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Unidad 3

Zanatta – Historia de América Latina


La década del 60’ en Latinoamérica fue una época de utopías revolucionarias y de reacciones
contrarrevolucionarias:

 Revolución Cubana (1959) fue el desencadenante


 La Guerra Fría (cobra mucha importancia la ideología)
 Los efectos en la pos-guerra: grandes transformaciones sociales
 Peso de los populismos

Había un creciente Anti-americanismo, por lo tanto, crecía la preocupación de EE.UU por su hegemonía en el
hemisferio.

La América Latina del siglo XX se caracteriza por:

- En la religión: se estaba dando la “Teología de la liberación”, con la idea de que la fe sea una liberación para los
países oprimidos. Era una mezcla de ideas religiosas con ideas marxistas.

- En lo económico: La “Teoría de la independencia” postulaba que la economía latinoamericana del siglo XX era
desigual y perjudicaba a los países denominados periféricos (que disponían de materias primas con bajo valor
agregado), mientras los países centrales se enriquecían cada vez más (contaban con una producción industrial
con alto valor agregado). El socialismo se levantó contra esto.

- En lo político: El socialismo y el Nacionalismo confluyeron en los movimientos guerrilleros de Castro y Ernesto


Guevara.

Desde la Revolución Cubana hasta la Revolución Sandinista en Nicaragua (1979- había derrocado la dictadura de la
familia Somoza y se instauró un nuevo gobierno marxista). América Latina empezó a vivir una larga etapa
revolucionaria, se podría decir que la palabra “Revolución” es clave en la época.

Las grandes transformaciones sociales y económicas que se dieron durante y después de la segunda
guerraexigían respuestas que nunca fueron dadas, las instituciones democráticas tampoco parecían dar
respuesta, ya sea en los gobiernos conservadores o en los populistas.

Las fuerzas revolucionarias que se fueron formando reflejaban un fuerte imaginario político que aspiraba a crear una
sociedad cohesionada y armónica, para los cuales la democracia era un concepto social más allá de la forma
política que se le diera; así se propusieron curar las heridas de la sociedad no a través de herramientas de la
democracia parlamentaria sino con la fuerza de la violencia revolucionaria.

La Revolución en Cuba fue un caso peculiar en las revoluciones socialistas del siglo XX.

- Cuestión Nacional, es decir, se relacionaba con el nudo irresuelto de la independencia cubana y las
relaciones con Estados Unidos (la isla había caído en un protectorado político, económico y militar
estadounidense).
- Cuestión social: los campesinos se encontraban desocupados gran parte del año, cuando el cultivo de la
caña de azúcar se detenía por alguna cuestión. El peso del capital estadounidense en la economía había
transformado la cuestión social y la cuestión nacional en la misma cuestión.
- Cuestión política:1952 el golpe de Estado de Fulgencio Batista. Había una gran polarización causada por
este gobierno autoritario con su brutal violencia. Los guerrilleros de la Sierra Maestra se unieron con otras
fuerzas dispares para juntar poder, y muchas de ellas abandonaron el proceso y se pusieron en contra cuando
Castro dejó de lado la recuperación de la democracia parlamentaria y se entregó al orden comunista. Lo que
pasó fue que la revolución adoptó reformas económicas, sociales y políticas que, con el tiempo, se
asemejaron al modelo socialista, además de su explícita adhesión al bloque soviético en la Guerra Fría.

El gobierno revolucionario realizó cambios:

- En lo político:adhesión al bloque comunista, desarrollo del socialismo. Además imaginaron una democracia
popular o directa alimentada por la fuerza moral del “hombre nuevo” surgido de la revolución. Planteaban un
sistema de participación política diferente al de lo que llamaban “democracia burguesa”, fundando
numerosas organizaciones de masas:comités de defensa de la revolución, federación cubana de mujeres, entre
otros.
- En lo económico:nacionalizó la industria, realizó una reforma agraria radical, el Estado asumió el control de
los medios de producción; sin embargo el proyecto industrializador de la isla no tuvo los resultados
esperados y se vieron obligados a confiarse de la subvención soviética.

- En lo social: actuó movida por una inspiración igualitaria, con medidas como mejorar y universalizar el acceso
a la educación pública y a los servicios sanitarios.

A medida que se fue institucionalizando el régimen político de la revolución cubana fue adoptando los
regímenes típicos del socialismo de partido único e ideología de Estado, esto fue sancionado por la constitución
de 1976 y nuevamente en la reforma constitucional del 2002, ya era irrevertible el socialismo cubano.
Las primeras guerrillas fueron rurales y estaban inspiradas en lo ocurrido en Cuba (doctrina guerrillera elaborada
por Guevara). Se dieron en aquellos países en los que la integración social y política de las masas había
permanecido bloqueada, pero fallaron en todas partes (Guatemala, Perú, Venezuela y Bolivia- donde en 1967 fue
asesinado el Che).

Esto fue así por varias razones como la dura reacción de los gobiernos y de los militares locales apoyados por
EE.UU, las diferencias de vida con Cuba, las divisiones entre los revolucionarios (en muchos casos adversos a los
partidos comunistas). Solo en Nicaragua se dio el triunfo de una guerrilla cuando destruyeron la dictadura de la
familia Somoza en 1979.

En los años setenta las guerrillas rurales morían mientras nacían otras nuevas en los países más desarrollados
de la región, a través de bases urbanas y estudiantiles. En el caso de los montoneros argentinos, por ejemplo,
nacieron de los viejos movimientos populistas en contra de los regímenes militares. Sin embargo estas nuevas
guerrillas tampoco tuvieron éxito o lo tuvieron en algún momento pero lo pagaron caro con represión y
medidas de violencia clandestinas. No por esto los populismos perdieron fuerza y resistencia: esto se ve reflejado en
el retorno de Perón en el 73’ que murió al año siguiente.
La década de los 60’ hasta mediados de los 70’ fue la etapa más dramática de América Latina en el siglo XX.

- El crecimiento económico era débil dado que también crecía la población increíblemente; las masas
presionaban buscando ocupación y las personas que recién se habían instalado en las ciudades no podían
encontrar mejores condiciones.
- La industria avanzaba, pero se estancaba la agricultura, el sector que más creció fue el de los servicios
(terciario) que marcaban la expansión de los empleos marginales.
- Los conflictos más violentos y las ideologías más radicales se daban en las universidades.
- El perfil social de América Latina era cada vez menos parecida a la pirámide de la sociedad europea y más
parecida a las áreas más periféricas: donde el proletariado urbano no ocupaba los escalones más bajos
sino que allí se encontraban una gran cantidad de personas denominadas “subproletariado”, eran multitudes
marginadas que habían crecido con fuerza y rapidez desde 1960. Las ciudades se estaban poblando ya
peligrosamente.
- La gran cantidad de capitalesextranjeros que se invertían en la economía en esos años acrecentó la
dependencia y, a pesar de que tuvo efectos buenos en cuanto a la ocupación y el avance tecnológico,
también acrecentó el nacionalismo anti-imperialista de las corrientes revolucionarias. La concentración de
la riqueza era cada vez mayor y esto aumentaba los conflictos sociales.
- En las mayores ciudades de América Latina se llevaban a cabo protestas de estudiantes, por ejemplo en
Córdoba y Rosario, en Argentina, cuando en el 69’ pusieron de rodillas al régimen militar de Onganía. A esto se
sumaban conflictos protagonizados por nuevos movimientos campesinos sobre todo en México y Chile,
además de los conflictos industriales sobre todo en la minería de Chile, Perú y Bolivia, y en Argentina,
Brasil y México (donde, durante los populismos, habían crecido los sindicatos). Pero todos estos movimientos
fueron doblegados por la oleada contrarrevolucionaria.

La CEPAL había planteado como salida de la periferia el estructuralismo, que en un primer momento se denominó
“desarrollismo”, que inspiró a varios gobiernos, como Kubitschek en Brasil o Frondizi en Argentina.

Al igual que los populismos anteriores a ellos proponían:

- el crecimiento de la industria
- el papel del Estado como motor
- la expansión del mercado interno,

La diferencia es: Los populismos tenían como foco la distribución de la riqueza, y el desarrollismo en el desarrollo.

El mejor ejemplo fue el de Kubistchek que con el arquitecto Oscar Niemeyer construyeron Brasilia, ubicada en el
medio de Brasil y que luego pasaría a ser su capital.

El desarrollismo se proponía:

- aprovechar al máximo el mercado mundial con gran atracción de capital extranjero con el fin deampliar la
industria interna
- volver más autónomo al mercado interno, como pasó con la instalación de grandes empresas de autos en
países latinoamericanos

Fue sometido a numerosas críticas, pero sobre todo a la crítica nacionalista y marxista, y a partir de estas críticas
surge la “teoría de la dependencia”: que desde el principio conjugó al marxismo y el nacionalismo.

Pero esta corriente, si bien planteaba al socialismo como la única manera de salir de las injustas estructuras
económicas, no aclararon nunca de qué modo se haría ni qué socialismo tenían en mente, entonces todo lo que
decían era tomado como utópico o sin sentido.
En esta época había una visión organicista del mundo, es decir: concebir al orden social como una totalidad. Esto es:
como un conjunto superior a las partes (individuos). Entonces: los individuos son sacrificables, ya sea en nombre de la
revolución o de la contra-revolución.

Lo que caracterizaba las ideas del Che es que planteaba un marxismo particular:

- la socialización de los medios de producción


- la planificación económica
- la dictadura del proletariado
- el anti-imperialismo
- su principal objetivo era: tomar la ética y la voluntad como principales motores de la revolución.

El auge de la sociología también permitía mantener la idea de que las injusticias latinoamericanas residían en las
estructuras sociales y que las instituciones eran meras superestructuras que reflejaban las relaciones de
dominación social. Esta idea se expandía a tal punto que incluso en los documentos de la iglesia denunciaban las
injusticias estructurales de la sociedad de la región.
Estas convulsiones que se dieron en esta época sacudieron a la iglesia entre los años sesenta y ochenta. La iglesia
era tomada como la defensora de pobres y débiles, y se esperaba mucho de ella, se esperaban respuestas. También
se ponía en crisis la idea de la vida eterna, entre otras cuestiones. Pero lo más importante fue que se expandían ideas
en la sociedad que eran ajenas al catolicismo. Muchos sacerdotes, así como pasaba en Europa, habían hecho propia
la idea de crítica social y la perspectiva clasista, y aunque sufrieron censuras de las autoridades eclesiásticas, de a poco
se fueron adaptando a realizar ciertas iniciativas sociales a favor del bienestar social que antes eran consideradas
como herejías (esto pasó sobre todo el Argentina y no tanto en Brasil, por ejemplo).

Surge así: el anti-imperialismo católico.

En los casos más extremos se realizaba la justificación de la violencia revolucionaria que algunos religiosos
decidieron practicar, por ejemplo Camilo Torres, un sacerdote colombiano muerto en combate.

En este contexto nace la “teología de la liberación”: una unión entre el marxismo y el catolicismo.

Muchos de sus seguidores sostenían que había que proponerse buscar la justicia social porque es imprescindible
para fundar un orden terrenal coherente con el planteado por el evangelio. Obvio que existieron ciertos conflictos
desde los sectores más conservadores de la iglesia hacia los renovadores y esto provocó muchas veces feroces
represiones en los años setenta.

Objetivo:la preferencia por los pobres, promoviendo la liberación del hombre de las garras opresoras. Estaba fundada
en la praxis, en la acción social, por lo tanto, muchos sacerdotes iban a los sectores más populares y hacían lecturas
masivas de la Biblia para interpretar la realidad cotidiana e intentar superar la opresión constante. Eran anti-liberales en
la política y anti-capitalistas en lo económico.

Entre tanta lucha de revolución y contra-revolución el reformismo fracasó en Latinoamérica, sin embargo apostó a
su crecimiento el presidente Kennedy, de EEU, quien lanzó en el 61 un proyecto de cooperación hacia América Latina,
como si fuera un plan Marshall para esta región, sin embargo fracasó.

El principal objetivo era: el de prevenir el comunismo, el capitalismo tenía mantenerse en este hemisferio, y lo hicieron
promoviendo el desarrollo y el mejoramiento de las condiciones de vida: esto era una cuidadosa estrategia contra-
revolucionaria.

La Alianza para el Progreso se basaba en la idea de modernización, y obviamente tuvo muchas críticas por parte de
los teóricos de la dependencia. Como incrementaron la industrialización también creció la clase media otorgando
equilibrio, pensando que terminarían instalando una democracia sólida y, por lo tanto, fiel al capitalismo occidental.

Su efectos positivos fueron:

- el incremento de la participación del Estado en las economías locales


- reforma agraria y fiscal
- inversiones públicas en salud y educación, entre otras cuestiones.

Sin embargo fracasó: algunos dicen que fue porque cuando asesinan a Kennedy en el 63 asume Johnson y,
supuestamente, no siguió fiel al proyecto de su antecesor, otros dicen que este proyecto estaba errado desde un
principio, entre otros. Además lo que había sucedido era que las clases medias estaban asustadas por el
crecimiento rápido del subproletariado y entonces empezaron a apoyar más al autoritarismo que a la democracia.
Además otros dicen que fue por la diferencia de condiciones en Europa (Plan Marshall) y en Aca Latina.

El chile de Salvador Allende:


En el 70 fue electo presidente de Chile el socialista S. Allende, que estaba al frente de la Unidad Popular: compuesta
por partidos en su mayoría marxistas, entre los cuales se encontraba el Partido Comunista Chileno.

Tres años después se suicidó por un violento golpe de Estado que le hicieron, conducido por Augusto Pinochet
mediante una brutal represión, e instaló una larga dictadura.
El caso de la Unidad Popular fue único porque era la primera vez que un gobierno marxista asumía por vía
electoral y quería construir el socialismo mediante métodos democráticos.
Chile se destacaba por su antigua y sólida democracia, uno de los países menos sensibles al comunismo. El éxito de
Allende era una amenaza para el bloque capitalista en la Guerra Fría, por lo tanto, EEUU se decidió desde un
principio acabar con él.

Logros de Allende:

- Nacionalizó el cobre (reserva más importante del país)


- realizó una radical reforma agraria
- tomó el control de muchas industrias, etc.

Estados Unidos había hecho todo lo posible por impedir que ganara las elecciones en el 70, pero como asumió, el
gobierno de Washington inició una política para derribarlo.

La política económica de Allende:

- se mostró muy bien en el primer año, pero después se fue mostrando insostenible
- la inflación se elevó mucho y en poco tiempo la balanza comercial colapsó
- la economía se convirtió en un caos
- comenzaron a faltar bienes primarios
- se propagó el mercado negro.

Esto generó protestas por parte de la sociedad. Poco a poco la derecha conservadora y el centro
democristiano unieron sus votos en el Parlamento con la creencia de que el gobierno estaba violando la
Constitución y llevando al país a un comunismo sin retorno, y esto abrió camino para el violento golpe de
Estado de Pinochet en el 73

El ciclo de la contra-revolución:
La oleada revolucionaria de esta época fue sofocada por una violenta ola contra-revolucionaria que llevó al
nacimiento de muchos regímenes militares que tenían a la guerra fría como legitimación.

Estos no se limitaron a mantener el orden sino a cambiar las estructuras sociales favoreciendo la acumulación
de capital para el despliegue industrial. Dejaron atrás el modelo desarrollista para invocar el neoliberalismo.
Tal fue el peso de la contra-revolución que muchos de los regímenes militares surgidos se denominaron a sí
mismos como: “Revoluciones”. No todos fueron iguales en los diferentes países y además no fue el mismo peso el
que Estados Unidos ejercía a través de ellos. Se trataba de autocracias personalistas.

Las FFAA se encontraban divididas con el fin de lograr sus principales objetivos: seguridad y desarrollo, para
algunos sectores de ellas no había seguridad sin desarrollo, y para otras era impensable el desarrollo sin el
orden.

Los países latinoamericanos vivieron largas etapas militares que se iban sustituyendo unas a otras.

El primero y más largo fue el de Brasil (de 1964 a 1985)

En Argentina

Ffue distinto porque el primer régimen (Onganía – 1966) no alcanzó a consolidarse por las movilizaciones
sociales hasta el punto en que se sintió obligado a dejarle el poder a su mayor enemigo: Perón (73), sin embargo las
diversas facciones del peronismo se organizaron en contra de la tercer mujer de Perón: Isabel (María Estela
Martínez) quien quedó en el poder después de la muerte de su marido en el 74 pero se mostró incapaz de
gobernar. En 1976 el poder cayó nuevamente en las manos de las FFAA que arrasaron violentamente con
todo,pero empezaron a entrar en crisis luego de la derrota en Malvinas (82) hasta que en el 83 se recuperó la
democracia con Alfonsín.

En Chile
Fue el inicio de una larga dictadura en la que el poder personal de Pinochet inauguró en América Latina las
reformas neoliberales, que luego marcharían por toda la región, en los diferentes países.

Los países en los que se establecieron estos regímenes fueron aquellos en los que los Populismos y sus raíces
eran muy fuertes, como Argentina y Brasil, o donde parecía que se iba a instalar el socialismo como en Chile. En
los años sesenta los regímenes militares fueron menos violentos y estuvieron más inclinados hacia el
desarrollismo, en cambio en los setenta se volvieron mucho más violentos hasta llegar al terrorismo de Estado y
cambiaron el modelo económico inclinándose hacia el neoliberalismo.

En Argentina cuando se dio el golpe del 73 el país estaba desgarrado por los atentados cometidos por la
AAA:Alianza Anticomunista Argentina (grupo paramilitar de extrema derecha por un lado, y por el otro los montoneros
que invocaba el socialismo nacional). Cuando se dio este golpea muchos argentinos, particularmente los sectores
medios, cansados de tantos años de violencia y retórica revolucionaria, les pareció natural, es decir que había un
consenso implícito al que se le sumaba un clima de terror y esto convenció a las FFAA de que eran lo bastante
fuertes para erradicar la subversión sin tener ningún tipo de cuidado en los modos de hacerlo (masiva represión
clandestina – desaparición de personas, secuestradas y la mayoría de las veces asesinada a través de diversas
torturas), todo dentro de una apariencia de normalidad cuyo punto máximo fue el Mundial 78. El orden restaurado
era el único éxito del que se podían jactar, porque no tuvieron éxito en lo económico. Cuando se dio la derrota
de Malvinas y fueron apareciendo grupos que luchaban a favor de los dd.hh entre otras cuestiones (como las
Madres de Plaza de Mayo) se fue formando un ultimátum para este régimen militar.

El Brasil de los militares:

La dictadura brasileña empezó en el 64 y se prolongó hasta el 85, fue una larga fase en la que el país cambió
muchísimo.

Los militares veían en peligro la seguridad del país en manos del presidente Joao Goulart a quien acusaban de
simpatizar con el comunismo. Creían que el desarrollismo estaba obstruido por el populismo del gobierno,
con estas ideas y el apoyo de EEUU los militares tomaron el poder mediante un golpe al que llamaron:
“Revoluçao”:

- prohibieron los partidos políticos tradicionales


- ejercieron un gran control sobre los medios de comunicación
- mantuvieron abierto el parlamento pero lo limitaron en gran parte de sus funciones
- Mantuvieron un orden político vigilado en el cual figuraba un partido del gobierno oficial y otro de oposición
moderada.

Cuando, a fines de los 60, surgió la guerrilla a partir de protestas estudiantiles y sindicales, y la iglesia tomó
distancia del gobierno, el régimen utilizó toda la fuerza que fuera necesaria: la tortura se volvió habitual.

A partir de 1974 abrieron una larga fase de liberalización con el objetivo de lograr una democracia fuerte y
controlada, así garantizaron la seguridad y se comprometieron con el desarrollo porque decían que si Brasil no
estaba desarrollado era presa fácil del comunismo, además decían que a la nación le correspondía un destino de
grandeza. Los protagonistas de este proceso de desarrollo fueron el Estado, el ingreso de capitales extranjeros y el
capital privado nacional.

Este país, entonces, vivió una modernización autoritaria:

- Se elevaron las exportaciones industriales y la ocupación laboral en la industria.


- Fue desigual, para los militares era: primero el desarrollo y luego el mejoramiento de las condiciones
sociales.
- Gran reducción del analfabetismo
- Boom demográfico que llevó a la rápida urbanización
- La desocupación era muy elevada
- Los salarios caían la brecha que divide ricos y pobres crecía cada vez más.

Modernizaron Brasil pero dejaron pendiente su integración social, pero había un consenso implícito sobre todo de
los sectores medios que se vieron beneficiados por el crecimiento económico. Esto fue así hasta que a mediados
de los años 70 estos sectores de apoyo implícito comenzaron a sentir la opresión y a hacer valer su voz para
inducir a la liberación.

En los años 60 y 70 Latinoamérica comenzó a sumergirse en el neoliberalismo:

- Abierto al mercado mundial, que comenzaba a dirigirse hacia la globalización.


- Se imponían gobiernos destinados a desarrollar la economía, favoreciendo la acumulación de capital interno y
atrayendo todo el capital externo que fuera necesario.
- El Estado mantenía, en casi todos los casos, un rol clave directo o indirecto para promover el desarrollo anudado
a la industria (asegurar la producción de los bienes vitales para el mercado interno).

Este modelo se diferenciaba del desarrollismo:por la radicalidad y los métodos autoritarios.

La base era: en los países periféricos latinoamericanos la clave era suspender la democracia, ya que tendía a
desembocar en populismos, hasta que el desarrollo alcanzara las condiciones sociales para hacerla sostenible,
esto significó:

- censura del parlamento


- de los partidos políticos
- de la prensa
- control de los sindicatos
- represión de la oposición

Porque todos estos factores crearían el clima de orden necesario para que los capitales externos hicieran
inversiones productivas de larga duración. Según estas expectativas los únicos que tuvieron éxito fueron Brasil y
México, pero dejando una herencia a sus sucesores de total desigualdad social y endeudamiento externo. Todo era
peor en Argentina y Chile donde la resistencia populista era más fuerte y amplia.

El Chile de Pinochet: vidriera neoliberal:

Pinochet estuvo desde el 73 hasta el 89 y marcó el inicio de una nueva era nacional, persiguió sus objetivos con
nuevos y drásticos métodos basado en los tecnócratas liberales. Así el país se embarcaría en el camino del
crecimiento económico y reducción de la pobreza por medio de una democracia protegida, bajo la tutela de las
fuerzas armadas.

Fueron típicas recetas económicas liberales:

- se redujo la participación del Estado en la economía realizando privatizaciones masivas


- abrió el mercado nacional al comercio exterior
- eliminó el control sobre los precios e incentivó la exportación y la diversificación.
- La tasa de desocupación crecía cada vez más en sus años de gobierno
- las protestas eran gravemente reprimidas.

Existen argumentos favorables sobre su balance económico:

- dicen que fue tan extraordinario el crecimiento económico que los gobiernos democráticos que vinieron después
no demolieron sus fundamentos.
El régimen de Pinochet revolucionó drásticamente la estructura productiva chilena. Durante esta dictadura había
crecido una gran clase empresarial que eran beneficiadas económicamente y además por sus lazos cercanos al
régimen, esta clase le brindó gran apoyo a Pinochet, además de que los sectores medios estaban mejorando sus
condiciones de vida. Cuando dejó el poder seguía tendiendo casi el 50% del apoyo chileno.

La Doctrina de Seguridad Nacional:

Fue la ideología más o menos oficial de los regímenes militares, que consistía en que –teniendo en cuenta la Guerra
Fría- el bloque comunista atentaba contra el bloque capitalista, esta doctrina surgió inmediatamente después de la
Revolución Cubana.

Estos regímenes buscaban legitimarse en un “occidente cristiano”.

La idea era: ver a la nación como una comunidad orgánica (concepción organicista) que compartían con los
populismos a los que tanto querían derrocar.

El comunismo amenazaba a la unidad nacional, un enemigo enmascarado e ideológico (porque era una ideología que
se daba en el interior de la sociedad, como escondido, y envenenaba a la juventud como si fuera un virus). Por esto la
represión atacó violentamente contra los sectores intelectuales.
Chile, Paraguay, Bolivia, Uruguay y Argentina, por medio del Plan Cóndor, se prestaron asistencia recíproca para
perseguir con mayor eficacia a los opositores en los países vecinos. Se trataba de Estados terroristas que violaban
hasta las propias leyes del país. Argentina fue el caso en donde la represión asumió las peores formas.

Estados Unidos y su hegemonía en riesgo:

Los años entre la revolución cubana y los 80, cuando la Guerra Fría casi estaba terminando, fueron los de más
presencia estadounidense en Latinoamérica, Cuba fue expulsada de la OEA en 1962.

La oleada revolucionaria que había comenzado en Cuba ponía en riesgo la hegemonía estadounidense, ya que, en
América Latina, el socialismo y el nacionalismo encontraban un punto en común: el anti-imperialismo.

A eso se sumaba la debilidad del liderazgo estadounidense. El enemigo ya estaba en casa y, de acuerdo con la D. de
S. Nacional, era necesario actuar sobre él.

Desde el 62 la ayuda de EEUU hacia las FFAA latinoamericanas fue creciendo, había un gran número de consejeros
militares estadounidenses, particularmente en América Central. Y existían cursos en los que los militares
latinoamericanos eran preparados para luchar contra las guerrillas. Cada vez había armas más modernas y
precisas, fáciles de transportar, útiles para combatir la guerrilla. Pero esta relación de EEUU con Aca Latina cambió
luego del 76, sobre todo por el resultado de la guerra de Vietnam, porque había debilitado aun más el prestigio del
país y, por lo tanto, su hegemonía. Además en América Latina la amenaza comunista ya no dominaba, salvo en
América Central. Luego deWashington asume Carter y se propuso terminar con el desafío entre los dos bloques y
además impuso el respeto de los derechos humanos amenazando con sanciones a los regímenes que los siguieran
violando. Sin embargo la política de Carter no tuvo éxito y pronto terminó, más que nada porque decían que estaba
a favor de los soviéticos y que debilitaba a los aliados.

Los marines en República Dominicana (1965):


Johnson mandó a 18.000 marines y demás tropas a República Dominicana en el 65, para evitar que asumiera un
presidente acusado de comunista, y fue disfrazada como una “acción de paz”. Al año siguiente lograron lo que
querían y asumió como presidente Balaguer (aliado de los EEUU) e impidieron el retorno al poder de Juan Bosch,
que había sido depuesto por los militares en el 63. Este país tenía una serie de semejanzas con Cuba, sobre todo
por su cercanía geográfica y por su estructura económica similar a la dictadura de Batista. Esta fue la primera vez
que las tropas latinoamericanas desembarcaron y combatieron en Latinoamérica desde los años 20 que
Roosevelt había proclamado la “no-intervención”.

Las clases olvidadas en la Revolución Cubana – Marcos Winocur


Cuando los conquistadores llegan a Cuba no encontraron el oro que buscaban pero sí encontraron tierras
fértiles y no tardaron en instalar la explotación indígena agropecuaria: ellos les habían abierto las puertas a sus
conquistadores y explotadores, creyendo que eran enviados de los dioses.

Entonces se establece el régimen colonial. Todo esto sumado a que la conquista se dio en términos de
exterminio, y los que no habían muerto en un principio morían de a poco a través del trabajo forzado, las
migraciones, las epidemias, la guerra o los suicidios colectivos.

La colonia aparece como una continuidad de la conquista, era como si la espada se hubiera remplazado por los
instrumentos de labranza. Bajo la colonia van creándose, poco a poco, las clases sociales. A medida que pasaban
las generaciones los hacendados españoles dejaban de ser españoles e iba creciendo un sentimiento de
nacionalidad entre los que estaban formando la clase criolla poseedora:los terratenientes ganaderos y azucareros.
También para la exportación se cosechaba tabaco y café. De a poco el azúcar fue pasando a primer plano y el
ganado al segundo.

Hacia el año 1512 se dio un primer cargamento de esclavos africanos con destino a Cuba, para que
remplazaran a los indígenas que ya no soportaban el trabajo forzado, y eran enviados por el mercado mundial
que demandaba azúcar. La colonia abarcó cuatro siglos.

Para 1841 superó el millón de habitantes y casi la mitad eran negros. Corría el siglo XIX y el mercado mundial
reclamaba más azúcar, y entonces ahora, en lugar de aportar esclavos, aportaron tecnología, y así la fuerza de los
animales y los hombres se iban remplazando por máquinas y se producía más rápido. El esclavo pasó a ser
asalariado, y dejaron de mandar negros africanos, en lugar de eso se abrió la puerta a la inmigración. Pero este
desarrollo que estaba viviendo la isla no era en función del mercado interno sino de los mercados mundiales, de
las exigencias externas; además solo producían azúcar, convirtiendo a Cuba en un lugar de mono-producción.
En el siglo XX comienzan a establecer lazos con EEUU, sobre todo por la cercanía geográfica, y el destino
azucarero pasó a ser ese país.

Después de las dos guerras que había tenido Cuba por la independencia, se alejaron de España y se acercaron
a EEUU, y en 1902 –por fin- se inaugura la república.

La capital (La Habana) era:

- el asiento de la autoridad colonial


- el polo burocrático-militar, puerto
- centro de atracción turística.

Ya instalada a república se forma el cuartel Columbia, donde se concentraba la fuerza, y de donde partió el golpe
de Estado del sargento Fulgencio Batista.
Antes de la independencia España funcionaba como intermediario entre Cuba y el mercado mundial y, a su
vez, recortaban la cuota del plustrabajo destinado a la burguesía.

En el siglo XIXlos hacendados comienzan a tomar conciencia de clase, a conocer sus intereses y su enemigo:
el imperio español, por eso son ellos quienes asumieron el rol dirigente en la guerra patria de 1868 que duró diez
años y fue un intento fallido por la independencia.

A su vez, la pequeña burguesía de las ciudades también crecía en este aspecto, pero les faltaba potencial
social y económico.
La trata de esclavos después de la abolición seguía existiendo, pero resultaba más difícil y más caro que pagar
un salario. El país crecía tecnológicamente mientras luchaban por su independencia.
En el oriente de la isla existía una débil concentración de la riqueza, y la tecnología se hacía más difícil de
funcionar. Entre los hacendados se generó una competencia que tendía a desplazar de los mercados a quienes
no alcanzaran a mecanizarse a tiempo, por eso Oriente siempre salía perjudicado.

Los cubanos no podían separarse del mercado mundial. Fue así que la primera guerra por la independencia
surgió de los hacendados de Oriente que, además de sus intereses, representaban los de toda la nación. Sin
embargo el imperio concentró sus fuerzas militares y la colonia siguió vigente.

Aunque el sentimiento de independencia continuó vivo y años después se realizó otra guerra a partir de
hombres de muy distinto sector social, y esa fue la triunfante.

Pero además de España existía otro problema, EEUU:

En 1860Cuba distribuía más producto a los Estados Unidos que a España, además de Inglaterra y otros países
con los que no tenía un tráfico regular. Mientras España se reducía a exportarles mercancías Estados Unidos
exportaba capitales.
En 1895, también por la vía de Oriente, a través de sectores ligados a los intereses de las masas rurales, clase
obrera y pequeña burguesía, se inicia la segunda guerra por la independencia.

Ya para ese entonces había muerto en el campo de batalla el líder de la independencia José Martí (que,
silenciosamente, estaba en contra de los hacendados que simpatizaban con EEUU, aunque no lo decía porque
necesitaba el apoyo de esos hacendados). Tomás Estrada Palma, uno de los hacendados de la primera guerra por la
rev., había enviado una carta al presidente norteamericano asegurándole la cooperación del ejército cubano con las
fuerzas militares de EEUU.

La segunda guerra terminó en 1902 y se independizaron de España, pero EEUU seguía presionando en la isla, y
ahora se reservaba el derecho de continuar interviniendo militarmente en ella.

Entonces Cuba pasó de colonia a semi-colonia y de esclavismo independiente a capitalismo dependiente.


Además seguían con el mono-cultivo (azúcar), la no industrialización, y EEUU se beneficiaba con esto, les decían
que si tenían azúcar y un comprador seguro no tenía la necesidad de crear fábricas, entonces este país le brindaba
las manufacturas.

Pero se dio la necesidad de crear una cuota: Estados Unidos podía comprar cierta cantidad de azúcar y ni un grano
más, y una vez cumplida esta cuota podían vender a los diferentes países que concurrían al mercado mundial. Pocos
países dependían tanto de su comercio exterior como Cuba.

A partir de 1953 se dio una política de zafras restringidas y obviamente disminuyó el ingreso nacional, además
de los niveles de desocupación altísimos.

1955 fue el año de más corta zafra: solo dos meses. Siempre era la historia de siempre, sin el azúcar no había
país, y sin zafra no había azúcar, por lo tanto no había ingresos y subía la desocupación. Las zafras
restringidas eran bien vistas en los mercados exteriores, porque significaba menos competencia, y entre estos
se destacaban los cultivadores norteamericanos de remolacha azucarera y de caña también.

Entre 1954 y 1958 se realizó el Convenio de Londres: funcionó como un regulador, los países productores de
azúcar se distribuirían la participación en el mercado mundial, y a cada uno se aseguraba un volumen mínimo de
azúcar y así impedir la caída de los precios internacionales. Entonces este convenio se articuló con las zafras
restringidas, ya que, establecía cuánta azúcar se debía producir.

Ahora Cuba tenía dos obstáculos: las zafras restringidas y el Convenio de Londres.

Solo quedaba una esperanza: la cuota norteamericana, pero bajaba cada vez más debido a su competencia con
los remolacheros norteamericanos. Las voces de los hacendados comenzaron a hacerse escuchar: contra las
zafras restringidas, contra el Convenio de Londres, contra las medidas tomadas en EEUU, y también en lo político:
contra el gobierno de Fulgencio Batista.

Con los buenos tiempos la burguesía azucarerase olvidaba de la situación de dependencia, pero en los malos
tiempos se sentía vivamente tocada.

En esa época hasta las canciones de moda repetían la frase “sin azúcar no hay país”.

Julio Lobo, el mayor productor de todos, el patriarca azucarero, salió a argumentar contra las zafras
restringidas en nombre de sus colonos, en 1958, salió al encuentro de los remolacheros en su propio país.
Comenzó a ser reconocido internacionalmente como El Rey del Azúcar, y decía: “debemos modernizarnos o
morir”, “competir o perecer”, y para competir era necesario producir a pleno, es decir: con el sistema de
zafras libres.
Otra guerra se gestaba en el país desde la provincia de Oriente, en sus montañas se hacía cada vez más fuerte la
guerrilla comandada por Fidel Castro. Era un ultimátum directo a la dictadura de Batista.

Su espíritu revolucionario se fue contagiando rápidamente en Cuba, por eso contaban con un apoyo creciente,
incluso les llegaba solidaridad por parte de la burguesía azucarera (pero de Oriente), ya que, la población venía
sufriendo las malas condiciones económicas y el peso de la dictadura. Entonces comenzó a darse una cadena
de protesta-represión-protesta, que iba en ascenso.

Fidel decía que, aunque la revolución se tornara un poco amarga para los hombres de negocio, pronto iban a
encontrar beneficios a través de ella, ya que, era tan moral como política. En esos años todavía no se había
adherido al socialismo. La revolución que estaban gestando tenía por objetivo un enfrentamiento militar decisivo en
contra de Batista.

En 1958 se firma el Pacto de Caracas: el documento fundamental de unidad de las fuerzas de la oposición. Junto
a Castro marchaba el ex presidente depuesto por el golpe de Estado del 52’, personalidades sin partido,
hombres vinculados a las altas esferas de negocios. El Pacto de Caracas convocaba a la nación entera, con
expresa mención de los hacendados. Algunos hacendados (los más listos) descubrieron que hacía rato que
estaban en contacto con el “26 de julio” (denominada así la organización de Castro), otros (los más
comprometidos con el gobierno) decían que no iban a combatir a Batista, aunque eran pocos. Fulgencio Batista ya
casi no tenía apoyo.

A la frase “sin azúcar no hay país” los obreros cubanos por medio de su Asociación Nacional, le agregaban “pero
sin obreros no hay azúcar”, y siempre estaba en boca del dirigente proletario cubano Jesús Menéndez.
Comenzaron a realizar huelgas para salir del panorama indiferenciado en el que los había colocado la burguesía
azucarera. Los trabajadores del tabaco fueron la rama que creció de manera autónoma: habían tenido mucho
éxito en la colonia y no habían empleado mano de obra esclava sino libre y muchos de ellos participaron en la
primera lucha por la independencia liderada por José Martí.
Cuando se inició la república la clase obrera fue creciendo en número y también en organización, al mismo
tiempo que adquiría experiencia.

En 1933 realizaron una huelga general política que, articulada con un alzamiento cívico militar, derribó la
dictadura de Machado y dio paso a un gobierno distinto, y eso mostró la fuerza que había adquirido la clase
obrera. Como resultado de esto asumió el gobierno nacionalista de izquierda que tenía como presidente a Raúl
San Martín, que intentó desatar un poco la dependencia, pero cayó en 1934, porque asume Fulgencio Batista,
quien empezó a explotar al país completamente, sobre todo la parte de turismo.

Cuba todavía se encontraba bajo la Enmienda Platt: un anexo en la constitución que se realizó durante la dictadura
de Machado y respondía a los intereses de EEUU, por ejemplo el derecho de intervenir militarmente en
determinados casos. Fue abolida en 1934.

Desde la década del 40’ la democracia comenzó a deteriorarse cada vez más.
En 1948 se produce el crimen de Jesús Menéndez, el comunista líder de los obreros. La Guerra Fría estaba
tocando las costas cubanas y una primera medida fue reprimir el movimiento obrera y se ilegalizó toda la
oposición, además se selló la alienación con EEUU rompiendo cualquier tipo de lazo con la URSS. No hubo
masiva movilización por esto, entonces los golpistas se imponían con facilidad. Los sindicatos fueron asaltados, los
trabajadores no alcanzaron a organizar una resistencia porque fueron tomados por sorpresa.

Además, Browder, del Partido Comunista estadounidense planteaba no levantar defensas contra esa
situación, y el secretario general de la CTC (Confederación de Trabajadores de Cuba) pasó a ser Mujal, que abrió
el camino para el golpe de Estado del 52’ (nuevamente Batista), antes amagó con una huelga de resistencia
pero no tardó en alinearse junto al dictador.

La estructura de los obreros cubanos no era la misma que la del proletariado europeo sino que se dividían en:

1. Obreros industriales: ligados a la maquinaria


2. Empleados de comercio mayor: administración pública, bancos, en las ciudades.
3. Asalariados de manufacturas: talleres de reparación, comercio menor
4.Nivel agro: cultivo de caña de azúcar

A su vez, todos estos niveles tenían divisiones adentro.

En los 50’ se estaba dando un deterioro económico más que nada debido a que el crecimiento demográfico era
más rápido que el de la producción, entonces se daba un desequilibrio que se relacionaba directamente con
las zafras restringidas.

En el 55’ fue la zafra de más corta duración (2 meses) y el malestar económico llegó a su punto máximo. El
malestar social buscaba las vías más explosivas para su expresión. Los trabajadores azucareros realizaron
una huelga y también los empresarios bancarios: el panorama se veía completamente agitado. Los empresarios
bancarios querían desenmascarar al nuevo presidente de la CTC. Al obtenerse la satisfacción parcial de la
demanda salarial el movimiento se calmó. Fidel Castro valoró mucho la huelga del sector azucarero desde su
exilio en México. Además de esta huelga también existían otros movimientos como la rebeldía estudiantil: el
país estaba totalmente convulsionado. Muchos sacerdotes ofrecieron sus iglesias para dar refugio a la
persecución policial y además sectores de la pequeña burguesía se unió solidariamente al movimiento. Los
comunistas venían trabajando secretamente en la organización de los Comités pro Defensa de las Demandas
Obreras y por la Democratización de la CTC.

La experiencia estaba hecha: las masas podían enfrentarse con la dictadura y ésta, por más represión que realizara,
se veía obligada, finalmente, a retroceder.

El 26 de julio de 1953 dos centenares de jóvenes dirigidos por Fidel Castro marcharon al asalto de dos cuarteles
en Oriente: el Moncada en la ciudad de Santiago y el de Bayamo. La operación falló, pero la repercusión política
fue muy grande. Muchos de ellos fueron tomados prisioneros y asesinados después de varias torturas.

En 1956 arribó el yate Granma en las costas cubanas y a bordo venían 82 hombres que habían partido desde
México y al frente marchaba Fidel. Luego de fracasar la operación de los cuarteles Fidel cayó preso, pero una
campaña popular le devolvió la libertad.

Empezó a temerse, entonces, por la vida de Castro que decidió exiliarse en México. La población rural soldó
una alianza con Fidel, porque necesitaban defenderse. Se trataba de los pequeños campesinos del café y otros
frutos menores; entre estos y el proletariado se encontraban los precaristas que carecían de todo título para
asentarse sobre una parcela y tenían que vender parte de su fuerza de trabajo para poder sobrevivir.
Santiago de Cuba era la capital de la provincia de Oriente y desde ahí se trató de mandar ayuda a la
expedición de Granma a partir del joven Frank París: voluntarios, armas y abastecimientos.
Entonces Santiago-Sierra Maestra (muy próximos geográficamente) se convierten en el eje revolucionario del
país. Bautizada como “Capital de la Rebeldía”Santiago pagó caro porque la represión la tomó como blanco:
muchísimos militantes eran asesinados.

En 1957 algunas mujeres vestidas de negro salían a la calle para pedir que dejaran de matar a sus hijos. El
escondite de Frank París fue encontrado y lo asesinaron: la tormenta se desata.

Si la insurrección no se extendía por toda la isla la dictadura no sería derribada. El instrumento clave era la huelga
general revolucionaria: se realizó en el 57’.La revolución, finalmente, fue a golpear las puertas del cuartel
Columbia. La lucha contra la dictadura se hacía a partir del uso de las armas, y los miles de cubanos que
estaban dispuestos a luchar por el país deberían participar. Todas las fuerzas se unieron para culminar en una
segunda huelga general que pretendía frenar al país en el 58’ fracasó: el Che explicó que fue por errores de
organización y, sobre todo, la falta de contactos entre masas obreras.

Pero la experiencia fue aprovechada y enseñó a sus dirigentes que la revolución no pertenecía a un grupo
específico sino que debía ser obra del pueblo cubano entero.

En los últimos días de 1958 partieron dos expediciones de la Sierra Maestra, una de ellas al mando del Che, y
llegaron rápidamente al centro del país, todos estaban contra el régimen y le abrían paso al Ejército Rebelde, y el
31 de diciembre por la noche Fulgencio Batista abandonó la isla sin dejar sucesores.

La huelga general se realizó efectivamente el al otro día:Castro, desde su cuartel general en Sierra Maestra, explicó
a todos que a las 3 de la tarde todos deberían abandonar su trabajo en solidaridad con los combatientes que
los iban a liberar. Solo la planta eléctrica debería seguir funcionando para que el pueblo pudiera orientarse a
través de sus radios. En fin el país entero se paralizó dándole todo el poder al Ejército Rebelde, dio todo el poder
a la revolución. El Comité pro Defensa de las Demandas Obreras y por la Democratización de la CTC pasaron a
constituir el FONU (Frente Obrero Nacional Unido).

Respecto a las masas rurales:

- Pequeños campesinosmenos de 25 hectáreas,


- Campesino medio de 25 a 67 hectáreas
- Campesino rico de 57 a 192, y de ahí en adelante propiedad latifundista.

Un 88% de la masa campesina correspondía a Oriente, y allí había desembarcado el yate Granma en el 56’. Se
decía que Oriente era como otro país a parte, distinto, porque hasta había diferentes costumbres y eran zonas
montañosas de muy difícil acceso, generalmente se hacían recorridos en mulas. Entonces se hacían difíciles las
comunicaciones y el transporte de carga.

Había caficultores que estaban obligados, cuando llegaba el momento del transporte de los granos, a alquilar
animales, lo cual les resultaba muy costoso; además debían dedicarle parte de su tierra al pastoreo, lo cual
reducía el área de explotación. Además de que había un gran atraso en los mecanismos de cultivo: ausencia
total de tractores u otras máquinas. A esto se le suma la erosión que había, y obviamente, el latifundismo ocupaba
las mejores tierras. Los pequeños caficultores constituían una masa empobrecida y luchaban contra esto.
También se veían perjudicados porque no tenían contacto directo con el mercado mundial: una compañía
comercializadora hacía de intermediaria entre éstos y el mercado, entonces quedaban a merced de ellas, que por
lo general eran controladas por los latifundistas que se apropiaba de todo el plustrabajo. Era posible que los
caficultores quisieran escapar a todo esto, y entonces el estado proporcionaba la guardia rural, que si no era
suficiente el latifundista podía crear su propio aparato represivo.

Además existía el contrato de arrendamiento: predominaba el colonato, donde la parcela de tierra alquilada por el
campesino era del latifundista y también la plantación era de ellos. Era como un pacto Feudal, solo que el
latifundista los dejaba vivir en su tierra siempre y cuando se apropiara del plustrabajo, les hiciera de intermediario a la
hora del contacto con el mercado mundial y les pagaba un salario para disfrazar la situación. Entonces el campesino
no era un hombre libre sino que estaba completamente atado a la tierra. Su ilusión era capitalizarse. La república
heredó de la colonia las estructuras feudales disfrazadas de capitalismo mono-productor.
En los “tiempos muertos” lo que hacían era partir a levantar cosechas de esa temporada y se instalaban en donde
podían, entonces creaban una especie de nomadismo. Cuando se daban cuenta de que estaban ocupando el lugar
que no les pertenecía se efectuaba una amenaza contra la familia.
Desde mucho antes del desembarco de Granma, Batista había ordenado desalojar a miles de pequeños
cultivadoresasentados en el predio denominado Relengo 18: movilizó sus tropas y los campesinos lo hicieron
por su lado, se armaron y recurrieron a toda la solidaridad posible, el resultado fue: las tropas se fueron como
vinieron, sin desalojar. Entonces cada vez que una familia era desalojada se aplicaba el mismo método que el
del Relengo 18. Tanto los precaristas como los propietarios tenían líderes para vencer a los contrarios, entre
los que se destacó la figura de Crescencio Pérez, cuya cabeza era tan codiciada por Batista como la de Fidel.

Else había levantado contra Machado y tenía mucha admiración por Fidel, y ya mantenían contacto antes de
Granma, y el día del desembarco “se vistió de fiesta con el arma en la cintura” y salió en apoyo a Castro, y los
rurales de la sierra pusieron en riesgo sus vidas con tal de salvar a algunos de la expedición de Granma, que
sembrarían el embrión del Ejército Rebelde. Cuando el grupo comandado por Castro era buscado en la sierra en
la que se habían dispersado después del ataque, los oficiales obligaron a los propietarios de abandonar las
tierras que ocupaban bajo la acusación de que estaban apoyando a Fidel. Uno de esos oficiales quemó casas y
mató a todas las familias que pudo, y antes ya los habían amenazado con que los iban a bombardear. Esto
agudizó el lazo que unía a Fidel con los campesinos, para vengarse de aquellos abusos. Entre el ejército y los
latifundistas obviamente había simpatía, y el hecho de desalojar a campesinos de las tierras era en beneficio
de los latifundistas.

Fulgencio Batista fue un hombre de origen humilde que llegó al poder, y Fidel Castro era de hogar rico (hijo de
un propietario terrateniente) y estudió abogacía.
En 1959toma el poder el Ejército Rebelde, como primer ministro Fidel Castro.

En el 60’ se realizó una serie de nacionalizaciones del capital y la meta pasó a ser el Socialismo.
Así como la debilidad de las masas había abierto camino para el golpe de Batista del 52’, las mismas masas
pero muy fortalecidas pudieron derribarlo.
Cuando se produce el derrocamiento de Batista los que estaban con el Ejército Rebelde eran mucho menos
que los que estaban con Batista, pero se llegó a un equilibrio porque los rebeldes estaban dispuestos a pelear
con toda su fuerza, en cambio muchos soldados de Batista pelearon mal o desertaron.

Tenían un jefe calculador (Fidel),tenían también a favor la cercanía geográfica de difícil acceso. Además, los
hombres que luchaban en el bando rebelde estaban dispuestos a morir con tal de salvar a Cuba (por eso es
que la moral fue muy importante en la revolución).
La Revolución Cubana demostró que las diferentes clases pueden unir sus intereses a pesar de todas sus
diferencias en contra de algo, en este caso de Fulgencio Batista.

ANSALDI – Aproximación a los ’60 latinoamericanos.


Nota distintiva: la revolución cubana. Un grupo de jóvenes barbudos realiza el proceso de transformación socio-
político más radical del continente.

Según el Che Guevara, el proceso cubano aporta 3 evidencias:

1) las fuerzas populares pueden ganar una guerra contra el ejército,


2) no es necesario que estén dadas todas las condiciones para el asalto al poder, pues ellas pueden ser creadas por
el foco guerrillero,

3) en América, el terreno de la acción insurreccional debe ser el campo.

Los 60:

Se produce un boom literario que recorre toda la geografía de la región y hace célebres a autores y títulos que
expresan el realismo mágico que la caracteriza. Preocupación por: la nacionalización-regionalización de las ciencias
sociales y por la jerarquización de la enseñanza y la investigación científico-social coexistiendo con una fuerte
preocupación por cambiar radicalmente las estructuras de las sociedades.

Revolución, realismo mágico y ciencias sociales críticas constituyen un entramado de los ’60. El
entrelazamiento pone en el centro el papel de los intelectuales, resignificada hasta el punto de la casi inexorable
toma de posiciones definida por el dictum cubano: el deber de todo revolucionario es hacer la revolución. El mismo
Guevara escribe que la acción guerrillera es el tipo de lucha que nos da la oportunidad de convertirnos en
revolucionarios, el escalón más alto de la especie humana, pero también nos permite graduarnos de hombres.

Si bien es cierto que los científicos sociales no se enrolan en masa en las acciones militares, no menos
cierto es que la reflexión de muchos de ellos se orienta en la dirección de generar una interpretación del
pasado y del presente de las sociedades latinoamericanas que sirviese de fundamento a la política
revolucionaria.

Las ciencias sociales latinoamericanas viven en crisis permanentes porque las sociedades de la región
también están en crisis. Esas ciencias sociales plantea, abordan y desarrollan cuestiones relevantes de las
sociedades de la región y algunos de tales abordajes, como el de la cuestión de la dependencia, les dan
singularidad en el plano mundial. Cuando la CEPAL plantea la búsqueda de la especificidad de América Latina, a partir
de la original construcción de equivalencia entre subdesarrollo la región y destrucción económica europea,
encuentran la clave del primero en la relación centro-periferia y la solución en el desarrollo. Éste, a su vez, se basa en
la industrialización. Pero industrialización y desarrollo son parte del pasaje de sociedades tradicionales a sociedades
modernas.

Germanisostiene que es clara la existencia “de varios modelos de sociedad industrial y varios modelos de transición”.
A su juicio, los cambios tienen carácter asincrónico y esa asincronía es múltiple: geográfica, institucional, en
los diferentes grupos sociales, motivacional. Otra certeza campea entre quienes sustentan la teoría de la
modernización: las sociedades latinoamericanas son duales, esto es, coexisten en ellas dimensiones
“tradicionales” con “modernas”, con una tendencia a la absorción de las primeras por las segundas. Una
derivación de esta concepción será la del colonialismo interno. El colonialismo no es sólo internacional sino
intranacional, y como tal designa a “una estructura de relaciones sociales de dominio y explotación entre
grupos culturales homogéneos, distintos”, distinguible de la estructura de clases por ser “una relación de
dominio y explotación de una población (con sus distintas clases) por otra población que también tiene
distintas clases (propietarios y trabajadores)”.

