Desde los postulados lingüísticos se propone un no-sujeto o un sujeto universal, y
que por ende no toma en cuenta las diferencias humanas. Violi propone que debe comprenderse la experiencia de nuestro ser como algo global, en consecuencia, no es solo pensamiento, lo abstracto, de concepto, es una experiencia de conjunto, con nuestra realidad emotiva, corpórea, sexual, fantástica e intuitiva. Ante la proximidad entre pensamiento y experiencia, es necesario rechazar todo pensamiento abstracto y descorporeizado y volver a dar cuerpo y psiquis a la reflexión. La diferencia sexual, como parte de una experiencia global, es experiencia de nuestro ser corpóreo, físico y diferenciado. La experiencia de lo sensible viene de la experiencia de un cuerpo sexuado. Para lograr el reconocimiento de la diferencia, ha de conectarse la experiencia y pensamiento. La experiencia es conocimiento directo de lo singular, específico, de lo individual y no universal. Y lo individual es lo primero que conocemos. Las mujeres están en la paradoja de lo individual y general, pues si bien se comprende la experiencia personal hay una semejanza entre todas las individualidades. Así el sujeto que enuncia ha de comprender todas sus determinaciones biológicas, físicas, psíquicas, su historia y de su experiencia. La corporeidad, la psiquis, lo sensible, son referencias inmediatas para toda reflexión sobre lo femenino.