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Un Mensaje al Corazón

Como Vencer Angustias y


Temores
Por Monseñor Rómulo Emiliani, c.m.f.

"Por lo tanto, yo les digo: No se preocupen por lo que han de comer o beber
para vivir, ni por la ropa que han de ponerse. ¿No vale la vida más que la
comida y el cuerpo más que la ropa? Miren las aves que vuelan por el aire: ni
siembran ni cosechan ni guardan la cosecha en graneros; sin embargo, el
Padre de ustedes que está en el cielo les da de comer. ¡Y ustedes valen más
que las aves! En todo caso, por mucho que uno se preocupe, ¿cómo podrá
prolongar su vida ni siquiera una hora?

"¿Y por qué se preocupan ustedes por la ropa? Fíjense cómo crecen las flores
del campo: no trabajan ni hilan. Sin embargo, les digo que ni siquiera el rey
Salomón, con todo su lujo, se vestía como una de ellas. Pues si Dios viste así
la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, ¡con
mayor razón los vestirá a ustedes, gente falta de fe! Así que no se preocupen,
preguntándose: '¿Qué vamos a comer?' o '¿Qué vamos a beber?' o '¿Con qué
vamos a vestirnos?' Todas estas cosas son las que preocupan a los paganos,
pero ustedes tienen un Padre celestial que ya sabe que las necesitan. Por lo
tanto, pongan toda su atención en el reino de Dios y en hacer lo que Dios
exige, y recibirán también todas estas cosas. No se preocupen por el día de
mañana, porque mañana habrá tiempo para preocuparse. Cada día tiene
bastante con sus propios problemas." Mt 6, 25-34

CONTENIDO

I. ¿QUE ES LA ANGUSTIA?

II. SÍNTOMAS DE LA ANGUSTIA

A. Sensación de peligro inminente

B. Impresión de desorganización o impotencia


C. Sensación de irrealidad

D. Síntomas físicos

III. CAUSAS DE LA ANGUSTIA

A. No tener un sentido profundo por qué vivir

B. Traumas, educación negativa y frustraciones

a temprana edad

C. Cultivo de miedos irracionales

IV. LOS MIEDOS

A. Miedo al fracaso

B. Miedo al rechazo

C. Miedo al futuro

D. Miedo al pasado

E. Miedo al qué dirán

F. Miedo al éxito

G. Miedo al ridículo

H. Miedo a la enfermedad

I. Miedo al dolor

J. Miedo a la vejez

K. Miedo a la muerte

L. Miedo obsesivo a Dios

M. Miedo a perder algo importante


N. Miedo a fantasmas

O. Miedo a uno mismo

V. CONSEJOS PARA PREVENIR LA ANGUSTIA

I. ¿QUE ES LA ANGUSTIA?

La angustia se define como una intranquilidad o desazón ante


un peligro o una desgracia, acompañada de un sufrimiento
intenso. La angustia es una reacción profunda en el ser con
manifestaciones físicas a situaciones o causas que realmente
no tienen por qué provocar esa reacción.

El ser humano en realidad es muy flexible y tiene una gran


capacidad para soportar problemas, que incluso es mayor de lo
que él cree. Puede ser golpeado de muchas maneras por la vida
y permanecer en pie ante cualquier circunstancia, si tiene
razones profundas por las que vivir y morir. Si una persona
encuentra razones concretas por qué vivir y luchar, puede
experimentar, sufrir y aguantar toda clase de sufrimientos y
dolores, más allá quizás de ciertos parámetros establecidos, y
permanecer firme para superar las situaciones en las que se
encuentra.

II. SÍNTOMAS DE LA ANGUSTIA

Las personas que sufren crisis de angustia pueden tener uno o


más de los siguientes síntomas:

A. Sensación de peligro inminente

La persona siente una sensación de que está en peligro


inminente, sin que exista una situación u objeto
amenazante.

B. Impresión de desorganización o impotencia

La persona tiene la impresión de que no puede hacer


absolutamente nada en contra del miedo que siente. Se siente
impotente ante la situación que le amenaza.

C. Sensación de irrealidad

La persona admite que lo que siente es realmente absurdo,


pero sigue sintiendo la misma sensación de angustia ante la
cual no puede hacer nada. O sea, la persona sabe que es
absurdo pero cree que es verdad.

D. Síntomas físicos

En una crisis de angustia, la persona puede sentir uno o más


de los siguientes síntomas físicos:

1. Palidez, jadeo, temblor, sudor o palpitaciones

2. Sensación de que algo le oprime y le hace mucho daño

3. Dificultad para respirar

4. Confusión y agitación como si estuviera inmersa en una


especie de niebla

5. Inamovilidad y paralización, a la espera de una catástrofe


inminente y presa de un pánico incontrolable

6. Apariencia ante los demás como si estuviera loco o fingiendo


el malestar que siente

Sin embargo, las crisis de angustia son reales, auténticas y los


que la padecen sufren terriblemente. La situación de crisis
puede empeorar considerablemente si se mezcla con licor o
drogas.
III. CAUSAS DE LA ANGUSTIA

Los sentimientos de angustia pueden ser causados por las


siguientes situaciones:

A. No tener un sentido profundo por qué vivir

Cuando el ser humano está desorientado, no tiene claro por


qué vive o sufre, no tiene metas definidas ni encuentra sentido
a su vida y sufre sin saber por qué. En este estado, lo atacan
fácilmente miedos irracionales y toda su energía vital, su
fuerza interna profunda, que en sí es positiva y buena porque
viene de Dios, se diluye y se diversifica y la persona no puede
gobernar su propio ser. Si una persona es incapaz de
dominarse, su cuerpo es invadido por energía negativa,
descontrolada y desequilibrada que ataca sus órganos vitales y
los destruye. Sus fuerzas internas descontroladas se
convierten en negativas y pueden aniquilarlo poco a poco.
Sobrevienen, entonces, reacciones somáticas que se
manifiestan en problemas cardíacos, estomacales, intestinales,
nerviosos, y otros.

Cuando la persona no tiene razones profundas por qué vivir ni


causas por qué sufrir, y se encuentra alejado de Dios, su
capacidad de resistir se limita muchísimo más, puede
quebrarse fácilmente y de allí viene la angustia.

La angustia proviene, pues, de una rebeldía interna. Esa es la


razón por la que las personas se enferman tanto; padecen
mucho más de lo que tendrían que padecer físicamente y
ciertamente se desgastan por el mal uso de la energía positiva
interna que Dios les ha dado.

La angustia no es la única causa de enfermedades, porque el


mundo del ser humano es sumamente misterioso y la
medicina misma no es capaz de descubrir todos los orígenes de
las enfermedades. Pero ciertamente se puede decir que el ser
humano se desgasta y enferma porque no utiliza bien su
energía o sencillamente no la usa.

