esta fascinante dama?

William (se quita la máscara): Averiguadlo vos misma.

Él se pone la máscara y se sienta. Ella duda y luego le tiende el pañuelo.

Elizabeth (actúa): Milady, creo que esto os pertenece.

William (interpreta a Rosalina; toma el pañuelo): Gracias, milord; se me debe

haber caído en un descuido.

Elizabeth (Tras pausa): ¿Y ahora?

William: Debéis tomar la iniciativa.

Elizabeth: ¿Cómo?

William: Por ejemplo… pensad en las palabras precisas para expresar vuestros

sentimientos hacia Rosalina… El Amor no puede sonar bien excepto en la boca

del amante58... Tomad la mano de ella.

Elizabeth (duda, actúa): Hermosos ojos, señora mía… (Le toma la mano)

William (interpreta a Rosalina): En primer lugar, yo no soy vuestra señora… y

en segundo, soltadme la mano. (Se zafa)

Elizabeth: ¡Qué naturaleza tan temperamental!

William: Una vez conseguidas, las cosas pierden su valor; el alma del placer

está en la persecución59… Proseguid.

Elizabeth: ¿Eso pensáis? ¿No debería claudicar?

William: Un amante, ya sea por Amor o por capricho, hace un sinfín de intentos.

No podéis renunciar tan fácilmente a un ligero revés. Hacedme caso: insistid.

Elizabeth: No sé que he de hacer.

57
Enrique VI, segunda parte
58
Eduardo III
59
Troilo y Crésida

38
La noche que jamás existió Humberto Robles

William: Podríais pasar galantemente uno de vuestros brazos por los delicados

hombros de ella.

Ella, titubeante, pasa su brazo por los hombros de él y este se levanta.

William (interpreta a Rosalina): ¡Sois demasiado osado!

Elizabeth: ¡Qué dama más difícil! ¡Imposible entenderla! ¡Me mira con aparente

simpatía, deja caer su pañuelo para que yo la siga, me siento a su lado y me

trata con desdén!

William: Por un exceso de velocidad podemos ir más allá del objeto alrededor

del cual corremos y perderlo al rebasarlo60... Pensad que todo podría ser -o no-

parte de los juegos de la conquista y la seducción… Y recordad que una mujer

decente debe decir “no” al menos tres veces… Observad lo distintas que son

las tácticas femeninas a las masculinas.

Elizabeth: ¿Qué puedo hacer?

William: Usad vuestros encantos de varón… Todos los recursos para cautivar a

ese veleidoso corazón de mujer… Cleopatra dijo a Antonio: “Si me amáis

verdaderamente, decid cuánto me amáis…” A lo que Antonio respondió: “Es

muy pobre el amor que puede contarse…” Mas la reina de Egipto insiste:

“Quiero saber el límite del amor que puedo inspirar…” Así que el romano

pronuncia: “Entonces necesitas descubrir un nuevo cielo y una nueva tierra61”.

Ella lo piensa y súbitamente se arrodilla a los pies de él, tomándole la mano.

Elizabeth: ¡Amada mía!

William: ¡Majestad!

Elizabeth: ¡No me llaméis así y dejadme continuar…! (Prosigue, actuando)

Amada mía… No soy bueno en el uso de las palabras, pero permitidme deciros

60
Enrique VIII
61
Antonio y Cleopatra

39
La noche que jamás existió Humberto Robles

que para mí sois… sois… Sois como el aire que llena mis pulmones… Tan

cálida como la luz del sol… Tibia como el fuego del hogar… Sois agua fresca y

cristalina que sacia mi sed… (Tras pausa) ¿Qué os parece, Will?

William: No está mal, pero… tratad de evitar frases tantas veces

pronunciadas… Buscad voces más originales, cread un lenguaje propio…

Ahondad en vuestros sentimientos y expresadlos por vuestra boca.

Elizabeth: Muy bien… Trataré… (Actúa) Vos, Rosalina, sois mi dueña, sois la

otra mitad de mí… Os amo, hermosa señora a la que no me permitís llamar

“mía”… Dejadme ser la sombra que os acompañe siempre… Amadme,

¡amadme como yo os amo…! Aceptadme y yo seré vuestro ferviente amante,

vuestro lebrel… ¿Qué decís, mi dueña, porque aunque no lo queráis, eso sois:

dueña mía?

William (interpreta a Rosalina; tras pausa): Os respondo… (Pausa) ¡Que no!

(Sale)

Elizabeth: ¡Mujer altiva…! ¿Por qué rechazáis la devoción que hacia vos

profeso…? ¡Vuestra actitud provoca una gran irritación en mí!

William (entra, quitándose la máscara): La mujer es un manjar digno de dioses,

cuando no lo cocina el diablo62.

Elizabeth: ¿Acaso no soy lo suficientemente merecedor para ella, soy

demasiado poca cosa para la tal Rosalina?

