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Representación –

Mandato –
Contrato de
colaboración

Derecho
Privado III

1
Representación.
Mandato. Contrato de
colaboración

Representación. Disposiciones generales


El Código Civil y Comercial actual dedica el capítulo 8 a “La representación”,
dentro del Título IV (“Hechos y actos jurídicos”) del Libro Primero (“Parte
General”).

El Código Civil, derogado por Ley N˚ 26.9941, no tenía una teoría general de la
representación. Sin embargo, tal como se manifiesta en los Fundamentos del
Anteproyecto de Código Civil y Comercial de la Nación (2012):

Los códigos modernos, en general, separan convenientemente la


representación, del contrato de mandato. Así se hace en el más
reciente de los proyectos nacionales, el de 1998, en cuyos
fundamentos se dice haber seguido los lineamientos del Proyecto
de 1987. Se han tenido muy en cuenta esos antecedentes, pero
también los más actuales en el campo del derecho comparado
que presentan los Principios de UNIDROIT, el Anteproyecto de
Código Europeo de los Contratos (Academia de Pavía), y los
Principios de Derecho Europeo de los Contratos (comisión
dirigida por Lando y Beale), sin olvidar el common law con su
instituto de la agency, por sus interesantes aportes. (Comisión
para la elaboración del proyecto de Ley de reforma,
actualización y unificación de los Códigos Civil y Comercial de la
Nación, 2012, p. 53).

Alterini (2012) sostiene que “hay representación cuando un sujeto realiza un


acto jurídico en interés de otro, de manera que la actuación de aquél

1
Ley N º 26.994 (2014). Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina.
2
(representante), compromete directamente a este (representado)” (p. 281).

De conformidad con la regulación de la representación, y según lo dicho en los


fundamentos al anteproyecto, la representación requiere la manifestación o el
conocimiento (tanto para el representante como para el tercero con quien
realiza el acto) de que el negocio no es del representante, sino de la persona
por quien él actúa, y que entonces este actúa como tal y sin quedar vinculado y
responder de ese acto.

Representación voluntaria y aparente


La representación puede ser legal cuando resulta de una regla de derecho, sin
tener en cuenta la voluntad de la persona que resulta representada. Es el caso,
por ejemplo, de la representación de los incapaces (art. 100).

Es orgánica cuando resulta del estatuto de una persona jurídica. Este es el caso
de la representación que ejerce el órgano de Dirección en una sociedad. El
presidente de una sociedad tiene su representación, y es en virtud de ella que
cuando celebra un negocio, sus efectos se producen en cabeza de la sociedad
representada.

Es voluntaria cuando resulta de un acto jurídico, y hay voluntad del


representado para que otro actúe como representante suyo. Y es aparente
cuando no hay representación expresa, pero una persona actúa de manera en
que induce a otra a celebrar un acto jurídico, haciéndolo creer, razonablemente,
que trata con su representante, en cuyo caso la ley entiende que se le ha
otorgado tácticamente poder suficiente.

Se enumeran los casos de a) quien tiene la administración de un


establecimiento abierto al público, como apoderado para los actos propios de
la gestión ordinaria; b) los empleados para las gestiones propias de las funciones
que llevan a cabo; y c) los empleados que entregan mercaderías fuera del
establecimiento, como facultados para recibir el precio de ellas.

Efectos
Como se mencionó previamente, las consecuencias de la representación son,
fundamentalmente, que los actos celebrados por el representante producen
efectos directamente para él, en la medida en que aquellos se celebren dentro
de los límites de las facultades que fueron conferidas por la ley o por el poder a
favor del representante, según se trate de una representación legal o
voluntaria.

En relación a estos límites, si existieran limitaciones al poder o supuestos no


autorizados, y los terceros (que el representante contrata) los conocen, o bien

3
pudieron conocerlos obrando con la diligencia debida, entonces esas
limitaciones le son oponibles a esos terceros. A modo de ejemplo, Juan,
actuando en representación de María, vendió una casa de propiedad de María
a Pedro. Pero Juan sólo estaba facultado para alquilarla, no para venderla. Esa
limitación a las facultades conferidas le son oponibles al tercero (Pedro), quien
tenía como saber los alcances de la representación conferida.

