Sie sind auf Seite 1von 5

5

EL TERAPEUTA “TONTO”

Hola:

Hoy quería hablarte del terapeuta “tonto”. Sí, estás leyen-


do bien, del terapeuta tonto.
Esto es algo que constantemente enseño y repito a mis
alumnos. El terapeuta no debe entenderlo todo, saberlo todo.
Cuanto más tonto sea, más sabio y buen terapeuta será.
“¿Cómo se come eso?”, te estarás preguntando. Pues muy
sencillo.
El sitio del terapeuta es un sitio muy peligroso, muy arries-
gado. Es muy fácil creerse el dueño de la razón, el que todo lo
sabe, el que todo lo dice. Como decía Lacan, somos el Sujeto
Supuesto Saber, pero tan sólo “supuesto”, lo que no quiere de-
cir que no lo seamos. Pero siempre esto es tentador, a veces
porque nos lo creemos nosotros mismos y otras porque el pa-
ciente nos pone en ese sitio y nosotros necesitamos creerle pa-
ra reforzar nuestro narcisismo.

41
CARTAS A PEDRO

Como te decía más arriba, un terapeuta tonto es un tera-


peuta sabio, al que le interesa escuchar del paciente sus propias
explicaciones, cómo describe con sus propias palabras un tér-
mino, una película. No sabes cuánto daño le hacemos cuando
damos por sentado todo lo que dice, cuando creemos que ya le
hemos entendido, aunque haya dicho muy pocas palabras.
Muchos terapeutas dan por entendido cosas que muchas
veces ni siquiera han escuchado, consciente o inconscientemen-
te. Es como si tuvieran el mandato de hacer ver que son mentes
rápidas, listas, que entienden a la primera, sin necesidad de que
el paciente se explique. Yo no creo que esto esté en lo cierto. No
todo el mundo se enamora de la misma manera, ni para todo el
mundo un problema es lo mismo, ni para todos la separación de
un ser querido tiene las mismas consecuencias. Te transcribo
por ejemplo un diálogo que ocurre con frecuencia:
Dice el paciente:
“Bueno, supongo que Ud. sabe cómo se siente uno cuando se
le muere alguien”
El terapeuta listo diría:
“Sí, no se preocupe, continúe”.
El terapeuta tonto diría:
“No, no lo sé, ¿cómo se siente?
“Pues aliviado, la verdad, porque esta vez no me ha tocado a
mí.”

Como verás, ésta era una respuesta ni esperada ni siquiera


presumible, pero el terapeuta listo se la perdió, aunque de-
mostró a sí mismo y al paciente que sabe mucho, que tiene ex-
periencia en estas cosas (ya sean personales o por su trabajo) y
que nunca o tal vez mucho más tarde se enterará de que este
paciente siente las muertes de este modo. En cambio, el tera-

42
EL TERAPEUTA “TONTO”

peuta tonto, al que no le importa que el paciente crea en reali-


dad tonto, o falto de experiencia, o falto de todo, con su pre-
gunta sí le dará ese espacio al paciente para que articule su
enunciado, para ser escuchado y escucharse a sí mismo, porque
a este terapeuta le importa más el paciente que lo que el pa-
ciente piense de él. Y ése es uno de los trabajos del terapeuta:
que antes está el paciente –el cuidarlo, darle ese espacio para
que se exprese, defina, detalle sus emociones, sus pensamien-
tos y pareceres– que la necesidad de que el paciente nos crea in-
teligentes, rápidos, enterados de todo y hasta adivinadores.
Cuántas veces he dicho a mis pacientes que no entiendo,
que no sé de lo que me hablan o de lo que ellos suponen que
debo saber, cuando no lo han dicho ni expresado. Yo me pue-
do hacer responsable de lo escuchado, de lo visto, de lo habla-
do y trabajado entre nosotros pero no de lo supuesto, de lo que
todo el mundo sabe y presupone.
Uno de los objetivos de la terapia, tanto de niños como jó-
venes y adultos, es que la persona aprenda a hablar, a expre-
sarse de modo menos confuso, que logre transmitir lo que es-
tá sintiendo, pensando. Y si yo le ahorro palabras, le ahorro
energía para buscar la palabra que contenga mejor su sensa-
ción o su vivencia, no le estoy ayudando a ser y mostrarse.
El paciente que viene a sesión no se ha dado cuenta hasta
ahora de que pese a que fuera en el mundo hablamos mucho,
constantemente, este tipo de lenguaje nos sirve sólo para es-
condernos dentro de las palabras, para alejarnos de nuestras
emociones o desdibujarlas.
Pero cuando otro nos pide que le digamos cómo nos senti-
mos, qué nos pasa y qué deseamos, si nos escucha atentamen-
te verá que estas palabras no sirven, y tendrá que empezar a