LAS CIENCIAS SOCIALES Y LA BÚSQUEDA DE A. LATINA. América se encuentra, durante la segunda posguerra, en
una coyuntura signada por el comienzo del agotamiento de las respuestas. El continente no consigue afirmarse
o estabilizarse. Ni las dictaduras militares autocráticas, ni las experiencias populistas, ni las excepciones
democrático-liberaleshan podido conjurar crisis político-sociales renuentes a toda solución más o menos
consolidada.

En dos sociedades predominantemente campesinas se intentan soluciones por la vía de la revolución:

- Bolivia (1952), con éxito relativo


- Guatemala (1954) con un fracaso al que no es ajeno el celo estadounidense por una alteración
supuestamente radical en su patio trasero.
En cambio, en otras dos, mucho más urbanas y con presencia proletaria, se intenta salir de la crisis mediante
la aplicacióndel desarrollismo, una concepción que propugna una transformación amplia de la economía,
capaz de equilibrar la agricultura y la industria, e integrar, social y políticamente a las masas asalariadas
y, donde cabe, campesinas, todo ello dentro de la matriz societal existente. Éste populismo sofisticado se
practica en:

- Brasil: Kubitschek (1955-1960)


- Argentina: Frondizi (1958-1962)

Comienza a pensarse de un modo diferente el conjunto de problemas y de soluciones necesarias, puesto de relieve
por el entramado de comienzo del agotamiento de:

- modelo de industrialización por sustitución de importaciones


- insurgencia social
- la recomposición del capitalismo a escala mundial
- la guerra fría.

Es ahí donde aparece la Comisión Económica para América Latina (CEPAL). Su creación es decidida por la
Organización de las Naciones Unidas en 1947. Su primera reunión tiene lugar en Chile en 1948. En 1950, sorteando
la oposición de EEUU y sostenido por el apoyo de Chile y Brasil, comienza a consolidarse bajo el liderazgo de
Prebisch, quien ejerce la Secretaría General entre 1950 y 1961.

Con la CEPALadquiere dimensión regional el proceso de construcción institucional y teórica de las


ciencias sociales latinoamericanas, un proceso en el que interactúan institutos universitarios, centros académicos
independientes y organismos internacionales regionales, como la Facultad Latinoamericana de Cs. Sociales (FLACSO)
y el Consejo Latinoamericano de Cs. Sociales (CLACSO), creados en 1957 y 1967, respectivamente.

La noción de dependencia se sitúa en el centro de la atención, el debate y la polémica de las ciencias sociales
latinoamericanas. Constituye un momento de ruptura en el desarrollo de aquellas y les otorga un rango distintivo a
nivel mundial, al punto que no son pocos quienes hablan de una teoría de la dependencia. Como noción, dependencia
no es nueva, pero hasta entonces ha sido considerada como una variable externa: “La novedad de la hipótesis no
está en el reconocimiento de la variable de dominación externa –proceso evidente-, sino en la caracterización de la
forma que asume y los efectos distintos, con referencia a las situaciones pasadas, de este tipo de relación de
dependencia sobre las clases y el Estado”.

ROMERO – Breve historia contemporánea de la argentina. Capítulo 5


EL EMPATE, 1955-1966.

Gobierno provisional: El general Lonardi para restaurar el orden constitucional. Rodeado por los grupos católicos
y por militares, procuró establecer acuerdos con las principales fuerzas que habían sostenido a Perón,
particularmente los sindicalistas.

En su opinión, el proyecto nacional y popular que aquel había fundado seguía teniendo vigencia. En el
ejército, luego de una lucha, se impusieron los partidarios de una política de abierta ruptura con el derribado régimen
peronista.

Dos meses después, el 13 de noviembre renuncia.

Reemplazado por: General Pedro Aramburu, más afín a los sectores liberales y antiperonistas.
Para adecuarse al capitalismo reconstituido, el liberalismo y la democracia, no bastaba con restaurar el
orden constitucional y acabar con los vestigios de un régimen que se filiaba en los autoritarismos de
entreguerra.

Habia que: modernizar y adecuar la economía, transformar el aparato productivo.

Luego de 1955, en la Argentinala apertura y la modernización fueron valores compartidos, pero las
herramientas de esa transformación generaron una amplia polémica entre quienes desconfiaban en el capital
extranjero y quienes confiaban de él.

Los empresarios coincidían en que cualquier modernización debía modificar el estatus logrado por los
trabajadores durante el peronismo. Como ya lo habían insinuado al final del régimen peronista, apuntaron a
revisar su participación en el ingreso nacional y también a elevar la productividad, racionalizando las
tareas y reduciendo la mano de obra.

Esto implicaba restringir el poder de los sindicatos, y también el que los trabajadores, amparados por la
legislación, habían alcanzado. Problema: la clase obrera estaba madura, bien defendida en un mercado de trabajo
que se acercaba a la situación de pleno empleo. Esto resultó decisivo, debido a la indisoluble identificación de los
trabajadores con el peronismo. Entre las fuerzas sociales embarcadas en la transformación, que no habían terminado
de definir sus objetivos, y las antiguas, que conservaban resistencia, se produjo una situación de “empate”,
prolongado hasta 1966.

LIBERTADORES Y DESARROLLISTAS.

Aramburu, que encabezó el gobierno provisional hasta 1958, asumió la decisión de desmontar el aparato
peronista:

- El Partido Peronista fue disuelto

- se intervinieron la CGT y los sindicatos, puesto a cargo de oficiales de las FFAA.

- Dirigentes políticos y sindicales fueron detenidos y proscriptos políticamente.

- La administración pública y las universidades fueron depuradas de peronistas y se controlaron los medios de
comunicación.

- Se prohibió cualquier propaganda a favor del peronismo, así como la mera mención del nombre de quien
empezó a ser designado como el “tirano prófugo”.

- Por un decreto se derogó la Constitución de 1949.

- Esta política fue respaldada por la Marina, pero suscitó dudas y divisiones en el Ejército.

El 9 de junio de 1956, un grupo de oficiales peronistas organizó un levantamiento con el apoyo de


grupos civiles y aprovechaba un clima de descontento y movilización gremial. El gobierno reprimió con
violencia, ordenando el fusilamiento de muchos civiles y jefes militares. Los sobrevivientes se adecuaron a las
nuevas circunstancias y abrazaron el credo liberal y democrático dominante.

Los militares se propusieron compartir el gobierno con los civilesy transferírselo tan pronto como fuera
posible. Proscripto el peronismo, se ilusionaron con una democracia limitada a los democráticos probados, se
presentaron como continuadores de la tradición de Mayo y Caseros – Perón fue comparado con Rosas-, y convocaron
a los partidos que compartían el “pacto de proscripción” a integrar la Junta Consultiva, presidida por el vicepresidente
Rojas.

Politica económica: Raúl Prebisch, mentor de la CEPAL, elaboró un plan que combinaba algunos de los
principios de la nueva doctrina con un programa más ortodoxo de estabilización y liberalización. Los
instrumentos que el Estado tenía para intervenir empezaron a ser desmontados.

- Se devaluó el peso

- el sector agrario recibió un importante estímulo.

- Se aprobó el ingreso de la Argentina al FMI y al Banco Mundial, y se obtuvo la ayuda de estos organismos.

- No hubo en cambio una legislación clara sobre el capital extranjero, cuya concurrencia siguió despertando
dudas.

- La política social fue más definida.

- Combinando eficiencia y represión, patrones y gerentes empezaron a recuperar autoridad en las plantas.

- En el marco de una crisis, los salarios reales cayeron en 1957.

Resistencia de los trabajadores: cantar la Marcha Peronista o escribir en paredes “Perón vuelve”.

Política de los vencedores: logró soldar la identificación entre los trabajadores y un peronismo que de momento
tenía más de sentimiento que de movimiento orgánico.

Elementos básicos de su ideología:

- el nacionalismo popular

- papel arbitral y benefactor del Estado.

- nostalgia del paraíso con la expectativa del retorno de Perón, imaginado en un “avión negro”.

Para el gobierno y las fuerzas políticas el “pacto de proscripción” planteaba un problema para el futuro: qué
hacer con el peronismo:

- Algunos aceptaron la exclusión, confiando en que la “educación democrática” surta efecto.

- Otros aspiraban a comprender y redimir a los peronistas

- los más práctico esperaban recibir su apoyo electoral, y a través de él a “integrarlos”.

Las distintas opciones dividieron a todas las fuerzas políticas:

- Derecha: acercarse al peronismo algunos de los viejos nacionalistas y los conservadores “populares”

- Izquierda: la política represiva del gobierno libertador apartó pronto a muchos de un bloque antiperonista en
el que hasta entonces habían convivido sus enemigos naturales.
Algunos intelectuales se identificaron con el peronismo, mientras que para otros, el radical Frondizi empezó a ser una
alternativa atractiva.

El ascenso de Frondizi en la UCR provocó su ruptura. Luego de la caída de Perón, la UCR se dividió:

- Balbín, gobierno libertador

- Frondizi, acercamiento con el peronismo. Para atraer a los peronistas, reclamó del gobierno el
levantamiento de las proscripciones y el mantenimiento del régimen legal del sindicalismo.

En noviembre de 1956, la UCR proclamó la candidatura de Frondizi, y el viejo partido se dividió en dos:

- la UCR Intransigente

- UCR del Pueblo.

En 1957 por dificultades económicas y oposición sindical y política, el gobierno empezó a organizar su
retiro y a cumplir con el compromiso de devolver la democracia. Perón ordenó a votar en blanco y esos votos
fueron los más numerosos, aunque menos de los que el peronismo cosechaba, y casi iguales a los de la UCR
del Pueblo. En tercer lugar, se colocó la UCR Intransigente.

Frondizi se lanzó al juego. Con un discurso:

- Moderno

- referencias a los problemas estructurales del país

- una propuesta novedosa, que llenaba de contenidos concretos los viejos principios radicales, nacionales y
populares, se había convertido en la alternativa para las fuerzas progresistas y para un sector amplio de la
izquierda.

- La maniobra más audaz fue negociar con Perón su apoyo electoral, a cambio del futuro levantamiento de las
proscripciones. La orden de Perón fue acatada y Frondizi se impuso en las elecciones del 23 de febrero de
1958 con más de 4 millones de votos, contra 2.5 millones de Balbín.

Frondizi presidió el país entre mayo de 1958 y marzo de 1962. En la nueva versión de su programa,
Frondizi aspiraba a:

- renovar los acuerdos, de raigambre peronista, entre los empresarios y los trabajadores; éstos eran
convocados a integrarse y compartir beneficios de un desarrollo económico impulsado por el capital
extranjero.

Los partidos –y en particular la UCR del Pueblo- manifestaron un rechazo a priori de cualquier cosa que
hiciera el presidente cuya victoria consideraban ilegítima, así como escaso aprecio por las instituciones
democráticas y poca fe en el valor de la continuidad institucional, al punto de especular con la
posibilidad de un golpe militar.
El nuevo gobierno tenía amplia mayoría en el Congreso y controlaba la totalidad de las gobernaciones,
pero su poder era débil. Las FFAA no simpatizaban con quien había roto la proscripción.

Frondizi apostó a obrar con prontitud:

- un aumento de salarios del 60%,

- una amnistía y el levantamiento de las proscripciones –que sin embargo no incluían a Perón ni a su partido

- la sanción de la nueva ley de Asociaciones Profesionales.

- asumió lo que llamó la “batalla del petróleo”, la negociación con compañías extranjeras de la explotación y
puesta en explotación de las reservas,

- anunció para el funcionamiento de universidades no estatales, lo que generó un profundo debate entre los
defensores de la enseñanza “laica” y los de la “libre”, en su mayoría católicos.

La fuerte expansión hizo probablemente más intensa la crisis cíclica trienalanunciada a fines de 1958 por
una fuerte inflación y dificultades serias en la balanza de pagos.

En diciembre de 1958 se pidió ayuda al FMI y se lanzo un Plan de Estabilización, cuya receta recesiva se
profundizó en junio de 1959, cuando Frondizi convocó al Ministerio de Economía al ingeniero Alsogaray. Se
trataba de uno de los voceros principales de las corrientes liberales.

Aplicó un ortodoxo programa de devaluación:

- congelamiento de salarios

- supresión de controles y regulaciones estatales cuyas consecuencias fueron una pérdida en los ingresos de
los trabajadores y la desocupación.

- puso fin a una precaria convivencia entre el gobierno y los sindicatos peronistas, que hasta entonces habían
apreciado el fin de las proscripciones

- la ley de Asociaciones Profesionales, que establecía el sindicato único.

Efectos de la política de estabilización y la dureza con que el gobierno reprimió las protestas pusieron a los
sindicatos en pie de guerra. Las huelgas se intensificaron y el gobierno respondió interviniendo los
sindicatos y empleando al ejército para reprimir.

1959, punto de inflexión. En los sindicatos se consolidaba un nuevo tipo de dirección:

- menos comprometida en la lucha cotidiana y más preocupada por controlar las complejas estructuras
sindicales, recurriendo incluso a la corrupción o al matonismo para acallar las disidencias.

- Se dedicaron a golpear para enseguida negociar

- adquirió una enorme fuerza en la escena política, que provenía de la persistencia de un problema político
pendiente e indisoluble –la proscripción del peronismo-, pero sobre todo del fuerte hostigamiento que el
gobierno sufría a manos de los militares. Éstos vieron con desconfianza el triunfo de Frondizi y se dedicaron a
vigilar sus relaciones con peronistas. A lo largo de los 4 años de gobierno, Frondizi soportó 32 “planteos”
militares.

La marcha del proceso político y electoral acercaba al débil gobierno de Frondizi a su final.

Las elecciones de 1960, con el peronismo proscripto, habían mostrado que sus votos seguían siendo
decisivos, más allá de oscilaciones menores entre el oficialismo y la principal oposición. Las elecciones de
principios de 1962 debían ser más riesgosas, pues habrían de elegirse gobernadores provinciales. Para
enfrentarlas, Frondizi despidió a Alsogaray y a Toranzo Montero, dio por terminada la estabilización, y
adoptó una política social más flexible, etc.

Se esbozaron distintas alternativas:

- apoyo a alguna fuerza de izquierda, alimentada por los sentimientos de la Revolución Cubana.

El 18/03 los candidatos peronistas ganaron en las principales provincias. En los agitados días siguientes,
Frondizi hizo lo imposible para capear la situación:

- intervino las provincias

- cambió todo su gabinete y encargó a Aramburu una mediación con los partidos políticos, que se negaron a
respaldarlo y se declararon indiferentes ante la suerte del presidente.

Ésta era la señal que los militares esperaban y el 28/03 del ’62 depusieron a Frondizi. En su lugar,
asumió José María Guido.

CRISIS Y NUEVO INTENTO CONSTITUCIONAL.

Muchos de los que apoyaron a Frondizi, hicieron lo propio con Guido. La inestabilidad política de esos meses de
1962 reflejaba sobre todo las opiniones contrastantes de los distintos sectores de las FFAA, dueños no
asumidos del poder. Mientras que los grupos de oficiales antiperonistas más duros controlaban al gobierno.
Una oposición alternativa empezó a dibujarse en el Ejército. Reflejaba en parte una competencia
profesional interna pero sobre todo una apreciación diferente sobre las ventajas y costos de una participación tan
directa del Ejército en la conducción política. El grupo de Campo de Mayo descubría que el costo pagado por
ello era alto y que convenía refugiarse en una actitud más prescindente, que significaba un acatamiento
mayor a las autoridades constitucionales. Así, el legalismo esgrimido era una realidad, una expresión de estricto
profesionalismo. Creían además que la asociación de peronismo con comunismo era simplista y exagerada y
que, dada su tradición nacional y conciliadora, el peronismo podía incluso aportar algo al frente
anticomunista. Esta posición se fue perfilando a lo largo de sucesivos enfrentamientos con la fracción
“gorila”, que hicieron crisis en el mes de septiembre, cuando unos y otros –azules y colorados- sacaron las
tropas a la calle. Los azules triunfaron y explicaron la preocupación de la facción por la legalidad , el respeto
institucional y la búsqueda de una salida democrática . El triunfo azul llevó al Comando en Jefe al General Juan
Carlos Onganía. Las condiciones para esta alternativa no habían madurado: la mayoría de los empresarios
desconfiaban de los peronistas y de cualquier política que no fuera liberal; los peronistas desconfiaban de los
frondicistas, mientras que las fuerzas antiperonistas denunciaban la nueva alternativa espuria e ilegítima. También se
oponía la Marina, que el 2 de abril de 1963 realizó su propia sublevación. Pero fue derrotada y al término del
episodio, el comunicado de los azules retomaba las posturas antiperonistas y se declaraba a favor de la proscripción
del peronismo.
Cuando Perón proclamó candidato a Solano Lima, se apartó el grueso de la UCR Intransigente y también otros
grupos menores, al tiempo que el gobierno vetaba la fórmula. Así se llegó a julio de 1963. Los peronistas
decidieron votar en blanco, pero una proporción de sus votos emigró a favor del candidato de la UCR del
Pueblo, Arturo Illia, quien con el 25% de los sufragios obtuvo la presidencia.

Illia gobernó entre octubre del ’63 y junio del ’66. A diferencia de Frondizi, el nuevo gobierno le dio mucha
más importancia al Congreso y a la escena política democrática. Illia no era la figura más destacada de su
partido, y es probable que su candidatura derivara de la escasa fe en el triunfo de los principales dirigentes.

Su presidencia se definió por:

- el respeto de las normas,

- la decisión de no abusar de los poderes presidenciales

- la voluntad de no exacerbar los conflictos y buscar que éstos decantaran naturalmente.

La política económica

- énfasis en el mercado interno

- políticas de distribución

- protección del capital nacional- se combinaban con elementos keynesianos: un Estado muy activo en el
control y en la planificación económica.

- Los ingresos de los trabajadores se elevaron y el Congreso votó una ley de Salario Mínimo.

- El gobierno controló los precios y avanzó con decisión en algunas áreas conflictivas, como la comercialización
de los medicamentos.

- Frente al capital extranjero, sin hostilizarlo, procuró reducir la discrecionalidad de las medidas de promoción.
Un caso especial fueron los contratos petroleros que fueron anulados y renegociados. Esta política despertó
resistencias entre los sectores empresarios, expresadas tanto por los voceros desarrollistas, que se quejaban
de la falta de aliciente a la inversión extranjera, como sobre todo por los liberales, que reaccionaban contra lo
que juzgaban estatismo y demagogia.

En el primer semestre de 1964 los sindicatos encabezaron una reorganización del Partido Justicialista –
nuevo nombre del Peronista-, que realizaron a su estilo, pues una afiliación relativamente baja les permitióun
perfecto control. Esto los fue llevando a un enfrentamiento creciente con Perón, amenazado en su liderazgo.
La disputa entre ambos no podía superar ciertos límites, pues ni Perón podía prescindir de los sindicalistas ni
éstos podían renegar del liderazgo de Perón.

A fines del ’64, la dirigencia local organizó el “operativo retorno” de Perón al país, que suscitó una gran
expectativa entre los peronistas y avivó nostalgias y fantasías. Perón tomó el avión, pero fue detenido en Brasil
y enviado otra vez a España.

En los últimos meses de 1965Perón envió al país a su esposa Isabel, para reunir a todos los grupos
sindicales adversos al liderazgo de Vandor, tanto de izquierda como de derecha, y motorizó una división en
las 62 organizaciones; aunque la encabezó el propio secretario general de la CGT, José Alonso, fracasaron en su
intento de ganar la conducción sindical.

A mediados del ’66, la competencia entre Perón y Vandor concluía con un empate: aquél se imponía en el
escenario electoral y éste en el sindical.

Las FFAA no miraban con simpatía el gobierno de Illia, pero se abstuvieron de hacer presiones. En el Ejército,
la prioridad de Onganía era la reconstrucción de la institución, el establecimiento del orden y la
disciplina.

En 1965, en una reunión de jefes de ejército americanos en West Point, manifestó su adhesión a la
llamada “Doctrina de seguridad nacional”: las FFAA eran la garantía de los valores nacionales y debían
obrar cuando éstos se vieran amenazados, particularmente por el comunismo.

LA ECONOMÍA ENTRELA MODERNIZACIÓN YLA CRISIS.

El programa que en 1958 sintetizó convincentemente Frondizi expresaba una sensibilidad colectiva y un
conjunto de convicciones compartidas acerca de la modernización económica, que debía surgir de:

- de la promoción planificada por el Estado

- de una renovación técnica y científica hacia la cual de 1955 en adelante se volcaron muchos esfuerzos.

Así surgieron:

- Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), de incidencia importante en su campo.

- Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), menos influyente.

Pero la mayor fe:capitales extranjeros

- llegaron en cantidades considerables entre 1959 y 1961

- luego se retrajeron

- 1967 se produjo un segundo impulso, aunque en él pesaron mucho las inversiones de corto plazo.

Los inversores:

- Tuvieron capacidad para aprovechar los mecanismos internos de capitalización.

- Se instalaron por la vía de la compra o la asociación con empresas nacionales existentes o su compra, o
simplemente por la concesión de patentes o marcas.

- Transformación de los servicios

- Forma distinta de comercialización


- Modificación de los hábitos de consumo, estimulada por lo que podía llegar a verse y apetecerse a
través de la televisión.

Nuevas ramas de la industria:

- petróleo, acero, celulosa, autos que crecieron aceleradamente

- las tradicionales –extil, calzado, etc, se estancaron por su mercado saturado y la competencia ante nuevos
productos.

Se creó una brecha entre un sector moderno y eficiente de la economía ligado a la inversión o al consumo
de los sectores altos, y otro tradicional, más bien vinculado al consumo masivo, que se estancaba. La brecha
tenía que ver con la presencia de empresas extranjeras, o su asociación con ellas. El empleo industrial
tendió a estancarse, sin que el aumento en las nuevas empresas compensara la pérdida en las tradicionales, y se
deterioraron los ingresos de los asalariados. Aún en el caso de las actividades modernas, los inversores nuevos
debían moverse en un contexto de características singulares y arraigadas: el tipo de fábricas heredado de la etapa
peronista se basaba por su escala pequeña, alta integración vertical, elevados costos y escasa preocupación por la
competitividad. Las nuevas empresas tuvieron que adecuar su tecnología y sus formas de organización a
estas realidades, de modo que su eficiencia fue mucho menor que en los países vecinos.

En esos años la sociedad argentina discutió mucho más la magnitud y destino de las ganancias de estas
empresas que su aporte a la modernización y competitividad de la economía y particularmente del sector industrial.
Lo cierto es que los capitales extranjeros contribuyeron a mantener mecanismos básicos. Su horizonte
siguió siendo el mercado interno y no fue prioritario alcanzar acá una eficiencia que les permitiera competir en
mercados externos.

En los 10 años que siguieron al peronismo:

- La economía creció, aunque menos de lo esperado.

- En el sector industrial, esto fue el resultado de un promedio entre el crecimiento de los sectores nuevos y la
retracción de los tradicionales.

- En el sector agrícola empezaron a sentirse efectos de los incentivos cambiarios ocasionales, de las mejoras
tecnológicas impulsadas por el INTA o por grupos de empresarios innovadores, o de la mayor difusión de los
tractores, producidos por plantas industriales recientemente instaladas.

- Hubo algunas mejoras en el comercio exterior. Ello fue la base de una etapa de crecimiento general sostenido
pero moderado, sustentado en el mercado interno, iniciada en los años del gobierno de Illia, que se
prolongaría hasta la década siguiente.

Las crisis estallaron con regularidad cada 3 años: 1952, 1956, 1959, 1962, 1966, seguidas por políticas llamadas de
estabilización:

- fuerte devaluación

- políticas recesivas –suspensión de créditos, paralización de obras públicas-,


- reducían el empleo industrial y los salarios.

LAS MASAS DE CLASE MEDIA.

La modernización económica introdujo algunos cambios en la sociedad:

- La fuerte migración del campo a la ciudad, que caracterizó este período, en realidad formaba parte de una
tendencia iniciada en la década de 1940.

- Comenzaron las de los países limítrofes. Siguieron llegando al país, que en esos años, con el 36% de la
población total, alcanzó el pico de su crecimiento. Quizá la novedad estuvo en la forma de incorporación a las
ciudades.

- El empleo industrial se estancó y retrocedió, y su lugar fue ocupado por la construcción, que junto al pequeño
comercio u otras actividades absorbieron a los migrantes internos y también a los contingentes bolivianos,
paraguayos o chilenos.

- No era sólo la posibilidad de empleo lo que movilizaba a los migrantes, sino también disfrutar de los atractivos
de la vida urbana.

- El resultado fue un fenómeno de la nueva marginalidad: un cinturón de “villas miserias” en las grandes
ciudades y sus alrededores.

El mundo de los trabajadores urbanos experimentó cambios profundos.

- El número de asalariados industriales se mantuvo estable, y en consecuencia perdió importancia relativa.

- Los cambios económicos: gran dispersión de los ingresos y claras ventajas a favor del sector de los trabajadores
de empresas modernas.

- Nuevos contingentes engrosaron el sector de las clases medias. Importantes cambios internos: los pequeños
empresarios manufactureros se redujeron por obra de la concentración industrial.

- Creció el número de asalariados de clase media, presentes especialmente en la industria, donde las nuevas
empresas demandaron técnicos y profesionales. Su presencia puso de relieve el papel vital de la educación.

- Consolidada la primaria, se prolongó la expansión de la enseñanza media, y luego la universitaria. Viejas y


nuevas expectativas confluían con este crecimiento: la búsqueda de del prestigio del título, el deseo de participar,
mientras que se producía una pérdida del valor de los títulos y, por ejemplo, para determinadas posiciones no
bastaba el bachiller.

- Lo más característico de esos años fue la emergencia de la capa de los llamados “ejecutivos”. Eran la expresión
de la modernización económica, el signo de que las empresas pasaban a manos de funcionarios expertos. Los
cambios de estilo de vida fueron notables, sobre todo en las grandes ciudades.

- La píldora anticonceptiva, y en general una conducta más flexible sobre las conductas sexuales y sobre las
relaciones familiares, modificó la relación entre el hombre y la mujer. Al igual que en el resto del mundo, los cambios
en el consumo empezaron a resultar claves en la diferenciación social.

- Era significativo que los nuevos sectores populares no pusieran esperanzas en la casa propia sino en el televisor.

- Entre las clases medias, el auto fue lo que colmó sus expectativas.
- En cada ciudad, el viejo “centro” perdió importancia y los nuevos centros comerciales se esparcieron por todos los
barrios

- el jean se convirtió en prenda universal. Pero si el jean homogeneizaba todo, generaba de inmediato un movimiento
inverso: la recurrencia a marcas caras, que rápidamente era absorbido por la falsificación de esas etiquetas. Así,
frente a la homogeneización de las apariencias, las clases medias y altas buscaron formas originales de
diferenciación.

LA UNIVERSIDAD YLA RENOVACIÓN CULTURAL.

Los intelectuales antiperonistas pasaron a regir las instituciones oficiales y el campo de la cultura. Viejos
grupos, como el Colegio Libre de Estudios Superiores perdieron relevancia, desplazados por nuevas
instituciones. Las vanguardias artísticas se concentraron en el Instituto Di Tella, combinando bajo el amparo
de una empresa por entonces pujante y modernizada la experimentación con la provocación. El principal foco de la
renovación cultural estuvo en la Universidad. La designación en 1955 de José L. Romero como rector de la
UBA, con el respaldo del poderoso movimiento estudiantil, marcó el rumbo de los 10 años siguientes. Estudiantes e
intelectuales progresistas se propusieron “desperonizar” la Universidad y luego a.

Frente a la vieja Universidad profesional surgieron nuevas: biología, bioquímica, física, agronomía o computación; las
facultades se nutrieron con laboratorios y científicos con dedicación a la enseñanza.

En las ciencias sociales, la modernización se dio con dos nuevas carreras: psicología y sociología.

Desde 1955, la Universidadse gobernó según los principios de la Reforma Universitaria de 1918: autonomía
y gobierno tripartito de profesores, egresados y alumnos.

Desde el comienzo, sus relaciones con los gobiernos fueron conflictivas y la ruptura se produjo cuando el presidente
Frondizi autorizó las universidades privadas.

LA POLÍTICA Y LOS LÍMITES DE LA MODERNIZACIÓN.

La radicalización de los sectores progresistas y la formación de una nueva izquierdatuvieron en la


Universidad su ámbito privilegiado antes de partir, luego de 1966, hacia destinos más amplios. La
ruptura entre el sector más progresista de los intelectuales y sus aliados conservadores antiperonistas, quedó
demostrada en las elecciones de 1957.

La atracción que ejerció Frondizi entre los progresistas independientes y aun entre militantes de
izquierdatradicionales obedecía a que proponía la apertura al peronismo sin renunciar a su propia
identidad; se debía al tono enérgico antiimperialista y sobre todo a la modernidad y eficacia que informaba
su estilo político.

La desilusión, que sobrevino pronto, inició una etapa de reflexión, crítica y discusión que culminó en la
formación de la “nueva izquierda”, que se caracterizó por la expansión del marxismo: se encontraban los
seguidores de Lenin, Sartre, Gramsci, Trotsky, Mao.

La Revolución Cubana mostraba a América Latina alzada contra el imperialismo, y llevaba a una revalorización
cultural que iba desde las fuerzas telúricas hasta la “nueva novela”. La conexión estrecha entre marxismo y
revolución, se manifestaba en Cuba.

Para la “nueva izquierda”:

- La democracia era una forma, las libertades individuales eran una farsa.
- Nadie tenía demasiada fe en la democracia, ni siquiera los partidos políticos que debían defenderla.

- Lasizquierdas La democracia era un opio burgués

- El frondicismo: la eficiencia tecnocrática

- Los radicales del pueblo: preferían un golpe militar a un gobierno que abriera demasiado el juego a los
peronistas.

- La derecha, no lograba organizar un partido capaz de hacer atractivos sus intereses al conjunto de la
sociedad. Las voces para romper el empate empezaron a multiplicarse.

- Los militares: la democracia era un obstáculo en la lucha contra el comunismo, que venía amenazando.

- El catolicismo integrista, la democracia era el cuestionamiento de los valores sustantivos de la sociedad –la
familia, tradición, propiedad- arrancaba con la Revolución Francesa y suponía una condena del mundo
moderno y en particular de la democracia liberal, así como una reivindicación de la sociedad organicista,
donde los auténticos intereses sociales estuvieran directamente representados a través de sus corporaciones.

Todos reclamaban más autoridad y orden, unos con tradición y otros con eficacia. Durante los 6 meses finales del
gobierno de Illia se tenía la impresión de que buena parte del país emprendía con paciencia y confianza
el camino que llevaría a la redención. Quienes no participaban de esa fe parecían compartir intentos por
defender el sistema institucional que se derrumbaba. El 28 de junio de 1966 los comandantes en jefe
depusieron a Illia y entregaron la presidencia a Onganía. Con la caída de la democracia terminó el empate, las
opciones se definieron y los conflictos de la sociedad pudieron desplegarse.

CAVAROZZI – Autoritarismo y democracia.


La política argentina, al reiterarse los fracasos, ha adquirido una textura de uniformidad en la que casi el único
atributo que distinguió a cada ciclo del anterior fue la mayor intensidad y violencia de las políticas.

Lo que caracterizó al país posterior a 1955 fue una situación de equilibrio dinámico en la que deben
distinguirse dos etapas.

Primera etapa:1955 a 1966

Fórmula política dual: que contribuyó a generar un equilibrio político en el que, si existió un empate, éste se
materializó porque cada gobierno del período se caracterizó por el hecho de que su perdurabilidad estuvo en jaque
desde el momento mismo de su inauguración. El empate fue interno a cada gobierno en la medida que estuvo
condicionado por presiones externas y limitado por su heterogeneidad interna.

Segunda etapa:del ’66 en adelante

Fue dominada por los sucesivos intentos de unificar el campo de la política. El fracaso de estos intentos
generó un equilibrio de carácter catastrófico, ya que el empate se produjo a raíz del aborto de los
sucesivos intentos para desempatar; el despliegue y posterior bloqueo de las sucesivas iniciativas trajeron como
consecuencia un desgarramiento del tejido social, es decir la alteración de patrones básicos de organización e
interacción social.
En la primera etapa predominaron gobiernos débiles, tanto civiles como militares, que intentaron fundar un régimen
“semi-democrático” –imponiendo la proscripción del peronismo-.

En este sistema funcionaron: los partidos no peronistas y el Parlamento. Ni los unos ni los otros, sin embargo,
canalizaron los intereses de los actores sociales fundamentales.

Operó un sistema de negociaciones y presiones extra-parlamentarias y extra-partidarias.

La esencia del sistema político dual residió no sólo en que el parlamentarismo y el sistema de partidos
generaron su polo contradictorio –al proscribir al peronismo- sino que, asimismo, los participantes de las
negociaciones y presiones extra-parlamentarias necesitaron del parlamento y los partidos como arma de chantaje.

En la segunda etapa predominaron gobiernos “fuertes” que se propusieron transformaciones radicales de la


política, e incluso de la sociedad. Estos gobiernos fuertes terminaron catastróficamente. Dichos fracasos
expresaron, casi sin excepciones, la capacidad de la sociedad argentina para bloquear proyectos
autoritarios.

¿Por qué se pagaron precios políticos y sociales elevados después de 1966? Las razones fueron dos.

- 1°los reformadores y “revolucionarios” posteriores al ’66 fueron mucho más radicales que quienes
los precedieron en el Estado. Este radicalismo se exacerbó a partir del ’76 cuando se trataba de
sanear una sociedad enferma. Para “curar” a esa sociedad enferma, fue sometida a tratamientos
brutales en los cuales la generalización y extensión de la represión ejercida en transgresión de las
leyes fue sólo uno de los “remedios” aplicados. A ella se sumaron el drástico enrarecimiento que
experimentó la vida cotidiana en los diversos ámbitos sociales debido al miedo que impregnó las
relaciones interpersonales.

- 2° la índole de las conclusiones que los actores políticos dominantes extrajeron de sus correctos diagnósticos
de la dualidad que había caracterizado a la política argentina hasta 1966. Las formulas intentadas desde ese
año se propusieron superar dicha dualidad pretendiendo fusionar la escena política y canalizar hacia el interior
del marco institucional los procesos de negociación y conflicto que en el período anterior se habían
desarrollado extra-institucionalmente.

EL FRACASO DE LA SEMIDEMOCRACIA Y SUS LEGADOS.

En 1955 una insurrección militar puso fin al gobierno de Perón.

Los líderes del golpe caracterizaron al régimen peronista como una dictadura totalitaria y levantaron los
estandartes de la democracia y la libertad.

Objetivo: reestablecer el régimen parlamentario y el sistema de partidos.

Este objetivo se frustró recurrentemente:

- en 1957, la asamblea constituyente no pudo acordar una nueva constitución.

- En 1962 los militares derrocaron a Frondizi.


- En 1966 los militares volvieron a intervenir para derrocar a Illia.

- Tanto en 1955-58 como en 1962-63, los interregnos entre gobiernos constitucionales fueron ocupados por
administraciones militares. Las mismas, sin embargo, no se propusieron reemplazar la democracia
parlamentaria.

El principal objetivo de estos gobiernos temporarios fue la imposición de mecanismos proscriptivos al


peronismo mientras se intentaba erradicar.

ARGENTINA POST ’55, UNA COMUNIDAD POLÍTICA DESARTICULADA.

El derrocamiento de Perón en el ’55 fue promovido por un amplio frente político:

- todos lospartidos no peronistas

- los representantes corporativos e ideológicos de las clases medias y burguesías

- las FFAA

- la Iglesia.

Muchos antiperonistas creyeron que la mera denuncia de los “crímenes de la dictadura”, acompañada de un proceso
de reeducación, resultaría en una gradual reabsorción de ex peronistas por partidos y sindicatos “democráticos”. Esta
ilusión no duró mucho: el peronismo sobrevivió a la caída de su gobierno y se constituyó en el eje de un
vigoroso movimiento opositor. Sin embargo, en el corto plazo, dicha ilusión permitió a los antiperonistas
proclamar que la proscripción del peronismo era en realidad una acción democrática.

El sector popular y el frente antiperonista, rara vez compartieron la misma arena política para la resolución de
conflictos. Las presiones ejercidas por el sector popular fueron de carácter extra-institucional. El movimiento
sindical peronista se transformó en la organización más poderosa de ese sector. El bloque social que
enfrentó a los sectores populares se expresó a través de los partidos no peronistas y los militares. Pero esto fue
cambiando, ya que los no peronistas y los militares comenzaron a expresar contenidos disímiles. Esto se
debió a 2 razones:

- La 1º fue que los militares “democráticos” de 1955 fueron perdiendo su vocación “democrática”. Este
autoritarismo los llevó a enfrentarse con los partidos, pues a pesar de que éstos no renegaron de su
antiperonismo, su razón de ser estaba ligada al funcionamiento de un sistema democrático-parlamentario. Se
definió en torno al rol del gobierno respecto a la erradicación del peronismo. Las diferentes posiciones en ese
sentido comprendieron un espectro que iba desde el “integracionismo”, que postulaba una reabsorción del
peronismo a la política siguiendo con la exclusión a Perón, hasta el “gorilismo”, que pretendía “extirpar el
cáncer peronista”.

- La 2º causa fue que los partidos no-peronistas se transformaron en el principal canal de expresión de una
compleja interacción entre dos controversias que dominaron la política del país desde la caída de Perón.
Estuvo vinculada al modelo socio-económico. A partir de 1956 fueron emergiendo tres posiciones divergentes:
la del populismo reformista, la desarrollista y la liberal.

Populismo reformista: no cuestionó las premisas básicas del modelo peronista. Alentó la posibilidad de promover
simultáneamente los intereses de la clase obrera y la burguesía urbana, y propuso una política nacionalista
moderada, que impidiera o limitara la presencia de capital extranjero en sectores como energía o comunicación. Las
consignas del populismo reformista fueron promovidas por el radicalismo. Sin embargo, cuando Frondizi fue elegido
presidente en 1958, redefinió la orientación económica del partido, articulando una posición “desarrollista”.

Desarrollistas: sostuvieron que el estancamiento económico del país se debía principalmente a un retardo en el
crecimiento de las industrias de base. Los desarrollistas abogaron por un cambio sustancial en las políticas
relacionadas con el capital extranjero, aplicadas en el país desde el fin de la 2da GM. El desarrollismo sostuvo que se
requería una incorporación masiva de capital extranjero a la economía. El programa desarrollista no cuestionó los
aspectos centrales del proceso de industrialización sustitutiva inaugurado en los ’30. Por el contrario, los desarrollistas
impulsaron tanto la aceleración como la ampliación cualitativa del proceso de industrialización.

Liberal: fue mucho más lejos en la crítica del proceso de industrialización y de las prácticas sociales y políticas
asociadas al mismo. La imagen del mercado pasó a constituir la piedra fundamental de la posición liberal. Por una
parte, implicaba la apertura de la economía argentina y su reintegración al mercado internacional. Por otra parte,
suponía una drástica reducción de la intervención estatal en la economía y la restauración de la iniciativa del sector
privado.

¿A qué se debieron, y de qué modo ocurrieron las oscilaciones pendulares de los liberales?

Dichas oscilaciones en parte respondieron a una circunstancia relativamente contingente:

- los programas concretos de los dos partidos que dieron cuerpo a las posiciones del populismo reformista

- el desarrollismo –es decir, los radicales del pueblo y los radicales intransigentes- combinaron la política y la
economía de una manera contradictoria

- desde la perspectiva de los liberales, totalmente insatisfactoria.

Luego de la asunción de Frondizi como presidente los Radicales Intransigentes adoptaron un programa
económico orientado a la expansión de las industrias productoras de bienes de consumo durable y de
capital y a la modernización y privatización creciente de los sectores de energía, transportes y
comunicaciones. Este programa reservó un papel estratégico al capital extranjero e impuso inicialmente
una drástica reducción del salario real.

Excluido el peronismo, los dos partidos radicales agotaban el espectro de fuerzas electorales a fines de los ’50 y
principios del ’60. La posición liberalcarecía de la posibilidad de expresarse a través de un partido
conservadorfuerte, con posibilidades reales de ganar una elección presidencial o de obtener una representación
parlamentaria. Luego de 1955 los liberales debieron enfrentar la realidad de que la derrota del
peronismono era la resolución de sus problemas. Así se vieron siempre forzados entre elegir entre lo que
en última instancia percibieron como los “males menores”: el desarrollismo y el reformismo populista.

LOS SINDICATOS PERONISTAS EN LA OPOSICIÓN.

El intento del régimen militar de 1955-58 de fundar un régimen basado en los partidos y en el
fortalecimiento del parlamentarismo fracasó. La intervención favoreció el surgimiento de una especia de
“parlamentarismo negro”.
Este estilo de política se fue conformando a raíz de la frustrada implementación de los proyectos pertenecientes a los
militares “democráticos” y de la no prevista configuración de nuevos patrones de acción política que fueron
prevaleciendo subsecuentemente. El régimen fracasó en sus intentos de erradicar al peronismo, no impuso su
proyecto de crear un sistema de afiliación y representación sindical múltiple, destinado a reemplazar las pautas
establecidas por la ley peronista de los ’40. Sin embargo, estos intentos produjeron cambios en el movimiento
obrero. El estilo de control político de la clase obrera establecido durante la época peronista fue radicalmente
modificado. Los líderes sindicales peronistas que habían controlado los sindicatos hasta 1955 se vieron
desplazados de la escena sindical. El frustrado proyecto de los militares creó las condiciones para el
surgimiento de un movimiento sindical peronista que ganó cierta independencia frente a Perón y fue
capaz de desarrollar su propia estrategia política. Sin embargo, Perón no desapareció de la política. Su
figura emergió como el principal símbolo del retorno a un pasado mejor. Otro cambio importante fue que
Perón perdió, en parte, su poder de controlar a los líderes peronistas. Algunos líderes sindicales,
generaron bases propias de poder, lo cual les dio un espacio para desafiar la autoridad del “líder”. Los desafíos
a la autoridad de Perón no fueron la única manifestación de los cambios luego del ’55. La ideología peronista
empezó a reflejar en mayor medida la correlación de fuerzas internas del movimiento. Un peronismo menos
subordinado a Perón, y reflejando directamente el peso relativo de las fuerzas sociales que no constituía, se
transformó en un peronismo proletario. El poder del movimiento sindical peronista se amplió después del
’55. Este poder se apoyó en bases diferentes. Las acciones de los líderes sindicales fueron gobernadas por una
estrategia defensiva y de oposición. Esto estuvo estrechamente ligado al énfasis puesto por el peronismo en
la imagen del retorno.

A partir del ’59 la economía fue transformada por la expansión de los sectores industriales. Dichos sectores
eran másintensivos en el uso del capital y estaban más penetrados por el capital extranjero que en
épocas anteriores.

Las administraciones del período ’55-’66 resultaron debilitadas por los efectos que produjo la exclusión del peronismo,
que redundó en que la capacidad política de la clase obrera para obtener concesiones fue mayor toda vez que ésta se
propuso quebrantar las reglas formales. El movimiento sindical peronista se tornó una fuerza subversiva. Tal
carácter subversivo, reflejó que el sindicalismo recurrió al quebrantamiento de las reglas formales del sistema.
Los sindicalistas contribuyeron a crear circunstancias que indujeron a los militares a deponer a las
administraciones civiles o frustraron los objetivos de los regímenes militares, induciéndolos a abandonar el
poder para evitar situaciones que hubieran requerido como solución la aplicación de medidas represivas.

LOS MILITARES DESPUÉS DEL ’55, NUEVOS ESTILOS DE INTERVENCIÓN.

Entre 1930 y 1955:

Las FFAA se habían constituido en guardianes de los gobiernos constitucionales, derrocando tres
administraciones civiles. Sin embargo, los militares se abstuvieron de participar directamente en la
conducción del estado en esos 25 años.

A partir del ’55: los militares desarrollaron un estilo de intervención tutelar, que resultó en:

- (1) la exclusión del peronismo

- (2) el ejercicio de presiones y de su poder de veto sobre las medidas del gobierno constitucional instalado en
1958, con el propósito de imponer sus propias preferencias en asuntos públicos.
A principios del ’60: las FFAA comenzaron a darse cuenta de los beneficios obtenidos mediante la
intervención tutelar eran inferiores a los costos ocasionados por ésta. Las FFAA concluyeron que eran
percibidas por la opinión pública como responsables de la distorsión de las prácticas democráticas, sin
que sus objetivos se cumplieran. El disenso interno y la fragmentación, surgieron cuando distintos sectores de
las FFAA no estuvieron de acuerdo en relación a cuestiones tales como el alcance y la naturaleza de las
presiones que se ejercerían sobre las autoridades constitucionales, o las políticas aplicadas con
respecto a los sindicatos y el partido peronista.

La fragmentación militar alcanzó su punto crítico entre 1959 y 1962, a raíz de enfrentamientos entre
facciones opuestas. La victoria de los “azules” y la emergencia de Onganía como hombre fuerte del ejército,
abrió el camino a una profunda revaluación de la estrategia política de los militares. En consecuencia, las prácticas de
intervención tutelar que habían prevalecido desde 1955, fueron abandonadas. El interregno “profesionalista” de 1963-
66, y la paralela reunificación del ejército y de las FFAA alrededor de Onganía, precedió e hizo posible la articulación
definitiva de la doctrina de la “seguridad nacional”.

Mitad de los años ’60:Onganía y las FFAA llegaron a la conclusión de que el experimento semidemocrático
iniciado en 1955 debía darse por concluido. Los grupos liberales recibieron con beneplácito la posición
antipartidista adoptada por las FFAA. El golpe militar y la posibilidad de fundar un régimen no-democrático,
permanente y estable, apareció ante los liberales como una opción tentadora. La misma les proveería los
medios para dar un golpe final a los sindicalistas peronistas. Lo que resultó en parte paradójico fue que las consignas
de los militares fueron acogidas con beneplácito también por el sindicalismo peronista. El hecho de que tanto los
liberales como los sindicalistas apoyaran al gobierno militar del ’66 reflejó dos cosas:

- la ambigüedad inicial de las propuestas de Onganía en materia de política económica

- el atractivo que tuvo para el vandorismo la posibilidad del establecimiento de un régimen político autoritario.

DE RIZ – La política en suspenso 1966-1976 . CAP.1


En 1966 un golpe militarpuso fin a la segunda experiencia de gobierno civil después del peronismo. Las
FFAA podrían fin a un gobierno incapaz de conducir al país hacia su destino de grandeza. El doctor Illia
no renunció y fue expulsado de la Casa Rosada. Se iría también con él la frágil concordia que había servido de
dique de contención de las pasiones que dividían a la sociedad argentina. En una nueva capa social de
jóvenes ejecutivos, existe la creencia deque el gobierno militar permitiría mejorar la eficacia en la
administración pública.

Mariano Grondona: “el problema de fondo es la creación de un poder político lo suficientemente fuerte o
autoritarios para absorber los primeros impactos de la gesta económica”.

El poder del presidente Illia no era sólido, porque era representativo del equilibrio de fuerzas que desde
1955 habían intentado infructuosamente romper los gobiernos militares y la primera experiencia civil de gobierno
semiconstitucional encabezada por Frondizi. El gobierno de Illia, contó desde el comienzo con la oposición
del movimiento sindical peronista y en la medida en que no representó los intereses del poderoso
bloque económico consolidado durante los años de Frondizi, hizo posible la convergencia de una
oposición que alentó el golpe militar.

En 1963 Illia obtuvo la mayoría relativa. A este desenlace había contribuido de manera decisiva la
candidatura del general Aramburu. Los llamados de Perón y Frondizi a votar en blanco tuvieron poco
eco entre sus seguidores y las fracciones importantes del peronismo prefirieron optar por las alternativas
que se les ofrecían para cerrar el camino a quien había sido presidente de la Revolución Libertadora.
Los resultados de los comicios fueron fruto de una opción forzada. Illia se comprometió a devolver a la
legalidad al movimiento político liderado por Perón y cumplió su promesa: el PJ fue legalmente
reconocido en 1965 y gozó de libertad. Los jefes sindicales cambiaron de estrategia y optaron por la
franca hostilidad hacia el gobierno.

En 1964, el secretario de la CGT declaró que los recursos legales y constitucionales para encontrar
una solución a la situación que padecemos por causa de la ley misma se han agotado o bien el
gobierno hace la revolución que el país necesita o bien esta revolución la hará el pueblo.

La CGT anunció un Plan de Lucha:

- operación cuasi militar

- se fueron ocupando a lo largo de varias semanas la casi totalidad de las empresas, del país, conforme a un
plan que no dejaba mayor iniciativa a los trabajadores.

- Ocupaciones de fábricas de manera pacífica.

- El objetivo de la movilización sindical era político: bloquear el proyecto radical de recortar el poder de las
asociaciones obreras mediante reformas a la ley sindical y mostrar a los militares y empresarios que cualquier
arreglo político futuro debía tenerlos como aliados indispensables.

- 1962 y 1963, el sindicalismo no sólo había conservado su poder, sino que había logrado acrecentarlo a través
de la recuperación del control de la CGT.

Frustrada la operación retorno de Perón, los jefes sindicales creyeron llegado el momento de poner fin
a una obediencia que ponía en peligro el lugar que habían conquistado en el orden político
posperonista. Sin embargo, no lograron la anhelada emancipación. El gobierno pagó el precio de haber
abortado el regreso de quien era el factor aglutinante del peronismo con renovadas huelgas y demostraciones
obreras, decidido a continuar eludiendo el enfrentamiento con el movimiento obrero. La política como negociación
pacífica de los conflictos y transformación gradual de la economía y de la sociedad por el camino de las reformas,
chocaba con la visión de la modernización como un proceso para cuyo logro todos los medios eran válidos.

El nacionalismo y la distribución de ingresos y el intervencionismo estatal fueron las claves del


programa de la UCRP.

Illia:

- anuló los contratos firmados con las compañías petroleras internacionales

- alentó al consumo privado, el incrementó el crédito bancario al sector privado en interés de una masa de
consumidores

- disminuyó la carga de las deudas contraídas con los empleados públicos y los proveedores estatales, aumentó
los salarios y sancionó una nueva ley del salario mínimo y móvil.

- El producto bruto interno creció y la industria, y el desempleo se redujo.

- El crecimiento de las exportaciones gracias al continuo asenso de los precios, pero sobre todo al aumento del
volumen de la producción.

- Algunas voces dentro del partido radical advirtieron sobre los peligros que acarreaba la falta de apoyos
sindicales y empresarios. Pero Illia prefirió gobernar solo.
- En 1967 el país estaba económicamente estancado.

- Conciencia generalizada de atraso económico, como el destino al que solo podía oponérsele una revolución,
entendida como la ruptura con las formas tradicionales de gestión de la democracia política.

