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Análisis del caso

El contrato celebrado por una persona que es casada y que se presenta como soltera celebrando un acto
jurídico de disposición a favor de un adquirente (comprador), es en mi opinión un contrato válido. El
artículo 315 del código civil señala, es verdad, que para disponer de los bienes de las sociedades gananciales
es necesario que intervengan ambos cónyuges. Esta norma es de orden público e imperativa, además
naturalmente, intenta proteger los bienes de la sociedad gananciales para que ellos no salgan del patrimonio
de la sociedad (con el fin de proteger los derechos de ambos cónyuges e hijos) a menos que intervengan
ambos cónyuges, pero si se aprecia con cuidado esta norma, es una que se refiere estrictamente al acto de
disposición y no al contrato a través del cual se pretende el acto de disposición, hay que distinguir entre el
contrato y el acto de transferencia que emana de él.
El contrato puede ser perfectamente válido, pero obviamente su consecuencia, su ejecución de producir la
transferencia del derecho a favor de un adquirente, requerirá que se cumplan algunos presupuestos como
los que señala en este caso el artículo 315, que es la intervención de ambos conyugues, es decir ¿puede un
cónyuge casado que se presenta como soltero celebrar el acto de compraventa a favor de un comprador y
generar a partir de esta celebración un acto válido? En mi opinión la respuesta es sí; sin embargo, la
disposición del derecho, es decir la transferencia efectiva de la propiedad, no se producirá en la medida que
no intervengan ambos cónyuges (a través de la subsanación del acto).
Esta distinción es muy importante y encuentra coherencia con varias otras normas del código civil respecto
a la disposición de bienes ajenos que dan lugar a actos ineficaces, pero no a actos inválidos. En
consecuencia, el contrato celebrado por la persona que está casada, pero que se presenta como soltera, da
lugar a un acto valido pero ineficaz, no produce la consecuencia traslativa mientras no intervenido el
otro cónyuge, pero el acto no está viciado, sino que simplemente no produce estos efectos. Entonces, se
podría afirmar que esta conclusión es en la práctica igual o equivalente a la nulidad, pues lo cierto es que
el comprador no adquiere la propiedad, no es así, porque si el acto es ineficaz en su ejecución, pero es
válido en su celebración puede, sin embargo, lograr su propósito, a través de eventos que convaliden,
subsanen o que completen la voluntad ausente del cónyuge que no participó, por ejemplo, podría el cónyuge
que no intervino en el acto hacerlo posteriormente y lograr este efecto se produzca, o de plano el vendedor
desleal casado que se presentó como un soltero, lograr de algún modo que la transferencia de propiedad se
dé celebrando un nuevo acto en el que los dos intervengan.
La diferencia entonces entre la nulidad, la validez del acto y la ineficacia del mismo, es fundamental para
juzgar lo que aquí sucede, lo más importante, quizás, desde el punto de vista práctico, es si estas categorías
atribuidas al negocio celebrado en estas circunstancias, van a afectar o deben afectar al tercero que adquiere
en circunstancias muy especiales que en muchos casos tienen que ver, por ejemplo con la confianza que los
terceros adoptan función a la información que reciben al momento de contar
Ahora, respecto a la situación de los terceros que actúan de buena fe, es el aspecto más importante del pleno
casatorio, que nos ocupa la situación de los terceros que contrataron con la persona que se presentó como
soltera y que celebró la compraventa del inmueble o cualquier otro acto de disposición con base a una
confianza que el tercero tiene sobre la base de la información disponible facilitada por el vendedor y/o en
la autoridad registral. Esto es un aspecto sobre el cual creo que el pleno debería prestar especial atención,
porque independientemente de las categorías que finalmente se atribuyen al acto, si éste es nulo, inválido o
ineficaz, lo cierto es que, en la práctica, hubo un comprador que normalmente confió en la información que
tenía a la mano para contratar con quien aparentemente era soltero. Entonces, en esta circunstancia
corresponde definir qué va a pasar con este tercero.
No olvidemos que toda demanda de nulidad de compraventa donde se acusa el vicio de no haber intervenido
a ambos cónyuges, interviene también el comprador pues es una imputación contra el acto celebrado por el
