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O

OBEDIENCIA pero, además otros factores; concreta-


mente, la bondad moral de lo mandado.
1. La obediencia en el contexto de la fami- Cuando la persona que manda impera una
lia y de la sociedad civil. 2. La obediencia conducta inmoral, la respuesta no debe
en el contexto de la comunidad eclesial. ser la obediencia, sino, al contrario, negar-
3. Dimensión teologal de la obediencia
se a realizar esa acción y, dando un paso
cristiana. 4. La obediencia en la vida de san
más, poner los medios para contribuir a
Josemaría. 5. El camino de la obediencia
de los hijos de Dios en medio del mundo.
que quien la imperaba cambie de modo de
6. Obediencia, libertad y responsabilidad pensar, o al menos, deje de tratar de impo-
personal del cristiano. ner esa conducta a otros.
San Josemaría nos transmite una doc-
La palabra “obediencia” indica el acto trina teológica, espiritual y pastoral sobre
de obedecer, es decir, de cumplir o realizar esta virtud, vivida, meditada, predicada y
la voluntad de otro. La obediencia presupo- difundida desde su experiencia cristiana
ne la autoridad del que manda, esto es, del y su llamada a santificarse en medio del
que posea el derecho de imperar o acon- mundo. De ahí su tono vital. Para expo-
sejar una conducta y que actúe dentro del nerla, haremos referencia primero a los
ámbito de su competencia. Y, por lo que aspectos antropológicos de la obediencia,
se refiere al que obedece, que cumpla ese para pasar luego a los teologales y expo-
mandato consciente y libremente, ya que, ner finalmente algunos aspectos comple-
en caso contrario –es decir, el de quien mentarios.
hace lo que otro desea como consecuen-
cia de una violencia física o moral– no es- 1. La obediencia en el contexto de la fa-
taríamos ante un acto de obediencia, sino milia y de la sociedad civil
ante una voluntad forzada. La obediencia
El hombre es un ser social por natura-
es, en suma, un acto eminentemente inter-
leza: nace en el seno de una comunidad (la
personal, con el que quien obedece hace
familia) y en ese contexto, y en el de la so-
propia la voluntad del que manda.
ciedad civil, crece y se desarrolla. El niño
Pero el vocablo “obediencia” se usa necesita de los padres no sólo para recibir
también para indicar no un simple acto, el alimento corporal, sino también para ir
sino una virtud, es decir, la cualidad mo- conformando su personalidad y adquirir
ral de quien tiene un ánimo pronto para las luces y los valores que le permitirán
obedecer. La comprensión de la obedien- afrontar las posteriores etapas de su vida.
cia como virtud implica esa referencia a la De ahí la responsabilidad de los padres, y
libertad, de la que acabamos de hablar, también la de los hijos, que deben reco-

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nocer la autoridad de sus progenitores y a modificar ese orden, a lo que no puede


dejarse guiar por ellos, en otras palabras, permanecer indiferente ninguna persona
obedecer (cfr. ECP, 22-23, 27-29). noble y menos aún un cristiano, ya que “un
La obediencia está llamada a estar hombre o una sociedad que no reaccione
presente no sólo en la infancia y en la pri- ante las tribulaciones o las injusticias, y
mera juventud, sino a lo largo de toda la que no se esfuerce por aliviarlas, no son
existencia; no sólo en la familia, sino en un hombre o una sociedad a la medida del
otros muchos ámbitos. El ideal al que debe amor del Corazón de Cristo” (ECP, 167).
aspirar el ser humano es el de llegar a ser La obediencia, una obediencia verda-
una persona madura, de carácter y de cri- dera y plena –ejercicio de virtud–, implica
terio (cfr. C, Prólogo y nn. 1 ss.), pero no sentido de la justicia, espíritu de servicio
el de convertirse en un ser aislado de los y docilidad, es decir, disponibilidad para
demás, encerrado en su propio modo de cumplir lo que justamente ha sido manda-
pensar y de actuar. El hombre es un ser do. Y también humildad, reconocimiento
esencialmente social y relacional. Un ade- de la limitación de la propia inteligencia –
cuado vivir humano implica conciencia de ningún ser humano posee la totalidad del
las dimensiones sociales de la persona, saber, ni especulativo, ni práctico– y, en
de la importancia de la sociedad no sólo consecuencia, la apertura a escuchar a los
como fuente de bienes que permiten satis- demás y a admitir que existan otros a quie-
facer las propias necesidades, sino, sobre nes corresponda dar orientaciones e inclu-
todo, como ámbito en el que la persona se so mandatos. De ahí que a la obediencia
despliega y realiza en la relación con los se oponga el egoísmo: “¡Parece mentira
demás, en la amistad, en la participación que se pueda ser tan feliz en este mundo
en tareas comunes, en la solidaridad. donde muchos se empeñan en vivir tristes,
porque corren tras su egoísmo, como si
Todo esto sin olvidar que la sociedad
todo se acabara aquí abajo! –No me seas
humana implica pluralidad de funciones y
tú de ésos..., ¡rectifica en cada instante!”
tareas, diversidad en quienes la compo-
(S, 296). “Te encuentras solo..., te quejas...,
nen; más aún estructura, orden, jerarquía,
todo te molesta. –Porque tu egoísmo te
autoridad. Y por tanto obediencia: “Jerar-
aísla de tus hermanos, y porque no te acer-
quía. –Cada pieza en su lugar. –¿Qué que-
cas a Dios” (S, 709). Y, junto al egoísmo, la
daría de un cuadro de Velázquez si cada
soberbia: “Si la obediencia no te da paz, es
color se fuera por su sitio, cada hilo de la
que eres soberbio” (C, 620).
tela se soltase, cada trozo, de madera del
bastidor se separase de los otros?” (C, De ahí que requiera una serie de ca-
624). La obediencia –con sus múltiples racterísticas o propiedades que a san Jo-
manifestaciones en el seno de la familia, semaría le gustaba enumerar: sincera; sin
en el ejercicio de la vida profesional, en la reticencias ni comentarios indebidos; aten-
vida de relación y en los demás ámbitos ta, lo que significa “escuchar”; inteligente,
de la sociedad civil– presupone, por parte poniendo en ejercicio el propio saber y la
de quien obedece, conciencia de la propia propia capacidad de iniciativa en servicio
responsabilidad; pero también –e incluso de la ejecución de lo mandado; pronta, sin
primaria y precedentemente– una actitud dilación o retraso innecesarios; confiada;
de servicio al bien común por parte de íntegra, etc. (cfr. ECP, 17 y 42, donde re-
quien manda, así como la existencia de un mite al ejemplo de san José; C, 616, 619,
orden justo en la sociedad. Si esa actitud 623, 627; F, 231; S, 379, 380, 572, 578).
y ese orden justo faltaran, la obligación de Los tratados de ética y de teología
obedecer podría quedar en entredicho, y moral se han ocupado copiosamente de
transformarse en una invitación a resistir y diversas cuestiones relacionadas con la

