Sie sind auf Seite 1von 12

Los jueces y la argumentación judicial:

democracia o autoritarismo*
Judges and Judicial Argumentation:
Democracy and Authoritarianism

Oscar Correas
Universidad Nacional Autónoma de México
correas@servidor.unam.mx

Sociología jurídica y retórica

Los sociólogos, en especial los dedicados al mundo jurídico, no acostumbran


mirar la argumentación como un objeto de su trabajo. Si bien ya no creen que
trabajan con “hechos” empíricos, valga la redundancia, tampoco piensan que el
discurso sea su objeto principal.
Sin embargo, tratándose del derecho, lo cierto es que los juristas, cuando
actúan como tales, hablan. Lo que producen no son “hechos”, sino discursos. Si
bien no solamente los “hechos” de los juristas son objeto de la sociología jurídica,
puesto que esta disciplina se interesa por todos los actores sociales que usan o
se ven determinados por el derecho, lo cierto es que la actividad de los juristas
profesionales es uno de sus intereses más comunes. El asunto es que los “hechos”
de los juristas, sus “acciones sociales”, para decirlo con Weber, son discursos.
Ahora bien, si el discurso jurídico desde Platón y Aristóteles, pero desde
antes con los sofistas, es el objeto de la retórica, disciplina que estudia la retó-
rica tribunalicia, tendrá que resultar que esta última es objeto propio de la
investigación sociológica. Más temprano que tarde, la sociología jurídica tendrá
que ocuparse de la retórica, y los sociólogos de estudiar retórica, so pena de no
conseguir entender plenamente el objeto de sus afanes.

* El presente texto corresponde a una intervención en la reunión del Comité para la Sociología
Jurídica, perteneciente a la Asociación Internacional de Sociología, en Oxford, los días 18 y
20 de julio de 2003.

Crítica Jurídica | Nueva Época 233 Núm. 38


jul-dic 2017

Crítica jurídica_final_140318.indb 233 14/03/2018 12:33:04 p.m.


Oscar Correas

En este orden de ideas se sitúa este trabajo: la argumentación judicial es


objeto, entre otros, de la preocupación de la sociología jurídica. Con esto, los
sociólogos del derecho se encontrarán con los practicantes de la filosofía del
derecho, y, por tanto, con los temas de la teoría del derecho, disciplina que los
sociólogos no pueden desconocer —aunque de hecho lo hagan— sin comprome-
ter la seriedad de sus investigaciones.

Argumentación judicial y democracia

El otro punto en que se asienta la intención de este trabajo es la convicción de


que la argumentación judicial es un momento del ejercicio del poder. Por tanto,
es un momento de la clase de poder que se ejerce y, como se sabe, entre otras
clasificaciones, puede decirse en nuestro tiempo que el poder se ejerce democrá-
ticamente o autoritariamente.
Por uso democrático del poder, en cuanto al mundo judicial, entenderemos
aquí uno que se hace “realidad” —pero realidad discursiva— en sentencias y otras
resoluciones que están argumentadas de tal manera que los ciudadanos son conven-
cidos de su justeza.
Atiéndase a que no se trata de que los jueces resuelvan “con apego a la ley”,
como suelen decir lenguas apuradas. Se trata de saber que el famoso “apego a la
ley” es una expresión ideológica que oculta el hecho de que no existen las leyes,
sino el uso que los actores sociales hacen de los discursos que identifican, a veces
confusamente, con el nombre de derecho. Cuando un actor social, especialmente
un juez, dice que “se apegó a derecho”, en realidad debería ser corregido: que se
“apegó —expresión que trae el recuerdo de las estampillas— a derecho” es sola-
mente su opinión, y la experiencia tribunalicia nos enseña que todos los jueces
creen “apegarse a derecho” —sería en verdad poco frecuente que un juez distraído
dijese lo contrario—, y están “apegados”, pero sólo mientras un juez superior no
les informa que no. Por tanto, cuando la Suprema Corte dice que un juez inferior
no “se apegó”, suele resultar que la opinión pública, miembros del Gobierno, pro-
fesores de derecho, políticos, dicen que tampoco sus ministros “se apegaron”. En
suma, que los jueces se crean “apegados” no garantiza nada, mucho menos que
su gestión sea democrática.

