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UMBR AL E S

Colección disid a por Jean-Fran<;ois Bayart


lermndo Escalante (Jonialbo y Claudio Lomnitz

Sucede con frecuencia que lo mejor, lo más original


e Intetesante dr lo (|ue se escribe en otros idiomas. tarda ÁFRICA EN EL ESPEJO
mucho en traducirse al español. O no se traduce nunca.
Y desdi' luego sucede con lo mejor y lo más original COLONIZACIÓN. CRIMINALIDAD
que se h.i escrito en las ciencias sociales de los últimos Y ESTADO
veinte o ircinta años. Y eso hace que la discusión
publica en los países de lubla española termine dándusc
en los. términos que eran lubitujles en el resto del
mundo h ite dos o tres décadas. La colección Umbrales TVudwícfów
tiene d propósito de convmrar a llenar esa laguna, y J uan Josl Utkilla
pre-.« nt ar en español una muestra significativa deí
trátalo de los académicos mis notables de los últimos
tiempo», tu antropología, sociología, ciencia política,
historia, candios culturales, estudios de género-

FONDO DE CULTURA ECONÓMICA


PRÓLOGO

Recuperar el proyecto de una sociología histórica del Gsta-


do; para eso sirve este libro y eso hay que aclararlo antes
de hacernos cargo de preguntas simples com o ¿por qué
Africa?; ¿quién es Jean-Franqois Havart? O de oirás más
complicadas, como ¿no bastaba ya con los estudios posco­
loniales, los estudios subalternos, V ios que se acumulen
en lo que resta del año? Es preciso recordar el sentido de
aquel proyecto, ya que en las condiciones actuales del de­
bate público muchos han creído que es posible desenten­
derse de los grandes temas de la tradición sociológica para
comprender a las sociedades de la periferia del mundo. V es
que hoy circulan ofertas intelectuales para todos los gus­
tos: para los espíritus prácticos está el paradigma de la
“buena gobernanta", donde siempre habrá alguna receta
para “conseguir el arreglo institucional correcto” que será
el inicio de la senda del desarrollo. Bien seo. con énfasis en
las instituciones, en la elección racional, o en una combi­
nación habilidosa de ambas, con el beneplácito de las ins
tituciones financieras internacionales y con la excusa de
que basta con teorías de alcance medio, parecería que no
hay problema público que no pueda ser comprendido por
ese paradigma.
Para quienes, en cambio, prefieren ver el m undo a partir
de una idea de la dignidad humana, están diferentes varian­
tes del neocontractualismo, que en el campo jurídico so nr
dena desde los derechos hum anos, y en el dr la política
desde el consenso democrático. Para ellos bastará con una
dosis de “voluntad política", combinada con otra de “cultu­
ra cívica", para hacerse cargo de cualquier cusa. No hay que
ser enem igo de la democracia, ni de los derechos humanos.
10 P R 0L0 Q 0 KKÓtOOO II

ni Je b idea de que las políticas públicas sean eficientes, f0nsen5O social que han impuesto, como pbtillos princi-
para reconocer que las imágenes del mundo social que nos ,le5 — y u veces únicos— de las agendas de investigación,
ofrecen esos dos paradigmas son insuficientes para dar , las políticas publicas y la democracia. Mientras nuestra
cuenta de Ij complejidad de la cuestión del Estado Si algo reflexión sobre las sociedades contemporáneas no vaya más
nos ofrece la obre de Rayan, es la prueba de que en la tradi­ allá de esos dos temas, por importantes que sean, seremos
ción sociológica, ron todos sus ires y veniros, podemos re­ incapaces de reconocer b compleja y riquísima textura de lo
conocer y hacernos cargo de esa complejidad. que solemos denominar con la majestuosa, y casi siempre
El tema que aparece en primer plano en los textos aquí engañosa, categoría del Estado.
reunidos es el de la dependencia, y no por un afán de so­ Lo primero es la historicidad del Estado, cuya compren­
lidaridad con los pueblos oprimidos, sino como resultado sión es posible solamente cuando una disposición para el
de una estrategia para comprender el lugar de Atrita en el trabajo empírico se combina con una vocación pare dialo­
mundo. Constáramos que hay una enorme diversidad en las gar con los clásicos. No Hay duda de que el espacio donde
modalidades de la dependencia, y aun asi quedamos con­ ello es más fructífero es el de la sociología histórica, que es
vencidos de que isa sigue siendo una categoría fuerte para una combinación siempre difícil. Por un lado, involucra
caracterizar el lugar que unas sociedades ocupan respecto a una parte del mundo de los historiadores, aunque no la
de otras en rl orden mundial. Con iodo, lo más imponante más vistosa y reconocida, o sea Li que se lia esmerado en
cu la mirada de Bayart es la ruptura con la mirada estrile- mirar los procesos de formación del Estado como una vu o -
mralhta q w ha dominado en las principales versiones de tion siempre abierta: los Estados no se crean de una vez y
b icurn de la dependencia. Cuando se renuncia a la idea para siempre, sino que están suktos a un constante proceso
de que la dependencia en un tipo de relación universal, que de (trans)fnrmarión Sobre todo, los Estados no son sólo
recuín de manera ineludible del funcionamiento de un producto de los pactos a los que pueden llegar inores i ele­
‘\htrm a" w hace posible comprender el modo en que las vantes en momentos estelares (como el dt la apiobación de
cociedades periféricas han contribuido de manera activa a una constitución). La formación del Estado s p da también
producir su propia dependencia. Esto podrá resultar incó­ por esa infinidad de pequeños encuentros (en un control
modo para quienes sólo pueden ver en b dependencia una fronterizo, rn el arreglo que resulta di* una movilización
relación entre victimas y victimarios: pero pam una parte social, en el deslinde de una propiedad): ese universo in­
imponante de la sociología contemporánea eso equivale conmensurable (perú teóricamente inteligible) de prácticas
simplemente a utilizar el concepto de agencia en el análisis e interacciones que producen el "efecto Estado”.
de cualquier proceso social. Parece sencillo, pero el resulta­ Por otro lado, está b recuperación de esa parte de la
do es una imagen mucho más verosímil Jc l modo en que se reflexión sociológica que ha querido dialogar con la his­
ha construido, y re transforma, la condición de dependen­ toria, desde Max Webcr hasia Reinhard Uendix. posando
cia de Us sociedades africanas. por Norbert Elias y Rarrington Moorc Ir. Nuestro autor
En forma paralela a b cuestión dr la dependencia, y se suma a esa lista con el cometido de estudiai c! Estado
como otra cara del mismo fenómeno, está el tema de la for en una periferia, olii donde muchos pensarían que, simple
marión del Estado. Tema que. insistimos, ha sido opacado y sencillamente, no liay Estado, bl tema de la rceorwtruc
por la urgencia de resultados" y por la fascinación por el cion histórica de la formación del Estado, como problema
r n ó lo r . n PRÓLOGO II
u

sociológico, se enfrenta con un enorme obstáculo en las var la dimensión criminal de los Estados centrales de hoy,
condiciones del debate actual: a propósito de las llamadas no ccmo justificación de lo que ocurre en Li periferia, sino
transiciones democráticas, el pensamiento dominante tien­ enme prueba dr que muchas veces es una de las caras del
de a definir al Estado solamente por su distancia respecto mismo proceso.
del ideal democrático y. más recientemente, del Estado de Es verdad que nuestro autor se reivindica a sí mismo
derecho. Parecería que estamos dispuestos a reconocer que más como "compararista' que como “africanista" y que por
la guerra, el pillaje, la piratería y otros ramos fenómenos ello b relevancia d<r s ik retinte radica, en gran parte, en que
desagradables fueron factores importantes en la formación nos ayudan a pensar. ba¡o nuevas categorías, las distintas
de los Estados nacionales, pero que eso habría sido parte modalidades de inserción de las sociedades periféricas en el
del pasado, y suponemos que los Estados contemporáneos orden mundial; pero también es cierto que para ei mundo
podrían ser resultado única y exclusivamente del consenso de habla hispana es importante contar con análisis informa­
democrática dos sobre el Áfrira subsahariam. En primer lugar, y para no
Sin negar que esc consenso pueda ser un hecho real, que olvidar lo más obvio, sus rexros sirven para supeiar las dos
forma parte de los fundamentos sociales del orden estara!, miradas que dominan el sentido común sobre Africa, la
incluso en lugares tan "improbables" corno Sitiaba. Bucara- que no ve más que victimas y la que no ve más qur culturas in­
mnnga o Brazzaville, es preciso reconocer que los arreglos corregiblemente inferiores. Una vez más, una aproximación
de carácter criminal siguen siendo pane del Estado tanto en sociológica es el método para salir de los lugares comunes,
Africa cuino cii Diriamatca u el Reino Unido. No faltan, ya que muestra que no existe nada parecido a una “ esencia
en el momento actual, conjuras para etiquetar esos fenó­ africana". Las calamidades que han sufrido muchos de ev>%
menos como anomalía?, y esas conjuras abarcan desde el países aparecen como resultados inteligibles de procesos
concepto de ‘poderes tácticos", en América Latina, hasta sociales cuya lógica está a la vista: más que una interacción
«1 de los "«•cúndalos' en Europa y los Estados Unidos. Cuan­ entre dos conjuntos hormigóneos (sociedades nacionales
do calificarnos como esrándalns los arreglos criminales que africanas versus sus respectivas sociedades metropolitanas}
se producen en rl urden estatal contemporáneo de los Es­ lo que vemos son estructuras sociales que son constante­
tados cenírale*. lo que hacemos es poner a circular la idea mente copmducidas por acto io ubicados en diversas posi
de que ellos no son más que las excepciones que confirman ciones, que utilizan los recursos de ambas en arreglos qur
la icgia. Cualquiera que sugiera, como lo hace Bayart, que no son homogéneos ni inmutables.
rso* arreglos son elementos constitutivos del Estado con­ En segundo lugai. y paiu proponer un iinátinÍR «cmr.m
temporáneo, se expone a ser ridiculizado como portador de tivu qur remplace a los lugares comunes. Bayart acuna rl
una "teoría de la conspiración", a la manera de Naomi Klein concepto J e “estrategias de actroversión'1 para designar ai
y tantos otros Pero lo cieno es que la calidad del análi­ conjunto de prácticas por medio de las cuales las sociedades
sis pone a Bayart en otra categoría: la de los investigadores africanas compensan muchos de sus déficit.*, "movilizando
que se atreven a entrar en terrenos espinosos y obtener de recursos derivados de su (posiblemente desigual) relación
ellos tesis pertinentes sobre el modo en que se organiza el con rl ambienre externo" Véase su obra pionera V ita t en
mundo de hoy. Una parte importante de este estilo de in­ Afrique. La pohiique áu venere. París. Fayard. 11)89.
vestigación es el método comparativo, que permite ohxer- Podemos reprochar al autor que no ofrezca una definí
)« PRÓLOGO PRÓLOGO IS

ción mínimamente elaborada de ese concepto. Sin embar­ académica parisina se destila en el ensayo. Sin embargo, en
go, en el análisis que nos ofrece queda claro que con él es él encontramos una de las posturas más importantes en un
posible dar cuenta de un universo de prácticas que revisten debate que no deberíamos ver como ajeno. Si queremos re­
gran interés, ya que es a través de ellas que se (re)producen cuperar el horizonte de la dependencia para comprender el
tanto las características del campo político en cada sociedad lugar de las sociedades periféricas en el mundo, tendremos
como su articulación con el mundo a su alrededor. que pasar por un debate en torno al poscolonialismo.
Las cinco estrategias de extraversión propuestas por Ra­ En suma, los textos de Bayart nos ofrecen, al mismo
yan ameritan una discusión a fondo; lejos de emprender esa tiempo, una descripción sociológicamente densa del modo
discusión aquí, creo que basta con señalar que las mismas en que se produce el Estado en África, y el despliegue de
incluyen desde el uso oportunista de recursos de los países un método sumamente sugerente para estudiar ese mismo
centrales (y de los organismos financieros internacionales) proceso en otras partes del mundo.
hasta la adopción (muchas veces sincera) de los modelos
culturales de Occidente. Entre la gran variedad de fenóme­ A n t o n io A zuela
nos que consigna está uno que muy rara vez se menciona
en la bibliografía académica, ya sea por ignorancia o porque
echa a perder el cuadro que se ha adoptado previamente.
Me refiera al uso engañoso que frecuentemente se hace de
los créditos de los organismos financieros internacionales.
Para ninguna de las narrativas dominantes sobre el Banco
Mundial (es decir, tamo para sus defensores com o para sus
detractores) queda bien reconocer que los Estados nacio­
nales suelen hacer un uso "no ortodoxo” de los créditos*
Aun asi, es una de tantas estrategias de extraversión a las
que se recurre desde los Estados africanos, y de la cual hay que
hacerse cargo, si se quiere tener una imagen completa de la
relación entre ellos y su entorno global.
Finalmente, vale la pena destacar, en el tercer ensayo
incluido en este volumen, su debate con los estudios pos­
coloniales. Para algunos lectores en América Latina el texto
podrá suscitar la incomodidad de sentirse atrapados en un
pleito que no les coi responde. Y ciertamente, algo de intriga
•Cualquiera que haya visto J e cerca el modo en que se usan los recur­
sos del Banco Mundial sabe de los esfuerzos que tiene que hacer su buro­
cracia para disimularlo, fue sólo en la segunda mitad de los noventa cuan­
do el Banco comenzó a hablar de corrupción (che " C 'v o r d ) aunque, claro
esta, no com o un problema suyo, sino de "los países
1

ÁFRICA EN EL MUNDO:
UNA HISTORIA DE EXTROVERSIÓN .v

A menudo se dice que el Africa al sur del Sahara es el limbo


del sistema internacional, existente sólo en los limites ex­
ternos del planeta que habitamos l'ero, también de acuerdo
con una opinión muy difundida, es improbable que África
s0.1 el limbo en el sentido de la teología católica, es decir, un
lugar en que las almas se están preparando para lu reden­
ción. ‘ Africa ha permanecido aislada de todo contacto con
el resto del mundo, es la tierra de oro. para siempre apretán­
dose en si misma, y U fierra de la niñez, apartada dtr la luz de
k historia consciente y envuelta en el negro manto de la
noche ", escribió Hegd. 1 La abundante literatura producida f ^ }
por periodistas y académicos que se refieren ad nauseani a la /l^a.
margmamón del subconrinenre. o a su "desconexión " «iun'% 1
cuando sólo sea " por ausencia",’ nu hace más que reproducir
la idea de I legel de que esta parte del globo es un enclave"
que existe en "aislamiento" debido a sus desiertas, sos bos­
ques y su supuesto primitivismo. I'ara quienes suscriben
esta escuela de pensamiento, lu difusión de In guerra romo
modo de regulación política durante aproximadamente la
última década es señal de que el día de h salvación todavía
está lejos. La evidencia la ofrecen esos terribles mensajeros.

' («. W. F. Htgfl. ÍJftu rn fin ihr PJnlfitopliycf World Huíory trctfun
Jo borrador. 1830), traducción y presentación de H. B. Nlsber v Dunnm
Forbcs. Cambridge. C.umbruigc Uniwrrmty Pret». 1.775 p, 174
* D. C. Bach (coord.), “h in q u e U dcconncxion par délaut'. ftW ri
litíerw u io n a lt.iyx w , 3. |um o<k tqoi.
f

I* ICANTRANCOI5 RAYART ÁFRICA EN KX MUNDO: UNA HISTORIA OF. EXTROVERSIÓN 19

los mutilados sin manos producidos por la guerra en Sierra portante eje comercial y cultural, una v il de transmisión de
Leona, el dantesco infierno del genocidio de tufáis irlande­ oro. mercancías, esclavos, y del conocimiento y la fe mu­
ses en 1994. o la difusión de la pandemia de sida, siniestra sulmanas. A partir del siglo xv la costa adámica fue abierta
compañera del conflicto, que está diezmando a aquellas po­ al comercio con Europa y con América. En opinión de au­
blaciones que la guerra había perdonado. tores como M. G. S. Hodgson, I. Lippmatt Abu-Lughod,
No obstante, si hemos de quedarnos con La metáfora del K. N Chaudhuri y |ack Üoody, y especialmente Andre
limbo, es ante todo en un limbo del intelecto donde se ha Gundcr Frank. ya existió un sistema económico mundial
concebido tan simplista visión de la rdarión de Africa con antes de la expansión comercial capitalista de Occidente. Si
el resto del mundo. Pues el subcontinente no es ni más ni esta hipótesis es correcta, entonces África fue. ciertamente,
menos que una parre del plañera, y no tiene ningún sentido un elemento de tal sistema, a pesar de que Frank parece
suponer que. para citara un ex gobernador colonial francés.’ mostrarse bastante reticente al respecto en su trabajo re­
lleva una existencia tradicional protegida del mundo exte­ ciente.1
rior. como si fuera otro planeta-, que absorbe pasivamente el Una opinión clásica —si hemos de cree-r en la impor­
choque de haberse vuelto dependiente de otras partes del tante obra de E. R. Lcach en antropología, o de R. H. Lowic,
mundo. , O. Hlntzc V M. Weber en sociología histórica es que re­
laciones como las que las sociedades africanas mantuvieron
* IA m IM HtlFNClA COMO MOHO [>E ACCIÓN con su entumo fueran cruciales para la constitución de SU
política interna, aun si los efectos de esta conexión entre
Ié/^
Africa, considerada en una visión de la historia de la longue las dos esferas de lo interno y de lo externo vararon de
•iurct. nunca ha dejado de intercambiar tanto Ideas como un lugar .1 otro y de una época a otra. Además, el carácter
bienes con Europa y Asia y, después, con América. La an­ desigual y asimétrico de las relaciones entre Africa, por una
tigüedad del cristianismo en Etiopia, la difusión del islam en parte, y Asia y Europa, por la otra, que se acentuó a par­
sus rostas, el establecimiento de colonias austronesias tir del decenio de 1870 y culminó en la ocupación mililat
en Midügsscir, y patrones regulares de comercio con Chi­ del continente, no cxcluvr la posibilidad de que África haya
na. la India, rl golfo Pérsico y el Mediterráneo, son pruebas desempe-ñado un papel activo durante todo este largo pro­
todas ellas del grado en que África oriental y meridional ceso de reducción a un estado de dependencia. Hace unos
estuvieron integradas, durante siglos, en los sistemas eco­ 10 años arriesgué la idea de que “ los principales actores de
nómico*. premudernos de lo que los especialistas solían lla­ las sociedades suhsahnriaiu- han tendido 11 compensar sus
mar el Oriente. Ni siquiera el Sahara ha sido nunca ese dificultades en la autonombadén de su poder y a intensi
"océano de arena y desolación” que J. S. Calemán afirmó ficar la explotación de sus dependientes recurriendo deli­
que era lo razón del “aislamiento" del África negra.* Por el beradamente a las estrategias de extraversión, movilizando
contrario, rl desierto, hasta finales del siglo xtx fue un im-
y }. S Colcnun (co**rds.). Tire ra/irícr cf r t r Devtlapftrg A redi. Prinecton.
’ H nfwrhumpr ‘ PrdAcc*. en J Blnct. Budfiett fitmfllawt dci plcnteurs Princcton Univcmty P rr» . 1960. pp 247-149.
de cacao au Cancrvurt. Pan», oestom. 1956. p. 5. A . C . Frank. RcOnorr: G iobil Econnuy Ut rhe A n,vt Afie. Dericdty
I 5 Colcman. The Pnllttrs o í Sub-siharan Africa", en G. A. Almond Uniwenity a f California P rca 199I
w IKAM-t'KANC 015 BAYAKT A flU C A EN EL MUNUO: U NA HISTOHIA DE EXTROVEKSIftN 11

recursos derivados de su relación (posiblemente desigual) mundo.* ni que el sometimiento pueda constituir una for­
con el medio externo”. Éste se convirtió asi en “ un impor­ ma de acción.’ En otras palabras, no as pane del presente ar­
tante recurso en el proceso de la centralización política y gumento negar la existencia de una relación de dependencia
la acumulación económica", y también en la vía de las lu­ entre Africa y el resto del mundo; de lo que se trata es de
chas sociales de actores subalternos desde el momento en considerar el hecho de la dependencia mientras se evitan
que intentaron adueñarse del control, asi fuera en formas los serpenteos de la teoría de la dependencia. Éstas son dos
simbólicas, de las "relaciones con el exterior en las cuales cuestiones enteramente distintas.
fundamentan su poder los que dominan la sociedad". En Piénsese lo que se piense de esta proposición, los de
pocas palabras, "aquí los africanos han sido agentas activos bates entre historiadores nos permiten apreciar hoy. mejor
en la mire en dépendancc de sus sociedades, a veces opo­ que antes, la diversidad que ha caracterizado este aspecto
niéndose a ellas, y otras veces uniéndoseles”, de tal modo de las relaciones internacionales al sur del Sahara, v a veces
que se volvió un anacronismo reducir esas estrategias do­ relativizar la importancia de la relación con el medio ex-
mésticas a simples fórmulas de “nacionalismo" o. de hecho, ternu cri la estructuración de las sociedades africanas. De
de "colaboración".* este modo, la opinión clásica de A G. Ilopkins. según la
Este enfoque, diametralmentc opuesTo a la teoría de la cual la transición del tráfico de esclavos al comercio llama­
dependencia popularizada por las obras de Waller Rodncy do legitimo" produjo una ‘ crisis de adaptación'' que nfer
y Basil Davidson. ha sido considerado provocador en cier tó a la mayor parte del África occidental desde comienzos
tos lugares, y ha generado tanto rritlcas como malenten­ del siglo xix. no párete tomar debida cuenta de la dlversi
didos No obstante, cualesquiera que sean los puntos de dad de trayectorias económicas que actúan entrr las socic-
interés planteados por esas criticas, lia.sta ahora no parecen
haber a¡d«> de una naturaleza que pudiese refutar la hipó­
tesi» de que. por una parte, las estrategias de extraversión ' |.-F. Bjva/t, L'iUusíon idcntitmrc. Farb. Fayarvl. 1996. pp t'19v « 80 y *v
' De t « e modo. A (nríilrre ¿vocia la autonomía y la dependencia «
forman uru linea constante a lo largo de toda la historia del
cacrfWr acerca de una "dialécika J c l control". a i A. Glddcru. C enital Tin-
blevn t.n Social Tkeory. A m an , Slructnre and CW rudicfioa in Social
* | -F Baynrt, The V.tie m A fric a The Pnhtics o f thc Betty. Hirlow. Anafyns. Londre*. Maemilbn. 1979. pp 76 y p 93, y M. io u w u lt define
Lvnjinwn. 199'. PP- s i *4- d peder como “ una acción robre ««tunca". a como “un mndo ilr jr u u i
' Cf. opcttoUncnic C . Lera. The R ite and TaU o f Dcrtlopmcnt Thcory. «obre uno o m ia sujeta» que « iu * a aun acintoL m irn tru sran rapao s
Ja «ir* fTurrry, 1muiré*. tyyú. |*p 40 y « ; M M undani. C ia ren and Snh- de acción" en M Foucaul:, DOs rt ¿c ria , iqea-jqSlí. vot iv. Paria, (¡allí-
jtxi Conlrmpornry A frica and thc Lefficy o f l.atr Colonutliim, Prince mard. 1994. p 137. t i modo en que loucault escribe acerca de "» i|« a r a U
ion. Pnnrclon lln lvrrsity P m s. 1996. pp 1 0 - 1 1; M. Chcge. ‘‘W hcfe thc ¿rnre; es decir, convenirlo* en ‘lUfeto*' en jmb.e. senii.br. d d término"
Goal Huís", t'itrei I itcm n i Supplcm cnt 9 J p febrero ór 1996. pp. 30- <M Fiaicault, La \-oiorui de JOVOir. Parít. GallmunJ. 197Ó, p X i). i r m
j i ; C . n « p h «m .’ The/nngur durer ivf llic A fum n Síaie" African Affairs. • iirtitra en d meollo del concepto d e "¿obcrmr.ienLilnl.uJ" (¿arnternemen
y j . 37a. julio de 1994. pp 453-439. I J- & C iuisc O’Brier», Africa. 59. 4. u h t r f en irrm ina* de la cual dcfinlm oi la poUtifne du \*ntie, luíala d
19$ 0. pp. oK -$n :C .C o q u e ry-V id ro vlch . ‘ Som le aigne día pragimlistnr". pumo en que cale ullimu ea un xbiem a de hacer «i|rtnA Vram r 1a« refe-
I.e M.rtrde tírpioarj/iqwr. ^.ilio de 19H9, p 9; J. F Ntedani C o m p ila n and reiKias antenote* y. para un coloque teórico. J . F . Bsynn. "Fnu ml-Minr
Jtc/orwr, 5,19 9 0, pp. 71-79. D. B C n iiw O 'R ricn , ‘Drmncracy and Africa", ruirr er politique du ventre Une lecture fnucauMh’ nnr" l r fait M tumn-
bcomimr ¿«d Soeieiy, a i. a. mayo de 1994. pp 347 15 1 narre ( Lautaro). 6 de sepriembre J r 1998.1111,9.38
f

icam nwNCO ta bayart ÁntlCA EN r t MUNISO UNA HISTORIA DE FXTHnvtKSIÓN „

dades de la región y. en especial las diferencias entre las de claridad que antes, hasta qué punto los africanos han parti­
la costa y las del hinrerland. Esta teoría ciertamente saldría cipado en los procesos que han conducido a la inserción de
beneficiada de un uso más riguroso de la cronología pero sus sociedades como socios dependientes en la economía
también de una apreciación más sutil de la naturaleza de mundial y. en último análisis, en el proceso de colonización.
diversas sociedades políticas, diversos tipos de actores, de ac­
tividades y de empresas, y una comprensión más profun­ T en em os que recon ocer que b participación african a en el
da de las interrelaciones entre las zonas costeñas y las del tráfico d e esclavos lu c vo lu n taria y bajo el co n tro l d e a fric a ­
hlnterland del África occidental." Ante todo puede decirse nos que tom aban las d ecisio n es. Esto no o c u rrió s ó lo en el
que si el hecho de que la economía mundial, considerada nivel superficial del Intercam bio cotidian o, .tino In clu so en ni­
en la longuí duréc, constituye un sistema, no significa que veles más profun dos. Los eu rop eos no poseían m ed io s ni
sólo "importa la estructura” como pretendieron hacemos e c o n ó m ic o s n i m ilitares, para ob ligar a los dirigen tes africa­
creer los teóricos de la dependencia encabezados por Im- n o s a ven d er esclavos
manuel Wallerstein y Andre Gunder Frank."
Recientes investigaciones demuestran que. por el con­ afirma John Thormon. antes de pasar .1 examinar la contri­
trario. dentro del contexto del sistema económico mundial bución de los cautivos exportados a América .1! surgimien­
las relaciones sociales de producción —por no mencio­ to de una civilización transatlántica.1 En vena similar, in­
nar siquiera Ixs diversas prácticas culturales asociadas con termediarlos de África occidmral en el comercio de aceite
ellas— están esencialmente vinculadas con circunstancias de palma impusieron .1 sus socios comerciales británicos
locales Así ocurre, por ejemplo, si consideramos las con­ sus propius convenciones comerciales, al menos durante
diciones exactas en que mercaderes, misioneros y soldados los dos primeros tercios del siglo XIX.“ Semejante autono­
extranjeros Intcractuaron con "nativos”, o la situación con mía de acción por parte de los mercaderes africanos fue fa­
respecto a la salud y la sanidad, como la Influencia de la ma­ cilitada por d hecho de que las condicione.*; de intercambio
laria. la fiebre amarilla, la enfermedad drl sueño y la tifoi­ fueron favorables al subcontlnente durante unos dos si
dea.'-' Más aún. nuevas investigaciones subrayan, con mayor glos, desde cerca de 1680 hasta 1870, antes de volveren con­
tra él a titules del siglo XIX u
C / A. G. Hopkln*. An Ecanomic Hiiecry of Wat Africa, capitulo iv. Además, la colonización romo término genérico abarca
Landre*. 1975. Tara un buen sumario dd debate sobre la "crisis de la adap­
tación'. véanse R. Law (coord.). From Slavt Tradc tú “Legitímate" Com- verrity o f Wwconsin Press, W bconsln. 1993- especialmente los capítulos
mcrcc The Commenial Traiuition in Murtrendí Century Wat Africa. i y y. P. D. Currin. Distase and Empire. The Health o f Eurvpcan Troopt 1n
Cambridge. Cambridge Unlverihy Press. 1995. y M. Lynn, Cam inera und the Conquesi o f Afrtnt. Cambridge. Cambridge University Press. 1998.
£íünou:íc Charle in Wat Africa. The Palm Olí Tradc In the Nineteevth UJ. Thom ton. Africa and Africam in the Making o f the Atlantic
Century. Cambridge. Cambridge Unlvcrsliy Press. 1997. WorU. i.foo-t&ro, Cambridge. Cambridge University Press, za. od.. 1998.
" ¿ s u sigue ik n d o la posición adoptada por A. G . Frank en su obra p. 135 y capítulos subsiguientes
mis reciente. Véase A. G. Frank. op. cit.. p. xvj. " M. Lynn. op. cit.
ü Cf. por ejemplo. F. Coopcr. A. F. Isaac man. F. E. Maltón. Vv: Rose- ' D. Elris y L C. lenmngs, 'Tradc bctweetl Western Africa and ihc
berry y S. I. Stcm. Conjronmg Histórica! Paradigma, Peasar.u, Labor and Allam lc World in the Ptv-colonial Era -. .•Im eoejr Histnrkal R nA c*. 93.
the Copitalist World System írt Africa and Latín America. Madiion. Unt- 1988. pp. 930-959
JKAN rnANCOIS HAYAHT AFRICA EN EL MUNIMJ: UNA HISTORIA DE EXTROVE*5IÓN «
° ¿ e-»/.
una gran variedad de situaciones históricas, dependiendo, Sea cual fuere el caso particular, la operación de un r é -£ £
por ejemplo, de si la ocupación militar fue violenta o se gimen colonial fue acompañada pur una considerable m o - V
efectuó por medio de alianzas locales; de si fue seguida o no vilización de las sociedades a las que mantenía sometidas./^
por la rapida llegada (o, como en Angola, la muy posterior ya fuese porque la política del gobierno coincidía con las^ -
llegada) de colonos blancos, quienes a su vez tenían una estrategias de diversos actores indígenas y fuera efectiva-*
gran diversidad de antecedentes y clases sociales; o de si la mente adoptada por éstos, o porque iba contra los intereses ‘
ocupación militar fue seguida por asentamientos debidos de dichos factores locales, dando origen a una resistencia
3 diásporas exteriores, como de indios y libaneses; o de si la m is o menos directa. Por ejemplo, los bakongo utilizaron
colonización duró más de un siglo, como en las Cuatro Co­ el sistema colonial para mantener y extender su influencia
munas de Senegnl y en el Cabo Occidental, o si fue extraor­ económica, mientras que los fang lo utilizaron para con­
dinariamente breve y transitoria, como en el hintcrland de vertir un modelo marcial de sociedad (que ya no era viable
Angola. Otros tactores variables incluyen si la colonización en vista del nuevo orden político) en una forma particular­
tomó su inspiración administrativa y política de las ideas mente sólida de actividad económica. Los songhai y los zer
británicas de monarquía y gobierno, o de las nociones fran­ ma se valieron del régimen colonial para defenderte conrrn
cesas de la república y del Estado jacobino, o del modelo los ruareg y los peul. Los baluba y los bapeude. evadiendo
portugués de corporanvismo Algunas colonias experimen­ la presión de sus vecinos los chokwe. lograron cierta pros­
taron dos oleadas de la fase "primaria" da colonización, a peridad en el nuevo orden F.n Camerún los b issa proba­
menudo considerada como el periodo de mayor coerción, ron medios militares tratando de oponerse u la penetración
como rrsultado dr b devolución de la soberanía de una po­ alemana, ya que ésta amenazaba con socavar su posición
tencia europea a otra, especialmente después de la primera de intermediarios comerciales entre la costa y el hinter-
Guerra Mundial, romo ocurrió en Ruanda. Burundi.Came­ ¡and. La respuesta de las sociedades africanas al btg ÍHMg
rún y Togo.14 o incluso fueron el escenario de un conflicto de la primera imposición de la colonización también difi­
armado entre rivales europeos, como en Tanganvika, don­ rió de un grupo social a otro y de una reglón a otra según
de. se dice, la primera Guerra Mundial ocasionó ia muer­ los intereses en cuestión y la manera en que se desarrolla
te de un millón de civiles. Otros factores incluyen saber si han los aconredmientes: “ No hubo [...] una única respues­
una colonia estuvo marcada por rivalidades entre diversos ta' de Ruanda a la invasión colonial“. observa, por ejemplo.
representantes de la dominación imperial, como adminis­ Catharine Newbury, mientras subraya que la gama dr las
tradores civiles y misioneros o entre intereses agrarios c reacciones no se puede reducir a una simple dicotomía en­
industriales, como en Kcnia, o entre diversas comunidades tre los hutu y los tutsi, y que a veces tanto los primeros como
blancas, como en Sudáfricu. donde llegaron incluso a un en los segundos siguieron estrategias que enfrentaban a una
frentamiento militar entre si Los ejemplos y las permutas facción, una provincia o una categoría social contra otra.17
forman legión. Esta variedad de reacciones es ral que la relación de un
i. ► j «/ " * •
"Como otucroi K. lovcph cr. Radical NationaHsm ia Camero** "C . Newbury. The Cohroon of Oppressitm. CUientship and Ethniciry
Social Origim of the ere ReheQUm. Oxford. Oxford Univeoity Pre»., in Humada, ¡860-1960. Mucv* York. Colunbii Univcniiy Presit. io83. ca­
1977- P- =5- pitulo 4.
» ICAN rrtAN^OIS ÜAYARI 4 FRICA EN EL MUNDO! UNA HISTORIA DE EXTROVEflSlriN 27