Todo lo positivo y bueno que tiene el ser humano, que es


creación de Dios, puede destruir su mente y su cuerpo si no se
controla. Nadie puede ser dueño de sí mismo si no se conoce
profundamente ni sabe para qué está en este mundo. Como
respuesta interna a esta situación de estar alienado y dormido,
aparece una angustia vital y existencial, una sacudida
profunda del alma, del ser interior, que desequilibra la mente y
el cuerpo del ser humano. Esa fuerza interna, que no ha sido
bien encauzada ni gobernada, sale anárquicamente de mil
maneras, como un caballo desbocado que golpea el cuerpo y el
alma del ser humano, destruyéndolo física y emocionalmente.
La persona se empieza a alterar y angustiar, y no logra
entender qué es lo que le está pasando. Lo que sucede es que
su energía vital está padeciendo anarquía profunda.

La capacidad de sufrimiento del ser humano tiene como


fundamento el poder creador de Dios, quien nos hizo a Su
imagen y semejanza. Si la persona cuenta con el auxilio y el
poder de Dios, y se apoya en la fuerza divina que proviene del
Señor, su capacidad de trabajo y de sufrimiento es, en verdad,
casi ilimitada y su reacción ante las circunstancias adversas
de la vida es mucho más positiva.

Uno de los problemas del ser humano es la mediocridad. El


mundo es de aquel que es capaz de dar a la gente razones por
las que vivir. Un buen ejemplo de ésto fue lo que sucedió en
Alemania antes de la segunda guerra mundial. En ese tiempo,
Alemania era una nación moderna que tenía grandes
potencialidades; estaba llena de vitalidad, entusiasmo y
riqueza cultural. Esa nación fue tomada por una persona
anormal que, tristemente, le inyectó razones equivocadas por
las que vivir y morir que la lanzaron a una hecatombe. El
pueblo Alemán no tenía un núcleo vital, un por qué vivir y
morir, no había sido educado en el sentido más profundo del
término (es decir evangelizado) y carecía de jerarquía en sus
valores morales. La locura de Hitler alzó a ese pueblo a una
lucha irracional, infundiéndole, inteligentemente, sus propias
razones torcidas por las que luchar. El no comprendió que era
imposible combatir contra el mundo entero, vencerlo,
adueñarse de todo y crear otro imperio romano. Si Hitler
hubiera sido un hombre cuerdo, positivo, auténtico y
equilibrado, probablemente Alemania hubiera dado al mundo
un impulso de progreso mucho más grande que el de Japón.

Esta es una prueba de que el mundo está hambriento de


razones profundas por qué vivir y morir. Todo ser humano
necesita encauzar la energía maravillosa dada por Dios para
poder vivir, luchar y morir. Mientras más encauza su energía
por senderos positivos y buenos, más plenamente vivirá.
Muchos grandes artistas, pintores, políticos, músicos,
descubridores, científicos y líderes religiosos han vivido
muchos años más de lo normal por su apasionamiento y
entrega a una causa profunda, sea sus cuadros, su música, su
economía o su Dios. La vida se alarga mientras uno está más
entusiasmado luchando por algo grande.

Hendel pasó 24 días encerrado, casi sin comer ni dormir,


inspirado, apasionado, creando el Aleluya, que es una obra
inmortal y maravillosa, que se ha cantado y ejecutado en todas
partes del mundo. Este músico por vocación estaba impactado,
motivado, entusiasmado y convencido que esta obra era
grande y valía la pena. Muchos artistas de esa época morían
de hambre, pero se puede decir que sus obras eran su razón
por qué vivir y por qué morir y quedaron como herencia
valiosísima que hoy día se venden por muchos miles de
dólares.

Cuando el ser humano trabaja de esta manera, no sufre de


angustia, taquicardia o dolores de cabeza, cuello, nuca o
estómago. Su energía esta bien encauzada, todo su cuerpo
funciona bien y está en armonía.

Cada ser humano fue hecho increíblemente bien por Dios, con
un caudal grande e impresionante de energía y capacidad para
trabajar diez, doce o más horas al día. Si usted se encuentra
apasionado y entusiasmado con su trabajo, puede trabajar por
mucho más tiempo y al final se sentirá muy satisfecho y
tranquilo. En cambio, la falta de motivación, entusiasmo y
apasionamiento causará que usted trabaje muy por debajo de
su capacidad y se sienta agotado. Usted tomará su carrera o
profesión simplemente como un medio para vivir y comer y no
para desarrollarse plena e integralmente. El desperdicio de la
energía maravillosa que Dios le ha dado provoca muchas
neurosis, conflictos emocionales, problemas físicos, angustia y
cansancio.

La angustia aparece cuando no existe una razón profunda por


la que usted deba vivir o morir. Significa que usted no está
convencido y enamorado de lo que está haciendo. La angustia
es, en parte, como un fenómeno mental y físico de
desorientación y alarma que nos anuncia que las cosas no
andan bien. También es un signo de vagancia de nuestra
sociedad de opulencia, donde todo es fácil, todo está
programado, establecido y asegurado y no hay que sacrificarse
demasiado. Las personas son poco creativas y actúan como
robots, subsistiendo pero nunca rindiendo al máximo. Se
convencen que no nacieron para sufrir sino para vegetar y vivir
tranquilos, sin

dificultades, o sea como un adorno. En estas circunstancias,


siempre encontrarán una manera de estar toda la vida
simplemente descansando. La angustia es consecuencia clara
de no descubrir por qué razón está usted vivo en este mundo.
Es como un vacío existencial en el que la persona se encuentra
desorientada y no ha descubierto aún el papel que ha venido a
desempeñar en esta vida.

A Dios le tiene que doler cómo está el mundo y cómo ha ido


evolucionando, porque la cantidad de vagos es realmente
impresionante. El cuerpo de Cristo, que es la Iglesia y somos
todos nosotros, tiene la sagrada misión de crear un mundo
verdaderamente maravilloso con razones profundas y
auténticas por las que vivir y morir. Tenemos que fortalecer el
espíritu misionero de la Iglesia y el amor a la humanidad para
entregarnos en cuerpo y alma a conquistar este mundo para
Dios.

B. Educación negativa, traumas y frustraciones a temprana


edad

La educación negativa definitivamente influye como causa de


la angustia. Hay situaciones de angustia que empiezan a
desarrollarse en nuestra infancia, niñez, adolescencia o
juventud. Nacer y crecer en una familia que experimenta
ansiedad y en la que a menudo se vive angustiado causará que
los niños se desarrollen con ciertas deficiencias en cuanto a su
educación. Una educación negativa, donde el padre o la madre
ha estado consciente o inconscientemente inyectando ansiedad
a sus hijos, los condiciona a sufrir diferentes grados de
angustia, que no se resuelven hasta que se descubren las
causas y se somete a la persona, ya adulta, a una terapia
profunda.