Ratificación
La ratificación es una manera de subsanar la falta de representación. Como el
Código estima, en su art. 369, la ratificación “suple el defecto de
representación”.2 La consecuencia de ello es que la actuación de quien obró sin
representación ahora, producto de la ratificación, se encuentra autorizada de
manera retroactiva al día en que se celebró el acto. Por supuesto, ello no puede
afectar a los terceros que hubieren adquirido derechos con anterioridad, por lo
que a ellos les es inoponible.

Los artículos 370 y 371 del Código se refieren al tiempo (art. 370) y forma de
manifestación de la ratificación (art. 371).

Poder. Poderes generales y especiales


El poder es “la aptitud para celebrar contratos en la medida de las facultades
otorgadas al representante para comprometer directamente al representado”
(Alterini, 2012, p. 283).

Los poderes generales o especiales son aquellos que le permiten al


representante ejercer una serie de actos de representación o solo alguno
específico. El Código dispone que los poderes conferidos, en términos
generales, solo incluyan a los actos propios de administración ordinaria y los
necesarios para su ejecución. Luego enumera aquellos casos para los cuales se
requieren facultades expresas (art. 375).

Copia
La Ley confiere expresas facultades a los terceros para que soliciten al
representante que suscriba y entregue copia firmada por él del instrumento del
que surge la representación.

2
Art. 369 – Ley Nº 26.994 (2014). Op. cit.

4
Responsabilidad
El Código Civil y Comercial prevé las consecuencias para quien actúa sin
representación, o bien excede los límites de la representación conferida. La
consecuencia es la responsabilidad por los daños que la otra parte sufra por
haber confiado en la representación y en la validez del acto celebrado con
quien decía ser representante o actuar dentro de los límites autorizados. Ello en
la medida en que el tercero no haya sido culpable, o bien conociera la falta de
poder o su exceso.

Extinción
El Código enumera los siguientes casos de extinción del poder:

a) Porque se cumplieron los actos encomendados.

b) Por muerte del representante o del representado, o su declaración de


muerte presunta o la pérdida de la capacidad exigida en cualquiera de
ellos.

c) Por la revocación del poder efectuada por el representado. Un poder


puede ser conferido de modo irrevocable, en tanto sea para actos
especialmente determinados, limitado por un plazo cierto, y en razón de
un interés legítimo que puede ser solamente del representante, o de un
tercero, o común a representante y representado, o a representante y
un tercero, o a representado y un tercero. Se extingue llegado el
transcurso del plazo fijado y puede revocarse si media justa causa.

d) Por la renuncia del representante.

e) Por la quiebra del representante o representado.

Mandato
El Código Civil y Comercial actual regula el contrato de mandato en el Capítulo 8
del Título IV (“Contratos en particular”), del Libro Tercero (“Derechos
Personales”), en los artículos 1.319 a 1.334.

El mandato constituye un negocio en el que ambas partes, mandante y


mandatario, se encuentran ligadas por un vínculo de confianza entre sí.

5
Concepto
El art. 1.319 del Código define al contrato de mandato estableciendo que este
existe “cuando una parte se obliga a realizar uno o más actos jurídicos en
interés de otra”.3

Derechos y obligaciones de las partes


El Código fija, en forma detallada, las obligaciones de las partes.

En el ejercicio del mandato, el mandatario tiene las siguientes obligaciones:

a) Cumplir los actos comprendidos en el mandato, conforme a


las instrucciones dadas por el mandante y a la naturaleza del
negocio que constituye su objeto, con el cuidado que pondría
en los asuntos propios o, en su caso, el exigido por las reglas
de su profesión, o por los usos del lugar de ejecución.4

Es que el encargo debe ser ejecutado fielmente, de acuerdo con las


instrucciones impartidas por el mandante, de acuerdo con la naturaleza y el tipo
de negocio de que se trate y siempre dentro de los límites de la función
asignada (Esper, 2015). En ese sentido, cobra relevancia la aplicación del art.
366 del Código, que delimita los casos de actuación en ejercicio del poder y las
consecuencias derivadas de ello (que los actos del mandatario obliguen
directamente al mandante y a los terceros. Ello en el caso del mandato con
representación).

