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Los demógrafos son bien conscientes de que los registros públicos –censos
oficiales, certificados de bautismo y nacimiento, registros de matrimonios y
divorcios, certificados de muerte y enterramientos- no son fuentes de
información puras, exactas u objetivas. Tampoco son neutrales políticamente,
1Bom Jesús de Mata es una ciudad de plantaciones de azúcar en el Estado nororiental de Pernambuco con una
población de aproximadamente 30.000 habitantes, es decir, un tamaño medio
ni siquiera científicamente los registros y archivos públicos, así como las
inferencias estadísticas basadas en ellos no son tanto espejos de las
realidades como filtros y representaciones colectivas de las mismas. En el
mejor de los casos, los registros y estadísticas públicas revelan el sistema
particular de clasificación de una sociedad, así como algunos de sus valores
sociales básicos, a través de aquello que se juzga lo suficientemente valioso
como para contarlo y registrarlo.
Los censos y los registros públicos cuentan unas cosas mejor que otras. En el
noreste rural del Brasil, la muerte de un bebé marginado en una bidonville –una
barriada de chabolas- es un hecho que apenas merece documentación alguna
a ojos de la mayoría. La economía moral de la salud pública y de los servicios
médicos en el noreste rural de Brasil es tal, que dos tercios o más de esos
niños que mueren lo hacen sin diagnóstico ni evaluación ni testimonio médicos.
El espacio destinado a registrar la causa de la muerte del niño en el certificado
de defunción se deja simplemente en blanco, un cero manifiestamente
semiótico que representa la intrascendencia del estatus civil de los niños en
Brasil. Incluso cuando se recoge la causa de la muerte, la información suele ser
descuidada, inútil y carente de significado.
De las 881 muertes de niños y bebés recogidas en la oficina del registro civil de
Bom Jesús da Mata durante los tres años de muestra escogidos (1965, 1985 y
1987), sólo en 159 casos se especificaba la causa de la muerte. Y el 35% de
éstas exhibía el incontestable pero más bien inútil diagnóstico de “paro
cardíaco” o “paro respiratorio”.
Los niños morían, podemos suponer, de haber vivido. Otras causas de muerte
comúnmente listadas: “prematuro”, “debilidad”, “hambre”, “deshidratación”,
“muerte accidental” (incluyendo a veces descripciones más específicas como
“golpe en la cabeza” “caída”, “ahogado”, “envenenamiento”, y la mito-poética,
“sufrimiento infantil agudo”. Como no había seguimiento de ningún tipo, el
Estado parecía mostrar una desoladora falta de curiosidad sobre las causas
“naturales” o “accidentales” de las muertes de tanto bebés ángeles con
“sufrimientos agudos”.
Al menos un tercio de las muertes infantiles no se registra de ningún modo.
Aunque constitucionalmente los pobres brasileños están exentos de pago por
los registros de nacimiento y defunción, en las pequeñas poblaciones rurales y
en las villas del noreste, la oficina del registro civil es a menudo una propiedad
privada y las sumas exigidas por los certificados de nacimiento, matrimonio o
defunción resultan prohibitivos para las poblaciones más pobres. En
consecuencia, muchos padres necesitados posponen el registro de nacimiento
durante años y sólo registran las muertes de los bebés que desean enterrar en
el cementerio municipal. La mayoría de los bebés nacidos muertos y de los
prematuros son simplemente enterrados en privado en el patio trasero, quintal
,o en el campo, sin el beneficio de ningún tipo de certificado. En áreas
rurales, donde prevalecen viejas costumbres tradicionales, no se registran las
muertes de los niños no bautizados, independientemente de su edad, debido a
que se los considera criaturas estigmatizadas, en tanto que “paganos”. Sus
padres los entierran secretamente en cruces de carreteras y caminos, el lugar
donde Exu, la deidad afrobrasileña, y su séquito de espíritus en niños sin
bautizar se congregan para servir de mensajeros del bien y del mal en el
mundo.