La educación en el hogar es clave para el bienestar mental de


una persona. Los niños no tienen formado aún su juicio
crítico; son como esponjitas que todo lo asimilan. Un niño no
puede analizar que su madre es una mujer nerviosa y
angustiada. El niño solamente puede deducir que lo que la
madre o el padre sufre y teme debe ser verdad porque esos son
sus padres. Entonces, el niño aprende a tener miedo de las
mismas cosas que sus padres temen. Es terrible que los
padres inyecten ansiedades a sus niños y los programen a
estar siempre sobresaltados y angustiados.

C. Cultivo de miedos irracionales

Los miedos probablemente tienen cierto fundamento real, pero


luego se pueden volver irracionales. Cuando es así, la persona
pierde la medida o magnitud de esa realidad inicial y se
produce una reacción obsesiva que daña el organismo. Los
miedos irracionales aturden y con el tiempo se pueden
convertir en fobias que pueden activar sentimientos de
angustia. Las personas que sienten miedos los "viven" como si
fueran realidad, lo cual los va agotando y destruyendo. Los
miedos también pueden provocar o anticipar acontecimientos
negativos, si se viven muy intensamente.

Hay ciertas personas que no sufren angustia porque tienen


razones profundas por qué vivir, pero nunca han podido
superar ciertos miedos irracionales. Realmente, es muy fácil
cultivar miedos irracionales, ya que no hemos sido educados
para vivir mejor, sino para saber más de matemáticas,
ciencias, inglés, geografía y demás, o para vestir bien, para no
gritar o no gastar mucho dinero. Como tampoco hemos sido
evangelizados a nivel profundo y al no existir una base sólida
que dé fundamento a la sociedad, o sea en base al Evangelio,
cualquier miedo irracional se puede meter fácilmente en el
alma y producir angustia. Por eso, es difícil encontrar personas
que no sufren angustia. Se puede decir que todos estamos
enfermos ya que vivimos en una sociedad enferma y
neurótica.

Los miedos deforman la realidad cuando se experimentan


irracional y obsesivamente y producen cierto desequilibrio y
depresión. Por el efecto dañino que causan los miedos, hemos
identificado 14 tipos diferentes de miedos que analizaremos
para descubrir cómo superarlos y vencerlos.

IV. LOS MIEDOS

Los miedos muchas veces tienen su origen en la realidad de las


cosas que acontecen, pero hacen un daño terrible cuando por
diversas circunstancias se convierten en una obsesión para el
que los siente. Cuando los miedos pierden su sentido real, se
transforman en auténticos monstruos mentales que causan
mucho daño. Si los miedos no son bien controlados, se
desbordan y producen una angustia terrible.

En general, los miedos obsesivos producen una terrible


angustia, sobre todo cuando no se aprenden a dominar. Los
seres humanos son mucho más irracionales de lo se piensa
porque en muchas de las cosas que hacen, actúan sin pensar
y sin razón. Mientras las personas no racionalicen los miedos,
seguirán angustiados.

Hemos seleccionado y resumido los principales miedos,


tomando las ideas de varios autores diferentes, y se los
presentamos a continuación. Ataquemos de frente estos
miedos irracionales para poder vivir una vida más plena, como
Dios quiere.

A. Miedo al fracaso

El miedo al fracaso paraliza e impide actuar. Este miedo a no


triunfar en una determinada empresa que nos hemos
dispuesto a realizar en cualquier campo de la vida, puede
producir desequilibrio emocional y angustia. Este miedo se
produce muchas veces porque la persona tiene una visión
irreal de la vida, en la que piensa que todo le tiene que salir
bien, que su camino tiene que ser amplio, tranquilo, cómodo,
feliz y sin problemas. No concibe que en la vida puede ocurrir
algo negativo. Con esa manera de pensar, la persona no está
preparada para el fracaso y cualquier cosa negativa que le
ocurra se convierte en una tragedia. Cuando una persona tiene
este tipo de pensamiento en su subconsciente y está
convencido de lo que piensa, se paraliza, se limita en su acción
y se convierte en un ser mediocre que nunca será algo grande
en la vida, ni realizará algo que en verdad valga la pena. Esa
persona hará solamente aquello que no conlleve ningún riesgo
que le pueda llevar al fracaso.

La persona que piense así, al situarse ante cualquier posible


fracaso o algo que implique cierto riesgo, inmediatamente
comenzará a angustiarse. Su angustia puede llegar a ser tan
grande que su reacción será huir. Si no puede huir, comenzará
a volverse agresivo y atacará el obstáculo que tenga en el
camino, que bien puede ser el motivo de su fracaso. La huida y
la agresividad son sus dos opciones. Ambas reacciones son
primitivas e instintivas y causan que la persona actúe
irracionalmente.

¿Qué hacer ante el miedo al fracaso?

Todo ser humano debe tener conciencia clara de que en la vida


se triunfa y se fracasa; se tiene éxito y se cometen errores; se
alcanzan cumbres y se cae en abismos. Cuando uno se
esfuerza por alcanzar ciertas metas, en esa lucha habrá una
mezcla de éxito y fracaso, lo que nos mostrará con más
claridad el camino que se debe tomar para triunfar. Ser
realista y tener una visión objetiva de la vida preparará al ser
humano para tomar con serenidad un posible fracaso. El éxito
servirá de estímulo para seguir adelante y el fracaso servirá de
lección para no volver a hacer lo mismo.

Para vencer el miedo al fracaso, hay que aceptar que todo en la


vida tiene un riesgo. No hay nada bueno en la vida que para
conseguirse no conlleve el riesgo de perderlo. Hay que estar
preparado para asumir ese riesgo si se quiere conseguir algo
bueno.

Otro paso importante para vencer el miedo al fracaso es seguir


adelante sin pensar demasiado. Cuando se está convencido de
que lo que se quiere obtener es algo bueno, debe ponerse
rápidamente en acción. Una vez que empiece, estará tan
ocupado trabajando que se olvidará del miedo. Después se
dará cuenta de que gran parte del miedo era irracional. Al
descubrir esto, empezará a adquirir confianza en sí mismo y en
esa medida irá desapareciendo el miedo a fracasar.

La historia de nuestro Señor Jesucristo puede verse como un


fracaso. Pero de su "fracaso" brotó el éxito y esa es la gran
lección de la Cruz de Cristo. Del aparente fracaso de Jesús,
que fue Su muerte en la Cruz, brotó el mayor triunfo: Su
Resurrección que venció a la muerte.

B. Miedo al rechazo

El miedo al rechazo se produce muchas veces en la infancia.