William (se pone la máscara): No temáis a la grandeza; algunos nacen

grandes, algunos logran grandeza, a algunos la grandeza les es impuesta y a

otros la grandeza les queda grande63.

62
Frase de Shakespeare
63
Noche de Epifanía

40
La noche que jamás existió Humberto Robles

Elizabeth: La miré, me miró… Sus ojos me trastornaron… Levanté su pañuelo

del suelo… Seguí sus pasos… Tomé su delicada mano… Le expresé

sinceramente lo que sentía mi corazón… ¡¿Y me desprecia…?! ¡Os confieso

que este Amor que siento se transforma en odio por esa mujer…!

William (se quita la máscara): ¡Oh, corazón de tigre envuelto en una piel de

mujer64…! Jamás estimamos en su valor el bien que gozamos; pero si lo

perdemos, es cuando exageramos su valía65... Mas no os preocupéis… Este

incidente quedará en el olvido… Sabed que hay sonrisas que hieren como

puñales66… Sanarán vuestras heridas… Y cuando vos, apasionado caballero,

encontréis otra depositaria de vuestros preciados sentimientos, diréis… ¡Con

qué facilidad un ardor apaga otro ardor! Así como un clavo saca otro clavo, así

también un nuevo Amor me ha hecho perder la ilusión de mi primer Amor.

Ahora mi Amor, semejante a una figura de cera que se aproxima a las llamas,

se ha derretido como el hielo sin conservar ningún vestigio de lo que fue67... Os

noto un tanto molesta.

Elizabeth: ¡Es por causa de Rosalina!

William: Cuando Cupido se durmió, las ninfas tomaron su antorcha para

apagarla en un lago. Pero en vez de destruir el Amor, lo que consiguieron fue

que las aguas adquieran las propiedades de la antorcha68.

Elizabeth: Basta de Amores contrariados… Habladme ahora de ese Amor, del

correspondido… Hacedme sentir ese Amor, único e incomparable, ese Amor

que opaca todos los Amores existidos y por existir… Amor funesto, pero el más

64
Enrique VI, tercera parte
65
Mucho ruido y pocas nueces
66
Macbeth
67
Los dos hidalgos de Verona
68
De los sonetos CLIII y CLIV

41
La noche que jamás existió Humberto Robles

grande de los Amores... No hay sobre este mundo otro Amor que ése, ¡el de

los amantes de Verona!

William: ¡Así pues… ahora seré Julieta… Y vos seréis…! (Música) ¡Romeo!

Él interpreta a Julieta y ella a Romeo.

Elizabeth: Señora, juro por esa bendita luna que pone puntas de plata en la

copa de esos frutales…

William: No jures por la luna, esa inconstante luna que cambia cada mes en su

órbita circular, no vaya a resultar tu Amor igualmente variable.

Elizabeth: ¿Por qué he de jurar?

William: No jures por nada. O si quieres, jura por tu persona, que es el dios de

mi idolatría. Y te creeré.

Elizabeth: Si el querido Amor de mi corazón…

William: Bueno, no jures. Aunque me regocijo contigo, no tengo regocijo en el

encuentro de esta noche: es demasiado apresurado, demasiado imprevisto,

demasiado repentino. Demasiado parecido al relámpago, que cesa de ser

antes de que uno pueda decir “relampaguea”. Amor, buenas noches. Este

capullo de Amor, con el aliento del verano que hace madurar, tal vez resultará

una hermosa flor la próxima vez que nos veamos. Buenas noches, buenas

noches. Que tan dulce reposo y descanso venga a tu corazón como el que hay

dentro de mi pecho.

Elizabeth: ¿Me vas a dejar insatisfecho?

William: ¿Qué insatisfacción puedes tener esta noche?

Elizabeth: El trueque de tu juramento de Amor fiel por el mío.

William: Te di el mío antes de que lo pidieras. Sin embargo quisiera que

estuviera otra vez por darse.

42
La noche que jamás existió Humberto Robles

Elizabeth: ¿Querías retirarlo? ¿Con qué fin, amor?

William: Sólo para ser liberal y volvértelo a dar; y sin embargo sólo deseo

aquello que tengo. Mi botín es tan ilimitado como el mar, mi Amor igual de

profundo; cuanto más te lo doy más tengo, pues ambos son infinitos69.

Ambos quedan sumamente cerca. Ella lo toma entre sus brazos unos instantes

y luego lo separa.

William: ¿Ya quieres irte? Falta aún mucho para el día. Fue el ruiseñor y no la

alondra el que perforó el temeroso hueco de tu oído. Canta todas las noches en

aquel granado. Créeme, amor, era el ruiseñor.

Elizabeth: Era la alondra, el heraldo de la mañana, no el ruiseñor. Mira, amor,

qué franjas envidiosas ciñen a las nubes dispersas allá en el este. Las velas de

la noche se han quemado, y el alegre día se alza de puntillas en las neblinosas

cimas. Tengo que irme y vivir, o quedarme y morir.

