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La Plaza de Mercado conserva entre sus locales la tradición de los pueblos paisas.
FOTOS JAIME PÉREZ
En la cancha del Parque de Campo Valdés se realizan actividades deportivas en las
que participan niños y jóvenes del barrio.
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Por valentina herrera cardona | Publicado el 19 de abril de 2018
Cuando Alfonso Cardona, en 1958, llegó a las laderas orientales de Medellín, se encontró
con “mangas y potreros en los que solo había vacas y caballos”.
Luego, en 1960, regresó tras haber prestado servicio militar y halló casas de tapia que poco
a poco iban poblando la zona.
Precisamente, en una de esas casas con ventanas grandes y puertas de madera, se instalaría
con su nueva esposa. No se iría de allí jamás.
Al predio al que se refiere Cardona era el ubicado entre los barrios Prado y Aranjuez,
nororiente de Medellín, que luego de múltiples iniciativas de urbanización y la construcción
de una parroquia patrimonial, pasó a llamarse Campo Valdés.
Un negocio de familia
Cuando se habla de la historia de los barrios del norte de Medellín, es normal encontrarse
con un apellido: Cock.
Esta familia de comerciantes, era propietaria de predios tanto en las laderas occidentales
como orientales, en las cuales se encontraban sus casas o fincas de recreo.
De esa manera, se crearon barrios como Castilla, en la ladera occidental y Campo Valdés 1
y 2, junto a su vecino Brasilia, en el oriente. Este último fue nombrado así en
agradecimiento a la primera dama de Brasil, quien donó el presupuesto para la construcción
de las dos escuelas del sector.
“...loteó tierras, abrió calles, y vendió solares a precios favorables y con largos plazos de
pago, lo que atrajo la atención de la clase obrera y las familias pobres de la ciudad”, dice el
libro.
Una apreciación en la que concuerda el historiador Germán Suárez, quien destacó además
que la vía principal de Campo Valdés comunica con otras importantes zonas como Aranjuez
o Manrique, lo que ayudó a su formación como barrio.
Entre los recuerdos de Cardona está el de la fábrica Helios que producía calcetines y estaba
ubicada en la parte de abajo del barrio y que además construyó una manzana de viviendas,
entre las calles 50c y 55bb y las carreras 78 y 78a. Algunas se mantienen intactas ante la
modernización del barrio.
La Sociedad San Vicente también aportó a la urbanización del barrio Campo Valdés. Entre
las carreras 47 y 46 y las calles 82 y 83, se erigen 32 casas construidas por la fundación,
cuyas fachadas y solares se conservan.
La misma urbanizadora que demarcó y vendió los lotes donó en 1935 los terrenos que se
destinarían para el parque, la iglesia y la casa cural del barrio. Mientras que Carlos Peláez,
aportaría 50.000 pesos para dar inicio a la construcción de la parroquia.
“Muchos de ellos venían de regiones de Antioquia que estaban siendo golpeadas por la
violencia”, añadió.
Cuando la población recibió el lote decidió que el diseño de la nueva parroquia tomaría
referencia de la Catedral Metropolitana, que por ese tiempo estaba en etapa final de
estructuración.
“Ese tipo de construcciones, al igual que iglesias como las de El Sagrado Corazón o la del
Perpetuo Socorro, brindaban grandes espacios, una necesidad que urgía solucionar en la
zona”, indicó Uribe.
Aunque la inspiración para la nueva parroquia fue la Catedral del Parque de Bolívar, no se
trató de una copia fiel.
Con su forma de cruz y su estructura que la hace ver imponente en la pendiente de las
laderas del barrio, la Parroquia El Calvario nombre con el que fue bautizado y que desde
1993 es Bien de Interés Cultural de la Nación, sigue siendo referente entre las casas y los
nuevos edificios de más de cinco pisos.
“Es importante no solo por su arquitectura si no por su aporte a esta zona de la ciudad. La
parroquia El Calvario suele ser llamada la ‘parroquia abuela’, pues a partir de ella han
surgido otras 70 iglesias en la ladera nororiental”, resaltó Uribe.
El crecimiento del barrio Campo Valdés y su ubicación como zona de tránsito a otros
barrios del sector trajo consigo el establecimiento de comercio y puntos de atención a la
comunidad como lo son la Estación de Bomberos y el Hospital Infantil Concejo de
Medellín, donde antes operaba la Cruz Roja.
Ramiro Morales es uno de esos comerciantes. Desde 1970 tiene una tienda a través de la
cual ha conocido a la mayoría de los residentes del sector.
Pero uno de los puntos más representativos de Campo Valdés es la Plaza de Mercado. Fue
construida en 1969 como una plaza satélite cuando la principal, Guayaquil, entró en
decadencia.
Libardo Marulanda, oriundo de Andes, Suroeste antioqueño, llegó al barrio hace tres años
mientras se realizaba algunos procedimientos médicos, pero hasta la fecha no ha pensado
en un regreso.
Para él, en el barrio “se vive bueno, pero últimamente ha estado en el descuido. Por
ejemplo, hace dos diciembres no instalan el alumbrado navideño que hacía ver más bonito
el parque. Y la iglesia, a pesar de su historia, tiene problemas de humedades que no han
sido atendidos”.
Tanto Cardona como Marulanda, reiteran su gusto por el barrio e insisten en la necesidad de
un mayor compromiso de parte de las autoridades, para que las familias no se aburran ni el
alma de barrio se pierda.
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