Desgraciadamente, hay padres que no dedican suficiente
tiempo a sus hijos, por estar ocupados en otras cosas o porque
en el fondo no los quieren. Un niño en este ambiente sufre
tremendamente el abandono de sus padres y va desarrollando
un sentimiento de que no vale nada. Desde su infancia,
entonces, se produce en esa criatura un gran complejo.

También se puede cultivar ese miedo en el ambiente escolar. Si


un niño tiene algún defecto físico o algún problema de ajuste
mental, puede ser rechazado y ridiculizado por sus
compañeros o su maestra.

Luego en la adolescencia, el sentimiento de rechazo puede


cultivarse por desengaños amorosos u otras desilusiones en el
campo afectivo que se convierten en traumas.

El miedo a ser rechazado produce parálisis en el campo de la


afectividad y hace que la persona se repliegue y se aleje cada
vez más del contacto social. Cuando una persona ha sido muy
golpeada en la infancia, adolescencia o juventud, se
desilusiona mucho y eso le produce un tremendo miedo a ser
rechazado, porque quienes deberían quererlo no lo hacen. La
persona se esconde dentro de una timidez o reacciona muy
anormalmente cuando está en grupo; siente mucha angustia
cuando tiene que enfrentar situaciones en las que debe
encontrarse con otros seres humanos. Entonces, su actitud no
es espontánea y tiene dificultad en comunicarse con las demás
personas, esquiva la mirada de los demás, guarda sus ideas y
no habla. Por esto, pierde numerosas oportunidades para
cultivar amistades y establecer relaciones afectivas. Esto
empobrece a la persona humanamente, porque nadie puede
crecer integralmente sin el contacto permanente y profundo
con otros seres humanos con quienes pueda dialogar,
comunicarse y convivir.

El miedo al rechazo también puede provocar que una persona,


aún con muchas cualidades, no pueda funcionar plenamente
en su oficio o profesión.

La persona que teme ser rechazada provoca rechazo por su


manera de hablar y comportarse en grupos y en sus relaciones
interpersonales. Su forma anormal de reaccionar provoca a su
vez más rechazo y se convierte en un círculo vicioso. Además,
muchas veces la persona afectada aumenta la magnitud del
rechazo normal (que todos experimentan en un momento u
otro de su vida) y lo convierte en algo monstruoso. Muchas
veces, la persona confunde una simple mirada con una mirada
mal intencionada, confunde un tono de voz un poco subido
con una ofensa y un gesto un poco brusco con un desafío o
una humillación terrible. Las "víctimas" de este miedo actúan
siempre a la defensiva y se convierten en personas
hipersensibles. La hipersensibilidad las torna agresivas y hasta
capaces de causar daños físicos o mentales a otras personas.
Con el tiempo, puede aparecer una especie de demencia y
deseo de venganza, de hacer daño y de aniquilar a todo el
mundo.

El rechazo ficticio que la persona elabora en su mente como


resultado de traumas sufridos en su pasado, produce el
rechazo real de las personas con las que se relaciona y lo
obliga a retirarse aún más de la sociedad. Esto impide que dé
mucho más de lo que puede dar y la persona experimenta una
terrible soledad.

La persona que siente miedo a ser rechazada deforma la


realidad, ve monstruos por todas partes y se convierte en un
ser peligroso. Son personas difíciles en su trato en cualquier
situación: en el trabajo, en las comunidades, en los
apostolados y en el matrimonio.

El miedo al rechazo empobrece al ser humano, aniquila su


afectividad, lo convierte en un ser raro, anormal, enfermizo y
provoca que sienta más y más odio por la sociedad.

Para vencer el miedo al rechazo, hay que tomar en cuenta que


en la vida unos son aceptados y otros no y hacer el esfuerzo de
comprender a las demás personas. Vivimos en una sociedad
enferma y bastante agresiva, donde muchas personas han sido
afectadas y golpeadas y están siempre a la defensiva. Muchas
veces cuando la persona se cree rechazada por alguien es
porque esa persona tiene sus propios problemas que la hacen
actuar de esa manera.

Piense positivamente que, a veces, el que tiene problemas no


es usted sino la otra persona. Mantenga una autoimagen muy
positiva y no permita que estas cosas le afecten. Convierta el
rechazo en un reto: ¡llénese de amor! Presente su mejor imagen
y pruebe a ver qué vencerá: el amor o el odio. Mejórese más,
pula su personalidad, llénese de amor y conquiste esos
corazones que supuestamente le rechazan. Hágale ver a los
demás que usted sí los acepta y los quiere tal y como son, ya
que hay muchos otros que están igualmente temerosos al
rechazo.

Lo más importante para vencer el miedo al rechazo es sentirse


seguro de que hay alguien que lo acepta a usted totalmente, tal
y como es: Dios, el Señor. El le ama por encima de todo y eso
le debe bastar, aunque ninguna otra persona le ame en la vida.
Además, eso es imposible, ya que siempre habrá una persona
que le ame si usted ama. No tema a nadie y rompa barreras;
conquiste corazones siendo dulce y transparente en sus
acciones. Guarde sus armas, muestre al mundo su

corazón lleno de amor y demuestre su aceptación y amor por


Dios y por los demás.

C. Miedo al futuro

El miedo al futuro paraliza y produce angustia porque impide


vivir lo único que tenemos que es el día de hoy. El miedo al
futuro o a lo que pasará mañana es un miedo a la
incertidumbre, a lo sorpresivo y misterioso. Puede sentir miedo
a enfermarse algún un día, miedo a que se le muera un hijo, a
perder el trabajo, a una guerra mundial o al fin del mundo.
Mucha gente se olvida del presente y no vive ni disfruta nunca
un día por estar su mente y su corazón puesto en un futuro
incierto, misterioso y dramático. Estas personas piensan que el
futuro le va a arrebatar todo lo que tienen y se enferman por
estar angustiadas pensando en el mañana. El miedo al futuro
es en realidad el ladrón del presente; le impide ser usted
mismo y sacarle al presente toda la felicidad que puede
brindarle.

Si usted pone bien las bases y siembra la semilla buena, lo que


haga en el presente es lo único que tiene en sus manos con
seguridad y que le podrá producir un futuro mejor.

¡Confíe en Dios! El tiene en sus manos la vida, la muerte, el


futuro, el presente y el poder para transformar la historia. Dios
es fuerte, vigoroso, sabio y vencedor de la muerte. El sabe
cómo manejar todas las situaciones. Confíe en El, quien por
encima de Su justicia es nuestro Padre, nos ama y no nos
abandonará nunca. Si El creó el mundo, no lo va a dejar
huérfano y abandonado.

