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Políticas públicas: miércoles 31 de julio de 2019

Sergio A. Barona Montoya


Comentario sobre: Barreto, M (2015). El Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena
Medio, ¿un modelo de construcción de paz para el postconflicto en Colombia? Papel
Político, 20 (2), pp. 461 - 479
Alguna vez leí una entrevista, hoy ya he olvidado el nombre del medio donde se publicó, hecha
a Lucía González una de las comisionadas de paz de Colombia. Recuerdo que la comisionada al
hablar sobre el Magdalena Medio decía que éste era un territorio por el cual pasaron todos los
conflictos del país, así como todos sus actores. Baste recordar la masacre de Barrancabermeja de
1998, la masacre de los 19 comerciantes que estuvo tan en boga de todos y quizá, aunque no tan
mencionada como las otras, la masacre de Rochela; para aseverar que la comisionada no faltó a la
verdad. Todos hechos atravesados por un conflicto armado de medio siglo y enmarcados en el
mismo; de ahí que, no resulte una extrañeza que el Magdalena Medio fuere un territorio de
categórica importancia para la configuración e implementación de las políticas de paz del gobierno.
Delineado por este contexto surge el Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio
(PDPMM), asunto del cual Barreto se ocupa en su texto. El PDPMM se erige como una propuesta
multidimensional para la construcción de dinámicas de paz en el territorio, evidentemente, fijando
cursos de acción particulares que se llevaron a cabo en la implementación de este programa.
Se tiene a bien designar el PDPMM como una suerte de programa multidimensional, en cuanto
fue construido con base en una re-significación del concepto de paz, más allá de una negociación
entre el gobierno y un grupo insurgente. El proceso de paz que acaeció en La Habana no es más
que un aspecto de la paz, puesto que, y cito a Barreto, “un primer paso fundamental e indispensable
para la paz [es] el silenciamiento de los fusiles de los actores armados” (Barreto, 2015, p. 463). Sin
embargo, los aspectos que rodean la paz trascienden las líneas del acuerdo pactado, advirtiéndose
inmersa tanto en las relaciones sociales de un territorio específico como en su relación con el resto
del país. La paz, así como las políticas públicas que en cuyo respecto se implementen, se ha de
analizar como un fenómeno multidimensional; preguntándose por las relaciones sociales de los
habitantes en un territorio específico, la imagen que estos han creado sobre el conflicto e inclusive
el cómo se relacionan en sus actividades económicas. La paz como ausencia de guerra es una
contraposición que se queda corta a la hora de explicar el conflicto; en la medida en que, la paz
debe pasar por una reestructuración de las relaciones humanas que devienen terciadas por el sentido
del conflicto. En la creación del PDPMM se entendió que no era necesario imponer un gran relato
nacional sobre la paz; sino un relato multidimensional de la paz que lograse abarcar las relaciones
humanas que se entretejen en el territorio. Apostaron, diría Barreto (2015), por la paz positiva,
entendiéndose ésta como una paz integral y de múltiples planos.
Ahora bien, el PDPMM, además de tener como finalidad la construcción de dinámicas
multidimensionales de paz en el Magdalena Medio, fijó los medios a través de los cuales se
conseguiría tal objetivo. Acertadamente identificaron la paz como el fin en sí mismo del programa,
fin alrededor del cual debían orbitar los medios previstos, no al revés como se lo imaginó el
gobierno en su Plan Nacional de Desarrollo donde se leía: “con la consolidación de la paz, las
posibilidades de desarrollo de Colombia en otras dimensiones se potencian” (PND, 2014, p. 28).
En el PDPMM se trastocó esa fórmula por una nueva, a saber, el desarrollo como medio para la
paz con miras a la generación de “nuevas condiciones de vida en el campo, la inclusión de los
campesinos y el desarrollo socioeconómico de las comunidades” (Barreto, 2015, p. 466). Es

