en el Antiguo Testamento (AT) y representa un concepto clave de su teología. Los cristianos sostienen que Jesús es el cumplimiento del AT, especialmente de la necesidad humana de expiación para sus pecados. Pero ¿qué es la expiación y qué tiene que ver Jesús con ella?
Muchos cristianos piensan que la expiación se
origina en el AT con la ley mosaica, pero en realidad, los seres humanos reconocieron su necesidad de expiación mucho antes de la época de Moisés. Cuando Adán y Eva cometieron el primer pecado, se escondieron de Dios porque estaban avergonzados (Gn. 3:8). En vez de renunciar a ellos y darlos por perdidos, Dios inició un plan de expiación para restaurar la comunión rota entre El y la humanidad.
¿Cómo funciona la expiación? La primera
referencia (indirecta) a la expiación en el AT la encontramos cuando Dios proveyó pieles de animales para cubrir la desnudez de Adán y Eva, un acto que hizo necesaria la muerte de animales sin pecado; así se derramó la sangre a favor de ambos (Gn. 3:21). Esto introduce por primera vez un tema que recorre las páginas de toda la Biblia: la expiación incluye una parte inocente que carga con el castigo que merecía la parte culpable.
La palabra hebrea traducida «expiación »
es kafár, que se traduce «cubrir». Esto sugiere la idea de que el acto de expiacion cubre el pecado, de modo que Dios ya no lo ve. A lo largo del AT, este acto de cubrir se consigue, al menos en apariencia, con la sangre de un animal inocente, cuya ausencia de pecado vuelve también inocente al pecador arrepentido (Lv. 1:4- 5; 17:11). El término del Nuevo Testamento (NT) jilastérion, «propiciación>>, supone una continuación del concepto del AT, una vez más en contextos de sacrificios cruentos (Ro.3:25).
¿Qué tiene que ver todo esto con Jesús? Mientras
que los animales servían como sacrificios provisionales para los pecados humanos durante la era del AT, en última instancia no podían expiar los pecados (He. 10:4).
La humanidad necesitaba a un ser humano sin
pecado para representarla y tomar sobre sí el castigo que merecían todos los pecadores. Genesis 3:15 nos da el primer atisbo profético definitiva de Dios a esta necesidad de la solucion y apunta hacia el papel central de Jesús en dicha solución. Respecto a su rol en la redencion, el pasaje afirma que la simiente de la mujer sería herida, pero que, a su vez, heriría la cabeza de la serpiente (el diablo) y conseguiría la victoria sobre el pecado y la muerte. El acto de herir, recuerda las heridas del Siervo Sufriente descrito en Isaías 52:13-53:12, un pasaje cuyo tema central es la expiación. Jesucristo es tanto el sujeto como el cumplimiento de la profecia de Isaías. En Su juicio, crucifixión y resurrección, Jesús fue el Siervo Sufriente a nuestro favor. Aunque inocente de todo pecado, Él ocupó nuestro lugar para llevar el castigo que nos correspondía, derramando Su sangre para hacer expiación por nosotros. «Y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención» (He. 9:12). «… por el sacrificio de sí mismo…>> (He. 9:26), Jesús satisfizo la ira de Dios contra el pecado.
Que la expiación del AT encuentra su culminación
en Jesucristo está fuera de toda duda para Juan el Bautista, quien, al ver a Jesús, proclamó: «… He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Jn. 1:29). ¿Por qué vamos a ocupar tiempo y espacio en la descripción de los sacrificios del Antiguo Testamento? Por la sencilla razón de que en el vocablo “sacrificio” tenemos la clave del significado de la muerte de Cristo. Muchas teorías modernas se han ofrecido para explicar esa muerte, pero cualquier explicación que excluye el elemento expiatorio es antibíblica, puesto que nada es más señalado en el Nuevo Testamento que el empleo de términos expiatorios para dar a conocer la muerte de Cristo. El describirle como “Cordero de Dios”, el decir que su sangre limpia del pecado y compra la redención, el enseñar que murió por nuestros pecados, todo esto equivale a decir que la muerte de Jesús era un sacrificio verdadero por el pecado.
Puesto que la muerte de Jesús es descrita con
vocablos relacionados con los sacrificios del Antiguo Testamento, un conocimiento de los términos empleados para los sacrificios facilita considerablemente su interpretación. Los sacrificios (además de proporcionar un ritual de adoración para los israelitas) eran señales proféticas (tipos o símbolos) que señalaban al sacrificio perfecto; en consecuencia, un entendimiento claro de las señales conducirá a un mejor conocimiento del sacrificado. No sólo fueron esos sacrificios profecías relativas a Cristo, sino que sirvieron también para preparar al pueblo de Dios para una dispensación de mayor importancia, que comenzaría con la venida de Cristo. Cuando los primeros predicadores del evangelio declararon que Jesús era el Cordero de Dios, cuya sangre había comprado la redención de los pecados, no tuvieron que definir estos términos a sus oyentes, para quienes estos vocablos eran conocidos, familiares.
Nosotros, sin embargo, que vivimos miles de años
después de estos acontecimientos, y que no hemos sido educados en el ritual mosaico, necesitamos estudiar la cartilla, por así decirlo, por la cual Israel aprendió a deletrear el gran mensaje: Redención por medio del sacrificio expiatorio. De esta manera se justifica esta sección respecto del origen, historia, naturaleza y eficacia del sacrificio del Antiguo Testamento.