Crítica Jurídica | Nueva Época 234 Núm. 38


jul-dic 2017

Crítica jurídica_final_140318.indb 234 14/03/2018 12:33:04 p.m.


Los jueces y la argumentación judicial

Una gestión judicial es democrática, diremos aquí, cuando los jueces con-
vencen a los ciudadanos, a la mayoría de ellos. Por otra parte, se ha dicho también
que la práctica democrática de la judicatura requiere prácticas progresistas, por
lo que se entiende, a veces con ciertas dudas y confusiones, que hay una marcha
ascendente en el sentido de la civilización y el respeto a los otros seres humanos,
y que la democracia incluye esta práctica progresista o no es tal.
Esta última precisión adquiere mayor relevancia cuando pensamos que exis-
ten argumentos que podemos llamar formales, mientras que otros son de fondo o
materiales. Por ejemplo, el argumento a fortiori es un argumento cualquiera que
sea su contenido; mientras que otros se refieren a temas que constituyen parte
de la agenda ideológica de la humanidad. Piénsese, por ejemplo, en las argu-
mentaciones relacionadas con el divorcio o con las cuestiones de género: esos
argumentos convencen o no, pero no por su forma, por su estructura retórica,
digamos, sino porque aluden a aspiraciones cotidianas.
Una gestión judicial es, en cambio, autoritaria cuando los jueces hacen uso
de su poder jurídico para emitir sentencias y resoluciones que no están argu-
mentadas, o cuyas justificaciones no convencen a la mayoría de los ciudadanos.
Sobra decir que el prestigio de la magistratura puede ser el punto de cesura entre
la gestión democrática y la autoritaria. También que el prestigio no garantiza que
el convencimiento logrado conduzca a mejores formas de vida humana. Desde
ciertas perspectivas de lo que significa progreso humano, sentencias argumen-
tadas de manera convincente puede que no corran en el mismo sentido en que
parece correr ese progreso humano.

Los argumentos judiciales: la reducción al terror

Los argumentos que usan los juristas son variados. Son recursos retóricos a los
que no cabe aplicar las ideas de verdad o error. No tienen nada que ver con la
ciencia, si por ella entendemos la búsqueda de conocimientos “verdaderos”. Sin
embargo, todos —digamos casi todos, para matizar y evitar una discusión al res-
pecto— los argumentos a los cuales estamos acostumbrados los juristas tienen
algo en común: afirman que si no se resuelve de tal o cual manera, sucederá algo
terrorífico, catastrófico, malo, desaconsejable o peligroso.

Crítica Jurídica | Nueva Época 235 Núm. 38


jul-dic 2017

Crítica jurídica_final_140318.indb 235 14/03/2018 12:33:04 p.m.


Oscar Correas

Llamo a esta forma de argumentación de reducción al terror, a sabiendas de


que la palabra terror es terrorífica y, por tanto, sonará exagerada para muchos.
Pero, a cambio, el uso de esa palabra hace más notorio lo que deseo expresar.1
La lógica clásica conoce el razonamiento —aquí sí razonamiento, no argu-
mento— llamado de reducción al absurdo. Tiene su “base” lógica en el principio
del tercero excluido: dada una contradicción —la nieve es blanca o la nieve es no
blanca—, uno de sus términos es verdadero y el otro falso, sin que sea posible —
lógicamente posible, se entiende— pensar en una tercera posibilidad. Sobre esta
convicción resulta claro que, para acreditar uno de los términos como el verda-
dero, no es necesario razonar sobre ese término, sino que es suficiente con desa-
creditar al otro como absurdo, esto es, como contrario al logos, a la razón.
Pues bien, los argumentos jurídicos se parecen a la reducción al absurdo, sólo
que en vez de hacernos temer caer en la irracionalidad, nos hacen temer los terro-
ríficos resultados de resolver de una cierta manera. Y si tal sentido de la resolución
acarreará tales perjuicios, parece quedar claro que debe resolverse en el sentido
contrario, es decir, a favor de la otra interpretación, la que nos conduce a la paz, la
armonía y otras aspiraciones legítimas, a veces, incluso a la propia justicia.
No parece necesario discutir en este momento un elenco de los argumentos
jurídicos, porque discusiones las hay, y a veces tan complicadas como se espera
que sean las que se dan entre abogados. Pero puede decirse que se habla del
argumento a fortiori, del mayor y el menor, de la analogía y otros. A cambio de
detallar estos argumentos y lo que de ellos han dicho los juristas, hemos de pre-
ferir “mirar” lo que “hacen” los jueces. Algunos jueces.