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tentador, y quizá acertado, pensar que este programa se creó sobre la creencia de que las semillas
del conflicto armado descasan sobre la violencia que pudo surgir a partir de la exclusión política e
institucional de los habitantes de ciertas comunidades, así como de su marginalización. He allí la
importancia de propender hacia unos medios que doten de participación política a los habitantes
del territorio, la creación de organizaciones comunitarias y la construcción de un diálogo donde se
esgriman sus propuestas, aquellas que, en tiempos ahora idos, fueron ignoradas.
Se implementaron proyectos productivos que permitiesen alejar de la economía ilegal a los
habitantes del territorio; ya que, los proyectos económicos intentaban exhortar a los habitantes a
desenvolverse en la participación colectiva, permitiendo un nuevo entendimiento de su forma de
vida. Desplazando las actividades económicas ilegales de su horizonte de posibilidades de modos
de vida, poniendo en su lugar actividades económicas que tuvieran lugar en su comunidad,
actividades que se convertirían en su nuevo modo de vida, una perspectiva sobre la cual no habían
reparado, o que se les antojaba un imposible. El PDPMM se encaminó, además, hacia la
estructuración de iniciativas artísticas que otorgaron un espacio de sentido para los habitantes del
Magdalena Medio y, como otro medio, la apertura radios comunitarias donde los habitantes
detentaran la posibilidad de decir qué asuntos se deberían considerar como un problema para su
territorio y que, en consecuencia, deberían tratarse con miras a la búsqueda de soluciones que se
materializarían en nuevos proyectos. Medios que tuvieron como fin inmediato el replanteamiento
de las relaciones de poder gobernantes-gobernados que antaño hicieron raíces en su territorio, y
que sólo ahora se podían repensar desde una democracia participativa a nivel local. Fue la creación
de núcleos de pobladores (cf. Barreto, p. 476) un caso particular, allí los habitantes tenían un
espacio, no sólo para proferir sus interpretaciones y diagnósticos sobre lo que vivían en su
territorio; sino también un espacio para proponer soluciones a los temas que ellos identificaban
como un problema. Una reestructuración de las relaciones de poder bajo su forma arquetípica que
se consolidaron desde la democracia participativa y la creación de proyectos, donde las actividades
económicas y las relaciones sociales entre pobladores permearon unas nuevas dimensiones en esta
cartografía de la paz; Barreto se arriesga a decir: unos nuevos paradigmas de pensamiento.
Afortunadamente el fin de este texto, de más brevísimo, no descansa sobre el lugar común de
las buenas intenciones, pues el Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio deviene
modelo para la construcción de dinámicas de paz multidimensional, modelo que ha permitido
desplazar las perspectivas sobre políticas de paz hacia un enfoque de las relaciones sociales que se
hilvanan en los territorios. Quizá estriba en su naturaleza modélica la importancia de estudiar el
PDPMM; ya que, figura como condición necesaria el estudio de este asunto para comprender los
programas de desarrollo y paz que se han dado en otros territorios del país. No obstante, haría bien
en reparar sobre la siguiente pregunta: ¿es acaso el PDPMM una forma de programa predispuesta
a la extrapolación hacia otras comunidades? Esto iría en contravía de los basamentos que subyacen
a este programa, el entender la paz como un fenómeno que se entrelaza en distintos planos donde
se transfiguraría el cómo se relacionaron los pobladores de tal o cual territorio con el conflicto, así
como su mirada hacia el horizonte del postconflicto. No todos los márgenes se antojan
homogéneos. De esta distinción manan algunas preguntas: ¿podría implementarse un programa
como el aquí descrito, en aquellos territorios donde los principales conflictos se dan entre
campesinos y tenedores de tierra, los terratenientes? Inclusive, si se buscara extremar la situación,
la pregunta sobre si la democracia local y participativa se traduce, necesariamente, en un
acercamiento de los habitantes de cierta comunidad al Estado, adviene de una importancia nada
despreciable, máxime cuando estas personas yacen en las márgenes amén de la ausencia del Estado
en sus territorios.

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