antagonismo radical entre colonizador y colonizado, que dan En primer lugar, recientes investigaciones de la historia
por supuesto las crítico* intelectuales del imperialismo y de la colonización confirman el grado en el cual quienes
que está implícita en la propia lucha política, inevitable­ fueron colonizados participaron, ellos mismos, en este pro­
mente riende a desaparecer de la visión analítica. La crea­ ceso, y corroboran el efecto de sus acciones sobre la propia
ción de una relación de dependencia, seguida por la ocu­ situación colonial, sobre los colonizadores y hasta sobre la
pación de sociedades africanas, fue un proceso que avanzó metrópoli. En su sobresaliente análisis del “ triste valle del
a pasos cortos, por pasajes casi inadvertidos, por medio de capitalismo colonial' en Kcnia, Bruce Bcrman y lohn Lons-
alianzas inestables —como lo ha demostrado Frcderick dale demuestran así. que las fuerzas que constituyeron el
Cooper en el caso de Zanzíbar— " tanto como por la meta- Estado colonial y las relaciones de producción coloniales no
violencia de la conquista. fueron en absoluto "externas" a la sociedad que estaba sien­
do colonizada.5* A una conclusión similar llega Erederick
Cooper cuando identifica "un espacio limitado de mutua
ESTRATEGIAS DE EXTROVEKSIÓN inteligibilidad c interacción" entre los burócratas coloniales
y los trabajadores nativos. La política europea es tanto una
Locación ( rtrroir) y acción: éstos parecen ser ¡los dos con­ respuesta a las iniciativas africanas como una 'resistencia' o
ceptos clave por medio de los cuales podemos rener es­ adaptación' africana lo es a las intervenciones coloniales".*1
peranzas de captar la ambivalencia, la diferenciación y el Ademas, hoy se reconoce rn general que la experiencia so­
dinimismn de la relación de Africa con el resto del mundo. cial de la colonización fue compartida por sus achires lauto
Desde este punto de vista, sigue siendo heurístico el para­ blancos como negros, y estuvo imbuida por toda una serle
digma de 1* estrategia de extraversión, en el meollo de la de "refracciones" o “reverberaciones" entre África y Europa
cual se encuentran la creación y la captación de una renta En muchos aspectos la experiencia fue un verdadero "la­
generada por la dependencia y que funciona como matriz boratorio de modernidad" para las sociedades industriales,
histórica de la desigualdad, la centralización política y la lu ya que fue un medio por el mal llegaron j formular una
tha *ocb!. Huelga decir que a este respecto no todas las denuncia moral de la influencia corruptora de las ciudades
trayectorias históricas son. de hecho, las mismas. El caso y de sus barrios bajos, y .1 identificar los peligros planteados
dd reino de Madagascar y el de la costa de Angola, por por la formación de una clase obrera, a través de la cual sur­
ejemplo, parecen ser. ambos, extremos.1’ gió un ambiente Victoriano basado en nociones de domes
ticidjd y de intimidad. La legitimidad simbólica de la corona.
" F Cooper, h v m Slavci ro Squartm Planta tion Labor and Agricul
ture in Zanzíbar and Coarta! Kem\i, 1690-/91$, New ] laven. Yate Un ¡ver
slty Prev., 1986. pp S6-57. " B Hermán y J. Lum &üt. L'nksppy Valle?. O m filet bi Km yd <tnJ
' I C. Mtdcr. Wey o f Deaüt: Merdutnt CapiUtiism and che Angola» Africa. fjondrcv Ijiiii -* Currey. 1997. 2 vol*. C.y I Lotudak. "States and
State Tradr. 1730-1830. Madiion. Unlversity o f W isrorain Preaj. Social Prncesses in Arrien A Hiitonpgraphlcal Survey”. A frica« Stndin
F. Rjisoii-lnurdr (coord). L eí touvtnum de Madagascar L'hiitoint royale Review vol. j .j . núnis 2 -3 .19 8 1. p. 9 1
rx se.x m urgewcts contcntporaina París, Kardula. 19 9 1; S. tilla. The Ris* F. Canope*, ofi c it . y F. CUopér, ÍJcreilonujrítnt a.'id Afrícan Sociay,
ing o f the Red Shcrwlr. A Rcvoit in Madafiucar, 1893-1809. Cambridgr. The Labor Qurstian in Frrnch and Bntish A frica. Cambridge. Cambridge
Cambridge Unívcrsily Press. 1985. Unlymiiy Press, 1996,(7. mu
JO ll-AN-l-KANCOIS UAYART Af r ic a e n e l m u n d o : u n a h is t o r ia d c E X T R o w n s id N r>

la creación de nuevas tendencias en las arres y las ciencias de esclavos y dc la propia colonización) en la movilización
el desarrollo de nuevas técnicas pastorales de conversión nacionalista, en el modo en que se administró k indepen­
o reconversión cristiana, la introducción de la raza como dencia y en las posiciones diplomáticas adoptadas por los
factor en la definición de la ciudadanía y de la inmigración, Estados africanos en los asuntos internacionales durante la
el desarrollo de una tradición autoritaria y tecnocrática de Guerra Fría o como reacción al conflicto árabe-israelí.'' Por
reforma, por ejemplo, en la planeación de las ciudades.^ son otra parte, la última década no ha hecho nada por refutar el
otras tantas muestras de semejante efecto. Resulta signiñ diagnóstico bastante sombrío que fue formulado a finales
cativo que al mismo tiempo la investigación hecha por los de los ochenta, en el sentido de que “lian desaparecido los
especialistas en Asia Haya tendido a concluir, de manera espejismos de la revolución y la democracia":i En cambio,
notablemente similar, que existió una relación entre colo­ la misma década ha presenciado una exacerbación y una ra-
nizador y colonizado que equivale a una forma de relación dicalización de las estrategias de extraversión, como lo ha
"d ¡alógica 7 ‘ hecho cada vez más evidente el fracaso de los programas tle
Más aun los acontecimientos de los últimos 10 años ajuste estructural que han estado en boga desde 1980. asi
tienden a corroborar la idea de que los nativos que detentan cuino U forma en que este fracaso ha destruido la prrsprc
el poder y otros actores políticos emplearon las imposicio­ tiva de una acumulación primitiva dc capital por medio de
nes externar, como instrumento. Éste fue un fenómeno ya la explotación extrema de fuerzas productivas locales, espe­
perceptible (como lo fue durante toda la época del tráfico cialmente por medio del trabajo Kn contra dr una opinión
vastamente sostenida, la oleada de agitación prodemorra-
u Cf. « 4 * 1 miníente I. Comamít y J. Comaroff. O f Revelarían and ria de 1989-1991 fue causada menos por la caída del mura
Revalution, I, Chrvtiamty, Co/orjíj/úm and Consdoufness in Svulh Africa: de Berlín o por el discurso dc Francote Mitterrand en k
«i. Tltt D lalettía u f M aJcm ítjr vn a South A frican Froulier, Chicago, Uni- Cumbre Franco-Africana celebrada en la Baule en junio dc
rrrMry n f C h ic h o Tres* 1991 y 1997. y J. Cotnaroff y J Com aroff, Eth-
1990. o por la presión dc organismos dc cooperación Inter
nograpkv and rhe H iitariotl Imaginativa. Bouklcr, Wcrtvitw P ie » . 1991;
F. Coapar y A L Stolci (coords.). Tcnslons o f Empine: Colonial Cultures
nacional, que por el resurgimiento de antiguas expectativas
in a Ucurgems W orld. Rrrlcdcy. U n lvcn iry o í California rress, 1997;
y movimientos sociales ya añejos, capaces de reafirmarse,
T. lUnger. The tiivm uan o f Tnidition in Colonial Africa", en E Hohs una vez más, en cuanto las organizaciones internacionales
bawm y T. ftanger (coords.). The tavestfon oj Tradición, Cambridge. moderaron su apoyo a los regímenes autoritarios. Otras
Cambridge UnWwsitv Press. 1985. pp. 2 11-2 6 1: A. L. Conklln. A Mistión influencias importantes incluyeron la caída del presidente
tú Civilice. The RcpuMxan idea o f Empire in Frauce and West A frica, Burguibo en Túnez, la introducción dc un sistema dc parti­
Sunford, Sunford Úniverslty 1997: C W. lohmon tcoord.). DoulAc dos múltiples en Argelia después dc los motines de octubre
¡mpact. Trance and A frica in the Age o f ¡mperialism. Weitport, Gieeti dc 1988. la liberación de Nclson Mandila en Sudáfnca y el
wood Treís. 19B5; P Rlancharil y N Kanecl. De l'fadlgtne j ¡ ‘¡inmigré.
Partí. O'ailinurd. 1999.
x>C/„ poi ejemplo, E. F. tnchldu Dúlogac and Hittory: Coastnctútg *■ L. taídi. L a contratntej d'unt rivaliti. Les jupwrpuitítncts e¡
South India. 1795 rí9S. Bericlcy, U nivcnity of California P m i . 19.14. y el lA friq vc íip 6o-Jo£$). Tirit. La Ddcouvcrtc. 1986: l.-F. Hayan, i he su te
jnillkl» tic Cíiudloc (.ubalierwh. de F. Coopcr. 'Confite: and C onnrciúur ir Africa. Partí. Kanhala. 1984, y J.-F. Rayan. La poiitíqup ¿frícam e ii<
Rcthinkíng Colonial A foran U híory" A tuerteen Hfnorical Rtview, v u l 99. i ranfou Mitterrand, Partí. Karthak. 1984
mim. 5. 1994, pp. 1516-1545- Ml.-F Rayan. The State in Africo, vp. ch.. p. aoB
|EAN'FKAN<;OI5 UAYART A rR IC A KH EL MUNDO UNA HISTORIA DE EXTROVERSIA k 11

contagio causado por la organización de una Conférence res intentos de liberalizar a los partidos en el poder, como
Natí onal e en Bcnin. Sin embargo, esre desahogo del senti­ los que permitieron a [ulitis Nyerere. Jomo Kcnvarta y
miento popular pronto fue contrarrestado por las estrate­ (después de 1980) Félix Houphouct-Boignv debilitar a ios
gias adoptadas por quienes detentaban el poder, que estaban harones” de sus propios partidos, al obligarlos a someterse
decididos a restaurar sus regímenes autoritarios mediante a elecciones competitivas, o bien que recuerdan el modo en
una astuta combinación de destreza y brutalidad. que Léopold Senghor restableció un sistema de pluralismo
Aquellos que tenían el poder en sus manos y que fueron en 1978. allanando el camino al presidente Abdou Diouf
capaces de restaurar sus posiciones ante tales demandas para legalizar un sistema completo de múltiples partidos
populares disponían de un buen número de cartas de triun­ en 1981 y ofrecer a la oposición lo que se denominó “la
fo. Controlaban las fuerzas de seguridad que podían usar y cantidad exacta de cuerda electoral para que ellos mismos
con las que podían abusar. Tenían los recursos financieros se ahorcaran".3’ F.n último análisis, no hubo abogados más
acumulados durante largos años de saqueo y de adminis­ decididos de la política multiparridista que los presidentes
tración dr las diversas rentas y comisiones generadas por Mobutu o Biya. ya que. en el lapso de unos cuantos me
su economía. Con estos fondos pudieron obtener el apoyo -'«s. cada uno fue capaz de organizar lu creación de varias
de algunos oponentes políticos clave, financiar la creación de docenas de nuevas entidades políticas encabezadas por
una plétora de pequeños partidos planeados pata dividir a personeros que. en realidad, estaban al servicio presiden­
la oposición, y aplicar verdaderas ‘‘estrategias de tensión" cial. siguiendo La más puta tradición de la administración
provocando distintas formas de agitación, sobre todo en la colonial. En semejante contexto, ayudada por las divido
fom u de choques étnicos y agrarios en las zonas rurales. nes suicidas de tantos partidos de oposición, bunnaicion
Y. en ultimo lugar, fueron ayudados por la pusilanimidad al multipartidismo no fue más que una hoja de parra para
do las potencias occidentales las instituciones de Bretron ocultar púdicamente a los ojos de Occidente el tmenslfi-
Wnnds y hasta del Vaticano, todos los cuales hicieron so­ cado ejercicio de la poiUiguc du ventre de los rrgfmrnes
nar la trompeta de la democracia c incluso añadieron un autoritarios. Las pocas excepciones incluirían a Malí, don
componente democrático a las condiciones macrocconó- de el presidente Alpha Konaré ha procedido a enfrentarte*
micas Inseparables de los programas de ajuste estructural, con impresionante obsesión, a las reformas económicas, a
pero no se atrevieron a sacar las conclusiones lógicas de sus la reconciliación con los movimientos de disidentes tua-
buenas intenciones, suspendiendo durante un periodo lo reg y la democratización de las instituciones públicas y, tal
suficientemente largo su aportación de ayuda al desarrollo vez. también a Benin, donde el retomo del antiguo dicta­
mando no se respetaban estas condiciones democráticas. dor Manhieu Kérékou se efectuó por medio de Lis urnas
Los caminos emprendidos por Tngo. Camerún. Gabón, en circunstancias de ejemplar legitimidad. Los otros pocos
Zaire. Zímbabwe o Kenia desde 1990 hasta 2000 constitu­ casos en que se realizó un auténtico cambio de gobierno
yen una ilustración adecuada de esta variedad de asuntos. a comienzos del decenio de .1990 prontu terminaron con
En tales condiciones, se descarriló en gran parte toda “tran­ el returno de los antiguos demonios, como en Zambia, en
sición a la democracia En muchos casos en realidad quedó
reducida a no más que una técnica de autoconservación por D. B. C rulie 0 "Brien, T e s Hrrrlons «rnegalaiscí du 57 févrter
diversos dmcicns régitnes. siguiendo la tradición de anterio­ 1983" PtUti^ue A frlcúiw , voL 11, septiembre de 19831, p X.
r
U IEAH-FRANCQIS HAYAHT ÁFRICA LN EL MUNDO. UNA HISTORIA TlF BXTftOVBRSIÓN n

la República Ccntroafricana, en Madagascar o. más trágica­ servidores civiles internacionales, celebrando las virtudes
mente, en Congo-Brazzaville. de la ' sociedad civil" y d d "buen gobierno", y prodigando
Podría sintetizarse diciendo que la democracia, o más sus favores al servicio de esta causa, el Banco Mundial y
precisamente el discurso de la democracia, no es m is que el Fondo Monetario Irtemarional en realidad se lian gana­
otra fuente de rentas económicas, comparable a discursos do y han confinado a estas potenciales comraclites dentro
anteriores como la denuncia del comunismo o del impe­ de una ''legitima’’ problemática del desarrollo, es decir, e!
rialismo en la época de la Guerra Fría, pero mejor adaptada llamado consenso de Washington. Al hacerlo, han pues­
al espíritu de la época,. Es. por decirlo así, una forma del to de su parte para promover una multilateraUzación de
lenguaje pidgin que diversos principes nativos emplean en la revolución pasiva cuyo principal vector insritucional y
su comunicación con soberanos y financieros occidentales. político es el Estado. En cierto sentido esta fue la vrrdade-
Senegal, uno de los principales receptores de ayuda para el ra significación del modelo bentnés de transición y de la
desarrollo en el Africa subsahariana, es un verdadero mies- victoria electoral de Nicéphorc Soglo en 1990-1991: Soglo
tro en este Juego de ‘ hacer creer' No resulta exagerado cccir era un clon producido en las instalaciones del Banco Mun­
que la exportación de su imagen institucional, a pesar di las dial en el 1818 de H Street. Washington. D. C., un delegado
dificultades planteadas por los disturbios en Casamance. ha de la a k o w o elite educada de Hrnin, capaz de mantener
remplazado a la exportación dr cacahuate. Pero el máximo los frutos de la democracia a una prudente distando de las
premio .1 la duplicidad debe concederse al mariscal Mobutu. comunidades rurales y de la generación más joven.n
quien, en 1991. tuvo el descaro de pedir a los organismos de A pesar de todo, la estrategia de la extraversión por me
cooperación occidentales 207 jeeps. 2 17 equipos de comu­ dio de la democracia ha mostrado sus límite* lín realidad,
nicación de Motorola. $n botes y 50 motores fuera de borda, es incapaz «Ir incorporar, ya sea económica o institucional
aporte de otros vanos requerimientos ciecrornles. abasto de mente, en materia dr educación o de ideología, u los gru
combustible y transportes arreos, para permitirle organizar pos que acabamos de mencionar, a saber, los jóvenes y Us
unas elecciones legislativas y presidenciales, .adelantándose comunidades rurales, pese a que estas dos categorías ex
nsí .1 ios resultados de la Conférence Nationale! cluidas constituyen en realidad la mayoría de la población.
t n circunstancias de este tipo, el cuento de hadas lla­ Demasiado a menudo ha sido ia guerra la que, en cambio, se
mado Democracia es un nuevo caso de lo que podríamos convirtió en el vector de su movilización, y las imágenes dr
llamar el transformismo" tan característico tanto del E$-
tadu colonial como del poscolonial.J7 Mientras sirve de non and Bureaucratic Pmttriii Letadui, Cambridge. Cambridge ITnhnmi-
instrumento de legitimación interna y de norma interna­ ty Prcvs. 1990.
cional, paradójicamente se lu convertido en herramienta 3 t’ara un aniliris m is profundo y matizado de la transición de Be­
tún. cf. K. Bcncyas. "La détnocranr ¿ pos J e camelen»’ Tranútwn cr como-
de la "máquina antipolítica" que ha sido u n bien descrita
lulaitu» démocratiqne cu ¡Unir1. mlmeografudo, Pan*, ief . 1998. quien
por lames Ferguson/’ Contratando a los más brillantes in­
particularmente critica l i noción de la "mullflalcralizacidn J r la revolu­
telectuales africanos, con los altos salarios concedidos a los*• ción pasiva planteada en el prefacio a la versión Inglesa d r J. F. Bavart,
T V Sl.i/c tn Afrtca. np. cit.. p. xül. y T. Blerscnenk y J.-P OÜvfer de Sanian
*• Rayart, Trie Staie tn A frica, op. cit.. capiluk» v a . (rourds.). Les pnuvom au viMage. Le Bittín rural e m ir ¿cmocnuisaliart et
■ |. FeígiKon, T V A n ti-P o iiñ a Machine: "D nelcprn e»:'. Dcpohuza- ¿¿centralizarían. París. Kanhila. 1998
u IEAS ritAN^OIS BAYART AFRICA CN El MUNDO’. UNA HISTORIA DF. EXTHOVERSIÓN

sanguinarios jóvenes guerreros en Chad. Somalia. Liberia. sus territorios o zonas locales — incluso en cuestiones de
Sierra Leona. Ruanda o Kivu han adquirido una importan­ fe religiosa— y las figuras imaginarias de la global izac ión,
cia paradigmática a este respecto. Pero los conflictos tam­ por ejempln tomando como héroe a Rambo y apropiándose
bién se reproducen por medio de la extreversión, por ejem­ mediante el pillaje de los bienes de consumo que de otra
plo. en las extraversiones políticas y militares que va fueron manera serian demasiado pobres para obtener."
características de las guerras en Chad y Angola durante la De manera tal vez más callada, la lucha casi guerrillera
década de 1.970. U extraversión financiera puede adoptar en los estadas del delta de Nigeria, emprendida por varios
' la forma de ayuda financiera directa por parte de gobier­ auroproclamados “comités de resistencia”, o “comunida­
nos amigos c instituciones multilaterales, como el Banco des", formadas sobre la base de aldeas o de grupos étnicos
Mundial, el FMI y el Fondo de Desarrollo Europeo, todos particulares, que exigen dinero por su prorección a empre­
los cuales han hecho contribuciones al esfuerzo de guerra sas extranjeras a manen» de compensación o de redistribu­
ugandés en Ruanda y en Congo-Kinshasa desde 1990. bajo ción. es una forma del mismo proceso. Esta lucha particular
i la forma de una ayuda estructural para el ajuste. Asimismo, es encabezada por los jóvenes, en el sentido africano de la
puede presentarse como ayuda humanitaria, como alimen­ palabra; personas que t icnen preparación educativa pero no
tos o asistencia médica, con la consecuencia de que las onc trabajo, que exigen pago de tributos a las compañías petro­
internacionales pusurou u engrosar las filas de los interme­ leras extranjeras, presionándolas permanentemente y so­
diarios ennv el subconrineme africano y el resto del mun­ metiéndolas a ataques de comandos de unidades de com­
do. viéndose a menudo obligadas a pagar a emprendedores batientes endurecidos. Fenómenos similares ocurren cu
político militares locales para obtener acceso a las socieda­ Africa en tomo de los enclaves mineros y de plantaciones,
des o lc»\ grupos de población a los que desean ayudar. La como en Tanzania, donde los mineros artesanales catan en
ex troversión económica en tiempos de guerra ocurre cuan­ guerra con los empresarios asiáticos que han sido los prin
do los costos de lu guerra quedan cubiertos por las exporta­ tápales beneficiarlos de la privatización dr las minas «Ir ora
ciones. incluso del modo más burdo, de las materias primas v de piedras semipire losas 1 l'ales situaciones pueden mnvrr-
de un país, ya sea petróleo, diamantes, minerales, madera,
cosechas, ganado u otros animales. Alternativamente, las- R. Marcha!. " L o "soory jjR de Mógsdiscia Fonncs dr la violente
costos de la guerra pueden ser cubiertos, como ocurrió dan» un cipacc urbaln en guerra**. Cakiers dUoidcx Afrieaim s, íjo .
^ en Somalia, por la emigración y por el establecimiento de « x m - z . 1993- PP- 395-3*0: R. Búzenguissa-Ganga, "Milico poliriqucs a
c una nueva categoría de mercaderes basada en la diáspora.** tunde» jrrr.ee» i Brazzaville. Diquéte sur U vialrrw r poli tujuc et nocíale
La extraversión puede adquirir también una forma cultu­ de* trunes dedas-Tév" Les ¿ñutes Ju ara 13. abril de tqqí. P. Richard».
ral, ya que los combatientes adoptan simultáneamente las Figktvigjor rhc Rain Foreit VV.:r. Tautii and Reinaretí tu Sierra Lame.
cosmologías y las formas de representación simbólica de Oxford y Pbmmoudi. lame» Currey/Hdncmann, 1996: "Lumpcn-culture
and Política! Viglcnce; The Sierra Leone War". Afriquú ri Déretoppenen!.
xxii. ruim. j-4> 1997: 'L>i»dp!lne*et déchirurcí. Les forras dr la viniente”
* it Marcha1 7lir Somalí Po.xl Civil Wár Runneis Clas>. mlmeogra- Cdkfert dÉtudes A jricainci, 150-15». xxxvtn-2-4, 1998; S Filis, I V
fuxin, Nairobi. 199&, y R. Marcha! y C. Me*$tant, le? chrmtm de ¡a ¡¡nrrrc Mssk o f A nareír," The Pesmtcríon o f Liberte auJ rite Reiifioits Dunrttxum
ti de fa f.-jíx. Fías Je confia tu Afrique nneníale el autrmle. París. Karila- ofun A fricm Civd War. Londres. H um 5c C o „ 1599.
U. 1997. UC. S L Ctacfage. "The Medí Shall Inhcrit the Eailh bur nol thr
f

Je ICAN TRAN CO IS DAYART á f r ic a r« c l m u n d o ; u n a h is t o r ia n r r-XTROvrnsióN n

tírse en ocasión de pillaje en una escala tan grande que llegue medíante la suspensión temporal de créditos o de ayuda bi­
a constituir un auténtico movimiento social Las trágicas lateral G st c juego, como el de las sillas musicales, fue lleva­
explosiones que ocurrieron en la estación del ferrocarril en do al extremo en el caso del mariscal Mobutu en 1990-1991,
Yaoundc en agosio de 1998. o en el oleoducto de Jes se. cer­ en el particular contexto creado por la Guerra del Golfo, en
ca do Warri, en Nigeria, en octubre del mismo año. fueron un momento en que Zairc estaba en condiciones de vender
las demostraciones inás aterradoras de la importancia de sus servicios diplomáticos .1 un precio excepcionalmrnfc
dichos movimientos. En ambos casos, los accidentes pro­ alto. Al mismo tiempo, la Santa Sede se aterró ante todn
vocaron la muerte de varios ciemos de personas. acuerdo de Transición que hubiese llevado a la presidencia,
Lis dos estrategias de extraversión que dominaran la pa­ asi fuese interina, a monseñor Monsengwu. el arzobispo de
sada década — una de ellas en forma de democracia, la otra Kisangani que presidia la Cnnférence Natioaiale de /aire.
en forma de guerra — corresponden bien al modelo prelimi­ En Togo, Camerún y Kenia. gobiernos occidentales c insti­
nar que hemos sugerido y por el cual la soberanía, en África, tuciones de Brerton Woods manifestaron su desaprobación
se fierre medíanle la creación y ia administración de la de­ pero sin poner en peligro sus intereses esenciales, a saber,
pendencia. La observancia de lu Santísima Trinidad de la el mantenimiento del régimen político existente, el mito del
Reforma*(ajuste estructural, democracia y buen gobierno) pago de I.11 deuda y ciertos sólidos intereses comercmles y
•ir lia filtrado a través de los objetivos de los detcntadures personales. Cosa más fundamental, la problemática riel con­
del poder y aplicado en la reproducción de sistemas de des­ dicionamiento de la anida ha federado el p ro co o de crea
igualdad y de dominación, como ha quedado bien ilustrado rion de csrrucruras de poder dobles, que ya era uno de los
por un estudio subte la liberalización del comercio exte­ rasgos sobresalientes tamo del gobierno colonial como del
rior, b privatización de las empresas del Estado y el pro­ Estado rizoma posrolonul, el ejercicio sistemático del cual
ceso mismo de transición democrática.* Los organismos ha tenido el efecto de hacer que gran parte de lo que ocurre
de cooperación se han mostrado incapaces de convencer a en Africa sea invisible para los de l'uc*ra.“
sus vjcío .%africanos de que sigan las prescripciones diseña­ Los organismos de cooperación y las camillerías occi­
das para ellos. Antes» bien, debido a la imposibilidad legal de dentales se enfrentan con instituciones y nodos de poder
renegociar lu deuda multilateral, o por miedo a lo descono­ que equivalen a un decorado de trompe l'o eil, y que hace
cido y por la obsesiva preocupación por la “estabilidad", los ya tiempo dejaron de ser canales para el flujo de los recur­
donadores se han resignado a seguir patrocinando a los re­ sas económicos y políticos más considerables, loca ahora
gímenes africanos, salvándose ocasionalmente del ridiculo