Los argumentos de los jueces

Imitando a los semiólogos, usaremos la palabra corpus para designar una senten-
cia en especial. Se trata de una resolución de la Suprema Corte de Justicia de la

1
Manuel Atienza, “Argumentación jurídica”, en Ernesto Garzón Valdez y Francisco Laporta,
El derecho y la justicia, Madrid, Trotta, 1996, p. 237: “Lo que en el uso de este tipo de
argumentación se trata de demostrar es que, por ejemplo, determinadas interpretaciones
no son posibles, porque llegarían a consecuencias —fácticas o normativas— inaceptables.”

Crítica Jurídica | Nueva Época 236 Núm. 38


jul-dic 2017

Crítica jurídica_final_140318.indb 236 14/03/2018 12:33:04 p.m.


Los jueces y la argumentación judicial

Nación de México, en la que se resolvió que en este país es legal el cobro de inte-
reses sobre intereses, abuso comúnmente conocido como anatocismo.2 La senten-
cia es interesante, no sólo por el impacto social que tuvo, sino porque se trató de
resolver una contradicción de tesis, es decir, que distintos jueces federales habían
resuelto el mismo asunto pero de manera diversa. La Suprema Corte mexicana
tiene, en tal caso, conforme sus ministros lo entienden, facultad para atraer
juicios con el objeto de dar una solución única a todos los casos particulares.
Debido a eso, la sentencia hace hablar a muchos jueces, ya que la Suprema Corte
entendió, para fortuna de nuestro análisis, que debía transcribir en el cuerpo de
su resolución todas las opiniones vertidas en los distintos asuntos. Este corpus,
entonces, es especialmente interesante, y su análisis, que no puede agotarse aquí,
es un ejercicio esclarecedor.

Los verdaderos argumentos

¿Cuáles son los argumentos o “motivos” que llevan a los jueces a resolver como
lo hacen y no de manera contraria?, ¿son los que se enuncian en las sentencias
o son otros, ocultos, que no se mencionan? En la sentencia de marras lo primero
que salta a la vista es que los jueces resolvieron un conflicto que enfrentaba al
sector social de la alta burguesía mexicana, relacionada con los bancos, en contra
de una enorme cantidad de mexicanos deudores, la mayoría pequeños capitalis-
tas y, sobre todo, ciudadanos simples que tal vez habían conseguido comprar una
vivienda. Sin embargo, en la sentencia, los jueces no hablaron de eso. Es decir,
en el cuerpo de la sentencia no hay párrafos en los cuales se argumente acerca de
la conveniencia o no de alguna decisión teniendo en cuenta el problema social y
económico que se estaba resolviendo.
No obstante, existen datos que permiten suponer que los verdaderos argu-
mentos eran otros, distintos de los que aparecen en la sentencia. Por ejemplo:
a) La Corte realiza sesiones previas a la de la sentencia en las que los minis-
tros discuten sus argumentos. De estas sesiones hay versiones taquigráficas que

2
Tesis [A]: P. lxvi/98, 7 de octubre de 1998, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta,
Novena Época, tomo viii, p. 6.

Crítica Jurídica | Nueva Época 237 Núm. 38


jul-dic 2017

Crítica jurídica_final_140318.indb 237 14/03/2018 12:33:04 p.m.