- La crítica generalizada a los partidos y a la democracia electoral, acusados de no representar a los factores
reales de poder de la sociedad argentina, las reanudadas presiones de los asalariados del sector público y
privado y la resistencia del mundo de las grandes empresas, dejaron al gobierno a la espera de un desenlace
anunciado.

- A fines de 1965 la actividad económica comenzó decaer reanudando el ciclo de marchas y contramarchas que
había trabado el crecimiento económico.

- En nombre de la economía y de la moral, los militares, habrían de encontrar la justificación de


una nueva intervención.

Los militares pudieron aparecer como una solución menos temible que la decadencia y el caos a los que
la sociedad se creía condenada. Los partidos eran considerados instituciones arcaicas, mal
preparadaspara afrontar los desafíos que acarreaba la empresa modernizadora.

Argentina necesita una revolución nacional: Onganía la hará, no tiene otra salida.

Las izquierdas descreídas de la democracia política;

El radicalismo del Pueblo y sus aliados habían contribuido a legitimar una democracia a medias, basada en la
proscripción del peronismo, y esa conducta restaba crédito a su apuesta democrática;

La derecha no había podido organizar una partido político capaz de plasmar sus heterogéneas aspiraciones .

Esta circunstancia generó la conveniencia del golpe.

Había que fundar una nueva Argentina. Ante un gobierno debilitado, sacudido por el Plan de Lucha
lanzado por la CGT, el temor de que demasiada libertad desembocara en el temido retorno del
peronismo y sirviera de caldo de cultivo para el izquierdismo, los militares se sintieron convocados para
transformar la economía y la sociedad argentina.

El sindicalismovio en el golpe militar un camino hacia el poder. Entre 1956 y 1959, débil y marginado el
sindicalismo optó por una estrategia de estimulo a la acción de las masas obreras. A partir de entonces
privilegió los paros generales en los que lo que contaba era la eficacia de la organización. Sólo podían
reforzar su posición en estrecha asociaciones con los centros de poder. Este curso de acción los llevó a desoír las
directivas de Perón. De este modo decidieron adoptar la lógica de golpear primero, para negociar
después. Surge así un sindicalismo de negociación más que de protesta.

En las elecciones de Mendoza, el candidato de Perón aventajó al respaldado por Vandor y los jefes sindicales
rebeldes. Vuelve el liderazgo político de Perón. Sólo suprimiendo las elecciones periódicas podía asegurarse la
continuidad del orden posperonista.

Las FFAA aparecieron como el agente del cambio para los nacionalistas de izquierda y de derecha. El
golpe era la esperanza de renovación y fortalecimiento de una Argentina supuestamente estancada y
demasiado gris. Onganía se perfilaba como el caudillo que la Nación necesitaba.
Los azules (sector del ejército que fue bautizado así tras los acontecimientos culminados en hechos de guerra en
1962), fueron percibidos como la fuerza que el país necesitaba para dar orientación a un movimiento
político que se resistía a desaparecer y conducir las FFAA. El clivaje entre legalistas, partidarios del
profesionalismo prescindentes de las FFAA, y los gorilas, partidarios de la proscripción perpetua del peronismo.

Los azules o legalistas eran también antiperonistas, pero consideraban al peronismo como una fuerza
nacional y cristiana que había hecho posible salvar a la clase obrera del peligro comunista.

Los colorados o gorilas, veían al peronismo como un movimiento clasista, sectario y violento, que
inevitablemente abriría las puertas al comunismo.

Fue decisiva en ese desenlace la falta de consenso entre los militares azules hacia la candidatura
presidencial de Onganía. Los jefes del Ejército Azul decidieron devolver a los civiles el gobierno para
replegarse a la misión específica de mejorar el nivel de profesionalidad y restablecer la autoridad
erosionada por las disidencias políticas. El movimiento Azul luchará por la normalización
constitucional. Los nuevos enfrentamientos de abril de 1963 entre la Marina y el Ejército, terminaron
por convencer a los Azules de que la empresa democrática estaba plagada de amenazas y se pronunciaron
a favor de la proscripción del peronismo.

Cuatro años después,Onganía habría de ser el titular indiscutido del nuevo gobierno instalado por las
FFAA.

Defensor de la legalidad y comprometido con la forma de gobierno constitucional, había ganado popularidad.

La doctrina de West Point, que el general Onganía había expuesto en 1965, contribuyó a explicar las nuevas
ideas de la seguridad nacional que cobraron fuerza en la corporación castrense, en ella se advertía la
presencia del escenario internacional modificado por la Revolución Cubana.EEUU ya no cuestionaba las
soluciones autoritarias, estaba dispuesto a apoyarlas para acabar con el comunismo en América Latina. De
acuerdo con esta doctrina de seguridad nacional, las FFAA argentinas deberían defender la legalidad
hasta un límite, ese límite estaba fijado en el momento en el que el libre juego de las instituciones
constitucionales amenazara las instituciones fundamentales de la Nación y su estilo de vida occidental y cristiano,
tendrían derecho a intervenir cuando la situación reclamaba defender a la Constitución. La misión del brazo
armado de la Constitución era también una empresa religiosa. Los militares se sentían convocados
para una cruzada en defensa del orden cristiano amenazado por el comunismo. Buscaron entonces un
caudillo revolucionario que pudiera plasmar una suerte de paternalismo autoritario capaz de conducir a
las masas trabajadoras, pero sin darles ninguna participación en el poder. Un fenómeno de igualdad
social y mandato mayoritario que desembocaba necesariamente en la demagogia. Ese candidato era
Onganía.

Estamos viviendo la finalización del período de transición del país agrícola-ganadero, de estructura
armónica dependiente, hacia el país industrializado que exige la construcción de la industria básica, la
promoción de las actividades de la nueva revolución industrial de la energía nuclear, la electrónica o la
cibernética y reclama la renovación técnica del campo. Supone un gran esfuerzo tecnológico que
coordine los esfuerzos de la universidad, las empresas y el Estado en la tarea de la modernización.

La seguridad se concibe subordinada al desarrollo económico. Esto explica que el nexo entre la doctrina
de la Seguridad Nacional y la estrategia del gobierno militar haya sido débil y da cuenta de los grandes conflictos
que habría de enfrentar Onganía. Desterrar la política del gobierno y unificar el mando en un presidente, al que
civiles y militares debieran obediencia, aparecía como el mejor antídoto para detener un proceso que se asumía
como freno a la modernización del país y dejaba indefensa a la nación ante el peligro del comunismo. Ningún
interés concreto ninguna vinculación precisa con sectores económicos, sólo una proclamada vocación para
conducir a la Nación hacia su destino de grandeza.

Para Onganía el ordenamiento de la administración es la piedra de toque de la transformación. No


sorprendió entonces que el presidente instalado por el golpe estuviera profundamente convencido del carácter
apolítico de su gobierno:

- prohibidos los partidos y transferidos sus bienes al Estado

- los integrantes del gobierno no tendrían otro vínculo que la comunidad de objetivos fijados por la denominada
“Revolución Argentina”.

- Convencido de que sin la mediación de los partidos, la lucha de intereses podría ser encauzada bajo nuevas
formas de participación, Onganía se aventuró a imaginar a la revolución como un estado espiritual.

SMULOVITZ – En búsqueda de una fórmula perdida, Argentina 1955-


66.
Decir que el conflicto en el país pos 1955 estuvo caracterizado por la resolución de la cuestión peronista
implica afirmar que la búsqueda de una fórmula que permita reincorporar al electorado peronista al
sistema institucional fue el tema recurrente de esos años. Ninguna de las salidas intentadas alcanzó a
consolidarse. El fracaso de los distintos intentos de salida se explica por el hecho de que en el período, el
principal objeto de lucha entre los actores fue tanto la definición de los mecanismos que podían garantizar
dicha integración como la definición de las características del resultado aceptable. Este hecho explica las
dificultades que se presentaron para definir la “cuestión peronista”. En un primer momento, esta cuestión
fue definida como un espacio homogéneo que incluía a Perón, a su partido y al electorado. A lo largo del
período tampoco fue constante la identidad del actor a quien más le convenía vetar cada posible “solución” del
problema”.

¿Cuáles fueron esos intentos de salida?

El primer intento: “Revolución Libertadora”

La “desperonización” de las masas populares pasaba por un proceso de “educación democrática”.

Solución:

- Desaparición del peronismo. No sólo Perón y su partido debían ser excluidos, sino también su electorado
debía perder su identidad como tal.
- Destrucción de una identidad colectiva
- Represión abierta
- Reglas que establecían la disolución del partido peronista
- Prohibición de la propaganda y difusión de sus ideas.

A principios de 1956,estas medidas parecían convertir a la UCR en la casi segura ganadora de las elecciones.

Dos hechos que complicaron el éxito de esta primera búsqueda de salida:

- el fracaso del intento de desarticular la identidad peronista y la escisión del partido radical y sus derivaciones.
A pesar de la represión y las limitaciones legales, los votos peronistas siguieron superando a los demás.
- En enero del ’57 se dividió la UCR. Ante la perspectiva de una victoria, se agudizaron diferencias entre
distintas fracciones. Una vez producida la división, dejó de haber un seguro ganador electoral. Para asegurar
su victoria. La UCR Intransigente desarrolló una estrategia que impidió al gobierno provisional imponer su
“solución”. Los resultados de las elecciones para Constituyentes (1957) mostraron a Frondizi dos hechos: que
la UCRI no poseía los votos necesarios para triunfar en las próximas elecciones y que el
electorado peronista seguía estando allí. Esto llevó a Frondizi a suscribir el pacto de Caracas. Para
asegurarse el apoyo de los votos peronistas, Frondizi tuvo que acordar con Perón y, al hacerlo, volvió
a reconocer y legitimar al peronismo como actor político independiente de la escena nacional.
Este acuerdo provocó el fracaso del 1º intento de salida. Ahora el que proponía la salida era Frondizi.

La estrategia electoral de Frondizi reforzó la desconfianza militar. Al margen de los otros factores que durante su
gestión complicaron la relación con los militares, en mayo de 1958 ésta aparecía signada por dos grandes
desencuentros:

- Durante la campaña electoral, Frondizi había constituido su figura y a su partido en oposición a las políticas
desarrolladas por los militares que participaban en el gobierno provisional. Al constituir su lugar en oposición a
los militares, Frondizi los constituyó en los enemigos de su futura gestión.
- Sus escarceos con el peronismo lo convirtieron en una figura poco confiable. Para los militares, Frondizi
debía ser vigilado de cerca. Luego de unos meses la estrategia de integración encontró un impugnador en
el propio peronismo. Cuando se puso en evidencia que la “fórmula” de integración frondicistas no
desembocaría en la reincorporación del peronismo, el rango de políticas de oposición se reordenó. La
estrategia de integración propuesta por Frondizi enfrentó un abanico de impugnaciones que impidieron
su consolidación. Ante este fracaso, Frondizi ensayó una salida alternativa, propuso una salida en la cual
podrían participar tanto el partido como el electorado peronista. En marzo del ’62, el gobierno apostó
a vencer a un peronismo vuelto a la legalidad para constituirse así en la “solución” a la cuestión peronista. Y si
bien conocía los riesgos implícitos en la empresa, la opción “democrática” aparecía como su estrategia más
convincente. Los resultados de las elecciones del ’62 mostraron que Frondizi había fracasado en su
2do intento de imponer una solución a la cuestión peronista. En los 10 días que siguieron a las
elecciones, las condiciones impuestas por el resto de los partidos y por las fuerzas armadas sellaron la suerte
del gobierno. La condición era la renuncia del presidente. Una vez que se puso en evidencia que los
partidos no iban a colaborar en la supervivencia democrática, la Marina impuso su criterio y la
caída de Frondizi fue un hecho.

Segundo intento: durante el gobierno de Guido, el “plan Martínez”.

Objetivo: la constitución de un frente electoral que debía contar con el apoyo del peronismo, la UCRI y la
Democracia Cristiana. La solución contemplaba un espacio y un rol para cada uno los actores de la escena:
Perón, su partido, los militares y el resto de los partidos.

Esta vez era el propio régimen el que requería la participación, aunque controlada, del peronismo para solucionar su
propia crisis. La incorporación del peronismo pasó a ser parte de la solución. Sin embargo, el intento
fracasó tempranamente.

El plan, que pareció contar con la aprobación de Perón y las FFAA, estalló en el momento en que debía
decidirse la elección del candidato presidencial. Perón nunca acordó dejar de intervenir en la elección del
candidato del frente que se intentaba formar. Esta intervención no fue aceptada por las FFAA. Luego de haber
derrocado a Perón, éstas no podían aceptar que él mismo se convirtiera en una importante fuente de decisión
política. El segundo elemento que complicó la formación del frente fue una exigencia de ciertos sectores
de las FFAA: la incorporación de la UCRP al frente.

Sin ésta dentro, los militares creían que se repetiría la experiencia de 1958. Los radicales, en cambio, no estaban
interesados en participar. A esa altura del calendario, Guido desarrolló una estrategia destinada a
confundir tanto a los actores partidarios como a la población. La confusión del acto electoral de 1963 terminó
impidiendo el acceso del peronismo al poder; sin embargo, no impidió que se registrara la precariedad
del mandato que había llevado a la UCRP al poder.

La victoria del radicalismo ocultó que las FFAA habían fracasado por 2da vez en su intento de salida. Al cabo de unos
meses el gobierno radical empezó a diseñar lo que sería el 5to plan de salida. La propuesta retomaba rasgos
del “Plan Martínez”. Consideraba que era posible una integración gradual del peronismo, pero a diferencia del
plan Martínez, no fue nunca diseñado.

¿Por qué insistir en una estrategia que poco antes había fracasado?

A fines del ’64, ha tenido lugar el fallido intento de retorno de Perón. El gobierno suponía que ante el fallido
retorno, los políticos peronistas locales se verían obligados a elegir entre la lealtad personal a Perón y su
supervivencia como políticos. Muchos elegían la segunda opción.

Uno de los objetivos de la estrategia era neutralizar al peronismo. Sin embargo, la estrategia tuvo
consecuencias inesperadas: derivó en la agudización de un conflicto interno entre peronistas y terminó
colocando a Perón en el lugar de árbitro.

Desde las elecciones del ’62 se observaba que en la escena política surgían dos nuevos actores políticos:

- el sindicalismo vandorista y los políticos neoperonistas. Los intentos de los políticos neoperonistas, al igual
que los de Vandor, constituían un cuestionamiento verosímil al liderazgo de Perón.
El primer test que debió afrontar esta estrategia fueron las elecciones legislativas de 1965. Sus
resultados permitirían saber si era posible encontrar una solución al problema del peronismo y si los
intentos neoperonistas podían reemplazar al liderazgo de Perón.

A principios de 1965la Cámara Nacional Electoral denegó la personería jurídica al partido peronista. Vandor por un
lado y Perón por el suyo decidieron apoyar a la Unión Popular. Esta coincidencia postergó la definición del conflicto
entre ambos. En marzo del ’65, la UCRP triunfó en 6 distritos, la Unión Popular y otras siglas peronistas en
8 y otros 4 distritos fueron conquistados por conservadores.

El conflicto entre Perón y Vandor que había sido postergado en 1965 apareció en Mendoza. Vandor apoyaba a uno, y
Perón a otro (Corvalán Nanclares). Las elecciones las ganó el candidato del Partido Demócrata, pero el dato
importante fue que el candidato de Perón consiguió 102.000 votos contra los 62.000 que obtuvo el de Vandor.

Luego de tantos fracasos, varios actores concluyeron que la nueva salida no podía tener lugar dentro del sistema de
partidos. Así es que a partir de 1966 se ensaya una nueva salida a la cuestión del peronismo. En esta
ocasión, la salida dejaría afuera a todos los partidos.

PORTANTIERO – Economía y política en la crisis Argentina.


EL EMPATE ARGENTINO.

Una imagen de sentido común preside a este trabajo: la convicción generalizada acerca de la carencia,
desde hace tiempo, de un verdadero Orden Político en la Argentina. Traté de analizar el
comportamiento de los principales actores sociales durante las dos últimas décadas en el país, como
motivadas por la lógica de un “empate” entre fuerzas, alternativamente capaces de vetar los proyectos de las
otras, pero sin recursos suficientes para imponer, de manera perdurable, los propios. Esta situación de
“empate hegemónico” ha dado lugar, a la presencia de un Estado progresivamente aislado de la
Sociedad. La inestabilidad propia de la Argentina, su condición de sociedad “ingobernable”, sólo podrá ser
entendida a condición de penetrar más hondamente en el complejo de las relaciones económicas,
sociales y políticas que se va estructurando de finales de la década del 50.

El derrocamiento del primer experimento nacionalista popular de Perón, en 1955, habría de implicar el cierre
de un ciclo histórico.

En lo económico: quedaba atrás un modelo de acumulación, que el peronismo modificó socialmente


introduciéndole un patrón de distribución.

En lo político: arrasaba con un orden legítimo, sostenido por una alianza de intereses, expresada en el bloque
populista de poder entre las Fuerzas Armadas, el Sindicalismo y las corporaciones patronales. En esa alianza
comenzaron a manifestar crecientes contradicciones entre sí, el bloque populista entró en un proceso de
descomposición. Fue derrocado por una conjura dirigida por oficiales retirados de Ejército, apoyada por la Marina
de Guerra. A partir de su caída, ninguna experiencia gubernamental, logró satisfacer los requisitos mínimos para
sostener un orden estable.

Esa incapacidad de las clases dominantes comienza a ser patética desde el período presidencial de
Arturo Frondizi (1958, derrocado en 1962) se funda en las bases para modificaciones profundas en el
modelo de acumulación y se abre un proceso de complejización de las contradicciones entre clases y
entre fracciones de clases.

El período de 1955 a 1958 fue de transición: intento de las clases dominantes por poner “orden en la casa”:

- recuperarse del deterioro que le había inferido el nacionalismo popular

- desarmar en lo posible el Sindicalismo.

Ese intento hizo, lo que Perón no hubiera podido hacer: desarticular la participación política de los
sindicatos como interlocutores privilegiados para la elaboración de proyectos sociales. Es entre 1955-58 cuando se
colocan las bases institucionales para proceder a la sustitución del trabajo por capital en el desarrollo industrial.

Será el desarrollismo quien consumará en lo económico el nacimiento de esta etapa: por ello estimará el
ingreso masivo del capital extranjero en la industria. Estos cambios influirán decisivamente sobre el
perfil social de la Argentina.

Eso es a lo que se llamo crisis de hegemonía: incapacidad de un sector que deviene predominante en la economía
para proyectar sobre la sociedad un orden político que lo exprese legítimamente y lo reproduzca.

La irrupción brusca de una fracción de clase que pasa a controlar los grupos más dinámicos de la economía podía
alterar la correlación de fuerzas en el interior de la burguesía y redefinir las relaciones globales entre el conjunto
de las clases dominantes y las dominadas. El “empate” político entre los distintos grupos se articularía, con
una modalidad específica de acumulación de capital en la Argentina basada en una situación de poder
económico compartido que alternativamente se desplaza la burguesía agraria pampeana (proveedora de
divisas, dueña de la situación en los momentos de crisis externa) y la a la burguesía industrial (volcada
totalmente hacia el mercado interior). Según cual sea el momento del ciclo será la probabilidad de las
alianzas que tiendan a establecerse.
El modelo vigenteresponde a una secuencia que pasa de un momento de devaluación y aumento de los
precios relativos industriales y el salario real, hasta que nuevamente la burguesía agraria precipita una
crisis en la balanza de pagos y, con una posterior devaluación, recomienza el ciclo. La presencia de esas
características erráticas en la economía argentina viene de la década del ´30, de la reconstrucción del comercio
mundial posterior a la crisis por la cual la Argentina pierde su condición de “partner” privilegiado de Gran Bretaña.
Sólo durante algunos momentos excepcionales, esta “ley de hierro” parecía quebrarse.

Las formas políticas del capitalismo argentino testimonian una suerte de “imposibilidad
hegemónica”, dadas las recurrentes dificultades que enfrentan para elaborar una coalición estable las capas más
concentradas de las burguesías urbanas y rurales. Distintas fracciones buscan dar un vuelco a la situación
tratando de montar un modelo de acumulación alternativa: son intentos de ruptura del “empate” que
pretenden modernizar la estructura del capitalismo. Estas tentativas se originan en fracciones de la
burguesía urbana que aspiran a fracturar el frente agrario, agrediendo con políticas impositivas a sus
sectores más parasitarios.

Sometidos a una marca cruza de presiones defensivas esos intentos hegemónicos de distinto signo
resultaron quebrados. Una y otra vez el Estado fue desbordado por la Sociedad y la posibilidad de un
Orden Político, cancelada nuevamente.

El período 1966-1973 años de la “Revolución Argentina”.

Se puso en marcha el experimento más coherente y en las mejores condiciones de factibilidad desplegado
por la fracción dominante en la economía para superar el “empate” a su favor y transformar su
predominio en hegemonía. Pese a que las condiciones económicas nacionales e internacionales trabajaban a
su favor, el proyecto no pudo superar los obstáculos que se le interpusieron.

El “empate” político en Argentina esta articulado con el empate social. Lo que interesa especificar es cómo esa in-
estructuración entre sociedad civil y Estado influye sobre los comportamientos de los distintos actores. Este
trabajo intentará desentenderse en el análisis de los comportamientos de actores sociales institucionales, cuya a
presencia aparece o se refuerza después de los cambios operados en la sociedad al comienzo de los años 70. Sus
protagonistas serán actores del sistema político que operan en su interior. El nivel de análisis elegido en este
ensayo es el de las relaciones de fuerzas políticas, es decir, un espacio en el que los conflictos de clase se
expresan como conflictos entre fuerzas que actúan en el Sistema Político.

LOS PRELUDIOS DEL CAMBIO.

Entre 1962 y 1963la Argentina atravesó por momentos de recesión.

Su detonante: déficit incontrolable en la balanza de pagos.

Se trató de estimular a la burguesía agrariapampeana a través de una devaluación del peso, con el
objeto de modificar a su favor la relación de precios con la industria.

En la politica tampoco se apreciaron modificaciones: la crisis económica arrasó a una crisis institucional y las
FFAA decidieron el derrocamiento de Frondizi. Tras la inquietante experiencia del “desarrollismo”, los
mandos militares tenían una propuesta de resurrección de la “Revolución Libertadora” que había desalojado a
Perón del poder. Durante ese período se colocaron las bases para la consolidación en la esfera de la
producción de un nuevo actor social,el capital extranjero radicado en la industria, quien logrará
reestructurar a su favor las relaciones de predominio tanto en el interior del sector cuanto en la
economía en su conjunto; la burguesía industrial local deberá amoldarse a sus decisiones y la poderosa
burguesía pampeana será desplazada de su posición de liderazgo.

El efecto, en cuanto a monto como origen y destino de las inversiones, contribuyó a remodelar la economía
nacional articulada hasta entonces a través del negocio de la exportaciones agropecuarias, de la
presencia subordinada de una industria local productora de bienes de consumo no durable y de un estado
empresario que controlaba buena parte de los servicios, como herencia de la administración peronista.

Pero lo importante de esos cambios que desplazaron el principio dinámico de la economía argentina del mercado
externo a la demanda interior, es la modificación generada en el perfil social y regional de las relaciones
de fuerza, junto con el estímulo que significaron para la emergencia de nuevos grupos alrededor de las
esferas de poder y para la modificación de comportamientos.

Algunos elementos nuevos implantados durante el “desarrollismo” son:

- la concentración de las inversiones en Capital Federal y su periferia, Santa Fe y Córdoba

- las variaciones en la distribución del ingreso que beneficiaron sobre todo a los sectores medio y medio-
superior, en detrimento de los tramos inferiores, pero también de los superiores,

- la mayor heterogeneización de la clase dominante, manifestada en el proceso de “diversificación del liderazgo


empresario”,

- las modificaciones operadas en la composición interna de la fuerza de trabajo a través de diferenciaciones


salariales nítidas.

Esta modernización en marcha no evitó la reaparición, en 1962, de la habitual crisis externa:

- el programa desarrollista implicaba la necesidad de un aumento en la demanda de importaciones que


sólo podía ser equilibrada con un aumento de la exportación de productos agropecuarios.

Derrocado Frondizi en 1962,Federico Pinedo, ocupo el Ministerio de Economía y aplicó los conocidos
planes antirrecesivos:liberalismo económico extremo y convocatoria para ocupar las posiciones en el aparato
del Estado a los sectores más conservadores que, además controlaban los estados mayores del Ejército y la
Marina.

Se abre así un período de casi dos años de crisis política. Por primera vez, en la Argentina moderna, llegan
a producirse enfrentamientos armados violentos entre fracciones del Ejército y de la Marina.
Finalemnetese convoca a elecciones, y a fines de 1963 asume el gobierno de Arturo Illia.

Pero el lapso que va desde el golpe de Estado contra Frondizihastalos comicios que llevan a la fracción
más tradicional de la UCR al gobierno, sirvió para consolidar en los niveles ideológico y organizativo a
los nuevos actores sociales generados durante el proceso de modernización capitalista de los años
1958-62.

El desvalido gobierno de Guido que sucedió a Frondizi, va adquirir el carácter de un “ensayo general”
para el modelo político que se intentará poner en marcha desde 1966.

El impulso modernizante del “desarrollismo” había comenzado a promover, como participante significativo
en el funcionamiento del sistema político, a una capa tecno burocrática ligada con los nuevos procesos de
acumulación capitalista en todas sus esferas.
Esta capa tecnocrática (a la que llamaremos “establishment”) comenzará ya en la época de Guido a
proyectarse hacia la función pública, desplazando a los viejos políticos y abogados.

Esta capa habría de encontrar, entre 1967 y 1969, a su prócer: KriegerVasena, el más lúcido promotor del
nuevo modelo socioeconómico tendiente a coronar el proceso abierto en la Argentina bajo el gobierno de
Frondizi. Este movimiento hacia la modernización política, involucró el ascenso de otra fuerza social,
arrinconada desde el derrocamiento de Perón en 1955: la burocracia sindical. En 1961 Frondizi devolvió a los
sindicatos el control de la CGT.

Este acto del desarrollismo habría de permitir que las organizaciones gremiales reaparecieran como
grupos de presión: en esos años comenzará a gestarse en el interior del sindicalismo peronista la
corriente llamada “vandorista”, dispuesto a autonomizarse de las tácticas de Perón y a construir un
embrión de proyecto político- gremial de estilo “laborista” capacitado para negociar directamente
con los otros factores de poder. El crecimiento del papel del sindicalismo y el reflujo sufrido por los partidos
políticos, colocó también en un primer plano institucional a las organizaciones corporativas empresarias.

A estos actores (establishment, burocracia sindical, organizaciones empresarias) debe sumarse la modificación
operada en el Ejército durante el período de Guido. Esta modificación se produjo con conflictos: hubo
enfrentamientos militares. En ellos fueron derrocados quienes, desde 1955, ocupaban los cuadros de
dirección militares como representantes de un “sentido común”. Habían sido esos oficiales los que
decidieron por el derrocamiento de Frondizi y los que impulsaron las políticas favorables a la burguesía agraria.

El gobierno de Guido fue híbrido, pero a la vez, implicó una primera puesta a prueba de las articulaciones
políticas necesarias para la realización de un nuevo equilibrio de fuerzas acorde con los cambios que se estaban
produciendo en la sociedad. Illia y los viejos políticos habían sido triunfadores ocasionales, que ocupaban un vacío
temporario. La administración de Illiafue ejemplar, gobernó sin Estado de Sitio y sin presos políticos;
garantizó las libertades básicas.Su modelo era Yrigoyen, pero se confundió al creer que la Argentina que él
gobierna y el mundo en que ella estaba incluida, eran los de la década del 20. El período de Illia coincide con un
hecho. Superada la crisis económica de los años 62-63, la economía argentina entra en un largo ciclo
de recuperación, caracterizado por una coyuntura internacional que iba a favorecer los precios de los
productos argentinos en el mercado mundial y que eliminaría el déficit en la balanza comercial.

Desde 1964 hacia delante el proceso económico de Argentina se caracteriza por:

- crecimiento ininterrumpido del PBI, sin ningún año de recesión;

- crecimiento sostenido del producto industrial;

- aumento de la capacidad del sector industrial;

- participación de las grandes empresas de las ramas vegetativas y de las medianas empresas de las ramas
dinámicas junto con las grandes empresas extranjeras de las ramas dinámicas;

- atenuación de los ciclos originados en el sector externo, lo que permitió superar las “minirrecesiones” de
1966-67 y 1971-72;

- estabilidad en los patrones de distribución del ingreso y progresiva atenuación de las diferenciaciones internas
dentro de los asalariados; descenso del nivel de desocupación que baja del 7,2% al 5,8%.
La incapacidad de Illia para responder las exigencias del sistema económico provocará su caída el
28 de junio de 1966. El derrocamiento del radicalismo arrastraba tras sí, simbólicamente, a la totalidad del
sistema de representación en el que estaba incluido. Cuando los militares toman por asalto el poder y utilizan
como explicación de su alzamiento el deterioro de los partidos políticos su “crisis de autoridad” era flagrante. La
acumulación del capital, el incremento de la eficacia del sistema económico, la racionalización del Estado, eran
demandas que se asentaban sobre la lógica del desarrollo capitalista, tal cual había sido impulsado desde 1959.

EL GOLPE ESTALLÓ TRAS UN LARGO PROCESO DE MADURACIÓN.

No se tratabade castigar a un gobierno legal al que se le imputaba “peligrosidad ideológica”.

Objetivo del movimiento:

- la modernización del país

- la grandeza de la Nación

- la elaboración de un “modelo argentino” destinado a reemplazar al caduco proyecto puesto en marcha a fines
del siglo XIX.

Uno de los jefes militares del golpe dijo: “Estamos viviendo la finalización del período de transición del
país agrícola- ganadero, hacia el país industrializado, donde la situación argentina es la de un país
en vías de desarrollo”.

La política fundada en el interés nacional supone el esfuerzo acelerado para transformar esa estructura
de producción en una similar a la de las sociedades industriales. Exige:

- La construcción de industria básica

- La promoción de la energía nuclear

- La electrónica o la cibernética

- Reclama la revolución técnica en el campo

Para esa tarea las FFAAno podían contar con el viejo sistema de partidos. Parecía en cambio posible
edificar las bases de un nuevo modelo político a través de la incorporación de otros actores.

Onganía no pudo “sintetizar” al nuevo país, reconstruir la hegemonía. Y el fracaso no fue resultado de
causas económicas. Pedirle al Estado argentino que con sus propios recursos reordene desde arriba a la
sociedad es pedirle algo que está más allá de sus capacidades. Carente de una fuerte organización
burocrática dotada de estabilidad y de una eficaz gestión como empresa económica, el aparato estatal
no posee una capa de funcionarios autónomos, capaz de proponer metas y ejecutar proyectos, de controlar
efectivamente a la sociedad, de fundar un orden político.

Corroída por conflictos desde el exterior del sistema, pero también desde su interior, la fórmula de
poder que intentó establecer la “Revolución argentina” se fue desvaneciendo frente al vigor que
siguieron demostrando, como voceros de “opinión pública”, los sindicatos y los partidos políticos.

En 1973, tras tres años a la defensiva, los militares que en 1966 habían proclamado la refundación del
Estado, debieron ceder el gobierno al peronismo triunfante en las urnas.
Los militares durante su paso por el gobierno no sólo no habían resuelto sino que no habían agravado
la crisis hegemónica:

- 1969 se desata el “cordobazo”

- 1970 nace la guerrilla urbana.

Por fin, será Perón quien retornará triunfalmente acompañado por:

- los sindicatos

- los partidos políticos

- la juventud radicalizada

- la tecno burocracia nacionalista

- las organizaciones corporativas del capitalismo nacional, frente a un Ejército desalentado.

Los ideólogos de la “Revolución argentina” intentaron esquematizar sus objetivos a través de una
dialéctica de “tres tiempos” sucesivos:

- “tiempo económico”

- “tiempo social”

- “tiempo político”.

Esa ser legítimamente retraducida como una sucesión de dos etapas:

- 1°, de acumulación que supone el sostén del autoritarismo militar a la reestructuración económica
operada a favor de sectores modernos del capitalismo

- 2°, de Distribución, en la cual se abrirían las compuertas para la repartición de la riqueza


acumulada y se regularían formas controladas de apertura en el sistema de Poder.

Lo que buscaba consolidarse: una oligarquía político- militar- empresaria, empeñada en realizar el proceso
de industrialización a través de grandes inversiones en la infraestructura y dispuesto a contener las presiones de
los sectores populares.

La totalidad del período 1966-73 puede ser fragmentada en tres etapas;

1) 1966-70: intento de estabilizar una modificación en el modelo de acumulación, en la relación de fuerzas sociales
básicas y en el modelo político;

2) 1970-71: intento de formular un modelo con mayor participación del capitalismo nacional, pero bajo los mismos
moldes autoritarios;

3) 1971-73: intento de “salida” para la situación, mediante la congelación de la iniciativa estatal sobre la economía
y la pretensión de controlar el futuro modelo político.
El experimento llamado “Revolución argentina” arranca con una ofensiva hegemónica que se consolida
con el ingreso, a fines del 1966, de Vasena, como representante del “establishment” tecno burocrático
y de la gran burguesía urbana, en el ministerio de Economía.

En esa etapa, el predominio del capital monopolista industrial se transforma en hegemonía dentro del
bloque dominante y el capital nacional y la burguesía agraria debieron subordinarse a él. En efecto,
todo plan tendiente a la concentración de los recursos económicos tiende también a la estructuración de un
modelo de Estado autoritario que concentre el Poder, asociando los núcleos de decisión económica con los de
decisión política. Los partidos políticos suponen la vigencia de un sistema particular que incluye un
escenario, que es el parlamento y su condición de existencia la consulta electoral periódica. Ambos
elementos conforman un espacio en el que concluyen múltiples intereses particularistas.

En el caso argentino, los partidos tienden a ser la forma más nítida de articulación política de sus
intereses para el viejo capitalismo nacional, urbano y rural. Representan el liberalismo ideológico de
las clases medias. Los partidos políticos aparecen como una institución ejemplar del “empate”: incapacitados
como ordenadores de ninguna hegemonía estable, son instrumentos para bloquear la posibilidad de salidas
alternativas. Pero al iniciarse la “Revolución Argentina”: La disolución de todos los partidos políticos crea
un hecho inédito: por primera vez desde 1955 el peronismo sale de su aislamiento, al compartir con el resto
la situación de exclusión. Con una ventaja diferencial: al no ser desarticulados los sindicatos, mantenía un
canal de expresión del que carecían los demás partidos.

Es en esas condiciones que se pone en marcha el plan KriegerVasena. En su discurso dijo: “lo que buscan
las autoridades del país es evitar la transferencia de ingresos en gran escala de unos sectores a otros. Dentro de
cada sector se desea premiar a los más eficientes y que este premio sea el resultado de su propio esfuerzo”.

La “racionalización” de Vasena implicó una transferencia en la distribución de la plusvalía en prejuicio


de los sectores medianos y pequeños del capitalismo urbano así como de los propietarios de tierras de
la zona pampeana.

Los principales indicadores de coyuntura muestran éxitos en el cumplimiento de las metas del plan:

- aumentos del Producto Bruto Nacional

- aumentos en el Producto Bruto Industrial

- repunte del salario real

- disminución de la desocupación y de la tasa de inflación

- comienzo del ingreso de capitales extranjeros.

El principal fracaso del Plan KriegerVasena consistió en que la elite militar y política encabezada por
Onganía no pudo superar la crónica crisis estatal argentina. Este plan lleva a la economía argentina a un
punto en que la única alternativa al desorden económico es la continuidad del plan. La crisis social y política
arrastrará al Estado a su caída al autoritarismo militar de Onganía y planteará la recreación de las condiciones del
“empate”.

El objetivo del plan: poner en marcha un programa antiinflacionario pero que fuera expansivo y no
recesivo, a partir de una firme política de ingresos manejada por el Estado. Controlada la inflación a
través del manejo de precios y salarios y habiendo dotado al Estado de un importante masa de recursos, el
plan dejaba libre el camino para implantar sólidamente la dominación del gran capitalismo moderno,
premiando “a los más eficientes” y castigando el resto.

Era un plan que buscaba maximizar la eficiencia global del sistema bruscamente con la situación de
“empate”. Los perjudicados eran la gran burguesía agraria. La nacionalización del funcionamiento del
Estado como organización burocrática acarrea un proceso de deterioro de los asalariados que depende de sus
engranajes.

La situación de los asalariados y el descontento generalizado de las capas medias expropiadas


políticamente por el autoritarismo estatal, crearon una acumulación de fuerzas opositoras tan
poderosas, abrieron una crisis social tan honda, que precipitó la fractura del monopolismo militar. A
partir de esa grieta apuró sus pasos la Burocracia Sindical y luego el sistema de partidos.

La crisis puso a flor de piel las antiguas contradicciones en el interior de las fuerzas. Como aparato del
Estado que debe justificar la especificidad de sus acciones, las FFAA siguen siempre una determinada “doctrina”
que le otorga sentido a su función y en el que tratan de socializar sus cuadros. Es a través de esa ideología que
puede reconstruirse la relación de las FFAA con otras fuerzas sociales.

Hacia los años 60 esa doctrina cambia. A partir de las teorías norteamericanas sobre la contrainsurgencia, la
conexión entre Seguridad y Desarrollo pasa a ser la nueva clase estratégica .

La función principal de las FFAA es garantizar la Seguridad. A partir de esto no importa quien dirija el
desarrollo; lo decisivo es que las estructuras de la nación se modernicen. La marea de presiones
cristalizada en los 69 y 70 actualizaron los dilemas tradicionales sobre la orientación política que las FFAA
deberían asumir, introdujo la deliberación y desorganizó la pasiva adhesión de sus cuadros al proyecto que
asociaba a las instituciones armadas con el “establishment”. La grieta que la crisis abre a las FFAA
desnudará al Estado y hará crecer los poderes de la sociedad civil reabriendo la crisis de
representación. La burocracia sindical se insertará en eso pliegue haciendo valer su fuerza relativa
dentro de un frente opositor.

En marzo de 1967 la CGT se rinde frente al gobierno y levanta una huelga general de 48 horas sin
condiciones.

Días después recibe el golpe de gracia:KriegerVasena liquida por dos años las convenciones colectivas de
trabajo estableciendo que durante ese período será el Estado quien fijará los ingresos de los
asalariados. Con ello, la burocracia sindicalpierde así toda influencia sobre el mercado de trabajo.

Una política de ingresos rigurosa como la que aplica Vasenaobviamente opaca el rol de los sindicatos, y eso
era uno de los ejes del plan. La Burocracia Sindical a la defensiva, no cuestionó excesivamente ese rol
secundario. Sólo el debilitamiento del Estado, posterior a la crisis; la ruptura de la coalición entre
establishment y FFAA y la rehabilitación de los partidos políticos y las organizaciones
representativas de los empresarios nacionales, la alentará nuevamente a emprender la ofensiva.

Si por un lado encuentra oídos sordos para sus reclamos ante el Estado, por el otro ve socavar su
poderío desde dentro a través de un proceso de sacudimientos que asumirá dos formas:

- 1° coagulará en la constitución por parte de gremios que se revelan contra la conducción nacional de una CGT
“paralela” (llamada “de los Argentinos”);

- 2° implicará más un alzamiento de bases que de direcciones sindicales que llevará el nombre de “clasismo”.
La “CGT de los Argentinos” expresaba el descontento de que aquellos sectores de la fuerza de trabajo
empleados en las ramas que el plan económico calificaba como ineficientes: trabajadores del estado,
ferrocarrileros.

Se trataba de gremios pequeños ligados a los servicios o a formas arcaicas de producción, pero de gran
capacidad para movilizar a otras capas: estudiantes, intelectuales, sectores radicalizados de la iglesia.

El “clasismo” implicaba un tipo de movilización obrera opuesto. Sus protagonistas eran los
trabajadores de las industrias “de punta”, generadas o expandidas después del ‘58 y su centro era
Córdoba.

El “clasismo” venía a incorporar el debate sindical argentino. Sus reclamos tenían que ver con temas
sobre la “condición obrera” y sobre el control que los trabajadores deben ejercer en relación con la
actividad productiva en las grandes empresas. Era una lucha contra el autoritarismo en la fábrica,
lucha contra el autoritarismo en la sociedad.

Frente a las modificaciones de la condición obrera que, en los dos extremos, el arcaico y el moderno,
generaba el nuevo patrón de acumulación, la Burocracia Sindical no tenía respuesta. Su espacio de
representación era otro: la Burocracia Sindical expresaba a una franja intermedia, aunque numéricamente
muy poderosa del desarrollo industrial y del “sentido común” obrero que la acompañaba. En esa
franja, su representatividad resultaba incuestionable y a partir de ese consenso había logrado forjar un
gran poder económico y político, que realimentaba su poder social.

La interrelación entre sus funciones “profesionales” y “políticas” determina que la Burocracia Sindical argentina
despliegue siempre una estrategia tendiente a coparticipar del Poder; esto es, que busque coaliciones con
otras fuerzas sociales.

El objetivo político de la Burocracia Sindical es recrear las condiciones que gestaron la coalición sobre la
que se fundó el peronismo, a mediados de la década del 40: interlocutores representantes de la burguesía
nacional y los grupos nacionalistas de las fuerzas armadas. El horizonte de su programa es la protección del
mercado interno. A partir de 1970, crecerá la influencia de la Burocracia Sindical, como centro de un
programa de coincidencias con las organizaciones del empresariado nacional y con los partidos, en una
serie de pactos programáticos que decidirán el fin de la “Revolución argentina”.

En junio de 1970 es derrocado Onganía por las FF.AA.

Días después Levingstonees nombrado presidente de la República por la Junta Militar; detrás del trono se
encarna en la figura del comandante del Ejército, Alejandro Lanusse.

Levingstone marca un intento de combinar el modelo autoritario de Onganía con una política económica
divergente con la llevada a cabo por KriegerVasena.

Su caída en 1969 y el deterioro político del régimen de Onganía, habían conducido al nuevo patrón de
acumulación hacia una zona crítica, la inflación y la recesión, y la desobediencia política
generalizada.

El ascenso de Levingston implicará:

En lo económico: un intento de transformar el modelo de desarrollo, y el acuerdo de fuerzas sociales que


estaba en su base.

El objetivo de Levingstone era poner en marcha un programa reformista que, en lo económico-social, aspiraba
a asociar el capital nacional con el Estado. Se trataba de una “argentinización” de la economía a través
de la utilización del importante poder de compra del Estado y de una redistribución del crédito bancario que
favoreciera a los empleados nacionales.

La estructura del Poder: coalición entre las FFAA, la Burocracia Sindical y la tecno burocracia tecnológicamente
ligada a las organizaciones corporativas en que se agrupa el empresariado nacional, dejando afuera del proceso a
los partidos políticos.

El modelo propuesto recogía las iniciativas primeras de la “Revolución argentina”. Pero su contenido
era diferente: el dúo Levingstone - Ferrer venía a convocar a las FFAA para que se transformasen en el
principal sostén de un proceso tendiente a permitir que la burguesía agraria y el capital urbano
nacional ganaran posiciones, en detrimento del capital monopolista.

El estado de movilización de las clases populares creció en intensidad cuando la economía, a fines de
1970, parecía acentuara sus rasgos recesivos e inflacionarios. El sistema de partidos se despertaba con
el respaldo del general Lanusse, se reorganizaba como factor de presión.

Es durante el interregno Levingstone que se produce el acercamiento entre Perón y el viejo partido
radical, que cuaja en la organización de una junta interpartidaria, “La Hora del Pueblo”.

La situación de quiebra política de la “Revolución argentina” había llevado a la cúpula militar a diseñar
otro programa: la reconciliación con los partidos políticos.

Un nuevo “cordobazo” en 1971, tras el cual aduciendo denuncia para la represión, Levingstone decide la
destitución de Lanusse como comandante del Ejército, remata con la renuncia del primero. La obsesión
habrá de ser encontrar la salida a través de una estrategia, ofensiva en lo político y defensiva en lo
económico.

Cuando las FFAA se sinceran consigo mismas desembarazándose de Levingstone y le otorgan el poder a
Lanusse, el cuadro de situación económico no podía ser más alarmante:

- El crecimiento del Producto Bruto Nacional y el PBI se desaceleraba;

- el salario real entraba en deterioro

- crecían las tasas de desocupación

- la balanza comercial marcaba déficit

- la inflación estaba fuera de control.

En esas condiciones comienza a operar el proyecto político de Lanusse, cuyo signo es la negociación a fin de
reconstruir las bases sociales del poder.

Sólo la obtención de un mínimo de legitimidad podrá garantizar una solución económica. El objetivo es
reconstruir el poder del Estado para todas las fracciones de la clase dominante, otorgándole al sistema
político el máximo posible del consenso. Este es el sentido político del “Gran Acuerdo Nacional” proyectado por
las FFAA y al que convoca Lanusse.

El modelo económico pasa a un segundo plano frente al modelo político: interesa la Seguridad, a través
de “unir a los adversarios y combatir a los enemigos”, por encima del desarrollo.

A fines de 1971, el gobierno lanza un plan de corto plazo.

Su objetivo: minimizar tensiones sociales.


A mediados de año el ministerio de Economía es disuelto y reemplazado por Ministerio de Hacienda: el cambio es
casi simbólico; parece refrendar que ese campo es un terreno abierto para la capacidad de presión de las
fracciones de clases. La política bajo Lanusse, ocupa el “puesto de mando”; el tema de la legitimidad del
poder aparece como central y “la reconciliación” para obtener bases de consenso es planteada como
objetivo supremo.

El elemento indispensable para que construir eses mínimo consensual que reconstruya al estado, es la
articulación de un acuerdo entre las FFAA, los partidos políticos y la Burocracia Sindical.

Entre 1971-72, al amparo de la gran crisis orgánica argentina, habrá de producirse el arduo
enfrentamiento entre dos estrategias políticas rivales, encarnadas en Lanusse y Perón, puestas en tensión
para conseguir igual objetivo: liderar a un mismo conjunto de fuerzas sociales.

La operación diseñada por Lanusse

Para superar el deterioro irremediable del modelo propuesto por la “Revolución argentina” es una típica
manifestación de un proceso “transformista” de salida de una crisis. Esto es, una propuesta estructurada
desde el punto de vista de la totalidad de la clase dominante que apunta a absorber a las fuerzas de
oposición internas al sistema y aún a los representantes de las clases dominadas. Es a partir de esa
concepción que se subordina lo económico a lo político porque se diagnostica a la crisis como una crisis
estatal.

La “reconciliación” propuesta por Lanusse chocaba con el handicap político de ser percibida como una salida
forzada para un proyecto político en derrota. Desde un estado tan sometido a presiones, era difícil
generar confianza a favor de una propuesta consensual.

A partir del “cordobazo” las clases populares colocaban las expectativas políticas de la población en un punto de
radicalización que el proyecto lanussista no podía alcanzar, apresado por sus límites. La profundidad de la crisis y
la activación general de la sociedad indicaba que era posible que la “Revolución Argentina” se legitimara.

La operación diseñada por Perón:

Después de 18 años había llegado la hora de Perón: sólo él estaba en condiciones de capturar la
totalidad de los elementos que confluían en la definición de la crisis general.

Logró transformarse en el eje de una coalición heteróclita, en la que cabían desde fracciones de los viejos
partidos hasta la juventud radicalizada que se expresaba en el movimiento guerrillero y en su periferia,
pasando por la Burocracia Sindical y por los líderes corporativos del capitalismo nacional.

No sólo impidió la neutralización del aparato gremial querida por Lanusse, sino que disputó con ventajas
la adhesión de la opinión independiente de las capas medias urbanas.

Perón logrará sepultara la maniobra transformista de Lanusse arrollándola en las urnas electorales. La
derrota de la “Revolución Argentina” era un mero intento de recrear las condiciones previas a la crisis.

El recambio político no resolvía la crisis orgánica. Implicaba la reconstrucción de una salida


transaccional en la que fuerzas intermedias, llegaban a ocupar el centro de la escena como alternativas
principales.

Perón no podrá crear siquiera las condiciones mínimas para romper las bases sociales y políticas del “empate”.
Cuando muere en julio de 1974, el proceso de deterioro general, era algo mas que una conjetura. Las fuerzas
sociales lograrán vaciar finalmente al Estado de todo contenido.
DE RIZ – La política en suspenso. CAP.2
LA PROTESTA SOCIAL.

Las protestas de los estudiantes fueron la primera señal de la efervescencia que desataría el “nuevo mayo
argentino”, como lo denominara el monseñor Podestá. Ese clima no era ajeno a la difusión de las tesis
católicas radicales por parte de una minoría de sacerdotes pertenecientes al Movimiento para el
Tercer Mundo. Las declaraciones hechas en la Conferencia Episcopal Latinoamericana de Medellín (Colombia) en
1968, incitaron a una revolución teológica: otro debía ser el papel de la Iglesia y de los cristianos en el
mundo, debían participar en la gestión del cambio social, y no podían ser indiferentes ante la
injusticia y la violencia de los opresores. Preocupación por problemas sociales, aliento a las reivindicaciones
populares, legitimación de la acción revolucionaria y la identificación del cristianismo con el peronismo,
configuraron una nueva moral cristiana que se convirtió en un rasgo distintivo de la nueva oposición
política surgida a fines de los ’60.

Monseñor Podestá defendió el aggiornamento católico, condenando la injusticia y los regímenes opresivos. La
pastoral de Primatesta, arzobispo de Córdoba, señalaba 3 días antes del “cordobazo”: “Pedimos a la comunidad
que nos comprometamos a lograr un estado de justicia para todos, especialmente para los más débiles y
necesitados”. La revista católica Criterio, en febrero del ’69, anotaba que “la cruda realidad que vivimos es que el
gobierno no sabe qué hacer con los universitarios”.

Semanas después, los estudiantes de Corrientes salieron a las calles y uno de ellos fue muerto por la
policía. El detonante de “la semana rabiosa” fue el aumento de los precios del comedor universitario.
Sin embargo, la transferencia de un servicio social a la explotación privada no alcanza para comprender la
agitación que se extendió al resto de las universidades, en particular en Rosario, donde murieron dos
estudiantes y la ciudad se convirtió en el escenario de una rebelión popular.

Un problema que vino a encrespar los ánimos en Córdoba, la segunda provincia en concentración industrial del
país, fue la derogación de la ley del “sábado inglés”. La agitación estudiantil convergió con la
movilización del SMATA (sindicato automotor) contra esa medida.

Centrales obreras decretaron paro general para el 30 de mayo, que en Córdoba se adelantó al 29, fecha
que coincidía con el día del Ejército.

Los choques entre estudiantes y policías fueron el preámbulo del Cordobazo: los días 29 y 30 de
mayo obreros y estudiantes ocuparon el centro de la ciudad desafiando a la autoridad del
gobernador Caballero.

Desbordad por la multitud y por la acción de francotiradores, la policía se retiró. La ciudad quedó en manos
de la gente y se produjeron destrozos, especialmente contra propiedades extranjeras. La rebelión
cedió más tarde con la ocupación de la ciudad por tropas del Ejército. El general Lanusse, quien
reemplazó en el cargo de comandante en jefe del ejército a Alsogaray, se opuso al estado de sitio
argumentando que la situación no era tan grave. No fueron pocos los que supusieron que detrás del
comportamiento de Lanusse se escondía su ambición presidencial. El saldo de la rebelión cordobesa, un total
de 14 y más de 50 heridos de bala, y la destrucción de la propiedad.