’■ Sobre la noción <k! Estada rtxoma. cf. | -F Huyuri. The $tat( /*


Mining Righu Thr Mining Imlustry arwl Aíruniulat¡on in Tknttnia", ai A O k a, op c u . pp. 218 y i»., y sobre la erradón de « tru rtu ras <Ic Mimbra de
P Gibbún tam u l. 1. LihcnilueJ Devetopnuru ü; Tanzania, UpiaLi. Nordu poder, J F Hayan. “L'Aínquc Invisible". Politique tntrnutrian,tiÁ70, invier­
lu»AfnluinMitutrl. f»p a? if>S no de 1995-'.996- PP- a$ 7-¿9íi y. can S. Hllíi y B Hilnui, T V C rim inalua-
'' D. llibu u . LH/riijiir 1xt-rllc prutationnitle? ¡.es ciutmins butssvn tlun u f thr State in Africa, Oxford y Bloomlngron. lame» Cuttcy 'Indiana
/»tr»» J é Li ¡ibwrulUation extirieurr, París. Karthala, 19*76; B llibou llnivepwily Press. 1999. ai i como W Reno. Corruptwn »n á State M i t i n >•
\'coord.>. La privatización d*u Aiiií, Parí*., Kanh.iLi. i w ; BonégaS, 'La J r Sierra ¡.ruñe, Cambridjic. Cambridge Untverjity Press, 19 9 $. quien |<l.iun
mocratir d pai tLfcam dléúalop cir. la idea de un "Estada sombra*.
M ItA N F R A H C O lS DAYART A FRICA EN E l.M U N D O : U N A H ISTO RIA DE rX T K O V F R M iV .

el turna a los organismos de cooperación de ser víctimas dido lanzar una ofensiva económica que se beneficia de la
del engaño ejercido poi granjeros de Zairc o de Tanzania libcrahzación V la privatización sin preocuparse en lo mas
cuando establecieron falsas aldeas —“ aldeas Potemkin". se mínimo por la “transparencia".
las llama ría en Rusia— , obedeciendo ordenes de establecer Por su pane, la guerra ha hecho posible que los Estados
asentamientos consolidados, pero aue ellos abandonaron recuperen una parte de la soberanía que perdieron al que­
en ruantn turrón inspeccionados oficialmente. En un país dar sometidos a los condicionamientos de los organismos
como Sencgal. la capital administrativa, Dakar, parece ha­ de cooperación. U estrategia genocida de la restauración
berse ido conviniendo progresivamente en el cuerpo astral autoritaria, seguida por la derrota del poder hutu en Ruan­
de louba, la ciudad santa de la hermandad Mouride. y la da y la caída del mariscal Mobutu en Zairc, han puesto de
capital del fraude y del contrabando. L is sociedades políti­ manifiesto cruelmente los límites de la Influencia ejercida
cas africanas se dividen entre, por una parte, un pays leg al por Francia, único país europeo que aspira a tener una ver­
una estructura legal que es el centro de atención de los d o ­ dadera política continental hacia Africa. Pero si el periodo
nadores multilaterales y de los Estados occidentales, y. p"5r de 1994 a 1997 constituyó una consumación simbólica del
orra, un pays r i e l donde se ejerce el auténtico poder. En fracaso del tradicional enfoque francés, podemos pregun­
casos extremos, esta duplicación puede conducir a la exis­ tarnos si los acontecimientos de 1998 no constituyeron
tencia de una estructura oculta que rodea o hasta controla una derrota similar para el patrocinio estadunidense en In
al ocupante oficial de In silla presidencial, casi como una región. Hoy es evidente que los "nuevos líderes" a quienes
junta de directores que nombra a un presidente ejecutivo se confió la política de los Estados Unidos hacia Africa tu
para aplica* vus decisiones. En los últimos 10 años esos vieron.cn realidad, sus propios interora. El Departamento
cuerpos extraoficiales han desempeñado un papel clave al de Estado estadunidense y el Pentágono han demostrado
absorber los beneficios de las economías nacionales y pla­ ser incapaces de mantener el control de la coalición Jn t ¡su­
near y ejecutar estrategias dr restauración autoritaria, com o danesa que habían reunido, financiado, armado y aronse|a-
en el caso de Reñía. Camerún y Chad n, el mas trágico do do. y no pueden impedir que vus supuestos clientes sr ata
tudos, en Ruanda, de 1990 fi ¿99.) Los organismos de c o ­ qurn unos a otros. Britrea y Etiopia se han hecho la guerra,
operación win singularmente impotentes ante esos aconte­ así com o también Ügnnd.i y Ruanda, después de volverse
cimientos. Resulta revelador que sus equivalentes y socios inicial mente contra el hombre al que habían instalado en
institucionales, los ministerios de economía y de finanzas el Congo-Kinshnsa. Luurcnt-Désirc Rabila (suponiendo,
o de asuntos extranjeros, rengan escaso poder real en com ­ ciara está, que no fue Rabila el que traicionó primero 3 sus
paración con el que esgrimen los jefes de Estado y quienes aliados al nn cumplir sus obligaciones para con sus patro­
los rodean, y que tengan muy pocas opciones aparte de ha­ nes). U conmoción generalizada ante el fiasco de Somalia
cer gestos que pasan por “ reforma", "apertura" y respetabi­ en 1993. la difusión de iu guerra por todo el Cuerno de
lidad neoliberal en general. Precisamente en un intento por África y el Africa central, constituye un triunfo de la polí­
adaptarse a esta realidad Francia lia personalizado hasta el tica sobre los condicionamientos economices y financie­
extremo su política hacia Africa: las consecuencias son hoy ros. sobrr los ingenuos intentos de reforzar la capacidad de
visibles para todos. Y valiéndose de esos intermediarios de África para mantener Lt paz y sobre la intervención directa
“sombra-, los empresarios y operadores asiáticos han p o ­ de las grandes potencias.
40 ICAN FRAN^OtS BAYAHT Africa i n cl mundo : una h istoria ue txrHovcnsiON «i

producción “en bruto", ya sea la mano de obra que exporta


LA HISTORICIDAD DE LA F.XTROVERStÓH como emigración, los recursos agrícolas o minerales que
exporta en sistemas formales c informales, o el capital que es
La insistencia en el papel central desempeñado por las es­ expatriado en forma de fuga de capitales y. acaso más raras
trategias de exiroversióo en la forma en que se articula la veces, como pago de deuda. Lis personas que administran
relación entre*eí~ATr;ca subsahariana y el resto del mundo esta desigual relación con d sistema económico internacio­
ofrecí; n o ventajas, pese a los Inevitables límites impues­ nal son capuces de derivar de él loe recursos necesarios para
tos por este modelo y los matices que resultan apropiados su dominio intern?. La danza que Laurcnt-Désirr Rabila
siempre que se dirige la atención a una situación histórica ejecutó con diversos intereses mineros durante su campa­
particular. ña de 1996-1997 fue casi una caricatura de esta tendencia.
En primer lugar, estamos mejor preparados para com­ Las empresas extranjeras, que los teóricos de la dependencia
prender la calidad específica, en un periodo largo de tiempo, considerarían parte de una red de intereses imperialistas, en
de las trayectorias históricas propias de África en compara­ realidad fueron engañadas más a menudo por el principe
ción con las que podemos observar en Asia, desde Japón y con el que negociaban. No obstante, este principe en par
China hasta el imperio otomano. La hipótesis de la cxlro- ticular difícilmente !e dio un uso idóneo .1 los recursos que
versión nos permite identificar en los Estados poscolonia- había adquirido. Con respecto a los diamantes, por ejemplo,
lcs al sur del Sahara una forma nueva de una civilización no hay duda de que habría sido más lucrativo para Rabila
particular, utilizando esta ultima palabra en el sentido que trabajar directamente con De Ucees y no con los comer
ir dio rl historiador Fernand Braudel. que sin duda es discu ciantes supuestamente independientes que. en último aná­
tibie. Rraudel consideró que una civilización es una enridad lisis, terminan vendiendo sus piedras a De Beeiv, y que en
dr larga c tnagotahle duración". Característicos de la^ivi- realidad son poco más que intermediarios.
luueión del Africa SLbsahariana, 511 ^ste sentido de U pala­ Encontramos todas las características de una estrategia
bra "civilización". son la cultura oral, un desarrollo bastante de extroversión. patética cuando no francamente trágica,
débil de las fuerzas Je producción, una extensa actividad en el caso de Angola, efectuada por las vías de la deuda.y
agrícola y pastoral en la que 110 se usa la tenencia de la tierra de la guerra. Por medio de la guerra, la m p l a . heredera de
con escrituras privadas, un grado bastante limitado ele pola­ las élites esclavistas de los siglos xvin y x ix y descendiente
rización cultural y social, y un grado limitado de acumu­ sociológica de quienes más intimamente colaboraron con
lación económica y de c e n t r a liz a c ió n política, las cuales el régimen colont.nl portugués en el siglo xx. mamicnc-el
han basado en gran medida en el control de los beneficios, control de las ganancias que pueden derivarse del comercio
económicos que surgen de la dependencia del medio exte­ petrolero. El partido en el poder de Angola llegó al grado.de
rior, más que en la explotación intensiva de quienes viven obtener la protección cubana para las concesiones de pe:
bajo un sistema particular de dominación políri<\vf’ Floy. trólco de los Estados Unidos, en uno de los episodios más
como en el pasado, África tiende a exportar sus factures de extravagantes de la Guerra Fría. Por medio de la deuda, la

" | -F Bayart, 77w S t iu m Africa, op. cfr.. pp. 36-57. Semejante mo- nografn de Ib conducta campesina. C.f Cooper rf a/., C an fm atbtg¡¡lo o r-
d d o tronco tirnr que ser n*.atizado, particularmente 1 la luz de la hlsto- ica/ Piraditfni, o¡1 a f . pj«. ¿3 1 y ss
ir«N'-FRA>j<;<m bayart Al RICA t M CL MUNDO: UNA HISTORIA DE EXTROVE HSIÓN «»

mpla financia su fu lte c» avant política, no sin obligai a . ► de la llegada de los portugueses, A partir del siglo vil, el
sus acreedores, incluso el Fondo Monetario Internacional periodo de ascenso de la dinastía T ang en Chtna y el ru-
y. en buena medida, las Naciones Unidas, a pagar caro este cimicntc del islam, hasta el siglo xviu. cuando la Bntish
privilegio cuando se enfrentaron a una reanudación de las East India Company se apoderó de RcngaU, l,i provincia
hostilidades militares en diciembre de 1998.** Las simili­ mas rica del imperio mongol, es posible discernir un ciclo
tudes entre esta economía política y la del lado angoleño coherente cuyos contornos incluyen la expansión del islam,
del pasaje del Atlántico medio del siglo xviu. est udiadas por la difusión de un modelo político religioso indio por todo el
I. C Mlller. son verdaderamente preocupantes.1* sureste de Asia, la unificación de migraciones e invasiones
Huelga decir que la observación de connnuidadcs.de chinas, turras y mongolas, y la mediación comercial de po­
esta índole no debe oscurecer los auténticos cambios qyc derosas ciásporas y sociedades nómadas.’* A partir del siglo
ocurrieron durante un siglo de colonización, descolo­ xv los avances comerciales logrados por Europa, que utilizó
nización v globalización. La dominación y la acumulación su plata americana para comprar “ un asiento y luego, inclu­
de capitalás han sufrido un cambio, tanto de escala como de so. todo un vagón de ferrocarril, en el tren asiático" según
tipo. Un índice de esto es la modificación de la naturaleza palabras de Andre Gundcr Frank, durante largo tiempo no
de la guerra misma, que se ha convertido en una empre­ fueron mas que un fenómeno marginal que no parece haber
sa de carácter parcialmente urbano y que muestra un gra’du alterado, antes de comienzos del siglo xix. Ih estructura dr
considerable de refinamiento tecnológico. Paia los fines de lá dependencia de un modo ventajoso para Eumpu." F.ere
este trabajo, esa no es la cuestión principal- resulta más ciclo asiático de 13 siglos se fundamento rn la aplicación de
* significativo que la perpetuación de un régimen de rentas una presión fiscal, obtenida, donde fue necesario, con un
externas y de subexplotaclón Interna, disfrazado de institu- determinado ejercicio de coerción, que no tenia equivalente
'elpnes políticas modernas, forme un contraste con el tipo al sur del Sahara durante el mismo periodo listas circuns­
Ideal que puede derivarse de la trayectoria histórica ddAsia. tancias p*cvalfdenres en Asia permitieron cierto grado de
la cual, como ya lo hemos notado, se encontró en el epi­ integración d d mercado, el crecimiento de ciudades y b
centro de una verdadera economía mundial mucho antes centralización política n una escala impresionante^ La tra­
- ►
yectoria asiática está simbolizada por los esplendores de tres
• C f O Vallé*, “La Jetie publique est-d k privée? Traite*, inútemert. grandes imperios, los de los Ming. los otomanos y los mon­
traite Mudes Je Li dcü r afrfcatne" A>tiríqae Africaine. 7J. marzo de 1999. goles. y quedó reflejada en la preeminencia a largo plazo de
pji 50-67. y varias obra* de C Messiant. quien ofrece una versión mucho vastas metrópolis, verdaderas ciudades universales que se
m is drtultwiu de la economía política y la historia del goíicm a de Angula adelantaron a los tiempos, como Consranrincpla, Damasco,
qur la que punir darse aquí: cf. especialmente C . Messiant. “ La Fondalion Bagdad, Delhi o Beijing. En contraste, “podría decirse que
Eduoidu dos Sollo* (ñuta). A propos de 1'invoilMcmcnt. de la -vociné civil*
la contribución más distintivamente africana a la historia
par !e pouvoir angolam". PoUtlfut Africalne. 75. m a r» de 1999. jip. 8 1-10 1;
C. Messiant. "Angola. Ies voies de l'cthnicisailon ct de U décomporilion".
Lua/topic, 199.) a 199?. C. Messiant. "Angola, cnirr gum e ct p m ‘. en R “ Cf. opccialm cw c K. N. Chaudhuri, Asia befare Emrope Ecamnay
Murehuí y C Messiant. Les chetnim de le guerre. capitula) 4 y C. Messiant and C M lia tío n ib líir Indian Otean from rite Rúe o f hhm ta 1750, Cara
(coord ). IAngola dan» la guerre". Poihitjue Afneniar. 57. n a n o de lOJS brídge, Cambridge Univcrsity Press. 1990.
r Miller, W íp 0 / Prnth. ap. cit. '' Fninl. ArOrinrt, ap. clt.. p. 477. y el capítulo vi er. general.
• 44 ' IEAN FRANCO15 BAYART ÁFRICA EN EL MUNDO: UNA HISTORIA DE EXTROVERSIÓN 4*

i*' *
‘ ^ Humana fue precisamente el civilizado arte de vivir juntos, revolución copernicana — Nigeria y Sudáfrica— no dan
’ en forma bastante pacifica, sin Estados'Vo señales de esrar tomando este camino y están presencian­
Es importante que no se interprete mal esta compara­ do una inquietante fuga de capitales, en uno de los casos
ción. Decididamente no es nuestra intención postular una por medio de una feroz práctica de depredación, y en el
teoría ingenua de la evolución histórica cuyo objetivo fuese otro so pretexto de la globalización de sus mercados fi­
establecer una jerarquía de las sociedades según estén más nancieros.
o menos ‘desarrolladas”, y ni siquiera comparar punto por Sea lo que fuere lo que reserva el futuro, el paradigma de la
punto dos trayectorias radicalmente distintas. Las econo­ extraversión parece estar captando la dinámica de una de­
mías de las tierras al sur del Sahara fueron lo bastante diver­ pendencia que, sin duda, es la realidad del Africa subsaha­
sas como para que fuese posible identificar entre ellas algu­ riana. Esta dependencia es un proceso histórico, una matriz
nos rasgos característicos del modelo asiático-, por idéntica de acción, más que una estructura, corno suele concebirla
razón, los países asiáticos no desconocían los enfermizos la teoría de la dependencia, valiéndose de una metáfora que
atractivos ofrecidos por las estrategias de extraversión, ni implica inmovilidad.
de la ‘‘administración por delegación” de parte de los Estados Otra ventaja del paradigma sugerido en estas páginas es
interesados por gobernar en forma barata. De manera simi­ que evita una distinción estéril entre la dimensión interna
lar, la crisis que recayó sobre los Estados asiáticos, dragones de las sociedades africanas y su inserción en el sistema in­
y tigres, en 1997, debe advertirnos de Jos riesgos de sacar ternacional. (Semejante distinción está de hecho implícita
conclusiones precipitadas sobre el nexo entre el espectacular en el tema y el título del presente ensayo.)0 1.a interacción
crecimiento de décadas recientes y un largo periodo de su entre África y el resto del mundo no puede considerarse
historia.1" Esto es así especialmente si resulta que la reciente como una relación, ya que África en ningún sentido es aje­
crisis financiera asiática no es sólo coyuntural sino estruc na ál mundo. Antes bien, la calidad es orgánica; es consus­
tural. y pone de manifiesto las contradicciones de la propia tancial con la trayectoria histórica de África. Además, con
estrategia asiática de acumulación.*-' Otro corolario es que siderar el asunto en términos de una relación es ir rn
no se puede excluir el hecho de que el África subsaharia contra del meollo de uno de los aspectos fundamentales Je
na pueda pasar a una órbita distinta, por ejemplo mediante la globalización, proceso que se sitúa en la interfaz de las
una intensificación de las relaciones sociales de producción relaciones internacionales o transnacionales y los procesos
como resultado de la presión demográfica. Sin embargo, internos de las sociedades políticas. AI mismo tiempo, es
debe decirse, con respecto a esta última sugerencia, que las
dos economías que tienen el mayor potencial para semejante
* Por ello, cu mi libro The State iit Africa (p. xx) evité dedicar todo un
capítulo al lugar de África en las relaciones internacionales, como se tyee
“ Lonsdale, “States and Social Processes", op. cit., p. 139. «*n virtualrncnte cualquier obra comparable. Sobre la necesidad de sobre­
" Una tentación a la que el presente autor n o siempre ha logrado re­ seer la distinción entre lo interno y lo externp. cf. B. Badie y M.-C. Smouts,
sistir: véase ’ L’historicité de l’état importé” en |.-F. Bayart (coord.). La ¡j? retourncmcnt du monde. Sociologic de la scér.e international. París,
grejfe de l ’état, pp 20 y ss., mientras que A. C. Frank sigue aún sucum­ Pres.ses de la Fonda!ion Nationalc des Sciences Polltiques. :99a. y |. N.
biendo a ella (en ReOrient). Rosenan, Alortg the Domatic-Forcign Frontier, Expittrtog Govemance in a
“ D. Hochrairh, LAsie, du minarle á la ente. B ruselas, Complexe, 1999. Tarbulent World. Cambridge, Cambridge Univcrsity Press. 1997.
r
4« ICAN THAN ^OW RAYAKT ¿TRICA EN a . MUNDO UNA HISTORIA DE EXTROVTOMÓN c»

perfectamente concebible que este vinculo orgánico en ­ razas mixtas y asimiladas, que se formaron en el crisol del
tre las dimensiones "interna" y "externa" de las sociedades comercio transatlántico y cuya visión fue poderosamente
pueda haber cambiado de naturaleza a consecuencia del influida por la muy temprana multilateralizarión de Li de­
modo en que los intercambios globales se han vuelto más pendencia. El grande y abrumador problema del MPLA es
intensos, han aumentado en velocidad y en tamaño, y han que tiene que gobernar a todo un pueblo, cuando habría
adoptado las características de un sistema auténríco, como preferido con mucho concentrarse simplemente en el sa­
lo sostienen los teóricos de la globalización. Sea como fue queo de petróleo y de diamantes. A ojos del m pla una de ^
re. esta sustancia orgánica se encuentra en el corarán mis­ las ventajas relativas de la guerra (mientras no termine en
mo de la producción política y Cultural de las sociedades y el lado perdedor) es que aplaza indefinidamente b desagra­
del modo en que los sistemas económicos globales se han dable perspectiva de establecer realmente una democracia,
construido a lo largo de siglos o aun durante milenios. Si como lo piden los organismos de cooperación. Sin duda a
seguimos el camino tomado por Uach. podemos aceptar muchos lectores les parecerá que plantear asi las cosas es
que esto puede decirse de las sociedades segmentarias asi una exageración cínica. Pero ¿que hechos concretos se pue­
como de los grandes imperios multiculturales del pasado. den argüir contra semejante análisis? ¿No saboteó el mf l a
Desde luego, no es posible disociar la historia del Afri­ el proceso de paz iniciado en Lusaka en noviembre de 1994
ca subwhnrmna durante el siglo pasado de los efectos de la con un celo tan sólo igualado por el de la u n i t a ? ¿ N o in
globalización que ha estado tejiendo activamente su trama cluye esta explicación la desvergonzada exploración dr los
social desde la expansión comercial europea del siglo x v y, recursos del país por medios militares y rl consumo de
más específicamente, desde el siglo xix, que sin duda fue un los fnitos de su venta en algunos de los suburbios ñus agra­
periodo crucuL Podemos reconocer que estos hechos fue­ dables- de Johanncsburgo. Ciudad del Cabo o Lixboji? ¿Ha
ron mucho m i* complejos de lo que durante mucho tiempo aplicado tí m pla alguna medida de política social n econó
SC supuso: no obstante, el paso drl tráfico de esclavos 3 un mica que haya aliviado, así sea ínfimamente, la sueno de la . f
régimen de un comercio llamado “ legitimo", la conversión al población general, sometida a una vida de miseria, al riesgo
cristianismo, las fuerzas de atracción y de destrucción ejer­ permanente de ser murilada o reclutada por la tuerza al sei
cidas por las economías esclavistas del océano índico y del vicio militar?
valle del Nilo, los procesos de invención de la modernidad De manera similar, en Guinea-Bissau la secuencia his­
tanto medrante b “invención de lil tradición COlllO por 1.1 tórica de la colonización, de la movilización nacionalista y.
vía de la apropiación dr prácticas culturales extranjeras y. por desde 19 8 6 . de la libcralisación económica seguida ¡Mar su
ultimo, la formación de identidades étnicas en interacción gemelo político, ha servido L-n primer lugar a los intereses ’
con el Estado colonial, son d fundamento sobre el cual se de las élites de razas mixtas y “compradoras que a menu­
formó d paisaje social africano al término del milenio, do tienen sus orígenes familiares en Cabo Verde*, y de sus
y , 'Las trayectorias de extraversión han producido un grave aliados pepelvEsto se ha hecho a expensas dei campesinado
¿ '^‘problema de representación y de legitimidad política c ilio s del hinttrlana del país, pese al hecho de que fue este último
lo ^ ' Estado* contemporáneos, o al menos en algunos de ellos. grupo de población el que aportó ai faigc la mayor pat te de
Una ver más. Angola constituye un ejemplo extremo. El sus combatientes durante la guerra de liberación cid país.
partido en el poder, el MPLA. está dominado por d ites de El motín encabezado por el general Mano en junio de 1998
4é IL A N H tA N (,U lS BAYART Af r ic a en e l m u nd o : UNA M is r o R iA de c x iT t o v r n s ió N «

expresó la frustración de muchos de aquellos veteranos de —los bakongo de la región del Pool y sus aliados tienen
la guerra de liberación a quienes pidió apoyo, pero rambién una larga participación histórica en el comercio transatlán­
de muchas personas halante en general. Pueden observarse tico y en la interacción en el sentido más lato.
contradicciones de este tipo entre las élites de las costas ¿Significa esto que sólo las sociedades de la costa atlán­
y los grupos del hintcrland en la mayoría de los Estados tica, con gran experiencia en el comercio atlántico, se en­
africanos que tienen costas en el Atlántico. En Senegal esta frentan a ciertos problemas de representación V de legiti­
brecha fue cerrada en un sentido político, durante los cin­ midad como resultado de su historia de extraversión'* De
cuenta gracias al triunfo electoral y a la habilidad política hecho, el mismo punto sigue siendo válido cuando se aplica
de Léopold Sedar Senghor y a la mediación de las herman­ .1 la costa oriental de Africa, por ejemplo, en forma de las
dades musulmanas, En otros lugares — ejemplos de ello son relaciones entre Zanzíbar y Dar es Sulaum. o en la costa He
Costa de Marfil. Ghana y Camerún— la diferencia entre las Renta y. más dramáticamente aún. en el Africa central Las
costas y el hinítrland se ha vuelto menos aguda a resul­ recurrentes crisis políticas que han estallado en Chad y en
tas de factores demográficos, o por la influencia de alian­ la República Ccntroafncana durante décadas giran en tomo
zas políticas hegemónicas realmente nacionales, o porque de relaciones sociales cuya forma surgió en la segunda mi­
en el pasado el comercio internacional tendió a eludir esa tad del siglo xix. en el contexto más general de la economía
parte de la costa y no creó una cla.se comerciante tan bien esclavista del valle del Kilo. Uno de los puntos en cues­
definida. Sin embargo, la distinción entre la costa y el h in tión en el conflicto entre /.airr y el Congo desde lOOh cs lflf ■' •
tcrkw d sigue siendo un factor importante en la lucha por devolución de esta enorme zona a la órbita renrvómira del
el control de los recursos en países como Gubón. Benin, océano índico, por vfa de las actividades depredadoras de
l ogo, L ib c r ia . Sierra Leona y Guinea, aunque, en el caso de los ejércitos de Uganda y Ruanda, proceso que hoy ha sido
los tres últimos. el antagonismo entre las redes económicas puesto en entredicho por la ruptura entre Laurenr-D^slré
dr los m/indingns y otros grupos es de mayor importancia, Rabila y sus patrocinadores inicióles, por el crecimiento de
y Lo chics criollas terminaron a veces por intervenir en un una forma de nacionalismo racista congolés que es vtolcn-
proceso de asimilación murua con elites de lis zonas del tamente antitulsi. y po: la insurrección de milicias huí- t
Innterland, como lo ha mostrada Stephen Bilis con respecto m alenKivu.
a los américo-liberianos." La irrupción de elites militares Estos factores revelan liasia qué punto puede demos­
en la vida política poco después de la independencia, la eco­ trarse que la afirmación hecha por la escuela de ln depen A ' „
nomía política de la democratización y las estrategias de la deucia y por partidarios dr una clase particular de socio
restauración autoritaria que la han acompañado, así comu logia histórica, en el sentido de que la falta de legitimidad
ln explosión de la guerra civil, a menudo ocurren en contra del Estado en A frica^ : debe a l.t falta de una apropiada hay /
de los trasfondos históricos que muestran notables simili­ social y cultural, al origen importado de sus instituciones y'
tudes. Resulta tentador interpretar la guerra civil de Congo- al supuesto fracaso de su adaptación, se basa en past uladps
B. a.v.ivillc .1 lo largo de lincamientos al menos parcialmente incorrectos. Los actuales conflictos no se deben a una fun
similares, hasta el punto en que unos de sus protagonistas Jumenta! falla de construí i ión que desde entonces haya de­
formado la relación entre el Estado y la sociedad, sino m is
" Elit¿, Tiie Majfc o f Anirchy, op. ór. bien a una larga osmosis entre las dos esferas. Las pugnas y H*
30 JEAN-FRAH^OIS BAYAKT ÁKRICA EN EL MUNIK): UNA HISTORIA I>E F.XTROVERSIÓN

rC n y «**'■' '
guerras políticas contemporáneas de África no son las con­ -*• Desde* luego, no faltan estadísticas para demostrar que
secuencias de una ruptura radical — la colonización— sino África está perdiendo o ha perdido gran parte de sus merca ^ t
que son sintomáticas de una línea histórica de continuidad, dos tradicionales, con la notable excepción del petróleo; que
a saber, una práctica de extraversión. No son expresión de la su mísera producción industrial se ha desplomado; que atrae
marginación de África dentro de la economía mundial sino poca inversión directa del extranjero; que su infraestructura
de unas dinámicas más antiguas (o bien, ocasionalmente, de marítima y de aviación se halla en un estado lamentable; *
algunas nuevas) generadas por la forma de su inserción en que sus redes de comunicación y de banca se encuentran
esta economía universcüj . 4 - en una situación similar. No obstante, estos datos, además
de ser relativos y de excluir, a menudo, las cantidades con­
siderables de negocios efectuados en circuitos económicos
LA DEFICIENTE EVIDENCIA informales o hasta criminales, no son suficiente prueba,
y j - l .o » '* " ''
DEL ESTEREOTIPO HEGEI.IANO'*. t u ff*r* /r-' %
Ifr’
en sí mismos, para concluir que el subcontinenrc está di­
vorciándose del sistemé internacional. Africa sigue siendo
Estas cuestiones son importantes porque las hipótesis que una parte del sistema mundial a través de toda una gam a*
hoy están más en boga en los círculos académicos, políticos de formas de interrelación o intercambio; en particular por
y periodísticos adoptan como hechos establecidos dos afir- medio de la ayuda para el desarrollo, privada y pública, que
maciones de dudosa validez. Éstas son.primero, que el Afri-^ recibe, aun si ésta va disminuyendo en la actualidad, por
c a subsaharíana está siendo marginada económicamente y, medio de sus todavía considerables exportaciones de pro­
Ncguado^ue. por lo tanto, el subcontinenrc se ve sometido ductos primarios; por medio de la importación de bienes
J. una decadencia política que está socavando los fundamen­ de consumo y duraderos; por medio de SU deuda externa e
tos del Estado, ya debilitados por los efectos corrosivos de la interna (esta última, a menudo, debida a empresas extranje­
globalización.*^ ras); por su recepción de portafolios de inversión en el caso
de Suddfrica o de inversión directa en otras partes, y porA
” I>«Sdc mediados de la década de 19X0 Crawiord Yoimg y Thomas medio de emigración y remesas/’ Hasta puede decirse que
T u r v r ya estaban refiriendo a la "declinación" del Estado en una nota­ África ha diversificado sus relaciones económicas externas
ble monografía sobre el sistema político de Taire: The Rise and D editx o f mediante el desarrollo del comercio con el golfo Pérsico y
the '¿airean State. Madison, Univcrsity o f W isconsin Press. 1985. Esta
idea ha sido explorida. después, en obras de sociología histórica, sociolo­ B Radie. La fin des terntoires. París, Fayard. 1995 y Un monde satis sou-
gía del desarrollo y teoría de las relaciones internacionales y la globahxa- veraincté. París. Fayard. 1999. El equivalente periodístico ha sido popu­
ción: cf., por ejempio. L W Zartman. C ollapsed States: The Disintegrjiion larizado por R. D. Kaplan. “The Corning Anarchy". Atlantic Monthfy
and Restoratton o f Legitimaey and Aathority, Bouldcr. I.ynne Ricnaer. lebrero de 1994. pp. .19 76. quien comienza con una discusión sobre la
1995: S. Strangc, The Retreat o f the State: Dtjfusion o f Po\%rr in the guerra en Sierra Leona y se bata en el estudio militar de M. van Creveld,
WoHd Economy. Cambridge Univcrsity Press, Cambridge. 1996; I. S. Ou Fu ture War. Londres. Rrasvzy's. >99*-
Uigdal. Strang Socicticj and VVfcwJl States: Sraic-society Relativns end u Cf.. por ejemplo, e! análisis del comercio exterior dr África en Hi-
State Capabilities io the Third W orld. Princeton. Princeton Univcrsity bou. I.'Afriqtte est-el!e protecticnniste*. y. sobre la inversión extranjera di­
Press. 1990; C Clapham. A frica and the International System: The Po­ recta, F Bost. "LAfrique subsiharienne. oublicc par les investisseurs".
lines o f State Survival. Cambridge. Cambridge Univcrsity Press, 1996: Afrique Contemporaine. 189, primer trimestre, 1999. pp. 4 1-6 1.
« IEAN-m AN«;OI5 B»YART Á m tr.A KK EL m u n d o : u n a h is t o r ia de u c t r o v e r s ió n »