cónyuge en desleal con un adquirente, y éste e es una persona que eventualmente puede y debe estar
protegida por categorías legales especiales que deben ser consideradas al momento de tomar una decisión
final para no perjudicar su derecho.
Sostengo que en el caso de los bienes inscritos, es decir donde el cónyuge que realizó el acto aparecía como
soltero y tenía registrado el inmueble como soltero en el registro de la propiedad, a pesar de que era casado,
esto dará lugar a un contrato con un tercero que tendrá buena fe en estas condiciones, y si inscribe su
adquisición, debe estar protegido conforme al artículo 2014 el código civil independientemente de cuál sea
la categoría que se le atribuirá al acto celebrado, pues ese es el sustento de la fe pública registral, el proteger
a los terceros que ignoraban la situación que vicia o que impide en situaciones regulares la adquisición que
pretendía. Estos adquirentes entonces deberían estar protegidos. Porque de lo contrario, si se declara nulo
el acto entre el cónyuge “soltero” y el comprador, este último no sería declarado un tercero, porque el acto
nunca se dio, lo cual afectaría gravemente su derecho y el orden público, ya que no se protegería las
transacciones comerciales de buena fe.
La noción del tercero no tiene que ver con la participación en el acto que presenta la anomalía, sino con el
hecho de ser ajeno al vicio que puede afectar su adquisición ordinaria, y sin duda si el tercero ignora la
condición real del estado civil del vendedor, y confía la información que el registro informa donde se dice
que es soltero, pues lógicamente debe estar protegido. Entonces, nos damos cuenta que el problema no solo
surge por el cónyuge de mala fe, sino también por una ineficiencia institucional del RENIEC y la SUNARP
por no tener la información compartida en línea actualizada.
Imaginemos lo que ocurriría de otra manera, si la corte concluyera que los terceros no están protegidos, aun
cuando el registro dice que el vendedor es soltero y que el inmueble es de su propiedad, entonces, en el
mercado nadie contrataría con personas solteras, pues todos los que se presentan como tales, eventualmente,
presentarían el riesgo de no serlo, y poner entonces en absoluto peligro las adquisiciones de eventuales
compradores o adquirentes de derechos a cualquier título.
Jurisprudencia peruana
Consultando a la Jurisprudencia, vemos que hay gran variedad de criterios y sentencias, algunos lo declaran
nulo y otros ineficaz (por ello el pleno, para terminar esta discusión y unificar el criterio jurisdiccional
cuando se presentan estos casos).
El diecisiete de enero de dos mil diecisiete, la Corte Suprema emitió una casación que responde de manera
contundente a dicha interrogante, por lo que el problema planteado por el Octavo Pleno “ya habría quedado
resuelto”, sin embargo, es necesario mencionar que no es vinculante, ya que existen otras sentencias
parecidas y otras opuestas.
Se trata de la Casación N° 353-2015, Lima Norte, que resolvió el siguiente caso: la sociedad conyugal
conformada por Vicentina Inés Félix Mendoza y Jorge Simón Rosales Jara era propietaria de un predio de
1,000 m2, al haberlo adquirido de su anterior propietaria, una Cooperativa. Sin embargo, en el contrato de
adjudicación celebrado con la Cooperativa sólo figuraba como adquirente el cónyuge, por lo tanto, el
inmueble únicamente lo poseía el cónyuge; y además, en su DNI el cónyuge figuraba como soltero.
Valiéndose de todos estos elementos, que le daban la apariencia de ser el único propietario, el cónyuge
vendió el inmueble a un tercero mediante contrato de compra y venta de fecha 22 de octubre del 2001.
El comprador cumplió con pagar el precio e inmediatamente tomó posesión del inmueble. Luego de más
de 9 años de celebrada la compraventa apareció la cónyuge (que no había participado en la celebración de
dicho contrato) solicitando su nulidad amparándose en el artículo 315 del CCP.
Tanto en primera como en segunda instancia se amparó la demanda, declarándose nula la compraventa, con
la única diferencia que mientras para el Juez el contrato era nulo por vulnerar el orden público (el
comprador sabía que el vendedor era casado, porque así lo indicaba el padrón de socios de la cooperativa),
para la Sala Superior el contrato adolecía de un fin ilícito.
La Corte Suprema, finalmente, amparó el recurso de casación planteado por el comprador y declaró
infundada la demanda de nulidad. El argumento fue muy simple: dicho comprador había actuado de
