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DEFINICIÓN DE DOLO
El dolo es la acción delictiva de manera consciente y voluntaria. Dicho con otras palabras,
alguien actúa dolosamente cuando sabe lo que está haciendo y conoce las consecuencias
derivadas de su acción. El dolo implica que alguien quiere ocasionar un daño a otra
persona y, por lo tanto, no lo hace de forma inconsciente o involuntaria sino con toda la
intención.
El dolo conlleva un delito y para que sea considerado jurídicamente como tal debe
incorporar dos requisitos: uno intelectual y otro volitivo. El requisito intelectual del dolo
implica que el delincuente sabe de antemano que la acción que va a realizar está penada
por la ley.
HANS BELZET dijo “que toda conducta tiene voluntad y finalidad esa es la base para el
dolo que es querer concretar algo”
La integración del tipo en el dolo, nos referimos que el dolo es la forma típica de la voluntad
y en este sentido su verdadera forma. El hecho es la violación de un precepto jurídico, solo
cuando el agente ha querido el hecho prohibido.
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En el tipo de injusto de los delitos dolosos es posible la apreciación de dos partes
diferenciables: la objetiva y la subjetiva (debido a la existencia de elementos de una y otra
naturaleza).
A la hora de valorar si una determinada conducta es típica (en cuyo caso constituiría un
delito), han de comprobarse que se ha producido efectivamente la conducta que la ley
penal describe como delictiva.
En la parte objetiva del tipo doloso se incluyen aquellos elementos que no forman parte de
la voluntad o intención del autor, sino que el sentido de los mismos se encuentra objetivado
en el tipo. Así, tales elementos son los de autoría y los elementos de hecho.
En relación con el dolo puede hablarse de las llamadas clases de dolo, en virtud de las
cuales cabe diferenciar entre el dolo directo (que sería el dolo en sentido estricto, en cuyo
caso existe plena conciencia y volición de todos los elementos del tipo), el dolo indirecto
(también denominado de segundo grado, y referido a la conciencia y voluntad que tiene el
autor, no en relación con el resultado principal de su plan, sino hacia aquellos otros
resultados que deben producirse como medio necesario para alcanzar la meta deseada)
y el dolo eventual (en cuyo caso el autor es consciente de la posibilidad de que exista un
resultado probable, a pesar de lo cual, dicho sujeto actúa consintiendo o siéndole
indiferente la producción del resultado).
Por su parte, los elementos subjetivos del injusto se refieren a fines y propósitos cuya
concurrencia confiere al hecho su dimensión de injusto penal. En relación con ellos cabe
anotar que: en caso de que el tipo haya incluido un determinado elemento subjetivo del
injusto, y el mismo esté ausente en una determinada conducta, ello significará que la
misma será atípica y, además, en caso de que se afirme la existencia de un elemento
subjetivo del tipo, ello presupondrá que el comportamiento sea doloso. Además, los
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elementos subjetivos del injusto pueden estar presentes en la ley de forma expresa o
implícita
CARRARA planteo la teoría de la voluntad y dice que el dolo es “la intención más o menos
perfecta de ejecutar el acto que sabe contrario a la ley”
Por lo tanto, el delito es doloso cuando el resultado dañoso o peligroso, que es el resultado
de la acción u omisión de que la ley hace depender la existencia del delito, es previsto y
querido por el sujeto como consecuencia de la propia acción u omisión.
De la definición de dolo aquí propuesta se deriva que el dolo está constituido por dos
elementos: uno intelectual o cognitivo y otro volitivo.
El elemento intelectual del dolo se refiere, por tanto, a los elementos que caracterizan
objetivamente a la conducta como típica (elementos objetivos del tipo): sujeto, conducta,
resultado, relación causal o imputación objetiva, objeto material, etc. Así, por ejemplo, el
tipo subjetivo del homicidio doloso requiere el conocimiento (y, como después se verá, la
voluntad) de que se realizan los elementos objetivos del tipo de homicidio: que se mata,
que la acción realizada es adecuada para producir la muerte de otra persona, que la
víctima es una persona y no un animal, etc. El que el sujeto conozca o no la ilicitud de su
hacer (crea, por ejemplo, que mata en legítima defensa) o su capacidad o incapacidad de
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culpabilidad es algo que no afecta para nada a la tipicidad del hecho, sino a otros
elementos de la Teoría General del Delito.
b) Elemento volitivo. Para actuar dolosamente no basta con el mero conocimiento de los
elementos objetivos del tipo, es necesario, además, querer realizarlos. Este querer no se
confunde con el deseo o con los móviles del sujeto. Cuando el atracador mata al cajero
para apoderarse del dinero probablemente no desea su muerte, incluso preferiría no
matarlo, pero, a pesar de ello, quiere producir la muerte en la medida en que no tiene otro
camino para apoderarse del dinero. También son indiferentes para caracterizar el hecho
como doloso los móviles del autor.