9' '"‘ “.t'*’


con A mo., a consecuencia de su actual crisis económica y rablccido programas destinados a fortalecer la capacidad dc,»r«- _
de la devaluación en 199.1 del franco africano, usado en 14 África para mantener la paz. a consecuencia del fiasco so-*;'
países del continente, que ha reducido la comperlrividad malí de 1993 y de la tragedia de Ruanda en 1994- Aun asi. no,- r *
de los productos europeos en los mercados africanos. En debemos dejarnos engañar por estas aparentes retiradas. Las
vena más política. África ha visto devaluadas las rentas que cancillerías occidentales no han renunciado ¿1 su auto pro­
puede adquirir por su posición diplomática, debido a la cal­ clamado derecho de Influir sobre el curso de los acontecí-^
da del imperio soviético y al proceso de paz en el Oriente miemos. Sencillamente, hoy prefieren actuar por medio de
Medio, pero, por otra parte, sigue estando en negociación operaciones privadas, que incluyen compañías comerciales
permanente con los gobiernos donadores de Lis naciones y organizaciones no gubernamentales, especialmente en los
industrializadas del Grupo de los 7 y las instituciones de campos de la diplomacia, la ayuda técnica, la ayuda huma­
Bretton Woods Desde 1980 los programas de ajuste estruc­ nitaria. la inspección aduanal s hasta la defensa Pruebas de
tural y las problemáticas de la reforma y la condiclonalidad ello incluyen el papel del MTRi en Angola en nombre del
han intensificado en muchos aspectos la profundidad de b gobierno Je los Estados Unidos, o de Sandlinc, que actuaba
inserción de Africa en el sistema mundial. por e! gobierno británico en Sierra Leona; lu mediación de
Así pues, resulta apropiado hablar, no do una margina- la comunidad católica de San Egidio en combinación con
ción del subcoriiinente sino, ames bien, de la agravación de el gobierno italiano en las negociaciones de paz de 1992, en
'■su dependencia o. en rodo caso, de una transformación del Mozambique, o más recientemente en los conflictos de Bu­
/ modo en que se ha integrado al sistema internacional. Esto rundi, la República Democrática del Congo, el Congo Brazza­
no cxcluvc unas experiencias de dcsindusrrialización o de ville y Casamance; lu delegación de operaciones de Ayuda «le
regresión económica percibidas en términos de decadencia emergencia a las principales onc;, y el empico de empresas
y de "deM omnción".*7 Desde este pumo de vista, el factor como sos y Ventas en lugar de los servicios aduanales en tos
crucial e-. lu creciente privatización de las relaciones que principales puertos del golfo de Guinea."
África mantiene con el resto del orbe Los Estados no a fé ­ Más aún. cada vez más actores privados extranjeros se
ennos que solían desempeñar un activo papel diplomático o
militar al sur del Satura se han retirado de la lucha porque " Sohrr este punta c f |. N. Roscnau. Túrbale*ce i« WorU Politks.
las Intereses que intentaban defender o fomentar ya no spn A Tbcory o f Otaru;.' tmd Canánuity. Princetan. Princetan Unlrcrrity
sobresalientes o se encuentran ahora fuera de su alcance Press. 1990 p to j Sobre la privatización del Estado y de las teladones ex-
(como en Rusia y Cuba), u porque le han perdido el gusto temas, cf. las obró de H HlbOD, especialmente 6U ensayo en la y a n . Ella c
a una intervención directa en crisis n conflictos económi­ Hibou. The Criminalizarían o f che Sute, asi como las siguientes abrís cdi
cos. más profundos o más sangrientos de io que lo fueron tfldü-. por cl'la la pn val, sai ion .le retar" Critique. InternatU>nale. o t o r t o
en el pasado. La mayoría prefiere valerse de intermediarios dr 1998; 'T rini en vnlt de privaiizatlon' PoUliqur A Jn w lu e . 7.1, u iu w de
1999: La prfvítüarüwi des effdtr. Sobre la privatización de U seguridad,
regionales, como Francia y los Estados Unidos, que han es-
véanse especialmente P. Chapleau y P. Mlsser. Mvrcmainrr $ .4., Paii», IV».
dée dr BnwM <. 1098; (1 M¡11> y I. SlicinUu (tooeda.). The l'nratujtcOfC
" C f | Frrgiicon, Bxpactútion o f ModemUy. M ytk* and Mmniagr o f ofSecurlty íh Afeita. |atuniy^bütgo, South Aíircxr. Irutitutc ot Interna
U rina l.lfn on ihe Zambion Cnpperbr!t. Bcrfcdey. U n lvcnliy o í California t tonal AffsLw. 1990; I CflUcV* y F. Masón (coordi.). /VttCtf, J'rvfit c r Pimt
Feeo, 1979. det> The Prrvatiaatían a f Security fu War-mm Afriran S o rin ia . Halfway
iCArt-rnAN^n?* a a y a r t

han hecho presentcs(cn Africa exclusivamente con hnes de domantes en Balundu. en la frontera entre el Congo-Kln
lucro, y se han vuelto socios esenciales en las estrategias shasa y Angola, conciben el lucro monetario como si fuera
de extraversión implementados por los que detentan el po­ una expedición de caza, idea congruente con una "dolari-
der en cada región, mientras se mantienen fuera del sector 2,ición de la imaginación." En 1992 los mooryan de Mo-
público o incluso al margen de la esfera de la legalidad. El gadíscio consideraban que estaban actuando en solidaridad
tenebroso mundo de las compañías aseguradoras, de pilotos con sus “hermanos" que por entonces se habían amotinado
y mercenarios de las repúblicas de la antigua Unión Sovié­ en las calles de Los Ángeles.'1’ Las tortugas Ninja, pese a sus
tica. soldados cubanos que han regresado por cuenta propia inocuos comienzos como caricaturas, se han convertido
al Congo-BrazzaviUe y a Angola, mañas de Europa oriental, en los siniestros héroes de varias guerras, dando su nom­
del sur de Asia, de América Latina o de Marruecos, que ha­ bre a milicias o a fuerzas especiales. ¡N m jas rn marcha con
cen pingues negocios al sur de Africa; empresarios indios Obiang! es uno de los himnos de batalla del movimiento
y pakistanies, chinos o malayos que han logrado adueñarse juvenil oficial en la Guinea Ecuatorial. Las epidemias que
de una parte del comercio de África con Europa: rodos ellos periódicamente azotan Africa y que a menudo se han visto
son indicadores vivientes de que el subcon tiñen te no está como símbolos de su caída en alguna región infernal del
mis centrado en si misino que en el pasado, como quisie­ sistema internacional, en realidad son expresiones trágicas
ran lucernos creer los neohegelunos. Para citar un ejemplo: de su glohalización, como lo fue la pesre negra en la Europa
durante los últimos 15 años Africa ha dejado su huella en medieval. La gripe española, llevada de vuelta en barcos por
uno de los sectores más lucrativos y arriesgados del co­ soldados repatriados a finales de la primeia Guerra Mun
mercio mundial, los narcóticos. Se ha vuelto el principal dial, mató entre uno y medio y dos millones de peí sonas
productor de mariguana del mundo, en gran parte gracjgs en 1 9 1 8 - 1 8 1 0 . mientras que durante la década de 1 9 7 0 el
a Suddiucriui. L c .v j l I i o y SwaziLindia. y contraía una paste transporte aéreo limó el cólera a través de desiertos y océa­
importante del abasto de heroína al mercado norteamerioa- nos hasta el Salid y el golfo de Guinea, que antes habían ex
no por medio tic redes Igbo. ccmradas en Nigeria tado libres de esa enfermedad. África es el continente m¿s
Asi pues. África, o .su manera, participa en el proceso de gravemente afectado por la mis “moderna"' enfermedad de
glohalización Algunos de los hechos que a menudo se men todas, el sida.
nonan como prueba de su supuesta separación del mundo Hasta resulta razonable especular sobre si no hay algu­
en realidad sirven elocuentemente para demostrar lo con­ na clase de conexión entre la "rvinvcnrióii de ia diferencia"
trario Asi. algunos de los más sangrientos conflictos de que, según lames Clifiord. es una de las características de la
Africa, con frecuencia predeciblemente interpretados como glohalización. y U lógica de la apropiación e imlruujcnlJ-
manifestaciones de su supuesto primitivismo, no pueden lizaclón que son características de las estrategias de cxrm-
separara; de los altibajos de la economía global como tam­
poco de ciertas prácticas culturales globales, algunas de las " F De Roeck "Domculcailnji Diamond* and Dallar*: tdentlty, Ex-
cuales ya hemos mencionad ex Los jóvenes excavadores de pcnditure and Startng in Southwcstcm Zairc C19ÍÍ4-1977)". en B. Mayer
y P. Gesrhicrr (coordv.). G ln b jtiíjw m and Idcmtty. Dialécticao ffío w and
í lome. I nútrate for Securirv Studieí. 1099: W Reno. Wártord PoUtkt and C/o.VBir. Oxford. Rbikw dl, •.<>99. pp 177-209
A /rtc jr S i Ate1. Bouidcr. Lynnc Klenner. 1998. “ R. Mareta'. ' l « moorvaan de Mogadrécto". o f a :., p. 209

i
s». lEAN-rKAHCOIS HAYART A f r ic a en rt mundo u n a h is t o r ia d e r x r a o v c f t s iÓ N 17

versión. Ambas atestiguan d hecho de que los africanos son regiones en las que no habían logrado penetrar económica­
actores en su propia historia, siempre dispuestos a conver­ mente o. al menos, no tanto como lo desearan.'1 Sin embar
tir los frenos externos en alguna creación nueva. En suma, go. seria erróneo sobrestimar la importancia de esta tempra­
pues, debemos tener cuidado de no confundir dos hechos na fase colonial en el prolongado proceso de construcción
distintos: el primero de éstos es la limitada extensión de de instituciones burocráticas y de un gobierno centralizado
la acumulación primaria en las sociedades africanas y. asi. en África. En algunos lugares un rasgo del gobierno en el
el grado limitado de su ingreso en la economía capitalis- ( temprano periodo colonial fue. de hecho, la costumbre de
ta mundial, como ha quedado demostrado, fuera de toda delegar la soberanía política a compañías concesionarias, a
duda razonable, por los historiadores.’1 Un segundo hecho veces durante periodos de décadas. El régimen colonial se
es la marginación o desconexión de África en relación con basó por doquier, en gran pane, cu la práctica de lo que Max
la misma economía mundial o el sistema internacional, lo Weber llamó “d e sca rg a y en el gobierno indirecto, incluso m
cual seguirá sin demostrarse mientras las estrategias de ex- en territorios coloniales franceses. Ademas, vastos terriro- ’
troversión sean, en realidad, los medios de la integración de ríos fueron virtualmente abandonados a sus propios recur-*y Z'
África en las principales corrienres de la historia universal sos durante todo el periodo colonial, como algunas partes * - - -
por vía de la dependencia. de Sudán. Chad, la República C entral frica na, el Congo y .
La idea de que algún tipo de decadencia política está Angola Y hasta el final mismo del periodo colonial el régi­
corroyendo al subcontinente no resiste mejor el escrutinio men europeo se enfrentó a episodios de grave disidencia o
P.l hecho más destacado drl último siglo fue el descubrí resistencia. lo basr/intr a menudo como para q u e te n g a m o s.
miento drl Estado por sociedade'- qur se habian caracteri­ que matizar de forma considerable la idea comúnmente
zado, corno ya mencionamos, por “el civilizado arte de vivir sostenida de que existió una paix entóntale o una jm x brí-
junte», bastante pacificamente, sin Estados".11 Hasta riqrto rannica. El dominio colonial tuvo utih duración extraordi­
punto Jn globulisacton de África y el proceso de formación nariamente brevr si la medimos por las normas de la longue
del Retado se lian entremezclado, y el proceso se hizo evi- duré? histórica. Sin embargo, esto no legitima el hecho drj
denre desde el momento en que Lis potencias europeas, en- , considerar ul colonialismo como un simple “ toque" htxto- . •
cabezadas por Gran Bretaña, pasaron de una fase anterior rico, ya que la ocupación europea transformó radicalmente,.-*
de “ un imperialismo de intención' a un “imperialismo de los recursos, los modos y las metas en todas las luchas so­
resultado", en que semejante forma de control fue aplicada ciales. sobre todo al introducir el dinero en rodo ámbito de
realmente durante !¡i segunda mitad del siglo xix. Poj aquel
i r" entonces los gobiernos europeos creían haber Identificado
une» de los principales obstáculos a las inversiones en África " A. G Hoplum, "Thr New Inicrtuuotul Econontle Orricr' In tile
N lnaecnth L'cntury Uriuin’i fir*t Dtvclepmciit I'Ij i i íoi Africa" en I tw
en su falla de grandes entidades políticas centralizadas, y
(coord.i. ftv m Store Trade re* ~Lr)p.'i«iiTrr" Commrrcr. p ¿49. Véase uní-
a la luz de esta percepción llegaron a ocupar militarmente bi¿n la renovación de uu dehate sobre el tropcriallsmu británico provocad»
por h publicación del estudio en dos wolilmene», obra «Ir T I Caín y A ti.
k Cooptr, "Africa and rhr World Economy". A frican Studtcs Re- llopkiru. B rin ih Jmprrialism, Londm . Longman. 199], y rapedaimenic
vf*n*t ? - y 19X1. pp. j -85. R. E. Dumert (coord ). (im ite mnnfy CapU ailm ,:od BrifúJt ¡m yciialifm:
’ Innsdalr. "5u u o aixl Social F ro cett» ", op cif.. p. 139. The New Debatr <m Fmpúr ¡ C.-rl-iw. AddLsan W csky Longman *999.

-J
« JEAN*rittN<;OIS BATAfíT

l.i vida soci.il mediante la institución de derechos de propie


dad privada, y al hacer de las armas de fuego un elemento
central e indispensable de la tecnología militar y de diversos
r ÁFRICA EN KL MUNDO: UNA HISTORIA DE EXTUOVtKSIÓN

comerciales y financieros de todo el orbe y. así, a fcnónie-


nos culturales transnanonales. Entre ellos se contaron dos
movimientos eminentemente multinacionales: el Islam y el
5*

sistemas de coerción. cristianismo. j9


pesar de los limites inherentes al sistema colonial de En la bibliografía ha quedado ya bien legitimado ver a los .
dominación, el proceso por el cual se transformó el listado partidos nacionalistas entre otras cosas, como actores en
sigue siendo una de las tendencias más notables de la his­ procesos más largos de formación del Estado. F.1 n a c i o n a l i s - '••
toria de Africa en el siglo xx foco a poco, deliberadamente ,no a menudo llevó al poder a grupos sociales que antes se .
o no. él Estado evolucionó como el espacio respecto al cual habían beneficiado con la historia —frecuentemente tensa,.:,r *■
los otros principales actores de la colonización —misio­ y conflictiva— de colaboración con la potencia colonial, y
neros, comerciantes c inversionistas— se definieron a si con las oportunidades generadas por "la segunda ocupación
mismos: tal fue la joya de la corona heredada a la hora de colonial", es decir, el renovado vigor del colonialismo de
la independencia por los movimientos nacionalista^. Más 1930 en adelante. Incluso donde los políticos nacionalistas
aun. resulta sorprendente ver hasta qué punto el proceso de na tenían esos antecedentes, los partidos nacionalistas cm *
tormación del Estado fue acompañado por la tendencia a la picaron para sus propios fines las instituciones políticas que
glnhalizaiión. mucho más a menudo de lo que fue obstacu­ habían sido establecidas por el Estado colonial, c hicieron
lizado o refutado por la misma Para tomar un ejemplo, la todo esfuerzo posible por fomentar y extender la influencia
designación de limites coloniales, y acaso hasta el principio de estas instituciones sohrr las sociedades que ellos gober
de demarcación exacta del territorio y la ñfación d e p i la naban. la moda del nacionalismo económico y de la Inter
‘í ioiirx en Africa, estuvieron directamente concctadorcon vención estatal, que fue tan marcada en las dos primeras
lu celebración de una confcrmda mubllateral en Bcrl/p. En décadas de independencia (a veces en forma grotesca, como .
vena similor. el establecimiento de burocracias estatales y de en l.i campaña de zaircnización de 1973). fue. en sí misma,
mecanismos do acción estatal en tiempos coloniales, romo una señal de continuidad con el Estado colonial, aun en los
sucesores de las antiguas compañías concesionarias (o bien, casos en que se hizo todo un alarde de rompimiento con
en el Congo Belga, de una soberanía privada), condujo a una el orden colonial, y en conflictos como la expulsión de los
inversión directa de metrópolis europeas en cuanto las au- asiáticos de Uganda o. más Insidiosamente, de Tanzania.
tóridades coloniales comprendieron que la mayor parte de La fase siguiente, la de liberalización económica intnulu
las colonias nunca podrían ser económicamente autosu cida por las instituciones de Brctton Woods. no equivale a
fidentcs y que tendría que ocurrir una segunda fase, más una completa inversión de la tendencia n la continuidad en
Intensiva, dr ocupación colonial. Lis sociedades africanas la formación del Estado en África, ya que, como hemos vis
fueron obligadas por sus nuevos arnos coloniales a partí ro, los programas de adaptación estructural en realidad fre
cipar en dos guerras mundiales y. asimismo, en muchas cuentcmcntc fueron manipulados o desviados de maneras
guerras de descolonización A pesar del estilo individual del que no amenazaran al sistema de economía política en que
pacto colonial que unía un territorio africano particular con se fundamenta un Estado, asi sea mínimo. Los grupos do­
una metrópoli europea, en cada caso se pidió a las socie­ minantes continúan empleando la política gubernamental
dades africanas que se abrieran más que nunca a los flujos como instrumento político para favorecer sus propios inte*
IEAH-FIIANC015 KAYART

rcscs. A este respecto, la privatización de empresas públicas


a menudo resulta instructiva: en las raras ocasiones en que
í i r M CA KN CL MUNDO: UNA HISTOKJA l»i: EJCTROV» UNIÓN
/ í ' ' , •»<"' *
m "•
1 las fuerzas del mercado, ha sido descrito con menos pre-^f .. j
cisión como la retirada’" o rl *'de.splome,, del Estado que’. <: t
t *

realmente ocurre una privatización, por lo general beneficia como su recomposición, por la vía de un reordenamicnto
a quienes están en el poder, y que en años anteriores habían de los vanos modos de gobierno. “ En este sentido, la globa-
l* * / utilizado la misma empresa como fuente de lucra. Ahora l¿ación es. simplemente, un elemento de la formación e n *';
pueden vender los mejores frutos de la empresa estatal a sus curso del Estado. Tal fue el caso en décadas anteriores, b.í[o A -
Í - . V parientes o a sus testaferros. Considerados como partes de b influencia de las ideologías del socialismo o de la solida-'*'’ . 0
un proceso poi el cual se forman estructuras de desigual­ ridad del Tercer Mundo o del neokevnesbnismo. que fuev* ,
dad social, el nacionalismo o el estatismo económicos y las ],1 política del Banco Mundial hasta finales de los setenta.Fj)r
A
y i políticas de libcralización económica no son más que dos Tal sigue siendo hoy el caso, paradójicamente, bajo la forma y
t* aspectos de una sola realidad. Esta realidad es que Li visión de neolibenilismo. Se negocian bílateralmcnic programan de
de un Estado que tiene la ambición de intervenir fPo/vrey- adaptación estructural entre los organismos dr coopera­
staat), que sirvió de modelo en el periodo inmediatamente ción y los Estados africanos, prestando poca consideración
v ■* posterior a la independencia, y el ‘Estado adelgazado ", tan al hecho de que los países vecinos puedan estar efectuando _
caro a quienes apoyan el consenso de Washington, sirven, negociaciones bilaterales similares (o contradictorias). Ysf,
limbos, n lus intereses del mismo grupo, definidos en ge­ hemos mencionado que tales programas en realidad slrvci),..,iM *
neral. a las aspiraciones hegemónicas de grupos dominantes, al 7/
Al considerar estos asuntos, la principal dificultad es despolitizar la cuestión eminentemente política de Ia dea
la itlra misma dr que existe un límite claro entre U esfera igualdad social y someterla a procedimientos burocráticos,^!
■ v .. privada y la pública. Los historiadores han insistido desde asi como al provocar la multiúteralización de b revolución... .
íiacc largo tiempo en la interpenetración de estas dos cate pasiva que es la verdadera fuerza formativa del Estado en el' '
/ / goriaa qur. \rgun nnt dicen, se encontró en el meollo mis- Africa actual. , *fv •
t f mu de la griicós. primero, del Estado absolutista, y después Tal vez algunos lectores nos concedan que este argu '
i V dr xn sucesor representativo, ya fuese la Francia de Colbert mentó tiene rirrt.i lógica, pero sr pieguutcn |x>r los ef«c
o la Inglaterra de la supremacía whig£ Una ambivalencia tos de la guerra. Pues las guerras del Africa stibsaharian.i s e * ’
Y
comparable es un elemento clave en b pollfique du ventre. han vuelto instrumentos de regulación política y económi- 7 *
tal como ha surgido cu el Africa subsahariana durante el ca que median rada vez más. en la relación del cuntínpjile. *. ’
último siglo F.l proceso que se ha llamado “privatización con el mundo, y cuya recurrencia parece comprómetei Li
del Estado que esta efectuándose bajo presión de las re­ existencia misma de los Estados africanos. La última de e*r
laciones rrunsnacionales de diversas índoles, de la política cas proposiciones es la más discutible, yu que las guerras dij*
de identidad, de la globalización financiera y del triunfo de Africa están haciendo surgir sistemas regionales de í*.*.in
dos, con un efecto comparable ai que tuvieron Ins guerras
u r Mmard. l ¿tfortune du coiberxime. État et ¡n.Lutne tlaat tu francr
en Europa en la primera mitad del siglo xx. Un sistema re­
des lu m ib u . Parí». Payan!, 1998. y D. Dcwcrt. Argeur. pcuvun h utacic lativamente bien estructurado dr alianzas y de hostilidades
du Creed Súsde. l*an», tayard. 1984.
fInaya; 1 The Sitile i11 Africa, op. crr. u Híbou Ccoord). La pmxnüanon des itan. op. ctt r a! ':r ‘ 9 ■*
i '<
\ft .,A
IEAN FRANfOIS BAYART Af r i c a e n e l m u n d o : u n a h is t o r i a d e e x t k o v e r s ió n «i
er f.í
.\f^
if ! entre Estados está surgiendo en el Cuerno de Africa y en existencia de un Estado, ya que serviría para robustecer la
el Africa central y occidental, lo que resulta sumamen­ lógica de la territorialización política en que se cimentó el
te sugestivo desde este punto de vista. No hay razón para proceso de formación del Estado durante el último siglo.
’ considerar inevitable que la guerra en África resulte sera lar­ Semejante resultado también reforzaría el proceso de mo­
go plazo la matriz del Estado, como lo fue en la historia vilización nacional, tal vez en alguna clase de forma étnica
europea, donde las necesidades de la guerra favorecieron o racial, que es central en los conflictos de la región de los
la creación de Estados absolutistas con burocracias que ope- Grandes Lagos de África.1*
** raban de acuerdo con principios racionales, el desarrollo de Una observación final al respecto: recordemos nuestro
sistemas de presión y de extracción fiscal y. como último comentario anterior respecto a que una de las consecuen
recurso, la democracia de masas. 1.a compunción. aunque cías de la difusión de la guerra ha sido la recuperación, por
útil, no se puede llevar demasiado lejos, ya que en el caso parte de los detentadores del poder en Africa, de una por­
#>* europro participó toda una gama de factores culturales y ción sustancial de la soberanía política que las condiciones
económicos diferentes. Pero, por lo mismo, tampoco hay anexas a los programas de ajuste estructural y al proceso
razón para suponer que no ocurrirán desarrollos similares, de integración regional habían amenazado antes con poner
ya que los conflictos son terreno fértil para las transforma­ fuera de su alcance. ''¿ t *
ciones sociales, a través de la migración, el confinamiento Por lo tanto, parece plausible sugerir que existe una op- / • 'y j
en campos de refugiados, la creación, por los detentadores nexión entre la guerra y la formación del Estado, y que esto * ;
del poder, de nuevos modos de imposición fiscal, y me­ está avanzando de la mano con la glohalización do Africa y ‘ r ¿
diante la movilización de las mujeres, los jóvenes y las diás- nos desafía a explorar más plenamente, tal vez no la consus-
pora« ¿micas, cuyos efectos son impredecibles. Más aún. tancialidad del desorden producido jk )i el conflicto y un mo­
la* principales guerras de África -c o n excepción de las de vimiento aparentemente contradictorio de institucionalisa-
Kaiangx y Bialra— se comprenden mejor como competen­ ción política, pero sí. al menos, la relación precisa entre estas
cias por el dominio del Estado que como una amenaza a dos tendencias. Si replanteamos el problema en términos
su unidad : Aun si la actual guerra de la República Dcmo- njás generales, una inferencia es que necesitamos explorar la
crárím del Congo, por ejemplo, terminara en cierto tipo de naturaleza, personal y faccional. de las estrategias de extro
anexión de territorio, esto no invalidaría el principio de la versión (Incluso en sus formas militarizadas) en el marco de

" Los ejemplo» J e E n im y Somalllandia no refutan esta observación. “ ‘ Crisis ¡n Central Africa'. Africa Today. 45, t. 1998. especialmente
# porque su independencia (o ca»¡ independencia, en el segundo caso) se el artículo de C. NewbutY.“F.thridryand ihc Politícs o í Histmy ¡n Rwan-
efectuó 'obre Li base de un retorno a las fronteras coloniales. Por otra da". pp 7-24; L 11. Malkkt. Purity and b x ila Vtolencc, Memory and Na-
j pane, rebeliones como las de Casamance (en Sencgal) o de la 'tanja de riortal Cosnolcgy Amotig Ilutu Rcfugcei m Tanzania, Chicago. Untvcrsiiy
Caprivi (en Namibia) tienden más directamente a la Integridad territorial of Chicago Press. 1995. Ll sobresaliente informe compilado por Africa
dd Estado, s n constituir ninguna amenaza realmente grave. ¡En Casa- Watch y la Fédération Internationale des Droits de l llomme demuestra
manee el mfkc rechaza el término “separación" y en cambio aspira al de que d genocidio de tutsis de Ruanda, en 1994. pudo pafíter'legitim o a
“independencia", basando su reclamación en rl hecho de que Zinguinchor muchos hutus. y así logró obtener su participación, ya que fue organizado
estuvo ocupado por Portugal de 1641 a 188b1 La posición adoptada por los poráT-stado. como bien se sabía; véase Human Rights Watch. Norte Must
frentes de "liberación" en Cabinda, Angola, es bastante similar. Lite ro TWI rhe Tale. Nueva York, 1999
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JEANFftANCOIS lUYATIT

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lo que hemos llamado el •fetadoyzoirjg. y la rebelón dr éste
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• c .t r f r á r n ic a r s e l m u n d o : u n a h is t o r ia de e x t r a v e r s ió n

