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¿Cuáles son las ideas de estos autores? Por un lado, Rubert de Ventós, al
relatar su experiencia del vuelo que hace a México desde Nueva York, reflexiona
sobre la construcción de un ambiente cada vez más ‹‹hecho a la medida (. . .)
comprensible y manipulable (. . .) Pero (que) al mismo tiempo ha ido reduciendo
inexorablemente aquella dimensión del entorno que podía aún respondernos – y no
sólo obedecernos (. . .) estos instrumentos, imágenes y disciplinas se vengan de
nosotros siendo un poco demasiado fieles: aislándonos en nuestro poder,
incapacitándonos para ver ya o experimentar nada no infectado por nuestras
propias excrecencias.››[2]
¿Qué tiene esto de terrible? Él mismo responde a esta pregunta con una cita
de Kierkegaard:
‹‹La desgracia del hombre jamás proviene del hecho de no ser dueño
absoluto de las condiciones externas, este dominio, por el contrario, es lo que le
haría completamente desgraciado.” La atracción que sentimos por las cosas y el
placer que ellas nos procuran, en efecto, dependen en buena medida de que
escapen a nuestro poder y control[3]. De ahí que el tirano se sienta prisionero de su
propio poder (. . .)››[4]
Todo esto genera una sensación que Xavier describe como: ‹‹la náusea de
la Vergeistlichung – el vértigo de un entorno siempre ya explícito, formulado y
poblado de nuestras propias imágenes o propósitos – ››. Por último, y para terminar
con otra reflexión del autor: ‹‹(. . .) la materia prima de la experiencia – la realidad
no procesada o interpretada aún – va haciéndose más y más escasa.››[5]
Respecto a Byung Chul Han, la idea que nos interesa trabajar acompaña lo
anteriormente expuesto. En la introducción a su libro, nos habla de una estética de
lo pulido, lo liso, aquello que no ofrece resistencia, que no nos confronta, que nos
permite continuar (porque ya estamos ahí) en la repetición de nosotros
mismos, en-clausura-dos, borrando y pretendiendo ignorar la alteridad, las otras
formas de(l) lo otro, reflexiona acerca de diferentes propuestas artísticas que tienen
como principal protagonista ya no al artista, su obra, su interpretación, sus sentidos,
sino, precisamente, al espectador, no como un grupo, una comunidad o un público
autorizado a significar el arte, sino al individuo y a lo que este siente (en su
privacidad) frente a la obra[6], que le devuelve una imagen de él mismo.
Nos habla y hace reflexionar acerca de las obras de Jeff Koons y en especial
de su Balloon dog, de ese material tan liso que no puede sino devolvernos nuestro
reflejo, la implicación posible en su obra viene dada no por el encuentro con el otro
(si acaso el artista, la escena representada, etcétera) sino por el encuentro con uno
mismo, la clausura con uno mismo, y esto nos hace pensar en otras cosas: el afán
por conseguir un celular con la mejor cámara del mercado tan sólo para poder
sacarnos “selfies” con filtro de perrito, el efecto burbuja en el que nos encierran
nuestras supuestas “redes” sociales y esa misma ilusión visual de burbuja que
pueden crear el Balloon dog o la Seated ballerina de Jeff Koons, cuyo reflejo nos
muestra precisamente ese efecto de estar encerrados, sí a manera de escape:
porque el contacto con el otro, que nos vea, que nos toque, que nos confronte,
puede ser incómodo y a veces hasta aterrador; pero también como tragedia y
desgracia, porque por más que lo romanticemos, el aislamiento es triste y en
ocasiones hasta enloquecedor.
Con estas dos ideas dando vueltas en mis reflexiones, la conclusión a la que
puedo llegar es más o menos simple: Me rehúso a definirla experiencia, con todo y
sus sentidos y significados, a nuestros clientes. No quiero entrar a la estética de lo
pulido y de lo liso, minimalista, libre de asperezas y resistencias, no queremos
ofrecer ese “bolo” predigerido, esa experiencia a la que más o menos puede
recordarme un Starbucks, y no es que no me guste (porque de hecho sí), o que
piense que nuestro café se asimilará en lo más mínimo a cualquiera de estas
enormes cadenas, es simplemente que la fantasía y el proyecto van por otro lado.
Y es que ahí está todo el meollo del asunto, cuando leo que parte de construir ese
plan de negocios implica definir el valor y la experiencia que ofertamos a nuestros
clientes, me siento de alguna manera empujado a ello, a rellenar el requerimiento
con alguna cantaleta que suene a vendible y comercializable, frente a
esto simplemente prefiero contestar con un “es que no lo sé”.
[5] Ibídem
[6]Porque frente al arte uno siempre tiene que sentir algo, ¿no? ¿De qué otra
manera podríamos decir que entendemos o sabemos algo de arte?