buena fe, es decir, confiando en que quien le vendía era el único propietario del bien, por lo cual su
adquisición debía ser protegida. Es decir, según el análisis y propuestas del Octavo Pleno Casatorio, esta
sentencia de la Corte Suprema es la que más solidez tiene, ya que se trata de proteger la compra venta del
tercero en buena fe y la del registro público, lo que concuerda con la teoría de la relación de origen alemana.
Sin embargo, en las primeras instancias, se aprecia que los jueces sentenciaron a favor de la cónyuge,
porque el acto realizado carecía de validez por no cumplir con el artículo 315 del CCP, donde dice que para
disponer de los bienes es necesario la participación de ambos cónyuges, ello va acorde a la teoría situación
donde no importa el reconocimiento público, y se declara que el registro publico declare nula esa
transferencia y el bien regrese a la sociedad de gananciales.
Análisis de la doctrina expuesta durante el Pleno Casatorio
Primera ponencia: Gastón Fernández
Recordó que cuando en un negocio jurídico se presentan cuando falta un «elemento esencial o presupuesto
necesario» para la formación del negocio es de naturaleza intrínseca, esto genera la nulidad del acto. Y
cuando el defecto se traduce en una «circunstancia externa», este es de naturaleza extrínseca, ello genera la
ineficacia.
Dicho esto, destacó que no es lo mismo que un cónyuge, para disponer de un bien social, actúe arrogándose
indebidamente un poder de representación del otro y que actúe obrando en nombre propio (el acto es válido,
porque se actuó de manera independiente frente al tercero). El primer caso es ineficaz en virtud del artículo
161 del Código Civil. El segundo caso constituye un supuesto de contrato sobre bien ajeno. Ambos casos,
sin embargo, se encuentran regulados en el artículo 315 del Código Civil y también constituyen casos de
defectos extrínsecos (porque ambos casos cumplen con los presupuestos de validez del negocio jurídico),
esto es de ineficacia. En efecto, en ambos casos hay un problema con la legitimación para disponer.
Aquí me interesa subrayar que ante una de las preguntas del juez Luis Almenara, el profesor Fernández
afirmó que la legitimación es un concepto problemático, porque, para algunas legislaciones y doctrinas, es
un factor intrínseco y, para otras, un factor extrínseco. Pero lo que importa es cuál es la opinión que recoge
nuestro Código Civil. Y este es claro: la legitimación es un factor externo.
Por último, el primer amicus sostuvo que la nulidad por falta de manifestación de voluntad no es aplicable,
puesto que esta causal únicamente se refiere a quienes intervienen en el negocio. Cuando un cónyuge
celebra un acto de disposición de un bien social, pues no falta la manifestación de voluntad de ninguno de
los celebrantes. Es decir, se protege la autonomía privada de las partes donde si se cumplió con todos los
presupuestos para la celebración del acto. La causal de nulidad se presenta, por ejemplo, cuando se falsifica
documentos para hacer parecer que un cónyuge ha intervenido en el acto, cuando esto no ha sido así en
realidad, porque hay dolo.
Segunda ponencia: Alex Plácido
Empezó indicando que es necesario saber qué debe entenderse por el término «intervención» contenido en
la primera parte del artículo 315 del Código Civil. Por un lado, debe entenderse que ambos cónyuges deben
intervenir cuando se trata de actos de disposición «trascendentes», un bien inmueble, por ejemplo. Cuando
se pretende efectuar actos no trascendentales (vender los cuadernos que no usan) para la sociedad de
gananciales, cualquiera de ellos puede celebrarlos. Así, se tiene que nuestro Código Civil acoge un sistema
mixto para la gestión de los bienes sociales. Por tanto, cuando un cónyuge no interviene en el acto de
disposición, no hay duda de que hace falta un elemento estructural. No está presente la voluntad de declarar
ni la voluntad declarada de quien necesariamente tendría que intervenir: el otro cónyuge. Nos hallamos,
pues, ante un supuesto de ineficacia estructural: la nulidad por falta de manifestación de voluntad. En caso
el acto sea beneficioso para ambos los intervinientes podrían celebrar de nuevo el acto de disposición junto
con el cónyuge que no intervino inicialmente. De este modo, el beneficio no se perdería y asunto resuelto.
Por último, cabe recordar que el segundo amicus afirmó que la solución correcta sería la anulabilidad,
puesto que los intereses afectados no tienen relevancia general, sino que corresponden solo al cónyuge que
no ha intervenido.

