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LA PRIMERA GUERRILLA URBANA FUE DE EXTREMA DERECHA

A mediados de los años 60, la guerrilla urbana apareció como forma de lucha política en Brasil, Uruguay y Argentina,
mientras que en Colombia y en centroamérica, siguió siendo guerrilla rural. Todo esto es suficientemente conocido y lo
analizaremos con cierto detalle en próximas entregas de esta serie. Resulta mucho menos conocido, sin embargo, el
que todas estas experiencias de guerrilla urbana tuvieron como precedente al Movimiento Tacuara que se configuró
progresivamente como una verdadera guerrilla urbana.

La primera guerrilla urbana... fue de extrema-derecha


Oí hablar por primera vez de “la Tacuara” en casa de Ángel Ricote Sumalla. Era Ricote un probo militantes del
Movimiento franquista, cuyas únicas diferencias con los otros miles de personajes grises similares a él, eran su afición
a contactar con “camaradas” de otros países, su condición de fundador del Círculo Español de Amigos de Europa
(CEDADE) y su esposa, una mujer de carácter, sin duda, con mucha más conciencia política que él. Fue Della Chiaie
quien me presentó a Ricote allá por el lejano 1970. Era en aquel momento un hombre resabiado. Poco antes de había
producido una revuelta palaciega en CEDADE y el grupo juvenil, dirigido por Jorge Mota, se había hecho con el control
de la organización y estaba tratando de sacarlo de la atonía gris y pasiva en la que Ricote convertía todo lo que tocaba.
Ricote fue quizás de los primeros españoles que conocieron a Le Pen a mediados de los años 60, cuando solamente
era director del SERP, una empresa que comercializaba discos microsurcos sobre los más variados temas, entre otros
la II Segunda Guerra Mundial. Desde principios de los años 60, Ricote había acudido a la mayoría de congresos del
Nuevo Orden Europeo, la organización que Gaston Amaudruz dirigía desde Suiza.

En aquella época, la casa de Ricote en lo que es hoy la Diagonal barcelonesa, en Pueblo Nuevo, se había convertido
en lugar de “operaciones”. Cuando me tocó ir al aeropuerto de Barcelona a buscar al capitán Labruna, uno de los
hombres más turbios de los servicios secretos italianos, implicado en todas las operaciones de terrorismo de Estado de
los años 60 y 70, tras dejarlo albergado en el Hotel Terminus, me tocó llevarlo a la casa de Ricote en donde tuvo lugar
el encuentro que había solicitado con Della Chiaie. Ricote, como falangista que era, sobre todo gustaba de hacer
profesión de fe antimonárquica y, como tal, tenía una foto del entonces príncipe Juan Carlos en la tapa del retrete.
Labruna lo contó en su libro de memorias, añadiendo, que cuando vio esa foto todo aquello le pareció “poco serio”, pero
si lo pensó se cuidó mucho de manifestarlo, porque, toda su estrategia consistió en proponer a Della Chiaie una
colaboración de la que –según él- ambas partes saldrían beneficiadas. Della Chiaie eludió aceptar la colaboración y se
limitó a decir que plantearía la cuestión al Príncipe Junio Valerio Borghese, que en ese mismo momento se encontraba
exiliado en Madrid y que era el Presidente del Fronte Nazionale. La conversación en el domicilio de Ricote fue
íntegramente grabada, así que no hay dudas sobre su contenido.

Pues bien, cuando tenía que ir a casa de Ricote, aprovechaba para ojear algunas de las revistas que le iban enviando
grupos de extrema-derecha de toda Europa e Iberoamérica. Su colección de revistas, discos y panfletos, era sin duda
la mejor dotada que podía encontrarse en España sobre la extrema-derecha de los años sesenta. Recuerdo que un día,
había venido a visitarnos un camarada francés que en aquellos momentos militaba en Ordre Nouveau, Jean Marot, autor
de un libro en el que glosaba a José Antonio Primo de Rivera, “Face au soleil”. El libro todavía hoy sigue siendo apreciado
en los medios del Front National. A Marot le encantaba cantar las viejas canciones falangistas que nosotros le
coreábamos. También le encantaba el Ricard. Ese día, por algún motivo, Marot empezó a hablar con Ricote sobre lo
conocido que era Primo de Rivera en Argentina. Y fue así como me enteré de la existencia del padre Julio Meinvielle,
autor de una obra excepcionalmente prolija en defensa del catolicismo, la tradición cristiana y el anticomunismo. Ricote
tenía todos los libros de Meinvielle… en alemán. Ni Marot ni yo hablábamos esa lenga, pero Ricote tenía algo más:
algunos panfletos y folletos de la organización política que inspiraba Meinvielle: el Movimiento Nacionalista Tacuara.
Fue así como supe de la existencia esta organización.

En esos mismos años, un sobrino de Modesto Cuixart, Ignaci Castells, militaba con nosotros y su inquietud parecía no
tener límites. Era de los pocos españoles que recibía desde Cuba las publicaciones de la OSPAAAL (Organización de
Solidaridad con los Países de África, Asia y América Latina) una estructura de propaganda al servicio de la expansión
internacional del castrismo. Así mismo, mantenía correspondencia con gentes de todo el mundo, entre otros con un
argentino que en 1972 le había enviado algunas revistas de “Tacuara”. De todo este material, nosotros, con apenas 18
ó 19 años, extraíamos algunas ideas y fotos para reproducir en nuestra propaganda. La revista “Tacuara” había sido
editada unos años antes (probablemente fuera de 1970) y evidenciaba una alta preparación política, al menos así me lo
parecía en aquella lejana época. Entre este material y el que me prestó Ricote pude hacerme una somera idea de lo que
había sido la “Tacuara”.

A poco de conocer a Ricote, también pude relacionarme con un súbdito argentino exiliado en Madrid, que atendía al
nombre de guerra de “Alberto Santos”. Santos había tenido alguna participación en el asesinato de General Aramburu y
consiguió llegar a España en donde permaneció durante varios años. Santos había sido miembro de la Tacuara y en
nuestro país terminó colaborando con la revista Fuerza Nueva en la que semanalmente realizaba las fotos para una
serie titulada “Hablan las Estatuas”, cuyos textos los escribía Omar Silva, un brasileño que por aquellas fechas también
vivía en nuestro país. Silva en los años 80, de nuevo en Brasil, dirigiría una asociación de amistad y solidaridad con Irak,
sostenida y financiada por Hussein Triki, el primer delegado de la Liga Árabe en Iberoamérica con quien estábamos
ligados por lazos de amistad y camaradería. En 1982, durante el período del gobierno militar en Bolivia a través de Triki
se gestionó un crédito de 1.000 millones de dólares de Irak en ayuda de la dictadura boliviana… crédito que no llegó a
tiempo. Triki, como veremos, reaparecerá en alguna ocasión en nuestro estudio sobre la “Tacuara”.

La “primera Tacuara”
La tacuara es, hablando con propiedad, una caña maciza y sin espinas, de corteza lisa y con abundantes ramificaciones
en sus nudos, de hasta 10 metros de alto y de follaje muy denso. Fue el arma de los gauchos en las guerras federales
del siglo XIX. Una lanza eficaz y agresiva. No puede extrañar que uno de los grupos más activistas de los años 50 y 60,
adoptara su nombre. De hecho, el nombre de Tacuara ha pasado a la historia por ser la primera guerrilla urbana de la
historia.

La referencia más antigua de que disponemos sobre los orígenes de Tacuara, se remontan a finales de noviembre de
1955 con la creación del “Grupo Tacuara de la Juventud Nacionalista”, si bien –como veremos- es cierto que en los años
treinta ya existió un grupo estudiantil que utilizaba este nombre para su boletín. El grupo quedó radicado en el local que
la Unión Nacionalista de Estudiantes Secundarios (UNES) poseía en Matheu 185, en el barrio bonaerense de Once.
Poco después, la Unión Cívica Nacionalista (UCN), un pequeño partido en barbecho, les presta un local de tres
habitaciones en un viejo edificio de Tucumán 415. No es gran cosa, pero desde allí irradiará un movimiento con una
formidable capacidad para la violencia que prolongará su existencia durante los diez años siguientes.

La dirección del grupo está en manos de un joven de apenas 18 años, Alberto Ezcurra Uriburu, séptimo hijo de un
profesor de historia, descendiente de Juan Manuel de Rosas y del general José Félix Uriburu. Quienes lo conocieron lo
definen como “austero, inteligente, astuto, estudioso y casto”. Su aspecto físico era impresionante: alto, con cejas
pobladas, lentes de vidrio grueso y pasta negra y hablando siempre con una gran autoridad. Llevaba el liderazgo en la
sangre. Durante un tiempo fue seminarista, pero abandonó los estudios religiosos y empezó a trabajar en un garaje para
sacar adelante a su modesta y numerosa familia. En 1950, con apenas 13 años, ingresó en la Unión Nacionalista de
Estudiantes Secundarios (UNES). Su padre, Alberto Ezcurra Medrano, nacido en 1909, ya militaba en el nacionalismo y
era un prolífico autor de esta corriente. Ya el padre, aceptaba de buen grado ser “antiliberal, católico, rosista e hispánico”.
También era miembro de la Junta Americana de Homenaje y Repatriación de los Restos del Brigadier General Don Juan
Manuel de Rosas, de la Comisión de Homenaje al Combate de la Vuelta de Obligado y de la Junta de Recuperación de
las Islas Malvinas. Tras la experiencia de Tacuara que para él terminará en 1964, Alberto Ezcurra Uriburu, volverá de
nuevo al seminario y, esta vez sí, terminará ordenándose sacerdote con una carrera pastoral en la línea del Padre
Meinvielle, su inspirador. En los años setenta estuvo ligado a algunos levantamientos militares nacionalistas
encabezados por la Fuerza Aérea, y ya en los ochenta dirigió la Congregación del Verbo Divino, sector tradicionalista
del catolicismo argentino.