Deposite en Dios toda su preocupación y trabaje lo más que


pueda en el presente para que su futuro sea mejor. De acuerdo
con sus posibilidades, influya lo más que pueda en la sociedad
para que mañana sea mejor que hoy a nivel social, económico,
político y religioso. Es decir, conviértase en protagonista activo
de la historia y no en alguien que, por miedo, se queda
paralizado y no hace nada. No sea un simple espectador
esperando un futuro terrible. Dios quiere que usted viva
plenamente su presente y actúe hoy para tratar de evitar en
algo lo que usted cree que puede ocurrir mañana.

D. Miedo al pasado

Las experiencias del pasado permanecen en el subconsciente,


producen complejos, provocan miedos y paralizan. El miedo al
pasado causa que las heridas emocionales, los pecados y los
errores del pasado vuelvan al presente para herir y hacer
brotar sangre. La persona que experimenta miedo al pasado
teme que los pecados que ya estaban dominados le ataquen,
que los fracasos que ya había superado en el pasado se
presenten nuevamente, que la mala vida anterior destruya la
presente, que las sombras que oscurecían la luz de Dios en su
vida vuelvan para convertirlo en el pecador de antes.

El miedo al pasado es el temor a que ocurran las mismas cosas


de ayer, a experimentar aquellas cosas que tanto daño
hicieron. La persona ha quedado golpeada, herida y
traumatizada por cosas del pasado.

¡Despierte! ¡Reaccione! ¡El ayer esta aniquilado, muerto y


sepultado! Comprenda que hoy es diferente que ayer. No tenga
miedo a que resuciten los muertos que le produjeron agonía.
Ponga de su parte y aprenda del ayer para no volver a
experimentar esas cosas. Pero, si volviera a ocurrir lo de ayer,
hoy se puede enfrentar mejor a la situación porque conoce el
problema, sabe qué esperar, está más preparado y puede
manejarlo mejor. Prepárese y esté bien entrenado para los
golpes, pues no hay quien escape de ellos en la vida.

La palabra clave es experiencia, que es la madre de toda


ciencia. Gracias a una actitud mental positiva, muchas
personas que en el pasado hicieron cosas feísimas, y hasta
fueron criminales, se convirtieron en hombres de bien. Al
sentirse perdonados por Dios y perdonarse ellos mismos, se
pudieron reconciliar consigo mismos y con las personas a
quienes ellos hicieron daño.

Viva su presente y aleje los pensamientos negativos del


pasado. Repítase constantemente que el ayer está muerto y
olvidado. Sánese a nivel espiritual y pida al Señor que cierre
las heridas emocionales y mentales provocadas por los golpes
del pasado. Si es necesario, busque tratamiento profesional
para que pueda analizar su pasado y comprender que eso todo
quedó atrás; que usted ya lo superó. Sólo el hoy es suyo.
¡Vívalo plenamente!

E. Miedo al qué dirán

El miedo al qué dirán se basa en la opinión que tienen los


demás sobre su persona. Este miedo se relaciona con una
autoimagen sumamente pobre que tiene la persona de sí
misma, ya que para sentirse bien depende de que otros lo
miren bien y se lo digan. De esta manera, la persona se
convierte en un esclavo de lo que otros piensan y permite que
sea la opinión de otros la que decida si la imagen que tiene de
sí mismo es positiva o negativa.

El miedo al qué dirán paraliza y angustia sobremanera a


cualquier persona. La angustia detiene la acción, paraliza en
cuanto al triunfo e impide que una persona sea original, sea
ella misma y realice en la vida grandes cosas. Este miedo se
puede vencer en la medida en que su autoimagen sea
auténtica, objetiva, positiva y real. Mientras más pobre y
negativa sea su autoimagen, asimismo dependerá más de la
opinión de los demás.

Dios ha hecho a cada persona original, única, diferente e


irrepetible. Cada uno tiene la obligación y la misión de ser
como Dios lo ha hecho, pero mejor. Desarrolle una autoimagen
lo más positiva posible. Para esto, usted tiene que conocerse,
valorar sus virtudes y cualidades y siempre relativizar las
opiniones que tengan los demás de usted. Sea independiente y
autónomo, conozca su naturaleza lo más profundamente
posible, con sus virtudes y defectos, aprenda a quererse,
amarse y aceptarse, y desarrolle muy positivamente su
autoimagen. Escuche con atención, atienda las críticas
constructivas y acéptelas con humildad, pero no se atenga
totalmente a la opinión de los demás. Elimine la esclavitud
absurda de vivir pendiente de los demás. Escuche solamente el
juicio de Dios sobre usted, porque ese es el único realmente
auténtico.

F. Miedo al éxito

Es irónico, pero muchas personas le temen al éxito; le huyen y


no quieren saber nada de escalar puestos ni de adquirir más
responsabilidades. Tienen todas las cualidades necesarias:
cultura, inteligencia, educación, voluntad y medios
económicos, pero no luchan para superarse, crecer y subir.

Algunas personas se angustian pues no quieren subir muy alto


porque sienten mucho temor a caer de allá arriba y romperse
la cabeza en una caída vertiginosa. Saben que mientras más
suben, tendrán que luchar más y les costará más mantenerse
en ese nivel. Se quedan, entonces, como parte del montón en
los puestos secundarios. Algunas veces esconden en una falsa
humildad un terrible miedo a tener éxito. Dios nos dio la vida
para ser como águilas y vivir en lo más alto de los montes,
cada uno en su puesto de acción. Dios no nos creó para ser
mediocres. Intente siempre llegar a las cumbres más altas. Lo
más que le puede suceder es que no alcance la meta, pero al
menos podrá llegar a la mitad y no quedarse abajo. Llegar al
triunfo, a la altura espiritual y humana, superarse y rendir lo
máximo en todo produce una increíble satisfacción.

La cuestión no es solamente subir sino mantenerse allá arriba,


en un puesto dentro de su profesión, en la santidad o en el
amor matrimonial, pero vale la pena. No se trata de competir
ni compararse con nadie. Cada persona tiene su cumbre
diferente y debe competir solamente consigo mismo. Llegue a
la cumbre y no le tema al éxito porque se paralizará y lo
dominará la angustia.

G. Miedo al ridículo

Este es un miedo a que se burlen o rían de uno. Muchas veces


duele más una burla que la peor calumnia. De Jesús dijeron
que era blasfemo, que era el diablo, un comilón y bebedor, un
loco y en la cruz se rieron de El a carcajadas. Jesús sabía que
esa era parte de su misión y no le dio miedo ni el qué dirán ni
la burla. El miedo a la burla, a la risa y a hacer el ridículo
paraliza terriblemente.

Para vencer el miedo al ridículo, aplique el dicho "el que ríe de


último ríe mejor". Adquiera una cierta indiferencia a la burla
de los demás. Comprenda que si se ríen de usted es porque no
le entienden y que el día que entiendan dejarán de reírse.
Aprenda a reírse de los que se ríen de usted, no en sentido de
burla, sino restando importancia a lo que a ellos les produce
risa.