Vida á todo investigador que esté tratando de circunnavegar


t1

con el proceso de centralización turocránca o política. Las- (as jnetana.trafiyw de lá colonización, b independencia y. de
dos dimensiones pueden interrebeionarse. como quedó de­ hecho, b dependencia; Frederick Cooper lia observado, con
mostrado en una reciente investigación de la mcrostoria de La razón, que “dividir en periodos la historia de un continente
política local en Italia o por la obra de historiadores alemanes un grande y complejo es suponer que el mundo exterior no
sobre La Guerra de los Treinta Años.” De ser esto así. el análi sólo es importante, sino determinante’’/ 1 La división orto­
sis necesita enfocarse en las contingencias y las experiencias doxa de la cronología africana socava, por decirlo así. los ras­
cotidianas, en una forma que no excluya el hedió de que exis­ gos más prominentes de la historicidad africana. Por otra par­
ten ciertas pautas de acción cuya importancia se vuelve obvia te, para cualquier investigador que aspire a reconstruir bs
sólo si consideramos la historia en periodos más prolonga­ rendiciones históricas concretas de la inserción de África en
dos Son estas dos direcciones las que estudiaremos ahora, d sistema internacional y las luchas sonales que de allí sur­
con miras a tener una opinión mejor informada sobre la his­ gieron, mientras al mismo tiempo evita las minucias de. b
toricidad de las relaciones entre Africa y el resto del mundo. historia local, un enfoque realista consiste en estudiar Jas
principales "instituciones sociales" (como las llama Weber)
£¿w¡* ■■ ■ • que han mediado en las reliciones entre Africa y el rrsto drl
LAS IN ST IT U C IO N E S SOCIALES DE LA C LO B A U Z A C tÓ N mundo. Estas instituciones sociales incluyen, desde luego, al
gobierno colonial, pero también, y acaso más importante, a
Si consideramos el primero de los dos puntos evocados en el los centros de intercambio, los lugares de negocios, las plan
párrafo interior, resulta útil recordar que la formación del Es­ raciones, las minas, las escuelas, los hospitales y las misiones
tado al sur del Sahara, tanto dentro de sociedades locales cristiana^.
como rn sus tratos ron el entorno internacional, ha sido un Aún más que el Estado colonial y su burocracia, cuyo
proceso totalmente aleatorio y hasta confuso. Las luchas sb verdadero impacto sobre las sociedades africanas a menudo
y cíales que rumrltnyen el vector dr la formación del listado file bastante tardío y de alcance limitado,**' las organiza­
han ocurrido, rn su mayor parte, dentro de territorios perfec­ ciones y prácticas a las que hemos llamado "Instituciones
tamente localizados, cuya extrema fragmentación dificulta la s o c ia le s ” fu e ro n la s p r im e r a s t r a n s m is o r a s de la “ s u b je t iv a -
cióri en el sentido que le da Mlchel Foucault a este con
“ C,. I.rvi. Ij - [wumit au vilhige. Hiitcire d'un exorciíte dant le ¡Si- cepto: es decir, contribuyeron a “la producción de modos
-nrtfjf in xvae arele. Parí*. Gjllinurd, 1989; IV vón KruiteniTjcm y IL Me­ de existencia o de estilos de vida".*"' y. asi. a b sujeción de
d id . ZvnichcH Alhag and Kahtftropbe. Der Dreasigtdhrlge Krteg .tus drr individuos", es decir, a “su constitución como 'sujetas' en
Xdíie, Cotinfia, Vandanhoack and Ruprecht, 1998, comentado por O. Chrií- ambos sentidos de b palabra".* Por ello estas “ Instituciones
tift «n Le Monde, y> de octubre de 1998
' bw referínefas son. respectivamente. a Ixi obras de A lf LUdtke. cs-
pet ülincnir m d voturr.en drl qur M coordinador. Histoire du quotidlen, “ F. Cooper. “Africa and thr WmUi EcniMmy", op c it, jv ¿i.
l‘irffc CoonL de la Maltón d « Setenes* dr THommc. 1994. y Mlchel de *4Comaroíf y Comaroff O f Reveiano* and ffavittfion, n.oji cii , p. ai
Certeau. ¡ ‘inventiva du qualidien. París. u » . 1980. IHay cxilddn m-xaaic- **G Oeleua*. Pourpxrten, 1972-1990, París, C<*ml l > Mtnuit, 1990
ILinu /.a bneuciin délo eotídiauo, traducción de Alejandro Pe^crfí*. Mc- p. i$<> Irrfirtemlove a la obra de Foucault)
EtatXUlA. 1999. a t.J “ Fuucauh, La vuhm:¿ de savolr, op. cit.. p. S i.

i
1
«* IF.AK-mANCOIS HAYART Am u c a en el m und o u n a h is t o r i a tu c x t r o v e r s ió n w

sociales" pueden considerarse como matrices de la politique tas instituciones sociales con una buena dosis de coerción,
"•* dtt venere y de sus estrategias de extraversión, siempre jque ofrecía toda una gama de modos de subletivación. Esta for­
estemos dispuestos a considerar que la politique <iu ventrera ma de quedar sujeto al poder también ejerció una gositlya
úna forma de "gubernamenralidad", definida, a su vez, como fuerza de atracción que ha sido muy subestimada. 510 duda
“el pumo en que las técnicas de dominación de otros chocan por razones de corrección política
con las técnicas del ego".M D.ichas instituciones sociales han Al investigar los efectos de esta relación con el poder
r ayudado a configurar los discursos, los procedimientos, las debe decirse inmediatamente que la colonización ofreció
» reglas y prescripciones, en pocas palabras las "tecnologías del una experiencia de subjetivaclón a los propios europeos.
poder", que tienen al cuerpo humano como una de sus metas Soldados, administradores, comerciantes y misioneros lle­
1 más importantes.*4Así ocurre, por ejemplo, cuando cuerpos garon a adoptar ciertas posiciones, a consecuencia de su$£ f
húmanos son aprisionados, azotados, obligados a desempe­ propias ideas acerca de la sociedad metropolitana, quea m e-j£x«
ñar trabajos forzados, cuando son deportados o ejecutados y, nudo consideraron amenazada de decadencia por las fuer tmf**
por idénticas razones, cuando son atendidos, educados, ves­ zas de la Industrialización, el materialismo y el comunismo./,,.,
tidos y remodelados Es en este sentido que las instituciones ’y también a consecuencia de aquello que percibían com o?”"
sociales ocuparon un lugar primordial en el desarrollo de primitivismo en los africanos, a quicncslhahian llevado u n " ' ] '
verdaderas “culturas del ego" que hicieron posible la “consti- mensaie de emancipación por medio de la civilización. Pcn-+. hf*
tución del ego como 'sujero moral'".También contribuyeron saron que esta última les litigaría a través de las duras leccio- /
de exu manera a errar U noción de que el listado colonial en fies de la conquista I jemos de añadir que la idea que tenían
realidad era poseedor del pueblo al que gobernaba. Como lo muchos colonialistas sobre su misión civilizadora a menú
opuesto a la pere?a que los colonialistas consideraban una do no coincidía con la idra ( nada favorable) que tenían mu
cualidad intrínseca del ser nativo— . se propuso la ética del rhos de los propios colorios acerca de la Europa qur habían
♦ trabajo, impuesta a los conversos religiosos y a los emplea­ dejado atrás. Basados en rstr mano|o de contradicciones, se
dos asalariados mediante exhortos en las homilías y ame­ constituyeron cu "sujetos morales", abrazando estilos par ^
nazas de azotes, hasta que la asimilaron internamente. Éste titulares ^omo el republicanismo de muchos administra
fue un elemento importante en el proceso de constituir la dores coloniales franceses, rl estoico Va tonismo" típico de*
-«*• personalidad de millones de africanos. los funcionarios británicos, o la vía de la redención romo la
Sin embargo, debemos estar en guardia contra el peligro comprendían los misioneros/' Entre las otras consecuen­
di interpretar las instituciones sociales de la colonización cias. hubo efectos de reverberación o de refracción entre
en un sentido demasiado mecánico, y de no ver en qjlas colonias y metrópolis, como hemos considerado breve­
más que los mecanismos de lo que Foucault habría llama­ mente, y roda una esfera de ambivalencia moral y política
do una "sociedad de disciplina", de naturaleza más o menos entre colonizadores y colonizados. .La e«q»?ricnciii colonial;
totalitaria. Pues la "mícrofísica del poder", empleada por.es- ofreció a la gente de la metrópoli nuevos modelos de sub 4
jttivanón. como los de la aventura espiritual del misionero **
•* Foucault Dits re ¿crits, IV. p. 7* 5- Tara mayor exploración de c»tc
tema, véate Rayan. “ Faii m issiomuire et polltkjue du ven:re", op. cu. *' Bennan y LonsiUlc, Vnhapfy VáUcy.op. dt.. pp. 334-2)$: Conklin,
“ M FouctuU, i r \aucidt « i . Parí*. Gafltmard. 19 S 4 .p 1158 A M im an lo Civiliza, op ciL
lEAN-FKANfOIS BAYAKT ÁFRICA ES EL MUNDO: UNA HISTORIA DE EXTROVEKSIÓN «•

o las ideales de quienes buscaban chicos para reclutarlos." pleta alienación. Además, implicaría que los africanos que
Las implicaciones políticas de estas transferencias no fueron se convirtieron al cristianismo en realidad eran insinceros
nada desdeñables, por ejemplo, en la evolución del cristia­ ch su fe. o que fue totalmente falsa la devoción al servicio
nismo, la movilización de la derecha política, especialmente público de toda una cohorte de funcionarios jóvenes.
en sus campañas contra la descolonización, y en una recon­ Por lo tanto, la politique du venrre y sus concomitantes
figuración del nacionalismo en términos más generales. La estrategias de extraversión no sólo se relacionan con un
equívoca posición adoptada por los colonos hacia aquellos régimen de acumulación económica y desigualdad social,
de sus compatriotas que se habían quedado en Europa, así sino también con lo que podríamos llamar una “econo/nía
como hacia sus súbditos nativos —una mezcla muy particu­ moral”, en el sentido implícito en la obra de F.. P. Thomp­
lar que incluía la defensa de intereses imperiales, el desprecio son sobre la clase obrera inglesa y de Bruce Berman y John
a una metrópoli que a menudo parecía a la vez degenerada y Lonsdale sobre los fyjidamenttts¿:tj££s de la sociedad colo-rtr
pequeñísima cuando se la veía desde la perspectiva de Áfri­ nial en Kenia.JInstituciones tales como la administración U " *
ca. junto con una condescendencia entrelazada con ingenuo pública, la escuela, el hospital, el centra de intercambio, el ' j £l
entusiasmo romántico por el supuesto primitivismo de los lugar de negocios y la misión fuerun incubadoras en que se '
africanos—, prudujo un terreno fértil para toda clase de plantó y cuidó un "sujeto moral" y cuyas prácticas éticas .
negociaciones en cuestiones de ética, cultura y representa­ y físicas llegarían a ser constituyentes de la nueva cultura j
ciones de identidad. F.n este último caso, tales interacciones pública, incluso en la regulación burocrática del Estado, Ja^ i
eran de naturaleza política. Involucraban a a q u e llo s blancos actividad económica, la expresión religiosa, la innovación
que rstaban viviendo en África en la misma medida que a los cultural y la movilización política» Esta cultura naciente se
sujetos negros o de razas mixtas del imperio. expresó en términos de “colaboración” ron el roinnizadnr
De hecho, hubo muchos africanos que se adhirieron con tanto como en términos de resistencia nacionalista o ne­
la mayor sinceridad a los estilos de vida que les ofrecía y gociación.** Y, más precisamente, tales prácticas hicieron* ár t
a la vez les imponía el colonialismo. Negar el aspecto atrae- surgir nuevos estratos sociales que llegarían a ser los porta- / : J j
, tivo de estos nuevos estilos de vida equivaldría a renunciar a dores (Trüger), para emplear el termino de Wcbcr/® de tales <° ’1 .
0 '.¿oda posibilidad de comprender cómo la ocupación europea "estilos de vida", o que constituirían la "clase” que haría de
^ ' • e fue capaz de durar tanto como lo hizo, las más de las veceg estos modos de “ subjetivación" o estilos de ser una "afirma­
>- r t con recursos militares y administrativos patéticamente pe- ción del ego”, para quienes prefieren la forma en que Michel
/ queños. Negar que muchos africanos adoptaron voluntaria- Foucault conceptualiza dichas cuestiones.’1 Los catequistas,^,
.■ .fuente nuevos estilos de vida también seria insinuar que la
5' . t colaboración de grandes fragmentos de las elites africanas
“V locales se debió al más burdo interés egoísta o una com- "A . Mbc m bé Ia naiitar.ee du maquis; dans le Sud Camcroun <1920
¡960). París. Karthila. 1996. capítulo 8. sobrr el “contrato moral" entre
P colonizadores y colonizados, expresado por medio de metáforas de pa­
" Ve.iv, por ejemplo, sobre Francia, C. Guerín, I.‘acopie icones de rentesco.
frunce. Parts. Fayard. 1997, y para Suiza. P I ¡arries. Misskmay Endeavour * M. Wefcer. Soclologie des religiotts. París. (Jillimnrd. 1006. pp. 1 4 * .
and the Polines o í Idcntity in Switzerland". Le fo n Musionnaire. 6. sep­ i? *. 333
tiembre de 1.998, pp. 39-69. 71 Foucault. l.a vo/ohc¿ de savoir. op. cit.. pp. :6z 163.
•«O |tAN-P«AWqOIS UAYAKT ÁFRICA f H EL MUKOO: UNA HISTORIA OC EXTRCIVIKSIÚN

maestros de escuda, médicos, enfermeras, personal admi­ Uhibridación con una auténtica creatividad. 0 sometimien­
nistrativo y empicados dr compañías coloniales fueron las to al Estado colonial y a la polirique du venrre que éste hizo
verdaderas “abejas obreras" de la colmena colonial, como lo surgir, y la sujeción a las prácticas económicas y culturales
serían después del movimiento nacionalista. Como asala­ Jé la extraversión, fueron, asi. de naturaleza heterogénea.
riados. participaron en la creación de los fundamentos de la Esto se debió especialmente a las numerosas contradiccio­
clase que hoy predomina en África, poniendo en marcha el nes organizativas, religiosas, filosóficas, políticas, sociales y
proceso de acumulación primitiva de que dicha dase habría materiales que dividieron tanto a los colonizadores r umo
de.be ne helarse.'1 a quienes los sucedieron en la detentación del poder, que
En otras palabras, la formación del Estado en el África claramente seguían operando denrro del mismo sistema.
subsuhariana. considerada como elemento del proceso de Así pues, hubo claros limites al proceso de sujeción, hecho
v global iración, se muestra inseparable del ascenso de un tipo que tienden j olvidar tantas obras inspiradas por Foucauk,
<•humano (Menschetttum) creado por una conjunción de ele­ en su obsesiva concentración en la disciplina" en las sitúa
mentos de naturaleza tanto religiosa como económica,'" un clones coloniales y poscolonialcs. Li disidencia religiosa
ripo de persona que funciona simultáneamente al'definir la proliferación, por ejemplo en forma de una multiplicidad,
una relación con P íos, una relación política con el resto He iglesias independientes, sectas y movimientos profetices, , ' ‘
de la sociedad, una estrategia de prosperidad económica y conflictos denrro de las iglesias de las corrientes principales, ,» '
también una relación con el mundo exterior, compués'ta de así como entre las mujeres frustradas en sus aspiraciones t f '°
tendencias hada la asimilación y a la vez al rechazo/' un ascenso social, la juventud: los dignatarios de las iglesias
La adopción por parte de los africanos de los “nuevos que defendían sus privilegios, todos ellos rombmados con
modos de vida" que se les ofrecían, por muy ambivalentes las contradicciones de las pautas redutriburivas de familias
que* fueran, siempre dio por resultado una rcinterpretación y aldeas y el surgimiento de una mentalidad burocrático» el
0 re Invención de estos modos de experimentar el mundo. conflicto entre las prácticas asociadas con la pohiiquc dr,
Como yu se esbozó ames, éste fue un proceso que combinó vetttrc y los movimientos contra la corrupción, o entre la
lógica de la soberanía y la de extraversión, más las contra­
n Cf.. por ejemplo. (Í. Kiiching. Clan and Eamomnc Cfrange la Ke- dicciones entre las concepciones étnicas y las universalistas
mvi. Fhr Mahng o) ari African Frute-bourgeolrie. New Haven. Y«lc Uni- de ciudadanía, son muestras claras de los limites puestos a
v e r s it y P r o » . 19 8 0 . los rigores de la disciplina coluniaL Entre las consecuencias
nWcfccr.Sociologiedes rrittfont, op. cu., p. 1j8 de estos tipos de choques dr visión y de interés se contaron
' Do» monografía! recienir* resultan particularmente reveladora* algunas importantes convulsiones, como la confrontación
«>bre evtoi pur.lo» y contribuyen a una naciente escuela Je historiografía. entre la visión liberal de la anc en Sudáfrhn, en una tr.1
Inrerruda poi k» procesas de su suh)ptivaa<jn. mi* que por Us rcUdones dición que se remonta a la obra de misionerm no confor­
aucLüm de dive a le» mermuenro* Je írtasas sociales y políticas t Kan*
mistas en el siglo xix. llegados de la London Missionary
ffer. Air We Sor Also Men* The Samktutgc Pamiiy and African Poimcr fn
Zimbairwe. 1920-1964. Hirare. Capr Town. Fonimouth y Londres Hao-
Society o la Wesleyan Merhodist Missionary Socictv, y la
babíDavúi Philip'Hcmemann/Jamesi Currey, 1995. y /. IlifTe. Edar African concepción étnica de Inknrha y de varios dirigentes políti­
Doctnix A Hiuory of the Módem Profes*iwr. Cambridge. Cambridge Unl- cos en las bantustas de Sudáfnca, que a su vez son un lega­
veraty Press, 1998. do del imperialismo cultural que fue transmitido asimismo
tj »r.AH n w N C o t s rayaht AFRICA EH EL MUNDO: UNA HISTORIA UE 1XTROVKRStÓH 71

por esos misioneros” También fueron numerosas las para­ ginación. A este respecto, la relación de Africa y de ultramar
dojas Inherentes a cualquier “ invención de la m odernidad' continúa arraigada en la simple fantasía. A menudo encama
Por ejemplo, la difusión de las prácticas burocráticas como en mitos, como los danzantes goveruorde Beni. y el culto
instrumento de sujeción y como medio para administrar de posesión de los hawka entre los songhai y zarma de Ní-
los beneficios generados por la dependencia fue en parte ger. o de hecho en los cultos de Félix Ebouc y del general De
asegurada por la intermediación de movimientos políticos, Gaulle en la antigua África Ecuatorial Francesa. Misioneros
sociales o culturales de protesta contra el orden colonial, y médicos blancos fueron generalmente percibidos en rela­
como los danzantes beni de Africa oriental, los partidos ción con las potencias del mundo invisible, cu tanto que el
políticos nacionalistas, o aquellas iglesias independientes espectro de la hechtcerla nunca ha dejado de rondar en las
nacidas de cismas en las iglesias misioneras originadas en cvpcnencias sociales mediante las cuales África ha quedado
t ■ Ocridentc.jEJ proceso de "civilización" de los aborígenes de insertada en el sistema internacional por medio de esclavi­
^<f ] Africa muy a menudo consistió en tradicionalizarlos. asig tud. colonialismo, conversión cristiana, la penetración de
v . •' • liándoles identidades o códigos étnicos de derecho ronsue- economías capitalistas y los enfrentamientos políticos ge­
l*YJi rudinario en gran parte inventados, j nerados por la descolonización. Ocurrió asi que, al expresar
/ El resultado final de esta enorme complejidad c$ queja su opinión de que el Fondo M ondarlo Internacional era
i elación ideológica y cultural del Africa subsaharianajron un "brujo" y no un "curador”, el taimado Julius Nyerere sj-
i el resto del mundo es profundamente barroca. Opera reuti­ aseguró de que sus argumentos conrra rl programa de adap­
ldando prácticas existentes o yuxtaponiéndolas, mediante tación estructural que las agencias de cooperación estaban
,, p ro c e so s de sedimentación, transferencias de significado y tratando de imponer en Tanzania resultarían atractivos a la
; ría fabricación de identidades que después son consideradas opintón pública71
V’ (r >* auténticos. El título de la obra ya clásica de Gétard Althabc sobre
,l* h >\ efe» tos de la hibridación son tanto más ambivalen­ el Madagascar oriental (Oppression and LibcrtUian ut thc
tes cuanto que ocurren directamente en el ámbito de la ima- Imaginario») seria eminentemente aplicable, por lo tanto,
a cualquier númcni de situaciones enlómales o poscolonia
1 C om areff y ConurolY. O / Revelarían and Reróturiou. ii . úp. ciL. Ies.'’ Nos apresuraremos a añadir que el imaginario no debe
pp 79-80 y «ox interpretarse como aquello que es ' irreal" sino, antes bien,
* | F Hayan, Tinventinn pjraJoxAk de b modernitó ¿conotnlque" corno el dominio cu el cual lo real y lo irreal se vuelven
en | F ICty.ui (< nord.), La réúneuticn ¿u caplealítme. París. Kart haü indistinguibles entre sí V0 De este modo, la barroca relación
nj>M. capítulo i, y L'iUusiím iJenlitaire. pp. 1 3 1 y s e entre Africa y el resto del mundo también ha sido mediada
■* Cotruioff y Coraaroíf. O f a n d Revotution, voL II. capí­ por la cultura material, en el meollo mismo de estrategias
tulo 5; véase también el debate sobre b 'invención de b tradición", e*pe-
cíaImente Hnh*h*wm y Ranper (coords.), The Inunción o f Tradición:
A Smiili, T hr Nailon, lnvented. Imaglned. Recotutruaedr. Mí/teimum 'Minóte Tropícunx ct Méilrirrattitns, íft <¡e «cpttembte de 19*7;
vul ¿o. nilm 1951. pp. 355*368; T. Ranger. 'T h e lmnentian 01 Tradltlor. aja»
Rrvidiril Thr Caae o f Colonial Africa" en T. Ranger y O. Vaughan (co- * C*. Althabc. Opprrttion í f bb¿rjfÍM Ja n t ¡’naAgirtdirt. Les cawHii.n
ordo.). U gitiuuey m i rhc Mate in T*trtneth Ctntury Africa Bsutys Itt auUt villa,¿Botar de ¡a córe oriéntale A* MaJ.igau-.tr París. Maspem. 19*9
henour o f A. H M. Kirie-Creen*. Msemillan. Londres. 1993. PP- “ DcIcUSC, P o iir y s l U r j , „ p . tU ; p . «|V
T

74 |EANFRAN<;OISnAYART ÁFRICA EN EL MUNDO: UNA HISTORIA DE EXTROVERSIÓN 7S

de extroversión y procesos de constitución del “sujeto mo­ de la revolución de 1963, y asimismo el abacost que lucía el
ral”, tanto en la colonia como en la poscolonia. Las prácticas mariscal Mobutu. A veces fueron remplazados por trajes y
de consumo, lejos de equivaler a un proceso de occidentali- corbatas europeos, junto con espléndidos uniformes mili­
zación o de alienación, han capacitado a los actores locales tares. Todos estos ropajes fueron adaptaciones de las vesti­
para apropiarse de una modernidad originalmente importa­ mentas tropicales de los funcionarios coloniales europeos y
da, y. por ello, a efectuar una "reinvención de la diferencia" de sus diversos asistentes o catequistas.”
que es inherente al proceso de globalizaciónj* I-a cristali­ Las instituciones sociales que fueron los vectores de la
zación de ciertas imágenes políticas, el surgimiento de una politique du ventre se volvieron puntos clave en los conflic­
“economía moral" que legitima la producción de la desigual­ tos asociados con la subjetivación, al mismo tiempo que
dad social, la administración de la renta de la dependencia, actuaban como centros para la difusión de los bienes de
Í en una palabra. la historicidad del África subsahariana, no consumo occidentales. De este modo, una corriente impor­
puede considerarse si se la aparta de las prácticas materia­ tante de la gran tradición misionera fue la suposición de
les que median en la autorreflexividad de un individuo y, que existía una conexión entre el desarrollo del comercio y
asimismo, en su relación con otros, y en primer lugar con ^propagación del cristianismo. Durante la primera oleada
las autoridades políticas, extranjeras o locales. Entre esas de evangelizaran las misiones se mostraron muy preocu
prácticas materiales se destaca la del vestido. La génesis de padas por distribuir objetos que equivalieran a contratos de ‘
la politiqui*du ventre a menudo fue asociada con conflictos implantación/’ Huelga decir que no todos los misioneros
que rodeaban el uso de ropas, pantalones o shorts, lo cual fueron favorables a un nexo entre la difusión del evangelio
no significa qur tales conflictos no fueran profundamente y la comercialización de las sociedades a las que trataban de
serios en tus implicaciones económicas, políticas y morales convertir. No obstante, las misiones se asemejaban en rea
en genprn!. F.n último análisis, la revolución social causada lidad a un ■ 'bazar", como las describió Chatelain en Angola *
por la colonización y sus derivaciones poscoloniales ha sido a comienzos del siglo xx: la imaginación cristiana también
tan sartortal como política o económica. Los Uomines novi formó parle de una imaginación del consumo/' La "epifanía
que más beneficiaron del segundo aire de la ocupación de la vida cotidiana’ a la que se dedicaron los predicadores
colonial a partir de íytu, que encabezaron movimientos na­ fue. en muchos aspectos, n ad a menos que una conquista
cionalistas durante las décadas de 1940 y 1950 y que final­ por el consumo, cuyo objetivo primario ura el cuerpo del
mente tornaron el poder al llegar la independencia, hicieron nativo: “fue en el cuerpo donde la mercancía entró en con
este viaje asombroso vistiendo pantalones, o. más adelante
sus propios ropajes neoafricanos. Ejemplos ce estos últi­
mos incluyen las vestimentas africanas de Kwame Nkru- L'iUuswn identitaire, op. c it, pp. 207 v ss
mah. el sango preferido por Félix I louphouér-Boigny, los w N. Mjriruei, “Stiatégie miuionnaire <t tacriqur* d'Appmpmfion
indigenes. La mlssinn rnmandeau Mozambique. 18BS-1S;//. Le hut Mis-
“ trajes políticos" de la elite de Congo-Brazzaville después
simnairc, nimi i , diciembre de 1995, a 55; Conuraff y Comaroff. Of
Xete/ufion u*d Rrvu/ufiim, vol. ,t. op. cit.. pp. 186 y ss.
“ lame* t:ilfford. The Predícamela o f Culture: Txaiticth-ccnutry MD. Pcdard.“ Ethos missionnaire ei esprit du raplulhmr La nilssion
Llhnoxraphy, Literatura and Árt, Cambridge. Harvard University Press. phiUfricainc en Angola, 18971407/ Le Fait Músionnaire, i° de mayo de
íyys. ¡i. 1$. 1995. p. 76.
IfAN-FKAHCOlS HAYAHT ÁFKICAF.N IH. MUNDO. UNA HISTORIA D f r XTROVKKSIÓN 71

tacto físico con el ego. y lo envolvió. Para una sensibilidad Nuevos ejemplos incluyen las reuniones de la Asociación
religiosa decimonónica f...] el trato del físico domesticado May Gul en LcopoldviÜc que, durante la década de 1960,
era un sacramento cotidiano. En limpiarlo, en albergarlo, se volvió el lugar de cita sabatina de los ciudadanos que
en curarlo y en vestirlo se encontraba la esencia misma de deseaban beber cerveza, con la camisa fuera de los panta-4'/.
la civilidad En tanto era una cultura material localizada Iones, sin corbata, zapatos ni calcetines, en un alarde de
en un punto particular del tiempo, la empresa misionera afectación, o los movimientos de danza en que se imita­
.1’ , era un proceso de formación de valores tanto económicos ban los uniformes y las vestimentas del ejército colonial
como morales. Y esta fue asi porque era un vector del mer­ ó de la administración colonial o, menos exótica pero no
cado y de la economía del mercado, y porque la conversión menos significativa, la celebración de ritos religiosos que
religiosa a la que aspiraba iba acompañada por otros efec­ ofrecían (y que siguen ofreciendo) una oportunidad se­
tos de conversión en diferentes esferas de las sociedades manal de ver y ser visto.7
en cuestión, en los ámbitos tanto de lo invisible como de A la luz de estos temas recurrentes dr la historia social
lo material.** de Africa, resulta más fácil comprender, primero, el papel
Un análisis efectuado a lo largo de estos lincamientos fundamental que llegaron a ocupar los bienes importadas en
podría hacerse, con igual provecho, en aquellas institucio­ su economía política" y, segundo, las normas de conducta
nes sociales seculares que estuvieron asociadas con la co­ que hicieron posible lu adquisición 110 regulada de bienes de f
lonización. va que fueron fuentes de mejoría económica y consumo hasta por grupos relativamente pobres de la pobla-
a la vrr de lux ideales que acompañaban a la aspiración a don. Entre los ejemplos se incluyen los espectacular» mi- ‘
esa melaría. En general, el Estado importado, visto como la queos tan a menudo efectuados por ejércitos o milicias vn
turma más importante de organización política vinculada torlosos (o derrotados, para d caso), las incontables guerra
cúll la glo-balización africana, frrcurntcmentr echó raíces aviles o, en tiempos de crisis política, el pillaje efectuado
-tn la sociedad africana mediante prácticas o aun medían­ por multitudes de civiles, como en Klnshasa en septiembre
le verdaderos rituales de consumo. Tales fueron los clabp- de 1991. en Nairobi en agosto de 198a, en Banjul en tqgi.
radas despliegues hechos por el rey Penis Mpongwc. ¿n
la costa de Gabán, o los bailes de disfraces celebrados por la "Véanse oprcialmcntc Pronto!» Rahon-Tourdc. BlMe rt pauVatr a
alia sociedad .Ir Merina en el Midágascar Jc l siglo xix, p Alad.ii'j.uvjr «tu xix* uecfc. Invention d'une ideutM chrdtlcnnc <i uv>i-
los paseos dominicales de los ciudadanos de Brazzaville, tan struccion de letat ¡? 8o-tÜ$o, Porto. Karthala, 199a. p. aiS: I. D. Gondau
bien descritos por un visitante a comienzos del siglo x x Hy loo, Dandiej á Bacoog/o Le cuite de ¡ ‘élcgance ia m la 3vacie congolaúr
que fueran precursores de los sapeurs del decenio de 1980. contemporaine. Partí. Harmaxtan. 1989 P M. Martin. Lchurt and Soclety
ir. Colonial Rraeiamlle, Cambridge. Cambridge Untvcrsity fren . 1995.
pp. 171-172, 154: T. Ranger, ü jm e and Society m basten A/rica »fyn
" Cunwroff y Gomaron. O f Revelaban and Revoluticm, vol 11, op cit . 197a The Heñí Ngoma, Londm Haiiemann, 1975: A rnhei». The Pch-
PP- *11)120. tlcs o f Elite Culture, Ijdí Angeles. L'nlversity of CiliibmioAos Angele*
“ Comaroli y Comaroff. O f Revelación and Revolución capítulo 4: Presa. 19S».
B. Wdss, The Makinf and Unnakingof tlu Hora U val World: Comnmp- ** liibou. LAfrLjue ett-elle protecuonnixte?, op ru. Cf. también
tio/i, C.nmmodinzauon and Everyday Piactice, Durruni. Duke Uruwrraty B. Orlove Ccoord ). The Allure. ajthe Foreign hnported Ovoulj in Pinícola-
Press, 1996, pp. « o y ss. nial Latín America. Ann Arbor. Unlveaity of Michigan Prr**, ¡907
7» ICAN FRAN^OIS BAYAKT Africa kn n mundo: uka historia pc ekirovehsión