Los hechos demostraron que si hubo algo planificado fue el abandono de las tareas, la movilización hacia el
centro de la ciudad y el final en un gran acto masivo frente a la CGT.

¿Qué hizo posible la adhesión masiva y la participación de la gente? Múltiples descontentos nacidos de la
frustración política:
- la ausencia de libertad intelectual

- el deterioro de la situación económica

- la gestión autoritaria del gobernador Caballero.

¿Cómo fue interpretado el Cordobazo?

Para la izquierda: era la esperanza de construcción de un nuevo orden que reconocía en el


movimiento peronista el aglutinante capaz de soldar a la nueva izquierda surgida de las luchas sociales, al
pasado con el futuro, y de llevar a la sociedad argentina hacia la “patria socialista”. El cordobazohabía sacudido
la coraza del régimen militar y puesto en duda su capacidad para imponerse por la sola voluntad de
la fuerza. Onganía confiaba en que esto era suficiente para conservar el crédito que sus colegas le habían
otorgado. Su discurso del 7 de julio no abrió un calendario político como esperaban los partidos tradicionales. Fue
una rendición de cuentas al ejército de la obra desarrollada en los 3 años de gobierno. En el nuevo clima surgido
del Cordobazo, el general Aramburu comenzó a propiciar una salida negociada a través de la
rehabilitación de los partidos políticos, responsables de canalizar la protesta, con el objetivo de llevar al
poder a un candidato presidencial que tuviera el visto bueno de las FFAA.

El cordobazo tuvo un efecto de demostración, a pesar de la represión. Se sucedieron alzamientos


populares en ciudades del interior, proliferaron las huelgas en abierto desafío a las direcciones
sindicales nacionales y la protesta estudiantil penetró las universidades. Sin embargo, estos tumultos de
base popular fueron perdiendo intensidad y el centro de la escena fue ocupado por la guerrilla urbana.

Los grupos guerrilleros habían evolucionado desde el patrón clásico de bandas armadas compuestas por
militantes clandestinos hacia organizaciones de masas cuyos miembros mantenían diversos grados de
participación en la lucha armada. La amplia participación de jóvenes de la clase media fue el rasgo
distintivo de la experiencia argentina. El impulso de los grupos armados entre 1966 y 1973 era una cultura
de rebelión arraigada en el contexto político y social de ese momento, en el marco de una historia de
crisis políticas recurrentes.

El ala combativa del peronismo fue en un principio muy heterogénea, particularmente antes de la fusión
de otros grupos con los Montoneros, durante 1972 y 1973. A grandes trazos puede afirmarse que los
fundadores de las “formaciones especiales”, brazo armado de la juventud peronista, tenían muy claro
a qué se oponían, pero no lo que defendían. Ningún grupo guerrillero tradujo sus preferencias por el futuro
del país en un programa político.

Frondizi fue el primero en avalar públicamente la violencia popular: “la violencia popular es la respuesta
que procede de la violencia de arriba: salarios insuficientes, presión impositiva, desnacionalización de la
economía, agresión a la universidad”.

A esta explicación se oponía la interpretación política de Lanusse, según la cual la violencia era
provocada por la clausura de todos los canales de expresión de la voluntad popular.

En la medida en que quedaban excluidos del proyecto político tanto los guerrilleros como su jefe político exiliado,
la estrategia de Lanusse vino a reforzar el vínculo entre ambos y de ese modo, convirtió a Perón en el árbitro
de la salida institucional. Es interesante subrayar el creciente desconcierto que la violencia provocó en
el cuerpo de oficiales.

Las sospechas de vinculaciones entre oficiales retirados y Montoneros, a la que contribuyó la


oposición de Lanusse a sacar la investigación del secuestro y asesinato de Aramburu de las manos
de la Policía Federal, muestra que existía una tácita aceptación de la violencia como instrumento
político.
La reacción de Onganía sirvió para calibrar el impacto que los acontecimientos habían tenido en el
presidente, cambió su gabinete: removió a KriegerVasena y designó a Pastore, sin antecedentes
políticos, entre otros cambios. Onganía se apresuró a proclamar la necesidad de una organización sindical
unida y auténticamente representativa y a prometer la renovación de las convenciones colectivas de
trabajo, en clara señal de su voluntad de buscar acuerdos con los líderes sindicales que garantizaran su
cooperación con el gobierno.

EL PARTIDO MILITAR.

Con la salida de Krieger, también desaparecieron los avales políticos que el establishment había
concedido al gobierno.

Sin Krieger en el Ministerio de Economía, desconfiaban del rumbo que podía darle al paísun general
proclive a señalar que la fuerza laboral era uno de los pilares de la Revolución.

El intento de sellar un acuerdo político con el sindicalismo y postergar para el futuro la reanudación
de la política partidaria estaba en marcha.

En junio del ’69, el asesinato de Vandor, jefe de las 62 organizaciones peronistas que controlaban la
CGT, interrumpió una alianza que podía haber sacudido el aislamiento en que se encontraba el gobierno.
Vandorera por entonces el hombre clave para reconstruir la unidad del movimiento sindical.

Éste fue el primero de una serie de asesinatos que habrían de instaurar esta práctica en el país. El
secuestro y posterior asesinato de Aramburu en 1970 sorprendió a todos. La desaparición de quien era
para muchos el candidato para presidir la transición hacia un gobierno legítimo, era una advertencia
con la que hacían su aparición pública los Montoneros. Este movimiento, en el que confluían más tarde la mayoría
de los grupos armados y las corrientes revolucionarias de la Juventud Peronista, se adjudicó la ejecución de
Aramburu, a quienes acusaron como responsable por los fusilamientos de civiles y militares que habían
participado de un levantamiento contra la Revolución Libertadora.

En un contexto marcado por la violencia, se produjo el deterioro de la economía. A la fuga de capitales


por la desconfianza a la remoción de Krieger, se sumó el alza de los precios. Los salarios se renegociaron a
niveles que estaban en un 20% por encima de los anteriores, en medio de un clima de generalización de los
conflictos laborales y de reanudación de las pujas por la distribución del ingreso.

El poder del presidente estaba debilitado, cundían los rumores de su relevo y los sindicales no estaban
en condiciones de controlar la activación popular. La sanción del decreto que regulaba el
funcionamiento de las obras sociales, confirió un aumento de poder económico a los dirigentes
gremiales. Los recursos de las obras sociales se habrían de acrecentar gracias al aporte obligatorio
de patrones y trabajadores a las obras sociales.

Para administrarlo, Onganía creó el Instituto Nacional de Obras Sociales, encargado de fiscalizar el
manejo de los fondos, las inversiones y planes futuros de las obras sociales, e integrado por una mayoría de
funcionarios designados por el gobierno, pero con más representantes sindicales que patronales en su directorio.
El sistema de obras sociales que hacía del movimiento sindical la fuerza corporativa más sólidamente financiada
del país, no sirvió para asegurar una cooperación mayor por parte de los líderes sindicales.

Los militares habían aceptado la contribución obligatoria con la condición de que todos los trabajadores
y no sólo los integrantes de los sindicatos, tuvieran acceso a los servicios y que los fondos fueran
colocados exclusivamente en bancos controlados por el Estado. Esta última medida permitiría congelar
las cuentas bancarias de aquellos sindicatos que realizaran huelgas ilegales o actos de violencia.
La otra medida conciliatoria, la amnistía a los líderes sindicales y otros detenidos que habían participado
del Cordobazo, decretada por el presidente para contribuir a la pacificación interna, libró a los militares del
dilema de aplicar la desprolija justicia militar, pero puso de manifiesto que el gobierno debía obedecer a la lógica
de un proceso que no controlaba.

¿Podía Onganía conservar el poder?

Perón seguía gravitando en la política nacional y nada era más ilusorio que imaginar que podía
integrarse al peronismo sin su líder. El 8 de junio Onganía debió abandonar el gobierno. El ex presidente y
varios funcionarios de su gobierno atribuyeron su caída a la traición de Lanusse.

Éste supo conquistar el apoyo de un amplio espectro de la opinión militar entre oficiales que no estaban
dispuestos a seguir sosteniendo a un presidente que los excluía. La nueva dirección de Levingston se
tradujo en un conjunto de medidas favorables a las empresas argentinas:

- La ley de “compre nacional” obligó a todas las dependencias estatales a adquirir bienes y servicios a la
firma del país. También la política crediticia se orientó hacia las empresas nacionales.

- La orientación nacionalista del gobierno fue bien recibida por la burguesía argentina y por oficiales del
ejército, sensibilizados como lo estaban por las políticas favorables al capital extranjero y a las grandes
empresas practicadas por Krieger. La prioridad volvía a ser el desarrollo en detrimento de la estabilidad.

- Levingston se preocupó por dejar claro que su gestión exigiría cuatro o seis años, desafiando así las
sugerencias de la Junta de Comandantes de anunciar un programa político capaz de concitar el apoyo de la
mayoría.

- Coherente con su idea de asegurar la continuidad del programa de la revolución de 1966, se lanzó a la
búsqueda delapoyo de políticos sin peso electoral y logró el acercamiento de los dirigentes de la
UCRI como los ex gobernadores Alende y Gelsi.

- En noviembre de 1970, radicales, peronistas y otras agrupaciones menores alumbraron la “Hora del
Pueblo”, una coalición cuya meta era presionar para que el gobierno convocara a elecciones.

El Partido Comunista, junto a otras agrupaciones de izquierda, formaron el “Encuentro de los


Argentinos” en medio de un clima de búsqueda de convergencias con las que ejercer presión en la negociación
de la transición institucional, lo cual, a esa altura, ya era un hecho inevitable. La reaparición de los partidos
asestó un duro golpe a las ambiciones de Levingston. El régimen militar había logrado la convergencia de
antiguos rivales en la común demanda por el retorno de la democracia. La retórica nacionalista y populista
del presidente tuvo poco eco entre aquellos a los que iba dirigida y se ganó la hostilidad de los
sectores conservadores. Tampoco se ganó el apoyo de los integrantes del nivel medio del cuerpo de oficiales
con los que esperaba relevar al general Lanusse, principal artífice del proceso que lo había llevado al poder.

¿Por qué la Junta de Comandantes postergaba el relevo de Levingston pese a los redoblados pedidos de la Hora
del Pueblo?

Puede presumirse que la tolerancia de la Junta hacia el presidente era el resultado de su reticencia a
reconocer el fracaso. Como ocurriera con Onganía, el detonante del relevo de Levingston fue un nuevo
alzamiento popular en Córdoba. En febrero de 1971, el presidente había designado gobernador a José
Uriburu, un hombre de mentalidad fascista. El nombramiento de Uriburuagitó más la ya convulsionada
provincia. Pero fueron sus declaraciones públicas las que aceleraron la reacción. El nuevo gobernador anunció
su misión de “cortar la cabeza de la víbora comunista”. La poco feliz metáfora y la feroz represión policial
de la huelga del 12 de marzo, dieron cauce al nuevo alzamiento popular el día 15, conocido como el
“Viborazo”. Este segundo Cordobazo hizo visible el descontento militar con la gestión de Levingston. Cuando
el presidente intentó relevar al general Lanusse, comprobó que no tenía aliados. El 22 de marzo la Junta de
Comandantes decidió reasumir el poder.

EL TIEMPO POLÍTICO.

El general Lanusse asumió la presidencia y a lo largo de 2 años consolidó su predominio indiscutido en la


escena política argentina. Lanusseno era desconocido:

- Para los peronistas, era el prototipo del “gorila”

- Para los nacionalistas, era un típico liberal;

- Los radicales, no podían ignorar la responsabilidad de Lanusse en el golpe que derrotó a Illia en 1966;

- Para los sectores de izquierda, era un agente del imperialismo.

Su estilo directo y frontal lo convertían en una figura polémica. El doctor Mor Roig fue el hombre elegido
por Lanusse para diseñar la estrategia de transición desde el Ministerio del Interior. Esta designación era
una señal de que el gobierno militar quería “jugar limpio”. Antes de llamar a elecciones, se convocaría a
todos los partidos para acordar el conjunto de principios y metas para el futuro gobierno y un candidato
presidencial común.

La sospecha de que el Gran Acuerdo Nacional (GAN) no era más que el instrumento diseñado por
Lanusse para llegar a la presidencia constitucional comenzó a cobrar fuerza, alentando la actividad
conspirativa dentro del ejército y la desconfianza de los políticos de la Hora del Pueblo.

¿Qué lecciones del pasado hicieron que los militares reconocieran al peronismo como una parte del sistema
político argentino?

- Las sucesivas tentativas de extirpar el peronismo habían fracasado.

- La persecución de políticos y sindicalistas

- La disolución del partido y el control militar de los sindicatos durante 1955-56, alimentaron la resistencia del
pueblo peronista.

- Onganía fracasó en la empresa de cooptar al sindicalismo, y en lugar de poner fin a “la política”, facilitó el
camino para que ésta continuara por medio de la violencia.

- El peronismo terminó siendo la encarnación militante de una multiplicidad de descontentos.

- La juventud de fines de los ’60 adhirió a Perón como un modo de identificarse con el pueblo y así, los hijos
de quienes habían sido antiperonistas se convirtieron en peronistas fanáticos. Bajo el influjo de las
ideas del Che Guevara –entre otros-, Perón y el peronismo se convirtieron en la encarnación del
socialismo nacional. Fue la novedad de estos movimientos revolucionarios que invocaban el nombre de
Perón lo que empujó a Lanusse a negociar con el general exiliado y terminó por derrumbar uno de
los tabúes más caros de los militares argentinos. La estrategia de Lanusse suponía que, una vez
incorporado a las negociaciones, Perón dejaría sin sustento ideológico a los movimientos revolucionaros que
invocaban su nombre.
Lanusse buscó la reconciliación con los líderes sindicales. Aceptó suprimir los topes a los aumentos
salariales impuestos por Levingston y se comprometió a regresar el cadáver de Eva Perón a la CGT. A
partir de entonces, su política basculó entre concesiones y castigos. La suspensión de la personería gremial
de la CGT, en julio de 1972 dejó en claro que el gobierno no estaba dispuesto a reconocer el papel político que el
movimiento obrero organizado reclamaba, pero que tampoco podía impedirlo.

Sobre el retorno de Perón, reclamado por los gremialistas, prefirió no pronunciarse. En abril había
enviado al coronel Cornicelli a entrevistar a Perón en Madrid. Esta misión fue la primera de una serie
cuyo propósito era negociar con el general las condiciones de incorporación del peronismo al sistema
político.

Perón debería repudiar públicamente a la guerrilla peronista y dar su apoyo a los aspectos fundamentales del
plan político del gobierno. Se le ofreció a cambio el cierre de todas las causas penales que tenía
pendientes desde 1955 y la devolución del cadáver de Evita que el gobierno de la Revolución
Libertadora había enterrado en secreto en un cementerio europeo bajo otro nombre. Sin embargo,
fracasaron: el general no se pronunció.

A partir del Cordobazo,la palabra del líder había comenzado a circular más abiertamente en el país.
Esta situación no alteró su estilo: Perón demostró que no temía caer en contradicciones y siguió
sembrando confusión, sin rechazar a nadie, repartiendo bendiciones y excomuniones lanzadas al mismo
tiempo y, a veces, sobre los mismos destinatarios. El respaldo de Perón a la guerrilla no le impidió
comenzar a tejer su esquema de alianzas. Perón selló un pacto de garantías con el radicalismo, que lo
comprometía a respetar los derechos de las minorías a cambio de que ambas fuerzas políticas
bregasen juntas a favor de elecciones libres y sin proscripciones. No condenaba a las FFAA, victimas de
errores, y daba respaldo al proceso electoral contra los que preferían la violencia, que ahora aparecía
sólo parcialmente justificada. A partir de entonces, su anunciado propósito se concretó en la formación del
Frente Cívico de Liberación Nacional (FRECILINA), una coalición electoral construida gracias a los buenos
oficios de Frondizi como mediador entre el general y los grupos de interés, y a la influencia de las ideas de
Rogelio Frigerio, quien solía frecuentar a Perón en Madrid. El FRECILINA incluía al peronismo, el Movimiento
de Integración y Desarrollo de Frondizi, el Partido Intransigente de Alende, los demócrata cristianos
de José Allende, el Partido Conservador Popular, personalidades de partidos menores, y a la CGT y
CGE. El programa no contenía nada que pudiera despertar la alarma de empresarios o terratenientes.

El acercamiento al radicalismo y la formación de la alianza electoral suscitaron preocupación en el


gobierno. Quedaba claro que no habría lugar para ellos en la arquitectura de poder diseñada por
Perón. Asistían con amargura a la paradoja de que nacionalistas, frondizistas y conservadores populares,
antiguos pretendientes a ocupar el lugar de Perón en el sistema político argentino, ahora fueran
absorbidos por el peronismo.

El tiempo de Lanusse se acortaba, acelerado por todas las presiones. El partido radical se encontraba en una
encrucijada: no quería avalar los planes del gobierno que lo había derrocado en 1966, pero tampoco
favorecer a los partidarios de un golpe con un pronunciamiento contra la policía oficial. Lanusse
decidió hacer pública la concepción del gobierno acerca del papel de las FFAA en el GAN.

En mayo del ’72 anunció que éstas no habrían de ser meros observadores del proceso que habían desatado.
Civiles y militares deberían emprender juntos la definición de los términos de la transición institucional. Lo que no
dijo entonces, pero era un secreto a voces, es que el gobierno consideraba a la candidatura de Perón
como un “salto al vacío” y no estaba dispuesta a negociarla. Perón denunció los contactos reservados con
emisarios de Lanusse cuyo propósito –dijo- era proponerle el apoyo del peronismo a la candidatura a presidente
constitucional de Lanusse. La entrevista, reproducida por medios locales, sorprendió a todos y dio un duro golpe
a Lanusse, que se vio obligado a hacer pública su renuncia a la candidatura a la presidencia.
Perón redobló la apuesta y amenazó con la inminencia de una guerra civil si los militares no ofrecían las
garantías para el proceso electoral y definían la fecha de los comicios. Perón apelaba al sentimiento de
los oficiales descontentos invitándolos a rebelarse para fundir la nación con el pueblo, representado ahora en el
FRECILINA. Fue Lanusse quien decidió intentar la vía del enfrentamiento directo, empleando una táctica simétrica
a la de Perón. En su discurso del 7 de julio, Lanusse hizo públicas las reglas fijadas por los militares para
la transición institucional.No podrían ser candidatos a las próximas elecciones del 25 de marzo de 1973
quienes hasta el 25 de agosto de 1972 desempeñasen cargos en el Ejército nacional o provinciales . Tanto Perón
como Lanusse, quedaban inhibidos.

Los rumores sobre el regreso de Perón al país aumentaron. No habría generosidad del régimen ni
concesiones del líder, decían; el régimen militar sólo puede ser derrotado en su propio terreno. No
obstante, Jorge Paladino, delegado personal de Perón, se preocupó por exaltar las bondades de las
elecciones que demostraban que el pueblo puede llegar al poder sin violencia.

Las “armas” de Perón eran muchas e impredecibles. Sin embargo, la vocación política de Paladino se vio
frustrada. En noviembre, poco antes de su regreso, Perón dio un nuevo viraje en su estrategia y cambió
a Paladino por el Dr. Héctor Cámpora, dentista leal a su jefe, que tenía las credenciales para desempeñar la
misión de delegado personal del líder todavía en su exilio.

EL DUELO ENTRE DOS GENERALES.

Durante el tiempo transcurrido entre el anuncio de la cláusula de residencia para las candidaturas y
las elecciones de 1973, la escena política estuvo dominada por el enfrentamiento entre Lanusse y
Perón. En un discurso ante camaradas, Lanusse insinuó que los políticos que se negaran a cooperar
serían marginados del proceso. Si Perón no regresa al país, no es porque no puede, es porque “no le da
el cuero para venir”, les dijo. El efecto inmediato del mensaje fue la polarización entre peronistas y
antiperonistas.

Lanussedio un paso que puso fin a un viejo tabú de los militares: aceptar el regreso de Perón. Al darle la
posibilidad de retornar al país, creía poder obligar a Perón a desmitificarse. Si se demora en responder al
desafío –razonó Lanusse- probará que le falta coraje. Si acepta las condiciones establecidas por el gobierno, su
retorno neutralizará el temido “argentinazo”.

En agosto de 1972, Perón estaba a punto de cumplir sus 77 añosy Cámpora anunciaba que el general
tenía las maletas preparadas para su viaje de regreso, sólo que no era el momento.

Una nueva iniciativa de Perón sacudió la calma. En octubre, la Junta de Comandantes recibió un documento
firmado por Perón. En él, el caudillo invitaba a las FFAA a acordar la transición institucional sobre la base
de su propuesta. De tono conciliatorio, el texto combinaba condiciones que los militares ya habían
aceptado o estaban considerando, con exigencias que Perón sabía que habrían de resultar
inaceptables. A su criterio, era necesario cambiar la política económica conforme al programa
elaborado por la CGT y la CGE,definir el papel de las FFAA en el futuro gobierno, liberar a todos los
presos políticos y sindicales y levantar el estado de sitio.

La posición de Lanusse en la negociación con Perón estaba debilitada y su propio poder desgastado. Con el
estilo de un parte militar, el peronismo, incluidas las organizaciones guerrilleras, era presentado como
un movimiento de liberación nacional en lucha contra “fuerzas enemigas”. Los enemigos eran: el
imperialismo y la oligarquía y el Estado liberal, bajo la forma de partido militar y de fuerza de ocupación.

El 15 de agosto, la fuga de la penitenciaría de Rawson de importantes jefes de la guerrilla –entre los


que se encontraba Roberto Santucho, dirigente del ERP- había asestado un duro golpe al prestigio de las
autoridades. El penal era considerado de máxima seguridad. Sin embargo, el hecho que habría de conmover fue
el confuso episodio que tuvo lugar una semana después de la fuga, cuando fueron baleados y perdieron la
vida 16 prisioneros que no habían logrado escapar. La opinión generalizada lo tildó de masacre
fríamente planeada.

En este escenario, los restantes puntos del decálogo de Perón devolvían la estocada a Lanusse. Tendría que
demostrar que “le daba el cuero” para aceptar el nuevo desafío. La inclusión de la amnistía para los guerrilleros
condenados, el nombramiento de un militar en actividad en el Ministerio del Interior y la demanda de una revisión
de las reformas constitucionales y de las condiciones fijadas para el proceso electoral, atacaban todo el diseño
institucional elaborado por Lanusse. El gobierno no podía aceptar que Perón fijara los términos de la
negociación, pero tampoco podía rechazar el planteo de Perón sin arriesgarse al fracaso del plan
político.

Enfrentado al inminente retorno de Perón sólo quedó a Lanusse la opción de esperar el curso de acción elegido
por quien a esas alturas se había convertido en el árbitro del orden político.

El 17 de noviembre, Perón regresó “en prenda de paz” y se puso inmediatamente en movimiento; selló su
reconciliación con el líder radical Ricardo Balbín y echó los cimientos de un amplio frente electoral que
habría de reunir a los peronistas, al Partido Conservador Popular, a los seguidores de Frondizi, al
Partido Popular Cristiano y a un sector del socialismo.

El encuentro con los partidos políticos convirtió a Perón en el verdadero artífice del acuerdo nacional. Las
elecciones aparecieron como una exigencia de la civilidad y no como una concesión de los militares. Perón partió
rumbo a Paraguay sin despejar la incógnita de quien habría de ser el candidato presidencial de la alianza que
había auspiciado. Ya en Madrid, Perón confirmó como candidato a Héctor Cámpora. El dentista era
conocido por su total sumisión a su líder y sus recientes vinculaciones con los militantes de la Juventud
Peronista. La decisión de Perón provocó malestar entre los dirigentes sindicales y los políticos
moderados, que se sintieron postergados.

El plazo fijado por el gobierno para registrar las alianzas electorales se acercaba y los partidos, a excepción del
radicalismo que optó por concurrir solo a los comicios con la fórmula Balbín-Gamond, se volcaron a la tarea
de tejer acuerdos. Las posibilidades de que la UCR arrebatara el triunfo a los peronistas eran remotas; sin
embargo, ese argumento no alcanza para explicar la renuncia a formar una alianza electoral.

El Frente Justicialista de Liberación Nacional (FREJULI) quedó integrado por el Justicialismo, el


Partido Conservador Popular de Solano Lima, el MID de Frondizi, el Partido Popular Cristiano de
José Allende, la rama socialista de José Selser y siete partidos neoperonistas provinciales.

El partido Intransigente de Oscar Alende y el Partido Revolucionario Cristiano de Horacio Sueldo


formaron la Alianza Revolucionaria Popular y ocuparon el centroizquierda del espectro político. La Unión
Popular y el Partido Demócrata Progresista se incorporaron a la Alianza Popular Federalista. Dos
fracciones del antiguo socialismo levantaron la candidatura de Ghioldi y Coral. Un grupo de provinciales concretó
la Alianza Republicana y lanzó la candidatura del brigadier Martínez Estrada. El Partido Cívico Independiente
designó a Chamizo, y Jorge Ramos encabezó al Frente de Izquierda Popular.

El 11 de marzo de 1973, la coalición peronista obtuvo el 49,5% de los votos, los radicales el 21% y
ninguno de los restantes partidos alcanzó el 15%. El mapa electoral no se había modificado.

En las zonas más desarrolladas del país, el voto peronista tuvo una base obrera. Buenos Aires y Santa Fe
eran las más industrializadas y las que aportaron el grueso de los sufragios al Frente Justicialista. No fue el
aporte de las clases medias lo que decidió la victoria. A lo largo de 18 años, el país se había
transformado y el peronismo había sobrevivido, él mismo transformándose.
En 1973, la confianza de los electores en la fórmula del peronismo se nutría de una mezcla de nostalgia del
pasado y de esperanza por un futuro que cambiaría al país. El resultado de los comicios no trajo
novedades significativas. En cambio, sí fue una novedad el reconocimiento de la legitimidad de los vencedores.

Lanusse entregó el mando a Cámpora llevándose la visión de Perón enfrentado a la ímproba tarea de
construir un orden político capaz de poner fin a las pasiones que enfrentaban a los argentinos. Si Perón fracasaba
en esa empresa, habría de preparar, sobre las ruinas de su liderazgo, un nuevo retorno de los militares al poder.
La multitud reunida en la Plaza de Mayo coreaba: “Se van, se van y nunca volverán”. El temor por los
hechos de violencia que se desarrollaban alrededor de la Casa Rosada, a la que era imposible acceder, hizo que
muchos invitados desistieran de participar de la ceremonia. Cámpora debió llegar en un helicóptero. En un breve
discurso, éste dijo: “Les aseguro que en este momento es Perón quien ha asumido el poder”.

GORDILLO – Protesta, rebelión y movilización: de la resistencia a la


lucha armada.
La revolución libertadora que derroco al gobierno de Perón pretendía diseñar un nuevo modelo de
política basada en la participación de los partidos que habían conformado la oposición al gobierno. Se
pueden determinar tres etapas dentro de este período en las que se observa una base común: la de la
inestabilidad política y su imposibilidad de legitimar un modelo económico y social alternativo al del peronismo.

Desde 1956 a 1969 predominaron la resistencia y la protesta obreras que, sin embargo, fueron tomando
diferentes formas y contenidos al mismo tiempo que se iban conformando nuevos actores provenientes
fundamentalmente de los sectores juveniles.

Entre 1969 y fines de 1970 se produjo un momento explosivo. En ese corto lapso emergió lo acumulado en los
años previos, estallando la rebelión popular y conformándose movimientos sociales de oposición al régimen que
ensayaron nuevos repertorios de confrontación.

En el período que va de 1971 a 1973 se produjo el pasaje a la acción política, que adopto diferentes formas y
vías de expresión según los actores involucrados y las alternativas políticas que cada uno sostenía.

LA “PURA RESISTENCIA”: LOS “GORILAS”, LOS “CAÑOS”, LA REVOLUCIÓN.

El gobierno militar que se instaló en 1955 intento aniquilar todo vestigio de la ideología peronista tal
como se puso de manifiesto con el decreto de 1956, que disolvía el partido y lo inhabilitaba para ocupar
cargos públicos. Contrariamente al efecto buscado, esto produjo un refuerzo de la identidad peronista
alimentado por discursos y tácticas violentas que llamaban a resistir hasta que se hiciese efectivo el retorno
seguro de Perón. El imaginario del retorno servia para justificar, por parte del gobierno medidas
extremadamente represivas. Al mismo tiempo este imaginario sirvió para alentar diferentes prácticas
violentas. De la resistencia individual o más espontánea que predominaba en la primera mitad de 1956
se pasó a otros repertorios de confrontación como la preparación y colocación de bombas, los famosos
caños que requerían mayor organización.

Frondizillegó al poder en 1958 con el apoyo del voto peronista tras haber pactado con Perón el
reestablecimiento de la legislación laboral peronista. Pero luego comenzaron a vislumbrarse signos negativos
que llevaron a desvanecer el optimismo de los trabajadores y reestablecer algunas prácticas de la
etapa anterior (huelga y ocupación del Frigorífico Nacional). El sector mayoritario sindical no estaba dispuesto a
deja r de ser un importante grupo de presión dentro del sistema establecido, un factor de poder con miras a
recobrar el poder político cuando fuera oportuno.
Con relación a los marcos culturales que se conformaron en el período puede considerarse que hacía fines de
los ‘50 comenzaron a manifestarse los primeros indicios de una cultura contestataria que apostaba a la
acción directa y adoptaba diversas formas según los actores y momentos específicos, hasta llegar
luego, en algunos sectores juveniles a posiciones insurreccionales. Hay destacar también las influencias de los
movimientos de liberación desarrollados en diferentes lugares del mundo, que tornaban posibles las
salidas revolucionarias, factores que llevaron a una reconsideración del peronismo y sus potencialidades. En el
discurso peronista de la resistencia aparecen fuertes componentes de un lenguaje militarista que aludía
permanentemente a la situación del país como la de un territorio ocupado y a los distintos gobiernos como
representantes del ejército de ocupación. La lucha contra estos gobiernos aparecía legitimada porque se estaba
luchando por la patria y por liberarla de los invasores. El nacionalismo comenzó también a construir un
componente muy fuerte de la nueva izquierda caracterizada por el alejamiento del marxismo. Así las
distintas agrupaciones de izquierda fueron definiéndose en torno a dos grandes ejes:la del partido Comunista
y la que escogía la vía de la revolución como medio para llegar al poder.

En 1963 una nueva etapa se abrió en el país. Los militares después de derrotar a Frondizi en 1962 habían
acordado la salida electoral aunque manteniendo la proscripción del partido peronista para las elecciones
presidenciales y de gobernadores. Con ello se modificaría la estructura de las oportunidades políticas
para la manifestación de la protesta.

EL MOVIMIENTO OBRERO COMO FACTOR DE PODER.

La legitimidad de un gobierno que no representaba la voluntad mayoritaria aparecía claramente


cuestionada y creaba la necesidad por parte del gobierno de atraer al movimiento obrero con el fin de
hacer posibles la recuperación y la estabilidad económica tras la crisis desatada el año anterior.

La debilidad del gobierno y la cuestión pendiente de la proscripción del peronismo llevaron al


movimiento obrero a buscar y encontrar fácilmente aliados influyentes para hacer efectivas sus
demandas. Esta situación lo convirtió en un verdadero factor de poder, en protagonista principal y en
la columna vertebral del movimiento peronista, eclipsando a la política. En esta etapa el movimiento
obrero organizado se convirtió en el actor principal que recurrió a medidas de fuerza estrictamente
planificadas, tendientes a reforzar la disciplina sindical y la verticalidad y a frenar los movimientos de base.

LOS SECTORES JUVENILES ASUMEN COMPROMISOS.

Otro actor que cobro fuerza fue el sector estudiantil, que supo aprovechar también el cambio operado en la
estructura de las oportunidades políticas para expresar su protesta, asumiendo fundamentalmente una
actitud de solidaridad y compromiso con los problemas que se vivían en el país y en el mundo.

En este período se pusieron en práctica los presupuestos de la reforma universitaria, libertad de


cátedra y la autonomía universitaria, al igual que los centros de estudiantes. En este contexto, la
principal reivindicación específica se concentró en un aumento del presupuesto universitario que en
algunos momentos culminó en la toma de facultades en las principales universidades nacionales.
Pero la preocupación principal de los estudiantes comenzó a vincularse con la inscripción de su lucha dentro
de otra más general que estaba librando el movimiento obrero, donde empezó a percibirse que el
gobierno carecía de representatividad y que por lo tanto era necesario apoyar a las luchas
populares, acompañando y orientando su dirección (fue así como surgieron los planes de lucha de la CGT).
Más tarde fue el movimiento estudiantil uno de los primeros en reaccionar contra el gobierno de
Onganía y en esa actitud tuvo mucho que ver el ataque perpetrado contra la autonomía universitaria
como también la experiencia previa de movilización y participación adquirida durante el gobierno de
Illia.

LAS CÚPULAS SINDICALES PIERDEN PODER, ¿CÓMO ENFRENTAR A LA DICTADURA?

Ante las medidas del gobierno que trataban de limitar la autonomía de las universidades nacionales, las
primeras reacciones provinieron del ámbito universitario y fueron protagonizadas por los estudiantes y
algunos docentes que se manifestaron en contra de esas decisiones, llevando a cabo manifestaciones donde
intervinieron todas las universidades. A partir de la lucha por la recuperación de los centros de
estudiantes, iniciada en 1966, comenzó a perfilarse la necesidad de un cambio del sistema y de la unidad
con el resto de los sectores populares. La tendencia general apuntó a no solo luchar por el cogobierno
sino directamente por la revolución, la que era vista como meta de casi todas las agrupaciones.

La CGT de los Argentinos comenzó a promover nuevas formas de protesta y de resolución de los conflictos
que apuntaban a la descentralización para jerarquizar el papel de las regionales y permitir una real participación y
expresión de las bases. Además, esta central reforzó la vinculación con los estudiantes a través de la
realización conjunta de una serie de actividades, tales como conferencias, mesas redondas y peñas.
El discurso de la CGT de los Argentinos alentó también la acción del Movimiento de Sacerdotes para el
Tercer Mundo.

La vía revolucionaria para la toma de poder estaba ya consolidada entre algunos sectores. Era necesario
encontrar la oportunidad, crear las condiciones objetivas para poder concretar exitosamente ese
propósito. El gobierno de Onganía actuó como precipitador, como el momento en el que se dieron las
condiciones para la construcción de una percepción de injusticia que es necesaria para el pasaje a la
acción. Pero este no se haría mientras el movimiento obrero creyera que podrían encontrarse canales
para la negociación o para un cambio de actitud del gobierno. Tendrían que aparecer detonantes que
convirtieran la percepción de injusticia sectorial en injusticia colectiva para fortalecer una identidad común, otro
componente necesario para la acción. Esto ocurría a comienzos de 1969.

LAS NUEVAS FORMAS DE LA PROTESTA OBRERA Y REBELIÓN POPULAR.

El año 1969 marcó el inicio de la descomposición del régimen de la Revolución Argentina.


Diferentescircunstancias se conjugaron para transformar la protesta obrera en rebelión popular y poner
en escena nuevos repertorios de confrontación que adquirieron ese año la modalidad de insurrecciones
urbanas; de ellas se destacan dos fundamentales : el Cordobazo y el Rosariazo. Desde comienzos de año los
ánimos comenzaron a caldearse en el sector obrero. El descontento general fue creciendo y conformando
algunos puntos neurálgicos en el interior del país. Tal fue el caso de Córdoba, que pasó a convertirse en el eje
de la actividad de distintos sectores sociales.

EL CORDOBAZO.

El abandono de las grandes plantas industriales, que comenzó a las diez de la mañana del 29 de mayo, fue
masivo. Así, desde los cuatros puntos de la ciudad comenzaron a marchar hacia el centrolos
trabajadores de las numerosas empresas metalúrgicas y de otro tipo dispersas en la ciudad.Durante su paso,
estudiantes y ciudadanos en general se sumaron a la marcha. Casi al llegar al centro en su marcha hacia
el local de la CGT, la policía abrió fuego y mató al obrero de IKA-RENAULT Máximo Mena. Los
trabajadores atacaron entonces al cordón policial desbandándolo, transformándose la movilización en una
revuelta urbana espontánea en la cual participó prácticamente la totalidad de la comunidad cordobesa.
Para las dos de la tarde la policía había sido totalmente desbordada y había tenido que replegarse en su
central. Los sindicales buscaron establecer algo de control para entonces, la rebelión se había ido de sus
manos sin tener en cuenta ningún plan estratégico superior.

La irrupción de grupos, con finalidades claramente políticas y revolucionarias, no incluida en la


planificación inicial de la protesta es uno de los aspectos mas controvertidos ya que el régimen atribuyo el
Cordobazo a una conspiración minuciosamente organizada por la izquierda revolucionaria, con el apoyo del
comunismo internacional. En realidad el componente insurreccional fue una faceta menor del Cordobazo si se lo
compara con la protesta obrera y estudiantil o con la revuelta popular; sin embargo no debe ser dejado aun lado
porque habla de la existencia de un fenómeno que saldría claramente a la luz luego del Cordobazo. Pasados los
dos días de protesta el saldo de propiedades destruidas era considerable y la cifra oficial ascendía a 12
muertos y 93 heridos. El acontecimiento conmovió inmediatamente la esfera política nacional. El
impopular gobernador Caballero tuvo que dejar el poder y la posición del régimen comenzó a ser seriamente
cuestionada.

EL POS-CORDOBAZO: LA CONFORMACIÓN DE UN MOVIMIENTO SOCIAL DE OPOSICIÓN AL RÉGIMEN.

El Cordobazo cristalizó el cuestionamiento al régimen ya iniciado por diversos sectores de la sociedad.


Además, pondría de manifiesto una crisis de autoridad en el interior de las diferentes organizaciones de la
sociedad civil que coincidió, también, con la aparición de la juventud en la esfera pública como un actor
colectivo dispuesto a romper con el pasado y llevar a cabo lo que entendían como la reparación moral
que el país necesitaba. Luego del Cordobazo operó un cambio en la estructura de las oportunidades
políticas que tornó vulnerable al sistema político para la emergencia de un movimiento social.

Lo que hizo posible este movimiento fue el enmarcar culturalmente la posibilidad de la acción colectiva:
la percepción de injusticia, el convencimiento de que era posible revertir esa situación a través de la acción y la
construcción de una fuerte identidad, un “nosotros” capas de promover los cambios . La contundencia de las
movilizaciones iniciadas mostró al gobierno la necesidad de modificar su orientación, instalando prioridades en su
agenda con el objetivo de frenar el descontento popular.

EL ROSARIAZO.

La huelga ferroviaria que desde Rosario se irradió al resto del país sería el detonante de la huelga
general activa llevada a cabo en esa ciudad y su cordón industrial los días 16 y 17 de septiembre de 1969. El
punto de partida de la huelga ferroviaria que se inicio el 8 de septiembre en los talleres ferroviarios de
Rosario, Pérez y Villa Diego fue la sanción aplicada a un empleado jerárquico, a la vez delegado gremial, que se
negó a firmar los apercibimientos a trabajadores que habían acatado el paro del 27 de agosto. Frente a esta
situación, el gobierno nacional convocó el 16 de septiembre al personal ferroviario que se encontraba en huelga
para la prestación del servicio civil de defensa, quedando sometido a la justicia militar el personal que no se
presentara. Este mismo día la CGT de Rosariodecretó el paro activo por 38 horas llamando a una
movilización y posterior concentración frente al local de la CGT. Losestudiantes se plegaron al paro a
pesar de que el día anterior las autoridades habían emitido un comunicado por el cual alertaban a la población en
virtud del estado de sitio sobre la prohibición de toda manifestación. Antes de las diez de la mañana, los obreros
pertenecientes a sedes sindicales ocuparon el centro a pesar de la fuerte medida de seguridad. En su
desplazamiento fueron construyendo barricadas e incendiaron algunos autos y ómnibus para impedir el
paso de los vehículos policiales. Se atacaron comercios y se registraron enfrentamientos con la
policía. A medianoche del 17 de septiembreculminó la huelga general con movilización pero la lucha
continuó en manos de los obreros ferroviarios, expandiéndose hacia el resto del país siguiendo las vías
férreas.
Varios detenidos pasaron a engrosar las listas de presos políticos y sindicales abiertas con el
Cordobazo, pero el carácter más marcado de insurrección urbana que tuvo el Rosariazo insinuó ya los
cambios que se estaban operando en el escenario político y que se definirían más claramente a
comienzos de los 70.

LA TRANSFORMACIÓN DEL CICLO DE PROTESTA OBRERA.

1971 marcó la transformación de la protesta obrera, que adquirió contenido político y buscó trascender
los límites locales para encarar un movimiento nacional. Puede decirse que se produjo una rearticulación de
la crisis, una reabsorción de la crisis social por los agentes políticos sobre todo del campo opositor.

EL RÉGIMEN EN RETIRADA: PUEBLADAS Y REPRESIÓN.

En el contexto preelectoral de 1972se combinó la lucha política llevada a cabo por los diferentes actores
con la represión utilizada por el gobierno para sofocar las manifestaciones de rebelión popular y
también con la escalada de violencia en ascenso desencadenada por las organizaciones armadas, algunas de
ellas porque desconocían la vía electoral del acceso al poder y otras, como Montoneros, porque significaba una
medida de refuerzo y de amenaza por si el gobierno no cumplía con sus promesas.

Para mediados de 1972 la popularidad de Montoneros había crecido notablemente y puede considerarse
ese momento como el más álgido en cuanto al apoyo encontrado en las masas sobre todo a través de las
estructuras de la Juventud Peronistas.

En noviembre de 1972 Perón regresó al país y terminó de concretar la formación de un frente electoral
encabezado por la formula Cámpora-Solano Lima ante la imposibilidad de postularse el mismo como
candidato. En realidad todos sabían que esto significaba Cámpora al gobierno, Perón al poder. Sin embargo, el
esperanzado retorno no traería la paz social. Por el contrario, los antagonismos, el autoritarismo y la
intolerancia presentes en la sociedad y en su cultura política conducirían a una espiral creciente de
violencia en el intento por definir a quienes correspondía los artífices del nuevo proyecto de país por construir,
una vez liberados de la tutela militar. La patria socialista no sería posible y un nuevo golpe cerró
definitivamente el ciclo que se había abierto en 1955 y con él todos los proyectos de construcción de un orden
superador de inclusión para todos y que permitiera superar las antinomias del pasado.

HILB Y LUTZKY – La nueva izquierda argentina: 1960-1980.


A partir de los años 60 surgen sobre la escena política argentina una serie de grupos, partidos y
organizaciones político-militares, que cuestionan la capacidad de los partidos tradicionales para
proponer cambios profundos a la sociedad. Es en el período abierto por el derrocamiento de Perón
que comenzarán a perfilarse los elementos más importantes para analizar la emergencia de la NI.

Entre 1955 y 1973 el peronismo como expresión de la adhesión simbólica de una gran parte de la
sociedad argentina a un régimen político estará formalmente excluido de la escena.

¿Qué entendemos al decir la democracia como marco de resolución de los conflictos está en crisis?

En relación a esto afirmamos que la caída de Perón acelerará un proceso de fragmentación de los
partidos no-peronistas, uno de cuyos ejes principales será precisamente la actitud frente al peronismo.
Estos partidos, que se habían opuesto al peronismo entre 1946 y 1955 en nombre de las libertades
públicas y la democracia se encuentran aceptando su proscripción, y por ende, avalando una versión
restrictiva de la democracia.

La escena política aparece ya no como una instancia de competencia, en la que la sociedad se reconoce como tal
y en la que manifiesta su diversidad, sino como la instrumentación arbitraria en manos de los “vencedores” de
1955. De esta manera, comenzarán a surgir sectores del peronismo que cuestionarán la capacidad de
la dirigencia de ponerse a la cabeza de la lucha por el retorno de Perón, y que denunciarán las
estrategias independientes de ciertos dirigentes sindicales y políticos. Fue así que del seno de la
Juventud Peronista surgirá un núcleo liderado por uno de sus dirigentes, Gustavo Rearte, que fundarán
el Movimiento Revolucionario Peronista (MRP).

Por otro lado, en la Unión Cívica Radical (UCR), la diferencia profunda entre “unionistas” e
“intransigentes” que se remontaban a la década del 40 se actualizará con la división del partido en UCR del
Pueblo y UCR Intransigente. Mientras que los partidos de la izquierda tradicional (el partido Socialista y
el partido Comunista) también serán afectados en su homogeneidad con la caída de Perón. De esta
manera, queda dividido en PS Democrático y PS Argentino (este último se definirá a favor de la Revolución
Cubana). El PC no sufrirá escisiones importantes hasta la formación del PC Revolucionario de 1967.

En este contexto de crisis de las corrientes reformistas y de izquierda es que comienzan a diseñarse los puntos de
fractura a partir de los cuales surgirá gran parte de los grupos de la NI. En esa situación, diferentes sucesos
internacionales, tales como la Revolución Cubana, la victoria del FLN de Argelia, la ruptura entre China y
la Unión Soviética, y posteriormente la guerrilla del “Che” Guevara en Bolivia, jugarán un papel
catalizador.

A partir de 1970, la definición principal de todos los sectores políticos actuantes girara en torno al eje
de la oposición o el apoyo al gobierno militar.

Radicales y peronistas se encuentran ambos oponiéndose al gobierno. Paralelamente, a comienzos de 1968


se constituye el “Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo”, que pone en evidencia el desarrollo
de una corriente de la Iglesia preocupada por los problemas sociales. A través de la influencia de este
movimiento, importantes grupos de la juventud cristiana y del nacionalismo católico se acercarán al
peronismo.

La Ni surge y se desarrolla en un período en que las formas de representación tradicional del movimiento obrero
también se hallan en un proceso de crisis y de cambios. Por otro lado, la CGT tras la caída de Perón se
encontró descolocada al perder la relación estrecha que mantenía con el aparato del Estado.

El auge del sindicalismo llamado “combativo”, de los enfrentamientos violentos y de la lucha


antiburocrática, será el marco en el cual la NI intentará erigirse en alternativa para el movimiento
obrero, y a partir de la cual justificará y explotará sus diferentes estrategias de toma del Poder.

Si hasta este momento hemos hablado de la NI como un todo, es porque creemos que los diferentes grupos
que actuarán a partir de 1969 se gestan en un mismo clima y muchas veces provienen de un mismo tronco.
En un primer momento, la diferencia mayor se encuentra en Montoneros, cuyo núcleo primero proviene
en su casi totalidad del nacionalismo católico.

En el período 1955-1966/68 se caracterizó por la extraordinaria cantidad de escisiones y conformación de


nuevos grupos y partidos. Este “hormiguero” pone en evidencia una crisis de las formas tradicionales y
búsquedas de nuevos canales de expresión.

Del PS Argentino (como dijimos más arriba, una de las ramas en que se divide el PS):
- el PS de Vanguardia, una parte de la cual confluirá luego en el ELN, concebido éste como una columna de
apoyo a las fuerzas de Guevara en Bolivia. Él nunca llegará a confluir con las fuerzas del “Che”, y dará
lugar a las FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias), que se unirán a Montoneros en 1973.

- También del PSA surgirá el núcleo de los que será más tarde Vanguardia Comunista (VC). Otro componente
del ELN provendrá del PC, del cual a su vez se desprenderá el PCR. De éste a su vez saldrá una nueva
escisión en 1968, Las Fuerzas Argentinas de Liberación (FAL).

- El Partido Revolucionario de los Trabajadores (PTR), que creará más tarde el Ejercito Revolucionario del
Pueblo (ERP) como su brazo armado, surge en 1963 como confluencia de un grupo del noroeste, el Frente
Revolucionario Indoamericano Popular (FRIP), dirigido por los hermano Santucho, con el grupo Palabra
Obrera de N. Moreno, que acababa de romper con el peronismo.

- En 1968 el PRT se dividirá alrededor del tema de la creación de un ejército, separándose un grupo liderado
por Moreno, que confluirá con un sector que se desprende del PSA y formará el Partido Socialista de los
Trabajadores (PST), que participará en las elecciones de 1973.

En el contexto de crisis política que caracteriza a la década 1956-1966, el golpe de estado encabezado por el
Gral. Onganía pretenderá representar una solución.

El congelamiento oficial de toda actividad política, la represión contra la Universidad, la censura,


cerrarán los canales de expresión de los sectores medios urbanos, que se habían desarrollado sin
mayores dificultades durante los gobiernos civiles pos-peronismo.

A partir de 1968/1969 la diferenciación dentro de esta NI comienza a hacerse mas clara. Pasa, en un primer paso,
preponderantemente por la definición del método de lucha; las distintas organizaciones que plantean la
necesidad de desarrollar la guerrilla urbana enmarcadas en una estrategia de “guerra popular” se
consideran, sobre todo hasta 1972, como formando de una vanguardia. En este sentido, abundan las
declaraciones de integrantes de Montoneros, FAR, PRT, FAP y FAL. Entre el resto de los grupos podemos
distinguir a aquellos que, sin desarrollar estructuras militares, comparten en gran medida la idea de
la “guerra”, como es el caso del PCR antes de 1973 y de Vanguardia Comunista. A este panorama cada vez
más heterogéneo debemos agregar el efecto producido por las elecciones de 1973 que provocará un
alejamiento entre las organizaciones armadas peronistas y no peronistas.

A partir de fines del ‘72 pasaremos a referirnos a la NI excluyendo implícitamente al PO y al PST. Y de


esta manera, cada conflicto es visto como “momento” de esta guerra que la organización armada debe saber
canalizar.

La guerra aparece para la NI como la forma más válida y eficaz de intervención. En un contexto de
crisis de legitimidad del sistema político, el juego político tolerado y los mecanismos institucionales aparecen como
un engaño. La “irrupción” de la política en 1973 marcará un momento de crisis para la NI.

La victoria electoral del peronismoreintroducirá la idea de una legitimidad, la legitimidad del sufragio
universal. Pero más allá de este pequeño período de regreso del peronismo, uno de los efectos de esta
situación de crisis será la banalización de la violencia, que pasa a formar parte de las reglas de resolución
de las diferencias dejando una huella cada vez más profunda en la sociedad. A partir de 1973 la crisis de la
NI también se evidencia por un lado con la división de algunas de las organizaciones.

Pero lo más importante es tal vez el aislamiento progresivo de las organizaciones de la NI. De ser un
componente importante de la oposición al régimen militar y gozar de un consentimiento relativamente amplio,
éstas aparecerán cada vez más como estructuras militares enfrentadas a la policía o a las FF.AA.
Lo que la NI no pudo pensar fue la efectividad de otras formas de representación y de
legitimaciónque no fueran las propias, las de la guerra. Este fenómeno se agudiza indudablemente con la
aparición de grupos terroristas de derecha, por la persecución y el asesinato de gran cantidad de militares
sindicales de la NI por el solo hecho de oponerse a las estructuras sindicales tradicionales y alimento por las
características autoritarias del Peronismo. La banalización de la violencia abrirá el camino para la
exterminación física de los integrantes de la NI a partir de 1976.