Sobre todo, aprenda a reírse de usted mismo y a no tomarse


demasiado en serio. Adquiera mucho coraje, valentía y valor, a
nivel mental y emocional, para que las risas de los demás no le
aturdan. Piense que usted es importante, pero más importante
es Dios.

A través de la historia, los grandes hombres han sido siempre


objeto de risa, porque la mediocridad, al igual que la
ignorancia, es atrevida. Quien no ve más allá de sus narices no
puede comprender la trascendencia de las grandes mentes e
ideas.
Mientras usted más suba, más solo se quedará. Pero los que se
quedan rezagados abajo son los que no quieren amar, no
quieren ser santos, no quieren ser buenos profesionales, y se
conforman con ser siempre iguales. Esos siempre se reirán de
los pioneros, de los que abren camino y suben. Además, la risa
de los demás puede ser una señal de que usted es alguien que
empieza a destacar, un poco original y diferente a los demás,
pero usted mismo. Benditas risas que demuestran que usted
es diferente a los tontos de siempre.

Por el miedo al ridículo uno no hace una pregunta importante


en una reunión, no va a leer una lectura en el altar, no lanza
ideas profundas y buenas en la comunidad, grupo o empresa.
Hay personas que sudan copiosamente cuando tienen que
asistir a una reunión.

Hay que perder el miedo al ridículo, para decir las verdades de


Cristo en cualquier lugar donde se burlen de Dios. Hay que
estar dispuesto a hablar de Dios para superar las burlas de los
que se mofan de las personas y cosas sagradas de nuestra
religión.

En la historia se han perdido iluminaciones profundas, ideas


importantes y acciones heroicas, más que por miedo a perder
la vida, por miedo a causar risa. Acostúmbrese a la risa, no le
dé importancia a las cosas pequeñas e insignificantes y sea
valiente. No permita que el miedo al ridículo le frene e impida
que usted se realice en todo su potencial, como Dios quiere
que usted sea.

H. Miedo a la enfermedad

Muchas veces, el miedo a la enfermedad es producto de estar


siempre hablando de lo mismo y leyendo acerca de estas cosas
constante y obsesivamente. Los constantes mensajes de los
medios de comunicación nos han acostumbrado a alarmarnos,
porque hablan de todas las enfermedades posibles, conocidas y
no conocidas, sus síntomas y consecuencias.

Hay personas que sufren muchísimo por un miedo obsesivo a


que la próxima enfermedad sea trágica, que su gripe sea en
verdad un cáncer en los pulmones, que el dolor que sienten en
el estómago sea un cáncer, que su dolor de cabeza sea por un
tumor, o que un malestar de varios días significa que se han
contagiado con el sida.

Definitivamente, hay que cuidar la salud y mantenerse lo más


sano que se pueda. Algunas enfermedades se pueden prevenir
si usted se hace exámenes periódicos, modera su dieta y hace
ejercicios, y sobre todo si tiene su mente siempre positiva. Lo
que hay que evitar es estar pensando obsesivamente que lo
que le sucede a usted es lo peor y que ya le ha llegado el final.

Hay personas que son hipocondríacas y siempre se están


quejando de algo, se preocupan mucho más de la cuenta y
piensan que el día que no sienten alguna molestia es porque
ha llegado el final. Estas personas están siempre pendientes de
las enfermedades de los demás, preguntando acerca de sus
síntomas para sentir ellos lo mismo. Cuando su mente está
negativa, puede producir enfermedades físicas porque usted
tiene un gran poder de sugestión. O sea, si su mente está
descontrolada y usted la utiliza negativamente puede llegar a
producirle una enfermedad.

Para vencer el miedo a la enfermedad usted tiene que cuidarse,


tener una actitud mental positiva en todo, convencerse de que
Dios le dio la vida, lo hizo bien y lo equipó bien para vivir.
Entérese bien de los avances de la medicina y las estadísticas
que muestran que la mayoría de las personas que están
hospitalizadas sufren de enfermedades emocionales y no
físicas. Cuide su mente de enfermedades imaginarias y
comprenda que es normal que usted se enferme de vez en
cuando. Ponga toda su fe y confianza en el Señor. El es
nuestro gran consolador y puede sanar su mente y su corazón,
llenándolo de amor y esperanza.

I. Miedo al dolor

El miedo al dolor y al sufrimiento puede paralizar y producir


angustia. Si siente miedo al dolor, usted se situará siempre en
segundo lugar y no luchará para conseguir las cosas que más
quiere.

El miedo al dolor se relaciona mucho con la educación. Si


cuando niño lo criaron demasiado consentido y usted no fue
educado para ganarse las cosas, ya que haciendo nada
consiguió todo lo que quiso, en su vida puede aparecer
fácilmente el miedo obsesivo al dolor.

Jesús dice en la Palabra, "Bienaventurados los que sufren y los


que lloran porque ellos serán consolados." La expresión Bíblica
"llorar" significa sufrir por amor.

Toda persona nace para amar y ser amada, porque el amor es


parte de la vida. Amar implica una profunda entrega, una
lucha y preocupación constante y profunda por los que se
aman y, si es necesario, hasta morir por ellos. Sin embargo,
mientras más se ama, más se tiene que sufrir y experimentar
dolor. Todos comprendemos lo necesario que es amar.

Muchas personas tienen un miedo obsesivo y espantoso a


sufrir y prefieren sacrificar la experiencia más grande que
puede darnos la vida que es sentir amor. Los Mandamientos de
la Ley de Dios nos exigen "Amar a Dios sobre todas las cosas,
amar al prójimo como a ti mismo." En vez de amar y sufrir, la
persona cambia su corazón de carne por uno de piedra, para
ser insensible e indiferente a los demás, al sufrimiento
humano y a las necesidades del prójimo. Una persona así
puede vivir una vida supuestamente "feliz" porque no sufre,
pero tampoco ama. Si una persona no ama, no ha vivido; si no
ha vivido, ha fracasado totalmente. Vivirá más o menos
tranquila, pero cuando muera muy pocos la recordarán,
porque no dejará una huella positiva en la vida de ninguna
persona.

Dice la Palabra que cuando Jesús le dijo al joven rico, "Anda,


ve y vende todo lo que tienes, sacrifícate y sígueme", éste
desconcertado, sintió mucho miedo y no se atrevió. El hubiera
sido uno de los doce apóstoles y su nombre hubiera quedado
escrito para siempre en el libro de la vida. Pero ni siquiera su
nombre ha quedado en la Palabra como constancia porque él
se perdió entre el montón de gente. No hay amor auténtico sin
sufrimiento, no hay resurrección sin calvario ni vida eterna sin
Viernes Santo. No existe amor sin dolor, sin sufrimiento. Este
es parte del precio que hay que pagar por amar. Una de las
cosas más hermosas que puede suceder a un ser humano es
vivir en el corazón de otros. Lo más triste es no ser nada para
nadie; no tener resonancia en el corazón de alguien. Es triste
vivir sin amar y morir sin haber amado y que nadie derrame
una lágrima por uno.

