Sie sind auf Seite 1von 18

Masculinidades, religiosidades y espiritualidades como construcción familiar en la vida de

hombres campesinos en la Costa Rica del Siglo XX

Proyecto CICDE-UNED: Patriarcado Religioso y las prácticas-significaciones de


masculinidades/espiritualidades y religiosidades en hombres campesinos costarricenses del Siglo
XX: una mira desde relatos de vida autobiográficos.

Introducción

Una presuposición general en nuestro estudio es que el lenguaje que describe objetos, lugares,
personas, momentos, etc. recoge también—muchas veces de modo imperceptible– valores,
sentimientos y conductas asociadas con lo así descripto.

Interrogamos –según esa presuposición—si expresiones de masculinidades en hombres campesinos


del Siglo XX, pueden contener vínculos perceptibles con sus formas de religiosidad y espiritualidad.

En otras palabras pueden unas autobiografías campesinas mostrarnos como fuente de poder
identitario los rasgos de masculinidades, de religiosidades y de espiritualidades de hombres
campesinos del Siglo XX.

1.- El período según Patricia Alvarenga1

Durante el Siglo XX el pensamiento de izquierda no solía acometer temáticas de investigación fuera


de su marco de “compromiso” con los pobres: acusada cierta idealización de los sectores populares
fue parte del problema que invisibilizó aspectos de las identidades de dichos sectores y de otros.

Por ejemplo invisibilizó –para efectos de la investigación social– la importancia concedida a estudios
de género, de identidades masculinas y de reproducción de violencias en ámbitos domésticos: esto
debía esperar a “mejores tiempos”; es decir, a momentos en que lo “urgente” diera paso a lo
“necesario”. Se desplazó y aplazó el punto en nombre de ciertas prioridades.

 Nota: Nuestra fuente biográfica en el período

El material autobiográfico –relatos de vida de hombres campesinos2—no sólo tiene que ver con
intenciones de quienes convocaban certámenes en el momento– que lo destaca como un insumo
indispensable para el aprendizaje de la “sabiduría popular” en un hipotético futuro– sino es también

1
Alvarenga Venutolo Patricia. 2012. Identidades en Disputa. Editorial UCR: San José.
2
Nos referimos a todo el material de autobiografías campesinas publicadas por la Escuela de Planificación y
Promoción Social. Autobiografías campesinas. 1979. Tomo I-V. Heredia: Costa Rica. Editorial EUNA. Lo
publicado es una muestra pequeña (27 relatos) respecto de la totalidad del material (833 relatos), de los cuales
alrededor de 330 son historias de vida de hombres relacionados con el trabajo campesino.

1
insumo central y muy potable para un primer estudio de las mentalidades espirituales, religiosas y
de masculinidades tal como se dieron; no tal y como imaginamos que se daba, según nuestras
preferencias axiológicas.

El contenido de estas fuentes autobiográficas campesinas no antepone— “por principio”–


“consagraciones” ni de los sujetos ni de sus intereses por el hecho simple de ser emisores
ocasionalmente privilegiados así como poco consultados por estudios típicos de historiadores o de
sociólogos. Este defecto se trata de solventar pero al tratar de solventarlo no nos guía el interés de
tomar todo lo hecho y dicho por estos sujetos como “bueno”.

Ideológicamente en el momento del ejercicio de creación o compilación de fuentes no se revisaba


críticamente aspectos como los señalados en escritos como los de Alvarenga. Por ejemplo, en el
área teológica se registraban extremos en conceptos como el de “pobre” acríticamente consagrado
“per se”, como si de tal condición se siguiera una bondad intrínseca e incuestionable.

Al revisar la ruta que las autobiografías campesinas de la Escuela de Planificación de la UNA hizo
andar (1977-1979) coincidimos en lo siguiente:

 La estrategia y el ejercicio de recolección de la información fue diseñada de modo que


efectivamente tenemos en ella una fuente bastante confiable del pensamiento y la vida de
amplios sectores campesinos.
 Los discursos autobiográficos de estos campesinos brindan claves hermenéuticas para
aproximarnos analíticamente a nuestro problema de investigación: ¿qué articulación e
interacción acontece entre religiosidad/espiritualidad y masculinidad en las vivencias de
hombres campesinos del Siglo XX?

Ambos aspectos son fundamentales en el interés que nos nace para este estudio.

La riqueza de nuestra fuente auto-biográfica estriba en su contenido de procesos de construcción


de masculinidades asociadas (en alianza o no) con un contexto cultural religioso que debate
experiencias religiosas y contenidos de espiritualidades y religiosidades. Así lo vemos. Pero esto no
tiene, de suyo, ningún ingrediente extraordinario: ¿Cómo no podría ocurrir así, de este modo, en

2
sociedades en las que los contenidos culturales religiosos juegan un papel decisivo simbólicamente
en los procesos identitarios tanto a la luz de la historia como de las vivencias cotidianas?3

¿Cuáles son en el orden axiológico-religioso los valores que en los discursos auto-biográficos hacen
“clic” con la articulación de prácticas de masculinidad por parte de estos hombres?

1.1. Contextualización: algunos postulados y problema

Los discursos autobiográficos expresan modelos culturales o ingredientes de ellos que son
discernibles desde teorías de género 4.