Tercera ponencia: Enrique Varsi


Señaló que el artículo 315 del Código Civil es una norma imperativa, de tal manera que las partes no pueden
pactar en contrario. Por lo tanto, para efectuar actos de disposición de bienes sociales, ambos cónyuges
deben intervenir porque así se protege mejor a los intereses de la familia, tal como manda el artículo 4 de
la Constitución. Por otro lado, en los sistemas legales modernos se caracterizan por flexibilizar la
intervención de ambos cónyuges; es decir, que no se suele optar ya por la nulidad, sino por la ineficacia.
Por lo tanto, cuando un cónyuge realiza un acto, sin la voluntad del otro, se hablaría de un acto de eficiencia
suspendida que puede ser rescatado por la parte faltante. Por último, añadió que no es posible establecer
una regla general para estos casos, puesto que se pueden presentar causales nulidad, como el fin ilícito, que
se puede configurar cuando los celebrantes se coluden para perjudicar al cónyuge que no interviene.

Cuarta ponencia: Rómulo Morales


Resaltó que en las principales legislaciones (europeas y latinoamericanas) optan por la ineficacia del acto
de disposición por un solo cónyuge. Luego indicó que la primera parte del artículo 315 del Código Civil se
refiere a tres conceptos: legitimidad, falta de legitimidad y ratificación. Estos tres conceptos son ajenos a
la invalidez. De este modo, si un cónyuge celebra un acto de disposición sin la intervención del otro,
tenemos un acto que se celebra con falta de legitimidad, la cual provoca la ineficacia, no la invalidez. El
acto de disposición, así celebrado, es válido y eficaz entre las partes celebrantes, pero no lo es para la
sociedad de gananciales, no teniendo relevancia lo dispuesto en el artículo 2014 del Código Civil en estos
casos. Para que la sociedad asuma los efectos, el cónyuge no interviniente tiene que ratificar.

Quinta ponencia: Giovanni Priori


Afirmó que la infracción a la primera parte del artículo 315 del Código Civil provoca la ineficacia del acto
de disposición de un bien social, mas no su invalidez. Así también, destacó que esta es la tendencia en las
codificaciones más recientes. Si bien el Código Civil peruano no regula expresamente el concepto de
legitimación, este existe y se desprende de varias normas de nuestro Código Civil, que no sancionan con
invalidez su ausencia. Ahora bien, en opinión del profesor Priori, este Pleno Casatorio Civil debe llevar a
cabo una tarea de diferenciación de distintas hipótesis, tomando como referencia la buena o mala fe de las
partes contratantes, así como si el acto de disposición es a título oneroso o gratuito. Es importantísimo esta
protección que se debe concluir en favor de los terceros, lo cual repito está sustentado en el artículo 2014
del Código Civil.

Legislación Comparada
Código Civil y Comercial Argentino

Artículo 456. Actos que requieren asentimiento Ninguno de los cónyuges puede, sin el asentimiento del
otro, disponer de los derechos sobre la vivienda familiar, ni de los muebles indispensables de ésta, ni
transportarlos fuera de ella. El que no ha dado su asentimiento puede demandar la nulidad del acto o la
restitución de los muebles dentro del plazo de caducidad de seis meses de haberlo conocido, pero no más
allá de seis meses de la extinción del régimen matrimonial. La vivienda familiar no puede ser ejecutada
por deudas contraídas después de la celebración del matrimonio, excepto que lo hayan sido por ambos
cónyuges conjuntamente o por uno de ellos con el asentimiento del otro.
Código Civil Chileno
Art. 141. El inmueble de propiedad de cualquiera de los cónyuges que sirva de residencia
principal de la familia, y los muebles que la guarnecen, podrán ser declarados bienes familiares (…) El
cónyuge que actuare fraudulentamente para obtener la declaración a que refiere este artículo, deberá
indemnizar los perjuicios causados, sin perjuicio de la sanción penal que pudiere corresponder.

