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La cibernética.

Mención privilegiada dentro de las disciplinas que se han


desenvuelto en virtud de las directrices de la Teoría general de
sistemas y en el lenguaje explicativo de la Teoría de sistemas, que
describe sus objetos de estudio en términos de componentes y
relaciones, le corresponde, sin dudas, a la cibernética, una de las
disciplinas más fuertemente vinculadas al pensamiento de
sistemas.

En un primer acercamiento se puede decir que se trata de una


propuesta explicativa cuyo objeto de estudio lo constituye el
entramado relacional en virtud del cual se desenvuelven los
procesos de dirección y control en los sistemas de autogobierno
cualquiera sea su naturaleza.

El término que le da su nombre viene del griego Κυβερνήτης,


kubernites, que quiere decir timonel, el que gobierna una
embarcación, dado lo cual desde la perspectiva de su origen
etimológico, connota simplemente el arte de pilotar una nave.

Platón en “La república”, comparó el trabajo del gobernante de una


nación con el del timonel de un barco. El gobernante para
mantener las directrices preestablecidas de su proyecto político
debe actuar constantemente sobre su desenvolvimiento real, dado
que los cambios de la realidad que lo envuelven lo afectan
perturbándolo constantemente. Del mismo modo, el timonel de una
embarcación también debe corregir frecuentemente la posición del
navío utilizando para ello su timón como instrumento de ajuste y lo
hace en base a la información que recoge en relación a las
discrepancias que existen entre la ruta deseada y la dirección que el
barco efectivamente lleva en cada momento. Buscando analogías,
el timón del gobernante corresponde a los instrumentos políticos y
de gestión que emplea para materializar sus decisiones, las cuales
aplica también en función de la información que recibe respecto del
comportamiento efectivo de su proyecto.

En la cultura de la Grecia antigua, aquella de los alrededores del


siglo V AC, en los años de los navíos a vela el timonel era todo un
personaje, tanto que la mitología griega consigna que Teseo, Rey
de Atenas, uno de los personajes principales de “Sueño de una
noche de verano” y de “Los dos nobles caballeros”, de William
Shakespeare, el que venció al Minotauro de Creta, instauró la fiesta
de los cibernesios, en honor precisamente a los timoneles o pilotos
de las naves.

Muchos años después, y en la misma línea de Platón, André


Marie Ampere, que vivió entre 1775 y1836, también usa el término
“cibernética” para hacer referencia al trabajo de los gobernantes, en
particular, lo emplea para referirse a las ciencias de gobierno
dentro de su destacado sistema de clasificación de los
conocimientos humanos.

Poco después, en 1868 James Clerk Maxwell escribe un artículo


publicado en los Proceeding of the Royal Society of London,
denominado “On governors”. Allí discute in extenso respecto los de
sistemas de autorregulación que funcionan en base a
retroalimentación negativa, aquella que permite ajustar los
comportamientos reales que envuelven las consecuencias de las
perturbaciones que afectan el operar del sistema que se gobierna, a
comportamientos esperados, es decir, en esencia discute acerca de
uno de los aspectos esenciales del objeto de estudio de la
cibernética.

Sin embargo fue Norbert Wiener quien a mediados del siglo 20,
utilizó el término “cibernética” para hacer referencia a la disciplina
que explica el operar de los sistemas de autogobierno y es en esa
perspectiva en virtud de la cual la define, según sus palabras, como
“la ciencia que estudia los mecanismos de control y
comunicaciones tanto en el hombre como en la máquina”. (Wiener
1985)

Establecida así, se enmarca en la perspectiva de las teorías


generales sugerida por Bertalanffy, Rapoport y Gerard al no hacer
diferencia entre procesos biológicos, sociales, mecánicos u otros y
configurar sus modelos explicativos como sistemas, esto es, como
una red de componentes enlazados conforme a un determinado
ordenamiento preestablecido.