Ezcurra tenía como brazo derecho a José Baxter, más conocido como “Joe” Baxter o “El Gordo Baxter”. Ingresó en
Tacuara en 1957 y nadie dudó de sus cualidades de propagandista. Era un hombre al que le gustaba ir al fondo de las
cuestiones y encontrar las razones últimas de cualquier acontecimiento. A diferencia de la mayoría de tacuaras, su
apellido no era “hispánico”, sino irlandés. Quizás por esto nunca terminó de caerle bien al Padre Meinvielle quien
consideraba que sólo un limpio historial de cinco generaciones, podía asegurar un nacionalismo sincero y auténtico.
Había nacido en 1940 en el seno de una familia modesta y se ganaba la vida como telefonista mientras seguía estudios
de Derecho. El periplo de Baxter es sorprendente: de haber escrito poemas en su juventud en homenaje a José Antonio
Primo de Rivera, pasó al trotskysmo más levantisco y, como tal murió, como otros militantes de la Tacuara. Pero no nos
adelantemos.
La UNES había sido fundada el 5 de junio de 1935, por Juan Enrique Ramón Queraltó, hijo de un juguetero español.
Era la organización estudiantil de la Legión Cívica, una especie de “Unión Patriotica”, creado en mayo de 1931 por
decreto del general José Félix Uriburu. Publicaba un periódico llamado “Tacuara” cuyo logo eran dos cañas cruzadas en
forma de T con un machete atado en el extremo de cada una. En 1937, Queraltó crea la Alianza de la Juventud
Nacionalista (AJN) que el 1 de Mayo de 1938, intenta rivalizar con los partidos de izquierda. En esa época, tiene en torno
a once mil cotizantes (ocho mil hombres y tres mil mujeres), concentrados en la ciudad de Buenos Aires. Defendían el
“Estado Corporativo”, la instauración del catolicismo como religión de Estado y la disolución de los partidos políticos. Su
componente antisemita es notoria. En lo económico proponían poner límites a la propiedad privada, colocar a los grandes
capitales bajo el control federal y nacionalizar el petróleo y los servicios públicos. Así mismo, proponían una profunda
reforma agraria, cuyo lema era "que quienes posean la tierra puedan trabajarla y quienes trabajen las tierras puedan
poseerla". Esta será, más o menos, la ideología que asumirá la Tacuara.

A diferencia de otras formaciones nacionalistas que solamente albergaban resentimiento hacia otras formas de
nacionalismo en ls países vecinos, la AJN, se mostraba partidaria de la cooperación con ellos dentro de un marco
anticomunista y católico. En mayo de 1943, la AJN se transforma en Alianza Libertadora Nacionalista (ALN) y se instalan
en la famosa calle Corrientes esquina con General San Martín. Han elegido como emblema un cóndor con las alas
desplegadas sobre una pluma y un martillo. Se ha dicho que Tacuara era una secuela de la ALN y seguramente es
cierto, si bien, dada la juventud de los dirigentes de la organización, cuesta encontrarles antecedentes políticos que no
sean los de la UNES.

Precisamente, entre la primera generación de dirigentes de la Tacuara, la presencia de miembros de la Unión de


Estudiantes Nacionalistas Secundarios (UNES) es masiva. No solo Ezcurra lo era, sino también otros nombres
significativos de Tacuara, como Oscar Denovi. La UNES era una escisión de la Alianza Libertadora Nacionalista, con
similitudes evidentes con los partidos fascistas de los años treinta. Allí ya se utilizaba el brazalete con la cruz de los
Caballeros de Malta, que luego heredaría Tacuara.

Sin embargo, el estilo de la Tacuara era sensiblemente diferente a todos los precedentes posibles de la ALN o la UNES.
Sus miembros se trataban unos a otros de camaradas y preferentemente se trataban de usted. La edad de la mayoría
de los jefes tacuaras oscilaba entre los 21 y los 24 años, siendo la media de edad de sus militantes en torno a 19.
Inspirados por Meinvielle y, éste a su vez, por el estilo de Falange Española, predicaban la austeridad en el
comportamiento individual, una vida honesta y alejada del lujo y la molicie.

El escritor izquierdista uruguayo Eduardo Galeano los caracterizó perfectamente escribiendo en relación a los Tacuara:
“Vienen en busca del mito del poder, los atrae la emoción de los campamentos, en los que las maniobras militares suelen
hacerse con verdadera munición de guerra y con verdaderos heridos, la magia de los juramentos en las galerías
subterráneas del cementerio, el estampido de los primeros balazos, el culto del peligro elaborado en torno a las fogatas,
lejos de la familia y el hogar -y de la blanda vida burguesa de la que pretenden liberarse- reivindicándolos a sangre y
fuego, como ‘un pelotón de soldados que salva a la civilización’, que dijera Oswald Spengler”. Y daba en el clavo. Por
su parte, Sergio Cierman escribió una nota extremadamente descriptiva sobre los tacuaras de finales de los cincuenta y
principios de los senta. Decía Cierman: “Los jóvenes de Tacuara, como tantos otros jóvenes, pelean por cambiar el
mundo de acuerdo a su ideología y a la visión que tiene del mismo. Desconfían y aborrecen a esa democracia liberal
que solamente ha logrado hundir aun más al país. Y están convencidos (los de Tacuara y muchos otros jóvenes más
que luego vendrán) que solamente la muerte puede apartarlos de su cometido: “Patria o muerte”, dicen los seguidores
de Fidel y el Che; “Perón o muerte, viva la patria”, dirán los muchachos de la JP setentista; “A vencer o morir por la
Argentina”, exclamarán los jóvenes del PRT-ERP para ese mismo tiempo; “Volveremos vencedores o muertos”, afirman
ahora, estos pibes de la cruz de Malta”.

A pesar de que su mentor ideológico, el Padre Meinvielle no lo aprobara, lo cierto es que buena parte de los jóvenes
Tacuara entraban en la calificación de neo-nazis aquí empezaba y terminaba su definición idelógica. Su punto de
encuentro real era la “acción”. Querían “acción”, “aventura”, “enfrentamiento” y “riesgo” por encima de todo. Era el rasgo
de aquella generación de jóvenes argentinos que se mantuvo hasta los años 70. Mucho más que de conciencia política
–eso estaba implícito en algunos dirigentes y cuadros particularmente bien formados, pero no en las bases- habría que
hablar de la ecuación personal propia de jóvenes que, como el rojo de sus banderas y brazaletes, experimentaban un
fuego interior que les quemaba y que, de hecho, a muchos contribuyó a arrasarles completamente su vida.
Sociológicamente, la mayoría pertenecían a los colegios católicos bonaerenses a donde las clases acomodadas de la
capital confiaban a sus vástagos para formarles cultural y humanamente. Muchos de ellos, pertenecían a familias
empobrecidas o con riesgo de proletarización y buscaban respuestas a los riesgos sociales que percibían. A medida
que se fueron incorporando sectores de las clases trabajadoras, que carecían de esa visión conservadora y elitista de
su propio rol social, Tacuara fue variando de orientación. De ser antiperonista pasó a apreciar y apoyar el peronismo, de
ser una fuerza que repetía machaconamente el eslogan de los falangistas españoles, “Ni derechas, ni izquierdas”, pero
que nadie dudaba que se ubicaba en la extrema-derecha, pasó a seguir repitiéndolo, pero situándose en la extrema-
izquierda. Entre una y otra, lo que hay es un trabajo de agitación y propaganda en las escuelas secundarias de Buenos
Aires, que terminaría alterando la composición sociológica inicial del grupo.

Algunas de las pintadas que los jóvenes tacuaras realizaban en los muros de Buenos Aires eran francamente
provocadores. En ocasiones aparecieron inscripciones en las que se podía leer: «haga patria, mate un judío». En otras
se calificaba a sus militantes de “machos” y en otras se leía el lema del movimiento: “Habrá Patria para todos o no habrá
Patria para nadie”. No está excesivamente claro que todas estas pintadas las realizaran los jóvenes tacuaras. Más de
uno de ellos nos ha comentado que la mayor parte de pintadas antisemitas las realizaban los propios judíos a modo de
provocación, fotografiando luego las inscripciones y enviándolas a la prensa. Uno de los extacuaras que participaron en
el asesinato del general Aramburu nos explicó que la campaña de pintadas de svásticas que aparecieron en 1962 en
todo el mundo (coincidiendo con el secuestro de Adolf Eichmann) fueron realizadas por agentes del Mossad, desde
EEUU hasta Australia y desde la Patagonia a Malmoe. Se trataba, según este tacuara, de mantener vivo el mito del
nazismo, hacer omnipresente la presencia del neonazismo y contribuir a victimizar aún más al judaísmo. He oído esta
misma historia en otros dirigentes de la extrema-derecha mundial. Lo único que parece cierto es que, en pocos días, en
todo el mundo, aparecieron svásticas e inscripciones nazis en todo el mundo y que aún hoy no se sabe quien las pintó.
También es probable, como suele ocurrir en estos casos, que algunos jovenzuelos, más o menos identificados con la
Tacuara, pero no militantes de la misma, hicieran la “guerra” por su cuenta, pintando lo que creían eran la consignas
más llamativas del movimiento.

Los primeros tacuaras eran militantes nacionalistas católicos que, inspirados por el padre Meinvielle, planteaban un
Nacionalismo Restaurador reivindicando la figura histórica de Juan Manuel de Rosas. Parece que algunos de los
fundadores eran hijos de antisemitas católicos o de nacionalistas destacados de la Alianza Libertadora Nacionlista. No
todos habían estudiado en colegios católicos, también existía una componente importante que había surgido de los
liceos militares. Lo cierto es que cuando se planteó el debate sobre la enseñanza católica o laica, todos ellos saltaron
en defensa de la educación religiosa y participaron en las movilizaciones callejeras contrarias al peronismo. Ya entonces,
los nacionalistas demostraron una increíble capacidad para la violencia y para el enfrentamiento con sus rivales políticos,
los partidarios de la enseñanza laica.

En los folletos y revistas que leí de Tacuara hace casi cuarenta años, existía una inenarrable proliferación simbólica. Se
repetía el símbolo del yunque (especialmente en el material del MNR “Tacuara”, la “segunda tacuara”), pero si había
uno que estaba presente en todas partes era, precisamente el que daba el nombre al grupo, la tacuara, una caña larga
y fuerte, con un machete atado en la puta. Solían mostrar en su propaganda dos de estas armas cruzadas ante un
yunque. Un arma mortal, en definitiva, propia del gaucho junto a sus boleadoras. A lo largo del siglo XIX, los indios, la
convirtieron en el arma típica de los caudillos federales.