La NI creyó inventar un lenguaje, una nueva forma de tomar posiciones frente a la política. Sin
embargo, en gran parte su lenguaje fue el espejo de la sociedad de la cual emergió: una sociedad en la que
el “otro” era el enemigo. Una sociedad en la que la política es pensada como instrumento en manos de
quienes gobiernan, ya sea para acallar al “otro”, para excluirlo, o para fijar las condiciones de su
admisión. Una sociedad en la que cada definición encuentra necesariamente su contrario en el “otro”,
y que no admite más que dos enunciadores (peronistas/antiperonistas, imperialismo/nación,
unitarios/federales, burguesía/proletariado, pueblo/oligarquía ), y en la que la única actitud resultante es la
eliminación del contrario.

Una de las cuestiones que a nuestro entender quedan abiertas es la idea que la Ni no logra pensar lo
político más que bajo la forma de engaño, y que por consecuencia plantea la guerra como la única
forma de hacer política. A su vez las masas, el pueblo, en nombre de quien se tomará el poder,
constituyen la “esencia” de la revolución en curso, la “retaguardia” del ejército.

El engaño es instrumento a través de paliativos de tipo “político”: romper el engaño es entonces negar la
posibilidad de establecer proyectos consensuales. El otro obstáculo que debe salvar la NI, al mismo tiempo que
debe romper el engaño, es la fuerza del ejército. Si al engaño enfrenta tratando de evitar toda salida
“política”, al ejército se lo enfrenta con otro ejército. Entre estos dos, el pueblo “reconocerá” al suyo. Más
allá de las diferencias en cuanto a los proyectos que proponen, se reconocen en una acción: la acción
armada. Esta acción apuntada al mismo tiempo a debilitar al enemigo, a desmoralizarlo, a aumentar la
capacidad militar de las fuerzas propias, y a impedir que se logre “engañar al pueblo”. En el caso de
las organizaciones peronistas, la muerte de Perón permitirá la recomposición de la ecuación inicial: ellos
y nosotros, que remplazará la división en “leales y traidores”.

El predominio de la acción (entendida como lo contrario de acuerdo), sobre todas las cosas, lleva aparejada
la negación de la política, y a su vez la negación de la posibilidad misma de pensar la constitución de
un espacio político. En conclusión, para la NI el espacio de la política es el lugar del engaño . Para la NIla
democracia no será más que el régimen político que “corresponde” a una sociedad basada en la
explotación; será una de las formas del engaño.

Al convertir a la democracia (y a toda forma de institución de lo social) en reflejo más o menos mecánico de la
infraestructura, al hacer de la democracia un simple engaño de la burguesía, la izquierda se cierra el
camino para lograr pensar lo político en tanto forma particular de instauración de un espacio político, en cuanto
articulación específica (o aparición de la articulación) entre Estado y sociedad civil. En su seno, las
organizaciones de la NI recrean estrictamente relaciones de jerarquía. Así como, frente al pueblo es la
organización quien detenta la verdad y el saber, en el interior de la organización es la dirección la que decide y
sabe. En realidad la izquierda al rechazar un remedio de democracia institucional, rechazó al mismo
tiempo la posibilidad de pensar la diferencia entre democracia y autoritarismo. La democracia pasó a ser un
tema de “derecha”; la NI se privó de pensarla y con ello se privó de su propia práctica. En la formación de la NI
intervino sin duda en forma preponderante la percepción por parte de sectores de la sociedad de situaciones
inaceptables de injusticia y de desigualdad social.

DE RIZ – La política en suspenso. CAP.3


EL GOBIERNO PERONISTA.

Instalado el gobierno de Cámpora, el clima inquietante de la campaña electoral no habría de cesar. En el


conglomerado peronista, los conflictos tenían como protagonistas a la “derecha” y la “izquierda”, a los
“leales” y los “traidores”, a los “infiltrados” y a la “burocracia sindical”.

El movimiento peronista no era un partido. Organizados sobre la base del principio de la verticalidad había logrado
sobrevivir a todas las tentativas de hacerlo desaparecer de la escena política gracias a la habilidad con que
Perón manejo su concepción militar de la política. El destierro de Perón y su negativa a institucionalizar la
fuerza política, de la que era creador, fueron factores decisivos en el éxito de la operación política que lo
devolvió al gobierno. El viejo caudillo había logrado convertirse en la encarnación de la patria socialista y de la
“patria peronista”. Los jefes sindicales no recibieron con entusiasmo al nuevo presidente.El líder prefirió
apoyarse en sus viejos cuadros políticos y en la generación de jóvenes combativos. Esta juventud se
sentía la protagonista decisiva de la victoria. La JP era un conglomerado, la integraban grupos y tendencias de
diversa extracción e ideología. La tendencia que se le identifico con la patria socialista estaban compuestos
por: JTP (Juventud Trabajadora peronista); la JSP (juventud sindical peronista); JUP (juventud universitaria
peronista); UES (unión de estudiantes secundarios); FAR; Montoneros; FAP (fuerzas armadas peronista) y el PB
(peronismo de base).

De la tolerancia de la sociedad a la violencia que acompañó la breve gestión de Cámpora fue el


resultado de la idea de que se trataba de una reacción pasajera, fruto de 7 años de dictadura militar. Los
Montoneros habían conseguido una tregua tras la asunción del nuevo presidente, pero la movilización
de la juventud, su formidable poder de convocatoria que arrastraba multitudes y el recurso creciente a la
acción directa, crearon un clima de crisis de autoridad.

El plan de Perón de organizar el nuevo gobierno sobre la base de un acuerdo parlamentario entre el
peronismo y el radicalismo, y de un pacto social entre empresarios y sindicatos, se enfrentaba a las
acciones desestabilizadoras que él mismo había estimulado. Dispuesto al diálogo con los partidos, defensor de la
democracia, el Perón de 1973 aparecía como un nuevo Perón, enriquecido por su experiencia de exilio europeo.
Un mes antes de la asunción del mando por Cámpora, Perón dio una señal de que su apoyo sin reservas a
los grupos armados había terminado.

Desde la salida de KriegerVasena, la inflación había subido año a año. El panorama económico se había
deteriorado desde 1970 y las cifras de crecimiento y superavit comercial se habían alcanzado en años
superiores, se habían ido desdibujando.

Congruente con su creencia de que la política económica debe basarse en las iniciativas de los capitales
nacionales privados, Perón le confió la conducción de la economía a José Gelbard. A comienzos de junio, el
gobierno anunció la firma del “Compromiso de la reconstrucción nacional, la liberación nacional, y justicia
social”,mas conocida como el “Pacto Social”. La nueva política de ingreso establecida en ese compromiso otorgó
un aumento salarial del 20%, suspendió las negociaciones colectivas por dos años y congeló los precios
de todos los bienes por un período similar. Las expectativas despertadas por la vuelta del peronismo al
gobierno se vieron frustradas. La firma del Pacto Social, no encontró demasiada resistencia en el empresariado. La
Unión Industrial Argentina, la Sociedad Rural y la Cámara Argentina de Comercio dieron su aval al
Pacto Social impulsado por Perón.

Obtener el apoyo de los sindicatos fue la tarea más difícil. Los sindicalistas debieron aceptar una política
que los privó de la libertad de negociación.

El objetivo de Perón de sentar a los empresarios y a los sindicalistas en la misma mesa se había
cumplido. La concertación de la política de ingresos era un componente clave de un programa de reformas entre
cuyas medidas figuraban la nacionalización de los depósitos bancarios, la nueva ley de inversiones
extranjeras, el control del comercio exterior, una reforma impositiva y una ley agraria.
El retorno de Perón, el 20 de junio afirmó la convicción de que estando Perón en el país, nadie puede ser
presidente de los argentinos mas que él. Casi 2.000.000 de personas esperaron en el aeropuerto de
Ezeiza. Alguien de los servicios de seguridad de la JP empezó a gritar “tirense al suelo” y sonaron los
disparos. La fiesta se convirtió en tragedia, los jóvenes habían coreado “vamos a hacer la patria peronista,
montonera y socialista”.

El líder de los peronistas proponía volver al orden legal constitucional y propiciaba un amplio acuerdo
entre los partidos políticos. Había vuelto para poner en orden el movimiento justicialista, desquiciado por falsos
peronistas, o no peronistas que pretendían controlarlo. Pero ahora estaba él en Argentina, y nadie dudaba de sus
dotes para conducir a las masas peronistas.

El “experimento Cámpora” había llegado a su fin. Perón decidió reemplazarlo y se acercó a las FFAA. La
reivindicación histórica de los sindicalistas fue la otra tarea emprendida por Perón. El 13 de julio Cámpora y
Solano Lima presentaron su renuncia al congreso. Raúl Lastiri fue nombrado presidente provisional. Fue
bautizada como el “Lastirazo” la maniobra política que forzó a Cámpora y a Solano Lima a renunciar. La Juventud
peronista revolucionaria lanzó la candidatura de Cámpora a la vicepresidencia, en vano intento de
conservar un espacio de diseño en el poder del líder. La nominación por Perón de su tercera esposa, Isabel,
como candidata a la vicepresidencia, sorprendió a muchos; era la solución para un poder que no tenía otro
heredero que el pueblo. Con Isabel, el líder mantenía su deliberada ambigüedad estratégica. La formula era Juan
Perón-Isabel Perón. En las elecciones del 23 de septiembre del 73, Perón fue consagrado como presidente.

LA TERCERA PRESIDENCIA DE PERÓN.

Perón asumió la presidencia con la tarea de reorganizar el poder del estado. “El problema argentino es
inminentemente político”, decía. “Gobernar es persuadir, gobernar no es mandar. Mandar es obligar. Gobernar es
persuadir, esa es nuestra tarea: ir persuadiendo a todos los argentinos para que comencemos a patear todos para el
mismo arco”, decía Perón.

El Pacto Social venía a reconstruir un sistema político en el que los partidos y no sólo las organizaciones
de interés tendrían cabida; una alternativa amenazadora para los jefes sindicales acostumbrados al monopolio de
la representación política del peronismo. Esa era la idea de la democracia integrada, la que trajo Perón al gobierno. El
antiguo lema “para un peronista no hay nada mejor que otro peronista ” fue reemplazado por la nueva consigna
“para un argentino no hay nada mejor que otro argentino”. Sus palabras finales fueron una invitación a abandonar
el justicialismo a todos aquellos que no estuvieran dispuestos a obedecer al gobierno y se colocaran
fuera de la ley.

El 1 de mayo la fiesta de los trabajadores fue el escenario de enfrentamiento entre Perón y la izquierda
Montonera. Perón acusó de imberbes, idiotas útiles, mercenarios al servicio del extranjero a los
Montoneros. Perón abre la puerta por la que se ingresa al siniestro camino del terror que José López Rega ya
está recorriendo desde el Ministerio de Bienestar Social.

El descontento de los sindicalistas creció alimentado por el estado de movilización de los trabajadores que la
instalación del gobierno peronista no había podido detener. A principio de 1974 la confianza en el pacto social
comenzó a decrecer, la economía paso a una etapa de recalentamiento inflacionario, la comunidad
económica europea decidió cerrar las puertas de las carnes argentinas.

La última aparición pública de Perón, un mes antes de su muerte fue la más dramática. El 12 de junio, el líder
salió al balcón de la Casa Rosada y desde allí, ante una multitud, amenazó a renunciar. “No sólo no deseo seguir
gobernando sino que soy partidario de lo que hagan los que puedan hacerlo mejor” . Su mensaje era una queja
amarga a todos los argentinos, pero su destinatario directo eran los jefes sindicales. “Como ustedes saben nosotros
propiciamos que el acuerdo entre trabajadores, empresarios y el Estado sirva de base para la política económica y
social del gobierno. A pocos meses de firmar ese compromiso pareciera que algunos firmantes están empeñados en
no cumplir el acuerdo. Perón pidió al pueblo que nos sólo identifique a esos irresponsables, sino también que los
castigue.

Perón murió el 1° de julio, víctima de un ataque cardíaco, provocado por una pulmonía, a los 78 años. Ya sin
mediador, la lucha entre las dos vertientes que confluyeron en el retorno del peronismo había de ocupar
el centro de la escena. Perón había sido consciente de que la formidable mayoría electoral que lo condujo
al poder en 1973, no era suficiente para protegerlo de las presiones de una oposición, políticamente
derrotada, pero alerta desde sus posiciones de poder en el mundo de los negocios y las jerarquías militares. La
muerte de Perón impidió que los Montoneros rectificaran sus ilusiones sobre el líder. Si Perón vivo había
estado “ausente”, Perón muerto habría de estar como Evita, “presente”. Este razonamiento les permitió
proclamarse legítimos herederos del general emblemático del pasado peronista.

TIEMPO DE VIOLENCIA.

María Estela Martínez de Perón, llegó a la presidencia en calidad de heredera, su único mérito era portar el
apellido del líder desaparecido, había conocido a Perón durante los tiempos de su exilio en Panamá. Se casó con él en
Madrid. En 1965, el general la envió a Argentina para neutralizar la acción de Vandor, y de esta visita data su relación
con José López Rega. Isabel y sus asesores se dedicaron a desmantelar el ya mal trecho equilibrio
diseñado por Perón y a proclamar que había llegado la “hora del peronismo”.

La simetría entre la estrategia de la presidenta y la de los Montoneros era que ambos estaban dispuestos
a utilizar la violencia para imponer el rumbo de un proceso que tras la desaparición de Perón, parecía ya marchar
a la deriva.

En el congreso realizado por la CGT para renovar a sus dirigentes, habría de dirimirse el conflicto entre:

- los sindicalistas “blandos” (que sostenían que el sindicalismo debía sostenerse al plan del gobierno)

- los “duros” (que defendían la idea contraria, de que debían comportarse con la autonomía de un grupo de
presión).

El consejo directivo quedó integrado por los sindicalistas de la línea dura, representada por las 62
organizaciones, con Lorenzo Miguel a la cabeza.

La política de Gelbard se proponía utilizar el raro privilegio de contar con una burguesía agraria, capaz
de ofrecer una producción competitiva en el mercado mundial. La pequeña y mediana burguesía agraria
apoyaba esta política. Sin embargo, se cuidaron de movilizar a sus afiliados para defender el equipo económico
que mantenía niveles de precios agrícolas y ganaderos por debajo de las expectativas de sus adherentes.

Los jefes sindicales solicitaron a Isabel la renegociación del pacto social.

Cuando la presidente anunció el 17 de octubre la convocatoria de las comisiones que discutirían los
salarios y las condiciones de trabajo, no le quedó a Gelbard otra alternativa que alejarse del cargo. El
reemplazante de Gelbard fue Alfredo Gómez Morales. La decisión de Isabel de armar un gabinete con los
miembros del círculo de hombres que la rodeaban, clausuró toda esperanza de retomar los acuerdos
partidarios que Perón había propiciado en su modelo de democracia integrada. También puso fin a la
relación especial que el líder había establecido con el partido radical. La posición política quedó atrapada por la
encrucijada: Isabel o el caos.

López Rega, desde el “Ministerio del Pueblo”, como prefirió designar al Bienestar Social, y en su calidad de
secretario personal de Isabel era la figura más visible del poder. Ascendido de cabo a comisario de la policía
en el 74 mediante un salto de 15 grados en el escalón, y su aspiración de controlar los fondos de las obras
sociales de los sindicatos no auguraban un futuro armonioso a las relaciones entre los jefes sindicales y
el gobierno. A través del desvío de los recursos de bienestar social López Rega construyó las bases de su
enorme poder en el nuevo gobierno.

Hacia fines del 74, la política había quedado confinada a las maniobras del entorno presidencial capitaneadas por el
“el brujo” y sólo los “verticalistas”, fieles a Isabel, tenía cabida en el sistema política diseñado por “Lopecito”. López
Rega trabajaba en los archivos y la correspondencia del general, el domino de esa información sumada a su memoria
infalible de policía fue una de las claves de su poder político.

Tras la salida de Gelbard, los Montoneros decidieron reanudar la guerrilla contra un gobierno que no era
“ni popular ni peronista” y volver a la clandestinidad, en respuesta a una ofensiva enemiga que incluía a la
Triple A y las Fuerzas de Policías regulares. A partir de entonces los asesinatos se convirtieron en una práctica
habitual contra los “traidores” peronistas. El asesinato del comisario Villar, jefe de la policía federal,
inauguró una secuencia que influyó a policías y funcionarios del Ministerio del Bienestar Social enrolados en la Triple
A.El gobierno decidió decretar el estado de sitio.

Los montoneros por su parte, comenzaron los secuestros y asesinatos de gerentes de empresa para
forzarlos a aceptar las demandas obreras. Las acciones de la guerrilla peronista y de los comandos
terroristas se multiplicaron en lo que ambos bandos definieron como una guerra. Se desató una lucha a
muerte. El ERP, por su parte, volvió su atención hacia la guerrilla rural en Tucumán, confiando de que podría
convertirla en “la cuba de la argentina”.

Con el telón de fondo de la guerrilla y el terrorismo paraestatal, comenzó el enfrentamiento entre los jefes
sindicales y el gobierno de Isabel. Gómez Morales consiguió ajuste de precio y salario e intentó reducir el déficit
fiscal y atraer a la inversión extranjera. Trató de flexibilizar la ley de inversiones extranjeras para atraer capitales. Las
exportaciones estaban en franco retroceso, mientras que las importaciones se incrementaban aprovechando la
sobrevaluación del peso.

En febrero Isabel firmó el decreto que estableció que el comando general del ejército tendría a su cargo
la aniquilación de la subversión. En mayo el gobierno forzó la renuncia del general Anaya y nombró al general
Laplane en la más alta jerarquía del ejército.

El programa ofrecia: represión de la subversión en todos sus frentes.

En el plano económico:

- el vuelco hacia el capital extranjero y hacia la economía del mercado

- reducción de los salarios

- el reestablecimiento de la disciplina industrial

- el desplazamiento de la CGT de la estructura de poder.

Para el logro de este drástico giro, el apoyo de las fuerzas armadas era decisivo. Antes de que los
empresarios y sindicatos llegaran a firmar los acuerdos a cerca del aumento salarial uniforme del
38%,Gómez Morales renunció y lo reemplazó Celestino Rodrigo, miembro del círculo de López Rega.

El anunció del nuevo ministro fue:

- un aumento superior al 100% en los precios de los servicios públicos y combustibles y de la devaluación del
peso en un 100%.
La magnitud de este reajuste, conocido como el “rodrigazo”, y el momento elegido no dejaban dudas de que la
presidenta buscaba recortar el poder de los jefes sindicales.

La reacción al reajuste de Rodrigo fue una movilización masiva que desbordó los sindicatos. Bajo la
presión sindical, el gobierno decidió anular las restricciones a la libre negociación salarial.

La CGT convalidó el estado de huelga y convocó a un paro general de 48 horas para el 7 y el 8 de julio. La
multitud reclamó la renuncia de Rodrigo y de López Rega y la inmediata aprobación de los acuerdos
salariales. I

sabel se vio forzada a aprobar los contratos salariales. Pocos días después López Rega y Rodrigo presentaron
su renuncia. Los sindicalistas fueron los vencedores indiscutidos de la crisis desatada por el rodrigazo.

LA DESCOMPOSICIÓN.

Isabel se había quedado sola. Ahora ella era la derrotada. Las presiones para que dimitiera crecían desde todos
los frentes y las perspectivas de un golpe militar amplificaban los efectos de la crisis política. El general Videla,
defensor de la no participación en el poder político, se convirtió en comandante, en jefe del ejército. El
pretendido “constitucionalismo” de las FFAA abría de manifestarse como una forma sutil de golpismo unos meses más
tarde. Los distintos sectores que integraron el conglomerado peronista (tendencia izquierdista de la
juventud, el sindicalismo ortodoxo y el peronismo tradicional) se lanzaron a la conquista de un poder vacante.
En 1975 la economía estaba transitando hacia una fase de recesión. La producción industrial había caído y el
desempleo había crecido. La situación de pago era crítica. Bonani reemplazó a Rodrigo. A los 21 días de
haber asumido el cargo, Bonani renunció. El 12 de agosto, Cafiero, ex asesor de la CGT, ocupó el Ministerio de
Economía y Ruckauft la cartera de trabajo. El 13 de septiembre, Isabel se alejó de sus funciones en uso de
licencia y delegó el mando en el presidente del senado ItaloLúder.

La política de Cafiero:

- asumía que detener la inflación era imposible

- prefirió la indexación progresiva de salarios precios y tasas de cambios.

- La vorágine especulativa atrajo a capitales de toda la economía incluso a pequeños ahorristas, todos
apostaban al dólar, y este comportamiento amplificó la recesión de la economía.

- El nuevo equipo tuvo que recurrir a un acuerdo con el FMI, el primero de un gobierno peronista para tratar
de revertir la crítica situación de pagos.

El general Videla había mantenido una prudente distancia con el gobierno, pero los ataques de los
Montoneros a objetivos militares, dieron lugar al avance militar. Las FFAA pasaron a integrar el Consejo de
Seguridad Interna, presidido por Lúder, y lanzaron operaciones anti subversivas que incluían la intervención en los
conflictos laborales y el avasallamiento de los fueros federales. En el ejército, en el mundo de los negocios, entre
los políticos, se hablaba de un “vacío de liderazgo”. El retorno de Isabel volvió a plantear el viejo dilema de los
jefes sindicales.

Las presiones de los políticos y de los sindicalistas disidentes, forzaron a la presidenta a adelantar las fechas de las
elecciones. Estas se celebrarían el 17 de octubre de 1976. Antes de terminar el año un levantamiento de la
fuerza aérea, comandada por Capellini, redobló los rumores de que había llegado la hora del golpe. El
botín fue sofocado pero el general Videla, advirtió que tenían que modificarse los rumbos y que debían actuar
aquellos que adoptaras las decisiones que solucionan los problemas del país. El ‘76 se inició con la reorganización del
Gabinete. Isabel se desprendió de los ministros ligados a los sindicalistas y políticos para colocar en sus puestos a
figuras del círculo de López Rega. El nuevo ministro de economía, Mondelli, confesaba que no tenía un plan
económico para enfrentar la crisis, sino tan sólo “a medida”. Cuando el 26 de marzo del 76 el golpe
militar desplazó del poder al justicialismo, la mayoría de los argentinos lo recibió como un desenlace inevitable;
no imaginaban otra solución. A diferencia de los golpes del ‘55 y del ‘66, el del ‘76 fue hecho en nombre de una
identidad que era la consecuencia de la responsabilidad que habían asumido en la guerra interna. Las
fuerzas armadas se percibieron como una corporación militar por encima de la sociedad.

CARDOSO – Sobre la caracterización de los regímenes autoritarios en


América Latina.
En América Latina, en estos últimos años, se han acentuado una tendencia al autoritarismo. En sí mismo, el
autoritarismo no es un fenómeno nuevo. Durante largo tiempo, el caudillismo y el militarismo han sido
rasgos dominantes de la vida política en esa zona. Aunque hay regímenes militares en el poder en casi
toda América Latina, es esencial hacer distinciones entre ellos. En la clasificación de situaciones tan diversas,
debemos evitar la confusión entre el caudillismo de viejo militarismo latinoamericano (Ej.: Paraguay) o el
caudillismo de base familiar (Ej.: Nicaragua), y el control más institucional de poder por el cuerpo de oficiales
como totalidad que existe en algunos otros países. Los científicos sociales que trataron de caracterizar el nuevo
militarismo de América del Sur añadieron otro adjetivo: “burocracia”. Más bien es la institución militar la que,
como tal, asume el poder en orden a reestructurar la sociedad y el estado.

Las FFAAno toman el poder como en el pasado, para mantener en él a un dictador (como Vargas o Perón), sino
más bien para reorganizar la nación de acuerdo con la ideología de “seguridad nacional” de la doctrina
militarmoderna. Debemos distinguir los nuevos autoritarismos en América Latina no sólo de los regímenes
autoritarios del pasado, sino también del corporativismo y del fascismo europeo.

En primer lugar, el autoritarismo de América Latina:

- aspira a producir apatía en las masas, ya que tienen miedo de la movilización

- excluyen a los partidos políticos

- El ejército prefiere una relación “técnica” y de apoyo entre el estado y los grupos sociales;

- el autoritarismo burocrático diverge no sólo del modelo democrático, sino también del fascismo italiano o
alemán.

- El estado tiende a excluir del proceso de toma de decisiones a las organizaciones de clase.

- Como en el pasado, se establecen vínculos corporativos dentro de los sindicatos, y entre éstos y el estado; en
este caso el estado no adopta una forma corporativa.

- Las vinculaciones entre el régimen burocrático autoritario y la sociedad civil se logran más bien mediante la
cooptación de individuos e intereses privados en el sistema.

Ideología: lo

- conservadora y jerárquica cuya visión se ha limitado al refuerzo del aparato del estado.

- Apatía y falta de movilización, una mentalidad estatal y jerárquica

- en lugar de una ideología nacionalista más amplia, es decir, estado pero no partido.
La noción de autoritarismo burocrático: las situaciones en que se produjo una intervención militar como reacción
contra movimientos izquierdistas, y a los casos en que la política destinada a servir para la reorganización del estado
y la economía, de modo que sirvieran al continuo avance del desarrollo industrial capitalista, fue llevada a cabo por
regímenes militares, como en la Argentina y Brasil.

Para clarificar la caracterización de la política autoritaria contemporánea, es esencial distinguir entre dos
conceptos, el de estado y el de régimen político.

Régimen: las normas formales que vinculan a las principales instituciones políticas, además de a la cuestión de la
naturaleza política de los vínculos entre los ciudadanos y los gobernantes.

Estado: se refiere a la alianza básica, el “pacto de dominación” básico, que existe entre las clases sociales o las
fracciones de las clases dominantes y las normas que garantizan su dominio sobre los estratos subordinados.

Frecuentemente se argumenta que los regímenes burocráticos-autoritarios producen reglamentaciones


de exclusión política en beneficio del sector privado de la economía.

Una importante deficiencia de los debates sobre el autoritarismo es que no han sido centrados
adecuadamente sobre esta distinción entre estado y régimen político. Una forma idéntica de estado
capitalista y dependiente en el caso de América Latina, puede coexistir con una variedad de regímenes políticos:
autoritario, fascista, corporativista e incluso democrático.

Autoritarismo burocrático no es la la forma del estado como tal, sino al tipo de régimen político.

Los regímenes burocráticos-autoritarios:

- organizan las relaciones de poder a favor del ejecutivo

- Lo que sobresale en tales regímenes es el reforzamiento del ejecutivo y sus capacidades técnicas.

- El reforzamiento del ejecutivo implica un incremento de la centralización.

- eliminación, o drástica reducción, del papel de la legislatura.

- la judicatura es controlada en la práctica por el ejecutivo

- La racionalidad formal exige el reforzamiento de un cuerpo burocrático de técnicos, especialmente en el


campo económico: y por otra, estos regímenes expresan la voluntad política de las fuerzas armadas como
institución.

- el ejecutivo depende de la burocracia tecnocrática.

- Los militares tienen el poder de veto a las grandes decisiones, pero no se ven necesariamente implicados en
la toma de decisiones referentes a la economía u otras cuestiones importantes.

- El éxito del régimen depende en parte del tipo adoptado de delegación de la autoridad militar ejecutivo.

- La apariencia de un presidencialismo fuerte, casi dictatorial, oculta a veces el control efectivo que ejerce la
institución militar sobre los que están en el gobierno.

La ideología:
- carácter no partidista de los gobiernos militares

- objetivo de poner fin tanto a la “política”, en cuanto que expresión de las ideologías en conflicto, como a la
existencia de partidos, que socavan la “unanimidad nacional” deseada por los gobiernos militares. Y sin
embargo, es evidente que, en la práctica, reaparece la actividad de las facciones políticas.

- La relación entre el estado y los grupos de interés de la sociedad civil se basa más en los criterios y
mecanismos de la cooptación que en los mecanismos de la representación. Dicho de otro modo, quienes
controlan el aparato del estado seleccionan a varias personas para que participen en el sistema de toma de
decisiones. Pero nunca suscribirán la idea de representación; la decisión de quién será llamado a colaborar se
toma en el ápice de la pirámide de poder.

Como es natural los grupos de interés de la sociedad civil intentarán penetrar en los círculos de toma de
decisiones, promover sus propios intereses. Quienes deciden la participación de una y otra persona son los
burócratas o las personas que controlan las altas posiciones en el aparato estatal. Las personas
seleccionadas pueden hablar ocasionalmente en nombre de otras personas o grupos, pero no son una delegación
como tal.

El grado de liquidación de los partidos y mecanismos representativos depende del grado de desconfianza que esas
instituciones inspiraban en las clases dominantes, y especialmente en la institución militar. Las FFAA adaptaron, y
adoptaron las doctrinas francoamericanas de guerra interna y se ocuparon crecientemente de la represión interna.
También se ocuparon de la necesidad de llevar a cabo una política que promoviera el crecimiento económico
acelerado, con el fin de pasar rápidamente por la fase inicial del “despegue”.

El tiempo de implantación de los regímenes autoritarios contemporáneos, así como el grado de sus logros
económicos y políticos, ha variado mucho entre los diferentes países. En Chile y Uruguay el autoritarismo
burocrático emergió con una fuerza más devastadora que en Argentina, desarrollando una orientación
enfáticamente antipartidista. La presencia o ausencia de un sistema de partidos abrirá caminos alternativos a los
regímenes autoritarios. Al menos indicará un grado diferente de autonomía relativa en las organizaciones políticas
controladas por las clases sociales.

El contraste entre Brasil y México parece ser uno de los más interesantes. Puede decirse que en esos países
la sociedad civil está bastante débilmente organizada en comparación con las sociedades civiles de los
países del Cono Sur.

La tradición de estado fuerte más un control político elitista (en el caso de Brasil) y de una jerarquía
burocrática (en el caso de México) aumenta las posibilidades de éxito de esos regímenes autoritarios.
México, régimen civil, proporciona un ejemplo de gran estabilidad; estabilidad que está muy relacionada con los
orígenes del régimen mexicano que nació de una revolución que incorporó parcialmente a la vida nacional a amplios
sectores de la sociedad. La elite burocrática mexicana tiene una capacidad de control de los asuntos
económicos y sociales que le asegura una cierta hegemonía dentro de la sociedad. Un amplio sistema de
negociación de los intereses económicos. Es un tipo de régimen no militar e “incluyente”, que ha logrado una
capacidad mayor de duración al dar raíces sociales a un sistema autoritario.

¿Cuáles son los factores que afectan al grado de autonomía de la sociedad civil frente al gobierno autoritario?

- la presencia o ausencia de un sistema de partidos preexistente.

- el grado de control efectivo que ejercen los regímenes autoritarios sobre la vida cotidiana
- el autoritarismo de América Latina es aún “subdesarrollado”: puede matar y torturar, pero no ejerce un
control completo sobre la vida cotidiana.

Los regímenes autoritarios no están basados en un partido político, son a veces demasiado débiles para
enfrentarse a sociedades complejas. Sería incorrecto suponer que el aparato del estado opera como totalidad
unificada en los regímenes autoritarios de América Latina. La ausencia de un partido, y de una ideología
totalitaria, impide a los sostenedores de la tecno burocracia comprometerse con la ideología militar del
estado. En esos regímenes se produce un considerable grado de privatización del aparato del estado. Los
funcionarios del estado, controlan partes del aparato del estado casi con independencia del gobierno,
persiguiendo objetivos personales de naturaleza económica o burocrática.

Casi siempre están presentes factores potencialmente desestabilizadores, que disminuyen la capacidad
gubernamental de absorber las presiones. Ello provoca una utilización continua de la represión, con toda la
desmoralización y alineación aunque se lleve a cabo en nombre de la seguridad nacional contra sus enemigos
internos ocultos. Cuando esos regímenes se enfrentan a situaciones en que los verdaderos grupos “subversivos” son
escasos, la reiteración de los mismo argumentos sobre las amenazas a la seguridad nacional resultan cada vez menos
convincentes a los empresarios y grupos dominantes que apoyan a los regímenes, por lo que la oposición de estos
grupos puede aumentar en una medida apreciable.

La tradición concebida como la mano armada de los propietarios de la tierra y latifundios, quedó
desplazada en parte por la política económica orientada a la industrialización de los regímenes
burocráticos-autoritarios.

Los efectos inmediatos de la política de estabilización monetaria llevada a cabo por los militares
demuestran claramente qué grupos sociales no han sido tomados en cuenta:los trabajadores y asalariados
en general, así como las personas que viven de rentas fijas.

El militarismo gobernante en Perú, es evidente que no adoptó una política socialista. Parece ser que, cuenta
más el carácter del estado que el del régimen; además el nivel de desarrollo de la economía y, sobre todo,
la fuerza de las presiones sociales ejercidas desde abajo. Precisamente para controlar esas presiones,
facilitando así la acumulación del capital, el autoritarismo burocrático se vuelve represivo y deprime el nivel
de vida de los trabajadores y las masas. En conclusión, el autoritarismo burocrático es políticamente
provechoso para los burócratas civiles y militares que dominan los despachos del estado.

Otra importante variación en la orientación económica de estos regímenes es el relativo énfasis en la


promoción de las empresas del sector público frente al sector privado. El carácter fundamental de este tipo
de estado autoritario es sin embargo capitalista. Las decisiones tomadas por las burocracias estatales se
producen dentro de límites bien definidos. Hasta ahora no han intentado “cambiar de modelo”.

Los regímenes autoritarios tratan de acomodarse al entrono internacional, aprovechándose de las


ocasionales fisuras del sistema económico mundial. Las burocracias públicas civiles y militares, han sido el papel
que han jugado en la creación de una base económica para su propio poder. Las empresas estatales se están
expandiendo en la mayor parte de los países: y el autoritarismo burocrático ha sido un importante factor en esta
tendencia. Es decir, en referencia al uso de las empresas del estado para facilitar el desarrollo capitalista y reforzar la
posición de los que están en el poder.

La valoración que hacen las clases dominantes de lo que significa para ellas un régimen autoritario, dependerá ante
todo de la capacidad efectiva del régimen de imponer una política de desarrollo. Pero en varios países
latinoamericanos, las clases dominantes han sido incapaces de controlar la presión política de los
trabajadores y los sectores radicalizados de las clases medias. En tales circunstancias, las clases
dominantes no pueden mantener su poder sin la intervención y el apoyo militar abiertos.
Las fases iniciales de régimen militar son gravemente represivas sobre todo cuando las fuerzas políticas de
izquierdas eran fuertes y estaban bien enraizadas en la sociedad. En esta fase inicial es en la que sobresale el
componente fascista del militarismo. En cambio, el papel empresarial de estos gobiernos evoluciona
gradualmente. Los intentos de solucionar los problemas económicos y sociales a los que están enfrentados
esos países, así como la aparición de alianzas entre las empresas privadas multinacionales y nacionales y
las empresas del estado, van confiriendo progresivamente a los regímenes autoritarios sus rasgos
empresariales peculiares. La represión no deja de ser un componente significativo de la vida política, pero
se hacen intentos de justificar al régimen en nombre de un rápido proceso de acumulación. En el proceso de
creación y proyección de la imagen del régimen, y en su aceptación por parte de las clases dominantes, las altas
tasas de crecimiento son tan importantes como la represión. El orden social con progreso económico es el
eslogan utilizado para esconder cualquier pregunta que plantee: ¿progreso para quién?

Los logros de los regímenes autoritarios y de su capacidad de imponer una conformidad política en la sociedad. Se
dice comúnmente que estos regímenes son fuertes, pero de ello no se deduce necesariamente que los
regímenes autoritarios sean capaces de resistir por sí solo a cualquier desafío político. Además de sus
“conflictos internos”, los regímenes autoritarios no son capaces de evitar los elementos de incertidumbre que
invaden toda la vida política.

Las ambigüedades de la política dejan abierto el camino a la esperanza. A veces abren caminos
favorables al cambio generando fuerzas dentro de un orden establecido que socavarán finalmente al
gobierno autoritario. El funcionamiento mismo de los regímenes autoritarios y la consecuencia de los objetivos
económicos propuestos crean nuevos desafíos a los militares, y por ello nuevas formas de oposición. Los militares no
son capaces necesariamente de superar esas dificultades. En gran medida, la probabilidad del cambio puede
depender de la capacidad política de los grupos de oposición de proponer alternativas creativas de poder que, frente
a esos desafíos ofrezcan soluciones diferentes y mejores.

GARRETON – Proyecto, trayectoria y fracaso en las dictaduras del Cono


Sur. Un balance.

Se cumplen en 1984dos décadas de presencia de dictadura militares en el Cono Sur, inauguradas con el
golpe de Estado en Brasil en 1964, continuadas con los regimenes militares argentinos de 1966 y 1976 y con
el chileno y el uruguayo de 1973.

La caracterización de estos regimenes:

- formas represivas y la preocupación consiguiente por los derechos humanos

- sus proyectos socioeconómicos y la reinserción en el sistema capitalista internacional

- el impacto en la vida cotidiana, las formas de resistencia y oposición, etc., fueron constituyendo un nuevo
campo en las ciencias sociales latinoamericanas y redefiniendo así los viejos temas del autoritarismo y la
democracia.

- Todos fracasaron en términos de resolver los problemas básicos de la sociedad, es decir, fracasaron en
cuanto “proyectos nacionales”. Pero también fracasaron en términos de sus propios parámetros y proyectos,
es decir, en cuanto a su capacidad de construir un nuevo y estable sistema de dominación hegemónica.
-

SOBRE LA CARACTERIZACIÓN.

Una caracterización adecuada de estos regimenes debe recoger los diversos énfasis que se han dado en los
intentos de describir sus rasgos.

El primero:privilegia la naturaleza de las relaciones entre Estado y sociedad civil. Hay aquí un esfuerzo por
señalar las particularidades de las mediaciones entre Estado y sociedad civil, atendiendo tanto a las formas de
represión, control y articulación de intereses como a la existencia de espacios de oposición. La definición
de estos regímenes como “autoritarios” corresponde a este tipo de énfasis. Si bien aquí se marcan las formas de
dominación, muchas veces este énfasis subdimensiona el contenido de ella y su vinculación a la estructura
y lucha de clases. El riesgo posible es la imputación de rasgos definitorios que los asimilan a una caracterización
genérica y abstracta que descontextualiza la especificidad histórica de estos regimenes, surgidos en momentos
precisos del desarrollo socioeconómico y político de las sociedades.

Un segundo énfasis privilegia el análisis de estos regimenes como una fase particular en el desarrollo capitalista
dependiente. El esfuerzo interpretativo aquí se centra en las necesidades de acumulación capitalista en un
determinado momento del sistema de división internacional del trabajo o del proceso de industrialización nacional
enfrentadas a las contradicciones y conflictos de clase. Los análisis sobre los “fascismos dependientes” o sobre los
regimenes de “profundización” o “recomposición” capitalista, con enfoques diversos, comparten este énfasis.

El tercer énfasis privilegia el análisis del actor más resaltante de estos regímenes cual es la corporación militar.
El esfuerzo explicativo se centra en este caso en las transformaciones ocurridas en las últimas décadas en las
FFAA de esta región. El traslado de los rasgos propiamente militares a la organización de la sociedad y el
Estado explicaría las características de estos regimenes.

Más allá de los rasgos puramente descriptivos de estas dictaduras, su surgimiento aparece asociado a ciertos
procesos históricos específicos:

- se asocian a una crisis sociopolíticadel“Estado de compromiso” en estos países. La particularidad de


esta crisis reside en el grado de activación y movilización de las fuerzas de cambio, especialmente de
masas populares, las que según los casos adquieren grados diversos de capacidad “subversiva”.

- Este proceso de movilización, acompañado de un fuerte grado de radicalización ideológica, es vivido


por los sectores dominantes como una amenaza a su mundo, como una crisis de supervivencia, a la que
debe hacerse frente con el uso de la fuerza cualquiera sea su precio.

- El surgimiento de estos regimenes se asocia a la maduración de otro proceso constituido por la


modernización, profesionalización y homogeneización ideológica de las FFAA bajo la hegemonía
militar de EEUU.

- La incorporación de las FFAA latinoamericanas al bloque militar liderado por EEUU significó la adopción de la
doctrina de la “seguridad nacional” y el adiestramiento antisubversivo, en suma, la visión de una
sociedad amenazada por un enemigo interno (comunismo) contra el cual es necesario una “guerra total”
donde las FFAA son la “reserva moral” de la Nación.

- Reestructuración del capitalismo tanto a nivel internacional como localmente. El Estado de


compromiso no sólo vivía una crisis política como la que hemos indicado, sino que su modelo de desarrollo
presentaba contradicciones con el proceso de democratización en curso, con requerimientos de acumulación
interna y con su inserción en el capitalismo internacional. Para los sectores capitalistas aparecía como
indispensable una rectificación de ese modelo de desarrollo en términos del papel “excesivamente” interventor
del Estado o de las “exageraciones” redistributivas.

Se trata de verlos como proyectos históricos, fracasados como sabemos, de resolver una crisis de hegemonía.
El proyecto de estos regimenes consagraba como enemigo al Estado de compromiso o la sociedad
populista y a una forma particular de constitución de sujetos y actores sociales que privilegiaba la acción
política y el referente estatal. Aspiraban a la erradicación de la política o la constitución de un sistema
político de participación restringida, es decir, un orden autoritario y conservador.

El régimen militar no constituía la meta final, sino la condición histórica necesaria para realizar las
transformaciones estructurales e institucionales sobre las que se basara el futuro orden político
autoritario definido como “nueva democracia”.

El punto de vista indicado nos permite insistir en la caracterización de estos regimenes como una
combinación de dos dimensiones:

- La primera de tipo reactivo o defensivo, cuyo núcleo es el rasgo represivo, que busca desarticular la sociedad
precedente, especialmente la matriz de constitución de los sujetos sociopolíticos en cada sociedad.

- La segunda de tipo transformador o funcional, que aspira a la reorganización de la base material, a través de
alguna forma de capitalismo “moderno” y reinserto en el sistema internacional.

SOBRE LA TRAYECTORIA.

Estas fases se desarrollan como consecuencia una de otra.

La fase reactiva tiende a coincidir con el momento de instalación del régimen;

la fase transformadora, con los procesos de institucionalización posteriores al período inaugural: la fase
de crisis recurrentes una vez agotada o fracasada la dimensión fundacional, y la fase terminal como producto de
acumulación de crisis.

El problema central para el régimen en la fase reactiva es cómo eliminar a los adversarios contra los cuales se
dio el golpe militar y cómo desarticular los mecanismos fundamentales de la sociedad precedente. Es
normal que el elemento básico de esta fase sea el elemento represivo, y que el actor principal sea las FFAA.
Este predominio represivo está protegido por el silencio de la sociedad, donde los traumas de la crisis previa al
golpe militar favorecen la complicidad de vastos sectores y la impunidad del aparato represivo. La ideología en el
régimen es la de la “seguridad nacional” y el principio de legitimidad que se esgrime es el de la victoria
en una guerra para salvar a la nación del caos y la anarquía. La oposición en esta fase esta constituida por el
sector derrotado por el golpe militar, aunque no sea éste la exclusiva víctima de la represión. La regresión brutal
ocasionada por el proceso represivo pone como temática ideológica casi única para esta oposición los derechos
humanos. Todo ello hace que los actores principales, en esta fase, en oposición o crítica al régimen sean las
organizaciones, grupos o personalidades que se definen en torno a la denuncia por la violación a los
derechos humanos o a su protección.

El paso de la fase reactiva a la fase transformadora o fundacional, aúncuando puedan coincidir en parte, está
dado por el agotamiento de los principios de legitimidad esgrimidos inicialmente, por la afirmación de un
núcleo hegemónico en la conducción estatal por el inicio de tareas y políticas que exceden lo puramente
reactivo y se definen en términos de un proyecto nuevo de sociedad. La problemática es aquí la definición de
un modelo de desarrollo, un nuevo sistema de relaciones sociales en las diversas esferas de la sociedad
y de un modelo político para el futuro que se perfila como el sucesor del régimen militar. La ideología
dominante deja de ser puramente militar y los conceptos de seguridad nacional tienden a combinarse con
aquellos que provienen de las visiones aportadas por los grupos civiles, especialmente vinculados a la
ideología del modelo económico.

La problemática central para la oposición en esta fase es cómo impedir que se consoliden transformaciones
que implican una perdida de viejas conquistas, cómo ganar espacios en los diversos ámbitos de
institucionalización del régimen o en aquellos que éste no logra controlar y cómo dar una expresión global a las
múltiples y diversas resistencias.

El paso a la fase de administración de crisis recurrentes está dado normalmente por el fracaso de la dimensión
fundacional, especialmente de su base económica. Como apagar incendios aquí y allá y asegurar la
mantención o sobrevivencia del régimen, más allá de cualquier proyecto de información, es la problemática
central en esta fase. En esta fase las aperturas o liberalizaciones corresponden ya sea a maniobras
defensivas de adaptación para compartir la administración del fracaso y la crisis y permitir la
sobrevivencia, o ya sea la imposición de una sociedad, que se reactiva y moviliza.

Los temas ideológicos principales apuntan nuevamente, pero esta vez en forma más desordenada, a agitar los
temores de una vuelta al pasado.

La problemática de la oposición en esta fase es la unificación de todos los descontentos y resistencias en un


movimiento que evite la mera transformación del régimen y lo empuje hacia una crisis terminal (la
sociedad civil pierde el miedo). La pérdida de la dimensión fundacional no significa necesariamente que un
régimen pase automáticamente a una fase terminal. Esta puede transitar de crisis en crisis por un tiempo
prolongado.

En la fase terminal, la problemática central ya no es ni la transformación de la sociedad, ni la pura mantención del


régimen, sino las condiciones de salida de los actores predominantes de éste y los elementos básicos del régimen de
reemplazo. Esta fase se define por una decisión institucional de las Fuerzas Armadas de retirarse y de
administrar las condiciones de su salida. Esta decisión de retirarse supone la socialización de su fracaso.
Desde la perspectiva de la oposición su problemática básica es, por un lado, la masificación y canalización de un
proceso de movilización social y popular que haga penetrar la crisis en el interior de las Fuerzas
Armadas, y por otro, la concertación de una propuesta institucional de término que viabilice la salida de
las Fuerzas Armadas y asegure un régimen democrático.

La democracia aparece como un referente de significado ambivalente en las diversas fases del régimen y
para los diversos actores en presencia, como un campo de disputa de múltiples significados muchas veces
contradictorios. Así, en la fase predominante reactiva, la democracia es el principal referente negativo para
el régimen militar y sus actores predominantes.

En la fase fundacional, desde el régimen surge un sentido nuevo de democracia: es la meta a la que llegar
después de un largo período de régimen militar pero entendida como nueva democracia opuesta a la liberal
del pasado, con representación política restringida, dotada de poder de protección militar y de mecanismo
de exclusión. En esta fase el concepto de democracia por parte de la oposición tiende a combinar la idea de
recuperación de un sistema de libertades públicas y de democracia política con la idea de un contenido
que se oponga al que vehiculiza la dominación autoritaria.

En las fases de administración de crisis y terminal, la transición a la democracia aparece para el


régimen como un camino defensivo a un sistema que proteja las conquistas capitalistas obtenidas bajo el
régimen militar. Para cierta oposición, transición significa término del régimen militar y establecimiento de
las instituciones clásicas de la democracia representativa. Este significado es compartido por otros sectores
de oposición que incluyen la participación popular.
Es evidente que la vigencia del régimen militar implico para todos los sectores que constituyeron la
oposición una revalorización definitiva de la democracia como régimen político al que aspiran, pero
también queda como interrogante el significado concreto a otorgar este valor en todas las otras esferas de la vida
social, es decir, al concepto democracia no sólo como forma de gobierno sino como lucha contra las
dominaciones.

QUIROGA – El tiempo del proceso.


Examinaremos el autoritarismo argentino desde el ángulo de la relación Estado y sociedad civil, buscando un
enfoque que nos permita articular esa relación en el interior del sistema político. Nos proponemos estudiar el
proceso militar surgido en marzo de 1976.

El origen del golpe y las transformaciones proyectadas por el gobierno de facto obedecen a motivaciones
profundas que deben ser vistas con la conflictualidad de la sociedad argentina.

El sistema político constituido en la Argentina del S XIX experimenta una reforma esencial que modifica
su funcionamiento, iniciando una apertura que da lugar a una reestructuración democrática.

Con anterioridad, el poder de la clase dirigente descansaba en un sistema político restringido que
mantenía un mercado político ante un país que se desarrolla vertiginosamente en el terreno económico.
Esta sociedad no ha podido organizar más que un sistema político manco, carente de continuidad
institucional, en el que la presencia del poder militar es una constante de la vida nacional. Sin embargo, esa
discontinuidad iniciada en los años ’30 no produce la ruptura del sistema político, en el sentido de que a
partir de cada golpe de Estado se funda uno nuevo, experimentándose un corte, receptándose interferencias de
actores que no puedan ser absorbidos por el sistema político.

Cada intervención militar genera drásticas modificaciones en el aparato institucional del estado de
derecho y provoca las naturales convulsiones en la vida política nacional.

La historia política argentina desde 1930 se debate entre dos polos antagónicos, el democrático y el autoritario,
coexistiendo alrededor del mismo sistema.

El sistema expresa una unidad contradictoria de esa continuidad y discontinuidad institucional. Así
funciona en los hechos en la realidad política. En suma, cuando se produce un golpe de Estado se quiebra la
legalidad institucional, pero el régimen que emerge de esa acción puede suscitar el apoyo de la mayoría
de la población; puede entonces resultar legítimo.

Un gobierno militar puede ser ilegal pero legítimo y un gobierno civil puede ser legal pero ilegítimo.
Todo régimen encuentra su fuente de legitimación en el reconocimiento que motiva en la población y se sostiene por
su legitimidad.

El rol político de los militares y de la dominación que fundan en la sociedad es un prisma que refracta los
enfrentamientos civiles y los recompone según otra lógica. Las tensiones sociales penetran en las FFAA en la
medida en que ellas son el terreno de luchas políticas, pero a su vez forman parte del Estado, en cuanto
conforman uno de sus aparatos, aquel que organiza el ejército de la violencia física legítima del Estado.

Las FFAA forman parte del Estado, constituyen el núcleo central del aparato represivo encargado de organizar la
violencia legítima. Cuando se produce un golpe de Estado se advierte que esa relación se altera, pues una de las
instituciones estatales se hace cargo del Estado, pasando a ser el aparato dominante. Desde ese momento las FFAA
modifican su relación con el resto del Estado para someterlo por entero. Pero esta nueva situación trae aparejada una
modificación en la relación con la sociedad civil a la que busca organizar autoritariamente. En la experiencia
argentina se ha puedo en evidencia que la sociedad (o una parte de ella) acepta o tolera en un primer
momento las intervenciones militares, a las que termina rechazándolas y reclamando un nuevo proceso
electoral.

Con la crisis de hegemonía abierta en los años ’30 queda libre un espacio de participación en la realidad social que las
FFAA aspiran a cubrir como fuerza política. Es el análisis de la propia práctica política de las FFAA, su forma de
funcionamiento, lo que induce a considerarlas como fuerza política. Las FFAA se piensan garantes de la
continuidad de lo que entienden son los principios, valores y normas constitutivas de la Nación, esto es,
se reclaman tutores de la decisión colectiva que selecciona al gobernante, como de la integridad del
Estado justificando en aras de esa defensa la ruptura del orden constitucional.

