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TRAS LAS HUELLAS DE JOSÉ


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ÍNDICE GENERAL

Prefacio

Introducción

PRIMERA PARTE

La huella de José en el AT

Personajes genéricos
Noé
Eliezer
Moisés
Débora y Baraq
El hombre justo (Sal 1)
El Arca de la Alianza

José de Egipto
Los dos se llaman José
Hijos de Jacob
Justos
Castos
Rechazados por sus hermanos
Fuertes en el Señor
Don profético
Salvadores de la humanidad
Gobiernan con autoridad
Dispusieron sobre sus huesos

Is 11, 1-2
Sabiduría
Inteligencia
Consejo
Fortaleza
Ciencia
Piedad
Temor de Dios
4

SEGUNDA PARTE

La figura de José en el Nuevo Testamento

Hijo de David

Nazareno
La aldea
Condición social
Séforis
La sinagoga
El rollo de Isaías

Tekton
El oficio
La cultura

Sadiq (Justo)
El justo en el AT
El justo después del Exilio: el Siervo de Yahvé
El justo en el NT

Esposo de María
El encuentro
Las bodas
De mutuo acuerdo

Padre de Jesús
Verdadero padre
Educador

Célibe por el Reino


Mt 19,12
Lc 1,34

Los secretos de José


Sobre María
Sobre Jesús
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TERCERA PARTE

El anuncio de José (Mt 1,18-25)

Contexto

Estructura general de Mt 1-2

El primer sueño de José


Estructura del mensaje del ángel
Estructura del relato

Análisis exegético de Mt 1,18-25


v.18
v.19
v.20
v.21
v.22
v.23
v.24
v.25

Interpretaciones principales
Hipótesis de la duda
Hipótesis de la bondad
Hipótesis del temor reverencial

Nueva interpretación
Hipótesis del mutuo acuerdo

Epílogo

Bibliografía
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PREFACIO

Tras la encíclica del Papa Juan Pablo II “Redemptoris Custos” dedicada a la memoria de San
José, se han revitalizado los estudios en torno a la figura del padre de Jesús. José de Nazaret, es una
palabra viva para nuestro tiempo. No en vano ha sido la persona que ha estado más cerca de Jesús, el
primero que descubrió su misterio y el primer creyente de la naciente iglesia. A diferencia de su
predecesor, José de Egipto, un hombre providencial para su tiempo, el esposo de María es un santo
para todas las generaciones. También para la nuestra. En medio de una sociedad marcada por la cultura
de la muerte, que se propone como primer objetivo la destrucción de la familia cristiana, su presencia
se hace más necesaria que nunca. El que fue padre, custodio de la Sagrada Familia de Nazaret,
continúa siendo protector de cada familia cristiana y un modelo de fe para todos los cristianos.
Son innumerables las biografías que han aparecido a lo largo de estos dos últimos siglos; cada
una tiene su mérito y perfil particular. La presente se caracteriza por la novedad de sus planteamientos,
su enraizamiento bíblico y por su actualidad. Su autor es un presbítero muy cercano a mí, pues
pertenece a la diócesis de Murcia. Desde hace dos décadas trabaja en Santo Domingo y Haiti como
misionero itinerante. Hace unos años, defendió su tesis Doctoral en la Universidad Pontificia de
Salamanca sobre la respuesta que Jesús dio a su madre con motivo de su súplica por la carencia del
vino, el día de las bodas de Caná. La extraña expresión “¿qué hay entre tú y yo, Mujer? Todavía no ha
llegado mi hora”, que desde siempre se ha considerado un enigma indescifrable, gracias al nuevo
marco y al análisis meticuloso que de ella hace su autor, se torna más comprensible. El evangelista
Juan, bajo la apariencia de un reproche, pone en labios de su Hijo un elogio sutil. En la primera parte
(“¿qué hay entre tú y yo, mujer”?, Jesús recuerda a su madre que su destino como Cordero de Dios
son los pecadores y que ella, al estar ya en posesión del vino bueno, no es destinataria de su ministerio.
En la segunda (“todavía no ha llegado mi hora”) concierta con ella una cita para el momento de su
sacrificio en la Cruz, donde su presencia se hará necesaria. En ese instante, ella formará parte activa de
la entrega de su hijo al mundo y se hará depositaria de su legado en favor de los hombres. Jesús, lejos
de rechazarla –como se ha interpretado generalmente- hizo de ella un elogio encubierto.
El presente estudio viene a ser un complemento del anterior. Si María ocupa un puesto
primordial en los planes salvadores de Dios, José su esposo no se queda atrás: la obra de la Redención
necesitó el concurso de los dos. De mutuo acuerdo lo dispusieron todo para que el nacimiento del
Emmanuel se hiciera realidad entre nosotros. Si en el primer libro se hizo una defensa del papel
preponderante que desempeñó María, en este se resalta la figura extraordinaria de José, un santo muy
querido y venerado en nuestras iglesias, pero, por desgracia, todavía poco conocido. De ahí que nos
alegramos y nos congratulamos por la aparición de este trabajo de investigación escrito con rigor
científico y, al mismo tiempo, desde el corazón. Esperamos que rellene un vacío existente en el ámbito
de la Josefología.
El P. Alonso, al presentarme su nuevo libro, me dijo con sencillez: “sólo le he puesto un poco
de música a una letra que no es mía”. Afirma que la idea matriz y muchos detalles expuestos son fruto
de la Iniciación Cristiana que durante largos años ha ido recibiendo en el seno de nuestra Madre
Iglesia. Bajo la orientación de los iniciadores del Camino, ha ido experimentando con alegría, al igual
que aconteció con los discípulos de Emaús, cómo la Palabra, proclamada y meditada asiduamente en el
seno de una comunidad, resonaba con fuerza en su alma, avivaba el fuego de su corazón y abría su
entendimiento a los misterios cristianos.
Este trabajo de investigación consta de tres partes bien definidas:
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1. En la primera, el autor rastrea la figura del patriarca en los diferentes libros del
Antiguo Testamento. Uno no deja de sorprenderse por la unidad y la belleza de las
relaciones entre el Antiguo y Nuevo Testamento. Es digna de mención el paralelismo
tan estrecho que existe entre la figura José de Egipto y José de Nazaret. El análisis
detallado del perfil del hijo de Jacob y de Raquel ayuda a comprender el misterio del
nuevo José. Si el primero, gracias a su fidelidad al Dios de sus padres, libró a la
humanidad de la peor hambruna de la historia, el segundo la salvó proveyendo el Pan
que baja del cielo, el único que da Vida Eterna. También es enriquecedora la
comparación de María con el Arca de la Alianza, y la presentación de la persona de José
como su descubridor y verdadero guardián. Si en tiempos de David, Uzza tocó el Arca
sin unción y cayó fulminado, en la aurora del Nuevo Testamento un hombre justo la
encontró y no la tocó. La aparición del Arca es una garantía de victoria para los
creyentes. Como el padre de Jesús siempre caminaba junto a ella, supo salir airoso en
todos los combates y pruebas de la vida.
2. En el segundo capítulo, se hace un estudio detallado de los principales títulos que los
evangelios otorgan a José. También en esta parte prevalece una visión original pues
elimina ciertos tópicos sobre la condición social de José: nuestro santo no era un pobre
obrero sino una persona ilustrada perteneciente a la realeza de David, que ejerció una
profesión de alto poder adquisitivo. El análisis meticuloso del medio ambiente, del
término justo y de su celibato libre por el Reino de los cielos son otras tantas
contribuciones a un misterio hasta ahora en la penumbra.
3. Finalmente, en el último capítulo procede a la exégesis del relato del sueño de José.
Tras reunir los nuevos datos aportados por la investigación de estos últimos años,
elabora una teoría nueva que aporta más luz que las clásicas sostenidas hasta ahora. José
nunca pensó separarse de María, pues sabía muy bien por su condición de justo que “lo
que Dios ha unido no lo puede separar ningún hombre” (Mt 19,6). Su matrimonio al
venir del cielo era indisoluble; simplemente su separación era por la Ley de Santidad.
Esta nueva visión dignifica sobremanera la figura de José y consolida la institución
matrimonial.
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INTRODUCCIÓN

1. - El retorno a José Con formato: Numeración y viñetas

Hay tesoros en el océano profundo de la Revelación que esperan su turno para salir a la luz.
Como subraya Mateo en la conclusión del discurso parabólico, la tarea de todo escriba o creyente que
se ha hecho discípulo del Reino es semejante a la del dueño de una casa que saca de su arcón lo nuevo
y lo viejo (Mt 13,52). En el transcurso de su historia, la comunidad cristiana, guiada sabiamente por el
Espíritu Santo y sus Pastores, ha ido entresacando de la cantera de las Escrituras y de la Tradición
aquello que necesitaba para su crecimiento y supervivencia. Una tarea cada día más fecunda, pues las
reservas existentes, además de valiosas, son inagotables.
Es cierto que desde hace varios siglos José de Nazaret ha sido considerado como un hombre
providencial, un prodigio salido de las manos de Dios en el seno del viejo Israel. Olvidado en un
principio1, su figura se ha ido agigantando con el paso del tiempo 2, hasta tal punto que hoy la reflexión
sobre su persona ha adquirido para algunos un peso específico propio y alcanzado la categoría de
ciencia (josefología)3. Pero, hay que decirlo con cierto pudor, sólo a la luz de unos pocos4. Ha sido más
el ruido que las nueces. Para muchos teólogos y cristianos de a pie, José de Nazaret sigue siendo una
persona sin mensaje, “un hombre gris, un artesano de aldea que nunca dijo nada, ni hizo nada que

1
“En el culto de la Santa Iglesia, Jesús, el Verbo de Dios hecho hombre, recibió desde el principio la adoración que le es
debida… María, su madre, le siguió de cerca desde los primeros siglos… José, por el contrario, aparte de algunas
apariciones esporádicas que se hallan aquí y allá en los escritos de los Padres, permaneció durante siglos y siglos en un
ocultamiento característico, un poco como una figura ornamental en el cuadro de la vida del Salvador”, JUAN XXIII,
Carta apostólica “Al episcopado y fieles de todo el mundo sobre el fomento de la devoción a San José”, Le Voci, 19 de
Marzo de 1961.
2
Las primeras comunidades cristianas no tuvieron más que un solo culto: Jesucristo. El culto a María se inicia de una
forma oficial tras el Concilio de Éfeso (436 d. C.). El de San José se inició en Egipto por los Coptos en los siglos V y VI,
celebrando el día de su muerte o Tránsito el 20 de julio. El nombre del Patriarca aparece en los calendarios de Oriente (S.
VII) y de Occidente (S. VIII). La doble corriente doctrinal y devocional abierta por San Agustín (s. V) culmina en el s. XII
con las homilías y comentarios de San Bernardo a los evangelios de la infancia de Mt y Lc. Gregorio V instituyó su fiesta el
19 de marzo (1621 d. C.); Pío IX lo declaró patrono de la Iglesia universal en su carta apostólica Inclytum Patriarcham (7
Julio 1871); León XIII le dedicó la encíclica Quamquam pluries (15 Agosto 1889); Pío XI propuso en su encíclica Divini
Redemptoris a San José como modelo y patrón de los obreros; Juan XXIII lo introdujo en el Canon de la Misa. El primero y
más grande promotor de su devoción en la Iglesia fue Juan Gersón (s. XV) quien propuso en el Concilio de Costanza
(1414) la institución de una fiesta en Occidente como remedio eficaz para los males que sufría la Iglesia. Recientemente
Juan Pablo II ha dedicado a su memoria la exhortación apostólica Redemptoris Custos (1989).
3
Los escritos sobre San José se pueden catalogar en cuatro apartados: 1) Artículos de revistas y de obras espirituales que
no tratan directamente del Santo. 2) Vidas populares. 3) Estudios teológicos. 4) Documentos pontificios. Una visión
pormenorizada de cada uno de ellos se encuentra en la obra de B. LLAMERA, Teología de San José (Madrid 1953)
pp.XVII-XXVII y 6-17.
4
Como sostiene L. BOFF, Giuseppe di Nazaret, uomo giusto, carpentiere (Assisi 2006) p.17, José no ha encontrado
todavía su puesto en el interior de la reflexión teológica: “Es como una isla dispersa en el continente teológico o como si
simplemente no existiese”.
10
merezca la pena reseñar”5. Para otros, en cambio, es un yacimiento con vetas riquísimas todavía por
descubrir6.
Crecen las voces autorizadas que se alzan contra el tópico de presentarle como un anciano y
viudo7, más que como un compañero de vida de María, con el fin de hacer de él un celoso guardián de
su virginidad, como si se temiese que su juventud hubiera podido constituir un peligro para su pureza.
Sería desvirtuar este matrimonio, quitarle su armonía y negar el joven amor que debió de haber en el
origen de esta unión8. Sería esto negarse a darle un verdadero padre a Jesús y un verdadero esposo a
María. Hay que afirmar, por el contrario, que las costumbres de entonces, distintas de las nuestras,
habrían justamente reprobado una unión tan desigual. “La boda de un anciano con una adolescente
habría sido considerada como una profanación. Por eso el sentido común nos dice que José tenía que
ser joven… Un israelita solía casarse alrededor de los dieciocho años y nada nos obliga a pensar que
José fuese mucho mayor”9. José no fue un mero protector de María, sino su esposo. Se puede afirmar,
sin lugar a dudas, que no conoció la ancianidad pues murió antes de que Jesús iniciara su vida pública
a los treinta años10. Es hora ya de salir de esa visión empobrecida de José de Nazaret como alguien que
vivió en la penumbra y presentar a un joven ilusionado y estudioso de las Escrituras al que le ha
estallado delante de los ojos la revelación más grande de todos los tiempos.
En medio de un mundo decadente, que contempla impasible o con tono burlesco el derrumbe
de la institución familiar y que vive sometido bajo la dura tiranía del relativismo moral11, donde la
autoridad es mermada y las virtudes cristianas tachadas de obsoletas o represivas –sobre todo la virtud
de la castidad, considerada por la modernidad como „la caja de Pandora‟, la fuente principal de
traumas y conflictos- se hace necesario el retorno a uno de los filones más bellos y quizá menos
aprovechados de cuantos nos ofrece el rico depósito de la Revelación. Muchas y meritorias verdades se
han dicho y escrito sobre el esposo de María, sin embargo queda todavía considerable materia prima
por extraer. José „el Justo‟ es un signo y una palabra viva para esta generación que camina a la deriva
por los raíles del nihilismo y del materialismo. Así como antiguamente el Faraón, en un momento
crucial de la historia, dio a su pueblo el mandato de “id a José y haced lo que él os diga” (Gn 41,55),
de la misma manera, hoy, ante la enorme tragedia por la supervivencia física y moral del Occidente
cristiano, se impone una vuelta a José de Nazaret, pues nadie mejor que él, en un mundo donde se
enfría la caridad y se agotan los recursos espirituales, brillará como “una lámpara que guíe nuestros
pasos, una luz en nuestro sendero” (Sal 118,105)12.
Públicamente es reconocido como el justo por excelencia que, en la plenitud de los tiempos, ha
recopilado en su persona las esperanzas mesiánicas de su pueblo. Nadie estuvo más cerca de Cristo
que él (Pío XII). Sin su concurso la obra de la Redención hubiera sido irrealizable. No olvidemos que
fue su mismo Hijo quien hizo de él uno de los más distinguidos elogios salido de sus labios: “Hay

5
F. SUÁREZ, José, esposo de María (Madrid 2000 6ª edic.) p.17, afirma que el patriarca es considerado a primera vista,
como un hombre mediocre, “tan vulgar que no ha dejado tras de sí nada que pueda hablar por él a los que vinieran después”
(pp.16-17). Dicho autor se desmarca de esa corriente, a la que denomina superficial, afirmando que el hecho de que Dios
eligiera a este hombre para confiarle la custodia de los dos mayores tesoros que jamás ha habido en la tierra –Jesús y
María- es una razón de peso para afirmar que él es el hombre de confianza de Dios: “Este hombre, que no pronuncia una
sola palabra en su paso por el Evangelio, nos da con su silencio una lección de atronadora elocuencia; este hombre que no
escribió una línea, ni nos legó un solo pensamiento, nos enseña algunas lecciones tan profundas que es dudoso que una no
pequeña parte de los hombres de hoy sean capaces de percibirlas” ( p.19).
6
Cf. el primer capítulo „Una figura y una misión siempre actual‟ de la obra de T. STRAMARE, Giuseppe lo chiamo Gesù
(Mt 1,25), (Casale Monferrato 2001) pp.9-19.
7
Entre los apócrifos que lo presentan así, hay que destacar la supuesta Epístola de San Jerónimo, el Evangelio de la
infancia y el Protoevangelio de Santiago. En éste se describe la conocida leyenda del bastón del que salió una paloma que
voló sobre la cabeza de José, anciano, viudo y con seis hijos. Influenciado por ellos, San Epifanio le asigna nada menos que
ochenta años (Adv. Haereses, 1,3; PG 42, 707ss.). Jerónimo reaccionó enérgicamente contra estas afirmaciones falsas,
llamándolas “delirios de los apócrifos” (Adv. Helvidium 17; PL 23,193-236). En el s. XVII Sor María de Ágreda narra en
sus visiones que María tenía catorce años y José treinta y tres el día de los desposorios.
8
Cf. J. GALOT, José, hijo de David (Madrid 1998) p.11.
9
Cf. M. GASNIER, Los silencios de San José (Madrid 1999 6 edic.) pp.67-68.
10
“Lo sencillo, lo no rebuscado, es pensar, con arreglo a las costumbres de su raza, que tuviera de dieciocho a veintidós
años cuando se casó”, J. M. CABODEVILLA, Cristo Vivo (Madrid 1963) p.71.
11
J. RATZINGER, Fede, verita, tolleranza (Siena 2003) p.75, lo ha definido como “el mayor problema de nuestra época”.
12
Juan Pablo II en su Exhortación Apostólica Redemptoris Custos.
11
eunucos que se hacen a sí mismos por el Reino de los Cielos” (Mt 19,11). Un cumplido que sólo
entiende el hombre que se ha hecho pequeño a los ojos del Altísimo (Mt 11,25) y que tiene el oído
abierto a su Palabra.

Metodología

Desde sus orígenes, la exégesis histórico-crítica se ha mostrado recelosa con una teología
excesivamente pietista, nacida más del fervor del corazón que de la razón, y carente de datos
científicamente verificables. Dicho proceso secularizador ha enfriado últimamente, casi detenido, la
reflexión cristiana sobre José y María, un error teológico que está pagando a un alto precio un sector
de nuestra Iglesia13. Conviene subrayar que este método científico, tan de moda entre los estudiosos
del siglo XX, no es el único ni tampoco el más importante a la hora de interpretar el mensaje
revelado14. Asumido de manera radical y exclusivista por algunos estudiosos, se ha mostrado no sólo
estéril (¡el árbol se conoce por sus frutos!) sino incluso nocivo para la ciencia teológica que tiene como
objeto último los contenidos de la fe cristiana. Cuando la ruta recorrida se torna infructuosa o nos
conduce a un callejón sin salida, se impone la apertura de senderos nuevos. Este es nuestro propósito.
Los escasos datos que los evangelios nos dan acerca de José no nos permiten hacer una
reconstrucción satisfactoria de su vida. Pero eso no significa que tengamos que renunciar a hablar de
él. Como sugiere J. Galot en la introducción a su obra reciente sobre el patriarca, existe un camino por
recorrer: “Intentar descubrir esta alma a través de los diferentes hechos que nos relatan varios
episodios evangélicos y en todo aquello que éstos nos hagan legítimamente suponer”15. Sin dejar lo
viejo y haciendo uso científico de los datos que nos proporcionan las ciencias auxiliares 16, vamos a
tratar de aproximarnos al misterio de su persona utilizando las mismas herramientas con las que fue
entendido y explicado el misterio de Jesús por los cristianos de la primera y segunda generación.
Pensamos que la conjunción de otros métodos de interpretación con los nuevos hallazgos nos dará pie
para elaborar una hipótesis de trabajo que trate de comprender mejor su personalidad y responda de
forma más convincente a los numerosos interrogantes que su figura todavía nos plantea.
La exégesis judía, tal como se practicaba en los tres ambientes (la familia, la sinagoga y las
escuelas rabínicas), constituye, a nuestro juicio, el suelo auténtico donde creció el evangelio. Los
rabinos, para llevar a cabo la actualización hermenéutica de determinados textos y evitar que el
proceso fuera arbitrario, elaboraron una serie de reglas (middot) que han dejado una huella profunda en

13
La fe es necesaria para la comprensión de un texto bíblico, pues sólo a través de ella uno penetra en el alma de las
Escrituras. El simple análisis científico es un error craso, pues la Palabra no es un cadáver que se disecciona al gusto de
cada uno; es un cuerpo que tiene un alma, que sólo es perceptible desde la fe. De ahí que, como sostiene R. LAURENTIN,
“Exégèses rédutrices des Evangiles de l‟enfance”, Marianum 41 (1979) pp.74-100, en p.98, “la fe es una luz para el
exegeta, como el sentido musical para el músico, como el sentido de los colores para el pintor o el crítico de arte, más allá
del análisis matemático o físico-químico”.
14
Últimamente, la exégesis protestante se muestra recelosa de la utilización unidimensional de este método. R. H.
FULLER, CBQ 40 (1978) p.120, en su reseña crítica a la obra de R. BROWN, El nacimiento del Mesías (Madrid 1982),
afirma: “Es una ironía que en un tiempo en el que el protestantismo está descubriendo los límites del método histórico-
crítico, los universitarios católicos romanos se sientan constreñidos a proseguir este método de manera tan rigurosa”, citado
por LAURENTIN, Marianum 41 (1979) en p.88.
15
Cf. GALOT (Madrid 1998) p.9.
16
Como afirma J. P. MEIER, Un judío marginal I: Las raíces del problema y la persona (Estella 2005) p.183, la ciencia
crítica ha elaborado unas normas („criterios de historicidad‟) para juzgar el material de los Evangelios. Dichos criterios
producen normalmente juicios con un grado de certeza más o menos elevado, pero raramente se podrá alcanzar la certeza
absoluta. La función de los criterios es permitir el paso desde lo simplemente posible a lo realmente probable. Una vez
analizadas todas las probabilidades se puede decidir qué candidato es el más seguro. Este autor, pp.184-199, ha elaborado
una lista de diez criterios a todas luces razonables: a) Cinco son primarios: criterio de dificultad o contradicción (1º), de
discontinuidad (2º), de testimonio múltiple (3º), de coherencia (4º), de rechazo y ejecución (5º); b) Cinco son secundarios
o dudosos: criterio de huellas del arameo (1º), del ambiente palestino (2º), de la viveza narrativa (3º), de las tendencias
evolutivas de la tradición sinóptica (4º), de la presunción histórica (5º). Haremos uso de ellos a lo largo de nuestra
investigación.
12
la exégesis intertestamentaria17. Los autores del NT utilizaron los mismos procedimientos
exegéticos judíos de la época, introduciendo una novedad radical: el AT habla del Mesías Jesús18, “él
es el punto de referencia de todos los caminos del AT”19. Existe actualmente una tendencia creciente
en el campo de la investigación bíblica a resaltar el método derásico20. Haremos amplio uso de él en
el transcurso de nuestro estudio. Así como “un hierro se afila con otro hierro” (Prov 27,17), un texto
se ilumina desde otro pasaje paralelo. Este principio aplicado a la interpretación de la figura de José de
Nazaret, y más en concreto en el evangelio de Mateo -que es el evangelista que regularmente muestra
el más alto grado de familiaridad con las técnicas judías de utilización de la Escritura21-, promete ser
altamente enriquecedor.
Es cierto que los autores de los evangelios apócrifos de la infancia y algunos autores modernos
han tratado de desvelar los años oscuros de Jesús dando rienda suelta a su imaginación sin hechos que
la refrenden. El resultado del intento, como dice Meier, ha sido „ficción a granel e historia especiosa‟22.
Sin embargo, el estudio minucioso del medioambiente, de las fiestas religiosas, de las tradiciones y
costumbres judías vigentes en su tiempo, así como de la supuesta educación que recibieron tanto José
como Jesús dentro de los cánones de su época, permite al investigador moderno elaborar algunas
aserciones objetivas sobre las circunstancias que rodearon su infancia, adolescencia y juventud. Es
evidente que éstas tuvieron que influir a la hora de moldear su carácter, su pensamiento y su forma de
ser.
Es importante la aportación que hace Mateo sobre la figura de José, precisamente porque “las
relaciones del primer evangelio y el mundo judío son particularmente estrechas. Múltiples detalles
manifiestan en él una gran familiaridad con las Escrituras, las tradiciones y la mentalidad del ambiente
judío”23. Este evangelista insiste en este origen: Jesús es „hijo de David‟, „hijo de José de Nazaret‟. No
hay que olvidar que en su evangelio de la infancia (cc.1-2), a diferencia de Lucas, el protagonista
principal no es María sino José. Por eso, es importante seguir sus huellas a lo largo de toda su obra y,
de una forma especial, en el relato del anuncio del ángel (Mt 1,18-25). De la interpretación que se
haga de este pasaje depende mucho una nueva visión sobre el patriarca.
La Josefología (ciencia sobre José), tan de moda en el s. XIX, es de gran riqueza para la
Cristología, pues para entender el misterio de Jesús se hace imprescindible el conocimiento de su padre

17
Las middot no son un invento de Hillel ( 10 d.C.), sino una compilación de las más importantes reglas exegéticas
entonces en uso. Una exposición clara y sintética de las siete reglas se encuentra en H. L. STRACK –G. STEMBERGER,
Introducción a la literatura talmúdica y midrásica (Estella 1996) pp.51-54. Por su parte, F. MANNS, „Exégèse rabbinique
et exégèse johannique‟ RB 92 (1985) 525-538, en p. 538, glosando la teoría de G. VERMÈS, „The impact of the Dead Sea
Scrolls on the Study of the New Testament‟ JJS 37 (1976) 116, afirma que la literatura rabínica con sus temas, su teología y
sus principios hermenéuticos se convierte en la fuente principal para interpretar el mensaje evangélico original.
18
Cf. A. M. ARTOLA - J. M. SANCHEZ CARO, Introducción al estudio de la Biblia, 2. Biblia y Palabra de Dios (Estella
1989) pp. 250-253.
19
Cf. J. RATZINGER, en la presentación del documento de la Pontificia Comisión Bíblica “El pueblo judío y sus
Escrituras en la Biblia cristiana” (Madrid 2002) p.7.
20
“La Torá se explica por la Torá”, es una de las reglas de R. Ismael, existente ya en tiempos de Hillel y muy usada desde
el S. II d. C., cf. A. DEL AGUA, El método midrásico y la exégesis del Nuevo Testamento (Valencia 1985) pp. 48.51-52. El
término „derash‟ -de la raíz hebrea drs (buscar)- designa las formas (principios, métodos, técnicas y casos concretos) de
recurso al AT y de interpretación del mismo en el tiempo intertestamentario, cf. D. MUÑOZ, Derás. Los caminos y sentidos
de la Palabra divina en la escritura (Madrid 1987) p. 20. El último documento elaborado por la Pontificia Comisión
Bíblica reconoce que “los autores del NT han recurrido naturalmente a los conocimientos y procedimientos de
interpretación de su época” y exhorta a las exegetas a su adquisición “para poder interpretar correctamente el uso que se
hace de ellos”, cf. PCB, La interpretación de la Biblia en la Iglesia” (Valencia 1993) p.84.
21
Este evangelista “a menudo cita la Escritura a la manera de los pesharim de Qumrán; hace amplio uso de ellas para sus
argumentaciones jurídicas o simbólicas de un modo que más tarde pasó a ser corriente en los escritos rabínicos. Más que
los demás evangelios, utiliza en sus relatos (evangelio de la infancia, episodio de la muerte de Judas, intervención de la
mujer de Pilato) los procedimientos del midrás narrativo”, cf. PCB, El pueblo judío y sus Escrituras Sagradas en la Biblia
cristiana (Madrid 2002) pp.32-33.
22
Cf. MEIER (Estella 2005) p.265.
23
Cf. PCB, El pueblo judío y sus Escrituras Sagradas en la Biblia cristiana (Madrid 2002) p.133. Como subraya L. DE
GRANDMAISON, Jesucristo (Madrid 2000) p.40, “su obra es judaizante hasta los huesos, podríamos decir hasta la
médula. Alusiones, vocabulario, procedimientos literarios, horizonte próximo, método de argumentación, controversias,
nada será inteligible fuera de esta perspectiva. Desde el principio nos sumerge en los recuerdos y en la atmósfera del
Antiguo Testamento”.
13
terreno, icono visible del Padre celeste. No hay que olvidar que cada ser humano se hace más
inteligible desde sus raíces y desde el contexto existencial donde nació, creció y vivió. El entorno
cultural, social y familiar es determinante para su comprensión, pues viene a ser como una segunda
naturaleza que condiciona sobremanera su existencia. Especialmente en Israel, donde la figura del
padre desempeña un puesto trascendental en la transmisión de la fe a la siguiente generación24. El Hijo
de Dios se formó en medio de una sociedad, de un ambiente y de una familia muy concreta que dejó
estampada, sin lugar a dudas, una huella indeleble en su alma. José es el espejo humano en donde se ha
mirado Jesús hasta llegar a su madurez.

24
El mandato de transmitir la fe a los hijos (Dt 6,7-9), competencia prioritaria del padre, entra dentro de la oración
cotidiana del judaísmo de todos los tiempos (Shema).
15

CAPÍTULO I

La huella de José en el Antiguo Testamento

El AT es figura y preparación del Nuevo. Como afirma el Concilio Vaticano II, “Dios,
inspirador y autor de ambos Testamentos, dispuso las cosas tan sabiamente que el NT está latente en el
Antiguo, y el Antiguo está patente en el Nuevo” 25. Los principales dogmas y protagonistas de nuestra
fe se encuentran incoados o prefigurados a lo largo de las diversas etapas de la historia del pueblo
elegido. Así lo ha visto la teología tradicional y la moderna con dos personajes centrales: Jesús y
María. Con José no ha sido así; es un hecho demostrado la poca cabida que su figura ha tenido en el
AT para los teólogos y exegetas. Esta peculiaridad puede deberse a dos factores: o bien porque hasta
ahora su papel ha sido considerado irrelevante en el conjunto de la Revelación o bien porque la
Providencia divina, que gobierna la Iglesia, no ha querido desvelar todavía los vestigios de su figura en
el libro sagrado. A veces ha sido Dios y otras el propio interesado quien ha borrado las pistas, como
hizo el profeta Jeremías cuando escondió el Arca de la Alianza en una cueva del monte Nebó (2Mc
2,4-8).
Dicho proceso de buscar las huellas del NT en el AT se ha considerado válido en el estudio de
la Cristología y de la Mariología; los resultados positivos avalan que el camino emprendido ha sido
acertado. Es un método clásico y legítimo porque, como observaban los rabinos, “La Torá se explica
por la Torá”. El mismo Jesús se comparó con Jonás (Mt 12,39-40) y afirmó que Juan Bautista era
Elías (Mt 11,14). Si partimos del presupuesto que la función de José como padre y esposo es de
primera magnitud, es lógico que busquemos su rastro en Moisés, los Sabios y los Profetas. Como el
NT se caracteriza por la escasez de datos en torno a su figura, es de capital importancia la aportación
que el AT nos pueda ofrecer. Bucear, por tanto, en sus personajes y acontecimientos, buscando
testimonios que hagan referencia al patriarca, es una buena metodología para completar las escasas
reseñas que nos ofrecen los cuatro evangelistas.
Algunos podrán objetar que es aún prematuro hablar de figuras bíblicas en el AT que hagan
referencia a José de Nazaret. El mero hecho de plantear el problema les parece un signo de debilidad o
de poca seriedad científica: se trataría de rizar más el rizo y hacer violencia al texto forzándole a decir

25
Const. Dei Verbum, n.16.
16
lo que nunca ha querido decir. Sin duda que hay que navegar por estos ríos con cierta prudencia,
pero no es bueno dejar caminos por recorrer. Donde menos se piensa aparece un tesoro escondido o
una perla preciosa. De ahí que no es un buen principio metodológico emprender una nueva andadura
con prejuicios presuponiendo que los acuíferos que alimentan la Revelación están agotados o son
inexistentes. Pensamos lo contrario; todavía hay viejos tesoros por descubrir, si bien el hecho de
excavar nuevas galerías y retirar escombros -sobre todo en un tema que no se considera primordial-
siga siendo una tarea ardua y espinosa.
¿Por qué no recurrir a este método, que se ha revelado fecundo con Jesús y María, a la hora de
proceder al estudio de la figura de José, dadas las escasas referencias de que disponemos sobre su
persona? Si, por una parte, es cierto el axioma que el NT está latente en el AT, y si, por otra, el padre
de Jesús es un pilar básico dentro de los planes de Dios, es lógico deducir que sus huellas deben
hallarse presentes en alguna parte de la fase preparatoria. Es doctrina consensuada entre los estudiosos
el afirmar que nada surge en los evangelios por generación espontánea, sino que todo ha sido
preparado meticulosamente desde los antiguos padres.
17

A) Personajes genéricos

Varios son los personajes que han llamado la atención de los cristianos a lo largo de los siglos
por conservar un cierto parecido con José de Nazaret:

1) Noé

“Fue el varón más justo y cabal de su tiempo; andaba con Dios” (Gn 6,9), por eso él y
su familia no fueron exterminados por las aguas del diluvio. Quien camina con Dios no
muere, como Enoc y Elías, que desaparecieron misteriosamente arrebatados por un carro de
fuego (Gn 5,24; 2R 2,11). Noé vivió en un tiempo difícil en el que la caridad se había
enfriado y los hombres abandonaron el santo temor de Dios. La humanidad entera estaba
corrompida, llena de violencias y de vicios. Por eso, Dios decidió acabar con todo ser
viviente, exceptuando a su familia. Noé fue “el único justo de su generación” (7,1). Fue
considerado como tal porque, guiado sólo por la fe, puso en práctica la orden aparentemente
absurda de Dios. La construcción de un arca en medio de un país sin mares y sin costas era
una empresa ilusoria y descabellada que produjo la hilaridad de sus contemporáneos.
Aunque tuvo frente a sí a todo “el banco de los burlones” (Sal 1,1c) se fió de Dios y, por
eso, tuvo futuro salvando a su descendencia: es el nuevo padre de la humanidad. Fue un
hombre que no sólo decía „Señor, Señor‟ sino que puso en práctica su Palabra.
Así mismo, José de Nazaret creyó contra todo pronóstico que una virgen pudiera
concebir y dar a luz al Mesías salvador sin concurso humano. El fue el custodio de la nueva
Arca, imagen de la Iglesia, que salvaría a la humanidad del cataclismo del pecado.
Mediante su fe y su obediencia a las palabras del ángel de Dios, salvó el futuro espiritual de
la raza humana. También él se constituyó en protector de su familia, defendiéndola del
temporal que se desató contra ella. La familia de Nazaret que él gobernó, espejo de la
Trinidad en misión, es sacramento universal de salvación. José, a imagen de Noé, es el
hombre más justo y cabal del NT26.

2) Eliezer

Era el siervo más anciano y sabio de Abraham, a quien su amo encomendó la misión de
encontrar una esposa para su hijo Isaac, una tarea que superaba sus fuerzas. Asistido por la
Providencia en su largo viaje y tras invocar de rodillas el nombre de Yahvé, descubrió en el
pozo de Jarán a la virgen Rebeca (Gn 24,16), hija de Betuel, de la descendencia de su señor.
Lo que le parecía una misión imposible, se hizo realidad porque fue humilde e invocó el
nombre de Dios. Yahvé siempre escucha la oración de los pobres. Eliezer en el camino de
vuelta fue el custodio –protegió, veneró y no tocó- a la que era la esposa de su señor.
Del mismo modo, José, lleno del Espíritu de Dios, fue el gran descubridor de la que
sería un día la esposa y la madre de su Señor. Encontró a María junto al pozo de las
Escrituras, en la sinagoga de Nazaret. Ella fue la primera que le dio a beber un agua distinta
que apagó su sed. Lleno de sabiduría llevó una vida dichosa, porque fue “como el árbol
plantado junto a corrientes de agua, que dio fruto a su tiempo, nunca se marchitaron sus
hojas y todo cuanto emprendió le salió bien” (Sal 1,3). En María, nuevo pozo de Jacob,
conoció el don de Dios (cf. Jn 4,10).

26
En Lc 7,28, Jesús dice que “entre los nacidos de mujer, ninguno es mayor que Juan; sin embargo el más pequeño en el
Reino de Dios es mayor que él”. El primero que se hizo eunuco por el Reino de Dios, como analizaremos más tarde, es
José, padre de Jesús. Juntamente con María, pertenece a la avanzadilla de los “hijos del Reino”.
18

3) Moisés

Fue el primer depositario de la Palabra de Dios escrita con fuego en tablas de piedra. La
recibió directamente de Dios en la montaña santa. Cuando descendió de ella, no era el
mismo, su rostro estaba transfigurado. Desde entonces no tuvo necesidad de unirse
sexualmente a su mujer. Y porque anduvo con Dios, dice la tradición que no se encontró su
cuerpo. Un carro de fuego se lo llevó al cielo. Amigo y confidente de Dios, bajó a Egipto y
organizó el primer éxodo de su pueblo.
También José, acogió en su casa a la Palabra escrita en la carne humana por el Espíritu
Santo. No la retuvo para sí sino que generosamente la entregó al nuevo Pueblo de Dios. Fue
el hombre que más cerca anduvo con Dios, por eso, su carne se transfiguró y, a partir de
entonces, se hizo eunuco por su Reino. No se ha encontrado su cuerpo; es de tradición, y lo
sostienen algunos santos, que el día en que su hijo entregó su espíritu, su sepulcro se
rompió y su cuerpo resucitó, abriendo un nuevo éxodo a los hijos de Dios. Como Moisés,
también, bajó a Egipto y desde allí vino de vuelta con su Hijo.

4) Débora y Baraq

Estos dos personajes tan dispares, a los que Dios une cuando Israel atraviesa momentos
difíciles bajo el yugo de los cananeos, tienen una semejanza marcada con las figuras de
María y José.
Débora es una mujer de fe que posee el don de la profecía y está en comunicación
directa con Dios. En una región lejana al lugar donde se van a desarrollar los
acontecimientos –entre Ramá y Betel- ella ejerce su oficio carismático de Juez y Profetisa.
Por aquella época, los cananeos, dirigidos por Yabín, tenían esclavizados a los israelitas
durante 20 años27. Débora con autoridad profética encarga a Baraq, de la tribu de Neftalí,
que enfrente con soldados de su tribu y de la vecina Zabulón, a los cananeos,
prometiéndole la victoria en el torrente Quisón28. Baraq acepta con la condición de que
también Débora le acompañe en todo momento. Ésta consiente pero le revela
enigmáticamente que la gloria de la victoria se la robará una mujer: Yael29 la kenita, mujer
de Heber. Gracias a la protección divina, Sísara es derrotado y huye refugiándose en la
tienda de Yael, quien le ofrece su propia habitación como escondite seguro; tranquilizado
un tanto por aquel trato de favor, Sísara bebe leche fermentada y espesa que le sumergió en
un profundo sueño. Engañado, encuentra la muerte a manos de ella. Baraq, que persigue a
Sísara, llega tarde, justo para ver el cadáver del opresor. El Canaán insolente que rechaza la
soberanía de Dios y que esclaviza a su pueblo fue derrotado por una humilde sierva e Israel

27
Veinte años es la mitad del período de Israel en el desierto. Es también el tiempo que pasaron Isaac y Rebeca sin hijos.
En medio del desierto de sus vidas, cayó ración doble: Esaú y Jacob. El segundo introducirá a Israel en el descanso.
También en la época de los jueces, en medio de tanta esclavitud, Yahvé proveyó dos agentes de salvación: Débora y Baraq.
El concurso de los dos es algo inaudito y fuera de lo común, sobre todo porque se trata de un hombre y una mujer. Esta
unidad en la salvación prefigura el concurso de otro hombre y otra mujer (José y María) que de mutuo acuerdo, con un solo
corazón y una sola alma, prepararon la salvación definitiva.
28
En este lugar, siglos más tarde, degollaría Elías a los 400 profetas de Baal (cf. 1R 18,40-41). En la guerra entre Yahvé y
Baal, los servidores de éste sufren la suerte que entonces corrían los vencidos. Así como “no quedó uno solo vivo” (4,16)
del ejército de Sísara, de la misma manera Israel echó mano de los falsos profetas “para que no escapara ni uno de ellos”
(v.40).
29
Nueva en el drama, esta mujer “entra a formar parte del eje de la historia y se convierte en la mujer de la gloria
profetizada (v.9) y celebrada (5,6.24-27) por Débora”, cf. F. ASENSIO, La Sagrada Escritura AT, II (Madrid 1968) p.141.
19
se vio liberado por la acción conjunta de dos campeones del Yavismo: Débora y Baraq,
quienes tras la odisea entonaron juntos un canto de victoria (5,1-31)30.

El paralelismo está servido:

a) Por una parte, tenemos a una mujer „con carisma profético‟ (Débora) que
descubre al hombre –un atemorizado capitán de los israelitas- que va a salvar a
su pueblo sometido a dura opresión. Baraq no se atreve a luchar solo con su
ejército de 10.000 hombres sino que solicita su compañía para esta misión que
considera imposible: el enemigo (Sísara, imagen del demonio) dispone de más
de 900 carros de combate, el arma ideal para un terreno llano, como es la Galilea
central y meridional. Por eso solicita de forma continua su presencia personal
(alianza). Débora “se levantó y se marchó con Baraq a Cadés. Y Baraq
convocó en Cadés a Zabulón y Neftalí. Subieron tras él diez mil hombres y
Débora subió con él” (Jc 4,9-10). Dicha aceptación va acompañada de una
premonición: “Iré contigo, pero entonces no será tuya la gloria del camino que
emprendas, porque el Señor entregará a Sísara en manos de una mujer” (Jc
4,9).

b) Por otra parte, están María y José de Nazaret, dos gigantes de Espíritu que,
guiados por la providencia divina, confluyeron en la misma aldea. No se sabe a
ciencia cierta quién descubrió a quién, pero es probable que ella pusiera primero,
gracias a un don profético extraordinario, los ojos en este justo -lleno de temor-
que en todo momento se ajustaba a los caminos de Dios. Las palabras de
Sabiduría que salían de sus labios, debieron despertar la atención del davídico
José, de cuya estirpe iba a brotar la salvación. Los dos se aliaron juntos en esta
empresa grandiosa de destruir de una vez por todas al Enemigo eterno de Israel.
Su obra común será el paradigma de todas las hazañas: la preparación de los
caminos al Señor, quien en la plenitud de los tiempos realizará el nuevo y
definitivo éxodo de la humanidad hacia el cielo. José, el hijo de David, pidió a
María que le acompañara en todo momento, petición a la que ella accedió. Fue
José aparentemente el brazo ejecutor de la Salvación, pues era de estirpe real y
gobernaba la casa de Nazaret; sin embargo, la gloria recaería sobre una mujer,
María, la Theotokos o Madre de Dios, en quien la tradición de la Iglesia ha visto
personificada la figura de Yael. Fue ella con su „Sí‟ (“fiat”) al ángel la que
destruyó la cabeza de la Serpiente (Sísara). Si ésta en un principio, mediante
artilugios y disfrazada de ángel de luz, engañó a la primera mujer (Eva), la
nueva Yael engañaría de una vez por todas al Padre de la mentira. Si la Verdad
es Dios -„el que Es‟- y la mentira es el diablo -que es nada y vacío-, desde esta
óptica se entiende mejor las últimas palabras que Sísara dijo a Yael: “Si viene
alguien y pregunta por alguien, dile que nadie…”. El otrora omnipotente
general es ahora „alguien‟, y ese alguien quiere ser para los demás „nadie‟ 31.
„Nadie‟ es su última palabra. De hecho Yael, como Judit, infundió una falsa
confianza en su enemigo que bajó la guardia, encontrando definitivamente la
muerte. Fue destruido con sus mismas armas: “Quien a espada mata, a espada
perece” (Mt 26,52). Por eso, María –al igual que Yael y el resto de las santas

30
Este canto de victoria, de carácter unitario, es una oda triunfal y, al mismo tiempo, una acción de gracias, cf. A. PENNA,
La Sacra Bibbia. Giudici e Rut (Roma 1963) p.85. Tiene resonancias de otros cantos posteriores del AT y del NT (1Sm 2,1;
2Sm 1,17; Lc 1,46-67); cf. el amplio y minucioso comentario a todo el poema que hace el a. c. pp.86-105.
31
Cf. L. ALONSO SCHÖKEL, Hermenéutica de la Palabra II, (Madrid 1987) p.375. Tremenda ironía, al final el mismo
enemigo acaba confesando su derrota, como un día los demonios hablando por boca de los posesos confesarán que Jesús es
el Santo de Dios que viene a destruir su reino (cf. Mc 1,24).
20
mujeres- puede exclamar jubilosamente: “todas las naciones me llamarán
bienaventurada”32 (Lc 1,1-48).

Tanto José como Baraq supieron retirarse a tiempo ocupando un papel secundario: los
dos, artífices de la victoria, han sabido permanecer en la penumbra para dar paso a la
Mujer. Una grandeza de Espíritu impropia de los hombres de su generación. Los dos
contemplan con gozo, mezclado con cierto estupor, la muerte del enemigo. No fueron ellos
sino la descendencia de una Mujer la que aplastó la cabeza del Dragón (cf. Gn 3,15; Ap
12,17). En esta profecía radica la clave del paralelismo: “Jacob engendró a José, el esposo
de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo” (Mt 1,16).

5) El hombre Justo (Sal 1)

El salmo primero declara dichoso al hombre que medita la Ley del Señor día y noche.
Vive de la Torá y para la Torá. Este justo (sadiq) no sigue el consejo de los impíos, ni se
detiene en la senda de los pecadores ni se sienta en el banco de los burlones (1,1). Sólo se
complace en la Palabra de Dios (v.2). Las Escrituras son para él como el maná, único
alimento en el desierto de la vida humana y pan que posee todos los gustos. Para
conseguirlo el sadiq no se fatiga ni hila, le llueve directamente del cielo. Esa Ley en sus
entrañas, alimento que sacia, agua que apaga la sed, es el motor de su historia.
El José del evangelio de Mateo es un celoso observante de la Torá: circuncida a su hijo
al octavo día, acude al Templo a presentarlo y rescatarlo, asiste asiduamente con su familia
a las tres fiestas de peregrinación, permaneciendo en la ciudad Santa, junto al Templo, los
siete días completos De nadie se puede decir mejor que de él que es “como un árbol
plantado junto a las corrientes de agua que da fruto a su tiempo” (Sal 1,3) y que “todo
cuanto emprende le sale bien” (v. 4). Como era justo y ponía su confianza en Dios, no
quedó defraudado, porque “el ángel de Dios acampa en torno a aquellos que le temen y les
salva” (Sal 34,8). Él velaba y guiaba sus pasos, día y noche, por el camino de la Paz (cf. Lc
1,79).

6) El Arca de la Alianza (2Mc 2,4-8; 2S 6,1-19)

El Arca era un templete rectangular, confeccionado con madera de acacia, de unas dimensiones
reducidas (112 cm de largo, 65 cm de ancho y 65 de altura) y que iba revestida por dentro y por fuera
con láminas de oro. En sus extremos iban adosadas cuatro argollas en las que se introducía dos varales
dorados para su transporte. Sobre ella estaba el propiciatorio, formado por dos querubines situados uno
en frente del otro con sus alas extendidas. Dentro de ella se guardaba el „Testimonio‟ o „Tablas de la
Ley‟ donde estaba escrito el Decálogo que Yahvé entregó a Moisés en la montaña del Sinaí. Ellas
testimoniaban y, a la vez, recordaban a Israel la Alianza de Dios con su pueblo (Ex 19,3-8), de ahí que
fue llamada „arca del testimonio‟ (Ex 25,22; 26,33; 40,21) y „arca de la Alianza del Señor‟ (Ex 19,3-8).
Como subraya Aristide Serra, esta denominación da a entender por sí misma la unión estrecha
que existe entre el concepto de Arca y el de Alianza: “En el monte Sinaí, Israel acogió la propuesta de
la Alianza que el Señor le ofrecía a través de Moisés. Como consecuencia, el Señor descendió a habitar
en medio de su pueblo, poniendo su sede en el Arca situada en el interior de la Tienda (Ex 25,8ss) y
después en el Santo de los Santos del Templo de Jerusalén (1Re 8,1-9)”33.
Los evangelistas Lc y Jn establecen, cada uno por separado, el paralelo entre el Arca de la
Alianza y la figura de María: Lc afirma que María estuvo en casa del sacerdote Zacarías tres meses (Lc

32
Entre ellas hay que destacar el triángulo Yael - Judit – María: las tres únicas que han destrozado personalmente la cabeza
del enemigo y han recibido el título “bendita tú entre las mujeres” (Jc 5,24; Jdt 13,18 – Lc 1,42).
33
A. SERRA, La Donna dell‟Alleanza. Prefigurazioni di Maria nell‟Antico Testamento (Padova 2006) p.164.
21
1,56), inmediatamente después que hubo concebido a Jesús. Modela el relato de la visitación sobre
el capítulo sexto del segundo libro de Samuel, donde se narra el traslado del Arca por David desde
Baalá de Judá a Jerusalén34. El cuarto evangelista atestigua que el discipulado la acogió en su casa (la
Iglesia) de forma permanente, una vez que su hijo entregó el espíritu (Jn 19,27). Mt, por su parte,
presenta al inicio del evangelio de la infancia a un José lleno de temor ante la presencia viva de la
verdadera Arca que lleva escrita en su seno la Palabra de Dios (Mt 1,19-20). Tras un compás de espera
viviendo en la angustia y en el temor, la entronizó solemnemente en su casa.
El Arca, desaparecida tras la destrucción del Templo (587 a.C.), apareció de nuevo en su gloria
en la persona de María. José fue el hombre que la descubrió y la guardó celosamente en su casa.

a) Lc 1,56

“María permaneció con ella (Isabel) unos tres meses, y se volvió a su casa”

Tras el anuncio del ángel, se ha producido en la persona de María un cambio


cualitativo: ahora es el tabernáculo del Dios vivo. Lc establece un paralelismo perfecto entre el
traslado del Arca por David (2S 6,1-19) y el relato de la visitación de María a Isabel (Lc 1,39-
45). Son numerosas las correspondencias entre las dos escenas35:

1. El arca fue conducida a Jerusalén por las montañas de Judá (2Sm 6,1).
María “se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá” (1,39).
2. El Arca guardaba en su interior las dos tablas de la Ley, escritas en piedra, que Yahvé entregó a Moisés en el
Sinaí.
La Palabra de Dios se ha hecho carne en María (1,31).
3. El arca permaneció en casa del sacerdote Obededón tres meses (2Sm 6,11a).
María residió en casa del sacerdote Zacarías el mismo período de tiempo (1,56).
4. David atemorizado exclamó: “¿Cómo voy a llevar a mi casa el arca de Yahvé?” (2Sm 6,9b).
Isabel gritó: “¿Cómo es que la madre de mi Señor viene a mí?” (1,43).
5. Yahvé bendijo a Obededón y a toda su casa (2Sm 6,11b).
De la misma manera, Isabel quedó llena del Espíritu Santo y el niño saltó de gozo en su seno (1,41) y
Zacarías, lleno del Espíritu, entonó el Benedictus (1,67). Es el comienzo de la alegría mesiánica.

b) Jn 19,26-27

“Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su


madre: „Mujer, ahí tienes a tu hijo‟. Luego dice al discípulo: „Ahí tienes a tu madre‟.
Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa”

A la hora de su muerte, a modo de testamento, Jesús pone al discipulado bajo la tutela


de su madre, y exhorta, a su vez, al discípulo amado a llevársela a su casa. El paralelismo
estrecho existente entre la escena de Caná y de la Cruz36 sirve de apoyo a una intuición: Jn está

34
Cf. SERRA (Padova 2006) p.170.
35
Cf. el estudio comparativo de Lc 1,32-33 y 2Sam 7 realizado por E. BURROWS, The Gospel of the Infancy and other
Biblical Seáis (London 1940) pp.47-48 y LAURENTIN (Paris 19645) pp. 71-73. Entre los autores que ven a María como el
nuevo Santuario en el que habita la gloria divina encarnada, cf. S. LYONNET, „Le récit de l‟Annontiation et la Maternité
divine de la Ste Vierge‟, L‟Ami du Clergé 66 (1956) 43-46; R. LAURENTIN, Les Évangiles de l‟Enfance du Christ (París
1982) 70-73; G. ARANDA, „La visitación: el arca nuevamente en camino‟, EphMar 43 (1993) 189-211, en pp. 194-196 y,
más recientemente, SERRA (Padova 2006) pp.170-172.
36
El paralelismo entre las escenas de Caná y de la cruz es estrecho; las correspondencias hablan por sí mismas: la mención
de la madre de Jesús presentada en ambos pasajes con la misma expresión „estaba allí‟; el título de „mujer‟ con el que
Jesús se dirige a ella; el tema de la „hora‟ que irrumpe por primera vez en Caná (2,4c) y concluye en el instante en que el
discípulo la acoge en su casa (19,27c). El autor hace coincidir el último día de la semana inaugural (bodas de Caná) con el
primer día de la fiesta de las Tiendas, cuando Jesús manifestó por primera vez su gloria (2,11) realizando la primera señal
que prefigura y anticipa prolépticamente la hora del signo definitivo: su muerte en la cruz. No es de extrañar que el
trasfondo de esta fiesta sirva de marco en la mente del evangelista a la escena de la cruz donde fue proclamado
22
transfiriendo a la fiesta pascual del Cordero los contenidos teológicos de los Sukkot37, fiesta
de la manifestación del Mesías y de la entronización de Jesús como Rey en la Cruz. El rito
central consistía en la libación del agua y del vino sobre el altar38. Una vez que Jesús entregue
su espíritu (cf. 2,19) y de su costado derecho mane “sangre y agua”, la gloria de Dios
abandonará el templo de su cuerpo para desplazarse al nuevo templo, la comunidad cristiana,
representada por esta Mujer y el discípulo amado. La expresión griega „eis ta idia‟ (“en su
casa-tienda”), de difícil lectura, adquiere un significado especial bajo la óptica de esta fiesta.
La Shekinah de Dios, presente entre los hombres por el misterio de la Encarnación, sigue
estando viva en su pueblo a través de la madre de Jesús que, como el Arca de la Alianza, es
signo de la presencia divina en el seno del nuevo Pueblo de Dios (la naciente Iglesia), que
habita en tiendas.
En línea de continuidad con la tradición lucana, Jn indica que Dios ha puesto
definitivamente su morada entre nosotros a través de la humanidad de Jesús. María fue el
primer templo vivo de la divinidad (“la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros”, 1,14);
ella es la nueva Arca que lleva consigo, no ya las viejas tablas de la Ley, sino al mismísimo
Verbo de Dios39. El discípulo amado, al acoger a María en su tienda-casa, no se llevó una
mujer viuda y sin hijos a quien cuidar, sino que se llevó el Arca40 a donde, tras la muerte de
Jesús, se desplaza y habita la Shekinah de Dios. De este modo, se puede afirmar que la obra de
Cristo culmina (tetelestai) cuando el discípulo acoge en su casa a su nueva madre. Ella le
acompañará a lo largo de su travesía por el desierto de la vida hacia la tierra de promisión41. Su
presencia será una garantía de victoria en los duros combates de la fe contra el príncipe de este
mundo. El primer discípulo de la Nueva Alianza que caminó junto al Arca y vivió esta
dimensión no fue el discípulo amado sino José, pues él fue el primero que acogió a María y al
niño en su casa.

c) Mt 1,24c

“Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y tomó
consigo a su mujer.”

solemnemente Rey (19,19). Aunque el contexto real es la festividad de la Pascua, debido a la ley de concentración típica
del cuarto evangelio, el autor recapitula en Cristo los contenidos teológicos de cada una de las fiestas judías, ocupando un
lugar destacado la fiesta de los Tiendas.
37
En dicha solemnidad cada hebreo construía una choza en la azotea o en el patio de su casa y allí moraba durante siete
días, rememorando la época en que sus padres habitaron en el desierto y acamparon en torno a la Tienda de la Reunión, que
guardaba el Arca de la Alianza, lugar donde se posaba la gloria de Yahvé.
38
Cada día tenía lugar el rito del agua, que, traída en procesión desde la piscina de Siloé por la „puerta de las aguas‟ y
mezclada con vino, se derramaba en libación en el ángulo SO del altar de los holocaustos, cf. mSuk 4,9.10. Constituía el
rito más solemne y popular de la liturgia. Mediante él se rogaba la lluvia para la siembra, ya cercana. El último día se daban
siete vueltas alrededor del altar cantando y agitando los ramos. Era llamado el día del hosanna, cf. A. GARCÍA-MORENO,
El Evangelio según San Juan. Introducción y exégesis (Badajoz-Pamplona 1996) p.285. Una interpretación teológica ligada
al texto de Is 12,3 asociaba la venida del Espíritu al rito de la libación del agua, cf. L. CAMARERO, Revelaciones
solemnes de Jesús. Derás cristológico en Jn 7-8 (Madrid 1997) pp.73-74. La declaración de Jesús sobre los ríos de agua
viva (7,37-38) se hizo en este ambiente litúrgico y bíblico (cf. Ez 47,1-12; Jl 4,18; Zac 14,8). Al concluir el rito, el
sacerdote tenía que levantar las manos para que el pueblo viera que el vino y el agua, prefiguración de la lluvia mesiánica,
ya habían sido derramados.
39
Una vez comenzada en Caná la manifestación de la gloria del Mesías por intercesión de su madre, María se retiró
provisionalmente porque se había clausurado el viejo régimen de la Ley e irrumpido el tiempo de la Gracia. Pero, cuando la
revelación alcanza su plenitud en la octava señal (Cruz) y Jesús desaparece del horizonte, su Mediación de nuevo se hará
presente de forma activa para continuar revelándoselo a los suyos a fin de que adquieran, como ella, la condición de hijos
de Dios, cf. A. GÓMEZ, ¿Qué hay entre tú y yo, Mujer? (Valencia 2005) pp.229-232.
40
Cf. 2Sam 6, 11: “El arca de Yahvé estuvo en casa de Obededom de Gat tres meses y Yahvé bendijo a Obededom y a toda
su casa”. Lc establece el paralelo entre el arca de la alianza y María que estuvo en casa del sacerdote Zacarías unos tres
meses (1,56) y después en casa del discipulado (la Iglesia) colmándolo de bendiciones.
41
Como trasfondo esta la fiesta de los Sukkot (Tiendas). Uno de sus contenidos fundamentales era la provisionalidad de la
vida terrestre y el anhelo de la vida celeste.
23

La expresión “y tomó consigo a su mujer” evoca la escena de la Cruz donde Jesús


confía el discípulo a su madre, si bien hay pequeños matices diferenciales: en Nazaret, es un
ángel quien habla; en el Gólgota, es el mismo Jesús. El primero lo hace durante la noche. El
segundo, durante el día. Las dos escenas forman una inclusión: una a los comienzos (en el
principio”, Jn 1,1; “la Palabra se hizo carne”, 1,14); otra al final, cuando fue elevado a la
cruz. En la primera, está la profecía del perdón de los pecados (“él salvará a su pueblo de sus
pecados”, Mt 1,21), en la segunda, su cumplimiento total con su sangre derramada (”todo está
cumplido”, Jn 19,30). Pero en los dos casos, tanto José como el discípulo amado, se llevaron a
María la Theotocos (la madre de Dios) y la entronizaron en sus respectivas casas. Esta
ceremonia rememora la fiesta de la liturgia de entrada del Arca en el Templo (Sal 24). Si ésta
era en el AT el signo de la presencia del Señor, María era para José el verdadero santuario de la
Divinidad que entraba solemnemente en la humildad de su casa (la estirpe de David). Durante
la procesión de la novia a la casa del novio entre cantos y algazara tuvo que resonar en su
corazón los ecos del Sal 24,9: “¡Portones, alzad los dinteles! Alzad las antiguas compuertas:
que va a entrar el Rey de la Gloria”.
Previo al traslado, se repitió en José el mismo conflicto que se desencadenó en su padre
David durante la liturgia de conducción del Arca a Jerusalén. La muerte del impío Uzzá que la
tocó sin unción42, llenó al rey de santo temor; y, durante un tiempo provisorio, ordenó su
desplazamiento a la casa del Sumo Sacerdote. Pero, enterado que la familia de Obededón había
sido bendecida con su presencia, el hijo de Jesé dispuso su traslado “con gran alborozo a su
ciudad” (2Sm 6,12). A partir de entonces, su casa, como la del sumo sacerdote, fue casa de
bendición: “El arca de Yahvé estuvo en casa de Obededón, el de Gat, tres meses y Yahvé
bendijo a Obededón y a toda su casa” (2Sm 6,11). La misma secuencia de acontecimientos
sucedió en Nazaret: hubo, pues, un compás de espera. Un santo temor invadió a José que se
consideraba indigno de albergar a la que consideraba la Madre de Dios. El ángel en sueños
disipó este miedo humanamente invencible. Cuando María y el niño entraron en casa de José,
Dios le bendijo a él y a toda su estirpe. Sólo una cosa diferencia a David de José: con el
primero todo aconteció en figura; con el segundo, se dio paso a la realidad.

A la luz de esta triple tradición evangélica, el Arca de la Alianza, perdida desde hacía varios
siglos, ha aparecido definitivamente en la persona de María. Se desconoce el paradero de la antigua. A
lo largo de los siglos ha sido objeto de una búsqueda intensa ya que su presencia proporcionaba
seguridad a Israel y era la clave de la victoria en su lucha contra los enemigos. Algunos sostienen que
es probable que fuera destruida en el incendio que arrasó el primer Templo el año 587 (2R 25,9).
Según una tradición posterior (2Mc 2,4-8) más fiable, Jeremías43 la escondió en una cueva del monte
Nebó juntamente con la Tienda y el altar del incienso, tapando la entrada; pero Yahvé hará que
aparezca, cuando muestre de nuevo su Gloria. Los acompañantes del profeta trataron de marcar el
camino, pero no pudieron encontrarla. “En cuanto Jeremías lo supo, les reprendió diciéndoles: Este
lugar quedará desconocido hasta que Dios vuelva a reunir a su pueblo y le sea propicio” (2Mc 2,7).
En otro pasaje Jeremías no lamenta su desaparición: “y luego, cuando seáis muchos y fructifiquéis en
la tierra, en aquellos días -oráculo de Yahvé- no se hablará más del arca de la alianza de Yahvé, no
vendrá en mientes, no se acordarán ni se ocuparán de ella, ni será reconstruida jamás” (Jr 3,16). Una
tradición no niega la otra: el arca con las tablas de piedra no será jamás reconstruida, pues aparecerá

42
“Al llegar a la era de Nacón, extendió Uzzá la mano hacia el arca de Dios y la sujetó porque los bueyes amenazaban
volcarla. Entonces la ira de Yahvé se encendió contra Uzzá: allí mismo le hirió Dios por este atrevimiento” (2S 6,7).
Como comenta R. DE VAUX, BJ (Bilbao 1998) p.357, “la santidad del arca, sobre la que tiene su trono Yahvé, la hace
intangible. Esta concepción primitiva de lo sagrado (cf. Lv 17-26) revela un profundo sentido de la majestad de Yahvé (cf.
Ex 33,20). La ley sacerdotal codifica este sentimiento: los propios levitas no pueden acercarse al arca, sin peligro de
muerte, antes de que los sacerdotes la hayan cubierto (cf. Nm 4,5.15.20). No la tocan, sino que la transportan por medio de
varales (cf. Ex 25,15)”.
43
Al profeta Jeremías, una de las grandes figuras reconocidas por el Judaísmo, se le atribuyen varios apócrifos. Uno de
ellos, hoy perdido, contenía los detalles que el texto menciona.
24
otra totalmente nueva –un corazón humano de carne y hueso- en la que Yahvé escribirá en su
interior su Ley (cf. Jr 31,31; Ez 36,26-27).
Dios se hizo presente de forma definitiva en la persona del Emmanuel (“Dios con nosotros”)
en la cueva de Belén. En este lugar, María, la nueva Arca, alumbró la Palabra de Dios hecha carne. El
mundo contempló su Gloria (cf. Jn 1,14). Esta interpretación nos parece más viable ya que
precisamente María concibió a su Hijo en la gruta de Nazaret44; nueve meses después, en otra cueva de
Belén, alumbró al Mesías manifestando así su Gloria ante judíos y gentiles: Israel estaba representado
por los pastores (Lc 2,8-20); la gentilidad, por los tres reyes venidos de Oriente (Mt 2,12).
José de Nazaret fue el primer testigo de este acontecimiento que tuvo dos fases: la Palabra de
Dios hizo su aparición en la casa-gruta de Nazaret y manifestó su Gloria en la cueva de Belén. Su
reacción inmediata ante la cercanía del arca fue la de alejarse físicamente de ella como hizo el rey
David, después de haber presenciado la muerte fulminante de Uzzá a manos de Dios. Al joven José le
invadió el mismo temor que a su antepasado. La decisión de separarse no es ni por celos ni por
imperativo legal, sino por ley de santidad45. Sus sentimientos son encontrados. Como descendiente de
David, aguarda ardientemente la venida del Mesías y se alegra que sea su mujer la elegida para ser la
madre del Salvador. El la conoce mejor que nadie y sabe a ciencia cierta que es la candidata perfecta.
También anhela llevársela a su casa y completar así el segundo rito matrimonial, pues la cercanía es
una de las leyes más imperiosas del amor. Pero una fuerza mayor se lo impide. ¡Nunca Dios había
estado tan cerca de una criatura humana! Hay que recordar que para el creyente judío el Dios de Israel
es el santo por antonomasia; y lo perteneciente a él, es santo o debe serlo46. Esta proximidad de lo
divino le paraliza y confunde inundándolo de santo temor.
En la cueva de Belén, María –la nueva arca- alumbró la Palabra de Dios. El primer agraciado
en recibirla y acogerla en sus manos fue su padre José, que vio “su gloria que recibe del Padre como
Hijo único, lleno de gracia y de verdad” (Jn 1,14). Una gloria que, nueve meses después, vio y cantó
una multitud del ejército celestial (Lc 2,13-14), y que – a partir de entonces- no cesa de venerar la
Iglesia de todos los tiempos.

44
Las excavaciones realizadas por B. Bagatti han confirmado la observación de la peregrina española Egeria sobre la casa
de María: “la gruta en la que habitó María es grande y clarísima”. La existencia de una construcción, adosada a la gruta y
formando una unidad con ella, podría explicar el por qué de esta explicación, cuando sabemos por la investigación
arqueológica que la gruta en sí era realmente pequeña. La peregrina se fijó más en la parte original, que era la gruta. Sólo
esta hipótesis explica razonablemente la afirmación de Egeria, cf. DÍEZ (Madrid 1990) p.269.
45
La santidad es uno de los atributos esenciales del Dios de Israel (cf. Lv 11,44-45; 19,2; 20,7.26; 21,8; 22,32-33). La
primera idea es la de separación, inaccesibilidad, de una trascendencia que inspira religioso temor (cf. Ex 33,20). En el AT
el predicado santo se aplica en sentido absoluto y referido exclusivamente a Dios; todo lo demás, incluidas las criaturas, se
sitúan frente a Él como lo absolutamente no santo. Esta santidad se comunica a lo que está cerca de Dios o le está
consagrado: los lugares (el cielo, Sal 20,7; la zarza ardiente, Ex 3,5; Jerusalén, Is 48,2, 52,1; el templo, 1R 6,16, Sal 5,8; el
tabernáculo de la reunión, Ex 28,43, Lv 6,26); los tiempos litúrgicos (el sábado, Gn 2,3, Ex 35,2¸ las otras fiestas, Lv 12,16,
23,4.7.8.21); los utensilios de culto: p. ej., el arca (2 Sm 6,7; 2Cr 35,3) y los demás objetos, Ex 30,29; Nm 4,15, 18,3.9; las
personas (Ex 19,6), especialmente los sacerdotes (Lv 21,6), etc., cf. H. CAZELLES, BJ (Bilbao 1998) p.140. También, H.
HAAG-A. VAN DEN BORN, Diccionario de la Biblia (Barcelona 1987) cols.1801-1802.
46
Cf. J. MAIER, Entre los dos testamentos (Salamanca 1996) p.258.
25

B) José de Egipto

Existe una analogía especial entre el padre de Jesús y José de Egipto. Es la figura más
comentada por los biógrafos47 del santo, los Padres y el Magisterio de la Iglesia de estos dos últimos
siglos48, si bien casi todos lo hacen de una forma genérica o de pasada. El análisis comparativo de los
dos revela una serie de correspondencias difíciles de explicar por el hecho de la mera casualidad. Una
de las características de Mt es su recurso constante al AT49, sobre todo en el evangelio de la infancia.
No es extraño que las numerosas similitudes que ofrece no tengan otra finalidad que la de presentar al
padre legal de Jesús como un nuevo José, siervo de Dios y salvador del mundo.
Si los dos personajes están emparentados estrechamente, como trataremos de justificar a
continuación, las conclusiones que se deducen son significativas: disponemos de una figura bíblica de
primera categoría que ha sido fuente de inspiración para los primeros cristianos y, en especial, para
Mateo a la hora de describir la obra salvífica que realizó el padre de Jesús 50. Estas coordenadas en las
que se mueve el autor nos serán muy útiles para trazar con más precisión los rasgos del esposo de
María. Un factor adicional que confirma el recurso del evangelista a la figura del patriarca es la
notoriedad que adquirió José de Egipto en la literatura de la época51.

Veamos detenidamente cada una de las correspondencias:

1.- Los dos se llaman José

En oriente, el nombre no sólo sirve para denominar a una persona sino también para determinar
su función. El término hebreo „Yosseph‟ significa „el que reúne, añade o aumenta‟. El día en que
Yahvé quitó la afrenta de Raquel con el nacimiento de José, ella suspiró diciendo: “añádame Yahvé
otro hijo” (Gn 30,24). Esta súplica alcanzó parcialmente su realización con el nacimiento de Benjamín
en el camino de Efratá. Pero Raquel no vio ni disfrutó de su presencia pues murió en el parto y fue
sepultada en Belén (Gn 35,16-20)52. Precisamente en ese mismo lugar nació siglos más tarde el “otro

47
Cf. GASNIER (Madrid 1980) pp.12-16.
48
Tanto Pío IX en el decreto que proclamaba a San José Patrón de la Iglesia universal como León XIII en su encíclica
Quamquam pluries -15 Agosto 1889- hacen referencia a las numerosas coincidencias entre ambos personajes.
49
N. HILLYER, Matthew‟s Use of the Old Testament, Evangelical Quaterly 36 (1964) pp.12-26), enumera 65, de las cuales
43 son referencias verbales. Para un elenco exhaustivo, cf. S. MUÑOZ IGLESIAS, Los evangelios de la infancia, IV
(Madrid 1990) pp.23-43.
50
La figura de José de Egipto ocupa un papel relevante en el cuarto evangelio: aparece como trasfondo en el relato de las
bodas de Caná donde se presenta a Jesús como el Elegido de Dios que proveyó el vino de las bodas escatológicas, y en el
pasaje de la pesca milagrosa a través del simbolismo del número 153, triangulación del 17, el número de José, cf. GÓMEZ
(Valencia 2005) pp.99-112.
51
“Esta popularidad se manifiesta en el protagonismo que se le atribuye en numerosas obras parabiblicas y judeo-
helenísticas compuestas entre el s. III a.C. y el s. I d.C. y que se extiende incluso en los primeros siglos de nuestra era,
pudiéndose hablar de la importancia de José en la literatura patrística, rabínica e incluso en el Corán, que le dedica toda una
Sura, la doce”, cf. M. J. GUEVARA, Esplendor en la Diáspora. La historia de José (Gn 37-50) y sus relecturas en la
literatura bíblica y parabíblica (Estella 2006) pp.2-3.
52
Tras la invasión caldea (587 a. C), Jeremías, al ver a su pueblo deportado camino de Babilonia, pensó en Raquel llorosa
en su sepulcro por la pérdida de su hijo (Benjamín-su pueblo-el Mesías) que ya no existía. En el trasfondo, subyace el
pensamiento semítico de la personalidad corporativa. Según el midrás los deportados pasan junto a la tumba de Raquel
situada en las cercanías de Ramá, en el camino de Efratá al norte de Jerusalén, cf. H. STRACK - P. BILLERBECK,
Kommentar zum Neuen Testament aus Talmud und Midrasch (München 1922) I, 90. Para Mt, Raquel eleva
prolépticamente un lamento sobre el destino del Israel incrédulo, cf. J. KNILKA, Il Vangelo di Matteo, I, p. 94. Hay que
recordar que el grito de Raquel („que Dios añada otro hijo‟) será asumido por el Resto Santo de Israel que en las
celebraciones domésticas de la Pascua, en las oraciones sinagogales o en el Templo clama por la venida del Salvador.
26
hijo añadido” que tanto desearon los herederos espirituales de Raquel. Su oración la hizo carne de
su carne José de Nazaret, quien desde pequeño intuyó, como toda su estirpe, que su nombre guardaba
estrecha relación con Aquel que tendría que venir y completar la salvación. Dadas las enormes
expectativas mesiánicas de su tiempo, sobre todo en la casa de David, es presumible que José tuviera
diariamente en su corazón y en su boca la plegaria de Raquel: „que Dios añada al que tiene que venir‟,
Jesús, el último y verdadero descendiente de Jacob. Una súplica muy frecuente en las sinagogas de los
tiempos de Jesús era el grito del profeta Isaías: “¡Ay! si tú rasgaras los cielos y descendieras” (63,19);
el pueblo clamaba por la venida del Salvador; en la casa de José dicho ruego se hacía con una
intensidad especial, no sólo porque era de la estirpe de David, sino porque su mismo nombre le inducía
a ello.
En cada hebreo la oración adquiere un matiz peculiar. No es lo mismo el suspiro del levita que
se encuentra en las fuentes del Jordán camino del exilio, lejos de su tierra y de la gloria del Templo
(sal 41), que el dolor de David (cf. Sal 50) que ha ofendido a Dios con todo el corazón (adulterio de
Betsabé), con toda la mente (asesinato de Urías) y con todas las fuerzas (levantamiento del censo). En
ambos se observa como trasfondo la consecuencia principal del pecado colectivo (levita) o personal
(David): la lejanía de Dios. Sin embargo, los tiempos son distintos: el protagonista del salmo 41 se
encuentra todavía en el camino de ida y siente por consiguiente los efectos de la separación de Dios,
mientras que el pecador del salmo 50 se encuentra ya en el camino de vuelta, y percibe los frutos de la
proximidad de la casa del Padre. Hay en el pozo de las Escrituras preces para cada momento de la vida
y para cada persona. Una es la plegaria de la estéril y otra la de la madre de muchos hijos. La del
hombre davídico a. C. era muy peculiar, estaba mediatizada por el término esperanza. Era una oración
escatológica, preñada de cielos nuevos y de una tierra nueva que iba a ser bendecida por la presencia
inminente del Emmanuel. Nadie mejor que él estaba preparado para la venida del Salvador: se llamaba
José, era oriundo de Belén y reunía las condiciones de un hombre justo. “¡Que Dios añada al que tiene
que venir!”: ese tuvo que ser presumiblemente el hilo conductor de su súplica mañana y tarde.
Los rabinos, al comentar la creación del hombre, afirman que el Todopoderoso -que ocupa el
universo entero inundando y abarcándolo todo- por amor se contrajo a sí mismo y creó un espacio para
el hombre. De sus entrañas de misericordia que saben contraerse-negarse a sí mismas ha nacido el
género humano. El verdadero israelita que es imagen de Dios es aquel que crea un espacio a la
alteridad, ya sean sus hermanos que viven en la tierra (prójimo) ya sea el „Otro‟ que habita en los
cielos (Yahvé). El impío, por el contrario, niega a Dios (cf. Sal 14,1) y destruye la fraternidad (Caín).
La esencia del nombre de José guarda relación estrecha con este Ser de Dios: que Yahvé añada otro.
José es la antítesis de Caín, que mató a Abel. Ese otro en la perspectiva de la Historia de la Salvación
es el Mesías, el Justo que un día lloverían los cielos. Él enseñará a los hombres el único camino que
conduce a la Vida Eterna. Si la comunidad hebrea tras el destierro hizo suya -en el rezo de la sinagoga-
la plegaria del profeta Isaías (cf. Is 45,8), con mucha más fuerza tuvo que salir de la boca de los
miembros de la casa de David. Y de entre todos ellos descollaba José de Nazaret quien, como su
mismo nombre indica, clamaba día y noche para que Dios añadiera y completara la salvación con el
envío de Aquel –el nuevo Abel- que daría cumplimiento al Shemá (Dt 6,4-9) en sus dos vertientes
fundamentales: el amor a Dios (primera tabla de la Ley) y el amor al prójimo (segunda tabla). Este
camino que conduce a la vida eterna es el que se enseñaba de forma sistemática en las casas, en las
sinagogas y en las escuelas del tiempo de Jesús (cf. Mc 12,28-34).

2.- Hijos de Jacob

Mateo en su genealogía nos dice que “Jacob engendró a José, el esposo de María” (1,16).
Lucas, en cambio, que suele ser más preciso en sus fuentes (cf. 1,1-4), afirma que el padre de José se
llamaba Helí (3,23). Junto a ésta, son numerosas las discrepancias que presentan las genealogías de los
dos evangelistas (cf. Mt 1,1-16; Lc 3,23-38). Los intentos por armonizarlas han fracasado. Sólo
coinciden en dos nombres: Salatiel y Zorobabel. Mt, que escribe a judíos, sigue el uso oriental de
27
comenzar una historia con la genealogía del personaje principal para situarlo socialmente 53; con ello
pretende demostrar que Jesús es el auténtico „hijo de David‟. Hay quien explica la diferencia de
nombres por el nacimiento de José de un matrimonio que se ajusta a la Ley del Levirato 54. Dicha
hipótesis es la adoptada mayoritariamente por los Padres de la Iglesia. No obstante los problemas que
las dos genealogías plantean son de difícil resolución a no ser que se admita como criterio que los dos
pasajes pertenecen a una forma literaria oriental que pretende transmitir un mensaje sin sentirse
obligado a la exactitud de los detalles55. Es posible que varios elementos de la redacción de Mt sean de
elaboración propia. El nombre de Jacob debe ser uno de ellos. Quizá la explicación más creíble se deba
a su deseo de completar la línea sucesoria de los tres patriarcas (Abrahán, Isaac, Jacob) y de establecer
una comparación más estrecha entre los dos José, hijos de unos padres que tenían el mismo nombre.

3.- Justos

El sabio Ben Sirá, al meditar sobre el pasado de Israel (Sb 10-11) recorre las diferentes etapas
que han jalonado la historia de su pueblo. Al llegar a José, en vez de nombrarle por su nombre, lo hace
con el atributo que más le caracteriza: “el justo vendido” (10,13a). El texto subraya que Jacob le amaba
más por ser el hijo de la ancianidad; a ello habría que añadir que era el primogénito de su preferida
Raquel, por la cual trabajó catorce largos años y que tuvo un final trágico en el parto de su segundo
hijo, Benjamín. A diferencia de sus hermanos, José gozaba del favor de su padre que lo honró con una
túnica de manga larga; esta predilección, unida a su carácter visionario, despertó en ellos la envidia y
el odio.
La justicia de José de Egipto se ve reflejada en el amplio relato de su historia (Gn 37-50)56:
traicionado por sus hermanos respondió al mal con el bien. En su figura se cumple lo que dicen los
salmos a propósito del „sadiq‟ “todo lo que emprende le sale bien” (Sal 1,3): vendido como esclavo
prosperó en el servicio de Putifar, quien viendo que con él estaba Yahvé “lo puso al frente de toda su
casa” (Gn 39,4); en la cárcel, el alcaide “confió a José todos los detenidos…; todo lo que se hacía allí,
lo hacía él” (39,22). El mismo Faraón lo puso al frente de su casa y de su pueblo: “Y salió José
investido de autoridad sobre todo el país de Egipto” (41,45). La virtud de José alcanza su plenitud
cuando, movido a compasión, ejerció la misericordia con sus hermanos. Porque no abrió la boca frente
a la adversidad ni respondió al mal con el mal, fue considerado justo y Dios le dio un nombre sobre
todo nombre. Su realeza prefigura al Hijo de Dios que un día practicaría la justicia y sería Rey de los
judíos en la Cruz.
Sobre la justicia de José de Nazaret, no hay ninguna duda ya que se le llama expresamente con
este apelativo: “Su marido, José que era justo…” (Mt 1,19a). El problema estriba en el alcance que el

53
Como bien apunta A. BAGNI, I racconto dell‟ infancia di Gesù (Padova 2002) p.28, la genealogía viene a ser como „el
documento nacional de identidad‟; en el mundo judío asumió una importancia particular en el período postexílico.
54
Si un hombre casado moría sin dejar hijos, su pariente más próximo debía casarse con la viuda; los hijos de ese nuevo
matrimonio llevan el nombre del difunto, cf. Dt 25, 5-10; Gn 38; Rt, 4. La institución del levirato se mantenía vigente en el
Judaísmo posterior, a pesar de la oposición de ciertos grupos, como se pone en evidencia en el argumento utilizado por los
saduceos contra la doctrina de la resurrección (cf. Mt 22, 23-33).
55
Cf. H. HENDRICKX, Los relatos de la infancia (Madrid, 1986) p.36. Es gratuito afirmar que Lc utilizó los archivos
familiares guardados en Nazaret, mientras que Mt tuvo a su alcance documentos oficiales conservados en Belén, cf.
GASNIER (Madrid 1980) p. 20.
56
En el AT se encuentra cuatro referencias en torno a José: Sal 105,16-23; 1M 2,53; Eclo 49,17-18; Sab 10,15; en el NT,
sólo dos: Hch 7,9-16; Hb 11,21-22.En las dos primeras, hay un denominador común: el Salmo 105 ve la historia de José en
el marco de la fidelidad de Dios. Fue Yahvé quien preparó el descenso de José. En las guerras macabeas lo que está en
juego es la fidelidad del pueblo. Ahora es José aquel que en la tribulación permanece fiel. Sabiduría y Eclesiástico
representan una nueva consideración sobre los relatos bíblicos de José. Para el autor del Eclesiástico no hubo ningún nacido
como José (49,15) pues él fue señor de sus hermanos y sustentador de su pueblo. Sab 10,15 resalta la acción providente de
la Sabiduría divina que acompaña al justo perseguido para exaltarlo sobre sus mismos opresores. Dos son, pues, las
dimensiones que cobran relieve en los pasajes recorridos: la asistencia de Dios, siempre fiel, a su pueblo; y, por otro lado,
la fidelidad del justo en medio de la persecución. Ambas perspectivas se reflejan en el pasaje de la “huida a Egipto” que
narra Mateo, cf. F. BRANDLE, “La historia de José y su influjo en la teología Josefina según San Mateo”, EstJos 41
(1987) pp.59-68, en pp.61-62.
28
evangelista Mateo le ha querido dar a dicho término, por eso será objeto de un estudio más detallado
a la hora de analizar los títulos de José. Por el contexto, es fácil deducir que no se refiere al justo en el
sentido ético-legal, que tiene escrúpulos para recibir en matrimonio a una mujer caída, sino al hombre
temeroso de Dios que cumple plenamente su voluntad. El evangelista subraya esta sumisión a los
designios divinos al final del relato del anuncio y en los dos sueños posteriores: “hizo como el ángel
del Señor le había mandado” (1,24; 2,14.21)57. Como observa Hendrickx, “este rasgo sugiere
indudablemente la total obediencia de José a la guía divina. Probablemente con ello se pretendía
ilustrar lo que se quiere decir en Mt 1,19 al afirmar que José era hombre justo”58.
Pero no hay que olvidar que el publicano Mt es un testigo cualificado de la misericordia
entrañable de Jesús y que su justicia, sin negar ninguna de las virtudes que el AT otorga al justo, tiene
más que ver con la misericordia que con el sacrificio. En este sentido, es paralela a la de su antepasado,
el hijo predilecto de Jacob.

