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Universidad Nacional Federico Villareal Escuela Universitaria de Posgrado

UNIVERSIDAD NACIONAL FEDERICO VILLARREAL


ESCUELA UNIVERSITARIA DE POSTGRADO
DOCTORADO EN DERECHO

Tema:

“LA IMPARCIALIDAD EN EL DERECHO”

Docente:

Dr. SEVERO F. D. GAMARRA GOÓ MEZ.

Curso:

EPISTEMOLOGIÓA JURIÓDICA.

Alumno:

REYNALDO JUNIOR ELIÓAS CANTAFIO.

Lima - 2012

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“Hallen en ti más compasión las lágrimas


del pobre, pero no más justicia, que las
informaciones del rico. Procura descubrir la
verdad por entre las promesas y dádivas del
rico como por entre los sollozos e
importunidades del pobre”.
-Consejo de Don Quijote a Sancho Panza-

“Es bastante mas preferible para un pueblo


tener malas leyes con buenos jueces, que
malos jueces con buenas leyes”
-Francesco Canelutti-

INDICE

INTRODUCCIÓN ……………………………………………………………………………………… Pág. 1


LA IMPARCIALIDAD EN EL DERECHO

-2-
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I. ANTECEDENTES ……………………………………………………………………………………… Pág. 2


II. ¿DE QUE HABLAMOS CUÁNDO HABLAMOS DE IMPARCIALIDAD? ……… Pág. 2
III. DERECHO AL JUEZ IMPARCIAL ………………………………………………………………. Pág. 4
1. Reconocimiento Constitucional …………………………………………………… Pág. 4
2. Importancia ……………………………………………………………………………………... Pág. 6
3. Contenido ……………………………………………………………………………………... Pág. 8
A. Imparcialidad subjetiva e imparcialidad objetiva …………………………….. Pág. 8
B. Necesidad de prueba y teoría de la apariencia …………………………….. Pág. 9
C. De un criterio objetivo-abstracto a un criterio objetivo-concreto Pág. 10
IV. EL APARTAMIENTO DEL JUEZ CUYA IMPARCIALIDAD
SE ENCUENTRA EN DUDA ……………………………………………………………….. Pág. 13
1. ¿Quién puede generarlo? ……………………………………………………………….. Pág. 13
2. Sistema númerus clausus o sistema númerus apertus de
causales de apartamiento ……………………………………………………………….. Pág. 14
3. La recusación ¿una afrenta para el juez? …………………………………………. Pág. 16
V. DEBER DE IMPARCIALIDAD, DECISIONES, MOTIVOS Y CRÍTICAS ……….. Pág. 17
VI. CONCLUSIONES ……………………………………………………………………………………….. Pág. 21
BIBLIOGRAFÍA ……………………………………………………………………………………….. Pág. 22
GLOSARIO ……………………………………………………………………………………….. Pág. 23

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INTRODUCCIÓN

Con el desarrollo del presente trabajo de investigación, lo que se busca es


profundizar en un tema desde mi opinión personal no es abordado con la suficiente
profundidad en los estudios de pregrado, este el de la imparcialidad en el derecho, para
lo cual debemos entender como imparcialidad la ausencia de cualquier circunstancia,
factor, etc., que pueda contaminar las decisiones de los operadores de justicia,
principalmente del Juez como lo veremos en el desarrollo del trabajo.

Cuando oigo hablar de la imparcialidad en el derecho, lo primero que me viene a


colación es el juicio impartido por el rey SALOMÓN *, respecto a la disputa de
maternidad existente entre dos mujeres, al final del cual Salomón cumplió con su
cometido y fue certero en su sentencia. Hizo prevalecer la verdad y en consecuencia,
siguió el Ideal de Justicia que se proponía y fue coherente en las concepciones de casi
todos los filósofos sobre éste ideal del Derecho: “Armonía, Proporcionalidad e
Igualdad”**.

Naturalmente que al hablar de imparcialidad en el derecho, es necesario por no


decir imprescindible el analizar al mas importante de los protagonistas de un proceso
como es el juez -imparcial-; y lo que constituye el derecho a gozar del mismo a efectos
de que la decisión que recaiga en el juicio resulte ser la mas acertada, ya que solo así se
podría decir que ha existido una adecuada administración de justicia.

En las líneas siguientes tratare de realizar un estudio sobre el tema, aunque


naturalmente el mismo no abarca una completa dimensión del mismo, ya que si fuera
así no se podría hacer a través de un simple trabajo de investigación, dada su
importación.

El Autor.

*
1 Reyes 3:3-28; 4:29-34.
**
MONROY C., Marco Gerardo. Introducción al Derecho. 5ª Edición. Bogotá: Temis, 1980. p. 46.

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LA IMPARCIALIDAD EN EL DERECHO

I. ANTECEDENTES:

Antes de iniciar el desarrollo del tema de investigación a profundidad es


necesario que iniciemos con un pequeño análisis del mismos, en tal sentido al hablar
de la imparcialidad en el derecho, primero debemos definir que entendemos por se
imparcial1; entendido como aquel que juzga o se comporta de modo sereno, justo,
desapasionado, sin favoritismos. Condición imprescindible en jueces e historiadores,
sobre todo.

Se dice que el juez imparcial, es aquel que no tiene un interés en el resultado del
pleito, por lo cual no puede administrar justicia adjudicando potencias e impotencias
más allá del interés de las propias partes en litigio. Si así procediese su actuación sería
parcial violando los principios procesales de imparcialidad e igualdad, así como reglas
técnicas procesales, particularmente la congruencia procesal plasmada en la traba de
la litis2.

Cuando hablamos de la imparcialidad en el derecho o propiamente dicho, el


principio de imparcialidad, el mismo guarda una estrecha relación con la
independencia en el ejercicio de la función jurisdiccional, el cual implica una
situación de no dependencia con relación a las partes; la imparcialidad implica no ser
parcial, esto es, dejarse llevar por opiniones preconcebidas y circunstancias extrañas a
las cuestiones planteadas en el proceso.

La independencia supone que el juez no puede encontrarse subordinado a


ninguna autoridad, debiendo, en consecuencia, ser libre en el ejercicio de la función
jurisdiccional, no estando sometido a ninguna persona dentro o fuera del Poder
Judicial, sino que su actuación solo debe obedecer a la normado por la Constitución y
la ley. La imparcialidad significa que el juez es ajeno a las partes y a sus intereses, que
en su actuar no busca favorecer a ninguna de ellas sino resolver con justicia el
conflicto existente; garantiza que los jueces que intervengan en la resolución de una
causa lo hagan neutralmente, sin prejuicios anímicos, como terceros ajenos a los
intereses en litigio.

II. ¿DE QUE HABLAMOS CUÁNDO HABLAMOS DE IMPARCIALIDAD?

En primer lugar en necesario poner en relieve, que el vocablo “imparcialidad”


está formulado en sentido negativo: “im-parcialidad”, es decir es Imparcial quien “no
es” parcial. Así en sentido lato se define a la imparcialidad como falta de designio
anticipado o de prevención en favor o en contra de alguien o algo, que permite juzgar
o proceder con rectitud 3; se advierte nuevamente como se define a partir de “falta”, de
una carencia, de algo que no debe estar, por lo cual, y en argumento a contrario sensu,
implica que la parcialidad es el estado natural y que su contrario, esto es la
imparcialidad, requiere una puesta en acción, un ejercicio de quién pretende ser
imparcial.
1
CABANELLAS, Guillermo. Diccionario Enciclopédico de Derecho Usual - Tomo IV. 16ª Edición.
Buenos Aires 1982. Editorial HELIASTA SRL. Pág. 341.
2
Cfr. Adolfo Alvarado Velloso: “Conforme al principio de congruencia la sentencia deberá guardar
estricta correspondencia con lo pretendido y lo resistido por las partes, por lo que el juez no será
absolutamente libre en su decisión”, “El Debido Proceso de la Garantía Constitucional”, Rosario,
Editorial Zeus, 2003. Pág. 252.
3
CREA Diccionario de la Lengua Española, Vigésima segunda edición, www.rosario.com.ar/diccio1.htm.

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Se dice que el juez imparcial es aquel que no tiene un interés en el resultado del
pleito, por lo cual no puede administrar justicia adjudicando potencias e impotencias
más allá del interés de las propias partes en litigio. Si así procediese su actuación sería
parcial violando los principios procesales de imparcialidad e igualdad, así como reglas
técnicas procesales, particularmente la congruencia procesal plasmada en la traba de
la litis4.

En vista de arribar a una conceptualización en forma positiva sobre que debemos


entender por “imparcialidad” considero valioso el aporte de Goldschmidt en cuanto a
que “la imparcialidad consiste en poner entre paréntesis todas las consideraciones
subjetivas del juez”5. Desde un punto de vista normológico las garantías de la
imparcialidad judicial son los institutos de la abstención y la recusación, como
mecanismos que permiten preservar la “capacidad subjetiva” de los órganos
jurisdiccionales.

La regla técnica de la congruencia procesal también debe observarse -dando por


supuesto un sistema de enjuiciamiento dispositivo acorde con la garantía
constitucional del Debido Proceso- al momento de procesar el litigio. En este orden de
ideas sostiene ADOLFO ALVARADO VELLOSO6 que: “La función del juzgador en
su tarea de confirmar procesalmente consiste en buscar el otorgamiento de certeza a
las relaciones jurídicas a partir de las posiciones encontradas de los litigantes,
radicando la imparcialidad de aquel precisamente en que debe aceptar sin más lo que
las partes aceptan acerca de cuáles son los hechos sobre los cuales discuten”. He
aquí la traba de la litis, el contradictorio.