En el ejemplo anterior, los móviles del autor pueden ser simplemente lucrativos, de
venganza, políticos, etc., pero el atraco no deja por eso de ser doloso. Los móviles sólo
tienen significación típica en casos excepcionales y por lo general sólo inciden en la
determinación de la pena como circunstancias atenuantes o agravantes.
El elemento volitivo supone la voluntad incondicionada de realizar algo (típico) que el autor
cree que puede realizar. Si el autor aún no está decidido a realizar el hecho (por ejemplo,
aún no sabe si disparar y espera la reacción del otro; lleva una pistola por lo que pueda
pasar al huir de la policía), o sabe que no puede realizarse (la víctima se ha alejado del
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campo de tiro), no hay dolo, bien porque el autor no quiere todavía, bien porque no puede
querer lo que no está dentro de sus posibilidades.
De algún modo el querer supone además el saber anterior, ya que nadie puede querer
realizar algo que no conoce. Esto no quiere decir que saber y querer sean lo mismo: el
ladrón sabe que la cosa es ajena, pero no quiere que lo sea; su afán por apoderarse de
ella le hace realizar voluntariamente la acción de apoderamiento, a pesar del conocimiento
de la ajenidad. Lo mismo sucede en otros delitos. El que comete un abuso sexual sobre
una persona con un bajo coeficiente intelectual, abusando de esta situación, sabe que la
persona con la que tiene la relación sexual es débil mental y, a pesar de ello, quiere yacer
con ella, aunque probablemente preferiría que estuviera sana mentalmente.
En todos estos casos se puede decir que el autor quiere todas y cada una de estas
circunstancias al incluir en su voluntad la representación total del hecho, tal como se
presenta en la parte objetiva del tipo.
La distinción del dolo en bueno y en malo, como acabamos de advertir, no solo la tomamos
por su raigambre romanista sino por su aplicación en la actualidad. El dolo bueno es aquel
engaño sin malicia, mientras que el dolo malo viene a ser el dolo reprimido por la
codificación civil.
Los jurisconsultos romanos distinguieron entre el dolo malo, dolus malus, consistente en
maquinaciones, artificios, astucias o engaños encaminados a perjudicar a la víctima, y, el
dolo bueno.
Esta distinción del dolo, no paso a las legislaciones modernas. Sin embargo, la ley
mantiene su reconocimiento y como consideran Arauz Castex y llambarias, el dolo malo
corresponde al concepto corriente, mientras que el dolo bueno comprende los casos de
engaño con fines moralmente honesto, como el médico que engaña al enfermo sobre la
gravedad de su estado. Es más, la idea del dolus bonus y del dolus malus es usada
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para precisar el concepto de dolo como el que puede invalidar la declaración de voluntad,
así Albaladejo utiliza estos conceptos para establecer que solo es dolo propiamente
hablando, el dolus malus, por lo que da al dolus bonus el significado de irrelevante en
cuanto a la validez de la declaración, pues lo presenta como consistente en aquellas
alabanzas excesivas, afirmaciones exageradas, encomios de tipo general o abstracto,
como cuando la propaganda asegura de un producto que es el mejor. O el más fino o e
mas barato o el único útil, por el que, si bien, pueden ser engañosos, por su habitualidad
en el comercio y por sobreentenderse su verdadero significado, no dan lugar a engaño.
Para Espin el dolus bonus sería el modo normal de celebrar los negocios sin incurrir en
inmoralidad o deslealtad, mientras que el dolus malus implicaría un engaño.
Absolutamente incompatible con la lealtad exigible en el comercio y la contratación.
Según Betti el criterio de delimitación entre el dolus malus y el dolus bonus se deduce de
las ideas dominantes en la práctica común del tráfico y de una apreciación contingente y
variable referida a la conciencia social, que califica como licitas aquellas sutilezas y
malicias que la opinión común tolera.
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los derechos del consumidor a través del instituto nacional de defensa de la competencia
y de la propiedad intelectual “indecopi”.
5. CLASES DE DOLO
Según que sea mayor o menor la intensidad del elemento intelectual o del volitivo, se
distingue entre dolo directo y dolo eventual. Ambas categorías suponen una simplificación
y una reducción de los complejos procesos psíquicos que se dan en la mente del sujeto
con relación a los elementos objetivos del tipo. Entre la intención coincidente en todo con
el resultado prohibido y el simple admitir la producción eventual de ese resultado hay
matices y gradaciones no siempre perfectamente nítidos. Conscientes de estas
limitaciones se puede admitir la distinción tradicional entre dolo directo y dolo eventual.