4.- Castos

Además de su condición de justos en general, los dos sobresalen por la virtud de la castidad,
atributo raramente celebrado en las Escrituras, y menos en un hombre. De ahí, la importancia de esta
correspondencia entre los dos José. En el AT se resalta esta virtud en la virgen Susana (Dn 13) y en la
viuda Judit (Jdt 8,8); los sabios hacen con frecuencia el elogio de la mujer virtuosa y censuran a la
mujer desvergonzada (Pr 12,4; cf. 31,10-31). Pero la castidad en un hombre es una cualidad que sólo
se destaca en la persona de José de Egipto. En la historia del patriarca se narra con detalles el
prolongado acoso que sufrió por parte de la mujer del eunuco Putifar (Gn 39 7-20). Pero, como el
Espíritu de Yahvé estaba con él, salió airoso de la prueba. La literatura rabínica y Filón de Alejandría
se hacen eco de esta virtud en él.
En la tradición de la Iglesia católica no ha habido dudas sobre la existencia del voto de
virginidad de María; los creyentes han interpretado sus palabras dirigidas al ángel (“¿cómo será esto,
puesto que no conozco varón?”, Lc 1,34) en este sentido. Sobre el celibato de José las opiniones son
pocas y contrastadas. San Jerónimo es el primero en apuntar que también su esposo hizo este voto. En
su polémica contra Helvidio afirma: “Tú sostienes que María no permaneció virgen. Yo digo aún más.
También José fue virgen por María, para que del matrimonio virginal naciera el hijo virgen”59. Santo
Tomás habla de un voto condicionado antes de las nupcias (así el matrimonio no quedaría invalidado)
y de otro absoluto posteriormente: “La bienaventurada Virgen, antes de contraer matrimonio con José,
fue cerciorada sobrenaturalmente de que José tenía el mismo propósito; mas, después de celebradas las
nupcias, de común acuerdo (ex communi voluntate) con su esposo emitió con él el voto de
virginidad”60. Mt, en la sección narrativa del discurso eclesiástico, pone en labios de Jesús el elogio de
aquellos que se hacen eunucos por el Reino de los cielos (Mt 19,12). Como ya analizaremos con
detención en el segundo capítulo, por el contexto se deduce que el Maestro se estaba refiriendo a su
padre.

A) SEXUALIDAD Y LEY

La sexualidad humana es ambivalente61: por una parte „es fuente de las mayores tensiones y
frustraciones del hombre‟62 y, por otra, es causa de felicidad y santidad „porque es capaz de cumplir

57
Cf. BAGNI, (Padova 2002) p.44.
58
Cf. HENDRICKX (Madrid 1986) p.20.
59
Cf. Adversus Helvidium, 19, PL 23,203.
60
Cf. Suma Teológica 3, q. 28, a.4 ad 3.
61
“La sexualidad… es una realidad buena y temible a la vez. Buena, porque es necesaria para la supervivencia de los
grupos humanos y porque posibilita al hombre el participar en la obra creadora de Dios; temible y peligrosa porque puede
idolatrarse y poner en peligro la cohesión de los grupos a los que está llamada a servir”, cf. P. DEBERGÉ, L‟amour et la
sexualité dans la Bible (Nouvelle Cité 2001) p.29.
29
algo que está más allá del poder de cualquier función humana, a saber, traer un alma a este mundo y
producir un ser vivo humano‟63.
En el NT, la institución del matrimonio es dignificada por la presencia de Jesús que provee en
las bodas de Caná el „vino bueno‟ del reino (Jn 2,1-11), adquiriendo el status de sacramento. El lecho
conyugal se convierte, gracias a su presencia, en un altar donde se derrama efusivamente el Espíritu
Santo. Cuando un hombre y una mujer suben al lecho conyugal no buscan prioritariamente la
satisfacción de los sentidos (cf. Tb 8,7), sino el rostro de Dios, que aparece en toda su Gloria creando
la comunión, “porque donde dos o tres (la mujer puede estar encinta) están reunidos en mi nombre allí
estoy yo en medio de ellos” (Mt 18,20). La comunión de dos seres es una obra maestra del Señor: se
comienza con el espíritu (“pues las tendencias de la carne son muerte… y llevan el odio a Dios”, Rm
8,6-7). Una vez establecido el señorío del Espíritu, entonces la carne participa del gozo espiritual y
verdadero. Pero, cuando la sexualidad se deifica y pierde su sacralidad, se contrista el Espíritu y
aparece de inmediato la confusión de lenguas: el varón se pierde en el laberinto de la mujer y ésta se
ofusca ante la simpleza rasa del hombre. Los dos universos, tan perfectos y distintos a la vez, necesitan
del concurso divino, sin el cual corren el riesgo de convertirse en dos eternas líneas paralelas. Así
definía sutilmente O. Wilde (1854-1900) la vida en pareja: “nunca dos tan cerca estuvieron tan lejos”.
Es el riesgo de una institución que nació de Dios y que sólo en Él tiene garantizada su supervivencia.
A diferencia de los animales que se guían por sus instintos, la actividad sexual del ser humano
se regula por la Torá. El mandato primordial recibido en la aurora de los tiempos es el de “creced y
multiplicaos” (cf. Gn 1,28). Son las dos primeras palabras que Dios dirige al hombre. Israel las ha
escuchado y ha insistido en seguirlas64. Dos verbos distintos pero complementarios, como los
movimientos del corazón (sístole y diástole):

1. El primero, ad intra (hacia dentro), recuerda al hombre que la vida es sagrada y que, por
tanto, debe conservarla hasta el día en que el Creador decida retirar el rúaj (aliento de
vida) que insufló en el barro humano. Son suyas las entradas y las salidas. Quien
interfiere en sus planes, daña el proceso y ataca seriamente su soberanía. El destino de
las criaturas está en sus manos pues “hasta los cabellos de la cabeza están todos
contados” (Mt 10,30).
2. El segundo, ad extra (hacia fuera), alude al compromiso de la humanidad ante Dios de
poblar la tierra, conservando abiertas las vías de la procreación. Esas puertas, como las
del Edén, están flanqueadas por querubines que con sus “llamas de espada vibrantes
custodian el camino del árbol de la vida” (Gn 3,24). Nadie puede atravesar su umbral
sin consentimiento expreso de Dios.

De estos dos mandatos originales se derivan una serie de normas y prohibiciones, bien
alimenticias para el crecimiento, bien sexuales para la propagación de la especie. Tienen como
finalidad proteger la vida y su desarrollo65. Pero éstas pertenecen a la tercera categoría del conjunto de
los mandamientos66:

1. En la primera, entran las leyes morales o éticas para la convivencia, cuya necesidad es
obvia (mishpatim).
2. En la segunda, las normas concernientes a los ritos sagrados y a las fiestas (edot).

62
Cf. A. KAPLAN, Las aguas del Eden (Bilbao 1988) p.57.
63
Cf. KAPLAN (Bilbao 1988) p.58.
64
Cf. R. SAMUEL, Les Livres des 613 commandements Sefer ha‟hinou‟h. Les Bases de l‟education juive. Karen hasefer
ve-halimoud (Paris 1986) p.7.
65
Cf. F. EPHRAIM, Giuseppe di Nazaret. Il mistero del Padre (Milano 1998) p.176.
66
Cf. KAPLAN (Bilbao 1988) pp.15-17. Para cantar las excelencias de la Ley, el salmo 118 utiliza ocho términos hebreos
que van apareciendo de manera rítmica a lo largo de las 22 estrofas que lo configuran: torá, miswot, mishpatim, hukkim,
edot, pikkudim, dabar, imra. Los ocho están tratados como sinónimos y son prácticamente intercambiables, cf. L. A.
SCHÖKEL – C. CARNITI, Salmos II (Estella 1993) p.1434. La división tripartita que presentamos es de elaboración
rabínica y regula las tres dimensiones fundamentales de la vida humana: La relación del hombre con su prójimo
(mishpatim), con su Dios y el culto (edot), consigo mismo y la conservación de la especie (hukkim).
30
3. En la tercera, los decretos (hukkim), consistentes en leyes y preceptos para los que no
existe una razón aparente. En éstos entran las leyes dietéticas y las de la purificación
sexual, tanto en el hombre como en la mujer. Deben aceptarse por la fe pura y la
obediencia ciega, pues son preceptos que tienen a Dios como causa última, pero que son
difíciles de entender para la razón.

La ciencia moderna, que reduce al ser humano a pura química, considera absurda y perjudicial
cualquier tipo de legislación que venga impuesta desde fuera (moral teónoma) y que sea fuente de
sufrimientos (escándalo de la cruz)67. Defiende que el hombre, como la especie animal, debe guiarse
por el principio del placer y no atentar contra su libido so pena de sufrir seriamente las secuelas
traumáticas de dicho comportamiento. Para los sicólogos ateos 68, la fuente mayor de traumas es la
represión sexual, verdadero caballo de Troya que destruye el bienestar humano y la calidad de vida69.
En cambio, para el hombre piadoso, la virtud de la castidad es la perla preciosa del evangelio (Mt
13,45-46)70, y el desorden sexual, un atentado contra el mandamiento principal (amor a Dios y al
prójimo), pues, por un lado, engendra odio al Creador (Rm 1,18-32)71 y fastidio hacia los bienes
espirituales72 y, por otro, es origen de un sinnúmero de egoísmos y miserias que atraen el castigo
divino sobre la humanidad73. La destrucción de Sodoma y Gomorra (Gn 19,1-29) será un memorial
perpetuo para Israel: la terrible lección es evocada con frecuencia tanto en el AT74 como en el NT75. La
castidad hace grande al ser humano, y le confiere una dignidad y una felicidad propias de los hijos de
Dios. La lujuria, en cambio, degrada tanto al individuo (hombre) como a su especie (humanidad). No
existe mayor miseria que la engendrada por el desorden sexual. Por eso el Creador ha dispuesto unas
normas muy explícitas para que el ser humano no conozca el hedor de su propia corrupción.

67
Para U. NERI, Poverta, castita, obbedienza (Bologna 2005) pp.67-75, existe un ataque frontal, también en cierta medida
en el mundo católico, a la virtud de la castidad a la que se considera como una doctrina injusta. Dicho autor cataloga en
cuatro grupos las objeciones que la ciencia moderna presenta a la visión cristiana de la castidad: A) Objeción clásica: ese
trata de una visión utópica e impracticable que sumerge al hombre en la frustración, ya que es incapaz de ponerla en
práctica. B) Objeción de carácter psicológico: es fuente de todo tipo de complejos, pues es dolorosa, engendra sentimientos
de culpa y distorsiona la personalidad. C) Objeción sociológica: el permisivismo sexual es una práctica común en todos los
pueblos. Quien actúa de otra forma está condenado al ridículo y vive en las antípodas. D) Objeción de orden histórico-
espiritual: la moral cristiana es mezquino y unilateral, concentrada exclusivamente en el sexo, herencia de una visión
monástica que preconiza la huída y el desprecio del mundo.
68
“La antropología freudiana es reduccionista: el hombre es víctima de su inconsciente dominado por el impulso sexual; el
fenómeno religioso es mera artificiosidad (sublimación sexual) producida por la censura de la libido. Como afirma M.
FAZIO, Historia de las ideas contemporáneas (Madrid 2006) p.334, “Freud uniendo neurosis y sexualidad, sin quererlo
explícitamente, abría la puerta al permisivismo: el pansexualismo freudiano se convertirá en un elemento de interpretación
del mundo, el cual, puesto en contacto con el pensamiento revolucionario marxista, producirá la crisis contracultural de los
años 60”.
69
“Esta es una idea base del libro Psicología del fascismo (1933) de Wilhem Reich (1997-1957), que aplicaba al análisis de
la sociedad contemporánea conceptos ya presentados en otra obra escrita algunos años antes, La revolución sexual. Su
autor identificaba represión con fascismo, entendiendo este último en un sentido muy amplio. La ambigüedad del uso del
adjetivo fascista hacía que toda institución tradicional, todo signo de autoridad fuera considerado como represivo e
inhibitorio”, cf. M. FAZIO (Madrid 2006) pp.334-335.
70
Para SAN AGUSTIN, Confessiones, 8,1, es la perla por la que los discípulos lo dieron todo. “Con ella me llovieron todos
los bienes”, así se refería a ella el maestro de la juventud San Juan Bosco.
71
Para Pablo, el desorden sexual es una de las fuentes principales de ateísmo: “Dios los entregó a las apetencias de su
corazón hasta una impureza tal que deshonraron entre sí sus cuerpos; a ellos que cambiaron la verdad de Dios por la
mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura en vez del Creador” (Rm 1,24-25).
72
SANTO TOMÁS, Suma Teológica, 2-2, q.153, a.5c, afirma que del pecado capital de la lujuria “se sigue un doble acto
desordenado. El primero hace referencia al fin, y es el egoísmo, que busca un placer desordenado y es causa del odio a
Dios, impidiendo con la misma fuerza de la concupiscencia, el amor a Dios. El segundo hace referencia a los medios, y es
la complacencia en la vida presente, en la que se encuentra el placer, junto con la desesperación de la vida futura; pues
quien no reprime los placeres carnales no se preocupa de adquirir los espirituales, sino que siente fastidio por ellos”.
73
“Por eso, Dios los entregó a pasiones infames; pues sus mujeres invirtieron las relaciones naturales por otras contra
naturaleza; igualmente los hombres, abandonando el uso natural de la mujer, se abrasaron en deseos los unos por los
otros, cometiendo la infamia de hombre con hombre, recibiendo en sí mismos el pago merecido” (Rm 2,26-27).
74
Cf. Dt 29,22; Is 1,9; 13,19; Jr 49,18; 50,40; Am 4,11; Sb 10,6-7.
75
Cf. Mt 10,15; 11,23-24; Lc 17,28-29; 2P 2,6; Judas,7.
31
La Torá considera impuras ritualmente tanto la menstruación76 como las pérdidas seminales
involuntarias del hombre (“el hombre… se hace impuro por efusión de semen”, Lv 15,32); las
voluntarias (autoerotismo), son pecados de muerte. En la tradición judía, el que pierde el líquido
seminal durante el sueño, debe sumergirse en la mikvá77 después de haber recitado salmos de
purificación. Se le considera como impuro porque su semen no puede retornar a él, es como una
fertilidad perdida. Al mismo tiempo, el flujo menstrual es una prueba de la destrucción del óvulo; en
cierto sentido, se trata de un aborto involuntario78.
En la Ley de Dios está condenada toda actividad sexual fuera del ámbito del matrimonio79. Es
un decreto eterno de Yahvé, duro de entender para esta generación, hija de la „diosa razón‟, y más
difícil todavía cuando se trata de ponerlo en práctica. En Israel, el acto sexual posee carácter sagrado y
la unión conyugal es considerada como una liturgia que tiene un orden (seder) establecido de
antemano que ninguna ley humana puede alterar ni romper. Muchos “no entienden este lenguaje, sino
sólo aquellos a quienes se les ha concedido” este don (Mt 19,11). De ahí el estado de rebeldía
permanente en que se encuentra la humanidad caída.
El hombre que deja a un lado la Revelación y se guía exclusivamente por una de las tres
dimensiones del ser humano (la razón, los sentimientos y las pasiones) tiene dificultad para
comprender el lenguaje de la cruz que preside e ilumina la vida del creyente (“si alguno quiere venir
en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”, Mt 16,24). Así como en cada construcción
son imprescindibles los cimientos, así también en la edificación de toda criatura que aspira a ser hija de
Dios se hace necesaria la negación radical de sí misma, tarea que en Israel comienza de una forma
decidida en la adolescencia. El hebreo antes de desposarse con una mujer se desposa con la Torá el día
santo de la Bar Miswah 80. Durante varios años se alimenta con la Palabra de Dios y tiene prohibida
cualquier tipo de actividad sexual voluntaria. Es cierto que la aparente inactividad tanto afectiva
(hembra) como sexual (varón) puede ocasionar en ambos una tensión y un desasosiego difícil de
entender y asumir:

1. En el muchacho, el malestar es más bien de orden sexual. La producción serena pero continua de esperma, a
partir de la pubertad, genera en momentos concretos una presión de carácter orgánico que puede desembocar en un
estado de ansiedad de no producirse la descarga correspondiente. Pero es entonces, una vez que se desatan las
pasiones, cuando el espíritu recibe la orden terminante de enseñorearse sobre la carne. Comienza, en ese momento,
el combate interior y el arte de negarse a sí mismo: es la hora en que el creyente golpea su cuerpo para someterlo a
servidumbre (1Co 9,27). Así, mientras el hombre de la carne se desmorona, “el hombre interior se renueva de día

76
Una mujer está en estado de niddah (impureza) desde el momento en que le viene la menstruación hasta que se sumerge
siete días después de la última pérdida en la mikvah: “Cuando una mujer tiene una pérdida de sangre de su cuerpo será
„niddah‟ por siete días” (Lv 15,19). El vocablo niddah viene del verbo nadah y significa „separada”; durante esos días la
mujer debe dejar todo contacto físico con el marido.
77
Estanque de agua para el baño ritual. Se construye siguiendo unas reglas precisas de la Torá y se alimenta con agua de
lluvia. Bajo ciertas condiciones, se puede usar también el agua de una fuente, de nieve o de hielo. Existen tres áreas
principales en las que la ley judía requiere la inmersión en la mikvah: 1. Una mujer judía no puede tener relaciones con su
marido hasta siete días después del último día de su regla y tras sumergirse en ella. 2. La inmersión en la mikvah sella el
proceso de conversión al judaísmo. 3. Los utensilios para la comida (cacerolas, platos, cubiertos etc.), construidos por no
judíos, tienen que ser „convertidos‟ por medio del baño de inmersión. Para otros detalles, cf. KAPLAN (Bilbao 1988) pp.
12-15.
78
Cf. EPHRAÏM (Milano 1998) pp.176-177.
79
La Ley no sólo prohíbe la práctica solitaria de la sexualidad sino todo tipo de relación prematrimonial: “No habrá
prostitutas entre las hijas de Israel” (Dt 23,18). Según la definición de la Torá, la categoría de prostitutas incluye todas las
formas de sexo prematrimonial, cf. KAPLAN (Bilbao 1988) p.31. También está prohibida a los esposos la eyaculación en
las vías muertas o improductivas (sexo oral y anal).
80
La Misná afirma que los hombres hacían su entrada oficial en la Sinagoga a los trece años y las mujeres a los doce. Esta
edad no es gratuita sino que está determinada por la irrupción de la pubertad. Cuando los varones y las hembras adquirían
la capacidad de engendrar se desposaban con la Torá. Eran considerados adultos y estaban obligados a poner en práctica
cada uno de los 613 preceptos recopilados de la Ley. En un rito sencillo recibían de manos del archisinagogo el santo Rollo
como un esposo recibe a su esposa. Para todo israelita, marido o mujer, el Libro llegó primero; la sujeción a la Torá es
superior al vínculo matrimonial.
32
en día” (2Co 4,16)81. Esta batalla no puede ganarse sin el concurso directo de Dios. Es un don del Espíritu,
desconocido en el AT debido a la dureza del corazón por el pecado original, pero que fue anunciado por los
profetas (Jl 3,1). Tras la muerte de Jesús, los que creyeron en él lo recibieron copiosamente (cf. Jn 7,39).
La pubertad y la primera juventud vienen a ser como dos escuelas llenas de sabiduría en las que se va
templando y forjando el futuro del hombre. Esa perturbación o tormenta cíclica que se produce en el desarrollo
humano es providencial, pues nada mejor que ella contribuye a la madurez humana según los planes de Dios.
Como aquí se juega el destino de la humanidad, el enemigo aprovecha esos momentos difíciles para sugerir
falsas vías de escape o caminos que no llevan a ninguna parte. El onanismo82 (autogratificación sexual separada de
la procreación) está prohibido severamente en las Escrituras (Gn 38,1-11), porque su práctica es un ácido que
corroe el tejido interior del alma y paraliza su crecimiento (raquitismo espiritual). También viene a ser como una
declaración de guerra al futuro de los pueblos. Onán es un niño que no llegó a crecer. Es cainita, pues niega la
alteridad y no sabe crear un espacio para el otro83. No es un ser para los demás sino sólo para sí mismo. Este es su
error, una de las derivaciones más funestas y visibles del pecado original. Hoy día los falsos sabios de Job,
vestidos de bata blanca o de toga aterciopelada, rinden culto al dios Onán. Hablan y legislan desde sus pobres
cátedras sobre un misterio que se les escapa de las manos, porque aún no se les ha revelado. Son tan inteligentes,
están tan llenos de sí mismos que no les entra la Palabra de Dios.

1. En la muchacha, la inquietud es de otra índole; tiene que ver más con el mundo afectivo. En su naturaleza surge,
a modo de eclosión, la fábrica de la vida y con ella la necesidad de amar y ser amada. Sin embargo, la orden que
recibe de lo alto es de repliegue temporal. ¿Quién se atreve a legislar con normas que ensanchan el corazón y lo
frenan a la vez? Dios y sólo Dios. Y Él sabe bien lo que hace porque esa célula viva que se despierta es un ser
complejísimo cuya clave de funcionamiento sólo Él conoce. Día a día, va desarrollándose en la mujer el universo
de los sentimientos y, día a día, aparece la prohibición terminante de rellenar esos espacios vacíos con ídolos de
carne y de hueso que Él no haya provisto. Mientras el desarrollo no alcance la madurez biológica, psicológica y
moral no es tiempo de sementera. O como dicen los maestros del espíritu: „mientras dura la tormenta –o se está en
periodo iniciático- no es bueno hacer mudanzas‟.
Este mal de ausencias, que hace sangrar el corazón de la joven, aquilata y engrandece su alma. Pero hay que
saber esperar pacientemente a que “pase el invierno, cesen las lluvias, la tierra se cubra de flores y llegue la
estación de las canciones” (Ct 2,11-12). Sólo quien sabe esperar y siembra con lágrimas, cosecha entre cantares.
Ese llanto juvenil es como un abono donde crece la nueva mujer, madre de pueblos, experta en el arte de dominar
sus sentimientos y de hacer germinar esplendorosamente la vida.

En resumidas cuentas, „circuncidar o no circuncidar la carne y el corazón‟, ése es el punto en


cuestión. No es una tarea fácil sajar sin dañar las fuentes de la vida o del amor. Se trata de una cirugía
perfecta salida de las manos del Espíritu Santo. Es verdad que los años de la espera en la primera
juventud se hacen interminables, que la carne se impacienta o se torna rebelde y que el fantasma del
retorno a Egipto -al mundo sin voz, sin Torá- surge como verdadera tierra de promisión. En el
horizonte sombrío del paganismo del siglo XXI, el Dios de Moisés aparece como un tirano y el
demonio, disfrazado de „diosa razón‟, como su único libertador84. Y la gran tentación que asola a los
pueblos es la renuncia a las promesas de la Vida Eterna a cambio de un humeante plato de lentejas. El
hombre moderno hipoteca su futuro rompiendo las tablas de la Ley –que son verdaderos caminos de
comunión con Dios y con el prójimo- a cambio del infierno de una “soledad poblada de aullidos” (Dt
32,10). La compleja nave espacial que es el ser humano, tiene un código que sólo Dios conoce y revela
a los humildes. Si el hombre en el colmo de su necedad prescinde de la Palabra y elabora sus propias
reglas, la civilización humana camina sin Dios hacia el caos y el holocausto de los pueblos.

81
Pablo en Rm 8,2, subraya que “la ley del espíritu que da la vida en Cristo Jesús liberó (al hombre) del pecado y de la
muerte”…”pues las tendencias de la carne son muerte; mas las del espíritu, vida y paz, ya que las tendencias de la carne
llevan al odio a Dios” (8,8).
82
Práctica de derramar el semen por la tierra para evitar los hijos; por ella, Dios hizo morir a Onán, de ahí su nombre. En
sentido amplio, se considera también onanismo a la masturbación masculina por ser una pérdida seminal que tiene como
raíz el egoísmo.
83
La esencia de Dios es amar al Otro. Dios -que es Absoluto, está en todas partes y lo ocupa todo- se negó a sí mismo
contrayéndose para crear un espacio para el hombre. A imagen del Padre, su Hijo “siendo de condición divina no codició el
ser igual a Dios sino que se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo” (Flp 2,6-7). De la misma manera, el
matrimonio judío y el cristiano están abiertos sin límite a las vidas que Dios les quiera regalar. En la cosmovisión hebrea, la
vida –como los hijos- proviene de Dios y no de la diosa razón, experta en el arte de la planificación.
84
“Una de las características más acentuadas de la sociedad occidental es el permisivismo…El slogan „Prohibido prohibir‟
estuvo en el centro de las protestas universitarias del 68”, cf. FAZIO (Madrid 2006) p.331.
33
Aparentemente, los hukkim (preceptos) relativos a la pureza ritual se tornan inhumanos tanto
para el hombre como para la mujer. Pero no hay que mirar las apariencias de las cosas sino el corazón,
pues es ahí, en el crisol interior de la castidad, en donde nacen las estrellas que brillan con luz propia
en el universo de Israel y de la Iglesia, pues “ninguna virtud es tan necesaria como ésta para ver a
Dios”85.

B) LA CASTIDAD REDENTORA

En la soledad de estos desiertos se acrisolaron las almas de los dos José. Si hay algo que les une
es que eran justos: ninguno derramó su simiente por la tierra y los dos contrajeron nupcias con la mujer
que Dios proveyó. Fueron fieles a este mandato, por eso hicieron acopio de sal, tuvieron un dominio de
sí y una capacidad de sufrimiento tan alta que los hizo autores de dos de las proezas más memorables
de la historia de la humanidad: una en el Antiguo Testamento y otra en el umbral del Nuevo:

a) A José de Egipto, por ser casto, Dios le dotó con el don profético de interpretar la
historia; gracias a su sabiduría salvó a Egipto, a sus hermanos y también al mundo
entero de la hambruna más pertinaz. Fue el hombre providencial que hizo la primera
reforma social de la Tierra y el artífice de la prosperidad de Egipto. La gesta de José
salvó a la humanidad del exterminio.

b) José de Nazaret, que se hizo célibe para secundar los planes de Dios, proveyó al
mundo, en la aurora del NT, con el Pan que baja del cielo (Bet lehem = casa del pan), el
único que sacia y da Vida Eterna (Jn 6,48-51). El „sí‟ de José al celibato, abrió las
puertas a la Redención86.

Los dos, obedeciendo a los hukkim de Dios, aprendieron el arte de sufrir que es el arte de vivir
con mayúsculas, pues conocieron por la fe que les habían transmitido sus padres, que el Altísimo nada
pide al hombre que le pueda hacer daño. Frente a estos preceptos menores difíciles de entender, los
piadosos de todos los tiempos crucifican su razón y los ponen en práctica escrupulosamente, porque
saben que “el que traspasa uno de estos mandamientos más pequeños y así los enseña a los hombres,
es el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será
grande en el Reino de los Cielos” (Mt 5,19)87. La castidad engrandece tanto al hombre como a la
mujer. La incontinencia, en cambio, debilita y denigra la especie humana y viene a ser como un ácido
corrosivo que impide el crecimiento de la autoestima.

Del primer José se conoce el relato de la seductora mujer del eunuco Putifar que se enamoró
ciegamente de él, probando repetidas veces su virtud. El siervo de Dios salió airoso de la tentación
permaneciendo fiel a los mandatos de sus mayores, aún a costa de su vida. Por la castidad radical,
perdió la libertad física pero ganó la paz interior y el beneplácito de Dios que le hizo justicia en la

85
Cf. J. CRISÓSTOMO, Homilía sobre San Mateo, 15.
86
Sin su concurso, el nacimiento del Mesías hubiera sido irrealizable. Al ser María probablemente de la casa de Aarón
(tribu de Leví), Jesús no hubiera nacido de la estirpe de David si no se hubiera casado con un hombre davídico como José.
La Ley, por su parte, condenaba a la mujer que concebía un hijo sin marido (Dt 22,21); para salvaguardar su santidad, la
Providencia proveyó un padre y un esposo en toda regla, un hombre temeroso del Señor que supo custodiar el voto de
virginidad de su mujer, cf. las cuatro razones que da San Juan Crisóstomo sobre la conveniencia de que Jesús naciera en el
seno de una familia y que comenta hábilmente F. SUÁREZ, José, esposo de María (Madrid 2001) pp.44-51.
87
Las prescripciones menores de la ley veterotestamentaria a las que se refiere Jesucristo vienen pormenorizadas en los vv.
siguientes (Mt 5,21-48). En los vv. 29-30, el Maestro exhorta por medio de una imagen tomada de la cirugía a evitar con
todo cuidado las ocasiones próximas de pecado, singularmente del pecado de lujuria, cf. S. DEL PÁRAMO, La Sagrada
Escritura. Nuevo Testamento I (Salamanca 1964) p.64. Ningún detalle de la Ley escrita debe ser omitido, incluso los del
tercer grupo (hukkim). Jesús fue respetuoso y observante para con la Ley escrita, recopilada por la tradición talmúdica en
los 613 preceptos; pero se mostró crítico para con la ley oral creada en gran parte por los hombres, cf. E. LEVINE, Un
judío lee el Nuevo Testamento (Madrid 1980) p.205.
34
historia. Por ser justo fue sometido a toda clase de pruebas saliendo siempre victorioso de ellas, pues
al sadiq “todo lo que emprende le sale bien” (Sal 1,3c).
Jacob fue educado en la escuela de sus padres, expertos en el arte de negarse a sí mismos. El
matrimonio de Isaac y Rebeca fue el único monogámico del AT. No por casualidad Isaac pasó por la
experiencia del Moria. Jacob, siendo joven, huía de toda gratificación sexual por tratarse de pura
idolatría, en contra de su hermano mayor Esaú que dilapidó su primogenitura “desposando las mujeres
del hitita” (Gn 27,34), que le robaron no sólo la simiente sino también el alma. Un día, el menor, tras
la visión de la escala en Betel, levantó la gigantesca piedra, que cubría la boca del pozo de Jarán y que
sólo podían levantar cuarenta hombres, ante su futura esposa Raquel (Gn 29,1-14). El secreto de su
fuerza residía en ese „rocío de resurrección‟ que recibía gratuitamente del cielo, permaneciendo casto
desde su juventud. Esaú, en cambio, era robusto de cuerpo, pero raquítico de alma pues no obedeció la
voz de sus padres ni supo dominar sus pasiones. Su desorden destruyó sus reservas de sal y por eso
conoció la corrupción. Sin capacidad de sufrimiento, delante de un plato de lentejas, cometió el gran
pecado de la prevaricación.
En el denominado „Testamento de Matatías‟, (1Mc 2,49-68) se dice de José que “en medio del
peligro, cumplió el mandamiento y llegó a ser señor de Egipto” (v.53). ¿A qué dificultad se refiere en
concreto el autor sagrado cuando remarca que en ella se mantuvo fiel a la ley? Más aún ¿cuál fue el
mandamiento por el que pasó a ser uno de los grandes de la nación? Otros documentos de la época han
intentado resolver esta incógnita: así el libro apócrifo de los Jubileos entiende que la dificultad es la
seducción de la mujer de Putifar (Jub 39,6-13). También Antigüedades Bíblicas afirma que la
superioridad de José es consecuencia de “negarse a mancillar a su raza” (AB 43,5). Finalmente, en la
obra José y Asenet se afirma que, ante el asedio de las mujeres egipcias, José se acuerda del
„mandamiento‟ (entolé) de su padre88. El primer testimonio de 1Mc es de gran importancia por ser un
libro tardío, escrito en hebreo hacia el año 100 a.C. y por resaltar la castidad como la virtud principal
del patriarca.
La sexualidad a los ojos de Dios es sagrada y con ella no se juega. Quien traspasa los muros de
la Revelación y no pone en práctica sus mandatos paga un alto precio, como le aconteció a Esaú, a
Sansón, a David y a Salomón que desposaron mujeres extranjeras, o a Onán que vivió su sexualidad
sólo para sí mismo encontrando en ello la muerte. Quien actúa así, difícilmente alcanza la estatura de
hombre adulto, vive en una soledad poblada de aullidos y, lo que es peor, no tiene ni brújula ni barco
ni velas para salir del agujero negro donde se ha metido. Como el mulo de la noria, siempre estará
dando vueltas alrededor del mismo pozo sin degustar el agua viva.

Del segundo José conocemos, por un lado, los relatos de la concepción virginal de María (Mt
1,28-25; Lc 1,26-38) y el elogio encubierto que Jesús realizó de él durante su ministerio público: “Hay
eunucos que salieron así del seno materno, y hay eunucos que fueron hechos tales por los hombres, y
hay eunucos que se hicieron tales a sí mismos por el Reino de los Cielos” (Mt 18,12). Su casamiento
con la virgen anunciada por el profeta Isaías llevaba consigo la cláusula del celibato o la castidad total;
el patriarca la aceptó gozoso, sin poner ningún tipo de trabas para que pudiera irrumpir el Mesías. Se
negó radicalmente a sí mismo, convirtiéndose por ello en el primer eunuco cristiano de la historia89.
Este celibato, como analizaremos en el siguiente capítulo, no fue un guión impuesto sobre la marcha,
sino que fue deseado y asumido de forma lúcida y personal, antes y después del matrimonio. A Yahvé
no le agradan los servidores forzados. Él es el Dios que libera previamente a su pueblo de la casa de
servidumbre para que pueda pasar de forma gratuita a su servicio. Sólo desde esa situación anímica de
libertad, Israel hace un pacto con su Señor en el Sinaí90.

88
Testimonios extraídos de GUEVARA (Estella 2006) pp.95-96.
89
José, un hombre con el pecado original igual que nosotros, encarna la virginidad, “una distancia profunda… en la
cercanía absoluta que tenía María”, porque “la vocación a la virginidad es una posesión con una distancia dentro, con un
dolor dentro” (L. Giusani), cf. R. FILIPPETTI, El acontecimiento según Giotto (Padova 2002) p.25.
90
Resulta esclarecedor el título adoptado por AUZOU, De la servidumbre al servicio (Madrid 1972) pp.77-80, en su
comentario al libro del Éxodo; Yahvé no hace la alianza con su pueblo cuando se encuentra este sometido a la esclavitud de
Egipto, sino una vez que ha sido liberado de sus enemigos y ha hecho la experiencia de un Dios que provee “el pan
(venido) del cielo” (16,4), que da Yahvé (cf. 16,15.29), y que sacia (cf. 16,8.12). Se trata de una alianza ratificada desde un
35
José vivía la esperanza mesiánica de forma tan acentuada que la venida del Emmanuel en la
persona de su prometida, colmaba sus expectativas y satisfacía profundamente los anhelos de su
corazón. La presencia visible del Hijo de Dios en su casa fue un anticipo de la vida celeste donde el
hombre y la mujer conviven en perfecta armonía sin necesidad de vida marital. Su celibato no fue una
conquista o un simple resultado de imperativos ascéticos, ni tampoco le ocasionó traumas colaterales,
sino que fue percibido y vivido como un don divino que iluminó cada una de las potencias de su ser.
Galot, parafraseando una idea del filósofo católico Jean Guitton91, lo describe sabiamente:

“El encuentro de José y María se puede comparar con el primer encuentro de Adán y
de Eva, encuentro que tuvo lugar antes de que el pecado introdujera en el corazón humano la
llama de la concupiscencia. José y María encontraron de nuevo esta primitiva pureza de la
mirada del hombre y de la mujer. No estaban inquietos por los desordenados deseos de una
carne que se enfrenta al espíritu. En su vida, la carne encontraba su verdadero destino, y no
servía más que para dejar que la belleza del alma se viese desde el exterior. De esta forma
quedaba en su lugar, a la sombra, pues la atención no estaba centrada en ella” 92.

5.- Rechazados por sus hermanos

En el primer José es más evidente el rechazo. Dotado desde pequeño de cualidades humanas
extraordinarias y adornado de dones divinos especiales, fue objeto de predilección por parte de su
padre. Dicho amor preferencial suscitó los celos, la envidia y la animadversión del resto de sus
hermanos que en un momento preciso decidieron acabar con él. Gracias a la providencia de Dios y a la
intervención de Rubén fue vendido como esclavo a los egipcios. Este binario de amor y odio fraguó su
alma. Tenía diecisiete años cuando fue separado brutalmente de su padre. Este dato sería superfluo si
no apareciera en primer lugar en su biografía (Gn 37,2), una de las narraciones más elaboradas del AT,
y no coincidiera con el mismo período de tiempo de permanencia de su padre en Egipto (47,28). Se
trata, pues, una inclusión93 bien intencionada: José permaneció unido a su padre durante dos períodos
de diecisiete años, uno al comienzo de su vida en Canaán y otro al final en Egipto. Un análisis
minucioso de los años que vivieron los tres grandes patriarcas nos revela que este número (17) aparece
como denominador común en cada uno de ellos. Las reseñas que nos ofrece la redacción del Génesis
son las siguientes: Abrahán vivió 175 años (Gn 25,7), Isaac alcanzó la edad de 180 años (34,28) y los
años de la vida de Jacob fueron 147, diecisiete de los cuales pasó en Egipto (47,28). El estudio
comparativo de las tres cifras ofrece los siguientes resultados 94:

ABRAHÁN 5 x 5 x 7 = 175
ISAAC 6 x 6 x 5 = 180
JACOB 7 x 7 x 3 = 147

JOSÉ 8 + 8 + 1 = 17

ABRAHÁN 5 + 5 + 7 = 17

ámbito de libertad. En la pedagogía divina primero ha de producirse la salvación, después se ratifica la Alianza. De la
misma manera debió acontecer en José de Nazaret: Dios tuvo que liberarle “de las manos enemigas para que libres de todo
temor pueda servirle en santidad y justicia todo los días de su vida” (Lc 1, 74-75).
91
Cf. J. GUITTON, La Vierge Marie (Paris 1949) pp.32-34.
92
Cf. GALOT (Madrid 1998) p.23.
93
Unidad literaria y temática querida como tal por el autor, consistente en reproducir al final de un relato o de una sentencia
una fórmula típica que recuerda el comienzo. Se trata de una de las figuras literarias más importantes de la literatura hebrea.
En una inclusión la finalidad de lo que se quiere comunicar está en el centro. Su descubrimiento ayuda a determinar el
núcleo y el hilo conductor de un pasaje o, incluso, de todo un libro.
94
Cf. L. H. GROLLENBERG, Visión nueva de la Palabra (Barcelona 1991) p.51.
36
ISAAC 6 + 6 + 5 = 17
JACOB 7 + 7 + 3 = 17

Debe existir una verdadera intencionalidad a la hora de fijar las fechas de la muerte de los
padres de Israel, pues cada una de ellas guarda estrecha relación entre sí y con el número diecisiete.
Tales coincidencias no son fruto de la casualidad95. A esa edad José fue traicionado por los suyos.
Dicha cifra, pues, simboliza al siervo vendido por sus hermanos, que ha sufrido en su cuerpo las
consecuencias de sus pecados y a quien Dios constituyó en fuente de salvación. No sólo se salva José,
sino que el crimen de sus hermanos se convierte en instrumento en manos de Dios para salvar a Israel,
a Egipto y al mundo entero96. El número diecisiete posee, por consiguiente, un alcance simbólico:
representa al Mesías Salvador, el hijo de la promesa que desde Abrahán, Isaac y Jacob se fue
transmitiendo de generación en generación.
El número de José (17) aparece también de forma críptica en la tradición joánica, en el relato de
la pesca milagrosa (Jn 21). La cifra de los peces capturados -ciento cincuenta y tres- (v.11) se afirma
sin ningún género de duda; no es un número ni aproximado ni redondeado: es la triangulación del 1797.
La suma total de cada una de las cifras del 1 al 17 (1 + 2 + 3 + 4 +..... + 17) es 153. La relación entre
17 y 153 encuentra su apoyo en el relato de la visión de la fuente del Templo (Ez 47,1-12) que el
evangelista utiliza como trasfondo de dicho pasaje, donde se anuncia que las aguas insanas, al contacto
con la corriente que mana del lado derecho del Templo, se llenarán de peces y que los pescadores se
pondrán a la orilla del mar desde la fuente Gadi (valor numérico 1798) hasta la fuente de Eglayim
(valor numérico 15399) para tender sus redes (Ez 47,10). Por tanto, la fuente de Eglayim representa el
terminus ad quem de una pesca prodigiosa que alcanza hasta el Mar Muerto. Así, la presencia de Jesús,
fuente de agua viva que llega en un nuevo amanecer histórico para la humanidad, a las orillas de un
mar donde no se ha pescado nada durante la noche, ofrece ahora la posibilidad de recoger una red de
153 peces grandes. El prodigio esperado por Ez 47 encuentra su realización tras la Pascua de Cristo. A
través de este número (17), subyacente al 153, el redactor anónimo presenta a Jesús, como el nuevo
José, el Hijo predilecto de Dios, traicionado y vendido por los suyos, que gracias a su muerte y
resurrección se convierte en causa de salvación universal. El autor sagrado sugiere el cómo se ha
realizado y se está realizando la obra de la redención (sufrimiento vicario); al mismo tiempo, pone de
relieve su alcance universal (judíos y gentiles).

El rechazo a José de Nazaret por parte de los suyos se hizo manifiesto a su llegada a Belén,
su ciudad natal, con motivo del censo del emperador. No es sostenible la teoría clásica que afirma que
no hubo posada para ellos debido a la llegada masiva de forasteros o a otro fenómeno de carácter
coyuntural. En Israel la ley de la acogida es sagrada y mucho más si se trata de un miembro del propio
clan. Si a ello se une el hecho de que su mujer se encontraba en avanzado estado de gestación su
puesta en práctica se convierte en un imperativo categórico. Las Escrituras están jalonadas de pasajes
donde se evidencia esta apertura al otro, sobre todo cuando aparece en su indigencia, como sucede en
el caso del huérfano, la viuda o el extranjero (Dt 24,17-19.20.21; Lv 23,22). Abraham acogió sin
dilación a tres desconocidos que resultaron ser mensajeros de Dios; lo mismo hizo Rebeca en el pozo

95
Sería un error de nuestra parte restar importancia al lenguaje numérico, muy usual en Oriente, juzgando sin fantasía a
poetas que componían con fantasía, cf. L. ALONSO SCHÖKEL, „Estructuras numéricas en el Antiguo Testamento‟ en
Hermenéutica de la Palabra, II (Madrid 1987) 257-270, en p. 265. El número para Israel es un instrumento valioso de
significación y, por consiguiente, un lugar teológico, cf. el análisis de los números siete, tres, cuatro, doce y cuarenta en M.
WHITE, The Symbolical Numbers of Scripture (Edinburgh 1968); también J. DE FRAINE – P. GRELOT, „Números‟ en
Léon-Dufour (ed.) Vocabulario de teología bíblica (Barcelona 1990) pp.599-602. Una vez más, hemos de convertir
nuestros parámetros y adecuarlos a los del medio cultural donde se gestaron las Escrituras.
96
Para más detalles sobre el número de José, cf. GÓMEZ (Valencia 2005) pp.105-119.
97
Cf. F. H. COLSON, Triangular Numbers in the New Testament, JThS 6 (1915) 67-76.
98
El valor numérico de Gadi es 17 (g = 3; d = 4, y = 10).
99
El valor numérico de „Eglayim es 153 („ = 70; g = 3; l = 30; y = 10; m = 40). Esta gematría, que hacemos nuestra, ha sido
propuesta por J. A. EMERTON, „The hundred and fifty-three Fishes in John XXI,11‟, JTS 9 (1958) pp. 86-89, en p. 88, y
adoptada más recientemente por CHARLIER, I (Bilbao 1993) p. 163.
37
de Jarán con Eliezer, el criado a quien el patriarca Abrahán encomendó la misión de buscar una
esposa para su hijo Isaac; de la misma manera proveyeron las hijas de Jetró con Moisés, la viuda de
Sarepta con Elías y el profeta Eliseo con los cien hombres que venían hambrientos del desierto.
Tuvo que existir una causa muy poderosa para que se produjera tan alto grado de hostilidad
para con una mujer joven, primeriza y a punto de dar a luz. Conocemos las tradiciones judías de los
preparativos de bodas a las que eran invitados los miembros del clan; como ya habían pasado tres
meses de los desposorios es de suponer que en ese intervalo ya José había cursado las invitaciones a
los parientes más cercanos que se encontraban en Belén. El regreso de María a los tres meses de su
embarazo de casa de su prima Isabel y el posterior anuncio del ángel exhortándole a aceptarla como
esposa, fueron los dos factores que propiciaron su rápido traslado a su casa para así preservar su honor
y santidad. Fue tan precipitado que se rompió el riguroso protocolo de los preparativos. José, fiel a las
palabras del ángel, dispuso la celebración inmediata de las bodas. Forzosamente tuvo que ser
restringida, pues no dio tiempo a la confección del traje para el banquete (cf. Mt 22,1-14) ni a la
respuesta de los parientes lejanos. Esta decisión, sin una nota aclaratoria, fue posiblemente la causa del
endurecimiento de los familiares y vecinos de Belén hacia José.
Es probable que debido a su carácter de hombre justo, equitativo, altamente instruido en la
Torá y con dominio en las artes prácticas de su tiempo (tekton) suscitara, como en su homólogo, la
susceptibilidad del resto de sus hermanos y familiares. A un hombre que medita la ley día y noche no
se le puede permitir tan craso error. Sólo así, con los datos que disponemos, se hace comprensible que
los habitantes de la aldea de Belén se pusieran de uñas contra él y que cuando se cumplieron los días
de su mujer no se encontrara una sola plaza donde ubicarla. Los animales, según la tradición oral,
fueron más misericordiosos. José no pudo dar una explicación convincente ya que desvelaría el
misterio mesiánico y pondría en peligro la vida de su hijo. Tal justificación hubiera calmado la
animosidad de los suyos y habría hecho desbordar de alegría los corazones de la gente sencilla –como
sucedió posteriormente con los pastores de la comarca- pero el buen juicio le hizo optar por el silencio.
Un silencio que le hacía culpable ante todos, excepto ante Dios.
Al desamor de sus hermanos se unió la condena a muerte de Herodes que le llevó a
refugiarse en Egipto donde permaneció varios años al abrigo de la feroz persecución desatada contra el
niño (Mt 2,16-18). También el hijo del patriarca Jacob prosperó y vivió seguro en la misma tierra.
“Dios busca a los perseguidos. Cuando un justo persigue a un justo, Dios se pone de parte del
perseguido. Cuando un impío persigue a un impío, Dios se pone de parte del perseguido. También
cuando un justo persigue a un impío, Dios se pone de parte del perseguido. En todas partes Dios busca
al perseguido. Estamos seguro de ello, porque

Abel fue perseguido por Caín y Dios escogió a Abel,


Noé fue perseguido por su generación y Dios escogió a Noé,
Abrahán fue perseguido por Nemrod y Dios escogió a Abrahán,
Isaac fue perseguido por los filisteos y Dios escogió a Isaac,
Jacob fue perseguido por Esaú y Dios escogió a Jacob,
José fue perseguido por sus hermanos y Dios escogió a José,
Moisés fue perseguido por el faraón y Dios escogió a Moisés,
David fue perseguido por Saúl y Dios escogió a David,
Saúl fue perseguido por los filisteos y Dios escogió a Saúl,
Israel es perseguido por otros pueblos y Dios ha elegido a Israel”100.

El camino hacia Egipto viene a ser para su familia, pero sobre todo para él, como una especie
de Via Dolorosa anticipada. Y José como su antecesor no se resistió. Como ovejas mudas los dos
fueron al matadero sabiendo que Dios cambia –más tarde o más temprano- los valles del llanto en
bendición (Sal 84,7).

100
Lev Rabba, 27.
38
6.- Fuertes en el Señor

Uno de los dones que emana de la virtud de la castidad es el don de la fortaleza interior. Todo
ser humano –varón o hembra- en la fase de la pubertad es como un almacén que va atesorando mes
tras mes sal dentro de sí que impide que su ser conozca la corrupción. Sin este mineral es imposible la
supervivencia, de ahí que el evangelio exhorte a hacer buen acopio de ella (Mc 9,50) 101. A tal fin, el
Creador en su Sabiduría infinita creó la fábrica de la vida y dispuso la continencia total durante un
tiempo determinado para establecer los cimientos del futuro árbol familiar. Si hay algo que une a
ambos José es que ninguno derramó su simiente por la tierra. Fueron fieles a la Palabra de Dios, por
eso hicieron acopio de sal y tuvieron un dominio de sí y una capacidad de sufrimiento tan elevada que
los hizo autores de grandes gestas. Obedeciendo a Dios, aprendieron el arte de sufrir que es el arte de
vivir con mayúsculas, pues Él nada pide al hombre que no le pueda hacer feliz.

1) José de Egipto era de condición distinta del resto de sus hermanos. Hijo de Raquel, la
que amó a Jacob en el pozo de Jarán por la fuerza divina (el „rúaj‟ de Dios) que observó
cuando él desplegó sólo al levantar la gigantesca piedra. Ella se enamoró del Espíritu de
Dios que en la noche de la escala de Betel cayó sobre su alma como rocío de
resurrección. En el seno de esta mujer se fraguó el espíritu de José. Unas entrañas
marcadas por cuatro grandes pruebas:

a) Antes del matrimonio el alma de Raquel fue acrisolada en el fuego de la espera durante catorce
años que le parecieron un día.
b) Se sintió traicionada en lo más profundo por sus dos seres más queridos: su padre Labán y su
hermana Lía, que, confabulados, le robaron el amor de su vida.
c) También, durante varios años, “Dios le negó el fruto del vientre” (Gn 30,2).
d) Murió dando a luz. En el parto de Benjamín ella misma animaba a la comadrona diciéndole:
“¡Ánimo, que también este es hijo!” (Gn 35,17).

No sólo tuvo frente a sí a los suyos sino aparentemente al Señor del cielo. Mujer
probada, mujer amada, pues como dicen las escrituras: “El Señor a quien ama, le
corrige; y azota a todos los hijos que reconoce” (Pr 3,12; Hb 12,6). En este útero
marcado por la cruz y la fidelidad se gestó José. Sin duda que el tesón y la fortaleza de
su madre dejaron una huella profunda en su espíritu.
Mientras que sus hermanos (los hijos de Lía y las concubinas) andaban de caza
como Esaú en busca de las mujeres cananeas, José permaneció virgen en la tienda. En lo
sexual se ajustó a los caminos del Señor, por eso hablaba en las noches de sus sueños
con Él y se hizo inocente a sus ojos. Este dominio de sí le dio una capacidad ilimitada
de sufrimiento, que se puso de manifiesto cuando tomó las riendas del poder en Egipto:
dispuso la construcción de enormes graneros en todas las ciudades y aldeas del imperio.
Empleó el erario público y los recursos disponibles de forma exclusiva en estas obras,
descuidando expresamente otras áreas consideradas por otros como más apremiantes: la
conservación y edificación de lugares religiosos, la profesionalización del ejército, la
instrucción, la pavimentación del suelo, la agricultura, el comercio etc. Esta monomanía

101
En la cultura primitiva el procedimiento principal para conservar los alimentos era sazonándolos. De ahí que la sal llegó
a ser un mineral cotizado. No sólo da sabor a las comidas sino que impide su corrupción. En el ser humano, las sales evitan
la deshidratación. Por tener el valor de conservar los manjares (Ba 6,27) y por su función purificadora (cf. 2R 2,19-22)
acaba por significar el valor duradero de un contrato: „una alianza de sal‟ (Nm 18,19) es un pacto perpetuo como el de Dios
con David (2Cro 13,5), cf. LÉON-DUFOUR, VTB (Barcelona 1982) pp. 824-825. Estas cualidades naturales han dado pie
para que se la relacione con la virtud de la fortaleza (capacidad de sufrimiento) necesaria para resistir las pruebas y los
ataques del maligno (“todos serán salados por el fuego”, Mc 9,49). El fuego que sala se refiere a las pruebas que purifican
a los fieles y de las cuales les libra el Señor (Sal 34,20). Gracias a ellas, los justos se convierten en víctimas agradables a
Dios (cf. Lv 2,13). En la predicación apostólica se consideraba la sal imprescindible no sólo para la supervivencia personal
o de la comunidad (“tened sal en vosotros y tened paz unos con otros”, Mc 9,50) sino también para la regeneración del
mundo (“vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con que se la salará?”, Mt 5,13). Sin ella, el cristiano
no sirve para nada y merece ser arrojado fuera del Reino (Lc 14,35).
39
constructora de graneros le hizo odioso a los ojos de Egipto. Durante siete largos años
(¡una plenitud en el espacio y en el tiempo! 102) tuvo que hacer frente a las habladurías y
al descontento general de una población que no entendía la radicalidad de sus medidas.
A lo largo de ellos fue el hombre más odiado de la tierra.
Sin embargo, como su mente era lúcida y preveía lo que iba a venir, su brazo no
tembló en medio de la incomprensión o del desprecio. Supo vivir solo con el Solo. Tras
los siete años remando contra corriente y sintiendo el desamor de su nuevo pueblo,
sobrevino la época de escasez; entonces, los mismos que le criticaron, experimentaron y
reconocieron la sabiduría de sus decisiones. El odio se transformó en amor,
consiguiendo un nombre por encima de todo nombre. Fue declarado bienaventurado por
Egipto y por el resto de las naciones. Porque, como el trigo almacenado era
sobreabundante y no se perdió un solo grano, acudieron caravanas de todas partes del
mundo -también de Israel- a comprar con oro y plata el codiciado grano. Y el país
gobernado por él se enriqueció como nunca, gracias a la firmeza (sal) y al espíritu
profético (sabiduría) que la castidad perfecta le proporcionó. Con ella le llovieron a él,
a Egipto y a la tierra entera todos los bienes. La castidad de un solo hombre salvó al
viejo mundo.

2) Tampoco otro hijo de Jacob, José de Nazaret, derramó en su juventud la simiente por
la tierra. Era casto de pensamiento, palabras y obras. Como buen justo, no seguía el
consejo de los impíos, ni se detenía en la senda de los pecadores, ni se sentaba en el
banco de los burlones, sino que meditaba la Ley día y noche (Sal 1,1-2). Tenía puesta su
„libido‟ en la Palabra del Señor. Él ha sido el primer célibe de la humanidad que se hizo
como tal por el Reino de los Cielos. Se negó a sí mismo en las fuentes de la vida, por
amor a Dios y por amor a su prójimo. Nunca un amor humano tan castrado
aparentemente resultó tan fecundo, pues gracias a él irrumpió en la naturaleza humana
„el Deseado de las naciones‟. Por él, han sido benditas cada una de las razas de la tierra,
pues ha provisto en Belén (Bet lehem = casa del pan) el pan que baja del cielo, el único
que da vida eterna y sacia el hambre de los pobres. Esta castidad total dio vigor a su
corazón y lo hizo fuerte con Dios.
A la hora del desprecio masivo en Belén y de la soledad en Egipto, no murmuró
ni prevaricó. Fue hombre en plenitud (Ecce homo103) que supo remar contra corriente y
sacar a flote en circunstancias inverosímiles a su familia. Tenía la fuerza del búfalo para
resistir firme en la fe los infortunios de la historia y las inclemencias de sus
perseguidores. La castidad de José de Nazaret –marcada profundamente por el
sufrimiento y por la incomprensión de sus familiares y conocidos- hizo posible el
advenimiento del Mesías, y con él la irrupción de un cielo nuevo y una tierra nueva para
los hombres.

7.- Don profético

Ya se ha apuntado anteriormente que unido al carisma de la castidad va asociado el don de la


sabiduría que ayuda a conocer las claves de la historia e interpretarlas. Los sueños del hijo de Jacob
son anuncios anticipados; los del padre de Jesús son apariciones divinas. Tienen un denominador
común: gracias a este don, los dos salvan sus vidas, las de los suyos y las del mundo entero.

102
Cf. el estudio del significado de este número que se hace a la hora de analizar el título „Hijo de David‟ en el c. II
103
Pilato al presentar a Jesús al pueblo con la expresión „Ecce Homo‟ estaba profetizando de una forma inconsciente sobre
su verdadera condición. El es el hombre por antonomasia, varón de dolores, conocedor de todos los quebrantos, el Siervo
de Yahvé que dará la vida a muchos y a quien su Padre justificará resucitándolo de la muerte. Como trasfondo el
evangelista tiene el cuarto canto de Isaías dedicado al Siervo Sufriente (cf. Is 53,2-12).
40
1) La sabiduría de oriente convocada en la corte del Faraón no supo descifrar el
misterioso sueño que atormentaba al amo de Egipto. La sabiduría de un solo justo, José,
fiel discípula de su castidad vivida y defendida de los acosos en grado heroico, dio con
la clave interpretativa de la que dependía la salvación de toda la tierra. Este fue el cuarto
sueño de José. Los dos primeros los tuvo en casa de su padre: el de las gavillas
(primero) y el del sol, la luna y las once estrellas (segundo) que se inclinaban ante él. Su
narración a sus hermanos convirtió la envidia en odio, y fue el factor desencadenante
para que conspiraran contra él. Estando recluido en la cárcel del faraón, interpretó los
sueños del panadero y del copero del rey (tercero); sus palabras se cumplieron
puntualmente. Finalmente supo descifrar el sueño de las siete vacas gordas engullidas
por las siete vacas flacas (cuarto). Gracias a su sabiduría profética fue estimado por el
Faraón quien le puso al frente de su servidumbre y fue aclamado como un rey por los
egipcios.

2) Este mismo don lo tuvo el esposo de María en momentos decisivos de su historia: a


través de los sueños recibe una iluminación que fue como una lámpara que guió sus
pasos por el camino de la paz. El primer sueño aquietó su alma, causó el traslado
inminente de su esposa María a su casa y la adopción de Jesús como hijo suyo. El
segundo, en Belén tras el nacimiento de Jesús, determinó su huída a Egipto. El tercero
en Egipto, señaló su regreso a Israel; el cuarto, ya en su tierra, hizo que fijara su
residencia definitiva en Nazaret. Esta intimidad con un Dios que protege y guía sus
pasos no tiene otra explicación que su celibato por amor a Dios. José, más que un
siervo, era un amigo “porque el siervo no sabe lo que hace su amo”; un amigo, en
cambio, conoce los planes de su Señor (cf. Jn 15,15-16).

La persona que vive una sexualidad desordenada y malgasta su semen derramándolo fuera de la
única tierra que sólo Dios puede proporcionar (su mujer), no tiene visión de futuro y contrista al
Espíritu Santo, desparramando sus bienes; es un ciego carente de discernimiento para consigo y para
con su prójimo, incapaz de descubrir los designios secretos del Dios de la historia.

8.- Salvadores de la humanidad

El primero salvó a Egipto, a Israel y a todos los pueblos de una gran hambruna con el trigo que
la Providencia puso generosamente durante siete años en sus manos. Ningún grano se perdió pues supo
almacenarlo diligentemente en los incontables graneros que ordenó construir. El segundo, proveyendo
al mundo del „Pan que baja del cielo‟, depositado en el seno de su mujer María y que él supo guardar
diligentemente (notzer104) en Nazaret; hoy día, sigue siendo la verdadera Vida del mundo. Él, mejor
que nadie, fue el padre y custodio de este nuevo alimento que apareció en Belén („la casa del pan‟).
Los dos realizaron la salvación en medio de grandes penalidades y sufrimientos, porque sólo se puede
salvar desde la cruz. Está escrito: “me alegro por los padecimientos que soporto por vosotros, y
completo lo que falta a las tribulaciones de Cristo en mi carne” (Col 1,24). No hay redención si no
hay expiación y no hay expiación si no hay derramamiento de sangre. Por eso, mientras ellos sufrían el
mundo estaba recibiendo la vida. Sus padecimientos prefiguraron el verdadero y único sacrificio de
Jesús en la Cruz.

a) José de Egipto al centrar la acción de su gobierno en la edificación prioritaria de los graneros, dejando a
un lado el cuidado de otras necesidades vitales de sus súbditos, provocó un descontento general entre los
egipcios. Fue una tarea penosa. Pero José sabe amar a largo plazo y atenerse rigurosamente a los planes
previstos por su Dios. Ni la murmuración creciente ni la incomprensión de los suyos minó en modo
alguno su determinación. Siete años incomprendido por todos presupone una entereza de carácter y una

104
De este vocablo hebreo, que significa „el que guarda‟, procede el término nazareno, oriundo de Nazaret, cf. M. VIDAL,
Un judío llamado Jesús. Lectura del Evangelio a la luz de la Torá (Baracaldo 1999) p. 158.
41
capacidad de sufrimiento como nunca se había visto en ningún gobernante de la tierra. José sabe remar
contra corriente y negarse a sí mismo al aceptar el rechazo de todos por causa de la Palabra recibida de su
Dios.

b) José de Nazaret al desposarse con una mujer que “no conoce varón” está dispuesto a permanecer célibe
por causa del evangelio. Para un hijo de Abrahán, el anciano que suspiraba en su vejez por una
descendencia, cerrar la fuente de la vida equivale al suicidio generacional. Al aceptar hacerse eunuco para
que aparezca definitivamente en la tierra el Mesías, circuncida su carne y sacrifica en aras de Dios su
descendencia física. Su sí a María no fue inconsciente ni fortuito. También, al asumir la paternidad del
Hijo de Dios, acepta sufrir como oveja muda el rechazo de los suyos en Belén, las habladurías de sus
paisanos en Nazaret y la violencia salvaje de Herodes que busca febrilmente y con todos los medios a su
alcance la destrucción de su hijo.

Este saber vivir en el valle del llanto les lleva a los dos a saborear, una vez pasada la prueba, las
alegrías de la salvación a nivel personal y colectivo.

9.- Realizaron el éxodo

A los ojos de Mateo, la huida a Egipto no es un paréntesis accidental en el destino de Jesús,


sino un hecho significativo que vincula este destino a la historia general de Israel 105. Jesús personifica
al pueblo que va a Egipto y que posteriormente volverá de allí106. El evangelista funde dos tradiciones
complementarias: la historia del patriarca José y la vida de Moisés. Con el primero, Israel bajó a
Egipto; con el segundo, subió de él. En Mt es José de Nazaret con su mujer quien baja y sube al nuevo
Israel (el Mesías) del país de la esclavitud a la tierra prometida. Este éxodo, que aconteció como en
figura tanto en los orígenes de Israel como en la infancia de Jesús, alcanzará un día su plenitud de
sentido en la Muerte, Resurrección y Ascensión de la humanidad de Cristo al cielo.
La bajada a Egipto tiene para Israel un significado teológico. Más allá del hecho histórico, ha
ido creciendo en la conciencia del pueblo elegido la certeza de que tal hecho no es casual ni fortuito.
Se sabe que en el fondo de todo ello se encierra un proyecto divino que busca formarse allí un pueblo.
Para Mt, el nuevo Israel surge también prodigiosamente de aquella nueva cabeza que bajó al país de
los faraones y de allí fue llamado (“de Egipto llamé a mi hijo”, Mt 2,15). Así como el primer José fue
el justo inicuamente perseguido por los impíos (sus hermanos, la mujer de Putifar) y protegido por
Yahvé, de la misma manera el nuevo José fue perseguido por el impío rey Herodes y salvado por Dios.
José de Nazaret aparece ligado a este momento simbólico en el que Dios se manifiesta como salvador
y protector del justo perseguido107.

10.- Gobiernan con autoridad

Hay gobiernos y gobiernos, así como hay voces y Palabras. La misión del que gobierna no es la
de hacerse el simpático o de ganarse el afecto de los súbditos haciendo lo que ellos le indiquen. El
buen gobernante, como el padre ideal, es el que sirve a su pueblo corrigiéndole, desempeñando con
diligencia su misión y no buscando su propio interés; se ajusta escrupulosamente a su programa, y no
se doblega a los caprichos de sus súbditos o de sus hijos. Sabe bien el punto de partida, la meta a
alcanzar y conoce los caminos para llegar a ella. Las más de las veces, amar es negar. Un defecto
común a los gobernantes mediocres es la indecisión, hija de la debilidad, y el deseo de contentar a
todos; por la manía de agradar no se ejecutan los planes trazados, y por el temor al rechazo vacilan
refugiándose en la eterna duda. Tienen miedo a definirse, por eso balbucean como lactantes en vez de
hablar como señores.

105
Cf. P. BONNARD, Evangelio según San Mateo (Madrid 1976) pp. 47-48.
106
Cf. M. GALIZZI, Evangelio según Mateo (Madrid 2005) p. 36.
107
Cf. BRANDLE, EstBib 41 (1987) en p.67.
42
Los asistentes de la sinagoga de Cafarnaún al oír a Jesús “quedaron asombrados de su
doctrina, porque les hablaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas” (Mc 1,22). “Era
una doctrina nueva expuesta con autoridad” (v.27). La Palabra de Jesús sirve de verdadero contraste
con la proclamada hasta ahora en Israel. Esta no ha podido exorcizar-purificar al endemoniado,
asistente asiduo de la asamblea108, seguramente porque la voz de la profecía hacía tiempo que se había
agotado en Israel (cf. 1Mac 4,46)109. El hombre poseído aparece en un segundo plano, como campo de
prueba donde se contrastan dos realidades: la sinagoga y Jesús. Por los resultados y el comentario de
los asistentes, la primera ha quedado superada110. ¿De dónde le viene a Jesús esta autoridad? Por
supuesto de la conciencia del envío de su Padre del cielo, pero hay que decir que dicha autoridad la ha
ido visualizando, saboreando y desarrollando, como el resto de sus atributos, en la escuela del padre
terreno; es allí, en su casa, y no en la sinagoga, donde previamente Jesús aprendió la doctrina de su
padre José, “porque le enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas” (Mt 7,29).
El carisma de gobierno y la transmisión de la fe la ejerció José por delegación directa de Dios.
La falta de autoridad es una de las lacras que asola hoy a nuestra civilización. Los progenitores de la
postmodernidad prefieren ser amigos y no padres; aconsejan, dialogan, condescienden pero no
gobiernan. Su lenguaje no es ni „sí, sí‟, ni „no, no‟ (cf. Mt 5,37), sino una retórica edulcorada que no
imprime carácter. Dios a través del Ángel se comunicaba con José y éste ejercía su autoridad como un
ministerio proveniente de lo alto, que no encierra el menor atisbo de duda. María y Jesús le estaban
sujetos, porque sabían que José no gobernaba desde la carne o desde la sangre sino que su autoridad le
venía de Dios.
También el hijo de Jacob “fue investido de autoridad sobre el país de Egipto” (Gn 41,45); “Y
dijo el faraón a José: Tú estarás al frente de mi casa, y de tu boca dependerá todo mi pueblo” (Gn
41,40). Esta autoridad total se manifiesta en las medidas concretas adoptadas en sus anteriores
empleos: Putifar lo pone todo en sus manos (39,6) y el alcaide le confía los presos y la gestión de
cuanto se hace en la prisión (39,22). Siendo virrey establece una ley que el narrador reconoce aún
vigente en Egipto (47,26) en virtud de la cual los agricultores egipcios han de entregar una quinta parte
de la cosecha al faraón111. Como describe M. J. Guevara, “El perfil de José es el de un hombre de gran
personalidad: rico en cualidades humanas, con un carácter fuerte y forjado en el sufrimiento, el
desprecio y el odio de los hermanos… Familiarizado en el trabajo del pastoreo desde muy joven (37,2)
destacará siempre, sin embargo, por sus cualidades para el gobierno y la gestión…” 112. El libro de los
Jubileos lo presenta como el prototipo de unos ideales ético-religiosos; por su parte, en la novela José y
Asenet, donde se conjuga judaísmo y gentilidad, su autor retoma e intensifica la imagen de José como
gobernante justo y eficaz; un judío que vive y triunfa en el extranjero sin traicionar su identidad y su
fe113.
En pocas palabras, los dos José eran hombres que tenían las ideas claras y no se arredraban ante
nada ni ante nadie para conseguir sus fines. Hombres hechos y derechos, y no “una caña que se lleva
el viento” (cf. Lc 7,24).

11.- Dispusieron sobre sus huesos

108
En contraste con Lc y Mt, Mc no nos refiere el contenido de la enseñanza de Jesús en aquel día; para él no se trata de una
doctrina nueva, ni incluso de doctrina, pues este no es el sentido de didajé, sino de un modo de enseñanza nuevo por el tono
de su autoridad, cf. J.-M. LAGRANGE, Évangile selon Saint Marc (Paris 1966) p. 24. Por medio de un exorcismo, Jesús
hace valer su derecho a hablar así. El Jesús de Mt, en cambio, no acentúa su autoridad con la realización de prodigios o
exorcismos, sino mediante el uso de seis antítesis en el Sermón del Monte (Mt 5,21-22; 27-28; 31-32; 33-34; 38-39; 43-44),
cf. H. TROADEC, Comentario a los evangelios sinópticos (Madrid 1972) pp.223-224.
109
Como bien subraya W. FOERSTER,´exousía en TDNT II, pp.562-575, en p.569, al comentar 1,22b, el judaísmo de aquel
tiempo tenía el convencimiento de no alojar en su seno a ningún profeta.
110
Hay que observar que la exégesis rabínica no se arrogaba una „autoridad‟ directa; pretendía ser sólo interpretación, no
profecía, cf. J. M. GONZÁLEZ RUIZ, Evangelio según Marcos (Estella 1988) p.76.
111
Cf. GUEVARA (Estella 2006) pp.59-60.
112
Cf. GUEVARA (Estella 2006) p.58.
113
Cf. GUEVARA (Estella 2006) p. 156.
43

El autor de la carta a los Hebreos, al presentar los diferentes modelos de fe en la antigua


alianza, habla brevemente del patriarca José. De él destaca un aspecto en apariencia irrelevante: “José,
al morir, evocó el éxodo de los hijos de Israel, y dio órdenes acerca de sus huesos” (Hb 11,22). Es
sorprendente que de todas las virtudes que adornaron la vida de este personaje tan renombrado en la
literatura intertestamentaria y alabado por autores contemporáneos como Filón de Alejandría y Flavio
Josefo114, sólo se resalte que dio órdenes sobre sus huesos. Prefirió estar con sus padres en un humilde
sepulcro de Canaán a ser enterrado en una pirámide en la tierra más opulenta y poderosa. Con el don
profético que le caracterizaba, intuyó el éxodo y se dirigió así a sus hermanos: “Después de mi muerte,
Dios os visitará y os hará salir desde este país a la tierra que juró a Abrahán, Isaac y Jacob… Dios os
visitará; llevad de este lugar mis huesos con vosotros…” (Gn 50,23-24). Fue el mismo Moisés quien
procedió a su traslado y fueron sepultados más tarde en Siquén, en un campo que Jacob había
comprado a los hijos de Henoc, que fue en adelante propiedad de los hijos de José (Jos 24,32).
El tema de los huesos de José, padre de Jesús, es un auténtico enigma, pues no hay ningún
testimonio neotestamentario ni de la tradición sobre su sepultura115. Sin embargo, siendo fiel al
paralelismo que su figura guarda con su predecesor no es descabellado plantearse la hipótesis que
también él dispuso sobre sus huesos ante de su muerte. Su tumba no se ha encontrado en Nazaret ni en
ningún otro lugar. Es extraño que no exista en la tradición cristiana un solo dato al respecto.
Seguramente no consta testimonio alguno porque sus huesos desaparecieron, como ocurrió con
Moisés116. Todo quedaría en una simple conjetura si el evangelista Mt no nos diera una reseña que
contribuye a la aclaración de este misterio; se encuentra en el pasaje donde se narran los prodigios o
señales extraordinarias que acontecieron tras la muerte de Jesús (Mt 27,51-56):

“En esto, el velo del Santuario se rasgó en dos, de arriba abajo; tembló la
tierra y las rocas se hendieron. Se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de
justos difuntos resucitaron. Y saliendo de los sepulcros después de la resurrección
de él, entraron en la Ciudad Santa117 y se aparecieron a muchos” (Mt 27,51-53).

Estos fenómenos cósmicos que acompañan a la muerte de Jesús estaban anunciados por los
profetas (Is 2,6-22; Jr 4,24; Am 8,9) como manifestaciones características del „Día de Yahvé‟. Entre
las numerosas señales sobresale la resurrección de muchos justos que yacían allí sepultados. La
creencia en la resurrección estaba ampliamente admitida en el judaísmo del siglo I. “Se esperaba el
final de este mundo terreno, la venida del mundo nuevo, y la resurrección de los muertos era la

114
La referencia que hace sobre José es muy breve y de paso. Al narrar la historia de Sansón, recuerda su figura como un
modelo de virtud en clara referencia al episodio de la mujer de Putifar, cf. Antigüedades Bíblicas, cc. 8 y 43.
115
San Francisco de Sales en su último sermón sobre san José afirma categóricamente que el Patriarca se encuentra en
cuerpo y alma en el cielo; aduce, para ello, dos razones: a) no se conserva ninguna reliquia del santo en la tierra; b) es
extraño que aquel que le ha sido obediente durante toda su vida le niegue semejante gracia, cf. A. DOZE, Giuseppe, una
paternita discreta (Casale Monferrato 1998) pp.84-85.
116
“Moisés murió en el país de Moab, como había dispuesto Yahvé. Lo enterró en el valle, en el país de Moab, frente a Bet
Peor. Nadie hasta hoy ha conocido su tumba” (Dt 34, 5-6). La tradición cristiana que recoge el evangelista Lc, afirma que
en el momento de la Transfiguración de Jesús “dos hombres, Moisés y Elías, conversaban con él” (Lc 9,30). De Elías
sabemos que subió al cielo en un carro de fuego ante la presencia de Eliseo (2R 2,1-13); de Moisés, sólo se indica que no
se encontró su tumba. Al presentar el evangelista a Moisés y Elías hablando en carne mortal sobre el éxodo de Jesús está
sugiriendo que ambos representantes -de la Ley (Moisés) y de los Profetas (Elías)- se encuentran en el Reino en cuerpo y
alma.
117
No hay acuerdo entre los intérpretes sobre si la ciudad santa se refiere a la Jerusalén terrestre o a la celeste de la que
habla el Ap 21,2.10: “Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén que bajaba del cielo, de junto a Dios, engalanada como una
novia ataviada para su esposo… Me trasladó en espíritu a un monte grande y alto y me mostró la ciudad santa de
Jerusalén…”. Somos partidarios con otros (Cousin, Fabris) que Mt se refiere a la Jerusalén mesiánica idealizada; si se
hubiera referido a la terrestre no hubiera empleado el adjetivo „hagios‟ (santo). “La ciudad santa no puede ya referirse a
Jerusalén (4,5), ciudad asesina (23,37-39). Tampoco a “la ciudad consagrada por el Espíritu, la comunidad cristiana o
iglesia de Jesús, concebida a la manera de una ciudad en 16,18”, cf. J. MATEOS – F. CAMACHO, El evangelio de Mateo.
Lectura comentada (Madrid 1981) p.278, ya que se saldría de su contexto más obvio que es Ez 37,1-14.
44
primicia o la consecuencia de la renovación de todas las cosas por Dios”118. El vocabulario
empleado por Mt se inspira en la visión de los huesos secos (Ez 37,1-14), donde un terremoto (seísmos
como en Mt) precede al anuncio de la resurrección 119. ¿En la mente del evangelista se encontraba entre
ellos su padre? No es extraño, ya que Mt al comienzo de su evangelio lo denomina con el apelativo
sadiq, el justo por excelencia.
El Evangelio de los Hebreos complementa los datos que aporta Mt de esta manera: “Algunos
sepulcros se abrieron y resucitaron muchos cuerpos de santos que habían muerto ya. Estos salieron de
sus sepulcros, después de la resurrección del Señor, y entraron en la ciudad santa, y se aparecieron a
muchos. Entre éstos se dice que estuvo José, el esposo de María, aunque los Evangelistas no
quisieron narrar los detalles de esta resurrección. Pero es probable que José y el buen ladrón
entraran aquel mismo día con Jesús en la gloria del Cielo. José y estos muertos resucitaron para
predicar, después del Señor, la doctrina de la resurrección de la carne. Se dice que José apareció en
los mismos lugares de su vida: Galilea, Siria, Judea y Egipto, y que muchos creyeron, por su
testimonio, en el Señor Resucitado. Todos estos santos, menos José, murieron nuevamente en el
Señor” (EvHb 176,7-11)120. Este relato, por supuesto infinitamente menos autorizado que la Palabra
de Dios –como reconoce su autor-, ayuda a comprenderla. En este caso, “la ficción literaria está al
servicio de la Palabra revelada”121.
De ser así, José de Nazaret, a imagen del patriarca, tuvo la visión profética del éxodo de su hijo
en Jerusalén y dispuso que lo llevaran con él. Tras su muerte, Jesús y María le sepultaron en la ciudad
santa junto a los justos que esperaban el Día de Yahvé, preanunciado por los profetas (cf. Am 8,8-10;
9,1). El cielo, representado por el Sancta sanctorum, antes cerrado a los hombres, quedaba ahora
abierto para todos (cf. Heb 10,19-20)122. El primero en atravesarlo, debido seguramente al peso de sus
obras y a su cercanía con Jesús, debió ser José de Nazaret.

118
Cf. H. COUSIN, Los textos evangélicos de la pasión (Estella 1987) p.39.
119
“Este texto profético interpretado en clave mesiánico-escatológica en las versiones litúrgicas, Targumin, como prueban
también las representaciones de Dura Europos, Siria-Mesopotamia, ofrece la llave para captar las resonancias teológicas del
cuadro simbólico reconstruido por Mateo”, cf. R. FABRIS (Roma 1996) p.572.
120
Semejante evangelio constituye una moderna y completa „vida de Jesús‟, en la que se conjuga la palabra revelada de los
Evangelios con la aportación de los escritos apócrifos. “A los fundamentales y escuetos relatos evangélicos, que dejan
tantas lagunas para una biografía de Cristo Jesús, de María y José, y de los apóstoles, se añaden relatos que nacieron en los
primeros siglos de la Iglesia, a base de tradiciones orales y que, en algunos casos, de relatos que obedecen más a la
admiración del Señor Jesús, de María y de quienes convivieron a su lado, que a la documentación histórica. Sin embargo
los escritos apócrifos en que se basa el autor fueron conocidos y estimados por los Padres de la Iglesia”, cf. PSEUDO LEVÍ
HISPANO, Evangelio de los hebreos, (Madrid 2003) contraportada.
121
Cf. PSEUDO LEVÍ HISPANO, (Madrid 2003) contraportada.
122
Cf. S. DEL PÁRAMO, La Sagrada Escritura. Evangelios (Madrid 1964) p.305.
45

C) Is 11, 1-2

Jesé, padre de David (1S 16,1-13), es el antepasado de todos los reyes de Judá. En la persona de
Jesús se cumple la profecía que anunciaba el nacimiento de un germen de su tronco seco, sobre el que
se posaría un día el Espíritu del Señor (Is 11,1-9). Este poema mesiánico, paralelo y complementario
de 9,1-6, recapitula en la figura del Mesías algunos de sus rasgos esenciales: es del linaje davídico
(v.1), está lleno del espíritu profético (v.2), hace que reine sobre los hombres la justicia, reflejo
terrestre de la santidad de Yahvé (vv.3-5), restablece la paz paradisíaca (vv.6-8), fruto del
conocimiento de Dios (v.9)123. A través de él, el profeta presenta la persona, las virtudes y el reino
ideal del descendiente davídico, el Mesías, portador de la justicia y de la paz universal. Sus contenidos
también se pueden aplicar a la persona de José, ya que el ángel se dirige a él en sueños con el mismo
apelativo que recibió Jesús a lo largo de su ministerio: „hijo de David‟ (Mt 1,20). Heredó este título de
su padre. Los dos son descendientes de David, brotes llenos de vida de un tronco que durante mucho
tiempo estuvo seco.
No es por sí mismo cómo el Hijo de David realizará la misión de juez ideal, sino que será el
Espíritu de Yahvé quien le conferirá una dignidad, una fuerza y una justicia sobrehumana. Reposará
sobre él, permaneciendo de una manera permanente y plena; no es por casualidad que la enumeración
es septenaria: Espíritu de Yahvé, espíritu de sabiduría, espíritu de inteligencia, espíritu de consejo,
espíritu de fortaleza, espíritu de ciencia, espíritu de temor del Señor 124. El primero es genérico mientras
que los otros seis detallan los efectos que produce; están agrupados de dos en dos 125. Los dos primeros,
la sabiduría y la inteligencia, son de orden general y de carácter especulativo. Son cualidades típicas
en un rey; las poseyeron tanto David (2Sm 14,17.20) como Salomón (1 R 3,11-12). Los dos siguientes,
el consejo que es la fuente de inspiración en las decisiones importantes, y la fortaleza que asegura su
ejecución, guían la actividad práctica, en especial el gobierno del Mesías. Tienen su correspondencia
con dos títulos del Emmanuel: consejero maravilloso y Dios fuerte (9,4). Pr 8,14 los incluye en el
listado de los frutos del Espíritu de Yahvé. Los últimos, la ciencia y el temor de Dios, son de orden
religioso y están a la base de todos los demás. Ambos términos hacen referencia a Yahvé, pues son
términos básicos de la fe yahvista. El Espíritu guiará al rey hacia una vida potente de fe y de
adoración126. El empleo del número siete tiene como finalidad poner de relieve la plenitud de la
influencia divina en el germen nuevo127. Stefano Virgulin lo describe clara y concisamente:

“El Espíritu de Yahvé es la potencia divina concedida a los elegidos destinados a realizar gestas
extraordinarias. Lo poseen los jueces, que liberan a Israel de los enemigos (Jc 3,10; 6,34; 11,29), los reyes que
gobiernan al pueblo (1Sm 11,6), los profetas llamados hombres del Espíritu (Nm 11,17.25-26; 24,2; 1Sm 10,6.10;
2R 2,9; Mi 3,8; Is 48,16; 61,1; Zc 7,12). El rey mesiánico está permanentemente revestido de la plenitud de la
fuerza celeste. Esta produce en él los dones de la sabiduría, como en Salomón, los de la prudencia y de la
habilidad práctica, como en David y el de la piedad hacia Yahvé, como en los profetas y en los patriarcas. De este
modo el rey mesiánico se adorna de todas las virtudes concedidas a los grandes del pueblo de Dios. Los LXX y la
Vulgata leen piedad en vez de temor de Dios en v. 2 y así se llega a la clasificación de los siete dones del Espíritu
Santo. Joel 3,1-2 provee la efusión del Espíritu sobre todo el pueblo de Dios en la era mesiánica”128.

