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Pero, ¿cómo fue posible que Jesús mismo, que representaba al Dios

no material, viniera a este mundo material (creado por el otro Dios) sin
convertirse en parte de él? ¿Cómo podía lo no material convertirse en
material, incluso por una causa tan buena y noble como la de la salvación?
De acuerdo con las enseñanzas de Marción, Jesús no formaba realmente
parte de este mundo material. No poseía un cuerpo real de carne
y hueso. De hecho, no había nacido, y no era en verdad humano. Jesús
sólo había parecido ser un humano con una existencia material como la
de cualquier otro humano. En otras palabras, Marción, como algunos
cristianos gnósticos, era un doceta que sostenía que Jesús sólo «parecía
» tener irn cuerpo carnal.
Tras venir «en una carne semejante a la del pecado», como escribe
Pablo (Romanos 8:3), el autor preferido de Marción, Jesús pagó por los
pecados del mundo al morir en la cruz. Y es mediante la fe en su muerte
que uno puede escapar de los sufrimientos a los que nos condena el
iracundo Dios de los judíos y disfrutar de la vida eterna con el Dios del
amor y la misericordia, el Dios de Jesús. Ahora bien, ¿cómo pudo Jesús
morir por los pecados del mundo si no tenía un cuerpo real? ¿Cómo es
posible que la sangre que derramó haya traído la expiación si en realidad
no tenía sangre?
Desdichadamente, no sabemos con exactitud cómo desarrolló Marción
los detalles de su teoría de la expiación. Es posible que, al igual
que algunos otros cristianos después de él, pensara que la muerte de Jesús
había sido una especie de trampa que engañó a la divinidad que
hasta entonces había controlado las almas humanas, perdidas debido al
pecado, y que el Dios de los judíos se viera obligado a renunciar a las
almas de aquellos que creían en la muerte de Jesús, sin darse cuenta de
que, de hecho, su muerte había sido solo una apariencia. Pero la verdad
es que no conocemos cómo Marción resolvió estas sutilezas teológicas.
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Lo que sí sabemos, en cambio, es que basó todo su sistema en los
textos sagrados de su iglesia, entre los que se encontraban los escritos
de Pablo, pero también otros. Tertuliano señala, por ejemplo, que Marción
se sentía especialmente atraído por el dicho de Jesús de que un árbol
se conoce por sus frutos (véase Lucas 6:43-44): los buenos árboles
no producen malos frutos y los árboles malos no producen buenos frutos.
¿Qué ocurre cuando se aplica este principio al ámbito de lo divino?
¿Qué clase de Dios era capaz de crear un mundo abatido por el dolor, la
miseria, los desastres, la enfermedad, el pecado y la muerte? ¿Qué clase
de Dios diría que es él quien ha creado el mal (Isaías 45:7)? Con seguridad
un Dios que es en sí mismo malo. Ahora bien, ¿qué clase de Dios traería
el amor, la misericordia, la gracia, la salvación y la vida? Un Dios que
hace lo que es generoso y bueno, un Dios que es en sí mismo bueno.
Esto significa que hay dos dioses y, según Marción, es Jesús mismo
quien lo dice. Además, Jesús explica que nadie echa vino nuevo en
odres viejos, pues de lo contrario los odres viejos reventarían y tanto el
vino como los odres se perderían (Marcos 2:22). El evangelio es algo
nuevo en el mundo. No puede ser puesto en los viejos odres de la religión
judía.
La producción literaria de Marción
Una vez que Marción había construido este sistema teológico, lo incorporó
a dos obras. La primera fue una composición propia, un libro
que sólo ha sobrevivido en las citas que de él hicieron sus adversarios.
Marción llamó a su libro Antítesis. Se trataba aparentemente de un comentario
de la Biblia en el que Marción mostraba su doctrina de que el
Dios del Antiguo Testamento no podía ser el Dios de Jesús. Parte del libro
debe de haber consistido en afirmaciones antitéticas directas y puntales
en las que se contrastaba a ambos Dioses. Por ejemplo, el Dios del
Antiguo Testamento dice al pueblo de Israel que entre en Jericó y acabé
con todo hombre, mujer, niño y animal en la ciudad (Josué 6); pero el
Dios de Jesús dice a sus seguidores que amen a sus enemigos, que recen
por aquellos que los persiguen y que ofrezcan la otra mejilla (Lucas
6:27-29). ¿Se trata acaso del mismo Dios? Cuando Elisio el profeta del
Dios del Antiguo Testamento estaba siendo objeto de las burlas de un
grupo de jóvenes, Dios le permitió llamar a dos osas que los atacaron y
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destrozaron (2 Reyes 2:23-24). El Dios de Jesús dice: «Dejad que los niños
vengan a mí» (Lucas 18:15-17). ¿Se trata acaso del mismo Dios? El
Dios del Antiguo Testamento maldice a quienes son colgados de un madero
(Deuteronomio 21:22-23); pero el Dios de Jesús ordenó que él,
que era el elegido, colgara precisamente de un madero. ¿Se trata acaso
del mismo Dios?