La bandera del Movimiento Nacionalista Tacuara poseía tres franjas horizontales, las de los extremos eran negras y
simbolizaban la “revolución nacional”, mientras que la central, roja, evocaba la “revolución social”, tal como ocurría con
los colores de Falange Española. En la “segunda tacuara”, estos colores pasarán a ser los de la “pólvora y la sangre”,
respectivamente el cambio revolucionario y la voluntad de dar la vida por el ideal. Sobre la franja roja lucía una Cruz de
Malta celeste y blanca, propia de los Caballeros de San Juan de Jerusalén, también llamada Orden Hospitalaria, Orden
de los Caballeros de Rodas y actualmente Caballeros de Malta. El Padre Meinvielle había dado a Tacuara este símbolo
y su lema, que era también el de la orden medieval: “Volveremos vencedores o muertos”. Era evidente que Meinvielle
intentaba rescatar el filón de la mejor edad media europea y que el mito de las Cruzadas y de la Reconquista tenía un
peso decisivo en su modelo político. En los colegios de secundaria bonaerenses y luego en los rosalinos, era frecuente
ver a los jóvenes estudiantes con cruces de malta celeste y blanca en la solapa. Era su símbolo de reconocimiento,
aunque no el único. También utilizaban la estrella federal de ocho puntas que, por esos tiempos, era el distintivo de los
Uturuncos con una U inscrita en el centro. Y, finalmente, se les podía reconocer por el llavero del que colgaba un crucifijo.
Su portavoz era la revista “Ofensiva”, que lucía en su portada el símbolo de la organización custodiada por un águila con
alas desplegadas.
Contrariamente a lo que hubieran pretendido sus fundadores e inspiradores, Tacuara distó mucho de ser un partido
homogéneo en lo ideológico y unitario en cuanto a sus fines. En cada barrio de Buenos Aires parecía tener una
orientación diferente, si bien la dominante era el nacionalismo, el anticomunismo y el antisemitismo. El antiperonismo
inicial, fue, poco a poco, cediendo. Ezcurra visitaba una delegación tras otra, intentaba mantener los equilibrios y dejar
hacer a los muchachos, que, en el fondo, todos eran bienintencionados y dotados del mismo espíritu de aventura, así
que ¿para qué crear divisiones ideológicas? Curiosamente, todas las tendencias estaban de acuerdo en tomar como
referencia ideológica al falangismo español. Algunos, como el propio Ezcurra, mantenían relaciones con España y
asistían a las Reuniones de Verano organizadas por la Delegación Exterior del Frente de Juventudes y se nutrían en
buena medida de las muchas ediciones de las “Obras Completas” de José Antonio Primo de Rivera o de las distintas
compilaciones de sus escritos que realizó en los años 50 y 60, Agustín del Río Cisneros y que fueron publicados por la
Sección Femenina. En aquellos jóvenes enfebrecidos de la Tacuara, la frase sobre los “puños y las pistolas” pronunciada
por el fundador de la Falange en el discurso fundacional del partido, causó particular impacto y nunca la olvidarían… ni
siquiera aquellos que años después decidieron orientarse hacia la izquierda.

Con el paso del tiempo, estas diferencias ideológicas se hicieron cada vez más patentes, especialmente cuando, a partir
de la experiencia cubana de Sierra Maestra, dejaron de ser solamente diferencias de matiz y se convirtieron en
diferencias estratégicas. En 1959, el castrismo llega al poder en Cuba. Dentro de la Tacuara, Joe Baxter, por entonces
situado todavía en el neo-fascismo más agresivo, se siente fascinado por la experiencia. A Ezcurra, el castrismo no le
decía gran cosa. Es cierto que Castro pasaba por ser católico, pero no hacía demasiada ostentación de esta calidad,
aparte de declararse “demócrata”, así que había motivos para pensar que sostenía una posición muy parecida a la del
odiado Maritain. El 1961, Castro se declara socialista. A partir de ese momento, la ruptura en el interior de la Tacuara
está servida. “El Gordo” Baxter, siguiendo a su modelo, transitará a una velocidad cada vez mayor hacia formas extremas
de socialismo, mientras que Meinvielle primero y Ezcurra después, optarán por el anti-castrismo. Los primeros,
terminaron entendiéndose con cuadros sindicales y peronistas que veían en el modelo cubano una referencia. De ahí
surgió la “segunda tacuara”.

Tacuara arraigó sobre todo en Buenos Aires a finales de los años 50, pero en meses sucesivos logró instalarse en las
ciudades más importantes de Argentina, contando con comandos organizados en Rosario, Santa Fe y Tandil. El número
de adheridos a Tacuara fue creciendo lentamente hasta septiembre de 1958, hasta que empezó el debate sobre la
“enseñanza laica” y se incorporaron masivamente alumnos de las escuelas católicas secundarias de la capital. Una vez
resuelta la discusión y establecida la enseñanza laica (o “libre”), el número de militantes de la Tacuara volvió a crecer,
pero en esta ocasión se produjo el reemplazo sociológico del que hemos hablado e irrumpieron en el grupo los hijos de
la baja burguesía y de las clases populares, cuyos padres, frecuentemente, estaban vinculados al peronismo. Y es a
partir de este nuevo esquema sociológico de Tacuara cuando se producen algunas mutaciones ideológicas importantes:
el movimiento deja de ser furibundamente antiperonista, se produce un acercamiento a sectores de esta corriente
política; nunca jamás desaparecieron del todo, ni en el MN Tacuara, ni en su secuela el MNR Tacuara, las connotaciones
anticomunistas, nacionalistas y antisemitas, como también siempre estuvo presente un cierto anti-yanquismo que, en el
MNR Tacuara pasó a ser una muestra de sus nuevas simpatías hacia las experiencias de las izquierdas latinoamericanas
y especialmente del guerrillerismo castrista.

Desde el momento de su fundación, Tacuara tuvo capacidad para hacerse con un cuantioso arsenal de armas. La
leyenda explica que todo este armamento había sido facilitado por policías de orientación ultra-católica y por antiguos
nazis refugiados en Argentina e integrados en el aparato de seguridad del Estado. Sea como fuere, y a falta de datos
concretos, se suele repetir que el arsenal era envidiado por el resto de organizaciones nacionalistas.

Tacuara fue la precursora en el cobro del “impuesto revolucionario”. O al menos eso ha pasado a la historia y al mito de
la Tacuara. Se ha dicho que cobraban una especie de racket de protección a los comerciantes judíos del barrio de Once
en Buenos Aires. Pero donde sus militantes adquirieron mayor fama fue en los enfrentamientos con estudiantes de
secundaria partidarios de la enseñanza laica, en tanto que los tacuaras constituían la punta de lanza de los partidarios
de la escuela católica.

Cuando Fidel Castro entró en La Habana, Tacuara, inicialmente, había divulgado una declaración de apoyo a Cuba
“donde un grupo revolucionario encabezado por Fidel Castro ha derrocado en enero de 1959 al tirano Fulgencio Batista”;
el comunicado termina recordando la oposición “al capitalismo y al comunismo por igual”. La declaración, al parecer,
había sido elaborada por el propio Baxter. Los militantes más próximos al Padre Meinvielle, empezaron a desconfiar de
Baxter y de los “marxistas infiltrados”. Para colmo, tampoco les hacía gracia la progresiva aproximación al peronismo.
Fue entonces cuando se escindieron y constituyeron la Guardia Restauradora Nacionalista. Con todo, Meinvielle siempre
siguió manteniendo un cordón umbilical con Ezcurra, al menos, como veremos, hasta 1961.

En el documento fundacional la GRN divulga acusa a la Tacuara de haber sido infiltrada por “el fidelismo, el trotskismo
y el ateísmo”, denuncia que padece “la influencia de elementos que habían militado hasta fecha reciente en el
comunismo y que se proclamaban ateos, o que hacían gala de irreligiosidad, o bien que sostenían doctrinas económicas
abiertamente contrarias al derecho natural y a las enseñanzas del magisterio de la Iglesia, o preconizaban la abolición
de la institución militar y su reemplazo por milicias populares”. Poco después, echando más leña al fuego, Ezcurra, en
el curso de una entrevista, califica a los integrantes de la GRN corno “reaccionarios conservadores que responden a
tendencias que caducaron en 1930”, mientras que Baxter, en el curso de la misma entrevista, con un lenguaje
completamente diferente, sostiene que los militantes del MNT “combaten al régimen democrático-liberal-burgués,
aceptan la lucha en todos los terrenos, defienden los valores católicos y repudian por igual al capitalismo y al
comunismo”. Es evidente que en esa época (1960), Baxter seguía identificado con los ideales originarios de Tacuara.

El alejamiento definitivo tiene lugar en 1961, cuando se produce el intento de invasión de Cuba de Bahía Cochinos.
Tacuara condena la invasión, pero se cuida de no tomar partido a favor del castrismo, aun cuando aprecia la reforma
agraria cubana. Poco después, el Padre Meinvielle escribe en la revista “Presencia” que Tacuara ha caído en “una
mentalidad izquierdista filocomunista, que se manifiesta en consignas y doctrinas sospechosas”.

En 1960, las tensiones en el interior del grupo empiezan a ser insorportables y, Ezcurra ya no está en condiciones de
armonizar a las distintas tendencias el movimiento. En 1960, se escinde del MN Tacuara, la Guardia Restauradora
Nacional, inspirada directamente por Meinvielle y que aspira a retornar a los orígenes aristocrático-nacionalistas-
católicos de los primeros tiempos. La GNR adoptará como paradigma “Dios, Patria y Hogar”. Poco después, en 1961,
se produce la segunda escisión, dirigida por Dardo Cabo, hijo de un destacado sindicalista peronista, que fundará el
Movimiento Nueva Argentina próximo al sindicalismo peronista de Vandor. La tercera escisión tiene lugar en 1964,
cuando Joe Baxter y José Luis Nell, después de una evolución que les llevó a la militancia “nacional-izquierdista”,
terminan constituyendo el Movimiento Nacionalista Revolucionario “Tacuara”. En la práctica llevaban ya año y medio
utilizando este nombre y en franca disidencia con Ezcurra. Pero esta ya es “la otra Tacuara”, la izquierdista, la que será
simplemente un estadio transitorio entre el nacionalismo de ultra-derecha y la extrema-izquierda en donde terminarán
algunos de sus miembros como el propio Baxter o Santucho. Pero esta es otra historia.