Ese germen que nace del tronco seco de Jesé es el hijo de José. Los orígenes son humildes, el
tronco está cortado; pero una savia perenne, la promesa divina, vivifica esa cepa129. El texto no define
donde termina la sequedad y donde comienza el verdor. José viene a ser como un puente que une las

123
Cf. P. AUVRAY, BibJer (Bilbao 1998) n. 11, p.1108.
124
En cuatro hemistiquios (versos) encontramos cuatro veces el término ruaj (espíritu, viento, aliento), lo cual muy bien
puede recordar los cuatro vientos cruzados de los cuatro puntos cardinales, cf. L. ALONSO SCHÖKEL, “Dos poemas a la
paz. Estudio estilístico de Is 8,23-9,6 y 11,1-16.
125
Cf. L. PIROT – A. CLAMER, La Sainte Bible, VII (Paris 1946) p.59.
126
Cf. D. A. HUBBARD – G. W. BARKER (eds.), Word Biblical Commentary, 24 (Waco, Texas, 1985) p.172.
127
Cf. J. TOUZARD, “Isaïe XI, 2-3a et les sept dons du Saint-Esprit”, RB 8 (1899) pp.249-266, en p.250.
128
Cf. S. VIRGULIN, Isaías (Roma 1968) p.79.
129
Cf. L. ALONSO SCHÖKEL – J. L. SICRE, Profetas I (Madrid 1980) p.167.
46
dos realidades: como hijo de Jesé él pertenece a la generación que espera y grita con dolores de
parto la manifestación gloriosa del Hijo de Dios; como padre del Mesías, encargado de ponerle nombre
y de educarlo, él recibió como primicias la Savia divina para poder así transmitírsela paulatinamente a
su hijo. El Espíritu de Dios se posó sobre él, bendiciéndole con sus dones, ya que el cometido que se le
encomienda supera los límites y las fuerzas humanas.
En la exégesis rabínica contemporánea de Jesús era norma común el empleo de las siete reglas
del rabino Hillel a la hora de comentar en las sinagogas los escritos sagrados. Una de ellas, la tercera
concierne a la creación de diferentes familias de textos para una mejor comprensión del pasaje en
cuestión (Binyan ab mi-katub ehad)130. Si un relato o el personaje que lo protagoniza, está
emparentado con otro, como hemos visto que sucede entre José de Egipto (A) y José de Nazaret (B), y
si el primero a su vez está relacionado con un tercero (C), como es el caso de Is 11,1-9, éste está
relacionado a su vez con el segundo. El parentesco puede ser de primero, segundo o tercer grado según
el número y la solidez de sus correspondencias. Veámoslo más detalladamente:

1 Existe un paralelismo estrecho entre Gn 41,38 -“¿acaso se encontrará otro como


éste que tenga el Espíritu de Dios?”- (A) e Is 11,2 -“reposará sobre él el Espíritu de
Yahvé”- (C); es singular la coincidencia de la expresión inusual „Espíritu de Yahvé‟.
También es digna de consideración la equivalencia entre los epítetos “inteligente y
sabio” (Gn 41,33) con los dos primeros dones que asisten al vástago: “espíritu de
sabiduría e inteligencia” (Is 11, 2b).
2 Por otro lado, B (José de Nazaret) y C (Is 11,1-9), aparte de esta afinidad indirecta,
están unidos entre sí por la relación directa establecida entre el „tronco de Jesé‟ (C)
y la descendencia de David (B), justificada por Mateo en su genealogía. Como
hemos apuntado, en el primer sueño, el ángel se dirige a José llamándole „hijo de
David‟. Una vez muerto su padre, este título pasó a su Hijo.

El epíteto „Justo‟ aplicado exclusivamente al padre de Jesús (Mt 1,19) no solamente significa el
hombre piadoso, celoso guardián de la Palabra y temeroso de Dios, sino que se trata más bien de un
hombre que posee todas las virtudes. La justicia es sinónimo de santidad. En el vocabulario bíblico es
inconcebible decir que un hombre es santo; sólo Dios lo es y así lo proclaman tres veces los ángeles
que llenan el Templo (Is 6,3; cf. Ap 4,8). De forma que, cuando se quiere hablar de la santidad de un
hombre, se dice que es justo131. En la tradición profética se concedía al Mesías las virtudes eminentes
de los principales antepasados (Abrahán, Isaac, Jacob, José y Moisés). Así lo hace también Isaías al
compendiar en otro poema paralelo las virtudes que caracterizan la vida del Elegido: “Porque una
criatura nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. Estará el señorío sobre su hombro y se llamará su
nombre Consejero maravilloso, Guerrero divino, Padre Eterno, Príncipe de la Paz” (cf. Is 9,5). Este
niño que nace recibe cuatro nombres 132, equivalentes a los cuatro oficios de la corte: „consejero‟,
„general‟, „padre‟ y „príncipe‟; a cada uno le acompaña un calificativo que lo eleva a la esfera divina:
„maravilloso‟, „divino‟, „eterno‟, „pacífico‟133. Estos atributos son los que adornan también la vida del
vástago de Jesé, el justo José, sobre el que supuestamente se ha posado en cierto momento el Espíritu
de Dios con sus siete manifestaciones134.

130
Literalmente „construcción de una familia a partir de un solo texto‟. W. BACHER, Die exegetische Terminologie der
jüdischen Traditionsliteratur (Hildesheim 1965) I, 9, lo explica así: “Gracias a la norma exegética designada con esta
expresión, se puede aplicar a un número de pasajes bíblicos de un mismo contexto algo que sólo se encuentra en uno de los
textos; este texto principal presta así a los demás un carácter común que los vincula como una familia”.
131
Cf. EPHRAIM (Milano 1998) p.163.
132
Los cuatro nombres son tomados probablemente de la liturgia observada en la coronación del rey. “Todos ellos denotan
atributos divinos pertenecientes al protocolo real, y recuerdan los cinco nombres titulares de los faraones egipcios”, cf. F.
L. MORIARTY, La Sagrada Escritura. AT, V (Madrid 1970), p.265.
133
Cf. SCHÖKEL–SICRE (Madrid 1980) p.157.
134
En el texto hebreo se mencionan sólo seis dones, pero los LXX y la Vulgata han añadido el don de piedad. Como
subraya, SCHÖKEL–SICRE (Madrid 1980) p.168, puestos a especificar los dones o carismas son más de siete. Tanto el
número siete de 11,1-2 como el cuatro de 9,5 indican plenitud. Este indica las cuatro dimensiones del espacio o puntos
cardinales; el siete, añade a éstas las tres dimensiones del tiempo: pasado, presente y futuro.
47
El hecho de que Dios lo eligiera para confiarle la custodia de los dos mayores tesoros
habidos en la tierra –Jesús y María- es motivo suficiente para pensar que “es el hombre de confianza
de Dios”; “Dios le eligió –más aún le creó- para desempeñar una de las misiones más difíciles y de
mayor responsabilidad que jamás fue encomendada a hombre alguno” 135. Es lógico que Dios lo
adornara, como a su antepasado José de Egipto, de los principales atributos divinos. Para Santo Tomás
estos siete dones son hábitos infundidos por Dios que sobrepasan la regla de la razón humana y
disponen para obrar sobrenaturalmente bajo la inspiración del Espíritu Santo136. Analicémoslos
sucintamente.

1.- Sabiduría:

Es la Palabra creadora con la cual Dios hizo el mundo (siete palabras) y le asiste en su gobierno
(Sb 9,1-4.9; Pr 8,22-31; Si 24,3-22). Acompaña al justo en las decisiones importantes de su vida, de
forma que todo cuanto emprende le sale bien (Sal 1,3d). La vieja creación fue hecha con siete palabras
“y todo estaba bien hecho”. La nueva creación también se hizo con las siete palabras del Siervo de
Dios en la Cruz: al final se vio que “todo estaba cumplido” (Jn 19,30), lo dañado por el pecado se ha
rehecho en la sangre del Cordero. La sabiduría creadora de Dios se ha revelado definitivamente en
Cristo crucificado “sabiduría de Dios” (1Co 1,25). Esta cualidad que asiste al Creador del universo la
pidió Salomón en el sueño de Gabaón (cf. 1R 3,1-12) y es objeto primario de la oración constante del
justo; sólo “el necio desprecia la sabiduría” (Pr 1,7).
Mateo al concluir el Sermón de la Montaña divide a los hombres en dos grupos: los necios y los
sabios (Mt 7,24-27). Necio es quien escucha la Palabra y no la pone en práctica. Es semejante al
insensato que construye su casa sobre la arena de forma que cuando cae la lluvia, vienen los torrentes o
soplan los vientos la casa se hunde porque no tiene consistencia. Sabio, en cambio, es el que edifica la
casa sobre roca; cuando cae la lluvia, vienen los torrentes y soplan los vientos, la casa no se cae porque
está bien cimentada. Para el evangelista, la Palabra de Dios es la verdadera fuente de la Sabiduría. En
ella echa su ancla el creyente.
El justo la medita día y noche. Gracias a su Luz (“la Palabra era la luz verdadera que ilumina
a todo hombre que viene a este mundo”, Jn 1,9), el fiel descubre día a día la voluntad divina. El necio,
en cambio, se construye sus propios caminos: olvidando la Revelación de Dios se guía por su propia
razón, por sus sentimientos o por sus pasiones, cayendo así en la triple tentación de la mente, del
corazón o de las fuerzas en las que sucumbió el viejo Israel en su travesía por el desierto. Su destino
viene a ser como la paja que se lleva el viento. Un ejemplo paradigmático de esta doble actitud de
acogida se encuentra en las dos hermanas que reciben a Jesús en su casa: María y Marta. La primera,
sentada a los pies del Maestro, escucha su Palabra, que es lo único importante. En cambio, Marta se
afana y se multiplica haciendo mil cosas buenas, pero deja a un lado oír la Voz del Amado. La
sentencia de Jesús es firme: María ha escogido la mejor parte” (Lc 10,42). Dios sacó a Israel de
Egipto y lo llevó al desierto para desintoxicarlo de las preocupaciones de este mundo y poder hablarle
así al corazón. Entre las preocupaciones por los ajos y las cebollas, y el ruido de los ladrillos es
imposible escuchar a Dios.
José era el hombre de la Palabra; gracias a este don sobrenatural que recibió directamente de
Dios y alimentaron sus padres pudo realizar uno de los descubrimientos más importantes con vista a la
salvación de la humanidad: el de María en una triple dimensión, como „la esposa de Dios‟, como „la
virgen de Isaías‟ y como „la madre del Mesías‟:

a) Antes de hacerla esposa suya advirtió que estaba consagrada a Dios; que vivía de Él y
para Él. Por eso, su amor humano no interfirió ni quebró su unión mística con el
Trascendente; antes bien, fue expresión y sacramento visible en la tierra del amor
invisible del Dios del cielo.

135
Cf. SUÁREZ (Madrid 2001) pp.18-19.
136
Cf. Suma Teológica 1-2, q.68, a.1; III Sent 34, q.1, a. 2.
48
b) La providencia de Dios dispuso que José y María fueran vecinos y que los dos
asistieran en la misma sinagoga a la lectura no sólo de la Ley sino también de los
Profetas, en particular de Isaías, cuyo rollo de una forma inexplicable se encontraba
completo en su recinto. La escucha repetida del término almah en Is 7,14 y la
interpretación común („virgen‟) que se hacía en aquel tiempo, de la que es testigo de
alto valor el texto griego de los LXX, tuvo que levantar serios interrogantes en sus
mentes. Si la virginidad era infravalorada en Israel por la cultura eminentemente
patriarcal todavía imperante, comenzó a ser contemplada como una necesidad vinculada
estrechamente al nacimiento del Mesías y deseada en el pequeño reducto de Nazaret
como un don del cielo. José, antes de los desposorios tuvo que hacer el gozoso
descubrimiento de que María era la tierra virgen donde podía germinar el Salvador. A
ello concurrieron dos factores: el primero, la cercanía física: eran vecinos; el segundo,
el don de una sabiduría inusual procedente de Dios.
c) ¿Era María descendiente de la estirpe de David? No lo sabemos a ciencia cierta. Desde
muy antiguo se defendió esta posibilidad, debido a una mala interpretación de Lc 1,26-
27: “Al sexto mes, envió Dios al ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, que se
llamaba Nazaret, a una virgen prometida a un hombre de la estirpe de David, de
nombre José”. La expresión “estirpe de David” sigue inmediatamente al nombre de
José; sin embargo, Orígenes interpretó esta frase como una precisión de parthenos
(virgen), y esa interpretación –compartida por ProtEvSant 10,1 e Ignacio de
Antioquia137- dio fundamento a la idea de que también María era davídica, cosa que
nunca se afirma en el NT. Más probable es, si nos atenemos a los datos de Lc 1,5.36,
que María era descendiente de Aarón, como su prima138.
La genealogía de Mateo (1,1-17) muestra a José como “hijo de David” y a la vez
“esposo de María de la que nació Jesús, el llamado Cristo”. José al desposarse y
hacerse una sola carne con ella hace posible la descendencia davídica de Jesús. La
decisión de hacerse una sola carne con María (boda humana) y de no interferir
físicamente en su relación con Dios (boda divina) no fue fruto de su carne ni de su
sangre sino debió tener su origen en una iluminación celeste.

Son cuatro las revelaciones consignadas que José recibió del Ángel de Dios: En Nazaret tras los
desposorios (Mt 1,20), en Belén después del nacimiento (Mt 2,13), en Egipto durante el destierro (Mt
2,19) y en Israel de regreso a su tierra (Mt 2,22). ¿Hubo otras? Seguramente sí; la más importante es la
referente a sus desposorios con María, que supuso la irrupción de un carisma nuevo en Israel: el grupo
de los eunucos por causa del Reino. Es inconcebible, en el ambiente de un pueblo que hace de la
circuncisión física el rito fundamental de la pertenencia de sus miembros, que José decida secar la
fuente de la vida por causa de un Reino que todavía no ha irrumpido. En esa decisión tuvo que mediar
necesariamente, aunque no quede consignado, el Dedo de la mano de Dios, pues sin el Espíritu es
imposible que el hombre llegue a la verdad completa (Jn 16,13).
Esta Sabiduría tuvo que ser la causa determinante que le motivó a pedirla en matrimonio a sus
padres, llevándole a convertirse en el primer célibe del Reino de Dios. Como sucede en los grandes
asuntos que tocan la Revelación, el hallazgo no fue instantáneo sino progresivo. Siguiendo el uso y las
tradiciones propias de su tiempo podemos reconstruir sus huellas paso a paso:

1. El enamoramiento de José y María permanece bajo la sombra del misterio. El texto sagrado nada nos dice
de la etapa anterior, sólo los presenta una vez desposados. Hoy día, gracias a la literatura rabínica
intertestamentaria, conocemos con bastante aproximación el modo de vida y las costumbres de los judíos

137
Cf. Ad Eph 18,2.
138
Cf. J. A. FITZMYER, El evangelio según Lucas II (Madrid 1987) p.111. Este autor estima que la indicación del ángel a
María “ahí tienes a tu pariente Isabel” es genérica y no da pie para suponer que las dos mujeres son „primas‟. No obstante,
este parentesco favorece la línea de interpretación que sostiene que María era miembro de la casa de Aarón. Otra razón que
avala esta pertenencia es la personalidad de Santiago „el hermano de Jesús‟, levita sacerdotal según la condición de
Egesippo. Para M.-L. RIGATO, “Maria di Nazaret di stirpe levitica sacerdotale”, Theotokos VIII (2000) pp.175-304, en
p.275, María pertenecía a la clase sacerdotal 18.ma di Happizzez, residente en Nazaret.
49
en tiempos de Jesús, y es posible recomponer las etapas de dicho encuentro que culminó en la mutua
declaración de posesión. El primer contacto serio tuvo que producirse en el ámbito de los oficios
religiosos de la Sinagoga. La Misná afirma que los hombres hacían su ingreso oficial en ella a los trece
años y las mujeres a los doce. Esta edad no es gratuita sino que está determinada por la entrada en la
pubertad. Como ya hemos apuntado, cuando los varones y las hembras adquirían la capacidad de
engendrar se desposaban con la Torá. En un rito sencillo (la fiesta de la Bar Miswah) recibían de manos
del archisinagogo el santo Rollo como un esposo recibe a su esposa. Los hebreos antes de acceder al
matrimonio primero se desposan con la Ley, que es la fuente de su alegría “más que todas las riquezas”
(119,14). Probablemente José y María lo recibieron de manos de Jacob, padre de José, ya que es difícil
que hubiera entre los reducidos habitantes de Nazaret otra persona que tuviera acceso directo al hebreo y
poseyera conocimientos sólidos de las Escrituras139.

2. La Sinagoga de Nazaret era muy peculiar. Por el evangelista Lucas sabemos que en ella se conservaba el
libro entero de Isaías140. Una joya para cualquier asamblea y un lujo para una aldea tan despoblada. Su
adquisición, a todas luces difícil, permanece en el misterio. Pocas sinagogas podrían vanagloriarse de
disponer de la obra completa del profeta compuesta de 66 capítulos. Para su confección se hacían
necesarias otras tantas pieles de cabrito sin mancha. Una verdadera obra de ingeniería si tenemos en
cuenta que debía disponer de un mecanismo sofisticado de tracción para hacer viable su lectura
continuada y de un estuche plateado que lo envolviera. En definitiva, una perla demasiado preciosa para
una localidad tan pequeña. Es como si hoy día en una parroquia rural se dispusiera de un cuadro original
del Greco o de Goya. La presencia de este santo Rollo y del edificio que lo albergaba bien pudo dar
origen al dicho que corría en tiempos de Jesús: “¿De Nazaret puede salir algo bueno?” (Jn 1,46) o, lo
que puede ser su equivalente: “¿Qué pretenden esos nazarenos? De una aldea tan insignificante ¿qué
puede salir?”. Este pergamino tan valioso o bien fue fruto de una donación de un miembro rico,
conocedor de la riqueza mesiánica de sus contenidos, o bien pudo deberse al celo colectivo de sus
habitantes por la Palabra del Señor que motivó una colecta pública para su consecución; en cualquier
caso, se debe a la mano providente de Dios que lleva la historia. No hay constancia del amor especial que
sus habitantes poseían a la lectura de la Haftarah (profetas)141. Pero sí tenemos una referencia expresa en
Mt que afirma que José era un hombre justo, que se caracteriza por su amor a la lectura asidua de las
escrituras. Esta veneración de José por la Ley tuvo que heredarla directamente de su padre Jacob, quien
debido a su condición de davídico probablemente fue quien le instruyó en el oficio y en la lectura de los
textos sagrados, incluidos los proféticos. El libro más grande y conocido por todos era Isaías. Quiere
decir, que tuvo que ser con toda probabilidad la casa de Jacob el principal proveedor o valedor de los
objetos y libros de la sinagoga. Por ser davídicos, eran celosos guardianes de las promesas mesiánicas, y
por ser tektones cualificados debían poseer los recursos suficientes para sufragarlos y conservarlos. No
hay que olvidar que Jesús sabía leer y escribir correctamente el hebreo, aprendizaje que tuvo que realizar
en casa, pues es inverosímil que en un villorrio tan aislado y reducido hubiese una escuela de alto nivel.
Durante su ministerio público el Maestro causaba admiración entre la gente por sus conocimientos
escriturísticos sin haber frecuentado ninguna escuela rabínica.

3. Este vínculo extraordinario de José con la Palabra le llevó a ser “hombre del libro”. Cada texto de la Torá
y de Isaías, cuya lectura se hacía de forma continuada a lo largo del año, era meditado y comentado
detenidamente. El oráculo de Is 7,14, dirigido a la casa de David, debió despertar en su alma un sinfín de
interrogantes. El primero de todos es dónde encontrar en Israel una mujer que esté abierta a la virginidad.
Desde la época patriarcal la mujer hebrea aspiraba a la fecundidad, de forma que una doncella sin hijos y
sin marido era considerada una mujer muerta por tener su útero cerrado. La esterilidad era un oprobio y
una maldición de la que había que liberarse por medios naturales como hicieron Lía y Raquel o mediante
la oración como Rebeca y Ana. Muchas mujeres estériles clamaron en su angustia a Yahvé y Dios les
hizo justicia haciéndolas fecundas: así sucedió con Sara, Rebeca, Lía, Raquel, Ana, la madre de Sansón y,
en el NT, con Isabel, la mujer de Zacarías, prima de María. Además, en una época de tanta expectación
mesiánica, las doncellas soñaban con ser la madre del Mesías. Pero esa maternidad era contemplada de
forma natural. La lectura del texto de Isaías y su interpretación, tal como la encontramos en la traducción

139
Este punto de la formación superior de la familia de José será objeto de un análisis más detallado en el capítulo II.
140
Lc nos cuenta que Jesús inauguró su ministerio en la sinagoga de Nazaret, donde “según su costumbre entró el día del
sábado y se levantó para hacer la lectura” (Lc 4,16). La expresión “según su costumbre” puede referirse o bien al período
anterior a su ministerio o a una costumbre que practicó a lo largo de su vida pública: tomar la sinagoga como punto de
partida de su evangelización. Esta hipótesis encuentra su apoyo en 4,31 donde se afirma que los sábados enseñaba en las
sinagogas. Pero nos inclinamos por la primera interpretación. El evangelista está narrando los comienzos del ministerio de
Jesús, quien según su costumbre –asumida desde la pubertad- entraba en la sinagoga para hacer la lectura de la ley y los
Profetas.
141
Los indicios apuntan, más bien, en otra dirección: Jesús no pudo hacer allí muchos milagros a causa de su falta de fe (Mt
13,58); sus moradores rechazaron su predicación arrojándolo fuera de la ciudad con el propósito de matarle (Lc 4,28-29).
50
de los LXX, muy difundida en los ambientes helenísticos, hace hincapié en el aspecto de la virginidad.
Quiere ello decir que todo hombre que se precie de sabio, entre ellos José, debe comprender que su padre
es exclusivamente Dios.

4. Otro de los interrogantes que debió pasar por su mente despierta, era la difícil situación jurídica en que se
encontraría la madre del futuro Mesías. Si la doncella permanecía virgen y sin marido, sobre ella caería el
castigo dispuesto por la Ley: debería ser apedreada (cf. Dt 22,23-29), pues el hijo iba a ser considerado
como hijo del adulterio o de la fornicación. De esta forma, el nacimiento del Mesías se haría en la
práctica inviable, a no ser que fuera manifestado y desvelado públicamente por Dios al pueblo en general
o a un hombre particular que le diera cobertura legal.

5. José debería estar reflexionando ya en estas cosas, cuando sucedió un acontecimiento de enorme
trascendencia. Tenía él alrededor de 16 a 17 años cuando hizo irrupción en la sinagoga una muchacha
vecina suya de 12 años. En la providencia de Dios era la mujer elegida con el carisma especial de ser la
única que estaba abierta totalmente a la virginidad. En los diferentes encuentros, al contacto con las
escrituras, su presencia no pudo pasar desapercibida. Tuvo que advertir su singular disposición a la
escucha de la Palabra de Dios. Sus respuestas a la lectura de la Torá estaban llenas de gracia y del
Espíritu de Dios. En las instrucciones de cada sábado, ante el cúmulo de interrogantes y dificultades que
presentaban sobre todo los textos mesiánicos de Isaías, su única respuesta tuvo que ser la misma del ángel
a Sara en la teofanía de Mambré “ninguna cosa es imposible para Dios” (Gn 18,14). De forma que al
contacto con las Escrituras, poco a poco sus ojos se fueron abriendo hacia esta doncella de Nazaret llena
del „Espíritu de Dios‟. Con el transcurso de los años, su amor a las palabras que fluían del libro sagrado,
se fue trasladando a las palabras de Dios que salían de la boca de María. Fue el amor mutuo al libro lo
que unió profundamente sus corazones, de forma que la petición de su mano debió ser algo cantado para
todos. A ello ayudó sin duda el hecho de ser vecinos uno del otro y el oficio de José que, por ser tekton,
entraba y salía en todas las casas de la comarca. Un día, impulsado seguramente por Dios, se declaró a
María; en las palabras que oyó de sus labios (“yo no conozco varón”) halló la respuesta al interrogante
principal que desde hacía tiempo abrigaba en su corazón. Esas palabras no sólo le dejaron atónito sino
que a la vez le llenaron de ilusión (cf. Lc 1,34), pues en ese momento estaba en la antesala de un gran
descubrimiento: la Virgen en carne y hueso anunciada por Isaías.

6. ¿Consultó con sus padres este hallazgo? Probablemente sí, ya que en casa solían poner en común toda
palabra salida de la boca de Dios. Y fue seguramente en la escuela familiar donde aprendió el arte de
hacerse eunuco para que pudiera irrumpir en la tierra el Mesías deseado. La presentación de un José que
se casa con María sin saber que ella está desposada única y exclusivamente con Dios no es de recibo.
Sería un atentado a la ley del amor, que supone el compartir los dones, proyectos y cada Palabra de Dios.
María tuvo que decírselo a José y obtener de él su pleno asentimiento, pues de lo contrario nunca
hipotecaría su alma en manos de alguien que no estuviera dispuesto a secundar plenamente los caminos
inéditos del Altísimo. María al decir sí a José sabe que se hace una sola carne con él y que va a obedecer
ciegamente a un justo que en todo momento seguirá escrupulosamente los designios divinos. Al final de
sus días podría confesar como Pablo: “sé perfectamente de quien me he fiado” (2Tm 1,12).

Estos descubrimientos por parte de José fueron fruto de la Sabiduría-Palabra que como
una lámpara iluminaba sus pasos. Guiado por ella, supo encontrar, amar, desposar y respetar a
María, „una mujer según el corazón de Dios‟. Ella fue el tesoro escondido; cuando lo encontró
“volvió a esconderlo y, por la alegría que le dio, fue, vendió todo lo que tenía y compró el
campo aquel” (Mt 13,44). El mohar (dote)142 que pagó José por María debió ser más elevado
que el que pagó Jacob por su futura mujer Raquel: catorce largos años que le parecieron un día.
El verdadero pago de José fue su virginidad: un precio que a los ojos del mundo es costosísimo
y que para él fue irrisorio pues “con ella le llovieron todos los bienes”143. Gracias al celibato,
vivido como un don de Dios, tuvo acceso a la Tierra de Promisión que mana leche y miel;
conoció en profundidad el amor de Dios a través del Emmanuel (leche) y el amor del prójimo
por mediación de María (miel).

142
Suma que el novio o sus padres pagan al padre o a los tutores de la novia. No hay indicios de que estuviera determinada
una cifra fija para todos los casos, sino que su cuantía dependía de las exigencias del padre de la novia, por un lado, y del
interés y las posibilidades del novio y su familia, por otro. No hay que confundir el mohar con otros regalos que solía hacer
el novio con ocasión de los desposorios; para más detalles, cf. J. L. IGLESIAS, “El matrimonio y sus ritos en el judaísmo a
través de los tiempos”, EstJos 20 (1966) pp.177-216, en pp.183-186.
143
Como ya hemos aludido, es una frase acuñada por San Juan Bosco refiriéndose a la virtud de la castidad „salvaje‟ que
tan radicalmente vivió e inculcó en sus discípulos.
51

2.- Inteligencia

El segundo don guarda estrecha relación con la virtud del discernimiento que sabe
separar la luz de las tinieblas, lo que viene de lo alto de lo que viene del mundo inferior. Porque
hay dos mundos que se parecen estrechamente entre sí como el trigo se asemeja a la cizaña: el
mundo de Dios y el mundo del demonio, y hace falta una ciencia superior para distinguirlos. El
diablo, verdadero artista en el arte del camuflaje, imita a Dios para robarle sus criaturas. De ahí
la necesidad imperiosa de diferenciar lo que viene del cielo de lo que viene del abismo. El
gallo, radio-despertador de las aldeas de hoy y de ayer, posee el don de distinguir entre el final
de la noche y la certeza del día que llega. “¿Quién dio al gallo este inteligencia?” (Jb 38,36).
Cada mañana el creyente bendice al Dios del Universo porque da al gallo el discernimiento
para distinguir la luz de las tinieblas144. Este animal doméstico le ha ganado la partida al
hombre después de la experiencia del pecado original, por eso el ser humano necesita su
concurso.
Eva fue engañada por un ángel que la sedujo con su falsa luz. La serpiente hablaba
como Dios pero no dejaba de ser una criatura. Este engaño, fruto de las apariencias, condujo al
abismo a los primeros padres y a su descendencia. Desde entonces la batalla entre la luz y las
tinieblas es desigual para el creyente, que lleva las de perder porque la lucha no es contra la
carne ni la sangre sino “contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus
del mal que están en el aire” (Ef 6,12). Solamente la inteligencia del Espíritu de Dios puede
sacar al hombre del atolladero; sin ella, el ser humano es carne de cañón en su combate
espiritual contra el maligno. Este don se pone en juego cuando dos caminos aparentemente
buenos se cruzan en el horizonte del justo. Sólo uno es el de Dios; el otro viene del señor de la
muerte o padre de la mentira que es un artista perfecto a la hora de disfrazarse e imitar a Dios.
El hombre necio, hijo de su soberbia, decide sin la ayuda de Dios; el humilde en cambio
no emprende nada sin invocar su nombre. Este fue el caso de María en el día de la
Anunciación. Ella, aparentemente pone una dificultad al ángel, la misma que presentó Zacarías
y por la cual fue castigado con la mudez. El evangelista al silenciar que María recibiera castigo
alguno está sugiriendo que su pregunta no tiene como origen la incredulidad sino que se debe a
otro factor145. Tras la caída de Eva, ella no se fía de ningún ángel de luz, sino que previamente
discierne si el mensajero viene del cielo o del infierno (cf. 1Jn 4,1). De ahí su pregunta. Cuando
en el transcurso de la respuesta, Gabriel termina su intervención diciendo que “ninguna cosa es
imposible para Dios” (Lc 1,37; cf. Gn 18,14), María enseguida respondió. “He aquí la esclava
del Señor, hágase en mí según tu palabra” (1,38). Porque sabe muy bien que del demonio
nunca puede salir una alabanza a Dios, ya que él es el eterno ladrón de su gloria146.
José también dispuso de esta inteligencia superior. Vio en el edicto del
empadronamiento la señal propicia para dar cumplimiento a lo profetizado por Miqueas: que el
Mesías nacería en Belén de Efratá, la ciudad de David (Mi 5,1). Por eso, el camino no lo
emprendió solo sino acompañado de su esposa, a pesar de su adelantada gravidez. Este
discernimiento sobrenatural de los caminos de Dios le lleva a tomar decisiones difíciles,
marcadas por la Cruz, y cuyas apariencias son desacertadas. Seguramente, la mayor parte de
sus familiares o conocidos desaconsejaron dicho viaje; y más aún, cuando María no estaba
obligada a ello, primero porque no existe ningún testimonio de que perteneciera al clan de su

144
Cf. M. VIDAL, Un judío llamado Jesús. Lectura del Evangelio a la luz de la Torah (Baracaldo 1999) pp.43-47.
145
Las dos anunciaciones que abren el evangelio de Lc forman un díptico perfecto, cf. la sinopsis de los dos relatos y su
comentario en BROWN (Madrid 1982) pp.306-311; cada una de ellas culminan con un cántico (Benedictus en la de Juan y
el Magnificat en la de Jesús). La única discrepancia está en el hecho de que María no fue castigada por su objeción.
146
Pablo advierte severamente a la comunidad de los gálatas de este peligro: “Pero aun cuando nosotros mismos o un
ángel del cielo os anunciara un evangelio distinto del que os hemos anunciado, ¡sea maldito!” (Ga 1,8). Estas potencias
que residen en los cielos –entre la tierra y la morada divina-, infieles a Dios, quieren hacer a los hombres esclavos suyos
por el temor a la muerte (cf. Hb 2,14-15) y hacerlas caer en el pecado.
52
marido y segundo, porque de serlo, la inminencia del alumbramiento era un motivo más que
justificado para no hacerlo. Muy misteriosas y trascendentes tuvieron que ser las razones para
que José pusiera en riesgo la salud y la vida de María. Este lenguaje es una ciencia tal alta que
Dios oculta a los sabios e inteligentes y revela solamente a los pequeños (cf. Mt 11,25-27). José
debió ser uno de ellos, un hombre humilde “demasiado pequeño para conocer el juicio y las
leyes” (Sb 9,5). Por ser pequeño tiene acceso a la virtud sobrenatural del discernimiento.
A Pedro le faltó esta virtud: no calculó sus fuerzas, por eso se metió en la boca del lobo
y acabó negando al Maestro tres veces. ¡Él que había jurado ante sus condiscípulos que daría su
vida por el Señor! Jesús se lo había advertido: “Adonde yo voy no puedes seguirme ahora; me
seguirás más tarde”. Pero el que sería después el primer Papa de la historia, estaba entonces
ciego para ver que ante la hora de las tinieblas carecía de barco, de brújula y de velas para
llegar a buen puerto. No supo medir los tiempos de Dios. Un gallo cantó dos veces su traición.
José, en cambio, huyó a Egipto porque supo calcular los gastos y reconoció que no había
llegado todavía el momento de dar testimonio de la Verdad. Primero se refugió humildemente
en una tierra extranjera y después vivió oculto entre las colinas de la pequeña Nazaret. Es de
sabios retirarse a tiempo. Sólo Dios y los que un día, mediante la acción del Espíritu, llegarán a
ser hijos de Dios, pueden dar la vida con mayúsculas porque ya la poseen en plenitud.

3.- Consejo

Buscar consejo es una necesidad vital para poder ejercer el gobierno de sí mismo, el de
una familia, el de una comunidad o el de una nación. Las Escrituras y la Tradición de la Iglesia
nos advierten de dos peligros:

a) En primer lugar, nos previenen con el grito de ¡ay del solo!: “Más valen dos que
uno solo, pues obtienen mayor ganancia de su esfuerzo. Si uno cae, lo levantará su
compañero; pero ¡ay del solo que cae!, que no tiene quien lo levante” (Qo 4,9-10).
Hay momentos en la vida en que uno necesita del consejo de los mayores. En Israel,
eran considerados sabios los miembros del Sanedrín, los profetas, los ancianos e,
incluso, los padres. A lo largo de su historia, los santos han buscado su guía en los
santos Padres, en el magisterio de la Iglesia, en los monjes del desierto o en los
hombres llenos del Espíritu de Dios: los directores espirituales. Quien decide solo es
víctima de su autosuficiencia. En el gobierno de un país, los reyes o presidentes
también tienen sus consejeros, sus Senados o Congresos que les asisten en su toma de
decisiones. Solamente el necio imita a Dios y decide por sí mismo. Por decreto divino,
a cada ser humano se le asigna un ángel custodio y, en la vida espiritual, todo discípulo
debe tener su maestro o una comunidad de hermanos que vele por él. Con ellos, con el
socio que viene de Dios, la ruta es segura (cf. Tb 5,17.22). En el AT, Nabal es la
imagen viva de la necedad. Como sostiene su mujer Abigail ante David, su marido es
un necio porque nunca se ha dejado corregir (cf. 1Sm 25,25). Tobías es figura del
sabio, pues puso en práctica las palabras de su padre: “Busca el consejo de los
prudentes y no desprecies ningún aviso saludable” (Tb 4,18).

b) El segundo peligro se encierra en el axioma ¡ay del hombre que sólo confía en
el hombre haciendo de la carne su apoyo! (Jr 17,5), y excluye el auxilio que viene del
cielo. Desde sus orígenes, la criatura necesita del concurso de su Creador, como todo
hijo, inexperto en el arte de la vida, busca el apoyo de su progenitor, porque la lectura
que el ser humano hace de la realidad es parcial y la de Dios es total. Por eso, el justo
antes de tomar una determinación reza y consulta previamente a su Señor que conoce
sus entradas y salidas, y que conduce sus pasos para que su pie no tropiece en la piedra.
Sabe que si pone su confianza en Él nunca quedará defraudado. “Aunque camine por
un valle oscuro, ningún mal temerá… su vara y su cayado le sosiegan” (Sal 23,4). El
mejor socio del creyente es el Espíritu Santo, verdadero „Maestro interior‟, que
53
gobierna en las almas mediante sus „mociones e inspiraciones‟. Él es el que nos lleva
a la verdad completa (Jn 16,13-15; cf. 14,26). Él fue el Consejero maravilloso de la
Iglesia naciente (“hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros…”, Hch 15,28) y el que
la sigue asistiendo con sus sabias inspiraciones.

José no caminó sólo sino que se sirvió de estos dos raíles (el humano y el divino) para
llegar a buen puerto en todas sus empresas:

a) Humano: Durante su infancia los mejores consejeros de José fueron sus padres, a
los que estuvo sujeto hasta la edad de los 13 años. A partir de la pubertad, el consejo de
ellos fue compartido con el de los sabios de la comunidad con quienes se reunía
asiduamente en la sinagoga cada sábado y probablemente cada lunes y jueves. Ya en su
tiempo habían desaparecido los profetas y sólo quedaban los escribas o doctores de la
Torá, de entre los cuales muchos gozaban del favor del pueblo. Pero su número debió
ser exiguo o casi inexistente en Nazaret dado el escaso número de sus habitantes. La
colaboración más fuerte la recibió a través de la que un día sería su mujer: María. Ella
era su costilla147, carne de su carne y hueso de sus huesos, verdadera ayuda para el
camino. Posiblemente, un día exclamó en su interior: en Israel “hay muchas mujeres
valiosas pero tú las superas a todas” (Pr 31,29). Era la mujer ideal de las Escrituras148,
pues “abre su boca con sabiduría y su lengua instruye con cariño” (v.26). Con ella la
ruta era segura. Por eso la escogió como consejera y esposa.

b) Divino: José, como hombre justo, supo caminar a la sombra del Altísimo,
dejándose llevar por sus inspiraciones. Ante el problema planteado tras el regreso de
María de la aldea de Ain Karen, no actuó de forma precipitada sino prudente, pues no
buscó el consejo vano de los hombres sino que esperó en el Señor, quien “se inclinó
ante él, escuchó su grito y le sacó de la fosa de la muerte” (Sal 40,2-3). Siempre en las
grandes decisiones de su vida, Dios se comunicó con él a través de los sueños. Recibió
porque previamente pidió; encontró porque buscó (Cf. Mt. 7,7-8). Su súplica fue
insistente como la de la viuda en la parábola del juez inicuo (Lc 18,1-8), y a destiempo,
en el corazón de la noche, como la del amigo importuno (Lc 11,5-8).

4.- Fortaleza

El justo sabe que vive en medio de un mundo hostil. Pero él puede caminar sobre las
aguas de la muerte porque hace acopio de sal, que le confiere capacidad de sufrimiento y
preserva su alma de la corrupción. Aunque percibe que su naturaleza es débil sabe que la gracia
de Dios se muestra perfecta en la flaqueza. Es una fuerza que no es suya sino que viene de lo
alto (cf. Hch 1,8) y confiere constancia en las pruebas y alegría perfecta en la adversidad.
Cuando apenas ya no le quedan fuerzas, confía que su salvación se halla más cerca que nunca
porque sabe a ciencia cierta que Dios no abandona la obra de sus manos y acude en auxilio de
los que invocan su nombre. Como dice el salmo, “son muchas las pruebas que esperan al
justo, pero de todas le libra el Señor” (Sal 34,20).
Este don acompaña a José de Nazaret que sabe sufrir en silencio y esperar contra toda
esperanza, en medio de la noche oscura, la aurora de la salvación. Conoce por las Escrituras
que su hijo -el Emmanuel- debe padecer, ser incomprendido, rechazado por todos y aprender
con el sufrimiento a obedecer. Más aún, es tarea suya educarlo para que no se resista ante el

147
El término hebreo costilla (sela„) significa también discernimiento. El hombre que queda solo o prescinde de la ayuda
adecuada de la mujer pierde el rumbo de su existencia. De ahí que desde el principio Dios ha declarado que no es bueno
que el hombre esté solo (Gn 2,18). La mujer que la Providencia pone en su camino es un verdadero instrumento de
santificación y de prosperidad humana, como se puede advertir en el poema de la mujer perfecta (Pr 31,10-31).
148
Cf. Pr 31,10-31: Poema alfabético que describe la sabiduría personificada.
54
mal y vaya como oveja muda al matadero porque tiene que ofrecer su vida en rescate por los
pecados de su pueblo. Y como nadie puede dar lo que no tiene, Dios puso su alma en el crisol
para que testimoniara con las obras lo que profesaban sus labios. Esta capacidad de sufrimiento
se puso de manifiesto, como hemos visto, en tres momentos cruciales de su historia:

a) En Nazaret donde tuvo que soportar los juicios, la burla del clan y del poblado
por el embarazo aparentemente precipitado de su mujer. Aceptó sufrir en su
propia carne callando; no abrió la boca ni dio una justificación pertinente.
Siendo justos aceptaron los dos pasar por injustos, por amor a Dios y a la
humanidad. En este aspecto su conducta, como la de su mujer, fue martirial149.

b) En su tierra natal (Belén), donde fue objeto de un trato inhumano por parte de
sus familiares y paisanos que le cerraron las puertas. Una a una fue llamando a
ellas pidiendo alojamiento para su mujer por el amor de Dios y nadie les abrió.
Tanto rechazo en un solo día, fruto de una hipotética falta que no había
cometido, no le desmoralizó ni produjo un desplome psicológico que le
impulsara a justificarse revelando el misterio, antes bien lo soportó sin
murmurar. Siendo inocente no se defendió sino que remitió la justicia a Dios.
Esta fortaleza interior en la adversidad le dio alas para caminar sobre la muerte,
una virtud que sólo tienen los humildes que han sido ungidos con el Espíritu de
Dios.

c) Durante su destierro forzoso en Egipto, donde sin bolsa ni alforjas ni otra túnica
de repuesto ni casa ni taller aprendió a vivir el día a día en manos de la
providencia. Supo vivir en tierra extraña y esperar pacientemente el aviso del
Ángel que le abriera el camino del retorno. Para el hombre de corazón pagano
toda espera resulta tediosa y viene a ser como la antesala del infierno; para el
creyente, en cambio, es como la espina dorsal de su espiritualidad. El que ha
aprendido a esperar contra toda esperanza, ha completado la etapa de iniciación:
de discípulo se convierte en maestro; ya puede pasar la fe a la siguiente
generación, que es la de su Hijo.

Esta actitud positiva frente a la cruz impregnó hondamente el alma de José. Benedicto
XVI, siendo Cardenal, trazó con maestría el perfil del patriarca150:

“La vida de este hombre no ha sido la del que, pretendiendo realizarse a sí mismo, busca
en sí solamente los recursos que necesita para hacer de su vida lo que quiere. Ha sido el
hombre que se niega a sí mismo, que se deja llevar adonde no quería. No ha hecho de su vida
cosa propia, sino cosa que dar. No se ha guiado por un plan que hubiera concebido su intelecto,
y decidido su voluntad, sino que, respondiendo a los deseos de Dios, ha renunciado a su
voluntad para entregarse a la del Otro, la voluntad grandiosa del Altísimo. Pero es exactamente
en esta íntegra renuncia de sí mismo donde el hombre se descubre”.

La fortaleza frente a las pruebas exteriores que le empujaron a dejar su patria, a aceptar
sin murmurar los peligros de los viajes y la vida precaria del destierro, se vio complementada
por la victoria frente a su propia carne. José supo conservar su virginidad venciendo las insidias
del mundo, del demonio y de la carne, circuncidando ésta por amor a Dios y al prójimo. “Las

149
“¿Qué martirio debía significar para ella vivir toda la vida en medio de la incomprensión más total, a la sombra de la
sospecha y de la burla, sin dudar jamás del amor de Dios, sin nunca juzgar o condenar mínimamente a ninguno y
justificando a todos?”, cf. D. LIFSCHTITZ, L‟Inizio della Storia. Il peccato originale (Roma 1993) p.30. Lo que dicho
autor aplica a María se puede decir lo mismo –y con más razón- de su esposo José.
150
Homilía dada en el oratorio de la Madre Dolorosa de Roma, el 19-III-1992, con motivo de la solemnidad de San José,
cf. J. RATZINGER, De la mano de Cristo. Homilías sobre la Virgen y algunos santos (Pamplona 2005) p.39.
55
batallas de la carne son las más duras de todas”, decía san Jerónimo, experto en
humanidad; de ellas salió airoso, no sin sacrificios.
Suya es, pues, la oración del justo en el momento supremo de la prueba: “aunque la
higuera no echa yemas y las viñas no tienen fruto, aunque el olivo olvida su aceituna y los
campos no dan cosechas, aunque se acaban las ovejas del redil y no quedan vacas en el
establo, yo exultaré con el Señor, me gloriaré en Dios mi salvador” (Ha 3,17-18). En medio
del horno del destierro, José, María y el niño vivían unidos bendiciendo al Señor que lleva la
historia. La brisa suave del ángel de Dios se paseaba en medio de ellos sosteniéndolos en todo
momento.

5.- Ciencia

Hay dos fuentes posibles de conocimientos: la que brota de Dios (revelación) y la que
procede de los hombres (razón). Las dos están llamadas a convivir pacíficamente, respetándose
y caminando al unísono; rara vez se enfrentan, si bien una está llamada a ejercer de señora y la
otra de sierva, porque entre Dios, fuente de la Revelación, y el hombre, que actúa por su razón,
existe un abismo infinito. La revelación hace al hombre pequeño porque es superior y viene de
fuera; la segunda, asumida unilateralmente, corre el riesgo de endiosar al que se sirve de ella.
Como dice Pablo, “la ciencia humana sola hincha” (1Cor 8,1), de ahí que “el que crea estar en
posesión de toda la ciencia aún no comenzó a saber como conviene saber. Sólo quien ama a
Dios posee el verdadero conocimiento de Dios” (2-3). Es una ciencia tan alta que ninguna
criatura humana ni celestial puede por sí misma alcanzarla (cf. Sal 139,6); no nace ni de la
carne ni de la sangre, sino sólo de la acción directa de la Palabra de Dios. Esta iluminación
interior la poseyeron parcialmente los profetas y alcanzó su plenitud tras la Resurrección:
“entonces abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras” (Lc 24,45).
María y José tuvieron acceso a ella porque no tenían el corazón embotado por el pecado
ni eran insensatos ni tardos de corazón para creer cuanto dijeron Moisés y cada uno de los
profetas acerca del Mesías, el Salvador (cf. Lc 24,5-27). Las cosas que no comprendían las
guardaban celosamente en el corazón (Lc 2,51), esperando que Dios, de forma progresiva, les
llevara al conocimiento de la verdad. Para el creyente, el verdadero Maestro interior es el
Espíritu Santo; Él enseña y recuerda todo lo que Jesús ha dicho (cf. Jn 14,26); en el momento
de la persecución, ante los tribunales, es Él quien pone las palabras en la boca (Mt 10,19-20).
Consejero maravilloso es el único que conduce al hombre a la verdad completa (Jn 16,13).
Pero, para que esto sea posible, hay que hacerse pequeños a los ojos de Dios, como hizo
Teresita de Lisieux con su camino de perfección (la infancia espiritual); sin pasar por las aulas
llegó a ser doctora universal. Sin abrir un libro sentó cátedra entre los grandes de la Iglesia.
El oficio principal de todo sadiq no es visitar las bibliotecas sino el estudio metódico y
constante de los libros sagrados, a los que venera como a una esposa151. Quien los escruta
conoce al Señor (cf. Jn 5,39). Dicho acceso sobrenatural a los misterios divinos hizo sabio a
José, a los ojos de Jesús, y santo, a los ojos de Dios.

6.- Piedad

A José se le llama en los evangelios con diferentes nombres: padre de Jesús, hijo de
David, esposo de María, tekton…., pero el único calificativo que se le otorga es el de „justo‟.
Dicho adjetivo, como desarrollaremos más tarde, recopila en sí toda la trayectoria de santidad
de los patriarcas que le precedieron. La justicia es la santidad, y José aspiraba a ser santo

151
“La Torah es considerada como una verdadera persona. No es un objeto, ya que la veneración de los objetos está
rigurosamente prohibida”, cf. EPHRAIM (Paris 1987) p.64.
56
porque el Dios a quien servía era santo; su meta soñada era la adquisición de los bienes de
Dios y la posesión de su misma naturaleza. De ahí que su propósito diario fuera el de caminar
siempre en su presencia “porque Yahvé ama la justicia y no abandona a sus amigos” (Sal
37,28). José, como todo piadoso israelita, vivía la jornada en la presencia de Dios, alabándole
siete veces al día por sus justos juicios (Sal 119,164)152:

“La oración comenzaba por el oficio de la tarde, puesto que el mundo ha sido creado a partir de las
tinieblas; se llama Arbit o Maarit, y se dice instituido por Jacob. Después viene el oficio de la mañana, llamado
Schachrit instituido por Abraham, y finalmente el del mediodía, llamado Minha, que significa ofrenda y que
instituyó Isaac”153.

Como creyente recitaba el Shema tres veces al día, asistía a las oraciones de la asamblea
de los fieles y acudía solícito a Jerusalén con motivo de las fiestas de peregrinación. La liturgia
celebrada en el Templo debió ser la cumbre de su alegría hasta que un día –cuando María
regresó de casa de Isabel- descubrió en el seno de su mujer a Aquel que era el verdadero y
definitivo Santuario de la gloria de Dios (cf. Jn 2,19-21). Desde entonces, por la alegría que le
dio, lo vendió todo, se quedó con ese tesoro que el Ángel le reveló y que María puso en sus
manos.
Es propia también de la persona piadosa la búsqueda constante del Rostro del Señor (Sal
27,8-9) y de su amor mediante la oración (cf. Sal 63,2.4). Prefiere el umbral de la casa de
Yahvé a habitar en los palacios de los poderosos, porque sabe por experiencia que “un día en
sus atrios vale más que mil fuera de ellos” (Sal 84,11). Su verdaderas diversiones son dos: las
celebraciones litúrgicas (“una sola cosa pido al Señor…: habitar en la casa de Yahvé todos los
días de mi vida”, Sal 27,4) y la escucha atenta de la Ley (“tu Palabra en mis entrañas”, Sal
40,9). El resto lo considera vanidad de vanidades (Qo 1,2) y lo estima como basura (Flp 3,8). El
hombre pío nunca se acuesta ni se levanta, ni sale de su casa ni emprende una acción sin
invocar el nombre de Dios: su alabanza siempre está en su boca (Sal 34,2) 154.
José de Nazaret es el hombre de los dos Testamentos. Por una parte, pertenece al tronco
seco de Jesé que aguarda impaciente la manifestación del Espíritu de Dios. Más, por otra, él es
la rama verde donde florecen los dones del Altísimo. Por eso, de él se puede decir lo mismo
que dijo el faraón de su antepasado José de Egipto: “¿Acaso se encontrará otro como éste que
tenga el Espíritu de Dios?” (Gn 41,37). Él, como su futura mujer, recibió las primicias del
Espíritu Santo, el „dulce huésped del alma‟, quien gime dentro del alma del creyente y le hace
gritar „Abba‟, Padre (cf. Rm 8,15): “pues nosotros no sabemos cómo pedir para orar como
conviene; mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables” (Rm 8,26). El
Espíritu es el Maestro interior, Señor de la oración155: escudriña todo, incluso las profundidades
de Dios. En efecto, “¿qué hombre conoce lo íntimo del hombre, sino el espíritu del hombre
que está en él? Del mismo modo, nadie conoce lo íntimo de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y
nosotros, no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios” (1Co
2,11-12). El alma del creyente viene a ser como un arpa, cuyas cuerdas son movidas por el
„Dedo de la mano de Dios‟156. “Cada uno de los Santos es una obra maestra del Espíritu
Santo”157.

152
Entresacamos algunas ideas que F. M. LÓPEZ MELUS, María de Nazaret en el evangelio (Madrid 1989) pp.19-29,
expone en el c. II titulado “La Virgen, mujer piadosa”. Creemos que, como hebreo justo, todo lo que el autor aplica a María
se puede decir también de José.
153
Cf. LÓPEZ MELUS (Madrid 1989) p.21.
154
Cf. el análisis de un día cualquiera en la vida del justo José, en EPHRAIM (Milano 1998) pp.22-25.
155
Cf. el capítulo titulado „El Espíritu Santo y nuestra oración‟ en I. CONGAR, El Espíritu Santo (Barcelona 1983) pp.317-
324.
156
Así llama la Iglesia al Espíritu Santo en la secuencia de la fiesta de Pentecostés. En el Sinaí, Yahvé escribió la Ley con
fuego en tablas de piedra. En el Cenáculo, el Espíritu Santo escribió con su dedo la nueva Ley en los corazones de los
creyentes, reunidos en la mañana de la fiesta de Pentecostés. De ahí le viene este apelativo tan conocido.
157
JUAN XXIII, Aloc. 5-VI-1960.
57
7.- Temor de Dios

Es el principio de la sabiduría. Quien lo posee tiene a su puerta el Ángel Guardián que


preserva su alma de la muerte. Al hombre temeroso de Dios le asusta lo que le pueda separar de
Él. Por eso, evita incluso la ocasión del pecado y nunca se adentra en un terreno cenagoso
dominado por el enemigo. Duda siempre de sí mismo y esquiva los halagos humanos porque
sabe que la adulación viene del enemigo. Pone un centinela a la puerta de su boca y sabe cerrar
sus ojos ante cualquier manifestación de iniquidad, de forma que nunca contrista al Espíritu. Su
Ángel acampa en torno a él y le protege de todo mal (Sal 34,8). Sabe que media un abismo
entre el Santo de los Santos y su frágil condición de pecador, por eso camina siempre humilde
ante su presencia invocando su nombre. Tiene la actitud de los pobres de espíritu (anawin) que
se ven indignos de que su Señor entre en su casa (Mt 8,8). Cuando le presiente cercano, la
angustia invade su alma porque ningún humano puede contemplar su Rostro y seguir viviendo.
Respeta escrupulosamente la ley primera de la Santidad: lo puro y lo impuro no pueden
convivir juntos o, lo que es lo mismo, nadie puede sobrevivir ante la presencia inefable de
Dios, a no ser que Él mismo le llame en persona y le dé ese trato de favor. Cuando se le llama,
entra y, una vez en la tienda de la Reunión, la oración que musitan sus labios es la misma que
invocan los ángeles que contemplan su Gloria: “Santo, Santo, Santo es el Señor” (Is 6,3; cf. Ap
4,8).
Este don apareció con claridad tras el regreso de María de la casa de Isabel. La
presencia viva de Dios en su seno inundó su espíritu de santo temor, viéndose indigno de que la
Shekinah de Dios entrara en su tienda, por eso tuvo tanta dificultad para ordenar el traslado de
la mujer a quien consideraba la nueva Arca de la Alianza. Le invadió el mismo terror que en
otro tiempo a tres justos de su devoción:

1. Al patriarca Jacob158 que tras el sueño de la escala gritó asustado “qué terrible
es este lugar” (Gn 28,17).
2. Al profeta Isaías durante la teofanía en el Templo que le hace confesar su
condición de hombre de labios impuros (Is 6,5).
3. Al rey David cuando ordenó el traslado del Arca de la Alianza a su palacio (2Sm
6,9); la muerte fulminante de Uzzá159, el boyero que la tocó sin unción, le llenó
de temor, de forma que cambió de planes ordenando su traslado a la casa del
sumo sacerdote Obededón.

No se trata del miedo ontológico del que vive en el pecado que tiene como origen al señor de la
muerte (cf. Hb 2,14-15), sino del temor reverencial que embarga el alma de los elegidos ante el
misterio de lo trascendente. Un miedo que sólo las palabras del Ángel del Señor (“no temas”, Mt 1,20)
o de su Enviado (“soy yo, no temáis”, Jn 6,20) pueden disipar.

158
No hay que olvidar que el nombre de su padre, en la genealogía de Mt, es Jacob; dada la importancia que tenían los
nombres en Israel, es de suponer que, en la transmisión de la fe de padre a hijo, la historia de este patriarca tuvo que marc ar
una impronta especial en el niño José.
159
El arca no podía ser tocada ni siquiera por los levitas, que utilizaban varales cubiertos de oro para transportarla (cf. Ex
37,4).
59
61

CAPÍTULO II

La figura de José en el Nuevo Testamento

“Poco o nada se puede decir con certeza o gran probabilidad sobre el nacimiento, infancia y la
primera juventud de la mayor parte de las figuras históricas del mundo mediterráneo antiguo. En el
caso de personajes de talla excepcional, como Alejandro Magno o el emperador Octavio Augusto, se
han conservado referencias a algunos hechos, pero a menudo entremezcladas con motivos míticos o
legendarios. Algo similar acontece en el AT…”160. Sobre José, carecemos de fuentes específicas; sólo
algunos datos esporádicos en los relatos de la infancia (Mt 1-2; Lc 1-2) asumidos en general con
cautela como fuente de información histórica. No obstante, una postura totalmente negativa es
demasiado radical pues hay datos comunes a Mt y Lc, e incluso provenientes de otros evangelios,
donde entran en juego el criterio del testimonio múltiple. Lo que sí es cierto es que sólo a través de los
datos objetivos que tenemos de Jesús es como podemos llegar a su progenitor José.
Pocos son, pues, los datos que nos aportan los evangelios sobre José161. Apenas 26 versículos
hacen referencia directa a su persona, nombrándole 14 veces:

- Es descendiente de la casa de David (Mt 1,16; Lc 1,27).


- Esposo de María (Mt 1,18-22).
- Es llamado por tres evangelistas padre de Jesús (Mt 13,55; Lc 3,23; 2,48; Jn
1,45; Jn 6,42).
- Ejerce la profesión de tekton: una mezcla entre artesano-carpintero-constructor
(Mt 13,55; Mc 6,3).
- Se queda impresionado frente al misterio ya intuido de la Encarnación del Verbo
(Mt 1,19).
- Se dirige a Belén con su mujer con motivo del censo de César Augusto (Lc
2,41).
- A los cuarenta días del nacimiento acude con María y el niño al Templo a
presentar a su hijo primogénito (Lc 2,22-29).

160
Cf. MEIER, I (Estella 2005) p.222.
161
Sobre la figura de José en la literatura apócrifa, cf. J. M. CANAL, “San José en los libros apócrifos del Nuevo
Testamento” EstJos 25 (1971) pp.123-149. Para dicho autor, estos escritos carecen de valor histórico y poseen sólo cierto
valor literario en orden a conocer el origen y desarrollo de algunas leyendas concernientes a la infancia de Jesús.
62
- Se refugia en Egipto para salvar la vida de su hijo de las manos de Herodes
que buscaba matarle (Mt 2,13-15).
- Unos años después regresa a Nazaret siguiendo las instrucciones del ángel (Mt
2,14-21); allí el niño les estaba sujeto (Lc 2,41-42).
- Peregrina de nuevo a Jerusalén con motivo de la Pascua y encuentra a su hijo de
doce años en medio de los doctores (Lc 2,41-50).
- Cuatro son los títulos con los que se le denomina: „Hijo de David‟, „Justo‟,
„Padre de Jesús‟, „Esposo de María‟.
- Tenía su residencia en Nazaret (Lc 1,26; 2,51); si bien era oriundo de Belén (Mt
2,4).
- Jesús se refirió a su padre en el dicho sobre los eunucos que se hacen a sí
mismos como tales por el Reino de los cielos (Mt 19,12).

Estas afirmaciones tan breves y sencillas en apariencia, tienen una importancia extraordinaria,
pues vienen a ser como pequeñas simientes cargadas de vida que, contrastadas entre sí, esconden un
tesoro de valor incalculable. El análisis comparativo y minucioso de cada una, nos abrirá nuevas
perspectivas y horizontes insospechados162. La mayor parte de estos detalles se encuentran en los dos
relatos de la infancia (Mt 1-2; Lc 1-2).
Comenzamos nuestro análisis con los diversos epítetos o títulos que los evangelios dedican a
José; ellos serán hilos conductores que nos llevarán al descubrimiento de otros pasajes, personajes o
detalles menos explícitos, pero no por eso menos importantes, que nos ayudarán a descifrar el enigma
que envuelve a su persona.

162
Cf. M. AMBROSINO, Chi é San Giuseppe (Roma 1972) pp. 9-10.
63

1.- HIJO DE DAVID

Era un título mesiánico real que primero correspondió a José y posteriormente, a través de su
padre, a Jesús163. El fin primario que persigue Mateo con su genealogía de tipo descendente (Mt 1,1-
17)164 es la afirmación del origen davídico de Jesús. La figura de este rey polariza y estructura toda la
genealogía. Motivo que se ve confirmado por los testimonios explícitos sobre la ascendencia davídica
de Jesús165 y por el hecho de su nacimiento en Belén166. Se trata de una composición literaria que
comprende 3 ciclos de 14 generaciones, correspondientes a los tres períodos de la historia de Israel167.
“El cálculo de las generaciones está modelado más por las tres fases de la promesa que por una
estructura histórica, y no se propone establecer referencias temporales precisas”168 :

1. De Abrahán a David (período patriarcal): 14 generaciones.


2. De Salomón al destierro (período real): 14 generaciones.
3. Del destierro a Jesús (período postexílico o sapiencial): 14 generaciones.

La figura central –que abre el período real- es el rey David169, pues catorce es su valor
numérico170. Este número indica la plenitud, obtenida de la multiplicación por dos del siete, que, a su
vez, viene a ser la suma de las cuatro dimensiones del espacio (norte, sur, este y oeste) y del tiempo
(pasado, presente y futuro)171. Se trata de épocas históricas, no de años entendidos cuantitativamente.

163
Mt demuestra un interés especial en dar a Jesús este título. Juan no lo emplea nunca; Marcos y Lucas, sólo cuatro veces
(dos veces en Mc 10,47-48 = Lc 18,38-39; otras dos veces en Mc 12,35-37 = Lc 20,41-44); en cambio, Mt lo emplea un
total de diez veces (además de las cuatro veces mencionadas antes, tenemos 1,1 y otros cinco pasajes del ministerio: 9,27;
12,23; 15,22; 21,9.15. “Este título se lo aplican preferentemente los extraños cuando lo reconocen como Mesías a causa de
las curaciones milagrosas que realiza, pero nunca lo emplea el mismo Jesús ni sus discípulos; por eso no es una intuición
profunda de la identidad de Jesús”, cf. BROWN (Madrid 1982) pp.132-133.
164
Si la comparamos con la de Lc de corte ascendente. En realidad en Mt se encuentran los dos tipos; el comienzo es una
verdadera genealogía ascendente: “Libro del origen de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán” (Mt 1,1). Con sólo tres
nombres (Jesús, David, Abrahán) recorre las etapas de la historia sagrada, cf. T. STRAMARE, “Significato della
genealogia di Gesù in S. Matteo” EstJos 41 (1987) pp.33-58, en p.33.
165
Cf. 1,1; 9,27; 12,23; 15,22; 20,30-31; 21,9.15. En los demás evangelistas, sólo se encuentra en Mc 10,47.48 y en Lc
18,38.39.
166
Cf. S. MUÑOZ IGLESIAS, “El género literario del Evangelio de la Infancia en San Mateo”, EstBib 17 (1958) 243-273,
en pp.245-256.
167
Cf. BONNARD (Madrid 1976) p.28.
168
Cf. BENEDICTO XVI, Jesús de Nazaret I (Madrid 2007) p.32.
169
El nombre de Jesús como Cristo resuena tres veces (1,1.16.17) al igual que el de Abrahán (1.1.2.17), mientras que el de
David se repite cinco veces (1,1.16.17), cf. GALIZZI (Madrid 2005) p.14.
170
D = 4; W = 6; D = 4; la suma de 4 + 6 + 4 = 14. Modernamente existe cierto escepticismo a la hora de analizar el
significado numérico de los nombres, seguramente debido a la dificultad que encierra para nuestra mentalidad occidental y
al uso abusivo que se ha hecho. Pero no deja de ser un error desechar un instrumento valioso de significación. Con
frecuencia sucede, como en este caso concreto, que la clave interpretativa de un pasaje radica en la teología subyacente al
número empleado. De ahí que, en buena metodología, hemos de convertir nuestros parámetros y adecuarlos a los del medio
cultural donde se gestaron las Escrituras. Para un semita el número es también lugar teológico: “A veces un número
sintetiza un discurso completo”, cf. I. GARGANO, I vangeli dell‟infanzia (Bologna 2004) p.67.
171
Como afirma X. LÉON-DUFOUR, Introducción crítica al Nuevo Testamento, I (Barcelona 1983) p.299, Mt tiene una
propensión especial hacia el número 7. Por una parte, son 7 las peticiones del Padrenuestro (6,9-13), 7 las parábolas (13,3-
50)), 7 las maldiciones contra los fariseos (23,13-32), 7 los demonios que vuelven al ataque (12,45), 7 panes y 7 cestos
(15,34.37), 70 veces 7 las veces que hay que perdonar (18,21-22). Por otra, duplica el número de endemoniados (8,28), de
los ciegos (9,27-30; 20,30) y de los falsos testigos (26,60), seguramente porque el testimonio de dos es suficiente para que
sea válido (cf. Dt 19,15). El número 5 aparece 14 veces: cinco panes y dos peces (5 + 2), cinco mil hombres, cinco vírgenes
prudentes y cinco necias, cinco talentos etc. Existe, pues, otra posibilidad para el 7: la suma de 5 (los libros de la Ley) y 2
(las dos tablas: el amor a Dios y al prójimo); la Ley con sus 613 preceptos se resume en estos dos mandamientos: “de ellos
dos penden toda la Ley y los Profetas” (Mt 22,34-40).
64
Así pues, el primer dato que aporta la genealogía es que Jesús era hijo de David. Mt (1,1) y Lc
(1,27) coinciden en llamarle así, basándose seguramente en documentos ciertos para establecer su
descendencia, ya que entre los hebreos se consideraba como un deber sagrado la conservación de la
lista de los antepasados172.
Este rasgo es constituyente para comprender a la persona de José. Un davídico en tiempos de
Jesús se consideraba una persona elegida y afortunada entre los hombres, pues de su casa -según una
corriente fuerte de la tradición basada en la promesa que Dios hizo a David en 2Sm 7,12-14- habría de
nacer el Mesías tan esperado; dicha expectación se hizo notoria a partir de la época posterior al
destierro y alcanzó su máximo exponente en el reinado de Herodes el Grande.
El listado culmina con la frase “Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació
Jesús, llamado el Cristo” (Mt 1,16). Un dato que rompe expresamente el esquema lógico-literario
establecido por el autor: las tres series de generaciones se suceden rítmicamente 39 veces mediante el
uso de la forma verbal activa (A engendró B); al final se interrumpe para dejar paso a la forma pasiva
(fue engendrado). Esta curiosa construcción genealógica está insinuando que Jesús, el Mesías
descendiente de Abrahán (de la promesa) y de David (de la realeza) es algo más que el Mesías que
esperó Israel, es el Hijo del Dios Vivo (Mt 16,16). Todo parece indicar que José, por no haber
engendrado, pasa a un segundo plano y deja su puesto a María. La forma pasiva y la mención de la
madre sugieren la intervención de Dios en esta gestación y que el nacimiento virginal era ya un
presupuesto173. No obstante, al ser María una sola carne con José antes de quedar encinta, todos los
dones que recibió de Dios pertenecen también a su marido, que ya era su dueño y señor. Es obvia,
pues, la paternidad jurídica de José; si bien es importante delimitar en el transcurso de nuestro trabajo
el significado preciso que los autores sagrados otorgan a esta afirmación.
Dicha interrupción brusca de la genealogía al final no da pie para deducir, como algunos
comentaristas insinúan, que Jesús no es imagen de José y que no está condicionado por ninguna
herencia histórica, o que su único padre es Dios y que el mesianismo de Jesús no es davídico 174. El
acento no está puesto en la ruptura del Mesías con José, sino más bien en la sugerencia de que la
concepción fue sobrenatural. De lo contrario, a Jesús no se le hubiera denominado durante su vida
pública como „el Hijo de David‟ y „el Hijo de José‟ 175. Como subraya Laurentin176, la genealogía
avanza rítmica y progresivamente de un „generador‟ a un „engendrado‟, que, a su vez, se torna
„generador‟ en el anillo sucesivo. Comienza con Abrahán: un generador no engendrado y termina con
dos engendrados no generadores. Cristo es el último anillo que no ha engendrado. José, el penúltimo.
El Mesías Rey ha dejado este mundo sin procrear, lo cual significa que este rey sin reino y sin trono es
un rey no dinástico ni político; restaura una realeza en un plano nuevo. Lo mismo se puede decir de
José, descendiente de la casa de David, que instaura una paternidad diferente de la física que trasciende
las leyes de la naturaleza, las del espacio y las del tiempo.
Un testimonio que confirma el papel relevante de José es el mandato del ángel de poner nombre
al hijo de Dios, gesto reservado normalmente al cabeza de familia y que convierte al nominado en hijo
suyo. A través de José, Jesús es el heredero legal de la promesa mesiánica 177. Hay que destacar que

172
La costumbre judía de conservar el árbol genealógico de cada familia es un hecho cierto, según se puede desprender de
los numerosos testimonios que la crítica ha reunido, cf. MUÑOZ IGLESIAS, EstBib 17 (1958) pp.245-246, n.5.
173
Cf. LUZ (Salamanca 1993) I, p. 132.
174
Idea defendida por MATEOS-CAMACHO (Madrid 1981) pp.22-23.
175
El evangelista Jn, al comienzo de su ministerio, presenta a José como padre de Jesús, sin precisar su paternidad (1,45).
Más tarde, en la sinagoga de Cafarnaún, con motivo del discurso del pan de vida donde Jesús afirma que procede del cielo,
los judíos murmuraban entre sí diciendo: “¿No es este Jesús, hijo de José, cuyo padre y madre conocemos?”. Lc emplea el
mismo vocabulario con ocasión de de la presentación del niño y en el episodio de su pérdida en el templo. Sin embargo,
según las tradiciones de Mt y Lc (Mt 1,20; Lc 1,35), José no tuvo parte alguna en la concepción de Jesús, sino que fue obra
del “Espíritu Santo” y “de la potencia del Altísimo”.
176
Cf. LAURENTIN (Milano 1986) p.352.
177
Por mucho que se ha especulado no está demostrado que María fuera de la casa de David; el NT no lo afirma, aunque
algunos Padres de los dos primeros siglos así lo sostengan: Ireneo, Justino, Ignacio y Taciano, cf. J. A. ALDAMA, María
en la patrística de los siglos I y II (Madrid 1970) pp.78-80. “En realidad si nos atenemos a los datos de Lc 1,5.36,
podríamos concluir que María era, más bien, descendiente de Aarón, como su prima. La frase en sí no es más que una
preparación de Lc 1,32-33, donde Jesús va a quedar directamente relacionado con la dinastía davídica. La primitiva
tradición cristiana estaba absolutamente convencida de que Jesús era descendiente de David, como aparece en Rm 1,3; Mt
65
para Mt el generador tampoco es María; ella no suple a José en su papel de padre, pues no es el
sujeto del verbo „engendrar‟, que el evangelista reserva a los hombres. En el evangelio de la infancia
de Mt, a diferencia del de Lc, el puesto de María es constantemente pasivo. ¿Por qué, pues, no se
determina ya el padre que engendró a Jesús? ¿Por qué se deja para la siguiente perícopa? La respuesta
es bien sencilla si se tiene en cuenta el origen del autor: un judío que escribe a judíos. En la mentalidad
hebrea no se puede pronunciar el nombre de Dios. Una forma de evitarlo consiste en poner en voz
pasiva aquellos verbos en los que realmente Dios es el sujeto178. Este silencio sobre la identidad del
último padre de la lista es elocuente y revelador 179.
Hay quienes partiendo del significado bíblico del verbo engendrar („transmitir no sólo el propio
ser, sino la propia manera de ser y comportarse‟) afirman que el único Padre de Jesús es Dios 180. Esta
exclusividad no está reñida con su filiación terrena, complementaria a la celeste; la paternidad de José
es reflejo de la Paternidad divina. José por ser justo es icono y transmisor fiel de la voluntad de Dios
sobre su hijo. La obediencia de Jesús durante la infancia se debe a la justicia de un padre que se ajusta
escrupulosamente a los designios de Dios. En síntesis, las dos paternidades son confluyentes.
La pertenencia de José a la casa de David ha debido configurar intensamente su ser,
constituyéndole en un ser abierto a las promesas mesiánicas. Esta orientación creció en medio de un
pueblo que cada noche de Pascua disponía de un sitio vacío y dejaba la puerta abierta para el regreso
de Elías. Su espíritu se desarrolló en el seno de una familia piadosa y celosa guardiana de las
tradiciones y de un clan que mantenía viva la profecía que Yahvé hizo a su antepasado el rey David.
Su condición de „sadiq‟ y su conocimiento profundo de las Escrituras lo convirtieron -a ciencia cierta-
en la punta de flecha de la esperanza judía, un corazón abierto permanentemente a la venida del
Emmanuel. Este mesianismo vivido en la intimidad y celebrado en medio de los suyos, debió modelar
el esqueleto interior de su piedad. Los tiempos se estaban cumpliendo y el anuncio de la llegada
inminente del Libertador llenaba de ilusión la multitud enfervorizada de peregrinos que acudían a
Jerusalén durante las tres fiestas religiosas de peregrinación (Tiendas, Pascua y Pentecostés), los
cuales, una vez de regreso a sus lugares de origen, la transmitían por ósmosis a la gran masa del pueblo
que se encontraba disperso u oprimido por potencias extranjeras.
Una corriente desviada de este mesianismo popular la constituían los zelotas181 que aguardaban
impacientes al caudillo que implantaría de nuevo el reino glorioso de David. José debió conocer esta
ideología que, como reguero de pólvora, circulaba por las ciudades y pueblos de Galilea182, inquietaba
a las legiones romanas y quitaba el sueño a Herodes. No obstante, el mesianismo de José era de corte
espiritual: nació del contacto con las santas Escrituras y debió alcanzar su plenitud durante su noviazgo
con la Mujer, que llegó a ser para él su otra fuente de la Palabra de Dios. Dicha orientación mesiánica
de los dos fue seguramente el catalizador que desencadenó la decisión de proceder a la celebración de
los desposorios.
Bajo esta perspectiva, el problema planteado por la genealogía de Mt deja de ser real. En una
primera lectura nos preguntábamos: si José es físicamente hijo de David ¿cómo puede ser Jesús el
Mesías si no desciende directamente de José? ¿En qué sentido se puede considerar a Jesús como
descendiente suyo? La cuestión es importante, pues el evangelista ha puesto en relación la mesianidad

1,1.20; 2Tm 2,8. En Lc 3,23-38 se especifica, en línea ascendente, la genealogía de José”, cf. FITZMYER, II (Madrid
1987) p.111.
178
Es lo que en griego se conoce como el pasivo teológico, cf. M. ZERWICK, Graecitas biblica, 4ª ed. (Romae 1960) p.73.
179
Cf. Exhort.Apost. “Redemptoris Custos”, III, 17.
180
Cf. MATEOS-CAMACHO (Madrid 1981) pp.22-23,.
181
Los zelotas, tal como su nombre indica, fueron defensores a ultranza del celo de Dios, como sucedió entre los judíos en
la época de los Macabeos. El punto central de su doctrina es la interpretación que daban al primer mandamiento: a su modo
de ver, el reino de Dios en Israel era incompatible con cualquier otra dominación. Su pronta disposición al sufrimiento y su
fortaleza en el martirio despertaron la admiración de sus enemigos. Con el martirio pregonaban su celo por Dios y expiaban
los pecados de Israel, cf. J. LEIPOLDT – W. GRUNDMANN, El mundo del Nuevo Testamento I (Madrid 1973) pp.300-
301.
182
Como afirma JEREMÍAS (Madrid 1985) p.90, Galilea era el foco principal de las corrientes mesiánicas y antirromanas;
fue allí donde se desarrolló el partido de los zelotas. Judas, cuya insurrección contra los romanos (6-7 d. C.) dio el impulso
definitivo a la formación de dicho movimiento, era de Galilea; su padre, Ezequías, había sido cabecilla de un movimiento
que luchó contra Herodes.
66
de Jesús con su filiación davídica al comienzo de la genealogía. A esta pregunta da respuesta el
relato del primer anuncio del ángel a José (1,18-29)183: Él es el esposo de María, de la cual Dios
engendró a Jesús. Su desposorio con María no es un simple contrato externo de dos personas
yuxtapuestas como se evidencia con claridad en nuestra cultura occidental, sino que es una promesa
formal (erusin) que funde dos naturalezas distintas haciéndolas una sola carne 184; de esta doctrina
eminentemente cristiana, pero con raíces judías 185, se deduce una doble verdad: Jesús es hijo de David
y José es su padre. No sólo es su espíritu, sino que también, en cierto sentido, su carne unida
sacramentalmente a la de María, la que lo ha alumbrado al mundo. Pues, cuando María recibe el
anuncio del ángel ya se encontraba desposada con José. Quiere decir que dicho anuncio no fue dirigido
exclusivamente a ella sino a los dos. Es impensable que María hubiera dicho „amén‟ (fiat) por su
propia cuenta, sin consultarlo previamente con José. Pero, al no haber constancia en el texto de este
consentimiento inmediato, hay que presuponer necesariamente que María conocía a la perfección la
disposición positiva de José y que respondió implícitamente en su nombre. Cuando existe un solo
corazón y una sola alma, no hay propiedad privada en los bienes terrenos y mucho menos en los
espirituales. La decisión de cada uno de sus miembros es asumida al momento por el otro, porque es
algo inherente a la esencia del amor. Se puede afirmar, por consiguiente, que una vez que el mensajero
la dejó, ella se fue con prontitud a comunicar al que ya era su señor la Buena Noticia de su concepción.
Y juntos, como buenos hebreos, entonaron un cántico de bendición. A continuación, José se dispuso a
hacer los preparativos del viaje de María a Ain Karen, a la casa de su prima Isabel.

183
Cf. C. POZO, María en la Escritura y en la Tradición de la Iglesia (Madrid 1979) p.82.
184
Esta es la situación original a la que alude Mt 19,8: “Moisés, teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón, os
permitió repudiar a vuestras mujeres; pero al principio no fue así”.
185
Jesús en su polémica con las fariseos sobre el matrimonio (Mt 19,1-11), abandona el plano jurídico de la praxis del
divorcio propia de su tiempo (la escuela liberal de Hillel y la conservadora de Shammai) y remite al proyecto original del
Creador apelando a dos textos del Génesis referentes al matrimonio (1,27; 2,24). Fue Yahvé, al inicio de la creación, quien
estableció la separación de los lazos familiares por parte del hombre y de la mujer para formar un solo ser viviente, “La
consecuencia de esta iniciativa de Dios creador es la unidad radical de dos seres humanos. Con otras palabras, la unión
esponsal está inscrita en la estructura constitutiva del hombre y de la mujer”, cf. R. FABRIS, Matteo (Roma 1996) p.420.
De hecho, en los orígenes, la poligamia hace su aparición en el linaje reprobado de Caín (Gn 4,19). En la época patriarcal,
se sigue la costumbre de su ambiente: el marido no puede tomar otra esposa sino en caso de esterilidad de la primera
(código de Hammurabi); pero aún así, sólo hay una esposa titular. Es en la época de los jueces y de la monarquía donde
desaparecen las antiguas restricciones. No obstante, la monogamia era el estado más frecuente en la familia israelita. Los
profetas representan a Israel como la esposa única que se escoge el Dios único (Os 2,4-5; Jr 2,2; Is 50,1; 54,6-7; 62,4-5), cf.
DE VAUX (Barcelona 1976) pp.53-55.
67

2.- NAZARENO

La Nazaret actual no se encuentra emplazada en el mismo lugar que la primitiva, que fue
destruida hacia el siglo doce o trece d. C., sino que fue reconstruida a menor altura. Por su gran belleza
San Jerónimo la llamó “la flor de Galilea”; numerosos autores antiguos y modernos han descrito el
encanto de sus colinas circundantes, la hermosura de sus bosques de palmeras, higueras y granados, y
los campos sembrados de variedades de tipos de trigo y cebada de gran desarrollo pero de delicada
espiga186. Es infundada la mala reputación que ha adquirido para algunos, debido al dicho joánico “¿de
Nazaret puede salir algo bueno?” (Jn 1,46). Tal expresión podría parafrasearse así: “¿cómo es posible
que de un lugar tan minúsculo y desconocido pueda salir el Salvador de Israel?” Su empleo no obedece
a sus costumbres licenciosas sino tal vez a su pequeñez y a su condición de pertenecer a la región de la
Galilea. O quizá se deba, más bien, a la existencia de una sinagoga tan majestuosa y a la presencia del
rollo entero de Isaías, perfectamente encasillado en un arca de plata. Esa sinagoga y ese rollo tan
voluminoso en un emplazamiento de cuarta categoría pudieron levantar la suspicacia y la envidia de
los habitantes de los pueblos vecinos. Como afirma Klausner, es una costumbre común en las naciones
pequeñas escarnecer a las ciudades chicas y atribuir a sus habitantes algún defecto general. El Talmud
dice que los judíos consideraban a los galileos como gente estúpida, insuficientemente versados en la
Torá, hablantes de pronunciación curiosa entregados a hábitos rústicos y extraños 187. La fama de su
sinagoga y de su culto, por una parte, y la expectación mesiánica tan enraizada en sus moradores por la
presencia de una colonia de davídicos, por otra, tuvieron que contribuir a la elaboración de este bulo
que además de poseer cierto tono despectivo encierra, también, una admiración escondida.

1.- LA ALDEA

Nazaret era una aldea insignificante situada en los montes de la Baja Galilea, a unos 25 km. del
mar de Genesaret y a unos 32 del Mediterráneo. En los evangelios, sin embargo, se afirma que era una
ciudad (Mt 2,23; Lc 1,26 y passim). Sobre su magnitud, no se nos dice nada; también la Biblia griega
(LXX) traduce la expresión hebrea cir por polis (ciudad); se trata de “un eufemismo para lo que tan
sólo era una aldea (kome) con una extensión que no llegaría a 3 Ha., en la que se levantaría un caserío
relativamente disperso”188. Estaba situada al norte de la llanura de Esdrelón, a una altitud aproximada
de 400 m. sobre el nivel del mar, en la ladera de una colina orientada al sur y al sureste. No era un
pueblo totalmente aislado; próxima, en dirección norte, estaba la ciudad de Séforis, que, a su vez, se
hallaba junto a la importante vía que desde Tiberíades iba a Tolemaida, en la costa mediterránea 189.
Se encuentra rodeada de alturas y al norte queda el nebi Sa‟in. En dirección sudoriental, un
wadi, a manera de quebrada, conduce abruptamente en un rápido descenso al lago de Genesaret,
situado 550 m. más bajo. Para sus moradores, éste era el difícil camino que los unía con el mundo,
porque al este, a unos diez km. de distancia, transcurría la via maris, la calzada que cruzaba Galilea y

186
Cf. J. KLAUSNER, Jesús de Nazaret (Barcelona 1991) p.225. Este autor, que la visitó en mayo de 1912, afirma que “la
vista desde la cima de la colina sobre la que reposa Nazaret es una de las más hermosas de la tierra”. Hay quien sigue
acentuando los aspectos negativos: “La esposa de José no vive en un ambiente excesivamente luminoso, sino en una región
insignificante y despreciable, y en una aldea innominada, y al parecer, con una excesiva mala fama para que de ella pueda
salir algo bueno”, cf. A. APARICIO, “María esposa de José”, EphMar 46 (1996) pp. 293-317, en p.297. Otros se inclinan
por una imagen más positiva: era un caserío de pocos vecinos muy piadosos ya que disponen de la riqueza espiritual de una
sinagoga. La reacción violenta que tuvieron frente a la predicación de Jesús (Lc 4,28-29) confirma la primera
interpretación.
187
Cf. mEruv 53 a.b; mShab 153ª; mMeg 24b; mNed 18b, 48ª; mPes IV, 5,55a; mket 12ª; jShab XVI,5; jSanh IU,2; jKet I,1;
tKet 1,4; etc.
188
Cf. APARICIO, EphMar 46 (1996) en p.296.
189
Cf. MEIER (Estella 2005) p.310.
68
unía Damasco con el sur de Israel y con Egipto190. Hay quien apunta que fue fundada por gente
venida de Jafa, ciudad que se halla sólo a 3 km. de distancia en dirección sudoccidental 191.
La existencia de una fuente pudo ser muy bien el punto focal de atracción, por una parte, para
muchas caravanas procedentes de lugares áridos, y, por otra, de gentes desempleadas que se ofrecían
para abrevar y dar de comer a sus ganados. Unas cuevas excavadas en la ladera de una colina de unos
340 metros de altura servían de almacenes de víveres y de viviendas para aquellos que se dedicaban a
estos menesteres del cuidado del ganado, del incipiente comercio o, incluso, del cultivo de un terreno
fértil que permitía toda clase de vegetación. Con el tiempo se le fueron agregando casas al estilo del
país, es decir, de ladrillos de barro con tejado de terraza hecho de ramas trenzadas, sustentadas por
cabrios y cubiertas de arcilla192.
Sobre el número de habitantes no hay acuerdo entre los críticos: hay quienes estiman su
población en torno a los 1600 y 2000 habitantes193; otros, con más acierto, reducen su número a unos
400194. Su nombre no aparece ni en el AT, ni en las obras de Flavio Josefo 195 y Filón, ni en la literatura
rabínica, tanto talmúdica196 como midrásica. Dicha ausencia de testimonios bíblicos es un claro indicio
de su irrelevancia. Sólo se conoce su existencia en textos no cristianos por una inscripción hebrea
descubierta en 1962 en Cesarea del Mar, procedente del siglo III o IV de nuestra era197. De los estudios
arqueológicos dirigidos por B. Bagatti, a mitad del siglo pasado (1955), se deduce que era una aldea,
profundamente judía y de agricultores198. Los sepulcros excavados en roca demuestran que debió
existir ya, por lo menos, en la época helenística199. Lo más importante de la investigación arqueológica
son dos vestigios de un culto cristiano que se remonta a los primeros siglos 200:

1. La aparición delante de la gruta de la Anunciación de una serie de grafitos de signo netamente cristiano
en los sillares de una construcción que debió pertenecer a una comunidad judeocristiana. Más aún, el
baptisterio encontrado bajo el pavimento de una iglesia bizantina parece anterior a la construcción
judeocristiana. Todo ello es un claro testimonio de la existencia de una comunidad de creyentes durante
los dos primeros siglos del cristianismo.