Es posible que el punto de vista de Marción inspire simpatía en muchos
cristianos contemporáneos, en la medida en que todavía escuchamos
con frecuencia comparar al terrible Dios del Antiguo Testamento y
al bondadoso Dios del Nuevo. Sin embargo, Marción llevó la idea al límite,
en un sentido en que a muchos cristianos modernos les resultaría
inaceptable. Para él, había en verdad dos Dioses y se propuso demostrarlo
recurriendo al Antiguo Testamento. En su Antítesis Marción evidentemente
no estaba interesado en justificar los pasajes citados proponiendo
una interpretación figurativa o simbólica; para él éstos debían
ser tomados al pie de la letra. Y leídos de esta manera, los pasajes contrastan
de manera radical con las claras enseñanzas de Jesús y su evangelio
de amor y misericordia.
La segunda obra de Marción no fue una creación original sino una
nueva edición de textos de otros. Marción reunió en ella un canon de Escrituras,
esto es, una colección de los libros que él consideraba autoridades
sagradas. Marción, de hecho, es generalmente considerado el primer
cristiano en haber emprendido semejante labor, compilar un canon de
Escrituras cerrado, es decir, finalizado, y lo hizo mucho antes de que el
Nuevo Testamento que conocemos hubiera sido establecido. Muchos estudiosos
piensan que la decisión de Marción de crear un canon pudo haber
animado a los cristianos proto-ortodoxos a seguir su ejemplo.
¿Qué libros componían el canon de Marción? En primer lugar, algo
que resulta obvio: su canon no incluía ninguna de las Escrituras judías
(el «Antiguo» Testamento). Éstos eran libros escritos por y sobre el
Dios del Antiguo Testamento, el creador del mundo y Dios de los judíos.
Éstos no son textos para quienes la muerte de Jesús ha salvado
de su vengativo puño. El Nuevo Testamento es completamente nuevo e
inesperado.
El Nuevo Testamento de Marción se componía de once libros. La
mayoría de éstos eran cartas del apóstol Pablo, el único predecesor en
quien podía confiar para comprender las radicales afirmaciones del
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evangelio. ¿Por qué, se pregunta Marción, había regresado Jesús a la tierra
para convertir a Pablo mediante una visión? ¿Por qué no se limitó a
dejar que sus propios discípulos proclamaran su mensaje fielmente por
todo el mundo? Según Marción, la razón para ello era que los discípulos
de Jesús —que eran judíos y, por tanto, seguidores del Dios judío y
lectores de las Escrituras judías— nunca entendieron correctamente el
mensaje de su maestro. Confundidos por lo que Jesús les había enseñado
y convencidos de que él era el Mesías judío, a todas luces un error,
ellos habían continuado sin entender la verdad incluso después de su
muerte y resurrección, por lo que habían interpretado sus palabras,
obras y muerte de acuerdo con su comprensión del judaismo. Jesús había
tenido entonces que empezar de nuevo y llamar a Pablo para revelarle
el «verdadero evangelio». Es éste el motivo por el que Pablo había
tenido que enfrentarse a Pedro y a Santiago, el hermano menor de Jesús,
como queda reflejado en la Epístola a los Gálatas. Jesús había revelado
la verdad a Pablo y los demás simplemente nunca la habían entendido.
Pablo y sólo Pablo era el que había entendido. Marción incluyó por
ello diez de sus cartas en su canon de Escrituras, de hecho, se trata de
todas las que finalmente entrarían a formar parte del Nuevo Testamento
con excepción de las llamadas epístolas pastorales: la Primera y Segunda
Epístolas a Timoteo y la Epístola a Tito. Es probable que nunca
sepamos por qué Marción no incluyó también estas tres cartas. Es posible
que su circulación no fuera amplia en su época y que, por tanto,
nunca llegara a conocerlas.14
Pablo, por supuesto, hablaba de su «evangelio», con lo que se refería
a su mensaje evangélico. Sin embargo, Marción creía que Pablo realmente
había tenido un texto del evangelio a su disposición; y en consecuencia,
incluyó un evangelio en su canon, una versión del Evangelio
de Lucas. Las razones para esta elección no son del todo claras. Tal vez
escogió a Lucas porque su autor había sido supuestamente compañero
del apóstol Pablo,15 o porque era el que se mostraba más interesado por
los gentiles en su descripción del ministerio de Jesús, o bien porque, lo
que resulta más verosímil, Lucas era el texto evangélico con el que fue
educado en su iglesia de Sínope.
En cualquier caso, el hecho es que el canon de Sagradas Escrituras
de Marción estaba formado por este evangelio y las diez cartas de Pablo.
Pero incluso un canon así de corto (sólo once libros, ningún Antiguo
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