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Chacharería de café y negocios

Desde que empezó la fantasía de la cafetería nos hemos embarcado (Ela y


yo) en un par de tareas que van desde lo divertido(porque sentarnos juntos a
debatir, aterrizar ideas y seguir fantaseando ha sido bastante divertido y
enriquecedor), lo interesante, lo educativo, pero sobre todo lo retador. Nos ha
exigido adentrarnos en terrenos que si bien no son desconocidos, si nos llevan fuera
de nuestra zona de confort, para seguir aprendiendo y modelando este espacio
posible. Hace un par de semanas, revisando uno de los puntos a desarrollar para la
construcción de un plan de negocios, en específico el de “Propuesta de valor”, me
encontré con el tema de la “creación de valor” y la oferta de “experiencia” que se le
hace al cliente . . . mi cabeza explotó. Quiero y más bien: necesito, reflexionar sobre
esta tarea.

Me es un poco incómodo, y, quizás irónico también, enfrentarme a la tarea


de “crear y proponer valor”, ya que, prácticamente, es lo que queremos que venga
a nuestro encuentro. Con dos ideas – o mejor dicho: nociones, por su vaguedad y
su aspecto “borroso”– en mente: Una expresada por Xavier Rubert de Ventós en
su libro Crítica de la modernidad, y la otra por Byung Chul Han en La salvación de
lo bello; se complica[1] un poco reflexionar sobre una “propuesta de valor” y la oferta
de determinada “experiencia”; y es que no se trata (para mí, en este caso) de ser
“emprendedor” a ratos y Psicólogo en otros, sobre todo esta última es una cosa que
me atraviesa entero y a todo lo que hago, no puedo jugar a hablaren un idioma en
una tarea y hablar otro en las demás, lo que sí puedo hacer es tratar de jugar con
ambas cosas, sin pretender buscar un inexistente punto medio pero sí tratando de
construir acuerdos en donde pueda haberlos.

¿Cuáles son las ideas de estos autores? Por un lado, Rubert de Ventós, al
relatar su experiencia del vuelo que hace a México desde Nueva York, reflexiona
sobre la construcción de un ambiente cada vez más ‹‹hecho a la medida (. . .)
comprensible y manipulable (. . .) Pero (que) al mismo tiempo ha ido reduciendo
inexorablemente aquella dimensión del entorno que podía aún respondernos – y no
sólo obedecernos (. . .) estos instrumentos, imágenes y disciplinas se vengan de
nosotros siendo un poco demasiado fieles: aislándonos en nuestro poder,
incapacitándonos para ver ya o experimentar nada no infectado por nuestras
propias excrecencias.››[2]

¿Qué tiene esto de terrible? Él mismo responde a esta pregunta con una cita
de Kierkegaard:
‹‹La desgracia del hombre jamás proviene del hecho de no ser dueño
absoluto de las condiciones externas, este dominio, por el contrario, es lo que le
haría completamente desgraciado.” La atracción que sentimos por las cosas y el
placer que ellas nos procuran, en efecto, dependen en buena medida de que
escapen a nuestro poder y control[3]. De ahí que el tirano se sienta prisionero de su
propio poder (. . .)››[4]

A grandes rasgos, Rubert nos habla de la construcción de un ambiente, de


una cultura, de prácticas económicas y de mercado, que nos ofrecen los significados
y valores como sumamente explícitos, ya dados y puestos “ahí” para su simple
asimilación, para su consumo, todo ello se encuentra previamente predigerido y se
siente ya no sólo como superficial, sino que da la impresión de que ya no hay un
fondo que buscar, recuerda a una frase del filósofo Esloveno Slavoj Zizek en su
documental “Pervert’s guide to cinema” donde nos indica que la función del cine ya
no sólo se centra en decirnos qué desear, sino en cómo hacerlo.