En la década de los 60 del siglo pasado William Ross Ashby,


médico y neurólogo inglés focalizando su interés en los sistemas
biológicos también estudia los sistemas cibernéticos en cuanto
sistemas autorregulados. Uno de las consideraciones centrales en
virtud de las cuáles Ashby ordena su propuesta explicativa, reside
en el considerar que la homeostasis es uno de los rasgos
distintivos de dichos sistemas.
Para él, coincidiendo con Bernard y Cannon, la homeostasis
consiste en la capacidad para mantener ciertas variables críticas de
un sistema en un estado estacionario, de equilibrio dinámico o
dentro de ciertos límites a pesar de las perturbaciones que recibe
de su entorno. Ashby en la década de los cuarenta del siglo pasado
incluso diseñó un mecanismo de autorregulación al que denominó
“homeóstato”. Se trataba de un dispositivo capaz de mantener una
conducta que el denomina “ultraestable” frente a las perturbaciones
que pudiesen afectar a sus variables esenciales.
Ashby, considera la ultraestabilidad como una dimensión superior
de la homeostasis puesto que incluye la aptitud para el aprendizaje,
esto es, para recordar y evitar las situaciones que no llevan al
equilibrio y que por ese hecho pueden conducir a la desintegración
del sistema.
Fue precisamente para mostrar los comportamientos ultraestables
que Ashby construye su homeóstato. El homeostato es una
máquina con objetivo predeterminado, pero que manifiesta un
comportamiento operativo para alcanzarlo absolutamente
impredecible. Esta máquina conocida como “Machina sopora”,
funciona como lo hace un gato que duerme a los pies de la cama de
la persona con quien vive. El gato solamente se mueve cuando algo
le incomoda, y luego cuando encuentra una posición agradable se
vuelve a dormir, es decir, vuelve a un estado estable.
En cuanto dispositivo el homeóstato es un sistema que dispone de
varios circuitos electrónicos similares a los arcos reflejos en la
medula espinal de los seres vivos que tienen médula. Así, mediante
el operar de aquellos circuitos, la máquina encuentra
automáticamente la conexión necesaria para lograr una estabilidad
dinámica interna, es decir, después de varios ensayos y errores, el
aparato, sin ninguna programación o auxilio, establece conexiones
que tienden a neutralizar cualquier cambio que un operador intente
imponer desde el exterior.
Más específicamente, el homeóstato está compuesto por cuatro
circuitos de medición, un transductor y un sistema de análisis; en
cada uno de los cuatro circuitos de medición hay un imán giratorio
que actúa con el campo magnético generado por cuatro solenoides,

A su ves, los cuatro circuitos están unidos entre si. Bajo el efecto de
la corriente eléctrica, los imanes se desvían del estado de equilibrio
y la magnitud de esta desviación ejerce una influencia inversamente
proporcional sobre la corriente eléctrica. En cada circuito de
medición del homeóstato hay un regulador, calculado para 25
estados. La transición de un estado a otro del regulador se realiza
de modo casual, en cuanto el imán se desvía 45º del estado de
equilibrio en cualquier sentido. La cantidad de diversos estados que
puede adoptar el sistema de cuatro bloques es igual a 25**4, es
decir, 390.625. Una parte de tales estados es inestable. Se trata en
esencia de un dispositivo que partiendo de cualquier posición inicial
al ser puesto en marcha, llega a una posición estable, es decir, el
aparato regresará a un estado predeseado sin que
importen las perturbaciones a que se vea sometido.

Se trata por cierto de un mecanismo que opera con


retroalimentación negativa, lo que hace posible que se logre la
estabilidad. Se puede decir que el sistema es muy versátil, es decir,
que cada parte del mecanismo es reversible, intercambiable y
consumible, pero no reemplazable.