Cuando se oficializaba la ruptura final de Tacuara, el movimiento ya era, más o menos, clandestino. En 1963, los distintos
episodios de violencia en los que se habían visto envuelto las distintas ramas de la Tacuarahabía precipitado la
promulgación del decreto 3134/63 por el que se prohibían las actividades del Movimiento Nacionalista Tacuara y de la
GNR en todo el país. Ezcurra reingresó en el seminario un año después. Era el fin de la experiencia, si bien siguieron
subsistiendo núcleos que ostentaron el nombre de Tacuara hasta finales de los sesenta. Pero su hora ya había pasado.

El Padre Julio Meinvielle y su doctrina


La historia del Movimiento Nacionalista "Tacuara" sería absolutamente incomprensible sin realizar un pormenorizada
alusión a la vida y a la obra del Padre Julio Meinvielle, fallecido en desgraciado accidente de tráfico en 1973. Era
Meinvielle el verdadero inspirador de la Tacuara y de la Guardia Restauradora Nacionalista. Además de esta influencia,
el padre Meinvielle tiene interés para nosotros españoles, en tanto que gran conocedor de la Hispanidad y uno de los
más ardientes defensores de este concepto a partir de los años 30.

Si Tacuara tuvo un inspirador ideológico éste fue el padre Meinvielle. El padre Meinvielle fue uno de esos productos del
tradicionalismo católico mezclado con nacionalista, en cuyo pensamiento político, el antisemitismo tenía una parte muy
notable. A principios de los años 60, Argentina vivió un recrudecimiento del antisemitismo a causa del secuestro del
antiguo oficial de las SS, Eichmann residente clandestino en el país. Se demostró que el gobierno permitía a los servicios
secretos judíos operar a sus anchas y que, además, éstos tenían relaciones con los partidos de izquierda, algunos de
cuyos militantes y dirigentes eran de origen judío. Esta oleada de antisemitismo duró hasta finales de los setenta y, por
lo que recuerdo, la Junta Militar estableció una oficina destinada a estudiar los movimientos de la comunidad judía. A
decir verdad buena parte de la militancia del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo de orientación trotkysta), tenía
apellidos que los vinculaban a la comunidad judía y, así mismo, muchas mujeres que militaron en los montoneros lo
eran. Haría falta un estudio pormenorizado de este fenómeno y una interpretación conveniente, pero el hecho es que
esta tendencia había sido detectada por la Junta Militar y especialmente en sus primeros años, reforzaron el “control”
sobre la comunidad judía. En realidad, ésta última oleada de atisemitismo fue el postrero coletazo del “efecto Eichman”
y de las soflamas del padre Meinvielle.

El pensamiento de Meinvielle tenía cinco componentes clásicas: nacionalismo inspirado en el general Rosas, catolicismo
tradicionalista e inspirado en la Doctrina Social de la Iglesia, anticomunismo, antisemitismo y desdén, desconfianza y
denigramiento hacia la democracia. Todos estos elementos están presentes en la “primera Tacuara”. No importa que, a
partir de 1960, el peso de la “izquierda” se fuera acentuando progresivamente en el seno de la Tacuara. De hecho
cuando conocí a “Alberto Santos” en Madrid, seguía siendo fiel a los principios inyectados por Meinvielle en la
organización. De todas formas, el propio Meinvielle, cuando en marzo de 1960 percibió –a causa de la condena realizada
por el movimiento Tacuara de la invasión de Bahía Cochinos y del reconocimiento de que algunos elementos de la
reorma agraria castrista eran “esperanzadores”- viraba ligeramente a la izquierda, escindió a sus colaboradoras y fundó
la Guardia Restauradora Nacionalista. No todos podían ser miembros de la GRN, era preciso demostrar una ascendenci
argentina de cinco generaciones. Recuerdo algunos de los boletines ciclostilados dela GNR, solían alternar frases de
San Pío X, con las de José Antonio Primo de Rivera. Pero lo más sorprendente es que, hasta última hora, la Tacuara
“de izquierdas”, siguió citando también consignas del fundador de Falange Española, cundo ya había transformado su
nombre en Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara. Recuerdo un de los dípticos de publicidad del movimiento
que terminaba con el “Ni derechas ni izquierda” y “Patria para todos o patria para nadie”.

Meinvielle reclutó a los primeros tacuara entre la alta burguesía bonaerense, católicos a machamartillo, lo únicos con
formación suficiente para apreciar su dominio de la patrística y el tomismo, educados inevitablemente en los mejores
colegios religiosos del país. Resulta aventurado decir si la “infiltración marxista” se produjo de manera sistemática y
deliberada o fue un signo de los tiempos, producto de la efervescencia guerrillera que vivió el subcontinente
iberoamericano en la década de los 60. La cuestión es que, a principios de 1960, era evidente que una parte de la
organización había escapado a la tutela doctrinal de Meinvielle.

En aquel momento, Meinvielle era un hombre meduro de 55 años. Había dado que hablar desde los 25, cuando polemizó
con Jacques Maritain sobre la guerra civil española. Maritain había acertado a pasar por Buenos Aires negando el
carecer religioso de la guerra civil española y sosteniendo posturas antifascistas que recabaron una oposición vivaz de
Menvielle. En 1937 publicó su primer libro, “¿Qué saldrá de la España que sangra?”. Para él, estaba claro, fue uno de
los más ardientes defensores del carácter de “guerra santa” y “cruzada” que tuvo nuestro último conflicto civil. Fue,
precisamente Acción Católica Argentina quien editó ese libro (que hoy puede encontrarse íntegro en Internet). En
realidad Meinvielle –que había estudiado filosofía en el Seminario Pontificia de Buenos Aires- había sido uno de los
fundadores de la Acción Católica Argenita. Ese mismo año -1937- fundaba la Unión de Scouts Católicos Argentinos y
poco después entraba a formar parte de la Sociedad Tomista Argentina, de cuya dirección formó parte. Estudió en el
Seminario de Villa Devoto y fue ordenado en 1930. Colaboró desde su inicio con la revista “Criterio”, fundó a principios
de los años 30 la revista “Crisol” y participó activamente en los cursos de Cultura Católica, donde se convirtió en mentor
de un grupo de católicos de orientación nacionalista. Colaboró con algunos de ellos –Marcelo Sánchez Sorondo, César
Pico, Mario Amadeo– en la fundación de “Sol y Luna” en 1938, y posteriormente de “Balcón”, en 1946.

Tomista convencido, aspiraba a restaurar el reino de Cristo Rey en la tierra. Durante los años 50 fue elaborando su
proyecto político agrupando un catolicismo tradicionalista con el nacionalismo inspirado en el general Rosas en un
contacto “nacional” y antidemocrático. Para él, los tres pilares de la sociedad argentina eran la Nación, la Iglesia y las
Fuerzas Armadas. Los adversarios a abatir eran cuatro: protestantismo, masonería, liberalismo y socialismo. Existía,
naturalmente, un quinto adversario, el judaísmo, que operaba a modo de influencia transversal en los otros cuatro. Su
primera obra sobre el judaísmo la compuso en 1936; se titulaba “El Judío” y en ella aludía y adaptaba los clásicos del
antisemitismo –en especial “El Judío internacional” y “Los Protocolos de los Sabios de Sión”- a la situación argentina.

Meinvielle, ya en esa época, demostró ser un ágil polemista, brillante intelectual conservador y pluma anticomunista
acerada. A lo largo de toda su vida, estas cualidades seguirían vivas y activas. Sus discípulos más directos dieron que
hablar en los años siguientes y recorrieron el mismo sendero: Jordan Bruno Genta, el más próximo de todos ellos,
escribió en 1965 “Guerra Contrarrevolucionaria: doctrina política” que todavía sería considerado por la Junta Militar que
derribó a María Estela Martínez de Perón, como libro de cabecera. Otro de los intelectuales nacionalistas argentinos
inspirados en Meinvielle es Alberto Buela Lamas, cuyo primer libro, “El ente y los trascendentales” fue prologado por
Mainvielle en 1972, un año antes de fallecer. Su hermano, Carlos Miguel Buela Lamas, fundó en 1984 el Instituto Verbo
Encarnado y escribió un opúsculo tras el fallecimiento de Meinvielle.
En los años 30 y 40 Meinvielle colaboró con distinas revistas católicas y desarrolló una portentosa labor para movilizar
y organizar el catolicismo argentino. Levantó incluso iglesias, creó el Ateneo Popular de Versalles y fundó otras revistas
católicas de formación doctrinal e información política. Todavía hoy existe una placa en el barrio bonaerense de Versalles
que recuerda su dedicación y ejemplo. En efecto, desde 1933, Meinvielle era presbítero de la parroquia de Nuestra
Señora de la Salud, en Versailles, un barrio nuevo del oeste de la ciudad. Inicialmente era un destartalado edificio hecho
con chapa ondulada y restos de madera. En pocos años logró transformarlo en un edificio de calidad. Aún hoy se
recuerda allí al “padre Julio” por su bondad y su dedicación a las necesidades materiales y espirituales de los feligreses.
Algunos de los periodistas que han intentado reconstruir la biografía de Meinvielle se sorprendieron de que un teócrata
opueso a la democracia liberal como él, sea recordado por su “actitud liberal y democrática”.. Una vez construida su
parroquia, en 1951, Meinvielle fue relevado de su puesto. En efecto, se habían producido las primeras manifestaciones
católicas de hostilidad a Perón y Meinville –como era de esperar- se destaco como uno de los más ruidosos polemistas
antiperonistas.