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obediencia, sea en referencia a esta virtud, asistencia que el Espíritu Santo presta a la
sea al hablar de la justicia y del conjunto de Iglesia y, por tanto, la necesidad de actuar
las virtudes sociales, al analizar la naturale- en todo momento con actitud de fe. De ahí
za y fundamento de las leyes, al considerar que, más que de simple obediencia, habla
los derechos y deberes de la persona en de amor, de unidad, de fidelidad filial: “¡Qué
cuanto ser social, etc. Han desarrollado alegría, poder decir con todas las veras de
así una doctrina amplia, completada con mi alma: amo a mi Madre la Iglesia santa!”
una variada casuística (en qué casos es (C, 518). “Ese grito –«serviam!»– es volun-
lícito no obedecer a un mandato, cuándo tad de «servir» fidelísimamente, aun a cos-
se puede –e incluso se debe– acudir a la ta de la hacienda, de la honra y de la vida,
objeción de conciencia...). Aunque en la a la Iglesia de Dios” (C, 519).
predicación de san Josemaría no faltan Para concretar algo más lo que implica
referencias a esas cuestiones, no parece la obediencia en la Iglesia, podemos seña-
necesario entrar aquí en su consideración lar dos campos fundamentales:
detenida; nos podemos, por eso, limitar a
a) Ante todo, la obediencia de la fe (cfr.
los principios generales ya esbozados.
Rm 10, 16), la aceptación rendida de
la fe que trasmite la Iglesia y, en ella,
2. La obediencia en el contexto de la co- el magisterio ejercido por los obispos
munidad eclesial y particularmente por el Romano Pon-
“Fue voluntad de Dios santificar y sal- tífice. Se trata de verdadera obedien-
var a los hombres, no aisladamente, sin cia, pues el contenido u objeto de la
conexión alguna de unos con otros, sino fe trasciende la razón humana, y por
constituyendo un pueblo, que le confesa- tanto reclama la adhesión profunda y
ra en verdad y le sirviera santamente” (LG, confiada al magisterio eclesiástico (S,
9). Fruto de esa voluntad divina es la Igle- 275; F, 133, 581). Pero, de otra parte,
sia, signo y sacramento de una salvación trasciende el concepto de obediencia,
destinada a la humanidad. Habiendo sido pues no se trata de rendir la propia vo-
incorporado a la Iglesia por el Bautismo, el luntad ante la de otro, sino de acoger
cristiano, varón o mujer, crece en el seno un testimonio y, al hacerlo, abrirse a la
de la comunidad cristiana, en la que tie- verdad que ese testimonio trasmite,
ne acceso a la palabra de Dios y a esas dejándose llenar de la “luz”, del “es-
fuentes de vida que son los sacramentos. plendor”, de la “seguridad”, del “calor”
La Iglesia es, como señala también el do- que la fe implica (cfr. C, 575).
cumento arriba citado (cfr. LG, 11), una co- b) Pero la Iglesia ha recibido de Cristo
munidad organice structa, orgánicamente no sólo la misión de transmitir la ver-
estructurada, con una configuración que, dad revelada, sino también la de guiar
partiendo de la distinción entre sacerdocio al cristiano, orientando su conducta
común (sacramento del Bautismo) y sacer- para que cumpla todo lo que Cristo ha
docio ministerial (sacramento del Orden), mandado (cfr. Mt 28, 30). Hay, por eso,
comprende una diversidad de instituciones en la vida de la Iglesia, mandamientos
surgidas de la acción del Espíritu Santo y y preceptos (la Misa dominical, por
de desarrollos históricos. En la Iglesia hay, ejemplo), que el cristiano está llama-
pues, una igualdad y fraternidad radicales, do a cumplir, y a cumplir “fielmente”
y al mismo tiempo una autoridad, una je- (cfr. C, 522), y hay también consejos
rarquía. Y, por tanto, obediencia. (la práctica de determinadas devocio-
Aquí la enseñanza de san Josemaría nes, también por ejemplo), que deben
está informada por un principio funda- ser recibidos y considerados con la
mental: el reconocimiento sincero de la atención y docilidad que su origen