Los gobiernos militares argentinos no han aparecido como dictaduras personales al estilo clásico. Los
regímenes de facto del país deberían ser calificados como dictaduras institucionales. Son dictaduras de las
FFAA en su conjunto.

La dictadura de 1976 fue una institucional. Su principio de legitimación radica en el funcionamiento particular de
un sistema político en el cual las FFAA son un componente esencial.

Con sus intervenciones las FFAA no sólo se apropian de la soberanía, sino también de la política,
despojándosela a los partidos políticos y despolitizando a la sociedad.

El grado de legitimación alcanzado por los regímenes militares ha variado en cada caso, pero ninguno de ellos hasta
el presente ha podido encontrar principios de legitimación permanentes. Por eso, los gobiernos militares no
pueden dejar de ser transitorios. El discurso militar recurre a la distinción clásica entre:

- la legitimación de origen o título: La primera obedece al estado de necesidad que invocan las FFAA el día del
levantamiento. El peligro que amenaza el orden público y la integridad del Estado, son los recursos
conceptuales de las FFAA para explicar su legitimidad de origen ante los sucesos de 1976

- la legitimidad de ejercicio: es un poder que se practica con coherencia, sin contradicciones con los valores y
objetivos que son su razón de ser.

Los gobiernos militares en Argentina no han podido legitimarse por si solos y los intentos de legitimación no
dejaron de ser endebles cuando no fueron indiferentes para algunos sectores militares. En consecuencia, lo que
legitima la dominación militar es el funcionamiento de un sistema político particular que incorpora en
su interior a las FFAA como un componente esencial y permanente.

DEL MOMENTO FUNDACIONAL A LA DESCOMPOSICIÓN.

El objetivo de fondo del régimen: la edificación de un sistema de dominación estable, en otro contexto institucional y
con nuevas reglas de juego, sobre el cual asentara su poder la corporación militar.

Hubo más de una estrategia política en las diversas gestiones de gobierno. Los cambios en la
administración del Estado llevaban aparejadas situaciones nuevas, que representaban nuevas relaciones de fuerza,
dando lugar a objetivos distintos y políticas diferentes. Por eso se pueden distinguir etapas dentro del régimen
militar.

El período de Bignone clausura los sueños fundacionales de la etapa de Videla en el momento de


descomposición del régimen. Entre el inicio y el desenlace se reconoce la especificidad de cada una de las etapas, sus
notas distintivas, pero en la sucesión de cada una de ellas se van arrastrando conflictos no resueltos.

Las etapas del régimen militar son cuatro y coinciden con la sucesión de las presidencias militares:
- Videla (1976-1981)

- Viola (1981)

- Galtieri (1981-1982)

- Bignone (1982-1983).

Pero las diferentes etapas están atravesadas por 4 grandes momentos que indican el origen, el desarrollo y la
terminación del proceso militar. Los momentos no coinciden temporalmente con las etapas y pueden ser
ubicados de la manera siguiente:

- legitimación (1976-77)

- deslegitimación (1978-79)

- agotamiento (1980-81-82)

- descomposición (1982-83).

ROMERO – El tiempo del proceso (1976-83)


EL GENOCIDIO.

El 24 de marzo de 1976la Junta de Comandantes en Jefe, integrada por Videla, Massera y Agosti se hizo cargo del
poder, dictó los instrumentos legales del llamado Proceso de Reorganización Nacional y designó presidente de
la nación al general Videla.

Se crearon las condiciones para la aceptación de un golpe de estado que prometía reestablecer el orden y
asegurar el monopolio estatal de la fuerza.

La propuesta de los militares iba más allá: consistía en eliminar de raíz el problema, que en su diagnóstico se
encontraba en la sociedad misma y en la naturaleza irresoluta de sus conflictos.

Los mandos militares concentraron en sus manos toda la acción y los grupos parapoliciales de distinto tipo
que habían operado en los años anteriores se disolvieron o se subordinaron a ellos.

La planificación general y la supervisión táctica estuvoen manos de los más altos niveles de conducción
castrenses, y los oficiales superiores no desdeñaron participar personalmente en tareas de ejecución, poniendo
en relieve el carácter institucional de la acción y el compromiso colectivo.

Las órdenes bajaban hasta los encargados de la ejecución, los Grupos de Tareas (oficiales jóvenes con algunos
suboficiales, policías, civiles).

La represión fue, en suma, una acción sistemática realizada desde el Estado. Se trató de una acción
terrorista, dividida en 4 momentos principales:

- el secuestro

- la tortura

- la detención

- la ejecución
Para los secuestros cada grupo de operaciones (conocidos como “la patota”) operaba preferentemente de
noche, en los domicilios de las víctimas, a la vista de su familia (muchas veces incluida en la operación).

Al secuestro le seguía el saqueo de la vivienda, con todo lo cual se conformó el botín de la horrenda operación.

El destino primero del secuestrado era la tortura, sistemática y prologada. En principio, servía para arrancar
información y lograr la denuncia de compañeros, lugares, operaciones, pero más en general tenía el
propósito de quebrar la resistencia del detenido.

Los centros clandestinos de detención eran llamados los “chupaderos”. En esta etapa final de su calvario, de
duración imprecisa, se completaba la degradación de las víctimas, a menudo mal heridas y sin atención médica,
permanentemente encapuchadas. No es extraño que, en esa situación verdaderamente límite, algunos
secuestrados hayan aceptado colaborar con sus victimarios.

Pero para la mayoría el destino final era el “traslado”, es decir, su ejecución. Ésta era la decisión más
importante y se tomaba en el más alto nivel operacional.

No hubo muertos, sino “desaparecidos”. Las organizaciones defensoras de los derechos humanos reclamaron
por 30 mil desaparecidos. Se trató en su mayoría de jóvenes, entre 15 y 35 años. Algunos pertenecían a
organizaciones armadas como el ERP o Montoneros.

Cuando la amenaza real de las organizaciones cesó, la represión continuó en marcha.

Cayeron militantes de organizaciones políticas y sociales, dirigentes gremiales de base y junto con ellos
militantes políticos varios, por la sola razón de ser parientes de alguien, figurar en una agenda o haber
sido mencionados en una sesión de tortura.

Con el argumento de enfrentar y destruir en su propio terreno a las organizaciones armadas, la operación
procuraba eliminar todo activismo, toda protesta social, toda expresión de pensamiento crítico, toda
posible dirección política del movimiento popular.

La sociedad debía ser controlada y dominada por el terror y la palabra . Desaparecieron las instituciones de la
República. Los partidos y la actividad política toda quedaron prohibidos, así como los sindicatos y la
actividad gremial; se sometió a los medios de prensa a una explícita censura.

Se impuso la cultura del miedo. Algunos no aceptaron esto y emigraron al exterior o se refugiaron en un exilio
interior. La mayoría aceptó el discurso estatal, justificó lo poco que no podía ignorar de la represión con el
argumento del “por algo será”, o se refugió en la deliberada ignorancia de lo que sucedía a la vista de todos. Se
produjo una autocensura, la vigilancia del vecino. La sociedad se patrulló a sí misma . El gobierno militar nunca
logró despertar ni entusiasmo ni adhesión explícita en el conjunto de la sociedad, pese a que lo intentó cuando se
celebró el Campeonato Mundial de Fútbol.

LA ECONOMÍA IMAGINARIA: LA GRAN TRANSFORMACIÓN

Cuando asumió Martínez de Hoz, ministro de economía, debía enfrentar una crisis cíclica aguda.

La represión inicial, que descabezó la movilización popular, sumada a una política anticrisis clásica permitió
superar la coyuntura. En su diagnóstico, la inestabilidad política y social crónica nacía de la impotencia del
poder político ante los grandes grupos corporativos que alternativamente se enfrentaban o se combinaban.
Una solución de largo plazo debía cambiar los datos básicos de la economía y así modificar esa
configuración social y política crónicamente inestable.
El poder económico se concentró de tal modo en un conjunto de grupos de empresarios, transnacionales y
nacionales, que la puja corporativa y la negociación ya no fueron ni siquiera posibles. Esta transformación
requirió de una fuerte intervención del Estado, para reprimir y desarmar a los actores del juego
corporativo, para imponer reglas que facilitaron el crecimiento de los vencedores y aun para trasladar hacia ellos,
por la clásica vía del Estado, recursos del conjunto de la sociedad que posibilitaron su consolidación.

La ejecución de esta transformación planteaba que la conducción de la economía debía en primer lugar durar
en el poder un tiempo suficientemente prolongado, y luego crear una situación que, más allá de su
permanencia, fuera irreversible.

Martínez de Hoz contó inicialmente con un fuerte apoyo, casi personal, de los organismos internacionales y los
bancos extranjeros y del sector más concentrado del establishment económico local.Los militares
juzgaban que el descabezamiento del movimiento popular, la eliminación de sus grandes instrumentos
corporativos y la fuerte reducción de los ingresos de los sectores trabajadores debía equilibrarse, por
razones de seguridad, con el mantenimiento del pleno empleo. Los militares tenían una visión más
tradicional de la cuestión del Estado. Las relaciones con los empresarios tampoco fueron fáciles, debido a la
cantidad de intereses sectoriales que debían ser afectados.

Luego de intervenir la CGT y los principales sindicatos, reprimir a los militantes, intervenir militarmente
muchas fábricas, suprimir las negociaciones colectivas y prohibir huelgas, se congelaron los salarios por
tres meses con lo que cayeron en alrededor del 40%.

El Estado pudo superar su déficit y las empresas acumular, lo que sumado a los créditos externos
rápidamente otorgados permitió superar la crisis cíclica sin desocupación.

Se liberó la tasa de interés, se autorizó la proliferación de bancos e instituciones financieras y se diversificaron las
ofertas de modo que, la competencia mantuvo alta las tasas de interés, y con ella la inflación. El Estado
garantizaba no sólo los títulos que emitía sino los depósitos a plazo fijo, tomados a tasa libre por entidades privadas,
de modo que ante una eventual quiebra devolvía el depósito a los ahorristas.

La segunda gran modificación fue la apertura económica y la progresiva eliminación de los mecanismos clásicos
de protección a la producción local, vigentes desde 1930. Se disminuyeron los aranceles, sobrevaluación
del peso y la industria local debió enfrentar productos importados de precio ínfimo.

La transformación se completó con la llamada “pauta cambiaria ” en 1978.

El gobierno fijó una tabla de devaluación mensual del peso, gradualmente decreciente hasta llegar en algún
momento a cero. La adopción de la pauta cambiaria coincidió con una gran afluencia de dinero del exterior,
originado en el reciclamiento que los bancos internacionales debían hacer de los dólares generados por el aumento
de los preciso del petróleo, que en 1979 volvieron a subir notablemente. Pero la pauta cambiaria no bastó
parareducir las tasas de interés ni la inflación.

Se trataba de un nuevo mercado altamente inestable, pues la masa de dinero se encontraba colocada a corto
plazo y los capitales podían salir del país sin trabas. Todas las empresas tuvieron problemas y aumentaron las
quiebras. En marzo de 1980, el Banco Central decidió la quiebra del banco privado más grande y de otros
tres importantes. Hubo una espectacular corrida bancaria, que el gobierno logró frenar a costa de asumir
todos los pasivos de los bancos quebrados. En 1981, debió asumir el nuevo presidente, el general Viola. El
gobierno debió endeudarse para cubrir las obligaciones y finalmente tuvo que abandonar la paridad
cambiaria sostenida. La devaluación fue catastrófica para las empresas endeudadas en dólares y el
Estado terminó en 1982 nacionalizando la deuda privada de las empresas. La era de la “plata dulce”
terminaba, mientras que los intereses subían espectacularmente y con ellos el monto de la deuda.

LA ECONOMÍA REAL: DESTRUCCIÓN Y CONCENTRACIÓN


Se proclamó prioridad para las actividades en las que el país tenía ventajas comparativas y podía competir
en el mercado mundial. La estrategia centrada en el fortalecimiento del sector financiero, la apertura, el
endeudamiento y el crecimiento de algunos grupos instalados en distintas actividades, no benefició particularmente a
ninguno de los grandes sectores de la economía. La sobrevaluación del peso llevó a los productores a una
pérdida de ingresos y a una situación crítica, que culminó en 1980-1981.

Los ingresos del sector agropecuario pampeano se trasladaron al sector financiero y a través de él a la
compra de dólares o de artículos importados.

Por la pérdida de su tradicional protección, la industria sufrió la competencia de los artículos importados. El
producto industrial cayó y también la mano de obra ocupada. La reestructuración de la actividad supuso
una verdadera regresión. Las ramas industriales que crecieron y se beneficiaron con la reestructuración fueron
sobre todo las que elaboraron bienes intermedios.

En el conjunto de la economía la desocupación fue escasa. La mayor expansión se produjo en la construcción


y sobre todo en las obras públicas. En los primeros años el gobierno hizo un esfuerzo sistemático para
mantener los salarios bajos. En 1980 el gobierno permitió una mayor libertad a los trabajadores para
pactar sus condiciones, pero sin la presencia sindical, lo que estimuló el aumento de las diferencias entre
actividades y empresas.

A partir de 1981,la crisis, la inflación y la recesión hicieron descender dramáticamente tanto la ocupación
como el salario real.

La principal consecuencia de la brutal transformación había sido una fuerte concentración económica pero
ahora el principal papel no correspondió a las empresas extranjeras. Junto con algunas transnacionales,
crecieron de modo espectacular unos cuantos grandes grupos locales, directamente ligados a un empresario o una
familia empresarial exitosos (Macri, Pérez Companc, Fortabat, etc.). Los grupos que crecieron contaron habitualmente
con un banco o una institución financiera que les permitió manejarse en forma rápida e independiente en el sector
donde, se obtuvieron las mayores ganancias, pero muchos de los grupos que hicieron del banco el centro de su
actividad desaparecieron luego de 1980.

En los años de Martínez de Hoz, el Estado realizó importantes obras públicas para las que se contrató a
empresas de construcción o de ingeniería. Las empresas del Estado adoptaron como estrategia privatizar
parte de sus actividades. Se constituyeron algunas de las más poderosas empresas nuevas y junto con los
acreedores extranjeros se convirtieron en los nuevos tutores del Estado.

ACHICAR EL ESTADO Y SILENCIAR A LA SOCIEDAD.

Tradicionalmente defendido por los sectores rurales, el liberalismo económico nunca había encontrado
eco ni entre los empresarios, ni entre los militares, en quienes pesaba mucho la impronta del estatismo y la
autarquía. La panacea consistía en reemplazar la dirección del Estado por la de mercado, que mediante la
racional asignación de recursos, destruiría toda posibilidad de colusión entre corporaciones. Paradójicamente el
ministro se propuso utilizar todo el poder del Estado para imponer por la fuerza la receta liberal y
redimensionar al Estado mismo. Cuando el gobierno se vio sumido en una crisis, correspondido a los
acreedores externos la vigilancia y presión sobre los gobiernos para que mantuvieran la política de apertura y
liberalización. Los militares eran reacios a que el Estado se desprendiera de las empresas de servios
públicos o de aquellas otras ligadas con sus criterios de autarquía.

Las empresas de servicios, se endeudaron, se deterioraron y sirvieron para hacer crecer a las
contratistas privadas, mientras que por otra parte el Estado se hacía cargo de infinidad de empresas y
bancos quebrados por obra de su política económica. Se trataba de una manera paradójica de achicar el
Estado. El gasto público creció en forma sostenida, alimentando primero la emisión y luego el
endeudamiento externo.

Las tres Fuerzas Armadas repartieron prolijamente la administración del Estado y la ejecución de las
obras públicas, multiplicando las demandas de recursos.

El Estado ilegal fue corroyendo y corrompiendo al conjunto de las instituciones del Estado y a su misma
organización jurídica.

La autoridad del presidente resultó diluida y sometida a permanente escrutinio y limitación por los jefes de las
tres armas. Se creó la Junta Militar, con atribuciones para designar al presidente y controlar una parte
importante de sus actos. También se creó la Comisión de Asesoramiento Legislativo, para discutir leyes,
integrada por tres representantes de cada arma, que obedecían órdenes de sus mandos. Cada uno de los
cargos ejecutivos, fue objeto del reparto entre las fuerzas. Todo el edificio jurídico de la República resultó así
afectado, al punto que prácticamente no hubo límites normativos para el ejercicio del poder, que funcionó
como potestad absoluta del gobernante. La corrupción se extendió a la administración pública.

La Reorganización no se limitó a suprimir los mecanismos democráticos constitucionales o a alterar profundamente


las instituciones republicanas. Desde dentro mismo, se realizó una verdadera revolución contra el Estado, afectando
la posibilidad de ejercer incluso aquellas funciones de regulación y control que, según las concepciones liberales, le
eran propias.

Existieron distintas facciones dentro del ejército:

- la más fuerte, pero lejos de ser dominante, apoyaba a Martínez de Hoz y estaba liderada por Videla y Viola

- otro grupo era el liderado por Menéndez y Mason; el último los constituyó la Marina de Guerra, dirigida por
Massera.

El grupo de Videla y Viola fue avanzando gradualmente en el control del poder, pero en mayo de 1978
Massera se anotó un triunfo cuando logró que se separaran las funciones de presidente de la Nación y
comandante en jefe del Ejército. El desplazamiento de Menéndez fue un triunfo importante de Videla, aunque
poco después Viola pasó a retiro y lo reemplazó en el mando del Ejército el general Galtieri. En suma, podría decirse
que la política de orden empezó fracasando con las propias Fuerzas Armadas, pues la corporación militar se
comportó de manera indisciplinada y facciosa, y poco hizo para mantener el orden que ella misma pretendía imponer
a la sociedad. A pesar de esto, durante cinco años lograron asegurar una paz relativa debido a la escasa
capacidad de respuesta del conjunto de la sociedad, en parte golpeada o amenazada por la represión y
en parte dispuesta a tolerar mucho de un gobierno que aseguraba un orden mínimo.

Los empresarios apoyaron el Proceso desde el comienzo, pero a la distancia. Pese a las coincidencias
generales, había desconfianza recíproca. Los empresarios, muy golpeados por la crisis, fueron integrando con
creciente entusiasmo el frente opositor.

Los sindicalistas se agruparon en dos tendencias: los dialoguistas y los combativos.

En abril de 1979 los combativos realizaron un paro general de protesta, que los dialoguistas no acataron,
y que concluyó con una fuerte represión y prisión para la mayoría de los dirigentes que lo encabezaron.

A fines de 1980 los dirigentes más combativos reconstituyeron la CGT y eligieron como secretario general a
Saúl Ubaldini.

En 1981la CGT realizó una huelga general con consecuencias similares a la del ´79. Las huelgas parciales se
hicieron más frecuentes e intensas.
La Iglesia inicialmente tuvo una actitud complaciente, y a la vez el gobierno estableció una relación muy
estrecha con los obispos, asegurándoles importantes ventajas personales. Pero progresivamente esta respuesta
inicial fue dejando paso a otra más elaborada, influida por la orientación conservadora impuesta a la
Iglesia romana por el nuevo papa Juan Pablo II. Entonces la Iglesia se propuso renunciar a la injerencia
directa en las cuestiones sociales o políticas y consagrarse a evangelizar y volver a sacralizar a una
sociedad que se había vuelto excesivamente laica.

En medio de lo más terrible de la represión, un grupo de madres de desaparecidos empezó a reunirse todas
las semanas en la Plaza de Mayo, marchando con la cabeza cubierta por un pañuelo blanco, reclamando por
la aparición de sus hijos. Al pedir cuentas en nombre de principios como la maternidad, que los militares no podían
cuestionar ni englobar en la “subversión”, atacaron el centro mismo del discurso represivo y empezaron a conmover
la indiferencia de la sociedad. Pronto, las Madres de Plaza de Mayo se convirtieron en la referencia de un
movimiento cada vez más amplio y fueron instalando una discusión pública, fortalecida desde el
exterior por la prensa, los gobiernos y las organizaciones defensoras de los derechos humanos.

Este clima empezó a introducir algo de vida a los partidos políticos, a los que el régimen militar había
prohibido el funcionamiento público. La prohibición política terminó de hecho en 1981. Se constituyó la
Multipartidaria, integrada por el radicalismo, el peronismo y otros partidos políticos. Los partidos se
comprometían a no colaborar con el gobierno en una salida electoral condicionada ni a aceptar una democracia
sometida a la tutela militar. Se trataba de un acuerdo mínimo. Se reclamaron los únicos depositarios de legitimidad
política, e incorporaron las protestas de empresarios y sindicalistas o las vinculadas con los derechos humanos.

LA GUERRA DE MALVINAS Y LA CRISIS DEL RÉGIMEN.

Desde 1980 los dirigentes del Proceso discutían la cuestión de la salida política. Les preocupaba la crisis
económica, el aislamiento, la adversa opinión internacional y sobre todo los enfrentamientos intestinos.
Viola procuró aliviar la situación de los empresarios locales y a la vez trató de concertar la política
económica incorporándolos al gabinete. Pero no logró organizar ningún apoyo consistente ni atenuar la
crisis por la devaluación y la inflación.

A fines de 1981 una enfermedad de Viola dio la ocasión para su derrocamiento y reemplazo por el general
Galtieri, quien se manifestó dispuesto a alinear categóricamente al país con EEUU, y apoyarlo en la guerra
encubierta que libraba en América Central. El país contribuyó con asesores y armamentos, y obtuvo de EEUU el
levantamiento de las sanciones que la administración anterior había impuesto al país por las violaciones a los
derechos humanos.

Galtieri se lanzó a la política activa e intentó armar un movimiento en el que los “amigos políticos”
sustentaran su propio liderazgo. Encargó la conducción de la economía a Roberto Alemann.

Sus prioridades: “la desinflación, la desregulación y la desestatización”.

Fue en ese contexto cuando se concibió y lanzó el plan de ocupar las islas Malvinas, que aparecía como la
solución para los muchos problemas del gobierno.

La Argentina reclamaba infructuosamente a Inglaterra esas islas desde 1833, cuando fueron ocupadas por los
británicos. Desde la perspectiva de los militares, una acción militar que condujera a la recuperación de las
islas permitiría unificar a las FFAA tras un objetivo común y ganar, de un golpe, la cuestionada
legitimidad ante una sociedad visiblemente disconforme.

Una acción militar tendría una segunda ventaja: encontrar una salida al conflicto que había creado la cuestión con
Chile por el canal de Beagle (canal que une los océanos Atlántico y Pacífico).
En 1977, el laudo arbitral lo otorgó a Chile.

En 1978, ambos países parecían dispuestos a dirimir la cuestión por las armas cuando decidieron aceptar la
mediación del Papa. El Vaticano mantenía lo establecido en el laudo y el gobierno argentino optó por retomar la
situación de activa hostilidad con Chile. La agresión a Chile, bloqueada por la mediación papal, fue desplazada hacia
Gran Bretaña, el tradicional imperio que se suponía viejo y achacoso. En ninguna de las hipótesis entraba la
posibilidad de una guerra.

El 2 de abril de 1982, las FFAA desembarcaron y ocuparon las Malvinas, luego de vencer la débil resistencia
de las escasas tropas británicas. El hecho suscitó un amplio apoyo. El general Menéndez asumió como nuevo
gobernador militar de las islas. La sociedad que había festejado el triunfo argentino en el campeonato
mundial de fútbol ahora celebraba haber ganado una batalla, y con la misma inconciencia se disponía a
avanzar, si era necesario, hacia una guerra. La reacción fue sorprendentemente dura en Gran Bretaña. En las
discusiones triunfaron los sectores más conservadores, encabezados por la primera ministra Margaret Thatcher,
que aspiraba a utilizar una victoria militar para consolidarse internamente.

Gran Bretaña obtuvo rápidamente la solidaridad de la comunidad europea. El poderoso bloque que apoyaba
a los británicos era apenas contrapesado por el latinoamericano, ampliamente solidario en lo declarativo pero de poco
peso militar. Sin respaldos consistentes, el gobierno militar se lanzó al juego grande del primer mundo,
suponiendo que luego del hecho consumado, la cuestión se resolvería por medio de una negociación. EEUU trató de
encontrar una salida negociada y una fórmula transaccional. Propuso una retirada militar argentina y
una administración tripartita conjunta con EEUU, que permitiera restablecer las negociaciones.

El gobierno argentino fue víctima de un aislamiento diplomático que resultaba agravado por sus antiguos
pecados. El gobierno militar había intentado presionar a EEUU. Los países latinoamericanos mantuvieron su
respaldo a la Argentina, pero la resolución que votaron a fines de abril fue lo suficientemente amplia y general
como para no implicar un compromiso militar.

En momentos en que empezaba el ataque británico a las islas, EEUU abandonó su mediación, el senado
votó sanciones económicas a la Argentina y ofreció a Gran Bretaña apoyo logístico. En los últimos días de abril,
la fuerza de tareas británica recuperó las islas Georgias.

El 1º de mayo comenzaron los ataque aéreos a las Malvinas, y al día siguiente un submarino británico hundió
al crucero argentino General Belgrano.

La aviación argentina bombardeó la flota británica y le causó importantes daños (hundimiento del
Sheffield), pero no la detuvo ni logró impedir que las islas quedaran aisladas del territorio continental.

La manipulación de las informaciones llegaba a un público dispuesto a creer que la Argentina estaba ganando la
guerra. El tema del país luego de la guerra se instaló en la opinión pública y reafirmó a los militares en su convicción
inicial: no había otra salida que la victoria.

El 12 de junio llegó el papa Juan Pablo II, en parte para compensar su anterior visita a Inglaterra, en parte, quizá
para preparar los ánimos para la inminente derrota. El conflicto dejó más de 700 muertos o desaparecidos y casi
1300 heridos. Los gobernantes convocaron al día siguiente al pueblo a la Plaza de Mayo, sólo para reprimir en
forma extremadamente violenta a aquellos que no podían entender ni admitir la rendición.

LA VUELTA A LA DEMOCRACIA.

La derrota agudizó la crisis del régimen militar e hizo públicos los conflictos hasta entonces disimulados. La
responsabilidad de la derrota, según el informe de una comisión investigadora, recayó sobre la propia Junta Militar y
la llevó a un juicio que concluyó en la condena a los comandantes. La Marina y la Aeronáutica se retiraron de la
Junta Militar creando una situación institucional insólita: un presidente designado por el comandante en Jefe
del Ejército, el candidato Bignone. Pasado el momento más agudo de la crisis, se produjo una recomposición
interna, se renovaron los comandos de la Armada y la Aeronáutica y se reconstituyó la Junta.

Las aspiraciones militares si incluyeron en una propuesta, presentada en noviembre de 1982 y rechazada
por la opinión pública en general y por los partidos, que convocaron poco después a una marcha civil en
defensa de la democracia.

La asistencia fue masiva y, casi de inmediato, el gobierno fijó la fecha de elecciones para fines de 1983,
aunque siguió buscando lo que constituía su objetivo fundamental: clausurar cualquier cuestionamiento futuro
al desempeño pasado de los militares. Una ley estableció una auto amnistía.

Después de un largo letargo, la sociedad despertaba y encontraban nueva resonancia voces que nunca se habían
acallado, como las de los militantes de las organizaciones defensoras de los Derechos Humanos y muy especialmente
las Madres de Plaza de Mayo. A medida que la represión retrocedía y perdía legitimidad el discurso
represivo, empezaron a constituirse protagonistas sociales de distinto tipo, algunos nuevos y otros que
habían podido sobrevivir ocultándose. La crisis económica generó motivos legítimos y movilizadores. La
nueva actividad de la sociedad se manifestaba también en los campos más diversos. El activismo renació en las
universidades y en las fábricas y lugares de trabajo. Los límites de este despertar de la sociedad se
encontraron en la dificultad para agregar las demandas, integrarlas, darles continuidad y traducirlas en
término específicamente políticos. Los sindicatos pusieron sus esfuerzos en la recuperación del control de
los sindicatos intervenidos. La afiliación a los partidos políticos fue tan masiva que uno de cada tres
electores pertenecía a un partido. Hubo un amplio deseo de participación y se animaron los comités o
unidades básicas, donde empezaron a volcarse las demandas de la sociedad. También se renovaron los
cuadros dirigentes y se incorporaron a los que habían militado en organizaciones juveniles o
estudiantiles. Las transformaciones del peronismo fueron notables, pues el viejo movimiento, siempre en
tensión con la democracia, se convirtió en un aceptable partido. La renovación, sin embargo, no fue completa: los
viejos caudillos provincianos siguieron manteniendo un lugar importante al igual que los dirigentes sindicales.

El radicalismo se renovó por impulso de Raúl Alfonsín, que en 1972 había creado el movimiento de
Renovación y Cambio. Durante el proceso se distinguió del resto de los políticos pues criticó a los
militares con mucha energía, asumió la defensa de detenidos políticos y el reclamo por los
desaparecidos, y evitó envolverse en la euforia de la guerra de las Malvinas. Radicales y peronistas
cosecharon amplios votos y dejaron poco espacio para otros partidos. A la derecha, siguió siendo difícil unificar
fuerzas diversas, muchas de las cuales se habían comprometido demasiado con el Proceso como para resultar
atractivas. Los partidos tuvieron dificultades para dar plena cabida a las múltiples demandas y el deseo de
participación, que fue diluyéndose lentamente o se mantuvo al margen de ellos. El crecimiento de los partidos no
supuso una eficaz intermediación y negociación de las demandas de la sociedad. Raúl Alfonsín ganó su
candidatura en la UCR primero y en las elecciones presidenciales luego, apelando a la Constitución y
agregando una apelación a la transformación de la sociedad, que definía como moderna, laica, justa y
colaborativa. Estigmatizó al régimen, aseguró que se haría justicia con los responsables y denunció en sus
adversarios sus posibles continuadores, por obra del pacto entre militares y sindicalistas.

MIRES – Chile: la revolución que no fue.(en reemplazo de los discursos)

En 1970 el candidato de la Unidad Popular, Salvador Allende, obtuvo la mayoría de la votación. Un


gobierno que crearía las condiciones institucionales y económicas para que la transición al socialismo
fuera posible. A diferencia de otros países donde los revolucionarios habían tomado el poder con las armas,
en Chile se haría utilizando la legalidad burguesa. Los comunistas chilenos eran exageradamente pro
soviéticos, pero también muy abiertos para concertar alianzas políticas con la burguesía.

Campesinos, estudiantes, pobladores, habían alcanzado un alto grado de movilidad durante el gobierno del
demócrata cristiano Eduardo Frei. La derecha política fraccionada. Los proyectos de expropiaciones y
nacionalizaciones sustentados por el programa de la Unidad Popular (UP) parecían ser la respuesta de izquierda
adecuada a la crisis del país. Las FFAA serán el respaldo de una ordenación social que corresponda a la
voluntad popular expresada en la Constitución.

LA DEMOCRACIA CRISTIANA Y SU REVOLUCIÓN EN LIBERTAD.

El Partido Demócrata Cristiano (PDC), no pasa de ser un ala modernizante del antiguo Partido
Conservador. En su programa había incorporado algunas de las posiciones sustentadas por la Iglesia católica en la
encíclica QuadragesimoAnno. La DC representaba en lo económico un proyecto de tipo modernizador e industrialista.
Para los empresarios modernizantes la DC era la representación política más adecuada. Al presidente Kennedy, la DC
le parecía el antídoto para la revolución cubana en América Latina. Los proyectos modernizantes que postulaba el
PDC abrían el paso a nuevas formas de penetración económica externa, un proceso de desnacionalización económico.

Ruptura del pacto social

 Concesiones a las empresas mineras extranjeras y a los propietarios tradicionales.

 Chilenización del cobre, que implicaba una asociación muy subalterna del Estado con las grandes empresas
norteamericanas, ya que el gobierno se comprometía a rebajar las tributaciones y a garantizar el trato
cambiario y aduanero.

 Se pagó por la rentabilidad de los yacimientos.

POLÍTICA AGRARIA.

Explotaciones relativamente generosas con los grandes latifundios.

La ley de reforma agraria sólo permitía la expropiación de los predios mal trabajados que tuvieran una
extensión superior a 80 hectáreas de riego básico. Lo que interesaba al gobierno era la rentabilidad de la
explotación agrícola. Un segundo objetivo de esta reforma era la creación de un sector de empresarios
agrícolas. Aunque la reforma agraria del gobierno de Frei no fue muy profunda, tuvo la particularidad de
producir algo que la derecha no perdonaría jamás: llevar la activación social al campo.

La democracia chilena había funcionado hasta entonces de acuerdo con un pacto social: consistía en no
alterar las relaciones de propiedad en el campo y en no organizar a los llamados marginales en las ciudades. Era una
democracia excluyente, funcionaba desde la clase obrera organizada hacia arriba, hacia abajo funcionaba
sólo formalmente.

Sea porque para vencer electoralmente la DC requería del concurso de aquellos sectores excluidos del
pacto social, sea porque el desarrollo industrialista había alcanzado un punto en el que la coexistencia con el sector
oligárquico tradicional yo no era posible, sea por la inflación de las ideas de modernización y cambio, lo cierto es que
la DC desató con sus reformas fuerzas sociales que desde un principio escaparon a su control, creando un clima de
agitación social. Ocurrió entonces la progresión de las huelgas y tomas de tierra en el campo. Paralelamente a
las movilizaciones campesinas comenzaron a desarrollarse las de los pobladores urbanos y suburbanos.
La propia DC había impulsado en las poblaciones organizaciones, que se convirtieron en núcleos de movilización
popular. Pero de pronto era el mismo gobierno el que enviaba policías o soldados para reprimirlas ¿a quién
ser leal, al gobierno o a sus ideas? Ese dilema no tardaría en traducirse en disidencias políticas internas, lo que con
frecuencia repercutiría en la inmovilidad gubernamental.

UNA CRISIS DE REPRESENTACIÓN POLÍTICA.

El gobierno en el cómodo papel de administrador de la crisis, pactando ocasionalmente con la izquierda y


con la derecha para dejar contentos a todos. Los funcionarios estatales realizaron una serie de huelgas.
En el sector estudiantil se iniciaba el movimiento de reforma que escapó a la iniciativa del gobierno. El
Movimiento de Izquierda Revolucionaria influido desde un comienzo por la revolución cubana, intentó
levantar una alternativa revolucionaria en contra del reformismo de la izquierda tradicional. El PDC
comenzó a fraccionarse por su lado izquierdo.

La crisis de representación que se vivía no se había transformado en crisis de poder. Ello ocurrió a partir
de una huelga dentro del ejército.

LA HUELGA DE LOS UNIFORMES.

El movimiento era sólo para protestar respecto a problemas puramente profesionales. No podía ser
considerado sino como un desafío a la integridad del Estado. Los del PC llamaron a la movilización de las clase
obrera, de los campesinos, de los pobladores, estudiantes y de todos los chilenos a defender sus
derechos. El PS buscando diferenciarse hacía una extraña mezcla llamando a los trabajadores no a defender a la
institucionalidad burguesa sino a movilizarse para imponer sus reivindicaciones políticas y sociales. La Central Única
de Trabajadores (CUT) planteaba que saldrían a la calle a defender los derechos de la clase obrera, y entre
ellos también el derecho de nuestro pueblo de darse mañana un gobierno popular.

LA HORA DE LAS CONSPIRACIONES.

La UP pudo triunfar en las elecciones de 1970gracias a las divisiones de la derecha. No obstante esos
mismos sectores económicamente divididos se vieron obligados, al día siguiente del triunfo de Allende, a reconstruir
una unidad política frente al enemigo común. La UP parecía contar con el apoyo de vastos sectores sociales,
entre ellos los trabajadores y su disciplina central sindical. Después del asesinato de Schneider, a la DC no le
quedaban más opciones que votar por Allende.

OPOSICION Y CONTRAREVOLUCIÓN.

Golpistas formaron la organización Patria y Libertad (PL), que era una copia en miniatura de los partidos
fascistas europeos.

Mediante atentados terroristas la organización pretendía desestabilizar al gobierno,crear la imagen de


ingobernabilidad y obligar a los militares a intervenir.

Que entre esta derecha extraparlamentaria y el Partido Nacional existían vínculos, lo sabía todo Chile. El PN había
surgido como resultado de una fusión de 2 partidos clásicos: conservador y liberal.

El Parlamento sólo tenía sentido para ellos si era útil a la contrarrevolución que tendría lugar fuera de
sus muros. La principal táctica del DC consistía en atar legalmente las manos del gobierno y levantar al
Parlamento como alternativa al Ejecutivo. La DC intentaría ilegitimar el propio programa de gobierno mediante
un proyecto constitucional en donde eran limitados los marcos legales para realizar expropiaciones y
nacionalizaciones, lo que naturalmente el gobierno de la UP no podía aceptar. Un tercer paso fue levantar en
contra de los planes de estabilización del gobierno una consigna llamando a formar empresas de
trabajadores. La DC terminaba por lo común plegándose a las convocatorias de la derecha.

A MODO DE EXCURSO: LOS PECADOS ORIGINALES DE LA UNIDAD POPULAR.

Los pecados originales eran fundamentalmente dos: la fijación al estado y el propio programa de gobierno.

La fijación de la Unidad Popular al Estado.

A pesar de las diferencias existentes entre los partidos que conformaban el UP, la entendían como una fuerza
revolucionaria, que a través del gobierno ocupaba el Estado burgués, desde donde crearía condiciones para
transitar hacia el socialismo apoyándose en la movilización de las masas, dirigidas por el proletariado.

La izquierda no llegó desde fuera a ocupar el Estado, por la sencilla razón de que siempre había estado
dentro de él.

Quizás el rasgo más común a todos los partidos de la izquierda chilena era la abierta contradicción entre lo que
eran y lo que creían.

El PS no se dejaba entender en términos puramente clasistas, y ahí residía su originalidad: la de ser un partido de
izquierda popular en condiciones de articular políticamente las demandas de distintos sectores sociales
subalternos.

Fue la recepción de tipo vanguardista que nació de una falsa lectura de la revolución cubana, la que alteró la
naturaleza real del partido. Con la ideología en una parte y con la práctica en otra, el partido no sólo
desdibujaría su propia imagen, sino que además bloquearía toda posibilidad de diálogo con el centro político, algo
que Allende necesitaría en un momento dado.

UP, sus partidos, el MAPU y la Izquierda Cristiana venían nada menos que de la DC. El Partido Radical era el
resto de un partido histórico que durante más de dos décadas fue el representante de las clases
medias.Ni siquiera constituía la UP un frente popular. Era una asociación de partidos parlamentarios de
izquierda que rotaban en torno al eje comunista-socialista.La UP era una combinación de partidos
políticos de izquierda que por medios de vinculaciones parlamentarias articulaba con el Estado a
fracciones del movimiento sindicalmente organizado.

La adhesión al Estado y la autodefinición revolucionaria de los partidos de la UP, originarían una extraña
ideología en donde se mezclaba la idea leninista del asalto del poder con la fidelidad más estricta a las
instituciones gubernamentales.

El poder revolucionario representado en el gobierno y el poder contrarrevolucionario, en el Parlamento.


El gobierno consideraba ilegal toda iniciativa popular que no proviniera de él mismo.

La izquierda unida en concepción ahora con el propósito de encauzar las movilizaciones desatadas en
mayo, convocó a una Asamblea Popular de carácter deliberativo y no resolutivo. En el gobierno pensando
que se estaba formando algo parecido a los soviets, se apresuró a desautorizar la asamblea. Allende envía
una extraña carta diciendo que no tolerará que nada ni nadie atente contra la plenitud del legítimo gobierno del país.
Por un lado censuraba a la Asamblea por no constituirse como poder alternativo, y luego destacaba que el gobierno
no toleraría ese tipo de poder. Lo cierto era que en esos momentos tenía lugar no una contradicción entre dos
poderes, sino entre legalidad carente de contenido social y otra aprobada activamente por los sectores populares. El
gobierno se arrinconaba cada vez más en el interior del Estado.
Las limitaciones del programa.

El segundo pecado original de la UP se encontraba en su propio programa:

- planteaba sólo desbloquear los llamados obstáculos del desarrollo terminando con el poder del capital
monopólico nacional y extranjero, y con el latifundio, a fin de comenzar la edificación del socialismo.

- postulada una alianza económica entre una supuesta fracción de capitalistas nacionales como productores, y
sectores asalariados como consumidores.

- Se trata de activar el desarrollo por medio de la intervención técnica del Estado.

- El carácter parasitario y dependiente del empresariado local llevó a reaccionar frente al aumento de las
demandas, aumentando los precios y no la producción. Eso lleva a la inflación.

- El programa de la UP no estaba hecho para una realidad como la chilena: una burguesía nacional destinada a
convertirse en aliada antiimperialista del proletariado, solo existía en la imaginación de quienes lo concibieron.

- Al comprobar que las medidas económicas provocaban efectos contrarios a los previstos, exigieron una
expropiación acelerada de los supuestos aliados y una mayor movilización popular.

Tres áreas de la economía: la social, la mixta y la privada.

En teoría durante el gobierno quedaría asegurada la hegemonía del área social, pues en ella se
encontraba empresasestratégicas. Con ello el 60% de los trabajadores no eran favorecidos por el
programa. Como es natural tales obreros comenzaron a movilizarse, a los partidos de gobierno no le quedó
otra que oponerse a tales movilizaciones, calificándolas de acciones ultra izquierdistas, o apoyándolas,
con lo que violaban el programa.

En el campo ocurrían hechos similares. El propio programa de la UP al excluir a vastos sectores populares,
convertía a sus movilizaciones en ultra izquierdistas. El programa era excluyente y discriminatorio. Era
incapaz de ganar el apoyo del sector medio. Estaba a la vista el error de no haber ganado el apoyo de la
mayoría de los sectores populares.

EL SURGIMIENTO DEL PODER GREMIAL.

Mientras el gobierno de la UP bloqueaba las iniciativas de sus partidarios, la derecha no tenía complejos
para actuar fuera de la legalidad vigente. El gobierno solo podía reaccionar con acusaciones judiciales. La
derecha desataba en el Parlamento un verdadero terrorismo legal, destituyendo intendentes, gobernadores,
ministros. Demostrando que el país se encontraba en una situación de ingobernabilidad. 1972 los
parlamentarios demócrata-cristianos comenzaron a exigir la renuncia de Allende. Era necesario que la
contrarrevolución se viera dotada de un organismo extraparlamentario. Este fue el poder gremial, que
gozaban de una relativa autonomía.

Durante el gobierno de Allendelos gremios rebasaron su marco tradicional de acción y pasaron a adoptar
tareas políticas que los partidos no podían cumplir, planteándose abiertamente el derrocamiento del
gobierno. El poder gremial se constituyó como tal al convocar a una huelga de empresarios y profesionales a
realizarse en el mes de octubre del ‘72. Después de esa experiencia se comenzó a poner al poder gremial
en el mismo nivel que al poder político y al militar. Se estaba diciendo que los gremios no aceptan la
simple subordinación a los partidos. Pero la existencia del poder gremial solo adquiere sentido a través
de su articulación con el poder militar. Si bien quienes producían al poder gremial eran los sectores más
poderosos económicamente y los más vinculados a las empresas extranjeras, quienes desempeñaron el
papel decisivo fueron sus segmentos inferiores. Adquirieron gran relevancia las movilizaciones juveniles y
las mujeres. La derecha logró la politización de las mujeres como tales.

EL FRACAZO DEL PARO PATRONAL.

En octubre de 1972 estalló el paro patronal. Su objetivo era crear las condiciones para un golpe. Los partidos de
la derecha y el PL realizaron una marcha por el centro de Santiago.

Los camioneros, chóferes y empresarios del transporte de colectivo y los comerciantes, fueron los
primeros en plegarse al paro. Le siguieron los colegios profesionales.

La situación económica era desastrosa:

- Inflación

- el mercado negro regía más que el oficial.

Los sectores medios estaban enardecidos en contra del gobierno y los militares ya deliberaban en los
cuarteles. Sin embargo el golpe no se produjo.

- 1º razón. La derecha y los gremios habían subestimado la capacidad de movilización de los


trabajadores y el apoyo que éstos todavía daban al gobierno. El hecho de que los empresarios hubiesen
convocado le dio un contenido clasista a la acción. El hecho de que algunos sectores de trabajadores ya
no estuviesen contentos con el gobierno no significaba que por eso apoyarían a los empresarios.
Se dieron los primeros pasos para la constitución de organismos de representación popular más
amplios como los consejos comunales. Tales organizaciones aparecían ligadas a los modos tradicionales
de movilización de los trabajadores.

- 2º razón. Hay que encontrarla en las vacilaciones de la DC. Un obstáculo eran las expectativas que la
DC barajaba para las próximas elecciones parlamentarias. Cuando el paro patronal generó una
correlación de fuerzas que favorecía al gobierno, la DC se abrió en un extraño abanico.

- 3º razón. Hay que encontrarla en el hecho de que la articulación entre los tres poderes señalados no
era la más óptima. Tampoco la unidad funcionaba perfectamente en el interior de cada uno de ellos.
Cuando el carácter puramente político del paro quedó al desnudo, unos cuantos gremios optaron por
desertar. Los propios golpistas parecían estar divididos entre aquellos que querían dar un golpe
inmediatamente y los que preferían esperar. Había un sector que esperaba se decidieran las
correlaciones de fuerzas dentro de las FFAA para sumarse al sector más poderoso, entre ellos se encontraba
Augusto Pinochet. Allende llama a los militares a ocupar funciones de gobierno, convirtiéndolos así en
diques frente a la contrarrevolución civil. Él sabía el riesgo que corría, pero en esos momentos no tenía
muchos medios para asegurar la continuidad del gobierno.

LOS MILITARES AL GOBIERNO.


El poder gremial, aparentando obedecer a los militares suspendió el paro.

Los parlamentarios de derecha comenzaron a construir la imagen de que había dos autoridades:

- el gobierno de Allende, culpable de todos los males de la humanidad;

- los militares, ingenuas víctimas del mal gobierno.

La derecha advirtió que para allanar el camino a una salida golpista, era necesario separar al sector
constitucionalista de las FFAA. Los militares constitucionalistas se convertirían en un blanco.

EL PN ya antes del golpe había delegado la iniciativa a los militares golpistas. Con la ley Carmona (militar llamado
por Allende a ocupar cargos de gobierno) o ley de control de armaslos militares quedarían facultados para
detener a personas o allanar lugares en busca de armas frente a cualquier denuncia que se presentara
sobre la materia. Gracias a esa ley, los militares golpistas salieron a la calle, allanaron sindicatos,
poblaciones y locales de los partidos de la UP y torturaron a sus prisioneros.

LA HUELGA DE LOS OBREROS DE EL TENIENTE.

El golpe más duro recibido por el gobierno provenía de aquellos sectores a los que consideraba su base de
apoyo natural, el movimiento obrero, y nada menos que los obreros de las minas de cobre.

EL PC y el PS ordenaron a sus militares retirarse de la huelga sin demasiado éxito. Al retirarse privaban al
movimiento de su persuasión política, o de la posibilidad de que fuera canalizado contra la derecha. Ambos
partidos violaron acuerdos vivos entre los trabajadores del cobre, estaba establecido que siempre que un
mineral de cobre fuese a la huelga, los demás deberían apoyarla.

En octubre de 1972 la posibilidad golpista fue bloqueada por la unidad mostrada por los trabajadores; en abril
del 73 se abría una gran fisura entre los trabajadores y entre estos y el gobierno.

EL GOLPE DE JUNIO.

En distintas empresas los trabajadores se movilizaban en contra de los empresarios, buscando el apoyo del
gobierno. Entre los sectores populares surgían algunas organizaciones autónomas. Los golpistas llamaban
públicamente al golpe. La única fuerza capaz de superar este trance está constituida por el poder moral y
militar de las FFAA, el respaldo de los hombres de trabajo a través del movimiento gremial y del nacionalismo
como ideología integradora. El 29 de junio se produjo el intento de golpe de Estado .

En la madrugada de ese día los tanques comenzaron a disparar contra la Casa Presidencial.

Esto constituyó un ensayo para el golpe de septiembre. Había una vacilante y desorganizada defensa
popular del gobierno. Toma de fábricas sinpreparación, personal que salía la calle a protestar sin armas,
era prueba de que aquello de las masas armadas no era más que un mito de la derecha, a veces
ingenuamente propagado por la izquierda.

En la noche de ese día, la CUT convocó a un acto de masas frente a La Moneda el presidente un discurso
tranquilizador. Por el tenor de sus palabras daba la impresión de que más de la mitad de las FFAA apoyaban
al gobierno.
LA AGONÍA DE UN GOBIERNO POPULAR.

Los dólares norteamericanos llenaban las arcas de la oposición. Amparados en la Ley de Control de Armas,
los militares allanaban las fábricas y cordones industriales.

El 4 de Septiembre en todo el país tenía lugar gigantescas manifestaciones.

Allende trató de repetir su jugada de octubre repartiendo ministerios entre generales. Ya las fuerzas
armadas estaban preparándose para el golpe final. A la renuncia de Prats exigida informalmente por los
suboficiales subalternos, le sucedió Pinochet, demostró en esos momentos ser un verdadero maestro de la
traición. El partido de la contrarrevolución seleccionaba a sus dirigentes.

Al tomar el poder los generales declararon que su pronunciamiento había sido para evitar la guerra civil.

La DC exigía a Allende nada menos que una mayor incorporación de militares a su gabinete; eso significaba
que rompiera con su partido, con gran parte de la UP, y que se golpeara a si mismo.

Fracasada la solución política, la militar no tardaría en imponerse. Es imposible no darse cuenta de la


sincronización existente entre la escalada civil y el golpe.

El 3 de junio, los estudiantes universitarios pedían la renuncia de Allende,

El 5 los obispos de derecha,

El 12 la cámara de diputados declaró ilegal al gobierno,

El 18la Sociedad de fomento Fabril señaló que el gobierno era ilegal

El 30 de agostola Universidad Católica pide la renuncia de Allende E

El 3 de septiembre la confederación de profesionales pide la rectificación del gobierno,

El 5 de septiembre un presbítero pide la renuncia de Allende, el 6 las mujeres gremialistas piden la renuncia, el 10 el
comando multigremial pide la renuncia, y el 11 LA Moneda ardía en llamas. Adentro, el cadáver de un presidente.

Chile: del estado desarrollista y empresario a la revolución neoliberal – Mazzei


de Grazia
En la gran depresión del 30’Chile fue uno de los países latinoamericanos más afectados, y a eso se le
agregaba el fuerte endeudamiento externo contraído en los años 20’; en tales condiciones tuvo que
suspenderse el pago de la deuda externa.