en Dakar en 1988, en Monrovia en 1996 y en Freetown en [uga, mediación, apropiación, y su opuesto, rechazo. Cada
1997. Resulta más fácil comprender las casi frenéticas orgias una de estas seis formalidades ha hecho surgir tipos socia­
de consumo de los mineros de diamantes, cuando tienen les que se implantan en la ronda de la vida diana y que pue­
algún dinero por un hallazgo, en s'us campamentos o en den adquirir una de cualquier número de identidades co-^%,
las ciudades perdidas que brotan en turno de ¡as oficinas muñes en cualquier momento. Asi, un soldado también Iv[
en que venden sus piedras preciosas También se vuelve puede ser un contrabandista, y un refugiado puede ser ure-é^
más fácil comprender la determinación con que algunos saqueador, en tanto que ambos son consumidores. Un con- ‘
movimientos armados har. impedido a sus guerreros, o a los trabandista también puede ser un devoto creyente religio­
civiles que estén bajo su dominio, tener acceso a bienes de so. y los profetas muy a menudo resultan falsos Pero antes
consumo europeos, come en Congo-Leopoldville durante de examinar con mayor detalle el perfil de tales tipos socia­
las rebeliones de 1964-1965. en Rhodesia durante la guerra les y la "gramática" de su acción, resultará útil repetir una
de chimurengfl, o en el norte de Uganda desde 1986. En este vez más que sus acciones se efectúan al menos en dos di
contexto, también podemos ver el lugar particularmente am­ mensiones: la de lo visible y la de lo invisible, el mundo del
biguo asignado a los bienes de consumo en diversas repre­ dia V el dominio de la noche Esto no siempre es evidente
sentaciones de hechicería y en muchos movimientos reli­ para los de fuera que tienen traro.s conrinuos con las so­
giosos contemporáneos, como el pentccosTalismo.1’ Estas ciedades africanas, que no siempre tienen conciencia del
prácticas de apropiación o de rechazo de la cultura material modo en que cada fenómeno o acontecimiento va perma­
occidental y su concomitante economía moral parecen ser nentemente acompañado por su doble en otra esfera. Mu­
nauta* dr acción que pueden rastrearse a la ¡augur durée. Por chos observadores han tendido a considerar el dominio de
ln tanto. e\ esta gramática de extraversión y dependencia la lo invisible como algo frivolo o carente de importancia,
que consideraremos a la luz de la experiencia de África en el como tema para el lolcloic. y nada mié*. También dehr de­
siglo xx cirse que identificar una formalidad o una pauta dr acción
no implica tener un prejuicio sobre la orientación etica de
l a c r a m Xt i c a tal acrinn, ni de su tenor En el Congo, por ejemplo, de un
DK EXTKOVCH5IÓN Y DEPENDENCIA alcohólico en las calles de Kinshasa y de una devota ilrl ►
movimiento Watchrower en la provincia do üqiutcur pue
Sin pretender ser exhaustivos, nos resulta posible identifi­ de decirse que están entregados, ambos, a una forma de es
car seis importantes formalidades de acción que han re­ capismo. pero uno de ellos está haciéndolo en las tabernas
currido constantemente en las relaciones de África con el de una gran ciudad y la otra en la austeridad de la selva trb- ^
resto del mundo durante d siglo xx. Son: coerción, engaño. pical lluviosa y del movimiento cristiano por la templanza.‘i".
• < a- ,t ‘‘ •v De las seis formalidades de acción qui* hemos enumera-, '
do la más fácilmente defectible es la coerción!. A este res-
" K. Mcycr. "Commoditics and the Power o f Prayen PenteeosulUt
ír ¿
s v*
Attitude» Tow irdt Consumpñon in Conccmporary Ghana", en Meyer
y Geschicrc tcoorris.), G lobalU ition and Identity. op. elt.. pp. 15 1- 17 0 ;
pccto, no se dehe interpretar mal el presente ensayo, aunque f •
intenta rastrear la historia de la dependencia de Africa s in ¿ w
A Ashforth. Modutno ¡'heStoryof a Man Bewitcked. Chicago, Uhtversiiy caer en la existente teoría de la escuela de la dependencia, b '
o f C h ic a g o P re ss. 3 0 0 c . Sin duda la violencia ocupa un lugar central en la trayectoria
so ltA N TRANCOIS BAYART
T ÁFRICA EN EL MUNDO: UNA HISTORIA DE EXTKOVERSIÓN SI

histórica del África subsahariana, aun cuando el costo hu- aldeas “consolidadas" que se crearon durante la guerra de
^ mano resulta pequeño comparado con las hecatombes que Sudáfrica y el surgimiento de los mau mau, todo ello nos re-
han caracterizado la historia de Asia y de EuropaJEsto sigue cuerda que la ocupación colonial se efectuó por m ediosq,-''
.siendo asi aun si tomamos en cuenta las pérdidas demo­ militares, aun si pronto encontró otras técnicas suplemen-; * ~ 1
gráficas causadas por la trata de esclavos del Atlántico y del tarias de dominación. Por esta razón las figuras de mando -' V
océano índico. ocuparon un lugar tan prominente en los ritos de apro-
A algunos observadores les ha parecido que. en la anti­ piación que ya hemos mencionado, como la danza de. los
gua África, en realidad era más fácil privar a alguien de la beni y el culto de posesión hawka, o incluso en el h a b la d 1
vida que ponerlo a trabajar* Fue esta visión la que Yambo cotidiana en que frecuentemente y en forma casi obsesi-r ^'
Ouologuem trató de sugerir en una novela que causó un va se mencionan títulos como patrón o jefe, amu o b a a sf
escándalo durante la década de 1960. Le devoir de violenee Muchas de las figuras evocadas en la política africana son
Sea como fuere,{la globalización de África ha amplificado claramente coercitivas. Algunos especialistas en Zaire nos
mucho el lugar ocupado por la coerción en todo el reper­ han llevado a prestar atención particularmente a la gran
torio de la acción política, porque la práctica de la coerción propensión de los zairenses a identificar al Estado contem­
V_ se ha aunado a la imposición de un control central y a la poráneo con la aterradora imagen de Bula Matari. creada
demarcación precisa de límites territoriales, en una escala en los primeros años de la penetración belga, y han untado*
antes desconocida. Al mismo tiempo, ha ido acompañada también la popularidad de la pintura intitulada ¡.a colunia
por una revolución tecnológica de los medios de coerción, bclgc. la cual muestra uno escena de trabajos forzados, en
sin que los nuevos Estados lograran institucionalizar nun­ que se azota a nativos considerados perezosos bajo la mi­
ca un monopolio legítimo de la violencia c o n sig u ien te^ rada impasible de un administradoc.” De manera similar,
búsqueda de hegemonía de los colonos fue un proceso ba­ el sistema sudafricano del apartheid conservó hasta el ñn
sado en un ostentoso uso de la fuerza, tanto en el periodo su imagen de dominio puro. El dominio de la noche está
de la trata dr esclavos como en la coerción privalizada ejer­ lleno de florecimientos simbólicos que expresan la relación ^
cida por las compañías concesionarias, asi como en la forma depredadora entre las sociedades de la antigua Africa y sus
de h violencia pública o scmipública de la administración asociados extranjeros, como la sombra del tráfico de cscla
colonial y de aus auxiliares nativos; La práctica sistemáti­ vos que ronda el tipo de hechicería conocido en Camerún
ca de la deportación o del exilio, los trabajos forzados, el uso como ekong. ’ y
de. armas de fuego, los castigos físicos y la pena capital, la Es significativo que el látigo, el instrumento de domi- >
prisión y la muy autoritaria naturaleza de casi todas las ins­ nación por excelencia, a menudo sea tomado — parafra­
tituciones sociales introducidas por la colonización, inclu­ seando a Freud— como “una breve traslación" de la his
yendo misiones, escuelas, hospitales, minas y plantaciones,
fc así como, desde lucgp, los campos de concentración o las ?Young y Turner, The Rise and Decline oj thc'¿airean State, op. cit.,
pp. 5 y ss. La pintura airearía iu sido minuciosamente analizada por B. Jw s-
" Lonsdale. “States and Social Processcs". op. c it ; Coopcr. "Atrica and wiccki. B. )ulcs-Roscttc y | Fabián; v¿ise especialmente J. Habían, Remem
thc World F xo n o rr.y op. cit bering ¡he Presen t Pamting and Papular Iiistory in ¿a ire. Bcrkdcy. Uni-
” V. Ouologuem. l.c d cw ir de vialence. París. Le Seuil. 1968. versity of California Pre&s, 1996.
I
1
■2
ItAN-m ANCO IS BAYAHT

roricidad de! Africa subsahariaru en la conciencia de los


pueblos que allí viven. Esto es más que un recuerdo históri­
co. pues la relación entre el individuo y el Estado a menudo
Af r i c a r.M n . m u n d o : u n a h i s t o r i a or. e x t b o v t k s i ó n

He la opresión colonial’’, según el ministro de lusticia.^, U s ' j


palizas son comunes y consideradas legitimas por su aso-^ v -
clactón con el concepto de autoridad parcntal como estaba +-¡
mj

. j sigue mediada por el dominio físico. Los azotes con látigo constituida en los tiempos coloniales, y como la han repro- * c-
1 ' o con varas son algo frecuente en las estaciones policiacas dundo los regímenes autoritarios desde la independencia. • ‘ i.
, y I»* prisiones, como lo son en los barrios populares de los Como observó un administrador británico que prestaba sus ~ ’ '
, * .«pueblos africanos siempre que la policía efectúa algún tipo servicios en Kenla en 1941: “ Yo siempre trato a mis nativos
S , '^de operación. Lo mismo puede decirse de las principales comn niños. Trato de ser benévolo con ellos y de aconse-
’ 1 ,5instituciones sociales. Los niños de las escuelas primaria larlos y dirigirlos, pero cuando la bondad no surte ningún
¡•A ,• y secundaria pueden ser golpeados por sus maestros has efecto hay que hacer lo que hacen en las escuelas públicas,
ra que llegan a una edad bastante avanzada (en Togo. hasta en los hogares ~y por todo ¿I imperio: usar el látigo".*5 con-
■ que salen He la escuela secundaria), lo que a veces provo­ cqjlórsinUud.» compartidos por el gran flagelador presi­
ca verdaderas insurrecciones en las escuelas, como muy a dencia]. “Papá" Bokassa. Muy lejos de la esfera de la política
. I menudo ha ocurrido, por ejemplo, en Kcnia. f.l látigo tam­ y de la burocracia, el castigo corporal se aplica comúnmente
bién se emplea contra los estudiantes vistos como alboro­ a los niños en el hogar, a los aprendices en los talleres o lias
tadores. romo en la Kcnia del presidente Moi, en la Costa tu a los nuevos reclutas en las pandillas callejeras, que sue­
dr Marfil de Houphouét-Boigny y en la I-iberia de Doe, y len ser azotados por sus jefes. Y lo que es aún más notable,
hasta contra adversarlos políticos a quienes un gobernante los movimientos revolucionarios nacionalistas o armados
desea humillar como a vetes ocurre en Camerún o en el que se han enfrentado a los ocupantes coloniales o a sus
Congo del presidente Rabila En ocasiones un ministro o sucesores neocolonialcs también han adoptado los méto­
un presidente administra en persona las palizas, como León dos de sus enemigos. Lideres como Scknu Tourc, Sylvanm
Mba en Cabón, o kan Bedel Bokaxsa en la República Cen- Olympio o lomo Keayatta se valieron de la intimidación
rroafrtcana. quienes ocasionalmente, se entregaron a tales para movilizar a las masas, fcn Ztmbflbwe los combatientes
actividades.” Aiguiiox regímenes poscoloniales, en asun­ de zanü - pf infligieron castigos corporales a los aldeanos
tos de coerción, hasta lian convertido el legado colonial en que según ellos se habían portado mal. y en Clud los com­
política oficial, como en Mozambique, donde una ley dd batientes de varias alas de Erolinat no necesitaron ninguna
*,í de marzo de 1983 teinrrodujo los azotes en público, que excusa moral para atacar brutalmente a las poblaciones que
habían sido abolidos en 1975. F*n adelante serían aplicados estaban bajo su dominio.*1’ Y —lo peor de todo— los con­
en casos de "delitos contra la seguridad del Estado" y robo a flictos de Mozambique, Angola. Liberia y Sierra bunn hon
r
mano armada. Las autoridades sostuvieron que “el aspecto
repugnante dp rales castigos no se debía en el pasado a los
nLe Monje JS de mayo de xqü},
castigos mismos, sino al hecho de que eran un instrumento
" Citiulo por Bprm«n y Lonsdale, Unhappy Valley. op. cír- p. 107.
Cf. también pp. a.tfi-ajg
" C. Dadln#ton y A. Darllngton. Africa h'rrrjvj/, Nueva York, David ** T. Ranger, Peaspnt ConscUmm-sx and Guerrilla War ir» ühnbdbwe.
McKay, p, y. Wgo. Pauwir rl obéisrawx en Centrafrvjuc, Pam. A Comparative Srudy. Londres y Bcrkdey. Jimei Currcy/Univcúty ni
Karthala. tylft, p Califomi» Pros. 11)8$. p. zqa: P Doombos. "La révolution dérupfr la vio
|£ANTRAK^OIS BAYAKT
X m iC A t N EL MUNDO; UNA HISTORIA DF. nCTROVrH51<»N »1

mostrado las medidas extremas a las que pueden recurrir guerras ejercidas por profesionales, que son los vectores de
los guerrilleros para reclutar muchachos y para contar n| nuevas categorías políticas, romo la raza, y que hasta pue­
menos con el apoyo pasivo de los aldeanos, para saquear o den llegar al genocidio. El nuevo estilo de coerción también
simplemente para infligir terror por el terror mismo.*7 puede adoptar la forma de desregulacíón (¿o posiblemente
La coerción es un medio de regular al Estado importa­ democratización?) del uso de !a violencia, tanto en forma.de
do y de meter mano a sus recursos. También se encuen­ movimientos armados colectivos como de una delincuen­
tra en el meollo de la relación diplomática de Africa con el cia más individual, facilitados ambos por la simplicidad de
¡w. resto del mundo. En algunos casos las potencias cxtragjc- adquisición y el bajo cosro de las armas de fuego, la inicia­
,0*^4-ras se vuelven cómplices de la violencia del Estado africa- ción en el uso de la tecnología moderna toma cada vez más
1* .<r "no mediante acuerdos de cooperación militar y policiaca la forma de un aprendizaje del uso de las armas, y no del em­
mientras que otras veces condenan esas prácticas con toda pleo de herramientas o algún ripo de educación profesional.
) %> t" Ia ambigüedad y complejidad habituales en tales asuntps. Azotes, tortura, masacres, expulsiones forzosas o Li reorga­
Cuando el secretario general de la ONU, Kurt Waldhcim, nización de poblaciones enteras, batallas, ataques, violacio­
criticó abiertamente a (can-Bedel Bokassa por azotar en nes. saqueo y la confiscación de bienes, se han convertido en
público a unos ladrones, el presidente y futuro emperador procedimientos comunes de la vida política, aplicados por
(sin saber cuán atinada seria su respuesta) replicó: “ ¡Rufián! figuras sociales bien establecidas, corno saldados, guerri­
¡Imperialista! Usted hizo cosas pcorcs".n Desde comienzos lleros. aduaneros, policías, asesinos, vagos o. simplemente,
de la década dr 1990 las crisis en los Grandes Lagos y en cualquiera que tenga tina oportunidad de saquear
d Congo-Kin>lia-.a han demostrado perfectamente que la
Casi corno cosa natural, la difusión y la intensificación
dialéctica de la denuncia y el compromiso sigue siendo el de la coerción como parte integral de la extraversión y la
modo predominante con el que Occidente considera el u§o dependencia de Afirica han contribuido al dc-sarrollo de otro
dr b fuerza política en Africa, al mismo tiempo que países patrón de acción: el ejercido de la maña, o más precisamen­
occidentales continúan aplicando esa misma fuerza. te de lo que los griegos llamaban mutis, esa cualidad que
LVidc este punto dr vista, es cluru que el Africa subsa-
le permite a una persona “manipular fuerzas hostiles de
harfana ha entrado hoy en una nueva fase de su historia.
masiado poderosas para enfrentárseles directamente, pero
Sencillamente, el empico de la fuerza ha adoptado una in­
a las que se puede dar buen uso pese a xu naturaleza hostil,
tensidad sin paralelo en la anterior historia africana, en for en tal forma que sean útiles para nuestros propios fines'.**
ma de campañas técnicamente avanzadas de represión y de La frecuente aparición del mañoso en el folclore africano,
y la idea de que el paisaje soclul está dividido en diinen- •
Icncc dan* fátai du Tetad (1978-1981)". PoHtique Africáint, niirr. 7. sep­ siones visibles e invisibles, muestra lo antigua que es esta ¿r"
tiembre de 1983. pp 5-14 forma de acción Quedo encarnada en las figuras de esos *
r Cf. «apedilmente C Gcffray. ¡.a nuuc det armes au Mozambique. conquistadores mitad históricos, mitad míticos, llegados t.
Anthropológit Tune f¡uerre rtviit, París. Kan hala, 199c; S. L Hufrhinwn, de lejos, extranjeros y reyes beodos que tomaron el poder #.*f
The Nuer ÉMmmas Copin¡¡ with Moncy. War and the Berkdcy. -0
Untvenrlty ai Calliomiu Press 1996: Ellis. T h e M a sk e f Auarchy. op d i " M . D d ic n n c y | -R V r r r u n i. Ijts rutes dr VmuAligtncc. L j ntérij der
* Citado por Higo, Tuuvon a obeissance. op. clt.. p. 109.
grtcs. París. Flaraimrion, 1974. p. 57.
nt, lEAM-rRANÍJOlS HAYART Á rW C A EN EL MUNDO: UNA HISTUHIA UC EXTROVFRSIÓN B7

mediante el uso tanto de toda clase de subterfugios como de esos picarescos individuos que son los auténticos pió
valiéndose de la fuerza. " En nuestro propio tiempo el- ca­ ñeros del África moderna. (Contrabandistas, bu.scadores.de
rácter verdaderamente híbrido de tantos presidentes repre­ diamantes, cambistas, falsificadores y simples emigrantes
senta la versión más moderna de semejante personaje. Pero encuentran siempre maneras de evadir las leyes, las fronte
asi como la colonización fue en realidad una "derrota total", ras y los ripos de cambio oficiales. Los jóvenes luchadores
como la consideró el filósofo camerunés Fabien Bboussi.10' qpc consideran la figura de Rambo como la de un mañoso
resulta fácil ver por qué este proceso inspiró la difundida a la moderna.'Mo los muchos casos en que ciertos individuos '
práctica del engaño y la maña de todas clases, como siempre se harén pasar por soldados y policías, o que en un momento
ocurre durante las ocupaciones extranjeras, doquiera que se ciado actúan como agentes del orden mientras en otro cau­
produzcan A este respecro, el Africa subsahanana difiere san el caos, como los notorios sabéis de Sierra Leona, sol
poco de Egipto, Italia, la anterior Checoslovaquia o. en rea­ dados de día y rebeldes de noche, todos ellos* muestran un
lidad. la sociedad esclavista de los sureños de los Estados sentido de aventura casi ilimitado, que a menudo lleva consi­
Unidos !® Los infernos de engañar al amo extranjero, a sus go cierto grado de auténtico dinamismo social y econóirpco.
representantes y hasta a sus sucesores se convierten en la En buena medida es mediante esos tipos sociales y sus
forma normal de conducta. Prueba de ello puede encontrar­ prácticas que Africa se integra en el sistema internacional
se en la bien arraigada práctica de los fraudes comerciales como en las formas de la migración ilegal, el tráfico de dro­
u en el uso de “ aldeas Potemkin” que de diversas formas gas o el fraude. El fraude financiero conocido como "419",
continúan construyendo los africanos para los ojos de los lina de las principales fuente» de moneda dura para Nigeria,
organiMiuis tlr cooperación, así como lo hicieron en el pa la fabricación y circulación de diñares falsos en Rahreini
vado para satisfacción de los funcionarios de dist rito. La ya por valor de más de miJ millones de francos franceses, las
vieja práctica colonial de edificar una aldea "demostrativa” actividades internacionales de un fayman como Donatiún.
exclusivamente para exhibirla .1 unos funcionarios tiene su que reclutó a un alto funcionario del Ministerio dr Rela­
equivalente financiero moderno en la "revisión" periódica ciones Exteriores francés para actuar como cómplice suyo,
y totalmente ilusoria de los actuales programas de adap­ y la importancia de cuestiones como la inmigración y Ips
tación estructural. Sin embargo, no se debe suponer que la narcóticos en las sociedades occidentales, nos sugieren que
maña de esta índole es. simplemente, la respuesta de una no sólo se trata de delitos en pequeña escala. La pertincnc.ia
persona dependiente contra el hecho de su dependencia. En de esta observación resulta tanto más sorprendente cuan
realidad, tales actividades tienen su lado positivo y cierto to que los gobernantes de Africa a menudo son los guías
grado de autonomía, como puede verse en la perseverancia para engañar deliberadamente a sus socios extranjeros, co/i
quienes negocian o establecen alianzas. / *-
Más aún, la frecuencia con que se aplica la maña como
"Lúe de lkutch. Le rol ivr*. ou Iorigine de I¿tai. Parí*, Galümard.
turma de acción nos indica una de las características cía ,
1971.
'■ F. nbou«i tlouhj^. Lé crlsc du Muntu Antkem idci africalne ex
vr de las sociedades africanas: la negociabilidad, convertí- •
pkUotophie. Parí*. Présente Africalne. 1977. pp. 15*16. bilidad y maleabilidad de m is elementos constituyentes. Ya
u J. W. Roben*. From Triekiter to Badmitt T h e Black Folk Hero in
Sltfver» and Fuedom. Flloddfia. Untveniry ol Pcnravlvinnia Pro*. 1989. m R tdunk, Fttfaimgfor the Rain Forctr. op dt.
M IKAN t RAN^OIS DAYART Á l lUCA EN CL MUNDO. UNA HISTORIA DE KXTKOVEKSIÓN «<.

hemos observado que las sociedades africanas tienen una I.iberia o Sierra Leona. Quienes han tenido que recurrir a
experiencia histórica de ello, en términos de su relación con la huida —en este caso, como refugiados- se mantienen
d mundo invisible, la invención de la etnicidad y la conver­ en contacto directo con el sistema internacional por vía de
sión al cristianismo o al islam, por una parte, y la implanta­ organizaciones humanitarias, iglesias y la prensa, y hasta
ción del universo capitalista de la propiedad, el dinero y los por medio de intervenciones militares extranjeras, como
bienes, por la otra."'1 ocurrió en Somalia en 1992-1993. o en Ruanda duiante la
Directamente aliada con la maña viene la huida, estra­ operación francesa Turquoise, en 1994. En otras palabras,
tegia que los débiles se ven más o menos obligados a adop­ fugarse no equivale a desconectarse del mundo, corno po­
tar ante los fuertes. Algunos historiadores (y administra­ dría parecer a primera vista sino que. antes bien, constitu­
dores coloniales, para el caso) han identificado esto como ye un modo de inserción o de reinserción en los asuntos
una táctica frecuentemente empleada en las sociedades de mundiales y hasta de la globalizadón. pesde este punto 4c
la antigua Africa. El movimiento de esta índole convierte vista, las muchas y particulares formas de escapismo, como | ¿ t«■
al Estado en un espacio político que es relativo y a la vez por medio del alcohol o de la droga, o la iniciación en una ^
tenazmente disputado, en que regiones enteras o grupos de secta mística, en realidad no son excepciones a esa dLnámir
población escapan del dominio de las autoridades centrales ca. El alcohol, las drogas y las creencias místicas a menudo
sin subvertir o siquiera desestabilizar al poder central, como son de origen extranjero. La diferencia principal es que esta?
lo lu mostrado Karinc Bcnnafla en su análisis del tráfico a formas de escape no están sometidas al notable grado de
través de lav fronteras.** No obstante, la aventura está to­ regulación institucional y burocrática que es característico
mando un carácter mas trágico que antes, al ser motivada de las fugas en masa y los campamentos para refugiados.
por contllctuv rnuy violentos, y a veces adquiere la forma de La cuarta dr. las seis pautas históricas de andón que hemos
emigrat iones provocadas por campañas de limpieza étnica, identificado está conectada, aún mas evidentemente, ron un
como lia ocurrido con la mayor obviedad en la región de mundo globaiizado. La ocupación colonial requino la ínter
los (irandes Lagos, pero también en Kenia, Etiopia, Angola, mediación activa de toda una gama de categorías sociales*
i esto se convirtió en una línea de continuidad entré el Estado
” Sobre iasprojiwdjdr» hluA ricu de lasBockdade* africana», c f. por colonial y el estilo precoloni.il de comercio ("legitimo" o
cjrmplo, I Kopyiuff (coord.1, The A frica* F rm tler: The Reproductivo o f nn) y los “ Estados comisionistas’* precoloniales (romo dice
TnditwH.il African Snclenes. Blooniington, Indiana Univenily PrrAi. Martin Lynn). Fl apogeo de cvio fue el sistema de gobierno
19S7: S Ikrry. i\'o Cemdlrioti ú PenmrfCHt The Social Dynamics o f A p a r ­ indirecto que, en manos de lord I.ugmd. se convirtió cu una
tan Chance iti Sub-Sahara* Africa, Madison, UlUvcrtity o í Whccmdn verdadera doctrina. Tero la sombra imponente del gobierno
Pfcj», 1993; L 1. Guyvr (coonL). M ow y M ateen: ImusbUity: Valúen and indirecto cubrió Toda una verdadera selva de brotes meno­
Social Paymatn tn the Alod em Ilistó n o f West A fncan Commumities, res. Pues, más alia de los aristócratas o de las aristoenu ius
Ponsmouth y Londres. Hdnenunn/Jamet Currcy. 1995; WVí». The Afufc- scudor adicionales. las cortes y jefaturas que las potencias
in¡i and UmnakwS u fT h c Haya L h cd World, op. c it ; J . !. Guycr T rad l-
colonizadoras lograron atraerse, también las élites impe­
tionv .1! Inven non In Equaturúl Africa" African Studies Revinu, voL 59.
wim. 5. 1996. |i|i 1 *i8; Richardí. Fixrrtirtffur rhe Rain Foros, op at
riales extranjeras o transnacionales desempeñaron papeles
m' K. R«\naít4. " la fin «>r%rerriloircj nationaua?*, Pu/ir/ijfh: Afriaslee. cine, como los asiáticos, goanos, brasileños, cabavcrdianos,
nilm 73-mayo ik 1999. PP ¿A 4 * t krios y Ubancscs y. ante todo, la legión anónima, de áfrica-
•IO IEAN-FRANCO15 OAYAKT ¿rn iC A E N t t MUNDO: UNA HISTORIA DE EXTHDVF.RSIÚN »l