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reclama. La disciplina eclesiástica es, cionado con la revelación del amor de Dios
por lo demás, amplia y deja un dila- hacia los hombres, con la proclamación de
tado espacio a la iniciativa individual su paternidad, de su atención a la criatu-
en todo lo referente a esa busca de la ra humana, a la que acompaña con amor
santidad y a ese ejercicio del aposto- de Padre en todas las circunstancias de
lado a los que todo cristiano, en razón su vida. La conciencia de esa paternidad,
de su bautismo, está llamado. y de la correspondiente filiación, lleva al
En el seno de la Iglesia, en ocasiones cristiano a asumir la propia existencia sa-
como efecto de una inspiración especial biendo que puede afrontar todo momento,
del Espíritu Santo, en otras como fruto de toda tarea, viviéndola con conciencia de
la iniciativa de personas o de instituciones la cercanía amorosa de Dios, y por tan-
concretas, hay múltiples instituciones con to con actitud de amor, de adoración, de
finalidades apostólicas, educativas, asis- obediencia, de deseos de cumplir en todo
tenciales, etc., que en uno u otro campo instante la voluntad divina.
desarrollan la misión de la Iglesia o contri- La virtud de la obediencia adquiere así
buyen a ella. Todas estas instituciones po- los rasgos propios de una virtud general
seen, más determinada, en algunos casos, (S.Th., I-II, 9-104), de una virtud que hace
menos definida, en otros, una estructura referencia sobre todo a lo que determina
de gobierno, lo que conlleva relaciones de la autoridad de la Iglesia, a quien tiene
decisión y de obediencia. En los capítulos función de gobierno en los distintos ám-
de Camino y Surco que san Josemaría de- bitos de la sociedad civil, a la totalidad de
dica a la obediencia, se contienen diversos la existencia. Ya que, como escribe san
puntos que hacen referencia a esta reali- Pablo, “no hay autoridad que no venga de
dad. Citemos tres que nos parecen signi- Dios: las que existen han sido constituidas
ficativos: “En los trabajos de apostolado por Dios”, de modo que “quien se rebe-
no hay desobediencia pequeña” (C, 616); la contra la autoridad, se rebela contra el
“¡Qué lástima que quien hace cabeza no te ordenamiento divino” (Rm 13, 1-2); lo que
dé ejemplo!... –Pero, ¿acaso le obedeces reclama que se obedezca también interior-
por sus condiciones personales?... ¿O el mente, “no sólo por temor al castigo, sino
«obedite praepositis vestris» –«obedeced también por motivos de conciencia” (Rm
a vuestros superiores?», de San Pablo, 13, 5). Siempre, claro está, que el manda-
lo traduces, para tu comodidad, con una to responda a la justicia y no se oponga al
interpolación tuya que venga a decir...,
querer de Dios, ya que “hay que obedecer
siempre que el superior tenga virtudes a mi
a Dios antes que a los hombres” (Hch 5,
gusto?” (C, 621, citando Hb 13, 17); “No
29). La obediencia es, en este sentido, una
amas la obediencia, si no amas de veras
virtud general, puesto que impulsa a vivir
el mandato, si no amas de veras lo que te
de modo que “siempre y en todo” (C, 287)
han mandado” (S, 375).
se busque agradar a Dios, cumplir su vo-
luntad sea cual sea la vía a través de la que
3. Dimensión teologal de la obediencia se nos manifieste. De ahí la exclamación
cristiana que encontramos en Forja: “Ojalá pueda
Cuanto antecede es, sin duda, impor- decirse que la característica que define tu
tante, pero si nos quedáramos ahí, per- vida es «amar la Voluntad de Dios»” (F, 48),
maneceríamos en la superficie de lo que porque en la identificación con la voluntad
la fe cristiana manifiesta respecto de la divina está la plena realización de la perso-
obediencia. El dato fundamental, y podría- na humana, y la fuente de la felicidad que,
mos decir específico, del mensaje cristiano incoada en el vivir terreno, desemboca en
sobre la virtud de la obediencia está rela- la eternidad.