Los discursos autobiográficos canalizan –como parte de las dimensiones existenciales de hombres–
formas expresas (verbales y operativas) de sus religiosidades y espiritualidades.

Estos hombres construyen simbolismos en torno a aspectos vivenciales, cotidianos, relativo a sus
masculinidades.

Nos interrogamos aquí: ¿Cómo dialogan entre sí los simbolismos de construcción de masculinidades
con algunas formas expresas de religiosidad y espiritualidad en boga durante dichas construcciones?

a) Importancia de los relatos autobiográficos

En contraste con fuentes orales o escritas de tipo autobiográfico que caracteriza a las clases altas
(dominantes) (Tábora 1997, 131) los relatos autobiográficos de campesinos (UNA: 1976-1978)
recoge voces de quienes perteneciendo a los sectores populares crean y recrean versiones de sus
masculinidades, religiosidades y espiritualidades. A diferencia de las clases altas, ya no en nombre
del control de instituciones públicas de las que son líderes (y dueños, en no pocos casos).

En el caso de las voces de hombres pobladores rurales, que nos ocupa, tales voces representan la
recreación de prácticas simbólicas e instituciones profundamente arraigadas en las prácticas
discursivas y representaciones cotidianas de estos sujetos. El poder que ejercer a través de ellas, se
constata en el ámbito privado y no sólo en el público. Sus discursos dan cuenta de ello, no de modo
transparente. Pero sí, de cierto modo analíticamente posible de discernir.

3
Aunque nuestro trabajo con el ICECU no es solo costarricense ni es exhaustivo en la temática histórica de la
colonización religiosa en la región, sí expresa bien lo que decimos al afirmar el envolvente entorno cultural
religioso que impregna la historia regional. Ver: https://investiga.uned.ac.cr/cicde/informes/54-icecu
4
Tábora Rocío. 1997. Masculinidad en un frasco: Cultura y violencia en el discurso de la clase política
hondureña (1883-1949). En: Entre silencios y voces: género e historia en América Central, 1750-1990. Eugenia
Rodríguez Sáenz. Centro Nacional para el Desarrollo de la Mujer y la Familia: San José.

3
Un aspecto central de nuestra aproximación analítica a las autobiografías estriba en que las
asumimos como relatos cuya verdad en la subjetividad masculina y sensibilidad religiosa toma sus
expresiones y búsquedas como puntos de construcciones de visiones distintas de las del pasado, en
estos campos.

Visiones (representaciones/prácticas significantes) tanto para el hombre respecto de sí mismo,


como para sus relaciones con otros hombres y particularmente con las mujeres. Visiones que
esperamos revelarán la invención o reinvención de las dimensiones
(masculinidad/religiosidad/espiritualidad) en boga según ciertas “lógicas” (binarias) y “dinámicas”
culturales.

b) Apunte de metodología: algunas preguntas empiezan a emerger

En el proceso de discernimiento de nuestro objeto emergen cuestionamientos articuladores del


problema a estudiar: ¿Qué características de masculinidad revelan las prácticas/significaciones de
los sujetos campesinos durante el Siglo XX?: ¿qué contienen sus mensajes de defensa y de
afirmación masculina? ¿Qué perfiles de masculinidades sugieren: ¿algún culto a la fuerza física
habida cuenta de su centralidad en el universo laboral que les permite “vivir” y “no morir”, en
palabras de Mariá Corbí (1983) ?, etc.

¿Qué características de masculinidad se asocian a sus espiritualidades y religiosidades? ¿Cómo


asocian estos sujetos directamente o no sus masculinidades y religiosidad o espiritualidad? ¿Qué
tipologías precisan estas interacciones y qué articulación se torna principal en dichas interacciones?:
¿Es que la necesidad de relación entre fuerza física les confirma la necesidad de un gran Dios
Omnipotente? ¿De qué modo? ¿Por qué?

¿Con quienes se alía este sujeto cotidianamente según sus


masculinidades/religiosidades/espiritualidades?: ¿cuál es su apreciación de otros hombres y
también de mujeres? ¿En qué ámbitos ella figura como aliada y en cuáles no?: ¿Cuál es su aporte al
sentido de “seguridad” (emergencia de amenazantes) de este sujeto?

Como unos cuestionamientos llevan a otros, nuestra metodología va perfilándose gracias a los
mismos:

¿Cuáles transiciones –cambios– se producen en la masculinidad de hombres según momentos del


relato?: manejo de los grandes mitos (héroe ante la muerte/víctima de mujeres…)

4
¿Cuáles transiciones- cambios– axiológico/religiosos se determinan en hombres según momentos
del relato? (rituales de paso desde el punto de vista de la vivencia de la masculinidad)

Ellas son vistas como potenciales prostitutas y como potenciales vehículos, junto con el
alcoholismo, de la degeneración masculina obrera. De allí que tuvieran que ponerse a prueba en los
concursos de “belleza moral” identificados por Virginia Mora (Alvarenga, P).

Dichos cuestionamientos están en comunión profunda con nuestra Línea de Investigación a


propósito de fundamentar dinámicas de cambio en las axiologías religiosas de nuestro contexto
nacional y regional.