Oscar Correas

se encuentran en la página electrónica de la Corte. En alguna o algunas de esas


sesiones, reunidos los ministros, uno de ellos hizo lo que le pareció una prolija
explicación para sus colegas acerca de cuáles serían los catastróficos resultados
económicos en caso de no resolver a favor de los bancos, o sea, en caso de resol-
ver en contra de que cobraran intereses sobre intereses.3 En ese momento sí se
estaba hablando de los argumentos verdaderos. Así, se advierte la reducción al
terror: o lo que resolvieron, o el caos, la hecatombe. Aunque queda flotando la
pregunta: ¿cómo lo sabía? ¿Es que acaso este juez era un experto economista?
Pregunta válida. Pues en las discusiones que siguieron nadie dijo nunca que este
jurista hubiera escrito sobre economía ni que tuviera algún antecedente que
hiciera plausible su opinión acerca del futuro económico del país. Por otra parte,
¿de qué hecatombe hablaba?, si para los millones de perjudicados la hecatombe
vino montada precisamente en la sentencia que evitaba la hecatombe. No puede
quedar más claramente expuesta la preferencia de clase de la justicia, al menos
en este caso.4 Además quedó claramente expuesto cuál fue el grupo social favo-
recido: el de los banqueros. De los que se suelen llamar “verdaderos argumen-
tos”, esto es, los “estrictamente” jurídicos, nada parece haberse hablado en esa

3
De esta sesión dio cuenta la revista Proceso en su número 1146, 18 de octubre de 1998,
en las páginas 14 y ss. Este artículo no fue refutado ni se procesó a nadie por injurias o
calumnias, lo cual hubiera dado lugar a la duda acerca de si ocurrió esta sesión y en estos
términos. Sin embargo, un misterio rodea a esta sesión, pues la Corte mantiene en su página
electrónica una sección destinada a dar publicidad a estas reuniones taquigrafiadas, pero en
los días que corresponden con los señalados por el periodista de Proceso, hay un hueco: no
aparecen las sesiones de esos días.
4
En la discusión que dio lugar a esta ponencia se me atribuyó usar los “antiguos” conceptos
de clase social y de interés de clase, así como hablar, sin respeto, de la “posición de clase” de
los jueces, que, al parecer, no debían tener. Dije entonces, que no me refería a que los jueces
resuelven según la clase social a la que pertenecen; puesto que, por la igualdad y magnitud
de su salario, pertenecen todos a las clases superiores. Pero sí puede decirse que, cuando
tienen que juzgar asuntos que comprometen los intereses de clase, los jueces adoptan una
preferencia de clase: eligen beneficiar a uno o a otro sector social. No veo manera de que no
hagan tal elección, a menos que se nieguen a resolver: cuando los asuntos tocan intereses
de clase, los jueces deben optar, pues no pueden dejar de resolver, según les ordena la ley.
El asunto es ¿los intereses de cuáles sectores eligen proteger?

Crítica Jurídica | Nueva Época 238 Núm. 38


jul-dic 2017

Crítica jurídica_final_140318.indb 238 14/03/2018 12:33:04 p.m.


Los jueces y la argumentación judicial

ocasión.5 Lo cierto es que en la sentencia no aparecen los argumentos verdaderos,


los que se apoyaban en la visión de la hecatombe. ¿Y cuáles argumentos apare-
cen?, ¿los clásicos?
b) Después de la sentencia, el ministro Humberto Román Palacios sugirió:
“Tan sólo los 79 millones de pesos de la cartera vencida, reportada por la Comi-
sión Nacional Bancaria y de Valores en diciembre de 1997, treinta mil millones
de pesos corresponden a créditos hipotecarios de los deudores en problemas.
Haga usted sus conclusiones sobre la posibilidad de que quebraran los bancos”.6
Estos y otros datos sugieren que hay dos clases de argumentos: los verdade-
ros, los que inclinan la voluntad de los jueces en algún sentido, y los que se enun-
cian en la sentencia. Investigaciones que sería conveniente hacer mostrarán si
esto es una constante en la argumentación de los jueces o hechos aislados, casos
que irremediablemente tocan la organización económica de la sociedad.