Las propuestas de Ashby, las desarrolla in extenso, tanto en


“Introduction to cybernetic” como en “Design for a Brain”, trabajos
que en perspectiva de metateorías o teorías generales, utilizando
las matemáticas de los sistemas dinámicos, sirvieron de
significativo aporte para la comprensión de todos los sistemas
autorregulados, en particular, de los sistemas biológicos vistos
como sistemas homeostáticos y adaptativos.
Pero en relación a los sistemas cibernéticos o de autogobierno no
solo se destacan los trabajos de Wiener y de Ashby, también,
resalta en primera línea la propuesta Stafford Beer, quien le
concede una perspectiva aún más amplia al poner el énfasis en los
alcances que en dichos sistemas tiene la tarea de gestión. Tanto es
así que se le considera el principal, exponente precisamente de la
“cibernética de gestión”, a la cual el mismo define como “la ciencia
de la organización efectiva”, destacando el rol preponderante que le
corresponde a la información tanto externa como interna que se
requiere en los dominios de la Gestión estratégica y la Gestión
operacional.

Su modelo de organización conocido como “System viable model”,


una propuesta con los alcances propios de una metateoría o teoría
general, conforme a los postulados de Bertalanffy la formula
principalmente en “The Brain of the firm”.
También cuando se presta atención al dominio de la cibernética,
siempre aparece en líneas destacadas Gregory Bateson, para quien
la cibernética es la rama de las matemáticas que se encarga de los
problemas de control, recursividad e información. Bateson no
escatima palabras, para él la cibernética es "el más grande
mordisco a la fruta del que la humanidad haya dado en los últimos
2000 años

En todos los dispositivos de autogobierno que el desarrollo


tecnológico de la humanidad ha generado y en las organizaciones
de actividad humana es constatable que uno de sus rasgos
distintivos lo constituye el entramado relacional que conforman la
instancia regulada, un regulador que la dirige y un sistema de
información que inscrito en un canal de retroalimentación los
conecta en bucle de retorno.

Muchos son, sin dudas, las máquinas que pensadas como unidades
de autogobierno se han construido en la historia del desarrollo
tecnológico de la humanidad y en todas de las cuáles se tiene
noticia, no deja de sorprender el ingenio con que fueron concebidas,
diseñadas y construidas.

Entre ella está el que algunos autores como Mayr destaca como
primer dispositivo de control por retroalimentación. Fue inventado
por ktesibios por los años 300 antes de cristo. Ello ocurrió en
Alejandría cuando ktesibios trabajaba para el rey Ptolomeo II. Se
trataba de un reloj de agua, conocido también como Clepsydra.

Muchos años más tarde, en el siglo 17, Cornelis Drebbel, un


ingeniero holandés crea el primer termostato tal como los actuales.
Es decir, un dispositivo regulador que es capaz de mantener
constante la temperatura en un determinado espacio a pesar de las
perturbaciones térmicas provenientes de su entorno.

Un siglo después, más precisamente en 1745, Edmund Lee, inglés,


crea un novedoso mecanismo que automáticamente, es decir, por si
mismo, orienta las aspas de un molino de modo tal que siempre
estuviesen dirigidas hacia la dirección favorable del viento para
lograr así un rendimiento óptimo.

Si se presta atención a todos los dispositivos construidos por el


hombre que operan como sistemas autorregulados y sobre todo a
las explicaciones que en relación a ellos en cuanto sistemas
definidos como cibernéticos han expuesto Norbert Wiener, William
Ross Ashby, Stafford Beer, y en general todos los exponentes de
esta disciplina, es posible contar con un acercamiento explicativo en
perspectiva de sistemas y en categoría de metadescripción a lo
esencial de las configuraciones en virtud de las cuáles dichos
sistemas cibernéticos o, en un lenguaje aún más amplio, los
sistemas de autogobierno desenvuelven su operar.