Aquí y ahora nos preguntamos por los mecanismos de articulación e interacción entre
masculinidades, religiosidades y espiritualidades de sujetos campesinos costarricenses del Siglo XX
con el fin de determinar tanto la lógica con la que operan como la dinámica socio-cultural que
representan.

1.2.- Aporte de pensadoras Alvarenga Patricia/Ester Flores Estrada

El aporte de Patricia Alvarenga (dice María Ester Flores-Estrada) es recuperar estas dimensiones
relativas a la disputa por las identidades que existieron en el debate de la cuestión social
costarricense durante la primera mitad del Siglo XX.

Este debate generalmente ha sido documentado en torno al eje de la lucha de clases, es decir,
centrado en los discursos que proyectaron a los comunistas como promotores de la polarización
social y del odio entre clases. Versión ideológicamente parcial, pero inevitablemente difundida en
el medio nacional.

Sin embargo, en este libro ella explora y ubica, en la importancia que tuvo, también la rica discusión
cultural que se produjo entonces –como ahora-, en cuanto a los decisivos campos de los géneros y
las sexualidades. Incluso, nos acerca debates tan insospechados como el reporte de diferencias
importantes de pensamiento entre la líder popular Isabel Carbajal y la pensadora Ángela Acuña en
torno del sufraguismo, así como la lucha solitaria de una Yolanda Oreamuno en este terreno.

a) Alvarenga en la reinterpretación de la historia reciente

En los discursos que redescubre la autora, la modernización es percibida, principalmente desde los
hogares obreros y de los sectores subalternos, como una amenaza a la familia patriarcal, que es
fundamento de la ciudadanía costarricense.

5
Pero, ¿qué es lo que se ha liberado en la ciudad moderna, lo que anda suelto por allí,
desestabilizante? Se trata de las mujeres, que ahora pululan por los espacios públicos, que salen de
los hogares rurales y urbanos para ir a trabajar en las fábricas –las misóginamente llamadas
“obreritas”, como ha mostrado también Virgina Mora (1998a)-, y como empleadas domésticas.

Estrada Flores destaca que con la modernidad Patricia Alvarenga devela el fenómeno cultural en la
historia nacional señalando que se produce un tránsito de la mujer como víctima de la seducción
masculina -por ejemplo, mediante la ancestral práctica del rapto, documentada en diversas
culturas- , a ser la culpable de caer en la seducción, por permitirse probar las libertades y
extravagancias de la sociedad de consumo.

Y ¿qué es lo que se encuentra amenazado? Los datos apuntan a que se cierne una amenaza sobre
el honor masculino principalmente obrero y de los sectores subalternos.

No es solamente que el burgués tenga, sobre el obrero con su incipiente salario, la ventaja de que
su capital sí le permite cumplir la función del proveedor familiar y, con ello, pueda retener el control
sobre la domesticidad de las mujeres de su clase.

Esto es, que para el burgués sí pueda cumplirse el ideal moderno del binomio hombre
proveedor/mujer “ama de casa”, ambos confortablemente asegurados por el trabajo gratuito de
mujeres en el hogar de la familia nuclear.

Estrada Flores recoge y apoya la tesis histórica de Alvarenga en el sentido de que no es anacrónico,
como suele afirmarse en algunos medios académicos para descalificar las críticas feministas,
cuestionar el patriarcalismo y el machismo presente en la historia de la izquierda y el sindicalismo
de nuestro país –que Joan Scott (2000) también ha documentado para Europa-.

Ambas sostienen que esta crítica es indispensable para impedir que hoy se repitan los mismos
errores y afrentas contra las mujeres, las personas no heterosexuales y, en general, el derecho
humano a desafiar los límites que socialmente se imponen a nuestros legítimos deseos.

b) Alvarenga y el debate de “la familia” como expresión moderna

Con el desarrollo capitalista, el control de los obreros sobre las mujeres de su clase se ve disminuido
por el hecho de que, al salir a trabajar en fábricas, casas o talleres, ellas pueden “atisbar las mieles
de la autonomía económica” (Flores-Estrada, de una vida en otra parte, y así dejar de
comprometerse con el aseguramiento esperado de las esposas y madres obreras.

6
Esta queja de la masculinidad obrera herida y esta faceta del debate de la modernidad, no solo no
es secundaria, sino que se encuentra en el origen mismo de la lucha comunista. Me recuerda, por
ejemplo, a la promesa sexual que hace, para los proletarios, el Manifiesto del Partido Comunista, de
Carlos Marx y Federico Engels (2003), cuando naturaliza el control patriarcal sobre las mujeres,
incluso en el paraíso comunista:

“¿En qué bases descansa la familia actual, la familia burguesa? En el capital, en el lucro
privado. La familia, plenamente desarrollada, no existe más que para la burguesía; pero
encuentra su complemento en la supresión forzosa de toda familia para el proletariado y en
la prostitución pública (…).

Las declamaciones burguesas sobre la familia y la educación, sobre los dulces lazos que unen
a los padres con sus hijos, resultan más repugnantes a medida que la gran industria destruye
todo vínculo de familia para el proletario y transforma a los niños en simples artículos de
comercio, en simples instrumentos de trabajo.

