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metáforas de la guerra en
tiempos de guerra
@chacsol/@andoyendo
Imagen de portada:
Fotomontaje de la serie de Martha Rosler: Bringing the war
home: House Beautiful
2018
RITA
líneas
para la
paranoia
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Las metáforas, formas de vida
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ataque y contraataque que no puede culminar más que con
el triunfo de uno de los conversadores y la aniquilación
(deslegitimación) de los puntos de vista del otro. Sontag, por
su parte, evidencia que la enfermedad del cáncer es
concebida –a pesar de contar con el lenguaje “neutro” de la
medicina— como una invasión ante la que poco pueden
hacer las defensas del cuerpo. Los tratamientos médicos
habituales contra el cáncer actúan en el mismo sentido:
bombardean el cuerpo con rayos tóxicos para matar las
células que se reproducen de forma irregular. A decir de la
ensayista, ese es justo el problema con esta retórica: los
tratamientos tan agresivos para aniquilar a los invasores
dejan desolado al cuerpo que estaba enfermo en tanto
campo de batalla.
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sujeto pensante, un horizonte compartido de interpretación
atravesado por la tradición (Gadamer), que no deja lugar a
dudas de su realidad aunque sus descripciones sean
ambiguas. Porque la forma objeta, es decir, se presenta
como objeto, interfiere en el flujo de nuestra experiencia
como espacio pleno, como imagen, como magnitud distinta
del cuerpo que la percibe, que la tienta, sólo en la medida en
que el lenguaje metafórico de la mirada traza un límite, una
distancia y una distinción entre sujetos y objetos.
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Una forma de vida es, en todo caso, irrupción: insuflar de
pensamiento una forma de modo que gane intensidad, se
colme de sentido, convirtiendo la vida en una fuerza que
objeta. En un objeto que afecta la situación, en un afecto que
trastoca la realidad completa, tal como se comprende desde
una psicología colectiva que se reconoce participante de la
situación, que se escribe/incorpora desde la frontera de la
primera persona y en plural. Es por eso que llamamos
formas de vida (Agamben, Tiqqun) a los modos en que
llegamos a ser aquello que somos, esto es, al proceso de
conformación de las metáforas en las que nos inscribimos:
individuos, hombres, mujeres, personas, sociedad,
ciudadanos, pueblo, población, cuerpos, organismos, que
responden a los distintos cortes que las relaciones de poder
efectúan sobre nuestra existencia. Cada una de estas
metáforas supone deseos, determinaciones, inclinaciones,
sometimientos que se materializan a golpe de las prácticas
de las proximidades y las distancias, de los afectos y de las
violencias, del habla y de los tocamientos, de los trabajos y
de las deserciones.
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lingüísticos no susceptibles de discusión más que en el
terreno de la corrección política, que reduce las metáforas a
categorías intercambiables para tener un mundo más
amable (a lo que Elejabarrieta llama “la retórica del
renombrar”) o a la ampliación de los catálogos de la
diversidad, repertorios de etiquetas que nunca llegan a
cobrar forma, por lo que tampoco pueden devenir deformes
(desbordando las formas), ni informales (confundiéndose
con otras formas), acaso informativas.
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Tiempos de guerra
Hasta hace una década los análisis de la situación social,
política y económica de México se referían genéricamente a
las principales afectaciones de quienes habitamos este país
con el término crisis. Unos años después, la palabra crisis
también fue sustituyendo paulatinamente a precariedad en
los titulares de los medios informativos de varios países
europeos. En México, durante muchos años usamos la
palabra crisis para referirnos a la devaluación del peso
frente al dólar, al aumento del desempleo y el subempleo y
al escandaloso incremento de los índices de pobreza
extrema. La causa principal de la crisis –aún dicen hoy los
analistas— estriba en un sistema económico global basado
en la explotación laboral y el despojo por parte de quienes
controlan los medios de producción, el consumismo y la
sobreexplotación de recursos naturales. "Capitalismo
salvaje", "neoliberalismo" se ha llamado profusamente a
este sistema en textos académicos y columnas de opinión.
