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- Introducción
- Capítulo 4. Freudismo
- Conclusiones
- Referencias
Bibliografía utilizada
- Arana, J., Padial, J., & Rodríguez, F. (2013). “Monismo, dualismo, pluralismo”. Revista
de Estudios Interdisciplinares: Naturaleza y Libertad. 2() p. 1-11
Posible bibliografía
Puede iniciarse este trabajo hablando de manera sucinta sobre el origen epistemológico del
psicoanálisis, que tanto debate ha creado hasta nuestra actualidad y quizás aún más allá de
ella. La problemática en la epistemología se inserta en una revolución de pasiones y
posiciones teóricas que se conoce como “la querella de los métodos”, y tal como
mencionara Assoun (s/f), esta “Methodenstreit” surge a partir del ascenso de las ciencias
del espíritu o del hombre, inclusive llamadas “ciencias morales”. Es justamente la querella
de los métodos, lo que nos permite dar cuenta de como el surgimiento o irrupción de un
nuevo saber que es catalogado como inédito, ocasiona una auténtica reforma en el
conocimiento epistemológico científico.
Enmarcados en esta revolución epistémica se encuentran dos polos muy separados que
intentan tomar el control del conocimiento, por una parte están las ciencias de la naturaleza
o Naturwissenschaften y las ciencias del espíritu o Gesiteswissenschaften y en las cuales el
psicoanálisis se encuentra inmerso. Sin embargo el que se encuentre entre estos dos polos,
no responde al hecho de a cuál de ellos pertenece, y pareciera que Freud proclamo a su
teoría, puramente científica; ignorando y evadiendo la pregunta central de ¿es el
psicoanálisis una Naturwissenschaften o una Geisteswissenschaften? y la evasión se alude a
asegurar que cuando se habla de cientificidad no existen las alternativas, no hay más
conocimiento que el que se habla en las ciencias de la naturaleza.
Y es que el propio Freud, en más de una ocasión hizo referencia a las supuestas
características científicas de su disciplina, poniéndola en el mismo estatuto de otras ciencias
como la física o la química; evidencia de esto es la cita expuesta por Gaos (s/f) sobre Perrés
(1988, p. 463-503), quién abre una brecha interesante para quién desee aventurarse en las
complejidades que presenta la epistemología del psicoanálisis; dicho autor hace la
invitación a analizar sobre la posible existencia de epistemología(s) de Freud,
epistemología(s) freudianas y epistemología(s) del psicoanálisis; con esto que podría
llamarse categorías epistemológicas, lo que se intenta es hacer notar que más allá de las
adherencias científicas hechas por Freud para con su disciplina, es su objeto de estudio y su
práctica lo que inaugura una epistemología inédita y con ello un verdadero cuestionamiento
sobre las pretensiones de hacer de la epistemología una reflexión única sobre el saber.
Dicho lo anterior pueden plantearse una serie de cuestionamientos tales como ¿es el
psicoanálisis una ciencia natural o una ciencia del espíritu? ¿carece el psicoanálisis de una
epistemología? ¿éste intento por resaltar la subjetividad no es más que trasladar el
pensamiento científico al inconsciente? A lo largo del presente texto se intentará dar
respuesta a estas preguntas, en las cuales se encuentran las bases de toda la teoría
psicoanalítica.
Al respecto de esto Arana, Padial y Rodríguez (2013), mencionan que con él (monismo) se
enlaza una aspiración inherente a la ciencia; la cual es la búsqueda de la simplicidad que se
refleja en la sencillez y elegancia de una teoría y que en ocasiones inclina la balanza en
favor de una u otra postura. Lo que se plantea en los postulados monistas es un
reduccionismo científico, tal como se ve implícito en la simplicidad y la sencillez que
deben manejar los paradigmas que en turno, inclinarán la balanza a su favor.
Dicho lo anterior, surge la cuestión del cómo funciona la psique dentro del fundamento
monista. Freud desde el principio se desprendió de la concepción física y organísmica para
entender y explicar la vida psíquica. Nunca totalizó una explicación enteramente
reduccionista a lo biológico, sin embargo heredó del modelo médico la visión de que toda
anomalía mental tenía su localidad en el cerebro; sí, pero todo gira entorno a un
funcionamiento de descarga placer-displacer (Forrester, 1989). Sin embargo, habría que
hablar sobre la concepción de las ciencias en esa época, que incidió en Freud y el
psicoanálisis.
Las ciencias se dividían en dos polos: las ciencias del espíritu y las ciencias de la
naturaleza. Las primeras surgieron como reacción ante la pretendida universalidad de las
ciencias naturales, reivindicando el factor histórico inherente en las formaciones sociales
(Assoun, 1982). De hecho, las dos estaban influidas por la lógica del evolucionismo
darwiniano, sólo que en el caso de las Geisteswissenschaften había dos grupos; los de la
economía clásica y los racionalistas. Éstos últimos veían a la sociedad como un mero
agregado de individuos que, con la suma de sus acciones orientadas hacia un bien común
podrían dar cuenta de un desarrollo individual progresivo. En cambio los primeros veían a
la sociedad como un organismo, que siguiendo con la metáfora biológica, se adaptaba a las
condiciones impuestas históricamente por los modos de producción. En este sentido, había
una “secuencia histórica” de dichos modos (esclavismo, feudalismo, capitalismo), que era
interpretada con una connotación darwiniana: la sociedad tenía que arreglárselas para
avanzar (¿hacia dónde?) hacia el progreso cada vez más alto (¿para qué alto?) con el que se
mostraba el desarrollo natural y la supervivencia de los más fuertes (expresión de Spencer)
o, en su caso, la “desviación” con miras a la extinción.
De tal manera, no podía dejarse de lado la historicidad como cualidad de lo humano, que
vaga de manera latente influyendo sin ser detectado, sobre las costumbres y creencias de
los individuos. El monismo, como opuesto al dualismo, era propio de aquellos que
defendían una postura no segmentada, en la que sólo hay diferencia de grados. Freud no
participa en esa batalla epistemológica, se mantiene de alguna forma ambivalente frente a
los que creen en la fisiología como el futuro ya destinado para la psicología y los que han
considerado el mundo físico un epifenómeno de lo humano (Arana, Padial y Rodríguez,
2013).
A decir verdad, el surgimiento del estudio de la mente humana encuentra origen en diversos
modelos y paradigmas, uno de ellos proviene de la psicología experimental que arranca en
el último tercio del siglo XIX, el cual está plagado de ideas reduccionistas propias del
dualismo. Es justo aquí donde entra en juego la base en el pensamiento científico de Freud,
misma que impregnó en el psicoanálisis; tal como explica Foladori (s/f), el pensamiento
freudiano se desarrolla en el centro del imperio austro-húngaro, fue en dicha época en la
que Freud sostuvo contacto –y además fue discípulo de grandes investigadores- desde su
ídolo Helmholtz, pasando por Fechner, entre otros grandes personajes como Du Bois
Reymond o Herbart y uno de los más importantes Brücke, en cuyo laboratorio de fisiología
trabajaba el propio Freud realizando estudios histológicos durante más de 6 años. Todo este
grupo de grandes investigadores se estaba dedicando a realizar aportes innovadores en
ciencia, física, fisiología y luego en psicología, mismo grupo de pertenencia de Sigmund, y
desde el cual operaba de manera científica a partir de postulados que hizo suyos y que
convirtió en sus instrumentos de trabajo.