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Esta comprensión teologal de la obe- referencia a la identificación con Cristo,


diencia se completa, en san Josemaría, que hace que la obediencia cristiana esté
con dos consideraciones fundamentales. entrañada en el misterio de la redención.
En primer lugar, la conciencia de la digni- “Cristo, en cumplimiento de la voluntad
dad de la persona humana, no sólo criatu- del Padre, inauguró en la tierra el reino de
ra, sino hijo de Dios. De ahí un fuerte acen- los cielos, nos reveló su misterio y con su
to puesto en la relación entre obediencia y obediencia realizó la redención” (LG, 3).
libertad: no hay verdadera obediencia sin En efecto, Dios, en su infinita sabiduría y
libertad, y la libertad se realiza en relación bondad, creó y decretó elevar a los hom-
al bien y, por tanto, incluye la obediencia bres a participar de la vida divina y, como
cuando es a través del mandato como el ellos hubieran pecado en Adán, no los
bien se manifiesta. “Hemos de estimar es- abandonó al poder de la muerte sino que
pecialmente la obediencia. Soy muy ami- llevó a cabo su designio según una moda-
go de la libertad, y precisamente por eso lidad redentora que pasa por la amorosa y
quiero tanto esa virtud cristiana. Debemos obediente entrega a la muerte de su pro-
sentirnos hijos de Dios, y vivir con la ilusión pio Hijo, en oblación salvífica por todos los
de cumplir la voluntad de nuestro Padre. hombres (cfr. Rm 5, 19). Por eso, desde su
Realizar las cosas según el querer de Dios, entrada en el mundo (cfr. Hb 10, 5) hasta
porque nos da la gana, que es la razón su muerte (cfr. Flp 2, 8), la vida de Cris-
más sobrenatural” (ECP, 17). “El espíritu to está marcada por una obediencia filial
del Opus Dei, que he procurado practicar y que nace de su amor al Padre (cfr. Jn 4,
enseñar desde hace más de treinta y cinco 34). En esta realidad radica el origen y el
años –añade inmediatamente–, me ha he-
fundamento de la obediencia como virtud
cho comprender y amar la libertad perso-
cristiana: en la libre, amorosa y confiada
nal. Cuando Dios Nuestro Señor concede
identificación con Cristo, y, en Cristo, con
a los hombres su gracia (...) es como si les
la voluntad redentora de Dios Padre.
tendiera una mano, una mano paterna llena
de fortaleza, repleta sobre todo de amor, Estas realidades constituyen el humus
porque nos busca uno a uno, como hijas e de las enseñanzas de san Josemaría sobre
hijos suyos, y porque conoce nuestra de- la obediencia. Comentémoslo glosando a
bilidad. Espera el Señor que hagamos el continuación sus coordenadas.
esfuerzo de coger su mano, esa mano que
Él nos acerca: Dios nos pide un esfuerzo, a) Trinitaria e histórico-salvífica
prueba de nuestra libertad. Y para saber Para san Josemaría, la obediencia no
llevarlo a cabo, hemos de ser humildes, se basa en razones humanas, aunque és-
hemos de sentirnos hijos pequeños y amar tas –como la eficacia, el orden, la disciplina
la obediencia bendita con la que respon- o, incluso, la abnegación o el mismo amor–
demos a la bendita paternidad de Dios” sean reconocidas y estimadas en todo su
(ibidem; cfr. AD, 28-31). La obediencia, y valor, sino en motivaciones teológicas, de-
la obediencia delicada, llevada hasta el de- rivadas del marco trinitario e histórico-sal-
talle, no es señal de servilismo y de inma- vífico en el que la Escritura sitúa el signifi-
durez, sino por el contrario, de “señorío”, cado y el alcance de la obediencia. Se trata
de un dominio de la propia libertad, orde- de razones radicadas en la fe en Cristo: “El
nándola al servicio, al amor y a la entrega Verbo baja del Cielo y toma nuestra car-
(cfr. ECP, 19, 173), ne con este sello estupendo de la libertad
La consideración de la obediencia en el sometimiento” (AD, 25) y, llegada su
como fruto de la libertad que tiene con- hora, “se humilló a sí mismo, obedeciendo
ciencia de su ordenación al bien, con todo hasta la muerte y muerte de cruz” (Flp 2,
lo que esto implica, se completa con la 8), para dar así cumplimiento al designio