William: Aquella luz no es la luz del día, lo sé yo. Es algún meteoro que exhala

el sol para ser para ti esta noche una antorcha y alumbrar tu camino […] Por lo

tanto quédate todavía: no necesitas irte.

Elizabeth: Deja que me atrapen, deja que me den muerte. Estaré contento,

pues tú quieres que así sea. Diré que aquel gris no es el ojo de la mañana, no

es más que el pálido reflejo de la frente de Cintia. Ni que es la alondra cuyas

notas golpean el cielo abovedado tan alto sobre nuestras cabezas. Tengo más

ganas de quedarme que voluntad de irme. Ven, muerte, y sé bienvenida.

Julieta así lo quiere. ¿Cómo es eso, alma mía? Hablemos. No es de día aún.

William: Sí es, sí es. Sal de aquí, vete, apártate. Es la alondra la que canta tan

fuera de tono, forzando ásperas discordancias y desagradables agudos.

69
Romeo y Julieta

43
La noche que jamás existió Humberto Robles

Algunos dicen que la alondra hace dulce armonía. Eso no es así, pues nos

separa a nosotros. Hay quien dice que la alondra y el despreciado sapo

intercambian sus ojos. Oh, quisiera yo ahora que intercambiaran también sus

voces, pues esta voz separa unos brazos de otros asustándonos,

ahuyentándote de aquí con dianas al día. Oh vete ya, más y más luz viene

creciendo.

Elizabeth: Más luz y luz: más sombra y sombra nuestros pesares70.

William (Tras pausa): Es así como Julieta y Romeo deben separarse

forzosamente… Luego, ella toma un bebedizo que la hará parecer muerta…

(Toma su copa y apura la bebida) Pero el destino juega con los amantes, ya

que él ignora que el efecto del brebaje es pasajero… Así que Romeo llega al

mausoleo de los Capuleto, frente a la tumba de Julieta, y al creer que su

amada ha muerto...

Él se recuesta en el sillón y finge estar muerto.

Elizabeth: ¡Muerte, un muerto te entierra…! ¡Cuántas veces, cuando los

hombres están a punto de expirar, experimentan un instante de alegría al que

llaman sus enfermeros el relámpago precursor de la muerte! ¡Oh! ¿Cómo

puedo llamar a esto un relámpago? ¡Oh! ¡Amor mío! ¡Esposa mía! ¡La muerte

que ha saboreado el néctar de tu aliento, ningún poder ha tenido aún sobre tu

belleza! ¡Tú no has sido vencida! ¡La enseña de tu hermosura ostenta todavía

su carmín en tus labios y mejillas, y el pálido estandarte de la muerte no ha

sido enarbolado aquí…! […] ¡Ah! ¡Julieta amada! ¿Por qué eres aún tan bella?

¿Habré de creer que el fantasma incorpóreo de la muerte se ha prendado de ti

y que ese aborrecible monstruo descarnado te guarda en estas tinieblas,

70
Ibid.

44
La noche que jamás existió Humberto Robles

reservándote para manceba suya? ¡Así lo temo, y por ello permaneceré

siempre a tu lado, sin salir jamás de este palacio de noche sombría! ¡Aquí, aquí

quiero quedarme con los gusanos, doncellas de tu servidumbre! ¡Oh! ¡Aquí

fijaré mi eterna morada, para liberar a esta carne, hastiada del mundo, del yugo

del mal influjo de las estrellas…! ¡Ojos míos, lancen su última mirada! ¡Brazos,

den su último abrazo! Y ustedes, ¡oh, labios!, puertas del aliento, sellen con un

legítimo beso el pacto sin fin con la acaparadora muerte. (Toma una copa)

¡Ven, amargo consejero! ¡Ven, guía fatal! ¡Tú, desesperado conductor, lanza

ahora de golpe, para que vaya a estrellarse contra las duras rocas tu maltrecho

navío, harto de navegar! (Bebe) ¡Brindo por mi amada! ¡Oh, sincero boticario!,

¡tu veneno es poderoso…! Así muero… ¡con un beso…!

Ella va a besar los labios de él y “muere” quedando la copa en su mano.

William (tras pausa, se incorpora): ¿Qué veo? ¿Una copa apretada en la mano

de mi fiel amor? ¡El veneno, por lo visto, ha sido la causa de su prematuro

fin…! ¡Oh, egoísta! ¿Todo lo apuraste, sin dejar una gota amiga que me ayude

a seguirte? ¡Besaré tus labios…! ¡Quizás quede en ellos un resto de ponzoña

para hacerme morir con un reconfortante…! (Con sus dedos apenas toca los

labios de ella) ¡Tus labios están calientes aún! […] (Pausa) ¿Qué? ¿Rumor?

¡Seamos breves, entonces! (Toma una daga) ¡Oh, daga bienhechora! ¡Esta es

tu vaina! (Se hiere con la daga) ¡Enmohécete aquí y dame muerte!