190
Cf. J. KNILKA, Jesús de Nazaret. Mensaje e historia (Barcelona 1995) p.96.
191
A. ALT, Kleine Schrfiten zur Gemende des Volkes Israel (Munich 1953) p.443, citado por KNILKA (Barcelona 1995)
95-96.
192
Basado en estos datos que proporciona la naturaleza, así describe J. DUQUESNE, Jesús (Barcelona 2004) p. 50, el
posible origen del poblado de Nazaret.
193
Cf. J. F. STRANGE, Archaeology, the Rabbis, and Early Christianity (Nahsville 1981) pp.56-57.
194
Esta cifra es una aproximación basada en recientes prospecciones y en la densidad estimada de población, cf. J. L.
REED, El Jesús de Galilea. Aportaciones desde la arqueología (Salamanca 2006) p.110. Las tumbas y la misma topografía
limitan el área ocupada durante el periodo romano temprano a no más de 4 hectáreas, cf. J. F. STRANGE, “Nazareth”,
Anchor Bible Dictionary, 4, 1050-1051.
195
Durante la guerra de los judíos, Flavio Josefo, responsable de las operaciones militares en la Galilea, cita 45 ciudades de
esta región, pero nunca menciona el nombre de Nazaret. Sí se detiene, en cambio, en el pueblo más inmediato, Jafa, hoy
absorbido por la expansión del Nazaret moderno hacia el suroeste y que estaba a sólo 3 Km., cf. F. DÍEZ, Tierra Santa.
Historia-Arqueología-Biblia (Madrid 1993) p.265.
196
El Talmud nombra un total de 63 ciudades de Galilea, pero ni una sola vez habla de Nazaret, cf. J. GARCIA PAREDES,
Mariología (Madrid 1995) p.27.
197
Así lo divulga GARCÍA PAREDES (Madrid 1995) p. 27, n. 51: “Tras la destrucción de Jerusalén el año 70, los
sacerdotes del templo sobrevivientes, divididos en 24 órdenes diferentes que se turnaban en el servicio del templo, se
reorganizaron y se reinstalaron en diversas ciudades y aldeas de Galilea. En la pared de la sinagoga de Cesarea había una
inscripción con la lista de estas localidades. El fragmento al que nos referimos dice así: Décimaoctava orden religiosa
llamada Hapizzez, reinstalada en Nazaret”. Cf. J. A. FITZMYER, Evangelio según San Lucas. II (Madrid 1987) pp. 109-
110 Cf. KNILKA (Brescia 1990) p.96.
198
Cf. B. BAGATTI, Excavations in Nazaret. Vol. 1, From The Beginning till the XII Century (Franciscan Printing Press,
1969) pp.29-32, citado por GARCIA PAREDES (Madrid 1995) p.27. Una síntesis de todo el proceso se encuentra en P.
BARBAGLI, Giuseppe nel vangelo (Roma 1963) pp.99-106; el c. VI lo dedica a las „excavaciones arqueológicas en
Nazaret‟.
199
Dieciocho de estos sepulcros pertenecen al tipo de los de galería corrida (kokim). Dos de los sepulcros se hallaban
todavía intactos; cuatro estaban cerrados con una piedra que podía desplazarse rodándola. Como esto último no llega a
imponerse en el ámbito judío sino en la época romana, sospechamos que Nazaret en esa época se hallaba algo más
densamente poblada. Pero esta afirmación debe entenderse en sentido relativo, cf. KNILKA (Barcelona 1995) p.95, n.3.
200
Cf. DÍEZ (Madrid 1993) pp.267-268.
69
2. Se ha encontrado otro baptisterio en la actual iglesia de San José, lugar de la Sagrada Familia, que
puede datarse de la misma época.

“Esto nos lleva a la conclusión de que, desde muy temprano, se formaron dos núcleos de
veneración en torno a dos lugares cargados de recuerdos: la casa de María, lugar –según la tradición-
de la Anunciación y Encarnación, y la casa de José, a donde fue llevada María para hacer vida con
José al terminar el año de los desposorios (Mt 1,18), y lugar, por consiguiente, donde vivió la santa
familia”201.
La Galilea de los tiempos de Jesús era una región semipagana, de ahí el nombre de „Galilea de
los gentiles‟, como la llama Isaías (8,23-9,1), dando por entendido que en ella convivían judíos con
fenicios, árabes y griegos. Su presencia se hacía más evidente en los núcleos urbanos, siendo
mayoritaria la población autóctona en los emplazamientos más reducidos. Desde la mitad del primer
siglo a. C. fue la región más turbulenta de todo Israel, de forma que el gentilicio „galileo‟ se convirtió
en sinónimo de rebelde o pendenciero. Con frecuencia se les aplicaba el apelativo despectivo de „am
ha-ares (campesino)202. Desde otro ángulo, pasaba por ser una región rica, de suelo fértil y bien
cultivado. La mayoría de su población era rural y se dedicaba al cultivo del trigo, de la vid, del olivo y
de los árboles frutales (nogales e higueras). Existía el comercio por la presencia continua de caravanas
que pasaban a su lado y también por la cría de ganado. El lago de Genesaret suministraba pescado a
toda la región.
Una vez transcurrido el período revolucionario que sobrevino a la muerte de Herodes el
Grande, la región ya disfrutaba de una estabilidad y paz relativas, en contra de quienes sostienen que
era una caldera hirviente donde pululaban los agitadores debido a la injusticia económica y social. Tal
creencia errónea ha favorecido el retrato de un Jesús pobre, reaccionario y con preocupaciones
políticas. Nada más ajeno a los datos evangélicos. Es cierto que en la época del cambio de era hubo
numerosas sublevaciones judías contra los poderosos imperios sirio y romano 203. En cambio, no consta
ninguna rebelión contra el tetrarca Antipas, que tenía menos poder204.
La ciudad más importante de la Baja Galilea era Besheán (Escitópolis) y como ciudades
menores estaban Séforis y Tiberíades. Cafarnaún y Magdala adquirían el estatuto de villas. Nazaret era
simplemente una aldea. La población más cercana no era una villa, como suele acontecer en otros
casos, sino una pequeña ciudad, Séforis205, situada a unos cinco o seis kilómetros de distancia. Por
Séforis pasaba la principal arteria que cortaba la Galilea en dirección este-oeste; salía de Tolemaida e
iba a dar al mar de Genesaret. En ella puso su residencia Herodes Antipas, amigo de la suntuosidad,
quien residió allí hasta el año 20 y estaba abierto a la influencia helenística. La mayor parte de sus
habitantes tenían sentimientos helenófilos, porque en la guerra judía (años 70-74) se sometió y acogió
a las tropas romanas. Los habitantes de Nazaret no les siguieron en este gesto, sino que probablemente
buscaron refugio en la ciudad vecina fortificada de Jafa, que según Josefo presentó enconada
resistencia a los romanos y perecieron206. Para Klausner207, Nazaret era el lugar apropiado para el
nacimiento de un moralista y de un reformador del mundo.
La casa de David tenía su asentamiento en la tierra que Dios entregó a la tribu de Judá (Judea);
su núcleo más importante tenía su residencia oficial en Belén, patria chica de Jesé. Sin embargo, había
grupos de davídicos dispersos por otros lugares debido o bien a la diáspora general producida por las

201
Cf. DÍEZ (Madrid 1993) pp.268-269.
202
Estos campesinos eran personas religiosamente incultas, cf. la semblanza bien documentada que de esta región hace A.
APARICIO, “María esposa de José” EphMar 46 (1996) pp. 293-317, en p.294-297.
203
La más conocida de todas fue la de Judas el galileo que incitó a sus compatriotas a rebelarse contra Roma y a negarse al
pago de los impuestos. Juntamente con el fariseo Zadok fundó el partido político-religioso de los zelotes, cf. M. HENGEL,
Die Zeloten (Leiden 1961) pp.57-59.
204
Cf. J. P. MEIER, Un judío marginal III, (Estella 2003) p.624.
205
Tras la conquista romana, Aulo Gabinio, procónsul de Siria entre 57 y 55 a.C., dividió Palestina en cinco distritos
(synedria) y convirtió a Séforis en la capital del distrito de la Galilea, confirmando así la posición de predominio que
ostentaba esta ciudad (BJ I,8,5, Ant. I4,5,4), cf. J. D. CROSSAN, Jesús: Vida de un campesino judío (Barcelona 1994)
p.52.
206
JOSEFO, Bell. 3,29-31.
207
Cf. KLAUSNER (Barcelona 1991) p.225.
70
deportaciones que afectó a casi la totalidad de la población o bien a los movimientos emigratorios
internos. Otro de los motivos pudo ser las construcciones imperiales que Herodes el Grande emprendió
en Séforis, ciudad colindante con la aldea de Nazaret; eran edificaciones monumentales que
necesitaban el empleo de enormes recursos humanos y de mano de obra cualificada. Este hecho bien
pudo ocasionar el asentamiento de los antepasados de José o sólo de él dada su condición de tekton en
la pequeña aldea de Nazaret208. Pero no deja de ser una conjetura la verdadera causa del asentamiento
de la familia de José en este villorrio escondido. El hecho incontestable es que allí residía Jacob, su
padre, de la casa de David.
Herodes reinaba en las cuatro provincias de Palestina: Judea, Samaria, Galilea y Perea. Actuaba
en calidad de rey cliente; de ascendencia Idumea profesaba oficialmente la religión judía, pues su
pueblo había sido convertido a la fuerza por Juan Hircano en el 125 a.C. Pero, en realidad, era un
ferviente admirador de la cultura griega, y su reinado se caracteriza por el triunfo completo del
helenismo sobre las tendencias más conservadoras de los Macabeos209. Su largo reinado (37-4 a.C.)
acabó en la sangre y en la locura210. Los descendientes de David debían encontrarse incómodos y
vigilados debido a sus temores enfermizos que rayaban en manía persecutoria, acrecentados por la viva
expectación mesiánica que como reguero de pólvora recorría el territorio de Israel 211. El episodio de la
matanza de los inocentes da buena fe de ello junto con otros datos que conocemos por fuentes
extrabíblicas212.

2.- CONDICIÓN SOCIAL

Uno de los tópicos que conviene desmontar es la creencia popular de que la familia de Jesús era
de la clase social más pobre. Los promotores de esta opinión se basan en una triple argumentación:

1) Era un humilde artesano de pueblo; el ejercicio de este oficio no le habría granjeado


ciertamente un gran valor, estima o consideración especial 213; el mero hecho de vivir
apartado de la civilización y entre campesinos lo convertía en un auténtico „am haarez
(pueblo de la tierra)‟214. Sin embargo, los sólidos conocimientos escriturísticos de Jesús,
su dominio del hebreo y de la escritura215, los diálogos directos en griego con Pilatos y
su ascendencia davídica, estirpe real, inducen a pensar en otra dirección. Este acceso a
una cultura superior la debió recibir en secreto, en el seno de su casa y de la mano de su
padre, hombre instruido y bien posicionado, pues no consta testimonio alguno sobre la
asistencia de Jesús a una escuela rabínica o la presencia en su vida de un maestro de la

208
Cf. G. WIGODER, Nuevo Diccionario de la Biblia (Barcelona 2001) p.559.
209
G. E. WRIGHT, Arqueología bíblica (Madrid 1975) p.319.
210
“Se dice que sufría úlceras y gangrena, y que no veía en torno a sí sino enemigos a los que hacer asesinar, empezando
por su propia familia. Lo que provocó este comentario del emperador romano Augusto: „Es mejor ser el cerdo de Herodes
que su hijo‟. Y es que, tres años antes de su muerte, Herodes había hecho estrangular a dos de sus hijos”, cf. J.
DUQUESNE, Jesús (Barcelona 2004) p.53.
211
Herodes, judío edomita, con su anhelo de gloria ilimitada, estaba lleno de superstición. En su más recóndita intimidad
esperaba ser el gobernante universal cuya venida aguardaban los judíos, y al que llamaban „Mesías Rey‟, cf. KLAUSNER
(Barcelona 1991) p.164.
212
Los testimonios de Flavio Josefo sobre la época de terror que caracterizó los últimos años de Herodes son claros, cf. Ant.
XVII,x,8. Cerca de Séforis, a una hora de Nazaret, el galileo Judá con un grupo de nacionalistas atacó los arsenales del
Rey, se apoderó de las armas y las distribuyó entre sus seguidores. Sobre la inestabilidad política y social después de la
muerte de Herodes, cf. KLAUSNER (Barcelona 1991) pp.150-159.
213
Cf. GALOT (Madrid 1998) p.71. A. APARICIO, “María, esposa de José” EphMar 46 (1996) 293-317 en p.304, afirma
que era “portador de un nombre que suena a protesta social y religiosa, José es „justo‟, sí, pero pobre. Humanamente no era
un buen partido para una doncella”. Este tipo de argumentación edifica la piedad popular, pero se sale de los raíles de los
datos explícitos e implícitos de las Escrituras.
214
Cf. G. CAÑELLAS, “José el artesano” Biblia y fe 6 (Madrid 1980) pp.270-280, en p.278. Sobre la posición económica
de Jesús, cf. J. P. MEIER, Un judío marginal III (Estella 2003) pp.624-625. El autor afirma que Jesús “gracias a su oficio,
no figuraba entre „lo más pobre de los pobres‟, categoría en la que entrarían los jornaleros, los aparceros, los mendigos y,
ya en lo más bajo de la escala social, los esclavos.”
215
En el pasaje de la mujer adúltera se dice que Jesús, inclinándose se puso a escribir en la tierra (Jn 8,6.8).
71
Ley216. La formación humana y espiritual de Jesús es uno de los secretos mejor
guardados del mundo. Será objeto de nuestro análisis en el capítulo siguiente.
2) Otros justifican su pobreza por el hecho de que José llevara dos tórtolas o dos pichones
el día de la Presentación en el Templo217 y no un cordero, como solía ofrecer la gente
acomodada. Una lectura tan socializante del pasaje lucano no resiste un análisis
riguroso: a los ojos del evangelista, José y María no compraron el cordero porque eran
conscientes de que su Hijo era el verdadero Cordero para el sacrificio 218. Al ofrecer a
su hijo percibían la trascendencia del gesto que estaban haciendo. Al menos, así lo
quiere subrayar Lc, que sitúa la escena de la Presentación en el marco de la profecía de
las setenta semanas de Dn 9, 24-25219 y la del viejo Simeón (Lc 2,34-35) que „vio este
día y se alegró‟220. Este texto ha sido objeto de muchas discusiones y divergencias entre
los exegetas. La espada, que como plaga exterminadora hará caer a muchos, no afectará
al „Resto Santo‟ de Israel, pasará a través de María sin herirla ni hacerla caer221.
3) Finalmente, un tercer grupo resalta su extrema pobreza en el hecho del nacimiento en la
cueva de Belén. Si hubieran sido ricos, argumentan, se les hubieran abierto todas las
puertas. También esta explicación sociológica del rechazo de los suyos –José era
oriundo de Belén- es impensable en la mentalidad clánica y religiosa de aquel tiempo.
En momentos tan críticos, una mujer a punto de dar a luz, el rechazo va en contra de las
leyes sagradas de la acogida. Que Belén se hallaba entonces rebosante de gentes que
habían venido también para ser empadronadas 222 no es una explicación convincente: no
eran tan numerosos, y a una mujer en esas condiciones –es una norma universal en
todas las culturas- se le crea un espacio apropiado y más, si está desposada con un
miembro de su clan. Los motivos deben ser de otra índole. Probablemente, como ya
hemos adelantado, el traslado súbito de su mujer a su casa con vista a salvaguardar su
dignidad dejó sin bodas de bodas y con el vestido a medio hacer a la familia y

216
En el episodio de la curación del ciego de nacimiento, los fariseos argumentan contra Jesús diciendo que ellos saben que
Moisés fue enviado por Dios, pero que de Jesús no saben de dónde es (Jn 9,30). Dicho desconocimiento sobre su persona
prueba que no recibió ninguna educación especial, salvo la paterna.
217
Sobre la redención del primogénito materno y la purificación legal de la madre, cf. S. BARTINA, “Derechos paternos y
sucesión davídica según el judaísmo”, EstJos 39 (1985) pp.11-24, en pp.12-14.
218
En la presentación se cumplían dos leyes: la consagración del primogénito y la purificación de la madre. Los
primogénitos debían ser consagrados a Dios en reconocimiento de su soberanía y en gratitud de la liberación de Egipto.
José presentó y rescató al niño con motivo de la presentación de la madre. Esta subía a los cuarenta días al templo para que
el sacerdote-jefe de la clase que prestaba servicio en la semana la declarase pura delante de la puerta de Nicanor (Hch 3,2),
en el atrio de las mujeres. Debía ofrecer en holocausto un cordero de un año y una tórtola o paloma. Cuando era pobre el
cordero podía sustituirse por una tórtola o paloma, cf. J. LEAL, La sagrada Escritura. Nuevo Testamento. Evangelios I
(Madrid 1964) p.578.
219
La profecía de las setenta semanas anuncia la liberación final de Israel; su cumplimiento Lc lo hace coincidir con la
presentación de Jesús en el Templo, que viene a ser la culminación de una secuencia cronológica: 6 meses (180 días) desde
el anuncio del ángel a Zacarías hasta el anuncio hecho a María, sumados a los 9 meses (270 días) de gestación y a los 40
días transcurridos desde el nacimiento hasta la presentación (Lev 12,3) dan un cómputo total de 490 días, es decir, 70
semanas de 7 días; los meses tienen el valor convencional de 30 días, cf. E. BURROWS, The Gospel of the Infancy and
other biblical Essay (London 1940) pp. 41-42. Las dos escenas (la manifestación inicial de Gabriel en el templo y la
manifestación de Jesús en el mismo lugar) presentan sólidas analogías, cf. R. LAURENTIN, Structure et Théologie de Luc
1-2 (Paris 19645) pp. 48-52; dicha profecía está construida a base de la cifra convencional de diez períodos jubilares,
mientras que el texto de Jer 25,11-12, que constituye su punto de partida, sitúa la salvación al final de diez períodos
sabáticos, cf. CH. THOMAS, „Semana‟ en X. Léon-Dufour (ed.), VTB (Barcelona 1985) pp. 842-843.
220
Ese cordero inmaculado que vio Simeón en el Templo recuerda a otro cordero que Abrahán vio entre zarzas. Yahvé no
aceptó el sacrificio de Isaac: la víctima no era propicia ni el oferente tampoco, los dos tenían la marca del pecado original.
Por eso Dios proveyó un cordero sin mancha que sería figura del verdadero Cordero que quita el pecado del mundo, el que
José y María ofrecen ante el viejo Simeón, figura representativa del Viejo Israel, esclavo del temor a la muerte. El
ofrecimiento de Jesús a su verdadero Padre rompió el velo de incredulidad; ese rito prefigura el sacrificio del verdadero
Isaac (Jesús) en el monte Calvario. Quien lo contemple tendrá acceso, como el viejo Simeón, a la fe adulta (cf. Jn 19,31-
37).
221
Esta es la tesis bien documentada que, sobre el texto de Simeón, hace A. SIMÓN MUÑOZ, El Mesías y la hija de Sión
(Madrid 1994).
222
Cf. N. BEECHER, El fascinante mundo de la Biblia (Bilbao 1963) p.180.
72
conocidos residentes de afuera; la ausencia de una explicación subsiguiente que
justificara esta decisión debió provocar este rechazo tan inhumano. José evitó dar
explicaciones para no desvelar el secreto mesiánico de su hijo ya que como buen
davídico se sentía en la mira del ojo de Herodes. Como era „justo‟, prefirió callar y
padecer antes que poner en riesgo los planes salvíficos de Dios.

No hay, pues, datos objetivos que apunten en la dirección de que el esposo de Maria
perteneciera al estrato más pobre de la población. Al contrario, hay indicios probatorios de que
disfrutaba de una posición social holgada, como la mayor parte de los artesanos cualificados de aquel
tiempo. José era un fiel observante de la Ley. Un dicho atribuido a Simeón el Justo, probablemente el
sacerdote zadoquita Simeón II (200 a.C.), resume con notable concisión el judaísmo de finales del
Segundo Templo223. Según él, las columnas sobre las que se apoya el mundo son la Torá, el culto y los
actos de misericordia224. De las tres, Simeón consideraba el culto del Templo como la más santa de
todas las tareas religiosas. Fiel a esta doctrina, sabemos por Lc 2,41 que la familia de Nazaret visitaba
el santuario tres veces al año con motivo de las solemnidades o fiestas de peregrinación (Tiendas,
Pascua y Pentecostés). Si añadimos a las seis u ocho jornadas mínimas de camino de ida y vuelta, una
semana de estancia en Jerusalén por cada fiesta 225, contabilizamos un total de 39 a 46 días al año fuera
de casa y del taller. Este mandato religioso era de difícil cumplimiento para la inmensa mayoría de los
judíos por tres razones básicas: porque, al estar un buen número de ellos en la diáspora, la prescripción
no les alcanzaba; o porque, aún viviendo en Palestina, eran de escasos recursos; o porque carecían
simplemente de piedad. Solamente la clase acomodada y piadosa podía ponerlo en práctica. A ella,
pues, pertenecían seguramente las familias de María y de José.

3.- SÉFORIS

“Nazaret estaba muy cerca de una ciudad en la que había tribunales, una fortaleza, un teatro
para tres o cuatro mil espectadores, un palacio, una calle de columnatas en lo alto de la acrópolis, dos
murallas, dos mercados, archivo, banco real, un arsenal y una población de 30.000 habitantes”226. Se
trata de Séforis, una ciudad fortificada de la Alta Galilea, a la que se ha denominado “la ciudad más
importante en la vida de Jesús”227. No se menciona en el Antiguo Testamento, pero la literatura
rabínica habla frecuentemente de ella228. La referencia más antigua aparece en Josefo, al comienzo del
reinado de Alejandro Janeo, cuando Tolomeo Latiro intentó apoderarse de ella por la fuerza sin
conseguirlo229. Era, pues, una plaza fuerte con guarnición. Herodes el Grande pudo capturarla porque
previamente las tropas de Antígono habían evacuado la ciudad 230. Durante un tiempo, fue la ciudad
más importante de Galilea231. En un principio, fue judía ya que se convirtió en un foco de rebelión a la
muerte de Herodes el Grande; Varo la arrasó y vendió sus habitantes como esclavos232. Herodes

223
Cf. G. VERMES, La religión de Jesús el judío (Madrid 1996) p.220.
224
mAbot 1,2
225
En Lc 2,42-43 hay dos datos esclarecedores: El primero, “subieron como de costumbre para las fiestas” (2,42) y el
segundo, “al terminar los días de fiesta” (2,43). Es un hecho el que la sagrada familia peregrinaba de forma habitual y que
solían quedarse todos los días de la fiesta. No era preceptivo quedarse en Jerusalén la semana pascual entera, sólo estaba
prohibido marcharse antes del segundo día.
226
Cf. A. OVERMAN, Who were the first urban christians? Urbanization in Galilee in the first century, en SBLSP (1988,
27 (Atlanta Scholar Press, 1988) p.164, citado por GARCÍA PAREDES (Madrid 1995) p.28. Otros, en cambio, reducen el
número de sus habitantes a 8000, cf. REED (Salamanca 2006) pp.117.123-126.
227
Cf. REED (Salamanca 2006) p.144.
228
mQid 4,5; mBM 88; mBB 6,7; mArak 9,6.
229
Ant XIII,12.5.
230
Ant XIV, 15,4; BJ I,16,2.
231
A propósito de su importancia, cf. S. CASE JACKSON, “Jesus and Sefforis” JBL, 45 (1926) pp.14-22; F. W.
BOELTER, “Sefforis: Seat of the Galilean Sanedrin”, Explor, 1 (1977) pp.36-43. Sobre las excavaciones más recientes, cf.
R. BATEY, “Sefforis: An Urban Portrait of Jesus”, BibArRev, 3 (1992) pp.50-63.
232
Ant XVII 10,9; BJ II,5,1.
73
Antipas la reedificó en el año 4 a. C, convirtiéndola en el “ornato de Galilea”233, y residió en ella
hasta el año veinte. Las excavaciones realizadas han encontrado restos de un anfiteatro y un acueducto.
Este dato es importante para las poblaciones vecinas, pues la reconstrucción y el nuevo trazado de la
ciudad supusieron el empleo de una mano de obra abundante y selectiva. Una vez convertida en capital
administrativa234, se produjo un giro completo en su historia; dejó de ser una ciudad judía y se volvió
leal al Imperio, posiblemente con una población mixta (judíos y gentiles) que hablaba fluidamente el
arameo y el griego. Durante la revuelta de los años 66-70, sus habitantes apoyaron a los romanos en
sus operaciones contra los rebeldes, seguramente porque todavía tenían reciente el castigo severo que
sufrieron en la anterior revuelta y porque sus nuevos habitantes tenían sentimientos helenófilos 235.
Con toda probabilidad, José trabajó en las obras de envergadura que se realizaron en Séforis236.
La fiebre por la construcción fue una de las características más destacadas de los gobernantes de la
Palestina de entonces237. Herodes el Grande fue el que llevó a cabo las obras de la reconstrucción del
Templo de Jerusalén, destinando para ello ingentes recursos humanos y grandes cantidades de dinero;
también fue el responsable de un vasto programa de edificaciones: Cesarea marítima, palacio cerca de
la muralla oeste, la torre Antonia, Herodion, Maqueronte, Masada, etc. Por eso, ha pasado a la historia
como el Grande. Dos de sus hijos heredaron este espíritu constructor: Filipo, que gobernó al nordeste
de Palestina y fue el fundador de la ciudad Cesarea de Filipo, actual Banias; Herodes Antipas, tetrarca
de Galilea y Perea, hombre de gustos refinados, que, para hacerse famoso, tuvo a gala y orgullo erigir
edificios públicos; reedificó Séforis el 4 a.C., convirtiéndola en la capital de su reino hasta el año 18-
19 que se trasladó a Tiberias, ciudad que fundó junto al lago de Galilea. La construcción de ambas
ciudades debió dar trabajo a cuantos obreros carpinteros, canteros, herreros y albañiles existían a
muchos kilómetros a la redonda. José y Jesús, al ser tektones, pertenecían al tipo de obreros que
necesitaban los arquitectos de Antipas para llevar adelante sus proyectos 238. Dos testimonios de Josefo
avalan el movimiento de masas que se empleaban en dichas construcciones:

1. Herodes, cuando emprendió la restauración del templo, lo primero que hizo fue proveerse de 1.000 carros
destinados al arrastre de las piedras necesarias239.
2. La terminación de las obras del templo en tiempos de Agripa II (entre el 62-64 d. C) forzó al paro a más
de 18.000 trabajadores240.

Los jornaleros, la clase social más baja, cobraban por aquel entonces medio denario más la
comida. Los artesanos que disponían de taller y de cultura superior, como eran José y Jesús que
hablaban varios idiomas, estaban mejor pagados y considerados. En tal ambiente, donde la
arquitectura, la ebanistería, la herrería y la escultura estaban en pleno resplandor, es lógico pensar que
los tektones fueran uno de los gremios más cotizados y remunerados, y que sus talleres estuvieran en
plena ebullición ante la gran demanda de encargos, en particular en aquellos lugares colindantes con
las obras.

233
Ant XVIII 2,1.
234
Posteriormente Herodes concedió esta dignidad a la ciudad que levantó en honor del emperador Tiberio, Tiberíades.
235
La mayor parte de estos datos los hemos sacado de E. SCHÜRER, Historia del pueblo judío en tiempos de Jesús, II
(Madrid 1985) pp.235-239.
236
Ya A. SCHLATTER, Der Evangelist Matthäus (Stuttgart 1929) p. 455 contó con la posibilidad de que José hubiera
intervenido en la reedificación de Séforis. Y como ésta duró muchos años, es lógico cuestionarse si Jesús no habría
participado también en esos trabajos, cf. KNILKA (Barcelona 1995) pp.96-97. Por su parte, MEIER (ESTELLA 2005)
p.295 y BOFF (Assisi 2006) p.44, admiten como posible, dada la cercanía, que Jesús trabajara en ella durante un tiempo. A.
APARICIO, “María, esposa de José” EphMar 46 (1996) pp.293-317, en p.303, lo afirma sin lugar a dudas, ya que una
aldea tan pequeña no podía dar trabajo fijo a un artesano.
237
Cf. J. JEREMÍAS, Jerusalén en tiempos de Jesús (Madrid 1985) pp.27-30, donde enumera las principales
construcciones que emprendieron Herodes el Grande, Agripa I, Agripa II.
238
Cf. REED (Salamanca 2006) p.141. De la misma opinión son R. BATEY, “Is this not the Carpenter?”, NTS 30 (1984)
pp.249-258, y S.-J. CASE, “Jesus and Sepphoris”, JBL 45 (1926) pp.14-22.
239
Ant XV, 11,2.
240
Ant XX, 9,7.
74
4.- LA SINAGOGA

Un detalle curioso, dado el reducido número de sus habitantes, es la presencia de una sinagoga
en Nazaret. Un dato insólito241 que sólo puede explicarse por la piedad de sus moradores, en concreto
por la presencia de la familia de Jacob, el padre de José, que reunía dos atributos: sus miembros eran
conocidos constructores-ebanistas y, a la par, lectores asiduos de la Torá242. A partir del exilio243, tras
la reforma de Esdras, la sinagoga fue el sustento de la fe religiosa, lugar de reunión para
enriquecimiento del espíritu y una verdadera escuela para el aprendizaje del judaísmo y su forma de
vida244. A diferencia del Templo, que dispone de un clero profesional y jerarquizado, es una institución
eminentemente laical, pues no dispone de sacerdotes sino de rabinos. La tradición judía hace remontar
su origen al Sinaí: “Cuando Moisés –dice el Midrash- descendió de la montaña santa, desde ese
instante comenzó la enseñanza y el comentario de la Ley, que le había sido revelada” 245. Es ahí donde
Jesús debió continuar, tras su etapa de formación en el seno de su familia, su crecimiento espiritual
ante Dios y ante los hombres; ahí profundizó en su conocimiento de las Escrituras, conoció la
espiritualidad farisea y se forjó como Maestro de Israel.
Entre las numerosas sinagogas existentes en Israel, los evangelios destacan dos de Galilea: la
de Nazaret (Mc 6,2; Mt 13,54; Lc 4,16) y la de Cafarnaún (Mc 1,21; Lc 4,33; 7,5; Jn 5,59) 246. No se
han encontrado los restos arqueológicos de la primera aludida en Lc 4,16; la que se visita en la
actualidad es un edificio antiguo que según la tradición ocupa el lugar de la sinagoga de los tiempos de
Jesús247, pero no hay testimonios arqueológicos que confirmen esta tradición 248.
En la sinagoga de Cafarnaún, durante el discurso del pan de la vida, los judíos murmuraban de
Jesús diciendo: “¿No es éste Jesús, hijo de José cuyo padre y madre conocemos?” (Jn 6,42). Hay que
destacar que los asistentes eran unos cinco mil hombres sin contar las mujeres y los niños, y que
procedían de todas las ciudades y poblados del contorno; quiere decir que los padres de Jesús eran

241
Parece exagerada la suposición de que en cada ciudad de Palestina habría al menos alguna sinagoga, incluyendo los
lugares más pequeños, cf. SCHÜRER, II (Madrid 1985) p.577. Hay quien aporta el dato de que en la Jerusalén de los
tiempos de Jesús su número oscilaba entre trescientas noventa y cuatro, según unos, y cuatrocientas ochenta, según otros,
cf. R. ARON, Los años oscuros de Jesús (Madrid 1963) p.90. Es cierto que los fariseos con su espíritu profundamente
religioso fueron celosos del estudio de la Torá, pero su presencia no era tan numerosa e influyente que llegara hasta los
lugares más recónditos, como el de Nazaret. La existencia de esta sinagoga y del rollo de Isaías pudieron deberse, más bien,
a la Providencia divina: estaban en función de José y María y de su proyecto salvador. Dios ha puesto allí su dedo y ha
intervenido alterando el curso normal de las cosas. De ahí que su huella no pueda ser demostrada científicamente.
242
Sabemos por los evangelios que Jesús sabía leer y escribir. En las aldeas, este oficio se transmitía de padres a hijos
teniendo como manual de instrucción los sagrados libros de la Torá. Es de suponer, dada la escasa alfabetización en
aquellos tiempos y más en particular en los pueblos de la Galilea, que la familia de José era la única que estaba en
disposición de hacer el triple servicio: la lectura de la Ley en hebreo, la traducción al arameo y los comentarios didácticos
de ocasión.
243
Los rabinos atribuyeron su origen al mismo Moisés y citaron Jr 39,9; Is 56,7; 58,4 y el Sal 74,8, para demostrar su
existencia preexílica, cf. E. TESTA, Usi e riti degli ebrei ortodossi (Jerusalem 1973) p.33. Pero estas tradiciones no son
más que reflexiones anacrónicas de escaso valor histórico. Sus orígenes permanecen todavía en la oscuridad: “Algunos han
pensado en las referencias salomónicas al templo como lugar de oración, otros a la costumbre de visitar regularmente a un
profeta el día del sábado y de novilunio. Mayor interés ha suscitado los supuestos efectos de la reforma de Josías en el 621
a.C., con la prohibición del culto en templetes y altares fuera de Jerusalén. Para muchos este ha sido el factor esencial que
condujo a la formación de un nuevo organismo religioso fundado en un culto no sacrifical”, cf. LEE I. LEVINE, La
sinagoga antica. 1. Lo sviluppo storico (Brescia 2005) p.40.
244
Cf. Y. VAINSTEIN, El ciclo del año judío (Jerusalén 1953) p.13.
245
Cf. ARON (Madrid 1963) p.89.
246
Para el estudio de la arquitectura de las sinagogas galileas, cf. H. KOHL y C. WATZINGER, Antike Synagogennin
Galiläa (1916); E. L. SUKENIKm Ancient Synagogues in Palestine and Greece (1934); E.D. GOUDENOUGH, Jewish
Symbols in the Greco-Roman World I (1953) pp.181-264.
247
Tanto la Sinagoga como sus utensilios tenían un carácter sagrado, por lo que solamente podían ser cambiados en
transacción comercial con entidades u objetos superiores. Debido a una disposición que encontramos en la Misná, (mMeg
3,1) queda claro que el continente (la sinagoga) es inferior a alguno de los contenidos (arca, paños, cilindros de la Torah,
etc.), pero superior a cualquier otra realidad situada fuera de ella (un solar), cf. J. PELÁEZ, La Sinagoga (Córdoba 1994 2ª
ed.) p.42.
248
Cf. PELÁEZ (Córdoba 1994) p.26. Según F. HÜTTENMEISTER – C. REGG, Die Antiken Synagogen in Israel
(Wiesbaden 1983), la sinagoga estaba firmemente establecida en el S. I d. C. Recientemente, se han encontrado restos
arqueológicos en dos edificios de Judea (Masada y Herodium) y en otro de Galilea (Gamla), anteriores al a. 70 d. C.
75
conocidos o bien por el taller de José, de alta calificación o bien por la fama de su piedad, o
seguramente por las dos cosas a la vez, ya que María está también incluida. Esta fama de José y María,
un dato que los estudiosos no han tenido suficientemente en cuenta, es un filón revelador: los padres de
Jesús no eran una joven pareja que vivían en Nazaret en el anonimato más completo, sino que eran
bien conocidos dentro y fuera de ella. No es fácil determinar, sin caer en el peligro de la conjetura, la
causa de esta popularidad tan notoria. Los datos disponibles son tres:

a) La procedencia davídica de José y como tal su descendencia real. ¿Estaba la gente al corriente de este
pormenor? Probablemente no, pues de lo contrario los evangelios hubieran dejado algún testimonio al
respecto. Durante la visita de Jesús a la sinagoga de Nazaret, sus paisanos se preguntaban entre sí para
negar sus pretensiones mesiánicas de esta manera: “¿No es ése el hijo del carpintero?” (Mt 13,55; cf. Mc
6,3). José tuvo que ser muy discreto a la hora de revelar su condición de davídico.
b) Un segundo factor parece más convincente: el oficio de tekton le daba la posibilidad de entrar en contacto
con gente de diferentes estratos sociales y localidades; era un taller familiar bien cualificado. Su maestría
y la supervisión de unos trabajos que empleaban a otros obreros pueden ser una explicación plausible a su
acreditada reputación. Es el sentido más natural de la expresión „el hijo del carpintero‟. José era conocido
por su actividad artesanal.
c) Otro motivo complementario puede ser su fama de hombre piadoso. Sabemos por el NT que Jesús tenía
un conocimiento perfecto del hebreo, pues hizo la lectura oficial del rollo del profeta Isaías en su visita a
la sinagoga de Nazaret, que sabía escribir y que podía sostener intrincadas discusiones teológicas con los
doctores de aquel tiempo. Dicho aprendizaje tan profundo tuvo que recibirlo de sus padres ya que en
aquel tiempo no se disponía de suficientes escuelas para niños en las ciudades y menos en un lugar tan
apartado de los círculos sacerdotales o proféticos. En la Galilea paganizada de los tiempos de Jesús el
porcentaje de gentes que sabían leer y escribir el hebreo debió de ser muy bajo; la escolarización
sistemática se produciría un siglo más tarde, tras la destrucción del segundo Templo. En una aldea de 40 a
50 casas, con una población en torno a 400 habitantes, es bastante probable que Jacob y su hijo José
ejercieran el oficio de lector y traductor oficial (meturgeman249) en la sinagoga. De hecho, el evangelista
Lc narra que cuando Jesús entró en la de Nazaret, como era su costumbre, “se levantó para hacer la
lectura y le entregaron el rollo del profeta Isaías” (Lc 4,16-17). No sólo era un hábito su asistencia a la
sinagoga sino también el hecho de proceder a la lectura oficial. La búsqueda del texto de Is 61,1-2 indica
su familiaridad con dicha práctica.

Aunque ésta institución no gozaba de la misma categoría que el Templo, los rabinos le han
atribuido una santidad similar, viendo en ella un sucedáneo de este gran centro espiritual250. El objeto
más sagrado es el rollo de la Torá, guardado en un arca situada en el fondo; los restantes objetos son
tanto más santos cuanto más próximos le estén y cuanto más se relacione su uso con aquél 251. La gran
estima posterior que los rabinos sentían por la sinagoga se debía principalmente al papel que estaba
desempeñando en orden a mantener unida la comunidad y a perpetuar al pueblo judío 252.
Cerca del arca, enfrente, se encontraba la bimah, tribuna o estrado usado para hacer la lectura
de la Ley o de los Profetas, y para el recitado de ciertas bendiciones, a imitación de la escena bíblica en
la que Esdras, de pie sobre un estrado de madera, “abrió el libro a la vista de todo el pueblo, pues se
hallaba en un puesto elevado” (Neh 8,4-5). En esta tribuna se hallaba colocado un atril. Ambos
elementos puede que existieran ya en los tiempos del Nuevo Testamento 253.
El personal básico de la sinagoga lo componían un presidente y un servidor. El archisinagogo,
elegido entre los hombres más representativos de la comunidad, era el responsable de la organización
del culto y de su regular funcionamiento. Era competencia suya el designar al que debía dirigir la
oración, hacer la lectura de la Torá (lectores) e invitar a quien consideraba digno de hacer el sermón
(cf. Hch 13,15). También le correspondía el deber de vigilar para que nada impropio ocurriera en ella

249
Es un traductor de un texto sagrado (la Biblia) en un espacio sagrado (la sinagoga) con la intención catequética de
ilustrar y exhortar al pueblo de Dios (la comunidad) según el sentido de las palabras de la Ley y los profetas (siguiendo los
ciclos litúrgicos de lecturas), tal como se explicaban y entendían en la tradición de Israel (según el sentido pesat: esto es, no
el mero sentido literal, sino el sentido comúnmente aceptado, como dice un texto del Talmud de Babilonia: “aquel sentido
en el que hasta los saduceos están de acuerdo” (San 33b), cf. PELÁEZ (Córdoba 1994) pp.172-173.
250
Cf. PELÁEZ (Córdoba 1994) p.41-42.
251
Cf. PELÁEZ, (Córdoba 1994) p.42.
252
Cf. PELÁEZ, (Córdoba 1994) p.43.
253
Cf. PELÁEZ, (Córdoba 1994) p.51.
76
(Lc 13,14). Por su parte, el servidor (hazzan) era el encargado de hacer el traslado solemne del rollo
de la Ley e invitar a cumplir su oficio a quien había sido designado por el presidente de la asamblea
para realizar la oración, la lectura cantada o la enseñanza. Con frecuencia, allá donde se disponía de
escuela, se le confiaba también la misión de instruir a los niños. Cuando uno de los miembros de la
comunidad era considerado culpable de alguna infracción y condenado a castigos, era él el encargado
de ejecutar la pena. El dinero de las limosnas o colectas que se hacían lo administraba un limosnero
(gabbay) expresamente designado. El encargado de la limpieza y ayudante del hazzan y del
archisinagogo era el sammas, equivalente al oficio de sacristán.
Los sacerdotes y escribas no desempeñaban en ella un oficio particular, pero se escuchaba de
buen gusto el discurso de un rabino, y si un sacerdote se hallaba presente, se le invitaba a pronunciar la
bendición. Para poder celebrar el culto sinagogal se requería la participación de un mínimo de diez
judíos varones y adultos (aquellos que tenían trece años cumplidos)254.
Al principio de nuestra era se iba a la sinagoga los sábados y días de precepto; precisamente
uno de sus nombres era sabbateion. Más tarde, como la gente de las aldeas iba a la ciudad para hacer
las compras, aprovechaban igualmente para ir a los tribunales de justicia. Al carecer de ellas muchos
poblados, surgió la costumbre de reunirse allí estos días para hacer la lectura de la Escritura (Tos Ta‟an
2,4). Esta costumbre de leer los textos sagrados los lunes y los jueves existía ya antes del 70 de nuestra
era; algunos tanaítas la remontan al tiempo de los profetas y ancianos; otros, a Esdras255.

Cinco solían ser las partes fijas del culto256:

1. - Recitado del Shema: Según la Misná257, el servicio matutino del sábado comenzaba con la profesión de fe del
pueblo de Israel en el Dios único, precedida de dos bendiciones y seguida de una. A la puesta del sol se
concluía con la misma oración. Dicha plegaria está construida en base a tres textos (Dt 6,4-9; Dt 11,13-21; Nm
15,37-41), cuyos límites se fijaron de una vez para siempre por los escribas después del 70 d.C.
2. - Tefillah: Le seguía la oración propiamente dicha, cuyo componente principal eran las dieciocho bendiciones
(Shemoneh „Esred), que consistían en otras tantas peticiones, las cuales al menos en parte se recitaban ya en
tiempos de Jesús. Una tradición talmúdica sostiene que esta oración es a la sinagoga lo que el culto sacrificial
era al templo.
Estas dos primeras partes (Shema y Tefillah) poseen una impronta litúrgica más acentuada. Las
siguientes ofrecen un carácter más didáctico.
3. - La Lectura de la Torá: Constituía la parte central del culto, como testimonian el NT, Filón y Flavio Josefo.
Para la lectura del Pentateuco, considerado la parte más importante de la Escritura, se fue configurando paso a
paso una „lectio continua‟. Se leía los sábados, los días de precepto y los de ayuno público. Antes del período
talmúdico, cualquier varón de doce años podía leer las Escrituras258; era tradicional que si se hallaba presente
algún levita o sacerdote, éstos gozaban de preferencia para hacer las lecturas (Git 5,8). Se hacía de pie y, a
veces, se alternaban varios lectores. El Talmud Palestino y Filón sólo hablan de un lector. Las mujeres asistían
pero no podían leer (Tos Meg 4,11)259.
La escritura se proclamaba en hebreo, lengua no hablada ni entendida por el pueblo; de ahí, la
necesidad de la presencia de un traductor (meturgeman) que diese la versión aramea de lo leído. Tras la lectura
de la Ley, se procedía a la de los Profetas. La Ley se traducía de versículo en versículo; los Profetas, de tres en
tres. La de la Torá se hacía más concienzudamente. Ambas venían a ser una interpretación en vez de una
traducción literal260. Su sentido, parafrástico y homilético, tenía la finalidad de hacer entender a la gente el

254
Cf. E. LOHSE, L‟ambiente del Nuevo Testamento (Brescia 1993 2ª ed.) p.123.
255
Cf. PELÁEZ, (Córdoba 1994) p.68.
256
Muchas de las ideas expuestas han sido seleccionadas del capítulo V dedicado al culto sacerdotal del libro de J.
PELÁEZ, La Sinagoga (Córdoba 1994 2ª ed.) pp.67-90. Hemos espigado aquellos elementos que consideramos más
indicativos para el objetivo que nos hemos propuesto y los hemos completado con otros datos aportados por otros
investigadores.
257
Código de la Ley judía compilado a finales del s. II d.C. Los críticos le conceden mucho valor para conocer las leyes y
costumbres de la época del NT, ya que recopila prescripciones legales antes de la era cristiana.
258
Un año antes de la fiesta de la Bar Miswah los niños solían iniciarse en la lectura de la Torá.
259
Cf. PELÁEZ, (Córdoba 1994 2ª ed.) p.80.
260
Como explica con lucidez P. M. BEAUDE, Jésus de Nazaret (Estella 1992) p.62, “en el judaísmo no se captaba
plenamente a simple vista el sentido de la Escritura. Había que entregarse a una búsqueda (midrás) del sentido o de los
sentidos profundos que contenía la letra de la Escritura. En la sinagoga, el traductor no se contentaba con traducir al pie de
la letra el versículo hebreo al arameo. Buscaba su sentido profundo entregándose a un „midrás‟. Así nació, sábado tras
sábado, toda una nueva „Biblia‟ oral aramea, bastante diferente del texto hebreo escrito. En tiempos de Jesús, la „Biblia‟
77
significado del texto. Estas traducciones arameas, en parte literales, en parte parafraseadas, cogieron forma
estable en la tradición oral y se pusieron por escrito en el siglo V (targum); pero se tienen indicios sólidos de
una redacción más o menos corriente de ellas en tiempos de Cristo261.
La lectura de los profetas no era universal262, en parte por la carencia de los libros. La traducción
podía hacerla cualquiera que supiera hebreo, incluso un menor (mMeg 4,6). Como la sucesión de los textos
proféticos todavía no estaba fijada en el período intertestamentario, el lector era libre de escoger el que
considerara más oportuno. Esta segunda lectura cerraba la escucha de la palabra, por eso se la llamaba
Haftarah, es decir, conclusión. Por el NT se puede deducir que en las sinagogas de Palestina y de la diáspora
ya era una práctica común a principios de nuestra era263. Pero no hay constancia de que fuera lectura continua;
había una especie de antología o se procedía a la selección de un pasaje cada semana. En este sentido es
elocuente, como hemos ya indicado, que en la sinagoga de Nazaret estuviera el rollo completo de Isaías, y que
Jesús leyera uno de sus capítulos finales, el sesenta y uno. Esta novedad debe provenir de la marcada
acentuación davídica en esta sinagoga: en concreto de Jacob, padre de José y su familia. El rollo de Isaías, el
profeta mesiánico por excelencia, no estaba ahí por casualidad; en cierta medida fue fruto de una intensa
búsqueda y de un trabajo paciente por parte de aquellos que constituían la comunidad; estos escritos -
verdadero tesoro guardado como oro en paño por el archisinagogo y su fiel servidor (hazzan)- modeló el alma
de los miembros de la asamblea (entre ellos estaban María, José y Jesús) y les preparó para los
acontecimientos que estaban a punto de desencadenarse.
4. - La homilía: Era práctica común en Palestina y en la diáspora en la segunda mitad del siglo I de nuestra era.
En Filón aparece como la parte más importante de todo el servicio264. En su mayor parte se hacía en arameo y
podía hacerla cualquier judío culto. Consistía en una paráfrasis explicativa de los textos leídos, en cierto
modo, era una prolongación del Targum o traducción de las Escrituras. A menudo el discurso era una
explicación del texto proclamado basándose en otros pasajes bíblicos. De esta praxis, nació el principio
fundamental de que “la Torá se explica con la Torá”. Modelos de estas homilías sinagogales se conservan en
la literatura rabínica y en la de Qumrán. Normalmente la hacía una persona capacitada para ello: un miembro
del sanedrín, un sabio, un letrado, un fariseo o cualquier persona distinguida.
5. - Qaddis: La homilía concluía con una frase en arameo: “Sea su nombre bendito por los siglos de los siglos”.
Antes de Cristo, esta frase se desarrolló, originando una larga oración. El pueblo respondía „amén‟ y se daba
por terminado el servicio litúrgico.

Como subraya R. Aron, este ceremonial tan impresionante era a su vez muy simple; el fiel tenía
asegurada la intimidad con la Ley, dada por Dios:

“Tal es „el mundo de las oraciones‟, solemne y familiar, en el que José introduce al niño Jesús
desde sus primeros años. Le conduce, como mínimo, tres veces por semana, es decir el sábado (viernes por
la noche y sábado) y los otros dos días, lunes y jueves, en que tiene lugar la lectura de la Torá. Le lleva (al
Templo) en las grandes fiestas, en ese día del año „religioso‟ que es entonces la Pascua, evocadora de la
Liberación de los hebreos prisioneros de Egipto, en el día del año „civil‟ que es Rosh Hashana, aniversario
de la creación del mundo. Le lleva también por Kippour, el gran ayuno de expiación, que dura desde la
caída de la noche al crepúsculo siguiente…Le lleva incluso en los Shavuoth y en los Sukkot, en todas las
solemnidades, aniversarios de los grandes hechos de la historia judía, que han permitido decir que toda la
teología de Israel se contiene en el calendario”265.

El objeto principal de las reuniones sinagogales no era la celebración del culto religioso en
sentido estricto, sino la instrucción en la Torá. Los testimonios de Josefo, Filón y del mismo Nuevo

que el pueblo creyente tenía en la cabeza era, más bien que el texto hebreo, esas traducciones interpretativas y actualizantes
que oía cada sábado en la sinagoga. Jesús y sus discípulos conocían estas traducciones. Las utilizaron y ellos mismos
hicieron midrasim”.
261
A título de ejemplo, en Mc 4,12 se encuentra una cita de Is 6,9s. que no corresponde a la Biblia sino al Targum; para
más detalles, cf. E. LOHSE, L‟ambiente del Nuovo Testamento (Brescia 1993 2ª ed.) p.126.
262
Los fariseos hicieron mucho por el desarrollo de la lectura de los profetas, en contra de los saduceos que permanecían
aferrados exclusivamente a los libros de la Ley.
263
Para el gran rabino René-Samuel Sirat, “la actualización del texto bíblico, tanto el de la Ley como la lectura
complementaria de los Profetas, es una tradición que se perpetúa hasta nuestros días y que se remonta a la época de los
rabinos de la Gran Asamblea, mucho antes del nacimiento de Jesús”, cf. M. VIDAL, El judío Jesús y el Shabbat (Baracaldo
1998) p.13. Para A. DEL AGUA, “La Sinagoga: orígenes, ciclos de lectura y oración. Estado de la cuestión”, EstBib 41
(1983) 341-366, en p.358, la lectura de los profetas en la sinagoga se introdujo probablemente en el S. II a.C., y, con más
seguridad, en el s. I a.C. En tiempos de Jesús ya era una costumbre arraigada.
264
Para ver una descripción sumaria del culto sinagogal, cf. E. SCHÜRER, Historia del pueblo judío en tiempos de Jesús,
II (Madrid 1985) pp.580-589. Para los tres textos de Filón, cf. del mismo autor, pp.581-582.
265
Cf. ARON (Madrid 1963) pp.93-94.
78
Testamento son clarificadores: era un lugar destinado a “la lectura de la Ley y a la enseñanza de los
profetas”266.
La sinagoga solía pertenecer a la comunidad local; pero, a veces, era también propiedad
particular por haber sido construida por una persona o un grupo de personas que, más tarde, solían
donarla a la comunidad. En las ciudades y villas de población total o predominantemente judía,
gobernaba un consejo de ancianos o un consejo de la ciudad. El edificio quedaba bajo su jurisdicción.
El hecho de que la familia de José tuviera un taller, sus miembros fueran descendientes legítimos de
David y uno de ellos gozara del atributo de hombre justo, tiene que guardar presumiblemente una
relación estrecha con su construcción, su culto y su conservación. En las ciudades donde había varias
sinagogas, las autoridades religiosas nombraban los funcionarios (archisinagogo, ministro servidor,
limosnero) necesarios para administrar sus asuntos. Caso aparte lo constituían las localidades
pequeñas, como Nazaret, donde en vez de un consejo eran personas concretas que sobresalían por su
piedad y gozaban del favor del pueblo; ellos se encargaban de la dirección del culto, de la enseñanza y
de la administración de los asuntos religiosos. José, por davídico y „justo‟, debió ser una de ellas.
Es posible que existieran escuelas para niños a partir de los seis o siete años en tiempos de
Jesús, si bien todavía no como una institución general y firmemente establecida267. La preocupación
más grande de los judíos era la educación de los hijos, subrayaba Josefo. Todo este celo desplegado
por la formación de los niños y jóvenes no perseguía como fin el proveerles de una educación general
(enseñanza primaria), sino que tenía por objeto grabar en sus espíritus la Torá. De ahí que las primeras
lecciones consistieran en enseñarles a leer y memorizar el texto de las Escrituras268. Hay ciertos datos
talmúdicos por los que se deduce que la asistencia a la escuela se prolongaba hasta la edad de los doce
o trece años269; pero no se especifica que tal norma estuviera vigente ya a comienzos del siglo I d.C.270.
Una cosa era el ideal que se perseguía y otra muy distinta su puesta en práctica.
Vinculados de una forma especial a la sinagoga y a la enseñanza estaban los escribas, a quienes
el NT nombra de diversas formas: doctores (Lc 7,30), maestros (Lc 5,17) o expertos de la Ley
(grammateis); esta denominación era la más frecuente. Según Knilka, “se trata de la profesión en la
que, con arreglo a la doble función de la Biblia como código jurídico y libro religioso, los que la
ejercían impartían enseñanzas teológicas y administraban la justicia. Fundaron escuelas teológicas, en
las que formaban a alumnos para que fueran igual que ellos. Eran los predicadores más adecuados para
hablar el día del sábado en las sinagogas. Con frecuencia debieron ejercer la profesión de escriba como
profesión adicional, junto a la práctica de un oficio manual (como el apóstol Pablo), o disponían de
suficientes bienes de fortuna para poder dedicarse por completo a la enseñanza” 271. ¿Perteneció José a
este grupo? Probablemente no ya que los relatos evangélicos apuntan en otro sentido (“¿cómo es que
éste, no habiendo estudiado, sabe letras?, Jn 7,15), aunque reunía las condiciones para formar parte de
él: sabía leer y escribir hebreo, disponía de conocimientos sólidos de la Torá y practicaba un oficio
manual, como la mayoría de ellos. En la escuela de su padre, Jesús fue el único y el mejor de los
alumnos.
Estos dos ambientes, el taller y la sinagoga, junto a su ascendencia davídica constituyen la
plataforma donde José se granjeó una fama merecida en todo el contorno. El padre de Jesús no era un
padre cualquiera, sino un digno descendiente de la realeza de David, persona bien ilustrada y artesano
de mediano o alto nivel de especialización para su tiempo. Nazaret bien pudo convertirse en las dos
primeras décadas de la era cristiana en una aldea dormitorio para cuantos trabajaban en las canteras de

266
Así consta en una inscripción de Teodoro, fechada a comienzos del siglo I d. C. y descubierta el año 1913-1914 en el
Ofel de Jerusalén, cf. SCHÜRER, II (Madrid 1985) pp.550-554.
267
KLAUSNER (Barcelona 1991) p.187, n.1 y p.228, sostiene que en Jerusalén sólo había escuelas desde la época de
Simeón ben Shetaj, hermano de la reina Salomé Alejandra, s. I a.C. Él fue quien sentó las bases del sistema escolar hebreo.
Durante el reinado de su hermana (76-67 a.C.), influyó profundamente en la vida pública y privada de la nación. Treinta
años después de la crucifixión de Jesús, el sumo sacerdote Josué ben Gamala (63-65 d. C.) organizó un sistema escolar
elemental en todas las ciudades.
268
Cf. SCHÜRER, II (Madrid 1985) p.545.
269
bQid 30a; bKetubot 50a.
270
Cf. SCHÜRER, II (Madrid 1985) p.547, n.41.
271
Cf. KNILKA (Barcelona 1995) p.78.
79
Séforis272. Un lugar discreto para la casa de David, que sentía ya inminente sobre su cabeza la
espada amenazadora de Herodes. Paralelamente, José sobresalía entre los suyos por ser un justo 273, el
título más alto al que puede aspirar “un israelita de verdad en quien no habita el engaño” (Jn 1,47)274.
Según las usanzas propias de su tiempo, su presencia en la sinagoga debió ser determinante para el
bienestar de la comunidad por su dedicación fervorosa, su preparación espiritual y su habilidad
manual, necesaria para el enriquecimiento estético del edificio y el equipamiento de sus objetos
religiosos. Estos dos calificativos, artesano y justo (tekton y sadiq), que definen su carácter según Mt,
merecen un análisis por separado.

5.- EL ROLLO DE ISAÍAS

Lc dice que Jesús “vino a Nazaret, donde se había criado, entró, según la costumbre, en la
sinagoga el día de sábado, y se levantó para hacer la lectura. Le entregaron el volumen del profeta
Isaías” (4,16-17a). La expresión „según la costumbre‟ puede referirse al uso de visitar las sinagogas
durante el ministerio público, pero también se puede aplicar, tratándose de Nazaret, al tiempo de la
infancia y juventud275, cuando la sinagoga era un referente principal en su vida. El hecho de
desenrollar el volumen (66 capítulos) y localizar el c.61 muestra que se encontraba el rollo entero.
Conociendo la técnica de reproducción de los pergaminos de aquel tiempo y dada la precariedad de
medios, el libro poseía un alto valor: eran necesarias aproximadamente 66 pieles de cabritos de un año
sin mancha para su confección. Al ser un rollo tan grande, el mecanismo de arrastre para que pudiera
hacerse la lectura continuada debía ser de alta precisión, pues fácilmente se encasquillaban los bordes
al girarlos haciendo imposible su lectura. Un rollo completo como éste pocas sinagogas de aquel
tiempo podían vanagloriarse de poseerlo. Consta la existencia del rollo completo en Qumrán.
Seguramente, Jerusalén, Babilonia, Alejandría y otras ciudades grandes de la diáspora dispondrían de
él. Es insólito su uso en Nazaret, un lujo no al alcance de todos. Otros libros menores eran más
asequibles a las comunidades judías. Su presencia allí es un testimonio del interés y amor por las
Escrituras de algunos de sus moradores y de la importancia que daba a este profeta tan mesiánico la
comunidad davídica con Jacob, el padre de José, a la cabeza.
El hallazgo del texto de Is 61 por parte de Jesús evidencia su familiaridad con los libros
sagrados y sus sólidos conocimientos de la lengua hebrea: “desenrolló el volumen y halló el pasaje
donde está escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí…” (Lc 4,17b). Para una persona no iniciada
resulta en la práctica imposible encontrar un texto tan especializado. Si seguimos la tradición de Jn,
Jesús comenzó su actividad pública el primer día de la fiesta de las Tiendas (escena de Caná), que se
celebra el 15 del primer mes del año (Tishri)276. Su llegada a la sinagoga de Nazaret, tuvo que

272
Durante varios siglos, Séforis siguió siendo considerada coimo una de las ciudades más importantes de la Galilea. Judá
I, el Príncipe, estableció allí su sede y academia durante algún tiempo. Hacia el siglo III d. C. había trece sinagogas, de las
que algunas pertenecían a grupos de extranjeros (bMeg 30b), cf. PELÁEZ, (Córdoba 1994) p.28.
273
Como afirma ARON (Barcelona1963) p.69, Tsedeq es la palabra llave de la moral judía: designa a la vez a la justicia y a
la caridad, y evoca la verdad inseparable de la una y de la otra.
274
Estas palabras las pronunció Jesús el día de su encuentro con Natanael, referentes a su persona. La expresión „israelita
de verdad‟ es un giro hebreo que significa hombre „no astuto‟ (a diferencia de su antepasado Jacob: Gn 27,35-36), sin
engaño ni mentira (Sal 32,2; Is 53,5), no prostituido ante los falsos dioses y por tanto fiel (cf. Ap 14,5), cf. X. LÉON
DUFOUR, Lectura del Evangelio de Juan I (Salamanca 1989) p.155. La frase enigmática „debajo de la higuera te vi‟ es
una clara alusión al conocimiento que tenía Natanael de las tradiciones hebreas sobre el Mesías y al amor que sentía por las
sagradas Escrituras, ya que los rabinos solían leer y comentar la Torá bajo este árbol iniciático, cf. G. ZEVINI, Evangelio
según San Juan (Salamanca 1995) p.82.
275
Cf. J. LEAL, La Sagrada Escritura Nuevo Testamento, I Evangelios (Madrid 1964) p.600.
276
El episodio de Caná se abre con un dato cronológico (“al tercer día”) que completa la sucesión día a día iniciada en
1,29.35.43; una secuencia cronológica que parece creada con la sola intención de datar dicho acontecimiento. De esta
manera, el evangelio se abre con una semana completa, contada casi día a día, que culmina con la manifestación de la
gloria de Jesús. Tras la expresión „en arje‟ (1,1) con la que se abre el prólogo de Jn, el siguiente dato temporal que aparece
es „epaurion‟(“al día siguiente”, 1,29), justo tras la primera declaración del Bautista ante la embajada oficial. Este día,
tiene resonancias de la fiesta del Yom Kippur, ya que en él se presenta a Jesús como “el cordero que quita el pecado del
mundo” (1,19). Dicho testimonio se produce precisamente en la segunda jornada de la semana inaugural (día 10 del mes de
80
producirse en un espacio relativamente breve de tiempo. Quiere esto decir que nos encontramos al
comienzo del año litúrgico y, por consiguiente, al inicio de la lectio continua tanto de la Ley como de
los Profetas. Si el Rollo de Isaías estaba abierto por los primeros capítulos, como es de suponer, Jesús
tuvo que desenrollar varios metros de él hasta encontrar el capítulo 61, tarea no fácil para uno que no
esté familiarizado con su uso. Como describe Deiss, “el rollo de la Escritura se enrollaba comenzando
por el final. Así el inicio del rollo presentaba el comienzo del libro de Isaías. Para llegar al capítulo 61,
donde se encuentra el texto leído, Jesús debía desenrollar aproximadamente unos cinco metros del
rollo. Por otra parte, el texto hebreo, a pesar de su división en versículos principales para facilitar la
lectura, no tenía signos de puntuación ni vocalización (el texto presentaba sólo las consonantes). Jesús
tenía por tanto una gran familiaridad no sólo con el hebreo, sino también con el libro de Isaías”277. Ya
hemos apuntado que dicho dominio tuvo que recibirlo a través de José y María.
En la sinagoga hizo algo que debía ser ya familiar a sus paisanos: la lectura de la Torá y de la
Haftarah. Desde los trece años hasta los treinta tuvo que disponer de muchas oportunidades, dado sus
conocimientos de la lengua hebrea. Seguramente nunca procedió a hacer la homilía, no porque
careciera de formación, sino por mandato expreso de sus padres, que veían que todavía no había
llegado la hora de su manifestación. La extrañeza o admiración de los oyentes ante sus “palabras
llenas de gracia que salían de su boca” (Lc 4,22), confirman esta interpretación.

6.- EL AMBIENTE

La primera aparición pública de Jesús en la sinagoga de Nazaret se saldó con un violento


rechazo por parte de sus paisanos: “Oyendo todas estas cosas, todos los de la sinagoga se llenaron de
ira; y levantándose, le arrojaron fuera de la ciudad a una altura escarpada del monte sobre el cual
estaba edificada la ciudad, para despeñarle” (Lc 4,28-29). A primera vista, el conjunto del relato (Lc
4,16-30) extraña por el cambio incomprensible de la muchedumbre, que salta de la admiración (v.22a)
a la animosidad (v.22b). Esta anomalía se ha explicado por la mera evolución literaria278. Para los
partidarios de dicha interpretación, el texto comprende dos relatos distintos: el primero (4,16-22) narra
la primera visita de Jesús a la sinagoga coronada por el éxito. El segundo (4,23-30) apunta a una
predicación posterior que acabó en un rechazo total.
Sin embargo, no hay razón alguna para dividir un texto de claro signo unitario y de alcance
programático279. La dificultad se subsana si se atiende a otras dos posibles acepciones de los verbos
griegos martireo y zaumatso:

1) El verbo martireo tiene dos vertientes: testimoniar a favor o en contra de alguien. Es el


contexto el que determina su alcance. En este caso es más razonable la segunda
acepción.
2) El vocablo zaumatso no sólo significa admirar sino también extrañar, sorprenderse. Al
atribuirse Jesús el cumplimiento de esta palabra es normal que dicho gesto produzca
desconcierto entre los suyos que siempre lo han visto como “el hijo de José” (v.22d).

La traducción más válida del v. 22 sería la siguiente: “Todos se declaraban en contra,


extrañados de que mencionase sólo las palabras sobre la gracia” 280. El término gracia (jaris) se

Tishri), a seis de distancia de su manifestación mesiánica en las bodas de Caná, que coincide con el primer día de la fiesta
de las Tiendas (día 15 de Tishri). Sobre esta semana inaugural, cf. GÓMEZ (Valencia 2005) pp.35-41.
277
Cf. L. DEISS, Giuseppe, Maria, Gesù (Milano 2001) p.13-14.
278
Cf. BibJer (Bilbao 1975) p.1464, n.4,16.
279
Lc desarrolla la actividad de Jesús donde se había criado con vista a sus propios fines (lectura del libro de Isaías,
proclamación de su cumplimiento y rechazo e intento de darle muerte por parte de sus paisanos); un relato programático
que nos presenta un preludio del destino general de Jesús, cf. J. LEAL, La Sagrada Escritura, NT,I (Madrid 19642) p. 599
280
Cf. J. MATEOS, Nuevo testamento (Madrid 1974). Esta traducción ya había sido defendida por J. JEREMÍAS, Jésus et
les païens (Neuchatel-Paris 1957) pp.39-40. También C. ESCUDERO, “Jesús profeta libertador del hombre”, EstEcl 51
(1976) pp.463-495 en p.488, n.60, estima como más probable la traducción de Mateos ya que estaría más de acuerdo con la
cita de Is 61,1-2a: Lc corta bruscamente dicha cita, dejando fuera a Is 61,2b “día de venganza de nuestro Dios”. Dicha
81
refiere al perdón universal que el nuevo Mesías viene a traer: Jesús proclama el definitivo año
jubilar 281(amnistía general) y calla expresamente el segundo estico de Is 61,2, (“día de venganza de
nuestro Dios”), ampliando así el horizonte de la salvación también a los gentiles. Este Mesianismo
universal es el que contesta la muchedumbre y hace comprensible, por un lado, la animadversión de
los presentes en la sinagoga y, por otro, las palabras de Jesús referentes a la actividad taumatúrgica de
Elías y Eliseo con los paganos. No hay, pues, dos tiempos distintos en los ánimos de sus paisanos, sino
sólo uno.
Lc identifica la misión liberadora de Jesús con la proclamación solemne del perdón absoluto de
todas las faltas que se realiza en el año jubilar282, destinado a eliminar las injusticias creadas en la
historia, llevando a los hombres al primer estado original (Ex 21,2-11; Lv 25,8-17; Dt 15,12-18). “Esta
prospectiva encaja en la relectura judía que hace del año jubilar el contenido de la espera escatológica-
apocalíptica”283. La amnistía universal tuvo que ser un escándalo para los habitantes de Nazaret debido
al odio compulsivo que la comarca entera sentía hacia Roma, por las grandes cargas económicas que el
gobierno imperial impuso a la población y por la imposición de Herodes como rey cliente. Los
impuestos de éste tuvieron que ser excepcionalmente gravosos para sostener su ostensible generosidad
para con la familia imperial y realizar su fastuoso programa de construcciones militares, artísticas y
religiosas284. A este aspecto, hay que unir un hecho histórico que convulsionó a los habitantes de la
baja Galilea: a la muerte de Herodes el Grande, en el 4 a. C., hubo una revuelta judía que tuvo como
foco principal la ciudad de Séforis, vecina de Nazaret. El general Varo, legado de Siria, la arrasó hasta
sus cimientos285, crucificando a 3000 judíos y vendiendo como esclavos al resto286. Los cuerpos de los
ajusticiados permanecieron expuestos varios días en el patíbulo, recibiendo así la consiguiente
maldición que la Ley otorga a todo aquel que cuelga de un madero (Dt 21,23; cf. Ga 3,13). Esta
represión brutal y el espectáculo dantesco de la crucifixión masiva de tantos hermanos de raza tuvieron
que dejar una huella profunda en los ánimos de toda Galilea, sobre todo en los pueblos vecinos, entre
ellos Nazaret. Tal era el efecto pretendido por Roma: erradicar mediante un castigo ejemplar toda
ulterior sublevación. Los ajusticiamientos masivos tuvieron que sacudir las conciencias de los
habitantes de las poblaciones circundantes 287 y sembrar inevitablemente el rencor incluso en los
espíritus más fuertes, pues no hay veneno más difícil de digerir que el de la violencia. Si en Nazaret el
sentimiento antirromano era acentuado, como es de suponer, es lógica la reacción tan virulenta que
produjo la proclamación de la amnistía total por parte de Jesús a todos los pueblos de la tierra, incluida
la misma Roma. Desde esta perspectiva se hace más inteligible el conjunto de la perícopa.
En dicho ambiente hostil creció el joven Jesús: “un lirio entre cardos” (Ct 2,2). Su padre,
siguiendo las directrices del ángel, le educó en un oficio nuevo: el arte de perdonar los pecados sin
exclusión. Una misión que un día, en plena madurez, ejecutaría con la oposición clara de sus paisanos,

interrupción explica mejor el rechazo brusco de sus paisanos a partir de Lc 4,22b. Dicho rechazo es algo esencial en la
perícopa, por ser ésta prefigurativa del rechazo de Jesús por su pueblo.
281
Entre los exegetas que defienden la referencia al año jubilar, cf. W. J. HARRINGTON, The Gospel according to St.
Luke (New York 1967); W. GRUNDMANN, Das Evangelium nach Lukas (Berlin 1971); R. B. SLOAN, The Favorable
Year of the Lord; A Study of Jubilary Theology in the Gospel of Luke (Austin 1977); S. H. RINGE, Jesus, Liberation, and
the Biblical Jubilee (Philadelphia 1985).
282
CH. PERROT, “Luc 4,16-30 et la lectura biblique de l‟ancienne synagogue” RevScRel 47 (1973) pp.324-337, en p. 91,
ve un parentesco estrecho entre Is 61,2 y el Targum Neofiti Gn. 35,9, que sitúa la circuncisión de Abrahán en el marco de
la fiesta del Yom Kippur (10 de Tishri). El autor llega a la conclusión que el mes de Tishri es el más probable para Lc 4 y el
Yom Kippur el día más plausible en ese mes.
283
En el Libro de los Jubileos el autor divide la historia del mundo en cincuenta jubileos de cincuenta años cada uno,
haciendo coincidir el ingreso en la tierra prometida con el inicio del último jubileo, cf. S. GRASSO, Luca (Roma 1999)
p.146.
284
Cf. R. A. HORSLEY, Galilea, storia, politica, popolazione (Brescia 2006) p.90.
285
En las excavaciones arqueológicas recientes no se han encontrado restos de esta destrucción (cf. E. M. MEYERS,
Roman, Sepphoris in the Light of New Archaelogical Evidence and Research, en Lee I. Levine (ed.) The Galilee in Late
Antiquity (New cork 1992) p.323; puede ser, como apunta HORSLEY (Brescia 2006) p.93, que la acción punitiva romana
en la región, con la reducción a la esclavitud de la población, fuese dirigida contra las aldeas cincundantes, donde la
insurrección guiada por el rey popular Judas hijo de Ezequías disponía claramente sus bases (Bell 2,56; Ant 17,271-272). .
286
Cf. Bell 270-275; Ant 291-295.
287
Cf. HORSLEY (Brescia 2006) p.94.
82
dando así cumplimento al oráculo de Isaías 61,1-2 en su versión completa: la gracia a todos los
pueblos y la venganza o castigo exclusivamente sobre él.
83

3.- TEKTON

1.- EL OFICIO

Mateo y Marcos utilizan el término tekton para designar el oficio de José (Mt 13,55; Mc 6,3).
Es la traducción griega del vocablo hebreo harash, en arameo naggar. Dicho vocablo tiene pluralidad
de acepciones y su significado no coincide exclusivamente con el oficio moderno de carpintero 288.
Normalmente se le traduce así289, si bien son cada vez más numerosos los partidarios que afirman que
la profesión de José y de Jesús fue preferentemente la de albañil y constructor, ya que las alusiones que
Jesús hace, según la tradición evangélica, a las obras de construcción290 son más abundantes que las
relacionadas con el ramo de la madera291.
Según podemos constatar en el judaísmo tardío, un padre tenía la obligación de enseñar a su
hijo un trabajo manual. Una sentencia rabínica decía así: “Quien no le enseñe un oficio, le está
enseñando a robar”292. Fiel a la tradición judía, José habría transmitido a Jesús su misma profesión.
Los escribas tenían prohibido cobrar por sus enseñanzas, sólo podían contar con ingresos si ejercían
algún trabajo para el Templo o si desempeñaban un oficio civil, cosa que hicieron rabinos famosos:
Hillel fue leñador; Shammai, carpintero; Yehudí, panadero; Yohanán, zapatero; el mismo Pablo,
cuando era rabino en Jerusalén y predicaba después el evangelio de Cristo (Hch 18,3), se ganaba la
vida ejerciendo el oficio de curtidor (skenopoios)293. La escritura afirma que aquellos que trabajan
manualmente, aunque no brillen por su cultura, sirven de soporte a la creación (Si 38,17). De ahí que el
artesano en su trabajo no tiene necesidad de levantarse ante el más grande doctor, ya que quien se gana
su vida con su oficio es más grande que el que se encierra ociosamente en su piedad.
Las tradiciones más antiguas (evangelistas apócrifos y Padres de la iglesia) son casi unánimes
al afirmar que José era obrero de la madera, es decir, ebanista o carpintero. El filósofo Justino 294 (s. II)
escribe que Jesús fabricó piezas de carpintería como yugos y arados. Éstos llevaban forzosamente una
pieza de hierro (reja) que tenían que forjar los propios carpinteros. Algunos padres de la Iglesia
latina295, dependiendo de la traducción del término latino faber, sostenían que José y Jesús eran
herreros. Sin embargo, la raíz tekton296 hace referencia a cualquier tipo de producción, y en su espectro
semántico se incluyen diversos oficios y habilidades implicados en la construcción urbana, de modo

288
Cf. R. BATEY, “Is not this the Carpenter?”, NTS, 30 (1984) pp.24-58; P. H. FURFEY, “Christ as Tekton”, CBQ 17
(1955) pp.324-335. .
289
No existe en el AT un término que designe este oficio tal como se entiende en nuestro idioma. En el mundo bíblico el
vocablo harash designa al artesano que ejerce el oficio de cortar o hender y, por extensión, grabar o esculpir; para más
detalles, cf. CAÑELLAS, Biblia y Fe 6 (Madrid 1980) pp.270-271.
290
Cf. el final del discurso de la montaña (la edificación sobre cimientos sólidos, Mt 7,24-27), el primado de Pedro (Mt
16,18), los graneros que hay que agrandar cuando se recoge una buena cosecha (Lc 12,18), el símil de la edificación de una
torre (Lc 14,28), el hundimiento de la torre de Siloé (Lc 13,4-5), la torre construida en una viña (Mc 12,1) el dicho de la
piedra angular (Lc 20,17-19), la comparación de su cuerpo con el Templo de Jerusalén (Jn 2,19), el símil de la viga y la
paja (Mt 7,5). “Por supuesto que esta enumeración no respalda la hipótesis de que Jesús trabajara en Séforis, pero Batey
señala que estas sentencias ganan en viveza si se suponen pronunciadas por un obrero de la construcción”, cf. REED
(Salamanca 2006) p.141.
291
La imagen de la puerta estrecha (Lc 13,24), el dicho sobre el leño seco y el leño verde (Lc 23,31), la viruta que se mete
en el ojo (Lc 6,41).
292
bQid 30b; tKid 1,11.
293
Cf. S. ROS GARCÍA, “Carpintero e Hijo de Carpintero (Mc 6,3; Mt 13,55): El oficio de José y de Jesús”. Notas de
Cristología inductiva” EstJos 40 (1986) pp.163-177, en p.165.
294
Justino, nacido en Napulsa, antigua Siquem (Samaría), pudo recoger testimonios procedentes de la vecina Galilea.
295
Así, por ejemplo, HILARIO, Sobre Mateo, XIV.
296
Probablemente tekton tiene que ver con la palabra griega tekne (técnica). Su traducción más cercana sería técnico, que es
el precedente de ingeniero. La traducción de tekne al latín originó que técnica y arte aparecieran como sinónimos. Hoy no
hay confusión entre un ingeniero y un artista, pero en la antigüedad era inconcebible que un artesano no fuera técnico y
viceversa. Los tektones, pues, se caracterizan porque no trabajan al azar sino que usan un método y porque saben construir
herramientas que disminuyen el esfuerzo o agilizan sus trabajos. Poseen un cuerpo de conocimientos y destrezas que han de
ser transmitidas, o bien familiarmente o bien gremialmente.
84
que el término puede traducirse de varias maneras además del tradicional „carpintero‟ 297. Los
tektones no sólo se ocupaban de trabajar la madera, sino también la piedra (cf. 2Re 5,11 LXX). Era
muy variado el campo de sus actividades. En sentido amplio, puede designar diversos oficios a la vez:
herrero, ebanista, albañil, alfarero o incluso tintorero…, menesteres a los que se dedicaban en aquella
fecha estos artesanos. Para algunos biógrafos, José era el artesano del pueblo al que se acudía para
colocar una puerta, levantar un muro desplomado, fabricar un mueble o reparar un útil de trabajo. En
su taller no sólo se confeccionaban las diversas piezas de madera que entraban en la construcción de
las casas de adobe, sino también ruedas para carros, escardillos, rastrillos, cunas, ataúdes, útiles de
cocina, taburetes, toneles, baúles o arcones que, en aquella época, sustituían a los armarios para
guardar la ropa, los vestidos y los víveres 298. Su taller, adosado a su casa, estaría lleno de diferentes
tipos de madera de Canaán (cedro, terebinto, encina, olivo, ciprés, sicómoro, acacia) y salpicado de las
herramientas más comunes en aquel entonces: el hacha, la sierra, el martillo, el rascador, el compás, el
cordel, el mazo, el berbiquí, el cepillo y la garlopa.
Hoy, los especialistas, teniendo en cuenta la equivalencia aproximada de otros textos
bíblicos299, tienden a sostener que no eran carpinteros en el sentido de que hicieran o repararan el
instrumental empleado por los campesinos, sino que más bien pertenecían al „ramo de la
construcción‟300, es decir, eran albañiles o constructores cualificados, “teniendo en cuenta que en una
civilización agraria primitiva, como era la de Galilea, la profesión de albañil no era un oficio tan
especializado como en la moderna cultura industrial y abarcaba otras mil facetas que hoy constituirían
profesiones diferentes”301.
La mayor parte de estos artesanos junto a los pequeños comerciantes y también los sacerdotes
ordinarios y levitas, pertenecían a la clase social media. Los sacerdotes (unos 7.000), distribuidos en
24 turnos, prestaban el servicio religioso por semanas. Como la mayoría de ellos ejercían su ministerio
raras veces, se veían obligados a ejercer un oficio. Esta clase media, a la que pertenecía el tekton José,
debía de ser un factor estabilizador en la estructura social302.