Desde que nosotros tenemos memoria –y nuestr*s
progenitores también— este país está en crisis, lo cual bien
podría habernos hecho caer ya en la cuenta de que, como
dice el Comité Invisible, este sistema económico ES la crisis
y se trata, de hecho, de una forma de gobernar.
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son secuestradas o desaparecidas; que la precarización
laboral ha sido instituida y legalizada mediante reformas
laborales; que los mercados que mueven más dinero
incluyen la vulneración de los cuerpos de personas
mediante la trata y el trabajo infantil; que vivimos en medio
de fuegos cruzados entre cárteles, militares, policías y
cualquiera que desee hacer uso de la violencia garantizada
por el Estado; que en este país se asesina a mujeres por el
hecho de serlo; que la protesta y la denuncia son
criminalizadas. Que se refuerzan y se entrelazan las
posiciones de poder desde las cuales se puede decidir el
valor de una vida y el momento y la forma de su muerte: los
mercados, el crimen organizado, el estado y la masculinidad,
desde las que se verifican múltiples ataques hacia nuestros
cuerpos, nuestras posiciones, nuestras formas de vida,
recurriendo a medios físicos de daño, coacción y aislamiento
como las balas y los muros, pero principalmente mediante
las prácticas normativas del clasismo, el racismo y la
violencia de género.
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Estados Unidos y su "guerra contra las drogas" y, junto con
otros estados europeos, su "guerra contra el terrorismo"
vaticinaba que países como Irak, Afganistán, Colombia o
México serían los campos de batalla sobre los cuales se
despliegan las estrategias militares y paramilitares más
sofisticadas del cambio de milenio.
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con el menor guiño desde el escenario para recordar que las
balas y las vidas no son de utilería, para hacernos saber que
hemos sido vulnerados.
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forma de hostilidad con la que lidiamos: estar conminados a
perseguir aquello que nos limita. Esas son las metáforas con
las cuales se nos ha hecho la guerra.
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Tomar posición
Por supuesto que no es divertido hablar de guerra, fuera de
los pasatiempos inspirados por las ficciones
hollywoodenses, y lo que aquí pensamos está lejos de ser
una apología. Pero tampoco basta con no hablar de guerra
para que ésta desaparezca. Mientras, seguimos contando y
nombrando a l*s muert*s de esta guerra, difundiendo y
denunciando por la habitual vía de las "redes sociales" la
crueldad con la que se les ha asesinado, como si fuera lo
único a lo que deja lugar la impotencia. Quienes aquí
escribimos estamos deseando encontrar los modos para
habitar nuestras vidas de forma placentera, constituir un
nosotras expansivo que dé lugar a esas experiencias.
Intuimos que el primer paso es asumir la guerra y actuar en
consecuencia. Intuimos que sólo asumiendo la guerra es que
podremos hablar de "nuestr*s" muert*s y de "nuestr*s"
desaparecid*s y no al revés: no pretendemos un nosotros
que aún no hayamos puesto en marcha mediante la acción.
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En el tan deseable terreno del amor romántico la guerra se
instaura, se legitima y se oculta como en ningún otro campo.
Las “relaciones” se constituyen a partir de una conquista,
que lejos de derivar en la complacencia y el mutuo cuidado
de los cuerpos abre paso a las hostilidades legitimadas por
el estatus que el amor goza en nuestra cultura. Nuestra
subjetividad es colonizada por aquello que más deseamos:
la lógica de la fábrica, con sus tiempos y sus cámaras de
vigilancia, es reproducida en el hogar. El amor romántico es
uno de los bastiones más poderosos del patriarcado y su
violencia de género, esa que nos delimita como hombres o
como mujeres (más recientemente también como gays,
lesbianas, transexuales y otras identidades
convenientemente absorbidas por un sistema normativo)
para situarnos en una jerarquía opresiva y cínicamente
"complementaria". El "hecho biológico" de la diferencia
sexual no es más que el diagnóstico que requiere un sistema
patriarcal –diseminado en todos los cuerpos— para
sostenerse, generando una clase social reproductora, "la
mujer", fábrica de mano de obra (Federici), encargada del
mantenimiento de los soldados y de la cultura (Simmel), por
tanto, el territorio más preciado para conquistar.