Para captar la realidad social de las muertes de bebés y niños y para destapar
las capas de significados subyacentes a las causas metafóricas de la muerte
que aparecen listadas en los certificados de defunción, se requería cruzar los
datos oficiales con la tradición oral. Esto significaba confiar en las memorias e
informes propios de las mujeres de las barriadas de chabolas en tanto que
madres, sanadoras tradicionales, figuras religiosas y comadronas. Esto
significaba, en primer lugar, dejar la oficina del registro civil para caminar a lo
largo y ancho de los pobres barrios, bidonvilles, y aldeas rurales del Brasil con
el fin de seguir embarazos, nacimientos y enfermedades –con sus tratamientos
médicos y sus curaciones culturales-, así como la muerte prematura de bebés y
niños. Significaba asistir a velatorios, ir de aquí para allá tras las procesiones
funerarias de bebés y niños, examinar tumbas viejas, nuevas y reutilizadas, y
hablar con todos aquellos involucrados en la producción, muerte y entierro de
los <<bebés ángeles>>.
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La autora utiliza a menudo la expresión folk, relacionada confolklore, sabiduría, conocimiento delpueblo”. Se ha
traducido como “popular”, ya que, aunque a veces esta traducción no es exacta, parece la
más adecuada en el presente texto, que no entra en las complejas relaciones entre las categorías folk,
<<popular>>, <<tradicional>>... La traducción <<folklórico>>, se ha descartado por estar muy connotada
en castellano en un sentido distinto al utilizado por la autora (N. del t.).
locales que cosían las mortajas de los bebés y las pequeñas albas blancas con
sus fajas azules para los niños más mayores, y los vendedores de puestos en
el mercado al aire libre que ofrecían los otros materiales rituales utilizados en
los velatorios de niños: velas blancas, ropas blancas y azules, estrellas de plata
encoladas, medias blancas, flores, etc. Lo que no saben estas personas, lo
pueden saber los taxistas que llevan a las madres y sus niños a los hospitaleso
que, ocasionalmente, pueden transportar a un padre y a su hijo fallecido
alcementerio público. Lo que los taxistas no saben, lo sabrán con seguridad
lossepultureros. Su conocimiento frecuentemente rechazado o
estigmatizadopuede completar el contexto social en el seno del cual se da la
muerte del niño.
Soy pequeño, Tía, pero he aprendido unas pocas cosas. Esta al cuidado de la
casa. Me tocaba a mí encargarme de todo: la cocina, la limpieza, la compra.
Podrías decir que yo era la doña da casa [el ama de casa]. Éramos todo un
manojo de criaturas y ahora sólo quedamos tres de nosotros. Si yo no he
muerto es porque yo soy el mayor y el responsable de todos. Murieron de
hambre y de gasto [debilidad derivada de una diarrea aguda]. Se suponía que
yo debía salir cada día para conseguir leche para los bebés... Cuando
enfermaban, era yo quien tenía que abrigarlos y llevarlos al hospital. Y cuando
morían, era yo quien iba a pedirle un ataúd al alcalde y era yo quien los
3
La autora emplea la expresiónsiblings, tan cara a los antropológicos y que se suele aplicar a aquellos niños que
comparten al menos uno de los progenitores.(N. del t.)
disponía en la caja. Era yo quien conseguía las flores y quien llamaba a otros
niños para hacer una procesión al cementerio.
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La palabra utilizada por la autora estriage, galicismo que, utilizado en lengua inglesa, designa la selección según
criterios de calidad, particularmente en situaciones de catástrofe como las batallas, donde se han de fijar prioridades
en el orden y nivel de atención a recibir por los heridos (N. del t.)
desaparecidos, así como una idea aceptable o significativa de la muerte. En un
mundo donde reina una enorme incertidumbre sobre la vida humana, las
madres se pueden acercar a cada nuevo embarazo con pena y horror. Si un
niño muere joven –antes de haber tenido una oportunidad de recibir un nombre,
de ser bautizado o de expresar su naturaleza individual-, su muerte se puede
aceptar como un acontecimiento desafortunado, pero no como una tragedia.
