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La minera callada
Aninha es una minera callada que trabaja en mi casa. Y, cuando habla,
tiene esa voz apagada. Rara vez habla. Yo, que nunca tuve una empleada
llamada Aparecida, cada vez que tengo que llamar a Aninha, siempre le
digo Aparecida. Y es que ella es una aparición muda. Cierto día por la
mañana estaba arreglando un rincón de la sala, y yo estaba bordando en
otro. De repente -no, no de repente, nada es de repente en ella, todo parece
una continuación del silencio. Continuando pues el silencio, llegó hasta mí
su voz: “¿Usted escribe libros?”. Respondí un poco sorprendida que sí. Me
preguntó, sin dejar de trabajar y sin levantar su voz, si podía prestarle uno.
Quedé perpleja. Fui franca: le dije que no iban a gustar mis libros porque
eran un poco complicados. Fue entonces cuando, sin dejar de acomodar
cosas, y con voz todavía más apagada, me contestó: “Me gustan las cosas
complicadas. No me gustan las cosas fáciles”.
(Lispector, 2008, pp.34-35)