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Isaiah Berlin y el romanticismo

Para Isaiah Berlin, Kant hace de embudo y vincula ideas de Rousseau y otros humanistas

ilustrados con ideas estéticas de Hume, Leibniz, Baumgarten y Burke, inmediatos

predecesores. Propone que es el espíritu de Rousseau el que atraviesa a Kant y

directamente al romanticismo, lo dice principalmente en sentido político, pero más aún busca

criticar el posible dogmatismo moral. Aunque Kant reconoce abiertamente la influencia de

Rousseau y podemos seguir a Isaiah Berlin en su argumento de que el imperativo categórico

(tesis que seguramente se ha debatido) tiene un tono muy similar al moralismo de Rousseau,

no obstante Berlin omite las enormes diferencias declaradas entre Kant y el mismo

Rousseau, así como con sus directos seguidores, los subsiguientes filósofos de

romanticismo, Schiller, Fichte, Schelling e incluso podríamos contar a los poetas Novalis,

Holderlin y los hermanos Schlegel, quienes violaron prácticamente todas las tentativas de

Kant, y que lo hicieron en abierta y pública discusión con el autor de las críticas.

Considero que el mismo Isaiah Berlin da respuesta a estas cuestiones cuando afirma que es

sumamente difícil establecer ¿qué es el romanticismo? En su libro Las raíces del

romanticismo, admite que crear una generalización sería caer en una trampa, que resulta

casi imposible definirle y que “la literatura sobre el romanticismo es más abundante que el

romanticismo mismo”. Tiene razón, pero la situación se complica cuando intenta englobar en

el mismo concepto de lo romántico toda corriente política, ideológica y filosófica desde

Rousseau hasta Marx (y de Kant a Marx sería afirmar que idealismo y materialismo sean una

misma cosa). Tiene razón en que la influencia del romanticismo ha sido muy grande, pero se

podría decir lo mismo de la influenca de la cultura griega en todo occidente. A este respecto,
Michel Löwy y Robert Sayre elaboraron un minucioso estudio sobre la enorme diversidad de

planteamientos que derivaron directa o indirectamente del romanticismo. Para dar un ejemplo

de esa diversidad, los autores mencionan que dada la obsesión de los románticos con la

naturaleza, los movimientos ambientalistas (del estilo de Greenpeace) tienen influencia del

romanticismo, y posiblemente sea así, lo difícil sería establecer cómo esto explica el

totalitarismo del sglo XX.

En cambio me parece muy acertada la idea de propone Isaiah Berlin sobre la influencia de

las posturas morales de Rousseau en el marxismo y el comunismo y sí hay pruebas

fehacientes de un tratamiento específico de la cultura y el arte en el estalinismo que podría

derivar de la crítica de Rousseau al arte, la ciencia yla filosofía. La mirada del moralismo

rousseauniano ante el arte sería muy similar a la de Platón ante los poetas, es decir, resultan

“peligrosos” pues su libertad se parece a la que exigen los cínicos con quien debatía el

mismo Platón, un individualismo exacerbado que parece un hedonismo en potencia. De la

misma manera, Maiakovski se volvió peligroso para el estado emergente de su amada

revolución.

No obstante, así como podemos distinguir entre el impuso de los enciclopedistas y la crítica

de Roussea a estos, pese a que ambos forman parte del proyecto ilustrado, hay una clara

distinción entre Idealismo alemán y romanticismo. Mientras las obras del idealismo alemán

son monumentales obras filosóficas, no de cualquier tipo, sino de tipo sistemático, como las

de Kant, Schelling, Fichte, Schiller o Hegel, el romanticismo alemán es un movimiento

artístico y sus obras son poemarios, obras de teatro, novelas, con planteamientos

sumamente subjetivos y cuya búsqueda de libertad refiere más a un terreno de introspección

y de descubrimiento del inconsciente y los sueños. En este sentido, lo que parece criticar
Isaiah Berlin es la posible influencia de algunas posturas del idealismo en algunas ideologías

derivadas de una mezcla con un probable dogmatismo moral de Rousseau.

La tesis más contundente sobre el romanticismo es la que proponen varios estudiosos

estetas (y no sólo estetas), como Sergio Givone, que los románticos interpretaron a Kant a

placer transformando el paradigma en una lectura poética del mundo de uno solo de los

asuntos kantianos, el de “hacer sensible lo suprasensible” y se obsesionaron con la idea de

que la naturaleza es arte inconsciente. Pero que la naturaleza es arte inconsciente no es una

afirmación racional metafísica ni tampoco epistemológica, sino simplemente un statement

retórico, una postura estética ante la vida y una afirmación poética, una metáfora pura.

Difícilmente encontramos una postura política de corte rousseauniano. En Desencanto del

mundo y pensamiento trágico, Sergio Givone desarrolla la tesis de la melancolía de los

románticos como influencia del existencialismo. Planteada desde otro punto de vista Norberto

Bobbio también sitúa el origen del existencialismo en la modernidad y posiblemente en los

románticos. De forma más sutil y muy novedosa, el ensayo de George Steiner, Diez posibles

razones para la tristeza del pensamiento, en una lectura de Schelling, propone diez dilemas

que podrían explicar la melancolíia moderna, en realidad se trata de problemas de tipo

epistemológico, por ejemplo, la imposibilidad de certeza, o el movimiento incesante del

pensamiento que no obstante no puede trasladarse de una mente a otra, impidiendo una

completa empatía ante los otros.

Sobre el desencanto del mundo Hannah Arendt sugiere que los efectos del escepticismo

cartesiano tuvieron un efecto irreversible, y que la consumación de ese efecto se encuentra

en el hecho de que los más grandes teólogos de la modernidad hayan finalmente encontrado

absurdos los fundamentos de la fe, incluidos Pascal y Kierkegaard, más escépticos ante la
condición del hombre moderno que muchos pensadores laicos.

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