La casi ausencia de argumentos clásicos

Inmediatamente salta a la vista otra curiosidad: en más de doscientas páginas, a las


que hay que agregar la trascendencia del asunto, el analista hubiera esperado que
los argumentos jurídicos clásicos florecieran en cada párrafo, pero no hay nada
de eso, apenas pueden encontrarse algunos de ellos.

5
“Verdaderos argumentos” es sólo una manera de hablar. Se sabe que no hay criterios
para decidir acerca de la verdad de los argumentos, como sí los hay para decidir sobre los
enunciados científicos o los silogismos. Deberíamos hablar, mejor, de los “argumentos que
nos hubiera gustado oír”.
6
Véase La Jornada, 9 de octubre de 1998, citado por Martha Angélica Meza Méndez, “Análisis
racionalmente motivado del discurso de la contradicción de tesis sobre anatocismo”, tesis
de licenciatura, México, unam, 2003, p. 140. Esta tesis, dirigida por Arturo Berumen
Campos, que he conocido después de la redacción original de este trabajo, muestra que
los argumentos verdaderos, los que los jueces usaron, no fueron los “jurídicos”, sino los
argumentos “ocultos”, que no aparecen en la sentencia y que tienen como base la estrategia
del horror a la hecatombe que se habría producido en caso de no proteger a los bancos.

Crítica Jurídica | Nueva Época 239 Núm. 38


jul-dic 2017

Crítica jurídica_final_140318.indb 239 14/03/2018 12:33:04 p.m.


Oscar Correas

La elección de normas sin argumentos

El grueso de la sentencia transcribe la opinión de los jueces inferiores, quienes


tampoco explican las consecuencias sociales de sus sentencias. Pero quedan cla-
ras las dos posiciones principales, lo cual requiere de una mínima explicación del
problema.
Muy bien aconsejados —sus abogados no pueden ser tildados de incompe-
tentes—, a sabiendas de que el cobro de intereses sobre intereses sería alguna
vez contestado, los banqueros idearon un buen subterfugio: abrieron crédito con
intereses leoninos, pero exigieron firmar un segundo contrato, por una segunda
apertura de crédito, la cual serviría para pagar la deuda del otro contrato. De
esta manera, cuando los deudores ya no pudieron pagar unos intereses que el
Gobierno les permitió fueran mucho más que leoninos, el banco se pagaba a
sí mismo con el otro crédito, a favor del cual se pagaban nuevos intereses, que
resultaban, entonces, intereses sobre intereses.
La solución favorable a la mayor parte de los ciudadanos era sencilla, la
encontraron algunos de los jueces inferiores: se trataba de una obvia simulación,
donde lo que quedaba disimulado era el anatocismo. Una buena jugada, en suma.7
Pero se puede imaginar el “argumento” de la mayoría de los jueces: se trata
de un contrato, el segundo, que aceptaron las partes con “libertad”; por tanto, no
es ilegal esta hábil manera de cobrar intereses sobre intereses.8
Para nuestro interés, cabe decir que la discusión transcurre en el texto
como si se tratara de elegir entre dos normas, o mejor, entre dos interpretacio-
nes diversas de una misma norma, o de un grupo de normas, como es el caso. Así
las cosas, la sentencia es más un ejemplo de interpretación jurídica —de cómo

7
El vicepresidente de la Federación de Colegios, Barras y Asociaciones de Abogados de la
República mexicana, Adolfo J. Treviño, manifestó: “Los bancos no podían ser tan inocentes
como para establecer pago de anatocismo, pues saben que son ilegales; pero para evadir la
ley crearon refinanciamientos, o créditos adicionales, que no son más que pactos simulados
para el pago de intereses sobre intereses”, en La Jornada, 10 de octubre de 1998, p. 16,
citado por Meza Méndez, op. cit. p. 142.
8
Adviértase el recurso de la autonomía de la voluntad en el más puro estilo decimonónico del
código de Napoleón. Se trata de la “libertad” ya muy criticada por los juristas más notables,
que conduce a la sujeción de los débiles por parte de los económicamente poderosos.