Meinvielle era ferozmente antiperonista; Perón, para él, era una especie de Kerensky argentino que preludiaría un
gobierno bolchevique a cauda de lo que denominaba “su plebeyismo, su tendencia al desorden, su actitud antijerarquica
respecto de la sociedad y sus atropellos a la propiedad privada”.

Meinvielle influyo en sectores reducidos de la clase media católica, que ejercían de profesores en la universidad,
especialmente de filosofía, derecho, diplomacia, justicia (como el ex-Ministro de Justica menemista Rodolfo Barra) y las
fuerzas armadas y los órganos de seguridad. Pero en donde logró más audiencia fue en la generación de jóvenes
activistas nacionalistas de finales de los años 50 y principios de los 60. Fernando Abal Medina, Rodolfo Galimberti,
Alejandro Giovenco, Joe Baxter, Carlos Osorio, José Luis Nell, Carlos Caride, Dardo Cabo (por solo mencionar a los
mas conocidos) fueron Tacuaras… antes de pasar a otras formas de guerrilla urbana o de nacionalismo.

Todos los títulos de las obras del Padre Julio Meinvielle son significativos de su pensar: “El judío, Asociación de los
Jóvenes de la Acción Católica” (1937), “El judío en el misterio de la historia” (1959), “Entre la Iglesia y el Reich” (1937),
“Qué saldrá de la España que sangra” (1937), “Hacia la Cristiandad. Apuntes para una filosofía de la historia” (1940), “
El comunismo en la revolución anticristiana” (1961), “El poder destructivo de la dialéctica comunista” (1962), “Toma
bolchevique del poder a través de generales nasseristas” (1963), “La «Ecclesiam Suam» y el progresismo cristiano”
(1964), “La Iglesia y el mundo moderno, el progresismo en Congar y otros teólogos recientes” (1966), “¿Cisma en la
iglesia? El conflicto Dolar-Oro, La Revolución Mundial y otros temas” (1968), “De la Cábala al progresismo” (1970),
”Concepción católica de la política. Los tres pueblos bíblicos en su lucha por la dominación del mundo. El comunismo
en Argentina” (1974), “Influsso dello gnosticismo ebraico in ambiente cristiano” (1988)…

Murió en un accidente automovilístico en 1973.

El antisemitismo en la Tacuara
Se ha discutido sobre el origen del antisemitismo de la Tacuara. Algunos lo han atribuido a la influencia del Padre
Meinvielle y otros a la de los exiliados alemanes hitlerianos que llegaron a Argentina después de la II Guerra Mundial.
Lo sorprendente es que ambas influencias eran excluyentes y que Meinvielle acusaba a los nazis de naturalismo y
paganismo... pero, sea como fuere, el antisemitismo es, prácticamente hasta el final de la Tacuara, una de las
características más sorprendentes de esta formación política.

A principios de 1959 se produjeron las profanaciones de tumbas judías en el cementerio de la Tablada, apareciendo
svásticas en algunas lápidas. Los tacuaras jamás reconocieron esta acción como propia y acusaron a los medios judíos
de haber realizado la provocación. A partir de 1960, cuando se produjo el secuestro en Argentina de Adolf Eichmann,
los Tacuara sostuvieron que era intolerable que agentes clandestinos judíos operasen en el país, con la complicidad de
medios izquierdistas, así mismo judíos. Sea por este prurito nacionalista o acaso por que los exiliados fascistas y
hitlerianos en el país se habían fijado en Tacuara, el caso es que, a partir de ese momento, el movimiento multiplica sus
acciones antisemitas. El 17 de agosto de 1960, al producirse el acto de homenaje a San Martín, el grupo de militantes
de la Tacuara del Colegio Nacional Sarmiento se enfrentaron con los judíos del mismo centro, produciéndose un
enfrentamiento a tiros que causó la muerte de Edgardo Trilnik, de apenas 15 años. A este episodios seguirán varios
meses de atentados contra sinagogas, centros judíos, colegios judíos, miles de pintadas y decenas de miles de panfletos
aireando consignas antisemitas. La Guardia Restauradora Nacional que, desde 1960 e había escindido de la Tacuara,
siguió por esos mismos pasos, compitiendo con ella en antisemitismo.
En Argentina existía una antigua y arraigada tradición antisemita que se reforzó en los años 30 con la irrupción del
nacional-socialismo en Alemania. Leopoldo Lugones o el prolífico novelista Hugo Wast (director de la Biblioteca Nacional
desde 1931 a 1955) hasta Enrique Larreta, José María Rosa, Carlos Ibarguren, Jordán Bruno Genta, habían sido
exponentes, junto a Julio Meinvielle, del antisemitismo argentino que, se expresaba a través de los periódicos “Bandera
argentina”, ”Nuevo Orden” y “Pampero”.

La comunidad judía respondió constituyendo la Delegación de Asociaciones Israelitas de la Argentina. La DAIA, fundada
el 5 de octubre de 1935 por 28 organizaciones judías de centro y derecha pertenecientes a todos los gruos étnicos y
tendencias de la sinagoga; por su parte, los judíos vinculados a la izquierda se agruparon en el Comité Popular contra
el Antisemitismo. En 1937, la DAIA constituyó el Comité contra el Racismo y el Antisemitismo integrado entre otros por
Arturo Illia y Arturo Frondizi... que luego gobernarían la Argentina post-peronista.

Durante la II Guerra Mundial, la DAIA se preocupó particularmente de ayudar a los judíos que huían de Europa, pero
tras la guerra, con la llegada de Perón al poder, las organizaciones de defensa de la comunidad judía retrocedieron.
Como se sabe, Perón favoreció la llegada de ingentes grupos de antiguos fascistas y nacional-socialistas a Argentina
que fueron, en buena medida, incorporados como cuadros del nuevo régimen. Con la caída de Perón pareció que todo
este entramado perdía fuerza y así fue, efectivamente, pero entonces la comunidad judía debió de afrontar un
antisemitismo popular protagonizado por la Tacuara e inspirado en los escritos del padre Julio Meinvielle.

Una década después cuando se produjo el golpe militar del General Videla ese antisemitismo recrudeció. En la obra “La
dimensión judía de la represión durante el gobierno militar (1976-1983),” (Informe Co.So.Fam, Barcelona, marzo de
1999) se rememora el aprecio que tuvo la Junta Militar por las obras de Meinvielle: «En febrero de 1979 el Ministerio de
Educación y Cultura [de Argentina] instrumenta un decreto por el cual se establece la obligación de estudios
confesionales católicos en la asignatura de Instrucción Moral y Cívica que afectó la libertad de cultos y el laicismo en la
enseñanza. En la bibliografía recomendada se encontraban autores notoriamente antisemitas como el Rvdo. Julio
Meinvielle y el profesor Bruno Genta».

Meinvielle, en su obra “El Judío plantea”: "Ser grande en la grandeza carnal de Babilonia podrán serlo, si, pero como
sirvientes del Judaísmo. Porque los judíos dominan en lo carnal....[de ahí] que la grandeza del capitalismo inglés y
americano no es mas que una creación judaica...". En esta frase pueden apreciarse los lugares comunes de todo
antisemitismo. En síntesis, la idea del Padre Meinvielle era que los judíos controlaban la economía argentina y, a través
de sus peones políticos y culturales alentaban la disolución de la sociedad argentina, atentando contra los tres elementos
sobre los que Meinvielle consideraba que constituían su pilar: la Patria, la Religión y la Familia (o, como solía decir, el
“Hogar”). No duda en que la única posibilidad de afrontar estos riesgos es mediante una limitación de las libertades
civiles y la aplicación de una política de “mano dura”. Su modelo de baluarte y defensa contra estos riesgos era la
Inquisición Española. La primera institución a defender, por encima de cualquier otra, era la Iglesia, pues de ella
dependía la salud espiritual de la Nación. Había escrito: "Sinagoga y masonería son los agentes, encarnaciones del
diablo, que movilizan el combate de la Contra-Iglesia a base de mentira y crimen...".

Pero las tareas represivas o de contención no serán nunca eficaces del todo, si no se apoyan sobre un renacimiento
cultural de los valores que hasta ese momento han sido específicamente argentinos. Meinvielle está en contacto con el
clero tradicionalista español de los años 50 y 60. En aquel momento, ese clero goza en España de todas las facilidades
que le da el hacer causa común con el franquismo. Lo que propone Meinvielle es un “renacimiento cultural
Hispanoamericano” (no latinoamericano, el matiz es importante por que Meinvielle se identifica con la forma “hispana”
de catolicismo, más rigorista, combativo, “íntegro” sino integrista, y misional que el Italiano o cualquier otro). La idea
“Hispanoamericana” sería la única con energía y vigor suficiente para enfrentarse al “panamericanismo” de los EEUU
(también es significativo que Meinvielle jamás aluda el “imperialismo” norteamericano, sin duda, por identificar este
concepto con la izquierda.

El antisemitismo de Meinvielle es completamente diferente al nacional-socialista. Si en este el antisemitismo arraigaba


en las diferencias raciales, en Meinvielle la raza apenas tiene sino un papel secundario. El padre Meinvielle ancla su
antisemitismo en el hecho bíblico (los judíos, a la postre, crucifican a Cristo y, por tanto, Israel es culpable); había escrito:
"¿Quiénes son los agentes que el diablo utiliza para la realización de sus maquinaciones? En la providencia actual, el
cristianismo tiene un enemigo primero y natural que es el judío. No en vano el Señor los acusa de "hijos del diab lo" (Jn
8,44). En segundo lugar los paganos. En la crucifixión los judíos actúan como verdaderos instigadores y responsables,
mientras que los gentiles se desempeñan como ejecutores. De aquí que los enemigos del cristianismo sean los judíos,
masones y comunistas". Es evidente que la matriz del antisemitismo hitleriano es completamente diferente. De hecho,
el Padre Meinvielle hacia 1937 tiene palabras muy duras hacia el régimen hitleriano, en el que ve una forma de
paganismo naturalista. Percibía, además, que, a diferencia de otros regímenes fascistas europeos (Franco, Pavelic,
Tiso, Salazar, Mussolini o Dulfuss), el nacional-socialismo no había concedido privilegios a la Iglesia Católica.

