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SEÑAL DE LA CRUZ
+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos Señor,
Dios nuestro. +En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Amén.
ACTO DE CONTRICIÓN
Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador, Padre y
Redentor mío; por ser vos quien sois, bondad infinita, y porque os amo
sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberos ofendido;
también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno.
Ayudado de vuestra divina gracia, propongo firmemente nunca más
pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta.
Amén.
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*Señor abre mis labios y mi boca proclamará tu alabanza.
UN PADRENUESTRO
UN GLORIA:
SEGUIDO:
SALVE
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza
nuestra; Dios te salve. A Ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a Ti
suspiramos, gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas. Ea, pues,
Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos
misericordiosos; y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto
bendito de tu vientre. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce siempre
Virgen María! Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios, para que
seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.
Oración:
Y así, el Papa invita al final del Rosario, a concluir recitando una de las
invocaciones más antiguas a la Santa Madre de Dios; el “Sub Tuum
Praesidium”.
“Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no deseches las
súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos de
todo peligro, ¡oh siempre Virgen, gloriosa y bendita!”
Junto con la oración tradicional a San Miguel escrita por León XIII:
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Oración a San Miguel Arcángel
Gloriosísimo Príncipe de los ejércitos celestiales San Miguel
Arcángel, defiéndenos en el combate contra los principados y
potestades, contra los gobernadores de las tinieblas, contra los
espíritus de maldad en los aires (Efesios 6,12). Ven en auxilio
de los hombres que Dios ha hecho a su imagen y semejanza, y
rescatado a tan alto precio de la tiranía del demonio (Sab. 2. , I
Cor. 6). Tú eres a quien venera la Santa Iglesia como su
guardián y su protector, a ti te ha confiado el Señor las almas
redimidas para introducirlas en la felicidad del Cielo. Ruega al
Dios de Paz para que aplaste a Satanás bajo nuestros pies, a fin
de despojarle de todo poder, de retener cautivos a los hombres
y de perjudicar a la Iglesia. Dígnate presentar al Altísimo
nuestras oraciones para que prontamente desciendan sobre
nosotros las misericordias del Señor, y vence a la antigua
serpiente que es el diablo o Satanás, para precipitarlo
encadenado a los abismos, de manera que no pueda ya jamás
seducir a las naciones.
Salmos 91
El Señor es nuestro refugio
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y diez mil a tu derecha,
pero a ti nada te pasará.
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Solamente lo habrás de presenciar:
verás a los malvados recibir su merecido.
Ánimas del purgatorio quien las pudiera aliviar, que Dios las
saque de penas y las lleve a descansar.
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