Respetar este proceder es la máxima garantía de objetividad que, en tanto seres


humanos, nos es dable obtener en el marco de un proceso judicial entre seres
humanos, valga la no caprichosa redundancia. Lo contrario sería, en la escultórica
representación de la justicia, permitir y avalar que el juez descubriendo sus ojos
direccione su visión hacia uno de los fieles de la balanza, inclinándolo hacia abajo o
hacia arriba y rompiendo de esta manera la igualdad procesal entre ambos
contendientes que debe asegurar el proceso como método de debate dialéctico.

Esta ruptura del equilibrio de la relación procesal se basa en que el juez,


buscando denodadamente encontrar la verdad real7, refuerza la tesis (pretensión
esgrimida en la demanda) o la antítesis (resistencia contenida en la contestación de la
demanda) desvirtuando por completo el cabal funcionamiento de lo que cabe entender
4
Cfr. Adolfo Alvarado Velloso: “Conforme al principio de congruencia la sentencia deberá guardar
estricta correspondencia con lo pretendido y lo resistido por las partes, por lo que el juez no será
absolutamente libre en su decisión”, “El Debido Proceso de la Garantía Constitucional”, Rosario,
Editorial Zeus, 2003. Pág. 252.
5
Werner Goldschmit, “La imparcialidad como principio básico del proceso”, Pág. 208.
6
Adolfo Alvarado Velloso, ob. cit., Pág. 177.
7
Véase Esteban Luis Franichevich, “El bienestar de/en la cultura”, Pág. 82, Rosario, Editorial Juris, 2005.
“La verdad como cualidad necesaria de cualquier sistema que permite y posibilita que la gente confié y
crea en éste no es más que una construcción ideal, un relato propio del poder de la época que para hacerse
tiene a mano al Derecho como aparato procedimental y edificador de aquélla, ordenando y guiando
técnicas que la aportan como resultado. La verdad es así una idea de verdad, y el juez en cualquier
proceso el operador protagonista, autoridad, hacedor y factotum de acuerdo al relato jurídico seguido; por
esto es que conviene hablar jurídicamente del “efecto verdad” o de la verosimilitud -símil verdad-
procesal, en vez de pensar en la verdad jurídica como si ésta tuviese los caracteres de verdad a la cual
aludían los positivistas de la primera época, radicados en la congruencia de la enunciación con el objeto
enunciado. Habrá tantas verdades como poderes que las producen, siempre guiadas y ordenadas estas
producciones por el relato jurídico usado por el poder productor”.

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lógicamente por “método dialéctico”, y desnaturalizando asimismo y por consiguiente


la idea misma de proceso. El contradictorio, traba de la litis o congruencia procesal
queda reducido ciertamente a una mera ilusión óptica, y no digo que desaparece -que
es lo en rigor sucede- porque justamente lo perverso de nuestros sistemas de
enjuiciamiento consiste en -bajo la fachada de sistemas llamados “mixtos”, que no son
otra cosa que un híbrido- proporcionar herramientas legales al juzgador (como por
ejemplo el arquetípico caso de las denominadas “medidas para mejor proveer”, como
así también las llamadas “medidas autosatisfactivas”, en las que se tiran por la borda
los principios y reglas técnicas procesales referenciados ut-supra) que permiten burlar
el andamiaje dispositivo y proyectar así una ilusión8 óptica frente al auditorio9.

III. DERECHO AL JUEZ IMPARCIAL:

1. Reconocimiento Constitucional

Pese a su importancia, el derecho al juez imparcial no se encuentra consagrado de


manera expresa en nuestra Constitución Política de 1993. No se le puede hallar entre
los derechos que aparecen explícitamente mencionados en su Artículo 2º, como
derechos fundamentales de la persona, ni entre los que aparecen expresamente
mencionados en su Artículo 139º, como principios y derechos de la función
jurisdiccional, ni en ningún otro lugar del texto normativo supremo.

Ello ha llevado a que en la doctrina nacional SAN MARTÍN CASTRO 10 y


BURGOS MARIÑOS11 -de modo similar a como lo hacen los Tribunales
Constitucionales peruano y español; así como el Tribunal Europeo de Derechos
Humanos y la Corte Interamericana de Derechos Humanos- fundamenten su
reconocimiento en la consagración del derecho al debido proceso en el inciso 3 de su
Artículo 139º, en el entendido que a este último derecho se le debe concebir como
“aquella garantía general mediante la cual se va a dotar de rango constitucional a
todas aquellas garantías específicas que no han sido reconocidas expresamente en la
Constitución, pero que se encuentran destinadas a asegurar que el proceso penal
peruano se configure como un proceso justo (conforme con los fines
constitucionales)”12

ORÉ GUARDIA13, ROSAS YATACO14 y DOIG DÍAZ15, en cambio, recurren al


principio de independencia judicial previsto en el inciso 2 del artículo 139 de la Ley
Fundamental de 1993.

8
Entendiendo por “ilusión” un concepto, imagen o representación sin verdadera realidad.
9
Claro es que la complicidad de los operadores jurídicos y de la sociedad misma no es de poca
gravitación, se sabe, a riesgo de ser pedestre, que “no hay peor ciego que el que no quiere ver…”.
10
Cfr. SAN MARTÍN CASTRO, César. Derecho Procesal Penal. I. 2ª edición. Grijley. Lima, 2003. Págs.
85 a 90.
11
Cfr. BURGOS MARIÑOS, Víctor. Derecho Procesal Penal peruano. Universidad San Pedro. Chimbote,
2002. Págs. 76 a 87.
12
Cfr. BURGOS MARIÑOS, V. Ob. cit. Pág. 77. En el mismo sentido: SAN MARTÍN CASTRO, C.
Derecho Procesal Penal. Grijley. Lima. 2006. Pág. 86.
13
Cfr. ORÉ GUARDIA, Arsenio. Manual de Derecho Procesal Penal. 2ª edición. Alternativas. Lima,
1999. Págs. 96 a 99.
14
ROSAS YATACO, Jorge. Manual de Derecho Procesal Penal. Grijley. Lima, 2003. Pág. 73.
15
DOIG DÍAZ, Yolanda. Inhibición y recusación. En CUBAS VILLANUEVA, Víctor / DOIG DÍAZ,
Yolanda / QUISPE FARFÁN, Fany (coords.). El nuevo proceso penal, estudios fundamentales. Palestra.
Lima, 2005. Págs. 215 a 217.

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Por su parte, SÁNCHEZ VELARDE16 -quien afirma seguir, para ello, la doctrina
del Tribunal Constitucional español así como la del Tribunal Constitucional peruano-
fundamenta el derecho al juez imparcial en el derecho al juez legal (o predeterminado
por la ley), al ser dentro del acápite dedicado a este último derecho que brevemente se
ocupa del referido a la imparcialidad. Esta posición cobra mayor evidencia cuando se
repara en que, en otros pasajes de su “manual”, se pueden encontrar frases como: “la
recusación está íntimamente vinculada al principio de juez legal, pues exige del juez
no solo la predeterminación de su jurisdicción y competencia con anterioridad al
hecho que conoce, sino también la ecuanimidad, rectitud e imparcialidad en su
actuación funcional”17, así como que el proceso penal sumario “infringe el principio
del juez natural o predeterminado por la ley, al permitir que la misma autoridad
encargada de la investigación sea la que posteriormente emita el fallo o sentencia
final”18.

Sin embargo, pese a las posturas antes indicadas, es necesario precisar que el
derecho al juez imparcial se encuentra consagrado de manera expresa en el Artículo
10 de la Declaración Universal de Derechos Humanos (“Toda persona tiene derecho,
en condiciones de plena igualdad, a ser oída públicamente y con justicia por un
tribunal independiente e imparcial, para la determinación de sus derechos y
obligaciones o para el examen de cualquier acusación contra ella en materia penal”);
en el Artículo 14.1 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (“Toda
persona tendrá derecho a ser oída públicamente y con las debidas garantías por un
tribunal competente, independiente e imparcial, establecido por la ley, en la
substanciación de cualquier acusación de carácter penal formulada contra ella o
para la determinación de sus derechos u obligaciones de carácter civil”) y en el
Artículo 8. 1. de la Convención Americana sobre Derechos Humanos (“Toda persona
tiene derecho a ser oída, con las debidas garantías y dentro de un plazo razonable,
por un juez o tribunal competente, independiente e imparcial, establecido con
anterioridad por la ley, en la sustanciación de cualquier acusación penal formulada
contra ella, o para la determinación de sus derechos y obligaciones de orden civil,
laboral, fiscal o de cualquier otro carácter”).

De esta manera, no resulta necesario recurrir -como lo hacen SAN MARTÍN


CASTRO y BURGOS MARIÑOS y otros importantes tribunales- al debido proceso
como “cláusula de carácter general y residual o subsidiaria; (que) por tanto
constitucionaliza todas las garantías establecidas por la legislación ordinaria -orgánica
y procesal-, en cuanto ellas sean concordes con el fin de justicia a que está destinada
la tramitación de un caso judicial penal o cuyo incumplimiento ocasiona graves
efectos en la regularidad -equitativa y justa- del procedimiento”19, ni como “derecho
utilizado para amparar derechos no expresamente reconocidos en otros apartados de la
Ley Fundamental”(11); puesto que, en nuestro ordenamiento jurídico el derecho al juez
imparcial posee la naturaleza de derecho fundamental (de jerarquía constitucional)
como consecuencia del reconocimiento de los derechos fundamentales no expresos
que hace el artículo 3 de la Norma Suprema de 1993, que prescribe: “La enumeración
de los derechos establecidos en este capítulo (‘derechos fundamentales de la persona’)
no excluye los demás que la Constitución garantiza, ni otros de naturaleza análoga o
que se fundan en la dignidad del hombre, o en los principios de soberanía del pueblo,
del Estado democrático de derecho y de la forma republicana de gobierno”.
16
Cfr. SÁNCHEZ VELARDE, Pablo. Manual de Derecho Procesal Penal. Idemsa. Lima. 2004. Págs.
262 a 265.
17
Ibíd. Pág. 111.
18
Ibíd. Pág. 905.
19
SAN MARTÍN CASTRO, C. Ob. cit. Págs. 85-86.