Si en particular y con el propósito de avanzar hacia dichos primeros


acercamientos, se focaliza la atención en aquellos sistemas que no
cambian sus objetivos establecidos a priori, esto es lo que debe
lograr, así como tampoco los parámetros predeterminados que fijan
la dinámica operacional de la infraestructura basal que hace posible
que lo que desean lograr sea efectivamente alcanzado, es decir, en
aquellos en los cuáles no se considera ni el cambio ni la evolución,
en ellos y en el contexto de los alcances señalados, dado que
tienen que obtener resultados preestablecidos generados a partir de
ciertos inputs, debe existir necesariamente una unidad operativa
que los haga efectivos.

Se trata de unidades que además de iniciar su proceso de


transformación input/output, cuando son gatilladas para ello,
funcionan en dominios que perturban su desempeño, ya sea que se
trate de su entorno circundante o de su medio interno, incluyendo
en este caso los efectos de la entropía que allí se manifiesta.

Para hacer frente a los efectos de las perturbaciones y lograr que a


la postre la unidad operativa logre lo que debe alcanzar, ella es
dirigida por una instancia de gobierno, un regulador, que la
acompaña en dimensiones relacionales configurando un dominio
autónomo en el cual, justamente por tal, hace posible que se
manifieste el autogobierno.

Dicho regulador es además el que mandata mediante gatillar el


inicio de las acciones de la unidad operacional. A su vez, para que
el regulador gatille aquel inicio, el dispositivo tiene que haber sido
peticionado por un agente externo que requiere de sus resultados
operativos. Solo cuando aquel toma nota de la petición y la acepta,
mandata para que el dispositivo se ponga en actividad. En esas
dimensiones funcionales el regulador se constituye en una segunda
componente esencial de los sistemas cibernéticos.

Para llevar adelante su tarea de gobierno, el regulador debe


disponer de la información que le da cuenta, le informa, de lo que
ocurre en lo que regula. En particular, de las discrepancias que
como consecuencia de las perturbaciones se dan tanto entre lo que
se espera que acontezca y lo realmente acontecido en el avance
progresivo de lo que a la postre se debe lograr, como en relación al
estado operacional de la infraestructura de base que hace posible el
logro de los resultados esperados.

Son precisamente los efectos de aquellas perturbaciones que


afectan a la unidad operativa a los que debe enfrentar la unidad de
gobierno para eliminarlos o minimizarlos de modo tal que le sea
posible alcanzar a la postre los logros esperados.

Aquella información que requiere el regulador para llevar adelante


sus tareas de dirección la recibe a través de un bucle de retorno
que en trayectoria antidrómica conecta la unidad operativa con el
regulador. Aquel lazo corresponde en el lenguaje propio de la
cibernética a lo que en dicha disciplina se identifica como “Canal de
retroalimentación”, un constituyente ineludible del modelo
explicativo de los dispositivos cibernéticos o de autorregulación.

De ello se despende que la relación estructuralmente ineludible


entre regulador y regulado se manifiesta en torno a tres aristas. La
primera de ellas corresponde a la acción que emanada del propio
regulador gatilla o activa el operar de la instancia que gobierna. La
segunda de ellas corresponde a las acciones de ajuste que el
regulador debe aplicar a la unidad operativa para enfrentar los
efectos de las perturbaciones. La tercera, en tanto se materializa a
través de un bucle de retorno, un canal de retroalimentación que lo
que retroalimenta en trayectoria de retorno, es la información que
requiere el regulador para llevar adelante sus tareas de dirección y
que es aquella que da cuenta del comportamiento real de lo
regulado respecto de sus conductas esperadas.

A nivel de abstracción conceptual, se puede decir que a través de la


información que de él emana y visto el sistema autorregulado como
un todo, el canal de retroalimentación reintroduce al sistema los
resultados de su desempeño. Más aún, en una perspectiva causa-
efecto, se puede sostener que la información relativa a los efectos
retroactúa sobre la causas. Así, en consecuencia, como en los
sistemas de autogobierno dicha retroacción es parte de sus
expresiones fenoménicas, cohabitan en ellos tanto
comportamientos lineales como circulares, dado lo cual un sistema
autorregulado desde esta última perspectiva resulta cerrado en si
mismo.