nos catequistas, intérpretes, maestros de escuela, enfermeras, Africa subsaharana se integra en el sistema internacional,
empleados y comerciantes que. en su diaria ronda de activi­ como en el caso de los nexos entre los predicadores evan
dades. contribuyeron poderosamente a la forma concreta de gélicos de Monrovia y los de la derecha religiosa en el Deep
clientclismo adoptada por el colonial “Estado rizoma "..así South de los Estados Unidos, o entre congregaciones de
como a la consolidación de una economía política rvnticr. cristianas carismáticos en las comunidades de emigrantes
engrosando así Ixs fortunas personales de cualesquiera p.er- ghaneses que viven en los Países Bajos y en su país de ori-f J '
T;v*w sonas o grupos que fueran los “porteros" de este sistema. gen.IMUna figura como monseñor Milingo, el ex arzobispo .• *
(Esto ocurrió Incluso en el imperio francés, pese al hecho católico de Lusaka, puede parecer un modelo a este respcc-
de que los sistemas tradicionales o casi Tradicionales de po­ ttf. ya que fue capa: de efectuar una síntesis entre tres ele-1' . 1 ;
der fueron evitados por un sistema colonial orgulloso dc.su mentos: emprimer lugar, el profetismo político de Simón y .
Ideología republicana antifcudal. al menos hasta la primera Kapwepwc. un dirigente de la lucha nacionalista: erPs'cgun- .•
Guerra MundiaL) A riesgo de caer en la repetición, podemos do lugar, la tradición histórica común en Zambia. cuya )cCa- j¿
insistir en que estos fenómenos siguen ocurriendo hoy. y tura es atribuida a grandes curanderos, y en tercer lugar, el
que los equívocos activos que siempre acompañan a rales movimiento católico carasmático universal.**7 _ _
papeles intermediarios, sobre todo cuando se adoptan, en Todo esto nos lleva a nuestra "quinta formalidad dr ar-
un contexto «Je dominación y de dependencia, fácilmente rión. Ésta es la^propiarión, tal vez la más diíurirde rastrear
se prestan J las artes del engaño y de la maña. Tal vez se haya en toda su complejuJad. Los héroes anónimos de esta forma ^
observado mi nos frecuentemente que uno de los grandes de acción son el niño de escuda ávido de conocimientos, el ’J ' ‘
tipos sociales del Africa del siglo xx. el del profeta, que tam­ creyente religioso de las iglesias cristianas y las mezquitas
bién CS una figura de intermediación. Los profetas han ser­ musülmanas. los consumidoies de bienes Imporrados. las
vido notable mente para fomentar loque los católicos llaman pacientes de hospitales y aquellos Intelectuales pata quié­
''** Ja "ínculturadóu" de la importada fe cristiana y de muchos nes la sórdida política de universidades y de editoriales Ni
/ ’ dt‘ SUS ritos. V de la alfabetización rn general, así como de las ha convertido en una segunda naturaleza. Otros ejemplos
° Ay propias sagradas escrituras. Los profetas han hecho avanzar s$>n los músicos del Ejército de Salvación. las bandos di?
' la organización burocrática de iglesias o de grupos religiosos danza kigJtlift o las orquestas de baile congolesas, el jefe
c incluso, muy a menudo, del nacionalismo, en forma de una de empleados que insiste en respetar los procedimientos bu­
jj‘ * ^alquimia política que es fácil de observar en Congo-Kinsha- rocráticos o, para el caso, todos esos importantes funcio­
, * ^ sa. Congo-Brazzavillc, Zambia, Costa de Marfil, la República narios gubernamentales y ministros de finanzas, absortos
i ,r Centroafricana, la Guinea Ecuatorial o Kcnia. De forma li- en la aplicación del ajuste estructural de sus economías
i* geramenre distinta puede decirse Jo mismo de la práctica nacionales que su jefe de Estado, un tramposo de primer ^
de los profetas, a veces ha;o la forma del mahdismo, en las
sociedades musulmanas del Sahcl.
“ G. ter I Lur. Ualfway lo l’nradiit African Chruimm i« F.uivpe.
Ahora bien, el desarrollo de iglesias o de movimientos Canliff. Cardlff Acadcmk Pro» 1998. P Gifrord. Chrisuamty and Paliüa
religiosos independirmes es, junto con la guerra, una de las mDoe'i Liberte. Cambridjir Cambridge Univcri íty tren. i«w*
principales formas contemporáneas de movilización social m G. icr Hair. Spirit of Africa. The Healing Mfmstry of Archbiikap
rn África También es un medio importante por el cual el Milingo of Zambia, Londres. Hurtt A Ca.. 1991.
í*
A' ^ > 1„* AVKltA IN CLMUNDO UNAHISTORIA DE EXTROVEMIÓN
1 . • jV / 4 »*IEAN-niAN(DII IAYAIO
X
r ' urden, hace todo por estropear “El asunto esencial son las vantamicnto inau inau. ante la prevaleciente retorica nacio­
. formas en que los actos humanos se han apropiado' el uni- nalista.k’ En realidad, a menudo es- difícil distinguir entre .
^verso en el cual existen y. al hacerlo, lo han transformado las prácticas de apropiación y sus opuestos, a saber, las prác- ¿
continuamente escribe Alf Ludtkc. padre fundador de la ticas de rechazo o de oposición Como en las actividades de¿
Alltagsgeschichte, citando los primeros escritos de Marx."” los saqueadores comunes, la violencia de los guerrilleros a (
F.l análisis de esta forma de acción es claramente indis­ menudo va dirigida a la adquisición de bienes de consumo .
pensable para cualquier entendimiento de los fenómenos y a su apropiación en el sentido mancista del termino, como
que estamos analizando en el presente ensayo, y para todo ía 'apropiación física *, la “conducta hada el objeto", que es
intento de crear una teoría de la dependencia de África y equivalente a ‘una apropiación de la realidad human#".
su inserción en el sistema internacional que a su vez evi Podría ser que éstas, nuestras quinta y sexta formali­
te la actual teoría de la dependencia. Los fenómenos a |os dades de acción, sean en cierto modo las mas importan
cuales nos referimos incluyen la importación de un nuevo test aunque sólo fuera porque están casi inevitablemente
tipo de Estado, la creación de un sistema político híbrido, vinculadas con todas las demás ionnalidades. De la misma
el funcionamiento de la economía de rtntíer, y la estrategia manera en que un hombre armado trata de despojar de sus
misma de la extroversión, pero también la lógica por la cual bienes a sus víctimas mientras asimila las formas simbóli­
las diferencias locales y culturales se reafirman dentro del cas o la Tecnología militar del mundo contemporáneo, asi
^contexto de la globalizarion. Las sociedades africanas han también d mañoso, el agente y hasta el refugiado operan rn
mostrado un apetito a veces voraz por asimilar cosas del ex­ forma comparable En gran parte a través de tales medios
terior V vin embargo la sociología critica de la dominación cobra vida una especie de práctica improvisada y creadora.
y la alienación nunca lia logrado explicar este apetito. La V éste es el modo principal poi el cual Africa administra fu
formidable demanda de educación y de práct leas religiosas, extroversión dependiente En gran parte por esta razón, rl
ropa.-;, estilos musicales, alimentos y estilos de atención al análisis estructura lista ofrecido por la escuela de la teoria
tuerpo son buenos ejemplos. de U dependencia ha demostrado ser incapaz de penetrar
Kn último análisis, las prácticas de apropiación, en gran en la historicidad de la dependencia Pues la dependencia
parte por medio de actividades cotidianas como las antes es una experiencia histórica en que los pueblos se crean a sí
enumeradas, han creado una base social lo bastante amplia mismos romo sujetos.
para que algunos de los grandes conflictos de Africa tomen
CONCLUSIÓN. ^
la forma de guerras civiles que. en parte, se relacionan con la
competencia por el acceso a una cultura material, impor
rada, con su inseparable economía moral, o el rechazo “En Africa deseamos estudiar y les rogamos su ayuda para
tal acceso. En pocas palabras, lo que está en juego en estas estudiar, para que podamos ser como ustedes." El lunes 3
guerras es la subjetivación de los protagonistas. Ei historia
dor kcniano K O. Ogot tiene el mérito de haber mostrado * B. O. Oyol. “ Rpvoli of thr Eidero An A u to ra)’ o í thc Loyalist
esto en una muy temprana parte de sus escritos sobre el lc- Crowd in -thc Man Mau Upri.ung", Hadith. núm. a. 19 7 1. pp. 154-148.
Véanse también rl comentario dr la obra de Oftot por F. Coopcr. "Conilirt
and Conncction", y Btrrmau 7 l-Otudak. Utútappy Vclley. op. a l.
Uidtke. ¡ILitohr <iu ijwtWicn. op. crl, p. 6
IEANTRANf DI5 RAYAKT ^rniC A rw f i m u n d o : u n * h i s f o k ia u t tx r R o v r n s ir tN

de agosto de 1999 esta patética petición formulada por “dos La élite europea se dedicó a fabricar una dite indígena se selec­
hijos de Guinea". Yagtiinc Keita y Fodé Toukara. y dirigida 3 cionaron adolescentes, se les marcó en la frente, con hierro can­
sus “'Excelencias, miembros y dirigentes de Europa” a quie­ dente. los pnneipios de la cultura occidental, se les introduje­
nes también mandaron sus “más cálidos y respetables salu­ ron en la boca mordazas sonoras, grandes palabras pastosas que
dos" de conformidad con los códigos de prorocolo y efica­ se adherían a los dientes; tras una breve estancia en la metró­
cia que regulan la relación de la intermediación, nos ofrece poli se les regresaba a su país, falsificados Esas mentiras vivien­
un resumen brutal de las relaciones entre Africa y el Occi tes no tenían ya nada que decir a sus hermanosJ "
dente.“n En el manifiesto escrito por estos dos equivalen­
tes aerotransportados de los 'balseros' que fueron encon­ Desde luego, las guerras que han cundido por toda la zona
trados muertos en el tren de aterrizaje de un avión de al sur del Sahara son un vector de tipos de movilización politi
Saben*, la aspiración de apropiarse de algo está claramente ca y social que sirven para debilitar U presencia y la influencia
expresada en la forma de su anhelo de una buena cduca- occidentales en la región. También en el ámbito intelectual, la
rión" También podemos identificar, en su mensaje, una ex­ moda actual tiende al nativismo. a modo de un Renacimien­
presión de algunos métodos clásicos de extraversión para to africano, con consecuencias frecuentemente adversas para
alcanzar esta meta, a saber, por medio de la emigración y diversas formas dr cooperación cultural y científica. No obs­
, ■ / ,un llamado a la ayuda internacional (“apelamos a su solida tante. esas foi mas de rechazo también pueden ser modos de
(’ / \* rielad y a su bondad para que vengan en ayuda de África"). apropiación y de reinvención, como lo fueron los movúnica
'< . ' . * Fciu fue lo peligroso de su empresa y su fatal conclusión lo ro$ nacionalistas en asuntos de instituciones estatales y en
yV- que más llamó la atención del público. Estos dos héroes la imagen del Estado en los años que siguieron a la segunda
/ ^ ( picarescos. Yagullm* y Fodé, eran pioneras y mañosos” al Guerra Mundial, exactamente como lo son las iglesias inde­
y ' , ’ mismo nempo. Murieron en su empresa como tantos pendientes con respecto al cristianismo mundial Hay todas
j ni ros .inirs que ellos, como los que se ahogaron en el es- las razones para suponer que la sed por Occidente sigue sien
/ trecho de OJbialtar o fueron arrojados a los tiburones del do considerable, y que no se reducirá el número de personas
• • Atlántico por tripulaciones europeas ansiosas de no trncr que emprendan el camino de la emigración.111 Europa y Ame
‘ y que pagar por su repatriación, o los que murieron asfixia- rica dd Norte tendrán que dar acomodo a esta corriente y tra­
< dos. en el curso de su expulsión, por oficiales de la policía tar de sacar lo mejor posible de ella, en lugar de plantar nuevas
tan brutales como torpes. barreros, convirtiéndose cada más en verdaderas fortalezas.
Decididamente, la historia de la extraversión del Africa p e otros factores surgen elementos de incertidumbre y
subsahariart* puede » r banal, pero no por ello es menos hasta df incomodidad. En las actuales circunstancias poli-
trágica. Las pasiones y el compromiso que continúa provo­
cando, sobre todo en cuestiones de educación, adquisición
J.-P. Sartre. “ Préface" en F Fanón, The Wrexchcd 0/ the Eartk. i n ­
material y ascenso social, hacen verdaderamente indecente ducción al inglés de C. FarringtoúO. Nueva York.Crovc Pro». 1068. p. 7.
,¿la condescendencia de Sartre en su prólogo a Los condena- |Hay eciktón en castellano 1o» condenado» dr la tierra, traducción de Ju
dos de la tierra de Fanón: lieca Campos. México, fcb , ano i .]
1J S. Zappi. "De plus en plus de leones cirangcr* isolés cherchenr
) ' p- ’ > °* Le Figuro, 5 de agosto de 1999. p. #. tu lle en Franct" Lt Mande, 7 de marzo de aooo. p. 7.

S| ¡ie' r
!EAN-TRANCO 15 EAYAPT AFRICA CH CL MUNUOI UNA IIIM ilH lA UC LKTROVERsirtN

ticas y económicas, ¿puede la extraversión engendrar algo costalismo en su implacable lucha contra Satanás, ni las dl-
que no sea la guerra, o d régimen general de engaño e ilu­ versas sectas con su esoterismo individualista, lleguen a ser
sión ya presente en buen número de países, y que repre respuestas creíbles o viables a las dificultades jemales. Sin
senta, en ciertos sentidos, una réplica contemporánea de embargo, seria erróneo excluir la posibilidad de que tales
los machos efectos de mimesis característicos de las so­ ^ fenómenos sociales pudieran ser la señal de una formación
V ciedades en los días del tráfico de esclavos? IBB = 419" fue
un eslogan cantado por las manifestantes ni geríanos en
más profunda de la idea de libertad y de justicia que. con el
paso del tiempo, adoptara una forma política, y constituyera
junio de 1993, en un esfuerzo por comparar la dictadura ¡a base de un nuevo orden cívico. Vista desde este ángulo, la r
militar dd general Babangida y su falsa democratización reinvención del modelo democrático importado de Occi-j).'r ,
con los fraudes que han hecho tanto por ensuciar b ima­ dente sigue siendo un modo posible de b actual historia d e j ó ­
gen de las empresas nigeríanos.11 En efecto, lo que Michel la extraversión. El precedente ofrecido por la India demucs-áfc 9
de Ccrtcau llamó "hacer creer" se ha convertido ert yno de tre que tal proceso no requiere que las representaciones cul * '/
los elementos centrales de la vida social en algunos de los turóles liberales sean prevalecientes dentro de la sociedad;*
países más prósperos del sur del Sahara.11* U extraversión es igualmente compatible con poderosos sentimientos tic

tí' actual, como la pasada, no parece capaz de resolver lospro-


lilcnucs de acumulación, representación y legitimidad que
son habiluaJcs en África, para hacer de ellos ‘el mejor y
pertenencia a una comunidad particular, que la democracia
puede, incluso, fomentar o crear, llena de desigualdades de
estatus o de casta, con un alto grado de heterogeneidad cul­
más admirable amigo de otros", frase utilizada en la visión tural y co-n un bajo grado de centralización política,"'
i de Ynguinc y de Podé. Más aún: la economía moral dr b democracia no puede
’ , J nB Desde otro punto de vista, una ingenuidad utópica es un reducirse a la famosa cultura cívica, tan cara a Gabriel Al-
signo, entre muchos otros, de que los africanos no nece$v mond y a Sidney Verba. También puede cun»i»lir en "una
ríanteme se han resignado al modo de vida cínico y brutal cultura de realización personal a través de mediación, nego­
en que las circunstancias históricas a menudo los obligan a ciación y flexibilidad", como entre el jTopolino de Ñapóles,111
.Yivir. Loa movimientos religiosos a los que se adhieren en En otras palabras, b maña y la intermediación puprlpn sol­
r • t¿in grandes números son vehículos de U búsqueda de un verse formalidades de la acción democrática y de b apro­
„j mundo mejor Parece sumamente probable que ni el pente- piación del modelo democrático. En opinión Je Christfan
Jf Coulon, éste es precisamente c! tipo de conversión que
' ' *“ A Aptflr. "roa *19. Nigeria, Democrocy and the Poiltlcs oí lllu ofrece un desafío al Se negó I, rnyn “nrmn democrático iñc
‘ \ ^ ' f>inn'. rn | Cnmaróff y J. Corturoíf (coords.), Crvil Súciety and the Politt pirado por el estatismo y el jacobinismo, ahora ha reñido
j t~‘ ral Imajfinatiou j « Africa: Critical Penpeeiivt% Chicago. L'rJvcrsity of que admitir el aumento en importancia de otras figuras
Chicjj^p Prr*», iyyy. pp- *67-307.
f A Ml>rmhc, ‘ Provisional Note» uu the Foaicolony', Africa,
nutn. ha. kjoí. pp. j-3,7, y “The BanalUy «»f Puwrr .\r\¿ ihc Acsthetioi of "* J.-l Bavart (coord.t. La ¡n jf v de ¡'¿UU, part* a, «obre *-l "dehat*
Vulgiriiy In ihr Po«tcalony".Public Culture, voL 4. núm. a. 1991. pp. 1-50; indio’, con colaboraciones de C Hurtig. M Gaborican, S Kavmj. I M*
D. Míbou, “Ttie Social Capital of rht Fraudulrnt State, or the Rusc» a f n o ry C Jafírciot.
Froimrnli Intrlligenec". en Bayait rt o f, Jlie Criminal ¡catión o f the State. " I. Pardo.Mcmagtng Exutennr í» NupIr. Mo/ality. A lám andSerta-
u p . C Í L . |)¡J. IM I I V. ture. Cambridge.Cambridge Unlvcraty Prcw, 190b. p. 17c.
M lEAN-FRAN^OIü BAYAKT APTUCAICHCL MUNDO: UNA HISTORIA Ot tXTRÜVFKMÓN *■>

sociales, como el fn nk tion eer (funcionario, en vvolof) o el En estas circunstancias, resulta imperativo reconocer que
¡cu jáng ckaol { ' el que ha estudiado en la escuela"), y espe­ las cancillerías de los Estados miembros del Grupo de los 7
cialmente el gorgui (el senegalés común, siempre en busca ciertamente prestan insuficiente atención a una parte de]
de un protector), o el maodu-moodu (el cu mereíante infor­ mundo cuyas dificultades les afectan en primera instancia,
mal), el maraboui y el “empresario comunitario '.ur Por muy pues la estrategia más predecible de los Estados africanos
delicado que pueda ser en el marco de una crisis económica será la del parásito, situado en los intersticios de un sistema
un conflicto cada vez peor en Casamancc, la difusión de las internacional cuyos actores son C3da ves más ■ 'inttrclepen-
guerras civiles en la región y la creciente autonomía polí­ dienres" y en el que siguen en el papel del pariente pobre,
tica del ejércit o senegalés, tal vez no sea imposible renego­ obligado a vivir al día. Más que nunca, el discurso sobre la
ciar esta nueva vuelta del camino. Al fin y al cabo, ¿no es inargimilidad de África es un sinsentido.
Scnghor en la imagen nacional, el prototipo del “político
astuto, maestro en el arte del acuerdo, la reconciliación y el
patrocinio", la versión política del f&Jfc, la liebre del folclo­ V K - - * ■ ;>
re wolof. cuya astucia es legendaria?"’ La criminalizadon f " / ' /
del listado y de la economía tampoco es un obstáculo in­ 0 íy,*
superable en el camino hacia la democratización del África #
subastaría na, si podemos juzgar por los ejemplos de Italia,
japón y la India.1"
* Vemos asi que el futuro del Africa al sur del Sahara si-
abierto de par en par. NI la dudosa condescendencia
j del áfroptóimtsmo ni las vanas fantasías del atrooptlmlsmo
y ofrecen una interpretación satisfactoria. La única certidum-
" bre acerca del futuro concierne a la inserción de África en el
cisterna internacional Pora bten n pañi mal. ésta continuará,
y la globaltzación no se detendrá ante las costas de África,
aun si las “disyunturas" inherentes a este proceso son ta­
les que limiten algunos de sus efectos al sur del Sahara.

“ C. Coulon. “La tradición dcmocratiquc ju Scnégal Kistotres <fun


Tnyrhf*. en C. laltrdol (coortLJ. ¿Jémorruner daillam Lkmocranrj rt
d¿me>avtiurtcns han d'Occidcm. Parts. Karrhala. 2000. pp. 67-92.
C.Coulon.“La tradición dérnooatique”. p. 75.
” "Crine er politiqueen demacrarte*'. Cririque ¡mrmattnnalr. num, 3.
primavera de 1999. pp. 122-174.
“ A ApfwJura!, “Ubjuncturr and tliffrrcncc m |he Global Cultural “ B Iludir. Uu moadr iaiu fouvrruitu-tr. lr\ cUtn írtm* ruv «'! ntc
Economy" Public Culture. voL 2. núm. s. 1990. pp. 1-2.1. pmutbtíití, París. Fayard.
EL CRIMEN TRAN5NACI0NA1 V I A FORMACIÓN DEL f*,TADO 101

La necesidad de trabajar sobre la “criminalizacíón del


Fstado" — y no sobre el Estado 'criminal" mañoso'', “ klep-
tócraut" o algo por el estilo— se nos impuso a todos, a
2 comienzos del decenio de 1990. a partir de nuestras in­
vestigaciones o reflexiones en curso, y no para planear so­
El. CRIMEN TRANSNACIONAL bre un “aire de los tiempos”. Rechazábamos (y seguimos
Y LA FORMACIÓN DEL ESTADO rechazando) los falsos dilemas entre el afropesimismo"
y el "afrooptimismo" y, dicho sea de paso, nos parecen
fútiles las acusaciones dr racismo o de condescenden­
I.ü publicación de La criminalisation Je leta l en Afrique cia etnocéntrica que profieren contra nosotros aquellos
flut crimino iizcclón del Estado en ÁfricaJ, en 1997 en su de nuestros lectores que se esfuerzan por m a rrarnos en
edición francesa, y en 1999 en la de lengua inglesa,1 desgra discusiones ociosas. Un historiador especialista en MaiLi-
chulamente ha hecho más escándalo, en el mundito occi- gascar, en Africa del Sur y en la vida religiosa al sur del Sa
dental-africano de lo “politicamente correcto“, que inaugu­ liara un economista que por rnronces estaba terminando
rado un debate digno de ese nombre. En general la obra fue una tesis sobre la liberalizacidn del comercio exterior t:n
mal recibida y. nos atrevemos a decir, mal leída. Como es de los» países de la zona franca; un polltólogo comparativa que
rigor, sus autores fueron acusados de reducir Africa a la había intentado una problemarización del Estado en A n i­
rnrnipnón. o rl crimen al Africa, despreciando roda vero­ ca, observábamos, por una parte, una interferencia rada vez
similitud para quien hubiese leído sus trabajos anteriores. más evidente de la frontera cutre lo licito y lo ¡licito y. por
Y precisamente los críticos más acerbos, al no poner en la otra, el desarrollo de actividad» consideradas como eri
perspectiva c«c breve ensayo junto con sus otras publicacio­ mínales tanto por el derecho Internacional como por las
nes. multiplicaron los contrasentidos. No es éste el lugar de legislaciones nacionales. Ahora bien, esas evoluciones nuv
responder en detalle, tarea que dejaremos para un artículo parecían indisociables de la historie ¡dad propia del Estado
próximo. Baste por el momento poner las cosas en su pun­ en Atrica y. al mismo tiempo, de los procesos dr globallza-
to, lo que debería uliunzar para centrar bien la discusión/ dón más inmediatos, incluso en su dimensión dwcunilv*
Por ejemplo, remitían a la historia del combate nacionalista,
' J -K iLiyaM, ^ tilín y K Hibou La cnminaluation de I cía: en al “estar a caballo" sobre las posiciones de poder y los pues­
A fnqur. Cúmplele. Brincias, tij>rr. y The Criminalizarían o j itic State fn tos de acumulación, a algunus de los repertorios cnlrurales
A fnea Oxford, LondreVy Blixjmtnglun.Ttic Iniernatiunal African Insii- o "géneros discursivos" de la acción política, así como a la
lutdl.imertGunry/Indiana llriivcTítly Prrs>, 1999 instrumentalización de los programas de ajusTe estructural
‘ VdiiLsr r ^ 'n uiluimlr, entre luS reMrtta-. criticas mir. profundas. A. K. y de sus enunciados por las clases o los grupos dominantes.
MuMapha, "Sülr.*,. l'ir Jjliu n and Vlolence K«untq»ttm li;ing Política!
Attioti and Poíillcal Cunuminity ui Africa’ Kampala.X Asscinblct Génc- de A A. Abdl. tlrid.. pp. 454 .‘ 5SJ V p¿rn ejemplo* de t o c i a paiticuLi
id r du C o t a n a . B - 12 de diciembre de ¿002, taller “ Eiat, idrntité poli- niente virulenta*. ya que no inrellp/nTes. vñm«r A frican Stn dm Kir.iaw.
tajur n o lrn ir j.u lii*pir'. v U. h Hrjnceson, “O f Crimináis and Client» n (i).ju n io d e 1999. pp. a o -a i; Tue Iruernatlonal lountal 0/ A frica» Hit-
A frlu n Culture and Afro-pessintUtn Ir. a Clobali^d WorltT. Cuñadía* tortea! S n d ía . j j <1-3). 1999, pp. 465- -p*>; Jtrvfetf o f A facatt l'olitícal
¡murtal 0 / Afrtcan Studic-. v i (a), zooo, pp Cari Como la rocha Ecvnomy. :o (So), jumo de ;999- pp tóS-fob
im IU >JrftA N C O I5 «A V a * T ti CatMFN tIUWSNAUDMXL V U FORMACIÓN DH ESTADO 10i

precisamente en el marco de sus estrategias de poder y de miento de nuestros trabajos) hubiese ayudado a nues­
acumulación. Incluso remitían al desplazamiento de las lu­ tras critirns a comprender que utilizamos el concepto de
dias sociales con la mira en el control de los nuevos recursos "capital social" de manera irónica, en una época en que
de Ij extraversión en ese contexto de interferencia de la fron­ Roben I’ utnam. criticado por los historiadores y los po-
tera de lo licito y de lo Ilícito que recubre el proceso de ' pri­ litólogos especialistas en Italia — nuestros colegas— era
vatización del Estado". Dicho de otra manera, nos situamos cooptado como intelectual orgánico de la “buena gobeman-
en un trámite dr sociología histórica de lo político, o de eco­ za" y del "etnodesarrollo" en el ámbito de la banca mundial.
nomía política en el sentido en que lo entendía Max Wcbcr. La incomprensión del trámite de la sociología histórica o de
y no en el de una taxonomía ncowebcriana de inspiración la economía política en algunos de nuestros lectores alcanza
pantoniana. con su concepto clave de neopatrimonialismu. su punto culminante cuando ven una contradicción entre la
que algunos «ic nuestros escritos rechazaban explícitamente. formulación de los criterios de "crimirulización del Estado"
Se trataba, pues, de reflexionar sobre un proceso his­ que nosotros planteamos —y que, por cierto, no se toman el
tórico. a costa, ñor cierto, de un anglicismo en la versión trabajo de discutir— y nuestra conclusión, según la cual, en
francesa del libro la "criminalizarión del Estado— y no definitiva, raras son los Estados subsaharianos que respon­
sólo en su acepción jurídica estricta (la operación de in­ den al conjunto o a la mayor parte de esas normas. ¿No es lo
criminación) sino como momento de su “formación", por indicado en la investigación científica plantear una hipótesis
retomar la noción de Bruce Berman y de John Lonsdalc. De —en nucsiio caso, la de la "mminaliz^nón del Estado*— y
allí se sigue que una v n r dr reproches que se han dirigi ponerla a prueba dispuestos a reconocer que puede resultar
do conrra nosotros son infundados. No redujimos Africa errónea o que deba matizarse? ¿No es la mcioi respuesta n
a sus élites'*, como tampoco, desde luego, redujimos estas todos los que nos reprochan apasionar al África cu el drter-
'ni i rimen". Nos interesamos en la furmacióri" del Estado al mmismo de una "trayectoria histórica'* cerrada en sí misma
capricho de la acción del coniunto de los grupos sociales, y fijada en un “tipo ideal', despreciando lo que liemos escrlin
y no ¿implemento en su “construcción" por intermedia­ en otra parte? ¿No es la mejor refutación »lrl contrasentido
ción de estrategias y de políticas públicas explícitas. Ex-.^ que no evitan nuestros censores en cuanto al "cuiazóu de las
tamos preocupados por el surgimiento de un sistema de tinieblas"? Este último, en Comad —y es asi como lo rita
desigualdad y Je dominación y. en la medida en que con- mos— no designa al África en si misma, sino su Inserción
ccptualizamos éste en los términos foucaltianos de lina en la economía-mundo de la que Kurtz se hace siniestro
"gobemamentalidad", resulta incoherente reprocharnos cortesano y cuyo narrador era el testigo horrorizado.
.fiunstro apego al individualismo metodológico".’ Como Allí está, en todo « so , d “corazón" del contrasentido.
adversarios de la “ilusión idcntitariaM , evidentemente re­ Nuestra propósito no cru africanista" sino absolutamente
chazamos toda lectura culturalista. Claro que un mayor comparativo. Consistía en aportar una piedra suplementaria
sentido del humor (o. a falta de éste, un mejor ronoci- 1 al análisis de la formación dd Estado en el contexto de su
“privatización", en ese momento de globalización que está­
1 Mustxphi. 'State» PrrJal mu an J VioJencc". op. dr. Sobre c k pumo
bamos considerando. Allí están los hechos, que cada quun
preciso me permito remitir al lector a J.-F. Hayan. Le ¿euwrnemmi dn es libre de querer negar, si asi In desra. pero que nosotros
monde. Une critique palittque de la gfabáUution. Parts. Payaré. 2004. habíamos recogido en el curso de terrenos precisos y de in-
104 |F*N'-FRAH£0IS RAVAftT E l. CRIM EN TKANSNACIONAL Y UA rotlM ACIÓN D EL ESTADO U»

vestigaciones efectuadas cada quien por su lado o en misio­ actualizada, pues desde la aparición de La criminalisatinn
nes comunes, aun si las colecciones en los que se publicó el de ¡'¿tai en Afrique el tema ha florecido en los debates y las
libro en sus dos versiones o la naturaleza de las fuentes a las disputas que suscita la mundtalización.
que tuvimos acceso no nos permitieron presentar estas úlri En la proliferación de las 'mafias a favor de la liberali-
mas de modo sistemático. Y luego viene la interpretación o zacion económica y financiera, de la renta del narcotráfico
la prohlematización a las que da lugai la agrupación de esas y de la revolución de las telecomunicaciones, toda una hi
informaciones. Nosotros nos esforzamos por poner el acen­ (litografía denuncia uno de los principales peligros a los que
to en la constitución o la perpetuación de las relaciones de se enfrentaría la democracia.^Las foint vcvtri/r« establecidas
poder y de acumulación que. por su naturaleza misma, son entre los diferentes “medios" nacioailes o etnonarionales
conflictivas y que. menos que nunca, no son disocíables del —por ejemplo entre la mafia siciliana, los mafiya de la c e i.
enromo regional o mundial en el cual se inscriben. las tríadas chinas, los cárteles colombianos, los narcotrafi-
Desde esc punto de vista, la incapacidad de algunos de cantes nigerianos— suelen citarse como otras tantas mani­
nuestros críticos para discutir los procedimientos econó festaciones. si no de un gigantesco complot transnacional
micos y financieros de ese proceso de "crtminalización del contra la soberanía legitima del Estado, al menos si de su
Estado" resulta bastante frustrante. Desde luego, es más fá­ erosión mecánica bajo la presión del mercado y de la des
cil Intentar unos falsos procesos ideológicos. Sin embargo, viación de ésre 1 La "cumbre de Traga" enrrr asociaciones de
ral es sin duda el problema, y he aquí al menos un punto de malhechores rusos c italianos, en 19 9 3/ revistió asi un al­
¡LLuerdu "en el curaión de Ij polemice La cuestión de la cance simbólico: en el apogeo do la globalización. los gAngs
eventual “criminalización" del Estado en África es del mis­ rers de rodos los países estarían uniéndose para sacrificar la
mo carácter que la que se plantea en el resto del mundo, y virtud de la república en el altar del crimen organizado.
no tiene nada que ver con una afncamdad" esencial íxta, Ahora bien, las investigaciones o los análisis mejor do­
como se ii iv imputa pensar. Se relaciona con la historicidad cumentados desmienten semejante fantasmagoría, cuyas
panIcular de l,j fnrmarlón del Estado en el modo de produc­ meras ideológicas o de segundad a veces son transparen­
ción capitalista. Acusarnos dr hablar de África en un libro tes.* Los actores de la criminalidad transnacional global
consagrado a Africa es una curiosa estratagema ofensiva. no constituyen una categoría sociológica homogénea, ni
No menos desconcertante es ofuscarse porque se hable de
“crimen"' en un ensayo que toma a éste com o objeto. ¿Se ' Véanse, en el seno de uru inmensa bibliografía, y en géneros muv
sospecha que los libros que tratan del hecho religioso o de distintos, S. Strange. Tl¡r Retirm 0/ tHt State The DiJJu.itoh oj Powei ¡n
la guerra en Africa reducen el continenrc a esos fenóme­ tht World-Ecoaomy. Cambridge. Cambridge Utuvervlty ttm . vjgc. tall­
nos? Es material de polémica estéril, de modo que vaya­ ullo 8. y Atad Maney Wken Markeu Oaxgrow (Swcmmcnu. Ann Albor.
The IMversitv ol Michigan ITcís. 1908. tapliuk» 7. «» I de Maillard, Ir
mos a los hechos. ¿Que se puede decir de novedoso sobre
mrck¿ fálT U i oí De funge dti crhnr por lo mordlelfralinn. IVí». Fumín
esta combinatoria entre la globallzaclón y. singularmente,
tlon du j Man. MÜlccl une Nuil». íool
las políticas de hhcraJización económica y financiera de las * S Handeltnan. Conrado CX m m l. Riusia's N rw Mafiva. New Un
que es portadora, la formación del Estado y las prácticas ven. Vale Unlv-cniry Fren. 1995 p 157
"criminales" con respecto al derecho internacional o las Véanse, por ejemplo, los tnba|w del Instituí de Crltiiiriuluglr dr
legislaciones internacionales? Ij interrogación merece ser farls, Unlvtítlté Paris-n/Pamhcon .Anas, y las obras de b «.olcición Cri-
lOb lEAH-rHANCOIS BAYART t u CRtMUM TltANSNACIONAL Y LA FORMACIÓN DEL LSTAPO