Siguiendo a Mosset Iturraspe (2014):

Aceptado el mandato lo que era facultad se vuelve deber. El


mandatario aparece entonces obligado a ejecutar el encargo:
celebrar el acto jurídico encomendado o bien celebrar y cumplir
dicho acto. Y si el objeto fuere plural, los actos jurídicos
encomendados. (p. 157).

Continuando con las obligaciones establecidas en el Código:

b) dar aviso inmediato al mandante de cualquier circunstancia


sobreviniente que razonablemente aconseje apartarse de las
instrucciones recibidas, requiriendo nuevas instrucciones o
ratificación de las anteriores, y adoptar las medidas
indispensables y urgentes;

3
Art. 1.319 – Ley Nº 26.994 (2014). Op. cit.
4
Art 1.324 – Ley Nº 26.994 (2014). Op. cit.
6
c) informar sin demora al mandante de todo conflicto de
intereses y de toda otra circunstancia que pueda motivar la
modificación o la revocación del mandato; (…)
h) Informar en cualquier momento, a requerimiento del
mandante, sobre la ejecución del mandato;5

Los anteriores tres incisos se relacionan, ya que hacen referencia al deber de


suministrar información, por parte del mandatario, de circunstancias que
pueden afectar de algún modo el contrato de mandato. Se entiende que es
parte del buen obrar del mandatario comunicar cualquier situación que
involucre el desarrollo del contrato.

d) mantener en reserva toda información que adquiera con


motivo del mandato que, por su naturaleza o circunstancias,
no está destinada a ser divulgada;
e) dar aviso al mandante de todo valor que haya recibido en
razón del mandato, y ponerlo a disposición de aquél;
f) rendir cuenta de su gestión en las oportunidades convenidas
o a la extinción del mandato. [Esto se complementa con el
art. 1.334 del Código]
g) entregar al mandante las ganancias derivadas del negocio,
con los intereses moratorios, de las sumas de dinero que
haya utilizado en provecho propio;6

El Código prevé, como obligación del mandatario, la de rendir cuentas de su


actividad junto con la de entregar lo recibido como consecuencia del mandato.
Coincidimos con Mosset Iturraspe (2014) en que “esta importantísima
obligación, que alcanza, lo diga o no la ley, a todo aquel que colabora en un
negocio ajeno, que hace de gestor o intermediador, maneja bienes o fondos de
otro, está dispuesta expresamente para el mandatario” (2014, p. 159).

Es un deber tradicional del mandatario, que debe respetarse durante todo el


encargo y no sólo al momento de finalizar la gestión del mandatario (Esper,
2015).

En cuanto al inciso “g”, la norma es clara. Si el mandatario usó en su beneficio


sumas de dinero recibidas en virtud del contrato de mandato, entonces debe
devolver esas cantidades más los correspondientes intereses moratorios
computados desde el momento en que los utilizó en su beneficio.

Y, por último:

i) exhibir al mandante toda la documentación relacionada con


la gestión encomendada, y entregarle la que corresponde
según las circunstancias. Esta obligación supone la exhibición
5
Art 1.324 – Ley Nº 26.994 (2014). Op. cit.
6
Art 1.324 – Ley Nº 26.994 (2014). Op. cit.
7
de toda la documentación relacionada con la gestión del
mandato, es decir, que tenga relación con la gestión
encomendada (puede involucrar los contratos con terceros,
las comunicaciones mantenidas con ellos, minutas o
borradores, etc.) y también supone la obligación de entregar
esa documentación, en la medida en que sea posible y de
acuerdo a cada caso.7

Son obligaciones del mandante las siguientes:

a) Suministrar al mandatario los medios necesarios para la ejecución del


mandato.

Debe, como titular del interés, poner la cooperación necesaria y


posible para que el encargado llegue al resultado querido por
ambos. (…) El resultado prometido por el mandatario no puede
lograrse, normalmente si el mandante no pone a su disposición
todos los medios a su alcance para esa finalidad. (Mosset
Iturraspe, 2014, p. 180).