Además, tampoco se sentía –a diferencia de Perón- identificado con la forma política de esos regímenes. Si bien era
partidario de un “gobierno fuerte”, más o menos similar a una dictadura, no era eso lo que sostenía Meinvielle, sino más
bien un gobierno teocrático de estilo medieval. Años después, el Centro de Estudios Evolianos de Buenos Aires, definió
a esta corriente como “guelfismo”, y, seguramente es el apelativo que mejor le cuadra. Meinvielle sostenía la necesidad
de que el poder político estuviera bajo la férula del poder religioso. Así se evitarían abusos: lo que en la concepción
democrática supone el equilibrio de poderes, en la guelfa es sustituida por la subordinación del poder político al religioso
considerado como emanación de la divinidad. Dios nunca haría nada injusto contra su grey. Eso facilitaría el
advenimiento de la “Ciudad de Dios”, concepto tomista que tuvo su momento álgido en el siglo XIII, con Hildebrando
elevado al papado con el nombre de Inocencio III. Por lo demás, el Padre Meinvielle tenía en alta estima al pensamiento
nacionalista francés de Charles Maurras, hasta el punto que el secretario de éste, luego catedrático en la Sorbona
consideraba al Padre Meinvielle como una “inteligencia francesa”.

El Padre Meinvielle no fue una excepción en su generación. En aquellos años apareció toda una cohorte de intelectuales
nacionalistas –algunos como sus discípulos y otros como sus compañeros de generación- de envergadura, los curas
Castellani, Octavio Derisi, Sánchez Abelenda, Juan Sepich y los laicos Sacheri (asesinado por el ERP-22 de Agosto),
Tomas Casares, Cesar Pico, Nimio de Anquin y Jordán Bruno Genta (asesinado por Montoneros). Aún hoy el legado de
Meinvielle y de toda esta generación de intelectuales nacionalistas católicos, sigue presente en la sociedad argentina a
través de la veterana revista “Cabildo”, dirigida por Antonio Caponetto y que mantiene un sitio en Internet donde puede
percibirse lo esencial de su doctrina, incluido el antisemitismo.

La Operación Rosausa. Primera operación de guerrilla urbana


En 1963, varios militantes de Tacuara son detenidos y el partido no tiene fondos para pagar las fianzas, así que se
plantean operaciones para recaudar dinero. Al poco tiempo nace la idea de realizar un "gran operativo", robando la
nómina del Policlínico Bancario. Se dará a la acción el nombre clave de "Operación Rosaura" que pasará a la historia
de la violencia política como la primera operación de guerrilla urbana realizada en la historia. Pocos años después, sus
protagonistas se encontraban divididos en todas las guerrillas urbanas y rurales que se había generado sobre territorio
argentino.

La Operación Rosaura
La policía conocía al MNR Tacuara, como “el grupo Baxter”. Guardaban las armas acopiadas en las criptas de los
cementerios y, un buen día se plantearon cómo obtener financiación para los ambiciosos proyectos de “liberación
nacional” que albergaban. Baxter solía preguntar: “¿Dónde está el dinero?”, y él mismo respondía: “En los bancos”. Era
cuestión de tiempo que atracaran alguna institución bancaria Es curioso, pero esa misma pregunta la oí en Barcelona
en el acto de presentación de “Cruz Ibérica”, un grupo católico ultramontano que irrumpió a principios de los años 70.
Había sido formado por Fernando Alcázar de Velasco, un teórico del catolicismo militante español (o, más bien, iberista).
Era un tipo brillante, hijo de un notorio falangista que aún daba que hablar en aquella época, Don Ángel Alcázar de
Velasco, falangista de la primera hora. Cuando acabó la presentación, unos cuantos nos fuimos con Alcázar de Velasco
a tomar unas copas. En una pizzería cercana al Instituto de Cultura Hispánica de Barcelona, Alcázar me comentó que
iban a sacar un semanario, así que le pregunté: “¿de dónde vais a sacar el dinero?”. Y me respondió lo mismo que
Baxter había repetido una y otra vez a sus camaradas: “el dinero está en los bancos”. No entendí, inicialmente, lo que
quería decirme, pero unas semanas después, Alcázar y media docena de sus camaradas resultaron detenidos después
de atracar las oficinas centrales del Banco Atlántico en Madrid. Diez años antes, los tacuaras, desde el principio de 1963
habían realizado pequeños robos a los que calificaban eufemísticamente de “apropiaciones”. Pronto iban a dar un salto.

El 17 de agosto de 1963, Día del Libertador, un grupo de la Juventud Peronista se apoderaba del sable del general San
Martín. Se trataba de un gesto eminentemente simbólico, pero en aquellos mismos días, otros estaban dispuestos a
cometer acciones con objetivos mucho más materiales. Uno de ellos fue la “Operación Rosaura”, históricamente, el
primer episodio de guerrilla urbana en Iberoamérica. Este episodio estimuló la imaginación de los tacuaras que aspiraban
a realizar acciones todavía más espectaculares. Como la necesidad crea el órgano, fue la detención de uno de los
tacuaras más conocidos la que ejerció de estímulo para realizar un golpe histórico. En efecto, en 1963 Tomi Rivaric
resultó detenido a causa de un enfrentamiento con estudiantes de izquierdas. Tacuara no tenía dinero para pagar la
fianza. Se planificaron dos atracos que resultaron frustrados. Durante el primero, en una farmacia, acierta a pasar un
policía que advierte la operación e inicia un tiroteo. El segundo tampoco prospera por otra fatalidad.

La idea de dar un golpe en el Policlínico Bancario no había partido de ningún militante de Tacuara. Ese era su punto
débil. Ricardo Viera, además de ser militante de la Tacuara, era estudiante de medicina y conocía a alguien que a cambio
de una parte del botín –exactamente el 30%- estaba dispuesto a aportar datos sobre el movimiento de dinero del
Policlínico Bancario. El amigo de Viera era Gustavo Posse y su amante era administrativa de aquel centro. O al menos
eso era lo que le había dicho. En realidad, no era la amante, sino la hermana, la que un mal día le comentó a Gustavo
el día de pago de la nómina y la forma en la que llegaba el dinero al Policlínico.

Hasta ese momento, el grupo de Joe Baxter aún seguía dentro de la Tacuara originaria, pero tanto él como José Luís
Nell, se habían aficionado a realizar algunas acciones para robar material y armas de guerra, así mismo, se habían
especializado en atracar farmacias y gasolineras para procurarse fondos. Así que el plan presentado por Viera les
interesó desde el principio… a pesar de que en él estuviera involucrado alguien que interesado sólo en el botín que no
compartía sus ideales políticos. En los días siguientes, se preocuparon por reunir sistemáticamente cuantos datos
pudieron sobre la operación. Y lo hicieron adelantándose en cinco años a los consejos que luego daría Carlos Marighela
en su “Minimanual de la Guerrilla Urbana”.

La planificación atravesó distintas fases. La primera fue la de recogida de información. Y la realizaron sistemáticamente
durante las primeras semanas. Estudiaron el edificio, los horarios de la furgoneta que llevaba el dinero, el número de
personas presentes y las vías de escape. A partir de estos datos, planificaron el que pasará a la historia como el primer
gran golpe económico de una guerrilla urbana. Ellos no tenían conciencia de ello, pero a estas alturas, Tacuara se había
convertido en la primera guerrilla urbana de la historia. Dieron a la operación el nombre de “Rosaura”. Se habían
inspirado en una película de éxito estrenada unos años atrás, “Rosaura a las diez”, dirigida por Mario Soffici sobe una
novela de Marco Denevi.

El primer plan que diseñaron era, pura y simplemente, una enormidad. Se trataba de desplazar a decenas de militantes
y tomar al asalto el Policlínico. Uno de los comandos debería arrojar gases lacrimógenos y bombas de humo en el interior
del recinto para crear confusión. Otro comando dispararía a las ruedas de los coches que se encontraban estacionados
y a los autobuses públicos que circulasen por las inmediaciones a fin de bloquear las calles e impedir la persecución…
en total haría falta no menos de treinta militantes. Demasiado. Así que el plan se abandonó. Tacuara había aprendido
mucho desde su fundación sobre las técnicas de combate callejero. Tenían cierta práctica en disparar desde furgonetas
a las ruedas de los transportes públicos con carabinas del 22. Así creaban barricadas que impedían a la policía llegar
hasta los manifestantes. Los embotellamientos producidos colapsaban el centro de las ciudades y generaban un caos
inenarrable que contribuía a aumentar la sensación, como decían ellos, de que “a Tacuara no la para nadie”, consigna
que, por otra parte, pintaban a brochazos en los muros de las principales ciudades del país.

El plan final fue perfilándose poco a poco, tras algún fracaso notorio. En el mes de junio, cuando ya estaba todo prepardo,
se les ocurrió robar una furgoneta, anestesiaron al conductor, lo amordazaron y le vendaron la cara para evitar que se
viera la mordaza, luego lo tendieron en una camilla y así pretendían entrar en el hospital. Pero se produjo el consabido
fallo técnico. Una vez cumplida la primera parte del plan, la furgoneta se averió. Al día siguiente los diarios bonaerenses
reprodujeron la noticia: cerca del Hospital Militar, había aparecido una ambulancia con el chofer anestesiado y
amordazado. Nadie podía explicar que había ocurrido ni para qué todo aquello… Así que continuaron perfilando la
operación. De todas formas, tenían ya decidido entrar en el policlínico en ambulancia.

Aquel día llovía en Buenos Aires. Era el 29 de agosto de 1963. A las 7 de la mañana, dos tacuaras fueron a buscar la
ambulancia que habían contratado telefónicamente el día anterior. Narcotizaron al chofer y fueron a buscar a Tomislav
Ribaric, estudiante de medicina descendiente de croatas, y Horacio Rossi, alias “El viejo”, (que años después
secuestraría a Revelli-Beaumont, el directio de FIAT en París). Rossi condujo la ambulancia. Así llegaron al Policlínico,
donde vieron en el automóvil robado el día antes a Fredy Zarattini, Jorge Andrés Cataldo y Rubén Rodríguez cuyos
destinos hasta entonces iban unidos pero que en breve se separarían: el primero se orientó hacia el anticomunismo,
mientras que los dos segundos figuran entre los fundadores de las Fuerzas Armadas Peronistas en 1977. Cerca se
encontraban también José Luís Nell, Carlos Arbelos y Jorge Caffatti, los dos primeros vestidos de blanco. Posse se
apostó cerca para recibir su parte del botín. Otros dos autos con militantes armados estaban apostados en las
inmediaciones por si era precisa su intervención. Todos iban armados procedentes de robos o bien entregadas por
militares de la marina y la aviación. Eran pistolas del 45 y una ametralladora PAM manejada por Nell, jefe de la “milicia
tacuara”.