Crítica Jurídica | Nueva Época 240 Núm. 38


jul-dic 2017

Crítica jurídica_final_140318.indb 240 14/03/2018 12:33:04 p.m.


Los jueces y la argumentación judicial

pueden hilarse las ideas cuando se trata de favorecer a un sector social—, que un
ejemplo de argumentación.
Vale decir que llamo interpretación jurídica a un procedimiento intelectual
en virtud del cual se arriba a la conclusión de que debe usarse una norma y no
otra. En cambio, llamo argumentación jurídica al proceso intelectual en virtud
del cual se justifica —se usa para convencer— el uso de esa norma. En este caso,
el texto transcurre en una larga discusión que luego expone las cosas de manera
que, parece, fácilmente debe llegarse a la conclusión deseada: se elige una norma
y no otra, y luego de elegida la norma, se da por supuesto que es la que debe
usarse. Es decir, elegida la norma, no se argumenta por qué es la que debe usarse
para calificar esa conducta —como lícita, en este caso—. Pareciera que es “evi-
dente” que la norma es la que le corresponde a la conducta; además de que no
hay argumentos para describir la conducta de un modo o de otro. No hay argu-
mento alguno para decir que es o no una simulación, simplemente se describe
la conducta. Y, claro, luego de así descrita, y luego de elegida esa norma, da la
impresión de que no se requiere más argumento. Pero ni una palabra acerca de
por qué la conducta debe describirse así y no de la otra manera.
Las palabras o expresiones típicas de esta clase de discurso son “evidencia”,
“inconcuso”, “se desprende”, “obviedad” y otras, que cubren pasos discursivos
que nos gustaría que no se dejaran de lado, que no se saltearan.

Las inferencias “lógicas”

Los jueces usan algunas expresiones que recuerdan vagamente nuestros pésimos
conocimientos de la lógica. Inferencia es una de ellas, pero, en el caso más nota-
ble, usan la expresión lógica jurídica.
Además existen argumentos lógico-jurídicos que conducen al mismo resul-
tado, a saber: que no se pueden hacer interpretaciones que deroguen tácitamente
la regla general de libertad contractual.9

9
Obsérvese cómo se da por sentado, sin argumentos, que hay una norma general de “libertad
contractual”. Ni una palabra de las contestaciones que se han formulado, por eminentes
privatistas, a esta libertad contractual. Pero, además, obsérvese a la lógica acudiendo al

Crítica Jurídica | Nueva Época 241 Núm. 38


jul-dic 2017

Crítica jurídica_final_140318.indb 241 14/03/2018 12:33:04 p.m.


Oscar Correas

Puede observarse que al tratarse de lógica, se esperaría lo clásico: dos pre-


misas y una conclusión, pero no. Le llaman argumento lógico-jurídico a una sim-
ple regla de interpretación; a lo que llamaríamos un topos de la argumentación.
Pero no le llamaríamos un argumento, y mucho menos uno “lógico”. El texto
sigue: “[...] que la distinción relativa a que la capitalización sólo puede ser poste-
rior a que los réditos se encuentren vencidos y no pagados implica una prohibi-
ción o una restricción contrarias a la regla de interpretación conforme a la cual,
donde la ley no distingue no debe distinguir el intérprete”.
Obsérvese el uso de una palabra usada en la lógica: implicar. Esto es, una
conclusión, al parecer, de un silogismo. La premisa mayor sería algo así como “pro-
hibido distinguir donde la ley no distingue”; la premisa menor, “interpretar de
cierto modo a favor de los deudores, esto es, que la capitalización sólo puede ser
posterior10 a que los réditos vencieran, sería distinguir donde la ley no distin-
gue”. Implicación: en este caso no se debe distinguir por qué, pero falta ese por-
qué. Dejemos a los especialistas en lógica decidir si este “razonamiento” merece
el nombre egregio de lógico.
Pero sigue:

[...] y que resulta lógico que el acuerdo de capitalización pueda ser convenido
como una previsión contractual para el caso de una eventualidad posterior; o
bien como un acto posterior, circunstancia que no perjudica al deudor en razón
de que de ese modo puede tener previo conocimiento de la extensión de la obli-
gación que asume, y, por tanto, ejecutar los actos necesarios para evitar que los
intereses se capitalicen.