Él cae sobre el cuerpo de ella y “muere”. Termina la música. Tras unos

instantes, ambos se incorporan. Ella toma las copas y él, solícito, sirve más

vino.

Elizabeth: ¡Ah! A pesar del fatídico desenlace, me subyuga la belleza de esta

obra… De las historias que me habéis contado hoy, a pesar de su aciago final,

45
La noche que jamás existió Humberto Robles

es la única en la que amante y amada, con la muerte, alcanzan lo que tanto

perseguían… Morir amando y siendo amado debe ser la mayor de las dichas.

William: Espero que vaya aproximándome a la encomienda que me habéis

solicitado al inicio de esta velada. ¿Habéis llegado a alguna conclusión?

Elizabeth: Os lo diré a su debido momento. Venid. Quedan cuatro cartas.

(Toma las cartas y elige dos. Él toma las otras dos. Ella muestra las cartas)

¡Dos reinas…! (Lo mira) ¿No decís nada?

William: Siempre será mejor ser rey de tu silencio que esclavo de tus

palabras71.

Elizabeth (deja sus cartas): Es un pecado –más no un secreto-, el Amor entre

mujeres... Muchas veces platónico, otras consumado… Ya Bartholomeo de

Saliceto condenó a quienes lo realizasen a la pena de muerte... Sin embargo

recordemos también en las Sagradas Escrituras a Ruth, abuela del Rey David,

que le declaró a Nohemí… “No insistas más en que me separe de ti. Donde tú

vayas, yo iré; donde tú vivas, yo viviré; tu pueblo es mi pueblo, y tu dios es mi

dios; donde tú mueras, yo moriré y allí me enterrarán. Juro hoy solemnemente

ante dios que sólo la muerte nos ha de separar…” (Pausa) Hoy nadie

atestiguará lo que en esta habitación ocurra… Así que vos y yo podemos

interpretar a dos mujeres que prescinden de varón.

Música. Ella va quitándose las ropas masculinas para quedar de nuevo en

prendas femeninas.

Elizabeth: Es en la a isla de Lesbos donde residía la poetisa Safo, célebre por

la belleza de sus cantos al Amor, y al Amor entre mujeres en particular...

¿Arde de nuevo el corazón inquieto?

71
Frase de Shakespeare

46
La noche que jamás existió Humberto Robles

¿A quién pretendes enredar en suave lazo de amores?

¿Quién tu red evita, mísera Safo?

Que si te huye, tornará a tus brazos,

Y más propicio te ofrecerá dones,

y cuando esquives el ardiente beso,

querrá besarte...72

(Pausa) Allí, en la morada de las discípulas de las musas cantó a la amada

ausente, a quien igualaba a una diosa insigne y aguardaba con el fuego

prendido en el corazón, abrasado de deseo. Apenas te veo así un instante, me

quedo sin voz, se me traba la lengua. Un fuego penetrante fluye enseguida por

debajo de mi piel. No ven nada mis ojos y empiezan a zumbarme los oídos. Me

cae a raudales el sudor, tiembla mi cuerpo entero, me vuelvo más verde que la

hierba…73 (Pausa) Maese, sois vos el que tembláis, como un hoja que pende

de la rama sacudida por el viento.

William: No es nada… De todas las bajas pasiones, el miedo es la más

maldita74.

Elizabeth: Ahuyentad al temor.

William: Lo que ya se consumó y es irreparable no ha menester de

lamentaciones75. Se descubre antes el amor más escondido que el más infame

de todos los crímenes. El amor también es tan oscuro como el sol. La Noche

del amor es mediodía76.

Elizabeth (Tras pausa): Ahora mostradme vuestras cartas.

William (muestra sus cartas): Par… de reyes.

72
Poema de Safo de Lesbos
73
Ibíd.
74
Enrique VI, primera parte
75
Un cuento de invierno
76
Noche de Reyes

47
La noche que jamás existió Humberto Robles

Elizabeth: ¡Dos varones! ¡Eso interpretaremos…! Aunque esté prohibido y sea

pecado nefando, el acto contra natura fue un Amor exaltado en la antigüedad…

En el albor de los tiempos ese Amor -que hoy es crimen aborrecible- fue

considerado puro, viril… El Amor Griego alabado en la épica y la lírica… Aún

hoy en día hay quienes practican el pecado de sodomía, incluso dentro de las

fronteras de mi reino… - Porque debéis saber que a mi conocimiento nada

escapa-… En secreto, clandestinamente, ocultos tras las sombras claro está…

A pesar de conocer las terribles consecuencias por tales actos, como las más

atroces torturas o muertes aterradoras, hay aún hombres que aman a otros

hombres… ¡Habladme de tales Amores impíos!

William: No me parece apropiado, vuestra graciosa majestad.