El que más ama y tiene razones profundas por qué vivir y


morir, más sufre pero también vive más plenamente. "Benditos
clavos que atravesaron las manos y los pies del cuerpo de
Cristo."

J. Miedo a la vejez

La vejez, bien entendida, es un progresivo desgaste orgánico,


biológico y mental, que le anuncia y lo prepara para el
encuentro definitivo con el reino de Dios. Mucha gente le tiene
un miedo espantoso a la vejez y cualquier signo o
acontecimiento indicativo de vejez lo quieren tapar y disimular.
Detener ese proceso normal, que va a ocurrir aunque usted no
lo quiera, le impedirá vivir momentos maravillosos que se
experimentan en esta etapa de la vida. Además, este miedo es
un insulto y una ofensa a Dios, pues usted le está diciendo a
El que hizo las cosas mal permitiendo que nos llegara el
período de la vejez.

El miedo obsesivo a la vejez lleva a una persona a asumir


actitudes ridículas, que son notadas por todos menos por la
misma persona y que, en definitiva, la mantiene engañada.

El miedo obsesivo a la vejez se puede mitigar con resignación,


realismo, aceptación de la voluntad de Dios, y viviendo la vida
plenamente. En esta etapa de su vida, usted puede dedicar
mayor tiempo a las cosas de Dios, sirviéndole en sus hermanos
más necesitados.
K. Miedo a la muerte

La muerte es parte de la vida, así como el nacer y el vivir. No


hay que ver la muerte como un simple suceso orgánico y
biológico, sino como un paso trascendental a una vida más
plena. Hay que ver la muerte desde el punto de vista de la fe.
La fe dice que la muerte es un simple paso a la eternidad.

Cuando el miedo a la muerte se convierte en algo obsesivo e


irreal produce angustia, paraliza y convierte a la persona en
un ser anormal. El miedo obsesivo a la muerte lleva a las
personas a vivir tensas, angustiadas y nerviosas. Cuando se
tiene un miedo obsesivo a la muerte, no se vive sino que se
vive muerto.

El miedo obsesivo a la muerte puede llamarla más


rápidamente. Vivir un miedo obsesivo puede traer más
fácilmente la realidad del miedo. Si piensa negativamente,
puede atraer eso que tanto teme porque el poder de la mente
es muy grande, tanto para el bien como para el mal.

Para vencer el miedo a la muerte, hay que darle su lugar.


Piense mucho más en la vida que en la muerte. La mayor parte
de los momentos hay que pasarlos pensando en la vida, en lo
que puede hacer para vivir mejor y más plenamente, para
llevar una existencia mucho más completa y feliz. Piense en la
muerte solamente en los momentos en que sea necesario.

"Uno llega a ser lo que piensa constantemente." (Pensamiento


del psicólogo William James fraseado por Norman Vincent
Peale) Lo que usted piensa puede convertirse en realidad
después de tanto pensarlo. Por eso, piense mucho más en la
vida que en la muerte.

L. Miedo obsesivo a Dios

En su mente, usted sabe que Dios lo conoce. Usted cree que


las demás personas no lo conocen, pero que a Dios usted no lo
engaña, porque El sabe quién es usted y está al tanto de todo
lo que hace. Usted piensa que El lleva una cuenta de todos sus
fallos, defectos y pecados, lo ve de día y de noche, se va a
vengar de usted, no le va a perdonar nada y lo va a castigar.
Es cierto, ¡Dios todo lo sabe! Esta manera de pensar puede
producir el miedo que nace de creer que Dios no lo va a
perdonar y que se va a condenar por todo lo malo que sabe que
ha hecho en su vida.

Usted le tiene un tremendo temor a Dios porque siente que El


le ha exigido mucho y usted no ha dado suficiente, y además
ha hecho

cosas malas. Usted cree que al final se condenará e irá al


infierno, porque Dios es un dios castigador.

Es cierto que hay que tenerle un santo temor a Dios: no


ofenderlo, no jugar con El, no usar Su Nombre en vano, no
tratar de engañarlo y no frustrar Su plan de salvación en
nuestra vida. En la Palabra de Dios aprendemos que existe el
infierno, pero por encima de ese temor hay que tener un
impresionante amor y una confianza ilimitada en Su
misericordia, Su paternidad y maternidad y Su corazón
abundantemente lleno de amor, que vela por cada uno de
nosotros y nos ama por sobre todas las cosas. Dios quiere lo
mejor para nosotros y quiere ayudarnos a ser mejores porque
somos Sus hijos y estamos bañados con la preciosísima
Sangre de Cristo. Además, el miedo obsesivo a Dios impide que
usted establezca diálogos de amor con el Señor.

Ponga toda su fe y confianza sin límite en Dios. Sepa que El


está con usted, le quiere, le ama por encima de cualquier
criatura no humana y quiere lo mejor para usted. Usted es hijo
de Dios y está hecho a imagen y semejanza Suya y bañado con
la Sangre de Cristo. Cristo le compró con Su Sangre y por eso
usted vale mucho. El quiso morir para que usted tuviera vida
eterna. El amor y confianza infinitos de Dios tienen que
superar el temor que usted le pueda tener. Tenga temor de
Dios, pero que su amor esté por encima del temor.

M. Miedo a perder algo importante


Hay personas que tienen un miedo obsesivo a perder algo
importante en la vida, sobre todo un ser querido. También
puede ser un miedo irracional a perder un puesto o un trabajo
que considera importante.

Este tipo de miedo tiene que ver con el fatalismo. Hay personas
que llegan a expresar que en un período determinado les ha
ido tan bien que con seguridad algo malo les ocurrirá pronto.
Peor todavía, hay personas que están muy de acuerdo con el
dicho "unos nacen con estrellas y otros estrellados". Por
supuesto que se identifican con los estrellados y piensan que
nada les saldrá bien nunca porque están marcados con una
especie de maldición.

El miedo a perder un ser querido se debe, en parte, a que ha


hecho de ese ser querido un ídolo, y piensa que si falta no va a
poder vivir. El miedo obsesivo a perder un ser querido paraliza,
angustia y convierte a la persona en un ser temeroso. Si es
casado, se vuelve excesivamente celoso. Este miedo es
absurdo, porque el único absoluto y necesario es Dios.

Los celos es una enfermedad absurda y dramática, que


produce terribles torturas psicológicas al que la padece. Los
celos tienen que ver con inseguridad, autoimagen muy pobre,
complejo de inferioridad e idolatría. Esa mezcla de
sentimientos produce una reacción horrorosa. El que sufre de
celos es en realidad el que tiene el problema, porque
demuestra una autoimagen negativa bastante pobre y un gran
complejo de inferioridad. Los celos no conducen a nada
positivo.