Los trabajadores fueron los que más padecieron estos efectos económicos. Esta crisis fue un factor
determinante para el cambio del modelo en la economía chilena. Desde mediados del siglo XIX estaba basado
en las exportaciones de materias primas. Ya con anterioridad a la crisis se habían introducido algunas medidas
proteccionistas como el aumento de las tarifas aduaneras entre el 28’ y el 30’ y, como consecuencia de la crisis,
en 1933 se elevaron las tarifas para las importaciones y también se produjo una fuerte devaluación de la moneda.
Todo esto para dar estímulo a la producción de manufactura interna, y se inclinó hacia un modelo de
sustitución de importaciones con base en el crecimiento industrial.
Según la CEPAL en ese momento fue cuando Chile comenzó el proceso industrial, pero muchos historiadores y
economistas sostienen que la industrialización se dio mucho antes. Igualmente, aunque haya sido así, la gran
depresión provocó una intensificación de la industria manufacturera.
En el 38’ triunfó el Frente Popular (partido Radical, Democrático, Socialista y Comunista) y el presidente fue Pedro
Aguirre Cerda: se inició la industrialización como búsqueda de un desarrollo dinámico que sacara al país de la
crisis. Este gobierno propuso la creación de la Corporación de Fomento de la Producción (CORFO) a partir de un
terremoto que se dio en el 39, y esta corporación debería promover la reconstrucción de la zona afectada e
impulsar el desarrollo de la industrialización, creando para eso empresas estatales e incentivando también a
los privados a incorporarse al proceso industrializador.

Todos los sectores estuvieron de acuerdo en la necesidad de la reconstrucción, pero no todos compartían la
idea de la participación del Estado en la producción: los empresarios industriales se resistían al
establecimiento de empresas públicas porque significaba una competencia desleal para las privadas.

Los agricultores estuvieron de acuerdo en la creación de la COFRO pero a cambio de que el gobierno les
bloqueara su mayor peligro: la sindicalización campesina, y el gobierno tuvo que aceptarlo para llegar a su
objetivo. Esta corporación le asignaba roles empresariales explícitos al Estado y fue la primera institución
pública que contó explícitamente con recursos para financiar actividades de inversión, esto provino de
aumentos de algunos impuestos que prometían ser fijados por un período de cinco años solamente, pero además
se contó con créditos externos.

Surgieron empresas de: electricidad, de petróleo, siderúrgicas, entre otras.

Además se otorgó apoyo crediticio a las manufacturas privadas (de metales y de cobre). Pero vale destacar que
la acción del Estado y de la COFRO no significó llegar al ansiado desarrollo sino que necesitaron cincuenta
años para llegar a los niveles de exportación que existían antes de la crisis.

En el 55’ la inflación subió mucho y, aunque al año siguiente decreció, aumentó el desempleo. A pesar de este
proceso industrializador el país nunca perdió su carácter tradicional de exportador de materias primas. También
lo que pasó fue que la urbanización fue más rápida que el desarrollo industrial, entonces grandes masas de
campesinos migraban a las ciudades en busca de trabajo pero su gran mayoría terminó asentándose en la
periferia de las ciudades formando villas.
En el 58’asume la presidencia el ingeniero civil Jorge Alessandri Rodríguez, candidato de la derecha.
Emprendió una lucha contra la inflación y logró controlarla manteniéndola relativamente moderada; si bien en
parte esto se logró reduciendo el salario de los trabajadores a un número demasiado bajo, se pensaba que el
control de la inflación generaríaestabilidad económica y permitiría terminar con la pobreza. Además propuso
ampliar los mercados externos, inclusive intentó pactar posibilidades de intercambio con el bloque de países
socialistas de la Europa Oriental. Este gobierno no pretendió reducir la participación del Estado sino que éste,
además del capital extranjero y el empresariado privado nacional, debía impulsar el progreso económico del país.
En respuesta al reformismo propiciado por la Alianza para el Progreso del presidente estadounidense Kennedy, este
gobierno promulgó una Reforma Agraria (1962) en la que el Estado estaba autorizado a expropiar las tierras que
estuvieran abandonadas o explotadas en forma ineficiente; aunque fue de poco alcance creó ciertas bases
fundamentales de los gobiernos que le siguieron: Frei y Allende.
En el 64’ la Democracia Cristiana alcanzó el poder y el presidente fue Eduardo Frei Montalva, esta elección fue
con apoyo de la derecha que ya sin fuerzas electorales no sabían de qué manera luchar contra el marxismo
amenazador de Salvador Allende. Este gobierno se autodenominó “Revolución en Libertad” en contraposición a la
revolución cubana. El reformismo de Frei fue respaldado por el gobierno de Kennedy, y dentro de la Alianza
para el Progreso las reformas agrarias tenían un lugar prioritario, ya que, la población latinoamericana seguía
siendo predominantemente rural.

La modernización impulsada por este nuevo gobierno proponía: una reforma en las tierras, incrementando la
producción agrícola y creando 100.000 nuevos propietarios de tierras.

Existe la posibilidad de que haya sido presionado por el gobierno norteamericano que le condicionaba la
ayuda económica y apoyo político internacional. En el 67’ se impulsó, entonces, una Reforma Agraria en la que
se expropiarían las tierras abandonadas o mal explotadas y además se impulsó el proceso masivo de
sindicalización de campesinos que estaba pendiente todavía.

Aunque las transformaciones en el campo no lograron toda la profundidad que se pretendió, fue un duro
golpe para la derecha económica y política por el hecho de tocarles en donde más les duele: la propiedad
privada.

Algo primordial en este gobierno de la “Revolución en Libertad” fue el problema del cobre, el principal producto
de exportación chileno. El conflicto consistía, básicamente en que los grandes yacimientos del mineral
pertenecían a compañías norteamericanas, formando la GMC y su producción estaba dirigida al mercado de
EEUU; esta dependencia debilitaba cada vez más a la economía chilena.

Frei dijo que el Estado tenía que pasar a controlar la GMC, pero no mediante la fuerza sino mediante una
negociación pactada. Este proceso es conocido como la “Chilenización del cobre” cuyo primer paso fue adquirir el
51% de las acciones de las compañías norteamericanas de la GMC, todo eso para evitar trastornos y
conflictos.

La reacción de Estados Unidos no fue de rechazo. Pero no lograron nacionalizarla del todo porque el gobierno
de Salvador Allende dispuso una política diferente respecto al cobre. A pesar del esfuerzo reformista de Frei su
gobierno no obtuvo resultados muy diferentes a los anteriores, pero sí se destaca el incremento de los
salarios reales.
En el 70’asume el socialista Salvador Allende, candidato de las fuerzas de izquierda agrupadas en la Unidad
Popular: era la vía chilena al socialismo, pero por primera vez fue a partir de una elección limpia y no a través de
movimientos revolucionarios. Este gobierno sostenía que la reforma agraria de Frei era también una economía
fuertemente dependiente, ya que, la producción de cobre seguía controlada por compañías norteamericanas,
entonces era insuficiente, era necesaria una reforma acelerada y profunda dándole apoyo a los propietarios
medianos y pequeños; entonces surgen grupos campesinos alentados por un protagonismo que nunca antes
habían tenido, pero todo esto empezó a provocar conflictos y violencia en los campos entre los terratenientes
por una parte y los campesinos con el apoyo del gobierno por la otra.

También hubo un gran aumento de sindicalización campesina. Este nuevo gobierno chocaba con el propósito
de EEUU de impedir el socialismo en la región, y además planteó que el cobre era el “sueldo de Chile” y que
debía realizarse una nacionalización inmediata de la GMC: para esto presentó un proyecto en el parlamento y
fue aprobado por unanimidad, para 1971 el Estado chileno pasaba a ser dueño absoluto de la GM, y la
reacción norteamericana no se hizo esperar: por medio de represalias como la retención de las cuentas
bancariasde la Corporación del Cobre en EEUU y la prohibición de comprar insumos y repuestos en ese país.
Los trabajadores del cobre exigían aumentos salariales por medio de huelgas. Además el precio del mineral
decayó en el mercado internacional, sin embargo la nacionalización del cobre no se detuvo, porque era parte
fundamental del lema de Allende: “avanzar sin transar”.

En cuanto a la industria este gobierno distinguía tres áreas de propiedad:

1. La privada,

2. La mixta (participación conjunta del sector privado y el Estado),

3. El Area de Propiedad Social (empresas manufactureras particulares).

El gobierno no contaba con suficiente apoyo en el parlamentocomo para socializar los medios de producción
a través de la expropiación de las grandes empresas industriales, pero entonces lo que hicieron fue idear la
intervención: el Estado se hacía cargo de empresas en dificultades, poniéndolas al mando de un funcionario
interventor, y el ritmo de estas intervenciones fue bastante acelerado.

En el 72’ el control estatal sobre el sistema bancario era casi total. Hubo un éxito inicial de este gobierno,
pero la balanza comercial en el 70’ era favorable, mientras que en el 71’ tuvo un alto déficit, y esto influyó
directamente en la caída del precio del cobre. Además a fines de ese año también crecía el mercado negro de
mercaderías. Sin embargo las críticas sobre la presencia de diversos desequilibrios se consideraron como
meras observaciones técnicas, porque crecía la popularidad del gobierno de Allende.

Lo que pasaba con la economía más que nada tenía que ver con que el gobierno de la U.P se encontraba en una
encrucijada: para lograr controlar los desequilibrios era necesario bajar el salario real de los trabajadores, pero
eso perjudicaría su imagen. La inflación se disparó increíblemente en el 73’, el país se encontraba prácticamente
paralizado, había una generalización de paros. Hay evidencias de que estas acciones desestabilizadoras
contaron con el apoyo financiero de EEUU; el presidente Nixon le pagó una gran suma de dinero a la CIA
para sus operaciones en contra de Allende, pero no fue el único responsable de la frustración socialista en
Chile. El golpe militar del 73’ no lo sorprendió, pero sí asombró que haya sido tan cruel y que se prolongara por
tanto tiempo (17 años).

La revolución neoliberal:

Cuando se da el golpe comienzan a tomarse drásticas medidas:

- el congreso se clausuró
- se privilegió al máximo la economía de los privados
- redujeron al máximo la actividad estatal,
- el Estado mediante su acción económica no había logrado la superación del subdesarrollo.
- El camino al crecimiento económico planteado era a través del aplastamiento de los sindicatos y el privilegio
de empresas privadas.

En 1974, entonces, se implanta en Chile un modelo Neoliberal.

- El Estado solo participaría en lo económico si a alguna empresa privada se le presentaba algún tipo de
problema respecto al mercado u otras cuestiones. Para ellos el Estado era el problema y no la solución ni
la vía hacia el progreso.
- Se realizó una privatización de empresas. El sector empresarial veía restaurada su economía, pero los
asalariados sufrían las consecuencias. Esta política económica neoliberal hizo surgir a la figura de un
nuevo actor social privilegiado: el empresario.

En el 81’ se dictó una legislación laboral que consistía en negociaciones colectivas, y como no había
sindicatos que protegieran a los obreros debían efectuarse por las empresas; si no se llegaba a un acuerdo
la empresa con sus trabajadores procedía a huelga legal por dos meses y allí el empresario tenía la
libertad de contratar mano de obra reemplazante; si se cumplía el tiempo y no se había llegado a un
acuerdo los trabajadores debían acatar la propuesta del patrón, si no eran despedidos sin indemnización.

Se empezó a dar un crecimiento económico y la inflación disminuyó en gran medida, además de que el valor
de las exportaciones alcanzó una cifra muy alta, entonces se habló del “milagro económico chileno”, sin tener
en cuenta que tras eso se disfrazaban fuertes problemas sociales: pobreza e indigencia, desocupación,
inseguridad en el empleo y una profunda desigualdad respecto a los ingresos.
En 1981- 82 se dio una crisis en la que la deuda externa alcanzó una cifra muy alta y se tuvo que devaluar la
moneda, el desempleo subió. Sin embargo la crisis pudo superarse a partir de la adaptación de Chile a las
normas económicas dictadas por los organismos de créditos internacionales, en especial el FMI y el
Banco Mundial, así fue posible conseguir recursos financieros provenientes del exterior y se dio un nuevo
auge de las exportaciones con precios favorables. Después de esta crisis el modelo neoliberal se acentuó y
en el 86 se aceleraron las privatizaciones, pero la pobreza y la miseria seguían creciendo, pero de eso
debería ocuparse el gobierno que retornara a la democracia.
En 1988 se dio la caída de Pinochet y la oposición democrática titularon esa época como “La alegría ya viene”.
Esto significaba el retorno a la democracia y un cambio económico que permitiría terminar con los altos
niveles de pobreza y establecer una relación de equilibro entre el capital y el trabajo.
Fue en 1990 cuando se inició el primer gobierno democrático después de la dictadura neoliberal, con el
presidente: Patricio Aylwin Azócar. Sin embargo las transformaciones no tuvieron los resultados esperados
por diferentes motivos, como la resistencia del sector privilegiado: el empresariado, y también porque los
economistas del gobierno sostenían que la economía del libre-mercado era el camino más adecuado para
llegar al desarrollo. Pero para marcar la diferencia con el gobierno anterior decían que se trataba de un
crecimiento “con equilibrio”, aunque no fue así. A penas se produjeron algunas alzas en los salarios mínimos
con el descontento de los empresarios que decían que el aumento del salario por sobre el valor de la
productividad generaba más desempleo. Entonces el gobierno tenía que ocuparse de contentar a los
empresarios que simpatizaban con el gobierno de facto porque no se podía permitir que se sintiera la “necesidad
de retornar al gobierno militar”. Sí debe reconocerse la reducción de la pobreza, aunque no fue acompañada
por un mayor equilibro en la distribución del ingreso. Además se estaba gestando un consumo
desenfrenado favorecido por el acceso al crédito fácil. Una economía de mercado, muy eficiente para crear
riqueza pero injusta para distribuirla. Mientras se siga con ese modelo la pobreza y el desequilibrio social
van a seguir creciendo.

Brasil: del desarrollismo democrático al autoritarismo


Vargas fue expulsado por un golpe en 1945. Se llama a elecciones en el 52 y gana un movimiento muy
importante.

Por la tardía abolición de la esclavitud y entender la enorme diferencia de la sociedad se movilizan esclavos de forma
violenta. Después de la abolición de la esclavitud costo la modernización, la igualdad.

El varguismo ayudo a la modernización pero no como el peronismo. Vargas impulsó la modernización urbana
porque la rural estaba controlada por las empresas terratenientes y tuvo miedo de tocarlo.

Tocar el mundo rurar era incierto por eso preferían dejarlo.

Gana las elecciones de 1952 y pretende volver a retomar las políticas populistas de 1930 pero era imposible,
lo mismo le pasó a Perón en 1951 porque las demandas eran otras es por ello que fracasó en lo económico.

En 1950 creció la población urbana y las demandas. Por falta de respaldo, Vargas se suicida en 1954 en ejercicio del
poder.

En 1955 se produce un nuevo llamado a elecciones. Las herederas de Vargas, las dos organizaciones: PBT,
PDS para dos sectores:

- PTB: trabajo urbano

- PDS: rural, sectores empresarios. El proletariado rural prácticamente no existe. En 1985 propucieron el voto
analfabeto.

Estos dos partidos se allan al votar presidentes.

Surge JucelinoKubscheck (JK) quien fue el mejor representante del desarrollismo.

Va a:

- Nombrar como el mas importante asesor a Celso Furtado

- Desarrollo de la industria pesada atrayendo capital extranjero

- Se proponía superar la dependencia

- Director del BANADE (banco nacional de desarrollo)


Desarrollo nacionalista:

Plan de metas: 5 en 50. Hacer en 5 años lo que se debería hacer en 50ñ

- Apurar el crecimiento

- Muda la capital a Brasilia (centro geográfico de Brasil)

Objetivos:

- Configurar caminos, aeropuertos, electricidad, agua.

- Incorporar una zona apta para la produccion agrícola y ganadera

- construir de la nada, la ciudad capital

Construir esta ciudad implico un crecimiento de la economía exepcional por capitales extranjeros. Aumenta el empleo
y la distrbucion de la riqueza.

El BANADE sustento el desarrollo a apartir del 50: Crecimiento de la estructura social y esto modifica la estructura
politica.

La polacion rural es de 64% y en el 80 de 33%

- Crecimiento de la afabetixsvion

- Modificación de la estructura social

- Modificación fuerte en el mundo político

- Aumentan las demandas sociales

Crece:

- Inflación

- Deuda externa

- Disconformidad social

En los 60 alianza PBT/PDS

Gana el UDN (conservadora), opositor al varguismo.

Presidente: Janio Quadros (udn)

Vicepresidente: Joao Goubart (PTB/PDS)

Tomarán iniciativa con la politica internación. Por comemorar al CHE como el líder mas grande de america latina es
obligado a renunciar en el 61 por las fuerzas armadas.

Joao estaba en China, regresa a Brasil de urgencia:

- Impone una modificación en la costitucion y crean el primer ministro para bajarle el poder al presidente

- Volvió a apoyarse en Furtado

- Necesidad del crecimiento y del desarrollo, un eje importante es la reforma agraria.


Dos reformas de Joao:

- Voto para analfabeto

- Voto para las fuerzas militares (nunca se pone en practica)

1964: golpe de estado

Surge el EBA con la doctrina de segurar nacional y todas las características del nuevo autoritarismo, hasta 1989.

Se crea el acta institucional: por encima de la constitución.

Art 5°: prohíbe y saca todos los derechos politicos a los religiosos por 10 años, no pueden ejercer cargos públicos.

Ficcion de democracia

Presidente: Castelo Blanco

UN congreso depurado con solo dos partidos:

- Oficial: ARENA, ALIANZA REVOLUCION NACIONAL

- Oposición: MDB, movimiento democrático brasilero.

1968: elecciones de diputados, senadores nacionales pero lo elige el congreso (depurado)

Gana el MDB: Exiliados, torturados, deparecidos, se endurece el régimen. Dura hasta 1989 (25 años)

ROMERO – Breve historia contemporánea de la argentina. Capítulo 8.


LA ILUSIÓN DEMOCRÁTICA.

Raúl Alfonsín asumió el 10 de diciembre de 1983 y convoco a una concentración en la Plaza de Mayo para
marcar las continuidades y las rupturas con la tradición política anterior. Pronto se puso en evidencia
tanto la capacidad de resistencia de los enemigos juzgados vencidos como la dificultad de satisfacer
toda clase de demandas que la sociedad esperaba ver resueltas, quizás porque a la clásica imagen del Estado
providente se sumaba la convicción de que el retorno a la democracia suponía la solución de todos los problemas.
Pero éstos problemas subsistían, y sobre todo los económicos.

La economía se encontraba desde 1981 en un estado de desgobierno y casi de caos:

- inflación desatada

- deuda externa multiplicada, etc.

La incertidumbre acerca de la capacidad del gobierno democrático se extendía a los otros campos, donde
los poderes corporativos (militares, iglesia, etc.) habían demostrado tener una enorme fuerza. Pero casi todos
ellos habían quedado comprometidos con el régimen caído y se encontraban a la defensiva.
El adversario político principal del radicalismo gobernante: el peronismo, que vivía una fuerte crisis interna,
latente desde antes de la elección pero agudizaba luego de lo que fue, en toda su historia, la primera derrota
electoral.

El poder que administraba el presidente era, a la vez, grande y escaso. Controlaba la mayoría en la
Cámara de Diputados pero no controlaba en su mayoría al Senado.

Fuerte en la escena política, el radicalismo no tenía muchos apoyos consistentes en el ámbito de los
poderes corporativos, un territorio donde sus adversarios peronistas se movíancon toda fluidez.

Se trataba de una identidad política fundada en valores éticos, que subsumían los intereses específicos de
sus integrantes, en muchos casos representados precisamente por aquellas corporaciones, pero que en el
entusiasmo de la recuperación democrática quedaban postergados.

No obstante, hasta 1987 el gobierno mantuvo la iniciativa, buscando caminos alternativos y presentando
ante cada contraste nuevas propuestas.

En el diagnostico de la crisis, los problemas económicos parecían por entonces menos significativos que los políticos:
lo fundamental era eliminar el autoritarismo y encontrar los modos auténticos de representación de la
voluntad ciudadana. Coincidiendo con los deseos de la sociedad, las consignas fueron la modernización
cultural, la participación amplia y sobre todo el pluralismo y el rechazo de todo dogmatismo.

El gobierno atribuyo gran importancia a la política cultural y educativa, destinada a remover el


autoritarismo que anidaba en las instituciones:

- Los intelectuales se incorporaron ala política, y la política se intelectualizó. Su presencia fue habitual en los
medios de comunicación.

- El punto culminante de esta modernización cultural fue la aprobación de la ley que autorizaba el divorcio
vincular y posteriormente la referida a la patria potestad compartida lo que provoco la oposición de los
sectores mas tradicionales de la Iglesia católica.

- La iglesia, que en 1981 se había definido por la democracia, fue evolucionando hacia una creciente hostilidad
al gobierno radical y a un cuestionamiento del régimen democrático mismo. Estos sectores de la iglesia, que
pasaron a dominarla, asumieron el papel de censor social, con un discurso de combate en el que la
democracia resultaba ser el resumen de los males del siglo: la droga, el terrorismo, el aborto o la pornografía.

El gobierno mantuvo una buena relación con EEUU, que respaldó con firmeza las instituciones
democráticas, cortando cualquier vinculación con militares nostálgicos, y apoyo luego los diversos intentos de
estabilización de la economía.

LA CORPORACIÓN MILITAR Y LA SINDICAL.

El camino para el gobierno radical se hizo más empinado cuando afrontó los problemas de las dos grandes
corporación cuyo pacto había denunciado en la campaña electoral: la militar y la sindical.

Quedo claro que el poder del gobierno era insuficiente para forzar a ambas a aceptar sus reglas.

La sociedad se entero por los medios de comunicación, las denuncias judiciales y el informe realizado
por la CONADEP de las atrocidades de la represión. Dentro de la misma se manifestaron confusiones y
ambigüedades pero la mayoría exigió justicia amplia y exhaustiva. La institución militar rechazo la condena de
la sociedad, alegando que su accionar contó con el apoyo general, incluso de los políticos luego sumados al
coro de los detractores, y a lo sumo estaban dispuestos a admitir excesos propios de una guerra sucia.
Alfonsín, que si bien compartía los reclamos de la sociedad, también estaba preocupado por encontrar la
manera de subordinar las FFAA al poder civil, de una vez para siempre. Para ello proponía algunas
distinciones entre los mayores responsables y los que se veían obligados a cumplir órdenes.

El gobierno confiaba en que las propias FFAA se comprometieran a esta propuesta. El primer contratiempo se
hizo evidente cuando los militares se negaron a revisar su acción y a juzgar a sus jefes.

En abril de 1985 comenzó el juicio público contra los ex comandantes. A fines de ese año, después de que el
gobierno ganara las elecciones legislativas, se conoció el fallo, que condenó a los ex comandantes. De ahí en más la
justicia siguió activa dando curso a las múltiples denuncias contra oficiales de distinta graduación,
citándolos y acusándolos.

Se llegó al episodio de Semana Santa de 1987 donde un grupo de oficiales, encabezados por el coronel Aldo
Rico, se acuarteló en Campo de Mayo exigiendo una reconsideración de la conducta del ejército a su
juicio injustamente condenado.No tuvieron respaldo de la sociedad. La reacción de la sociedad civil fue
unánime y masiva y todas las organizaciones de la sociedad manifestaron activamente su apoyo al orden
institucional. La reacción masiva corto toda posibilidad de apoyo civil a los amotinados. Durante las cuatro tensas
jornadas hubo negociaciones que no se concretaron hasta que Alfonsín no se reunió con los amotinados. Se llego a
un extraño acuerdo. El gobierno sostuvo que haría lo que ya había decidido hacer, lo que sería la ley de
Obediencia Debida que exculpaba masivamente a los subordinados y los amotinados no impusieron
ninguna condición. Para la sociedad era el fin de la ilusión de la democracia . Para el gobierno, el fracaso de su
intento de resolver de manera digna el enfrentamiento del Ejército con la sociedad.

Comparativamente, el combate con la corporación sindical, que tuvo resultados similares, fue mucho menos
heroico.

El poder sindicalista se hallaba debilitado por la derrota electoral del peronismo y por el repudio de la
sociedad a las viejas practicas de la corporación. El gobierno se propuso aprovechar esa debilidad
relativa y se lanzo a democratizar los sindicatos, para abrir las puertas a un espectro más amplio de corrientes.

El ministro Mucci proyecto una ley de normalización institucional de los sindicatos : un desafío frontal, ante el cual
se unificaron todas las corrientes del peronismo, gremial y político: en marzo la ley fue aprobada en la Cámara de
Diputados, pero el Senado la rechazó, por un único pero decisivo voto. De inmediato el gobierno arrió las riendas y
puso funcionarios mas flexibles al frente de la negociación con los gremialistas y acordó con ellos nuevas normas
electorales.

Entre 1984 y 1988, cuando decidió concentrar su atención en la campaña electoral, la CGT organizó trece
paros generales contra el gobierno constitucional. Se apoyo en las indudables tensiones sociales generadas por
la inflación y los comienzos del ajuste del sector estatal, que movilizo a los empleados públicos, pero su
carácter fue dominantemente político. Los sindicalistas lograron expresar de manera unificada el
descontento social, e integrar a sectores no sindicalizados (los jubilados) pero también hicieron alianzas
con los empresarios, la iglesia y los grupos de izquierda.

El gobierno pudo resistir bien el fuerte embate sindical, pese a los inconvenientes que significaba para la
estabilización económica, en tanto contó con el apoyo consistente de la civilidad y de la escasa presión de
de otras fuerzas corporativas. La apertura de distintos frentes de oposición, muy particularmente el
militar, impulsaron al gobierno a una maniobra audaz: concertar con un grupo importante de sindicatos y
nombrar a uno de sus dirigentes en el cargo de ministro de trabajo.

Luego de la victoria del peronismo en la elección de septiembre de 1987, el gobierno prescindió de su


ministro sindicalista aunque mantuvo los compromisos. Con la nueva legislación, el poder de la corporación sindical
quedaba plenamente reconstituido y la ilusión de la civilidad democrática de someterlos a sus reglas se desvanecía.
EL PLAN AUSTRAL.

Pese a que el flujo de capitales se había cortado desde 1981, la deuda externa seguía creciendo por la
acumulación de intereses, al punto de que a fin de la década duplicaría los valores de 1981, y el Estado, que
en 1982 había asumido la deuda de los particulares, cargaba con el pago de unos servicios que insumían
buena parte de sus ingresos corrientes. El Estado, a su vez, afrontaba un déficit creciente, cuyo origen lejano
quizá podía ubicarse en la magnitud del aparato de servicios sociales crecido en épocas de mayor bonanza
pero sobre todo en la más reciente caída de sus recaudaciones, en el peso de los pagos al exterior y en la
magnitud de las subvenciones de todo tipo que recibían de los sectores empresarios ligados a él en
forma parasitaria.

El problema repercutía en:

- una inflación permanente que distorsionaba las condiciones de la economía, afectaba finalmente la propia
capacidad del Estado para gobernar efectivamente la economía y la sociedad misma.

- A principios de 1985, cuando la inflación amenazaba desbordar en una hiperinflación, la conflictividad


social agudizaba. Alfonsín reemplazo a su ministro de economía por Juan Sourrouille, un técnico
recientemente acercado al radicalismo, que lo acompaño casi hasta el final de su gobierno. Para formular su
plan de acción, el ministro necesitó de 4 meses que fueron duros para el gobierno.

- El catorce de mayo de 1985, finalmente, se anuncio el nuevo plan económico, bautizado como Plan
Austral.

Plan austral:

Objetivo: superar la coyuntura adversa y estabilizar la economía en el corto plazo, de modo de crear las condiciones
para poder proyectar transformaciones más profundas, de reforma o de crecimiento, lo urgente era detener la
inflación.

- Se congelaron precios, salarios y tarifas de servicios públicos

- Se suprimió la emisión monetaria para equilibrar el déficit fiscal.

- Se cambiaba la moneda y el peso era reemplazado por el austral.

El plan se sustentaba exclusivamente en el respaldo del gobierno, de incierto valor, y en su capacidad para
suscitar apoyo de la sociedad. Rápidamentelogro frenar la inflación y así se gano el apoyo general, para lo cual
fue decisivo que el plan no afectara específicamente a ningún sector de la sociedad. Se trataba del plan de
todos. El gobierno obtuvo su premio en las elecciones parciales de noviembre de 1985, logro un claro
éxito electoral que significaba el apoyo general de la civilidad a la política económica. La novedad era que las
cuestiones económicas habían pasado al primer plano.

La placidez duró poco: ya desde fines de 1985 se advirtió la vuelta incipiente de la inflación, que el gobierno
debió reconocer en abril de 1986 con un sinceramiento y ajuste parcial. La reaparición tan rápida de los viejos
problemas indicaba que, en el fondo, nada había cambiado demasiado. A medida que se hacía mas clara la
necesidad de encarar soluciones a fondo, el gobierno radical descubría que sus bases de apoyo eran más
tenues. Quizá por eso a principios de 1987, cuando se volvía a agudizar la conflictividad social, el gobierno
decidió recostarse en los grandes grupos corporativos a los que en un principio había acusado y combatido.
LA APELACIÓN A LA CIVILIDAD.

Inicialmente el gobierno radical solo había sido tolerado por las grandes corporaciones, de modo que
debía respaldarse con su poder institucional. Pero allí también su apoyo era limitado, particularmente en el
Congreso. Esta situación planteaba un problema para el gobierno, necesitado de un fuerte apoyo institucional en
la resolución de los problemas de la crisis, y también para el proceso, todavía frágil de institucionalización de la
democracia.

Los grandes apoyos del gobierno se encontraban en el radicalismo, y en el amplio conjunto de la civilidad
que directa o indirectamente lo había respaldado. La UCR había sido tradicionalmente el gran partido de la
civilidad, y el que contaba con mayores antecedentes y capacidades para organizarla y galvanizarla. Se trataba de
un partido completo y fragmentario, en el que coexistían variadas tendencias y donde se representaban
múltiples intereses, a menudo de peso local o regional, todo lo cual daba un gran mosaico, difícil de unificar.

El pacto entre Alfonsín y la civilidad se selló en la notable campaña electoral de 1983, en sus grandes actos
masivos y en la fe común en la democracia como panacea. Conciente de que allí residía su gran capital
político, Alfonsín siguió utilizando esa movilización, convocándola, por ejemplo, a la Plaza de Mayo para
resolver situaciones difíciles. Pero, sobre todo, trabajó en su educación, en la constitución de la civilidad como un
actor político maduro y conciente.

EL FIN DE LA ILUSIÓN.

El año 1987 fue decisivo para el gobierno de Alfonsín. El episodio de Semana Santa representó la
culminación de la participación de la civilidad, el máximo de tensión que se podía alcanzar, y al mismo tiempo
la evidencia de su limitación para doblegar un factor de poder igualmente tensado. Alfonsín perdió la
exclusividad del liderazgo sobre la civilidad. Las mayores ganancias fueron para el peronismo renovador.
En un clima de deterioro económico y de creciente inflación, las elecciones de septiembre de 1987 les
dieron un triunfo importante. El gobierno sintió fuertemente el impacto de una derrota que cuestionaba su
misma legitimidad y su capacidad de gobernar, y desde entonces hasta que traspasó el gobierno, en julio
de 1989, las dificultades para su gestión fueron crecientes, hasta llegar a convertirse en un calvario. Desde el punto
de vista del gobierno quedaba claro que no acertaba a conformar a la civilidad ni a los oficiales. En
definitiva, había fracasado el proyecto de reconciliar a la sociedad con las FFAA.

La cuestión política tampoco se cerró satisfactoriamente para la civilidad democrática. Luego de la elección
de septiembre de 1987creció la figura de Antonio Cafiero, gobernador de Buenos Aires, presidente del partido
justicialista y jefe del grupo renovador, que se perfilaba como candidato de su partido y sucesor de Alfonsín.
En muchos aspectos, Cafiero y los renovadores habían remodelado el peronismo a imagen y semejanza del
alfonsinismo para asegurar el tránsito ordenado de un gobierno a otro. Quizás eso los perjudicó frente al
candidato rival dentro del peronismo: el gobernador de La Rioja, Carlos Menem, quien demostró una notable
capacidad para reunir en torno suyo todos los segmentos del peronismo. Con este heterogéneo apoyo
logro la victoria en las elecciones internas, y en julio de 1988 quedó consagrado candidato a presidente.

El 6 de febrero de 1989 el gobierno anunció la devaluación del peso e inició un período en el que el dólar y
los precios subieron vertiginosamente y la economía entró en descontrol.

En este clima se voto el 14 de mayo de 1989. El partido justicialista obtuvo un rotundo triunfo y Carlos Menem
quedó consagrado presidente. El traspaso debía realizarse el 10 de diciembre pero estaba claro que el gobierno
actual era incapaz de gobernar hasta esa fecha. Alfonsín renunció anticipando el traspaso del gobierno. La imagen de
1983 se había invertido, y quien había sido recibido como la expresión de la regeneración deseada se retiraba
acusado de incapacidad y claudicación.

SIDICARO – Los tres peronismos, capítulo 4.


EL GOBIERNO 1989-1999.

El gobierno presidido por Menem se inició caracterizado por la agudización de la crisis de las capacidades
estatales. En esas condiciones, el poder de intervención de actores socioeconómicos predominantes había
aumentado. Por otra parte, los recursos políticos del peronismo se encontraban debilitados. El país no
tenía los sindicatos fuertes ni los sólidos tejidos laborales de las épocas anteriores.

Los años ’70 habían modificado las bases materiales y las referencias simbólicas de la identidad peronista. Una
manifestación de la disolución de las referencias ideológicas peronistas la ofreció el hecho de que cuando
Menem orientó su proyecto hacia el liberalismo económico no recibió críticas públicas provenientes de
su movimiento.

En el centro de la escena empresaria de 1989 sobresalía el protagonismo de algunos grandes grupos


económicos de capital nacional, consolidados durante la dictadura y fortalecidos en la gestión de Alfonsín, cuyas
preocupaciones por incrementar sus patrimonios los llevaban a buscar decisiones estatales puntuales. A
esos grupos los medios de prensa y sus críticos lo designaban con el nombre de “capitanes de la
industria”, de connotaciones alusivas a la producción, pero sus enriquecimientos estaban ligados a la
especulación y a los contratos y ventajas obtenidas de sus relaciones con los aparatos estatales.

Desde los ’80, la deuda externa se había convertido en un límite de las decisiones públicas. El problema
afectaba a muchos países periféricos y el gobierno de EEUU y organismos financieros internacionales
elaboraron un programa de alternativas para encontrar una salida a las dificultades de los acreedores y de los
deudores en los comienzos de los ’90, conocido como el “Consenso de Washington”: aconsejaba ofrecer ventajas a
las inversiones extranjeras, privatizar las empresas estatales y abrir y desregular las economías nacionales. La nueva
situación internacional podía ser interpretada como el fin de la división del mundo y el comienzo de la dominación
unipolar de EEUU.

LAS TRANSFORMACIONES DEL PERONISMO 1976-89.

La mayoría de los altos funcionarios del gobierno destituido en 1976 perdió figuración pública con la
instauración de la dictadura. Los militares encarcelaron a dirigentes partidarios nacionales y
provinciales, pero la represión se ejerció, especialmente, contra la dirigencia sindical intermedia y los
miembros o simpatizantes de las orientaciones más radicalizadas.

Un elevado porcentaje de los altos dirigentes del justicialismo aceptó la “hibernación”, otros abandonaron la
política y otros colaboraron con los militares. Los sindicalistas peronistas se encontraron en situaciones más
complejas que los dirigentes políticos. La caída de los salarios y la represión de las protestas laborales,
los impulsaron más temprano a la palestra pública y al primer año de la dictadura se difundió un documento
criticando la política económica y las prohibiciones de las actividades gremiales.

Desde 1979, ante los signos de agotamiento del régimen, los sindicatos relanzaron las luchas vinculándolas con la
política nacional. En abril, una huelga marcó un giro con respecto a lo sucedido hasta entonces, y a fines del año
siguiente con la reorganización de la CGT y la designación de Ubaldini como cargo de secretario gral., los
sindicatos ensancharon la arena de su acción en el plano nacional y en el seno del peronismo.

Con la apertura electoral, el candidato radical Alfonsín denunció un supuesto pacto militar-sindical, cuya
verosimilitud puso a los jefes gremiales a la defensiva frente a la efervescencia democrática de la ciudadanía.
La multipartidaria Nacional, convocada en 1981 por los partidos Demócrata Cristiano, Intransigente,
Justicialista, Movimiento de Integración y Desarrollo y la UCR, inició las discusiones sobre objetivos no
limitados únicamente al reclamo del retorno al régimen democrático.

En los análisis de la situación social, política y económica se diseñaban alternativas y posibles


soluciones a los problemas nacionales, con consensos sobre:

- la necesidad de mejorar la equidad social

- estimular las actividades productivas

- afianzar el sistema educativo y cultural

- Con respecto a los sectores propietarios beneficiados por el “proceso”

- la Multipartidaria sostenía que la dictadura había implantado una política que degrada el nivel de
vida de los trabajadores.

- La certeza de su seguro triunfo electoral se reflejó en ciertos documentos cautos y menos optimistas
elaborados por los especialistas en economía del peronismo. Cabe destacar el texto de la Comisión Económica
del PJ, abordando cuestiones relacionadas con las consecuencias del “proceso” sobre la situación estatal. La
acción estatal debía intervenir, sostenía el documento, en las relaciones entre asalariados y empresarios dado
que “no compartimos la visión liberal del Estado, que significa intervenir a favor del más fuerte”. Las
capacidades estatales se encontraban debilitadas, y el proyecto social y económico peronista carecía de las
condiciones institucionales, según sus economistas, para su realización. Sin el papel organizador del Estado no
era posible ejecutar políticas capaces de satisfacer las expectativas y necesidades acumuladas en los sectores
de la población que apoyaba al peronismo ni, tampoco, asegurar un gobierno estable. Así, la Comisión
Económica del PJ preveía la fragilidad de la futura administración democrática.

En las elecciones de 1983, Ítalo Luder, con el 40% de los sufragios, fue vencido por Alfonsín que logró el
52%.

En el plano del gran empresariado, el miedo al posible triunfo peronista condujo a los dirigentes de la
Sociedad Rural Argentina, que tiempo atrás pedían la continuidad de la dictadura, a celebrar el triunfo del
radical. En el mundo simbólico del peronismo, la SRA seguía ocupando el lugar identificado con la “oligarquía”.

No pasó mucho tiempo de la derrota electoral para que las preocupaciones por reconquistar las mayorías
electorales inspiraran la formación de la corriente de “renovación peronista”. Sus dirigentes deseaban
organizar un partido político con estructuras normales y ponerse en consonancia con las aspiraciones
democráticas.

La “renovación”:

- la adaptación a transformaciones económicas, políticas y sociales de las que sus dirigentes percibían sólo los
reflejos políticos en el plano electoral y partidario.

La facción liderada por Menem en las luchas por la candidatura presidencial expresaba las transformaciones del
peronismo. En las elecciones nacionales de 1989, la fórmula Menem-Duhalde obtuvo el 47% de los sufragios, en
una alta proporción originarios de los medios sociales de menores recursos, en tanto que el candidato de la UCR,
Angeloz, el 36%.
LA DÉCADA DE MENEM.

Las iniciativas gubernamentales de la década menemista se centraron en 2 objetivos fundamentales:

1) la reducción de las funciones intervencionistas del Estado en lo económico y lo social,

2) favorecer a los grandes actores socioeconómicos nacionales y extranjeros que ya operaban en el país y estimular
nuevas inversiones transnacionales ofreciendo posibilidades de obtención de ganancias.

2 subperíodos:

Primer subperiodo: abarca desde la asunción de Menem hasta el comienzo del Plan de Convertibilidad. En
esta etapa, si bien se empezó a implementar el proyecto neoliberal, ese diseño de metas no consiguió
estabilizar la economía y no quedaba claro el rol de los distintos actores socioeconómicos.

Segundo subperíodo: el Plan de Convertibilidad pasó a ser el eje en torno al cual se estructuraron las políticas
económicas que configuraron el “modelo”, creando condiciones que permitieron forjar un acuerdo entre el
gobierno y los actores socioeconómicos.

El tema de la globalización fue uno de los componentes ideológicos que ganó mayor presencia en las
justificaciones de la dirigencia gubernamental. La ruptura menemista intentó encontrar una relativa coherencia
histórica mediante la referencia al cambio de época y justificándose en criterios realistas de adaptación al mundo
unipolar que siguió al fin del comunismo soviético. La ideología que planteaba el problema de la globalización
destacando la imposibilidad de los países para elaborar políticas alternativas a los imperativos del
sistema económico mundial no fue un patrimonio exclusivo de los elencos menemistas.

Las ideas sobre las privatizaciones de empresas públicas pudieron discutirse en los tiempos de la dictadura militar,
pero fueron magras las iniciativas para ponerlas en práctica. Tampoco las FFAA les resultaban aceptables los
planteos sobre la desaparición del Estado en cuya vigencia descansaba su rol corporativo y profesional.
Probablemente, la necesidad del menemismo de convertirse en confiable para los grandes intereses económicos
internacionales incentivó el extremismo de sus discursos globalizadores.

Juan Llach, viceministro de economía durante la gestión de Cavallo, se colocó entre quienes expusieron con
claridad la teoría del riesgo de desoír los imperativos mundiales: “La globalización así como trae capitales se
los puede llevar si ve flaquear las cuentas fiscales”. Para Llach, la globalización parece ser un “hombrecillo feroz y
vigilante que castiga a los gobiernos que se desvían del recto camino” . El malestar social derivado de la aplicación de
la ortodoxia neoliberal podría sacar de sus casillas al “hombrecillo” que, en represalia, aumentaría el “riesgo país”.

1º SUBPERÍODO: ENSAYOS Y FRACASOS.

El 1º ministro de economía de Menem fue Manuel Roig, ejecutivo del grupo Bunge y Born. Éste llegó para
realizar un programa avalado por el grupo al que pertenecía, pero falleció apenas asumido y fue
reemplazado por otro dirigente del mismo conglomerado: Néstor Rapanelli.

En los ’80Bunge y Bornse desempeñaba en el comercio exportador de granos, en industrias de todo tipo
y era propietario de grandes establecimientos rurales.
El proyecto económico expuesto por Menem en distintos ámbitos empresariales manifestaba la intención de
granjearse la confianza de esos medios. En el primero de esos discursos unió la convocatoria a la modernización
de las actividades empresarias con la necesidad de mejorar la equidad social.

Los conflictos con los viejos gobiernos peronistas y la Sociedad Rural Argentina estaban frescos. En
agosto de 1989, Menem enfatizó el papel positivo de la producción agropecuaria y criticó a los gobiernos
que para favorecer a la industria le quitaron ingresos al campo.

Los problemas de la economía en este 1º subperíodo generaron ambigüedad en la posición de la SRA: dio su apoyo
al proyecto menemista y criticó las indefiniciones y contradicciones de la gestión gubernamental. Frente a
dirigentes de la industria, Menem habló contra empresarios enriquecidos y definió al Estado como
ineficiente y en colapso. Allí pidió la aceptación de los cambios que implicaban el fin del intervencionismo
estatal, las privatizaciones de las empresas públicas y la apertura al mercado mundial.

Los dos ministros de economía provenientes del acuerdo con Bunge y Born contaron con la rápida sunción
de las leyes para privatizar empresas públicas.

Las leyes de Emergencia Económica y Reforma del Estado abrieron las expectativas de los grandes intereses
empresarios. Pero esos proyectos no se acompañaron de grandes mejoras.

Así, luego de aplicar durante 6 meses las medidas, los funcionarios de Bunge y Born dejaron el gabinete.
La fallida experiencia mostraba al empresariado local como incapaz de dirigir la economía nacional.

En 1990, Antonio González reemplazó a Rapanelli en la economía y durante el año siguiente profundizó la
orientación liberal. González condujo la 2da etapa del 1º subperíodo, sin lograr solucionar las cuestiones que
precipitaron la caída de su predecesor. Las primeras privatizaciones de empresas estatales acrecentaron las
expectativas de inversionistas extranjeros, interesados en compras o concesiones. Los grupos
económicos nacionales esperaban participar de las privatizaciones. El nuevo mapa del poder económico se
comenzó a configurar en condiciones de creciente crisis estatal, de inestabilidad y de desconfianza hacia las
autoridades.

La declinación del gobierno en la opinión pública aumentó con la difusión de hechos de corrupción. En enero
de 1991, González renunció y lo sucede Cavallo.

2º SUBPERÍODO: DESARTICULACIÓN ESTATAL Y EXTRANJERIZACIÓN ECONÓMICA.

Con la gestión de Cavallo desaparecieron las orientaciones contradictorias y erráticas del subperíodo anterior y se
completó la articulación de las variables del denominado “modelo”, en el que se combinaron los efectos
de:

1) la paridad cambiaria fijada por el Plan de Convertibilidad;

2) el aumento de los niveles de endeudamiento externo (público y privado);

3) las entradas de inversiones extranjeras por las privatizaciones de empresas estatales.

La reforma contuvo la inflación mediante la pérdida de las potestades estatales para la regulación
monetaria y estableció la prohibición de emitir moneda nacional sin el respaldo correspondiente de
divisas extranjeras.
Las privatizaciones y la apertura económica habían despertado la confianza de sectores empresarios
pero recién con el cese de la inflación y la estabilización alcanzada con la convertibilidad se completó el
atractivo horizonte.

La convertibilidad era un problema político en el cual se resumía la renuncia estatal en el plano de la regulación
de la moneda y que implicó ceder potestades a otros actores. El endeudamiento público, externo e
interno, fue una condición fundamental para el funcionamiento del Plan de Convertibilidad. El crecimiento
de la deuda externa contribuyó a licuar aún más la capacidad del Estado para tomar decisiones distintas a la de los
empresarios que operaban sobre la realidad nacional.

A comienzos de la década del ’90 la deuda externa argentina ascendía a alrededor de 62.200 millones de
dólares. Luego del intento de disminuir ese monto privatizando empresas estatales y mediante la
renegociación del Plan Brady, en 1993, el endeudamiento subió a 72.200 millones de dólares.

Mediante el incremento de la deuda externa el gobierno de Menem consiguió buena parte de las divisas
necesarias para mantener el Plan de Convertibilidad y asegurar la estabilidad del valor del signo
monetario dentro de la igualdad peso-dólar. En la medida que los intereses de la deuda externa absorbían
proporciones crecientes del presupuesto nacional y conducían al déficit de las finanzas públicas, el gobierno se
encontró frente a la necesidad de realizar frecuentes “ajustes” que provocaban más deterioro de las
capacidades políticas y burocráticas de los aparatos estatales. Justo con el incremento de la deuda, el
gobierno se subordinó más a los dictados del FMI y otros organismos, cediendo más potestades estatales
frente a esos poderes.

El gobierno menemista, al llevar a cabo todos sus proyectos neoliberales, incorporó a la estructura económica a
nuevos actores socioeconómicos, que eran –en algunos casos- filiales de empresas estatales de países
desarrollados.

Las denuncias de corrupción y los mecanismos oscuros de intercambios empleados para obtener ventajas o
acelerar trámites, no eran desconocidos y las complicidades entre funcionarios nada tuvieron de nuevo. Es
difícil ponderar la influencia de la corrupción en la conformación de los nuevos actores socioeconómicos
predominantes, pero sería ingenuo pensar las dinámicas “cleptocráticas” de los funcionarios corruptos sin la
contrapartida de los empresarios beneficiados con los favores oficiales.

El proceso de transnacionalización y la presencia de nuevos actores socioeconómicos se articularon con


los intereses de los grupos económicos de capital nacional. En las privatizaciones de las empresas públicas se
registró la participación de grupos nacionales en condición de socios minoritarios. En términos generales,
puede afirmarse que con las privatizaciones los grupos económicos perdieron el pingüe negocio de la
provisión de bienes y servicios a las empresas estatales.

La concesión de bienes o servicios públicos dio lugar a situaciones de competencia que dividieron a dichos grupos y
desembocaron en denuncias y escándalos que rebelaron manejos corruptivos y complicidades con autoridades. Si
bien el poder económico de los grupos nacionales disminuyó en comparación con el de los nuevos
actores extranjeros, sus riquezas aumentaron ante la visión de la sociedad a medida que la demostración pública
de las fortunas pasó a ser un indicador de éxito.

Las empresas transnacionales ganaron poder en la economía en actividades muy distintas y sus intereses
no eran coincidentes; los objetivos y las ganancias las ponían en competencia, y aun manteniendo acciones
coordinadas, no se suprimían los conflictos de intereses.

Todas las inversiones transnacionales coincidían en dos cuestiones fundamentales:

1) el mantenimiento del Plan de Convertibilidad que les aseguraba sus elevados niveles de ganancias en dólares, y
2) el respeto a la continuidad jurídica para conservar las condiciones, algunas de cuestionables legalidad,
favorables para las empresas extranjeras.

EL MODELO Y LAS CORPORACIONES RURALES.

En la representación corporativa del sector agrario, la SRA y Confederaciones Rurales Argentinas


expresaron sus posiciones respecto a la política del período reproduciendo las mismas diferencias e improntas
características de otras épocas. Ambas entidades tuvieron actitudes ambiguas:

- adhirieron al proyecto neoliberal

- criticaron sus efectos.

Las entidades rurales expresaron, en el 1º subperíodo, sus coincidencias ideológicas con los proyectos
anunciados. A partir de la designación de Cavallo, la SRA se autoadjudicóla tarea de vigilar el cumplimiento
de los compromisos asumidos por las autoridades.

Según la conducción económica del gobierno, la estabilidad monetaria daría mejor acceso al agro a los
créditos, y la apertura de la economía le abarataría los insumos tecnológicos importados para modernizar
la producción.

La aplicación del Plan de Convertibilidad implicó: clausurar las discusiones sobre los niveles de cotización de las
divisas y en tanto el mercado mundial se transformaba en el asignador de precios y determinaba los ingresos de los
productores, la clásica protesta ruralista perdía sentido.

La experiencia neoliberal puso en el centro cuestiones menos consideradas hasta entonces: en los
mercados mundiales no se encontraban simplemente la oferta y la demanda, y los Estados de los países
centrales intervenían sobre ellos de múltiples maneras. Era notorio que el estado argentino carecía de los
medios para proteger los intereses agrarios locales.

En los años del “modelo”, la producción de grano creció y ese aumento llevó al gobierno a argumentar que
también había mejoraba el ingreso de los empresarios.

El cálculo de las entidades corporativas era diferente: se incrementaban los volúmenes cosechados y los rendimientos
por hectárea, pero disminuía la rentabilidad por unidad producida.

Desde esa dispar óptica, las tensiones se profundizaron con las iniciativas oficiales que apuntaban a recaudar
más impuestos para satisfacer las necesidades presupuestarias para atender las funciones estatales y, obviamente,
las obligaciones del endeudamiento externo. Las condiciones del traspaso de empresas públicas al control
privado fueron otra fuente de protesta rural. En la nueva realidad se encontraron ante propietarios cuyos
precios y tarifas se incrementaban provocando la baja en las ganancias agrarias.

Las tensiones disminuyeron en 1995 a raíz del alza de los precios internacionales de los productos
agroexportables, y los movimientos del mercado mundial mejoraron la situación del sector.

En 1996, las ambivalencias frente al modelo se dejaron de lado ante la sustitución de Cavallo por Roque
Fernández, ocasión para la dirigencia rural de resumir nuevamente sus puntos de vista favorables a la continuidad
de las orientaciones vigentes, sin dejar de recordar sus objeciones.
Pero en 1998 y 1999, los precios internacionales descendieron y se crisparon aún más en la crítica al gobierno. El
reclamo agrario pidió compensar el retroceso de precios y de ganancias mediante la reducción de
impuestos internos e insistió con el tema de la disminución de los presupuestos públicos.