(…) Nada más grotesco, por otra parte, que el horror ultra-moral que inspira a nuestros
burgueses la pretendida comunidad oficial de las mujeres que atribuyen a los comunistas. Los
comunistas no tienen necesidad de introducir la comunidad de las mujeres: casi siempre ha
existido.

Nuestros burgueses, no satisfechos con tener a su disposición las mujeres y las hijas de sus
obreros, sin hablar de la prostitución oficial, encuentran un placer singular en seducirse
mutuamente las esposas.

El matrimonio burgués es, en realidad, la comunidad de las esposas. A lo sumo, se podría


acusar a los comunistas de querer sustituir una comunidad de las mujeres hipócritamente
disimulada, por una comunidad franca y oficial.” (Marx et al, 2003, pp. 44-45).

Puede decirse, pues, que hay, en la modernidad, un martirologio del obrero, que es víctima de
feminización por el capitalista, y que, a través de su lucha sindical y política, se convierte en el héroe
proletario que brega por restituir su masculinidad.

En el caso costarricense, Patricia Alvarenga nos muestra que en la prensa obrera de la primera mitad
del siglo XX también hay un proceso de elaboración de una ética y una estética que diferencie a la
familia burguesa de la familia proletaria.

7
Nótese (dirá Flores-Estrada, 2016), por ejemplo, el parecido de la queja del Manifiesto con la lectura
que Manuel Mora hace de las nuevas libertades a que tienen acceso las mujeres de la burguesía:
“niñas de bien amanecen borrachas en los bailes aristocráticos, las señoras de bien se dan el lujo de
ponerle cuernos a sus maridos para estar a la moda burguesa” (Alvarenga, 2012, p. 114).

Sea la izquierda europea o la costarricense, es siempre un debate entre hombres, en cuyos discursos
se proyecta a las mujeres como víctimas o como amenazas, en el que se las ridiculiza o ensalza en
función del honor masculino obrero o del deshonor masculino burgués, pero en el que se descarta
su autonomía o protagonismo y, mucho menos, se legitiman sus deseos.

Por otro lado, Patricia Alvarenga explica que, para algunos autores, solo en los últimos años de la
década de 1930 el Partido Comunista decidió anclarse en la cultura hegemónica costarricense.

Sin embargo, ella encuentra que desde su fundación sus intelectuales “se preocupan por cerrar la
profunda brecha abierta, por los proyectos morales alternativos, entre los promotores del
comunismo y la sociedad costarricense” (Alvarenga, 2012, p. 102).

Como ocurrió también en la URSS y en el comunismo internacional.

c) Denuncia de Alvarenga: misogínea de izquierda

En estos actores hay, pues, una elección que privilegia la defensa del interés patriarcal, con el ropaje
de la lucha de “clases”.

E incluso mujeres comunistas, como Carmen Lyra o Luisa González suman sus voces para reasegurar
el papel de las mujeres como madres y esposas.

Aunque ahora lo sean de todo un pueblo y ya no solo de sus propios hijos e hijas. Los discursos que
ya desde entonces se agitaban en favor de los derechos de las mujeres e incluso por las elecciones
identitarias no heterosexuales –nos recuerda la autora-, son finalmente clausurados.

De modo que en su libro se documenta también la homofobia obrera.

A la ética del proletario presuntamente disciplinado y que no pierde el control sobre “sus mujeres”,
corresponde también una estética de cuerpos fuertes, firmes y musculosos, que se oponen a los
flácidos y endebles, es decir, femeninos, de los poetas que juegan con el rígido binarismo sexual y
de género.

8
1.2. Comentarios de Ester María Flóres-Estrada Pimentel

Los distintos matices de los discursos sobre las identidades que Patricia Alvarenga recupera, sirven
para preguntar, como lo hace Ester María Flóres: ¿en qué consistió, entonces, el acuerdo entre
liberales, católicos y comunistas de la primera mitad del siglo XX?

Mi hipótesis dirá “es que este pacto permitió sacar de las luchas obreras y subalternas la disputa
planteada por las mujeres anarquistas o feministas por extender sus derechos más allá del sufragio”,
un pacto para erradicar la querella de las mujeres por retomar el control de sus sexualidades, que
continúa hasta el presente.

Por el contrario, la autora ve un acuerdo para restituir un piso mínimo de condiciones para que la
reproducción masculina obrera, de tal modo que “su honor y su masculinidad, puedan preservarse”.

Es decir, que la tensión se resuelve mediante el ensalzamiento común –por liberales, comunistas y
católicos- de la mujer esposa y madre5.

Aunque en el caso de los obreros y de los sectores subalternos se ha producido esa re-semantización
de la familia, que ahora ha de incluir a todas las personas desvalidas de la sociedad, como plantea
la autora.

Desde mi punto de vista, dirá Flóres-Estrada Pimentel, lo que finalmente se transa, inspirado por el
catolicismo, es “el lugar que deben ocupar las mujeres en el orden moderno costarricense”. No es
casualidad que ese pacto se manifieste en la creación del Patronato Nacional de la Infancia, de la
Caja Costarricense del Seguro Social, del Capítulo de las Garantías Sociales.