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del Padre. Cristo redentor obedece filial obedecía” (ECP, 17). Todo el arco de la vida
y amorosamente con el deseo de restituir terrena del Hijo de Dios, desde que entra
al Padre la gloria lesionada por la ofensa en el mundo por la Encarnación (Lc 1, 26),
de los hombres, y para ofrecer esta salva- hasta que entrega su espíritu en la Cruz
ción perdida. Cristo se convierte así en el (Flp 2, 8), permanece bajo el signo de la
puente, en el arcaduz por el que el Amor obediencia filial, de una adhesión amorosa
de Dios fluye en el interior de los corazones y rendida a la voluntad de Dios. Desde esta
que, reanimados por la caridad y corres- perspectiva, que tiene como trasfondo la
pondiendo a la gracia del Espíritu Santo, escena del Calvario, los años de la infancia
aprenden a obedecer siguiendo las huellas y juventud de Cristo, su obediencia oculta
del Verbo encarnado (cfr. ECP, 84). En esta en Nazaret, resultan especialmente lumi-
respuesta humana, incoada en el fiat obe- nosos y elocuentes: “Miremos de nuevo el
diente de María (cfr. ECP, 173; AD, 25), se ejemplo de Cristo. Jesús obedece, y obe-
hace presente, de algún modo, el misterio dece a José y a María. Dios ha venido a la
de Jesús obediente, contribuyendo así con tierra para obedecer, y para obedecer a las
Él a la gloria de Dios y a la salvación de criaturas” (ECP, 17). El sometimiento del
la humanidad. Desde las coordenadas del Hijo a los planes de Dios durante todo el
eterno proyecto creador y redentor de la tiempo de su vivir “ordinario” aparece, en
Trinidad, y de su economía en la historia su sobria normalidad, cargado de un signi-
de la salvación por las misiones del Hijo y ficado salvífico que se desvela plenamente
del Espíritu Santo, es como san Josemaría en el Gólgota: “con el anonadamiento, con
ilumina la lógica de esta virtud. la sencillez, con la obediencia: con la di-
vinización de la vida corriente y vulgar de
b) Cristocéntrica las criaturas, el Hijo de Dios fue vencedor”
La predicación del fundador del Opus (ECP, 21).
Dei toma constantemente inspiración del El segundo rasgo –virtualidad cristi-
texto evangélico, llevando al interlocutor a conformadora– indica que Cristo obedien-
imitar y a tratar personalmente a Cristo. Su te, plenamente identificado por amor a la
discurso adopta siempre una perspectiva voluntad de su Padre, no es sólo un mero
cristocéntrica, en la que la obediencia apa- ejemplo, sino un modelo que el Maestro
rece connotada por dos rasgos insepara- interior –el Espíritu Santo– reproduce en la
bles: su perfil cristológico y su virtualidad vida del cristiano con la colaboración de su
cristiconformadora. libertad. En ese camino de identificación
El primero se apoya en un dato bíbli- con Cristo, de “cristificación” (cfr. CECH,
co central: Cristo obedeció. La obedien- p. 268), que es la senda de la santidad,
cia cristiana tiene su modelo en el Hijo la obediencia tiene una especial función
de Dios, que se hace hombre y secunda “cristiconformadora”: inclina a incorporar
con su vida el cumplimiento del designio la propia voluntad a la adhesión amorosa
salvífico del Padre. Dos son los textos y filial de Cristo respecto al querer de su
neotestamentarios más recurrentes en su Padre. La comprendemos así como la vir-
predicación: Lc 2, 51 y Flp 2, 8. Para san tud por “la que respondemos a la bendita
Josemaría, la obediencia caracteriza de paternidad de Dios” (ECP, 17); y, por tanto,
modo tan central la existencia de Cristo, como una actitud de hijos, no de esclavos;
que adquiere la categoría de síntesis bio- como una actitud llena de señorío y de
gráfica: “Los Santos Evangelios nos han amor, no de servilismo.
transmitido otra biografía de Jesús, resu- Sin la obediencia no puede haber au-
mida en tres palabras latinas, que nos da téntico seguimiento ni plena identificación
la respuesta: erat subditus illis (Lc 2, 51), con Cristo, pues su ser Hijo se manifiesta

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precisamente como adhesión amorosa al aparece así firmemente radicada en la vida