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La consagración del derecho al juez imparcial en diversos instrumentos


internacionales de derechos humanos, como los citados en un párrafo anterior, donde
se le reconoce expresamente como derecho que se funda en la dignidad del hombre
deja clara su inclusión entre los derechos a los que se refiere el indicado Artículo 3º de
la Constitución Política del Estado20.

El derecho a la imparcialidad está dirigido a evitar que en la resolución de los


casos concretos (incidentales o de fondo) quien ejerza la función jurisdiccional se guíe
por un interés distinto a la adecuada aplicación del Derecho, imponiendo, para ello, la
necesidad de que el funcionario judicial se conduzca como un tercero ajeno a los
específicos intereses de las partes.

2. Importancia:

No obstante la importancia que de manera general se le debe reconocer a los


derechos fundamentales, el derecho al juez imparcial posee un lugar primordial en el
plexo de los derechos que se fundan en la dignidad de la persona humana. Esto
incluso ha llevado a que algunos autores lo califiquen como el “principio supremo del
proceso”21.

En palabras de MORENO CATENA22: “El primero de los requisitos estructurales


que ha de cumplir necesariamente cualquier juez o tribunal, para poder ser
considerado como tal, es el carácter o condición de tercero ajeno al conflicto que
ante él planteen las partes procesales, demandando su resolución”.

Es que, precisamente, la razón de ser de los jueces y tribunales radica en la


necesidad de que alguien distinto a las partes y a sus intereses sea quien decida
respecto del conflicto social que se ha suscitado, declarando la existencia de un hecho
e imponiendo la consecuencia jurídica que resulte adecuada al Derecho, potestad que
en materia de delitos se encuentra entregada -por la gravedad general de los conflictos
sociales y de las consecuencias jurídicas que resultan aplicables- en monopolio a los
órganos jurisdiccionales estatales.

En consonancia con ello, MONTERO AROCA ha dejado sentado que no existe un


verdadero proceso si es que no existe un juez imparcial 23. Creemos que tiene absoluta
razón, puesto que es el proceso el escenario que se ha construido normativamente para
que los titulares de las pretensiones en conflicto tengan la oportunidad de demostrar la
corrección de sus posiciones ante el tercero imparcial instituido por el Estado como
funcionario competente para tomar la decisión que exprese la respuesta del Derecho al
conflicto social acaecido.

20
Artículo 3º.- Otros Derechos Constitucionales
La enumeración de los derechos establecidos en este capítulo no excluye los demás que la Constitución
garantiza, ni otros de naturaleza análoga o que se fundan en la dignidad del hombre, o en los principios
de soberanía del pueblo, del Estado democrático de derecho y de la forma republicana de gobierno.
21
ARAGONESES ALONSO, Pedro. Proceso y Derecho Procesal (introducción). 2ª edición. Editoriales
de Derecho Reunidas. Madrid, 1997.Pág. 127.
22
. MORENO CATENA, Víctor. En: MORENO CATENA, Víctor / CORTÉS DOMÍNGUEZ, Valentín /
GIMENO SENDRA, Vicente. Introducción al Derecho Procesal. Colex. Madrid, 1997. Pág. 94.
23
Cfr. MONTERO AROCA, Juan. Principios del Proceso Penal, una explicación basada en la razón.
Tirant lo blanch. Valencia, 1997. Págs. 28 - 29 (razón en la que se apoya para concluir que no se puede
hablar de un proceso penal inquisitivo, pues -en esta forma de aplicar el Derecho Penal- al no existir juez
imparcial no existe un verdadero proceso).

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No existe juez imparcial, ni tampoco proceso en su sentido estricto, cuando el


funcionario a quien le corresponde la decisión precisada en el párrafo anterior
representa alguno de los intereses en disputa; como, por ejemplo, sucede con lo que
-en la mayor parte de nuestro país, excepción hecha de los lugares donde ha ingresado
ya en vigencia el CPP 2004- se acostumbra denominar “proceso penal peruano”
(denominación que mantenemos tan solo por necesidades de comunicación dado que
el término “proceso” ha sido y es usado de manera absolutamente mayoritaria), en el
que, no obstante lo que establece la Ley Orgánica del Ministerio Público en su
Artículo 14º (“Sobre el Ministerio Público recae la carga de la prueba en las acciones
civiles, penales y tutelares que ejercite”), prima la interpretación del Código de
Procedimientos Penales de 1940 por los operadores del Derecho en un sentido que
hace al órgano jurisdiccional corresponsable del éxito de la persecución.

En la doctrina se señala que el proceso es un método heterocompositivo de


resolución de conflictos, que se diferencia de la autocomposición en razón a que en el
primero es un tercero quien establece la solución para el conflicto y, en cambio, en el
segundo son las propias partes quienes fijan la respuesta “a través del acuerdo de
voluntades o del voluntario sacrificio o resignación de una de ellas”24.

Para concluir este punto, “[e]l efectivo respeto de las demás garantías
fundamentales se tornaría ilusorio si no se garantizara la imparcialidad del tribunal
que intervendrá en el caso”25.

Esto, en razón a que una de las principales funciones del órgano jurisdiccional
-consustancial a su posición como sujeto procesal necesario- es precisamente velar por
el irrestricto respeto de los derechos fundamentales y garantías de los ciudadanos que
de alguna manera intervienen en el proceso, sea que dicha intervención tenga lugar a
título de sujetos procesales o de terceros (v. gr. testigos, titular del domicilio que se
habrá de allanar, etcétera).

Evidentemente, un juez parcializado, no ofrece ninguna garantía de adecuado


respeto y tutela de los derechos fundamentales de los ciudadanos, pues, dicha
parcialidad le hará que tienda a actuar en función del interés en conflicto al cual se ha
adscrito, lo que indudablemente le puede llevar a, por ejemplo, efectuar o autorizar
injerencias en los derechos fundamentales de las personas que vayan más allá de los
límites de lo jurídicamente admisible, todo en tanto resulte necesario para lograr que
el interés que representa resulte finalmente triunfador. Pero, también en razón a los
efectos que dicha parcialidad va a surtir en el momento de construir la sentencia que
ponga fin al proceso, puesto que de nada habrá servido el aparente respeto que se
pudiera haber tenido de las garantías previstas en favor de los sujetos procesales
dentro de la sustanciación del proceso si finalmente son criterios interesados los que
orientan el sentido de la decisión final.

3. Contenido

24
MORENO CATENA, Víctor / CORTÉS DOMÍNGUEZ, Valentín / GIMENO SENDRA, Vicente. Ob.
cit. Pág. 24.
25
BOVINO, Alberto. “Proceso penal y derechos humanos: la reforma de la administración de la justicia
penal”. En: BOVINO, Alberto. Problemas del Derecho Procesal Penal contemporáneo. Editores del
Puerto. Buenos Aires, 1998. Pág. 17

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El Diccionario de la lengua española define la imparcialidad señalando lo


siguiente: “Falta de designio anticipado o prevención a favor o en contra de alguien
o algo, que permite juzgar o proceder con rectitud”26.

En sentido similar, el maestro Julio Maier señala que: “El sustantivo imparcial
refiere, directamente, por su origen etimológico (in - partial), a aquel que no es parte
en un asunto que debe decidir, esto es, que lo ataca sin interés personal alguno. Por
otra parte, el concepto refiere, semánticamente, a la ausencia de prejuicios a favor o
en contra de las personas o la materia acerca de las cuales debe decidir”27.

La imparcialidad es una de las pocas categorías del Derecho Procesal


contemporáneo en que reina consenso doctrinario respecto de su significado e incluso
existe correspondencia entre el significado normativo que se le acostumbra otorgar y
el significado que le otorga la convención social que hace posible la comunicación
entre personas no especializadas en temas jurídicos. La imparcialidad significa lo
mismo tanto para los doctrinarios que para el común ciudadano de a pie.

En este contexto el “derecho al juez imparcial” importa la exigencia de que la


persona que habrá de ejercer la función jurisdiccional lo haga libre de cualquier
interés distinto a la adecuada aplicación del Derecho, hallándose equidistante de los
intereses de las partes en conflicto.

Nos hallamos frente a una exigencia de carácter general que encuentra su


funcionalidad frente al caso concreto28, pues es en relación a cada supuesto particular
que se tendrá que exigir, controlar y garantizar que quien habrá de impartir justicia,
desempeñándose como funcionario jurisdiccional, no se encuentre -ni corra tampoco
el peligro de encontrarse- contaminado por intereses ajenos a la legítima resolución
del caso que ha sido puesto en su conocimiento.