Comunistas, liberales e Iglesia Católica coinciden en que la “labor cívica” de ellas es convertirse en
“madres modernas” bajo la tutoría de la “ciencia” masculina, principalmente de los médicos, como
ha mostrado Alfonso González (2005).

La maternidad y la paternidad se vuelven misiones de la modernidad. Hoy que están tan de moda
las encuestas sobre los estados de ánimo de los países, podríamos decir que la promesa de ese
pacto es que, si las mujeres hacen felices a los hogares – independientemente de la clase social a
que pertenezcan esos hogares-, Costa Rica será el país más feliz del mundo.

5
Como veremos adelante estas modelizaciones familiares operativizan “marcas” socio-culturales enlazadas
por axiologías de raíz religiosa y espiritual de larga data en nuestra historia nacional (liturgias y ritualizaciones
católicas, etc.).

9
2. Pistas metodológicas siguiendo Teoría Dinámica de Tropas (Arce-Arenales)

En términos generales, en nuestra investigación, tenemos presente que esta instancia social diversa
y compleja a la que denominamos con el genérico “familia” expresa un lugar central donde se
decantan muchos aspectos básicos de configuración personal, entre ellos ocupa un lugar relevante
la identidad sexo-genérica6.

Aquí uno de los factores diferenciadores de las formas de organización familiar también tiene
relación con la sociedad campesina de los informantes, teniendo en cuenta que en la época de
estudio (tres primeras partes del Siglo XX) el mundo agrario modeló estilos familiares marcados por
el capitalismo agrario, tal y como aquí se gestó.

Las potenciales religiosidades, espiritualidades y masculinidades, según esta perspectiva, operan


dentro del marco de estilos de relacionamiento familiar; es decir, lo que determina en el estudio las
características de estos factores será –por diseño— leído y sistematizado como relacionamientos
vividos al interior de grupos familiares, definiendo “grupo familiar” desde una comprensión no
restringida o convencional.

a) Aspectos generales de relacionamiento familiar

No estaríamos sujetando la mirada a una comprensión de familia “tradicional” “nuclear” como


estructura ideal, sino que conforme se auto-definan los lazos afectivos y de apoyo prioritarios por
parte de los sujetos de estudio.

Los siguientes postulados –en alguna medida metodológicos-- se deducen de esta categoría de
“relacionamientos familiares” y ofrece algunas pistas orientadoras para explorar las formas de
construcción de factores y variables relacionadas con la relación entre procesos educativos sobre
masculinidades y espiritualidades desde los relacionamientos familiares.

Precisando nuestras pistas metodológicas en función central del estudio, destacan los siguientes
aspectos generales:

6
Un concepto moderno de familia adquiere tono inclusivo por considerar el reto de no dejar por fuera
ningún tipo de familia existente. Una definición de familia en esta tesitura inclusiva –de la psicóloga Mabel
Ariño (2016) —dice que se trata de una organización o grupos de personas unidas por un lazo afectivo y que
comparten su vida: esa idea moderna de familia, exige un amplio y complejo tratamiento desde el contexto
histórico-social (Parra, 2005).

10
 Identificar en relatos vínculos con grupos familiares estandarizados (o diversos) y su
influencia en configuración axiológica (masculinidades, religiosidades y espiritualidades)
 Detectar momentos de mayor o menor apertura a procesos de enseñanza-aprendizaje de
“modelos” o “tipos” de masculinidades, religiosidades y espiritualidades.
 Determinar en estos grupos familiares como gestores de masculinidades, espiritualidades y
religiosidades—la relevancia de los límites etáreos con el fin de caracterizar distintas
calidades de participación de sus integrantes dentro de los distintos tipos de agrupación
familiar; conforme a cuotas de poder material y simbólicamente distribuidas (simetrías o
no) en las biografías del grupo

Mediante algunas técnica de rastreo sobre el material empírico se trata de enmarcar la relación
jerárquica que se establece entre los estamentos del grupo familiar: en otras palabras, evidenciar
dónde y cómo la familia establece domésticamente –a propósito de su organización e influencia en
la construcción de sensibilidades masculinas, religiosas y espirituales—una dinámica de interacción
de sus integrantes que subraya determinadas direcciones simbólicas.

Los grupos familiares estandarizados revelan dinámicas sobre cuándo y cómo en la vida familiar
alguno (s) de sus integrantes experimentan interacciones significativas: para nuestro caso que
denotan y/o connotan sensibilidades masculinas asociadas con formas de vivencia religiosa y/o
espiritual.

b) Categorías para determinar rasgos de masculinidad/espiritualidad/religiosidad

Dos grandes metas que nos proponemos con una serie de categorías e indicadores de análisis son
por una parte, develar la inculcación de procesos de enseñanza/aprendizaje por parte de quienes
ocupan liderazgos dentro del grupo familiar estandarizado (GFE); asimismo, por otra parte, es
importante determinar la fijación de patrones de masculinidad asociadas con religiosidad y
espiritualidad, configurará perfiles legitimados (deben y pueden exhibirse con mayor o menor
legitimidad cultural).