Padre. La obediencia es, en consecuencia, teologal y lleva el sello y el dinamismo de
virtud central, eminentemente positiva y fe- su impronta sobrenatural.
cunda, que reproduce misteriosamente en Para san Josemaría, la vida cristiana
el cristiano el núcleo mismo del misterio de se teje con los hilos de fibras humanas y
Cristo, su sí filial y completo a Dios Padre. divinas: la voluntad de un hijo que, como la
“Hay que morir a uno mismo, para renacer de Cristo, enlaza con la de su Padre Dios.
a una vida nueva. Porque así obedeció Je- En esta comunión de voluntades, la incli-
sús, hasta la muerte de cruz, mortem au- nación propia de la obediencia juega un
tem crucis. Propter quod et Deus exaltavit papel clave. Ciertamente la respuesta filial
illum (Flp 2, 8). Y por esto Dios lo exaltó. Si –obediente– del cristiano al querer de Dios
obedecemos a la voluntad de Dios, la Cruz Padre exige sacrificio, entrega y, en oca-
será también Resurrección, exaltación. Se siones, renuncia. Sin embargo, la fuente de
cumplirá en nosotros, paso por paso, la la que esa respuesta se alimenta no está
vida de Cristo” (ECP, 21). en el sacrificio o en la renuncia –aunque
éstos se precisen– sino en el amor, y por
c) Filial y fundamentada en la fe, la espe-
tanto en las virtudes teologales y en la ac-
ranza y el amor
ción del Espíritu Santo, que suscita la sin-
La constante invitación de san Jose- tonía –que es “docilidad” (ECP, 130)– con
maría a mirar y a identificarse con Cristo, el querer divino. Dios mismo, en definitiva,
Hijo obediente del Padre, va acompañada hace posible la respuesta filial y libre –obe-
de esta otra: la llamada a vivir una “obe- diente– a sus planes.
diencia rendida a la voluntad de Dios” (ECP, La obediencia procede de una fe hu-
19). Se trata de una disposición estable, de milde y dócil, llena de una confianza en
una apertura sin defensas, de una radical y Dios, a la vez activa y rendida (cfr. ECP, 42),
completa adhesión al querer divino que ha porque la voluntad divina “no se manifies-
de brotar del corazón de los hijos de Dios. ta con bombo y platillo” (ECP, 17), decía
La vida de Cristo no tuvo “otro sentido que san Josemaría con expresión gráfica. De
el de obedecer a la voluntad de Dios” (ECP, hecho, “a veces el Señor sugiere su querer
21), y así ha de acontecer en la vida del como en voz baja, allá en el fondo de la
cristiano. conciencia: y es necesario escuchar aten-
Este movimiento filial que implica la tos, para distinguir esa voz y serle fieles.
virtud cristiana de la obediencia se opo- En muchas ocasiones, nos habla a través
ne, en san Josemaría, tanto a la pasividad de otros hombres, y puede ocurrir que la
como al esfuerzo voluntarista. Es siempre vista de los defectos de esas personas, o
el fruto de su engarce con los ejes de toda el pensamiento de si están bien informa-
vida cristiana: las virtudes teologales y los dos, de si han entendido todos los datos
dones del Espíritu Santo (cfr. ECP, 43). del problema, se nos presente como una
Como señala el que fue su primer suce- invitación a no obedecer” (ibidem). La obe-
sor al frente del Opus Dei, san Josemaría diencia supera esas dificultades abriéndo-
“amaba la obediencia porque la contem- se al querer de Dios, que la mirada de fe
plaba en conexión con las virtudes más –la “visión sobrenatural”– lleva a reconocer
importantes: desde la fe a la caridad, des- como Padre, de modo que el obedecer se
de la humildad a la sencillez” (Del Portillo, configura según su forma propia, repro-
1993, p. 197). La obediencia se apoya en duciendo la fisonomía que la respuesta
las virtudes que acompañan la vida de la de amor adoptó en Cristo: el servicio a su
gracia y, en sinergia con ellas, caracteri- Padre y a todos los hombres. “El Amor no
za el obrar de los hijos de Dios. La virtud pide derechos: quiere servir. Él ha recorrido

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primero el camino. Jesús, ¿cómo obede- enseñanzas, y constituye un testimonio de


ciste tú? (…). Hay que salir de uno mismo, primer orden y un criterio hermenéutico de
complicarse la vida, perderla por amor de lo que estas enseñanzas contienen. Des-
Dios y de las almas” (ECP, 19). La obedien- de el 2 de octubre de 1928, la obediencia
cia se edifica, además, sobre la esperanza, de san Josemaría se forjó como pacien-
porque el cristiano sabe que su respuesta te búsqueda, atenta y confiada escucha,
filial a Dios –aunque comporte sufrimiento– amorosa acogida y correspondencia filial
le permite pregustar, ya aquí en la tierra, el al carisma y a la misión que Dios le había
triunfo definitivo de Cristo: “si hemos imita-
desvelado y confiado. Desde entonces, se
do a Cristo en hacer el bien –en obedecer
abocó enteramente al encargo divino (cfr.
y en llevar la Cruz, a pesar de nuestras mi-
AVP, I, pp. 308 ss.).
serias–, resucitaremos como Cristo: surre-
xit Dominus vere! (Lc 24, 34), que resucitó Por eso, su obediencia se manifiesta
de verdad” (ECP, 21). Y finalmente sobre el de modo particular durante la acogida, el
amor, ya que “el secreto para dar relieve a despliegue y la realización del carisma fun-
lo más humilde, y aun a lo más humillante, dacional, así como en su traducción canó-
es amar” (C. 418); “¿Que cuál es el fun- nica. Como señalan los estudiosos del ca-
damento de nuestra fidelidad? –Te diría, a mino jurídico de la institución, la sumisión
grandes rasgos, que se basa en el amor de filial del fundador al plan divino significó,
Dios, que hace vencer todos los obstácu- por una parte, “esfuerzo de coherencia con
los: el egoísmo, la soberbia, el cansancio, la inspiración originaria, como fidelidad a
la impaciencia...” (F, 532) una luz inicial, que va poco a poco des-
Para san Josemaría, la obediencia plegando sus virtualidades”, y, por otra,
cristiana tiene su engarce en la vida teo- “implicó (...) mucho más: dejarse llenar
logal y se forja en su fragua, haciendo al del don recibido, encarnarlo en la propia
cristiano capaz de vivir de un modo nuevo existencia, transmitirlo a otros, defenderlo
–divino– en la tierra: filial y confiadamente frente a posibles y reales incomprensiones.
situado ante un Padre que lo busca per- Y todo, sin cerrarse en sí mismo, sino, al
sonalmente y espera en todo momento contrario, abriéndose a la entera Iglesia,
la respuesta a su amoroso designio; con
dejándose juzgar por Ella, ya que sólo en la
la alegre y serena certeza –apoyada en la
Iglesia hay garantía de verdad, y sólo en y
promesa divina– de que, con su gracia,
por la Iglesia toda concreta misión cristia-
resucitará con Cristo si acoge hasta el
fin la amable, aunque también exigente, na puede alcanzar su objetivo” (IJC, p. 15.
voluntad divina. Por eso el cristiano mira En su respuesta al plan de Dios, san
siempre a Cristo. Y también a Santa María, Josemaría puso la única aspiración de su
porque la vida de la Madre de Dios, y la de vida. Con imagen familiar, decía: “Señor, tu
su esposo san José, constituyen la realiza- borrico quiere merecer que le llamen el que
ción más acabada de esa obediencia que ama la Voluntad de Dios” (Apuntes íntimos,
tiene en Cristo la fuente y el modelo (cfr. n. 711, 28-IV-1932: AVP, II, p. 531). Este
ECP, 41-43, 173). anhelo constituyó hasta tal punto el hilo
conductor de su entera existencia que, en
4. La obediencia en la vida de san Jo- él, vida y obediencia a la vocación-misión
semaría divina se entrelazan y fusionan. En esa in-
San Josemaría fue un fiel “hijo de la separable unidad formó también a nume-
obediencia” (1 P 1, 14). Su entera biogra- rosos cristianos y a los fieles –sacerdotes
fía estuvo marcada por la obediencia, de y laicos– del Opus Dei (cfr. Del Portillo,
modo que su vida es inseparable de sus 1993, pp. 197-199).