A. Imparcialidad subjetiva e imparcialidad objetiva

La configuración contemporánea del derecho al juez imparcial le debe mucho al


Tribunal Europeo de Derechos Humanos (encontrándose previsto en el artículo 6.1. de
la Convención Europea). Los desarrollos que en las tres últimas décadas ha realizado
dicho tribunal al respecto han sido recogidos sin ambages no solo en la doctrina y
jurisprudencia de ese continente, sino también por la gran mayoría de autores
nacionales y latinoamericanos, así como por nuestro Tribunal Constitucional e incluso
por la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

La distinción entre imparcialidad subjetiva e imparcialidad objetiva se reconoce


como el aporte central que ha realizado el tribunal en mención.

En el caso que se cita de común como modélico de dicha distinción, Piersack vs.
Bélgica (STEDH de 1 de octubre de 1982), el ciudadano Christian Piersack,
condenado por asesinato, alegó infracción de su derecho a un juez imparcial en razón
a que quien había intervenido presidiendo el Tribunal de Apelaciones de Bruselas, que
tuvo a su cargo el juzgamiento de su caso, el magistrado Van de Walle, fue en su
26
REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. Diccionario de la lengua española. 22ª edición. España, 2002. Pág.
848.
27
MAIER, Julio B. J. Derecho procesal penal. Tomo I. 2ª edición. Editores del Puerto. Buenos Aires,
1996. Págs. 739 - 740.
28
Por todos: VÁSQUEZ ROSSI, Jorge. Derecho Procesal Penal. Tomo II. Rubinzal-Culzoni. Buenos
Aires, 1997. Pág. 153.

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momento, durante la investigación que se le realizó, jefe de la Sección del Ministerio


Público de Bruselas, habiéndole correspondido en tal calidad, si bien no llevar el caso
bajo su responsabilidad directa, sí una labor de supervisión respecto del trabajo hecho
por los adjuntos Del Carril y De Nauw.

En su resolución el Tribunal Europeo de Derechos Humanos dejó sentado que si


bien no existían razones para poner en duda la imparcialidad del concreto
comportamiento desplegado por Van de Walle en su participación como presidente del
Tribunal de Apelaciones de Bruselas, ello no resultaba suficiente, pues en el
magistrado que ha de conocer y resolver en un proceso deben verificarse dos tipos de
condiciones, unas referidas a su posición personal respecto del caso y a las partes,
acuñadas bajo la denominación de imparcialidad subjetiva, y otras referidas a si el
juzgador ofrece las garantías suficientes para excluir cualquier duda razonable
respecto de la corrección de su actuación, acuñadas bajo la denominación de
imparcialidad objetiva. Esto último fue lo que generó que se declare la infracción del
derecho a ser juzgado por un juez imparcial en el caso de Christian Pisersack. Expresó
el tribunal que cuando una persona después de haber ocupado un Departamento del
Ministerio Público cuya naturaleza es tal que deba tratar un determinado asunto en
razón de sus competencias y posteriormente deba conocer el mismo caso como juez,
los ciudadanos tienen el derecho legítimo a temer que no ofrezca las suficientes
garantías de imparcialidad (objetiva).

Esta distinción entre imparcialidad subjetiva e imparcialidad objetiva suele ser


recurrentemente aludida por la doctrina nacional y comparada29; del mismo modo que
ha sido asumida por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, lo que se puede
apreciar, por ejemplo, en el caso Herrera Ulloa vs. Costa Rica (Sentencia de 2 de julio
de 2004) cuando se sostiene: “170. La Corte Europea ha señalado que la imparcialidad
tiene aspectos tanto subjetivos como objetivos, a saber: primero, el tribunal debe
carecer, de una manera subjetiva, de prejuicio personal. Segundo, también debe ser
imparcial desde un punto de vista objetivo, es decir, debe ofrecer garantías suficientes
para que no haya duda legítima al respecto. Bajo el análisis objetivo, se debe
determinar si, aparte del comportamiento personal de los jueces, hay hechos
averiguables que podrán suscitar dudas respecto de su imparcialidad”.

El Tribunal Constitucional peruano la ha acogido también, como se puede


apreciar en los Exp. Nº 0023-2003-AI/TC. Lima. Defensoría del Pueblo; Exp. Nº
0004-2006-PI/TC. Lima. Fiscal de la Nación y Exps. 6149-2006-PA/TC y 6662-2006-
PA/TC. Lima. Minera Sulliden Shahuindo S.A.C. y Compañía de Exploraciones
Algamarca S.A. Lo mismo que ha hecho el Pleno Jurisdiccional de las Salas
Permanente y Transitorias de la Corte Suprema de la República en el Acuerdo Nº 03-
2007/CJ-116.

B. Necesidad de prueba y teoría de la apariencia

Existe un segundo punto en el que el Tribunal Europeo ha fijado una posición


que ha sido acogida muy favorablemente por la doctrina y la jurisprudencia: el
sustento probatorio y, la consiguiente, convicción que se requiere para que en el caso
concreto se tenga por infringida la cláusula que garantiza el derecho al juez
imparcial; habiéndose marcado una puntual distinción según se trate de la
imparcialidad subjetiva o de la imparcialidad objetiva.

29
SAN MARTÍN CASTRO, C. Ob. cit. Pág. 95; BURGOS MARIÑOS, V. Ob. cit. Pág. 128.

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Universidad Nacional Federico Villareal Escuela Universitaria de Posgrado

En el caso de la primera, se ha señalado que la imparcialidad personal de un


magistrado se presume hasta que se pruebe lo contrario, por lo tanto, para dar lugar al
apartamiento del juez del conocimiento del proceso tiene que haberse corroborado
previamente que el magistrado ha adoptado posición a favor de alguno de los intereses
en conflicto.

En el caso de la segunda, por el contrario, basta con determinar si existen hechos


(ciertos) que, por fuera de la concreta conducta personal del juez, permitan dudar de
su imparcialidad. No se exige la corroboración de que el juez ha tomado partido por
alguno de los intereses en conflicto, basta la corroboración de algún hecho que haga
dudar fundadamente de su imparcialidad.

En este último extremo, se ha señalado de manera reiterada que hasta las


apariencias son importantes, puesto que lo que está en juego no es solo el derecho
fundamental subjetivo de una persona a ser juzgado por un juez imparcial, sino
además la confianza que los tribunales de una sociedad democrática deben merecer a
los que acuden a ellos. En Delcourt vs. Bélgica (STEDH de 17 de enero de 1970) se
dejó sentada la frase: “justice must not only be done; it must also be seen to be
done” (no solo debe hacerse justicia, sino también parecerlo que se hace), que ha sido
usada de manera insistente con posterioridad.

En palabras del Tribunal Constitucional español (STC 60/1995, de 13 de


febrero): La imparcialidad del juez “excede del ámbito puramente subjetivo de las
relaciones del juzgador con las partes, para erigirse en una auténtica garantía en la
que se puede poner en juego, nada menos, que la auctoritas o el prestigio de los
tribunales, que en una sociedad democrática, descansa en la confianza que la
sociedad deposita en la imparcialidad de su Administración de Justicia”.

Ha sido denominada “teoría de la apariencia” la posición que hemos reseñado


para la corroboración de la imparcialidad objetiva, la misma que también ha sido
asumida sin ambages por la doctrina30; del mismo modo que por la Corte
Interamericana de Derechos Humanos (v. gr. el ya mencionado caso Herrera Ulloa vs.
Costa Rica); el Tribunal Constitucional peruano (Exp. Nº 0023-2003-AI/TC. Lima.
Defensoría del Pueblo; Exp. Nº 0004-2006-PI/TC. Lima. Fiscal de la Nación y Exps.
6149-2006-PA/TC y 6662-2006-PA/TC. Lima. Minera Sulliden Shahuindo S.A.C. y
Compañía de Exploraciones Algamarca S.A.); y el Pleno Jurisdiccional de las Salas
Permanente y Transitorias de la Corte Suprema de la República en el Acuerdo N° 03-
2007/CJ-116.

C. De un criterio objetivo-abstracto a un criterio objetivo-concreto

El caso Hauschildt vs. Dinamarca (STEDH de 24 de mayo de 1989) marca un


punto de quiebre definitivo en el análisis que se debe realizar para determinar si se ha
infringido o no el derecho fundamental a la imparcialidad del juzgador en su aspecto
objetivo.

Mogens Hauschildt era un ciudadano danés que fue acusado de estafa y


defraudación tributaria. El tribunal de la ciudad de Copenhague, que estuvo
constituido en no pocas ocasiones por el magistrado Claus Larsen, tomó -entre otras
que implicaron la restricción de sus derechos- la decisión -y la reiteró en diversos
30
Por todos: ROXIN, Claus. Derecho Procesal Penal. Editores del Puerto. Traducción de la 25ª edición
alemana. Buenos Aires, 2000. Pág. 41.

-13-
Universidad Nacional Federico Villareal Escuela Universitaria de Posgrado

momentos- de que el imputado debería afrontar el proceso en estado de prisión


preventiva e, incluso, durante algún tiempo ello ocurrió en régimen de
incomunicación. Finalmente, Hauschildt fue juzgado por un tribunal compuesto por el
ya mencionado magistrado Claus Larsen, como juez profesional, y por dos jueces
legos más. El Tribunal de Copenhague dictó sentencia, encontrando al acusado
culpable de todos los cargos y condenándole a siete años de prisión.

El condenado interpuso recurso ante el Tribunal Superior de Dinamarca Oriental,


que se conformó con tres jueces profesionales y tres jueces legos, siendo del caso que
algunos de dichos jueces habían participado también en decisiones que se tomaron de
manera previa al juzgamiento en primera instancia. El Tribunal Superior consideró
que el acusado era culpable de seis de los ocho cargos y lo condenó a cinco años de
prisión. Presentada su solicitud para recurrir ante el Tribunal Supremo de Dinamarca,
se rechazó la petición, quedando cerrado el caso en cuanto a la jurisdicción interna.