Lo dicho, reseñado de manera esquemática, supondría una distribución de relaciones humanas


primarias que presenta características significativas, que pueden reseñarse mediante categorías de
análisis (con rasgos...grupos...y relación...) revelando algunas principales variables e indicadores al
interior de la dinámica familiar:

11
Nuestro autor cita una triple mirada (Arce Arenales) en estructuras familiares: según sea la “mirada”
(hacia arriba, hacia abajo y entre pares) será relevante el carácter de las interacciones dentro del
grupo familiar: con el autor podríamos resumir en dos los grandes criterios complementarios entre
sí en esa “mirada”.

En primer lugar se “mirará” un potencial abanico de alianzas productivas para la vida y sobre-vida –
porque no hay duda que en este plano se trata de ser viable-grupalmente, como mandato de
especie-- y en segundo lugar se absorverá (gracias a esa “mirada”)–por efecto de lo anterior— el
debate interior (identitario) con base en dimensiones axiológicas: masculino/religioso/espirituales
dentro de un esquema epistemológico determinable.

TABLA 1
Categorías de análisis: relaciones primarias de familiaridad
Rasgos de apertura a procesos de enseñanza-aprendizaje (con efectos en auto-imagen
masculina/religiosa/espiritual y en la interacción) en los segmentos de Gfe

Rasgos de apertura a Categoría 1: Grupos Categoría 2: Relación jerárquica por Categoría 3: Categoría 4:
procesos de enseñanza- etáreos en el marco de y entre segmentos según agenda territorialidad
aprendizaje (con efectos en un Gfe (estilo temática-formativa no-formal: hacia (urbano/rural) (*)
Socio-laboral
auto-imagen patriarcal familiar: arriba y hacia abajo y entre pares.
masculina/religiosa/espiritual distinto de una familia
y en la interacción) en los complaciente o de una (**)
segmentos de Gfe familia dialógica)
1. Disposición abierta al Niñez (antes de los 10 Temario recurrente: mundo lúdico
aprendizaje venido del años) (juegos-vida escolar, etc).
nivel alto (todos los Estilo familiar:
demás grupos están patriarcado/complaciente/dialógica
situados arriba)
2. Disposición al Adolescencia (antes Agenda temática:
aprendizaje de nivel alto de los 15 años) Sexualidades/
respecto de los grupos
situados arriba Estilo familiar:
patriarcado/complaciente/dialógica
3. Disposición al Juventud (antes de Agenda temática:
aprendizaje de nivel los 25 años) Sexualidades/espiritualidades no
estándar respecto de estandarizadas (personalísimas).
los grupos del mismo Estilo familiar:
nivel patriarcado/complaciente/dialógica
4. Disposición del Adulto joven (antes Agenda temática:
aprendizaje a de 40) Relaciones de sobrevivencia,
enseñanzas de identidades étnicas, debate sexo-
experiencia de Gfe género en el seno del Gfe,
pares (afirmación del espiritualidades estándar (iglesias
Gfe, como “modelo” establecidas)
normalizado)
5. Disposición a Madurez (antes de los Agenda temática:
enseñar/aprender con 65 años) Relaciones de enseñanza: tensión
base en la propia entre justificación “naturalizada”
experiencia, (instintiva) de la reproducción
principalmente (obediencia a lo estandarizado) y

12
contemplando a Gfe de justificación socio-cultural
pares como parte (construcción social de las
interlocutora. relaciones).
6. Máxima disposición a Senectud (después de Relaciones de enseñanza de arriba
enseñar con base en la los 65 años) para abajo dirigida a la obediencia
propia experiencia debida por parte de los segmentos
como fuente principal inferiores.
(superior) de verdad:
defendida como fuente
óptima para todos los
segmentos de Gfe.

3.- Hacia un marco interpretativo del modelo de análisis

De la Tabla N°1 (relaciones primarias de familiaridad) observamos la fluidez o no (rigideces) de los


esquemas simbólicos y organizativos jerárquicos en el seno familiar –tan propios de arquetipos de
relaciones autoritarias típicas del patriarcado—. Existe correlación entre modelos de organización
familiar y producción simbólica relativa a religiosidades, espiritualidades y masculinidades.

Lo anterior supone aspectos generales (hipotéticamente predecibles) en el proceso generacional e


inter-generacional del sujeto masculino.

También plantea particularidades y diferencias posibles en las historias biográficas de estos sujetos
masculinos.

Se configuran perfiles que ofrecen cierta visión matricial y global de las masculinidades,
religiosidades y espiritualidades en las experiencias de ellos.

Las diferencias matriciales que se muestran entre quienes se da una diferencia generacional
importante, hablan de particularidades respecto del propio desarrollo según contextos (de vida)
predominantes, y de otros aspectos generales que pueden tratarse en términos comparativos
(inter-generacionales).

Estas diferencias y particularidades en las -¿de qué son sintomáticas? ¿De acciones, imaginarios y
representaciones programadas socio-culturalmente?: es decir, se trata entonces de posicionarnos
en la lógica de animación de características mentales (mudables) como aquellas presentes en el
marco de una negociación óptima, en términos de alianzas típicas en condiciones de sobrevivencia
dentro de la organización social, en una instancia social básica y vital como lo es la organización de
corte familiar.