2.- LA CULTURA

Los estudios de Joachim Jeremías303 han puesto en evidencia el sustrato arameo de muchos
dichos del Maestro. ¿Era su lengua materna? Seguramente304. “Como maestro que se dirigía a las
masas de campesinos judíos corrientes, cuya lengua de uso diario era el arameo, Jesús casi
necesariamente habló y enseñó a sus correligionarios en arameo, del que quedan algunos vestigios en
el texto de nuestros Evangelios”305. Esta lengua la aprendió en el hogar de sus padres y fue la que
practicó durante su infancia en la aldea de Nazaret, de cultura predominantemente judía.
Hay tres pasajes evangélicos que indican que Jesús sabía leer y escribir (Lc 4,16-30; Jn 7,15; Jn
8,6), aparte de otros testimonios que evidencian su capacidad didáctica, hecho difícil de explicar en el
caso de una persona analfabeta. ¿Dónde se inició en el arte de la escritura y de la lectura? Sólo hay dos
posibles respuestas: o bien en la familia o bien en la escuela sinagogal. Se conoce por la tradición

297
Cf. REED (Salamanca 2006) p.141.
298
Estas y otras ideas antes expuestas las hemos cogido casi literalmente de la obra de GASNIER (Madrid 1980) pp.35-39.
299
Cf. Sab 13,11; Eclo 38,27; Is 40,19-20; Jr 10,3; etc.
300
Cf. J. I. GONZÁLEZ FAUS, Jesús de Nazaret y los ricos de su tiempo (Madrid 1982) p.46.
301
Cf. ROS GARCÍA, EstJos 40 (1986) p.170. Cf. GONZÁLEZ FAUS (Madrid 1982) pp.45-46.
302
Cf. KNILKA (Barcelona 1995) p.85.
303
Cf. J. JEREMÍAS, Teología del Nuevo Testamento (Salamanca 1974) pp.13-52.
304
El debate sobre el idioma de la predicación de Jesús sigue abierto. R.O.P. TAILOR, “Did Jesus Speak Aramaic?”
ExpTim 56 (1944-1945) pp.95-97, sostiene que Jesús enseñaba normalmente a las multitudes en griego, ya que la mayoría
de los israelitas tenían el griego como lengua familiar. J. A. FITZMYER, A Wandering Aramean. Collected Aramaic
Essays, SBLMS 25 (Misssoula 1979), por su parte, es partidario de que Jesús predicaba en su lengua materna, el arameo.
H. BIRKELAND, The Language of Jesus (Oslo 1954), defiende que la lengua corriente de la gente era el hebreo misnaico,
dialecto que hablaba Jesús cuando les enseñaba. Hoy día, la opinión que más seguidores tiene es que Jesús predicaba en
arameo, la lengua común del pueblo llano de Galilea. Un estudio completo sobre la lengua que hablaba Jesús, sobre su
educación y la profesión que ejerció se encuentra en MEIER, I (Estella 2005), pp.267-323.
305
Cf. MEIER, I (Estella 2005) p.278.
85
evangélica que Jesús no ha estudiado en ninguna escuela superior (cf. Jn 7,15). Es notorio ya
adentrado el siglo I d. C., el afán por la alfabetización de todos los niños judíos mediante la creación de
escuelas elementales, pero se trata más de un programa ideal que de una realidad constatada. Ni Filón
ni Josefo hacen referencia a que los judíos hubieran institucionalizado las escuelas para niños. Por otro
lado, la existencia de targumes (traducciones al arameo de las escrituras hebreas) indica que la mayor
parte de los asistentes a la sinagoga no entendían el hebreo hablado; mucho menos su lectura.
¿Disponía Nazaret de algún centro de enseñanza? Probablemente no. “La única educación elemental
entonces existente era la que se impartía en el ámbito familiar, y la mayor parte de las veces consistía
simplemente en instrucción sobre el oficio del padre” 306. Pero, conocemos por Mt 1,18 que José era
además de tekton un judío devoto (sadiq); luego es factible que tuviera acceso a la Torá, pues “poder
leer y explicar las escrituras era una meta a la que los judíos de mentalidad religiosa aspiraban con
devoción”307. De ello se deduce que Jesús debió recibir la formación directa exclusivamente de su
padre. Riesner apunta que José, como buen padre judío, asumió la tarea de la enseñanza de Jesús a la
edad de los tres años, descargando de ella a su madre308.
Además de un hombre piadoso versado en los textos sagrados y buen conocedor del hebreo,
José, dada su condición de técnico, tuvo que tener cierto dominio sobre el griego, que era la lengua
comercial y la más extendida en el Oriente Próximo, incluyendo Israel309. A ello contribuyó la política
helenística de los asmoneos y, sobre todo, el vasto programa de construcción de Herodes el Grande
según el estilo grecorromano. Un tercio de los epitafios hallados en Jerusalén pertenecientes a la época
del segundo templo fueron escritos en griego310. Es probable que a su llegada al Egipto helenizado de
los Ptolomeos fuera el griego de la koiné311 la lengua que practicó para poder desempeñar su oficio con
eficacia. No se sabe con certeza el lugar de su residencia. Mientras que la Biblia no especifica nada,
los relatos de la Iglesia Copta egipcia consignan como lugar principal un huerto situado en las afueras
de la antigua ciudad helenizada de Heliópolis, a diez km. de la actual El Cairo312. A su regreso a
Nazaret, dada su cercanía con la ciudad de Séforis, tuvo ocasión de desarrollar estos rudimentos del
griego. Ya hemos anticipado como probable la participación de José en el impresionante plan de
construcciones emprendido por Herodes Antipas. Si bien no hay ninguna prueba firme de que Jesús
estuviera allí, el conocimiento del entorno de la Nazaret de su tiempo permite hacer esta conjetura
objetiva. Es admisible que, dado el volumen de las edificaciones, la mano de obra especializada en los
pueblos cercanos fuera insuficiente. ¡Y Nazaret sólo estaba a cinco kilómetros! El taller de José debió
estar en esa época en plena efervescencia; gracias a los encargos, pudo tener ocasión de mejorar sus
conocimientos de griego para apalabrar los contratos y escribir facturas313. El suyo seria un griego de
tipo práctico, orientado a las necesidades del trabajo. Jesús le secundaría en dicho aprendizaje. Un dato
a favor es su comunicación directa con Pilato durante el proceso. Difícilmente la hubiera hecho en

306
Cf. MEIER, I (Estella 2005) p.285.
307
Cf. MEIER, I (Estella 2005) p.286.
308
Cf. R. RIESNER, Jesus als Lehrer (Tubinga 1981) p.103. Este autor observa que el hecho de que un niño judío de los
estratos humildes de Palestina recibiese una educación “elemental” dependía de dos factores: la piedad del padre y la
existencia de una sinagoga local, o. c. p.199, 222-23, 232.
309
Existe constancia de un judaísmo helenístico en Palestina. “El griego, como lengua de la cultura, de las finanzas y de la
política, estaba difundido en los círculos elevados, tanto o más que el francés entre los europeos del S. XVIII o el inglés en
nuestros días. Había un auténtico bilingüismo en muchas ciudades y comarcas.”, cf. R. TREVIJANO, Orígenes del
Cristianismo. El trasfondo judío del cristianismo primitivo (Salamanca 1996) p.61. El griego era familiar a muchos
hebreos, cf. M. CARREZ, Les langues de la Bible (Paris 1983) pp.83-88.
310
Cf. M. HENGEL, The „Hellenization‟ of Judaea in the First Century after Christ ( London, Philadelphia 1989) pp.8-33.
311
Se considera la época de Alejandro Magno como el fin del griego ático (clásico) y el inicio de la expansión de la koiné.
En tiempos de Jesús llegó a ser la lengua habitual de comunicación en la cuenca del Mediterráneo. A esto hay que añadir
que Galilea era una encrucijada de las vías que comunicaban a Egipto con la Media Luna fértil, de ahí su nombre de
„Galilea de los gentiles‟ (Gelil hagoyim), por tanto abierta a muchas influencias lingüísticas. Era el medio de comunicación
más común no sólo de los hebreos con las „naciones‟, sino también de los hebreos de la Diáspora entre sí, cf. DEISS
(Milano 2001) p.16.
312
Cf. N. BEECHER, El fascinante mundo de la Biblia (Bilbao 1963) p.181.
313
Cf. MEIER, I (Estella 2005) p.273.
86
latín314; más probable es que la conversación se realizara en griego, idioma conocido por los altos
funcionarios del gobierno romano.
A modo de conclusión, se puede afirmar que en un país cuatrilingüe (hebreo, arameo, griego y
latín), José era, al menos, un judío trilingüe (hebreo, arameo, griego) y que estos conocimientos se los
transmitió gradualmente a su hijo315.

314
Judea se convirtió en provincial romana el año 6 d. C. tras la deposición de Arquelao. El latín sólo era hablado por los
funcionarios romanos. “La mera presencia de un texto latino en Palestina, expresaba dominación; ese mensaje „y no el
encerrado en las palabras del texto- era el que entendían los judíos”, cf. MEIER, I (Estella 2005) p.269.
315
F. EPHRAÏM, Joseph, un père pour le nouveau millénaire (Paris 1996) p.32, es partidario de que José hablaba
corrientemente el hebreo y el arameo y se defendía tanto en griego –el inglés de la época- como en latín.
87

4.- SADIQ (Justo)

Este vocablo, uno de los más usados en el AT y NT, se ha examinado con lupa en los
numerosos trabajos que han ido apareciendo en la segunda mitad del siglo pasado 316. Considerado el
término sin prejuicios, significaría simplemente hombre bueno y, en contexto bíblico, fiel cumplidor
de la Ley317, el que ama su espíritu y la letra como expresión de la voluntad de Dios318. No deja de
sorprender la gran variedad de significados posibles que han surgido, debido a la controversia
generada en torno al sentido general del episodio del anuncio del ángel a José (Mt 1,18-25). Esta
diversidad ha propiciado diferentes vías de interpretación del término „justo‟ aplicado al patriarca319.
Los comentaristas, por lo general, salvo contadas excepciones, deducen la justicia de José de su
modo de comportarse en el caso particular de la gravidez de María: un hecho puntual y decisivo en su
vida y que, en cierta medida, configuró su carácter; pero hay que subrayar que, cuando Mt afirma que
José era „justo‟, no se refiere sólo a su comportamiento en el caso del embarazo de María, sino que “es
una afirmación de carácter general que tiene una aplicación concreta en ese caso. La justicia se refiere
al ser –operari sequitur esse- del que se sigue el obrar de una manera determinada”320. Es un título más
de los varios que aparecen en el evangelio de la infancia: hijo de David, esposo de María, padre de
Jesús. Para Mt, que escribe a judíos, José es la imagen viva del justo por excelencia.
En el paganismo, el hombre justo es aquel individuo bondadoso y magnánimo con los demás.
En el pensamiento griego (Platón, Aristóteles, estoicos) se llama justo al que da a su prójimo aquello
que le es debido; también al que, por un lado, rechaza y castiga el mal, y, por otro, practica el bien y se
alegra con él. Con este sentido aparece también en la tradición judía como se puede observar en el
profeta Ezequiel y en los salmos321. Aquel afirma que el justo es el que practica el derecho y la justicia.
Por ella entiende una serie de comportamientos que guardan estrecha relación con el prójimo:

“No come en los montes, ni alza sus ojos a las basuras de la casa de Israel,
no contamina a la mujer de su prójimo, ni se acerca a una mujer durante su impureza,
no oprime a nadie, devuelve la prenda de una deuda, no comete rapiñas,
da su pan al hambriento y viste al desnudo,
no presta con usura ni cobra intereses,
aparta su mano de la injusticia, dicta un juicio honrado de hombre a hombre,
se conduce según mis preceptos y observa mis normas,
obrando conforme a la verdad, un hombre así es justo” (Ez 18,5-10).

316
Cf. F. SOTTOCORNOLA, “Tradition and the Doubt of St Joseph concerning Mary‟s Virginity” Marianum 19 (1957)
pp.127-141; C. SPICQ, “Joseph, son mari, étant juste…” (Mt 1,19), RB 71 (1964) pp.206-214; D. HILL, “A note on
Mattew 1,19”, ExpTim 76 (1964-1965) pp. 133-134; A. SICARI, “Joseph Iustus (Matteo 1,19): La storia
dell‟interpretazione e le nuove prospettive” EstJos 25 (1971) pp.62-83;T. STRAMARE, “Giuseppe „Uomo giusto‟ in Mt
1,18=25”, RivBib 21 (1973) pp. 287-300; M. E. IRIARTE, “José, el Justo” Biblia y Fe 6 (1980) pp.281-292); K.
ROMANIUK, “Joseph, son époux, qui était un homme juste et ne voulait pas la dénoncer (Mt 1,19)” ColTheol 50 (1980)
pp. 121-131; S. BARTINA, “Sentido de la palabra justo (dikaios) en Mateo 1,19”, EstJos 42 (1988) pp.197-204; R.
LLAMAS, “San José su esposo, siendo justo” (Mt 1,19) EstJos 57 (2003) pp.7-41.
317
Cf. MUÑOZ IGLESIAS, IV (Madrid 1990) p.131.
318
Definición de S. GAROFALO citado por M. AMBROSINO, Chi è San Giuseppe (Roma 1991) p.112.
319
Dos autores han realizado recientemente una síntesis de las diferentes teorías: LLAMAS, EstJos 57 (2003) en pp.8-12,
presenta en su amplio comentario a Mt 1,19 las opiniones de diez autores modernos (Spicq, Paul, Brown, Sicari, Muñoz
Iglesias, Laurentin, De la Potterie, Monforte, García Paredes, Stramare); por su parte, MUÑOZ IGLESIAS (Madrid 1990)
pp.131-134, clasifica en seis grupos los significados posibles de dikaios y sus principales defensores.
320
Esta idea, apuntada por J. GARCÍA PAREDES, “La génesis de Jesús, el Cristo (Mt 1,18-25)” EphMar 43 (1993) pp.29-
45, es desarrollada ampliamente por R. LLAMAS, “San José su esposo, siendo justo (Mt 1,19)”, EstJos 57 (2003) pp.7-41,
en p.13.
321
“En ningún otro libro se utiliza la raíz sdq con tanta frecuencia y variedad y con tanto énfasis como en el Salterio. Sólo
aquí aparece claramente la sintonía del saedaeq divino y humano; el lenguaje esporádico de algunos textos proféticos es
explicable a partir de aquí”, cf. K. KOCH, DTMAT (Madrid 1985) cols. 653-659.
88
El Sal 15 es un salmo de peregrinación y servía a los israelitas para examinarse sobre si eran
dignos o no de acercarse al Templo del Señor. Ante la pregunta de los peregrinos: “¿Quién puede
hospedarse en tu tienda y habitar en tu monte santo?” los sacerdotes respondían recordando las
condiciones requeridas para ofrecer a Dios un culto agradable322. Todas ellas hacen referencia al
prójimo:

“El que anda sin tacha y obra la justicia:


dice la verdad de corazón, y no calumnia con su lengua;
no daña a su hermano ni agravia a su prójimo;
con menosprecio mira al réprobo, mas honra a los que temen a Yahvé;
no presta su dinero a usura, ni acepta soborno contra el inocente”.
(Sal 15,2-5).

Pero este concepto de justicia –amor al prójimo323-, patrimonio universal de todos los pueblos,
ha sido superado por el pueblo judío a lo largo de su historia.

1.- EL JUSTO EN EL AT

La dimensión horizontal (amor al prójimo) que recorre los libros santos se completa con otra
componente vertical que, a los ojos de los hagiógrafos, constituye el referente esencial (amor a Dios).
Ambas no son excluyentes sino complementarias, como puede detectarse en la tradición
deuterocanónica y, más en concreto, en los textos del Shemá (Dt 6,4-9; Dt 11,13-21; Nm 15,37-41).
Así se evidencia también en el Sirácida, quien al recorrer la Historia de la Salvación, considera como
justos a una larga cadena de hombres que se distinguieron de los demás por su fidelidad a Dios, por sus
buenas obras para con el pueblo y por su sabiduría (cf. Si 44-50). Mt, al llamar „justo‟ a José,
precisamente al concluir la genealogía, lo califica como un eslabón más de esta larga lista: quizá el
último que recapitula y completa a todos, el „pleroma‟ (plenitud) de la justicia, ya que la obra que va a
realizar ante Dios y ante los hombres superará con creces a los que le precedieron.
El primero de la lista es Henoc a quien la tradición apocalíptica considera el justo por
excelencia: “Henoc agradó al Señor y fue arrebatado, ejemplo de conversión para todas las
generaciones” (Si 44,16). A los ojos de Israel, fue elevado al cielo porque anduvo con Dios, por eso
no murió. Lo mismo se dice de Elías, que fue arrebatado en un carro de fuego a los cielos (2R 2,1-18)
porque fue el único profeta que no dobló sus rodillas ante los baales (1R 18,21-22). El segundo
eslabón de esta lista interminable es Noé. Para el autor de la carta a los Hebreos, es el modelo del justo
según la fe. También en el sistema de exégesis alegórica de Filón, contemporáneo de Jesús, el patriarca
representa al Justo o a la Justicia324. Él prefigura la figura del padre virginal de Jesús, pues así como
Noé fue padre de la una nueva humanidad y el prototipo del hombre justo en la Antigua Alianza, así
también José es el padre de otra Nueva Humanidad, representada en su Hijo, y es la imagen viva del
justo en la Nueva Alianza.
Como ya hemos apuntado anteriormente, el justo tiene una triple orientación que resume con
notable concisión un dicho atribuido a Simeón el Justo (200 a. C.), el sumo sacerdote más estimado
por el pueblo de Israel y a quien alabó el sabio Jesús Ben Sirá. Pirke Abot lo definió como el último
eslabón de la cadena que une a los hombres de la Gran Sinagoga, a partir de Esdras y Nehemías, hasta
los protofariseos del siglo II a.C. Según Simeón, las columnas sobre las que se apoya el mundo son

322
Cf. P. FARNÉS, Moniciones y oraciones sálmicas (Barcelona 1981) pp.57-58.
323
El amor al prójimo tiene varios niveles. Haciendo uso de la terminología griega, se puede distinguir tres estratos bien
diferenciados: A) Amor erótico (eros) que sólo busca la propia complacencia y se guía por el principio del placer. Es
profundamente egoísta y propio de la etapa infantil. Este amor es de corte pagano. B) Amor de amistad (filia) que busca
la correspondencia del otro (do ut des). No es totalmente desinteresado, pero se le considera cristiano ya que descubre la
alteridad. C) Amor gratuito (agape) es el amor que Dios manifestó en la Cruz de su Hijo: un amor que baja del cielo que
devuelve al mal con el bien y que es más fuerte que la muerte. Es el amor genuinamente cristiano.
324
Cf. A. PAUL, Il vangelo dell‟infanzia secondo San Mateo (Roma 1986) p.61.
89
tres: la Torá, el culto y los actos de misericordia (mAbot 1,2), es decir, la triple práctica judía de
obediencia a los mandamientos de Dios (Palabra), cumplimiento del ritual del Templo (Liturgia) y una
actuación moral que se resume como bondad-amor (Comunidad)325.
Sobre este trípode fundamenta su vida el sadiq del viejo testamento. Asiste escrupulosamente a
la escucha de la Palabra, acude asiduamente a los sacrificios del Templo con motivo de las fiestas de la
peregrinación y practica la caridad326, como el anciano Tobit. Así parece concebir, en un principio, Mt
el alma de José: un hebreo fiel, temeroso de Dios y bondadoso con su prójimo. La espiritualidad y la
fidelidad que heredó de su padre, y que posteriormente transmitiría a su hijo, es una espiritualidad
marcadamente farisea327, basada en el amor a Dios y en el amor al prójimo a través de la observancia
de la Torá y de los mandamientos328. “Por el uso positivo que Mt hace del término (cf. 13,17; 23,29; en
ambos casos „justos‟ asociados a „profetas‟) se ve que es prototipo del israelita fiel a los mandamientos
de Dios, que da fe a los anuncios proféticos y espera su cumplimiento. Puede considerarse figura del
Resto de Israel”329.
En el lenguaje bíblico, se entiende también por „justo‟ a aquel que ama el espíritu y la letra de
la Ley, como expresión de la voluntad de Dios. Todo israelita verdadero está llamado al conocimiento
perfecto de la Torá y a la puesta en práctica de sus enseñanzas. El conocimiento de la verdad revelada
por Yahvé a Moisés en el Sinaí era la puerta de la santidad; es declarado dichoso el hombre que
“medita la Ley día y noche” (Sal 1,2). La ortopraxis, propia del sadiq, tiene como fuente la sana y
profunda ortodoxia. No es posible la santidad sin el conocimiento de la verdad revelada. En el NT, tras
la muerte de Jesús, se da un cambio de perspectiva. No puede existir la verdad sin la santidad 330. Es el
Espíritu santificador quien lleva al creyente a la verdad completa (Jn 16,13); y esta verdad es la que
hace libre. En teología moral, se considera justo a quien posee en plenitud todas y cada una de las
virtudes o, lo que es su equivalente, el que posee los siete dones del Espíritu de Dios.
Esta santidad a la que aspira el justo de todos los tiempos se ve reflejada en la oración más
antigua de Israel: el Shemá 331. Todo creyente esta familiarizado con ella pues la recita en casa dos

325
Esta triple dimensión también aparece en los tres sumarios de los Hechos de los apóstoles, donde se presenta la vida de
la primera comunidad cristiana (Hch 2,42-47; 4,32-35; 5,12-16). En el primero de ellos se afirma que todos los creyentes a)
“acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles (Palabra) b) “a la fracción del pan y a las oraciones” (Liturgia) c)
“vivían unidos y tenían todo en común” (Comunidad).
326
Lucas en los Hechos de los Apóstoles resume con rasgos análogos la vida de la primera comunidad cristiana: a) “Se
mantenían constantes a las enseñanzas de los apóstoles” (2,42). b) “Acudían diariamente al Templo con perseverancia y
con un mismo espíritu partían el pan en las casas” (2,46) c) “Todos los creyentes estaban de acuerdo y tenían todo en
común” (2,44); cf. los otros dos sumarios: Hch 4,32-35; 5,12-16.
327
No nos referimos al fariseísmo decadente censurado por Jesús: aquel que se esfuerza en cumplir con todo tipo de
prescripciones requeridas por la Ley y carece de escrúpulos a la hora de practicar la justicia y la caridad. Cf. GALOT
(Madrid 1998) p.80. Los fariseos sucedieron a los Hassidim, los „Amantes‟ de la Torá, que volvieron de Babilonia tras el
exilio. Como sostiene J. EISENBERG y A. ABÉCASSIS, Et Dieu créa Eve (Paris 1985) pp.80-81, “sólo un fariseo puede
comprender al fariseo Jesús, hijo de fariseos creyentes, practicantes y partidarios de la letra como del espíritu. Jesús estaba
circuncidado en su cuerpo y no sólo en su corazón.” Por su parte, M. COLLIN y P. LENHART, “Évangile et Tradition
d‟Israel”, Cahier Évangile 73, p.8, considera a Jesús inscrito en su movimiento teológico y los describe así:
“Profundamente fervientes en su conjunto, forman la parte más viva de Israel y ellos aseguraron la supervivencia religiosa
del pueblo después de los dramas del 70 y del 135. Sólo una lectura precipitada del Nuevo Testamento, separada de su
contexto y de sus raíces, ha podido hacer creer que eran hipócritas y corruptos, y por ello, duramente criticados y casi
„excomulgados‟ por Jesús. Muy al contrario, Jesús se inscribe en su movimiento teológico y enseña la novedad de su
Evangelio como una continuidad de la Tradición farisea.” Es aleccionador el capítulo titulado „¿Jesús fariseo?‟ de M.
VIDAL, Un judío llamado Jesús. Lectura del evangelio a la luz de la Torah (Baracaldo 1999) pp.133-145. En él
puntualiza: “Todo el Evangelio se viste de actitudes o de palabras de Jesús que concuerdan con las de los fariseos. El
peligro que tienen los cristianos es creer que parten de cero, sin raíces ni fuentes”, o. c. p.141. De esta obra hemos extraído
las dos últimas bibliografías reseñadas en la presente nota.
328
Cf. F. EPHRAÏM, Jésus juif pratiquant (Paris 1987) p.129; Giuseppe di Nazaret (Milano 1998) p.19.
329
Cf. MATEOS – CAMACHO (Madrid 1981) p.24.
330
El filósofo M. BLONDEL, L‟Azione (1893) p.403, afirma que la fe no pasa del pensamiento al corazón. Es la acción de
Dios en la vida humana la que aporta una luz al espíritu: “por este motivo el pensamiento que viene después del acto es
infinitamente más rico que aquel que lo precede”.
331
Esta oración es la más antigua y preferida de la piedad judía. Se remonta a un tiempo inmemorial; para unos, fue el
patriarca Jacob quien la inauguró, y Moisés el que la confirmó, cf. ST-B, pp.191-192. En realidad el texto del
Deuteronomio es mucho más reciente y difícil de datar. Sus principales documentos se recopilaron antes del 622, fecha en
90
veces al día (al levantarse y al acostarse) y con ella se inaugura y se cierra los sábados el culto
sinagogal. Ahí está encerrado el primero y el más grande de todos los mandamientos; quien lo pone en
práctica, subrayará más tarde Jesús, posee ya en este mundo la Vida Eterna (Mt 22,34-40; Mc 12,28-
31; Lc 10,25-28). El resto de los preceptos es una consecuencia o una añadidura de éste. El rasgo
diferencial que distingue a Israel de los demás pueblos es que el Señor le ha abierto el oído: “mañana
tras mañana (el Señor) despierta mi oído para escuchar, igual que los discípulos” (Is 50,1); de ahí que
el primer mandato de Yahvé en el desierto se concentra en la primera palabra: “Escucha, Israel” (Dt
6,4). “Escuchar o no escuchar” este es el punto diacrítico que separa al creyente del impío en el AT.
Jesús en el Sermón de la Montaña añadirá un elemento más: escuchar y poner en práctica (Mt 7,24). El
salmo 1 comienza con el elogio al justo que se complace en la Ley de Yahvé y la medita día y noche
(1,1-2): una Ley escrita dada por Dios a Moisés en el Sinaí y una tradición oral que se transmite de
generación en generación a través de los padres, los profetas y los sabios. En ambas, el creyente
encuentra y descubre los designios de Dios.
Esta apertura a la Palabra de Dios que debe caracterizar al justo, no era el denominador común
en tiempos de Jesús. Israel no creyó en la predicación ni en las obras de Jesús, porque tenía el oído, los
ojos y el corazón cerrados (cf. Is 52,1; Rm 10,16; Jn 12,37-43). El evangelista Marcos lo refleja con
claridad meridiana al narrar el primer día del ministerio de Jesús: el milagro inaugural que realiza es la
curación del endemoniado de la sinagoga de Cafarnaún, un asistente asiduo332 a la liturgia de los
sábados que ni escuchaba ni dejaba escuchar. Las primeras palabras del Maestro fueron „cállate‟ (Mc
1,25), un imperativo categórico que es el reverso de la palabra “escucha” (Dt 6,4). Gracias a la
inclusión de 1,22.27, se deduce que el acento del relato no está puesto en el exorcismo en sí sino en la
Palabra de Jesús que sirve de verdadero contraste con la „palabra‟ proclamada hasta ahora en la
sinagoga. Ésta no ha podido exorcizar-purificar al endemoniado, seguramente porque la voz de la
profecía hacía tiempo se había agotado en Israel (cf. 1Mac 4,46)333. El hombre poseído aparece en un
segundo plano como campo de prueba donde se contrastan dos realidades: la sinagoga y Jesús. Por los
resultados y el comentario de los asistentes, la primera ha quedado superada334. Si antes era el lugar
donde el pueblo escuchaba la Torá y los Profetas, ahora es Jesús, su Enviado, a través del cual Dios ha
hablado definitivamente (Hb 1,1-2): “Todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica,
será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca” (Mt 7,24). El término griego empleado
fronimos (prudente) es sinónimo del hebreo sadiq (justo). El hombre prudente es aquel que construye
su vida sobre la nueva revelación que se ha manifestado en otra montaña santa por medio de un nuevo
Moisés: Jesús.
Si en algo se queja el Maestro de su pueblo es que los suyos “han endurecido sus oídos” (Mt
13,14) y su palabra no prende en ellos. Por eso una de sus tareas más importantes es la de abrir el oído
a los sordos, gritándole “effetá” (“abríos”). Justo es el que escucha y pone en práctica las palabras que
oye de parte de Dios, como Abrahán que “por haber obedecido a la voz” (Gn 22,18) fue declarado
justo, siendo bendecido por Yahvé y con él toda su descendencia. O como Noé, el varón más justo y
cabal de su tiempo (Gn 6,9b), que “ejecutó todo lo que le había mandado Dios” (Gn 6,22). Muchos de
sus discursos, Jesús los concluía diciendo: “El que tenga oídos para oír, que oiga”. Semejante actitud
de oyente de la Palabra es la que caracterizaba al Justo José, el esposo de María.

que se descubrieron en el Templo, con ocasión de la reforma de Josías. Pero esto, no nos proporciona la fecha de su
redacción, cf. DEISS (Milano 2001) pp.20-21; del mismo autor, Vivre la Parole en communauté (Paris 1974) pp.83-95.
332
En contraste con Lc y Mt, Mc no nos refiere el contenido de la enseñanza de Jesús aquel día; para él no se trata de una
doctrina nueva, ni incluso de doctrina, pues éste no es el sentido de didajé, sino de un modo de enseñanza nuevo por el tono
de su autoridad, cf. J.-M. LAGRANGE, Évangile selon Saint Marc (Paris 1966) p. 24. Por medio de un exorcismo, Jesús
hace valer su derecho a hablar así. El Jesús de Mt, en cambio, no acentúa su autoridad con la realización de prodigios o
exorcismos, sino mediante el uso de seis antítesis en el Sermón del Monte (Mt 5,21-22; 27-28; 31-32; 33-34; 38-39; 43-44),
cf. H. TROADEC, Comentario a los evangelios sinópticos (Madrid 1972) pp. 223-224.
333
Como bien subraya W. FOERSTER, exousía en TDNT II, 562-575, en p. 569, al comentar 1,22b, el judaísmo de aquel
tiempo tenía el convencimiento de no alojar en su seno a ningún profeta.
334
Hay que observar que la exégesis rabínica no se arrogaba una „autoridad‟ directa; pretendía ser sólo interpretación, no
profecía, cf. J. M. GONZÁLEZ RUIZ, Evangelio según Marcos (Estella 1988) p. 76.
91
Este es, por consiguiente, el rasgo fundamental que define su forma de ser: alguien que posee
el don de la justicia interior y busca, ante todo, la justicia del Reino de Dios (6,33)335. De hecho, no
actuará de cara a la publicidad, como hacen los fariseos (Mt 6,1; cf. 23,28), sino en secreto; por eso su
virtud quedó en la sombra, ignorada por todos menos por María y por Jesús. “Nadie verá nada
extraordinario en él, porque se preocupa sólo de agradar a Dios, y las apreciaciones humanas, las
alabanzas o las críticas, lo dejaban indiferente”336.
R. Aron337 apunta que en la Nazaret de los tiempos de Jesús coexistían las dos corrientes que
fluyen en el judaísmo a lo largo de toda la eternidad, que no dejan de contrariarse, pero también de
estimularse, alimentándose la una a la otra: la de los judíos practicantes y la de los que lo eran menos.
¿Era José del grupo de los temerosos de Dios, fieles observantes de los mandamientos de la Ley o bien
era de esos fieles por eclipses, que no aparecen por la sinagoga más que una vez por año? Todo hace
pensar, responde, que José y María eran del primer grupo. Las peregrinaciones a Jerusalén, el tributo al
tesoro del Templo muestran su solicitud por las tradiciones recibidas y su profunda piedad. Tras el
nacimiento de Jesús, María cumple según San Lucas, el rito de purificación marcado por la ley de
Moisés, que ha llegado hasta nuestros días: según los preceptos del Éxodo, llevan al niño a Jerusalén
para consagrarlo al Señor. De acuerdo a lo reseñado en el Levítico, hacen la ofrenda de dos tórtolas 338.
Entre las numerosas prescripciones puestas en práctica por los judíos observantes, hay que destacar las
que guardan relación con la vida familiar en el hogar y las de la sinagoga. Entre las primeras
enumeramos las más importantes:

a) José ha colocado sobre la puerta de su casa la mezouza, esto es, un trozo de pergamino en
el que se encuentra escrita la oración fundamental del judaísmo, la profesión de la unicidad
de Dios, el Shema.
b) María y José comen carne Kosher (pura). Observan las estrictas prescripciones
alimenticias. En los Hech 10, 14, Pedro, que fue repetidas veces comensal con Jesús,
declara que él mismo no ha comido jamás nada impuro, lo que implica que Jesús
observaba igualmente los mandamientos relativos a la comida. Es decir, no comería carne
de cerdo, ni el nervio ciático de los animales, en recuerdo de Jacob, que en su lucha con el
ángel fue herido en ese miembro. También cumplía la prohibición de usar sangre para
alimentarse conforme a lo ordenado en Lev 17,14.
c) El vino, que suele acompañar todas las comidas y que los hebreos aprecian es también
kosher; sólo manos judías pueden intervenir en su elaboración.
d) Jesús niño viste conforme dicta la ley: desde los tres años lleva en los bordes de sus
vestidos borlas de hilo de lana, las tsitsith, prescritas por Nm 15, 37-39 y Dt 22,12.

No había para José ni tampoco para Jesús acto, familiar o banal, que no fuese el objeto de una
bendición. El mundo en el que vive el judío es un mundo enteramente sagrado. Sus aspectos, los más
laicos en apariencia, están ligados a lo divino. De ahí que la beraja (bendición) constituye el vínculo
renovado sin cesar que une al creyente con Dios. Existe bendición para cada comida, bendición para
acostarse, levantarse; incluso bendiciones para las funciones físicas más ordinarias. “Jornadas
jalonadas de bendiciones, donde, si el sol aparece, se alaba a Dios por otorgar rayos; donde si la
tormenta resuena, se alaba a Dios por preservar al hombre; donde, si la lluvia cae se le bendice por
fertilizar la tierra; donde, si se lavan las manos, se pronuncia una bendición” 339.
Hacia la primera mitad del siglo I d.C., el papel del padre seguía siendo preponderante en lo
referente a la instrucción, si bien era ayudado por los sabios y ancianos de su comunidad. Para este fin
se crearon escuelas en las principales poblaciones de Palestina que disponían de la Bet-Sepher o Bet-
Hamidrash, estancia anexa a la sinagoga que hacía las veces de colegio. No obstante, el primer lugar
donde se fragua el alma del niño es la familia. A los 13 años, José alcanzó su mayoría de edad religiosa

335
Cf. J. GARCÍA PAREDES, EphMar 43 (1993) 29-44, en p.36.
336
Cf. GALOT (Madrid 1998) p.81.
337
Cf. ARON (Madrid 1963) p.6.
338
Cf. ARON (Madrid 1963) pp.81-82.
339
Cf. ARON (Madrid 1963) p.86.
92
y recibiría probablemente de manos de su padre, el día de la Bar Miswah, la Torá como una esposa
y sus 613 mitswot (preceptos) como un yugo que se comprometía a llevar y observar. A partir de ese
momento es un miembro efectivo de la comunidad de Israel y, a la vez, responsable de sus actos
delante de Dios340. A esa edad se comienza en Israel la carrera -individual y colectiva- hacia la
santidad.

2.- EL JUSTO DESPUÉS DEL EXILIO: EL SIERVO DE YAHVÉ

Según una primera línea de pensamiento que atraviesa toda la Biblia, el hombre justo es aquel
que observa íntegramente los mandamientos divinos y recorre los caminos de Dios, secundando su
voluntad. Pero hay otra corriente que tiene su expresión en el Israel que vive en el exilio, en la que se
comienza dar al término justo otro significado mucho más profundo: el sadiq no es sólo el que obedece
y se somete a Dios, sino el que salva y justifica a sus hermanos. Dicho concepto de justicia es
revolucionario pues guarda relación con el perdón de los pecados, que sólo Dios puede otorgar. Los
sufrimientos y la sangre del „Siervo Sufriente‟, en una época donde ya no existen el Templo ni los
sacrificios rituales, sirven como verdadero sacrificio expiatorio que salva a su pueblo.
Tal concepto de sacrificio vicario aparece en los fragmentos o cánticos del Siervo Yahvé,
presentes en la segunda parte del libro de Isaías, sobre todo en el cuarto canto: 42,1-7; 49,1-9a; 50,4-9;
52,13-53,12. Dejando a un lado los problemas que plantea su interpretación en sentido colectivo o
individual, nos inclinamos por la interpretación mesiánica que ve en él al Mesías venidero quien,
mediante su paciencia (50,6) y su humildad (53, 7) ofrece su vida y realiza por su sufrimiento el
designio de Yahvé (53,4-6): justificar a los pecadores de todas las naciones (53,11-12)341. Su figura
dolorosa, que a tantos había horrorizado (v.14), hará que muchos reyes se pasmen de su gloria (vv.13-
15)342.

3.- EL JUSTO EN EL NT

José en Mt 1,19 ¿es considerado justo según la concepción preexílica o postexílica? Hay quien
subraya que su justicia es típicamente judía: “una fidelidad a la Ley, una piedad humilde y activa que
culmina en un gesto concreto de misericordia” (cf. 5,6.10.20; 6,1.33)343. Es evidente que según este
concepto de justicia, José no puede aceptar un hijo que no proceda de él, aunque crea que María sea
inocente. Él conoce que la Ley es la suprema expresión de la santidad de Dios y que, ajustándose a
ella, no puede usurpar una paternidad de otro hombre y menos si se trata del mismo Dios. “Frente a
este dilema de ser justo sin misericordia o ser justo desde la misericordia y la fe, caben dos
alternativas: o ponerla en evidencia o repudiarla en secreto; José porque „es justo‟ se decide por esta
última”344.
Dicha interpretación, sugestiva y bastante difundida en el campo católico, es insuficiente pues
no tiene en cuenta el nuevo concepto de justicia que irrumpe con el nacimiento del Emmanuel. El
evangelista es testigo personal de la nueva justicia de Dios que envía a su hijo para “salvar a su pueblo
de sus pecados” (Mt 1,21). Jesús justificará –hará inocentes- a los pecadores. El padre tendrá que
educar a su hijo para esta misión y acompañarle un día al lugar del sacrificio, como Abrahán hizo con
Isaac en la cumbre del Moria. Por eso, esta acepción de justo es la que mejor cuadra a la personalidad
de José. Su justicia no tiene nada que ver con la manera puntillosa de los fariseos de interpretar la Ley,
sino con la corriente profética que arranca con Isaías y encuentra su paralelo en la figura de José de
Egipto, el justo que perdonó y salvó a sus hermanos. Sólo un justo hace justos. Y la justicia de José
está relacionada con la justicia de Jesús, que vemos desplegada en los relatos evangélicos de la Pasión
y en la predicación kerigmática de la iglesia primitiva. La justicia guarda estrecha correspondencia con

340
Cf. EPHRAÏM (Paris 1987) p.21.
341
Cf. C. AUGRAIN y M. F. LACAN, “Siervo de Yahveh”, VTB (Barcelona 1972), pp.856-858.
342
Para ver el cumplimiento meticuloso de estas profecías en Jesús, cf. J. FISCHER, “Siervo de Yahvéh”, Diccionario de
la Biblia (Barcelona 1963) cols. 1855-1856.
343
Cf. BONNARD (Madrid 1976) p.35.
344
Cf. GARCÍA PAREDES (Madrid 1995) p.53.
93
la misericordia que llama a la puerta de los publicanos y pecadores. Con ellos se inicia el misterio
del Reino de Dios (cf. Lc 15,1-2.7).
El judío Mateo, publicano y jefe de publicanos, una vez que ha visto con sus propios ojos y
experimentado en su carne la irrupción de la Gracia, se distancia de una Ley que condena al pecador.
Su justicia es superior a la de los escribas y fariseos que pagan el diezmo de la menta, del anís y del
comino, y descuidan lo más importante: la justicia, la misericordia y la fe (Mt 23,23); la justicia de
José, a los ojos del evangelista, no emana de la Ley sino de la fe en lo que Dios está realizando en
María345.
Con el Emmanuel, Dios con nosotros, se abre un nuevo „eón‟ (tiempo de salvación). A partir de
ahora, está prohibido sentarse en la cátedra de Moisés (23,2) y juzgar (7,1); esa tarea sólo corresponde
al Hijo de Dios el Día de su segunda venida. Mientras tanto, se ha abierto un tiempo de misericordia,
no de sacrificio. Por eso, el „nuevo‟ justo remite la justicia a Dios. Alguien objetará que José antes de
recibir la revelación del ángel en sueños, decidió „repudiarla en secreto‟, que es una forma de
sentenciar un conflicto. Esta interpretación no encaja en un hombre que se ajusta en todo a los planes
de Dios. Como ya veremos en su momento, la raíz del problema está en una mala traducción del
término griego apolusai, como han observado recientemente varios comentaristas a lo largo de este
último siglo (Thibaut, Léon-Dufour, De la Potterie). José simplemente decidió „alejarse de ella en
secreto‟. Entre repudiar y marcar distancias hay un abismo de santidad. Pero esta explicación la
dejamos para el final, cuando expongamos nuestra forma particular de resolver el problema.
Hay quien trae a colación el episodio de la mujer de Pilato que sufrió mucho en sueños por
causa de „ese justo‟ (Mt 27,19). El mismo Procurador, influenciado por su mujer, se declaró inocente
de la sangre de „este justo‟ (Mt 27,24). Este texto tiene su importancia no sólo porque sugiere que ante
un justo uno tiene que mantenerse alerta y no actuar contra él 346, sino porque insinúa que es Dios quien
a través de los sueños comunica a una mujer la inocencia de Jesús. Él es quien declara lo que es bueno
y lo que no lo es. Semejante forma peculiar de revelar la justicia a través del sueño también se practicó
con José. Salvo una diferencia: aquellos hicieron caso omiso de la advertencia y José, en cambio, la
puso en práctica. Lo que hace justo a un creyente es la apertura a Dios que habla a través de los
acontecimientos, cuya significación profunda se descifra de forma provisoria con la intervención de los
ángeles en los sueños y, de una forma definitiva, con la escucha de las Palabras de Jesús.
De todos los justos que han destacado por ser modelos de fe a lo largo de la historia hay uno
que para Mt tiene una importancia especial y es imagen de José de Nazaret. Ya desde los comienzos de
la tradición cristiana, el hijo del patriarca Jacob era figura de Jesucristo347. Son numerosos los
elementos comunes para que pasara desapercibido en los escritos de la primera y segunda generación:
el hijo predilecto, el tema de la túnica, la venta de sus hermanos, las veinte monedas de plata, su
descendimiento a la cárcel, su elevación a lo más alto y el perdón gratuito otorgado a sus enemigos
(sus hermanos). El discurso de Esteban (Hech 7,9-16) dedica una buena parte a desarrollar la historia
de José348.
Es cierto que la figura de este patriarca no ocupa un lugar relevante en las tradiciones judías ni
recibe en ellas el título de rey. Es Filón, unido a las tradiciones samaritanas del reino del norte, quien le
da juntamente con Moisés un puesto excepcional; le otorga la realeza y le considera el personaje
principal de la historia antigua de Israel. José, aunque es el segundo tras el Faraón, “gobernó Egipto y
otros países y pueblos golpeados por el hambre” 349; su figura encarna el ideal real helenístico350: la
providencia divina le prepara para el ejercicio de la realeza al proceder de buen linaje y estar dotado de
una inteligencia superior a la normal351; asimila en su infancia los principios del arte pastoril, se inicia

345
Cf. GARIZZI (Madrid 2005) p.23.
346
Cf. GARCÍA PAREDES (Madrid 1995) p.51.
347
Contra D. DAUBE, The New Testament and Rabbinic Judaism (London 1956) p. 4, que niega su presencia en los
escritores del NT.
348
Para A. SPIRO, „Stephen‟s Samaritan Background‟ en J. Munck – W.F. Albright – C. S. Mann, The Acts of the Apostles
AB 31 (New York 1967) 285-300, en p. 285, Esteban fue un samaritano, ya que se advierte su dependencia del Pentateuco
Samaritano y refleja puntos de vista samaritanos sobre la historia del AT.
349
Ios 250.
350
Cf. E. R. GOODENOUGH, The Politics of Philo Judaeus (Hildesheim 1967) pp. 42-63, en especial pp. 44-45.
351
Ios 4.
94
en casa de Putifar en el gobierno de su hacienda352, así como en el dominio de sí353. Una vez
constituido Señor de Egipto manifiesta los tres caracteres propios de la realeza: la majestad354, la
autoridad355 y la bondad356. Estos rasgos, que definen a un príncipe ideal, se ven acompañados por un
cuarto que los supera a todos: la grandeza de alma del Siervo de Dios, pues supo callar en la cárcel
sobre el origen de sus males, no habló mal de sus hermanos, ni los maldijo en medio de sus
sufrimientos, sino que conquistó el corazón de ellos (sus enemigos) que, una vez reconciliados,
hicieron el elogio de su persona357.
Estos atributos que adornan al José descrito por Filón son muy parecidos a los del tercer canto
del Siervo de Yahvé: un siervo que “fue oprimido, se humilló y no abrió la boca” (Is 53,6), que “se
ofreció a sí mismo en expiación y verá su descendencia” (53,10), a quien un día Dios le hará justicia
“dándole su parte entre los grandes y con poderosos repartirá despojos” (Is 53,12). La realeza de
José tiene unos perfiles peculiares que le asocian al Mesías sufriente del que se hace eco Jn en su
evangelio.
En el primer capitulo hemos establecido las numerosas correspondencias que confluyen en
estos dos personajes, bajo la perspectiva del evangelista Mateo. La más determinante es que los dos
están llamados a desempeñar en los planes de Dios un rol salvífico de enorme magnitud.

1. El primero, en el AT: José fue la respuesta de Dios para solucionar el problema más grave que tuvo la
humanidad después del diluvio de Noé: un hambre terrible que asoló la tierra durante siete años. Con su
don profético salvó al género humano. En la biografía de José del Génesis aparece la primera teología de
la historia: “para salvar vidas me envió Dios delante de vosotros” (Gn 45,5).
2. El nuevo José, en el umbral del NT, fue la persona que hizo posible la Salvación. Fue Dios quien le llevó
a Nazaret, como al hijo de Jacob a Egipto. Todo en él también fue providencial: la sinagoga, el rollo de
Isaías, su casa colindante con la de la María, su primer encuentro en la sinagoga en torno a la Torá. El
estudio asiduo de los libros sagrados le llevó al conocimiento de los oráculos mesiánicos; el encuentro
con una mujer „virgen‟ suscitó en él el deseo también de hacerse eunuco para que irrumpiera el Redentor.
Esta grandeza de espíritu, que raya en el heroísmo como la de su antepasado, es lo que le hizo grande
entre los grandes.

José es la imagen perfecta del Siervo de Yahvé. El señor de Egipto sufrió en su carne el pecado
de sus hermanos, era un inocente cordero hijo de una mansa cordera (Raquel = cordera); como oveja
muda fue al matadero. En la matriarca de Israel están prefigurados tanto María como José, pues ambos
educaron a su hijo para que no se resistiera ante el mal y cargara sobre sí el pecado de su pueblo,
sufrimientos que serán el principio de una paz nueva y definitiva. Jesús aprende en la escuela de su
padre, que hace presente la mansedumbre del patriarca. La manera concreta de la redención se hará al
estilo de José. Sólo unos mansos corderos pudieron forjar el alma del Cordero pascual que quitaría un
día el pecado de la humanidad. José, el esposo de María, es el icono perfecto de su Hijo, el Justo por
excelencia, que un día justificaría con su sacrificio a una multitud de hermanos. Se ha llegado a
afirmar, basándose en las referencias y en las alusiones que se encuentran en el NT, que el
DeuteroIsaías fue „el libro predilecto de Jesús‟358. Sin duda Jesús había heredado de José y María esta
predilección por él359.
Un midrash del Talmud que nos proporciona un converso judío en su biografía sobre José 360, es
altamente ilustrativo. Este afirma que “hay cinco cosas que son la sexagésima parte de otra: se trata del
fuego, de la miel, del shabat, del sueño y de los sueños. El fuego es la sexagésima parte de la Gehenna;
la miel, del maná; el sábado, del mundo que vendrá; el sueño, de la muerte; los sueños, de la profecía”.

352
Ios 4.
353
Ios 54-58.
354
Tal es su majestad que sus hermanos, cegados por disposición divina, no lo reconocen y se prosternan delante de él, cf.
Ios 165.
355
Dotado de una elocuencia persuasora logra una obediencia no forzada sino voluntaria de sus súbditos, cf. Ios 269.
356
Su bondad es reconocida por todos y le atrae la gratitud general, cf. Ios 267
357
Ios 246-247.
358
Cf. P.-E. BONNARD, Le Second-Isaïe, Coll. „Etudes bibliques‟ (Paris 1972) p.81.
359
Cf. DEISS (Milano 2001) p.14.
360
Cf. EPHRAÏM (Paris 1987) p.18.
95
Un comentarista contemporáneo añade: El sadiq es la sexagésima parte del Mesías361. El justo
participa en la redención del mundo. Es la mejor definición que se le puede atribuir al padre de Jesús.
José de Nazaret colaboró para que la salvación se hiciera realidad.
Uno de los dones del justo es el conocimiento sobrenatural de los misterios, “sabe lo que hace
su Señor” (cf. Jn 15,15). La sabiduría de lo alto guía sus pasos. De las siete manifestaciones del
Espíritu, cuatro guardan relación estrecha con la adquisición de la verdad: sabiduría, inteligencia,
ciencia y consejo. ¿Es arriesgado suponer que José tuvo acceso al misterio de la encarnación del Hijo
de Dios antes que le visitara el ángel? Si María y José se aman con todo el corazón, la mente y las
fuerzas y ambos esperan el advenimiento de la salvación, es inconcebible que María, como creyente y
esposa, no comunicara a José el advenimiento de la Buena Noticia por la que tanto habían rezado y
esperado juntos. A dicho saber no llegó sólo por su dedicación a la Torá, sino también por el diálogo
fluido y fecundo que sostuvo con la doncella que llegó a ser carne de su carne y hueso de sus huesos.
De ser así, su justicia no se basaría en una raíz legal tal como se ha defendido mayoritariamente hasta
ahora, sino que tendría como punto de partida el conocimiento profundo de este misterio.

361
El número 60 es el resultado de la multiplicación de 12 (el pueblo de Israel: 12 tribus) y 5 (la Torá).
96

5.- ESPOSO DE MARÍA

Es el primer título de José que aparece en el evangelio de Mt: “Y Jacob engendró a José, el
esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo” (Mt 1,16). José no fue sólo el ángel guardián
de María sino por encima de todo su esposo, constituyendo con ella un matrimonio en toda regla.

1.- EL ENCUENTRO

Nada dicen las Escrituras del primer encuentro de José y María, ni de las razones que
impulsaron a José para amarla y pedirla como esposa. Los cuatro interrogantes comunes que subyacen
en cada acontecer relevante de la historia humana –cómo, cuándo, dónde y por qué- flotan en el
inconsciente colectivo de los creyentes y han dado origen a una gran variedad de respuestas, fruto más
bien de la imaginación o de la proyección de los buenos deseos que de la realidad. Este conjunto de
literatura edificante se debe en gran manera a que los textos bíblicos canónicos son parcos en detalles y
no satisfacen la sana curiosidad de los fieles. “El evangelista no escribe para lectores que van a oír por
primera vez los hechos por él descritos, sino que utiliza una tradición ya conocida, tomando de ella
sólo aquellas partes que tienen valor propio para el fin especial que él se propone” 362. El autor va
directamente a lo nuclear y silencia los detalles. Como afirma Gomá, “su manera de escribir es la de
quien refiere las cosas ya muy conocidas de sus lectores: no presenta las personas que introduce (como
vgr. Lc 1,5ss.; 2,25s. 36s.); supone pormenores ambientales sin mencionarlos; con sólo sugerir los
puntos de „doctrina‟ está seguro de ser comprendido” 363. Mt sólo ofrece un dato objetivo: antes del
anuncio del ángel, estaban prometidos, eran ya marido y mujer. El empleo de la palabra „prometida‟ en
lugar de „desposada‟, genera confusión. Los desposorios eran una promesa no de futuro, sino de
presente, un compromiso real y obligatorio 364.
Como todo hombre piadoso según la tradición judía, José conocía perfectamente la promesa
divina dirigida a los hombres virtuosos: “Tu esposa, como parra fecunda, dentro de tu casa; tus hijos,
como brotes de olivo, en torno a tu mesa” (Sal 128,3-4). “Esta promesa de Dios debía estar presente
en José como sostén de sus esperanzas. Como hombre joven, tenía puesta su mirada en el futuro y
debía augurarse de encontrar una mujer que le habría dado la alegría de una familia numerosa, de una
grande y noble posteridad”365. La atracción del hombre hacia la mujer es un misterio. Difícil es
concretar lo que es determinante en su decisión, ya que normalmente se trata de un conjunto de
cualidades físicas, morales y espirituales. En el caso concreto de José, dado su carácter de justo, debió
influir la profundidad de campo que advirtió en las palabras de María. Enamorado vivamente de la
Torá, descubrió otra fuente de conocimiento de Dios en los labios de una doncella varios años más
joven que él, que, cuando hacía el comentario a los libros sagrados leídos en la sinagoga superaba al de
todos por su gracia y sabiduría. De la fascinación del Libro pasó a la fascinación de esta Mujer.
Para un judío observante el casamiento es una obligación, pues así da cumplimiento al primer
mandamiento del Creador. “Quien encuentre mujer encuentra dicha y alcanza el favor de Yahvé” (Pr
18,22). Según la legislación rabínica, la edad en la que un hebreo se casa oscila entre los 18 366 y los 20

362
Cf. J. SCHMID, El Evangelio según San Mateo (Barcelona 1967) p.64.
363
Esta observación se puede extender a casi todo el evangelio; no es tanto una „información‟ sobre lo desconocido como
un memorando de relatos y pensamientos familiares a su círculo de lectores, cf. I. GOMÁ CIVIT, El evangelio según San
Mateo (1-13) (Madrid 1966) p.32.
364
Cf. J. A. CARRASCO, “Ritual del matrimonio de María y José” EstJos 51 (1997) pp.25-39, en p.29.
365
Cf. P. MOLINARI –A. HENNESSY, Giuseppe e Maria. Vocazione e missione de una coppia di sposi (Milano 1993)
p.16.
366
“Los dieciocho años son la edad indicada para el matrimonio” cf., pAb 5,23.
97
años367. En un apéndice del tratado Abot 5,21 está escrito: “El niño de cinco años debe comenzar el
estudio de la Escritura; con diez, la Misná; con trece, el cumplimiento de los mandamientos; con
quince, el Talmud; a los dieciocho, el matrimonio”368 Era algo usual que el joven acudiera al padre o al
tutor de la joven que quería desposar y le hiciera una propuesta formal de matrimonio. Esta podía
hacerse de manera personal y directa o por medio de un intermediario (mQiddushim 2,1); la joven era
consultada y se le pedía su aceptación o rechazo. Es decir, la iniciativa de los desposorios la tuvo
supuestamente José.
Y si María había decidido con anterioridad permanecer virgen ¿por qué eligió casarse? Esta
pregunta se la hicieron algunos Padres de la Iglesia369 y posteriormente la teología medieval. Se ha
buscado una respuesta recurriendo a los procedimientos judíos de aquella época. “La contradicción
desaparece si reflexionamos en la costumbre que regía en la sociedad familiar contemporánea de Jesús.
Los varones se casan, pero las mujeres „son dadas en matrimonio‟… y esto significa que, en
circunstancias ordinarias, una joven no disponía de su libertad para elegir o rechazar un marido
concreto. Por tanto, María tuvo que seguir las costumbres de la época y aceptar un esposo, y este
esposo fue José”370. Pero no está claro que en el siglo I la tradición fuera tan severa y desventajosa
para la mujer. De hecho, varios documentos de la época confirman que las jóvenes llegadas a la edad
de trece años tenían parte activa en el consentimiento. Se respetaban los sentimientos normales de los
jóvenes. Era ella misma la que aceptaba la dote371.
Santo Tomás, con su agudeza peculiar, enumera doce razones por las que convenía que María
estuviera casada con José372:

1) Para que Jesús no fuese desechado por los infieles como hijo ilegítimo.
2) Para que, según el uso, pudiera ser redactada su genealogía a partir del padre.
3) Para que fuera oculta al diablo su verdadera concepción.
4) Para que pudiera ser alimentado por un padre putativo.
5) Para que María no fuera apedreada por los judíos como adúltera.
6) Para evitar la infamia.
7) Para que encontrara en José su apoyo.
8) Para que, merced al testimonio de José, se probase el nacimiento virginal.
9) Para que fuera más creíble el testimonio de la esposa que el de una soltera encinta.
10) Para quitar toda excusa a las doncellas casquivanas que no evitan su deshonor.
11) Para que en ello se viera significada la Iglesia, esposa virginal de un solo varón.
12) Para que en María fuesen honrados a la vez el matrimonio y la virginidad.

Sigue siendo impensable que María, cuyo consentimiento se pide, se ponga en manos de un
hombre que un día será su señor373 sin verificar previamente que se trata de un hombre que se va a
ajustar en todo a los nuevos caminos trazados para ella por Dios. “El hecho de dar su consentimiento
hace entender que debía haber reconocido y apreciado en José aquellas cualidades que hacían un

367
“Hasta los veinte años el Santo, bendito sea, vigila para que el hombre se case, y lo maldice si, llegado a esa edad, no lo
hace” bQiddusim 21b. Cf. BOUQUET, La vita cuotidiana ai tempi di Cristo, EP (1956) p.139, citado por M.
AMBROSINO, Chi e San Giuseppe (Roma 1972) p.18.
368
Los apócrifos Epístola de San Jerónimo y el Evangelio de la Infancia afirman que José desposó a María cuando era un
anciano. Tal vez influenciado por ello Epifanio le asigna la edad de ochenta años. Asimismo gran parte de la imaginería
moderna lo presenta con los rasgos seniles quizá por la preocupación por afirmar mejor la virginidad perpetua de María.
Sin embargo, como sostiene GASNIER (Madrid 1980) pp.67-68, las costumbres de entonces habrían reprobado una unión
tan desigual. La boda de un anciano con una adolescente habría sido considerada como una profanación.
369
San Agustín afirma que José custodió la virginidad de María con estas palabras: “en lugar de arrebatarle con violencia
aquello de que había hecho voto, se lo defendió contra los violentos”, cf. SAN AGUSTIN, De sancta virginitate, 1,4. ML
40,398.
370
Cf. J. A. SOBRINO, Así fue Jesús. Vida informativa del Señor (Madrid 1984) p.84.
371
Cf. J. STAISSNY, Le mariage juif de l‟ère chrétienne, en Le monde de la Bible, 16, pp.42-43.
372
Cf. Suma Teológica, 3,q. 29,a.1, citado y traducido por CABODEVILLA (Madrid 1963) pp.72-73.
373
En el lenguaje veterotestamentario la esposa da a su marido los mismos títulos que un esclavo da a su amo y un vasallo a
su rey. La esposa es llamada benlá, que equivale a propiedad del marido. Este, en cambio, es llamado baal, es decir, dueño,
señor o propietario de la esposa, cf. A. L. IGLESIAS, “El matrimonio y sus ritos en el judaísmo a través de los tiempos”
EstJos 20 (1966) pp.177-216, en pp.193-195.
98
marido compatible con sus aspiraciones”374. Pero el problema que se suscita es si él sabía o no que
ella había tomado la decisión de permanecer virgen. No hay más respuesta que la del sentido común y
los datos indirectos que nos puedan aportar los escritos rabínicos o evangélicos. Nuestra opinión,
cuyos datos en parte ya hemos avanzado y otros los iremos desarrollando en el último capítulo
dedicado a la exégesis del anuncio del ángel a José (Mt 1,18-25), se puede resumir en siete puntos:

1. Tanto José como María estaban familiarizados con los textos mesiánicos del profeta
Isaías, verdadera joya de la sinagoga de Nazaret.
2. Dada su condición de davídico, un pasaje en especial debió ser objeto de su reflexión: la
misteriosa señal del Emmanuel (Is 7,14), donde se anuncia que Dios concederá la
salvación por medio de un rey, sucesor de David. Esta profecía estaba en clara línea de
continuidad con el oráculo del profeta Natán a David (2S 7, 1-16)375, el primer eslabón
de las profecías sobre el Mesías (Is 7,14; Mi 4,14; Ag 2,23).
3. José y su padre fueron vecinos y trabajadores en Séforis, ciudad helenófila en cuyas
sinagogas se conocía la versión griega de los Setenta. Como celosos guardianes de la
Palabra, la traducción del término hebreo almah (doncella) por parthenos (virgen) tuvo
que atraer su atención y ser objeto de reflexión.
4. En sus diálogos con María en torno a las promesas del Salvador, José descubrió la
disposición de su prometida a permanecer virgen toda su vida. Un hecho insólito y sin
parangón en la historia de Israel.
5. Este hallazgo de la virgen de Nazaret llevó a José a descubrir e interpretar en clave
mesiánica el texto de Isaías 7,14, donde se anuncia que una doncella virgen sería la
madre del Emmanuel.
6. Su amor a Dios y a María le llevó a hacerse eunuco por el Reino de los Cielos para que
irrumpiera en la tierra el Salvador. Al ser María aaronita y no davídica, dicha unión
matrimonial posibilitaba que el Mesías naciera de la estirpe de David.
7. Como en un pacto sagrado, la decisión fue asumida al mismo tiempo por los dos.

La petición de José, por su parte, no fue impulsiva ni inconsciente sino premeditada y libre:
sabía que su futura esposa podía gestar en sus entrañas al Emmanuel. Este gran descubrimiento ocurrió
de forma progresiva durante su noviazgo, gracias a la acción directa de Dios, al escrutinio continuo de
su Palabra y a su puesta en común con la doncella que había decidido no conocer ningún varón, pero
que estaba abierta como él a la venida del Reino y a ser la madre del Mesías. El sí de María a José el
día de la solicitud de la mano tampoco fue un sí vacío de contenido ni precipitado. Ella veneraba y
amaba a José; con la sabiduría que le caracterizaba, había descubierto que era el Justo elegido por Dios
de entre los miembros pertenecientes a la casa de David. Es posible que más de un crítico argumente
que se trata de meras conjeturas; es cierto, pero son coherentes y objetivas porque los acontecimientos
tuvieron que desarrollarse según las costumbres judías y siguiendo el modo de actuar de Dios, que
respeta los espacios de libertad de sus elegidos. Dada la carencia de datos, esta secuencia nos parece la
más acertada.
Se conoce por los relatos de la infancia de Mt y Lc que los nuevos esposos, a pesar de vivir en
una tierra semipagana, “la Galilea de los gentiles”, eran cumplidores estrictos de la Ley, como miles de
Hassidim, que por aquella época se distinguían por su observancia escrupulosa de los preceptos, ritos y
normas de la tradición. Una de ellas era la asistencia semanal a la liturgia sinagogal. Tanto los hombres
como las mujeres solían acudir a ella376. Los varones eran introducidos a la edad de trece años. Las

374
Cf. P. MOLINARI – A. HENNESSY, Giuseppe e Maria. Vocazione e missione di una coppia di sposi. (Milano 1993)
p.32.
375
Como comenta R. DE VAUX, BJ (Bilbao 1983) p.342, “la profecía se elabora a base de una contraposición: no será
David quien edifique una casa a Yahvé, v. 5, sino que será Yahvé quien levante una casa (dinastía) a David, v.11. La
promesa concierne esencialmente a la permanencia del linaje davídico sobre el trono de Israel, vv.12-16.”
376
En virtud de Dt 31,12, las mujeres, lo mismo que los hombres y los niños, podían entrar en la parte de la sinagoga
utilizada para el culto, si bien había unas barreras y un enrejado que separaban el lugar destinado a ellas. No parece
excluido que en la época antigua leyeran la Torá; pero, ya en la época tannaíta, no era usual que se prestasen a leer la
99
mujeres, a los doce377. A partir de este momento, el adolescente participaba de los mismos deberes
y derechos que los adultos y era considerado como un „hijo del precepto‟ (Bar Miswah). En ese
ambiente de oración y enseñanza de la Torá debieron surgir los primeros contactos entre los dos
jóvenes, que ya habían asimilado los rudimentos de la fe en la casa de sus padres. En la sinagoga,
dichos conocimientos alcanzaron su plenitud.
Los encuentros genéricos propios de la pubertad se fueron desarrollando en el seno de las dos
familias que, según las excavaciones realizadas por Bagatti en Nazaret, tenían sus casas colindantes.
Este detalle y el hecho de que José era ya aprendiz aventajado en el taller de su padre, le dio la
movilidad necesaria para desplazarse por las casas que demandaban sus servicios, incluida la de María.
El objeto central de las conversaciones de los justos de aquel tiempo era la llegada inminente del
Mesías. En la casa de Jacob, padre de José, dicha creencia encontraba una resonancia especial por el
hecho de que eran davídicos. También, por acción directa de Dios, tuvo un eco especial en el corazón
de María. La expectación creciente y su meditación continua fueron una plataforma ideal que les llevó
a conocerse más profundamente y a abrirse a la par a los designios inescrutables del Dios del perdón.

2.- LAS BODAS

Según la Misná378 la adquisición de una mujer podía hacerse de tres maneras379:

a) Por compra. Era el modo más comúnmente usado. El tratado Ketubot regulaba minuciosamente la
jurisprudencia referente a esta dote (mohar) y en él estaban previstas todas las circunstancias posibles.
b) Por un documento: Si el marido no disponía de dinero, podía emitir un documento en el que se
comprometía a realizar ciertos trabajos en beneficio del padre de su esposa (como hizo Jacob con Labán
para casarse con Raquel) o hacía un contrato de cesión si tenía propiedades (Gn 34,12; Rt 4,5.10).
c) Por cohabitación libre o forzada: En el caso de violación el Deuteronomio establece que el violador debe
casarse con ella; si la unión sexual era consentida, se la consideraba matrimonio. El varón no quedaba
exento de pagar el mohar. Este tercer caso estaba prácticamente abolido en tiempos de Cristo.

No se sabe la dote exacta que pagó José; normalmente la cantidad que se pagaba por una mujer
virgen era 200 denarios y por una viuda, una mina380, lo mismo si eran ricos o pobres. Este precio que
era el mínimo podía aumentar por la categoría de la esposa y las exigencias del padre, por un lado, y
del interés y las posibilidades del novio y su familia, por otro. Previamente se llegaba a un ajuste o
compromiso. Junto al mohar, el novio solía hacer otros regalos con ocasión de los desposorios (cf. Gn
24,53).
Gracias a la literatura rabínica e intertestamentaria, se conoce con bastante exactitud el
desarrollo de los festejos nupciales que constaban de dos fases separadas entre sí por un período
intermedio:

1. Los desposorios propiamente dichos (qiddusin = santificación o erusin = adquisición).


2. Las nupcias o fiesta matrimonial (nissu´in = traslado de la esposa a la casa del
marido)381.

lectura; se limitaban exclusivamente a escuchar, cf. JEREMÍAS (Madrid 1977) p.358. E. MEYERS, “Synagogue” IDB,
suplemento p.843, ha demostrado con argumentos convincentes que las mujeres no estaban excluidas de participar con los
hombres en el culto durante el período talmúdico, citado por PELÁEZ (Madrid 1994 2ª) p.35.
377
Nid 6,11: “Si un muchacho ha echado dos pelos, está obligado a cumplir todos los mandamientos prescritos en la Torá”.
Lo mismo vale para las muchachas.
378
mKiddusim 1,1.
379
Cf. la amplia ponencia de GREGORIO DE JESÚS, “El matrimonio de S. José y las costumbres judías”, EstJos (1958)
pp.157-191, en pp.161-162; S. BARTINA, “El matrimonio y su esencia en el rabinismo antiguo” EstJos 20 (1966) pp.163-
175, en pp.167-168; A. L. IGLESIAS, “El matrimonio y sus ritos en el judaísmo a través de los tiempos” EstJos 20 (1966)
pp.177-216.
380
mket 1,2.
381
La distinción entre los dos actos aparece en Dt 20,7: “¿Quién se ha desposado con una mujer y no se ha casado aún con
ella? Que se vaya y vuelva a su casa, no sea que muera en el combate y se case con otro hombre”.
100

La primera fase no coincide con la petición de mano de nuestra cultura occidental, pues esta
carece de todo valor legal y no es vinculante para ninguna de las dos partes. Los esponsales, de índole
privada y familiar, eran en Israel el contrato efectivo del matrimonio, de forma que las relaciones
sexuales con una tercera persona eran miradas como adulterio y castigadas con lapidación (Dt 22,23-
27); si el marido moría en el período intermedio, la mujer era considerada viuda y se podía aplicar la
ley del levirato382; la separación era un verdadero divorcio, sólo viable mediante la tramitación del
documento llamado „libelo de repudio‟. Filón, contemporáneo de Jesús, afirmaba: “los esponsales
tienen la fuerza del matrimonio” 383. La edad más común para los esponsales era, en las mujeres, la
edad de la pubertad, esto es, entre los 12 y los 13 años y entre los varones entre los 18 y 20 años,
aproximadamente384.
El ritual era sencillo: el joven pedía formalmente la mano de la novia a los padres en presencia
de los miembros más cercanos de la familia; a continuación se estipulaban las condiciones del
contrato, es decir, la dote de la esposa (mohar). Seguidamente, el contrayente entregaba a la futura
esposa una moneda de plata o bien un objeto de valor mientras decía: “Por este don, quedas
consagrada a mí”. Progresivamente este rito (desposorios = Knefet) fue sustituido o completado por un
contrato escrito (ketuba). El texto debía contener siempre la fórmula consagratoria, que consistía en
una declaración de mutuo acuerdo de los contrayentes. El marido dice a su prometida: „Tú eres mi
mujer‟; a lo que ella responde: „tú eres mi marido‟. Este sencillo ceremonial se realizaba en presencia
de testigos. Finalmente, el padre de la esposa ofrecía un banquete y, al escanciar la primera copa,
pronunciaba una bendición por los nuevos esposos (berajat erusin)385. En las nupcias, era el padre del
esposo quien pronunciaba la bendición. La casa estaba iluminada solemnemente para dicha ocasión 386.
Es importante constatar que, ya sea en los desposorios ya sea en el matrimonio, el sacerdote no
desempeñaba papel alguno en la época bíblica ni en la talmúdica.
El período intermedio oscilaba entre un mes, según unos387, o seis meses, según otros388, si la
mujer era viuda; un año, en el caso de una virgen389. Los contrayentes seguían viviendo en el seno de
sus respectivas familias; se comunicaban a través del “amigo del novio" 390 y las relaciones maritales
eran consideradas ilícitas391. Durante este tiempo se hacían los preparativos para habilitar la nueva
casa, reunir el equipo familiar y preparar la fiesta de las bodas. Como observa O. Bataglia392, esta
praxis matrimonial en dos tiempos era típica del ambiente machista antiguo y servía como garantía al
hombre de que los hijos eran suyos. De hecho, el marido al dejar pasar el espacio de un año, podía
controlar la fidelidad de su mujer, ya que durante ese intervalo ella se recluía en la casa del padre y
vivía en una especie de clausura, que no le permitía hacerse ver por extraños ni salir sola de casa.

382
mket 4,2.
383
Cf. HENDRICKX (Madrid 1986) p.46.
384
Los hombres solían casarse más tarde que las mujeres, porque necesitaban tiempo y medios para construirse la casa. Se
afirmaba que Dios desde su trono observaba a los hombres hasta los veinte años para ver si tomaban mujeres. Pero cuando
habían pasado esta edad y todavía no se habían casado, Dios declaraba: “Que se dispersen sus huesos”, cf. ST-B, II,
pp.146.374., citado por DEISS (Milano 2001) p.29.
385
Según R. Jehuda (a. 150) la bendición del banquete de los desposorios en casa de la novia era la misma que la de las
nupcias en casa del novio. Esto sucedía en Judea solamente, porque el novio solía permanecer solo con su desposada; con
ello se trataba de evitar que la vida conyugal no comenzara antes de la bendición nupcial, cf. K. RITZER, “Le mariage dans
les Églises chrétiennes” (Paris 1970) I, 57-59; ST–B, II, 396. Una síntesis de estos ritos la encontramos en S. PÁRAMO,
“Costumbres de Palestina relacionadas con San José”, EstJos 1 (1947) pp. 204-205.
386
mket 7b; cf. ST-B, II 396.
387
Cf. ST-B, II, 394.
388
Cf. S. MUÑOZ IGLESIAS, Comentario al evangelio según San Mateo (Madrid 1998) p.24.
389
mket 5, 2.
390
Cf. ST-B, I, 500-501.
391
Todo esto en la línea teórica de unos principios ideales. Como afirma, I. GOMÁ CIVIT, El Evangelio según San Mateo
(Madrid 1966) p.33, según los mismos escritos rabínicos, en ciertas comarcas de Palestina las relaciones entre „desposados‟
eran muy libres; y había lugares donde la moral del ambiente era tan laxa que no había motivo para el escándalo. No
obstante, se sabe que en Nazaret había una sinagoga y que la casa de José era observante estricta de los preceptos de la
Torá.
392
Cf. BATAGLIA (Assisi 1994) p.52.
101
La segunda fase, se abría con la celebración solemne del matrimonio, que adquiría un
carácter público y festivo: el marido, acompañado por sus amigos, salía al atardecer en procesión a la
casa de los padres de la esposa con el fin de introducirla y entronizarla en el propio hogar. Así, la
prometida pasaba de la potestad paterna a la del marido. La esposa le recibía rodeada de sus amigas,
provistas de lámparas. Estas prorrumpían en muestras de alegría a la llegada del cortejo. Su padre la
despedía con una breve bendición y ella salía vestida de novia y con una corona sobre s u cabeza,
siendo conducida a la casa del novio por un cortejo de jóvenes, familiares e invitados393. A lo largo del
trayecto, los acompañantes entonaban cantos y hacían sonar instrumentos musicales mientras se
arrojaban a los niños nueces y granos como auspicio de fecundidad. Tanta era la importancia de tales
cortejos que hasta los rabinos interrumpían las lecciones en las escuelas de la Ley y salían con sus
discípulos a felicitar a los esposos. Las nupcias se celebraban al atardecer del miércoles si se trataba de
una virgen, y en jueves si se trataba de una viuda. A partir de entonces, podían tener relaciones
íntimas.
Una vez llegados a la casa del marido, daba comienzo el verdadero banquete de bodas, en un
ambiente lleno de luz. Los esposos ocupaban los puestos de honor. Al término del festín, tras la
oración de acción de gracias por el vino recitada por el padre del esposo, se añadía una “bendición”
especial a favor de los nuevos cónyuges. La fiesta se prolongaba por lo general siete394 u ocho días.
Cada día se repetía el banquete y cada vez, al final de él, se procedía a la bendición de los esposos, si
se encontraban presentes al menos diez convidados.395
Cada uno de los componentes de este ritual se encuentra ya de forma embrionaria en la época
patriarcal, en concreto en la boda de Isaac con Rebeca (Gn 24):

1. En primer lugar, Eliezer, enviado de Abrahán, puso un anillo y varios brazaletes en el dedo y en los
brazos de Rebeca. Este gesto implicaba la petición a la interesada para ser la esposa de quien ofrecía esos
dones o bien directamente o a través de su representante. Ella, al aceptarlos, consentía de forma tácita.
2. A continuación, el siervo narra el encuentro providencial ante el padre, hermano y familiares, y obtiene su
consentimiento cuando dicen: “El asunto ha salido del Señor…” (v.50), “Ahí tienes a Rebeca: tómala y
vete, y sea ella mujer del hijo de tu señor, como ha dicho Yahvé” (v.51). Una vez obtenido el
consentimiento de los padres, Eliezer procedió a la entrega de otros regalos a ellos y a la muchacha (v.53)
como confirmación y prenda de lo pactado.
3. Finalmente, se celebró el banquete en el que participaban el criado y sus acompañantes –como
representantes del esposo- y los miembros de la familia de Rebeca396.

Así pues, el ritual matrimonial constaba de dos tiempos: primero, se sellaba públicamente la
alianza delante de la familia en casa de la novia. Después se procedía a los preparativos de la
celebración que duraban aproximadamente de seis meses a un año 397. Se repartían las invitaciones
acompañadas de un pedazo de tela escogida para la ocasión, obsequio de la familia del novio. Ese traje
que se confeccionaba cada invitado servía de señal de acceso a la sala del banquete 398. Sin embargo, la
fiesta no era una asamblea cerrada, sino que estaba abierta a cuantos querían acceder a ella, sobre todo
en las aldeas pequeñas donde el vecindario se conoce y su gente está emparentada en primero, segundo

393
Estos festejos se ven reflejados en la parábola de las diez vírgenes (Mt 25,1-13) y el episodio de las bodas de Caná (Jn
2,1-11). Una descripción detallada se encuentra en G. RICCIOTTI, Vida de Jesús (Barcelona 1944) pp.311-312. Para otros
detalles, cf. A. L. IGLESIAS, “El matrimonio y sus ritos en el judaísmo a través de los tiempos”, EstJos 20 (1966) pp.177-
216, en pp.180-182.
394
Según la mPes 109, la duración de las bodas era de siete días si la desposada era virgen, y tres si era viuda (cf. Sal
103,15). Con ocasión del matrimonio de Jacob se habla de la semana nupcial (Gn 29,27; cf. Jc 14,12.17), mientras que el
matrimonio de Tobías se celebró durante dos semanas (Tb 8,20; 10,8).
395
Para un desarrollo más detallado del matrimonio judeo-rabínico y para un conocimiento aproximativo de la oración de
bendición y de su importancia cf. P. DACQUINO, “Storia del matrimonio cristiano alla luce della Bibbia” (Leumann,
Torino 1984) pp.27-33; también, RITZER (Paris 1970) I, pp.57-62.
396
Cf. DACQUINO (Leumann, Torino 1984) pp.9-11.
397
Jesús fue concebido en el ínterin entre el acto de la promesa formal de José y María (erusin) y el del traslado a casa del
esposo (nisuin); así se afirma claramente en Mt 1,18-25 y de forma menos clara en Lc 1,27,35-45; 2,5.
398
Esta costumbre se ve reflejada en la parábola del banquete de bodas, donde uno se presentó sin el consiguiente traje
nupcial y fue excluido del convite, cf. Mt 22,1-14.
102
o tercer grado. No se escatimaba en la comida ni en la bebida399. Al durar varios días, los invitados
se iban renovando. Los escritos rabínicos suponen la llegada de huéspedes inesperados. Existían
diversas categorías de invitados:

1. En primer lugar, se encontraban los amigos del novio y sus parientes más cercanos. A este grupo
pertenecía el encargado o los encargados de hacer las tratativas con vista a fijar la dote.
2. Un segundo círculo lo constituían los parientes más lejanos, vecinos o personas relacionadas con la
familia por motivos de trabajo o de negocio.
3. Una tercera categoría la formaban las autoridades civiles, religiosas o gente distinguida.
4. Finalmente, eran admitidos por razones de caridad los vecinos más pobres.

Según la costumbre vigente, cada uno de los asistentes llevaba su regalo o aportaba su
contribución, estando únicamente exonerada por razones obvias la clase indigente. La norma usual era
que los invitados se alegraban con el novio pero no a sus expensas. María y su Hijo en las bodas de
Caná no fueron con las manos vacías: ellos proveyeron el „Vino Bueno‟, figura del vino eucarístico,
que es la sangre de Jesús derramada para el perdón de los pecados400.
M. Gasnier recrea así la primera jornada de la fiesta nupcial401:

“María llevaría el atuendo en uso: una larga túnica multicolor cubierta por un amplio manto. Bajo
su velo y ciñendo su pelo cuidadosamente dispuesto, una corona sobredorada. Al caer la tarde, montaría en
un palanquín y la conducirían a la casa de José. Los invitados a la boda, vestidos de blanco, con un anillo
de oro en el dedo, la escoltaban, y un grupo de jóvenes doncellas la precedían con una lámpara encendida,
mientras otras ondeaban ramas de mirto sobre su cabeza. Los habitantes de Nazaret, avisados por el sonido
de las flautas y los tamboriles, se apretaban curiosos en las terrazas y a lo largo de las calles para aplaudir a
la desposada… José esperaría a María en el umbral de su morada, vestido también de blanco y coronado de
brocado de oro. Uno y otro, ya dentro de la casa, intercambiarían sus anillos y se sentarían mirando a
Jerusalén, María a la derecha de José, bajo un dosel o nicho ricamente adornado con objetos dorados y
telas pintadas. Tras la lectura del contrato de sus esponsales, beberían en el mismo vaso, roto enseguida en
su presencia con un gesto que significaba que debían estar dispuestos a compartir penas y alegrías. El
banquete se desarrollaría en la hospedería de Nazaret, y las fiestas se prolongarían, en un clima de
desbordante jolgorio, durante varios días”.

No se sabe con precisión la edad de los contrayentes, pero algunos testimonios antiguos
apuntan por el matrimonio temprano. El principal deber del israelita, secundando el mandato del Gn
1,28 (“creced y multiplicaos; poblad la tierra y sometedla”), es el de casarse, mandato que debe
ejecutar cuanto antes, alrededor de los 18 años402, y no debe permanecer soltero desde los 20. Estaba
prohibido a los padres dar a sus hijos en matrimonio antes que ellos hubieran comprobado si habían
alcanzado la pubertad (Sanedrín 76b). Si un hombre rehusara casarse pasada esta edad, debía ser
obligado a ello, según las leyes y ante los tribunales. En casos muy raros se permitía a un varón
conservar el celibato toda la vida (Yebamot 63b). Una de las razones para demorar el matrimonio era el
estudio de la Ley403.

3.- DE MUTUO ACUERDO

La primera cosa que llama la atención es la aceptación por parte de la joven virgen de unos
desposorios que tienen como consecuencia su sumisión de por vida a un hombre que, a partir de ahora,
será su dueño y señor404. Si previamente había decidido en su interior permanecer virgen, según se

399
Cf. ST-B, II, p. 401.
400
Cf. GÓMEZ (Valencia 2005) pp.345-353.
401
Cf. GASNIER (Madrid 1980) pp.91-92.
402
mAbot 5,21.
403
Estos testimonios han sido recopilados y extraídos de la Jewish Enciclopedia V. VIII, Marriage Laws, p. 347, por
CARRASCO, EstJos 51 (1997) p.34.
404
“El decálogo (Ex 20,17) enumera a la mujer entre las demás posesiones junto con el esclavo y la esclava, el buey y el
asno. Al marido se le llama el ba„al de una mujer, su dueño, de la misma manera que es el ba„al de una casa o de un campo
103
puede deducir de su respuesta al Ángel (“no conozco varón”, Lc 1,34), resultaría no sólo temeraria
sino nula una decisión que encerrara una cláusula encubierta en perjuicio del varón. La hipótesis del
abandono inconsciente de María en brazos de la Providencia tampoco se sostiene por sí misma: iría en
contra del más elemental deber para con su prójimo. Algunos Padres de la Iglesia y ciertos teólogos de
la Edad Media han apuntado otra teoría más plausible que consta de tres puntos complementarios:

1. María debió consagrarse totalmente y en secreto a Dios antes de su primer encuentro


con José.
2. Para que su matrimonio fuera canónicamente santo y valedero, tuvo que hacer partícipe
a su futuro esposo, antes de los desposorios, de esta consagración y de sus imperativos
consecuentes.
3. José, una vez informado y, bajo la acción del mismo Espíritu, no sólo debió aceptar
estas premisas sino que se unió de forma libre y entusiasta a este plan que tenía que ver
estrechamente con la venida del Mesías, tan ansiosamente esperado por él y su
parentela.