Dentro del dolo directo se incluyen también los casos en los que el autor no quiere
directamente una de las consecuencias que se va a producir, pero la admite como
necesariamente unida al resultado principal que pretende: dispara contra alguien que está
detrás de una cristalera valiosa. No basta con que prevea la consecuencia accesoria, es
preciso que, previéndola como de necesaria o segura producción, la incluya en su
voluntad. De acuerdo con lo dicho anteriormente no hay, por consiguiente, ninguna
dificultad en admitir también aquí la existencia de dolo o incluso de dolo directo, aunque
para diferenciarlo del supuesto anterior se hable en este caso de dolo directo de segundo
grado. Las diferencias psicológicas no significan necesariamente diferencias valorativas
penales: tan grave puede ser querer matar a alguien sin más, como admitir su muerte
como una consecuencia necesariamente unida a la principal que se pretendía (robar).
Normalmente se pueden incluir en esta forma de dolo los atentados terroristas en los que
mueren varias personas además del destinatario del atentado. En los atentados
indiscriminados (bomba en un gran centro de compras, en una oficina pública o en un
edificio céntrico), las muertes que puedan producirse, aunque el sujeto no sepa a priori el
número de muertes que puede ocasionar su atentado, deben incluirse mejor en el dolo
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directo de primer grado (atentado terrorista en Hipercor, en Barcelona en 1989; ataque a
las Torres Gemelas de Nueva York, el 11 de septiembre de 2001; atentado en Madrid el
11 de marzo de 2004).
Hay dolo indirecto, o dolo de las consecuencias necesarias como algunos autores
prefieren llamarle, cuando se sucede un resultado que en principio no se desea pero que
aparece consustancialmente al propósito final y es aceptado por el agente activo. Un
ejemplo de este tipo de dolo seria el supuesto donde Juan planifica atropellar a Pedro para
con ello quitarle la vida. Ocurre que Pedro va acompañado de su niña de nombre María y
aunque el atropello pudiera dar al traste con la vida la niña, Juan acepta el resultado y
ejecuta el plan atropellando tanto a Pedro como a su hija María quienes por consecuencia
pierden la vida.
En este ejemplo, aparece el dolo directo en cuanto a Pedro, pero no así en cuanto a María,
donde ella se corresponde más bien el dolo indirecto o de segundo grado.
c. Dolo eventual. Con la categoría del dolo directo, de primer o de segundo grado,
no se pueden abarcar todos los casos en los que el resultado producido debe, por razones
político-criminales, imputarse a título de dolo. Así, cabe también hablar de dolo aunque el
querer del sujeto no esté referido directamente a ese resultado. Se habla entonces de dolo
eventual. En el dolo eventual el sujeto se representa el resultado como de probable
producción y, aunque no quiere producirlo, sigue actuando, admitiendo su eventual
realización. El sujeto no quiere el resultado, pero «cuenta con él», «admite su producción»,
«acepta el riesgo», «no le importa lo que pase», etc. Con todas estas expresiones se
pretende describir un complejo proceso psicológico en el que se entremezclan elementos
intelectuales y volitivos, conscientes o inconscientes, de difícil reducción a un concepto
unitario de dolo. El dolo eventual constituye, además, la frontera entre el dolo y la
imprudencia, sobre todo con la llamada imprudencia consciente. Dentro de esa zona
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fronteriza se hace difícil determinar qué procesos psicológicos son incluibles en una u otra
forma de imputación subjetiva; pero dado el diverso tratamiento jurídico de una y otra
categoría, es necesario realizar la distinción con la mayor claridad.
Contra la teoría de la probabilidad se afirma que deja sin valorar una parte esencial del
dolo: el elemento volitivo y que, por otra parte, no siempre la alta posibilidad de producción
de un resultado obliga a imputarlo a título de dolo (piénsese, por ejemplo, en las
intervenciones quirúrgicas de alto riesgo o en la conducción de vehículos de motor a gran
velocidad en una carrera de coches o de motos).