Obsérvese, en primer lugar, la creencia de que los intereses “se” capitali-


zan. Como si los intereses se capitalizaran a sí mismos, y como si no fueran los
banqueros quienes cometen esa conducta: capitalizar. Pero nuestro asunto es

rescate de esta ideología casi totalmente caída en desuso, la de la autonomía de la voluntad.


Finalmente, frente a una Constitución como la mexicana, preocupada por la igualdad
mucho más que por la libertad comercial, individualista, ¿no se podría argumentar que la
Constitución y su programa social están por encima de los códigos civiles y mercantiles?
10
Recuérdese que los contratos fueron firmados antes de que se produjera el estado moratorio.

Crítica Jurídica | Nueva Época 242 Núm. 38


jul-dic 2017

Crítica jurídica_final_140318.indb 242 14/03/2018 12:33:04 p.m.


Los jueces y la argumentación judicial

jugar sobre la logicidad del “silogismo”. Se comprende, sin necesidad de mayores


conocimientos de lógica, que lo que sigue a “y que resulta lógico”, no tiene nada
que ver con alguna lógica usual. Que “el acuerdo de capitalización pueda ser con-
venido [...]” sea una conclusión lógica, no resiste el análisis.
Pero puede observarse también cómo la conclusión “lógica” es apoyada por,
este sí, un argumento: el deudor no se perjudica, pues, cuando advierte que que-
dará en mora, puede “ejecutar los actos necesarios” para que los intereses no “se”
capitalicen. ¡Como si estuviera en manos de los ciudadanos ahorcados por la usura
“ejecutar actos” que le lleven a pagar antes de que los bancos los embarguen!

Autoritarismo o democracia

La conclusión es que a los talantes democráticos les gustaría recibir senten-


cias, sobre todo si afectan a millones de ciudadanos, que estuvieran argumen-
tadas con algo más de paciencia de lo que se lee en algunas de ellas. Si se trata
de temas como éste, no debería faltar una argumentación acerca de por qué se
resuelve en contra del interés de millones, a favor del interés de no más de un
puñado de familias, que son las de los banqueros. No basta decir que los jueces
“se apegan a la ley”, cuando, al mismo tiempo, cada vez que seleccionan la ley
a usar, no argumentan por qué usan esa y no otra (y hubo otra, porque varios
ministros votaron en contra de esta mayoría que condenó a la quiebra a cientos
de miles de mexicanos).

Bibliografía

Atienza, Manuel, “Argumentación jurídica”, en Ernesto Garzón y Francisco


Laporta, El derecho y la justicia, Enciclopedia Iberoamericana de Filosofía
(eiaf), vol. 11, Madrid, Trotta, 1996.
Correas, Oscar, “Razón, retórica y derecho: una visita a Hume”, México, Edicio-
nes Coyoacán, 2009.
Garzón Valdés, Ernesto y Francisco J. Laporta (eds.), El derecho y la justicia, Enci-
clopedia Iberoamericana de Filosofía (eiaf), vol. 11, Madrid, Trotta, 1996.

Crítica Jurídica | Nueva Época 243 Núm. 38


jul-dic 2017

Crítica jurídica_final_140318.indb 243 14/03/2018 12:33:04 p.m.


Oscar Correas

Meza Méndez, Martha Angélica, “Análisis racionalmente motivado al discurso de


la contradicción de tesis sobre anatocismo”, tesis de licenciatura, México,
unam, 2003.
Tesis [A]: P. lxvi/98, 7 de octubre de 1998, Semanario Judicial de la Federación y
su Gaceta, Novena Época, tomo viii.

Crítica Jurídica | Nueva Época 244 Núm. 38


jul-dic 2017

Crítica jurídica_final_140318.indb 244 14/03/2018 12:33:04 p.m.

Das könnte Ihnen auch gefallen