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OBEDIENCIA

5. El camino de la obediencia de los hi- variados: la familia, la vida profesional, la


jos de Dios en medio del mundo enseñanza, la política, la diversión. Y que
En conformidad con el camino fun- cada uno de esos ámbitos tiene sus leyes
dacional y la proclamación de la vocación propias, de modo que la obediencia pre-
universal a la santidad y al apostolado que senta matices e implicaciones diversas en
el carisma fundacional implica, san Jose- cada uno de ellos. En ese contexto, y te-
maría recordó que el ámbito en el que Dios niendo presente cuanto enseñan la deon-
llama al cristiano corriente al seguimien- tología y la teología moral, enseñó siempre
to de Cristo es el mundo, el existir, vivir y que el cristiano debe no sólo respetar, sino
actuar ordinario. Ahí se encuentra el lugar cumplir, esas leyes, y proclamó que la ac-
teológico –y no meramente sociológico– tividad del Opus Dei se desarrolla en todo
en el que Dios espera de los hombres una momento en plena coherencia con las le-
respuesta libre y obediente a su plan salví- yes civiles de cada país (cfr. CONV, 30). To-
fico (cfr. CONV, 114). El camino de la san- dos los fieles del Opus Dei –al igual que los
tidad –y, por tanto, de la obediencia– del demás cristianos– deben “vivir el espíritu
cristiano corriente, a imitación de lo que evangélico en el ejercicio de su profesión”,
fue la obediencia de Cristo en sus años lo que “exige de ellos” que vivan “escru-
de vida oculta, atraviesa las condiciones pulosamente la justicia y la honestidad”,
cumpliendo “todas las leyes del país” y
ordinarias de su existencia mundana (cfr.
evitando “cualquier clase de partidismos o
ECP, 20-21). “Desde 1928 comprendí con
favoritismos” (CONV, 52)
claridad que Dios desea que los cristianos
tomen ejemplo de toda la vida del Señor. El camino de la obediencia en medio
Entendí especialmente su vida escondida, del mundo es, para san Josemaría, no
su vida de trabajo corriente en medio de sólo testimonio de hombría de bien y del
los hombres: el Señor quiere que muchas sentido de la justicia, sino vía de auténtica
almas encuentren su camino en los años santificación e, inseparablemente, de par-
de vida callada y sin brillo. Obedecer a la ticipación en la obra redentora que Cristo
voluntad de Dios es siempre, por tanto, realizó mediante su filial sumisión al diseño
salir de nuestro egoísmo; pero no tiene del Padre. Con su obediencia en lo ordi-
por qué reducirse principalmente a alejar- nario, los fieles laicos redimen con Cristo
se de las circunstancias de la vida de los porque, al descubrir y acoger los reque-
hombres, iguales a nosotros por su esta- rimientos divinos que se esconden en la
do, por su profesión, por su situación en la vida corriente, asimilan su voluntad al sí de
sociedad” (ECP, 20). En este horizonte, el Cristo al Padre y, como Él, dan su vida en
ejercicio de la obediencia adquiere rasgos amoroso servicio por sus iguales.
y concreción eminentemente seculares y
laicales, aunque no por eso menos exigen- 6. Obediencia, libertad y responsabili-
tes: “Hemos de amar a Dios, para así amar dad personal del cristiano
su voluntad y tener deseos de responder a La llamada a reconducir en Cristo la
las llamadas que nos dirige a través de las creación a Dios desde la misma entraña
obligaciones de nuestra vida corriente: en del mundo, determina que el campo propio
los deberes de estado, en la profesión, en y específico –aunque no exclusivo– en el
el trabajo, en la familia, en el trato social, que los fieles laicos han de vivir la virtud de
en el propio sufrimiento y en el de los de- la obediencia sea el ámbito temporal. En
más hombres, en la amistad, en el afán de ese orden han de actuar con libertad y res-
realizar lo que es bueno y justo” (ECP, 17). ponsabilidad personales, es decir, con pe-
Es un hecho, por lo demás, que los ricia profesional y con una conciencia bien
ámbitos de la existencia secular son muy formada, mediante el debido conocimien-