Como dijo un padre de las chabolas cuando una enfermera le dijo titubeante
que no todo había ido bien en el parto de su mujer. Pois menos um por
meupoquinho de angu -<<Pues uno menos para mis poquitas gachas>>- En el
Alto do Cruzeiro, el amor de las madres crece poco a poco, gradual y
temerosamente, aumentando en fuerza e intensidad una vez que la madre
percibe que el niño no es una visita ocasional al hogar, una mera parada en su
camino hacia el otro mundo, sino que quiere quedarse y entra en la luta, en la
lucha que es su vida.
Llegué a pensar sobre los bebés del Alto do Cruzeiro que eran
<<abandonados>>, a los que se <<renunciaba>> (es decir, que se ofrecían) y
<se dejaba de tener en cuenta>, en términos de chivo expiatorio y de sacrificio,
en el sentido trabajado por RegéGirard (1987), Girard erige su teoría de la
religión alrededor de la idea de violencia sacrificial y la necesidad de una
víctima consensuada o sustitutoria –el <<chivo expiatorio generador>>- cuyos
sufrimientos o muerte –como en el caso de Jesús- ayudan a resolver
insoportables tensiones, conflictos (sociales) y dificultades de todo tipo (1987,
pag. 74). Los bebés ángel del noreste del Brasil, cedidos y ofrecidos, se
sacrificaban de manera similar ante terribles conflictos sobre la supervivencia y
la penuria. Y justo así es, de hecho, como sus madres hablaban de ellos. La
siguiente reflexión teológica tuvo lugar en una reunión de una <<comunidad
eclesial de base>> de Alto do Cruzeiro en 1990:
<<¿Qué quiere decir que un bebé “tiene que” morir o que muere porque
“quiere” morir?, pregunté
Terezinha fue la primera en hablar: <<Significa que Dios se los lleva para
salvarnos del sufrimiento>>.
<<Lo que quiere decir>>, se inmiscuyó Zephinha, <<es que Dios conoce el
futuro mejor que tú o que yo. Podría ser que si el bebé viviera, causase mucho
sufrimiento a la madre. Podría acabar siendo un ladrón o un asesino o un cabo
safado, un bueno para nada. Si fue niña podría avergonzar a su familiar
convirtiéndose en prostituta en la zona. Luego, en lugar de todo esto, mueren
como bebés y lo hacen para ahorrarnos grandes sufrimientos, no para darnos
dolor, sí hay muchas razones para alegrarse por la muerte de un bebé>>
Luiza añadió <<bueno, yo sólo sé que continúo pariendo y que los míos
continúan muriendo. Pero nunca abandonó la esperanza. Quizá los primeros
nueve tenían que morir para despejar el camino, para hacer sitio, de manera
que los últimos cinco pudieran vivir>>.
<<Yo misma >>, dijo Fátima, <<no tengo mucha esperanza en ésta><,
refiriéndose a la niña de entre uno y dos años, inquieta y enfermiza, que se
encontraba sobre su regazo. <<Si Dios la quiere, entonces, ¡estaré feliz por ella
y feliz por mí! Estaría contenta de tener un “corazoncito sagrado en el cielo”.
<<Pero ¿por qué querría Dios que los bebés sufrieran tanto al morir?, persistí
preguntando.
<<A mí no me preguntes>>, dijo Edite Cosmos. <<Hice todo para mantener a
los míos sanos y vivos, pero simplemente Dios no quería que los tuviese
conmigo. Creo que El nos envía estas muertes para castigarnos por los
pecados del mundo. Y sin embargo, los bebés no merecen realmente esto.
Somos nosotros los pecadores, pero el castigo cae sobre ellos.
<<Cállate, edite>> dijo otra, <<Murieron, como lo hizo Jesús para salvarnos
del sufrimiento. ¿No es así, hermana Juliana?
Pero la hermana Juliana –una nativa del seco sertao (interior) donde, según
decía, los bebés no morían como moscas, tal como les sucedía en la zona de
plantaciones de azúcar- no estaba segura de que las mujeres tuvieran razón en
su pensamiento moral. <<No pienso que Jesús quiere a todos vuestros
bebes><, dijo, Creo que quiere que vivan, Pero, después de todo, la hermana
Juliana era una monja, y as mujeres de la bidonville no le hacía mucho caso:
¿qué podía saber ella de bebés?