Parece, por ello, preferible la teoría de la voluntad, ya que, además de tener en cuenta el
elemento volitivo, delimita con mayor nitidez el dolo de la imprudencia. Sin embargo,
también contra ella se han formulado objeciones. En primer lugar, porque presume algo
que no se da en la realidad: que el autor se plantea lo que haría en caso de que el resultado
fuera de segura producción. En efecto, la teoría de la voluntad se basa en confrontar al
delincuente con el resultado, cuando éste todavía no se ha producido, imaginándolo como
efectivamente acaecido. Pero es que, además, no siempre se puede demostrar un querer
efectivo, ni aun en los casos en que el autor se imagine el resultado como seguro. Incluso
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en el dolo directo de segundo grado es suficiente con la representación de la necesaria o
segura producción del resultado concomitante.
d. Dolo de ímpetu. El italiano MAGGIORE enseña que: "Hay dolo de ímpetu cuando la
acción sigue inmediatamente a la intención (o sin intervalo notable), sea que uno obre por
reacción imprevista o por impulso instantáneo de pasión ciega".
Y el español CUELLO CALON dice que el de ímpetu es "el dolo irreflexivo en el que la
acción sigue inmediatamente al surgimiento de la intención". "EI dolo de ímpetu, como lo
enseñan numerosos autores, entre ellos los colombianos LUIS CARLOS PEREZ y
AGUSTIN GOMEZ PRADA, es una clase de dolo mirado desde el punto de vista del
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contenido, el dolo puede ser indeterminado, el cual se subdivide en alternativo y eventual.
Esto significa, siguiendo la doctrina de grandes maestros, que el dolo de ímpetu no
pertenece a la categoría del dolo indeterminado. Y esto lo confirma la experiencia. Un
hombre, ante una provocación grave e injusta o no, puede reaccionar y de hecho ha
ocurrido, dando muerte al provocador con intención de hacerlo. Negar esta verdad de
perogrullo es negar la realidad misma.
La uniformidad doctrinaria sobre este particular está muy lejos de alcanzarse. EI italiano
FERRI expresa que "La tentativa es posible, en principio, en todos los delitos dolosos que
no consisten en una sola palabra instantánea: cuando hay un ITER CRIMINIS, aunque
imprevisto y rápido, cabe la posibilidad de separaci6n entre actos ejecutivos y actos
consumativos. Por lo que ES CIERTO QUE EN LOS DELITOS DE IMPETU ES POSIBLE
LA TENTATIVA. EI maestro CARLOS LOZANO Y LOZANO al respecto enseña: "
Respecto de los delitos de ímpetu, cometidos de manera súbita sin deliberación previa, se
sostiene también que no admiten tentativa, es decir, que 'debe aceptarse siempre el
concepto de que el agente no deseaba producir resultado alguno más grave del que
realmente obtuvo.
Este punto es interesante sobre todo cuando se presenta una riña violenta durante la cual
los que en ella participan se hallan agitados y no alcanzan a reflexionar. Creemos que el
problema indicado no puede resolverse sino de acuerdo con las circunstancias concretas,
pues se trata de una cuestión de hecho y no de derecho". Y el profesor AGUSTIN GOMEZ
PRADA dice que "En los delitos de ímpetu puede admitirse también que exista la tentativa".
De manera que no puede afirmarse de buenas a primeras que en los casos de dolo de
ímpetu haya que excluirse la tentativa de delito.
e. Dolo de peligro, se trata de delitos en los que el sujeto no requiere la lesión del
bien jurídico, sino que basta con que la conducta sea la puesta en peligro del mismo, la
amenaza a éste.
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peligro. El tipo requiere como resultado la proximidad de una concreta lesión.
El peligro concreto es el resultado típico. Serán relevantes las circunstancias
conocidas o cognoscibles por el autor del hecho en el momento de su
comisión, y si era previsible la causación de un resultado lesivo para el bien
jurídico de acuerdo con el saber nomológico.
Delitos de peligro abstracto: Los delitos de peligro abstracto son aquellos
en los cuales no se requiere expresamente la efectiva situación de peligro,
sino que el fundamento de su castigo es que normalmente suponen un
peligro. Basta, por lo tanto, la peligrosidad de la conducta. Se castiga una
acción típicamente peligrosa. La peligrosidad de la conducta que se exige es
ex ante; si ex post se produce el peligro concreto o no, es irrelevante. Esta
clase de delitos plantea problemas de compatibilidad constitucional.
o El dolo de peligro
El dolo de peligro no es una categoría autónoma, distinto del dolo de lesión. Según la
doctrina mayoritaria no constituye una clase especial de dolo. En él distinguimos dos
elementos:
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pero actúa con la confianza de la no producción de un resultado lesivo. A pesar de ello, su
actuación está castigada como delito autónomo en determinados casos debido a unas
concretas particularidades, a pesar de que no se produzca finalmente un resultado lesivo
para el bien.
6. DELITO PRETERINTENCIONAL
El prefijo “preter” proviene del latín “praeter” y designa a algo que va más allá, en este
caso de la intención, o sea de lo que tuvo en vistas el sujeto al realizar la acción u omisión.