43
CARTAS A PEDRO

buscar otras, aquéllas que nunca se dijeron por no escucharlas


él mismo. El hecho de poner en palabras ante otro incluso
nuestra confusión hace que poco a poco, desde el inconsciente
y desde lo consciente, se tengan más herramientas para poder
expresarnos de otra manera, y utilicemos el lenguaje para acer-
car más al otro hacia nuestro mundo o para acercarnos más al
mundo del otro.
Imagínate, yo, extranjera en España, cuántas preguntas he
tenido que hacer ya no sólo para entender situaciones o cos-
tumbres, sino incluso términos que no conocía. Por fonética,
por lingüística, más o menos tenía claro lo que me decían, por
dónde iban, pero siempre he preferido que me lo digan ellos,
que me lo enseñen. Y ha sido uno de los modos más preciosos
y más ricos de conocer el país en el que vivo ahora y a las per-
sonas que lo habitan.
Los adolescentes son los pacientes que más necesitan de
esto. Por sus propias emociones, que van y vienen en medio
segundo y de modo muy intenso, muchos están bloqueados en
el lenguaje y hablan mucho pero con muy poco vocabulario, y
además con palabras que se repiten: vale, esto, guay, no sé, etc.;
pero este mismo bloqueo del lenguaje hace que se incapaciten,
por decirlo así, para las discusiones con los padres o con los
adultos, ya que lo que sienten, al no poder definir ni expresar
sus emociones de otro modo, es impotencia y después de la
impotencia viene la descarga motriz, el acting (*): tirar la puer-
ta, largarse de la casa, chillar o insultar, que al final hace que
nada se resuelva, ni ellos se aclaren ni los otros lo entiendan.
Los adolescentes son los que más me han enseñado toda
esa variedad de emociones que cada uno siente de modo dife-

44
EL TERAPEUTA “TONTO”

rente, y en su esfuerzo por tratar de que yo, peruana, entienda


el término, han tenido que encontrar otras palabras que fueran
más asequibles a mi idioma, pero al mismo tiempo han enri-
quecido su vocabulario, sobre todo su conexión entre emoción,
pensamiento y palabra. Trío muy importante para lograr sen-
tir nuestra identidad y a partir de ella, actuar y ser.
No te preocupes por preguntar, aunque estas preguntas no
tienen que ser un interrogatorio, una encuesta; son preguntas
que nacen por sí solas cuando el paciente quiera dar por su-
puesto que lo has entendido y nosotros tenemos la tentación
de decirle que sí y, aunque hayamos entendido, nunca menos-
preciemos la riqueza que sólo él es capaz de poner en su rela-
to si es que le damos esa oportunidad.
Por supuesto que sé que en todo esto siempre hay un senti-
do humano, un tiempo y una dosificación, y sé que tú eres há-
bil en eso. Si una persona está llorando a mares, o naufragando
en medio de su angustia, si andamos con tanta pregunta pare-
ceremos idiotas de verdad, pero sobre todo faltos de sentido co-
mún. Una vez que se haya calmado, que se haya tranquilizado,
sí le podremos pedir que por favor nos explique un poco más,
algo que tal vez no hayamos entendido.
Como verás, todo es cuestión de estar más atento a lo que
el paciente nos muestra y a lo que calla, pero no desde el cere-
bro ni desde las exigencias, sino desde un puente entre nues-
tra capacidad de saber estar con él y ayudarlo a que nos ense-
ñe de lo que él más sabe, de sí mismo.

45

Das könnte Ihnen auch gefallen