Art. 142. No se podrán enajenar o gravar voluntariamente, ni prometer gravar o enajenar, los bienes
familiares, sino con la autorización del cónyuge no propietario. La misma limitación regirá para la
celebración de contratos de arrendamiento, comodato o cualesquiera otros que concedan derechos
personales de uso o de goce sobre algún bien familiar. La autorización a que se refiere este artículo deberá
ser específica y otorgada por escrito, o por escritura pública si el acto exigiere esta solemnidad, o
interviniendo expresa y directamente de cualquier modo en el mismo. Podrá prestarse en todo caso por
medio de mandato especial que conste por escrito o por escritura pública según el caso.

Art. 143. El cónyuge no propietario, cuya voluntad no se haya expresado en conformidad con lo previsto
en el artículo anterior, podrá pedir la rescisión del acto. Los adquirentes de derechos sobre un inmueble
que es bien familiar, estarán de mala fe a los efectos de las obligaciones restitutorias que la declaración
de nulidad origine.
Código Civil Español

Artículo 1375. En defecto de pacto en capitulaciones, la gestión y disposiciones de los bienes gananciales
corresponde conjuntamente a los cónyuges, sin perjuicio de lo que se determina en los artículos
siguientes.

Artículo 1376. Cuando en la realización de actos de administración fuere necesario el consentimiento de


ambos cónyuges y uno se hallare impedido para prestarlo, o se negare injustificadamente a ello, podrá el
Juez suplirlo si encontrare fundada la petición.

Artículo 1377. Para realizar actos de disposición a título oneroso sobre bienes gananciales se requerirá el
consentimiento de ambos cónyuges. Si uno lo negare o estuviere impedido para prestarlo, podrá el Juez
autorizar uno o varios actos dispositivos cuando lo considere de interés para la familia. Excepcionalmente
acordará las limitaciones o cautelas que estime convenientes.

Artículo 1378. Serán nulos los actos a título gratuito si no concurre el consentimiento de ambos cónyuges.
Sin embargo, podrá cada uno de ellos realizar con los bienes gananciales liberalidades de uso.

Conclusiones
La disposición de los bienes de la sociedad de gananciales debe ser con ambas voluntades, sin embargo, si
uno de los cónyuges realiza la venta del bien a titulo propio y el comprador actúa en buena fe, se debe
declarar la eficacia suspendida, y esperar la confirmación del otro cónyuge si es que desea celebrar el acto.
Para reducir este tipo de situaciones, una vez casados, se debe exigir que los cónyuges actualicen su estado
civil, para mayor seguridad de las transacciones en el caso de bienes inmuebles.
Las instituciones como el RENIEC y la SUNARP deben tener la información sincronizada y actualizada,
además de trabajar en conjunto para que la corroboración de la información del estado civil no solo depende
de las partes interesas, sino que existe un medio objetivo y confiable como el de las instituciones públicas.
Respecto al tercero que actuó en buena fe, se debe proteger su compra, más aún cuando ha sido registrado
con todos los mecanismos legales, sin embargo, es necesario establecer criterios de buena fe, y hacer una
adecuada investigación sobre su verdadera manifestación por parte del comprador, con el fin que la
sentencia sea justa.
Respecto a la legislación comparada, esta es mas detallada y flexible sobre la disposición de los bienes,
donde se necesita la manifestación de voluntad de ambos cónyuges solo cuando se vendan los bienes
indispensables para la familia, como la vivienda, muebles, vehículos.
De los cinco amicus curiae, cuatro proponen la eficacia suspendida, es decir que el acto realizado por el
cónyuge y el comprador si es válido, a pesar de no contar con la voluntad del otro cónyuge, debido a que
el acto en sí mismo si cumple con los presupuestos de validez, sin embargo, para que sea eficaz, es necesario
que el otro cónyuge complete la transferencia a través de su participación. Además, se dan propuestas para
atender a otros casos que no sean ineficaces.
A pesar de haber transcurrido más de tres años y cinco meses, todavía no se ha emitido el resultado de aquel
pleno casatorio, lo que implica no solo no haber resuelto la casación interpuesta, y en consecuencia el
retraso en la administración de justicia, sino, lo que es más grave, no se emite la línea jurisprudencial
vinculante para las decisiones de todos los operadores jurídicos y, sobre todo, de los órganos judiciales.
Recordemos que la justicia que tarde, no es justicia.

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