Esta fe práctica de la Iglesia, fruto de la intuición más que de rigurosos análisis, es la que hay
que examinar de forma más pormenorizada. Está popularmente difundida la opinión de quienes
defienden que antes de conocer a José, María ya estaba consagrada a Dios por un voto de virginidad405.
Lo cual no deja de parecer una contradicción, pues si tal era su decisión ¿por qué entonces aceptó
desposarse con José? Sus partidarios argumentan que la decisión de casarse no debió partir de ella sino
de sus padres o tutores. Pero, como ya hemos apuntado, esta costumbre no era una práctica habitual en
tiempos de Jesús. Ya en el AT aparece este derecho de la joven a dar su asentimiento: en el relato del
casamiento de Isaac, una vez decidido el matrimonio, la madre y el hermano llamaron a Rebeca para
preguntarle sobre su opinión: “Llamaron a Rebeca y le dijeron: „¿Qué? ¿te vas con este hombre? Ella
respondió: ¡Me voy!” (Gn 24,58). Esto sucedió 1800 años a.C., cuando las costumbres eran más
rígidas.
Es más sostenible el afirmar que, en este punto concreto de la virginidad, fue la providencia de
Dios la que hizo converger dos voluntades y dos libertades, puestas al servicio de un único objetivo: la
Redención. Que la iniciativa partió de María o de José, es difícil de dilucidar. Más bien debió ser un
hallazgo común y una decisión compartida. Hacer de José un individuo a quien todo le llueve encima
sin darse cuenta, va en contra de la imagen que de él nos dan los relatos de la infancia y en contra de la
forma concreta de actuar de Dios. Para Mt, es él el protagonista de la historia y quien asume las
grandes decisiones; la figura de María queda, más bien, en la penumbra:

1. Es a él a quien el ángel se dirige para notificarle que no tenga miedo de tomar a María
como esposa y a quien encarga la imposición del nombre al niño.
2. Fue él quien fijó públicamente la fecha del traslado de su mujer a su casa.
3. Como padre responsable, tomó la difícil decisión de ir a Belén en circunstancias tan
penosas para su mujer embarazada de nueve meses. La mayor parte de sus familiares y

(Ex 21,3.22; 2Sm 11,26; Pr 12,4, etc.). Una mujer casada es „posesión‟ de un ba„al (Gn 20,3; Dt 22,22). „Tomar esposa‟ se
expresa por el verbo de la misma raíz que ba„al y significa, por tanto, „hacerse dueño‟ (Dt 21,13; 24,1)”, cf. R. DE VAUX,
Instituciones del Antiguo Testamento (Barcelona 1976) p.58. La práctica del mohar (dinero que el novio entregaba al padre
de la muchacha) daba al matrimonio israelita la apariencia de compra; pero no por eso la mujer era considerada como una
mercancía, cf. a. c. pp.58-60.
405
“No hay rastro entre los judíos de tal voto, al menos entre las mujeres. Los hombres parece que en algunas ocasiones
practicaban la continencia perpetua, como lo confirman los documentos del Mar Muerto. No existe alusión alguna a ellos
ni en la Misná ni en el Talmud. La Misná, en el tratado Nedarim, conoce el voto de no tener relaciones con el cónyuge,
pero abomina de la soltería definitiva, afirmando que desde que se han multiplicado los solterones, la gloria de la Torá ha
cesado (mSota 14,8). Sin embargo, el caso del Bautista y el del mismo Cristo prueban que una vida de castidad perfecta no
desentonaba en el ambiente del tiempo, cf. GREGORIO DE JESÚS, “El matrimonio de S. José y las costumbres judías”
EstJos (1958) pp.157-191, en p.169. Según los rabinos, el marido tenía potestad para anular los votos emitidos por su mujer
antes de los desposorios, cf. mNed 10,4.
104
conocidos lo desaconsejarían; fue él quien asumió la responsabilidad e hizo frente al
sentido común de todos.
4. El ángel se le apareció para decirle que huyera a Egipto con su mujer y su hijo. Fue él
quien asumió el peso de tan grave decisión.
5. Lo mismo sucedió a la hora de su retorno a Galilea: dos veces más el ángel le habló en
sueños para que volviera. María y el niño se limitaron a seguir sus indicaciones.

Siguiendo esta línea de actuación de Dios, es lógico pensar que también el matrimonio
espiritual con María fue una iniciativa de Dios que requirió el consenso de los dos. Esta intuición nos
lleva a elaborar una teoría nueva –la del mutuo acuerdo- que será expuesta con detalles en el último
capítulo, una vez hecho el análisis minucioso de la perícopa del anuncio del ángel a José (Mt 1,18-25).
105

6.- PADRE DE JESÚS

1.- VERDADERO PADRE

Los evangelios llaman a José padre de Jesús 406 y, al mismo tiempo, le niegan su paternidad
biológica: “Su madre, María, desposada con José, antes de empezar a estar juntos, se encontró
encinta por obra del Espíritu Santo” (Mt 1,18). Aunque la paternidad de José no es carnal no por ello
deja de ser real; como dice Juan Pablo II, “no es la suya una paternidad derivada de la generación; y,
sin embargo, no es „aparente‟ o solamente „sustitutiva‟, sino que posee plenamente la autenticidad de
la paternidad humana”407. Es verdadero y legítimo padre porque, a pesar de no haber sido engendrado
Jesús „por el matrimonio‟, sí fue engendrado y nació „dentro del matrimonio‟408. En la familia judía, de
mentalidad clánica, la paternidad biológica no es determinante a la hora de establecer lazos de
filiación. Los hijos de los hermanos menores llamaban padre al primogénito, constituido en jefe del
clan, y le obedecían como tal. Como bien observa Gasnier, “José es padre de Jesús por derecho de
matrimonio. María, en consecuencia del contrato matrimonial, reconocido por la ley y sancionado por
Dios, era el bien de José y, por lo tanto, todo lo que podía suceder eventualmente a María, incluso
milagrosamente, se convertía inmediatamente en propiedad de José, su esposo. En consecuencia, Jesús
nacido de la carne de su esposa, la cual le pertenecía en razón del sagrado lazo y de la donación propia
del matrimonio, tenía un necesario parentesco con José, y al revés409.”
No existe un calificativo adecuado para explicar este tipo de paternidad: unos la llaman
paternidad virginal, otros putativa, legal, adoptiva, vicaria o nutricia. Cada una de ellas son categorías
aproximativas para explicar un misterio, pero son minimizantes y no reflejan más que un aspecto de la
realidad. Por eso, hay quienes prefieren denominarla paternidad sobrenatural, mística, espiritual o
providencial. La existencia de tantos términos indica que se trata de una paternidad singular, superior a
la natural o adoptiva. El magisterio de la Iglesia se ha inclinado por llamarle „padre virginal‟410 y la
liturgia propia de su fiesta, el 19 de marzo, lo declara padre adoptivo o putativo411. Ahora bien, la
realidad sobrepasa estos calificativos: “La adopción supone esencialmente que un extraño, por afecto,
escoge al que trata como un hijo. Pero en ningún momento José fue un extraño para Jesús, ni Jesús
para José: desde que se encarnó en María al hacerse divinamente fecunda, Jesús perteneció
legítimamente a José, ya que el esposo y la esposa, según el orden querido y establecido por Dios, son
una cosa y sus bienes comunes”412. El misterio de esta paternidad se parece al de la maternidad de
María. Nunca en la historia de la humanidad se ha dado una maternidad virginal, semejante a la suya,
como tampoco existió una paternidad semejante a la de José 413.
La paternidad de José es, pues, de índole espiritual. Ésta no se produce solamente por
imposición del ángel en el momento del anuncio, sino que viene asociada a su condición de hijo de
David. José, como todo piadoso hebreo estaba abierto al Mesías, cuya llegada se esperaba inminente.

406
Felipe tras su encuentro con Jesús dice a Natanael: “Aquel de quien escribió Moisés en la Ley, y también los profetas, lo
hemos encontrado: Jesús, el hijo de José, el de Nazaret” (Jn 1,45). Los judíos tras el discurso del pan de vida en la
sinagoga de Cafarnaún murmuran diciendo: “¿No es éste Jesús, hijo de José, cuyo padre y madre conocemos?” (Jn 6,42).
También Lc utiliza el mismo vocabulario; con ocasión de la presentación del niño en el templo escribe: “Su padre y su
madre estaban maravillados de lo que se decía de él” (Lc 2,33); más tarde, cuando lo encontraron en el templo a la edad de
doce años, su madre dijo: “Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando” (Lc
2,48). Los datos evangélicos dan por hecho que Jesús es el hijo de José.
407
Cf. Cart. Apost. Redemptoris Custos, III, n.21.
408
Cf. I. GARCÍA DE SAN JOSÉ, José de Nazaret. El hombre, el carpintero, el santo (Valladolid 2004) p.34.
409
Cf. GASNIER (Madrid 1980) p.152.
410
Cf. Pío X, AAS 59 (1906). El congreso nacional sobre San José celebrado del 1 al 9 de agosto de 1955 en Montreal
(Canadá) se decantó por la expresión „padre virginal‟.
411
“Adoremos a Cristo, hijo de Dios, que aceptó pasar en la tierra por hijo de José”.
412
Cf. GASNIER (Madrid 1980) p.151.
413
Cf. DEISS (Milano 2001) p.8.
106
Eran momentos de enorme expectación, pues se habían cumplido las setenta semanas de años
prefijadas por el profeta Daniel (9,24). “La gente sencilla suspiraba por un Mesías-rey capaz de librar a
Israel del yugo de sus enemigos. Esta actitud se vio acrecentada sobre todo a raíz de de la infiltración
helénica, que provocó las famosas guerras macabeas. Así el judaísmo tardío, con un celo nacional cada
vez más acentuado, suspiraba por la pronta llegada de aquel ungido de Yahvé, descendiente de David,
que lo librara de la opresión e instaurara un reino triunfal y glorioso” 414. De hecho, la corte de Herodes
estaba en estado de máxima alerta por los incesantes rumores que hablaban de la aparición inminente
de un Mesías Rey; de ahí, la convocatoria de los sacerdotes y levitas con la subsiguiente matanza de
los inocentes. Durante varias décadas, Jerusalén era un hervidero de noticias y de voces encontradas;
por eso, aquellos enviaron una delegación a Juan Bautista que predicaba en el desierto para preguntarle
si era él el Cristo, Elías o el Profeta que tenía que venir (Jn 1,19-22). Esta atmósfera cargada de
densidad mesiánica tuvo que hacerse más notoria en Belén, patria chica de David, y en el pequeño
poblado de Nazaret; dos factores alimentaban estas expectativas: la presencia de una familia davídica
altamente religiosa y la existencia misteriosa en la sinagoga del rollo completo de Isaías, el profeta
mesiánico por excelencia, cuya lectura se realizaba semanalmente después de la lectura de la Torá, a
diferencia de otros lugares que carecían de él. En este ambiente se forjó el alma de José: un ser abierto
a la realización de las promesas que Dios hizo a sus padres. Como justo, su oficio principal era la
lectura y meditación de los textos sagrados (Sal 1,2). Tanto esperó contra toda esperanza y clamó por
la venida del Mesías que la Providencia lo halló digno de ser su padre.
Como todo hebreo, alrededor de los veinte años se unió a María, formando una sola carne con
la mujer que Dios le había predestinado antes de la creación del mundo. La alianza matrimonial, en la
concepción judía, no es un mero contrato entre dos voluntades bien avenidas, sino que es la unión
definitiva de dos seres incompletos que por fin reconocen y sellan ante Dios la unidad originaria de su
ser. Como dice el Génesis, cuando Yahvé moldeó del barro al ser humano, macho y hembra lo creó. El
hombre o la mujer en sí mismos son incompletos. En el plano divino, llegan a la plenitud cuando se
encuentran y sellan su alianza ante su presencia, y reciben a través de sus padres su bendición. Bajo
esta luz, es lógico que todo cuanto pertenece a María, corresponda también a José; su paternidad no es
de ámbito jurídico sino ontológico, deriva de la creencia firme de que forma con María una unidad
original fruto del amor y del plan de Dios.
Esto no se contradice con la verdad de que el padre de este niño es Dios, que lo engendró desde
la eternidad según su naturaleza divina, y le confió al justo José la misión de ser en la tierra su vicario.
Dios, cuando le envió al ángel para decirle que le pusiera por nombre Jesús, le estaba transmitiendo, en
cierto sentido sus propios derechos415.

2.- EDUCADOR

Lc afirma que Jesús “crecía en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los
hombres” (Lc 2,51). En dicho crecimiento tanto físico como espiritual tuvo una responsabilidad
notoria José; pues, a partir de los cinco años, dejaba en parte los cuidados maternos y comenzaba su
iniciación a la Ley de Dios y a las tradiciones de Moisés; una tarea que correspondía exclusivamente al
padre. Constaba de cuatro vertientes: la transmisión de la fe, la instrucción religiosa, el aprendizaje en
la lectura y la escritura sagrada.
Hay tres textos en el NT que prueban que Jesús sabía leer y escribir:

1. El primero (Lc 4,16-30) es el relato de la homilía de Jesús en Nazaret al comienzo de su ministerio.


Delante de su pueblo, el recibió el rollo de Isaías de manos del hazzan, buscó el texto de Is 61,1-2 y lo
leyó. El texto subraya que Jesús desenrolló el volumen, lo escudriñó, seleccionó un texto, lo proclamó
públicamente y lo enrolló de nuevo tras realizar la enseñanza. Es decir, desplegó una actividad no fácil
para una persona que no esté familiarizada con su lectura. El aprendizaje del hebreo no estaba al alcance

414
Cf. A. SALAS, Jesús, Evangelio vivo (Madrid 1973) p.159.
415
Cf. GASNIER, (Madrid 1980) p.154.
107
de todos y menos en la región semipagana de Galilea. Esa iniciación superior la recibió seguramente
en su casa y en la sinagoga donde creció416.
2. Otro texto pertenece al pasaje de la mujer sorprendida en adulterio (Jn 8,1-11), un relato muy
cuestionado y que según la mayoría de los críticos no formaba parte originalmente del cuarto evangelio.
Últimamente, va ganando terreno la teoría de la paternidad joánica de la perícopa y de su perfecto anclaje
en el último día de la fiesta de las Tiendas 417. El texto subraya que “Jesús, inclinándose, se puso a
escribir con el dedo en la tierra” (Jn 8,6c).
3. El pasaje más clarificador es el de Jn 7,15418: presenta a „los judíos‟ que se han reunido en Jerusalén para
la fiesta de los Tabernáculos maravillándose de Jesús y preguntándose “¿Cómo es que éste sabe
Escritura, si no ha estudiado?” (Jn 7,15). Por el contexto general de la pregunta –la discusión de Jesús
con los judíos- implica no solo una instrucción básica, sino también un uso de la Escritura en una
argumentación teológica. Aunque Jesús no recibió ninguna enseñanza formal de ningún gran rabino, era
sin duda experto en el uso de los textos sagrados. ¿Dónde recibió este aprendizaje y adquirió esa
sabiduría? No disponemos de otra repuesta que la que apunta Lc: “Jesús crecía en sabiduría, en estatura
y en gracia ante Dios y ante los hombres”. Como todo hebreo varón, se inició en los misterios sagrados a
la sombra de su padre.

Riesner419 observa que la educación elemental de un muchacho en Israel dependía de dos


factores: la piedad del padre y la existencia de una sinagoga local. Ambas condiciones se reúnen en el
caso de Jesús. Esta explicación da respuesta a los dos interrogantes planteados: por una parte, aclara el
origen de sus profundos conocimientos y, por otra, justifica la extrañeza de un rabino que procede de
un pueblecito que carece de escuela superior (bet ha-midrás)420. Es cierto que esta sabiduría le viene

416
Las descripciones rabínicas sobre la implementación de un sistema escolar en todas las ciudades y aldeas a comienzos
del siglo I son variadas. Según S. Safrai, en época tan temprana como el siglo I d. C, y quizá incluso antes, la mayoría de
los niños judíos se educaban en escuelas, y la educación consistía casi exclusivamente en la lectura de la Biblia hebrea. En
esta fecha, tales colegios existían en todas las poblaciones de Palestina, incluso en los pueblos más pequeños, gracias a la
labor de dos grandes figuras: Simeón ben Shetah (103-76 a. C.) y el sumo sacerdote Josué ben Gamala (63-65 d. C.) Según
el Talmud palestinense, Simeón mandó que los niños fueran a la escuela, mientras que el Talmud babilónico cuenta que
Josué dispuso que se nombrasen maestros para todas las comarcas y poblaciones, y que los niños fueran a la escuela a la
edad de seis o siete años. No obstante, como afirma MEIER, I (Estella 2004), pp.282-283, todos estos testimonios hay que
tomarlos con precaución, ya que se entrecruzan materiales que van del s. II al s. V. E. Schürer se muestra muy precavido y
S. Cohen mucho más escéptico. No obstante, no es impensable del todo, dado el fervor religioso de los davídicos
nazarenos, la existencia de dicha escuela en Nazaret, pues siguiendo el razonamiento también resultaría chocante la
presencia de la misma sinagoga y del voluminoso rollo de Isaías.
417
Por razones obvias, no entramos en los numerosos problemas que dicho relato plantea. Aunque el vocabulario difiere
marcadamente del resto de la obra, hay por lo menos una serie de ocho palabras que sorprendentemente se asemeja a
algunas partes del cuarto evangelio, cf. N. G. TIMMINS, „Variation in Style in the Johannine Literature‟, JSNT 53 (1994)
47-64, en p. 47. A pesar de tantos indicios contrarios, no descartamos su carácter joánico por adopción, ya que encaja en el
contexto de la fiesta de las Tiendas, donde está situado, y dentro del pensamiento teológico más puro de Jn. Difícilmente se
podría encontrar otro marco más adecuado para que Jesús hiciera la declaración “Yo soy la luz del mundo” (8,12b). En este
día, caracterizado por las cuatro grandes luminarias que se encendían en los atrios del Templo y por la conclusión del ciclo
de la lectura continua de la Ley en la sinagoga, Jesús da su palabra definitiva respondiendo con un gesto profético a la
interpelación de los fariseos (“¿Tú que dices?”, 8,5b). La Ley que ordena el castigo del pecador aparece contrapuesta a la
Gracia que otorga la salvación (8,11; cf.1,17; 3,17). El gesto extraño de escribir en el suelo podría interpretarse a la luz de
Jer 31,34 y Ez 36,26-27, como el inicio de una nueva alianza escrita por el dedo de la mano de Dios (Espíritu Santo), no en
tablas de piedra como antiguamente, que al romperse hacían caer sus cascajos sobre el malvado, sino en la tierra (adamah),
de la que está hecha la carne humana, mediante la efusión del Espíritu de Aquel que las ha llevado a su cumplimiento (cf.
19,30). Jesús, la Palabra hecha carne, no ha venido a condenar al mundo sino a salvarlo. Un día, todas las piedras –el peso
de la Ley- caerán sobre él; este sacrificio, lleno de misericordia, será la Luz que salva al mundo (8,12). Así, la nueva
creación se hace a imagen de la antigua: Dios insufla de nuevo sobre el barro del viejo hombre (adamah) su aliento de vida
(ruaj). Sobre este episodio, cf. A. A. TRITES, "The Woman Taken in Adultery”, BS 131 (1974) 137-146; Z. C. HODGES,
“The Woman Taken in Adultery (John 7:53-8:11): The Text”, BS 136 (1979) 318-332; B. D. EHRMAN, “JESÚS and the
adulteress”, NTS 34 (1988) 24-44; U. BECKER, Jesus und die Ehebrecherin. Untersuchungen zur Text – und
Überlieferung des Neuen Testaments und seines Textes (Berlin 1967); J. H. HEIL, “The Story of JESÚS and the Adulteress
(John 7:53-8:11) Reconsidered”, Biblica 72 (1991) 182-191. Un estudio moderno y actualizado que defiende la paternidad
joánica del texto se encuentra en la obra de R. DOMÍNGUEZ, La eclesiología esponsal en el evangelio según San Juan
(Valencia 2004) pp.275-301.
418
Cf. MEIER, I (Estella 2005) pp.280-281.
419
Citado por MEIER, I (Estella 2005) p.288.
420
Según MEIER, I (Estella 2005), p.283, “a los doce o trece años, los chicos terminaban sus estudios en la escuela.
Cuando un alumno era particularmente brillante podía frecuentar un establecimiento formativo de tipo más avanzado, la bet
108
por su condición de hijo que está en la escuela del Padre celeste, pero no hay que olvidar que para
llegar a ella, Jesús ha encontrado en su padre terreno el mejor catalizador. El misterio de la
Encarnación conlleva necesariamente esta mediación humana: fue José quien le puso su nombre y el
maestro que despertó y avivó en su hijo su innata vocación profética, sacerdotal y real. Jesús fue
llegando al descubrimiento de la acción de Dios en la historia de los hombres guiado por la sabiduría,
la ciencia, el consejo y la inteligencia que asistían a su padre José en sus trabajos. No olvidemos que
en la más pura tradición israelita, el principal oficio de un padre es la transmisión de la fe a su hijo; al
resto, se le considera como una añadidura. Jesús ha aprendido a descubrir en él la imagen del Padre
celeste421. Este el punto que diferencia a José del resto de los justos: “Un sólo santo ha sido escogido
para representar a Dios Padre, mientras que una infinitud de criaturas, una multitud de santos,
representan a Jesucristo”422.
¿Pertenecía José al grupo de los escribas, que juntamente con la nobleza hereditaria del clero y
del laicado constituían la clase superior? Ciertamente no, pues, aunque Jesús fue considerado rabino
por sus contemporáneos debido a la sabiduría y a la autoridad con que emitía sus discursos, muy
superior a la de los escribas de aquel tiempo (Mt 7,28-29; cf. Mc 1,22.27), no hay constancia de que
José hubiera hecho el ciclo regular de estudios que duraba varios años (“los judíos se admiraban y
decían: ¿Cómo éste sabe de Escrituras, si no ha estudiado?”, Jn 7,15), ni que a los cuarenta hubiera
recibido la ordenación canónica (semikah), ni que formara parte de la corporación de los escribas como
miembro de pleno derecho (hakam)423. Un hombre ilustrado, desprovisto de la formación rabínica
completa, pasaba solamente por alguien versado en las escrituras (grammata me memathekos, Jn 7,15).
No podía formar parte del Sanedrín ni tenía derecho a los privilegios del doctor ordenado, pero podía
ser llamado rabbí, como sucedió con Jesús. Este título, al comienzo del siglo I de nuestra Era, estaba
sufriendo una evolución; siendo primero un título honorífico general, con el transcurso del tiempo
quedó reservado exclusivamente para los escribas424.

ha-midrás, donde estudiaba la Torá “a los pies” de los maestros de la ley. Pero esto era un privilegio de unos pocos. En
aquella época no existía en Israel un sistema educativo que permitiera proseguir los estudios de manera formal, continua,
después de los doce o trece años.”
421
Cf. DEISS (Milano 2001) p.23.
422
Cf. J. J. OLIER, La Journée chrétienne (1906), citado por DOZE (Casale Monferrato 1998) p.85.
423
El hakam estaba autorizado a zanjar por sí mismo las cuestiones de legislación religiosa y ritual, a ser juez de procesos
criminales y a tomar decisiones en los civiles, bien como miembro de una corte de justicia, bien individualmente, cf. J.
JEREMÍAS, Jerusalén en los tiempos de Jesús (Madrid 1977) p.252.
424
Cf. JEREMÍAS (Madrid 1977) p.252.
109

7.- CÉLIBE POR EL REINO

La advocación „José el casto‟ es uno de los títulos más extendidos entre el pueblo fiel; según la
fe popular y los documentos eclesiásticos conservó su virginidad antes de los desposorios, durante y
después de ellos. Alguien objetará que este epíteto no es un dato bíblico sino que sólo pertenece a una
tradición popular bastante tardía. No hay objeción en cuanto a la segunda afirmación, sí en cuanto a la
primera, pues hay textos en el NT que aluden de forma directa e indirecta a esta verdad de fe:

Mt 19,12

“Porque hay eunucos que nacieron así del seno materno,


hay eunucos hechos por los hombres
y hay eunucos que se hicieron tales a sí mismos por el Reino de los Cielos”.

Se trata de un logion (dicho) de enorme importancia, donde Jesús hace un elogio de su padre425.
Forma parte de una sección que consta de tres partes 426: a) una introducción narrativo-didáctica que
sirve de transición (vv. 1-2), seguida de dos secciones bien diferenciadas entre sí: b) la cuestión del
repudio (vv.3-9) y c) la doctrina sobre los eunucos o la continencia (vv.10-12). Se discute mucho sobre
la interrelación o la total independencia de cada sección:

1. Son varios los críticos que afirman que los vv.10-12 no tienen nada que ver con el pasaje anterior, pues es
extraño que Jesús pretenda restaurar el ideal matrimonial en toda su pureza acabando su razonamiento
con un elogio del celibato por el reino. Parece un contrasentido. Bajo esta perspectiva, sostienen que
deben haber sido originalmente dos perícopas independientes, yuxtapuestas después por la redacción
mateana; por consiguiente, el dicho sobre los eunucos pertenece a otro contexto que se ha perdido427.
2. Otros son partidarios de ver en la expresión „esta palabra es difícil de comprender‟ una referencia no al
texto que le precede inmediatamente sino a otro anterior, lo cual no deja de ser una salida forzada al
problema. El empleo del adjetivo demostrativo de cercanía (outos) reenvía a la última frase
pronunciada428.
3. Una gran mayoría sostiene la teoría de la continuidad ya que el mejor medio para comprender la
exigencia de Jesús acerca del matrimonio indisoluble es pensar en la conducta de los discípulos que
renuncian totalmente al matrimonio429. Parafraseando la respuesta de Jesús quedaría así: “No conviene
casarse, mas no por el motivo interesado que vosotros sugerís, sino por una elección radical a favor del
reino de los cielos. Pero esta opción es un don de Dios”430. Si se admite este punto de vista, hay que
reconocer que la disputa sobre la indisolubilidad del matrimonio sirve de nexo para afirmar la doctrina
del celibato por el Reino. Este es el objetivo final y más razonable de toda la unidad.

El hecho de que la sentencia sobre los eunucos sea exclusiva de Mt no quiere decir que sea un
desarrollo redaccional. Su estructura y la dureza de sus expresiones e imágenes usadas son elementos
que avalan su antigüedad431. ¿Cuál es el contexto de esta máxima sobre el celibato? Hay quien sugiere
que a nivel histórico dicha sentencia ha sido creada por Jesús como una respuesta a una acusación o

425
Estas palabras no pueden derivarse del judaísmo de su época ni de la Iglesia primitiva posterior a él, sino que deben
tener como fuente al mismo Jesús (criterio de discontinuidad). También, la total prohibición del divorcio insertado en la
misma unidad literaria debe proceder del mismo Jesús, cf. MEIER, I (Estella 2005) p.187.
426
Esta estructura es defendida por BONNARD (Madrid 1976) p.418.
427
Cf. C.G. MONTEFIORE, The Synoptic Gospels, II (Londres 1927) p.223. J. DUPONT, Mariage et divorce dans
l‟évangile (Bruges 1959) pp.164, ofrece un listado de autores partidarios de esta interpretación.
428428
Cf. DUPONT (Bruges 1959) p.166. La mayor parte de los autores antiguos y modernos siguen esta línea de
interpretación, cf. J. SCHNEIDER, „eunoujos‟ TDNT II pp.
429
Cf. T. ZAHN, Das Evangelium des Matthäus (1922) pp.592-595.
430
Cf. R. FABRIS, Matteo (Roma 1996) p.422.
431
FABRIS (Roma 1996) p.421.
110
insulto de sus adversarios contra él y el grupo de sus discípulos432, por un hecho que es contrario a
la tradición de los padres, que consideran una obligación grave el matrimonio. Es posible que dicho
reproche se haya dado, pero no existe constancia de ello; más bien, sucedía lo contrario: Juan Bautista
fue objeto de admiración por su vida austera y celibataria (Mt 21,26), señal de una consagración
especial a Dios. Lo mismo pudo suceder con Jesús.
Más plausible es pensar que el contexto (Sitz im Leben) se encuentra en el matrimonio de sus
padres cuyos rasgos principales Mt narra en el evangelio de la infancia:

a) El evangelista muestra al principio las dificultades que tuvo José para a aceptar a María
en su casa. Le invadió un temor invencible de la misma índole que el que sufrió David
durante el traslado del arca de la Alianza. El Ángel del Señor disipó en José este temor
exhortándole a que no tuviera miedo de recibirla. Estaban ya unidos y esa unión atada
en el cielo y bendecida por Dios no podía romperse bajo ningún concepto. Cualquier
escuela judía hubiera aprobado el libelo de repudio. Pero el padre de Jesús no se rigió
por el consejo de los hombres sino que se guió por la escuela primitiva, la celeste,
defensora a ultranza de la indisolubilidad. Bajo esta perspectiva, a José jamás se le pasó
por la cabeza la idea de separarse de la que ya era definitivamente su mujer.
b) Por otra parte, su matrimonio con una mujer que tiene la determinación de permanecer
Virgen por inspiración de Dios, trae como consecuencia la adopción libre y personal del
celibato por el Reino de los cielos.

La declaración de Jesús, tal como aparece en el contexto, es la respuesta a una objeción que
presentan los discípulos: “si tal es la condición del hombre respecto de su mujer, no trae cuenta
casarse” (v.10). Mt es el único en insertarlo aquí. Mc y Lc lo han omitido, de ahí que haya hecho
dudar a muchos críticos de que se encuentre en su lugar. Esta observación es un comentario a la toma
de posición de Jesús frente a la discusión de las dos escuelas rabínicas sobre la praxis judía del repudio
laxo (Hillel) o restringido (Shammai). “Ciertos autores han imaginado que, interrogado un día sobre su
celibato, quizá incluso tratado de eunuco como en otras ocasiones se le ha tratado de glotón, borracho
o publicano, Jesús habría replicado y justificado su celibato haciendo referencia al Reino de Dios” 433.
Los testimonios de Lc y Mc confirman esta interpretación. Sin embargo es gratuita la afirmación de
que el tema del celibato sea una cuestión planteada a Jesús por escribas o fariseos; es un tema que él
saca, seguramente porque ha sido testigo de ello en su familia; en ella han confluido los dos carismas:
la fidelidad conyugal y el celibato por el Reino de Dios. Sólo desde esta óptica, se hace plenamente
comprensible la frase „llave‟ del relato “no todos entienden este lenguaje, sino aquellos a quienes se
les ha concedido”. Para da Spinetoli434, se trata de un dicho (logon) de Jesús ininteligible para los
actuales oyentes del salvador y mucho más para sus discípulos presentes que no parecen haber seguido
su ejemplo, sino sólo lo pueden entender aquellos que están en el grado de asumir su alcance y que
cuando el evangelista escribe habían hecho ya una elección análoga. Pero Jesús no piensa sólo en clave
de futuro (discipulado), sino que más bien se está refiriendo a un pasado reciente (familia). Este
ambiente explica mejor esta perícopa, que a todas luces es de carácter unitario.
El maestro está en contra de toda forma de repudio. De hecho, su padre hubiera tenido razones
suficientes según la legislación judía para despedir a María entregándole el acta de divorcio, pero no lo
hizo por causa del Reino de Dios. Él es el primer eunuco propiamente dicho de la Historia de la
Salvación; con José se inaugura un tiempo nuevo y una forma de vida incompresible para muchas
mentes. Sólo aquellos que reciben el don de la revelación de Dios pueden tener acceso a este misterio.
Luego la sección de Mt 19,10-12 no es un texto redaccional independiente sino que está ensamblada

432
MEIER, I (Estella 2005) p.353, es partidario de que esta sentencia responde a la acusación que hicieron a Jesús sobre su
condición celibataria y la de algunos de sus discípulos. Con motivo de este insulto (“¡sois eunucos!”) define su estado de
vida en referencia al Reino de los cielos. Pero, como subraya O. DA SPINETOLI, Matteo. Il vangelo della Chiesa (Assisi
1983) pp.528-629, “cuando Jesús habla no existe todavía una categoría de eunouchoi en sus filas, dado que los apóstoles
son generalmente casados (cf. 1Co 9,5)”.
433
Cf. P. DEBERGÉ, L‟amour et la sexualité dans la Bible (Montrouge 2001) p.134.
434
CF. O. DA SPINETOLI, Matteo. Il vangelo della Chiesa (Assisi 1983) p.530.
111
con la anterior. Más aún, la primera está puesta al servicio de la segunda, pues literariamente ésta
constituye su plenitud.
En el judaísmo se distinguían tres tipos de eunucos:

1. Los que nacieron así desde el vientre materno; entraban en este grupo no sólo los castrados sino también
los impotentes por naturaleza. Eran despreciados e insultados porque no podían cumplir el primer
mandato de Dios: la procreación de los hijos. Los contemporáneos y los compatriotas de Jesús
consideraban la fecundidad como una bendición y un medio privilegiado de realizar las promesas divinas.
Por ello, el matrimonio era una obligación absoluta. La negación a engendrar era considerada como un
pecado contra la vida, y el equivalente a un asesinato… „Un hombre no casado no es verdaderamente un
hombre‟ escribió R. Eleazar”435. Por lo general, se les excluía de la asamblea cultual (Dt 23,2)436, si bien
ya en Is 56,3-5 y Sab 3,14 se apunta que en el futuro será diferente437.
2. Un segundo grupo lo formaban los castrados por los hombres por costumbres cultuales paganas (Cybeles,
Dea Syria…etc.) o por intereses palaciegos. También eran mal vistos en el judaísmo. En el AT sólo
Jeremías fue forzado por Dios al celibato (Jr 16,1-4). En tiempos de Jesús, existían algunos grupos que
habían adoptado como forma de vida el celibato: entre los más conocidos estaban los Terapeutas de
Alejandría y los miembros de la comunidad de Qumrán. El motivo fundamental era de orden cultual.
3. Por último, el tercer grupo lo formaban los que vivían voluntariamente sin mujer sin ser eunucos en el
sentido físico. Las corrientes esenias sobre el celibato tuvieron que influir en el ambiente. José de
Nazaret, Juan Bautista y Jesús son sus más altos exponentes. Esta proclamación de la excelencia de la
virginidad chocaba fuertemente con el concepto judío de la vida438.

En la historia de Jesús, ambas perícopas están perfectamente ensambladas. El matrimonio de


José y María es más fuerte que la muerte y las aguas no lo pueden apagar. El asunto había salido de
Dios, por eso es indisoluble. Para Mt, el primer caso del celibato por el reino no es el de Juan Bautista,
ni el de Jesús, ni el de sus discípulos; el primer célibe del NT es José de Nazaret.
El estilo de esta proposición es el de un mashal, una sentencia sapiencial que encierra una
enseñanza de inspiración religiosa y moral. Con frecuencia se recurre en este tipo de literatura a una
serie de imágenes para dar relieve a una afirmación final (cf. Pr 30,18-19; 21-23; 29-31). El interés
recae sobre el término último de la enumeración. El mismo Mt recurre a la forma literaria del contraste
en otros momentos: “las zorras tienen guaridas; las aves del cielo, nidos; pero el Hijo del Hombre no
tiene donde reclinar la cabeza” (Mt 8,20). La fuerza del mashal reside precisamente en la
transposición de la última categoría que es muy diferente de las anteriores. Es decir, el tercer grupo de
eunucos es muy distinto al de los otros dos439. Se ha producido con José un salto cualitativo.
Ya hemos comentado suficientemente las posibles repercusiones que la aparición del rollo de
Isaías en la sinagoga de Nazaret, un dato trascendental para conocer el pensamiento de José y María
acerca del Mesías y de las dos condiciones requeridas para que fuera factible su venida: una doncella
virgen y un marido eunuco. Este libro tan denso en esperanzas mesiánicas tuvo que influir de forma
decisiva en las mentes y en los corazones de cuantos asistían asiduamente a su lectura semanal. De
todas las profecías que encierra, una en especial -el oráculo del Emmanuel (Is 7, 10-17)- tuvo que ser
objeto de reflexión, discusión y análisis por parte de los asistentes, en especial de dos jóvenes que
poseían una sensibilidad especial hacia los designios de Dios. La sinagoga no era sólo un lugar de
escucha atenta de la Palabra, sino también de búsqueda y puesta en común de las distintas
interpretaciones de las verdades que en ella se proclamaban. En el mundo judío, la Torá, como la faz
de Dios, tiene setenta caras, y todas ellas son complementarias. Es esencial al alma hebrea el guardar la
Palabra en el corazón, meditarla día y noche, y confrontar su significado en público con otros
hermanos de religión (discusiones entre escuelas) o en privado (entre amigos o familiares).
Recordemos que “la Torá se explica por la Torá” o, como dicen los Proverbios, “un hierro se afila con

435
Cf. DEBERGÉ (Montrouge 2001) pp.131-132.
436
Estaba prohibido el ejercicio cultual a los sacerdotes mutilados (cf. Lv 21,20); tampoco se permitía el sacrificio de
animales que no estuvieran intactos (Lv 22,24).
437
Cf. U. LUZ, El evangelio según San Mateo III (Salamanca 2003) pp.151-152.
438
Cf. M. DE TUYA, Biblia comentada, Va (Madrid 1977) p.305.
439
Cf. DUPONT (Bruges 1959) p.192.
112
otro hierro” (Pro 27,17); de las chispas surge la luz. El NT encierra testimonios sobre esta forma
de penetrar y buscar la claridad en el misterio440.
El buen creyente considera a la Ley como su esposa; la medita día y noche. Es conocido el
relato del Talmud de Babilonia que narra el diálogo que sostuvieron rabí Simeón ben Azzai, un
maestro tannaíta (principios del s. II d. C.) y Eleazar ben Azarías. El primero aconsejaba el matrimonio
y la procreación afirmando que quien no se empeña en la continuación de la especie, la Escritura lo
considera como alguien que disminuye la imagen de Dios. Eleazar ben Azarías le objetaba su falta de
coherencia ya que él permanecía soltero. Simeón ben Azzai replicó: “Mi alma está enamorada de la
Torá. Otros pueden sacar adelante el mundo” 441. Algo parecido debió suceder en el alma de José con
respecto a la Ley, ya que el evangelista Mt, buen conocedor del judaísmo, lo presenta con el título de
hombre justo. Si algo le atraía de María no era tanto sus atributos físicos o morales cuanto las palabras
que salían de su boca, llenas de gracia y de verdad. Por eso, no es extraño que más de una vez los dos,
antes de sus esponsales, recorrieran el libro del profeta Isaías, deteniéndose en uno de sus pasajes más
enigmáticos: Is 7, 14.
El hecho de que una virgen (parthenos442) dé a luz al Santo de los Santos es una proposición
muy atrevida y un acontecimiento lleno de riesgos en medio de una tradición que exalta la institución
familiar y donde no se valora la virginidad, sino sólo la maternidad prolífica. Esta concepción debió
levantar muchos interrogantes en las escuelas rabínicas así como en los hogares de José y de María,
donde sin lugar a dudas se hablaba de las circunstancias concurrentes al advenimiento inminente del
Mesías. En dichas celebraciones espontáneas de la Palabra se debió fraguar en el alma de los dos el
carisma de la virginidad, de forma que el Sitz im Lebem del dicho sobre los eunucos de Mt 19,12 no
hay que buscarlo en la vida del célibe Jesús443, sino que hay que remontarse a sus padres, la familia de
Nazaret.

Lc 1,34

“Pero María preguntó al ángel:


¿Cómo va a ser esto puesto que yo no conozco varón?”

El relato lucano de la anunciación responde al esquema clásico del anuncio de un nacimiento


maravilloso444, si bien dispone de puntos significativos propios. Un primer dato a tener en cuenta es la
construcción de dos cuadros paralelos a manera de díptico en el capítulo primero: la anunciación a

440
Eran frecuentes las discusiones teológicas que dividían a fariseos y saduceos, y que enfrentaron a ambos grupos con
Jesús. El NT da múltiples testimonios al respecto: el tributo al César (Mt 22,15-22; Mc 12,13-17; Lc 20,20-26), la
resurrección de los muertos (Mt 23-33; Mc 12,18-27; Lc 20,27-40), el mandamiento principal (Mt 22,34-40; Mc 12,28-34;
Lc 10,25-28). El evangelista Jn describe las duras diatribas de los „judíos‟ con Jesús: discusión sobre el pan de la vida
(6,41-66), el testimonio de Jesús sobre sí mismo (8,12), Abrahán (8,31-59), la verdadera identidad de Jesús (10,22-39).
Discutir para un semita es una forma de escrutar o buscar la verdad. En un ámbito más reducido, los dos discípulos de
Emaús iban discutiendo en el camino acerca de los últimos acontecimientos. A esta búsqueda de sentido se unió un
desconocido que dio las claves interpretativas comenzando por Moisés, los salmos y los profetas (Lc 24,13-35). Hoy día,
los hassidim consideran un delito estar una hora reunidos sin hablar o discutir sobre la Torá.
441
Cf. bYeb, 63b, citado por MEIER, I (Estella 2005) p.350. STRACK-BILL, I, p.807.
442
No consta que los judíos, en tiempos de Jesús, interpretaran Is 7,14 en el sentido de una concepción virginal y ni siquiera
en sentido mesiánico, algo humanamente impensable siete siglos antes para la mayor parte de los críticos. De hecho no
aparece en el elenco rabínico de las 456 citas bíblicas consideradas como mesiánicas. Pero es indicativo que la traducción
que hacen los LXX, cinco siglos después, del término hebreo almah (una joven en edad de casarse) es parthenos, que en
griego antiguo poseía el sentido genérico de „muchacha‟ o „doncella‟ normalmente virgen. No es el oráculo de Isaías el que
da origen a la tradición cristiana de la concepción virginal de Jesús, sino el hecho histórico que debió tener a María como
fuente primera el que se fue imponiendo en la vida de José y en la fe de la naciente Iglesia.
443
Contra R. FABRIS, Matteo (Roma 1996) p.423.
444
Cf. Gn 18,9-15: Tres ángeles anuncian a Abrahán que Sara será la madre de Isaac. Jc 13,2-7: Un ángel anuncia a la
mujer estéril de Manóaj el nacimiento de Sansón.
113
Zacarías y a María445. Ambos forman parte de la larga cadena de hombres y mujeres a los que Dios
llama a colaborar con él. El anuncio a Zacarías pertenece todavía al AT: está ligado al viejo culto
hebreo (Templo) y tiene como punto de referencia la figura de Abrahán, viejo y estéril como él. El
anuncio a María abre, en cambio, una nueva época. Se desliga del viejo templo realizándose en una
tierra nueva hasta ahora desconocida (Nazaret) y se dirige por primera vez a una mujer joven y virgen.
A partir de él, el mundo no será el mismo de antes.446 El contraste está servido: “El hombre más
grande del AT (Lc 7,28) nace de una pareja de estériles, el Hijo del Altísimo nace de una pareja de
vírgenes”447.
Ambos relatos constan de cinco elementos448:

1. La aparición del ángel


2. La reacción
3. El anuncio propiamente dicho
4. La dificultad
5. La señal o concesión.

Hay un detalle substancial que los diferencia: Zacarías, al presentar la dificultad, se muestra
incrédulo y es castigado por ello con la mudez449. María que aparentemente presenta la misma
objeción no recibe ningún castigo. Este elemento diferencial, generalmente pasado por alto por la
crítica, nos da una clave interpretativa valiosa, pues, cuando las semejanzas son muchas y hay una sola
nota discordante, es indudable que es ahí donde hay que indagar para descubrir la intencionalidad del
autor.
Se ha investigado este texto tratando de averiguar la situación interna y externa de María, su
estado de ánimo y el motivo que le llevó a plantear esta pregunta. Un río de tinta se ha vertido y un sin
fin de opiniones y teorías se han elaborado. A. Stöger, al hacer un recuento y preguntarse por los
logros conseguidos, responde que, en lugar de una solución clara e indubitable, han surgido nuevos
enigmas450. Por razones obvias no vamos a proceder a hacer un elenco de las diferentes formas de
entender esta objeción, sino que solamente vamos a esclarecer si en ella está incoado el celibato de
José451. Pues es un dato inequívoco que ella el día de la anunciación ya estaba desposada y que dicho
compromiso sólo podía romperse mediante una demanda de divorcio interpuesta por el novio. La
forma „no conozco varón‟ y la forma futura „¿cómo será esto?‟ no se explican en una casada o
desposada si no se ve en ella el propósito de la virginidad 452. El evangelista piensa en una concepción
virginal. El estudio comparativo de los dos cuadros de anunciación pone en evidencia una idea base:
Juan Bautista precede a Jesús pero le está subordinado a él453. Esta proclamación de superioridad
se vendría abajo si el Precursor fuera concebido de modo extraordinario y Jesús sólo de modo natural.
Como subraya Brown, “si la edad y la esterilidad de Zacarías e Isabel fueron vencidas por Dios en la

445
Para la construcción del conjunto, cf. R. LAURENTIN, Structure et Théologie de Luc I-II (Paris 1957) pp.26-33.
446
Cf. O. BATAGLIA, La madre del mio Signore (Assisi 1994) p.43-44.
447
Cf. BATAGLIA (Assisi 1994) p. 71.
448
Cf. cuadros sinópticos con los cinco momentos de la anunciación y sus referencias bíblicas en el AT elaborado por
BROWN (Madrid 1982) p.156. 306-308.
449
La mudez es a la vez signo y castigo. En otros relatos del AT que Lc tiene como trasfondo, peticiones similares no
fueron consideradas como falta de fe. El mismo Abrahán responde a la promesa de Yahvé con la misma pregunta: “Señor,
¿cómo conoceré que ha de ser mía?” (Gn 15,8). La misma descripción de Zacarías como „justo‟ ante Dios no prepara para
tal castigo. Sin embargo, Lc contrapone las dos respuestas con el consiguiente castigo de Zacarías con vista a resaltar la
figura de María.
450
Cf. A. STÓGER, El evangelio según san Lucas (Barcelona 1979) pp.43-44.
451
Para una visión general del problema y sus principales respuestas, cf. J. A. FITZMYER, El evangelio según san Lucas
II, Traducción y comentario. (Madrid 1987) pp.119.123. DE LA POTTERIE (Madrid 1993) pp.52-60, en su estudio del v.
34 presenta primero la interpretación tradicional. A continuación, resume a tres las interpretaciones modernas. Finalmente,
defiende su propia interpretación: María ya vivía existencialmente la virginidad antes incluso que su Hijo la propusiera
como un ideal.
452
Cf. M. DE TUYA, Biblia comentada. Evangelios II (Madrid 1962) p.25.
453
Cf. diferentes datos aportados por BROWN (Madrid 1982) p.310, donde se evidencia la superioridad de Jesús sobre el
Bautista.
114
concepción de Juan Bautista, la dificultad humana de la virginidad de María será vencida por el
poder divino en la concepción de Jesús”454.
La objeción de María también pierde su razón de ser si se interpreta en el sentido de que
todavía es virgen por no haberse producido el traslado a casa de su esposo, pues es inherente al tiempo
de los desposorios la ausencia de relaciones. Era norma común la consumación del matrimonio una
vez que el prometido ha introducido a su mujer solemnemente en su casa. Si ella había decidido no
tener relaciones con ningún hombre y por otra parte está unida a José, quiere decir que José es
partícipe de esta disposición interna de su mujer, y que antes de casarse no sólo le ha dado su
consentimiento sino que también ha llegado con ella a la misma conclusión: ha sido una decisión a
dos bandas. Es absurdo que María se despose con un hombre y le fuerce a vivir un celibato si
previamente no lo ha consensuado455. La lógica humana del amor nos dice que tuvieron que decidirlo
de mutuo acuerdo. Este es el primer dato inmediato que se desprende de la pregunta de María al ángel.
“La razón que justifica la pregunta nos sumerge más en el misterio del alma de la Virgen y del propio
San José. Si el matrimonio o los desposorios de la Virgen con José fueran corrientes, no tendría por
qué preguntar „cómo‟ ella iba a ser madre”456.
Un segundo dato se deduce de la interpelación de María: la pregunta no fue fruto de la
incredulidad. No dudó de la verdad del ángel pues no recibió ningún castigo, como sucedió con
Zacarías, sino que obtuvo una respuesta inmediata al „cómo‟ de su gestación. Entonces ¿por qué
preguntó? ¿Necesitaba una señal457 o una confirmación interior? Aparentemente sí, pero a las
Escrituras no hay que mirarles la apariencia sino el corazón. Sólo se halla una respuesta adecuada si se
observa que Lc sitúa a María por encima del ángel; es a ella a quien le toca discernir sobre el sentido
de ese acontecimiento a todas luces sobrenatural. Quien hace la pregunta y, por tanto, escruta es María.
De la respuesta del ángel depende el sí o el no que saldrá de sus labios. La iniciativa ha partido de Dios
pero la decisión se origina en ella. Como buena oyente de la Palabra, sólo se fía de los hombres o de
los ángeles que vienen de Dios. Porque hay ángeles y ángeles, como hay hombres y hombres. Del
ángel que le habla desconoce su origen. Por eso quiere indagar si la aparición procede del Altísimo o
viene de otras potencias que se parecen a las del cielo pero que son infernales.
Como trasfondo está el primer encuentro y el diálogo primordial que se produjo entre la mujer
y la serpiente en el jardín del Edén. Es de suponer que María, familiarizada con la Torá, está al
corriente del hecho de que un ángel de Luz (Luzbel) engañó a Eva, de ahí que antes de emitir una
sentencia quiera discernir si el que la visita viene del reino de la luz o de las tinieblas, del cielo o del
abismo. Así ha actuado a la hora de desposarse. Igual que Rebeca ante la proposición de Eliezer, se fió
totalmente de José porque siendo justo reconoció que “el asunto había salido de Yahvé” (Gn. 24,50).
Cuando Gabriel concluyó su discurso afirmando que “nada es imposible para Dios”, ella súbitamente
pronunció un „fiat‟ („hágase‟) de todo corazón, porque sabía perfectamente que semejante respuesta no
puede provenir del demonio, eterno ladrón de la gloria de Dios. María ha escrutado a Gabriel y sabe
que no hay ningún engaño en él. Pablo previene a sus fieles: “aunque un ángel del cielo os anunciara
un evangelio distinto al que os hemos proclamado: ¡sea anatema!”(Ga 1,8).
Si se acepta esta posibilidad como la más plausible, es evidente que la imagen de María que nos
presenta Lc no es la de una mujer sencilla e ingenuamente sorprendida por acontecimientos que le
desbordan, como muchas veces se la ha representado. Ella –ya sea de una forma natural o

454
Cf. BROWN (Madrid 1982) p.311.
455
El celibato como tal era una realidad en la Palestina de los tiempos de Jesús. En el AT se da el caso del celibato de
Jeremías y la vida casta de Judit y de Ana. Ya en el NT, está el del Bautista y las comunidades célibes de Qumrán. Sus
aproximadamente 4000 miembros tuvieron que tener un impacto grande en el medio ambiente. También está atestiguada la
existencia de miembros casados de la secta que vivían con abstinencia sexual más o menos prolongada, cf. R.
LAURENTIN, Structure et Théologie de Luc I-II (Paris 1964) pp.183-188. “La virginidad como tal, al menos temporal, se
recomendaba a quien entraba en contacto particular con Dios, fuese sacerdote o laico (Es 19,15)… Una tradición rabínica
decía que Moisés después de la visión de la zarza ardiente no tuvo más ninguna contacto con su mujer, sino que vivió en
estado de virginidad. Esto es desmentido por los textos bíblicos (Nm 12,1), pero el hecho que, a pesar de ello, los rabinos lo
afirmaran significa que consideraban la virginidad de manera muy positiva”, cf. BATAGLIA (Assisi 1994) p.70.
456
Cf. J. LEAL, La sagrada escritura. Nuevo Testamento I (Madrid 1964) p.553.
457
Así lo ve HENDRICKX (Madrid 1984) p.99, a quien la pregunta de María le parece la solicitud de una señal, ya que el
mensaje le parece imposible. No obstante, este autor matiza que no hay por qué pensar que la fe de María excluía la señal.
115
sobrenatural- está al tanto de todo, por eso su „sí‟ al plan de Dios tiene hondura y libertad. Y su
relación particular con José no es fruto del „azar o de la necesidad‟ sino que ha sido asumida de forma
consciente y libre: ambos estaban dispuestos a secundar los planes divinos, haciéndose vírgenes para
posibilitar así la llegada de su Reino, tal como la primitiva comunidad cristiana atribuye al profeta
Isaías458, basada probablemente en una tradición procedente del entorno de la familia de Jesús459. Este
rollo presente misteriosamente en la sinagoga de Nazaret pudo ser el „medio‟ divino que utilizó la
Providencia para preparar sus corazones. El cómo de esta disposición sigue en el misterio.
Semejante visión nos parece más viable que otras460, porque ata el mayor número de cabos
sueltos. Pero para la fe de los creyentes lo importante es que ese hecho se dio y que el mismo Jesús, en
un momento concreto de su predicación, hizo el elogio de esta actitud de sus padres.

8.- LOS SECRETOS DE JOSÉ

Si hay un rasgo que caracteriza a José es que es un hombre sin palabras. No se conserva
ninguna suya ni en las Escrituras ni en la Tradición. Se le ha llamado con frecuencia el hombre sin
mensaje; lo cual no es cierto, pues hay silencios que valen más que mil palabras. En concreto, el
silencio del cordero que, cuando como oveja muda va al matadero, es la elocuencia suprema, la
Palabra definitiva. En el momento en el que el Hijo del Hombre calla es cuando la Revelación de Dios
alcanza su plenitud. Lo mismo podríamos decir de José: fue el hombre que supo callar a su tiempo.
Hablar naturalmente tuvo que hacerlo y mucho, pues transmitió con el testimonio de sus obras y de sus
palabras la fe a su hijo. Sobre esta educación María, Jesús y las comunidades judeocristianas afincadas
en Nazaret callaron, pues no hay nada reflejado. Que se produjo no hay que dudarlo, pues el
mandamiento de la transmisión de la fe es la espina dorsal de Israel. Y ésta viene a través de la escucha
atenta de la Palabra de Dios. José, como hombre justo y padre verdadero, lo puso escrupulosamente en
práctica.
Habló cuando tuvo que hablar y calló cuando tuvo que callar. Orgulloso y admirador de su
mujer y de su Hijo, supo guardar el secreto porque “Dios Padre ve en lo secreto” (Mt 6,4.5.18). Los
sabios de Israel exaltan el valor del silencio:

“El que mucho habla, mucho yerra; quien modera sus labios es sabio” (Pr 10,19).
“El hombre prudente disimula su saber, la mente insensata pregona su necedad” (Pr 12,23);
“Quien controla su boca, protege su vida, quien abre sus labios, se busca la ruina” (Pr 13,3).

Pero hay silencios y silencios; en el patriarca hubo dos que asombran hoy día a quienes los
contemplan:

458
Lc, como los evangelistas en general, en su técnica descriptiva, no nos cuenta la película completa, sino sólo algunos
trazos. Detrás de cada frase y de cada gesto hay un océano encubierto. No olvidemos que él no agota los recursos tratando
de convencer a gente racionalista, sino que más bien kerigmatiza a gente iluminada que ya han hecho una opción radical
por Jesucristo. Por eso, sus relatos son ráfagas de luz envueltas en misterio. Es sugestivo cómo titula STRAMARE (Roma
1997) p.29, el segundo capítulo introductorio al evangelio de la infancia: “¿Los evangelios de la infancia? Son evangelios
y ¡basta!”.
459
Muchos autores niegan una presencia cristiana en Nazaret durante los primeros cuatro siglos, apoyándose en el silencio
de escritores importantes de la antigüedad cristiana, como Jerónimo y Orígenes. La realidad, sin embargo, fue otra, como
han demostrado las excavaciones de a mediados del siglo pasado dirigidas por Bagatti, Cf. DÍEZ (Madrid 1993) pp.267-
269.
460
Como afirma J. DANIÉLOU, Les Évangiles de l‟Enfance (Paris 1967) p.23, en aquel ambiente era imposible a una
joven que quería permanecer virgen vivir aislada. El hecho de haberse casado le daba la condición jurídica que le permitía
realizar su designio. Por ese motivo a POZO (Madrid 1990) p.225, no le parece tan extraño el hecho de que dos jóvenes,
fuera del ambiente esenio, hubieran decidir vivir un común su ideal de virginidad. En esta misma línea, LAURENTIN
(Paris 1964) p.188, ve como la conjetura más plausible que José hubiera tomado su ideal de virginidad en los medios
esenios. Su propósito sería así fruto de un encuentro organizado por la Providencia y de un común acuerdo.
116
1.- SOBRE MARIA

José fue el hombre que halló la perla preciosa de la que habla el evangelio en la persona de su
mujer. Por la alegría que le dio vendió todo lo que tenía, incluso hipotecó su misma simiente, para
quedarse con ella. Fue el descubridor del tesoro más grande de todos los tiempos: la Virgen anunciada
por el profeta Isaías: “He aquí que una Virgen está encinta y va a dar a luz un hijo y le pondrá por
nombre Emmanuel” (Is 7,14). Este hallazgo no fue fortuito sino fruto de la Providencia. José la abrazó
y no la soltó jamás.
La lectura anual de dicho texto tuvo que suscitar muchos interrogantes en la sinagoga y en la
casa de José461. El embarazo profético de una virgen no sólo pondría en peligro su honra sino incluso
su vida (Dt 22,22-28)462, a no ser que se anuncie públicamente que se trata del nacimiento del Mesías.
Pero esta noticia desataría, por otra parte, la persecución implacable de Herodes. Sólo alguien que le
diera cobertura legal al Mesías y guardara escrupuloso silencio posibilitaría que tanto esa mujer como
ese niño pasaran desapercibidos y se pudiera así realizar la salvación.
El día en que José se decidió a hacer su declaración de amor a María y requerirla como esposa
se tuvo que quedar perplejo de la réplica que probablemente recibió: „Yo no conozco varón‟. Si la
ilusión de ser correspondido era grande, infinitamente más era su deseo de ver configurada la salvación
del mundo. Su sorpresa no fue dolorosa, pues tenía delante de sí a la única mujer hebrea que estaba
dispuesta a abrazar la virginidad como estado decisivo de su vida. Él la conocía perfectamente y sabía
que encarnaba la mujer perfecta: “Entre las muchas mujeres valiosas, ¡tú las superas a todas! (Pro
31,29; cf. 31,10-31). ¿No sería ella la mujer elegida para ser la madre del Mesías? María es la
Sabiduría personificada. Por eso, quieren desposarse con ella José y, también, Dios. María, por su
parte, acepta el matrimonio porque ha escrutado el corazón de José –como más tarde escrutaría la
procedencia del ángel- y sabe que es un hombre justo, abierto como ella al Mesías, y que en todo actúa
conforme a los dictámenes del Señor. Tanta confianza le merece que se desposa con él, hipotecando su
vida en sus manos. Esta confianza jamás quedó defraudada. Como Pablo al final de su vida, ella
también podría haber confesado: “Sé perfectamente de quien me he fiado” (2Tm 1,12).
Lo cierto es que José, cuando observa posteriormente las habladurías de sus coetáneos que
tocan la santidad de su mujer, se tuvo que hacer violencia para no abrir la boca y desvelar así el gran
misterio. ¡A cuántos el dolor llevó a la traición! Verla humillada por las miradas y los comentarios
ridículos de familiares o vecinos fue una fuente inusitada de sufrimientos463, pues conocía, amaba y
veneraba con locura su santidad, pero no podía despejar los falsos rumores a costa de la Verdad, so
pena de desvelar el misterio. José supo callar a tiempo y a destiempo. Su mujer es la elegida de Dios,
tres veces santa, y él no puede contarlo a la siguiente generación. A este silencio, lo podemos
denominar el primer secreto josefino.
No correspondió a él sino a María la manifestación visible de su Hijo como Mesías, una vez
que había muerto su padre. José se fue con el secreto a la tumba. Posiblemente exhortó a su mujer a
que corriera el velo sobre la verdadera personalidad de su Hijo cuando llegase el momento culminante:
la edad madura de los treinta años. Era la edad en la que se consideraba a un judío en plena madurez
(cf. Nm 4,3). Fue el momento providencial para dar comienzo a su vida pública, como hicieron sus
antepasados José y David:

1. La presentación de José, como virrey, se realizó a los treinta años (Gn 41,46).

461
La traducción de los LXX, que traduce el término hebreo almah (doncella) por parthenos (virgen) estaba muy extendida
no sólo en los ambientes de la diáspora sino en los círculos helenísticos de Israel. Los hallazgos de Qumrán y del desierto
de Judá han permitido conocer algunos textos griegos (entre ellos, fragmentos de traducciones de la Biblia), cf. J. MAIER,
Entre los dos Testamentos (Salamanca 1996) p.73.
462
Según el Talmud de Babilonia (Sanedrín 41a), la pena capital en caso de adulterio había caído en desuso cuarenta años
antes de la destrucción de Jerusalén. En los tiempos del NT, tal norma no se aplicaba por excesivamente rigurosa (cf. Jn
8,3-6). Simplemente se procedía a la práctica del repudio.
463
En una aldea donde „se sabe todo de todos‟, José fácilmente pudo ser acusado de haber dejado encinta a María
prematuramente, violando así la ley de los desposorios que prescribía un año sin relaciones. También la creencia de que
Jesús fuera un hijo ilegítimo se conservó en algunos ambientes, según se puede deducir de la tradición evangélica (cf. Mc
6,3; Jn 8,41), cf. BOFF (Assisi 2006) p.51.
117
2. David fue coronado como rey en Hebrón una vez cumplidos los treinta años (2Sam 5,4).

Jesús, el hijo de David y el Siervo que salvó a sus hermanos al modo de José de Egipto, sale de
su vida oculta aproximadamente a esa misma edad 464, como afirma Lc 3,23: “Tenía Jesús al empezar
unos treinta años”. En la tradición joánica, sucedió en el contexto de unas bodas, el primer día de la
fiesta de las Tiendas465, cuando su madre hizo su presentación oficial: Jesús salió del anonimato y
mostró su gloria (Jn 2,11). Fue el comienzo de su Hora.

2.- SOBRE JESÚS

Los belenitas estaban indignados contra él, pues adelantó la boda y no les concedió la
oportunidad de hacerse presentes. Para defender la santidad de su esposa, los dejó con el vestido
nupcial a medio hacer. Este comportamiento inusual en cualquier ser humano, es inaudito en un
hombre tildado como justo. Todos esperan de José alguna explicación, seguramente le hubieran creído
y la hubieran aceptado. Pero él adelantó las bodas y permaneció mudo hasta el día de hoy. No se
justificó en Belén por la misma razón que no defendió a su mujer de las habladurías de los que
estaban sentados en el banco de los burlones. Tiene que callar porque su ciudad natal, como todo Judá,
es un hervidero de espías que buscan frenéticamente la sombra del Mesías. Este secreto sobre su hijo
se lo llevó a la tumba. Aún hoy día los habitantes de Belén creen que Jesús nació en una cueva porque
no había posada en la aldea.
Para guardar este secreto mesiánico José tuvo que vigilar los pasos de su hijo y someterlo a una
dura disciplina. Conforme iba avanzando en su educación se iba confirmando que este niño tenía algo
que hechizaba al que lo escuchaba y observaba. En el arte de la transmisión de la fe, más que enseñar,
José encontraba, pues sus respuestas estaban cargadas de sabiduría y sus preguntas tenían profundidad
de campo. Este niño era un auténtico prodigio venido del cielo. Debía ser educado exclusivamente en
su casa y no en las escuela sinagogal, pues cualquier escriba o doctor de la Ley hubiera podido
descubrir en él la huella de Dios y la belleza del Mesías.
Una sola vez José y María bajaron la guardia. Fue a los doce años, con motivo de la
peregrinación a la fiesta de la Pascua. Como trasfondo subyace la fiesta de la Bar Miswah, cuando el
muchacho hebreo termina la escuela elemental y se prepara para la madurez civil religiosa. En ese día,
el padre pronuncia una bendición dando gracias a Dios por haberlo liberado de la responsabilidad legal
por las acciones morales de su hijo. A partir de ese momento forma parte como miembro autónomo de
la comunidad de los hijos de Israel466. La angustia de sus padres (“tu padre y yo te buscábamos
angustiados”, 2,49) se encuentra literariamente en el centro del relato. Dicho sobresalto no se debe a la
pérdida física, pues por el relato se deduce que le daban confianza permitiéndole viajar en otra
caravana. Al no encontrarle en ella sospecharon lo peor: que se encontraba en los atrios del Templo en
medio de los maestros escuchándoles y haciéndoles preguntas 467. Si este niño previamente hechizó a

464
Según el testimonio de Josefo, Ant. XV, § 380, la reconstrucción del Templo se inició el año 18 de Herodes el Grande
hacia el año 20/19 a. C., el 734-735 de Roma. Teniendo en cuenta el dato de Jn 2,20 (cuarenta y seis años), el ministerio
público de Jesús comenzaría hacia el año 27/28. Esta fecha concuerda con Lc 3,1, que fija el ministerio del Bautista el año
cinco del gobierno del emperador Tiberio. Siguiendo esta cronología, la fiesta de la Pascua de Jn 2,13 tendría lugar el año
28 y la pascua de su muerte hacia el año 30. Cf. U. HOLZMEISTER, Chronologia vitae Christi (Roma 1933) pp. 85-91;
para una exposición detallada y más reciente de las diversas fechas de Lc 3, cf. H. W. HOEHNER, Chronological Aspects
of the Life of Christ (Grand Rapids 1977) pp. 37-38.
465
El episodio de Caná se abre con un dato cronológico (“al tercer día”) que completa la sucesión día a día iniciada en
1,29.35.43; una secuencia cronológica de una semana inaugural que parece creada con la sola intención de datar dicho
acontecimiento. El día primero, Juan Bautista, aparece bautizando en Betania y responde a la delegación oficial de
Jerusalén negando ser el Cristo, Elías o el profeta. El segundo día, Jesús hace su aparición en el desierto y es declarado ante
el pueblo como „el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo‟ (1,29). Cinco días después, según la cronología
joánica, tienen lugar las bodas de Caná. Este intervalo entre la presentación de Jesús como Cordero en el desierto y como
Mesías en Caná coincide con el espacio que media entre la fiesta del Yom Kippur (día 10 de Tishri) y el primer día de los
Tabernáculos (15 del mismo mes); para más detalles, cf. GÓMEZ (Valencia 2005) pp.32-48.
466
Cf. E. TESTA, Usi e riti degli ebrei ortodossi (Jerusalem 1973) pp.16-17.
467
“Durante las fiestas, debido a la concurrencia de judíos venidos de todas partes, los pórticos del atrio exterior del templo
eran utilizados por los doctores de la Ley para dar lecciones. El método didáctico de los rabinos era la discusión. Según un
118
María y José, podría suceder lo mismo con los doctores avezados de la Ley congregados en
Jerusalén para celebrar la Pascua. Los temores de sus padres no eran infundados: “Todos los que le
oían estaban estupefactos por su inteligencia y su respuesta” (2,47). Jesús, de una forma profética
rompió su silencio, en medio de un acto cargado de contenido tipológico. Esta autorevelación de Jesús,
prematura y temeraria por los peligros que conllevaba, fue un acto profético, en la aurora de su
madurez biológica, que prefiguraba su futura pasión y resurrección. Ha sido sólo un destello en medio
de los años oscuros de la infancia. Desde entonces permanecerá sumiso en silencio hasta que comience
su ministerio en Caná de la mano de su madre (Jn 2,1-11) o por cuenta propia –como apunta Marcos-
en la sinagoga de Cafarnaún (Mc 1,21-28).
Este secreto mesiánico fue guardado celosamente por los tres. Así lo observa Galot con
agudeza:

“Aparentemente, nada diferenciaba a Jesús, puesto que el resto de sus primos se negaron,
al principio de su vida pública, a creer en su misión; pensaron incluso que había perdido el
juicio, y quisieron interrumpir su predicación para llevarlo de nuevo a su casa (Mc 3,21.31). No
habían notado nada que manifestara en Jesús su predestinación a sobresalir del estatus social de
su pueblo. Los que vivían en su entorno familiar no habían notado su gran inteligencia, ni la
perfección de su santidad, y tampoco su voluntad de dar la salvación a los hombres. La
reacción del resto de los habitantes de Nazaret ante la predicación de Jesús no fue diferente de
la de estos familiares. Quedaron estupefactos “ante las palabras llenas de gracia que salían de
su boca” y dijeron: “¿acaso no es éste el hijo de José?” (Lc 4,22). Esto es indicio de que
nunca habían observado en Jesús un signo de su auténtica grandeza. El niño, y después el
joven, se había comportado de una manera aparentemente vulgar, y no llamaba absolutamente
la atención”468.

El gran artífice de este „gran silencio‟ fue su padre. Él, mejor que nadie, supo guardar el „vino
bueno‟ en la bodega de su casa bajo siete llaves. Tras su muerte, este secreto mesiánico lo heredó
María. Pero su madre estaba ya impaciente, debido a la escasez de vino que imperaba en el mundo
(“no tienen vino”, Jn 2,3). Un día de otoño, el 15 del mes de Tishri, durante la recolección de las uvas
y en el contexto de unas bodas, lo desveló al mundo presentando al Hijo como el Mesías de las bodas
escatológicas. El maestresala, sorprendido y de forma inconsciente, hizo de él el mejor de los elogios:
“Todo el mundo sirve primero el vino bueno y cuando están bebidos, el inferior. Pero tú has guardado
el vino bueno hasta ahora” (Jn 2,10). Esta máxima final constituye el clímax de la narración y entra a
formar parte del conjunto de los numerosos malentendidos469 que recorren el cuarto evangelio. El
destinatario es el novio de la boda, pero para el narrador y el lector es Jesús, el nuevo Esposo. El
maestresala cree erróneamente que el vino nuevo proviene del novio, pero María, los sirvientes y los
discípulos conocen que es un don del Señor470 que acaba de inaugurar los tiempos mesiánicos. Quien
ha sabido guardar hasta ahora en Nazaret a Jesús ha sido María y, previamente, su padre José. Nos
encontramos ante el segundo caso en 2,1-11 (2,4; 2,10) de un lenguaje equívoco bien estudiado, donde

dicho judío, se llega al conocimiento de la ley mediante la investigación de los colegas, mediante la discusión con los
discípulos. Se pregunta y se responde, se escucha y se añade algo”, cf. A. ATÓGER, El evangelio según San Lucas
(Barcelona 1979) pp.103-104.
468
Cf. GALOT (Madrid 1998) pp.56-57.
469
ESPINEL (Salamanca-Madrid 1998) pp. 82-83, presenta un listado de 9 citas con este tipo de malentendidos en el que, a
diferencia de otras listas existentes, incorpora este texto: Jn 1,46; 2,10; 2,20-21; 3,4; 4,11; 6,52b; 7,36 (cf. 8,22); 9,16b;
11,37. H. LEROY, Rätsel und Missverständnis. Ein Beitrag zur Formgeschichte des Johannesevangeliums (Bonn 1968) pp.
1-12, presenta también una serie limitada de textos (11) al considerar al malentendido como perteneciente al género literario
del enigma. Un listado más enriquecido ha sido elaborado por V. MANNUCCI, Giovanni il vangelo narrante (Bologna
1993) p. 58; lo componen 18 citas: 2,19-21; 3,3-5; 4,10-15; 4,31-34; 6,32-35; 6,51-53; 7,33-36; 8,21-22; 8,31-35; 8,51-53;
8,56-58; 11,11-15; 11,23-25; 12,32-34; 13,36-38; 14,4-6; 14,7-9; 16,16-19; sin embargo, omite 2,4 y 2,10, los dos primeros
malentendidos de la obra. La lista de J. C. FENTON, The Gospel according to John (Oxford 1970) pp. 20-21, es de 14 e
incluye 2,9-10. Más recientemente, G. C. NICHOLSON, Death as Departure. The Johanine Descent-Ascent Schema
(Chico, California 1983) pp. 34-35, organiza los malentendidos en torno a seis categorías según su forma de resolución. Sin
embargo, a pesar de proponer una lista tan exhaustiva, no incluye inexplicablemente a 2,4 ni a 2,10 en ella.
470
Cf. S. A. PANIMOLLE, Lettura pastorale del vangelo di Giovanni I (Bologna 19995) p. 218.
119
se emplea la técnica del doble sentido tan frecuente en el cuarto evangelio 471. Del plano de la
realidad se pasa al plano simbólico472.

471
Los evangelios sinópticos no ignoran del todo este recurso (cf. Mc 8,14-21; 10, 35-45; Lc 22,35-38), si bien se trata de
una característica que Jn desarrolla de manera especial en la parte discursiva de su obra. M. DE JONGE, „Misunderstanding
and Understanding in the Fourth Gospel‟, BJRL 53 (1970-1971) 337-359, considera el malentendido como el resultado de la
ignorancia que sólo se puede superar por un conocimiento especial que Dios proporciona a alguien mediante el Espíritu. En
el caso de Jn 2,4, se advierte que Jesús posee un conocimiento sobre su misión superior al que tiene su madre.
472
El término símbolo, del griego symbolon significa “poner juntos”, unir dos entidades: la que es inmediatamente
perceptible por los sentidos y la invisible a la que hace alusión, cf. LÉON-DUFOUR, I (Salamanca 1989) p. 19. Como
subraya K. J. PRAKASH, The Sign at Cana and its Influence in the Life of Faith (Jn 2,2-12), PUU (Romae 1997) pp. 49-
50, en el relato de Caná, el evangelista no está interesado en hacer historia sino teología de la historia; de ahí que María, los
sirvientes, el maestresala, los esposos, sin dejar de ser personas históricas, se salen de estas coordenadas y adquieren
caracteres simbólicos.
121

CAPÍTULO III

El anuncio de José (Mt 1,18-25)

1.- Contexto

Un principio exegético, cada vez más consensuado entre los críticos, sostiene que el significado
de un texto debe ser determinado por el contexto y el conjunto de la obra donde está insertado. Para
comprender el mensaje de un relato no basta el mero análisis gramatical y filológico, sino que se debe
atender a todo el contexto próximo y remoto. Mt, al llevar un plan teológico y soteriológico, éste
pierde completamente su carácter de episodio para entrar en el pensamiento general de la obra.
A la luz de lo dicho, es imprescindible situar el anuncio de José en el arco de la unidad literaria
a la que pertenece: los relatos de la infancia. Esta tarea nos ayudará a delimitar su alcance, descifrar
sus enigmas e incluso nos posibilitará detectar otros criterios de interpretación. No olvidemos que los
relatos de la infancia vienen a ser como la obertura del libro y en él ya se encuentran las grandes líneas
del evangelio en estado embrionario.

a. Estructura general de Mt 1-2

Los dos primeros capítulos de Mt revelan una estructura fácilmente identificable. Se inicia con
una genealogía donde vincula inmediatamente a Jesús como parte integrante de la historia de Israel.
Le siguen cinco episodios473 que concluyen, cada uno de ellos, con una citación bíblica explícita del
Antiguo Testamento474:

1. El anuncio a José (1,18-25; cf. Is 7,14).


2. Los Magos (2,1-12475; cf. Mq 5,1.3 y 2Sm 5,13).
3. La huida a Egipto (2,13-15; cf. Os 11,1).
4. La matanza de los inocentes (2,15-18; cf. Jr 31,15).
5. La vuelta de Egipto (2,19-23; actualización de Jc 13,5, probablemente combinado con
Is 4,3).

473
Otros autores prefieren dividir estos capítulos en torno a cuatro relatos: la genealogía (1,1-17), su nacimiento (1,18-25);
la visita de los magos (2,1-12); la huida y el regreso a Egipto con el episodio intermedio de la matanza de los inocentes
(2,13-23), cf. BONNARD (Madrid 1975) p.26.
474
A cuatro de estas citas se les introduce con la fórmula típica de Mateo “para que se cumpliera lo dicho por el profeta”
(1,22; 2,15.17.23). Se las llama „citas de cumplimiento‟: son el núcleo de las perícopas y centralizan la acción de la historia.
En cambio, la citación 2,5-6 no va precedida de la fórmula de cumplimiento, sino que es parte de la historia misma y se
pone en boca de los “pontífices y escribas del pueblo”. A este segundo tipo de referencias se les llama „cita contextual‟,
porque pertenece al contexto de la historia, cf. HENDRICKX (Madrid 1986) p.22. Para ver las implicaciones de las citas
bíblicas de Mt y la reconstrucción de los estratos redaccionales, cf. SOARES PRABHU, The Formula Quotations in the
Infancy Narrative of Mt, Analecta Biblica, PIB, (Roma 1976).
475
R. LAURENTIN, I vangeli dell‟infanzia di Cristo (Milano 1986) p.341, por su parte, sostiene que este episodio alude a
Is 60,6 y Sal 72,10-11.15, a la vez.
122

A través de ellas, el autor demuestra que en Jesús se cumplen las antiguas profecías. Las citas
ejercen función de comentario: son „apartes‟ del evangelista más que parte de su relato 476. Las
referencias al AT abundan en el primer evangelio, alrededor de 65477; constituyen un elemento esencial
de su estrategia teológica y están introducidas en los relatos o en los discursos con un arte y una
técnica muy perfeccionada478. Gracias a su selección tan meticulosa, el lector descubre el hilo
conductor y la intencionalidad del autor. Vemos ya en la obertura (evangelio de la infancia) una
estructura parecida a la obra general, basada en el número cinco 479. El esquema más sencillo es el
que descubre una introducción y cinco escenas organizadas en torno a cinco citas de reflexión480:

Introducción: 1,1-17 Genealogía


Escena 1ª 1,18-25 (Is 7,14) Primer sueño de José
Escena 2ª 2,1-12 (Mi 5,1; 2S 5,2) Herodes, magos, Belén
Escena 3ª 2,13-15 (Os 11,1) Segundo sueño de José
Escena 4ª 2,16-18 (Jr 31,15) Herodes, niños, Belén
Escena 5ª 2,19-23 (Is 4,3?) Tercer sueño de José

Dicha clasificación es tan evidente que la admiten la mayoría de los comentaristas 481 y tiene la
ventaja de resaltar el significado teológico de los acontecimientos narrados. Una primera lectura
produce una doble impresión482:

- Por una parte, se percibe que está fuera de duda su coherencia literaria y doctrinal. No se trata de tradiciones
extrañas, colocadas por un redactor que las entresaca con indiferencia de diversas fuentes orales o escritas y
las yuxtapone entre sí. El vocabulario, el estilo y las ideas de estos dos capítulos son de una uniformidad
innegable.
- Por otra, no se trata de una introducción histórica en el sentido moderno de la palabra483.

La primera de las cinco escenas (primer sueño de José) y la primera cita (Is 7,14) tienen una
importancia especial, de la misma manera que el primer discurso (el Sermón de la Montaña) el
evangelio es el más trascendental y programático de los cinco que jalonan. Puesto estratégicamente al
principio, trata de presentar a Jesús como un nuevo Moisés que viene a dar cumplimiento en su

476
Cf. H. HENDRICKX (Madrid 1986) p.22.
477
Cf. N. HILLYER, “Matthew‟s Use of the Old Testament” EvQuart 36 (1964) pp.12-26, hace un recuento de 65, de las
cuales 43 son verbales, 11 de ellas precedidas de la fórmula de cumplimiento. MUÑOZ IGLESIAS, IV (Madrid 1998)
p.26, reduce a 31 las citas explícitas, de las cuales 12 son exclusivas de Mt.
478
Cf. PAUL (Roma 1986) p.49.
479
El primer evangelio viene a ser una especie de „pentateuco cristiano‟, donde se presenta a Jesús como un nuevo Moisés.
Mt, su autor, alterna cinco grandes discursos con otras tantas secciones de relatos: 1. Sermón de la montaña (cc.5-7),
sección narrativa (cc.8-9). 2. Discurso apostólico (c.10), sección narrativa (cc.11-12). 3. Discurso parabólico (c.13), sección
narrativa (13,53-17). 4. Discurso eclesiástico (c.18), sección narrativa (cc.19-23). 5. Discurso apocalíptico (c.23-25),
sección narrativa de la Pasión y de la Resurrección (cc.26-28).
480
GALIZZI (Madrid 2005) p.14, pone un ejemplo para confirmar esta habilidad narrativa de Mt: los cinco episodios
parecen anunciar los cinco discursos con que Mateo refiere algunas palabras de Jesús a las que da una frase conclusiva
parecida (no idéntica): “Cuando acabo Jesús estos discursos” (7,28; 19,1; 26,1), “.... de dar estas instrucciones” (11,1), “…
acabó estas parábolas” (13,53).
481
Para ver otros esquemas propuestos y los datos que justifican esta estructura en cinco episodios, cf. MUÑOZ
IGLESIAS, IV (Madrid 1990) pp.6-7 y 8-9, respectivamente. Es clarificador el análisis previo que hace BROWN (Madrid
1982) pp.44-48, a la hora de seleccionar la estructura más adecuada. Él llega a la conclusión de que el relato de la infancia
está orquestado en base a cuatro preguntas: “Quién” (1,1-17), “cómo” (1,18-25), “dónde” (2,1-12) y “de dónde” (2,13-23).
482
Cf. BONNARD (Madrid 1975) p.26.
483
Hay quienes argumentan que el prólogo de Mt se extiende desde 1,1 hasta 4,16, porque esta sección da una idea
preliminar de Jesús que es necesaria para valorar debidamente su ministerio, muerte y resurrección. A pesar de ciertas
indicaciones que apuntan en esta dirección, “cuesta trabajo aceptar que Mateo haya incorporado a este “prólogo” lo que en
la tradición sinóptica formaba parte del Evangelio estrictamente dicho (Predicación del Bautista, Bautismo y Tentaciones
de Jesús)”, cf. MUÑOZ IGLESIAS, IV (Madrid 1990) p.4.
123
persona a la Ley antigua, revelada en el Sinaí. A través de él, Jesús expone el nuevo espíritu del
Reino de Dios y la Carta Magna de su evangelio. De la misma manera, el primer relato (Mt 1,18-25), a
los ojos del rabino Mt, es el más prominente de todos y su cita (Is 7,14) la más relevante de la primera
parte de su obra e, incluso, del conjunto del evangelio. La señal del Emmanuel viene a ser la reina y
madre de las citas restantes. Ella abre el camino y es como la figura del primogénito (bekkor) en un
clan: el jefe y el heredero espiritual de las promesas. Por eso ha sido objeto de una elaboración
refinada y personal. Esta selección intencional, tanto de la citación como del pasaje, imprime carácter
al resto de la obra.
Una visión de conjunto de los dos primeros capítulos lleva a la conclusión de que el autor ha
dispuesto los hechos sobre la base de una doble pregunta 484: ¿quién es Jesús? (c.1) y ¿cuál es su patria
terrena? (c.2):

a. En el c.1, lo presenta como Mesías, hijo de David, hijo de Abrahán y Salvador de su


pueblo.
b. En el c.2, muestra el lugar de los acontecimientos mesiánicos iniciales de un Jesús
que paradójicamente es belenita y nazareno, a la vez.