El acceso al crédito en condiciones desiguales diferenció a los empresarios rurales y suscitó protestas de los
menos favorecidos contra el sistema financiero privado e, indirectamente, contra el gobierno.

En el transcurso del decenio las nuevas inversiones, nacionales y extranjeras, aportaron sus
modificaciones al mapa de los actores empresarios que operaban en el ámbito rural. Los procesos de
transnacionalización del sector financiero repercutieron en las relaciones de los empresarios agrarios con el gobierno
y se reflejaron en el rechazo de las corporaciones rurales a la posibilidad de privatizar el Banco de la Nación
Argentina. Esa iniciativa contó con el aval de los bancos nacionales y extranjeros. Las CRA se pronunciaron contra la
privatización del BNA, en un comunicado de prensa en 1997.

En el último año de la década menemistalos desacuerdos con el gobierno llevaron a las corporaciones
rurales a realizar varias medidas de fuerza. Reprocharon a las autoridades por la falta de iniciativas para
paliar las dificultades del campo ante los problemas de los precios internacionales y se tocaba temas que aludían
a los fundamentos del modelo. En el entrecruzamiento de argumentos, el ministro Fernández acusó a los
empresarios agrarios de ser grandes evasores.

Luego de negociaciones con Menem, la SRA y las CRA, la Federación Agraria Argentina y CONINAGRO,
convocaron a un paro agrario que se realizó entre el 19 y 21 de abril de 1999.

La CRA reclamaba acciones estatales para resolver problemas financieros y de endeudamiento de los
empresarios del sector y se definía en contra de las consecuencias de las privatizaciones. Menem endureció
sus posiciones y optó por defender su obra neoliberal: “Si hay un sector evasor es el campo. No puede ser que
cuando viene un período malo, le estén reclamando una ayuda al gobierno. ¿Y el resto de la sociedad?”.

EL MODELO Y LA UNIÓN INDUSTRIAL ARGENTINA.

Las posiciones de la Unión Industrial Argentina con respecto al proyecto menemista fueron de apoyo a los
principios generales y de crítica a numerosos aspectos. Las objeciones tendieron a moderarse, pues no todos
los sectores industriales se vieron afectados.

Luego de objetar el desenvolvimiento del 1º subperíodo, la UIA evaluó favorablemente la política


económica de Cavallo. Las dificultades de los sectores más perjudicados no llevaban, sin embargo, a los altos
dirigentes de la UIA a cuestionar los principios generales sobre los que se basaba el modelo. El presidente de la UIA,
Villegas, dijo: “El camino tomado es el adecuado”. El Consejo Académico de la Fundación UIA realizara, en
1993, se planteaba la necesidad de adoptar acciones estatales para mejorar la situación y las
posibilidades de desarrollo de la actividad industrial: “El estado debería incentivar a las empresas ofreciendo
externalidades (por ej., entrenamiento de mano de obra) que reduzcan los costos relativos de las industrias más
complejas desde el punto de vista tecnológico y organizativos. El estado también debería actuar coordinando las
acciones del sector privado e incluso arbitrando en los conflictos mediante políticas públicas”.

Pasados los 3 primeros años del modelo, con el estímulo de los flujos de inversiones externas y de
reactivación de la producción y el consumo, comenzaron a aparecer nuevos problemas que trazaron los
horizontes de inquietudes sobre el futuro. Los altos porcentajes de desocupación agudizaron las críticas
sindicales al neoliberalismo. Lo mismo ocurría con las caídas de los salarios. Sin embargo, la UIA no se interesó
por bosquejar un proyecto diferente al neoliberal.

Los efectos negativos de la paridad cambiaria peso-dólar sobre las exportaciones industriales no fueron,
como en el caso de las corporaciones agrarias, un tema central para las entidades del sector manufacturero.
En revancha, adquirió más visibilidad pública el malestar de algunas cámaras industriales frente a lo que
consideraban la competencia ruinosa de los productos brasileros.

Una parte de los empresarios que participaban en la UIA se encontró, al principio de la convertibilidad, con una
situación favorable a sus intereses, diferenciándose de los más perjudicados, pero en el transcurso del
decenioellos también asumieron posiciones más críticas. Su disconformidad comenzó a tener efectos
políticos. Hasta la finalización del gobierno, la UIA no dejó de expresar su posición contradictoria sobre el
neoliberalismo.

En 1999, la UIA, Confederaciones Rurales Argentinas y la Cámara Argentina de la Construcción formaron el


denominado Grupo Productivo, separándose del Grupo de los Ocho, con la intención de influir sobre las
políticas económicas del gobierno que sucediera a Menem. Ante la incertidumbre acerca del ganador en las
elecciones de 1999, el nuevo agrupamiento optó por distribuir sus apoyos en las dos fuerzas con probabilidades de
éxito. La UIA tuvo presencia dual en la arena electoral: Osvaldo Rial, que seguía ejerciendo la presidencia de la
entidad, integró la lista de diputados de Duhalde, en tanto que José Machinea, uno de los “intelectuales
orgánicos” de la corporación fabril, ejercía el papel de jefe de los economistas de la coalición UCR-Frepaso que
postulaba a De La Rúa.Machinea defendía el modelo y sobre la convertibilidad decía: “No se puede reemplazar. El
intento produciría más costos que beneficios”.

ANSALDI – Fragmentados, excluidos, famélicos y como si fuera poco,


violentos y corruptos.

UN RÉGIMEN DE APARTHEID SOCIAL.

El neoconservadurismo-liberal salvaje, la ideología hoy dominante en el país, ha producido una brutal


fragmentación social, traducida en ruptura de los lazos de solidaridad y exacerbación de las
desigualdades sociales. Las distancias que existen entre hombres y mujeres ubicados en diferentes planos de la
pirámide social se han tornado crecientemente mayores.

EFECTOS DEL CONSENSO DE WASHINGTON EN ARGENTINA.

El modelo societal en construcción se inspira en los principios del denominado Consenso de


Washington: una estrategia de estabilización económica definida por el gobierno de EEUU, el FMI y el Banco
Mundial, que persigue reducir el “tamaño” del Estado mediante la privatización de empresas y servicios públicos,
terminar con el déficit fiscal y abrir los mercados nacionales con el objetivo de acrecentar inversiones de capital
extranjero que hagan crecer la economía.

Esas son, en líneas generales, las bases sobre las cuales se asienta la política económica seguida por el gobierno de
Menem desde 1989. Siete años después, los efectos de ella se hacen sentir sobre la sociedad argentina.
Según un informe del Centro de Estudios Bonaerenses, en 1995 el 10% más rico de la población se apropió
del 37% de la riqueza, en contraposición con el 8% que percibió el 30% más pobre.

Si se toman las dos décadas que van de 1974 a 1995, apreciamos claramente el incremento de la riqueza de los más
ricos, de la pobreza de los pobres toda una novedad en la historia del país, el deterioro de la clase media. En
1974, los sectores pobres y medio-bajos se llevaban un tercio de la riqueza. 21 años después, su participación se ha
reducido a un cuarto de ésta. En contrapartida, los sectores de ingresos medios-altos y los ricos pasaron de dos
tercios a tres cuartos. La línea de caída de participación en la distribución de los ingresos de los sectores
pobres y medio-bajos cuanto la de incremento de los más ricos, comienza con el “rodrigazo” y atraviesa
toda la dictadura.
Ésta castiga más a la clase media-baja que a los más pobres. A su vez, las políticas económicas de la
dictadura benefician al 10% más rico del país.

En 1995, el minoritario 10% de argentinos más ricos se lleva la mayor proporción sectorial del reparto de
la riqueza, acentuando así la desigualdad social. Dicho de otra manera: la pobreza se ha extendido y
profundizado.

LA CLASE MEDIA YA NO ES LO QUE ERA.

Es sabido que, en el imaginario social argentino, la nuestra ha sido una sociedad tradicionalmente considerada
de fuerte presencia de clase media. La representación simbólica de la clase media del imaginario nacional era
la “familia de Mafalda”, la creación de Quino: Familia tipo, con un proveedor masculino del único ingreso familiar
ocupado en el sector servicios, madre ama de casa, departamento y una carrera continua y exitosa dirigida a la
provisión del confort familiar (auto, vacaciones, etc.). Esa imagen ha sido debilitada por los cambios de los últimos
lustros.

Torrado señala que entre 1980 y 1995, “la clase media ha disminuido seis puntos;

En 1980 representaba el 46% de la fuerza de trabajo y no padecía desocupación significativa.

En 1995, en cambio, los datos indican un descenso al 40% con una desocupación del 10%”.

En ese lapso, la clase media:

1) conoce la desocupación,

2) sufre un sensible deterioro de sus empleos,

3) vive la extensión de la precariedad,

4) pierde ingresos y niveles de bienestar,

5) se ha tornado vulnerable a la pobreza,

6) ha perdido el poder de transitar la vida en términos de proyecto,

7) en el registro simbólico ve desdibujar sus límites y deteriorar su prestigio de clase. Sin embargo, Feijoó acota que
la clase media aun tiene un nivel educativo más alto que los de abajo.

El nuevo orden económico, político y cultural argentino es generador de nuevas y mayores


desigualdades, las cuales se ven reforzadas por el cierre social, es decir, el proceso por el cual
determinados grupos sociales se apropian de y reservan para sí mismos ciertas posiciones sociales.

La fragmentación social producida por la expansión y la intensificación de la pobreza se aprecia bien en Buenos Aires.
La Capital Federal ha sido un paradigma de ciudad de clase media. En 1996, la imagen se ha hecho añicos: hoy
muestra fuertes contrastes, incluyendo amplios sectores con necesidades básicas insatisfechas, y la
inseguridad gana creciente espacio geográfico-social. Un estudio realizado por Artemio López para el IDEP, de
la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), sobre la base de documentos oficiales (INDEC), da buena cuenta de
ello. Según el mismo, la ciudad presenta tres áreas o cordones diferenciados: norte, central y sur. En el
cordón norte, donde viven los más ricos, el promedio de NBI (necesidades básicas insatisfechas) es de solo el 4% de
la población.
En el cordón sur, el espacio de los más pobres, el nivel de las NBI se cuadriplica, llegando al 17%, y en algunos
barrios supera el 26%.

En el cordón central de clase media-media, las NBI es de 6% de la población residente en el área. Dicho de otra
manera, la geografía de la pobreza porteña se concentra en un espacio cada vez más delimitado y preciso.

Más allá de los indicadores, lo que cuenta es que en Capital Federal y GBA los hogares que sobreviven bajo la línea
de pobreza se han incrementado entre 1991 –comienzo de la convertibilidad- y 1995, del 16 al 17%.

EL INCREMENTO DE LA INFRACLASE.

Si las caídas cuantitativas de las clases medias y obreras son notables, el brutal incremento del “estrato
marginal” es impresionante. Unas y otras inciden fuertemente en el nuevo mapa social del país. Esa
considerable proporción de población marginal constituye un drama humano, un testimonio de la incapacidad
del actual gobierno para solucionarlo y también un problema teórico para las ciencias sociales, en primer lugar
para nominarlos. De allí la aparición de expresiones tales como sector informal urbano (SIU), nuevos pobres
(nupos) u otras.

A propósito, la socióloga británica Rosemary Cromptonse inclina por el término de infraclase: los que se
encuentran en una pobreza persistente y que no son capaces de (y no pueden) ganarse la vida dentro de los
procesos dominantes de producción, distribución e intercambio.

Pero debe quedar claro que la infraclaseno es generada por los cambios dentro del capitalismo. Ella ha
existido y existirá siempre en el capitalismo competitivo. Es esa dimensión temporal la que ha servido al
pensamiento de derecha para sostener que la responsabilidad de la pobreza es exclusiva de los propios
pobres.

La infraclase aparece identificada por una serie de factores relacionados entre sí:

1) aumento de la desocupación de larga duración,

2) incremento del número de hogares con familias monoparentales, en las cuales el progenitor suele ser la madre, 3)
la concentración espacial de los miembros más pobres de la sociedad en áreas urbanas degradadas y en viviendas
miserables proporcionadas por las autoridades locales,

4) la dependencia económica de estos grupos de la provisión pública del Estado de bienestar. El debilitamiento,
cuando no la desaparición de éste y de las formas emparentadas, agrava la condición de vida de la infraclase. Estos
rasgos se asocian con la etnicidad. En el plano del lenguaje, es común la referencia despectiva a “chilotes, paraguas,
bolitas, perucas”.

HOMBRES ERAN LOS DE ANTES.

La sociedad de nuestros días no presenta uno de sus rasgos distintivos extendido hasta comienzos del último cuarto
de siglo, el de la movilidad social ascendente, sino que ha visto aparecer y extender rápidamente una movilidad
social descendente. Está modificando aspectos muy importantes de la cultura de clase, incluyendo la
concepción de la familia y del papel de cada uno de sus integrantes.

La jefatura de la familia, función típicamente masculina y paterna, ha sido erosionada fuertemente y en su


lugar aparece la figura de la mujer –la esposa, la madre-, en tanto principal sostén o fuente de ingreso
familiar.
La desocupación está llevando a muchos varones a la pérdida de autoestima, estados depresivos,
afecciones psicosomáticas, pulsiones de muerte (autodestrucción), pulsiones agresivas o destructivas,
violencia familiar, entre otras patologías.

Desde hace algunos años, es frecuente la reiteración de suicidios de ancianos y ancianas, agobiados por las
insuficiencias de jubilaciones y prestaciones sociales escasas. Otras veces, un padre se suicida o
amenaza con hacerlo, o también se sabe de padres que matan a sus hijos y/o esposas, acto que puede ir
seguido de suicidio.

En opinión de Mariano Ciatardini, eso es explicable por la “crisis social que afecta más a sectores marginales y por
otro lado, los estallidos pasionales”. Un informe de psicólogos y sociólogos señala que el incremento de los
homicidios constituye una explosión provocada por el deterioro del tejido social.

EN ARGENTINA LOS ÚNICOS PRIVILEGIADOS SON LOS NIÑOS.

La situación de una parte creciente de los niños –a los cuales Menem aludía en la campaña de 1989- está
lejos de dar cuenta de una situación de privilegio.

Según una proyección del censo de 1991, más de 1.200.000 niños y jóvenes ubicados en la franja etaria
escolar entre 5 y 17 años no va a la escuela. Esa cifra representa el 14% de dicha franja. La ministra de
educación Susana Decibe reconoce que hay una relación directa entre escolaridad y nivel socioeconómico
familiar, de donde resulta que a las familias más pobres les resulta más difícil enviar a sus hijos al colegio,
aun cuando a veces los envían para que puedan comer en los comedores escolares.

Según una nota periodística firmada por Alejandra Florit, en 1995 se cometió en todo el país más de 700.000 hechos
considerados delictuosos, habiéndose inculpado a autores en sólo 200.000 de ellos. En estos casos, los acusados
fueron casi medio millón de personas, de las cuales, 64.000 eran menores de edad. Todo indica que los menores
marginales y violentos son cada días más y que el crimen juvenil es más feroz. En Bs. As., las edades de
los menores delincuentes bajan considerablemente año a año, al tiempo que más menores delinquen.

Un elemento conexo en este proceso de destrucción de calidad de vida de niños, adolescentes y jóvenes es
el consumo de drogas, que suelen comenzar con los pegamentos y la marihuana, los cuales, cuando se refiere a
jóvenes pobres o de infraclase, se asocian con la inseguridad urbana y, por derivación, con la demanda de mayor
control policial.

ARGENTINA NO ES DINAMARCA…

La metáfora alude a la generalización de la corrupción en el Estado y la sociedad. Sería minusvalorar la


gravedad de tal práctica el reducirla a la única dimensión del Estado o a las que se convierten en noticia periodística,
olvidando la cotidianeidad de las prácticas corruptas. Carlos Nino afirma que desde la época colonial, dos rasgos
caracterizan la historia social del país: el contrabando y el inacatamiento de la ley (incluso por parte de propios
funcionarios).

Hoy, la generalización de la corrupción es, junto al desempleo, un tema de gran preocupación ciudadana. La
corrupción mina la confianza en las instituciones políticas y en la propia democracia, agravándose la situación cuando
no hay sanciones. Al respecto, no deja de ser relevante el hecho de la existencia de 83 proyectos legislativos
presentados en el Congreso Nacional entre 1989 y mediados de 1996, los cuales ninguno se convirtió
en ley.
Una sensación generalizada no es sólo que todos los políticos son corruptos, sino que desde la máxima
instancia política del país se transmiten mensajes demostrativos de la falta de una genuina voluntad de
combatir la corrupción.

Los efectos corrosivos de la corrupción son amplios:

- Se sienten en la economía

- Privando de recursos al Estado

- Distorsionando el mercado

- Operando como un impuesto regresivo

- En la política, restando credibilidad en los políticos, los gobernantes y las propias instituciones;

- En la sociedad, minando el acatamiento de la legalidad y las redes de cooperación y solidaridad;

- En la cultura, generando prácticas y opiniones permisivas de las “bondades” de la venalidad y negativas sobre
la “estupidez” de la observancia de los deberes, las que devienen tradición y refuerzan la continuidad de la
corrupción y dificultan la lucha contra ella.

LA LÓGICA DE LA REINA.

Como forma política de la dominación de clase, la democracia burguesa no termina con la explotación de
unos hombres por otros ni con la desigualdad consecuente. Mucho menos en un país capitalista dependiente.
Pero después de las brutales dictaduras que asolaron las sociedades latinoamericanas durante 1970 y 1980, sabemos
el valor de la democracia. La democracia institucionaliza un espacio para dirimir conflictos, pero no acaba
con éstos. No es bueno confundir el plano de la dominación y la explotación y el de la forma política en que se
ejercen las mismas. La cuestión de la relación entre democracia y exclusión no es nueva. Así planteada es la
neoforma de referir una cuestión clásica, la de democracia y capitalismo. La cuestión tiene su complejidad acentuada
por la intensificación del proceso de globalización planetaria. El mundo asiste hoy a un proceso que acentúa un doble
proceso de desigualdad social: en el interior de cada una de las sociedades y entre cada una de estas.

Una característica de la conflictividad social actual en el país es la ausencia de acción colectiva,


reemplazada por respuestas atomizadas, que a veces tiene por protagonistas a los directos perjudicados.
Sin motivar la solidaridad de clase, pero que más a menudo adopta formas anómicas, incluso individuales,
expresándose como violencia fragmentada y delictiva común, estas formas de acción, derivadas de la exclusión
social, no sólo no favorecen sino que impiden la constitución de actores sociales y políticos y
consecuentemente, de acción colectiva.

La lógica del desarrollo neoliberal conduce a una exacerbación de la conflictividad. La agudización de los
problemas sociales puede llevar a la tentación por la solución militar. No aludo a la apelación a la capacidad represiva
de las FFAA sino más bien a la creciente presencia de policías privadas, al aumento de la venta de armas de
fuego a particulares, a las prácticas justicieras por mano propia y a la intensificación de la represión por
parte de la policía estatal (la de “gatillo fácil”). Lo que aún resta de coacción estatal muestra preocupantes
señales de deterioro, básicamente por una combinación de corrupción y gatillo fácil, cuya manifestación pública
parece ser la de la policía de la Prov. Bs. As. Gran parte de las denuncias de corrupción provienen de los
medios de comunicación. No se trata de un hecho conveniente reflexionar sobre él. Hay quienes celebran ese
papel, que ha dado credibilidad a la prensa, e incluso apelan a ellos como “remedio” a la crisis actual de la
representación, procurando superar la ineficiencia atribuida al Parlamento y los partidos políticos.
La opción no es la mejor: los medios son propiedad de grandes empresas capitalistas privadas, cuyo objetivo principal
es, en tanto tales, la obtención de ganancia, al cual subordinan toda su estrategia.

NOVARO – De Perón a Kirchner.


EL LARGO DECLIVE DE LA COALICIÓN MENEMISTA.

La convertibilidad se había mantenido en pie, aunque se había vuelto evidente su vulnerabilidad a los
cambios del contexto internacional por la dependencia financiera y el sesgo antiexportador. Y también
quedó en evidencia el dilema político en el que ella había quedado atrapada e impedía cualquier
corrección.

Al iniciar su segundo mandato Menem se comprometió a inaugurar la “etapa social” de su proyecto. No pudo
evitar que apenas coronados los éxitos de la gestión anterior con la reelección, las espaldas del gobierno se
cargaran con una acumulación de conflictos internos y un clima de opinión en contra.

Este clima respondía el alza de la desocupación y deterioro de ingresos de los asalariados. Esas tendencias
se revirtieron parcialmente pese a que, a fines del ’95, empezó a recuperarse el ritmo de actividad. Lo que
respondió al hecho de que la crisis había agudizado los problemas de concentración de la economía,
escasez de obra pública y falta de políticas de estímulo a las empresas para tomar personal, que ya
caracterizaban la situación previa a ella. Por lo que no llama la atención que el desempleo siguiera en torno al
13% en 1998. La profundización de la flexibilización laboral aceptada por los legisladores justicialistas a principios
de 1995, tampoco cumplió la función que el gobierno le atribuyó en la generación de empleo. Además, las
denuncias de corrupción, y la falta de avances en la causa AMIA, la explosión de armamentos en Río Tercero y el
asesinato de Cabezas, alimentaron un clima de impunidad.

La protesta social se intensificaba y a la CTA se sumaron en la crítica al gobierno otros gremios que se alejaron
de la CGT para formar el Movimiento de Trabajadores Argentino (MTA).

Los mayores desafíos procedieron del frente interno. La concreción de la reelección tuvo el efecto de abrir
la sucesión del liderazgo peronista, disparando la dispersión de la coalición oficial. Duhalde, el más firme
aspirante a reemplazar a Menem al frente del partido, no tardó en anunciar sus aspiraciones
presidenciales y tomar distancia del neoliberalismo, en su óptica responsable de las demandas desatendidas.
También Cavallo se alejó del menemismo con vista a la sucesión presidencial. El ministro, a la par de
conformar un equipo de colaboradores que excedía ampliamente su propia cartera, supo tejer una red de apoyos,
pero la reelección bloqueó sus aspiraciones.

Buscando respaldo empresario, exigió el ajuste de gastos ineficientes y la eliminación de “bolsones de


corrupción” en las provincias y las políticas sociales. El gobierno reaccionó planteando la incompatibilidad
entre la etapa social y su continuidad en el gobierno. Luego de varios entredichos y acusaciones de
corrupción, Cavallo renunció. Si bien al hacerlo logró capitalizar varias demandas contra la corrupción y dar
impulso a un nuevo partido (Acción por la República), y logró recoger amplias adhesiones en la clase
media y sectores de negocios.

Menem designó en su reemplazo al ortodoxo Roque Fernández, quien anunció que no había que preocuparse
porque la economía funcionaba “en piloto automático”. Su fórmula era dar confianza a los inversores y
aguantar los desequilibrios: fuera por aumento de productividad y por deflación de precios, la sobrevaluación del
peso se irá corrigiendo.

La estrategia de Fernández dio los resultados esperados en la preservación de los apoyos que el gobierno
necesitaba para evitar el cerco que amenazaban imponerle las cada vez más nutridas huestes de la oposición política
y sectorial:
en 1º lugar, el de los organismos internacionales, en particular del FMI, que se había convertido en garante de la
convertibilidad, y siguió otorgando préstamos pese a que el gobierno no pudo cumplir ningún compromiso,

en 2º lugar, el de los grupos económicos que acumularon un enorme poder. El éxito de esos grupos no se basaba en
su competitividad, sino en la captación de rentas en mercados monopólicos. Era el caos de las privatizaciones, 50%
de las cuales había caído en manos de sólo 10 grupos; selecto club en el que los argentinos eran predominantes:
tenían el 40% del total. De los servicios que seguían siendo estatales, algunos fueron objetos de reformas no
acompañadas de inversiones (tal es el caso de la educación con la nueva ley federal), y otros lo fueron de
transacciones patrimonialistas, que empeoraron una situación aún penosa (tal fue el caso de los planes sociales, las
obras sociales y la justicia).

LA OPORTUNIDAD DELA OPOSICIÓN.

La 2da mitad de los ’90 ofreció a las fuerzas de oposición oportunidades de desarrollo que no habían conocido
en el quinquenio anterior. Las preocupaciones de la opinión se volcaban ahora a temas socialesy
republicanos, en los que el gobierno era más débil: desocupación, corrupción, abuso de poder. Por otro lado, el
oficialismo seguía teniendo en sus manos un amplio poder institucional, y también económico, y
enfrentando una oposición dividida sería muy difícil que perdiera la mayoría. La conjunción de estos dos
factores alentaría la formación de la Alianza entre la UCR y el Frepaso, en agosto de 1997. Ella resultó de un
acuerdo entre Carlos Álvarez –quien había vuelto a tomar el control del Frepaso- y los líderes radicales
Alfonsín, Terragno y De la Rúa. La alianza les permitiría disipar las esperables resistencias de sus bases y el
recuerdo de lo que habían dicho hasta muy poco antes, para asumir un programa que hiciera eje en los déficit
sociales e institucionales del modelo económico y asumiera la lección de 1995: ninguna opción que generara dudas
sobre la preservación de la Convertibilidad podría disputarle con éxito al gobierno, a Duhalde y a Cavallo, el favor del
electorado moderado, aquel que no era peronista, que veía virtudes y defectos en la experiencia de Menem.

Para desplazar al PJ del poder, la Alianza apostó a corregir aspectos del “modelo” preservando lo
esencial (la convertibilidad, la apertura comercial y las privatizaciones) bajo el supuesto de que ello era en sí
viable y que a través de mejoras sectoriales podría fortalecerse el crecimiento económico, la creación
de oportunidades de empleo y la redistribución social.

La “Alianza por el Trabajo, la Justicia y la Educación” rindió su primer test a poco de formarse y con éxito: en las
parlamentarias de 1997 sumó el 42% de los votos contra 33% del oficialismo. La armonía que parecieron
lograr los aliancistas y su consagración como nueva mayoría en el país, sumadas a las disputas internas del PJ
parecieron despejarle a aquéllos el camino a la presidencia, que estaba a punto de definirse. Las internas se
realizaron a fines de 1998 con gran concurrencia de votantes (2.000.000 de personas), y se impuso el radical De la
Rúa con el 60% de los votos contra Graciela Fernández Meijide, del Frente, quien fue reemplazada en la
vicepresidencia por Álvarez. La “centrificación” del discurso económico del Frepaso impulsada por Álvarez a partir de
1994 tuvo un papel esencial en el éxito de la fuerza, acercando a votantes que, aunque críticos del menemismo,
no se dejaban seducir por la idea de volver atrás con las reformas ni por cambios que pudieran reabrir
un escenario de inestabilidad económica e institucional, sin ofrecer en compensación muchas garantías
en términos de crecimiento y distribución.

En cuanto a la UCR, pese a la popularidad de su presidente Terragno, y de Dela Rúa, desde 1996 jefe de gobierno
porteño, el partido estaba bajo el control de Alfonsín.

Consagrado en las internas, De la Rúa se fortaleció en las preferencias para las presidenciales. Pero ello no
alcanzaría para evacuar las dudas existentes respecto a los mecanismos que se utilizarían para formar
gobierno y tomar decisiones una vez en el poder, y para resolver las diferencias que existían entre las
fuerzas aliadas y sus líderes más destacados. Requerían una delicada ingeniería parlamentaria y del gabinete y
un ajustado manejo de la relación entre funcionarios de gobierno y dirigentes partidarios, que permitieran prevenir
conflictos antes de que estallaran, debatir conjuntamente las políticas de gobierno que se pondrían en marcha en las
áreas clave, así como distribuir responsabilidades y articular equipos conjuntos en la gestión.

Mientras tanto, la derrota del PJ había debilitado más a Duhalde que a Menem, por lo que el presidente
aprovechó la oportunidad para intentar habilitar una segunda reelección, forzando la interpretación de la
constitución de 1994 (solo aceptaba dos mandatos consecutivos). Este intento fue contenido por la oposición
interna a través de un recurso también reñido con las normas constitucionales: Duhalde convocó a un
plebiscito sobre una hipotética nueva reforma constitucional, un mecanismo no previsto en la Carta Magna, pero que
le permitía movilizar a la opinión pública antimenemista, a esa altura muy mayoritaria.

Si bien la crisis de la coalición oficial y la disputa permanente en el PJ lo deslegitimaban frente a la opinión como “el
partido de la estabilidad”, también era un obstáculo para la oposición aliancista. La emergencia de una figura
peronista de recambio, alejada del gobierno, afirmada en el reclamo social, volvía remota la posibilidad de que esa
fuerza fuera a perder el apoyo de una gran porción de sus electores tradicionales de sectores populares. A la vez,
Cavallo estaba atrayendo a una parte de los que desde la centroderecha habían apoyado a Menem en
1995, limitando las chances de la Alianza de hacer pie en ese sector.

1999-2001: ALTERNANCIA POLÍTICA Y CRISIS ECONÓMICA.

Los comicios de 1999consagraron a lacoalición opositora, pero confirmando sus límites: le otorgaron la
presidencia, con el 48%, mientras que para diputados recibió menos votos que dos años antes. El candidato
peronista, Duhalde, debió reconocerse derrotado. Pero el Senado no cambió en nada y el saldo a nivel
provincial era desfavorable para la coalición: controlaba sólo 6 provincias y Buenos Aires, mientras que el
peronismo lo hacía en 14.

El cuadro de empate institucional en un contexto de crisis exigía demasiado a los liderazgos y los
patrones de comportamiento de los partidos argentinos, y ofrecía muy poco en términos de las políticas que
hacía posible implementar. La Alianza estaba enfrentada a la necesidad de resolver una fórmula de convivencia
con el peronismo. A poco de andar, surgieron en su seno dos posturas discordantes al respecto. De un lado, la
mayor parte de los radicales (e inicialmente a algunos del Frepaso, como “Chiche” Álvarez), creían que la
solución era negociar una fórmula de convivencia y gobernabilidad. Esto parecía posible en la medida en
que se mostraron dispuestos a colaboraciones puntuales a cambio de favores del gobierno. Tan es así
que, a lo largo de 2000, legisladores del PJ facilitaron la aprobación de algunas leyes de emergencia
requeridas por De la Rúa, mientras la UCR y el Frepaso se mostraban cada vez más renuentes a hacerlo.

La otra postura, que dominaba al Frepaso, y fue progresivamente abrazada por Álvarez, no era menos ilusoria.
Consistía en la apuesta por una reorganización completa de los alineamientos y clivajes políticos. En estos
términos, la Alianza no debía concebirse como coalición de partidos sino como superación del
bipartidismo en decadencia. Esta posición no desconocía los problemas que generaba el “empate” que
habían arrojado las urnas. Ponía la vista en la posibilidad de aprovechar la crisis del PJ para cooptar
alguno de sus fragmentos, o en atraer a otras fuerzas, fuera Acción por la República de Cavallo o partidos
provinciales. Uno de los problemas de estas posibles alianzas era que cada una exigía orientaciones de gobierno
disímiles. La única política que podía actuar como denominador común era la lucha contra la corrupción.

De todos modos, fue en el terreno económico donde se reveló la inviabilidad de la gestión aliancista. No
existían ni los recursos ni las condiciones de negociación con los actores políticos y económicos que se requerían para
algunas de las “correcciones” previstas en el programa de la Alianza. La estimación de que se produciría un rebote
del nivel de actividad gracias al inicio de la nueva gestión, a la vez que estimularía las inversiones, el
empleo y las exportaciones aún guiaba los pasos del presidente. Aunque esos estímulos en concreto
debieran esperar hasta que se los pudiera financiar y negociar, De la Rúa apostó sus fichas a generar
ese rebote con gastos.

El dólar se había valorizado enormemente en los país con los que comerciaba Argentina (Brasil, Chile y
europeos); y el peso de la deuda externa se había incrementado (pasó de U$S 80.000 millones a 120.000,
llegando a representar el 40% del PBI y 7 años de exportaciones) y sus vencimientos se acumulaban en el
período que se abría. Mientras estaba creciendo el déficit público: llegó a los 7.000 millones en 1999 para el
Estado nacional, debido en su mayor parte a la carga del sistema previsional remanente en sus manos, a lo que se
sumaban alrededor de 3.000 millones de las provincias. En la necesidad de financiarlo, el Estado había desplazado
a los privados del mercado financiero y estimulado un alza sostenida de las tasas de interés. A lo que hay
que agregar la creciente desconfianza de los organismos internacionales. La Argentina ya no concitaba ni
interés ni confianza, y se reflejaba en el “riesgo país”.

A todo eso se agregó unas medidas del gobierno saliente (Menem):

- aumento del endeudamiento y del gasto

- asunción de compromisos con empresas concesionarias de servicios, gobernadores y sindicatos que afectaban
los recursos fiscales y los márgenes de maniobra a disposición de la nueva gestión, y lo que fue sin duda más
determinante, el impulso y la aprobación de la llamada “ ley de responsabilidad fiscal”, que estableció el
compromiso de reducir el déficit nacional en los siguientes 4 años, hasta eliminarlo en 2003. Esto ató
al gobierno nacional en un aspecto que el peronismo disfrutó con amplia libertad

Su 1º ministro de economía Machinea, imaginó que era posible realizar ajustes mejorando ingresos y
controlando los gastos. Una brusca disminución del déficit reduciría las tasas de interés, lo que podía tener
un efecto expansivo sobre la producción y el consumo. Pero las medidas no dieron ese resultado.Hacia
marzo de 2000, ya se había corregido el diagnóstico inicial:

- la recesión afectaba la recaudación más que compensando los ingresos extra obtenidos por el incremento del
impuesto a las ganancias (medidas que tuvo fuertes críticas)

- el gobierno debió recurrir a un nuevo endeudamiento, y entró en conflicto con las provincias y con sus
propias fuerzas al verse obligado a hacer un fuerte recorte de gastos.

- n mayo se decidió una reducción de sueldos en la administración nacional de entre el 12 y el 15% a partir de
los $1000 de ingreso neto.

- Se hizo efectiva aunque no exhaustiva: los poderes judicial y legislativo fueron exceptuados; excepciones en
otras áreas hicieron inequitativo y parcial el resultado.

- Se incluyó también en el paquete de anuncios la desregulación de obras sociales, la modificación de marcos


regulatorios y contratos de concesión de las empresas privatizadas, de modo de reducir tarifas y mejorar los
controles, y una amplia “reforma política” dirigida a bajar los gastos de las legislaturas y los concejos
deliberantes de todo el país, combatir el clientelismo y la corrupción. Pero el efecto de estos anuncios no fue
el buscado: la mayoría fueron resistidos y no se concretaron.

Hacia mediados de 2000, las ideas reformistas que sugería como mejor solución para los problemas del
país la introducción de correcciones en el modelo de convertibilidad estaban ahora en franca retirada.Se
imponían en su lugar dos lecturas opuestas:
- la primera sugería volver a la más pura ortodoxia, que había inspirado en sus orígenes el programa de
reformas de mercado

- la segunda proponía abandonarla, suponiendo que era la causante de todos los males, sin que quedara muy
claro qué consecuencia ello traería para el régimen de convertibilidad.

Ese nuevo clima además estuvo signado de demandas sociales. Los piquetes y cortes de ruta se
multiplicaron. A medida que se profundizaba la recesión, el gobierno perdió el apoyo de la opinión y se
magnificó el impacto de las voces que reclamaban terminar con los perjuicios ocasionados por el
régimen económico vigente. Fue en estas circunstancias que estalló el conflicto, ya desde un principio planteado
entre De la Rúa y Álvarez, respecto del liderazgo y el tipo de coalición que se requería y podía construirse para
sostener al gobierno. La situación se tornó explosiva en agosto de 2000 a raíz de la denuncia periodística del
pago de sobornos que habrían hecho funcionarios de gobiernos a senadores nacionales, tanto del PJ
como de la UCR, para aprobar la reforma laboral. Cuando a principios de octubre De la Rúa intentó dar por
terminada la cuestión y reforzar su autoridad anunciando un recambio ministerial que reubicaba a figuras clave de su
entorno y desplazaba a ministros y secretarios a él poco confiables, Álvarez renunciaba a la presidencia y la coalición
quedó al borde de la ruptura. De la Rúa lograría así poner más distancia entre el gobierno y los partidos,
conformando un aislamiento que terminaría agravando su situación como cabeza de una ciudadela
sitiada. La renuncia de Álvarez selló la inviabilidad del Frepaso.

De la Rúa intentaría hacer solo lo que no había podido hacer con Álvarez: capear la crisis, lo que le resultaría
imposible. Machinea aún sobrevivió un tiempo en su puesto, al lograr la aprobación de un nuevo paquete de
ayuda externa (que se denominó “blindaje”). Pero en su condición de “ministro aliancista” no merecía la confianza
de Dela Rúa,quienlo reemplazó en marzo de 2001 por López Murphy. Éste anunció un ajuste consistente con
la idea de que sólo eliminando el déficit se podrían crear las condiciones para una recuperación.

La renuncia de varios referentes aliancistas y las críticas precipitaron su salida, lo que habilitó el regreso
de Cavallo al ministerio.

Durante esos largos nueve meses (marzo a diciembre de 2001), Cavallo intentó casi todo:

- el ansiado “déficit cero” a través de impuestos de emergencia

- nuevos paquetes de ayuda de los organismos internacionales

- flexibilizar la convertibilidad reemplazando la equivalencia con el dólar por una canasta de monedas

- crear nuevos subsidios para proveer la competitividad a sectores industriales

- un “megacanje” que postergó varios años los vencimientos de la deuda más cercanos, a un elevado costo en
intereses

- el intento de habilitar una renegociación “no amistosa” de toda la deuda, que se anunció implicaría
reducciones de capital e intereses. Consumió así su prestigio, de manera que quedó tan aislado como De la
Rúa.

En las elecciones de octubre la Alianza obtuvo 4.500.000 votos menos (en la que se beneficiaron el ARI, una
confluencia de ex radicales y frepasistas, la izquierda tradicional, entre otros). Ya semanas antes de la votación se
había iniciado la fuga de capitales que se profundizó en noviembre, cuando se supo el rechazo del FMI a
seguir financiando la convertibilidad.
Cavallo anunciaría un “corralito financiero”, que apuntaba a frenar el drenaje de fondos, limitando fuertemente los
movimientos bancarios y cambiarios. La medida preveía normalizar la situación, pero las protestas de los
consumidores y pequeños ahorristas se generalizaron, y De la Rúa se derrumbó.

DICIEMBRE DE 2001.

Fue en el marco del caos generalizado resultante del “corralito” que la convertibilidad perdió el prestigio
social de que había gozado desde que lograra frenar la inflación.

En las protestas, convergieron todavía las expectativas de que De la Rúa cumpliera el imposible compromiso
de sostener el modelo, con las cada vez más numerosas que veíanen él sólo la fuente de su exclusión y
frustraciones, y les exigían a las autoridades una no menos impracticable “salida sin costos”. Es indudable que
sectores del peronismo alentaron la ola de saqueos que dio el golpe definitivo al gobierno . Pero eso no
quita que las protestas y sobre todos las movilizaciones del 19 y 21 de diciembre fueran espontáneas.

Entre fines de 2001 y principio de 2002, el país tendría 4 presidentes peronistas.

1- Ramón Puerta, no logró los apoyos necesarios para hacer de su apresurada asunción el paso hacia una
presidencia más que transitoria.

2- Adolfo Rodríguez Sáa, gobernador de San Luis, quien tras intentar violar el acuerdo sellado con sus pares del
PJ, que lo habían consagrado en la Asamblea Legislativa a condición de que declarara la moratoria unilateral
en el pago de la deuda, devaluara la moneda y realizara elecciones en un plazo de 90 días manteniéndose
prescindente en ellas, fue abandonado a su suerte en la residencia veraniega de los presidentes, en
Chapadmalal, rodeada de piqueteros y sin protección policial alguna: escapó por los pelos, se refugió en su
provincia y presentó su renuncia.

3- Eduardo Camaño, quien finalmente los primeros días de enero, cedió el poder a su jefe Eduardo Duhalde, que
gobernó hasta fines de 2003.

LA GESTIÓN DE DUHALDE: AJUSTE Y REACTIVACIÓN.

El curso de la crisis pronto mostraría que no todo seguía siendo igual que en el pasado:

En 1º lugar, porque el sectorpúblico no sería, por primera vez en décadas, el pato de la boda del ajuste de
precios relativos y la licuación de pasivos: hubo por cierto sectores empresarios beneficiados. Al asumir,
Duhalde fue consciente de que ya no había escapatoria a la decisión de devaluar. El presidente completó,
con la devaluación (la ley se aprobó el 6 de enero), la ruptura de la convertibilidad que había iniciado el
corralito, y seguido la declaración del default. Durante las primeras semanas Duhalde y su ministro de
economía Jorge Remes Lenicov, se mostraron dubitativos respecto al curso a seguir. En principio apuntaron a
desdoblar el mercado cambiario, pero ante el disgusto que la decisión despertó en sectores empresarios,
se optó por liberarlo totalmente. Se prometió una rápida renegociación de la deuda y los contratos de
servicios, así como compensaciones a los bancos, los ahorristas y los endeudamientos en dólares. No tardó mucho
tiempo en advertirse que no sería posible satisfacer a todos. Pero tampoco era fácil fijar límites a las
compensaciones exigidas, atender ciertos reclamos y desoír otros. El trámite de lo que se conoció como “pesificación
asimétrica”: convertir de dólares a pesos tanto créditos como depósitos, de manera de salvar el sistema financiero,
distribuyendo los costos de la devaluación de modo “equitativo” entre bancos, ahorristas y deudores.

Pero la clave era con qué tipo de cambio y con qué intereses y plazos se reformularía cada uno de esos contratos. El
gobierno primero intentó convertir los depósitos en dólares atrapados en el corralito según la tasa inicial
de devaluación (40%), reprogramar su devolución en función de los montos (entre 2 meses y 4 años de
plazo), y fijar muy bajas tasas de interés. La presión de deudores y ahorristas sobre el Parlamento fue
tan masiva y violenta que las autoridades decidieron elevar el techo por debajo del cual las deudas se pesificarían
“1 a1” e incorporar un mecanismo de actualización de depósitos según el índice de inflación. La Corte Suprema avaló
esta actitud (que alentó al dólar a trepar por arriba de los 3$ y al Ejecutivo a iniciar juicio político a todos sus
miembros). Los costos para el Estado, y las compensaciones que él debería otorgar a los bancos para evitar que
cerraran sus puertas, se elevaron consecuentemente. Algunos multimedios endeudados en dólares
alimentaron la agitación y los rumores para forzar al gobierno a otorgarles tratos preferenciales. Recién
en abril de 2002, y en virtud del reemplazo de Remes por Lavagna, se comenzaría a ordenar la relación con los
bancos.

El gobierno fue más eficaz a partir del ingreso de Lavagna para lidiar con los otros frentes abiertos. En primer
lugar, dilató la prometida renegociación de la deuda, logrando para ello la aquiescencia de los organismos
internacionales, en particular del FMI. Este aval fue alentado por el pago puntual de intereses y capital
de las deudas contraídas con ellos. Si bien persistir en el default del resto de la deuda prolongaba la exclusión
del país del mercado de capitales, se privilegió equilibrar las cuentas públicas, algo inalcanzable si se reasumían
pagos por bonos colocados entre millares de ahorristas locales y extranjeros. Las cuentas públicas merecieron la
mayor atención en los meses que siguieron: el gobierno ya había reimplantado retenciones a las
exportaciones y mantuvo congelados gastos, jubilaciones y salarios durante el resto del año.

En cuanto a los desocupados, recibieron el plan “Jefes y jefas de hogar”, y percibieron $150 por mes. Por otro lado,
Lavagna también dilató la renegociación de los contratos de provisión de servicios públicos, lo que evitó
que las tarifas, que seguirían congeladas por largo tiempo, alimentaran la inflación.

Lo que más ayudo para que Duhalde pudiera administrar la crisis fue que la responsabilidad de todo ello
podía descargarse en los desmanejos de Dela Rúa. PeroDuhalde no pudo escapar al debate respecto de su
legitimidad de origen, ni al reclamo de elecciones anticipadas para todos los cargos. La división en el PJ entorpecía
una rápida salida electoral. El PJ debía destrabar la sucesión del liderazgo. De esta manera, el duhaldismo, contando
con respaldos firmes sólo en el distrito bonaerense, se vería obligado a buscar soluciones con el marco constitucional.
Ya se había dado un paso en esa dirección cuando la Asamblea votó una ley para realizar elecciones presidenciales
con el sistema de lemas. Ello no era compatible con las normas constitucionales reformadas en 1994, ni con las
demás leyes electorales, pero le ofrecía al PJ una vía para convertir su problema de fragmentación en un recurso para
asegurarse una mayoría. Por lo que no es de asombrarse que esta opción volviera a circular tras la asunción de
Duhalde, impulsada ahora por otras figuras que aspiraban a sucederlo, como De la Sota. Era resistida por Menem,
que en la crisis creyó encontrar la oportunidad para volver al poder. El camino que podía llevar a Menem de
vuelta al gobierno tenía estación obligada en su ungimiento como candidato único del partido, en una interna.
Finalmente, forzado por estas presiones cruzadas y por la muerte de 2 manifestantes durante una
represión militar en un piquete, Duhalde anunció la convocatoria a elecciones anticipadas, pero recién en
marzo del año próximo, dando tiempo a la realización de internas en los partidos. Las internas abiertas tenían por
finalidad evitar que la disputa se definiera en la consulta exclusiva a los afiliados peronistas, donde Menem tenía más
posibilidades, y ofrecer una vía intermedia que fuera aceptada por todos los contrincantes, o al menos por los más
relevantes.

En 1º lugar, los otros aspirantes que no se alineaban con los grandes caudillos y cifraban sus expectativas
en el voto independiente se resistieron a participar de cualquier instancia de selección de candidatos.

En 2º lugar,Duhalde necesitaba hallar un candidato para oponerse a Menem. Él mismo se había excluido al
asumir al gobierno, y no convenció a Reutemann. Quien sí lo aceptara, De la Sota, no lograba trepar en los
sondeos. Cuando los tiempos se acortaban, tras un cruce de maniobras el Ejecutivo emitió un decreto modificatorio
de la convocatoria electoral en el que se suspendían las internas y se postergaba la realización de las presidenciales a
abril del año siguiente. Poco después, el congreso nacional del PJ, aprobó una resolución que permitía a los
sectores partidarios que así lo desearan presentar sus propias candidaturas a la presidencia, y establecía
que el partido oficialmente no reconocería ninguna de ellas. La salida encontrada difería, entonces, la resolución de la
puja peronista a la elección general en la expectativa de que al menos uno de los candidatos del PJ llegara a la
segunda vuelta, y que no fuera Menem. Poco después, en enero de 2003, Duhalde anunciaría su apoyo a Kirchner.

Menem obtuvo un modesto primer puesto con el 24% de los sufragios, contra 22% de Kirchner. Pero el
riojano no logró recuperar respaldos fuera del peronismo. Ello explica que en la 2da vuelta previera un resultado muy
desfavorable: Kirchner atraía sin mucho esfuerzo las distintas vertientes del antimenemismo. Por eso,
Menem se bajó, negando a Kirchner y Duhalde la chance de derrotarlo en las urnas.

EL NUEVO TRANSFORMISMO PERONISTA.

El 25 de mayo de 2003 Néstor Kirchner asumió la presidencia de la nación . Duhalde se constituyó en su principal
respaldo y le heredó un ministro de economía, otros miembros del gabinete y una política de
saneamiento de las cuentas públicas, contención de la inflación y aliento a las exportaciones que
permitiría a la Argentina recuperar en los siguientes dos años gran parte del terreno perdido desde
1998.

¿Cómo lo había logrado?

El practicado entre diciembre de 2001 y principios de 2002 constituye un caso único en la historia argentina
reciente de ajuste ortodoxo política y económicamente exitoso:

- devaluación, seguida de contención del gasto, de salarios y jubilaciones

- licuación de pasivos públicos y privados

- prioridad otorgada al superávit fiscal

- establecimiento de un tipo de cambio competitivo y saneamiento financiero.

- Un contexto externo favorable, que combinaba demanda en alza y precios elevados de los productos
exportables, y bajas tasas de interés.

Fue sobre esta base que, al asumir, Kirchner trazó su propia estrategia para compensar los costos
asociados, a través de políticas de orientación “progresista” en otros terrenos:

- correcciones en los gastos, salarios y jubilaciones, posteriormente.

- La reapertura de los juicios por violaciones a los derechos humanos

- el recambio de figuras desprestigiadas del poder judicial

- un discurso confrontativo frente a los tenedores de bonos defaulteados, los organismos internacionales de
crédito, las empresas privatizadas y otros beneficiarios de las reformas de los ’90,

- la política exterior norteamericana y europea, se inscriben en el primer caso. Con esas banderas, ganó el
apoyo de sectores progresistas y de centroizquierda.

Sin embargo, la retórica radicalizada no fue acompañada de decisiones concretas: no se reestatizaron servicios,
con excepción del correo (“transitoriamente”), se buscó siempre el apoyo de EEUU y organismos al plan de
renegociación de la deuda, etc.
La tensión entre un discurso confrontativo y decisiones políticas moderadas no representó un problema para la
creación de consenso:

- En 1º lugar, porque los resultados económicos le dieron la razón: se redujo las tasas de pobreza de más de
50% a alrededor del 40% en el espacio de 2 años.

- En 2º lugar, colaboró a ello el alineamiento de los sindicatos, estimulado con generosos aportes a las obras
sociales.

Los resultados de las presidenciales de 2003 fueron reveladoras: Kirchner había recibido apoyo de votantes
peronistas históricos, en Buenos Aires, el sur del país y otros distritos pequeños, pero también de
independientes y centroizquierdistas. El principal perjudicado de ello fue el ARI.

La situación era novedosa: por primera vez la “promesa” de un peronismo progresista se estaba concretando. El
peronismo no tardaría en rodear al presidente de forma más orgánica, proveyéndose de recursos institucionales (en
las cámaras, las provinciales, etc.), y de respaldos firmes a sus iniciativas.

Ello tuvo su correlato electoral: en las parlamentarias de 2005, obtuvo una victoria en Buenos Aires (46% de los
votos), enfrentando al PJ local, duhaldista, que sólo sumó el 20%.

La formación de un nuevo liderazgo parece poner fin a la fragmentación interna. Perduran interrogantes
acerca del formato que adoptará este nuevo liderazgo. A diferencia de lo sucedido en los ’90, en que el menemismo
condujo al PJ manteniendo amplia diversidad de voces, el kirchnerismo no ha dado señales de prever un resultado
igual: se ha mostrado irreductible desde un principio hacia figuras como las de Menem y Rodríguez Sáa,
y más reciente hacia Duhalde.

La experiencia de diciembre de 2001 y la gestión de la crisis en los años siguientes arrojan un saldo
favorable al predominio del PJ, y la ausencia de alternativas opositoras capaces de formar mayorías y
gobernar. Independientemente del éxito que pueda alcanzar Kirchner en ampliar y fortalecer su coalición de apoyo,
es difícil imaginar una amplia coalición opositora.

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