Elizabeth: ¡Os he dicho que no me llaméis así…! Recordad que lo que suceda

ahora, nadie lo sabrá… Nuestras acciones y palabras permanecerán en el

silencio de estas sordas y mudas paredes… Podemos actuar a nuestra entera

libertad… Tal como lo hiciera vuestra Rosalinda en el mágico Bosque de

Arden, disfrazándose de muchacho y haciéndose llamar Ganimedes… ¿Acaso

Rosalinda no aprovechó su encanto ambiguo para seducir a Orlando, y a la

vez, involuntariamente, a la joven Febe?

William: Así es, pero… Oh espíritu del amor, eres enorme como un océano y

depredador sin discriminación alguna. Caprichosas son las formas del deseo77.

Elizabeth: Y recuerdo que en la escena, el joven actor que interpretaba a

Rosalinda se vestía como un muchacho y era entonces cortejado por otro joven

actor que interpretaba a Febe, así como al actor que interpretaba a Orlando…

77
Noche de Reyes

48
La noche que jamás existió Humberto Robles

(Ríe) Hombres que interpretan a mujeres que se hacen pasar por hombres…

Inquietante… gracioso… sugestivo.

William: Peligroso.

Elizabeth: ¡Acordaos que de esta noche nunca habrá constancia…! ¡Por Titania

y Oberón, esta fecha será borrada del calendario…! Por lo tanto, Bardo de

Avon, yo os nombro: cónsul de Sodoma.

William: Perdonad mi atrevimiento, y espero no desatar vuestra cólera, pero

¿no sería esto un sacrilegio?

Elizabeth: ¿Me habláis de blasfemia a mí que fui excomulgada por el papa Pío

V, comisario general de la inquisición romana? (Ríe) ¡Dios está conmigo,

maese, soy una de sus predilectas!

William: El propio Marlow, vuestro apreciado escritor, habló de Eduardo II, rey

de Inglaterra y señor de Irlanda, que fue asesinado por órdenes de su esposa,

la reina Isabel de Francia.

Elizabeth: “¡Nunca amó Zeus a Ganimedes como el rey Eduardo amó al

maldito Gaveston…78!”

William: Por llevar a cabo actos impuros, el rey fue empalado con una espada

al rojo vivo hasta la muerte… Afirmaron que todos los males de Inglaterra

habían sido causados por esa relación. ¿Y no fue vuestro padre, el rey Enrique,

quien introdujo una ley en el parlamento, la cual castiga tal conducta con la

horca?

Elizabeth: Mi padre era afecto a la sangre... y al escarmiento ejemplar.

William: ¡Es una práctica prohibida!

Elizabeth: ¡Sabed que para mí no hay nada prohibido!

78
Eduardo II, Christopher Marlowe

49
La noche que jamás existió Humberto Robles

William: Vuestra hermana, la reina María, abolió esa ley y vos misma la

restablecisteis hace unos años atrás.

Elizabeth: ¡¿No os dais cuenta que yo haría todo a la inversa de cómo lo hizo

María la católica, María la sangrienta…?! Además sería simplemente una falsa

simulación… Porque yo no soy un hombre… ni siquiera una mujer… ¡Yo soy

Inglaterra…! Siendo así, no se llevaría a cabo la falta; no habría delito que

juzgar.

William: Decidme, al entregarnos a tal recreación, ¿no ofenderíamos a dios?

Elizabeth: Enteraos, el señor me da licencia para regocijarme con ciertos

caprichos... Obedeced.

William: Os lo suplico, mi buena reina Bess.

Elizabeth: ¿Osáis negaros a mi mandato real? ¿Me desafiáis?

William: Sólo expreso el temor por los sufrimientos y la condena que podría

recibir este súbdito vuestro por tales actos ilícitos.

Elizabeth: ¡De antemano yo os indulto de todo juicio y de cualquier pena…! ¡Yo

os declaro inocente de cualquier delito…! Recordad que nada debe desatar la

ira de vuestra soberana… Ni siquiera vos, que estáis entre mis predilectos…

(Al oído de él) No olvidéis, maese, que esta noche jamás existirá… (Lo lleva

hasta donde se encuentra un folio) Tengo el poder absoluto para borrar esta

página de la historia… (Toma la mano de él) Vuestra mano, guiada por la mía,

puede arrancarla de la existencia y convertirla en cenizas… (Ella, con su mano

sobre la de él, arranca una hoja de varios folios y la lleva a la flama de una

vela) Arderá en las llamas del olvido… (La hoja se quema y se consume. Tras

pausa, al oído de él) Vos tenéis a vuestro ángel bueno… Muchos sonetos dan

50
La noche que jamás existió Humberto Robles

prueba de ello… “Ni el mármol, ni dorados monumentos de príncipes han de

sobrevivir a estas potentes rimas79…”

William: Soy lo que soy, pero no lo que parezco que soy80.

Elizabeth: Enseñadme cómo os amáis… Sólo es una figuración… Yo os doy mi

palabra, ningún daño o percance os causará satisfacer mi curiosidad, Cisne de

Avon... Si soy injusta, que sea el cielo el que cobre venganza y el que me

castigue.