Habiendo recurrido Hauschildt a la tutela internacional, el Tribunal Europeo de


Derechos Humanos se hizo cargo del caso reiterando la distinción entre imparcialidad
subjetiva e imparcialidad objetiva; del mismo modo que la teoría de la apariencia
como criterio para analizar la imparcialidad objetiva; sin embargo, en el momento de
referirse a cómo se debería determinar si las circunstancias concretas que rodearon la
participación del juzgador en el caso podían constituir un motivo legítimo para que el
ciudadano tema que no se encuentra garantizada su imparcialidad, se señaló que el
punto de vista del acusado era importante, pero no decisivo; que lo decisivo era si en
el caso concreto ese temor podía considerarse objetivamente justificado.

La tesis de Hauschildt se basaba en el hecho de que el magistrado del Tribunal


de Copenhague que presidió el juicio y algunos de los magistrados del Tribunal
Superior que tomaron parte en el proceso al decidir sobre la apelación, ya habían
tenido que lidiar con el mismo caso en una fase temprana del procedimiento, previa al
juicio, y habían dado varias decisiones respecto de su persona. Frente a ello, el
Tribunal Europeo expresó que si bien este tipo de situaciones puede dar lugar a dudas
por parte de los acusados en cuanto a la imparcialidad del juez, dudas que son
perfectamente comprensibles; sin embargo, no necesariamente deben ser tratadas
como objetivamente justificadas; pues de cómo deben ser tratadas depende de las
concretas circunstancias de cada caso particular.

Es esta la razón por la que la doctrina concuerda en Hauschildt vs. Dinamarca


marca un trascendental punto de quiebre. En las resoluciones previas el Tribunal
Europeo había utilizado un examen objetivo bastante abstracto: se examinaba el
sistema judicial desde un punto de vista objetivo, pero de una manera abstracta sin
que fuese muy esencial la situación concreta. En cambio, a partir de Hauschildt vs.
Dinamarca aunque se parte de un examen objetivo se afirma que no es suficiente ello
para postular la falta de imparcialidad objetiva del juzgador sino que es necesario un
análisis de la situación concreta31.

Lo que sucede en Hauschildt vs. Dinamarca es que en dicho país la investigación


y la instrucción eran exclusivamente de dominio de la policía y la fiscalía, sin que les
hubiese cabido a los jueces responsabilidades de preparación del caso para su
juzgamiento o de decidir si los acusados debían ser llevados a juicio. En consonancia
con ello, las decisiones relativas a la continuación de la prisión preventiva y al
31
Por todos: LÓPEZ BARJA DE QUIROGA, Jacobo. Tratado de Derecho Procesal Penal. Thomson -
Aranzadi. Navarra, 2004. Pág. 361.

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régimen de aislamiento, así como otras más dadas de manera previa al juicio, solo se
producían a petición expresa de la policía.

En este marco, el Tribunal Europeo expresó que las preguntas que el juez tenía
que responder a la hora de tomar las decisiones correspondientes a los estadios previos
al juzgamiento no eran las mismas que las que eran decisivas para un fallo definitivo.
El juez, cuando tomaba una decisión sobre la prisión preventiva y otras decisiones
previas de este tipo, sumariamente evaluaba los datos disponibles a fin de determinar
si, prima facie, la policía tenía razones para sus sospechas. En cambio, al dictar
sentencia, al concluir el juicio, se debía evaluar si las pruebas que habían sido
presentadas y debatidas ante el tribunal de la ciudad eran suficientes para encontrar al
acusado culpable. El Tribunal Europeo dejó sentado que una sospecha y una formal
declaración de culpabilidad no deben ser tratadas como lo mismo. Por lo que
concluyó, inicialmente, que el mero hecho de que un juez de primera instancia o un
juez de apelación, en un sistema como el danés, también haya participado en el caso
de las diligencias previas al juicio, incluidas las relativas a la prisión preventiva, no
puede ser considerado en sí mismo con suficiente entidad para fundar los temores del
acusado respecto de su imparcialidad.

No obstante que la anterior fue la conclusión general, para la forma en que se


encontraba normativamente construido el proceso penal danés, el Tribunal Europeo
señala en seguida que, sin embargo, circunstancias especiales podían en un supuesto
dado justificar una conclusión diferente. En este sentido, expresó que en el caso
concreto sub júdice se le tenía que otorgar una especial importancia al hecho de que
en nueve de las decisiones referidas a la continuación de la detención preventiva de
Hauschildt, el juez Larsen -del mismo modo que ocurrió en posterior oportunidad,
sobre el mismo tema, con el Tribunal de Apelación- se basó en una norma que exigía
que el juez se cerciorase que existía una “sospecha particularmente confirmada” de
que el acusado había cometido el delito que se le imputaba; prescripción que había
sido explicada oficialmente en el sentido de que el juez tenía que estar convencido de
que “existía un alto grado de evidencia” en cuanto a la responsabilidad del perseguido.

De este modo -señaló el Tribunal Europeo-, la diferencia entre la cuestión que el


juez tiene que resolver en la aplicación de esta norma -que autoriza la prolongación de
la prisión preventiva- y la cuestión que tendrá que resolver cuando de dictar sentencia
en el juicio se trate, se vuelve frágil; concluyendo, por lo tanto, en que, en las
concretas circunstancias del caso, la imparcialidad de los tribunales aparece abierta a
la duda y que el temor del solicitante a este respecto puede considerarse, por ello,
objetivamente justificado.

Buena muestra de este criterio objetivo-concreto lo da el Tribunal Constitucional


español en su STC 26/2007, de 12 de febrero de 2007, en la que señala que: “La
determinación de cuáles son las circunstancias específicas que posibilitan en cada
caso considerar como objetivamente justificadas las dudas sobre la imparcialidad
judicial no está vinculada tanto con una relación nominal de actuaciones o decisiones
previas que queden vedadas al juzgador cuanto, especialmente, con la comprobación,
en cada supuesto en particular, de si la intervención previa en la que el interesado
centra sus dudas ha sido realizada por el órgano judicial, teniendo que adoptar una
decisión, valorando cuestiones sustancialmente idénticas o muy cercanas a aquellas
que deben ser objeto de pronunciamiento o resolución en el enjuiciamiento sobre el
fondo. Y ello porque la imparcialidad trata de garantizar también que el juzgador se
mantenga ajeno, específicamente, a la labor de incriminación o inculpación del

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acusado, aun cuando esta sea solo indiciaria y provisional. (…) hemos desestimado
que se produzca tal vulneración en el caso de la decisión de levantar el
sobreseimiento y ordenar proseguir un procedimiento penal, al entender que tal
resolución no incluye necesariamente una imputación que tenga que transformarse
luego en juicio de culpabilidad, y asimismo hemos rechazado la existencia de
vulneración del derecho al juez imparcial en supuestos que se limitan a abordar
aspectos puramente formales del desarrollo de la instrucción y al análisis de
cuestiones absolutamente abstractas y generales sobre la eventual concurrencia de
una cuestión previa de legalidad administrativa, sin ninguna relación con las
circunstancias fácticas de la presunta infracción cometida, ni con la participación en
los hechos del inculpado. De todo ello puede concluirse que, por lo que interesa a los
efectos de resolver el caso ahora planteado, deben considerarse objetivamente
justificadas las dudas sobre la imparcialidad judicial y, por lo tanto, vulnerado el
derecho al juez imparcial, cuando la decisión en revisión de dejar sin efecto un
sobreseimiento o un archivo adoptada por un órgano jurisdiccional que
posteriormente conoce de la causa se fundamenta en valoraciones que, aun cuando
provisionales, resulten sustancialmente idénticas a las que serían propias de un juicio
de fondo sobre la responsabilidad penal, exteriorizando, de este modo, un
pronunciamiento anticipado al respecto”.

IV. EL APARTAMIENTO DEL JUEZ CUYA IMPARCIALIDAD SE ENCUENTRA


EN DUDA:

Los ordenamientos jurídico-procesales contemporáneos acostumbran prever


instrumentos específicos para propiciar el alejamiento del juez cuya imparcialidad de
proceder no se encuentre suficientemente garantizada, sea ello por factores subjetivos
o por factores objetivos.

En este sentido, la norma procesal ha previsto los mecanismos de la inhibición,


para propiciar el alejamiento del magistrado motu proprio, por su personal iniciativa;
y, la recusación, para posibilitar que sean las partes las que soliciten el alejamiento
del juez que no cumple con alejarse de oficio32.

1. ¿Quiénes pueden generarlo?

a. En primer término lo debe hacer, motu proprio, el juez cuya imparcialidad se


encuentra dubitada33.
En tanto responsable de la impartición de justicia en el caso concreto y
garante del respeto de los derechos fundamentales de los justiciables, es el juez
el primer llamado a apartarse, de oficio, del conocimiento de un proceso en el
que o no se va a poder conducir con imparcialidad o dicha imparcialidad no se

32
Aunque, “En sentido amplio, la inhibición es todo apartamiento del proceso. Así, la recusación
ejercitada puede generar una inhibición voluntaria (si se acepta la recusación) o impuesta (si el superior la
dispone)”. CUBAS VILLANUEVA, Víctor. El proceso penal, teoría y jurisprudencia constitucional. 6ª
edición. Palestra. Lima, 2006. Pág. 149.
33
En su particular modo de plantear las cosas, decía el profesor Enrique RUIZ VADILLO (“Apuntes
sobre el perfil del juez penal en cuanto creador de la sentencia”. En: Estudios de Derecho Procesal Penal.
Comares. Granada, 1995. Pág. 474) “Nadie ha de ser más sensible al espíritu y a los mandatos
constitucionales que los jueces (…) El juez es el realizador de la justicia según los parámetros
constitucionales y del resto del ordenamiento jurídico”.