13
Siendo que se trata de una institucionalidad antigua y diversa (la familia) se sugieren otra
característica adicional (transversal) de los grupos estandarizados, a propósito tanto de los perfiles
de sus estilos jerárquicos como de otras características de su organización socio-cultural, dentro de
regímenes socio-culturales marcados por el patriarcado histórico-cultural:

El grado de flexibilidad (o no) de los sujetos respecto del régimen del patriarcado dentro del
esquema capitalista de producción, ¿cómo es traducido al factor organizativo familiar para la
sobrevivencia del grupo?

En qué momentos y espacios son ocupados los puestos de liderazgo por masculinos o por femeninas
según los estilos jerárquicos y organizativos: ¿Qué circunstancias de privilegio o de exclusión
apuntalan los liderazgos masculinos y femeninos de cada contexto biográfico?

Como es típico de características rígidas en las relaciones humanas del patriarcado el paso (más o
menos rápido) a la aplicación de la fuerza física como criterio de acción por parte de los hombres,
no es descabellado pensar que en otros planos de la vida social y de la consciencia del sujeto que
operativiza esto, operen formas afines que justifiquen aquello mediante ciertas marcas simbólicas
en su perfil espiritual y religioso.

Lo fundamental de este perfil de potenciales abanicos de alianzas productivas para la vida y sobre-
vida en contextos de vida son clave que deriva hacia lo que hemos denominado dimensiones
espirituales y religiosas dentro de un esquema epistemológico según el cual se alimentarían
relaciones humanas, dentro de las formaciones socio-culturales, tensionadas por relaciones de
competencia y/o relaciones de cooperación entre los integrantes de los grupos, tanto al interior
como al exterior del grupo familiar.

Aquí la idea no presupone que haya predisposiciones genéticas que exculpen los comportamientos
culturales masculinos hegemónicos ya que existe una cuota de responsabilidad personal y grupal,
en nuestra apreciación axiológica: porque la idea de un comportamiento habla de cómo se
posibilita/limita –socio/culturalmente—las capacidades cognitivas, al menos, en dos sentidos:

• Por una parte, porque para el masculino común se pautan distintas opciones y
oportunidades de mando, de cooperación y competencia con base en la habilitación de capacidades
propias, según su calidad de persona en el seno familiar, según contexto socio-cultural y cotidiano.

14
• Por otra parte, porque tales tensiones endógenas –desde el seno familiar—induce
elaboraciones religiosas y espirituales que (parcial o totalmente) crean sensibilidades en el plano
simbólico y/o material induciendo y justificando masculinidades efectivas.

En términos globales hipotéticamente la Teoría dinámica de Tropas (TdT) parte de la idea de una
estructura de tropa y de Grupo Familiar Estándar (Gfe) cuyas tensiones domésticas no son resueltas
siempre de la misma forma por parte de los integrantes, sino según el lugar que ocupan dentro de
la estructura (sea tropa o Gfe).

Cabe pensar que haya tensiones que ni material ni simbólicamente son resueltas en el marco de las
discusiones de necesidades/satisfactores de dichos integrantes, independientemente de ellos. Esto
obedece al grado de responsabilidad ética que atañe individualmente a este sujeto.

a) La Teoría Dinámica de Tropas de Arce-Arenales

En síntesis, siguiendo el esquema categorial de Arce-Arenales y fundamentados en las modelaciones


(bio-socio-culturales y cognitivas) como dimensiones humanas retroalimentadoras de eso que
denominamos “religiosidades” “espiritualidades” y “masculinidades”, postulamos y podemos
vislumbrar y desprender elementos de análisis en la dinámica característica de esas espiritualidades
y masculinidades, según el abanico de relacionamientos de corte familiar, para juventudes y
vejentudes masculinas costarricenses del Siglo XX. Adelante resumimos los tres componentes
principales de la Teoría dinámica de tropas de Arce Arenales (2012).

Las recursividades generales y particulares dadas por los estilos de relacionamiento que los
masculinos reproducen a partir de las experiencias que incuban dentro de los grupos familiares
originales en los que se desarrollaron, se reflejan en sus propios proyectos familiares.

Y las ideas religiosas o espirituales que proyectan en los grupos familiares, dada la organización
general dentro del marco del Gfe en que fueron socializados, también serán de provecho para
determinar su reproducción: el vínculo guardado entre su espiritualidad y religiosidad con su
propuesta y vivencia de masculinidad, comparte –en ese sentido– cierta programación social de
actitudes relativas a su propia auto-percepción y conceptualización.

En vista de que los estilos organizativos de Gfe se asocian concomitantemente con el desarrollo de
ciertas capacidades cognitivas y emocionales de sus integrantes, siguiendo a Arce Arenales
interpretamos que las formas de masculinidades, religiosidades y espiritualidades desarrolladas por

15
estos hombres están sujetas al mismo marco categorial (de razones generales) que establece el
teórico atendiendo a tres grandes tensiones socio-culturales generalizadas según la TdT, de acuerdo
a tres dimensiones que le son intrínsecas como sujetos humanos, según dicha teoría.

b) Esquema básico de modelaciones

• La modelación de la mente (Mdm): se trata del componente sustantivo del fenómeno


empático en tanto estructura bio-cultural compleja que permite interpretaciones del “otro” (en
tanto alter-ego); dichas interpretaciones se desarrollan ajustadas a satisfacción de necesidades de
convivencia, en términos de mutualidad productiva. Como campo representacional se configura un
universo enraizado en los distintos contextos en los que el grupo humano establece nichos de
colonización y desarrollo: la territorialidad es un ámbito por excelencia como contexto de origen y
desarrollo de la experiencia empática en el ser humano. Siendo lo que denominamos
genéricamente como “ámbito familiar” uno de los reproductores de especie más fuertes en la
historia humana, habría que examinarla detenidamente como espacio de generación empática, tal
como nos proponemos en nuestro trabajo.