Asimismo, debe compensarle, en cualquier momento que le sea


requerido, todo gasto razonable en que se haya incurrido para ese fin.
Para que proceda la compensación de gastos, la Ley impone tres
requisitos: 1) que el mandatario requiera el reembolso, lo que puede
realizar en cualquier tiempo, incluso antes de concluido el mandato; 2)
que los gastos sean razonables, de acuerdo con las circunstancias de
tiempo, lugar, personas, etc., del encargo realizado, lo que variará según
cada caso; y 3) que el mandato sea la causa de la erogación realizada
(Esper, 2015).

b) Indemnizar al mandatario los daños que sufra como consecuencia de la


ejecución del mandato, no imputables al propio mandatario.
Es que durante la ejecución del contrato de mandato es posible que el
mandatario sufra algún perjuicio, ya sea en su persona o en sus bienes,
pero que tienen estricta vinculación con el contrato de mandato, pues
de otra forma no los hubieran sufrido. En consecuencia, los perjuicios
sufridos deben ser indemnizados por quien encargó la tarea, es decir,
por el mandante, siempre y cuando esos daños no sean producto de la
culpa o dolo del mandatario, tal como surge de la última parte del
artículo mencionado. El mandato no debe perjudicar ni empobrecer al
mandatario (Esper, 2015).
b) Liberar al mandatario de las obligaciones asumidas con terceros, y
proveerle los medios necesarios para ello. En este caso, es necesario
distinguir entre el mandato con o sin representación, ya que es en este
último caso (mandato sin representación) en que se actúa en su nombre,

7
Art 1.324 – Ley Nº 26.994 (2014). Op. cit.
8
personalmente, y se asumen las consecuencias frente a los terceros.

d) Abonar al mandatario la retribución convenida, en tanto y en cuanto no


se haya estipulado que el contrato sea gratuito, ya que, en ese caso, el
mandante nada debe al mandatario como retribución. Ello es
excepcional, ya que el contrato de mandato se presume oneroso en el
Código, por lo que el mandante está obligado a satisfacer al mandatario
la retribución estipulada (la legal, o la que surja de los usos, o la que fije
el juez). (Esper, 2015).

Si el mandato se extingue sin culpa del mandatario, debe la parte de la


retribución proporcionada al servicio cumplido. Pero, si el mandatario
ha recibido un adelanto mayor de lo que le corresponde, el mandante
no puede exigir su restitución.

Efectos
De acuerdo con lo manifestado en los Fundamentos del Anteproyecto de Código
Civil y Comercial (2012), se establece el siguiente ordenamiento:

a) La representación es tratada dentro de las reglas generales del acto


jurídico (Capítulo 8: Representación), dentro del título IV (“Hechos y
actos jurídicos”), del Libro Primero (“Parte General”).

Coincidimos con Esper (2015) en que el concepto de contrato de

mandato, que establece el Código Civil y Comercial de la Nación es


apropiado con la decisión tomada de escindir la figura del contrato en sí
mismo del tratamiento y regulación de la representación como instituto.
Por eso es que, en el concepto de mandato, se hace referencia a la
actuación de una parte en interés de otra (es decir, en interés del
mandante), y se deja de lado la actuación en nombre de otro sujeto, tal
como lo disponía el concepto de mandato en el régimen del Código Civil
derogado.

b) El mandato como contrato contempla tanto la forma civil como


comercial (en virtud de la unificación de ambos Códigos).

c) Cuando existen consumidores, se aplican las normas relativas a los


contratos de consumo.

d) Se regulan el mandato, la consignación y el corretaje, por sus estrechos


lazos como vínculos de colaboración basados en la gestión.

Las dos partes que existen en el contrato de mandato son mandante y


mandatario. El mandatario es quien realiza actos de gestión o colaboración en
interés de la otra, que es el mandante.

El mandato puede ser conferido y aceptado expresa o tácitamente. No


9
establece reglas al respecto, por lo que debemos remitirnos a los arts. 262, 263
y 264 del Código, que regulan las formas de manifestación de la voluntad.

El Código prevé que cuando una persona sabe que alguien realiza algo en su
interés y no lo impide, pudiendo hacerlo, entonces se ha dado tácitamente un
mandato. Ello, siguiendo a Esper (2015), confirma que la ejecución del mandato
supone su aceptación, aunque hubiese una declaración expresa. El autor
entiende que esa disposición es redundante en virtud de la existencia de un
principio general fijado por el Código, en el art. 262, que considera a la
ejecución de un hecho material como expresiva de la voluntad.