La primera parte (c.1) se compone, a su vez, de un díptico. Cada una de las dos perícopas que
lo integran comienza con el título “Génesis de Jesucristo” (1,1.18). Con ello, el autor muestra que el
evangelio es una nueva génesis, como el primer libro de la Biblia (según la traducción griega de los
LXX) cuyo relato de la creación concluye con este término (cf. Gn 2,4a): “Estos fueron los orígenes
del cielo y la tierra, cuando fueron creados”; Gn 5,1: “Este es el libro de los orígenes de Adán”).
Jesús el Mesías –protagonista principal- realiza la nueva creación prometida por los profetas para los
tiempos escatológicos485; el actor secundario de este drama es su padre José. La segunda parte (c.2)
está compuesta de secuencias más breves, en las que se alternan dos personajes centrales: Herodes,
por un lado, y José, por otro. El primero es el perseguidor (la serpiente del Génesis 2-3 y el dragón del
Apocalipsis 12,1-6) de la mujer y del niño, y el segundo es su protector y salvador.

b.- Estructura del primer sueño de José (Mt 1,18-25)

Uno de los problemas más comunes que el exegeta se encuentra a la hora de interpretar una
unidad literaria y de descubrir su esquema interno tal como lo ha concebido su autor, es el peligro de
subjetivar e imponer al texto su forma peculiar de clasificar los datos. De hecho, son tantos los planes
propuestos recientemente que es fácil perderse en este mar de divisiones 486. No obstante, juzgamos
oportuno replantear el problema y proceder previamente al análisis estructural del relato ya que, de
existir un esbozo, su estudio nos ayudará a esclarecer la intención del autor, a descifrar su idea
fundamental y a descubrir el objetivo propuesto. Todas estas claves son valiosas para hacer una
interpretación más ajustada487.
La genealogía de Jesucristo va seguida por el relato del anuncio del ángel a José (Mt 1,18-25).
La finalidad de estos ocho versículos trata de explicar por qué Mt 1,16 no dice que „José era el padre

484
Cf. K. STENDHAL, “Quis et Unde? An Analysis of Mt 1-2, en W. ELTESTER, Judentum, Urchristentum, Kirche.
Festschrift für J. Jeremias (Berlin 1960) pp.94-105.
485
Cf. LAURENTIN (Milano 1986) pp.337-340; A. PAUL, Il Vangelo dell‟infanzia secondo San Matteo (Roma 1986)
pp.38-42.
486
He aquí algunas de las estructuras más representativas que se han presentado en estos últimos cuarenta años: E.
PERETTO, Ricerche su Mt 1-2 (Roma 1970) p.20. G. GRAYSTON, “Mattieu 1:18-25. Essai d‟interpretation”, RThPh 23
(1973) pp.221-232, en 221-222. A. PAUL, Il vangelo dell‟infanzia secondo San Matteo (Roma 1986) pp. 49-50. I. DE LA
POTTERIE, María en el misterio de la Alianza (Madrid 1993) p.74. GARCIA PAREDES (Madrid 1995) p.47. T.
STRAMARE, Vangelo dei Misteri Della Vita Nascosta di Gesu (Bornato 1998) pp.86-87. BAGNI (Padova 2002) p.40.
487
Como sostiene DE LA POTTERIE (Madrid 1993) p.77 n.17, “interpretar correctamente significa situar con exactitud
un elemento en el conjunto al que pertenece. Es este un principio del círculo hermenéutico o de la relación de las partes con
el todo”.
124
de Jesús‟, sino que „era el esposo de María, de la que nació Jesús‟488. Esto no quiere decir que Mt
1,18-25 sea simplemente una nota a pie de página de Mt 1,16489. Es cierto que la dinámica genealógica
de A engendró a B se rompe al llegar a José, produciendo una quiebra técnica del esquema lógico de la
genealogía. Pero no está el relato del anuncio del ángel al servicio de la genealogía sino, al contrario,
la genealogía está al servicio del relato del nacimiento490. El autor trata de explicar el origen misterioso
de su concepción (aspecto secundario) y la inserción del niño en la línea davídica a través de José, su
padre legal (aspecto central). Al vincular en su genealogía al Mesías con David, Mt ha inducido a sus
lectores a esperar una narración especial y ahora procede a exponerla. Pero la atención de Mt no se
dirige a las circunstancias inmediatas ni a los preparativos ni al acontecimiento en sí mismo, sino que
gira en torno a una cita (Is 7,14), de forma que podrían unirse 1,18 con 1,22:

“El origen de Jesús fue de esta manera” (1,18)


“… para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta” (1,22)

Los fariseos y sus sucesores, los rabinos, pensaban que los acontecimientos importantes
queridos por Dios debían hallarse profetizados en las Escrituras491. De ahí, el recurso del evangelista a
un texto que justifique la concepción virginal de Jesús y su descendencia davídica. La cita consta de
tres elementos escalonados y complementarios: la concepción, el alumbramiento y la imposición del
nombre492. Con algunos matices propios, sigue el mismo orden del oráculo de Isaías:

Is 7,14 Mt 1,20-21

Concebirá Lo concebido
Dará a luz un hijo Dará a luz un hijo
Será llamado Le pondrás por nombre

Esta centralización del relato en torno a este punto focal es un dato de gran valor, pues, una vez
descubierto el lugar donde el evangelista ha puesto su acento, es mucho más fácil captar el significado
concreto de cada una de sus partes. Analizaremos, en primer lugar, la disposición del mensaje del
ángel y después veremos la estructura global de la perícopa. De lo nuclear pasaremos a lo general.

A) ESTRUCTURA DEL MENSAJE DEL ÁNGEL (Mt 1,20b-21)

En Mt 1,20b-21 se encuentra el estilo de mensaje clásico del AT usado en las historias de


nacimientos de las grandes figuras (Gn 16-17; Jc 13,11-24; Is 7,14-16). Se trata de un esquema formal
con algunos elementos individuales, especialmente los nombres de las personas interesadas: Jesús,
María y José. Posee un esquema lineal progresivo formado por tres oraciones principales de las
cuales la primera y la tercera son compuestas, como se puede observar en el siguiente cuadro, y van
dirigidas directamente al protagonista de la acción (José). La segunda tiene a María como personaje
secundario:

488
S. BLANCO, “En la genealogía mateana de Jesús. Mt 1,1-17” EphMar 43 (1993) 9-28, en p.12, considera a Mt 1,18-25
como una nota explicativa a 1,16 y, por lo mismo, parte integrante de la genealogía de Jesús. “La genealogía no queda
concluida mientras José, mencionado en 1,16 simplemente como prometido de María, no quede constituido explícitamente
padre de Jesús, lo que no sucede hasta 1,21”.
489
STENDAHL (Berlin 1964) pp.94-105, define 1,18-25, como “una nota aclaratoria al punto crucial de la genealogía”.
Para BROWN (Madrid 1982) p.132, aunque en cierto sentido considera feliz la fórmula, piensa que esa definición no hace
justicia a la progresión del pensamiento que se contiene en la escena. El c. 1 va más allá del quis (quien) de la genealogía;
sugiere nuevos temas cristológicos que se desarrollarán en el evangelio, cf. LUZ (Salamanca 1993), I, p.145.
490
Cf. GARCÍA PAREDES, EphMar 43 (1993) en p.29. así también opina R. PESCH, “Eine alttestamentliche
Ausführungsformel im Matthäus-Evangelium”, BZ 11 (1967) pp. 79-95, en p.84.
491
Cf. BROWN (Madrid 1982) p.145, n.39.
492
Cf. HENDRICKX (Madrid 1986) p.44.
125
v.20 José, hijo de David, NO TEMAS TOMAR contigo a María tu mujer
por el hecho de que lo engendrado en ella sea obra del Espíritu Santo.
v.21a DARÁ A LUZ un hijo (María)
v.21bc Y tú le PONDRÁS por nombre Jesús,
por el hecho de que él salvará a su pueblo de sus pecados.

Se advierte un estrecho paralelismo entre la primera y la tercera oración principal por ir


acompañadas de una oración subordinada precedida de la partícula griega gar que posee en ambos
casos valor aclarativo o explicativo493:

1. En la primera oración, el ángel no anuncia dos cosas distintas, como se ha sostenido


tradicionalmente, de las que una sería razón para la otra. De ser así, el acento del
anuncio estaría en el elemento subordinado: “por el hecho de que lo engendrado en ella
sea obra del Espíritu Santo”. El énfasis, al contrario, está en el mandato “no temas
tomar”. La frase subordinada es una explicitación del origen de ese temor. La
revelación tiene como fin primario disipar el terror sagrado que embarga a José que le
impide completar el ritual matrimonial, trasladando a María a su casa.
2. Con mucha más claridad se ve reflejado este matiz en la tercera oración: el gar es la
aclaración no necesaria del nombre de Jesús. El acento está en la orden (“tú le
pondrás”); ahí se concentra la fuerza del mensaje, constituyendo su punto climático:
“aunque tú no seas el padre biológico tú ejercerás de padre y le enseñarás a tu hijo el
ministerio propio de su nombre: salvar al pueblo de sus pecados”. Con estas palabras, el
ángel otorga a José las credenciales divinas para desempeñar este cometido.
3. De un estado anímico de temor paralizante, que bloquea e impide al protagonista tomar
una iniciativa, se pasa a un estado de actividad creadora. José enseñará a su hijo un
oficio hasta ahora exclusivo de Dios: el perdón de los pecados.

El Espíritu Santo (el verdadero padre biológico de Jesús) no es un obstáculo ni un competidor


de José. Necesita del concurso humano. Él será quien le asista con su gracia a la hora de educar y
tutelar la vida de Jesús. José preparará a su hijo para la misión que le ha encomendado su verdadero
Padre del cielo. Si María es la madre natural del Mesías, él será su padre espiritual, su verdadero
orientador y educador. Con palabras más escuetas: María formará su cuerpo, será su madre biológica;
José modelará su alma. Se trata, pues, de una paternidad auténtica y única en su género.

B) ESTRUCTURA DEL RELATO

Dicha polarización, centrada en el hecho de la imposición del nombre, está integrada dentro de
otro esquema más amplio que muestra el desarrollo de la acción en tres etapas:

1. La aparición del ángel (v.20a).


2. El mensaje (vv.20b-21).
3. La ejecución (v.24).

Este esquema se repite casi literalmente en los otros dos episodios de sueños que ocurren en
la narración de la infancia494:

493
Cf. M. KRÄMER, “Zwei Probleme aus Mt 1,18-25”, Salesianum 26 (1964) pp.303-333, citado por MUÑOZ IGLESIAS
(Madrid 1990) p.141. Hay que observar que este autor se distancia de dicha interpretación, asumiendo en su traducción el
valor causal de gar: el ángel introduciría la causa por la cual José no debe tener reparo en llevarse consigo a casa a María,
cf. a. c. p.140.
494
Cf. HENDRICKX (Madrid 1986) p.44-45.
126
Mt 1,18-25 Mt 2,13-15 Mt 2,19-23

Aparición v. 20a v. 13ª v. 19


Mensaje vv. 20b – 21 v. 13b v. 20
Ejecución v. 24 v. 14 v. 21

A. Paul distingue en esta perícopa las tres líneas esenciales presentes en la genealogía: la
sucesión masculina de las generaciones (1ª), la contribución femenina, sometida cada vez a una
irregularidad (2ª) y el papel del Espíritu Santo (3ª). El mensaje del ángel a José contiene las tres:
“José, hijo de David” (1ª), “no temas tomar contigo a María, tu mujer” (2ª), “ciertamente lo
engendrado en ella es del Espíritu Santo” (3ª)495. Así pues, José, María y el Espíritu Santo son los tres
actores del misterio de la Encarnación, desempeñando cada uno un papel específico, si bien –a los ojos
de Mt- el de José es el principal496.
Este relato es de índole distinta al paralelo lucano de la anunciación (Lc 1,26-38). Se trata en
realidad de dos anuncios complementarios que vienen a aclarar el mismo acontecimiento a partir de
dos puntos de vista diferentes. Si Lc adopta el de María, Mt ve las cosas desde la perspectiva de su
esposo: partiendo de la paternidad legal de José, „hijo de David‟, el evangelista plantea la cuestión de
la misión mesiánica de Jesús497. Él se introduce en la estirpe de David por medio del padre; María
aparece en segundo plano. El pasaje está estructurado sobre el binomio „Jesús-José‟: presente al inicio
(1,18: Jesucristo), en el centro (1,21: tú) y al final de la narración (1,25: él)498. Todos los verbos
activos guardan relación con José, un indicio claro de que él es el verdadero protagonista de la
acción.
Dos tiempos marcan el ritmo de la narración: el que precede a la vida en común de los esposos
(antes de vivir juntos) y el que inaugura esta vida (tomó consigo a María). El paso del primero al
segundo sucede gracias a una revelación. Siguiendo estas indicaciones podríamos dividir el anuncio de
José en torno a tres secciones bien delimitadas499:

1. Situación previa (vv.18-19)

2. REVELACION (vv.20-23)

3. Situación posterior (vv.24-25)

Las secciones 1 y 3 se pueden subdividir a su vez, como lo ha hecho sabiamente García


Paredes500, en dos partes disponiendo así de una estructura concéntrica501, cuyo núcleo lo constituye la
cita bíblica de cumplimiento502.
El esquema definitivo quedaría así:

495
Cf. PAUL (Roma 1986) p.54.
496
Cf. PAUL (Roma 1986) p.89
497
Cf. DE LA POTTERIE (Madrid 1993) p.68.
498
Cf. GALIZZI (Madrid 2005) p.23.
499
Cf. BAGNI (Padova 2002) p.40.
500
Cf. GARCIA PAREDES (Madrid 1995) p.47.
501
Hay autores que incluyen la „estructura concéntrica‟ en el „quiasmo‟; preferimos diferenciarlos como hace G.
MLAKUZHYIL, The Christocentric Literary Structure of the Fourth Gospel, AnBib 117 (Rome 1987) pp. 125-131, en
especial pp. 125-126; el quiasmo es „un pasaje en el que la segunda parte está invertida y armonizada con la primera‟;
equivale básicamente a un „paralelismo invertido‟. Son dos modelos distintos: mientras el quiasmo consta de dos partes
paralelas e invertidas (p. e. A B // B‟ A‟; A B C // C‟ B‟ A‟; etc.), la estructura concéntrica tiene un miembro central
alrededor del cual están organizados los demás miembros de forma paralela (p. e. A B C B‟ A‟; A B C D C‟B‟A‟; etc.).
502
Gracias al método del análisis retórico o estructural, que tiene como principal abanderado a R. MEYNET, L‟analisi
retorica (Brescia 1992) podemos descubrir cómo Mt ha organizado este material y deducir cual es el elemento central que
ha tratado de poner de relieve. En nuestro caso concreto, el anuncio del Ángel a José, el elemento más significativo es el
central, el cumplimiento de la palabra profética de Dios (vv.22-23).
127
A Conflicto planteado (v.18b,c-19)
B Mensaje (vv.20-21)

C CUMPLIMIENTO DE LA PALABRA PROFÉTICA DE DIOS (vv.22-23)

B´ Respuesta de José (v.24)


A´ Conflicto resuelto (v.25).

A nivel de contenidos, cuatro son los temas que centran la reflexión del evangelista503:

1. Tema de la convivencia: Aparece al principio (“antes de que conviviesen”), en


medio (“tomar contigo a María como esposa”) y al final (“tomó consigo a su
mujer”).
2. Tema de la virginidad: aparece dos veces al principio (“se encontró encinta
por obra del Espíritu Santo”; “por el hecho de que lo engendrado en ella es
obra del Espíritu Santo”).
3. Tema de la maternidad: Tres veces: una en el mensaje del ángel (“dará a luz
un hijo”), otra en la cita bíblica (“y dará a luz un hijo”) y una tercera al final
(“dio a luz un hijo”).
4. Tema de la paternidad: Aparece dos veces: en el mensaje del ángel (“y tú le
pondrás por nombre Jesús”) y al final (“y le puso por nombre Jesús”).

Al gravitar esta unidad literaria sobre los vv.20-22 (cita de cumplimiento) es lógico deducir que
el punto focal lo constituye el oráculo de Isaías, que abarca los temas de la virginidad (“ved que una
virgen concebirá”), maternidad (“dará a luz un hijo”) y paternidad (“le pondrán por nombre
Emmanuel”). Pero al poseer también el episodio a nivel narrativo una dinámica lineal progresiva
(conflicto-resolución), es evidente que en la mentalidad del autor el cuarto tema (paternidad) sea el
principal de los tres: Jesús es el hijo de David y José el eslabón que vincula a Jesús con su estirpe. El
lugar que Mt concede a este episodio (el primero de todos) hace vislumbrar que, para él, hijo de David
es un título cristológico importante504. Sólo en una ocasión (la primera, Mt 1,20) este título no designa
a Jesús sino a José: al llevar éste en sus venas la sangre misma del gran rey, tiene derecho a ser
contado entre sus hijos más que cualquier otro505.
García Paredes llama la atención sobre la transformación de las situaciones por las que pasan
los distintos personajes que aparecen en el cuadro:

“De no estar juntos y repudiar / a tomar consigo,


de no tener nombre / a recibir un nombre,
de estar encinta / a dar a luz,
de no ser salvados / a serlo,
de no tener a Dios con nosotros / a tenerlo,
de no ser hijo de David / a serlo”506.

Estos dos títulos –Hijo de David y Emmanuel - son centrales para Mt507. Hay pues un punto de
inflexión en el árbol genealógico que divide en dos la historia humana: con la aparición del Hijo de

503
Desarrollo el triple esquema que presenta DE LA POTTERIE (Madrid 1993) pp.78-79, al final del análisis estructural de
la perícopa. A nuestro juicio, le falta el elemento más prioritario: el tema de la paternidad. La estructura que dicho autor
presenta (relato introductorio, anuncio propiamente dicho, ejecución de la misión) es parecida a la de García Paredes, que
desdobla la 2ª y la 3ª.
504
Mt utiliza esta expresión 10 veces (1,1.20; 9,47; 12,23; 15,22; 20,30.31; 21,9.15; 22,41-46), frente a las tres de Mc y
otras tres en Lc.
505
Cf. M. QUESNEL, Jesucristo según San Mateo (Estella 1993) p.24.
506
Cf. GARCÍA PAREDES, EphMar 43 (1993) p.32.
507
Para U. LUZ, El Evangelio según San Mateo (Salamanca 1993) I, pp.145-146, las alusiones a la presencia de Dios entre
nosotros recorren el evangelio (17,17; 18,20; 26,29). Mt creó una inclusión con este versículo y el último del evangelio
(“yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”, 28,30) con vista a resaltar el tema fundamental de su obra:
128
David, ha irrumpido en la historia el Mesías que salvará a su pueblo de sus pecados; con el
nacimiento y la resurrección del Emmanuel, Dios ha puesto definitivamente su morada entre nosotros.

la presencia del Señor glorificado en la comunidad cristiana hasta el fin del mundo. Otros autores, sostienen que el tema
básico es el de Jesús, hijo de David. Hay que insistir en que los dos títulos son importantes, complementarios y, de ninguna
manera, excluyentes; por eso el evangelista ha introducido a ambos en el primer relato de su obra.
130

2.- Análisis exegético de Mt 1,18-25

Procederemos en primer lugar a un análisis positivo y detallado del texto, tratando de indagar
los acentos puestos por el evangelista, para descubrir después las ideas ocultas y cotejarlas con los
datos conseguidos en los dos capítulos precedentes. Dejaremos a un lado ciertos temas colaterales que
se alejan de nuestra línea de investigación para centrarnos en aquellos puntos relacionados con el
objetivo propuesto: una lectura nueva del misterio que envuelve al personaje José a la luz del
evangelista Mateo.

v.18

“El nacimiento (genesis) de Jesucristo fue así:


María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos,
se encontró encinta
por obra del Espíritu Santo”

1. ‘Genesis’ de Jesucristo

Este término con el que se da comienzo al relato ha aparecido en el v.1. El episodio se inicia
con una explicación sobre el nacimiento virginal de Jesús y prosigue con la afirmación de José como
„último eslabón que transmite a Jesús la ascendencia davídica‟ 508. Mt muestra al mismo tiempo que
Jesús es Hijo de Dios e hijo de José. El empleo del vocablo genesis (origen, nacimiento) en vez del de
gennesis (procreación, genealogía) encierra un amplio significado que se explica por influencia directa
de Gn 2,4: “Estos fueron los orígenes de los cielos y la tierra, cuando fueron creados”. Esta
coincidencia sugiere que Mt atribuye al Espíritu en la „genesis‟ de Jesús la misma función que había
desempeñado „al principio‟ en la „genesis del cielo y la tierra‟. En este caso la generación de Jesús por
el Espíritu en Mt 1,18 correspondería a la obra creadora del Espíritu en Gn 1,2. Con ella algo
prodigioso se reinaugura: la nueva creación anunciada por los profetas (Is 43,18s; 65,17)509. “La
primera creación tiene como punto final al primer hombre, la nueva creación termina con el Hombre
Nuevo”510.
El título Cristo une la perícopa del anuncio de José a la anterior (genealogía). Hay dos datos
llamativos: de los cuarenta y dos padres citados en la genealogía, sólo José no engendra; de las cinco
madres evocadas (1,3.5-6) sólo María no hace referencia a su esposo para dar a luz a su hijo 511. El
evangelista no explicita el „Nombre‟ del padre de Jesús seguramente porque, por ser de origen judío y
escribir a judíos, no puede pronunciar el nombre de Dios. El silencio sobre la identidad del último
padre de la lista es altamente revelador512. Resulta chocante que un texto que trata de recalcar la
ascendencia davídica de Jesús niegue la paternidad física de José. Su afirmación hubiera sido un punto
de apoyo a la tesis principal de Mt513. De haber sido así, el evangelista lo hubiera utilizado como
argumentación, pues esta es su verdadera preocupación: “compaginar la concepción virginal con la

508
Cf. MUÑOZ IGLESIAS, (Madrid 1990) p.128.
509
Cf. HENDRICKX (Madrid 1986) pp.45-46.
510
Cf. PAUL (Roma 1986) p.48.
511
Cf. BAGNI (Padova 2002) pp.39-40.
512
Cf. DUQUESNE (Barcelona 2004) p.28.
513
Los judeocristianos no tenían problemas para aceptar la paternidad legal de José. Pero los ebionitas y los étnicocristianos
negaron desde un principio el hecho de la concepción virginal precisamente para salvar la ascendencia davídica de Jesús.
131
ascendencia davídica de Jesús”514. Es un testimonio implícito y terminante a favor de la
concepción virginal (criterio de discontinuidad).

2. Se encontró encinta

La gestación de Jesús ocurrió en el período intermedio entre los desposorios (erusin) y el


último rito matrimonial, consistente en el traslado de la mujer a la casa del esposo (nissu‟in). La
expresión „se encontró encinta‟ subraya el carácter inesperado de esta concepción515. El texto en sí es
escueto y no aporta detalles necesarios para disipar una serie de cuestiones que se plantean los lectores:
¿estaban María y José preparados para este acontecimiento que iba a implicar seriamente sus vidas?;
¿eran conscientes de que la venida del Mesías debía acontecer así?; ¿les sorprendió el asunto o fue
buscado y pretendido? La mayor parte de los comentaristas sobreseen estas cuestiones porque juzgan
impensable que los dos estuvieran familiarizados con la venida del Salvador y menos de esta forma
concreta. De ahí que las diversas interpretaciones que se han propuesto no hayan podido solucionar la
totalidad de las dificultades que el texto plantea. Si la traducción que hemos adoptado del verbo
deigmatisai („desvelar el misterio‟) es, como juzgamos, la mejor516, ella nos da pie para deducir que
tanto María como José son partícipes de un misterio que el resto de los mortales desconocen.
Desde la perspectiva de Mt, hay cosas que Dios oculta a los sabios e inteligentes y se las revela
a los pequeños (Mt 11,25). Este pasaje del evangelio revelado a los sencillos parece ser que está fuera
del contexto donde se encuentra. “Estas cosas” no se refiere a lo que precede sino a los misterios del
Reino (13,11) revelados a los discípulos (los pequeños); los primeros en serlo son María y José.
Mt presenta el misterio de la generación de Jesús de forma escueta, sin detenerse; al contrario
de Lc que narra con detalles las circunstancias del mismo. No le interesa explicar el cómo se desarrolló
dicho acontecimiento, seguramente porque era de sobra conocido por sus destinatarios y porque, en su
visión teológica particular, quería resaltar otras dos ideas que para él son centrales: el temor que
invadió a José y la imposición del nombre.

3.- Por obra del Espíritu Santo

La inmensa mayoría de los exegetas católicos, al interpretar la frase “María se encontró


encinta por obra del Espíritu Santo”, sostienen que José sólo descubrió el hecho de que María estaba
encinta, desconociendo la intervención divina; semejante desconocimiento fue lo que motivó la
revelación del ángel. Para esta línea de interpretación, la expresión “por obra del Espíritu Santo” se
trata de una adición del evangelista para dar luz al lector de la misma517. Su desconocimiento fue la
causa que motivó la decisión de José de repudiarla. Si aceptamos la traducción de los partidarios de la
línea dura de apolusai („divorciar‟) es lógico pensar que José desconocía la presencia en ella del Hijo
de Dios. Pero técnicamente hablando, como veremos con más detalles en su momento, dicho término
no puede significar aquí „repudiar‟, puesto que el divorcio en Israel es un acto público ante testigos y
aquí el verbo se halla acompañado por el adverbio „secretamente‟518. Es más razonable adoptar la otra
acepción de apolusai: „alejarse de ella‟, „separarse‟. Esta separación no tiene que ser necesariamente
física, como hemos apuntado en otras escenas paralelas (David con el Arca, Isabel con María, Pedro y
el centurión con Jesús).

514
Cf. MUÑOZ IGLESIAS (Madrid 1990) p.123.
515
Cf. BONNARD (Madrid 1975) p.34.
516
“Eusebio de Cesarea afirmaba que el sentido normal del verbo es el de „sacar a la luz‟, „desvelar‟, „revelar‟. San Basilio
lo entiende en el sentido de „hacer público‟ sin ninguna connotación negativa”, cf. GALIZZI (Madrid 2005) p.24.
517
Esta es la interpretación de Santo Tomás, cf. Super evangelium S. Matthaei lectura (Marietti 1951), 5, n.111, y, más
recientemente de BROWN (Madrid 1982) p.123, quien defiende que Mateo pretende que el lector sepa más que los
personajes del relato, para que no alimente ni siquiera un momento la sospecha que crece dentro de José.
518
Cf. DE LA POTTERIE (Madrid 1993) pp.72-73.
132
La exégesis tradicional ha sostenido que fue el ángel y no María quien reveló a José la
concepción sobrenatural de Jesús. Pero, como afirma McHugh, “no hay razón alguna para suponer que
el v.18 nos dice que „María se encontró encinta por obra del Espíritu Santo‟ únicamente para dar luz
sobre esta narración al lector de la misma. Las palabras del ángel que aparecen en el v.20 hubieran sido
suficientes para este fin y podrían, caso de haber sido ello preciso, haber sido ampliadas para en este
lugar informar al lector sobre la concepción virginal. El sentido natural del v.18 es que José oyó de
María que había concebido un hijo por obra del Espíritu Santo; desgraciadamente la mayor parte de los
lectores suponen inconscientemente que José descubrió únicamente que María estaba encinta, pero que
nada más sabía”519. Esta nueva lectura nos parece más idónea y encaja mejor dentro del texto y de la
visión de José como un hombre justo, poseedor de los siete dones del Espíritu, y de María como la
esposa fiel que no oculta nada al que ya es su marido y su primer confidente en los misterios del
Reino.

v.19

“Su marido José, como era justo


y no quería desvelar el misterio,
resolvió alejarse de ella en secreto”

1.- „Justo‟

Ya en el capítulo anterior vimos que el término justo ha sido objeto de profundos análisis y
que, debido a su uso tan frecuente en el AT, ha originado distintas interpretaciones520:

a) Sentido veterotestamentario: el fiel cumplidor de la Ley. Este es el significado que


tiene „justo‟ aplicado a Zacarías e Isabel en Lc 1,6: “Los dos eran justos ante Dios, y
caminaban sin tacha en todos los mandamientos y preceptos del Señor”. También en el
Protoevangelio de Santiago aparece la misma noción de rectitud: “Si oculto su pecado,
infrinjo la Ley del Señor”. Así lo entendieron Justino, Ambrosio, Agustín, Crisóstomo.
Entre los modernos destacan Descamps, Hill, Tosato, Romaniuk y, sobre todo, Brown.
Otra modalidad veterotestamentaria es la que aparece en Sal 37,21; 112,4 y Job 12,19,
donde justo es sinónimo de misericordioso y compasivo. Para unos (Pesh, Spicq), la
justicia de José es superior a la de los escribas o fariseos de corte legalista, pues no
quiso aplicar rigurosamente la ley contra el adulterio521.

b) Sentido clásico: Justo es el que respeta los derechos de los demás. José se retira para
respetar las prerrogativas del verdadero padre biológico de Jesús: o bien Dios o bien
otro hombre. Los partidarios de esta última postura, tratando de salvar la santidad de
María, sostienen que el embarazo fue fruto de una violación, antes de los desposorios o
después. Los defensores más notorios de esta hipótesis son Dubarle522 y Cazelles523.

519
Cf. McHUGH (Bilbao 1978) p.232.
520
Este listado tan depurado de las diferentes interpretaciones lo hemos tomado, con algunas variantes, de la obra de
MUÑOZ IGLESIAS, IV (Madrid 1990) pp.131-134. Sobre tres de estas explicaciones (bondad o clemencia; respeto o
temor; obediencia a la ley) cf. BROWN (Madrid 1982) pp.124-126.
521
GARCÍA PAREDES (Madrid 1995) p.53, sostiene que José se encuentra ante el dilema de ser justo sin misericordia
(„ponerla en evidencia‟), o ser justo desde la misericordia y la fe („repudiarla en secreto‟). La intuición es válida pero
insuficiente, pues un repudio en secreto es un contrasentido y, a corto plazo, supone una penalización por un pecado que
nunca existió.
522
Cf. A. M. DUBARLE, “La conception virginal et la citation d‟Is 7,14 dans l‟Évangile de Mattieu” RB 85 (1978)
pp.362-380.
133

c) Sentido nuevo: José ya no pertenece al régimen del AT, sino que es un hombre abierto,
precisamente porque no cumplía la Ley. Su defensor más destacado es Milavec 524.

d) Sentido neotestamentario: La justicia en Mt hace referencia al perdón gratuito de los


pecados: el Hijo de Dios no ha venido a juzgar al mundo, sino a salvarle para que tenga
Vida Eterna (Mt 1,21c; cf. Jn 3,17). Este sentido aparece ya incoado en el AT en los
cantos del Siervo de Yahvé.

e) Sentido global: trata de conservar las esencias del AT, incorporando las del NT. José es
justo porque es fiel en su conducta a la voluntad de Dios. Así opinan Stramare y de
Sicari.

f) Sentido reverencial: Justo significa el hombre que es reverente ante el misterio. Así lo
defienden León Dufour, Schlatter, Krämer, de la Potterie y otros.

El sentido propiciatorio (neotestamentario), objeto de nuestra explicación en el capítulo


anterior, es el que más se acerca a la mentalidad del evangelista. Justo es el que justifica, el que hace
inocente al pecador cargando con sus pecados. Esta nueva interpretación supone un salto cualitativo
comparado con los demás sentidos, pues atribuye a un hombre una cualidad propia de Dios. La
presencia del rollo de Isaías en la sinagoga de Nazaret y su lectura asidua por parte de la comunidad
davídica allí presente, debió influir sobremanera en el alma de José. Entre sus textos destacan por su
misterio y belleza los cuatro cantos del Siervo de Yahvé que presentan a un discípulo, „luz de las
naciones‟, que expía con su muerte los pecados del pueblo y es glorificado por Dios: “por su
conocimiento justificará mi Siervo a muchos, y las culpas de ellos él soportará” (Is 53,11).
Estos pasajes (Is 42,1-7; 49.1-9a; 50,4-9 (10-11); 52,13-53,12) han sido los más estudiados y
discutidos del AT a lo largo de los siglos y no hay acuerdo ni en cuanto a su origen ni en cuanto a su
significación. Están incluidos en la segunda parte del libro de Isaías (cc. 40-55), al que la crítica llama
Segundo Isaías. La identidad del Siervo sigue siendo tema de debate hoy día. La Biblia de Jerusalén en
su nota introductoria al profeta lo expone concisamente:

“A menudo se ha visto en él una imagen de la comunidad de Israel, a la que efectivamente otros


pasajes del Segundo Isaías dan el título de „siervo‟. Pero los rasgos individuales están demasiado marcados,
por lo que otros exegetas, que en la actualidad forman mayoría, reconocen en el Siervo a un personaje
histórico del pasado o del presente: en esta perspectiva la opinión más atrayente es la que identifica al
Siervo con el mismo Segundo Isaías; el canto cuarto habría sido añadido después de su muerte. Se han
combinado también las dos interpretaciones considerando al Siervo como un individuo que reúne en sí los
destinos de su pueblo. De todos modos, una interpretación que se limite al pasado o al presente no explica
suficientemente los textos. El Siervo es el mediador de la salvación futura y esto justifica la interpretación
mesiánica que incluso una parte de la tradición judía ha dado de estos pasajes, excepto en el aspecto del
dolor. Por el contrario, son precisamente los textos acerca del Siervo doliente y su expiación vicaria los que
Jesús ha recogido aplicándoselos a sí mismo y a su misión (Lc 22, 19-20.37; Mc 10,45) y la primera
predicación cristiana reconoció en Él al Siervo perfecto anunciado por el Segundo Isaías (Mt 12,17-21; Jn
1,29).” 525

Este individuo “que salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt 1,21c) es Jesús, el Justo por
excelencia, el hijo del „Justo‟ José.
Como ya hemos visto en el c. I, en el AT es José de Egipto quien encarna esta imagen del
Siervo traicionado y vendido por sus hermanos que respondió al mal con el bien, constituyéndose en
salvador de sus hermanos. En el NT, se le aplica a Jesús el Cordero de Dios que quita el pecado del
mundo (Jn 1,29). Pero es José, su padre, quien prefigura y anticipa dicha imagen. Sólo un manso

523
Cf. H. CAZELLES, “Joseph, père de Jesus d‟après la Bible” Cahiers Marials 20 (1975) pp.259-266.
524
CF. AARON MILAVEC, “Mattew‟s Interpretation of sexual and Divine Begetting”, Biblical Theology Bulletin 8
pp.108-116.
525
Cf. BJ (Bilbao 1975), nota introductoria pp.1041-1042.
134
cordero puede educar y preparar a la víctima para el sacrificio de la nueva y definitiva Pascua de la
salvación. Las numerosas correspondencias que establecimos entre los dos patriarcas avalan esta
interpretación: el justo no es sólo el fiel observante de la Ley sino el que la lleva a su plenitud
ofreciendo su vida en sacrificio vicario por sus enemigos; mediante el perdón gratuito se constituye en
Salvador del mundo (“malos y buenos”, “justos e injustos”, cf. 5,45). La casa de José de Nazaret,
incomprendida por los suyos en Belén y perseguida por Herodes, no respondió al mal con el mal, sino
que trató a todos con amor donando a Jesús el Cordero sin mancha, “víctima de propiciación por
nuestros pecados… y por los del mundo entero” (1Jn 2,2). Dicho sentido mesiánico y propiciatorio se
ve avalado por las palabras del ángel a José acerca de la misión de Jesús: “Tú le pondrás por nombre
Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt 1,21c). Esta expresión, como veremos en el
análisis de este versículo, se podría parafrasear así: „Tú educarás a tu hijo y le enseñarás el oficio,
exclusivo de Dios, de quitar el pecado del mundo‟.

2.- „Revelar el misterio‟

La narración nos ofrece otro elemento clave para delimitar el significado de justo: el uso del
verbo deigmatisai. La frase copulativa adyacente (“como era justo”) se explicita y encuentra su
desarrollo en la expresión “no quería desvelar el misterio”526. La cualidad explica su decisión527. Se
trata de un paralelismo sinonímico progresivo. José conoce algo que los demás desconocen: un
misterio al que él ha tenido acceso por vía natural (él, directamente de María), pues de ser lo contrario,
el texto sagrado así lo hubiera indicado como lo ha hecho en otras tres ocasiones posteriores. El acento
está en el hecho de que dicho conocimiento no se puede comunicar por razones de justicia: su
revelación iría en contra o pondría seriamente en riesgo los planes salvíficos de Dios. Herodes, que
tiene espías en todas partes, busca con obcecación al Mesías para matarlo. El silencio de José obedece
a un imperativo moral.
Esta explicación da por supuesto que José sabe que María es la virgen anunciada por Isaías, la
única entre las doncellas de Israel que está abierta al voto de virginidad. Se desposa con ella de una
manera consciente y libre; no solamente por causa del amor que ha surgido entre los dos sino por otra
razón añadida de hondo calado: dar cobertura real y social a la criatura divina que tiene que nacer. Para
que el Emmanuel irrumpa desde el cielo entre los hombres, él está dispuesto a hacerse célibe. A los
tres meses de los desposorios, tras la estancia de María en casa de su prima Isabel, cuando José percibe
la presencia de Dios en el seno de su mujer, su alma se turba profundamente y se llena de santo temor.
Como Moisés en el Sinaí, como Isaías en el Templo, como David ante el Arca, este temor le invadió
de tal manera que no se atrevía a culminar la segunda parte del rito conyugal: el traslado de su esposa a
su casa. Pero de ninguna manera pensó en repudiarla, pues nadie mejor que él deseaba fervientemente
la venida del Mesías de la forma como lo había anunciado el profeta y se lo había confirmado María:
nacido de mujer y nacido de una virgen. José se encuentra ante un verdadero impasse: quiere
ardientemente pero no puede anímicamente. La confluencia de estas dos fuerzas tan contrarias
sumerge su alma en la angustia. De ella le sacó Dios a través de su ángel.

El verbo deigmatisai ha tenido diferentes traducciones:

1) La más clásica y común es la de „poner en evidencia‟528, „infamar‟529 o „denunciar‟530,


términos de claro componente peyorativo.

526
La preposición griega kai (equivalente al wau hebreo) une dos frases participiales: „siendo justo‟ y „no queriendo‟. Los
autores que interpretan „justo‟ en el sentido de „observante de la Ley‟, ven en dicha preposición un sentido adversativo
(„como era justo, pero no quería ponerla en evidencia….‟). Técnicamente las dos traducciones son posibles, pero por el
contexto es preferible la primera opción.
527
Cf. GALOT (Madrid 1998) p.79.
528
Traducción de la antigua Biblia de Jerusalén (Bilbao 1975) p.1387.
529
Cf. BONNARD (Madrid 1976) p.25.; BROWN (Madrid 1982) p.121. Así lo traduce también la moderna Biblia de
Jerusalén (Bilbao 1998) p.1423.
135
2) Una ligera variante de ésta es „comprometer‟531 o „exponer a pública desgracia‟.
3) Más recientemente se ha traducido por „sacar a luz‟ o „revelar el misterio‟532.

Los dos primeros grupos dan por supuesto que José se halló en ignorancia total respecto a la
concepción virginal hasta que el ángel le informó de la misma; tal podría ser a priori el sentido del
texto, pero de hecho se hace difícil aceptarlo. En un matrimonio sólidamente construido lo que hay que
demostrar es el silencio de María ante su marido por ser el aspecto más insólito. La tercera solución
nos parece más aceptable porque filológicamente es posible y porque da una respuesta global al
problema que se plantea. McHugh, guiándose por el sentido común, cuestiona las dos primeras
interpretaciones con estas palabras533:

“¿Cabe en mente alguna suponer que Mateo nos quiera decir que María jamás narró a José, su novio,
algo sobre el hecho de la concepción virginal? ¿O de que José tuvo sospechas de su infidelidad y de que, no
obstante, fuera demasiado tímido para hacerle pregunta alguna sobre el niño? ¿O de que María le hablara del
modo cómo esta concepción había tenido lugar y de que él se negó a aceptar dicha versión?”

Así como durante el noviazgo, previo a los desposorios, le comunicó su ideal de virginidad, de
la misma manera es más natural que María haya desvelado a su marido, sensible a estos mismos
ideales por su condición de justo, su nueva situación milagrosa debida a la acción del Espíritu Santo534.
No hay que olvidar que María, antes de dar su sí a José el día de los desposorios, ha escrutado que este
hombre era la tierra buena, abonada e ideal para acoger la Palabra de Dios y contribuir con su sumisión
a los planes salvíficos de Dios sobre el mundo. Esta tercera vía nos parece más verosímil e, incluso,
perfeccionable.
Otra cara del misterio es el mutismo de María. ¿Por qué prefirió callar ante el bloqueo de su
esposo y no cooperó a disipar esos temores? Se carecen de datos concretos al respecto, pero sabedores
de su condición, es lógico pensar que dejara libre a José entendiendo que el problema suscitado era un
asunto que competía sólo a Dios y a él. La Providencia con sus ángeles actuaría en el momento
oportuno como ocurrió en su caso y en el de Zacarías. Y aunque su reputación estaba en entredicho,
supo esperar -contra toda esperanza- que la iniciativa la tomaría Dios, como así sucedió.
José es un hombre prudente; por una parte, sabe muy bien que, una vez encinta su mujer, debe
organizar con rapidez el traslado a su casa y que bajo ningún pretexto puede separarse en público de
ella, pues, de lo contrario, las gentes comenzarían a sospechar que algo extraño estaba aconteciendo
entre los dos. Pensarían sin duda que ese hijo que llevaba en sus entrañas no era suyo y, en este caso, la
santidad de María quedaría seriamente dañada. Tampoco puede proclamar a los cuatro vientos que ese
niño es el Mesías esperado de las naciones, sino que, por razones de seguridad, debe silenciar su
venida, porque si la noticia trasciende y llega a oídos de Herodes o de sus secuaces lo destrozarían
prematuramente. Su alma, pues, se mueve en torno a una doble fidelidad: en primer lugar, a Dios,
guardando el secreto mesiánico; y, después, a su mujer a quien ama de corazón y no quiere ocasionar
ningún daño. Pero, sin quererlo ni buscarlo, le invadió el temor de Dios de una forma progresiva,
llegando a ser una bola de nieve que se fue agigantando con el paso del tiempo. En efecto, entre el
Dios presente en María y su persona se ha abierto un abismo que ninguna fuerza humana puede
franquear. Sólo la intervención directa del Altísimo pudo sacarle del asombro y de la angustia.

3.- „Alejarse en secreto‟

530
Cf. FABRIS (Roma 1996) p.56.
531
Cf. GNILKA (Brescia 1990) p.41.
532
DE LA POTTERIE (Madrid 1993) p.67. Este autor reconoce que el verbo se utiliza en sentido peyorativo en la mayoría
de los casos, porque aquello que se revela es algo vergonzoso. Pero no tiene por qué ser necesariamente así. De hecho,
Eusebio enseña que el vocablo deigmatizo no significa de suyo más que phaneron poiésai, „hacer visible, manifiesto‟,
„revelar‟, cf. a. c. (Madrid 1993) p.72.
533
Como ha sugerido J. McHUGH, La madre de Jesús en el Nuevo Testamento (Bilbao 1978) p.229.
534
Cf. C. POZO, María en la obra de la Salvación (Madrid 1990) p.231. Para LÉON-DUFOUR (Paris 1965) p. 80, el giro
pasivo del v. 18 parece que lo sugiere: “ella fue encontrada encinta por obra del Espíritu Santo”.
136

Para los que prefieren la traducción “repudiarla en secreto”, el texto no parece coherente ya que
son dos términos contrapuestos: en Israel todo repudio, para que tenga valor, debe ser un acto público.
¿Qué significado legal podría tener un divorcio en privado? Ninguno. Hay quien trata de superar la
dificultad sosteniendo que el texto no trata de responder a esta pregunta, sino que la intención de
repudiarla en secreto indica sólo por parte de José la decisión de no reconocer al niño535. Lo cual no
deja de ser una salida tangencial. Otros, partiendo de la premisa de que el libelo de repudio tenía que
ser entregado delante de dos testigos y por consiguiente el divorcio no podía ser totalmente secreto,
suavizan el término repudiar afirmando que José no iba a acusar a María públicamente ni a someterla a
juicio; solamente pretendía divorciarse de manera pacífica536. Dicha interpretación hace violencia a la
expresión „en secreto‟. Un secreto es algo que sólo conocen dos personas: el emisor y el receptor. Si el
objetivo es que el asunto no se conozca, sólo sería factible con la permanencia de los dos bajo el
mismo techo, lo que conlleva la no ruptura del vínculo matrimonial. La separación física visible
hubiera inducido a los vecinos, tras conocer el embarazo de María, a concluir inevitablemente que la
causa real del divorcio había sido el adulterio.
Si admitimos la cláusula del temor ante lo divino como la más verosímil, es fácil vislumbrar
que José no tiene ninguna intención de romper su matrimonio, ni en público ni en privado, sino sólo
poner una cláusula de separación entre esa realidad que tanto le sobrecoge -pero que acepta y venera-,
y su condición de pecador. Recordemos que una de las acepciones del justo es la de „aquel hombre que
se retira respetuosamente ante la intervención de Dios‟537. Un distanciamiento que no es espacial sino
ontológico. Los levitas tienen prohibido tocar el Arca, pero se sienten privilegiados de transportarla
por medio de varales insertados en las argollas. Se consideran indignos y, a la vez, privilegiados de
estar junto a ella. Aman estar cerca aunque sicológicamente se sientan lejos por ese abismo de
santidad que separa los dos mundos: el de la Gloria de Dios presente en ella y el de la debilidad
humana que les caracteriza a ellos. En la tradición evangélica se encuentra tres casos paralelos:

1) Isabel, ante la presencia del Salvador en el seno de María, exulta de gozo y, a la vez exclama: “¿De
dónde a mí que venga a verme la madre de mi Señor?” (Lc 1,43). Exultación y extrañeza, dos términos
aparentemente contradictorios pero que tienen su lógica interna desde la perspectiva de la Ley de
Santidad. El creyente temeroso de Dios se alegra ante su presencia, si bien, también la Gloria que le
acompaña le sobrecoge.
2) La misma reacción tiene Pedro en el episodio de la pesca milagrosa. Puesto de rodillas exclama: “Aléjate
de mí, Señor, que soy un hombre pecador” (Lc 5,8). Su respuesta no significa „sal de la barca‟, ni
tampoco „no quiero estar contigo‟, sino más bien: „no soy digno de que te juntes conmigo‟. Sobrecogido
por el signo, relaciona a Jesús con un ámbito sobrenatural, al que Simón no pertenece por ser un
pecador538.
3) Otro caso paralelo aparece en el relato de la curación del siervo del centurión. Este le aparta de su casa
diciéndole: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa” (Lc 7,6). Por los datos que ofrece el texto,
parece ser que el centurión era consciente de que un judío no podía entrar en la casa de un gentil por
razones de impureza legal. Esa distancia ritual no impide que el hombre se acerque a la persona de Jesús
e implore su ayuda.

También, en el Templo, los espacios estaban bien definidos y nadie que no reuniera los
requisitos requeridos podía traspasar la barrera que separaba lo santo de lo profano. En su interior
había diversos niveles de santidad539. El lugar más sagrado era el recinto del „Santo de los Santos‟540 al

535
Cf. BAGNI (Padova 2002) p.41.
536
Cf. BROWN (Madrid 1982) p.127.
537
Cf. DE LA POTTERIE (Madrid 1993) p.85.
538
Cf. FITZMYER, II (Madrid 1986) p.494.
539
“Esta idea de santidad espacial aparece claramente documentada en el Rollo del Templo, de Qumrán, y más tarde en la
literatura rabínica (mKelin I), y contiene los siguientes grados, con sus correspondientes normas de pureza ritual: 1. Lugar
santísimo 2. Vestíbulo del templo (hekal). 3. Área del altar de los holocaustos y atrio de los sacerdotes. 4. Atrio de los
hombres. 5. Atrio de los israelitas o de las mujeres. 6. Monte del templo (har ha-bayit). 7. Ciudad del santuario. 8.
Alrededores de la ciudad del santuario: a) zona estrecha, b) zona ancha. 9. a) Ciudades amuralladas en el país. b) Casa 10.
Tierra santa”, cf. MAIER (Salamanca 1996) p.266.
137
que sólo accedía el Sumo Sacerdote una vez al año tras haberse purificado siete veces. José, ante la
presencia de la divinidad en María, por una parte, se considera indigno como hebreo temeroso de Dios,
mas, por otra, su alma vibra y exulta de gozo ante la contemplación definitiva de la Shekinah541 que es
la cumbre de su alegría. El hecho de que haya decidido separarse en secreto es indicativo de que se
trata de un distanciamiento no físico sino de índole espiritual, visible solamente a los ojos de ellos dos
y no del resto de la sociedad, que seguiría viéndolos como un matrimonio normal. Los sacerdotes y
levitas que hacen su vida en el templo muy cerca de la santidad de Dios (“mejor es un día en sus atrios
que mil fuera de ellos”, 84,11), no por eso dejan de sentirse lejos e indignos de su Presencia.
Lo que sí es cierto es que repudiándola en secreto no podría evitar las habladurías de la
gente542. Conociendo la psicología de los pueblos pequeños eso es impensable. Por eso, si en vez de
traducir por „repudiar‟, colocamos la otra acepción posible -„alejarse‟, „mantenerse a distancia‟ (temor
reverencial)- el argumento cambia: José y María podrían pasar oficialmente como marido y mujer
morando bajo un mismo techo, sin estar por ello conviviendo a un mismo nivel, como sucedía de
hecho en el Templo donde los espacios sagrados estaban delimitados, si bien la Gloria de Dios lo
envolvía todo. Más que de un abandono se trataría de una separación físico-ritual por causa de la ley
divina de la santidad.

v. 20

“Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños


y le dijo: „José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer
por el hecho de que lo engendrado en ella sea obra del Espíritu Santo”

1.- „El ángel del Señor se le apareció en sueños’

Desde tiempo inmemorial el hombre se ha interesado por el aire de misterio y sacralidad que
envuelve al mundo de los sueños. Como afirma Cerdá, la posibilidad de desentrañar de los sueños un
contenido profético-adivinatorio es propia de las épocas primitivas de la civilización y existen pruebas
de esta tendencia en numerosos testimonios literarios e históricos de la antigüedad grecorromana. Sin
embargo, la ciencia humana nunca ha podido demostrar que las creencias en el valor premonitorio de
los sueños tengan una justificación543. Un sector de la psicología ha visto en su interpretación una de
las claves para penetrar en el universo del subconsciente y de lo inconsciente; los sueños son una
fuente valiosa de conocimiento porque revelan con frecuencia la cara oculta del ser humano, vienen a
ser como el espejo visible de los deseos ocultos. Si en la vida normal funcionan los mecanismos de
defensa (compensación, represión, proyección y sublimación), en el fenómeno onírico -al carecer de
censura o verse esta matizada- se percibe con más nitidez la verdad de las personas y la fuente de sus
traumas544. A través de ellos, la ciencia médica puede detectar las heridas del pasado o incluso

540
El „Santísimo‟ (qodes haqqodasim) era una estancia cúbica (el cubo era la forma más perfecta, cf. Ap. 21,16) de una
anchura de veinte (o, en el tabernáculo, diez) codos, sin ventanas, donde se guardó el arca hasta la destrucción de Jerusalén.
(586). Sólo podía entrar allí el sumo sacerdote, y sólo en el gran día de la Expiación, cf. HAAG-VAN DEN BORN
(Barcelona 1987) col.1798.
541
Denominación de Dios en cuanto que habita en medio de su pueblo. Equivale a „Presencia Divina‟. El evangelista Jn
alude a ella en el Prólogo: “Y puso su Morada entre nosotros” (1,14). Se trata de la Tienda del Encuentro donde irrumpió
la Gloria de Dios en el día de su inauguración (Ex 40,34-35).
542
Cf. MUÑOZ IGLESIAS, IV (Madrid 1990) p.136.
543
Cf. E. CERDÁ, Una psicología hoy (Barcelona 1982) p.333.
544
Como bien sintetiza STRAMARE (Roma 1998) p.148, el sistema freudiano buscó su comprensión mediante la
individuación de algunos principios generales de justificación biológico-funcional, ligados a la economía ya sea de los
instintos (el sueño como expresión de un deseo) ya sea del normal equilibrio en el ritmo sueño-vigilia (los sueños como
guardián del sueño). Hoy la psicología clínica se propone como horizontes de investigación la frecuencia y la periodicidad
de los sueños, su universalidad, la duración episódica y total en el transcurso de la noche, entre otros objetivos.
138
descubrir motivaciones escondidas en un determinado individuo. Pero lo que no se puede
pretender, sostiene la reflexión científica, es que ellos encierren las claves del futuro o de la historia545.
Los sueños, sueños son.
Lo que se les escapa a los psicólogos de este mundo -que en su mayoría prescinden de Dios- es
que el dueño del día y de la noche utiliza con frecuencia ésta como sacramento de comunicación
personal con sus elegidos. Porque la noche es también tiempo de salvación y, cuando las potencias
humanas y los sentidos están suspendidos, constituye una plataforma ideal para que Dios o sus ángeles
revelen los misterios de la vida o de la muerte. Así sucedió con José, el justo por excelencia. Por medio
de cuatro sueños546 Dios le marcó la ruta a seguir, guiando sus pasos por el camino de la paz.
En el antiguo Oriente, existía la creencia de que los sueños ponen al hombre en contacto con el
mundo de los dioses y de los espíritus, y eran tenidos a menudo como revelación de lo futuro; así
sucedía también en Israel. Dios se comunicaba con su pueblo de tres maneras: a) a través de los
profetas (cf. Dt 18,9-19) b) de los Urim o suertes sagradas c) y de los sueños. De los tres caminos, el
primero gozaba de una posición más relevante, pero la misma Escritura nos recuerda que existían otros
medios legítimos para conocer la voluntad de Dios: “Saul consultó a Yahvé y Yahvé no le respondió ni
a través de los sueños, ni mediante los Urim, ni por medio de los profetas” (1S 28,6). Incluso éstos
recibían a veces la Palabra de Dios a través de los sueños: “Si hay entre vosotros un profeta, me revelo
a él en visión y hablo con él en sueños” (Nm 12,6)547. Estos se interpretaban con frecuencia como
predicciones548, como manifestación de verdades ocultas549, pero también como avisos de Dios550. “El
deseo humano de establecer contacto con el mundo sobrenatural dio origen a la práctica de la
incubación, que consistía en dormir en lugares sagrados con la esperanza de tener un sueño propicio.
Se sabe que en Babilonia y Ugarit personas de todas las clases sociales recurrían a dicha práctica, al
igual que en Israel (Salomón en Gabaón, 1R 3,4-15; 2Cr 1,7-12; Jacob en Betel, Gn 28,11-18)”551. A
través de ellos, Yahvé revelaba sus designios (Nm 12,6; 1Sm 28,6; Jb 33,15-16); sólo algunos
privilegiados podían hablar directamente con Él, entre ellos Moisés. En el AT, Dios utiliza el sueño
como medio normal para comunicarse con los patriarcas552, con los profetas553 (Nm 12,6) o con los
hombres en general554; su abundancia se anuncia como característica de la época mesiánica (Jl 3,1 =
2,28 en los LXX).
La Ley pone en guardia, a veces, contra los soñadores y falsos profetas que pudieran inducir a
Israel a la apostasía (Dt 13,2; Ecl 34,1-8). Jeremías ataca a los profetas que presentan „los sueños de su

545
CERDÁ (Barcelona 1982) p.333, narra una investigación que se realizó a mediados de los años 30 del siglo pasado en
Estados Unidos: “Cuando se raptó al hijo del célebre aviador Lindberg, la Haward Psychological Clinic solicitó a través de
la prensa que le fueran enviados todos los relatos de sueños que tuvieran las personas en torno al rapto. Como respuesta a
esta petición se recibieron alrededor de 1300 sueños de los cuales un 5% hacían referencia a que el niño sería asesinado. Y
solamente 4 de todos los sueños contenían los tres elementos esenciales de las consecuencias del rapto, que fueron:
asesinato, entierro del cadáver en una fosa y localización de ésta en un bosquecillo. Cuando se han hecho controles más o
menos similares a éste, nunca se ha podido poner en evidencia que exista una relación entre los sueños y acontecimientos
distantes o futuros. Las pocas veces en que se encuentra tal coincidencia se debe a un puro fenómeno de azar”.
546
Los sueños de José fueron providenciales para su familia y para el futuro de la humanidad: El primer sueño, en Nazaret,
causó el traslado inminente de su esposa María a su casa y la adopción de Jesús como hijo suyo (Mt 1,20-24). El segundo
determinó su huída a Egipto (Mt 2,13-15). El tercero, en Egipto, señaló su regreso a Israel (Mt 2,19-22). El cuarto, ya en su
tierra, hizo que fijara su residencia definitiva en Nazaret (Mt 2,22-23).
547
Cf. T. STRAMARE, “I sogni di Giuseppe” EstJos 25 (1971) pp.104-122, en p. 105.
548
Gn 37,5-10; 40; 41; Jc 7,13-14; Dn 2,1; 4,2; Est 10,5; 11,5-12; 2Mc 15,12.
549
1Sm 28,6.15; Jb 4,12-21.
550
Jb 7,14; Sb 18,17; Mt 27,19.
551
Cf. WIGODER, NDB (Barcelona 2001) p.746.
552
Cf. Ciclo de Abrahán: Gn 15,12-21; 20,3-8. Ciclo de Jacob: sueño de Betel (28,11-22; 46,2-5; sueño de Labán: 31,24.
Ciclo de José: 37,5-10; 46,2-4.
553
La reflexión profética no niega el origen divino de los sueños de los antepasados; de hecho, en ocasiones, Yahvé se
manifiesta en sueños a sus profetas (Nm 12,6; Dn 7,1; Jl 3,1), pero los considera como una forma secundaria de revelación,
pues valora la palabra profética como la forma suprema de dirigirse Dios a su pueblo. A diferencia de los pueblos paganos,
Israel no ha tenido ni en la corte ni en el templo intérpretes oficiales. Cada uno de los destinatarios los ha entendido por sí
mismo.
554
Balaam (Nm 22,9.20), Gedeón (Jc 6,25-26, Samuel (1S 3); Job (Jb 4,12-16; 33,15-18); hay que resaltar los dos sueños
proféticos del rey Salomón (1 R 3,5-15; 2Cr 7,12-22).
139
propio corazón‟ (23,15-18; 29,8-9). Toda adivinación está proscrita (Lv 19,26; Dt 18,10 y se
penaliza con la sentencia de muerte (Dt 13,1-6). Sólo Dios tiene el privilegio exclusivo de la
interpretación, un don que otorga a algunos de sus siervos: a José de Egipto (Gn 41,25-36) y al profeta
Daniel (Dn 1,17).
En el AT tienen por lo general un carácter estremecedor y, a veces, con ciertos tintes
peyorativos555. En el NT, en cambio, así como en los apócrifos intertestamentarios y en la literatura
apocalíptica, desaparece ese matiz aterrador y se convierten en un modo normal de comunicación
divina. Se ha hecho constar con acierto que los casos de sueños y estados revelacionales de carácter
extático y la luz profética subsiguiente, van encaminados a la construcción de la Historia de la
Salvación y del pueblo de Dios, que en último lugar es la Iglesia556.
En Mt los sujetos de tales sueños son tres: José, los Magos y la mujer de Pilatos. La expresión
“en sueños” aparece cinco veces en el relato de la infancia: tres en las apariciones angélicas (1,20;
2,13.19) y dos en las comunicaciones divinas suplementarias (2,12.22). Posteriormente vuelve a
aparecer en 27,19, cuando la mujer de Pilatos mandó decir a su marido que esa noche había sufrido
mucho „en sueños‟ por causa de ese justo, y en 28,5, donde el ángel del Señor se aparece al final del
evangelio a las mujeres, y les pide –como a José- que no teman. “Este temor, que se revela al principio
como temor ante la génesis del hombre nuevo, que llega de forma sorprendente para María e
incomprensible para José, se revela al final como temor ante el Resucitado que ya no está en la tumba
vacía y hay que buscarlo”557. El hecho de que los ángeles aparezcan mientras sus destinatarios
duermen, es para poner de relieve que el hombre tiene que escuchar pasivamente o con los sentidos
suspendidos las instrucciones de lo alto, y una vez despierto, aplicarse inmediatamente a ejecutarlas 558.
Esta es una de las constantes del Dios judío y también del cristiano: cuando las potencias del
ser humano (volitivas y cognoscitivas; morales y espirituales) están bajo mínimos (estado de
contemplación o sueño) es el momento ideal para la actuación divina. Dios se manifiesta cuando el
hombre está en la pasividad total y escribe en su historia cuando las páginas están en blanco559. Es en
Shabat, el tiempo de descanso de los elegidos, cuando Dios santifica definitivamente a sus fieles; y es
en la noche de Pascua cuando Israel, en vigilante espera, aguarda la visita del Mesías. Por eso, el
pueblo debe permanecer inmovilizado el séptimo día, pues toda la energía la despliega su Dios, un
Señor que descansa y santifica a la vez.
Con la Revelación del NT se da un paso más: Dios salió de su descanso y vino a la tierra en la
persona de su Hijo, quien ejerció su actividad hablando y curando –“poderoso en palabras y en
obras” (Lc 24,19)- precisamente los días de Sábado. Dios vuelve a trabajar para que el hombre
encuentre el descanso. Un ejemplo paradigmático se encuentra en el pasaje de Marta y María (Lc
10,38-42). Una se afana y se inquieta por muchas cosas, en cambio la otra, sentada a los pies de Jesús,
escucha atentamente su Palabra. El Maestro de pie desplegando energías con su Palabra Creadora y
María de Betania escuchando en actitud extática. Porque la vida entra por el oído y para que el hombre
pueda escuchar debe dejar todos los Egiptos y entrar en los desiertos donde sólo existen el Sinaí y la
Palabra de Dios.

555
“Todos los sueños mencionados en el NT son „teoremáticos‟, no „alegóricos‟. A los soñadores se les aparece el Señor
(Hch 18,9; 23,11) o bien un mensajero divino, ya sea un ángel (Hch 27,23; Mt 1,20; 2,13.19) o un hombre (Hch 16,9),
dándoles una clara indicación acerca de lo que debe suceder o de lo que debe hacer”, cf. STRAMARE, EstJos 25 (1971) en
p.110.
556
Cf. S. BARTINA, “Los sueños o éxtasis de San José (Mt 1,20-24; 2,13-14; 19-22) EstJos 45 (1991) 43-53, en pp. 52-53.
557
Cf. GARCÍA PAREDES (Madrid 1995) p.54.
558
Cf. E. L. EHRLICH, Der Traum im Alten Testament (Berlin 1953), citado por BONNARD (Madrid 1976) pp.35-36.
559
G. VON RAD, El libro del Genesis (Salamanca 1982) p.101, al comentar el relato de la creación de la mujer de Gn
2,21-23, puntualiza: “Un „profundo sueño‟ se abate sobre el hombre, una especie de sopor mágico que apaga toda chispa de
consciencia. Mueve al narrador la idea de que el prodigioso crear de Dios es un proceso que no tolera espectadores. El
hombre no puede ver a Dios in actu, no puede contemplar sus milagros en el momento de producirse; tan sólo puede adorar
a Dios por sus obras una vez que han sido realizadas. También Abraham se ve acometido por el sopor y la inquietud ante la
venida de Dios (Gn 15,12), y Moisés no puede mirarle cara a cara y ha de contemplarlo „desde atrás‟ (Ex 38,18-23)”.
140
Es en Shabbat560 –el Día del Señor- cuando Dios sale al encuentro del hombre y le otorga
sus mejores dones. El ser humano debe estar quieto, no hacer nada, así toda la Gloria de la
santificación se la lleva Él561. Podríamos parafrasearlo así: Es preciso que el hombre muera –entre en
un estado de calma e inanición- para que le sorprenda Dios. De ahí que la noche de Pascua –noche de
quietud y de espera atenta- sea el tiempo ideal para la comunicación: en esa noche aparecerá el Mesías
y nos introducirá en su descanso. A imagen de la gran Vigilia, cada noche es un lugar preferencial para
que irrumpa la Sabiduría divina. Porque “Dios se la da a sus amigos mientras duermen” (Sal 127,2d).
Así sucedió con Salomón en Gabaón (1R 3,5-15; cf. Sb 8,19-9,12) y así sucedió con José en Nazaret.
Gargano, en su lectio divina sobre los evangelios de la infancia, interpreta el primer sueño de
José a la luz del salmo 1, portal de ingreso del Salterio. La noción de justo en Israel es el que se dedica
a las Escrituras „día y noche‟. Si a José se le denomina justo es porque medita la Palabra de Dios
incluso durante el sueño. “Rumiando las Escrituras es cogido de la mano por el ángel del Señor,
porque el ángel del Señor no es otro que el Señor mismo, que utiliza las Escrituras para dialogar con
los hombres. A este diálogo se refiere precisamente aquel “mientras estaba pensando en estas cosas”
del texto de Mt 1,20”562. Esta interpretación del primer sueño de José es eminentemente bíblica y
sugestiva.
El relato del anuncio del ángel a José sigue el modelo de los anuncios de nacimiento tal como
se encuentran en los relatos patriarcales (nacimiento de Ismael, Gn 16,7-13; de Isaac, Gn 17,1-19;
Moisés, Ex 3), en las historias de los jueces (Gedeón, Jc 6,11-24; Sansón, Jc 13,3-22) y en el NT (Lc
1,5-25; 26-38). El esquema clásico comprende cinco elementos563:

1. Aparición del ángel.


2. Reacción de miedo o turbación del destinatario.
3. Mensaje divino.
4. Objeción.
5. Señal y nombre.

La novedad de este texto con respecto a los demás está en el mandato dado a José de tomar
consigo a María y la confirmación (no información) de su maternidad por obra del Espíritu Santo.
“Estos dos elementos son aquellos que establecen un nexo evidente con la situación del drama inicial y
representan también su solución”564.

2.- José, hijo de David

El ángel se dirige a José con el título „hijo de David‟; es el único caso en el NT en el que una
persona recibe un apelativo que sólo se atribuye a Jesús a lo largo de su vida pública. Tal designación
indica, en relación con 1,1 (“libro del origen de Jesucristo”), que la realeza le viene a Jesús por la
línea de José (cf. 12,23; 20,30) y que esta descendencia se va a transmitir a través de una paternidad no
natural, sino de otra índole. Él es la fuente de su origen davídico. “La paternidad legal no es un

560
El sábado es el don más precioso que Dios ha dado a Israel. Su observancia equivale al cumplimiento de todos los
preceptos de la ley, cf. ExR 25,12. El descanso festivo es considerado por los rabinos como una delicia. La Misná codificó
los 39 trabajos prohibidos el día del sábado y la lista fue complicándose en lo sucesivo: según R. Iohanan y R. Simeon ben
Laquis tienen cada uno otras tantas consecuencias (39 x 39 = ¡1521 mandamientos!); son para los piadosos un „yugo
suave‟, pero para la mayoría un peso insoportable, cf. TESTA (Jerusalem 1973) pp.50-51.
561
“Yahvé os ha dado el sábado; por eso, el día sexto os da pan para dos días. Que se quede cada uno en su sitio y no se
mueva de él el día séptimo” (Ex 16,29). La observancia de este precepto ha producido verdaderos quebraderos de cabeza a
los legisladores judíos de todos los tiempos: los doctores karaítas permitieron algún movimiento dentro de la propia
habitación y en los límites de la propia ciudad. Actualmente, por poner un ejemplo, los judíos Ortodoxos prohíben el uso
del automóvil, los reformados lo permiten, los Conservadores lo aceptan solamente para dirigirse a la Sinagoga, cf. TESTA
(Jerusalem 1973) p.51, n.5.
562
Cf. I. GARGANO (Bologna 2004) pp.82.
563
Cf. cuadro indicativo en LÉON-DUFOUR (Madrid 1982) p.78; FABRIS (Roma 1996) pp.57-58. A veces los elementos
comunes del esquema están repartidos en diferente orden.
564
Cf. FABRIS (Roma 1996) p.58.
141
concepto fácil para el no semita. La idea general del matrimonio por levirato nos parece extraña
porque la descendencia se atribuye al padre muerto, no al padre biológico” 565. José al aceptar al niño
como suyo y darle el nombre, da a Jesús una genealogía davídica. Es mucho mayor que Juan el
Bautista: si este anuncia y designa al Mesías, José recibe al Salvador de Israel. Si Juan es la voz
profética que prepara el camino, José es el hijo de David que adopta al Hijo de Dios. También es
mucho más que Simeón, que recibe a Jesús en sus brazos; José recibe al Salvador en su propia estirpe.
“Reacciona como los justos de la Biblia ante el hecho de Dios que interviene en su historia: como
Moisés al quitarse las sandalias, como Isaías aterrorizado por la aparición del Dios tres veces santo,
como Isabel que se pregunta por qué viene a ella la madre de su Señor, como el centurión del
evangelio, como Pedro, en fin, cuando dice: “Aléjate de mi Señor, porque soy un pecador” 566.

3.- ‘No temas tomar’

Como ya hemos apuntado, se ha discutido mucho si José conoció la concepción virginal por el
ángel o por María. Este es el punto crucial de la cuestión. La teoría clásica sostiene que las palabras del
ángel tienen precisamente por objeto revelar la concepción virginal a José, quien por supuesto no
sabía nada de ella. De ahí su recelo o escrúpulos por asumir un hijo que no es suyo. Pero, en la
actualidad esta interpretación está siendo cuestionada seriamente. El temor de José obedece, más bien
como ya hemos visto, al miedo peculiar del hombre justo ante la presencia divina. Cuando esta se
acerca, la naturaleza humana exulta pero, al mismo tiempo, languidece.
La expresión del ángel “no temas” tiene resonancias tanto en el AT como en el NT567. El temor
siempre aflora en el justo cuando se enfrenta cara a cara con el misterio de Dios o de la Cruz.
Seleccionamos dos muestras a título de ejemplo:

1. Así sucedió en la escena del pez en el libro de Tobías (Tb 6,2). La Providencia había puesto un ángel
para que le guiara por los caminos a la tierra de Ragués de Media. Su padre, tras un detenido escrutinio,
confirmó al hijo que la ruta con el joven que encontró en la plaza era segura. Por eso, el hijo obediente se
puso en sus manos. En el trayecto hacen un alto a orillas del río Tigris. Tobías se dispone a bañarse. Cuando
lo hace le sale al encuentro un enorme pez que intenta devorarle el pie. Lleno de temor, grita y huye, pero
Rafael le detiene y le ordena agarrarlo. Hay un momento de tensión. Cuando el joven contempla el monstruo
titubea, pero cuando mira al ángel recupera la paz. Tras un compás de espera, se decide a secundar sus
órdenes (hukkim) aunque no las entiende. Agarra el pez, abre las entrañas y guarda en sus alforjas el corazón,
el hígado y la hiel. Más tarde, esos tres elementos salvarán su vida y devolverán la vista y la alegría al padre
ciego, que, tras el llanto amargo por el destierro, entona el himno a la Nueva Jerusalén (Tb 13). Aquello que
parecía que iba a destruirle, fue precisamente su fuente de salvación. Pero nadie puede entrar ahí si el Ángel
no le envía o el Espíritu de Dios no le acompaña568. El hombre por el temor a la muerte es esclavo del
demonio, por eso se aleja de los caminos de Dios, porque tienen visos de dolor. Hay que saber no mirar las
apariencias sino el corazón, pero para ello hace falta ser iniciado y recibir la Sabiduría de lo alto. Gracias a
ella, el misterio de la Cruz, fuente del primer temor, se constituye en el árbol de la Vida Eterna, porque está
escrito: “la piedra que desecharon los arquitectos se ha convertido en la piedra angular” (Sal 118, 22; Mt
21,42).

565
Cf. BROWN (Madrid 1982) p.138.
566
Cf. X. LÉON-DUFOUR, Estudios de Evangelio (Madrid 1982) p.82.
567
Como observa GRAYSTON, RThPh 23 (1973) en p.222, estas palabras se encuentran frecuentemente en el AT
precediendo a una revelación: “No temas, Abrahán, yo soy tu escudo, tu recompensa será muy grande” (Gn 15,1).
También a Isaac: “Yo soy el Dios de tu padre Abrahán. No temas, porque yo estoy contigo” (Gn 26,24). Esta expresión
tiene la finalidad de reconfortar a los elegidos que entran en contacto con los mensajeros de Dios o que sienten cercana la
presencia divina; una presencia a todas luces sobrecogedora pero que gracias a la fórmula se torna gratificante: “En estos
momentos de gran temor religioso, se puede recibir la revelación divina y sobrevivir sólo gracias a estas palabras
favorables”.
568
Esta es la doble experiencia de Pedro antes y después de la venida del Espíritu en Pentecostés: Cuando está en sus
fuerzas y se mete él solo en la boca del lobo, su profesión de fidelidad se salda con un fracaso rotundo. El mismo Jesús le
había profetizado su triple negación: “Adonde yo voy no puedes seguirme ahora; me seguirás más tarde” (Jn 13,36; cf. Mt
26,33-35). En la cena, tras la pesca milagrosa, el Resucitado le profetiza a su vez que el Espíritu le llevará un día a dar su
vida por él: “Cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y Otro te ceñirá y te llevará a donde tú no quieras. Con esto
indicaba la muerte con la que iba a glorificar a Dios” (Jn 21 18-19).
142
2. En el evangelio de Mt, tras la primera multiplicación de los panes, Jesús “obligó a sus discípulos a subir
a la barca” (Mt 14,22). Es la única vez que el Maestro fuerza a los suyos a hacer algo en contra de su
voluntad. Los apóstoles insistían en su permanencia en la tierra por dos motivos: para saborear así el triunfo
de Jesús (“intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey”, Jn 6,15) y, al mismo tiempo, porque
atardecía y el mar estaba encrespado. Obedecieron sin entender (hukkim). En medio de la oscuridad de la
noche, la barca se encontraba “zarandeada por las olas, pues el viento era contrario” (Mt 14,24). “Hacia la
cuarta vigilia vino él hacia ellos, caminando sobre el mar, se turbaron y decían: „Es un fantasma‟, y de
miedo se pusieron a gritar. Pero al instante les habló Jesús diciendo: „¡Ánimo, soy yo, no temáis!‟” (vv. 25-
27). La fuente del temor de los doce no es tanto la oscuridad, el viento contrario o la fuerza de las olas,
cuanto la Teofanía de Dios (“SOY YO”). Aquello que parecía que iba a ser su ruina, fue precisamente el
acontecimiento que marcó un punto de inflexión en sus vidas: “Y los que estaban en la barca se postraron
ante él diciendo: „Verdaderamente eres el Hijo de Dios‟” (v. 33). Esta experiencia imprimió carácter en sus
almas; de hecho, de los 5000 que acompañaban al Maestro, sólo perseveró el grupo de los doce que habían
contemplado en la experiencia del lago la presencia viva de Dios (Cf. Jn 6,60-69).

En el fondo, los protagonistas del relato se encuentran solos frente al misterio de la Cruz, que
se manifiesta a primera vista como un monstruo que les intenta devorar. Pero los acontecimientos que
no son frutos de la libertad humana, se convierten en tabla de salvación:

a) Lo que parece que iba a ser la tumba de Tobías, es precisamente la causa de su


salvación; de las entrañas del pez (Cruz) salen las medicinas que curan y
protegen al creyente de sus enemigos.
b) La noche, que tiene visos de presenciar la destrucción de los doce, se torna
luminosa, convirtiéndose en sacramento de la manifestación del Hijo Dios.

Una experiencia similar a la narrada en los dos relatos vivió José 569. Le asusta el mundo que se
le viene encima. Aunque lo ha deseado vivamente, no puede impedir que el fantasma del temor ante lo
trascendente le invada y sacuda su alma. Sin embargo, obediente a la voz del ángel, secunda sus
planes. Ese niño que entra con su madre en su casa no sólo será la salvación del mundo sino que será
su verdadera consolación y alegría.
Actualmente, debido a una adquisición de la filología moderna570, existen tres versiones que
anulan la dificultad principal. Se trata de otras traducciones posibles del v.20c que cada vez van
ganando más adeptos:

A. La primera se basa en una particularidad de la sintaxis griega, que sólo en nuestra época
se ha advertido571: La preposición gar anuncia de ordinario el motivo de aquello que
acaba de afirmarse. Pero cuando se encuentra unida a las partículas (men……de.....)572 –
que normalmente se traducen por „por una parte‟… „por otra‟…- este gar, de alcance

569
Hemos elegido la escena del pez del libro de Tobías porque la situación anímica de Tobías es de profundo pavor: tiene
miedo al algo que le puede hacer daño, como más tarde duda de desposar a Sarra, la mujer que Dios le dio por compañera;
frente al temor de la muerte (pez, matrimonio) sólo le queda como punto de apoyo las palabras del ángel Rafael. Siguiendo
sus consejos logra salir airoso de la prueba. En la escena del lago, Jesús se dirige a sus discípulos durante la vigilia con las
mismas palabras que el ángel dice a José (“no temáis”). Gracias a ellas, los fantasmas como las tempestades se desvanecen.
En el trasfondo de los dos relatos, subyace la experiencia básica de la iniciación cristiana: el creyente camina libre de
temor, pues hace suya la oración del salmo: “aunque camine por un valle oscuro, ningún mal temeré, porque tú vas
conmigo" (Sal 23,4).
570
Cf. DE LA POTTERIE (Madrid 1993) pp.87-97.
571
Cf. DE LA POTTERIE (Madrid 1993) p.88. Como bien resume dicho autor, este detalle filológico fue analizado por
primera vez por R. THIBAUT, Les sens des paroles de Christ (Bruselas-Paris 1940) pp.74-75. Después, semejante
explicación fue replanteada y desarrollada por X. LÉON-DUFOUR, Études d‟Évangile (Paris 1965) pp.65-81. Su
argumentación fue completada por A. PELLETIER, “l‟Annonce a Joseph” RevScRel 54 (1966) pp.67-68. Más
recientemente, E. PERETTO, Ricerche su Mt 1-2 (Roma 1970) pp.27-29 y J. McHUGH, La Madre de Jesús en el Nuevo
Testamento (Bilbao 1978) pp.218-235 y R. LAURENTIN, I Vangeli dell‟infanzia di Cristo (Milano 1986) son partidarios
de la misma interpretación.
572
Este aporte gramatical fue sacado primero a la luz por A. PELLETIER, “L‟annonce a Joseph”, RechScRel 54 (1966) 67-
68.
143
diferido, tiene un sentido concesivo573. Entonces, la traducción más idónea sería la
siguiente: “José, Hijo de David, no temas recibir en tu casa a María, tu esposa, pues
aunque lo concebido en ella es obra del Espíritu Santo, dará a luz un hijo, a quien
pondrás por nombre Jesús”574. El ángel le anuncia que, aunque él no sea el padre
natural sino el Espíritu, debe tomar consigo a su madre e imponer el nombre al niño. Es
decir, debe hacer de esposo y de padre. Sobre estos dos aspectos hacen hincapié las
palabras del ángel.

B. Siguiendo la misma línea interpretativa, Léon-Dufour sostiene el sentido confirmativo o


causal diferido de la partícula gar. La causa no está en la frase que sigue
inmediatamente (que es parentética) sino en otra que viene después. Propone la
siguiente traducción575: “José, Hijo de David, no tengas inconveniente en tomar contigo
a María tu esposa. Ciertamente („gar‟) lo engendrado en ella (como tú sabes) es obra
del Espíritu Santo pero („de‟) dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús”.

C. En la misma línea, pero más sugestiva, nos parece la traducción que ofrece Krämer576
quien sostiene que el „gar‟ griego se corresponde al „di‟ o „‟are‟ arameo, que tienen
valor explicativo. La segunda oración, subordinada de la anterior, tiene un valor
secundario. El texto traducido quedaría así: “No temas llevar contigo a María como
esposa por el hecho de que lo concebido en ella sea obra del Espíritu Santo”. A las
razones de peso de este autor577, hay que añadir otra que ya hemos apuntado: el mensaje
del ángel consta de tres oraciones principales de las cuales la primera y la tercera están,
a su vez, compuestas de una principal y otra subordinada; las dos subordinadas están
precedidas de la misma partícula: „gar‟. Es lógico que por ser términos paralelos dentro
de una misma unidad literaria posean el mismo significado. En el segundo caso la
claridad es patente: su sentido es explicativo: “Tú le pondrás por nombre Jesús por el
hecho de que él salvará a su pueblo de sus pecados”. El acento está puesto en el
mandato, el resto es una explicitación del nombre de Jesús. En el primer caso, la fuerza
está en el imperativo categórico “no temas tomar”, que equivale a una especie de
exorcismo en sentido amplio, ya que esa fobia paralizante que ha invadido a José se ha
constituido en un impedimento serio para la realización de los planes de Dios.

Existen, pues, dos elementos en la primera parte del mensaje (v.20):

1. En el primero (“no temas tomar”), el mensajero de Dios libera a José de la angustia


que le ha invadido. Sólo sus palabras le devuelven la paz. Una situación parecida es la
de los apóstoles en el cenáculo el día de la aparición de Jesús: estaban “sobresaltados y
asustados” (Lc 24,37). Las palabras del Resucitado (“la paz con vosotros”) y su
presencia les liberó de la turbación.

573
Un ejemplo se encuentra en el discurso de Pablo en la sinagoga de Antioquia de Pisidia (Hech 13,35-37). También en
Mt 22,14 se encuentra la fórmula ‟…gar…de…‟ exactamente como en 1,20. La traducción tradicional rezaba así: “Porque
muchos son los llamados, mas pocos los escogidos”. Una traducción más matizada sería la siguiente: “Ciertamente muchos
son los llamados, pero pocos los escogidos”, cf. DE LA POTTERIE (Madrid 1993) p.89. Para otros casos similares cf.
PERETTO (Roma 1970) pp.28-29 y M. ZERWICK, Grancitas Biblica exemplis ilustrata (Romae 1966 6 ed.) pp.159-161,
nn.473-477.
574
Cf. PELLETIER, RevScRel 54 (1966) p.68.
575
Cf. LÉON-DUFOUR (Paris 1965) p.73.
576
Cf. M. KRÄMER, “Die Menswerdung Jesu Christi nach Matthäus (Mt 1) Biblica 45 (1964) pp.1-50, en pp.24-25; “Zwei
Probleme aus Mt 1,18-25, Salesianum 26 (1964) pp.303-333.
577
“Piensa Krämer, en una primera redacción aramaica en la que Mt polemizara contra los que esperaban un Mesías ex
abrupto, que sólo en edad adulta fuera adoptado como Hijo de Dios, y que un traductor griego posterior entendió como
apología de la concepción original”. Así expone S. MUÑOZ IGLESIAS, Los Evangelios de la Infancia, IV (Madrid 1990)
p.141 la opinión de Krämer. Sin embargo, este autor se desmarca de él, creyendo improbable la hipótesis de un escrito
original arameo y argumentando que la versión griega del explicativo ki hebreo o di arameo no suele ser gar, sino oti.
144
2. En el segundo, el ángel exhorta a José a proceder a la segunda fase del matrimonio,
trasladando a su mujer a su casa. Aunque no se había completado el intervalo de un
año, por razones de santidad, José debe realizar el traslado en el plazo más breve
posible.

v. 21

“Dará a luz un hijo


y tú le pondrás por nombre Jesús,
por el hecho de que él salvará a su pueblo de sus pecados”

Como hemos observado, las palabras del ángel no son de carácter explicativo, sino imperativo;
su realce está al principio (“no temas tomar”) y al final (“y tú le pondrás). De los tres verbos
yuxtapuestos de forma secuencial en el v. 21, el del en medio es el que se refiere directamente a José y
es el más importante; los otros dos apuntan a María y al niño:

1. El sujeto del primero es María y carece de valor informativo (“dará a luz un hijo”
v.21a), pues es un dato que se da por supuesto.
2. El sujeto del segundo es José y está en segunda persona. El autor ha evitado la fórmula
imperativa directa (“ponle por nombre Jesús”, v.21b). La fuerza del mensaje no está en
la designación del nombre sino en el “tú”. Equivale a decir: “Tú debes ejercer como
padre”.
3. El sujeto del tercero es Jesús, y también su tenor es aclaratorio: “porque él salvará a su
pueblo de sus pecados” (v.21c).

De hecho el evangelista subraya que José, una vez despertado del sueño, “hizo lo que el Ángel
del Señor le había mandado” (2,24b). Luego la fuerza del mensaje no está en la información, que es
obvia, sino en el hecho de liberar a José del estado de angustia en que se encuentra y en el mandato.