Una ambulancia con la sirena encendida llega a las 12 y se estaciona en el interior del Policlínico. El conductor y su
acompañante vestían batas blancas y comentan al guardia de la entrada que traían a un enfermo. El vigilante observa
que, efectivamente, hay una camilla con alguien que parece un enfermo. En ese momento, aparca cerca una camioneta
IKA de la Dirección de Servicios Sociales Bancarios con catorce millones de pesos de la época (100.000 dólares de la
época) para el pago de los salarios del personal. Dentro del hospital, cien personas empleados ya se han colocado en
fila tras la ventanilla de pago de salarios. Cuando dos oficinistas salen a recoger el dinero, se escucha un grito: “-¡Quietos!
¡Esto es un asalto!”. Es Nell que empuña una pistola-ametralladora PAM.

El sargento, a punto de jubilarse, intentó desenfundar su arma y José Luis Nell disparó contra él, hiriendo al agente y a
tres empleados, pero matando a un ordenanza y al chofer de la camioneta que transportaba el dinero. Nell, al entrar en
el Policlínico Bancario, dio una voz de alto a cinco metros de donde estaban descargando el furgón con el dinero. Estaba
demasiado lejos y la víctimas no respondieron a la voz militar de “¡alto!”. Los dos muertos causaron un extraordinario
impacto entre los tacuaras. Fue su primera operación de guerrilla urbana, pero también la última. En sus planes, en ese
momento, no estaba el matar y habían matado a dos personas. Tras la “Operación Rosaura” ya no habrán más
“operativos militares”.

Mientras los empleados miran al joven de la ametralladora, no atienden a otros dos muchachos que los apuntaban con
pistolas, escondidos entre los coches estacionados. Tras los disparos que causaron las dos muertes, los dos jóvenes
que permanecían ocultos, tomaron las sacas con el dinero y suben a la ambulancia en la que habían llegado antes. En
menos de cinco minutos todo ha terminado. Los asaltantes han huido.

Nell, en ese momento era chofer de un oficial del ejército. Estaba acabando su servicio militar y, cada día, debía dejar
el automóvil utilizado por este oficial en la tarde y volver a por él a la mañana siguiente. En ocasiones anteriores, cuando
Tacuara ejecutaba alguna operación, Nell utilizaba el mismo coche militar para trasladar a sus camaradas a parkings en
donde robaban algunos vehículos durante unas horas para ejecutar el golpe. En total, habían participado en la acción
10 militantes que, después de la acción se dispersaron en distintas dirección. El balance de la operación fue un botín de
100.000 dólares, dos policías muertos y tres heridos

Tras los disparos, Carlos Arbelos y Jorge Caffati se hicieron cargo de las sacas del dinero. Arbelos terminaría exiliado
en España y haría amistad, entre otros, con el guitarrista Paco de Lucia. El “Flaco” Rubén y dos más desaparecieron el
automóvil conducido por éste. Otros tres se fueron caminando y dos tomaron un transporte público. Luego se reunieron
en un apartamento del centro. Estaban todos. Nadie había resultado detenido. La primera operación de una guerrilla
urbana se había saldado con un éxito. Fredi Zarattini vigilaba las inmediaciones. Tuvo gracia por que 15 años después,
Zarattini trabajaba en Centroamérica. Recibimos la orden de ponernos en contacto con él. No lo conocíamos, pero en
aquel pequeño aeropuerto solamente había una persona que podía ser Fredi: pelo engominado hasta la exageración,
corpulento y con rayban. En efecto, era él. Quince años después del asalto al Policlínico seguía embarcado en aventuras
políticas, pero, a diferencia de Joe Baxter, la evolución política de Fredi había sido diferente: se enrocó en el
anticomunismo y en eso estábamos todos.

Al retirarse fueron seguidos por un policía que se había cruzado casualmente, pero al que lograron despistar a los pocos
metros. A las 13 horas se reunieron en el lugar convenido. Les abrió Nell con la pistola ametralladora en la mano. Durante
unos días valoraron la posibilidad de asesinar a Posse a la vista de la alta comisión que pedía y de su falta de vinculación
política con ellos, lo que implicaba un riesgo de irresponsabilidad en el gasto del botín (lo cual, efectivamente, ocurrió).
El resto del dinero fue ocultado por Nell.

Tras el atraco, la policía federal anuncio que Félix Arcángel Miloro (a) “El pibe de la ametralladora” y Salustiano Franco
(a) “Salunga”, eran los responsables del robo. Se trataba de dos delincuentes comunes. La Policía Federal informó que
algunos de los billetes que les ocuparon eran de la misma serie que los robados. Por supuesto, no tenían ninguna
relación con Tacuara. Un soplón dio la dirección de una vivienda en Córdoba y el 10 de septiembre de 1963, cien agentes
federales sitiaron la vivienda. Los pistoleros no se rindieron ni huyeron, resultando masacrados. Aquí se cerró la
investigación. Así que las cosas habían salido muy bien para Tacuara, al menos hasta ese momento. Pero seis meses
después, la policía empezó a tener conciencia clara de que se habían equivocado.
Gustavo Posse, el 20 de noviembre de 1963 viajó a Europa con su hermano visitando Portugal, España, Italia, Francia
e Inglaterra. Cambió 3 de los 13 millones de pesos, siendo localizados los billetes por la policía francesa y enviados los
datos a la policía argentina. Posse fue detenido e interrogado. Cuando fue preguntado por esos billetes dio el nombre
de su hermano que resultó inmediatamente detenido. Éste, según un testimonio de la época, “Habló a la primera
cachetada y después los interrogadores le tenían que pegar para que hablara más despacio porque no les daba tiempo
a tomar nota”. Suele ocurrir en Argentina y en todas las latitudes. En febrero de 1964, la policía realizó nuevas
detenciones y recuperó una parte mínima de los dólares.

Baxter, Zarattini y otros nueve, lograron eludir la redada, pero el resto –hasta un total de 18- fueron detenidos y
encerrados en las cárceles de Villa Devotos y Caseros. Fueron acusados de la “Operación Rosaura” y de otras 40
acciones terroristas.

Todavía hoy subsisten dudas sobre el destino final del dinero. No hay excesiva transparencia a este respecto. La
intención inicial era utilizar el dinero para adquirir una embarcación y plantar la bandera argentina en las islas Malvinas.
Ya habían elegido el barco, se llamaba “Río Segundo” y habían llamado a la operación “Antonio Rivero”. A decir verdad,
todo induce a pensar que hubo una gran dispersión de fondos. La operación de las Malvinas realmente se realizó unos
años después, protagonizada por Dardo Cabo y sus muchachos del Movimiento Nueva Argentina, ya escindidos de
Tacuara. Otra parte de los fondos se destinó a la creación de Editora del Sur, una pequeña empresa que -entre otras
publicaciones- imprimía el periódico “Trinchera” de la Juventud Peronista.

En aquellas fechas, cuando la prensa había contado hasta la saciedad la historia del “Gramma” que llevó a Castro y sus
“barbudos” hasta la isla de Cuba, parecía que era imposible que existiera una revolución sin un “barco”. En 1972 nos
llegó a España, un emisario de los grupos anticomunistas mejicanos. Obviemos su nombre. Nos hizo, en casa de Ángel
Ricote, un resumen de la situación en México. Según él, el país estaba al borde de la insurrección marxista, nos detalló
la evolución del nacionalismo anticomunista mexicano desde los “cristeros” y el grupo semisecreto “Teccos”. Nos explicó
que acababa de salir de la cárcel. Era profesor de la universidad de Guadalajara y cinco años antes había recibido a un
cubano que portaba una carta de recomendación de Jean Thiriart (el fundador de Joven Europa) para que le facilitaran
su tarea en México. El problema era que ni Thiriart ni nuestros amigos mexicanos, sabían exactamente que se traía
entre manos el cubano en cuestión. Había llegado para poner una bomba en el consulado cubano. Lo hizo, la arrojó en
el interior del inmueble del consulado y en su fuga se tomó con una comisaría de policía, siendo detenido allí mismo. A
raíz de esta detención, nuestro amigo mexicano pasó cinco años en prisión por colaboración necesaria en atentado
criminal. Al salir se encontró con el México insurgente posterior a la masacre de Tlatelolco en la Plaza de las Seis
Culturas. No había muchos anticomunistas dispuestos a dar la batalla, así que la CIA contactó con él. Buscaba armas
para responder a los movimientos de extrema-izquierda, así que su contacto con la CIA se ofreció a proporcionarlas.
Compraron el consabido yate para esperar las armas en Cayo Hueso. Esperaron una semana, quince días y cuando
llevaban ya un mes sin noticias decidieron vender el barco para regresar… Y ahora estaba con nosotros pidiendo ayuda
europea para la resistencia anticomunista en México. Terminó su larga exposición resumiendo: “Estamos sentados sobre
un barril de pólvora, solo se trata de quien prende primero la mecha, si nosotros o los marxistas”. Y pidió el envío de
algún “asesor militar”. Así que un antiguo militante de la OAS que luego moriría en el País Vasco francés al estallarle la
bomba que pretendía colocar contra militantes de ETA, le estalló entre las manos, fue enviado a México y formó durante
unas semanas a los militantes anticomunistas en las técnicas de contraguerrilla y guerrilla urbana. De estos contactos
surgió la amistad con el conocido escritor mexicano JL Ontiveros que pocos meses después llegaría a Europa y pasaría
una temporada en Italia formándose política y técnicamente junto a los militantes de Avanguardia Nazionale en la
Calabria italiana. Pero volvamos a la Tacuara.