Podemos mencionar a un mandato con o sin representación. Según Mosset


Iturraspe (2014), hay mandato con representación:

siempre que se entienda que el contrato de mandato implica un


encargo para celebrar uno o más actos jurídicos y la
representación se origina en otro negocio, de naturaleza
unilateral, agregado o adicionado al de encargo, por el cual se
confiere el poder o procura que posibilita y legitima la actuación
del mandatario en nombre del mandante. (p. 144).

Luego, continúa diciendo que en el mandato sin representación “hay encargo,


pero falta el negocio de apoderamiento; de ahí que el mandatario deba
cumplir con la celebración de los actos jurídicos en su propio nombre, aunque
en interés ajeno” (2014, p. 144).

El mandante puede conferirle poder al mandatario para ser representado, en


cuyo caso le son aplicables las disposiciones previstas en materia de
representación, a las que ya nos hemos referido.

En el mandato representativo, de conformidad con el art. 366 del Código, los


actos efectuados por el mandatario (siempre que se encuentren dentro de los
límites del poder que le fuera conferido) obligan directamente al mandante y a
los terceros, pese a lo cual, en principio, el mandatario no queda obligado
frente a los terceros (art 366).

Ahora bien, tal como lo dispone el art. 1.321 del Código, es posible que la
representación no exista en el mandato. Por tal motivo, se puede hablar de
mandato representativo o mandato sin representación. Esta distinción, que
no estaba presente en el Código Civil derogado, se vuelve clara en la nueva
regulación efectuada por la Ley N˚ 26.994.

Entonces, en el caso particular del mandato sin representación, en el que no


hay poder conferido al mandatario conforme lo dispone el art. 1.321 del Código,
este actúa en nombre propio, pero en interés del mandante. Mosset
Iturraspe (2014) destaca que:

El mandatario es encargado de contratar con los terceros –o de


celebrar otros negocios- aunque carezca de representación. De
10
donde no es tal o no actúa como mandatario quien se limita a
aproximar a tercero y mandante para que ellos contraten. Ésa es
la función del corredor, no del mandatario. (p. 146).

Lo relevante es que, en este caso, el mandante no se obliga directamente


respecto del tercero, ni el tercero respecto del mandante, a diferencia de lo
que sucede en el mandato representativo. Si no hay representación, el
mandatario actúa en nombre propio, pero en interés del mandante. Este último
no queda obligado directamente respecto del tercero, ni este respecto del
mandante.

Es que “la relación externa se plantea entre ‘terceros’ y el mandatario, no


siendo el mandante ‘parte’, ni en sentido formal ni en sentido real” (Mosset
Iturraspe, 2014, p. 150). El tercero solo podría ejercer en contra del mandante
las acciones que pudiera ejercer el mandatario contra el mandante, es decir,
solo acciones indirectas, oblicuas o subrogatorias. Por otra parte, el mandante
puede subrogarse en las acciones que tiene el mandatario contra el tercero.

Respecto a la onerosidad del mandato, la Ley dispone que el mandato se


presuma oneroso, aun cuando no se hubiere pactado una retribución para la
actuación del mandatario.

El Código determina las formas de fijación de la remuneración cuando esta no


estuviere determinada, señala que se fije sobre la base de lo dispuesto por las
normas legales o reglamentarias o por el uso. A falta de cualquiera de ellas, la
fijación recae en cabeza del juez.

Mandato irrevocable
Como regla, el mandato es revocable; esto es, puede ser extinguido por decisión
unilateral del mandante, tal como lo prevé el art. 1.329 inc. c. La revocación

pone fin al contrato de mandato.

Conforme lo señala Mosset Iturraspe (2014), el derecho a la revocación se


sostiene en el contrato de mandato en:

1) la posición preeminente del mandante, “dueño” del negocio


frente al mandatario (…); 2) en la confianza que se encuentra en
la base del mandato (…) y 3) en la índole intuito personae o
personalísima de la relación que el contrato crea. (pp. 188-189).

Si bien, como regla, el mandato puede ser revocado, cuando la revocación es


ejercida sin justa causa en el marco de un contrato de mandato que fue
otorgado por tiempo determinado o por asunto determinado, y la misma se
produce antes del vencimiento del plazo o de la culminación del asunto o
11
negocio, entonces el mandante debe indemnizar los daños causados al
mandatario como consecuencia de la extinción del contrato que los vinculara.