• Modelación interactiva de Grupo o Tropa (MiT): Las interacciones fundan estilos


relacionales (relación comunicativa) en los Gfe. La fuerza o debilidad de las alianzas están asociadas
poderosamente con la satisfacción de necesidades humanas de los distintos segmentos y plantea
prioridades en términos de las inter-seccionalidades experimentadas, de modo demandante, por
parte de los integrantes y de los grupos, con miras a la satisfacción de esas necesidades. De modo
eventual y permanente la dinámica existencial coloca al sujeto o grupo en condiciones de
identificación con aspectos seccionales de su historia bio-cultural. Como campo representacional
se configura un universo enraizado habilidades de interacción del grupo humano para establecer
nichos de desarrollo.

• Modelación lingüística (ML): Este ámbito de análisis de la configuración personal y grupal


contempla una correlación directa con habilidades que asumen e integran las anteriores
plataformas o arquitecturas antropológico-sociales. A más universo representacional de orden
lingüístico (cerebro-mente-contexto-verbal) mayor distanciamiento de estilos enraizados en
tendencias “instintivas” como son aquellos en que se apela y usa la fuerza como principal factor de
organización social. Un estilo de vida regulado desde estándares lingüísticos se caracteriza por
liberar al individuo en la medida en que se puede saber relativamente autónomo respecto del Gfe.
Combina convenientemente al desarrollo del individuo las reglas básicas de vínculo con el Gfe con

16
la creciente autonomía del individuo que le haga sustentable y reflexivas todas las dimensiones de
su vida y complejidades identitarias (de clase, étnicas, etáreas, de capacidades, de búsqueda
espiritual y opciones genéricas, etc.).

c) Vuelta a las preguntas fundamentales

¿Cuáles momentos/espacios fundan relaciones (de apreciación de sí mismo y del “otro”: empáticas
en diversas direcciones) generan autoridad espiritual, identidad religiosa y determinada expresión
masculina?

¿Por qué dichos espacios y momentos que-se-vive-como-valiosos, derivan hacia una sensibilidad
conducente a una identidad masculina legítimada?

¿Qué enlaces espirituales y religiosos caracterizan diversas formas de expresión masculina?

17
Bibliografía

1. Alvarenga Patricia. 2012. Identidades en disputa. Las reinvenciones del género y de la


sexualidad en la Costa Rica de la primera mitad del siglo XX. Editorial de la UCR.
2. Arce Arenales, Manuel. 2011 (*). “La verdad y lo verdadero en el contexto de la Teoria
Dinámica de Tropas”. Revista Káñina, 35: 165-171. Acceso el 10 de setiembre de 2017.
https://revistas.ucr.ac.cr/index.php/kanina/article/download/691/752
3. Arce Arenales, Manuel. 2011(**) “Algunos principios para el análisis del concepto de
“familia” según los parámetros de la Teoría Dinámica de Tropas”. 35(2): 149-157.
https://revistas.ucr.ac.cr/index.php/kanina/article/viewFile/559/618
4. Arce Arenales, Manuel. 2011. “Algunos principios de la Teoría de Dinámica de Tropas”.
Revista Káñina 35: 149-157. Acceso el 10 de setiembre 2017.
https://revistas.ucr.ac.cr/index.php/kanina/article/viewFile/559/618
5. Arce Arenales, Manuel. 2013. Teoría Dinámica de Tropas. En: Simposio Latinoamericano de
Ciencias Cognitivas. Paraninfo Daniel Oduber. Campus Fernando Volio. Febrero, 2013.
6. González, A. (2005). Mujeres y hombres de la posguerra
costarricense (1950-1960). Editorial de la Universidad de Costa Rica. San José, C.R.
7. María Flórez-Estrada Pimentel. 2016. La disputa. “Comentario tipo reseña crítica al libro de
Patricia Alvarenga “Identidades en disputa. Las reinvenciones del género y de la sexualidad
en la Costa Rica de la primera mitad del siglo XX” y, a la luz de sus aportes, planteo una
posible reinterpretación del pacto que dio origen al Estado Social costarricense. Accesible,
en: La disputa olvidada. Revista Estudios.
http://revistas.ucr.ac.cr/index.php/estudios/issue/view/925
8. Scott W, J. (2000). “La mujer trabajadora en el siglo XIX”. En: Georges Duby y Michelle
Perrot. Historia de las Mujeres. El siglo XIX, cuerpo trabajo y modernidad. 4 (pp.427-461)
Taurus. Grupo Santillana de Editores S.A. Madrid.

18

Das könnte Ihnen auch gefallen