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ORACIÓN

to de los principios de orden moral que la Libertad en las cuestiones temporales; Moral
Jerarquía interpreta y enseña, y asumiendo cristiana; Secularidad; Sociedad; Vida ordinaria,
en nombre propio la responsabilidad de las Santificación de la.
decisiones que adopten y de las actuacio-
nes a las que preceden. Esa libertad y res- Bibliografía: AD, 24-38; C, 614-629; CONV,
ponsabilidad en lo temporal comporta que, 113-123; ECP, 14-21, 41-53; IJC, pp. 13-19;
junto a la unidad en la fe, se dé un amplio y S, 372-415; AIG, pp. 99-124; Javier Echevarría,
Memoria del Beato Josemaría Escrivá. Entrevis-
legítimo pluralismo entre los laicos respec-
ta con Salvador Bernal, Madrid, Rialp, 2000, pp.
to a sus libres actuaciones personales en
119, 164, 233, 328-331; Ernst Burkhart - Javier
materias de tipo profesional, social, políti- López, Vida cotidiana y santidad en la enseñanza
co, etc., ya que la doctrina católica no crea de San Josemaría. Estudio de teología espiritual,
dogmas en materias opinables. II, Madrid, Rialp, 2010, pp. 434-439; Ignacio de
Estamos ante una enseñanza cons- Celaya Urrutia, “Obediencia”, en GER, XVII, pp.
154-157; Tullo Goffi, “Obbedienza”, en Ermanno
tantemente pregonada en la vida y en el
Ancilli (dir.), Dizionario Enciclopedico di Spiritua-
ministerio de san Josemaría: la obediencia lità, Roma, Città Nuova, 1990, pp. 1739-1743;
del cristiano a Dios y a la autoridad de la Michel Labourdette, “La vertu d´obéissance se-
Iglesia no está reñida con la libertad y la lon St. Thomas”, en Revue thomiste, 57 (1957),
responsabilidad personal en el orden tem- pp. 626- 6567; Álvaro del Portillo, Entrevista
poral; es más, la realización de los planes sobre el Fundador del Opus Dei, Madrid, Rialp,
divinos en ese orden –a la que los laicos 1993; Jean-Marie R. Tillard, “Obéissance”, en
están convocados por llamada divina– DSp, XI, 1982, cols. 535-563.
pasa por una obediencia sobrenatural y, a María Pilar RÍO
la vez libre e inteligente, reflexiva, madura,
responsable. La ilustraba así: “Un hombre
sabedor de que el mundo –y no sólo el
templo– es el lugar de su encuentro con ORACIÓN
Cristo, ama ese mundo, procura adquirir
1. Características generales de la oración
una buena preparación intelectual y pro-
de los hijos de Dios. 2. La oración mental.
fesional, va formando –con plena libertad–
3. De la oración mental y las oraciones vo-
sus propios criterios sobre los problemas cales a la vida de oración.
del medio en que se desenvuelve; y toma,
en consecuencia, sus propias decisiones Orar es entrar en relación personal
que, por ser decisiones de un cristiano, consciente con Dios y orientar toda la vida
proceden además de una reflexión per- a Él y a su gloria, poniendo en acto las vir-
sonal, que intenta humildemente captar la tudes teologales. La oración se desarrolla
Voluntad de Dios en esos detalles peque- en múltiples formas, distinguidas en ora-
ños y grandes de la vida. Pero a ese cris- ción vocal, mental y contemplativa, para
tiano jamás se le ocurre creer o decir que él llegar al fin a que toda la vida sea una ora-
baja del templo al mundo para representar ción (cfr. F, 441).
a la Iglesia, y que sus soluciones son las San Josemaría afirmaba: “Nunca me
soluciones católicas a aquellos problemas” cansaré de hablar de oración” (AD, 244).
(CONV, 116-117). En toda su actuación De hecho la oración está presente en toda
temporal, el cristiano actúa con libertad su predicación. Entre los textos donde
personal y, por tanto, con responsabilidad trata del tema ex professo y con más ex-
también personal. tensión destacan el capítulo “Oración” de
Camino (81-117) y las homilías Vida de ora-
Voces relacionadas: Deberes de estado; Familia, ción y Hacia la santidad (cfr. AD, 238-255,
Santificación de la; Fe; Identificación con Cristo; 294-316): la oración, en la enseñanza del

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