Por otra parte, si el mandato fue dado por plazo indeterminado, el mandante
debe dar aviso por un plazo adecuado a las circunstancias o, en su defecto,
indemnizar los daños que cause su omisión. El Código contempla una suerte de
indemnización sustitutiva del preaviso para los casos en que este se omita.

De manera coherente, también se prevé el caso en el que el mandatario es el


que renuncia al mandato conferido. En esos casos, la renuncia (en tanto sea
intempestiva y sin causa justificada) lo obliga a indemnizar los daños causados
al mandante.

Por último, nos referimos al caso del mandato irrevocable. En casos


excepcionales, el Código permite que se pacte el carácter irrevocable del
mandato, delegando su regulación a lo estipulado en los inc. b y c del art. 380,
que regula los casos de extinción del poder.

Extinción del mandato


De acuerdo a Mosset Iturraspe (2014), “la cesación o extinción significa el fin
del contrato, la conclusión de la situación que vincula a las partes, mandante-
mandatario, y, por ende, la terminación de las relaciones jurídicas que las ligan”
(p. 186). Luego continúa diciendo, con razón, que la culminación del mandato
“significa también la terminación de una situación que legitima la actuación del
mandatario en interés del mandante, sea en nombre del mandante, sea en
nombre propio” (p. 186).

Causales y efectos
El art. 1.329 del Código enumera los casos de extinción del mandato. Se pueden
distinguir, entre causas normales de extinción de este contrato, a las siguientes:

a) Por el transcurso del plazo por el que fue otorgado, o por el

cumplimiento de la condición resolutoria pactada. Así, al respecto, Esper


(2015) señala que el transcurso del tiempo produce la extinción sin que
se requiera manifestación de las partes. Además, la verificación del
hecho condicionante al que se había condicionado el contrato de
mandato genera la culminación del contrato sin efecto retroactivo, de
similar manera a lo establecido por el Código en cuanto a los efectos de
los actos jurídicos subordinados a condición (art. 346, según el cual la
condición no opera retroactivamente, salvo pacto en contrario);

b) por la ejecución del negocio para el cual fue dado. Tal como señala

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Mosset Iturraspe (2014), “como los contratos se celebran para ser
cumplidos, lo habitual y natural es que el mandato se cumpla y como
consecuencia de ello cese. La extinción por cumplimiento se denomina
‘agotamiento’” (p. 187).

Por otro lado, podemos referirnos a causas anormales, que pueden ser propias
de todos los contratos o vinculadas con las características particulares de este
contrato. El Código enumera los siguientes casos:

a) Revocación del mandante (a lo que ya nos hemos referido);

b) por la renuncia del mandatario (ya lo hemos considerado);

c) por la muerte o incapacidad del mandante o del mandatario.

Gestión de negocios ajenos


El Código Civil y Comercial regula a la gestión de negocios en el Capítulo 2, del
Título V (“Otras fuentes de las obligaciones”), del Libro Tercero (“Derechos
personales”).

Naturaleza
La gestión de negocios había sido históricamente considerada como un
cuasicontrato, lo que ha sido descartado. De hecho, en los Fundamentos al
Anteproyecto de código Civil y Comercial (2012), al tratarse este tema se dice
específicamente:

La tradición histórica, basada en el derecho romano, y luego


francés, admitió una clasificación cuatripartita de las
obligaciones: el contrato, cuasicontrato, delito y el cuasidelito.
En este contexto, la gestión de negocios ajenos y la repetición
del pago de lo indebido fueron consideradas cuasicontratos y así
se enseña en muchas de las facultades de derechos del país. Sin
embargo, la mayoría de la doctrina actual considera innecesarias
las categorías híbridas del cuasicontrato y cuasidelito y se
propone regular la gestión de negocios como una fuente
autónoma (…). Esta es la tesis predominante, adoptada en el
Proyecto de 1998 y que seguimos en este anteproyecto.
(Comisión para la elaboración del proyecto de Ley de reforma,
actualización y unificación de los Códigos Civil y Comercial de la
Nación, 2012, pp. 195-196).