<<Los niños pequeños son como los pájaros>> dijo Biu una vez, <<hoy
estánaquí, mañana se han ido. Para ellos da lo mismo estar vivos o muertos.
Notienen ese cierto apego a la vida de los niñosmás mayores>. De
todasmaneras, Mercea ya había sobrevivido más de una docena de crisis
médicas,con fiebres, dolencias respiratorias, violentas diarreas y vómitos que
habíandejado exhausto su frágil cuerpecito, habían retardado su capacidad de
hablary la habían llevado cerca de la muerte. Cerca de la hamaca de Mercea,
habíauna mesa de madera con botellas de medicinas medio vacías, algunas de
lascuales habían funcionado durante algún tiempo, según Biu. Había
antibióticos,cremas antisépticas para la piel, remedios para la tos,
analgésicos,tranquilizantes y pastillas para dormir. Había incluso un
estimulante del apetito,aunque a menudo no podían ofrecer a la niña nada más
que unas cucharadasdemingau –unas gachas espesas de arroz o mandioca-
durante todo el día,con sus veinticuatro horas. Ningunode estos tratamientos
habían resuelto laprincipal dolencia de la niña, que Biu describía como
<<debilidad>> y<<nervios>> -un nervoso infantil-, y que dejóa su niña incapaz
de afrontar laluta. Biu decía que Mercea nunca había mostrado un verdadero
gosto o jeitopor la vida.
La crisis final de Mercea tuvo lugar los días antes del carnaval
brasileño,cuando muchas tiendas y servicios públicos están cerrados. El
personal delhospital estaba en huelga y el trabajo no se reanudaría hasta el
miércoles deceniza, Biu y yo pensábamos unirnos a los huelguistas en la
primera noche decarnaval, pero Mercea continuaba teniendo una tos asfixiante.
No podíarespirar y su pequeño pecho se sacudía rápidamente con cada
esfuerzo. Supiel estaba seca como el pergamino. Biu se las compuso para que
su hija dedieciséis años cuidara a Mercea. Los trabajadores del hospital se
habíannegado a atender a la niñita durante los días que precedieron a su
muerte; elfarmacéutico local le vendió a su madre varias medicinas para la tos;
y cuandola pequeña Mercea estaba agonizando, el chofer de la ambulancia
municipalllegó demasiado tarde para ser de alguna ayuda.
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En inglés ORT, de Oral RehydrationTherapy. Se prefiere ORT a las siglas españolas TRO para evitarconfusiones, ya
que, siendo un término bastante especializado, no se suele traducir.
8
En inglés, childsurvivial (N. del t.)
caso que viene al pelo. Se promueve la distribución de bolsitas de ORT en
comunidades con un alto riesgo de mortalidad infantil, asumiendo que, en todas
partes del mundo, los padres, en tanto que tales, comparten una serie de
objetivos, entre los cuales destacaría el valor igual que se da a la supervivencia
y la salud de todos y cada uno de los niños nacidos. El programa de
supervivencia del niño asume que, una vez se escamotea al niño deshidratado
de las fauces de una muerte inmediata gracias a la simple aplicación de la
ORT, se restaurarán la alimentación, el cuidado y los instintos de preservación
“normales” por parte de los padres. Pero, en un lugar donde la muerte infantil
se considera como una consecuencia del propio nacimiento, una consecuencia
altamente probable, esperada e incluso beneficiosa –tal como ocurre a veces
en las barriadas de chabolas del noreste rural del Brasil- y cuando la cuarta
parte de los bebés muere antes de su primer año de vida, las mujeres pobres
pueden no desear traer la vuelta a la familia a un niño que ya habían percibido
como alguien que <<habían abandonado>>, que ellas habían dejado de tener
en cuenta. En consecuencia, he tenido la mala fortuna de ver momentos de
bebés de las chabolas rescatados media docena de veces o más por la ORT y
los antibióticos durante su primer año de vida, sólo para morir de diarrea
crónica, debilidad o dolencias respiratorias tras el séptimo o el octavo rescate.