desde el punto de vista de su organización interna, de sus E11 suma, d “gran relato" del crimen rransnacional glo­
repertorios culturales o de sus especializaciones. ni del de bal no resiste un examen de los hechos. ’ Donde el crimen
sus ohjerivos o sus campos de intervención Estos últimos entra en acción no necesariamente socava al Estado, la que
siguen siendo Lis m is de las veces, por cierto, nacionales sigue siendo una de sus fundones. Desde ese pumo de vis­
o locales, en lugar de estar realmente ' inundializadosV Por ta. Susan Strangc se equivocó al excluir la hipótesis de una
lo demás, nada indica que la proporción entre los asuntos “reconstrucción, sobre una base transnacional, de la especie
legales y los asunto ilícitos —que. por cierto, están ínti­ de coexistencia simbiótica entre el Estado y el poder de la
mamente imbricados, v no opuestos en una extranjeriza- mafia que se reprodujo dutatilc lauto tiempo en Italia, en
ción reciproca— haya aumentado drásticamente, y las es­ China, en Colombia y en otras p a r t e s L a llberalizarión
timaciones del producto criminal bruto" no se basan en de las economías rusa o subsahariana y su integración en
ninguna metodología seria.1 En fin. los grandes fenómenos el mercado mundial ilustraron muy bien, durante los años
políticos generalmente correlacionadas con esta supuesta noventa, la alianza entre las élites políticas y las élites de­
uogresion de la criminalidad transnacion.il, en parricular
fa corrupción y l.i guerra civil, no se reducen a eso. Uno de
predadoras' nacionales, por una parte, los bancos y Lis ins , (
tituciones financieras r internacionales por la otra, bajo la .’
ellos procede, en prime r lugar, del funcionamiento del mer­ mirada interesada, indiferente o impotente del Grupo
cado mundial, a iniciativa de las empresas más reputadas o los 7. Los “oligarcas y sus colaboradores poderosos que s c \ /
dr las administraciones públicas: la otra, de historias socia­ han beneficiado de las privatizaciones de Ij época eltsiiw
les tan complejas que son objeto de interpretaciones doctas o. en menor escala, los feymen, esos bandoleros que prospe­
peto contradictorias, como ocurre ron el conflicto en Sierra ran en los rincones de la restauración autoritaria del prest
Leona, que en todo caso no se reducen a problemas de “avi­ dente cameninés Paul Riya. operan en la interfaz d d Estado
dez' o de “quejas' y que nos perdone Paul Collier. uno dr y de la globulización. obteniendo sus recursos del Apoyo de
los economistas de más renombre en la banca mundial.' personalidades bien ubicadas en el régimen y de xus ondo­
sas actividades en el extranjero.”
jninolitc Intcinationalc en las Presea Ifnhrcndiaircs dr rranee, bajo la di­
rección ifc Xuviri Kaufer. op cit.. y lo.t diferente» colaboradores ac "Lumpcn Culture and fGlItJciil
' L> Gambetu. The SicHim Majui. Tht Business o f Prívate Prócectiou, Vlofcr.ee: The Sierra Lenne Civil War”, A fr iq u e et O r.ríoppem rni. joui
Cambridge. Harvard Univeraiiy Press. 199} Ita y edición en castellana- La (3*4). «097. «1 com o M C . Ferme. The IJnderwiUk a f Tkings. Violente,
mafia tlciliam Ft negocio de hprotección p m u ia . traducción de Isabel YVn- H uton. ar.d the Everyday m Sierra Leane, Ifcrlceley, llm vrrsiry o f California
i:.u Núrlr: M ilico, >ce, auu/1 F. V u o c . The Barrían Mafia. Prívate Frutee- tres», sooi. y "Liberta. Sierra Leone. Guinde L i négroiulisatiiin dr I11 guerre",
fkm 1n a \'rw Market Economy Oxford. Oxford L'r.hrrihy Press, aooi. l’o iin qie Africaine, núm KH, diciembre de 3002. pp. 5- iu> Sobre rl caso ll-
* G hivatel-Cam gue*. |. Carticr-Brrsson. 1!. R. F n nu n et a l, "M a­ bcríanc. víase S. ElUi. The M usí ofAiiarchy. The Tkatraciian o f l.drena and
fias. tanques, paradiv fi-sraux 1.a mondialtsatlor. du crime". L'Éecntmtie the Reíijporu Dimensión o f a n Afrícan C ivil War. Londres. Hur\l, 1990.
Píilitú¡iu' miin. 15 . je r trimestre de 10 0 1. ” R. T. Naylor. Wagct o f Crime. Black Markets. lIlegal Finam r, and
* R Mardlal y C Mcswant "D e l’av.dltc des refccllcs. L'ar.alyse ícono- the L'nJcr.eortd Economy. Irhaca. C om dl U m w rslty Press, 2002.
nuqur dr '.1 guerte ctvile v io n Hbui Coilicr', Cnrigne /«ícnwiíonulc. nútn. 16. 11 Strangc. The Retreat o f the State, op. d r.. p. 1 1 :.
Iidui de aooa, pp. $X t>8 Sóbrela guerra de Siena leona, víam e el debate, a 1 . Sgard. J.éccwomic d t (a penique. París. Ij Découvene. 1002. capi­
menuda bulante polémico, cutre P Richard». Figtiríngjbr the Rain Tonar. tulo 4: >. Handclnun. Co an id e Criminal, op. ci:.. V Vntlcov. Violen: T u fe
10* IEAN'FKa M ^U S BAYAKT LL CRIMEN TOAXSNACIONAL Y LA VOKMACIÓN DEL ESTADO 10*

Asimismo, el gobierno norteamericano no le lia hecho t* Este último lleva ya tiempo unido a la acumulación
ascos a subcontratar su política de contención de la Unión económica, a la regulación o a la centralización política, al
Soviética en Afganistán a los servicios secretos pakistaníes, control social de los pobres, de los opositores o de los dete­
a los partidos o a los comandantes islámicos de la región nidos. ai ejercicio de la justicia y de la coerción, a la práctica
y i redes musulmanas transnictonales. aceptando que esta de la guerra, a la reivindicación nacionalista, revolucionaria
covert aciion sea financiada no sólo por donativos de lus o democrática y. asimismo, a la represión de éstas. Figu­
familias principescas de la península arábiga o de simples ras como el corsario, el pirata o el bandido —por ejemplo,
creyentes, sino también por el comercio del opio.1* En los el shifta etíope, el gardart koloft (“cuello grueso") iraní, c!
meandros de esta “descarga ', el Bank of Credil and Com­ yaJLaztt japonés, el celali o el agha otomano, el berberisco
inero: International (ucci). fundado en 1972 por un finan argelino, el majioso siciliano nos ofrecen ejemplos clási­
clero pakistaní tan tenebroso como earismáttco, Agha H i­ cos. Sus herederos siguen manteniendo esc comercio im - ¿ -
ts san Abcdí. y con apoyo del soberano de Abu Dlubi. el jeque bivalente con el Estado, como lo demuestran al menos las^";"
I Zayed. se especializó en la estafa financiera, en detrimento situaciones de lapón. de Italia o de Turquía Sin embargo. ...
de sus depositarios, y ayudó a jefes de Estado a sacar la n- no desaprovechan las oportunidades que abre la globaliza- *
, queza de su país, trabajó de la mano con Sadilam Uussfin ción. sobre lodo en materia de comercio de estupefacientes,
’/ y con Manuel No riega y se entregó al tráfico de influencias de Lráfico de seres humanos O de cuntrnbnndo de tabaco. Ui
,, C en Washington o en Londres, beneficiándose de la ceguera simultánea inscripción del crimen en el espado nacional
‘ y de la complacencia, si no de la complicidad, de la Reserva y en el proceso de mundializarión aparece, de manera elo­
ft federal Norteamericana, del Raneo de Inglaterra, de la ctA y cuente, a través de las colaboraciones más o menos durade­
- dr U City." Desde el punto de vista financiero, al Qacda es ras que se establecen entre los "medios", los servicios secrc
■ el cirujano dú esc montaje que atestlguj la reconstitución tos las policías, los ejércitos y sus fuerzas suplementarias
.V las élites políticas y diversas empresas cprno compañías
'de la “coexistencia simbiótica" en su dimensión transna-
( cionnl y global, del Estado y d d crimen.14 aéreas, armadoras, refinerías o prodiu tures de cigarrillos—,
sobre todo cuando esas colusiones se entablan a la sombra
. prrtenn i he I¡ft of Turre <w¡he Makiitgof Rustían Capitalum Ichaca. de sanciones multilaterales declaradas en nombre dd man
' ,*■’ f Corru-ll Unfvcrílty Piev. 10a*: f. R. W'cdrl. ‘Tkintcd TrjnMciKirts. Ilar- teni miento de la paz o de I.1 no proliferación.
varí. tl«r f ’hul'il» Clan ¿tul Kn>su\i Ruin” Thr National InU'nm. prima- La deriva delictuosa de las economías balcánicas que h.t
t« vvra <W*iOAn pp. 13-341 D. Malaquab. "Arn <lr ícyrc au Cameroun*. FoU- ocupado la crónica de estos últimos artos es una dr l«s re­
1 1 tiqu* Afneanu' num. tía. junio »ic aooi.pp. 101-118. sultantes de las movilizaciones nacionalistas, de la creación
t " A VV McCoy. The Po/itia of Heroin. 1:ia Complicicy ¡u rhc Global de nuevos Estados sobre las ruinas de Yugoslavia, de ln in­
Drng Traje. Nueva York. Liwrcnce HUI Rock-*. 1991. tervención de diferentes diáspoms y de los medidas adopta­
" Thr bcclAftair. "A Ri-port to iheCoinmlttce on Foreign RcUtion*. das por los Naciones Unidas o la Unión Europea cu contra
tlnitrd Suirs Sensti*. hv Sfiutar Kerry and Srnulor Hank Brown" Wash­ de quienes provocaron las guerras La aplicación de esas
ington. U. L\. dtcUmhrr de iw , i*. Trud! y t_ Gunvín. Fctise Praftts. The
sanciones, que varía de un país a otro, ha permitido .1 algu
huida Storv of oca. thr WóriJ» Mase Corrupr fot.Tnena/ Emplrr Boston.
Houghton Miftlin. 199* nos de ellos, que estaban al margen o que gozaban de un re
1Lr Momlr. 35 <k laptlembrc <tc 2001. p. $. gimen más favorable —especialmente Macedonmy Monte-
no ir.A N -r*AM cajs b a y a k t EL CRIMEN TRANSNAC1UNAL Y LA FORMACIÓN DI I ESTADO Ul

negro— presentarse como intermediarios entre el mercado de capitales ilícitos continúa pasando por el cedazo de fo
mundial y Serbia, a la par o de manera complementarla con instancia estática a la cual confiere, aquí o allá, una parte
los otros Estados de la región —Grecia, Bulgaria, Ruma­ de su vigor. ¿Cuál habría sido el destino de Chipre si no
nia- . que contribuían a eludir el embargo que pesaba sóbre­ se hubiese beneficiado de la llegada de inversiones tene­
las autoridades de Belgrado. La cooperación entre los diri- brosas provenientes de Medio Oriente —en particular de
gentes (o algunos de sus padres), los malhechores, las raJH- Líbano durante la guerra civil— y de la Unión Soviética,
' cías, los partidos nacionalistas de Montenegro, de Serbia y desde el decenio de 1980, así como de los ingresos anexos
/ dr Bosnia-I Irrzegovina, han monopolizado el control de k de actividades francamente criminales, como la trata de
r ' importación y de la exportación fraudulentas de cigarrillos seres humanos, que era uno de sus centros? Ahora hien.
, ► y del dispatching de inmigrantes clandestinos provenientes por intermediación de los bancos, de la bolsa, de las nume­
de Turquía, de Irán, de China, con destino a la Unión Eu rosas sociedades offshore y del sector de la inmobiliaria de
: ‘ , ropa vía Croacia. Las dites gubernamentales de los países otro Estado, en este caso Grecia, este dinero fue definiti­
jf ’ * vecinos que estaban implicadas en esos tráficos han obteni- vamente ' lavado” a los ojos de la Unión Europea, al mismo
, ^ do de ello influencia diplomática ante Serbia, pero también riempo que ílujos financieros o cantidades considerables
■ ' ante Rusia, y ventajas en íorma de comisiones o de bcnc- de efectivo, provenientes de Rusia, de Ucrania, de Alba­
- fiaos comerciales En el propio Belgrado la "concesión de nia. de Yugoslavia y He otros países balcánicos. La propia
.. Contrabandos", en particular de divisas extranjeras, fue un economía helénica se benefició, de paso, en proporción no
instrumento de autofinanciamiento de las fuerzas de segu- desdeñable. Así comprendida, la adhesión a la Unión, el in
,f ridad. y ol mismo tiempo de chentelismo político.1' Charles greso a Fnmlandía —¡"oh cuán honorables etapas desde el
r* Tilly veía claro, pues, al presentir que "la analogía entre la punto de vista de la buena gobemanza"!— se confunden
práctica de la guerra y la formación del Estado, por una par en parte con gigantescas operaciones de nwney faunderutg.
te, y del crimen organizado, por la otra, está volviéndose Europeización borderlinc‘ dice irónicamrntr Béatrlce Hl-
, trágicamente pcrtiurnlr".17 bou, poniendo el acento en el "jwprl de las márgrnrv" rn
A pesar de unió, la hibridación tiansnacional del Estado la integración del Viejo Continente yen sitó relaciones con
y ile! crimen no kp limita al juego de actores circunscritos su medio."
en circunstancias particulares. Parece un orden sistémico. Asimismo, seria ilusorio trarar de explicar d crecimien­
que constituye uno de los engranajes del conjunro del Es to económico de Tailandia, de Singapur o de la China del
r-! tado y del capitalismo mundial. En todo caso, es uno de los Sur, y los acuerdos de poder entre actores políticos o entre
elementos de su geografía. La circulación de productos o
MB Hibou. Tinté|raik»n curopéenne du Portugal el de la «'irire I r
•' 4 " F. Dehié. 'Le* retalióos imcnuuotulc* ¡llicitc» dan» le* Balkans rile «lev marges" rn S Mappa (dtr.) La roopwuiui.i lAferwirirmulcfuer au
(' i occidentaur Úrat. crtmlnilitC ct socUJté". I.c Reme ¡nicrrt.uum.tle et S'ira- LNi‘raJumc. París. KarUuh. 1003. pp «7 134 y *L*hbtaridté de la com-
l • tégiifur. niitn. 43.otoño de ¿ooi. pp. toa i 1 1. tniel ion etiropernne: Le rectcur baüCaire en G m e el au ñimigiilM , Irr
C. Tilly.“WlT Maklng and Sute Nlaking a» Qrgardred Cnme". en f.tudei da ctn. m'im 85-86. abril de íooj; S. Rjffy, T rvsiliu tvm Les nou
I'. B. Eran*. L». Rucscócmcycr y T. Skocpol Icw rdsJ. Bringing ¡he State vrllis filirrr» dr l'exdavagp". Le Xouvel ObserváUiur, as de noviembre de
Buck /r. Cambridge. Cambridge Unhtrsiif Press. 1955. p 186. 1903, pp. iz-31
U2 IKAN ITW íC O ISO AYAlir ELCKIMKH THANSMACIONA! Y IA TOUMACIÓN DELEITADO m

grupos sociales que lo han hecho posible, si no se tuvie­ Con mucha razón, los compara con los "espacias de no Es-
ran en cuenta el contrabando y el fraude con Indonesia, ni lado’ (nan-state xpaces), relativamente Inaccesibles, como
la aportación de flujos ilícitos, especialmente de estupefa­ las montañas, los pantanos o los bosques más densos que,
cientes, provenientes de la vecina Birmania y de su transfe­ según el antropólogo lames Scott. han abrigado desde hace
rencia hacia los mercados que representan otros Estados y siglos a sociedades “cimarronas", pueblos de fugitivos uni­
que delimitan sus respectivas burocracias, en particular sus dos con los reinos por un "mecanismo homeostárlco":
policías y sus aduanas a saber. Japón, los Estados Unidos
y la Europa Occidental" El “neorregionalismo' a menudo Las montañas drI sureste de Asia son "anuEstado”. al menos
toma la forma de «\sns binomios, asociando el vicio" con la tanto como “no Estado" o “todavía no Ruado" Se pueblan, du­
"virtud’’. Asi, Romain Bertrand recuerda que los "espacios rante largos periodos históricos, de desertores, de qulrn»-. han
carentes de herederos" de los archipiélagos del sureste de evadido los Impuestos y los servicios obligatorios, y de refu­
Asia, que se hicieron famosos por el asunto de los ' rehe giados de la servidumbre, de derrotadas en las luchas (acció­
nes de Jolo" en aooo. se articulan con los “intereses bien nales y de parias tic todas clases, por na hablar de los disiden­
comprendidos" de los Estados de la región, y especialmente tes religiosos de los ermitaños, de los miembros de sectas
con su “privatización": "Son extensiones en las cuales léstaj heterodoxa» que. podría decirse, representan a lo* intelectua­
se encuentra en su apogeo, es decir, donde se observa una les Oigameos" marginados, añadiendo una dimensión sim­
cesión o una delegación de las prerrogativas de la realeza a bólica al recharo práctico del poder central que ew$ tüinu
actores “privados' (las redes de la mafia, las grandes compa­ rgdades encarnan. La periferia montañosa del sureste de A»u
ñías concesionarias que trabajan en el sector de la madera. es el negativo de la sociedad del centro, en términos de eco­
¿ «Ir los hidrocarburos o de los minerales)”: dicho de otra logía, de práctica religiosa, de cstnimira social, de gobierno y
1 manera zonas sobre las cuales descansa todo un fragmeri- de demografía Y. sobre todo, por su población de fugitivo*
7* to de la economía política de los regímenes establecidos.1'1 y de disidentes.11

I t TVr"
* McCaf. Tfcr PoUtk.3 o f llcrtnn, up. oiL. P. Phongpüchit, S. Piriya- Sin embargo, esos espacios de fuga y de disidencia han
f * Kfangsan y N IrrcrM. Cuma Girfc, GátnbUag, Gañid. Thailand's IIlegal mantenido una relación sinérgica ron rl Estado, y con la
' y Econvmy and Pubtic Poíky, Chiang Mai, Silkwnmi Bookí. iyq8: W. G. economía-mundo en la cual se situaba —como bien lo han
4 / } Iluli. The Ecotmmic Grmrth o f Singaporr. TraHe and De\<elopment ¡a ihe mostrado los historiadores y los antropólogos a propósito
tíA‘ ¿.«i TVenriet/r Ccnrury. Cambridge. Cambridge University Press. 1994. en es- del "bandidismo social "— en el imperio otomano o en el
j i pedal pp. 580-381; S Myduro.' Sex King Secs. Suúl New World". Inum a-
ri i tlfiful Hernia 7'nfamc. } 1 Je jullu Je avoj. |ip. 1 y $: F. Bobln. “A Rulll. le
j i r a f a : <Th¿roir»c bimunc prospere avanl que la drogue nc pane ver* matrlee et alibi de la prtvaiimukMi dr IVut en Indon esioen U. I libón
1 rOccidcnt". l< Monde, 10 Je mero de aooj. p 4; observación personal (dlr), í.j privatlsatbm des ¿tats, Tam Karthab. 19»». capitulu 9.
(Kwwiingy la frontera sino birmana. septiembre de 1993). 11 |.C. Sean. "La mfiniugneei la liberté. 011 pourquo: les clvÜUatiotu
** R. Bcit und. "L'affairr dr la príse d'orages de Jolo: Un cxatr.ple de ne xavent pas grimpei’, Oi/iqur J nier nal¡únale. núm. 11. abril de aoni.
cnniauiiialkMidu politiqueen Alie du Sud-Est”. La Revire /nrcrHaríoiMif pp. 86-104. v en «pecúl iov u>4- Li explosión de aunnaw j/werr es dr
cf SmartflfNC. num 4 * otono Je aooi, pp 40-47. asi como “ Asa! Bapak Anna Tiing. In che Rtaim o f lite Dumortd Quock Marginante m un Oai
Scnarig* Tant qu'il plait á Monnícur. Le gouvcmeRKr.i pastoral commc of-tht-way Place. Prmceton. PruKdoa Unircrsity Prca. 1993
E l CRIMEN TBANSNACIONAL V LA FORMACIÓN D fl ESTACO
IM IE A «-rK A N (;0 !S B aYART IH

nomadismo en el mundo de! océano índico y en el Asia En definitiva. se continua que la estructuración regional
"central.1-’ Y en la actualidad ocurre lo mismo o global del sistema de Estados coincide, al menos parcial­
mayor benignidad, se ha mostrado la recurrencia mente. con la expansión de las relaciones transnacionales,
de los Instados contrabandistas en África, que hacen las marcriales o inmateriales, informales o ilícitas, e incluso
j ' treces de pulmones comerciales para los polas adyacentes que. más precisamente, emana de éstas. Consiste en un
^ l '^ d e un crecimiento (relativamente) "virtuoso”. No obstan­ ajuste de formaciones nacionales cuyas relaciones recípro-
te , te, algunos de ellos —en particular las Seychelles. Swazi- “ ** cas, a la vez intergubcrnanientales e intersociales, aseguran
¡ s * landia. Lesorho. la Guinea Ecuatorial— exploran sin cojri- la fungibibdad de lo legal y de lo ilegal por medio de em­
r ¿tí . piejos los lucrativo» ñlones de la economía internacional presas. de bdncos, de redes —criminales o no— , contribu­
j* del crimen, especialmente del tráfico de estupefacientes.” yendo, a la vez. a la cristalización de la idea estatal y de su
r-v '.-Ademas, la explotación coercitiva o la exportación frau- economía
a K‘ _^dulcnta de recursos minerales, animales o humanos están No es posible ocultar esta evidencia argumentando que
)•* también allí estrechamente imbricadas con las redes po- los ejemplos invocados representarían en cierro modo las
«-K.-'Titícas de! listado rizoma o de los movimientos armados márgenes o las escorias del proceso de globalización. pues,
,cyie codician su control.'* De igual manera así es tod.1 la en su propio centro, el “dinero surjo1' favorece la conso­
imbigüedad de una ciudad-Ksiado como Dubai. alquilada lidación de k potencia pública. En la mayor parte de ks
rJ - l

?¿r la compctitividad de su zona franca y censurada por democracias occidentales linancin los mecanismos de re­
1J la opacidad de su bazar de! oro, la que habría facilitado las presentación política. Esta Interpretación no tiene nada de _
'* maniobras de al-Qacda y la proliferación de la tcenologin anecdótica. Jado que un potrón como Silvio Kerlusconi, /„
■ ** nuclear de Pakistán." cuyo enriquecimiento inicial está rodeado de misterio, as s
cicnde a la raheza del gobierno italiano y allí urganiza su1*
propia impunidad. Incluso en Trancia. j I menos dos hom­
° K &arl«-y, BanJth jn J flr?fraMCTai> ¡he Otruman Hule to Siate bre?. que desempeñaron las fundones d«r ministro del In
C^ri/ratiraiiow. ltháco. Corncll Umvcrsiiy l'ros. 1Q04: M. £. Mrekcr. A tenor, y que encamaron con vigor k fibra sobcranuta". si
b'at»w» of Empm Ihc Otfonun Lq¡acy o f luriith Modcrnity, Bcrkclr,-.
beneficiaron de la largueza de Estados "bandidos*' o celebres
llniwrntty Of Gflllfomw Press, i002! K N Caudhurt. Asi* befare bumpe
Ecvmimy un.i CivtthtUioi af tkc M ían Orr.w Jmm ihe Riir n f hlam lo
por su ‘segunda economía', así cuino de redes de asuntos
1750. Caml'nJjjc. Cambridge Univcrsiiy Press. 1990, capitulo «j. transnacionales a veces tenebrosos, o francamente delic­
" Véanse, por ejemplo, 1. Ruitiran y C. Roso. "Guiñee Équatorialr. tuosos; y una compañía petrolera como la Eli. una de ks
Étn: 'oflf sliore’ puur rtiler ■ flÉlUMMl"'. Poht¡que Africaint, níun 81. mar- primeras empresas nacionales, durante largo tiempo sirvió
20 tír ¡icol, pp 121-143; L> lt.Cuphn."A River Throujjh |t The Meaning de relevo a la política exr ranlera del Elíseo, de cobertura de
oí lite Lewthb-Frce Sta r BorJer* Afnctin Affatn. íóo (398). enero de los servicios secretos, de interfaz con regímenes africanos
3001, pp S r-i 16. por lo menos equívocos, y ¡así but not Icase, de instrumento
n Rayurt, Ellis e Hlbou. 1a i rjmindio.ifion A* l'éfiit en A frique up a l de enriquecimiento ilegal. En seguida, la obsesiva invoca­
B Le Man Je. 25 de uclubic «le 3002. p. 3 i b i J . t6 de febrera de 2003. ción y la puesta en escena «le! "dinero sucio" (y de su “ lava
p. u ; ííjiJ-, 19 jo octubre de 1003. pp 12-13 Inieruatioaitl H eraU TrSm
do'*; acreditan k construcción ideológica de esta categoría
tte, iX de frbirro Je 200;, pp 1 y 7, y 13 de febrero d r roat, p 2; R. Mar
sociológicamente improbable de la "criminalidad organi-
rhdl tdir.), Itubai. c iti fUKile l’arís, CNM kiitionv 2001
11» IEAN FRAN^OTS BAYART

zada transnacional** que justifica el exorbitante refuerzo de


los poderes de la policía o de diferentes administraciones
represivas, en detrimento de las libertades, con el falaz pre­
texto de la lucha contra las "mafias" y pese al hecho de.que 3
los nuevos textos legislativos, rejúndanles, resultan inefi­
caces contra un enemigo cuya existencia dista mucho de LOS ENOJADOS (Y ENOJADAS)
estar demostrada.” DE LOS ESTUDIOS POSCOLON1ALES
Desde la aparición de La criminálisation de l ’état en
Afrique se ha verificado, asi. que las prácticas transnacio-
^.nales de la criminalidad contribuyen a la formación del Es- En los noventa se presentaba en Brazzaville un grupo musi­
h rado. al sur del Sahara como en el resto del mundo, y que cal. los Tres Fachés (Muy Enojados 1. Desconfiada, la seguri­
f r r*‘ ¿u elaboración fantasmagórica en el registro de la “globali- dad los convocó para saber contra quién estaban enojados.
d*:
t *A z a d ó n " no es su menor aportación a la centralización del “ Pues, ¡contra el imperialismo, desde luego!", respondieron.
i , 'poder. Vista desde este ángulo, la ecuación habitual entre Hoy. los partidarios franceses de los estudios poscoloniales
I ' la inmigración y la inseguridad, tanto en Europa o Amé- también parecen enojados, a juzgar por la lectura de un libio
, «r. . rita como en los propios países africanos, no sólo revela la reciente, Rupturcs postenlómales. Les nouveaux vtsages de la
c-r0 r xenofobia ambiental. Se trata, pues, de una manifestación, société fraru;aise lRupturas prniulanmles. Las nuevas rastros
t,.. como tantas otras, de esta banalización del Estado de ex de U1 sociedad francesa}, bajo la dirección de Nicolás Ranccl.
cepclón” que ha denunciado el filósofo Giorgio Agamben. franco ise Berrunlt. Pascal BUnchard et al. {Taris. La LVcou-
vertc, zoio, citado como K p) IVm <*1 hlanm de <11 cólera es
un tanto incieno, aunque tilos lo designen por su nombre
— Romafn Berrrand. el r.-vsoro. su servidor o. acaso más
elípticamente, "nuestros colegas de la calle Monsicur-kv
j V / , . 1 ** Prince' (?); "dos universitarios especialistas en cuestiones
<¡f \ migratorias uno de los cuales acaba de publicar una obra en
X* • a , ¿P las ediciones Bciin y ha intervenido en las reuniones del cfri
* f r sobre los ' poscola niales en debate' en abril de 2010'.'

Dopuís de un* InvntigAc’í'.n profunda, rirn poder vrtaLr «jur w


.VI L Cetonl (d lü . Crlmincllié anfcnúét D ti repréremationj n - trata de Svlvair. Laurcnx. cuya presencia. en efrrro. fue vrtaLida c\ 14 Jr
, ialr* uu* difimUiant ¡uridiquej. Ginebra Bruselas y París. Gcorg'Bruy- abnl de 30io en r¡ numero 56 de la ralle larob. y que e* el *ulor de la « ce
LinrVLaDi. 20C4: G. Kavarcl-GarTigue*. “ ‘Criine organisc traninatianal' ct lente obra Une pohtintion fcarrie. Le1 hann p ncriom ulra tt t im-
iuite antl-blanchlraem". en J. Urochc (dlr >. jMcW i j I imíkwt ct guavrr- mrgratien en Frunce. I'ari*. Bdm. :oio: www.ccri-icicnccjpo.com reunión
hji. cc mondiale. París. Iris/puf, aoot.pp. 10 1-17 3 :‘ La crtation d’undhpo- affichc php'id-49 y. para el reguero de c»c debate: www.ecn-acienca-
filtif ¡nstltutionnel antl-blanchimcni en Russic . en G H avard-CarTigucs |w.u>rg'crnfr< kn»squeq4ip >1
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