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universitario para pensar en conjunto; mientras,
investigamos por nuestra cuenta e inventamos otros
espacios en la ciudad que nos obliguen a brincar los muros
académicos entrando en contacto con otras experiencias. A
veces fantaseamos con el contra-ideal dadaísta de hacer una
psicología destructiva (Hausmann) que implique poner el
cuerpo en la calle, en la trinchera, en la frontera. También
nos confrontan las acciones de nuestras compañeras
feministas. Nos incomodan, porque nos recuerdan que lo
primero con lo que hemos sido privilegiados es con la
palabra, la que proyecta y la que normaliza, la que infunde
orden a los imaginarios colectivos y al estatus material y
económico del mundo.
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y nos recuerdan que los privilegios, nuestros privilegios,
están cimentados en la explotación y el despojo.
Evidentemente, por eso es la guerra.
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Campo de batalla
Todo posicionamiento se da dentro de un determinado
campo de batalla. Nos hemos referido a los espacios
académicos como uno de los campos dentro de los cuales
nos vemos impelidos a combatir. Pero este campo de batalla
se inscribe dentro de otro más amplio que de ningún modo
podemos eludir: el dispositivo ciudad, que actualmente se
configura como un conjunto de cercos que dotan de forma
material a las divisiones socio-económicas, las jerarquías de
género, del consumo capitalista, de la alienación entre los
cuerpos y sus experiencias: coches, fraccionamientos
cerrados, centros comerciales, violencia sexual,
camionetones, vías de alta velocidad, casetas de vigilancia,
trabajos basura, tiempos imposibles, hipermercados, zonas
metropolitanas, pasos a desnivel, periferias desabastecidas,
parques aislados, policía, miedo, terrenos baldíos, distancias
imposibles, carencia de transporte público, zonas
restringidas, cámaras de vigilancia, narcobloqueos, zonas
industriales, asaltos a mano armada, etc., propiciando un
desierto que se instala entre los cuerpos e individualiza las
subjetividades (@chacsol).
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memorias colectivas desaparecen para dar paso a la
emergencia de redes digitales locales y globales que
presumen de mayor eficiencia para el funcionamiento de los
equipamientos urbanos, y de infinita conectividad para las
relaciones sociales, contando entre sus victorias la rápida
articulación de movilizaciones masivas en espacios
públicos. Mientras, los vecinos de los barrios históricos son
despojados de sus modos de habitar, y cada coto privado y
cada fraccionamiento de interés social en la periferia se
convierten en guetos fortificados contra toda forma de vida
que resulte extraña y por tanto amenazante.
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Hacer alianzas
Asumir una posición implica identificar esas otras
posiciones con las que podemos entrar en contacto y
vincularnos. Desde la academia de las ciencias sociales el
panorama suele ser vasto, en tanto que hemos convertido en
objeto de investigación a casi todas las formas de vida que
nos rodean. Incluso hemos contribuido a definir a otros
grupos y hemos engrosado nuestros currículums a costa de
ellos. Lo menos que podemos hacer ahora es utilizar tal
bagaje de información para identificar qué es aquello que
tenemos en común. Identificar los nodos en los que se
concentran y articulan problemas y malestares, ahí donde la
existencia ha de ser tomada como un asunto práctico.
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comer, descansar e ir al baño, exposición continua a asaltos
y extorsiones, sistema de pago basado en la competencia
entre camiones, etc. (Caracol urbano). Aquí vemos cómo
opera uno de los mecanismos de guerra más efectivos para
mantener sometidos a los cuerpos que circulan por la
ciudad: el enfrentamiento entre bandos de afectados,
imposibilitándoles ver qué es lo que tienen en común. En
este sentido, promovemos una alianza inédita entre
usuarios y conductores que parte del mutuo reconocimiento
en un mismo círculo de explotación. Estamos constituyendo
una posición, un frente común en el que confluyen usuari*s,
conductores, estudiantes, investigadores y familiares de
víctimas del transporte público.
