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Conclusión

Queda claro que, toda la humanidad por muchas décadas ha estado sumergida en un
sistema educativo condenatorio, en el que no se ha podido encontrar una manera diferente
de atrapar a los estudiantes por el saber y el poder hacer más allá de lo que establecen los
parámetros sociales y culturales de cada pueblo y nación. Aunque, es destacable el gran
esfuerzo que unos cuantos grupos de personas han estado haciendo por trasformar el
paradigma educativo que condena cada vez más a los sujetos en procesos de aprendizajes.

En efecto, el gran problema es que nadie quiere ver con claridad el verdadero
inconveniente y solo hacen intentos para tratar de mostrar algo que no es, y es que el
cambio del sistema educativo no solo es de tipo político; lo es desde lo cultural, social,
visional y mental, porque de nada sirve cambiar las políticas y establecer programas
impactantes sino no se cambia la mentalidad y cultura tradicional en la que han sido
formados muchas generaciones de educadores y profesionales. Por ejemplo, en Colombia
le meta ambiciosa de que se la más educada a 2020, solo ha intentado cambiar algunas
cosas, pero la realidad reflejada en cada entorno social es la misma.

Por ende, se concluye que es momento de parar y por primera vez escuchar; qué quieren,
cómo sueñan y qué aspiran en futuro los estudiantes, pues son ellos los realmente
afectados con el actual sistema educativo implementado en la mayoría de los países. En
segundo lugar, se debe mirar y recopilar todas y cada una de las experiencias de docentes
en todo el mundo para que no sean de tipo particular, sino más bien parte de los programas
por cada ministerio de educación o entidad responsable del apoyo y acompañamiento de
la educación en todos los niveles escolares.

Por último, tal como lo afirma Jürgen Klaric la educación debería ser “práctica, no por
materias” tomando como referencia aquellos países donde se aprende por proyectos y no
por materias o asignaturas. Desafortunadamente esta idea no es de política nacional y solo
un pequeño grupo lo lleva a cabo, mostrando grandes logros en todos los aspectos de la
formación de los estudiantes. Es entonces, un gran desafío seguir buscando el cambio,
seguir luchando por que nuestros niños y niñas se enamoren por aprender y vivir
experiencias dentro y fuera de la escuela. Es momento de medir el rendimiento de los
estudiantes por sus habilidades, destrezas y competencias y no por los criterios
curriculares tradicionales en los que se ha formado hasta el día de hoy la humanidad.

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