¿Por qué se mantiene esta práctica irracional ante un fracaso tan gráfico? ¿Por
qué las mujeres pobres renunciaron tan fácilmente a la cría de pecho por los
comerciogénicos biberón y leche en polvo? ¿Cómo se convirtieron en
consumidoras de un producto que no necesitaban, que no podían pagar y que
contribuía tan directamente a la muerte de sus hijos? Estudios empíricos y
encuestas de investigación –incluyendo un estudio patrocinado por la OMS
sobre los patrones de alimentación infantil en nueve países (Gussler y
Briessmesiter, 1980) –indicaban que la explicación más común que aducían las
propias mujeres para dejar la cría de pecho era la falta de leche. Este hallazgo
condujo a muchas argumentaciones sin fundamento sorbe la fragilidad
biológica de la lactancia materna como practica (incluyendo afirmaciones sobre
la correlación de factores como la altura, el peso, la grasa corpórea o diversos
aspectos nutricionales con el éxito de la cría de pecho). De hecho, la lactancia
materna está protegida por mecanismos de evolución biológica: incluso
mujeres desnutridas y flacuchas –por no mencionar a las mujeres famélicas-
pueden dar de mamar adecuadamente a un bebé. En cualquier caso, afirmar
esto no debe dar a entender falta de empatía alguna con los cuerpos tan a
menudo nutricionalmente maltratados de cada una de esas mujeres.
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Goldstein y yo tratamos de persuadir a activistas de base y trabajadores médicos de que los actuales programas de
educación sobre el SIDA –basados sobre presuncionesfalocéntricas y sobre naciones bastante universales sobre lo
que llamo “ciudadanía sexual básica”, eran incapaces de proteger a las mujeres pobres, así como a otros grupos
sexualmente vulnerables. Las mujeres pobres y otras “hembras clasificatorias” (por ejemplo, los/as “pasivo/as
sexuales”, en el seno del dominio brasileño de sexo/género, como los niños de la calle o los travestidos femeninos,
carecían de falo y, consecuentemente, de la capacidad para efectuar elecciones sexuales racionales, o del poder de
controlar la autonomía transgresora de aquellos que sí lo tenían (véase Scheper-Hughes, 994). Goldstein (1994)
sugiere que la transmisión sexual del VIH giraba sobre este conocimiento hasta ahora rechazado en el clima que
domina el presente discurso de los activistas del SIDA, centrado en el macho y, exclusivamente en el “sexo positivo”.
11
En otro lugar me extiendo más sobre esta cuestión, argumentando que la antropología médica aplicadacríticamente-
y sus protagonistas, claro está- debe establecer una mayor distancia con los centros y lasfuentes de la biomedicina y
del “biopoder”, asumiendo un rol de marginalidad voluntaria y la pobrezavoluntaria debería venir a continuación. La
antropología médica puede proporcionar esa vocecita quellega desde las líneas de banda, desde los márgenes, a veces
burlona, a menudo irónica, pero siempretraviesa,... afligiendo a los que viven en el confort y dejando la antropología
como la “ciencia difícil”(Scheper-Hughes, 1990, pág. 195).
disyuntivas siempre complejas y polifacéticas, sea cual sea su carácter,
existencia, cultural, médico, moral o político-, dilemas como los que afrontan las
mujeres y niños de las favelas brasileñas. La investigación críticamente
interpretativa empieza con una serie de cuestiones negativas:¿qué esconden
las estadísticas oficiales? ¿De quiénes son los intereses económicos o políticos
que se reflejan en el tipo de archivos que se conservan? ¿Cómo se mantienen
los archivos? ¿Qué acontecimientos se rastrean? ¿Qué es lo que se considera
que apenas vale la pena contar? Y ¿Qué puede decirnos todo esto de la
invisibilidad de ciertos grupos y clases de gentes, mujeres y niños pequeños,
en particular? Sólo un giro paradigmático hacia un trabajo analítico
teóricamente guiado y críticamente interpretativo podrá abrir nuevas áreas de
conocimiento acerca de la relación entre la manera como vive la gente y la
manera como muere.