William (tras pausa): En vos y en dios confío.

William sale haciendo una reverencia sin darle la espalda a ella. Ella se va

poniendo algunas prendas masculinas, inspiradas en la indumentaria de los

guerreros griegos.

Elizabeth: La amistad verdadera entre dos hombres y la superioridad de este

vínculo por encima del Amor entre un hombre y una mujer, fue considerado un

valor sublime… En la mitología sumeria, los guerreros Endiku y Gilgamesh

fueron amantes… ¿No tuvo Magnes un hijo de extraordinaria belleza, Himineo,

que cuando el dios Apolo lo vio, se enamoró de él…? Así también se amaron

Tulio y Octaviano… el sabio Sócrates y Alcibíades… ¿No dice Luciano que

"para el hombre común tanto las féminas como los varones sirven para el

placer, pero el Amor puro por los jóvenes está reservado a los filósofos…?”81 Y

hasta en la santa Biblia, ¿no se habla del intenso Amor que unía a David, antes

de ser rey, con el joven Jonatán?

Ella se coloca unas barbas en el rostro. Él entra con otras ropas masculinas,

inspirada en la indumentaria de los guerreros griegos.

79
Soneto LV
80
Otelo
81
Diálogos de Tendencia Cínica, Luciano

51
La noche que jamás existió Humberto Robles

William: Platón aconsejaba enviar a la guerra a parejas de varones para que se

defendieran mutuamente…82 Ahí tenéis al joven Patroclo y al valiente Aquiles,

general de los mirmidones.

Música épica.

William y Elizabeth (al unísono, emulando al coro griego): ¡Canta, oh musa, la

cólera del Pélida Aquiles; cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos

y precipitó al Hades muchas almas valerosas de héroes, a quienes hizo presa

de perros y pasto de aves —se cumplía la voluntad de Zeus—desde que se

separaron disputando el Atrida, rey de hombres, y el divino Aquiles!83

William: Uno era un joven, el otro un adulto, ambos comprometidos: el erómeno

y el erastés.

Elizabeth: Ocho largos, larguísimos años han pasado del inicio del cerco a

Troya…

William: Los ejércitos griegos no dejan de atacar la ciudad amurallada…

Elizabeth: La guerra y los dioses que lo han propiciado, han cobrado cientos de

vidas…

Elizabeth y William (al unísono): ¡Qué importa si es por Troya…! ¡La hermosa

Helena bien vale una guerra…! ¡Mientras Ulises, en su campamento, gesta un

colosal caballo de madera…! ¡Troya caerá rendida ante la armada griega…!

Elizabeth: Al cobijo de la tregua, en el campamento de los griegos, Aquiles se

regocija ante la figura viril de Patroclo…

82
El Banquete, Platón
83
La Ilíada, Homero

52
La noche que jamás existió Humberto Robles

William: Sus cuerpos son jardines en los que hacen de jardineros sus

voluntades84… Cuando la sensualidad nos somete, perdemos el título de

humanos85.

Elizabeth: Eros los ha herido; un ardor los consume.

William (tras pausa): Pintado por Natura el rostro tienes

de mujer, dueño y dueña de mi Amor;

y de mujer el corazón sensible

mas no mudable como el femenino;

tus ojos brillan más, son más leales

y doran los objetos que contemplas;

de hombre es tu hechura, y tu dominio roba

miradas de hombres y almas de mujeres.

Primero te creó mujer Natura

y, desvariando mientras te esculpía,

de ti me separó, decepcionándome,

al agregarte lo que no me sirve.

Si es tu fin el placer de las mujeres,

mío sea tu Amor, suyo tu goce86.

Elizabeth: ¡Para el amante, ni Apolo ni Adonis, para él no ha habido hombre

más hermoso que el general de los mirmidones…! Patroclo, en un susurro, al

oído le murmura…

William: Déjame confesar que somos dos


84
Otelo
85
Los dos nobles caballeros
86
Soneto XX

53
La noche que jamás existió Humberto Robles

aunque es indivisible el Amor nuestro,

así las manchas que conmigo quedan

he de llevar yo solo sin tu ayuda.

No hay más que un sentimiento en nuestro Amor

si bien un hado adverso nos separa,

que si el objeto del Amor no altera,

dulces horas le roba a su delicia.

No podré desde hoy reconocerte

para que así mis faltas no te humillen,

ni podrá tu bondad honrarme en público

sin despojar la honra de tu nombre.

Mas no lo hagas, pues te quiero tanto

que si es mío tu Amor, mía es tu fama87.

Elizabeth: Patroclo fue asesinado y Aquiles, enloquecido, vengó su muerte.

William: ¿Cómo puedo elogiarte con modestia

cuando tú eres de mí la mejor parte?

¿Qué me puede otorgar mi propio elogio

y qué hago con tu elogio sino el mío?