Pero como los comportamientos que se esperan de lo regulado se


encuentran parametrizados, dado lo cual se constituyen en normas,
sus comportamientos reales, los que por su parte son el reflejo del
impacto de las perturbaciones que lo afectan, deben
necesariamente, ajustarse a los parámetros. Como es ello lo que
acontece, la retroalimentación adquiere los alcances propios de la
retroalimentación negativa, la que es tal debido a que el aumento o
disminución de los valores de alguna de las expresiones de lo
regulado respecto de un valor normal, provoca su disminución o
aumento respectivamente para volverlos a aquellos valores
normales. En otras palabras, hay retroalimentación negativa cuando
se detiene o invierte la tendencia de algún comportamiento a
alejarse de sus valores esperados. Se trata, por cierto, de
comportamientos que interesan al regulador para llevar adelante
con efectividad sus tareas de gobierno.

El canal de retroalimentación al conectar el regulador con lo


regulado lo hace mediante sus inputs y sus outputs. De sus inputs,
uno de ellos tiene su origen en el registro de los efectos de las
perturbaciones que afectan a lo regulado, los cuales determinan los
alcances de su comportamiento real.

El otro corresponde a los valores que definen el comportamiento


que se espera para la unidad operacional y que por cierto son
aquellos en virtud de los cuáles se centra la tarea de gobierno del
regulador. Su output, en tanto, corresponde a la información que de
él emana, dado lo cual por cierto la retroalimentación es una
retroalimentación de información.

Pero aquella información no está originariamente en estado natural,


dado lo cual debe ser generada desde ciertos precedentes, En
particular en este caso, tiene ella su origen en las manifestaciones
que hacen explícitos los efectos de las perturbaciones en lo
regulado y en los valores preestablecidos como esperados para el
comportamiento de la unidad operativa. Ambos para convertirse en
información deben previamente expresarse como datos. A su vez,
para que los datos se constituyan en información, es preciso el
operar de una instancia que los transforme, la que al tomar las
dimensiones de un sistema, adquiere el carácter de un sistema de
información, el cual desde un punto de vista técnico bien puede ser
considerado como una suerte de sensor, el que además de ser
capaz de medir los comportamientos reales puede tomar nota de
las diferencias entre lo esperado y lo real, lo que corresponde
justamente a la información que del canal de retroalimentación
emana.

Por otra parte, la información que como retroalimentación recibe el


regulador bien puede en la perspectiva de las dimensiones propias
de una metateoría, expresarse en algunos casos, cuando por cierto
no puede hacerse de otro modo, en lenguaje natural, pero también
puede estar inscrita en los valores de ciertas variables que permiten
hacer visible el efecto de las perturbaciones en el operar de lo
regulado.

Dado que el canal de retroalimentación no es tan solo un mero


vector relacional puesto que en el reside una unidad con alcances
de sistema que transforma datos en información, se constituye en
un tercer componente esencial de la configuración de los sistemas
de autogobierno, acompañando, cabe reiterar, relacionalmente al
regulador y a la unidad operativo que éste último regula.

Es pertinente consignar que los sistemas de autogobierno que


operan en base a retroalimentación no sólo se distinguen por un
grado cuantitativamente más alto de complejidad respecto de
dispositivos de comportamientos más bien lineales, sino que
también son cualitativamente distintos de todo lo que pueda
incluirse en el campo de la mecánica clásica. Su estudio exige
nuevos marcos conceptuales: su lógica y su epistemología son
discontinuas con respecto a ciertos principios tradicionales del
análisis científico, tal como el “aislar una sola variable” o el criterio
de Laplace de que el conocimiento completo de todos los hechos en
un momento dado permite predecir todos los estados futuros. En los
sistemas con retroalimentación los conceptos de configuración e
información son tan esenciales como lo fueron los de materia y
energía a comienzos del siglo pasado.

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