13
Régimen legal
El Código define, en el art. 1.781, a la gestión de negocios como aquella que se
produce “cuando una persona asume oficiosamente la gestión de un negocio
ajeno por un motivo razonable, sin intención de hacer una liberalidad y sin
estar autorizada ni obligada, convencional o legalmente”.8

Al respecto, Alterini (2012) ha señalado que “la necesidad de que el motivo por
el cual alguien se inmiscuye en negocios ajenos sea razonable tiende a evitar
invasiones en la esfera de actuación ajena de comedidos o prepotentes” (p.
292). Es que “para ello, la intromisión en la órbita ajena debe ser llevada a cabo
en interés del dueño del negocio y en atención a su voluntad real o
presumible” (p. 292).

Las obligaciones del gestor están enumeradas en el art. 1.782 del Código.
Entre ellas, se encuentran:

a) Avisar sin demora al dueño del negocio que asumió la gestión, y


aguardar su respuesta, siempre que esperarla no resulte perjudicial;

b) actuar conforme con la conveniencia y con la intención, real o presunta,


del dueño del negocio;

c) continuar la gestión hasta que el dueño del negocio tenga posibilidad de


asumirla por sí mismo o, en su caso, hasta concluirla;

d) proporcionar al dueño del negocio información adecuada respecto de la


gestión;

e) una vez concluida la gestión, rendir cuentas al dueño del negocio.

Asimismo, la gestión concluye cuando el dueño le prohíbe al gestor continuar


actuando. El gestor, sin embargo, puede continuarla bajo su responsabilidad,
en la medida en que lo haga por un interés propio, y cuando el negocio
concluye.

En cuanto a los efectos de la gestión, podemos decir que el gestor queda


personalmente obligado frente a terceros. Solo se libera si el dueño del negocio
ratifica su gestión, o asume sus obligaciones; y siempre que ello no afecte a
terceros de buena fe.

Las normas del mandato se aplican de manera supletoria a la gestión de


negocios, de conformidad con lo dispuesto por el art. 1.790 del Código.

Empleo útil
El Capítulo 3 del Código Civil y Comercial regula el empleo útil en tres artículos
(art. 1791 a 1793).

8
Art. 1.781 – Ley Nº 26.994 (2014). Op. cit.

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El empleo útil es definido como aquel “[que] sin ser gestor de negocios ni
mandatario, realiza un gasto, en interés total o parcialmente ajeno, tiene
derecho a que le sea reembolsado su valor, en cuanto haya resultado de
utilidad, aunque después ésta llegue a cesar”.9

Están comprendidos los gastos funerarios que tienen relación razonable con las
circunstancias de la persona y los usos del lugar.

Los obligados al reembolso son quienes:

a) Reciben la utilidad;
b) en el caso de los gastos funerarios, los herederos del difunto;

c) el tercero que adquiere a título gratuito el bien que recibe la utilidad,


sólo hasta el valor de ella al momento de la adquisición.

Declaración unilateral de la voluntad

Remitimos al alumno a la bibliografía básica para este tema.

9
Art. 1.791 – Ley Nº 26.994 (2014). Op. cit.

15
Referencias

Alterini, A. (2012). Contratos civiles, comerciales, de consumo: teoría general. (2ª ed.).
Buenos Aires: Abeledo-Perrot.

Comisión para la elaboración del proyecto de Ley de reforma, actualización y


unificación de los Códigos Civil y Comercial de la Nación. (2012). Fundamentos del
anteproyecto de Código Civil y Comercial de la Nación. Nuevo Código Civil y Comercial
de la Nación, Textos oficiales. Recuperado de http://www.nuevocodigocivil.com/wp-
content/uploads/2015/02/5-Fundamentos-del-Proyecto.pdf

Esper, M. (2015). Libro III: Derechos personales, Título IV: Contratos en particular,
Capítulo 8: Mandato. En J. Rivera, y G. Medina (Dir.). Código Civil y Comercial de la
Nación comentado, Tomo III (pp. 118-167). Buenos Aires: La Ley.

Ley N˚ 26.994 (2014). Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la


Nación Argentina.

Mosset Iturraspe, J. (2014). El contrato de mandato en el Proyecto de Código Civil y


Comercial. Revista de Derecho Privado y Comunitario, (2), 131-198.

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