Vivamos separados, y que pierda

su nombre de indiviso nuestro Amor,

para que pueda darte, al separarnos,

lo que mereces tú, tú solamente.

87
Soneto XXXVI

54
La noche que jamás existió Humberto Robles

¡Oh ausencia, cuál sería tu suplicio,

si tu amarga quietud no nos dejara

burlar al tiempo en el Amor pensando,

engaño dulce del pensar y el tiempo,

Y no enseñaras a hacer dos con uno,

aquí elogiando a quien está distante!88

Ambos se miran unos instantes. Ella lo toma de la nuca, se van acercando

lentamente hasta que ella lo besa en la boca. Los dos se funden en un

prolongado beso. Cuando él ya no puede más, cae a los pies de ella.

William: ¡Su alteza!

Elizabeth: Levantaos, William.

William: ¡Me es imposible miraos a los ojos! ¡Prometí no tocaros y acabo de

hacerlo!

Elizabeth: Maese, no habéis sido vos, he sido yo quien os ha besado.

William: ¿No me castigaréis por haber rozado mis labios a los vuestros?

Elizabeth: No temáis nada.

William: Desde el inicio me habéis advertido que esa era la única prohibición.

Elizabeth: He sido yo quien infringió su propia regla… No os preocupéis… Lo

único que puedo hacer por vos es agradecer todo lo que habéis hecho por mí

esta noche.

Ella lo levanta. Luego se va quitando las ropas masculinas y mira hacia una

ventana.

88
Soneto XXXIX

55
La noche que jamás existió Humberto Robles

Elizabeth: ¡Mirad…!

Él se quita la indumentaria inspirada en la ropa griega. Ella avanza hacia la

ventana.

Elizabeth: Despuntan los primeros rayos del alba… Agoniza esta noche,

querido Will… El sol da sepultura a las estrellas una vez más… No tarda en

cantar la alondra anunciando la mañana.

William: Y ahora es menester preguntaros, ¿he cumplido con mi cometido?

Elizabeth: Con creces.

William: ¿Algo os ha enseñado este poeta y actor?

Elizabeth (tras pausa): Aprendí que el Amor es la fuerza más grande que

mueve al mundo, una energía poderosa que rige a los mortales… También me

habéis enseñado que el Amor no pertenece a ningún género… Hombres y

mujeres de igual manera se rinden y se rigen por el dios Eros… Lo que nos

diferencia del resto de criaturas y bestias, es eso que llamamos Amor… Porque

si observamos a la naturaleza, ¿acaso vemos que exista en ella ese

sentimiento…? Aparentemente no… Parece que la madre natura no lo

consideró necesario… ¿Será un invento humano… una cualidad inherente,

solo propia de nosotros…? Es probable que el Amor sea indispensable porque

es absolutamente innecesario… Sin embargo, el ser humano sería nada sin el

Amor… Sería inútil, no tendría sentido su breve existencia.

William: No dejen que admita impedimento al enlace

de las almas fieles: no es Amor el Amor

que al contemplar un cambio, cambia,

o que obliga al distanciado a distanciarse,

56
La noche que jamás existió Humberto Robles

¡Oh, no! Es un faro inmóvil

que contempla tempestades y no se estremece nunca.

Es la estrella para todo barco errante

cuya virtud ignora, aunque conozca su altura.

El Amor no es el tonto del tiempo, por más que labios

y mejillas de rosa al alcance de su curva guadaña lleguen.

El Amor no se altera con las breves horas y semanas,

sino que perdura hasta el filo de los días.

Si esto es erróneo y se me puede probar,

yo nunca escribí, ni hombre alguno amó jamás89.

Elizabeth: Gracias, maese, por lo que hoy me habéis enseñado… Creo que por

instantes alcancé a comprender lo que es el Amor entre dos personas… Una

fuerza vital que es capaz de estremecer al cosmos… Un sentimiento al cual

sucumbieron incluso los dioses del Olimpo… Pero más que nada, el fuego que

atiza el corazón de los mortales… Lo único indispensable y lo único valioso de

la humanidad es el Amor… Es por ello que me inclino ante vos como sólo lo

hecho ante a alguien que ha tenido más jerarquía que yo -muy pocos en

verdad-… De rodillas ante vos, os agradezco haber hecho todo lo que estaba a

vuestra disposición para colmar mi deseo, y os rindo tributo como sólo se le

rinde a un rey, a un gran sabio o a un hombre excepcional.

Ella se incorpora. Él le hace una reverencia. Ella regresa a la ventana.

89
Soneto CXVI

57
La noche que jamás existió Humberto Robles

Elizabeth: La aurora está arribando… La luz se abre paso entre las tinieblas…

Solamente nos queda una última cosa por hacer… (Abre el mueble y saca una

copa con un bebedizo) Como os he repetido: esta noche nunca existirá… Yo

no diré nada… Y vos tampoco.