Todo esto genera una sensación que Xavier describe como: ‹‹la náusea de
la Vergeistlichung – el vértigo de un entorno siempre ya explícito, formulado y
poblado de nuestras propias imágenes o propósitos – ››. Por último, y para terminar
con otra reflexión del autor: ‹‹(. . .) la materia prima de la experiencia – la realidad
no procesada o interpretada aún – va haciéndose más y más escasa.››[5]

Respecto a Byung Chul Han, la idea que nos interesa trabajar acompaña lo
anteriormente expuesto. En la introducción a su libro, nos habla de una estética de
lo pulido, lo liso, aquello que no ofrece resistencia, que no nos confronta, que nos
permite continuar (porque ya estamos ahí) en la repetición de nosotros
mismos, en-clausura-dos, borrando y pretendiendo ignorar la alteridad, las otras
formas de(l) lo otro, reflexiona acerca de diferentes propuestas artísticas que tienen
como principal protagonista ya no al artista, su obra, su interpretación, sus sentidos,
sino, precisamente, al espectador, no como un grupo, una comunidad o un público
autorizado a significar el arte, sino al individuo y a lo que este siente (en su
privacidad) frente a la obra[6], que le devuelve una imagen de él mismo.

Nos habla y hace reflexionar acerca de las obras de Jeff Koons y en especial
de su Balloon dog, de ese material tan liso que no puede sino devolvernos nuestro
reflejo, la implicación posible en su obra viene dada no por el encuentro con el otro
(si acaso el artista, la escena representada, etcétera) sino por el encuentro con uno
mismo, la clausura con uno mismo, y esto nos hace pensar en otras cosas: el afán
por conseguir un celular con la mejor cámara del mercado tan sólo para poder
sacarnos “selfies” con filtro de perrito, el efecto burbuja en el que nos encierran
nuestras supuestas “redes” sociales y esa misma ilusión visual de burbuja que
pueden crear el Balloon dog o la Seated ballerina de Jeff Koons, cuyo reflejo nos
muestra precisamente ese efecto de estar encerrados, sí a manera de escape:
porque el contacto con el otro, que nos vea, que nos toque, que nos confronte,
puede ser incómodo y a veces hasta aterrador; pero también como tragedia y
desgracia, porque por más que lo romanticemos, el aislamiento es triste y en
ocasiones hasta enloquecedor.

Con estas dos ideas dando vueltas en mis reflexiones, la conclusión a la que
puedo llegar es más o menos simple: Me rehúso a definirla experiencia, con todo y
sus sentidos y significados, a nuestros clientes. No quiero entrar a la estética de lo
pulido y de lo liso, minimalista, libre de asperezas y resistencias, no queremos
ofrecer ese “bolo” predigerido, esa experiencia a la que más o menos puede
recordarme un Starbucks, y no es que no me guste (porque de hecho sí), o que
piense que nuestro café se asimilará en lo más mínimo a cualquiera de estas
enormes cadenas, es simplemente que la fantasía y el proyecto van por otro lado.
Y es que ahí está todo el meollo del asunto, cuando leo que parte de construir ese
plan de negocios implica definir el valor y la experiencia que ofertamos a nuestros
clientes, me siento de alguna manera empujado a ello, a rellenar el requerimiento
con alguna cantaleta que suene a vendible y comercializable, frente a
esto simplemente prefiero contestar con un “es que no lo sé”.

No sé cuál será la experiencia de nuestros clientes, eso quiero dejárselo a


ellos, no venimos a ofertar sentidos ni significados como si fueran simples
consumibles, no es un shot que se le pueda agregar al café. No venimos a dictar
las sensaciones que deberías tener cuando entras a nuestra cafetería. Pero sí
venimos a sentar ciertas condiciones para que algo pueda darse, una experiencia,
la que sea, la que esté; ya no en nuestras manos ni responsabilidad definir; sino en
las del cliente, en las década sujeto que entre por la puerta de la cafetería, y
supongo que ahí está nuestro valor. Aunque tampoco se trata necesariamente de
crear un valor de lanada – y con esto nos insertamos, igual que cualquier otra
cafetería al final del día, en las posibilidades de cualquier espacio que se abra y se
centre sobre esta bebida y este encuentro milenario que ha pasado a significar el
Café, – simplemente de descubrirlo y darle toda su potencialidad.

Entonces el proyecto toma un rumbo, inaugurar un espacio que posibilite,


¿Qué? Experiencias ¿Pero qué es la experiencia?

[1] Además de que me gusta complicarme la existencia

[2]Xavier Rubert de Ventós, Crítica de la modernidad, página 11

[3] El subrayado es mío


[4] Ibídem, página 10

[5] Ibídem

[6]Porque frente al arte uno siempre tiene que sentir algo, ¿no? ¿De qué otra
manera podríamos decir que entendemos o sabemos algo de arte?

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