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encuentra suficientemente garantizada. La inhibición del juez, cuando existe


un motivo fundado, no es una potestad34, sino “un deber”35.
b. En segundo término, pueden instar el alejamiento del juez cuya imparcialidad
se encuentra dubitada, las partes que intervienen en el proceso.

2. Sistema númerus clausus o sistema númerus apertus de causales de


apartamiento.

En las legislaciones se puede apreciar tres sistemas de estructuración de las


causales capaces de generar el alejamiento del juez cuya imparcialidad se
encuentra puesta en duda36.

En primer lugar, se deben mencionar aquellos ordenamientos que estructuran


un sistema cerrado de causales (númerus clausus), por el cual el alejamiento solo
es posible cuando se produce alguna de las situaciones taxativamente descritas y
previstas en las normas jurídicas. En segundo lugar, tenemos aquellos sistemas
que se limitan a establecer una cláusula general de alejamiento, referida
básicamente a que existan fundados motivos para sospechar de la imparcialidad
del juzgador (númerus apertus). En tercer lugar, tenemos al que se conoce como
sistema mixto, que conjuga tanto supuestos específicos, cuya concurrencia dan
lugar al alejamiento, como una cláusula general.

Nuestro país ha adoptado un sistema mixto de causales de recusación.

En cuanto a las causales de inhibición, no presenta mayor problema, porque fija


las mismas causales que para la recusación, afiliándose al sistema mixto ya
referido.

En el ámbito internacional se pueden encontrar ejemplos que nos muestran lo


relevante de las causales no previstas específicamente en la norma legal ordinaria.
En este sentido, se puede citar, como ejemplo, el caso Rojas Morales vs. Italia
(Sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Noviembre 16 de
2000) en el que se declaró que se había quebrantado el derecho a ser juzgado por
un juez imparcial del ciudadano chileno Carlos Rojas Morales en razón a que el
órgano jurisdiccional que lo juzgó estaba compuesto por dos juezas que habían
juzgado ya con anterioridad a otro miembro de la organización criminal a la que se
le atribuía pertenecer y que en la sentencia condenatoria que habían emitido
previamente contra dicho miembro habían realizado afirmaciones referidas a la
culpabilidad y pertenencia de Rojas Morales a la mencionada organización.

Lo que sucede en este caso es que en 1987, en Italia se había desarrollado una
investigación penal por imputarse a Rojas Morales y a otras personas más su
pertenencia a una organización criminal destinada al tráfico internacional de
estupefacientes. Cuando se abre dicha investigación Rojas Morales se encontraba
en Argentina, en prisión preventiva por el delito de tenencia ilícita de
estupefacientes. Teniéndose que realizar los trámites correspondientes de
34
Como parece creer ROSAS YATACO, J. Manual de Derecho Procesal Penal. Pág. 205, cuando señala
que los magistrados “pueden inhibirse de oficio”.
35
Cfr. CUBAS VILLANUEVA, V. Ob. cit. Pág. 150; SÁNCHEZ VELARDE. Ob. cit. Pág. 110; SAN
MARTÍN CASTRO, C. Ob. cit. Pág. 214; seguido por CÁCERES JULCA, Roberto / IPARRAGUIRRE
NARRO, Ronald. Código Procesal Penal comentado. Edición actualizada. Jurista Editores. Lima, 2006.
Pág. 117.
36
Cfr. CUBAS VILLANUEVA, V. Ob. cit. Pág. 151.

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extradición, con el tiempo que ello demoró, para ponerle al fin en real disposición
de la justicia italiana, fue necesario separar a Rojas Morales del proceso que se
seguía contra los demás imputados.

Estando ya en Italia, resulta Rojas Morales en trance de afrontar su juicio, siendo


que el tribunal que lo iba a juzgar se encontraba conformado por las dos juezas
que en un juicio que se realizó previamente contra otro integrante de la
organización criminal habían emitido frases afirmando su responsabilidad penal en
la sentencia condenatoria que dictaron. Frente a lo dicho, Rojas Morales recusó a
las juezas pero sin resultados positivos en ninguna de las instancias que se
generaron; por lo que finalmente fue condenado a 21 años de prisión y una
elevada multa; la misma suerte que su recusación corrieron las impugnaciones que
dirigió contra la sentencia basadas en el quebrantamiento de su derecho a ser
juzgado por un juez imparcial. Frente a lo dicho, Rojas Morales llevó su caso ante
el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, el que sí le concedió la razón.

Es de señalar que en el ínterin de la tramitación del caso Rojas Morales ante el


Tribunal Europeo, el Tribunal Constitucional Italiano declaró inconstitucional el
segundo apartado del artículo 34 de su Código Procesal Penal, precisamente por
no prever ningún impedimento para que el juez pueda participar como órgano de
juzgamiento cuando ha intervenido en un proceso previo en el que se ha juzgado a
una persona por su participación en el mismo hecho criminal.

El Tribunal Constitucional italiano señaló en su fundamentación: “Es


jurisprudencia recibida por esta corte que el instituto de la incompatibilidad del
juez por actos cumplidos en el proceso penal está estructurado sobre la base de la
garantía de un juicio imparcial, que no sea ni pueda parecer condicionado por
evaluaciones precedentes sobre la responsabilidad penal del imputado
manifestadas por el mismo juez en otras fases del mismo proceso (y, por ende, con
mayor razón, con respecto al caso en examen, en un proceso distinto) y que
puedan perjudicar la neutralidad de su juicio. El principio del proceso justo, de
hecho, implica que el juicio se forme sobre la base de la racional apreciación de
las pruebas recogidas y adquiridas y no deba sufrir la influencia de evaluaciones
sobre el fondo de la imputación expresadas precedentemente” (…) “La
circunstancia de que, en ausencia del interesado, la evaluación correspondiente a
su responsabilidad no pueda desembocar, en ese proceso, en una decisión
susceptible de convertirse en definitiva, no quita nada al prejuicio que se
determina. Lo que cuenta, a los fines de la integridad del principio del proceso
justo, es que el juez del nuevo contradictorio no sea el mismo que participó en el
primero y que, por el peculiar modo de ser del caso concreto del concurso, haya
tenido que formarse un convencimiento no solo sobre el fondo de la acción penal
llevada a cabo contra los imputados sino también, incluso incidentalmente, sobre
el fondo de la posición del tercero”.

En el panorama internacional se pueden encontrar muchos más casos que pueden


ser materia de mención, en calidad de ejemplo, pero hacerlo desbordaría la
naturaleza y el espacio concedido al presente trabajo. Por ello, apuntaremos aquí
como guía tan solo algunas de los criterios generales más reiterados por la

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doctrina; así se dice que: “quien instruye no puede juzgar”37, “no hay juicio sin
acusación previa”38.

3. La recusación ¿una afrenta para el juez?

En un sector de la magistratura nacional existe la idea de que cuando se


interpone una recusación en su contra, lo que se está haciendo es cuestionar su
rectitud de criterio, su honestidad o su honorabilidad.

La doctrina patria tampoco ha sido ajena a este tipo de planteamientos, por


ejemplo, el maestro MIXÁN MASS, al abordar la “imparcialidad del juez penal”,
ha señalado que “la imparcialidad, la probidad es una de las exigencias
ineluctables para la función jurisdiccional”39.

Esta perspectiva “ética” también se puede apreciar en la concepción que se tiene


de la inhibición. Ello ocurre, por ejemplo, cuando el profesor CUBAS
VILLANUEVA señala: “La inhibición, en estricto, es el acto jurídico procesal,
mediante el cual el funcionario judicial, por exclusivas razones de índole ético-
legal, se aparta del conocimiento del proceso”40.

Sin embargo, conforme a lo expuesto, el Tribunal Europeo de Derechos


Humanos, por solo mencionar algunos de los lugares donde se puede consultar al
respecto; señala que para la procedencia de la recusación (o para que un juez se
encuentre obligado a inhibirse) no se requiere que el juez haya incurrido
necesariamente en un comportamiento inmoral o esté en peligro de hacerlo, sino
que basta que existan circunstancias que generen una duda o un temor objetivo y
concretamente fundado de no encontrarse suficientemente garantizada la
imparcialidad de su proceder; lo cual “no significa ningún reproche personal hacia
el juez”41, sino que “representa, tan solo, el intento del justiciable de lograr la
mayor posición de imparcialidad posible por parte del juzgador”42.