William: Os lo he prometido y mantengo mi juramento, su majestad. No

quedará memoria de lo que aquí ha acontecido.

Elizabeth: Para no arriesgarnos a que vuestra voluntad flaquee o que la más

mínima tentación os traicione, os haré ingerir esta pócima… (Mezcla el

contenido moviendo la copa con la mano) ¡No cese, no cese el trabajo aunque

pese90!

William: ¿Acaso un veneno?

Elizabeth: Nunca he comulgado con esa célebre costumbre italiana… Y no es

mi intención asesinaros, Bardo de Avon… Nada más lejano a eso… Este es un

elixir, el cual propicia un sueño profundo y provoca el olvido total… Jamás

recordaréis nada de lo que aquí sucedió entre vos y yo… (Le tiende la copa)

Apurad la copa.

Él duda.

Elizabeth: Creedme y confiad en mí... Ningún mal os he de causar... Vos me

sobreviviréis y seguiréis actuando, escribiendo y representando vuestro teatro...

Nunca privaría de su existencia a alguien que brilla con tanto fulgor como vos...

Sois uno de los diamantes más preciados de mi corona, querido Will... El astro

que más resplandece en el firmamento inglés… Bebed... Lo único que os

espera es el letargo y el abrazo de un sueño dulce y feliz… Al despertar, nada

de esto recordaréis... Tomad hasta la última gota.

90
Macbeth

58
La noche que jamás existió Humberto Robles

William (duda y eleva la copa): Como la aguja del reloj que da otra vez

las mismas horas que marcaba ayer,

vuelta a empezar desde el final en su recuento circular,

rogamos, poderosa soberana,

que cual reloj, cada mañana

lideres las sesiones del concejo

volviendo nuevo lo que es viejo,

que quien hoy es apenas un infante

de lengua incierta y balbuceante

cada cuaresma se incline en reverencia,

como lo estoy haciendo yo, en tu presencia,

que los retoños de estos caballeros

que hoy te sirven como consejeros,

puedan ver con sus ojos, cuando peinen canas,

a quien de sus padres fue soberana.

Es mi deseo que deseo bien,

lo consienta el Cielo con un amén91.

Él bebe la copa. Ella lo observa y cuando comprueba que él ha terminado todo

el brebaje, va a sentarse al diván o sofá.

Elizabeth: Ahora venid a mi regazo... Permitidme arrullaros como a un niño

recién nacido... La reina velará vuestro sueño…

Él obedece, se sienta en el piso y se recarga en ella. Música final. Mientras ella

habla y lo acaricia, él se va quedando dormido.

91
A la reina. Poema supuestamente leído por Shakespeare ante Elizabeth I. Tal vez fue
recitado en “Como gustéis”, como epílogo, tras una representación en la corte.

59
La noche que jamás existió Humberto Robles

Elizabeth: Ah, Cisne de Avon, el ave fénix renació de las cenizas… la esfinge

develó su enigma… y una noche el unicornio soñó que era real… (Susurra)

Olvidadlo todo… Descansad… dormid… Soñad…

William (casi completamente dormido): Descansar… Dormir… Soñar…

William y Elizabeth (al unísono): Soñar… soñar…

Él termina cayendo en un sueño profundo. Se va haciendo un oscuro muy

lento. Efecto de viento, relámpagos y truenos in crescendo.

Elizabeth: He aquí el obsequio en retribución a vuestro favor… ¡Os otorgo la

gloria para siempre y más allá de los tiempos…! ¡Yo os concedo la eternidad…!

Vuestro nombre resonará por todo el orbe aún después de vuestra muerte y

mucho más… Vos y vuestros personajes sobrevivirán… ¡Espectros, yo os

invoco y convoco…! ¡Haceos presentes aquí y ahora…! ¡Muéstrense, espíritus,

muéstrense en su ser! ¡Muéstrense, espíritus, muestren su poder92…!

Efecto de viento, truenos, relámpagos y humo.

Elizabeth (invoca): Miranda… Cimbelino… Viola… Rey Lear… Julieta…

Hamlet… Tamora… Petrucho… Cordelia… Berowne… Lavinia… Romeo…

Imogena… Macbeth… Ofelia… Falstaff… Porcia… Próspero… ¡Espectros,

protegedlo y cuidad de él…! ¡Dadle larga vida y gloria eterna…! (Tras pausa) Y

os ordeno, maese Shakespeare, por honor a vuestro incomparable ingenio y

para perpetuar vuestra memoria, que mandéis escribir en vuestro epitafio…

“Buen amigo, por Jesús, abstente de cavar el polvo aquí encerrado… Bendito

el hombre que respete estas piedras… y maldito el que remueva mis huesos93.”

Continúa la música, el viento, los relámpagos y el humo. Oscuro.

92
Macbeth
93
Epitafio de William Shakespeare

60
La noche que jamás existió Humberto Robles

- FIN

- Humberto Robles

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