1. Le pondrás por nombre Jesús

Con dicha expresión Dios le está cediendo a José los derechos de paternidad578. En el mundo
semita poner el nombre significa no sólo asumir la paternidad legal sino que ese niño será hechura
suya579. El nombre define la esencia de las cosas y de las personas: nombrarlas, conocerlas y tener
poder sobre ellas. Jesús significa „Dios ayuda o salva‟. El ángel al explicar la etimología del nombre,
subraya que la vida del muchacho será una explicitación de lo que significa: salvará al pueblo de los
pecados y no de los opresores extranjeros 580.
En los tiempos patriarcales, tanto el padre como la madre podían poner el nombre al hijo. En
Mt es José quien lo hace, mientras que en Lc es María (1,31). Es llamativo el cambio del singular al
plural: el texto de Isaías dice que “ella (su madre) le pondrá por nombre Emmanuel”. Mt modifica la
cita del profeta, cambiando el singular por el plural: “le pondrán por nombre…”. ¿Significa
simplemente que los hombres le llamarán Emmanuel? Es más plausible ver en el empleo del plural la
intención de incluir a José junto con la madre, ya que el profeta se refiere exclusivamente a ella 581.

578
Cf. GALIZZI (Madrid 2005) p.24.
579
En el Antiguo Oriente para decir que un héroe es hechura de Dios se dice que Dios le puso nombre. Es la misma idea
que subyace a la imposición del nombre por los padres que dieron el ser al hijo, cf. MUÑOZ IGLESIAS, IV (Madrid 1990)
p.185.
580
Cf. E. PERETTO, Ricerche su Mt. 1-2 (Roma 1970) p.30.
581
Cf. DE LA POTTERIE (Madrid 1993) p.91.
145
Ahora que son una sola carne, serán los dos de mutuo acuerdo quienes enseñarán al Salvador esta
misión única y nueva.

2. Salvará a su pueblo de sus pecados

José al poner el nombre a su hijo tutelará su alma para que realice a la perfección una misión
que en el AT era exclusiva de Dios. A lo largo de la historia de la Salvación han surgido muchos
hombres carismáticos que han salvado a su pueblo en situaciones límites de numerosos enemigos, pero
nunca se dice de los pecados582. La fórmula usada por Mt es la misma que aparece en los Salmos: “Él
(Dios) redimirá a Israel de todos sus pecados” (Sal 130,8). “Jesús, el Mesías, realizará lo que se
esperaba en el AT que haría el mismo Dios. Sugerencia muy fuerte, ya en el comienzo del evangelio
de que ese niño era Dios”583.
En el horizonte se dibuja la realidad espiritual de la salvación realizada por el Siervo de Yahvé.
Le toca a su padre preparar y educar para el sacrificio a este Siervo que no se resiste ante el mal y que
un día como oveja muda irá al matadero. Es la misión que el ángel le encomienda como
responsabilidad última. Físicamente este niño es hijo de María, pero espiritualmente será suyo, pues
será él el instructor de un oficio nuevo: perdonar pecados. José no le va enseñar solamente a hacer
muebles o levantar paredes sino, sobre todo, a quitar el pecado. Se trata de un arte que el Hijo de Dios
conoce desde siempre y contempla en las entrañas de su Padre celeste, pero que, al hacerse hombre,
debe aprender, por delegación, en el hogar-taller de su padre terrestre.
La imposición del nombre tenía lugar en la ceremonia de la circuncisión; por ella el circunciso
entraba a formar parte del pueblo de la Alianza. Las primeras gotas de sangre del ritual son ya un
anticipo de una sangre derramada para la remisión de los pecados. Los primeros beneficiarios de esa
sangre que salva fueron sus padres. Un día este niño va a ocupar el puesto de Dios entre los pecadores.
Salvará no a los que están bajo la tiranía del Faraón, el yugo de Madián o del poder de Roma, sino a
los hijos dispersos por el pecado. Según la tradición veterotestamentaria, estos son los exiliados de
Israel a los que Yahvé ha diseminado entre los gentiles a causa de sus culpas (cf. Jn 11,52). Lejos de su
tierra, son comparados a los muertos extendidos sobre la tumba por haber quebrantado la Ley de
Dios584. Con la predicación de los profetas, el pueblo será reunido de nuevo585 y resucitado586. Este
éxodo se realizará mediante el Siervo de Yahvé (Is 49,5-6), que reconducirá al pueblo a su patria
celeste587. Purificará el nuevo templo del corazón del hombre haciéndolo pasar –en una Pascua única y
definitiva- de la maldad a la santidad588.

582
Como afirma MUÑOZ IGLESIAS, IV (Madrid 1990) p.187, “para Mt el nombre de Jesús no es simplemente un nombre
teóforo. No es un nombre que signifique una acción o atributo de Dios. Es la afirmación de que Jesús realiza una acción
que el nombre atribuye a Dios („Yahvé salva‟). En este caso el que lleva el nombre es el que salva. Él mismo –no Yahvé ,
como se debería haber dicho si se tratara de un nombre meramente teóforo- salvará a su pueblo de sus pecados”.
583
Cf. M. DE TUYA, Biblia comentada. Evangelios (1º) (Madrid 1977) p.19.
584
Cf. Dt 4,25-27; 28,62-64; 30,1-4; Ez 37; 13,2-5; Bar3,10-12.
585
Cf. Is 43,5-6; 48,21; 49,10.Jer 23,3; Miq 2,12; Jer 31,8-11; Ez 11,17; 20,34; 28,25; Ez 34, 12-13; 37,12.13.19.21; Sof
3,18,20; Zac 2,10; 10,8,10; Bar 4,37; 5,9 etc.
586
Cf. Dt, 30,6; 32,39; Ez 37,1-4, Tob 13,2-5.etc
587
Cf. Is 14,1; Jer 23,8; Ez 34,13.27; 37,21; 39,26.28.etc.
588
Cf. MATEOS – CAMACHO (Madrid 1981) p.25.
146
vv. 22-23

“Todo esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del Señor por medio del profeta:
Ved que una virgen concebirá y dará a luz un hijo
y le pondrán por nombre Emmanuel,
que traducido significa Dios con nosotros”

1.- Todo esto sucedió…

Esta primera cita de cumplimiento589 constituye el fulcro teológico del evangelio de la


infancia590. Una maternidad virginal era algo tan inconcebible en la época de Mt como lo es en la
nuestra. Seguramente, para hacerla más verosímil, el autor le añade una justificación bíblica. Con ella
confirma dos aspectos: a) Jesús es engendrado por el Espíritu Santo; b) Mt explica esta generación
como parto virginal591. Antes de que José ponga en práctica las palabras del ángel, el autor muestra su
optimismo: la profecía de Isaías encuentra su realización en la persona del „hijo de David‟, que es al
mismo tiempo „el hijo de Dios‟ e „hijo de María‟. En Mt, ese momento no coincide con el día de la
Anunciación del Ángel a María, episodio que parece desconocer, sino cuando el mensajero de Dios
anuncia la paternidad divina a José y ordena el traslado de María a su casa, culminando así el ritual
matrimonial. “La historia de la salvación tiene su lógica, su geometría. Lo paradójico, lo inexplicable
adquiere su razón de ser cuando se contempla en el panorama global” 592.

2.- Una virgen concebirá y dará a luz un hijo

a) LA VIRGEN DE ISAÍAS

Hay bastante consenso entre los críticos a la hora de afirmar que en el mundo hebreo no se
esperaba el nacimiento del Mesías de una virgen y que el oráculo de Is 7,14 no se interpretaba en
sentido mesiánico, ya que este pasaje no aparece en el elenco rabínico de los 456 pasajes bíblicos
considerados como tales593. Es probable que esas pruebas hayan sido borradas de los textos rabínicos
posteriormente debido a la controversia que se suscitó contra el cristianismo después del sínodo de
Yabne o Jamnia (entre el 70 y el 80), que trató de reorganizar tras la destrucción del Templo el
judaísmo en torno a la Ley594. El hecho de que no existan testimonios de que este pasaje citado por Mt
se hubiera interpretado alguna vez como referente a una concepción virginal antes de su utilización por
los autores del NT, no incluye el que la idea de un salvador nacido de una virgen sea extraña al mundo

589
“La fórmula “Todo esto sucedió para que se cumpliesen las Escrituras”… o análoga, que en el primer evangelio
aparece nueve veces (Mt 1,22; 2,15.17.23; 4,14; 8,17; 13,35; 21,4; 26,54.56) establece la interdependencia entre antiguo y
nuevo Testamento, entre profecía y su realización y subraya la continuidad del gobierno de Dios en la historia”, PERETTO
(Roma 1970) p.31.
590
Cf. A. POPPI, I quattro vangeli (Padova 1997) p.86.
591
Cf. GNILKA (Brescia 1990) p.50.
592
Cf. GARCÍA PAREDES (Madrid 1995) p.56.
593
Cf. EDERSHEIM, Life II, 710-741. El hecho de que Is 7,14 no estuviera entre ellos fue contestado por Justino (s. II) que
acusó a los maestros judíos (con razón o sin ella) de falsear las pruebas del AT relativas al Mesías, citado por BROWN
(Madrid 1982) p.146, n.42.
594
El traductor judío Aquila fue encargado por este sínodo fariseo para traducir al griego los libros sagrados, ya que la
traducción de los LXX fue rechazada y condenada por ser el libro de los mayores herejes del judaísmo: los cristianos, cf.
PAUL (Roma 1986) p.65. R. Joshua ben Hananyah, discípulo del gran reorganizador del judaísmo tras la desaparición del
Templo, R. Johanan ben Zakkay, fue un hombre moderado en su relación con Roma, pero intransigente con los cristianos.
Ataca directamente el evangelio de Mt 5,13 en Bek 8b y se burla del nacimiento virginal de Jesús cf. W. BACHER, Die
Agada I, 170.180, n.5, citado por F. MANNS, L‟évangile de Jean a la lumière du Judaïsme (Jerusalem 1991) p.482.
147
antiguo (Is 9,5; 11,1; Mi 5,1-5)595. Hay indicios bastante fiables596 de que los judíos helenísticos
anteriores al tiempo de Jesús entendieron el texto de los LXX (s. II o I s. a. C.) en términos de
concepción virginal. El vocablo hebreo almah se puede aplicar a una mujer joven hasta el momento en
que da a luz su primer hijo; en cambio, los LXX no traducen almah por neanis (doncella) sino por
parthenos, que significa claramente „virgen‟597. Como bien argumenta De la Potterie, en la polémica
judía anticristiana de finales del siglo I, los judíos helenísticos para rebatir el que los cristianos
aplicasen el texto de Isaías 7,14 a María, en una nueva versión griega del s. I o II d. C., escogieron el
otro término (neanis), eliminando el término parthenos que leían los cristianos. No obstante, parece
evidente que la cita de Is 7,14 no es la fuente del relato, sino su comentario 598.
No es, por tanto, este pasaje el que da origen a la tradición cristiana de la concepción virginal
de Jesús, sino el hecho histórico en sí, probablemente notificado discretamente a José por la misma
María599. El especialista en los evangelios de la infancia, Muñoz Iglesias, lo explica con claridad
meridiana: “Mt es consciente de que el nacimiento del Mesías ha superado, en cuanto al modo virginal
de su concepción y en cuanto a su misión de perdonar los pecados, todas las expectativas del
mesianismo judío” 600. Es decir, “lo que ha ocurrido (que el Mesías sea Dios en persona y que nazca de
una virgen) era impensable; pero estaba sorprendentemente dicho de alguna manera en un texto de
Isaías donde esas ideas resonaban, al menos verbalmente. Y esto es suficiente para que el evangelista
aduzca el pasaje veterotestamentario, seguro de que sus lectores van a experimentar la misma
satisfacción que él al comprobar estas providenciales resonancias”601. En la misma línea, otro
estudioso, G. Pérez, comenta lúcidamente: “Mateo aduce el texto de Is 7,14 a propósito de la
concepción virginal de Jesús. El evangelista ya tenía noticia de ella, no la deduce del texto isaiano. Se
sirve de él para inculcarla mejor a sus lectores. Al aplicarlo a la concepción virginal de Jesús, en un
sentido distinto al que lo interpretaron los judíos, nos descubre que hay en él un sentido más profundo
que el expresado en su contexto histórico inmediatamente con sus palabras por el profeta. Y lo
descubre leyendo el texto de Isaías bajo la acción del mismo Espíritu que inspiró el texto del
profeta”602.
Es evidente que la concepción virginal de Jesús es un acontecimiento que no es comprensible
ni verificable a nivel científico; pero es un hecho real, aunque no sea demostrable empíricamente.
Lejos de ser una exigencia del ambiente circundante, constituyó desde los comienzos una dificultad
crucial para Lucas y sobre todo para Mateo, ya que contrariaba la preocupación apologética que trataba
de demostrar que Jesús era hijo de David603. Mt al comenzar su evangelio con la genealogía trata de
mostrar a sus adversarios, los escribas, que Jesús era el verdadero Mesías anunciado por los profetas,
descendiente de David (c f. 22,42). Pero su demostración es frágil porque acaba diciendo que José no
es totalmente el padre de Jesús: es padre legal pero no biológico. Si hubiera sido el padre natural ¿por

595
Un análisis completo sobre el vocablo ´almah se encuentra en M. RHEM, “Das Wort ´almah in Is 7,14”, BibZeit 8
(1964) pp.89-101. Para un estudio histórico sobre los nacimientos milagrosos en la antigüedad, en la Biblia y en el
Judaísmo alejandrino (Filón), cf. PAUL (Roma 1986) pp.65-77.
596
Cf. DE LA POTTERIE (Madrid 1993) p.76, n.16, Esta claridad no la comparte BROWN (Madrid 1982) pp.143-153;
admite, a lo sumo, que la reflexión sobre 7,14 pudo dar colorido a la expresión de una fe cristiana preexistente en la
concepción virginal de Jesús.
597
Es evidente que Isaías no se refirió a un nacimiento virginal ni a un Mesías nacido muchos siglos después, sino que la
cita aparece reinterpretada partiendo del texto de los LXX, cf. LUZ (Salamanca 1993) p.146. “Un hecho es cierto: para Mt
el sentido de la palabra parthenos („virgen‟) y la interpretación del versículo que la contiene (Is 7,14: “He aquí que una
virgen…) carecen de ambigüedad: se trata verdaderamente de una virgen que concibe a pesar de que es virgen y permanece
virgen. Lo que nos interesa aquí no es tanto el sentido literal de Is 7,14, si va o no en consonancia con el texto hebreo o c on
los LXX, cuanto el modo en el que entendió Mt y su comunidad tal texto”, cf. PAUL (Roma 1986) p.64.
598
Cf. BONNARD (Madrid 1976) p.37.
599
Cf. POPPI (Padova 1997) p.87.
600
Cf. MUÑOZ IGLESIAS, IV (Madrid 1990) p.199.
601
Cf. MUÑOZ IGLESIAS, IV (Madrid 1990) p.200.
602
Cf. G. PÉREZ, La infancia de Jesús (Mt 1-2; Lc 1-2) (Salamanca 1990) pp.153-154. Se trata de una lectura más
profunda „en el Espíritu‟, conforme a la terminología utilizada por el Concilio Vaticano II, Dei Verbum, n.12.
603
Cf. LAURENTIN (Milano 1986) p.552. Es difícil que Mt se hubiera molestado en crear un material que le deja en una
posición débil frente a las disputas con sus oponentes (criterio de dificultad).
148
qué no lo ha afirmado en su genealogía? Tenemos aquí una prueba silenciosa, pero muy
convincente, de la virginidad de María604.
No se trata, pues, de un teologúmeno605, como han sostenido muchos comentaristas, sino de un
hecho objetivo que se ha ido imponiendo contracorriente. Como concluye Laurentin en su
documentado estudio, “la solución crítica obvia está en reconocer que la concepción virginal es un
dato de la tradición trasmitido en el ambiente judeocristiano. Los dos evangelistas la han recogido por
caminos diversos como un dato de hecho. Parece ser que es María la fuente obvia; Lc se refiere a ella
en 2,19.51”606.

b) EL HALLAZGO DE JOSÉ

Otro punto a dirimir es si José conocía el oráculo de Is 7,14 y si conociéndolo se lo aplicó a su


esposa. La pregunta resultará extraña a más de un crítico, pero en exégesis es recomendable no cerrar
ninguna puerta a la investigación ni dejar ningún camino por recorrer. Cuatro razones apoyan la
hipótesis del conocimiento por parte de José de esta profecía. A saber:

1. El rollo entero de Isaías se encontraba en la sinagoga de Nazaret. Quiere esto decir


que, al menos los sábados, se hacía la lectura continua o espigada de la Haftarah
(escritos proféticos, en concreto Isaías). Cada año era leído y comentado
sistemáticamente. Como José sabía leer es probable que no se limitara sólo a su escucha
sino que procediera a su lectura pública; como era además tekton y la comunidad de
vecinos era reducida, es presumible que tanto su padre Jacob como él se encargaran de
su cuidado. Es decir, además de la lectura oficial en la sinagoga, habría que añadir el
tiempo particular que le dedicó a su lectura y meditación personal.
2. José era „justo‟. Una de sus virtudes es el amor a las Escrituras, que medita „día y
noche‟. La Palabra de Dios es “lámpara que ilumina sus pasos, luz en su sendero” (Sal
118). José, como buen semita, debía conocer de memoria los principales textos
proféticos de Isaías.
3. José era davídico, heredero fiel de las promesas que Yahvé hizo a su padre David. La
lectura asidua del profeta mesiánico por excelencia, pudo orientar la lectura de Is 7,14
en esta dirección. No hay que olvidar, como vimos cuando establecimos el paralelismo
con José de Egipto, que con él estaba “el Espíritu de Dios” por ser „hijo de David‟, y
que este Espíritu, unido a su condición de casto, que lleva inherente el don profético de
vislumbrar el futuro e interpretar los sueños, le pudo llevar a la „verdad completa‟ sobre
el misterio del nacimiento del Mesías.
4. El anuncio profético de Is 7,14 era un punto de referencia en la tradición de Israel.
Realizado ya en la figura del rey Ajaz (nacimiento de Ezequías), se esperaba su
realización plena en los tiempos futuros. Así lo afirma A. Schökel607:

“En la tradición judía la „joven‟ (´almah) se ha entendido como „virgen‟, y así se ha


interpretado en las versiones (cf. LXX); la tradición cristiana ha pensado en la Virgen
(cf. Mt 1,13), y así lo ha vivido la liturgia. Es que este oráculo tiene un horizonte
profético profundo, que se va haciendo patente a las generaciones sucesivas: la garantía
de la continuidad dinástica tiene su razón de ser en el heredero mesiánico; la salvación
sigue gravitando hacia „el Salvador‟; las bendiciones de la tierra adelantan la gran
bendición del Redentor; „Dios con nosotros‟ está realmente en Cristo”.

604
Esta argumentación indirecta de la virginidad de María se encuentra más desarrollada en STRAMARE (Roma 1998)
pp.91-92.
605
Expresión ficticia de una idea teológica. En palabras más sencillas, se trata de una figura que tiene por objeto hacer
comprender una afirmación de fe, cf. DUQUESNE (Barcelona 2004) p.32.
606
Cf. LAURENTIN (Milano 1986) p.553.
607
Cf. ALONSO SCHÖKEL –SICRE, Profetas I (Madrid 1980) p.148.
149
Dios se haría de nuevo presente en medio de su pueblo bajo el signo de una
virgen madre.
5. Ya hemos visto que José tuvo que tener conocimiento previo a los desposorios de la
disposición de María hacia la virginidad608. De lo contrario su matrimonio hubiera
sido anulado609, ya que en la tradición rabínica estaban prohibidas las cláusulas o votos
encubiertos, sobre todo si afectaba directamente a los derechos del marido. La
legislación vigente en tiempos de Jesús otorgaba al esposo la capacidad de anular los
votos hechos por su mujer sin su consentimiento y le daba derecho a ejercer el
castigo610. Si José conoció esta predisposición en María y la aceptó como esposa, es
fácil que hiciera el puente entre ella y la virgen del texto de Isaías.

Es, por tanto, muy probable, dadas estas circunstancias, que José llegara al gran descubrimiento
de su vida: María es la Virgen-Madre de Isaías. Dos escenarios históricos propician esta hipótesis:

1. La casa de María estaba cerca de la de José, como han revelado las investigaciones arqueológicas en
Nazaret. Distaban unos cien metros una de otra. Si un día se desposaron es porque hubo muchos
encuentros previos que posibilitaron el conocimiento mutuo. Resulta moralmente imposible que José se
casase con ella sin que ella previamente no le hubiera hecho partícipe de su vocación a la virginidad.
También es incongruente que José, lector asiduo y conocedor del oráculo de Is 7,14, no se lo haya
aplicado a su prometida a partir del momento en que ella le revela su intención de no conocer varón. La
expectación reinante sobre la venida inminente del Mesías y su condición personal de davídico
orientarían la lectura de este pasaje en una clave mesiánica.
2. Séforis era el centro administrativo central de la Galilea, a una hora de camino de Nazaret. Una vez
nacido Jesús, Herodes Antipas la convirtió en capital de la baja Galilea. Al ser una ciudad muy helenizada
en proceso febril de construcción y poseer él los suficientes conocimientos del griego debido a su trabajo
-como una buena parte de la población- es muy probable que en los círculos religiosos de Séforis se
conociera la versión de los LXX que traduce almah por parthenos611. Dicha traducción no es sólo una
traducción sino una actualización de la Biblia. Como afirma De la Potterie, “el texto de los Setenta, en no
pocas ocasiones más mesiánico que el hebreo, se encuentra indiscutiblemente más cerca del Nuevo
Testamento”612.

Hubo un momento en el que José fue uniendo los distintos cabos de este puzzle mesiánico que
ningún maestro de Israel había podido descifrar. En este discernimiento no estuvo solo, sino que le
acompañó, por un lado, el Espíritu de Dios que tenía por su condición de „justo‟ (santo) y „davídico‟
(elegido) a la vez, y, por otro, la sabiduría de una mujer, llena de gracia613, que Dios le iba entregar en
breve por compañera. Una vez que ha descubierto a través de su mujer la profundidad de campo del
oráculo de Isaías, es plausible que hiciera como buen constructor (de palabras y ladrillos) el puente
entre el profeta Isaías y la virgen de Nazaret, aunque se hallaran separados el uno del otro alrededor de
600 años. Porque “ante el Señor un día es como mil años y mil años como un día” (2P 3,8) o, como se
dice en otro lugar, “mil años en tu presencia son un ayer que pasó; una vigilia nocturna” (Sal 90,4).

608
No hay rastro en el judaísmo de tal voto, al menos entre las mujeres. En los hombres algunas veces se practicaba la
continencia perfecta como atestiguan los documentos del Mar Muerto. La Misná abomina la soltería definitiva, a la que
denomina desorden moral, cf. G. DE JESUS, “El matrimonio de S. José y las costumbres judías” EstJos (1958) pp.5-20, en
pp.17-18.
609
“Si un hombre contrae esponsales con una mujer con la condición de que no tenga ella hecho voto alguno y resulta
después que tenía votos, los esponsales son nulos. Si la toma como esposa sin haber hecho condición alguna y resulta que
ella había hecho votos, la puede despedir, sin tener que darle dote alguna (mKet 7,7).
610
La Misná contempla la posibilidad del voto de nazireato en la mujer, si bien esta actitud, si se hacía de espaldas al
esposo, estaba penalizada con cuarenta azotes. También reconoce en el marido la capacidad de anular este voto (cf. mNaz
4,3). El marido cuando entraba la mujer bajo su dominio solía decir: “Todos los votos que hayas hecho antes de pasar a
depender de mi autoridad te quedan anulados” (mNed 10,4).
611
Entre los escritos del mar Muerto, en Qumrán, se han encontrado versiones del profeta Isaías en griego.
612
Cf. DE LA POTTERIE (Madrid 1993) p.76, n.16.
613
Esta expresión indica en primer lugar que ella es objeto de la predilección, la benevolencia y la bendición divinas; en
segundo lugar, que participa de la santidad de Dios. Dicho atributo no se le pudo escapar a un alma tan cultivada y refinada
como José.
150

v. 24

“Despertado José del sueño,


hizo como el ángel le había mandado,
y tomó consigo a su mujer”

1.- Hizo

En su comentario interno, el evangelista dice que José puso en práctica las palabras del ángel y
añade que tomó consigo a su mujer. Es curiosa dicha conclusión, porque sabemos que en las palabras
del ángel está también el mandato de llevarse a su mujer. ¿A qué viene esta reiteración? ¿Desliz del
autor o intencionalidad de querer resaltar el único aspecto que le interesa: el fiat („hágase‟) de José a la
paternidad divina? Esta obediencia de José corresponde al fiat de María en el evangelio de Lc. “Como
decían los antiguos Padres, al fiat del Creador es necesario que corresponda el fiat del ser humano. El
fiat de Dios aparece alumbrado en Is 7,14. Cuando José da su fiat, el cumplimiento de la Palabra llega
a su plenitud, el conflicto se soluciona614”.
Este „sí‟ de José no es un sí superficial ni inconsciente. Es un „amén‟ al Dios de la historia que
abre en su vida una via dolorosa. La lectura asidua de los oráculos de Isaías sobre el Siervo de Yahvé
le ha abierto los ojos; sabe que ese hijo suyo será varón de dolores, conocedor de todos los quebrantos,
oveja muda al matadero que sufrirá en sus carnes el castigo que devolverá la paz a su pueblo. Aunque
su esposa lo alumbrará un día sin dolor, su irrupción en el mundo de los hombres será señal de
contradicción: con dolores de parto se realizará la salvación. La alegría mesiánica que le embarga por
este niño que le ha nacido, se verá ensombrecida por el insondable misterio de la cruz. Un misterio que
el joven José al llevar a María a su casa ya vislumbra en su horizonte.

2. Tomó consigo a su mujer

José no esperó a que transcurriera el tiempo estipulado por la tradición judía entre los
desposorios y el traslado solemne a su casa, que era de un año aproximadamente. Se apresuró a poner
en práctica el mandato del ángel, celebrando con prontitud el segundo acto del ritual matrimonial.
¿Fueron solemnes los festejos? ¿Acudieron los familiares de José que estaban en Belén y los de María
residentes en Jerusalén y „Ain Karem? Es difícil predecirlo con exactitud, pero hay dos datos que
apuntan a que los festejos tuvieron que ser restringidos: por un lado, el texto recalca su obediencia
diligente a lo ordenado por Dios. Por otro, el contexto, dadas las circunstancias del embarazo,
aconsejaba para salvaguardar la dignidad de María un traslado inmediato y una fiesta reducida para no
despertar la curiosidad o morbosidad de los asistentes. Pasados ya los tres meses, los síntomas del
embarazo comienzan a hacerse evidentes. Dicha premura le forzó a prescindir contra su voluntad de un
sector de su familia, que supuestamente ya tenía conocimiento de los desposorios y estaba organizando
los múltiples detalles que incluían los preparativos de las bodas en aquel tiempo. Es de recibo, pues,
que los habitantes de Judea debieron acoger a disgusto estas prisas y tuvieron que hacer sus conjeturas,
siempre desafortunadas, sobre esa falta de lealtad, precisamente en un hombre que gozaba de fama de
justo. Esta marginación y la ausencia de una explicación razonable debieron estar en la base del
rechazo brutal que recibió en su tierra natal de Belén con motivo del censo, y al que ya nos hemos
referido. Estos son los únicos datos disponibles que arrojan cierta luz y explican de forma congruente
una actitud tan agresiva por parte de los suyos.

614
Cf. GARCÍA PAREDES (Madrid 1995) p.56.
151
A la boda, pues, sólo asistieron algunos familiares, los vecinos de Nazaret, y, a lo más,
algunas personas conocidas cercanas. José, actuando de esta manera, se hizo aparentemente615 „injusto‟
a los ojos de los hombres, pero fue „justo‟ a los de Dios, su mujer y su hijo. No anduvo con
componendas fáciles como su antepasado Saúl, que prefirió agradar a los hombres antes que ejecutar
las órdenes de Dios, actitud que originó el rechazo divino (1S 15,10-23) y fue la causa de su ruina (1S
31,1-10).

v. 25

“Y sin haberla conocido, dio a luz un hijo,


y le puso por nombre Jesús”

1.- Sin haberla conocido

Siguiendo la analogía entre María y el Arca, la primera idea que suscita el presente texto es que
José respetó su santidad y que, al contrario del infortunado Uzzá, no la tocó porque estaba lleno del
temor de Dios. Esta ausencia de conocimiento carnal no es un inconveniente en su relación con su
mujer, sino un factor positivo que avivó su amor. Si el acto sexual realiza una imagen de Dios (cf. Gn
1,27), José no puede quedarse con la imagen porque tiene la realidad presente. Si Dios en persona está
con él ¿qué sentido tendría realizar el acto sexual? Quien ha llegado a la meta ya no necesita recorrer
el camino, quien disfruta del sol cuando más calienta ya no necesita leña para caldearse.
El texto griego „heos hou‟ („hasta‟) y su traducción latina „donec‟ dieron ocasión a Helvidio616,
Joviniano y a otros autores modernos no católicos, para negar la virginidad perpetua de María.
Interpretaron mal debido a su desconocimiento de la filología griega. Esta partícula sólo hace
referencia al pasado, sin que se incluya afirmación o negación alguna sobre el porvenir 617. El texto no
apoya la idea de la virginidad subsiguiente; pero tampoco la niega. “El hecho de que Mt no sea más
claro sobre este punto muestra que esta idea era ajena a su pensamiento y al medio para el que
escribía”618. El interés del autor se percibe claramente por el contexto: subraya la virginidad de María
en el momento del parto. El resto no entra en sus preocupaciones teológicas 619. El uso de la partícula
heos no implica necesariamente que después del punto temporal mencionado cambiara la situación,
como se puede corroborar con otros pasajes del mismo evangelio (Mt 5,25¸16,28; 28,20). Un ejemplo
claro de este uso de „heos hou‟ se encuentra en el libro de Samuel: Milká, hija de Saul “no tuvo ya
hijos hasta el día de su muerte” (2Sm. 6,23). Es evidente que en la mente del escritor se da por
supuesto que tampoco los tuvo después.

615
Recalco aparentemente porque en el fondo al salvaguardar la reputación de María y la vida del niño está amando y
sirviendo profundamente a los suyos y al mundo entero dándoles el tan esperado Mesías. Se trata de un amor no
correspondido debido a la ignorancia de los suyos.
616
Hacia el año 380, defendió que los „hermanos del Señor‟ eran verdaderos hermanos „nacidos de María y José‟. Contra él
escribió San Jerónimo su tratado De perpetua virginitate Mariae adversus Helvidium (PL 23,193-236). Pocos años
después, se hizo eco de esta herejía Joviniano, monje romano. Ambos fueron condenados por el papa Silicio el 390. (PL
16,1169-1171.
617
M. KRÁMER, “Zwei probleme aus Mt 1,18-25”, Salesianum, 26 (1964) 303-333, en pp.324-332, sostiene que el heos
hou es una traducción equivocada del original arameo „ad di‟ cuyo significado puede ser „hasta‟ o „he ahí que‟. “El
contexto inmediato favorece aquí la ausencia de implicaciones futuras, porque lo único que le interesa a Mt es subrayar la
virginidad de María antes del nacimiento del niño, para que se cumpla la profecía de Isaías”, cf. BROWN (Madrid 1982)
p.131.
618
Cf. BONNARD (Madrid 1976) p.38.
619
Sirva a modo de aclaración este símil que nos ofrece MUÑOZ IGLESIAS, IV (Madrid 1990) pp.144-145: “Si uno dice
que no piensa sembrar hasta que deje de llover, se entiende que piensa sembrar en cuanto cese la lluvia. Pero si Dios
promete no abandonar a alguien hasta que derrote a sus enemigos, no quiere decir que a partir de ese momento Dios le vaya
a abandonar. En nuestro caso, por el contexto, sólo interesa lo que pasó antes de dar María a luz.
152
Si el temor ante la cercanía de lo sagrado perturbó el alma de José durante los desposorios,
con mayor razón tuvo que mantener su temor respetuoso una vez que el Arca del Señor fue
entronizada en su hogar. María estaba llena de Dios y José era temeroso de la presencia del „Santo de
los Santos‟. La aparición del ángel disipó sus temores. José se considera el ser más afortunado de la
tierra; ama y venera a María, pero no la toca. A su mujer le sucede como a Moisés cuando, al bajar del
monte Sinaí con las tablas de la Ley, la Gloria divina le circunda transfigurándole el rostro. Desde
entonces, el libertador de Egipto no conoció más a su mujer en la carne, mas no por ello se rompió el
matrimonio. Algo parecido, pero a la inversa, sucedió con María y José. Él sabía que ella estaba llena
de Dios, pero se consideraba indigno de habitar en su tienda. Vivían unidos y tenían un solo corazón y
una sola alma formando un solo ser; pero el modus vivendi, insólito en la tierra, era semejante al de los
ángeles en el cielo.
Ya hemos apuntado que antes de los desposorios María escrutó el corazón de José y supo muy
bien en manos de quien depositaba su cuerpo y su alma. Esta fe absoluta fue correspondida por un
hombre justo que no se atrevió –al contrario del impío Uzzá- a tocar a la „Ungida‟ de Dios620. Tras la
muerte de José, María bien podría haber hecho suyo el dicho del apóstol Pablo: “sé perfectamente de
quién me he fiado” (2Tm 1,12).

2.- Le puso por nombre Jesús

Es la segunda vez que se dice que José es quien deberá poner el nombre de Jesús al hijo (v.21).
La repetición es intencional pues hace hincapié en la paternidad-responsabilidad de José y en la
importancia-significado del nombre. El evangelista, siguiendo su óptica particular, acentúa aquellos
aspectos que considera más relevantes.
Al poner el nombre el día de la circuncisión, José toma posesión de ese hijo y asume la tarea de
prepararlo y educarlo para que desempeñe un día el oficio exclusivo de Dios: quitar el pecado del
mundo. Aunque el padre de este niño es Dios, José hereda sus derechos, constituyéndose, según una
expresión feliz, en „la sombra del Padre‟621, su vicario aquí en la tierra. La paternidad de José toma su
nombre y se deriva de la paternidad de Dios.
¿En qué escuela se ha formado Jesús? ¿En la del Padre celeste de una forma totalmente
sobrenatural? ¿O más bien, Jesús, por el misterio de la Encarnación, se ha educado, como cualquier
niño hebreo, en la de su padre terreno, verdadero icono del Padre celeste? Las dos escuelas no se
contraponen si se admite que la „sombra del Altísimo‟ que cubrió a María el día de la anunciación,
cubrió más tarde a José en los años que asumió por encargo divino la tarea de darle un nombre y una
misión específica a Jesús. El niño se miró en el espejo de José, que era a su vez icono del Padre
celestial. Las dos paternidades están unidas estrechamente, pues el Dios que a través de su ángel
confirió solemnemente el encargo de ejercerla, también le otorgó de forma gradual las gracias
necesarias para desempeñarla con eficiencia.
El tema del nombre es capital para el autor pues lo repite a modo de inclusión al inicio (v. 18a:
“el origen de Jesús como Mesías…) y al final de la perícopa (v. 25c: “le puso por nombre Jesús). Con
ello está definiendo el tipo de mesianismo que va a realizar: el Mesías davídico no salvará a su pueblo
de los opresores extranjeros (Mesías nacionalista y político) sino de los pecados (Mesías Siervo de
Yahvé). Esta idea aflora en el bajo judaísmo622, aunque no con tanta claridad como aparece aquí. José
no puede iniciar a Jesús en un oficio que desconoce y que es competencia exclusiva de Dios si

620
Una de las posibles claves de lectura de la esterilidad y división de ciertas Iglesias hermanas radica en este punto: se han
atrevido a tocar la santidad de María, la madre de Dios, sin unción; por eso, se han quedado a mitad de camino. En el
diálogo ecuménico hay que presentar que una de las riquezas de la Iglesia católica está precisamente en su devoción a
Madre de Dios: el creyente no está solo en su lucha contra el demonio, el Arca de la Alianza camina junto a él y con ella va
el terror de sus enemigos. Por eso, Cristo, poco antes de morir, se la legó como herencia al discípulo amado, representante
del discipulado.
621
Es el título de una obra novelada sobre la vida del Patriarca y sobre su entorno, que ha conocido ya diecisiete ediciones,
cf. J. DOBRACZYNSKI, La sombra del Padre (Madrid 2004).
622
Cf. Salmo 17 de Salomón. “El hijo de David de los Salmos de Salomón salvará a su pueblo sobre todo preparándolo para
el juicio, es decir, purificándolo, reuniéndolo y liberándolo de las influencias extrajeras. Aquí no se nos dice cómo obrará
Jesús su salvación ni cuándo; la alusión a la cruz no está presente”, cf. BONNARD (Madrid 1976) p.36.
153
previamente no recibe una asistencia expresa. Asumir la paternidad de la nueva criatura no
significa sólo proveer los cuidados físicos, sino también los espirituales: Jesús haciendo suyos
progresivamente los sentimientos de su progenitor, le permanecerá sujeto. La Justicia de Jesús emana
por supuesto de la Justicia de Dios, pero José fue el mediador providencial que preparó a su hijo para
esta misión.
154
3.- Interpretaciones principales

Tres son las teorías principales que se han dado a la hora de examinar la situación y el estado
de ánimo de José cuando recibió de Dios la orden de acoger a María en su casa. Haremos un breve
recorrido por ellas, sirviéndonos de algunos estudios que han aparecido en estos últimos veinticinco
años623. A continuación presentaremos una cuarta que nos parece más ajustada, habida cuenta de los
datos nuevos que se han ido descubriendo.

1.- HIPÓTESIS DE LA DUDA

Después de la visitación de María a su prima Isabel, José se enteró de que estaba encinta. Como
el niño no era de él y no sabía más, sospechó que María le había sido infiel cometiendo adulterio. Pero
como era „justo‟ y no quería dar publicidad al hecho, se dispuso a entregarle en privado el libelo de
divorcio. Esta teoría resalta, por una parte, la justicia del patriarca que, por una parte, obedece a la Ley
creyéndose en la obligación legal o moral de repudiar a María y, por otra, destaca su generosidad al
tratar de dejar a salvo su fama.
Es la tesis más antigua y, aparentemente la más obvia624. El primero que la propone es San
Justino. La asumen San Juan Crisóstomo625, San Ambrosio, San Agustín y San Pedro Crisólogo.
Modernamente, Descamps626, Hill627, Schmid628, Tosato629, Romaniuk630. El más representativo en el
campo católico es R. Brown631. Este comentarista argumenta que el significado del término dikaios
(justo) aparece en el relato lucano de la infancia (1,6) cuando se aplica a Zacarías e Isabel, quienes
“eran justos ante Dios y caminaban sin tacha en todos los mandamientos y preceptos del Señor” (1,6).
Esta idea de la rectitud también aparece atestiguada en el Protoevangelio de Santiago (siglo II): “Si
oculto su pecado quebranto la ley del Señor” (14,1). Según Dt 22,20-21, María debería ser apedreada a
la puerta de la casa paterna si su marido la delatara por falta de virginidad preconyugal 632. La
aplicación rigurosa de esta ley no estaba vigente en tiempos de Jesús; en vez de la lapidación de la
adúltera, se procedía a la entrega del libelo del repudio. Acto que solía hacerse públicamente ante un
tribunal y raramente en privado en presencia de dos o tres testigos633. Un dicho de R. Aquiba defendía
que “en la justicia no tiene cabida la compasión” (Ket 9,3). José al proceder „en secreto‟ y omitir toda
explicación de lo sucedido muestra su voluntad de no exponerla a la deshonra pública entregándola a

623
DE LA POTTERIE (Madrid 1993) pp.67-97; R. LAURENTIN, I Vangeli dell‟infanzia di Cristo (Milano 1989 3ª ed.);
MUÑOZ IGLESIAS, IV (Madrid 1990) pp.49-200; BROWN (Madrid 1982) pp.42-162… etc.
624
Para BROWN (Madrid 1982) p.126, es la más convincente: “A muchas personas les puede ofender la idea de que José
pudiera considerar a María como adúltera; pero para los cristianos de origen judío del siglo I esto no restaría ningún mérito
a su calidad de hombre recto deseoso de obedecer a la ley contra sus propias inclinaciones.”
625
Cf. CRISÓSTOMO, In Matthaeum, hom. I, PG 44-45.
626
Cf. A. DESCAMPS, Les justes et la justice dans les Évangiles et le Christianisme primitiv hormis la doctrine
proprement paulinienne (Louvain-Gembloux 1950) pp.34-37.
627
Cf. D. HILL, “A note on Matthew 1,19”, ExpTim 76 (1964-1965) pp.133-134.
628
Cf. J. SCHMID, El evangelio según San Mateo (Barcelona 1967) p.65. Para este autor, el término „justo‟ no hace
referencia a su observancia severa a la ley, sino que era un hombre indulgente que no quería comprometer a su prometida
con una acusación judicial por adulterio.
629
Cf. A. TOSATO, “Joseph being a just Man (Mt 1,19)”, CBQ 41 (1979) pp.547-551.
630
Cf. K. ROMANIUK, “Joseph, son époux, qui était un homme juste et ne voulait pas la dénoncer” (Mt 1,19), ColTheol
50 (1980) pp.121-131.
631
Cf. BROWN (Madrid 1982) p.126.
632
Dt 22,13-21 es una normativa profundamente arraigada en las costumbres socio-jurídicas del antiguo mundo medio-
oriental, que tenía en gran estima la exigencia ordinaria de que la esposa fuera virgen al matrimonio, cf. GARCÍA
PAREDES (Madrid 1995) p.52, n.53. En tiempos de Jesús, el sistema legal era menos severo y la pena se reducía al
divorcio.
633
Un testimonio claro de este libelo de repudio privado, procedente de Masada, apareció en las cuevas de Murabb‟at, Cf.
P. BENOIT – J. T. MILIK – R. DE VAUX, Les grottes de Murabba‟at (Oxford 1961) pp.101-109, citado por MUÑOZ
IGLESIAS, IV (Madrid 1990) p.164.
155
la justicia y su determinación de no asumir una paternidad que no es suya. Era clemente pero
también recto.
Esta presunción de la culpabilidad de María da sentido perfecto a la instrucción del ángel si se
toma en el sentido de que informa a José para que lo concebido en ella es obra de Dios. En ese caso la
ley no ha sido quebrantada, porque María no era adúltera; había concebido bajo la acción del Espíritu
Santo, quedando intacta su virginidad. Para los partidarios de esta teoría, el mensaje del ángel tiene
como finalidad informar a José sobre su gestación sobrenatural: un dato que el esposo desconocía y
que María le había ocultado. En estos dos puntos radica la debilidad de esta interpretación.
Una modalidad defendida por algunos 634 es que José piensa en el caso de la esposa violada (Dt
22,23-27). El Targum Ps. Jonatán a Dt 22,26, que exime de muerte a la esposa violada en el campo
como indica el texto bíblico (vv.25-27), añade que el esposo debe expulsarla lejos de él (se
sobreentiende que mediante el libelo del repudio)635.
Esta primera hipótesis, según sus defensores, hace una combinación inteligente de la norma y la
compasión. Para sus detractores, resulta insostenible, ya que hace a José un formalista que guarda la
letra de la Ley a la vez que intenta evitar sus duros efectos 636; también, porque carece de base literaria,
histórica y teológica. Es falso suponer que José se vio cogido en el dilema de si María había cometido
o no adulterio637. De hecho la piedad cristiana con su sensus fidei siempre se ha resistido a aceptarla:

1) Considera como una ofensa que José, un hombre prudente y adornado con los dones del
Espíritu, trate a María como una adúltera.
2) Estima como absurdo e impensable el caso de violación, ya que desde el principio la
providencia divina no la había cubierto con su sombra. De la misma manera que defendió
al niño de las manos de Herodes, hubiera defendido a la madre de las manos de los
hombres.

Pero, la mayor inconsistencia de esta interpretación está en el hecho de que implica un cierto
conflicto en el alma de José. No existe en el texto un dato objetivo que haga alusión a dicho problema.
Un argumento en contra de la obligación legal o moral de repudiar a una mujer o novia infiel, se
encuentra en la profecía de Oseas en la que el esposo perdona a la mujer que ha faltado (Os 2,18-19.
21-22. 25)638. Es el camino perfecto ya incoado en el AT. Sin duda alguna, el justo José se encuentra
más cerca de Dios al aplicar la nueva justicia.

2.- HIPÓTESIS DE LA BONDAD

José se abstuvo de un juicio precipitado; nunca dudó que María fuera inocente. Por tanto, su
justicia guarda estrecha relación con la compasión y la clemencia (Sal 112,4; Sal 37,21). La secuencia
de los acontecimientos sería la siguiente:

1. José ignora la concepción virginal.


2. No sabe qué pensar cuando ve o se entera que María está encinta, pues se halla
convencido de su inocencia. El hijo que va a nacer no es ciertamente suyo, pero
no puede creer en la culpabilidad de su mujer.
3. Por eso, suspende todo juicio al respecto.
4. En su mente no desea hacer público el asunto, por ello intenta divorciarse
secretamente.

634
Cf. A. TOSATO, “Joseph, Being a Just Man (Mt 1,19)” CBQ 41 (1979) pp.547-551.
635
Cf. MUÑOZ IGLESIAS, IV (Madrid 1990) p.163.
636
Dado que el precepto de Dt 22,20-21 exige un castigo en caso de adulterio de la esposa, el plan de José no se puede
considerar como legal en sentido estricto, cf. LUZ (Salamanca 1993) I, p.144, n.41.
637
Cf. HENDRICKX (Madrid 1986) p.47.
638
Cf. McHUGH (Bilbao 1978) p.228.
156
Dicha interpretación trata de armonizar la „justicia‟ de José con su decisión de silenciar lo
ocurrido. Estaba convencido de la inocencia de su mujer y, por consiguiente, juzgó injusto someterla al
deshonor de un divorcio público. El abandono sería en secreto. En tal caso, como afirma F. Suárez, la
Virgen ya no sería una mujer rechazada, sino una mujer abandonada; no una mujer que purga una
falta, sino una mujer que sufre una falta ajena. Según esta solución el culpable era él por dejar
incumplida su palabra y abandonar sin explicación a su mujer y el fruto del matrimonio 639. Según esta
teoría, queda resaltada a los ojos del creyente la santidad de José. Su más insigne defensor fue San
Jerónimo640; se prosigue en la Glossa ordinaria641 de la Edad Media; entre los modernos, destacan
Maldonado642 y San Bernardino de Siena643 En el siglo pasado, la defendieron Knabenbauer644 y
Lagrange645, Durand646, Ricciotti647, Gomá Civit648, entre otros.
Esta segunda teoría no aclara la decisión de José de separarse de María para evitar su
difamación. Pues, es evidente que la separación, aunque fuese en secreto, no podría evitar las
habladurías y más en un villorrio donde todo el mundo se conoce. Más pronto o más tarde lo acaecido
saldría a la luz. Si el embarazo durante el tiempo de los desposorios no estaba muy bien visto en los
ambientes piadosos, mucho peor hubiera sido para el honor de María la ruptura entre los dos cónyuges.
Los partidarios de esta hipótesis argumentan que en este caso queda salvada la bondad de José quien
con el repudio privado reducía al mínimo el inevitable escándalo649. Pero no deja de existir cierta
incongruencia entre el temor a aceptarla como su esposa y la seguridad de su inocencia. Un justo, a
imagen de Yahvé, siempre se pone de parte de los oprimidos, más aún si son inocentes.
Como ha sugerido Léon Dufour650, las dos explicaciones propuestas reducen el misterio de la
concepción virginal a un problema psicológico: ponen a José ante el dilema de que María es adúltera o
es inocente. Pero no está aquí el punto focal de la revelación del ángel, sino en revelar el papel que
José ha de desempeñar en el misterio.

3.- HIPÓTESIS DEL TEMOR REVERENCIAL

Algunos exegetas han dado un paso más: sostienen, por un lado, que José es considerado justo
porque no ha querido apropiarse de una descendencia que venía de Dios y que no era suya: y, por otro,
que debió conocer la intervención milagrosa del Espíritu Santo en María, y, por humildad, se decidió a
abandonarla. Unen estrechamente a lo anterior el final de 1,18: “resultó que esperaba un hijo por obra
del Espíritu Santo”. Dicho conocimiento por parte de José pudo ser el resultado de una intervención
divina directa o de una iniciativa personal de María. Bajo esta óptica, en Mt 1,20-21 el ángel no da una
información sobre un misterio que ya José conocía, sino que le encomienda la misión de hacerse cargo
del niño, a pesar de su maternidad divina. El ángel no informa sino que confirma oficialmente la
concepción virginal651. La finalidad del mensaje es única: resaltar el papel de José652. Da una orden y
la apoya repitiendo lo que ya sabe. Sería, pues, este mandato de acoger a María lo que resuelve su
crisis.

639
Cf. SUÁREZ (Madrid 2000) p.61.
640
Cf. PL 26, 24.
641
Sermo 1 de Sancto Joseph, en Opera (Venecia 1745) IV, p.235.
642
Cf. J. MALDONADO, Comentario a los cuatro Evangelios, I (Madrid 1950) pp.129-130.
643
Cf. ML 147,70.
644
Cf. J. KNABENBAUER, Commentarius in Mattaeum (Paris 1892) p.53.
645
Cf. M. J. LAGRANGE, Évangile selon Saint Matthieu (Paris 1923) p.11.
646
Cf. A. DURAND, Saint Matthieu (1927) p.8.
647
Cf. G. RICCIOTTI, Vita di Gesu Cristo (Milano 1941) pp.267-269.
648
Cf. I. GOMÁ CIVIT, El Evangelio según San Mateo I (Madrid 1966) p.34.
649
Cf. MUÑOZ IGLESIAS, IV (Madrid 1990) pp.165-166.
650
Cf. LÉON-DUFOUR (Madrid 1982) pp.72-73.
651
Cf. LÉON-DUFOUR (Madrid 1982) p.73.
652
“El Hijo de David, que tiene por misión servir de padre al Niño, debe tomar consigo a la madre del Salvador no
precisamente por causa de la concepción virginal, sino, casi podríamos decir, a pesar de ésta. Si es verdad que el Espíritu
Santo es el autor de la concepción, no es lo menos que José ha de desempeñar una determinada función en el nacimiento
milagroso”, cf. LÉON-DUFOUR (Madrid 1982) p.76.
157
La separación no es debida a la duda sino a la ley de santidad por la que se rigen los justos
en el AT: lo santo y lo impuro no pueden cohabitar juntos. La presencia de Dios produce en el creyente
sentimientos de temor invencible, como ya hemos analizado en algunos personajes del AT y del NT:
así le sucedió a Moisés con motivo de la teofanía en el monte Sinaí y a Isaías en la visión de Yahvé en
el Templo; Pedro se llenó de temor ante la grandeza del poder de Cristo y le suplicó que se apartara de
él; de la misma manera, el centurión no quiso que el Maestro entrara en su casa, pues se consideraba
indigno de su presencia. Cuando Dios irrumpe visiblemente en la historia del hombre, el „justo‟ se
retira con temor reverencial ante la majestad de Dios 653. En nuestro caso concreto, José teme dar el
último paso de recibir en su casa a una persona que se ha constituido en el Santuario viviente de la
Presencia divina.
Los defensores de esta tercera vía se apoyan, como punto de partida, en cuatro datos aportados
por la filología moderna654:

1. El significado de justo („dikaios‟) como hombre que se retira respetuosamente ante la


intervención de Dios.
2. La traducción del verbo „deigmatisai‟ como „dar a conocer‟, „sacar a luz‟, „revelar‟, en
vez de denunciar, infamar o poner en evidencia.
3. El verbo „apolusai‟ no puede significar, técnicamente hablando, „repudiar‟, puesto que
el divorcio es un acto público y aquí el verbo se halla acompañado por el adverbio
„secretamente‟. Su traducción más ajustada sería „alejarse, separarse, mantener la
distancia‟.
4. La conjunción „gar’ unida a „men‟ y „de‟ introduce una especie de paréntesis
explicativo; se trata de un gar „de alcance diferido‟ o „con matiz concesivo‟, cuya
traducción más exacta sería „pues ciertamente…‟, „por el hecho de que…‟ o
„aunque…‟.

Tales aportes filológicos engarzan bien con las grandes corrientes de la Tradición655 y con la
visión teológica particular de Mt que destaca la misión de José.
Esta teoría la defendieron en la antigüedad Eusebio656, San Efrén657 y Teofilacto658 y se
encuentra expuesta con claridad en una homilía atribuida erróneamente a Orígenes659. En la Edad
Media, fue San Bernardo660 su más ilustre defensor. Ya en la Edad Moderna, el jesuita Salmerón661 se
constituyó en su gran campeón. En el siglo pasado, la ha asumido K. Rahner 662 y, poco después, con
mayor aparato exegético, Léon-Dufour663 y de la Potterie664, a los que se han unido un buen número
de autores recientes (Pottier, Pelletier, Radermakers, Laurentin, McHugh, Pozo, Caffarel).

653
DE LA POTTERIE (Madrid 1993) p.85.
654
Para un estudio conciso y claro sobre la nueva traducción de estos cuatro términos, cf. DE LA POTTERIE (1993) pp.69-
73; 87-90.
655
Cf. DE LA POTTERIE (Madrid 1993) pp.92-97.
656
Cf. PG 22,884.
657
Cf. Comentario del Evangelio concordado, CSCO, 145 (1954) pp.18-19.
658
Cf. PG 123,156.
659
Cf. Pseudo-Orígenes, GCS, XII, I, p.241.
660
Cf. Hom “Super missus est”, II, 14; PL 183, 68.
661
Cf. A. SALMERÓN, Commentarii in Evangelia, vol.3, (Colonia 1962) p.237a.
662
Cf. K. RAHNER, “Nimm das kind und seine Mutter”, en Geist und Leben 30 (1957) pp.14-22.
663
Cf. LÉON DUFOUR (Madrid 1982) pp.67-82.
664
Cf. DE LA POTTERIE (Madrid 1993) pp.67-97.
158

4.- Nueva interpretación

HIPÓTESIS DEL MUTUO ACUERDO

La serie de datos bíblicos, históricos y sociológicos analizados en los capítulos anteriores han
aportado cierta luz para dar otro paso más y elaborar una lectura nueva sobre la reacción de José antes
de tener el primer sueño. Se trata de la misma teoría del temor reverencial, pero evolucionada en
algunos aspectos. En su apoyo está el paralelismo entre el relato del traslado del Arca de la Alianza por
parte de David y el subsiguiente traslado de la Nueva Arca (María) por parte de José. Los dos tienen
reparos en acogerla en su casa por el santo temor que les invadió, como ya hemos explicado
anteriormente. Esta correspondencia tan estrecha entre el jefe del clan (David) y su heredero espiritual
(José) no ha sido esgrimida por los comentaristas y biógrafos del santo. Sin embargo, el paralelismo
parece concluyente y uno sirve de clave interpretativa del otro.
La venida del Mesías al mundo, que tuvo como protagonista principal a Dios, se hizo realidad
gracias al concurso de dos voluntades humanas que hicieron suyo el proyecto divino prometido en la
Ley (“enemistad pondré entre ti y la mujer, entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza”, Gn
3,15) y anunciado por los profetas. José y María, iluminados por la Palabra y dóciles a los designios de
Dios, actuaron al unísono para preparar los caminos al Redentor 665.
Mt en la explicación que hace Jesús de la parábola del sembrador, la primera de su discurso
parabólico, dice que la semilla “que fue sembrada en tierra buena, es la del que oye la Palabra y la
comprende: éste sí que da fruto y produce, uno ciento, otro sesenta, otro treinta” (13,23). Nadie mejor
que ellos dos representan ese terreno abonado donde prendió la semilla hasta dar el número de ciento,
que es el número del Mesías666. La Providencia divina hizo de dos mundos distintos un universo
perfecto: ambos, al contacto con las Escrituras, lograron fundirse en un solo corazón y formaron una
sola carne. Los tiempos estaban ya maduros para que sin fisuras y sin traumas naciera el Deseado de
las naciones. Un nacimiento que fue preparado meticulosamente por la mano previsora de Dios.
Dicha preparación ya se dio en el AT con la figura de José de Egipto, cuyos rasgos
prefiguraban la llegada de otro hombre lleno del „Espíritu del Señor‟. Las numerosas correspondencias
entre los dos personajes y la importancia que la figura del Virrey de Egipto adquirió, por una parte, en
la cultura helénica y en las tradiciones samaritanas y, por otra, a los ojos de los cristianos de la primera
y segunda generación, han dado pie a Mt para presentar al padre de Jesús como un nuevo José. Si
el primero sustentó al pueblo con un maná perecedero, el segundo lo alimentó con el pan eterno, “el
pan que baja del cielo para que quien lo coma no muera” (Jn 6,47) y con “su carne para la vida del
mundo” (6,51). También José de Egipto es figura del Siervo de Yahvé que sufre en su carne la
injusticia de sus hermanos, responde al mal con el bien y ofrece su vida en rescate de muchos. José de
Nazaret, al ser el icono del Padre celeste y el espejo donde se mira su hijo, le inició en el arte de
negarse a sí mismo y de no resistirse ante el mal, pues sólo un manso cordero pudo educar a Aquel que
sería “el cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn 1,29).

665
Como sostiene la teología católica clásica, José, “al ser elegido para esposo de la Virgen María y padre virginal de
Cristo, fue también asociado de un modo singular a la redención del género humano”, cf. B. LLAMERA, Teología de San
José (Madrid 1953) p. 153. Dicho autor sostiene que su cooperación fue, a la vez, real, objetiva y singular, cf. o. c. pp.154-
165.
666
Abrahán, el primer oyente de la Palabra, engendró a Isaac, figura de Cristo, a la edad de los cien años: “Abrahán tenía
cien años cuando le nació su hijo Isaac” (Gn 21,5). De ahí que este número haya pasado en la tradición bíblica como el
número del Mesías.
159
También el profeta Isaías profetizó el nacimiento de un germen que brotaría del tronco
seco de Jesé, padre de David. En la aurora del Evangelio, el ángel comienza su anuncio llamando a
José „Hijo de David‟, un título que, el resto de las veces, en el NT está reservado a Jesucristo. La
intencionalidad de Mt es clara: José, como padre del Mesías, recibió con antelación una Vida que más
tarde transmitiría de forma progresiva a su hijo; el Espíritu con sus siete dones se posó sobre él para
que pudiera cumplir el cometido sobrehumano que Dios le encomendó: la educación del Mesías
Salvador. Fue la Sabiduría que asiste a Dios en el gobierno del mundo (cf. Sb 9,1-6) la que le llevó a
realizar los dos grandes descubrimientos de su existencia: el carácter mesiánico del oráculo de Is 7,14
y la mujer que le daría cumplimiento. No es fácil dilucidar cual de los dos fue el primero, seguramente
cada uno contribuyó a la comprensión del otro. Profecía y realidad se iluminaron mutuamente.
Ya hemos analizado que el núcleo del anuncio del ángel (Mt 1,18-25) lo constituye esta cita. El
autor sagrado, a la hora de organizar los materiales y esbozar su evangelio de la infancia, lo ha
estructurado en torno a una introducción y a cinco relatos a los que acompañan otras tantas referencias
bíblicas seleccionadas con esmero y que constituyen la clave interpretativa de cada texto. El primer
relato concluye con la predicción mesiánica de Is 7,14. ¿Es este texto el que da origen al episodio o,
más bien, es el episodio el que provoca la cita de Isaías? Tras el análisis detallado de los datos, se
puede afirmar que el evangelista no yuxtapone la cita a un texto para dar su visión particular, sino que
saca a la luz una tradición histórica que ha recibido del cristianismo primitivo. El acento, pues, no está
puesto en su visión particular, sino en el protagonista real de la acción, el padre del Mesías que fue el
que necesariamente tuvo que hacer el puente entre su prometida María adornada con el carisma de la
virginidad y el oráculo del profeta Isaías. De hecho, él es el actor principal del relato de la infancia y su
nombre aparece al principio del anuncio (“José no temas”) y al final (“tú le pondrás”).
Como bien observa Muñoz León, la cita ha sido motivada por simple analogía verbal (Gerezah
shawah667) entre lo ocurrido en el NT y el texto de Isaías en la traducción de los LXX; son varios los
términos comunes: virgen (1) concebir (2), dar a luz (3) e imponer el nombre (4). ¿Fue José el primero
que detectó semejantes correspondencias al hacer el descubrimiento de los deseos de María de
permanecer virgen, al oír de sus labios su concepción por obra del Espíritu Santo y al recibir el
mandato de ponerle un nombre? Probablemente sí, dada su condición de „hombre del libro‟ y su don
profético especial de interpretar las claves de la historia. No hay que olvidar que este método derásico
de asociación de textos, basado en las siete reglas de Hillel, era el más extendido por aquel tiempo en
las sinagogas a la hora de interpretar el Libro sagrado. Los grupos religiosos (fariseos, saduceos,
esenios…) lo utilizaban con naturalidad, por más que a nosotros nos parezca a veces extraño y hasta
arbitrario668. José, padre del verdadero Maestro de Israel, tuvo necesariamente que tener acceso a él.,
pues de las escuelas rabínicas pasó a las sinagogas; a través de ellas, llegó a las primeras comunidades
judeocristianas, que fueron sus inmediatas herederas. La coincidencia entre la situación vivida por el
joven José y el relato de Isaías tampoco le debió pasar desapercibida a los cristianos reunidos en la
casa donde creció y vivió Jesús. En ella la arqueología ha descubierto un baptisterio y la presencia de
una comunidad. Es presumible que dicha tradición llegase al evangelista por este medio.
¿Rompió Mt los métodos tradicionales de interpretación, como más de uno ha sugerido?669
Creemos que no. Esos métodos precisamente fueron puestos por la Providencia para se hiciera una
lectura global del AT centralizada en la persona de Jesús. No hay ruptura entre el AT y el NT, sino
continuidad. No hay que extrañarse que el evangelista considere como mesiánicos varios textos que no
eran tenidos como tales por algunos intérpretes de su tiempo; la experiencia del Cristo Pascual, en
quien confluyen todas las Escrituras, dio anchura, longitud y profundidad a su mirada judía.

667
Se trata de la segunda regla de Hillel para la interpretación de un texto bíblico: significa exégesis por analogía que puede
ser analogía de contenido o pura analogía verbal. Esta regla “se funda en la convicción de que una palabra en dos textos
distintos entraña una relación entre ambos. La palabra es la cosa. La igualdad de palabras entraña la igualdad en las cosas.
Se trata de imantación de las palabras con el mismo signo. En realidad se trata de lo que llamamos textos paralelos pero con
mayor libertad, puesto que la recurrencia de una sola palabra puede bastar para relacionar ambos textos”, cf. D. MUÑOZ
LEÓN, Derás. Los caminos y sentidos de la Palabra Divina en la Escritura (Madrid 1987) p.296, n.455.
668
Cf. J. M. ARTOLA – J. M. SÁNCHEZ CARO, Introducción al estudio de la Biblia, 2. Biblia y Palabra de Dios (Estella
1989) p.251.
669
Cf. GARCÍA PAREDES, EphMar 43 (1993) p.41.
160
Constituyó una plataforma excelente para llegar al conocimiento completo de la verdad. El
judaísmo oficial, al rechazar a Jesús, la desestimó, por eso, el viejo Israel sigue todavía hoy ciego y
disperso, dando vueltas en el desierto de su historia en torno a la obsoleta montaña del Sinaí.

La secuencia de acontecimientos, que ya hemos esbozado, pudo desarrollarse de la siguiente


manera670:

1. Por una parte, Mt llama a José ‘Hijo de David’, un apelativo que indica la conciencia
lúcida por parte del evangelista de su pertenencia a una estirpe de la que nacerá el
heredero de la promesa que Dios hizo a su padre. Por otra, el evangelista no es el
redactor principal de la genealogía del primer evangelio (Mt 1,1-17), sino que debió
recibirla así de la casa de José. Aunque no se nieguen ciertos elementos redaccionales,
ya que Mt al configurar su listado lo utiliza y adapta con vista a sus fines teológicos, es
indudable que se basa en documentos sólidos y ciertos, ya que entre los hebreos era un
deber sagrado la conservación de la lista de los antepasados. En el Templo había una
comisión permanente encargada de examinar los árboles genealógicos de sacerdotes y
levitas. Así mismo debió suceder también entre los davídicos671. Es natural que el
entorno de José se hubiera preocupado de conservar cuidadosamente sus tablas
genealógicas para probar que Jesús era un descendiente directo de David. Tal lista,
patrimonio de su casa, tuvo que llegar a manos de los cristianos de la segunda
generación, o bien a través de María o bien a través de alguno de sus familiares más
cercanos.

2. Tanto José como María estaban familiarizados con los textos mesiánicos del profeta
Isaías, verdadera joya de la sinagoga de Nazaret. Es un hecho demostrado que ya en
tiempos de Jesús se procedía a la lectura de algunos textos proféticos: la Haftarah672. Si
José, como era la costumbre, se casó con María alrededor de los 20 años e ingresó como
miembro adulto en la sinagoga a los 13, dispuso por lo menos de siete años de lectura
asidua del Rollo de Isaías. María, que ingresó a los doce, antes de acceder al
matrimonio. también debió de estar al tanto de su contenido, guardando y meditando
cada una de sus palabras en su corazón. Durante esos años oscuros, al contacto general
con las Escrituras y, más en concreto, a la sombra de los oráculos de Isaías, tuvo que
fraguarse la alianza matrimonial de José y María.

3. De entre los numerosos textos mesiánicos de Isaías, un pasaje debió ser objeto especial
de la reflexión de José, debido a su carácter enigmático: el oráculo del Emmanuel (Is
7,14). En él se anuncia que Dios concederá la salvación por medio de un rey, sucesor de
David. Esta profecía, en clara línea de continuidad con el oráculo del profeta Natán a
David (2S 7, 1-16)673 -el primer eslabón de las profecías sobre el Mesías (Is 7,14; Mi
4,14; Ag 2,23)- tuvo que levantar muchos interrogantes y dejar una impronta profunda
en su espíritu, ya que el evangelista Mt, fiel a las tradiciones recibidas de la casa de
José, la ha convertido en su primera cita de cumplimiento y le ha otorgado el puesto
más destacado: se encuentra en el primero de los tres anuncios del ángel (1,20-21; 2,13;
2,20), el más relevante de todos.

670
Hacemos una síntesis final con el inevitable riesgo de parecer en algún punto reiterativo.
671
Cf. GASNIER (Madrid 1980) pp.19-20.
672
La sucesión de éstos todavía no estaba fijada en el NT, de ahí que no existía propiamente la „lectura continuada‟ como
se hacía con el Pentateuco. Normalmente las sinagogas más importantes disponían de antologías de textos proféticos. Es
sorprendente la presencia en Nazaret del libro completo de Isaías.
673
Como comenta R. DE VAUX, BJ (Bilbao 1983) p.342, “la profecía se elabora a base de una contraposición: no será
David quien edifique una casa a Yahvé, v. 5, sino que será Yahvé quien levante una casa (dinastía) a David, v.11. La
promesa concierne esencialmente a la permanencia del linaje davídico sobre el trono de Israel, vv.12-16.”
161
4. El taller del padre de José distaba poco de Séforis, ciudad helenófila, elegida por
Herodes Antipas como capital de Galilea. Los estudios arqueológicos han demostrado
que sobre sus ruinas se emprendieron, una vez nacido Jesús, grandiosas obras y que el
idioma empleado entre los obreros más cualificados y los comerciantes de la época era
el griego de la koiné. José, que ya se vio obligado a practicar en el Egipto helenizado de
los Ptolomeos los rudimentos de esta lengua, debió desarrollar sus conocimientos a la
hora de apalabrar los contratos y escribir las facturas. Por otra parte, es verosímil que
las comunidades judías helenistas, residentes en Séforis, utilizaran como texto oficial la
versión griega de los LXX, ya presente en la Palestina de Jesús como se ha podido
comprobar en los descubrimientos de Qumrán. Como celoso guardián de la Palabra,
José debió conocer tanto la traducción del término hebreo almah (doncella, Is 7,14) por
parthenos (virgen) como su subsiguiente corriente de interpretación; dicha variante
muy extendida por el judaísmo helenista tuvo que atraer su atención, pues el hecho de
que la madre del Mesías fuera una mujer virgen, planteaba serios problemas difíciles de
resolver:

a) ¿Si la esencia de la mujer hebrea es la maternidad, dónde se puede


encontrar una doncella abierta a la virginidad? Es cierto que se ha dado algún
caso aislado de celibato entre los hombres, al que ya hemos hecho alusión, pero
nunca ha sucedido lo mismo entre las madres de Israel.
b) Si una virgen tiene un hijo sin marido, caería sobre ella el castigo de
la Ley (cf. Dt 22,23-27) y la deshonra sobre su familia.
c) La única vía de salida a estos planteamientos es que aparezca un
esposo que la proteja, le dé cobertura y esté dispuesto a hacerse eunuco por el
Reino de Dios. Sólo así la virginidad de la doncella y el nacimiento del Mesías
tendrían garantías de supervivencia y de santidad. Pero ¿dónde se encuentra un
hombre que esté dispuesto a hipotecar su simiente para secundar los planes
salvíficos de Dios?
d) A estas tres dificultades internas, hay que añadir una cuarta
circunstancial: el nacimiento del Mesías debe guardarse en el más absoluto de
los secretos ya que la casa de Herodes lo está buscando afanosamente para
matarlo.

A los ojos de José, el segundo y el tercer problema tendrían fácil salida si


apareciera sobre la tierra un hombre justo (sadiq), como era su caso. El cuarto, no sería
insuperable su puesta en práctica, pues en la escondida Nazaret o en las montañas de
Judá se podría pasar desapercibido. El primero es el que resultaría de más difícil
resolución, pues no hay ningún precedente entre las mujeres de Israel del don de la
virginidad. La hija de Jefté pidió a su padre dos meses para llorar por los montes su
virginidad con sus compañeras antes de ser inmolada (Jc 11,37), por no tener
participación en la recompensa (Sal 127,3) o en la bendición que es el fruto de las
entrañas (Sal 123,3-6), sino en el oprobio (1S 1,11; Lc 1,25)674. Morir sin descendencia
se miraba como una desgracia y un deshonor para una mujer. Más aún, conforme se
acercaban los tiempos mesiánicos toda doncella hebrea soñaba con ser la madre del
Mesías. Estas cuestiones debieron pasar como una película por su mente cuando
meditaba a solas o comentaba con sus padres o su prometida el pasaje de Is 7,14.

5. Una vez consolidada su relación con María, debió reflejar en sus diálogos estos
problemas que pasaban por su mente en torno a la figura del Mesías. Fue entonces
cuando descubrió en ella su disposición a permanecer en el estado de virginidad. ¿Fue
él con sus reflexiones quien despertó en María el deseo de ser la madre del Redentor y -

674
Cf. LÉON-DUFOUR (Barcelona 1982) p.955.
162
como consecuencia- la vocación a la virginidad o ya María de una forma
sobrenatural tenía tal disposición? No hay testimonio alguno en una dirección u otra. El
camino más humano es el primero. Pero el de hechura más divina –el que desde siempre
ha creído y profesado la fe de la Iglesia- es el segundo: desde su gestación, María creció
con esta vocación. La respuesta a su pretendiente, como más tarde haría con el ángel
Gabriel (“yo no conozco varón”, Lc 1,34b), tuvo que grabarse a fuego e inundar de
silencio meditativo el alma del joven José. Era un hecho insólito y sin parangón en la
historia de Israel. Con María delante, lo que antes era una mera especulación se
convirtió en una realidad evidente. Este hallazgo de la virgen de Nazaret es lo que le
llevó a descubrir e interpretar en clave mesiánica la predicción de Is 7,14. Así lo
consigna fielmente la tradición mateana.

6. Su amor a Dios y a María le llevó a tomar una decisión que marcaría un punto de
inflexión en su vida y en la historia del mundo: hacerse célibe por el Reino (Mt 19,12),
pues sólo así podría irrumpir en la tierra el Salvador, ya que sólo la unión de María de
procedencia aaronita (tribu de Leví) con un hombre de la estirpe de David (tribu de
Judá) posibilitaba que el Mesías fuera también davídico. ¿Llegó José a la conclusión de
que María era la mujer elegida por Dios? Es probable que sí. Hay tres indicios que nos
orientan en esta dirección:

a) José gozaba de un don profético preternatural, como su antepasado


José de Egipto. La castidad vivida heroicamente y la posesión del Espíritu por su
condición de hombre justo e hijo de David, le abrían las puertas del futuro. De
hecho sus visiones nocturnas son una forma de lenguaje: como buen sadiq
(justo) escrutaba regularmente la Palabra durante el día y encontraba con
frecuencia la respuesta a sus planteamientos durante la noche. Gracias a esta
visión profética y a su familiaridad con Dios, hizo el hallazgo más importante de
su existencia: el de la mujer que llegaría a ser mediante su concurso la madre del
Mesías.
b) Si primero José sintió fascinación por el Libro, después quedó
deslumbrado por esta mujer sin igual; su deseo de virginidad y su abandono
incondicional a los planes de Dios le llevaron al convencimiento de que era la
mujer elegida. Con ella, como compañera, la ruta era segura.
c) Pero la razón más importante es porque de facto sucedió así, como nos
ha llegado a través de la tradición. Al desposarse con María, la tierra estaba
preparada para que lloviera el Salvador. De mutuo acuerdo lo decidieron, como
en un pacto sagrado, de forma que el nacimiento del Mesías fue una obra
maestra a tres bandas: Dios que lo planificó, José que lo descubrió y María que
lo hizo carne. Ambos secundaron la iniciativa divina: primero, cada uno por su
cuenta; después, de mutuo acuerdo asociados en santo matrimonio. Por la fe,
como sus antiguos padres, los dos apostaron fuerte y no quedaron defraudados.

7. Una vez celebrados los desposorios, María recibió el anuncio del ángel. Es inadmisible
en un matrimonio tan ejemplar, donde todo se pone en común, que un acontecimiento
tan esperado por los dos y tan trascendental para el mundo, María lo mantenga en
secreto, ocultándoselo a José. Como el ángel no le dio ninguna orden en este sentido,
este silencio iría en contra de la esencia del amor. El primer cántico –Magnificat- y el
primer anuncio –Kerigma- no los realizó ante Isabel sino que los debió hacer en
privado ante su esposo. No queda consignado por escrito porque las Escrituras son
como el iceberg: sólo hacen visible una de las diez partes que lo componen. El resto de
la historia queda oculto -mas no por ello deja de ser real- y espera su turno para salir a
la superficie.
Tal acontecimiento pudieron celebrarlo poco en común ya que su esposa por
sugerencia del ángel se fue „con prontitud‟ (Lc 1,39) a casa del sacerdote Zacarías a
163
visitar a su prima Isabel. Como es natural en una pareja bien avenida, no partió sin
dar previo aviso a José: o bien le comunicó el feliz acontecimiento personalmente o bien
a través de su familia o de „los amigos del novio‟, como era costumbre en Israel. El
motivo esencial de su partida no era el de servir a Isabel en su ancianidad sino el de
anunciarle la alegre noticia de la llegada del Salvador675. En esta primera misión
itinerante de los tiempos nuevos, María llevó a su prima la Palabra ya escrita en su
carne, conforme habían anunciado los profetas. “Se quedó allí unos tres meses” (Lc
1,56), el mismo intervalo que permaneció la antigua arca de la alianza en casa del
sacerdote Obededón (2S 6,11).
Este intervalo marcó profundamente el alma de José, de forma que al regreso de su
esposa, un santo temor había inundado su alma. José se consideraba indigno de
entronizar a María, tabernáculo de la divinidad, en la humildad de su casa. “Ella
contenía en su vientre lo que el mundo entero no podía contener”676. Solamente un judío
altamente religioso entiende este estupor sagrado que invadió a José. Era algo tan
sobrecogedor que la shekinah del Altísimo plantara su tienda junto a sí, que sólo una
intervención celeste podría disipar su temor ante lo sobrenatural.

8. El punto culminante del anuncio del ángel está en el encargo encomendado a José de
ejercer de padre del Mesías y de educarlo en el arte de perdonar los pecados del
mundo. Una misión que a todas luces le superaba, pero, como hebreo fiel, sabía que en
el envío ya estaban incluidas la gracia y el poder. Así sucedió con sus antepasados: con
Moisés sucedió así cuando mostró su impotencia para hacer frente al faraón y sacar a
Israel de Egipto. Yahvé le respondió: “Yo estaré contigo” (Ex 3,11). Un temor parecido
invadió a David la víspera de su combate contra Goliat. Solamente la certeza de que
“Yahvé, Dios de los ejércitos” (1S 17,45), iba con él le dio la seguridad en el combate y
la clave de la victoria. La heroína Judit no desfalleció en el campamento enemigo ni su
frágil brazo tembló ante Holofernes, porque con ella estaba “la fuerza de Dios” (Jdt
13,4). De la misma manera, el esposo de María, investido de la fuerza del Altísimo, se
dispuso a desempeñar la tarea de ser padre y custodio del Redentor.

En definitiva, José de Nazaret fue el hombre providencial que en la aurora de los nuevos
tiempos encontró la mujer ideal y se desposó con ella. Como María era una doncella „virgen‟ se hizo a
sí mismo virgen para que irrumpiera en la tierra el Salvador. En este sentido, se ha afirmado que María
virginizó a José677. Pero, bajo esta nueva perspectiva, se podría dar un paso más: fue el Dios de la
historia, el Uno y Trino, quien virginizó a los dos. Dicho misterio de amor, vivido a dos bandas, dio su
fruto. José, como su antepasado el hijo del patriarca Jacob, gobernó con sabiduría, prudencia y mano
fuerte la Casa de David. Es cierto que durante algún tiempo vivió en la penumbra a los ojos de los
hombres, pero nunca a los ojos de Dios, pues no “se enciende una lámpara para ponerla debajo del
celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa” (Mt 5,15).
Gracias al concurso de José y María, el plan de salvación concebido por las entrañas de misericordia
de Dios, prefigurado en Moisés y anunciado por los profetas, del mero sueño pasó a ser gozosa
realidad.

675
Si María permaneció tres meses y era el sexto mes cuando recibió el anuncio del ángel, quiere decir que sólo se quedó
hasta el nacimiento de Juan Bautista. Si la motivación hubiera sido el servicio no se hubiera marchado, pues una mujer
cuando ha dado a luz necesita de mucha más ayuda que durante los últimos meses de embarazo.
676
Cf. ANÓNIMO, Obra incompleta sobre el Evangelio de Mateo,1, PG 56, 635.
677
Se ha hecho célebre esta frase acuñada por J. Guitton.
165

EPÍLOGO

Al inicio de nuestro trabajo aludíamos a la necesidad urgente del retorno a José, uno de los
filones más bellos y menos aprovechados de cuanto nos ofrece el rico depósito de la Revelación. En
medio de un mundo que ha perdido el oriente y se encuentra dividido y confuso en un mar de tinieblas,
se hace más necesaria que nunca la luz de los testigos de la fe. De entre todos ellos, sobresale la figura
de José de Nazaret, el hombre providencial que colaboró para que llegasen a buen término los planes
redentores de Dios. Su gesta, de hondo calado, supera con creces la de su antecesor José de Egipto.
Éste, el hijo de Jacob y Raquel, marcó un punto de inflexión en el AT: la castidad, vivida en
grado heroico, le dio acceso al don profético y le dotó de una capacidad de sufrimiento tan alta que le
hizo autor de una obra que asombró a los hombres de su generación. Traicionado por los suyos,
vendido como esclavo, calumniado y vilipendiado por todos, aprendió el arte de amar a sus enemigos ,
devolviéndoles el bien por el mal. Fue el artífice de una hazaña que conmovió al mundo: salvó al
género humano de la peor hambruna de la historia. A los ojos de muchos en Israel, fue el héroe más
grande nacido de mujer.
Lo que en José de Egipto sucedió en figura, se hizo realidad en la persona de José de Nazaret.
Gracias a su celibato, vivido y asumido desde la libertad, el Emmanuel (“Dios con nosotros”) se hizo
presente y la obra de la Redención pudo hacerse realidad. No fue un hombre gris, un artesano de aldea
que nunca dijo nada, ni hizo nada que mereciera la pena reseñar, ni tampoco una caña que se lleva el
viento, como es todo aquel que vive zarandeado por el vendaval de sus pasiones, sino que fue un
israelita de verdad que tuvo sus raíces en el Cielo.
Fue un prodigio salido de las manos de Dios: célibe y, a la vez, casado; virgen y también padre;
rey como David y no llevó corona; transmisor de la fe y siempre estuvo callado; desconocido en vida,
adquirió un nombre por encima de todo nombre; siendo el último, llegó a ser el primero; de siervo se
convirtió en señor de su Señor; sin derramar simiente, dio el más grande de los frutos.. Su casa fue la
tierra silvestre donde creció la buena semilla y dio el ciento por uno. No conoció a la Iglesia y es, sin
embargo, el primer creyente y su protector universal. Amó en vida con locura a una mujer sin dejar,
por ello, de amar a todos. Murió sin descendencia y todo el mundo le invoca como Padre. Su mismo
Hijo hizo de él el mejor de los elogios: José es el primer célibe de la historia que se hizo eunuco por el
Reino de Dios. Si Jesús hizo de su padre este cumplido, es justo y necesario que dicha alabanza
resuene como un memorial perpetuo en toda la Iglesia de generación en generación.
Esta castidad vivida de forma absoluta dotó al padre de Jesús de un don profético tan alto que le
llevó a descubrir, en la aldea escondida de Nazaret, a la virgen que un día sería la madre del Redentor.
Dicha virtud, recibida y vivida como un don, le dio tanta capacidad de sufrimiento que su Hijo –varón
de dolores y conocedor de todos los quebrantos- hizo buen acopio de ella para realizar la salvación
mediante su sufrimiento vicario.
José es el hombre de nuestro tiempo. Ha habido un Concilio, promovido por el Espíritu Santo,
que ha sido una fuerza de salvación en la casa de Pedro, el siervo de los siervos de Dios. Gracias a él,
la Iglesia de Cristo está viviendo una nueva primavera. Paralelamente, como siempre ha sucedido a lo
largo de la historia, el príncipe de este mundo ha convocado a sus demonios para hacer el contrapeso.
Si del primero han salido orientaciones, normas y documentos escritos por el Dedo de la mano de
Dios, que vivifican y regeneran a las comunidades cristianas, del anticoncilio organizado por los
agentes de iniquidad y sus falsos profetas, ha surgido la „cultura de la muerte‟ que, como nuevos
166
jinetes del Apocalipsis, está devastando a la humanidad y haciendo la guerra a los hijos de Dios.
Uno de sus objetivos más definidos ha sido envenenar las fuentes de la vida. Los efectos de la oleada
del pansexualismo reductor que nos invade, están siendo devastadores. Allí donde llega no deja piedra
sobre piedra. Cuando alcanza al corazón humano, lo desertiza arrancando cuanto de bueno y santo se
ha sembrado en él. Nadie sabe mejor que el diablo que el desorden sexual aleja a los pueblos de Dios y
quiebra la comunión fraterna. Él es la causa principal del ateísmo contemporáneo y de esa “soledad
poblada de aullidos” (Dt 32,10) que vive el hombre de nuestro tiempo.
El retorno a José de Nazaret (“id a José y haced lo que él os diga”, Gn 41,55) es trascendental.
El fue el espejo terrestre donde se miró el Hijo de Dios y ha sido un modelo de fe adulta para toda la
Iglesia. Su castidad, vivida como un don del cielo, fue en la aurora del NT una puerta precisa y
providencial para la Redención. Hoy en día, su presencia y su testimonio se hacen más necesarios que
nunca con vista a salvar los restos que aún quedan de la civilización cristiana de Occidente.

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