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Una leyenda cuenta que un pastor tenía una oveja, luego tuvo dos ovejas, luego tres,
y el rebaño iba creciendo. Como no podría saber si estaban todas las ovejas de un
solo golpe, necesitaba encontrar una manera de verificar si estaban todas o si faltaba
alguna. Cuando el pastor tuvo diez ovejas se dio cuenta que si levantaba un dedo por
cada oveja, tenía que levantar los dedos de ambas manos. El rebaño siguió creciendo,
por lo tanto al pastor le era más difícil saber cuántas ovejas tenía y si faltaba alguna.
Así que cuando tuvo muchas ovejas decidió que cuando se le acababan los dedos de
las manos iba a poner una piedra en una vasija de madera, y volvía a empezar a
contar con los dedos, empezando desde uno, sin dejar de lado que una piedra en la
vasija valía por 10. El rebaño seguía creciendo por lo que al pastor le fue necesario
usar otras vasijas, una de barro y otra de metal. La vasija de metal valía por diez
piedras de la vasija de madera, es decir por cien. La vasija de madera valía por diez
piedras de la vasija de barro. Cuando contaba las ovejas y se encontraba con algo
como lo siguiente: