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EL NEGRO

El negro nació cantando


Y cantando morirá,
Porque cuando va bogando Poesía Negra
Cantando se anima más.

El negó nació danzando ¿por qué me dicen morena?


Y diciendo en su danzón si moreno no es el color
Qué la vida va pasando yo tengo una raza que es negra
Como el eco del tambor. y negra me hizo Dios.

Si ves al negro llorando Yo tengo mi raza pura


Seguro que está sangrando y de ella orgullosa estoy
En su alma y su corazón, de mis ancestros africanos
y del sonar del tambó.
Pero si el negro es bien negro
No sufre mayor desmedro
Si tiene danza y canción

ORIGEN

Yo vengo de una raza que tiene


una historia pa’contá,
que rompiendo las cadenas
alcanzó la libertá.
A sangre y fuego rompieron
las cadenas de opresión
y ese yugo esclavista
que por siglos nos aplastó.
La sangre en mi cuerpo
se empieza a desbocá,
se me sube a la cabeza
y comienzo a protestá.
Yo soy negra como la noche,
como el carbón mineral,
como las entrañas de la tierra
y como el oscuro pedernal.
HISTORIA DEL TRENZADO

Las esclavas africanas en Colombia usaron sus trenzados como mapas para
indicar rutas de huida. Activistas recuperan hoy estos peinados para inculcar
a sus descendientes el orgullo de ser negras, el colectivo latino más pobre y
estigmatizado

Los caminos a la libertad de los esclavos africanos los tejieron sus esposas e hijas
en sus cabezas a través de las trenzas»,

En esa época, los trenzados que lucían las mujeres originarias del continente negro
servían para identificarse como miembros de una comunidad o de una etnia
concretas, e indicar su estatus social. Pero su destreza era tal y su situación tan
dramática, que aprendieron a utilizarlos para trazar una suerte de mapas capilares
y cambiar así su espantoso destino.

El modo en que trabajaban las hebras de sus cabellos y en que las disponían sobre
el cuero cabelludo, como si se tratara de obras de cestería, dibujaba rutas de escape
con sorprendente detalle. «Con la 'espina de pescado', los 'gusanitos', el 'banano' o
'los embutidos' (nombres de algunos peinados) marcaban posiciones de vigilancia
y señalaban ríos, senderos, montañas, puentes, los árboles más altos, haciendas o
lugares de almacenamiento de grano o de armas.

Como no estaban tan vigiladas, podían husmear por los caminos que recorría el
amo, escanear el paisaje y fijar en su memoria los accidentes orográficos más
importantes para luego reproducirlos en sus cabezas. Al verlos, los hombres sabían
qué ruta tomar, hacia dónde escapar», Los hacendados nunca sospecharon que los
intrincados estilismos capilares de sus siervas hablaban -y menos aún que lo hacían
de libertad-; tampoco que aquellas hileras de pelos trenzados podían ocultar
valiosos objetos, como fósforos, monedas, granos de oro o semillas, algunas de las
cuales fueron transportadas así desde el otro lado del Atlántico como único
patrimonio. No existe documentación escrita sobre esta fascinante estrategia con la
que las africanas esclavizadas abrieron el tortuoso camino hacia la liberación de los
suyos. «Pero sí una importante tradición oral, que se ha trasmitido entre
generaciones»,y que ha permitido garantizar la permanencia de la memoria de los
supervivientes de aquel tiempo oscuro de profundo dolor e injusticia.

los hombres 'leían' los códigos que llevaban en sus peinados, desde la frente, que
demarcaba el lugar donde se encontraban situados, hacia la nuca, que
representaba el monte cerrado, el lugar hacia el que debían dirigirse en su huida».

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