Esta calificaciones usada en especial en el ámbito del Derecho Penal para designar a los
delitos que teniendo en vistas la consecución de un fin contrario al Derecho, ocasionan
otro daño no tenido en cuenta por el autor, pero relacionado causalmente con el hecho
cometido, por lo cual resulta que se debió haber previsto tal posibilidad de ocurrencia,
aunque para que se configure la preterintencionalidad, el autor no debió haber tenido en
cuenta ese desenlace.
El objeto o sujeto que resulta víctima del autor del ilícito debe ser el mismo al que estaba
dirigida la intención primera del delincuente, por ejemplo, no sería preterintencional el
delito si se daña un bien; por ejemplo se le tira una piedra a una vidriera de un comercio
en medio de una protesta callejera; y justo, una empleada que se quedó después de hora
recibe el impacto y muere. En este caso se trata de un concurso de delitos entre el daño
causado al bien ajeno y el homicidio culposo a la empleada.
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¿Cuándo se estima?
Podríamos decir de forma llana, que hay preterintencionalidad cuando queremos que se
produzca un resultado, y al contrario de nuestras intenciones o nuestro objetivo, se da
un resultado diferente y de mayor gravedad, como desfigurar el rostro de alguien a quien
solo queríamos asustar con un golpe.
“El delito preterintencional surge cuando el resultado más grave no es sino un desarrollo
no querido, pero de la misma índole del querido” (sin perjuicio de que luego se diferencie
entre delito preterintencional homogéneo y heterogéneo). El problema aparece cuando un
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juez o magistrado estima que realmente se ha producido esa preterintencionalidad,
quedando claro que el resultado perseguido no es el que finalmente se ha ocasionado.
¿Se condena entonces al imputado al delito correspondiente a sus intenciones? (Como en
nuestro caso ficticio el delito leve de lesiones a Pedro). Pues la misma sentencia citada
anteriormente estableció que se le reputa en estos casos al reo “autor de una
infracción dolosa en cuanto lo que quiso ejecutar y ejecutó, y como agente de
otra culposa en cuanto a la que no quiso ejecutar y sin embargo produjo”. Por lo tanto, si
de la infracción que no quiso cometerse, pero se cometió eliminamos el dolo, nos queda
una acción que no fue realizada con consciencia y voluntad de realizar los elementos
objetivos del tipo, que en el caso de Pedro sería el delito de lesiones cualificado, por lo
que se habría cometido imprudentemente.
7. ERROR DE TIPO
El error implica que el autor del delito ha obrado con un error sobre los elementos del tipo
objetivo, es decir, sobre la concurrencia de circunstancias y elementos que permiten
conocer la existencia de un peligro concreto de realización del tipo, es decir, el error es el
desconocimiento o falta de representación o representación equivocada de alguno o de
todos los hechos constitutivos del tipo realizado o de su significación antijurídica.
El error de tipo concurre si el autor ha obrado desconociendo los elementos del tipo
objetivo, ya bien sea sobre los hechos constitutivos de la infracción o sobre las
circunstancias agravantes, es decir, sobre la concurrencia de circunstancias y elementos
que permiten conocer la existencia de un peligro concreto de realización del tipo. El error
de tipo excluye, por tanto, el dolo, al haber desconocimiento sobre la ilicitud del hecho,
sobre que lo que se ataca es un bien jurídico protegido.
Habrá error de tipo si el sujeto obra sin saber lo que está haciendo. Por ejemplo, si supone
que dispara sobre una cosa cuando, en realidad, lo hace sobre una persona (en este caso
se pone de manifiesto hasta qué punto una distinción precisa entre elementos descriptivos
y normativos es en sí misma problemática).
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El error de tipo invencible se da cuando el agente, por más que hubiera sido cuidadoso
no habría podido prever su accionar. Lo invencible se refiere a la imprevisibilidad del
comportamiento.
El error de tipo vencible se presenta cuando la acción que lleva a cabo el sujeto pudo
haber sido evitada por el agente, si se actuaba con la debida prudencia. Es decir, se
produce cuando el agente pudo evitar el error, si hubiera actuado con cuidado; por ello, la
consecuencia es que será tratado como delito culposo
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Impide de manera plena o semiplena, dependiendo de su alcance, la imputación
subjetiva al autor de la conducta típica de aquellos aspectos de su actuación sobre
los que recaiga.
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UNIVERSIDAD MAYOR DE SAN ANDRES
FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS POLITICAS
CARRERA DE DERECHO
LA PAZ – BOLIVIA
2019
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