Haga un esfuerzo por solucionar esos problemas que pueden


causarle sentimientos obsesivos de celos. No espere ni exija
que las otras personas cambien, porque el problema lo tiene
usted.

Ningún ser en este mundo es Dios. Sus seres queridos son


humanos, no dioses. Si se trata de su esposo o esposa, usted
se casó con esa persona para quererla y amarla. Pero si algún
día esa persona ya no está con usted, usted tiene que seguir
viviendo. Un ser querido es importante; pero Dios, quien creó a
ese ser querido, lo es más.

Si se trata de un trabajo o un puesto importante que teme


perder, piense más bien en trabajar lo mejor que pueda y deje
de pensar negativamente. Si llega a perder su trabajo por
alguna injusticia, entonces sencillamente olvide y siga
adelante.

En la mayoría de los casos, las personas que sienten miedo


obsesivo a perder algo importante lo atribuyen a su mala
suerte. Viven la vida obsesionados con un fatalismo. ¡La mala
suerte no existe ni ha existido nunca! ¡No diga jamás que lo
bueno o lo malo que le sucede se debe a la suerte!

Existen causas naturales y otras provocadas por uno mismo,


por obsesiones, fatalismos y temores irracionales e infundados.
También existe el poder de las tinieblas. Pero más allá de todo
está el poder de Dios. Crea en el poder maravilloso de Dios y
en su infinita bondad y misericordia y podrá superar todos los
problemas.

N. Miedo a fantasmas

Este miedo, que puede ser obsesivo, es provocado por los


cuentos que escuchábamos de niños que hablaban de brujas,
aparecidos y muertos que salen por las noches a asustarnos.
Este miedo es irreal y absurdo, porque los fantasmas no
existen y los muertos están en otra dimensión de donde no
vuelven. Lo que sucede en esas casas que se dice que están
embrujadas, que han estado deshabitadas por largo tiempo,
donde ciertas personas dicen haber escuchado ruidos o visto
imágenes de personas que vivieron dos o más siglos atrás, no
es más que un fenómeno científicamente medido de energía
acumulada. Cada ser humano tiene un contenido de energía
que puede mantenerse por cientos de años. Lo que se da es el
contacto de energía que se puede convertir en imágenes
borrosas o en ruidos, pero no son muertos, sino restos de
energía, igual que hay estrellas y soles que desaparecieron
hace millones de años y aún emiten destellos de luz.

¡Cuánta gente vive sugestionada por el miedo a los fantasmas


y al más allá! No tema a nada del más allá que no sea el Señor.
Los brujos y brujas que existen son mentirosos,
embaucadores, manipuladores y negociantes del miedo que
lógicamente buscan tocar las sensibles fibras internas del
instinto de conservación del ser humano. Conocen bien que las
personas, desgraciadamente, tienen muchos miedos y se
aprovechan de esta situación para crear más miedo sugiriendo
que le están haciendo un "daño". ¡No existen trabajitos ni
daños; eso es absurdo! Lo que existe es el gran poder de
sugestión que tienen estas personas que le pueden llevar hasta
a enfermarse. Cuidado con permitir que en algún momento
usted sea manipulado con esas tonterías.

O. Miedo a uno mismo

Algunas veces las personas deforman su imagen y se ven


grotescas y monstruosas por cosas que le sucedieron en el
pasado o por cosas que se dicen de ellas. Muchas personas
exageran y agrandan los hechos. Este concepto negativo que se
desarrolla en la mente de las personas se convierte en un
miedo obsesivo de sí mismos, que los lleva a no quererse,
rechazarse y hasta odiarse.

Una madre que golpea a su niño demasiado fuerte en alguna


ocasión puede crear en su mente un complejo de culpa muy
agudo que la llevará a acusarse obsesivamente por haber sido
tan salvaje. En vez de preguntarse por qué actuó de esa
manera (que bien puede ser por exceso de trabajo, stress o
problemas maritales y económicos), analizar la situación
positivamente y comprenderse, la persona tiende a reaccionar
negativamente, considerándose un monstruo.

Estas situaciones van creando una autoimagen deformada.


Nadie es tan monstruo como quiere hacer creer. Dios creó a
todos los seres humanos y, por esa razón, cada persona es
esencialmente buena. Muchas de las cosas malas que hacen
son provocadas por condicionamientos psicológicos, traumas,
complejos y otras situaciones. Cada persona es libre y algunas
veces actúa con maldad por esa libertad. Pero, en el fondo, el
ser humano es más bueno que malo. Personas que han
cometido terribles crímenes, con ayuda espiritual, terapia
psicológica, mucha paciencia y un buen ambiente han
cambiado y se han convertido en seres increíblemente
buenos.

No hay nadie tan malo que no pueda recuperarse. No deforme


su autoimagen. El miedo obsesivo a usted mismo lo puede
llevar a hacer cosas absurdas, porque se va sugestionando y
condicionando negativamente.

V. CONSEJOS PARA PREVENIR LA ANGUSTIA

Hemos señalado y definido algunos de los miedos más


comunes, que son los que hacen más daño y producen más
angustia. Para prevenir la angustia hay que luchar para vencer
estos miedos o temores, por eso es importante (1) descubrir el
miedo en uno mismo o en otra persona y averiguar cómo actúa
y afecta a las personas y (2) buscar una estrategia para
dominar y vencer el miedo.

No viva su vida angustiado porque vivirá infeliz. Si desea en


verdad vencer la angustia, tiene que vencer los miedos con
todos los medios buenos que estén a su alcance. Nunca cultive
miedos irracionales. Medite, piense y razone inteligentemente
para descubrir lo que está detrás de sus temores. Luche contra
esos miedos para eliminar muchas de sus angustias.

Escuche la Palabra de Dios, que nos invita a no preocuparnos


por nada y a no tener miedo. Una vez estaba Jesús con sus
discípulos en una barca y sobrevino una terrible tempestad.
Llovía y llovía. Jesús estaba como dormido y los discípulos
estaban muy asustados. Gritaron a Jesús que despertara
porque tenían miedo de ahogarse. Dijo Jesús, "Hombres de
poca fe." "¿Por qué tienen tanto miedo? Luego se levantó y dijo
al mar, "cállate", las olas enmudecieron y vino la calma. Sepa y
convénzase que Dios siempre está con usted, le protege y le
cuida.

En la vida espiritual existe una ley: "A más fe, menos miedo."
Si Dios está con usted, quién puede estar en contra. Deposite
toda su fe y confianza plenamente en el Señor, porque CON
EL . . . ¡USTED ES INVENCIBLE. . . !

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