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de diez visitas por semestre, pero con el objetivo de
responder a la lógica del tratamiento psicológico
convencional. Tratamiento que se basa en la disposición y
encierro de las personas privadas de la libertad en su propia
individualidad como último horizonte de su voluntad.
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Tácticas y estrategias
En tanto que ocupantes de un lugar de enunciación
legitimado por los ladrillos de una universidad, la hemos
asumido como un emplazamiento desde el cual partir hacia
nuestra siguiente acción. Es por ello que conviene entender
este 'lugar' de partida como una configuración espacial
momentánea, un corte temporal y parcial, que es punto de
partida contrario a una vía o destino. Quienes aquí
escribimos nos posicionamos frente al uso que desde la
academia se ha hecho de “lo popular”, aprovechándolo como
caldo nutritivo de la intelectualidad que aprende y produce
desde el hambre ajena.
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califica al consumo como “razonable” cuando las
condiciones objetivas han clausurado de antemano
cualquier alternativa a la elección.
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una habilidad bien valorada entre practicantes de la magia y
el carterismo que prefieren la discreción antes que el
derroche de pirotecnias distractoras o intimidantes. El
carácter de estas “formas” o “artes de hacer” ha sido
incorporado con maestría al sistema de la producción
industrial, un espacio caracterizado por atar cualquier cabo
suelto que de pie a la variación o la improvisación; pero en
el que análogamente se reconfiguran prácticas
institucionalizadas que permiten el surgimiento de nuevas
formalidades de operación frente la línea de producción.
Estas formas de hacer son compartidas por quienes operan
la línea de producción pero resultan invisibles a los ojos de
supervisores y gerentes, en ocasiones se cristalizan en
periodos de descanso, de formas artesanales de enfrentar
los materiales o de un quehacer improductivo pero se
caracterizan por siempre hacer parecer que se sigue
operando de acuerdo a la normatividad que se ha dispuesto.
El escamoteo permite la introducción de formas artesanales
de antaño, o propias de otros espacios, en el marco temporal
y espacial de instituciones en las cuales no han sido
previstas. Si la lógica industrial ha sido adoptada por la
universidad, ¿por qué no adoptar las formas de resistencia
que en ella habitan?
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aislarse en un ‘ambiente’”. En este sentido la estrategia debe
circunscribirse en un espacio que se ha delimitado como
propio y que, posteriormente, se configura como base para
el manejo de relaciones con una exterioridad distinta. La
táctica, en contraparte, es un cálculo que no cuenta con un
lugar propio, sino que se inscribe en el sitio del cual dispone
la estrategia, por lo tanto no tiene una frontera que la
distinga como una totalidad visible, “no tiene más lugar que
el del otro”. Al no contar con un espacio propio la táctica se
configura en el triunfo de la temporalidad, encuentra el
momento que más oportuno y toma al paso las posibilidades
de provecho. La operación táctica se presenta como una
oportunidad para rearticular las propias prácticas desde los
emplazamientos que nos circunscriben.
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cadena de producción académica. Es en este marco donde es
posible aprovechar la ambigüedad que asigna el trabajo en
un territorio que ajeno (la universidad, el dispositivo ciudad
y el transporte público, la institución penitenciaria), para
trabajar con un estilo que se gobierna en acuerdo con el otro
y desde el cual se reporta hacia arriba de acuerdo a la
convención.
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formas de vida que comparecen, en la emergencia de la
comunidad.
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Referencias
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Fernández Christlieb, P. (2004) La sociedad mental.
Barcelona: Anthropos
31
Simmel, G. (1911) Cultura femenina y otros ensayos.
Barcelona: Alba, 1999.
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Cuerpos parlantes es un espacio que brota de las
necesidades colectivas de hacer, de los feminismos, una
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