Conforme la doctrina procesal contemporánea señala, para que la recusación o


inhibición resulte procedente, generando el alejamiento del magistrado

37
FERRAJOLI, Luigi. Derecho y razón, teoría del garantismo penal. Traducción de la edición italiana.
Madrid, 1995. Pág. 567. El TC español declaró en la Sentencia Nº 145/88, de 12/07/88 que “el problema
no se relaciona con la rectitud personal de los jueces que interviene en la instrucción, sino, antes bien, con
el hecho que la actividad instructora, en cuanto coloca a quien la lleva a cabo en contacto con el acusado
y con los hechos y datos de la causa, puede provocar en el ánimo del instructor, incluso a pesar de sus
mejores deseos, prejuicios e impresiones a favor o en contra del acusado que influyan a la hora de
sentenciar”. En palabras de DE LA OLIVA SANTOS, Andrés: “Este fenómeno nada dice en contra del
ánimo o intención con que la investigación se dirige: puede ser, en todo momento, de la máxima
imparcialidad y objetividad. Pero parece del todo natural, inevitable, que quien dirija la investigación se
forje una idea concreta de los hechos, adquiera una prevención o prejuicio, porque el avance del proceso
implica enjuiciamientos provisionales sobre conductas” En: DE LA OLIVA SANTOS, Andrés / DÍEZ-
PICAZO GIMÉNEZ, Ignacio / VEGAS TORRES, Jaime. Derecho Procesal, introducción. Centro de
Estudios Ramón Areces. Madrid. 1999. Pág. 64).
38
Cfr. BOVINO, Alberto. Ob. cit. Pág. 11 (especialmente pág. 13).
39
MIXÁN MASS, Florencio. Derecho Procesal Penal, juicio oral. 6ª edición. BLG Ediciones. Trujillo,
2003. Pág. 180.
40
CUBAS VILLANUEVA, Víctor. El proceso penal, teoría y jurisprudencia constitucional. 6ª edición.
Palestra. Lima, 2006. Pág. 149
41
En este sentido: BOVINO, Alberto. Imparcialidad de los jueces y causales de recusación no escritas en
el nuevo Código Proceso Penal de la Nación en el libro del mismo autor. Problemas del derecho procesal
penal contemporáneo. Pág. 54.
42
MAIER, J. Derecho Procesal Penal II. Pág. 557.

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inicialmente tenido por competente para conocer el caso, basta con que exista un
temor razonable de parcialidad, una sospecha fundada, una sospecha según
una valoración razonable, que se ponga en duda la imparcialidad, que se trate de
un judex suspectus.

En este sentido, no resultan del todo exactas las afirmaciones del tipo de:
“cuando un juez se vea en el trance de no poder superar una situación concreta
que amenaza su rectitud de criterio, tiene el remedio de la inhibición”; pues
induce a pensar que cuando el juez, a pesar de encontrarse en una situación en que
su imparcialidad queda puesta en duda, cree poder superar la situación concreta
que amenaza su rectitud de criterio, debe seguir conociendo del proceso, lo cual no
es para nada correcto.

La procedencia de la recusación o la inhibición no se funda para nada en que el


magistrado mantenga o no la rectitud de su criterio, frente a una circunstancia que
ensombrezca su imparcialidad, sino simple y llanamente en la existencia de
circunstancias ciertas que puedan poner en cuestionamiento la imparcialidad en el
proceder del juzgador. El juez sospechoso debe apartarse así confíe y pueda
mantener su rectitud de criterio.

En palabras de MONTERO AROCA: “La ley no entra a considerar cuál sería


el ánimo de cada juez determinado si se encuentra en una de esas situaciones,
sino que le basta con que se constate que concurre la causa para llegar a la
conclusión de que ese juez no puede ser considerado imparcial” 43; resultando
procedente el apartamiento “independientemente de que en la realidad cada juez
sea o no capaz de mantener su imparcialidad”44.

Bastará la aparición de las circunstancias generadoras de la duda para que el


apartamiento del magistrado sea procedente, pues, como señala BURGOS
MARIÑOS45: “El derecho al juez imparcial se debe configurar para funcionar
antes que se haya producido la parcialización efectiva del juzgador, para actuar
frente a los casos en que existe el peligro que la parcialización se verifique”.

V. DEBER DE IMPARCIALIDAD, DECISIONES, MOTIVOS Y CRÍTICAS:

Conforme a la caracterización que se ha hecho hasta ahora, el análisis del deber


de imparcialidad exige distinguir entre los “motivos para decidir” y “el contenido de
las decisiones”, entre otras cosas, porque ello permitirá separar dos tipos de críticas
distintas que cabe dirigir contra las decisiones judiciales. El deber de imparcialidad,
en su vertiente negativa, prohíbe al juez decidir (actuar) por motivos incorrectos y, en
su vertiente positiva, le obliga a hacerlo por motivos correctos.

Una decisión judicial de contenido correcto (aplicación correcta de la ley) pero


tomada por motivos incorrectos resulta, en términos normativos, inaceptable,
inasumible. Por ejemplo, si un juez decide conforme a la ley porque la ley favorece
sus intereses en el proceso o a la parte de la que él es partidario, el resultado es que
43
MONTERO AROCA, J. Derecho jurisdiccional I. Pág. 357.
44
Ibíd. Pág. 114.
45
BURGOS MARIÑOS, V. Derecho Procesal Penal peruano. Pág. 84. Por lo cual también resulta
afectada de inexactitud la frase “contra el juez que se parcializa corresponde a las partes excluirlo del
proceso mediante la recusación” (MIXÁN MASS, F. Ob. cit. Pág. 181); pues, para que la recusación
resulte procedente no se requiere que el juez se haya parcializado, basta el simple peligro de ello, basta
que el juez no ofrezca garantías de su imparcialidad.

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esa decisión no es legítima, no conforma una autoridad legítima en ningún sentido de


la expresión. El acierto en la aplicación de la ley no convalida la incorrección de los
motivos, no convierte en autoridad legítima a quien no reúne las condiciones
necesarias para serlo. Por el contrario, en términos normativos, el error en la
aplicación de la ley no contamina la corrección de los motivos por los cuales el juez
actuó.

El siguiente cuadro muestra todas las combinaciones posibles en los juicios de


corrección/incorrección de “los motivos para decidir” y de “el contenido de la
decisión”; así como las reacciones congruentes del aceptante del Derecho y del
escéptico hacia el Derecho. Todo ello se explica a continuación.

CONTENIDO
ACEPTANTE. ESCÉPTICO.
CASO. MOTIVOS DE LA
ACTITUD ACTITUD
TIPO DE PARA DECISIÓN.
CRÍTICA CRÍTICA
JUEZ DECIDIR APLICACIÓN
INTERNA EXTERNA
DE LA LEY
A. El
No hay criterios de
imparcial
Aceptación de la corrección, solo
acertado Correctos Correcta
decisión simulación de
(correcto-
corrección
correcto)
B. El
Acatamiento sin No hay criterios de
imparcial
aceptación. Crítica corrección, solo
equivocado Correctos Incorrecta
interna al contenido simulación de
(correcto-
de la decisión. corrección
incorrecto)
Deslegitimación de
la decisión.
C. El No hay criterios de
No ha lugar a la
parcial-legal corrección, solo
Incorrectos Correcta aceptación de la
(incorrecto- simulación de
decisión dada la
correcto) corrección
simulación de
corrección.
Deslegitimación de
D. El la decisión. No hay criterios de
parcial-ilegal No ha lugar a la corrección, solo
Incorrectos Incorrecta
(incorrecto- crítica interna del simulación de
incorrecto) contenido de la corrección
decisión.

Detengámonos brevemente en cada uno de los casos.

A. El caso del “imparcial acertado” (correcto-correcto) ilustra la


situación en que conforme a criterios internos al Derecho se valora que la decisión
que el juez ha tomado es la decisión correcta y, además, se considera que lo ha
hecho por los motivos correctos (es decir, porque era su deber). Quien asuma el
punto de vista del aceptante (adopte una actitud crítica interna) y considere que
éste es el caso, se ve constreñido a aceptar la decisión. El interés de este caso, sin
embargo, no radica en determinar cuál es la actitud interna coherente (porque es
bastante obvia), sino en que permite mostrar cómo con independencia de los
motivos concretos del juez que decide o del contenido de la decisión tomada
siempre cabe la adopción por parte del observador de una actitud escéptica hacia
las decisiones y las argumentaciones judiciales. La actitud escéptica hacia las
normas y las razones jurídicas genera una crítica externa a las decisiones
judiciales. Por hipótesis, siempre hay una infinidad de propiedades del juez y/o del

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caso que pueden suministrar un esquema de interpretación y explicación de la


decisión al margen de las razones jurídicas.

El género, el origen de clase, la religión, la ideología, la prensa y un largo


etcétera pueden utilizarse como base de las explicaciones y de las críticas externas.
En este sentido, la crítica externa es siempre posible y, en alguna medida,
ineliminable.

Ahora bien, este tipo de crítica externa que es el resultado de una actitud
escéptica frente a las normas y las razones jurídicas desemboca necesariamente en
una actitud también escéptica hacia la imparcialidad. Por ello, las críticas externas
que son sólo el producto de una actitud escéptica hacia el Derecho en general, en
realidad no dicen nada a propósito de ninguna decisión, en concreto, ni de ningún
juez, en particular. Como se verá inmediatamente, una cosa es la crítica externa al
Derecho (que es ineliminable pero que tampoco aporta mucho en el análisis de la
imparcialidad) y otra, la crítica externa a una decisión en concreto. En efecto, la
crítica externa -la que afirma la presencia de un factor de explicación relevante y
extraño al Derecho- individualizada para un caso concreto, de forma que habla de
los motivos concretos de un juez para decidir en un determinado sentido, en
realidad, deja de ser externa para pasar a ser normativa y deslegitimadora. La
acusación de simulación de corrección adquiere tintes muy diferentes según que
sea el producto de una actitud escéptica del observador hacia el Derecho o el
resultado de una observación sobre un cierto juez y una cierta decisión en
concreto46.

B. El segundo caso, el del “imparcial equivocado” (correcto-incorrecto)


es idóneo para ilustrar lo que es una típica crítica interna a una decisión judicial.
No se cuestionan los motivos por los cuales el juez decidió, se asumen como
correctos, pero se critica la decisión tomada. La incorrección de la decisión se
atribuye a un error, no a una deficiente o desviada motivación subjetiva del juez.
Como cuestión de hecho, es obvio que desde una perspectiva interna la magnitud
del error puede configurarse como un indicio de haber actuado por motivos
incorrectos. Pero, en general, en condiciones normales, la crítica a las decisiones
judiciales suele ser interna; se critica la decisión pero no se deslegitima su
autoridad: “se acata, pero no se comparte”. Igual que en el caso anterior, la crítica
externa al Derecho, o meramente escéptica, es siempre posible e ineliminable.

C. El tercer caso, el del “parcial-legal” (incorrecto-correcto), ilustra


perfectamente lo que es la deslegitimación de una decisión por la deslegitimación
de quien la toma. Quien decidió no debió decidir por no ser imparcial, es decir, por
no reunir un requisito esencial de la legitimidad de la jurisdicción. Así vista, la
presencia de los motivos correctos es condición necesaria para la aceptación o el
acatamiento de la decisión. Desde la perspectiva interna, la creencia de que la
decisión fue producida por motivos prohibidos lleva inexorablemente a la
consideración de que la “motivación” de la decisión es pura simulación de
corrección; es decir, lleva a la misma conclusión del escéptico, pero con la
diferencia de que no es el producto de una actitud general frente al Derecho, sino
de la interpretación de la concreta conducta de un juez en una ocasión
determinada. Sin imparcialidad, la decisión del juez no tiene autoridad.

46
Cfr. Schedler, Andreas: “Argumentos y observaciones: De críticas internas y externas a la
imparcialidad judicial”, en Isonomía, Nº 22, Abril, 2005, Págs. 66 y ss.

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D. En el último caso, el del “parcial-ilegal” (incorrecto-incorrecto),


faltan las dos condiciones básicas para la legitimidad de las decisiones
jurisdiccionales: imparcialidad (motivos correctos) y legalidad (aplicación correcta
de la ley). Aquí, ocurre igual que en el caso anterior, la actitud interna hacia el
Derecho lleva a realizar una crítica externa al contenido de la decisión, de forma
que la argumentación de la decisión se ve como pura simulación de justificación
(pura racionalización, en el sentido peyorativo de la expresión).

Antes de abandonar este apartado, conviene realizar algunas observaciones en relación


con el cuadro y lo dicho hasta ahora. En opinión de JOSEP AGUILÓ REGLA 47, el
cuadro resulta extraordinariamente útil en términos conceptuales. Sólo separando los
juicios de corrección relativos a los motivos del juez para decidir de los juicios de
corrección relativos a la aplicación de la ley (legalidad de la decisión) se entienden
correctamente las exigencias normativas derivadas del principio de imparcialidad.

Los cuatro casos en él distinguidos vienen a ser tipos ideales que permiten fijar con
claridad las reacciones críticas a las decisiones judiciales. Ahora bien, esta utilidad
conceptual no puede servir para ocultar las dificultades de todo tipo que supone emitir
los referidos juicios de corrección en casos reales, concretos. Para darse cuenta de estas
dificultades es suficiente con reparar en el carácter esencialmente controvertido tanto de
la determinación de la corrección de los motivos por los cuales un juez decide (se trata
de una cuestión de prueba de intenciones y de interpretación de conductas) como de la
determinación de la corrección de la aplicación del Derecho (la persistencia de las
controversias normativas es una de las razones que se usan para justificar la imposición
de una decisión de autoridad).

Pues bien, quien sea consciente del carácter altamente controvertido de los juicios
concretos que están en la base de las actitudes críticas internas, comprenderá por qué la
eficacia del principio de imparcialidad abre la puerta a dos riesgos ciertos.

El primero de estos riesgos, que lo podemos llamar “el bloqueo corporativo a las
críticas de parcialidad”, consiste en que, dadas las dificultades para probar la actuación
concreta por motivos incorrectos, ante cada crítica de parcialidad se cierren filas en
defensa de la “honorabilidad de los jueces”, de forma que queden bloqueadas las críticas
genuinas de parcialidad. El segundo de estos riesgos, que viene a ser el inverso del
anterior, lo podríamos llamar el del “uso estratégico (o abuso) de las críticas de
parcialidad”. En efecto, hay que reconocer que los jueces se hallan permanentemente
expuestos al uso estratégico (no genuino) de las críticas de parcialidad y que, en este
sentido, su vulnerabilidad es alta: cualquier factor externo, verosímil y relevante, puede
valer para deslegitimar por parcial a un juez en una ocasión determinada.

Y, finalmente, una última observación que, en realidad, es una consecuencia práctica


de la anterior. Un juez consciente de los dos riesgos recién mencionados debe procurar,
por un lado, evitar generar esquemas de interpretación verosímiles que puedan alimentar
el uso estratégico de la crítica deslegitimadora y, por otro, evitar los juicios genéricos
que bloquean las críticas internas de parcialidad. Si bien se considera, tanto las actitudes
escépticas hacia la imparcialidad (la imparcialidad es imposible) como las corporativas
(la parcialidad es imposible) escapan de la actitud normativa que exige el “principio de
imparcialidad”.
47
JOSEP AGUILÓ REGLA. Imparcialidad y concepciones del derecho. Jurid. Manizales (Colombia),
6(2): 27 - 44, julio-diciembre 2009. Pág. 35.

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VI. CONCLUSIONES:

Después del desarrollo del presente trabajo puedo concluir en términos generales que
al hablar de imparcialidad en el derecho, tal y como lo esbozara en la introducción, es
necesario hablar de la imparcialidad con la que deberá de actuar el juez.

El juez está llamado a dirigir el proceso y a decidir el resultado del mismo. En cuanto
director del proceso al juez se le exige centralmente neutralidad (equidistancia) respecto
de las partes en conflicto, de forma que las decisiones que toma no prejuzguen el
resultado del proceso y mantengan el equilibrio entre ellas. Durante el desarrollo del
proceso, el juez debe adoptar una actitud fundamentalmente cognitiva, de recepción de
información. La imparcialidad del juez aquí se parece mucho a la neutralidad del
científico. Se trata de conocer, no de valorar ni de decidir. Sin embargo, en relación con
el resultado del proceso al juez se le exige no que sea neutral, sino imparcial: el juez
está llamado a decidir dicho resultado y, en este sentido, está comprometido con la
verdad de los hechos que considera probados y con la corrección de la decisión que
toma.

Siendo así, la imparcialidad parece exigir al juez que sea neutral frente a las partes
durante el desarrollo del proceso, de forma que se mantengan el equilibrio y la
equidistancia ante los sujetos en tanto que partes del proceso. Eso es fundamental para
que el proceso pueda cumplir las funciones epistemológicas que de él se esperan. Vista
así, desde la vertiente cognitiva, la imparcialidad del juez se parece mucho a la
neutralidad del científico.

BIBLIOGRAFIA:

1. AGUILÓ REGLA, Josep. Imparcialidad y concepciones del derecho. Jurid.


Manizales (Colombia), 6(2): 27 - 44, julio-diciembre 2009.
2. ÁVALOS RODRÍGUEZ, Constante Carlos. “El Derecho al Juez Imparcial”. En:
Dialogo con la Jurisprudencia. Tomo Nº 115. Gaceta Jurídica - Abril 2008.
3. CABANELLAS, Guillermo. Diccionario Enciclopédico de Derecho Usual - Tomo
IV. 16ª Edición. Buenos Aires 1982. Editorial HELIASTA SRL.

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4. CUBAS VILLANUEVA, Víctor. El proceso penal, teoría y jurisprudencia


constitucional. 6ª edición. Palestra. Lima, 2006.
5. BURGOS MARIÑOS, Víctor. Derecho Procesal Penal peruano. Universidad San
Pedro. Chimbote, 2002.
6. SAN MARTÍN CASTRO, César. Derecho Procesal Penal. I. 2ª edición. Grijley.
Lima, 2003.
7. REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. Diccionario de la lengua española. 22ª edición.
España, 2002. Pág. 848.
8. Constitución Política de Estado.

Glosario:

1. Axioma: Proposición clara y evidente que no necesita demostración.

2. Auditur et altera pars: A menudo la gente argumenta a partir de suposiciones que


no se molestan en probar. El principio de Audiatur et altera pars consiste en que
todas las premisas de un argumento deberían ser anunciados explícitamente. No

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hacerlo así, sin embargo, no se considera una falacia en el sentido estricto, aunque sí
levanta sospechas.

3. Imparcialidad: Falta de designio anticipado o de prevención en favor o en contra


de alguien o algo, que permite juzgar o proceder con rectitud.

4. Inhibición: Decretar que un juez no prosiga en el conocimiento de una causa por no


ser de su competencia. // Prohibir, estorbar, impedir. // Abstenerse, dejar de actuar. //
Echarse fuera de un asunto o abstenerse de entrar en él o de tratarlo.

5. Judex Suspectus: Juez sospechoso.

6. Litis: Es un vocablo latino que en idioma español se traduce como litigio,


significando disputa o controversia judicial; diferencia de intereses entre dos partes,
llamadas litigantes, sometidas a decisión de un Juez.

7. Pleito: Litigio judicial entre partes. // Proceso o cuerpo de autos sobre cualquier
causa.

8. Principio: Fundamento, aseveración fundamental que permite el desarrollo de un


razonamiento o estudio científico.

9. Recusación: Rechazo o no admisión de algo. // Hecho de impedir legítimamente la


actuación de un tribunal, juez, perito, etc., en un procedimiento o juicio.

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