Tras las detenciones, la policía pudo establecer que el joven que empuñó la ametralladora en el Policlínico Bancario no
era “El pibe de la ametralladora” sino José Luis Nell (a) “Pepelu”, amigo íntimo de otro estudiante, Envar El Kadri. Ambos
eran amigo de “Joe” Baxter, su mentor ideológico. La policía supo que todos ellos estaban vinculados a una fracción de
la Tacuara. No eran exactamente miembros del mismo movimiento que Ezcurra, porque habían añadido la coletilla
“Revolucionario” al nombre de “Movimiento Nacionalista”, pero tampoco habían roto oficialmente con él. Hasta entonces
se consideraba que Tacuara estaba solamente implicado en pequeños altercados entre estudiantes, pequeños
atentados antisemitas y pintadas en los muros de las principales ciudades argentinas, quizás alguna amenaza, y poco
más. Unos años después, el 4 de abril de 1964, la Policía Federal informó que de enero a noviembre de 1963 los
miembros del MNR Tacuara habían protagonizado 43 acciones terroristas, entre las que se contaban ataques a los
centinelas de la Escuela Superior de Guerra, la Dirección General de Remonta y Veterinaria del Ejército, el Tiro Federal
Argentino, el destacamento de guardia del Aeroparque “Jorge Newberry”, y robos de municiones de un camión de la
firma Duperial-Orbea y de la fábrica de armas Halcón. La finalidad de todos estos golpes era reforzar un arsenal que en
1964 ya era el primer de América Latina y muy superior al que contó Castro en sus mejores tiempos de Sierra Maestra.
Pero, además, estas armas se estaban utilizando: la “tacuara revolucionaria” había atentados contra la la fábrica Philips,
contra varias estaciones de servicio ESSO, contra varios supermercados Minimax y contra empresas de origen británico
y norteamericano. Al parecer, la policía había descubierto planes para atacar la guarnición militar de Campo de Mayo,
acciones de sabotaje contra los Servicios Eléctricos del Gran Buenos Aires, un gasoducto ubicado en La Plata y
depósitos de Shell. En el curso de las detenciones de 1964 se incautó una imprenta y millones de panfletos apoyando a
la Confederación General del Trabajo y a la Juventud Peronista. En esa redada se arrestaron a 18 tacuaras, 11
consiguieron huir. Entre los detenidos figuraba la mayor parte de miembros del comando que asaltó el Policlínico.

Tomislav Rivaric, de origen croata, fue uno de los detenidos por la Operación Rosaura. Durante el juicio asumió sus
culpas sin paliativos, tal como Corneliu Zelea Codreanu, el dirigente fascista rumano, ejemplificó: “…yo me bajé del
vehículo porque ya había cumplido mi parte y porque así lo había dispuesto la organización”. La mayoría de los detenidos
por el asalto al Policlínico fueron puestos en libertad en 1973 cuando el presidente Héctor Cámpora decretó una amnistía
para los presos políticos.

El Movimiento Nacionalista Revolucionario "Tacuara"


Como fruto de las tensiones interiores entre las distintas fracciones de la tacuara, el grupo dirigido por Joe Baxter, que
había protagonizado el asalto al Policlínico Bancario, se transforma en Movimiento Nacionalista Revolucionario. No se
trata solamente del añadido de la coletilla "revolucionario", también existía un cambio de planteamiento ideológico y,
especialmente, de estrategi política. Con el MNRT lo que quiere nacer es una guerrilla urbana antiinperialista y de
liberación nacional. Algo que será común en los diez años siguientes.

Tras el atraco, los dirigentes de la Tacuara se reunieron. Todavía no se había formalizado la ruptura entre las dos
fracciones. Tenían dinero suficiente para armar una pequeña revolución. Solo que no tenían excesivamente claro hacia
donde orientarla. Se plantearon dos opciones: o integrarse en el peronismo o alejarse de él. La dirección del movimiento
se abstuvo de criticar la operación. Paradójicamente, esta inyección de fondos aceleró la ruptura entre las dos fracciones.
A partir de entonces el grupo de Baxter empezó a llamarse “Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara”. La
introducción de la colectiva “Revolucionario” reflejaba un cambio de actitud y la aproximación hacia los sectores
revolucionarios del peronismo. No es que se aproximaran a la izquierda, sino hacía al “peronismo revolucionario”. Hasta
el final, en sus panfletos, siguieron utilizando la consigna “ni derechas, ni izquierda”. A partir de entonces se produjo la
ruptura con Ezcurra que seguía marcando distancias con el peronismo. Al parecer la ruptura fue amistosa, al menos en
las semanas siguientes.

El dinero del Policlíno se fue cambiando poco a poco. Habitualmente comprando diarios y libros de pequeño valor, dando
billetes grandes. Varios grupos de jóvenes militantes asumieron esta tarea durante los meses siguientes al atraco. Los
comerciantes tenían algunos listados con la numeración de los billetes, así que si los militantes notaban que algo no
funcionaba, tenían orden de desenfundar el arma, llevarse el billete y, de paso, simular un atraco para despistar a la
policía.

La incipiente Tacuara “rebelde” estaba coordinada por Ossorio, Caffatti y Baxter. Ossorio utilizaba como órgano de
difusión “Barricada”, mientras que Baxter y Caffatti se expresaban en la llamada “Tacuara del Manchón” (en la que se
veía una mancha a modo de gota de sangre que te colocaba sobre la T del título, mientras el grupo de Ezcurra, se veía
una caña –la tacuara que daba el nombre al grupo- atravesando la palabra.

En septiembre de 1963, el grupo de Ossorio y los suyos declinaron participar en la presentación del Movimiento
Nacionalista Revolucionario Tacuara (MNRT) en la facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires. En ese acto Baxter
resaltó el carácter antiimperialista del grupo y solicitando la nacionalización de la banca –uno de los elementos estrella
del programa falangista de Primo de Rivera- y de la industria petrolera. La Tacuara “rebelde” decidió involucrarse en el
peronismo “revolucionario” y trabajar dentro de los sindicatos más combativos de la CGT en la construcción del
Movimiento Revolucionario Peronista. La idea de Baxter y de sus compañeros era que los sindicalistas –definidos por
ellos como “depositarios de la conciencia nacional”, por eso pintaban en los muros: “Tacuara, Ejército del Pueblo”-
engrosaran las milicias de Tacuara. Pero, Tacuara no pudo convertirse en lo que aspiraba: “ser la vanguardia del
movimiento revolucionario peronista”. Pero ni siquiera tenían las ideas claras al respecto.
Uno de los componentes del comando que asaltó el Policlínico, posteriormente exiliado en España, Carlos Arbelos,
explicó la situación concreta del MNR Tacuara en aquel momento. Dice Arbelos: “Pensábamos en generar la insurrección
armada a partir de una serie de hechos protagonizados por una vanguardia política, que asumiese la violencia como
respuesta a las violencias que se fueron generando desde la “revolución fusiladora” de septiembre de 1955. Para lograrlo
había que crear una importante infraestructura y para ello hacía falta dinero. Esa insurrección iba tener tres ejes: un foco
rural en Formosa, la masiva realización de actos de violencia urbana con formas operativas simples –que fueran calando
en la mayoría del pueblo peronista– y la liberación de las Islas Malvinas del dominio inglés para que allí se asentara
Juan Perón y dirigiera todo el proceso de liberación nacional”. No todos los que participaron en la “Operación Rosaura”
compartían el mismo programa, pero estaban de acuerdo en lo esencial, llevaban ya varios años de militancia y amistad
y no era cuestión –al menos en ese momento- de malograrla.

Ninguno de los tres dirigentes de la Tacuara “rebelde”, ni Joe Baxter, ni José Luis Nell, ni Jorge Caffatti, tenían
experiencia peronista. Hubo un momento en el que se sintieron próximos al peronismo, solo en tanto que reconocían a
este movimiento cierta similitud con los movimientos fascistas europeos, especialmente con Falange Española y con la
experiencia de la República Social Italiana. Pero en Tacuara había católicos ultramontanos y también neo-nazis. Así
que, los tres dirigentes “rebeldes” se iban sintiendo cada vez más incómodos con la etiqueta tacuara. A partir del 18 de
marzo de 1962, cuando Andrés Framini, dirigente sindical peronista, gana la elección para gobernador de Buenos Aires,
los peronistas de Tacuara aceleran la polémica en el interior del movimiento y los “rebeldes” proponen abandonar la
orientación neo-fascista y asumir el peronismo, como verdadera doctrina argentina de liberación nacional. Aunque los
tres se declaraban peronistas, los tres sostenían posturas políticas diferentes. Para resumir, podría decirse que Joe
Baxter giraba más a la izquierda, José Luis Nell apostaba más por una vanguardia detonante y Jorge Caffatti lo hacía
hacia aspectos más populares del sindicalismo revolucionario; los tres siempre dentro del marco peronista. Baxter era
el que se situaba más a la izquierda, mientras que Nell defendía una especie de foquismo castrista nacionalizado y
Caffatti seguía siendo un populista de estricta observancia.

Poco después, el MNR Tacuara emitió un comunicado titulado “MNRT: violencia revolucionaria” en el que podía leerse:
“No nos llegan los ataques personales, cuando lo que está en peligro es la organización misma de la Patria, como
consecuencia de la acción desintegradora del imperialismo y la oligarquía local, que han subvertido todos los valores,
espirituales, religiosos, económicos y políticos, al cabo de ocho años de planificación devastadora”, un lenguaje que
resulta difícil describir en términos ideológicos pero que da la sensación de ser una mezcla de lugares comunes propios
de la extrema-derecha y de la extrema-izquierda. Además, en otro párrafo se definían como peronistas, un elemento
nuevo, no contemplado en la Tacuara de Ezcurra: “Pero vamos a precisar, sí, las causas que condujeron a la Argentina
a la situación de caos y miseria en que se halla postrada, y los ideales que motivan el accionar de TACUARA, junto a
los cuadros revolucionarios del Movimiento Peronista”.

Más adelante se describía el proceso de justificación de la violencia: “[en 1955] El gobierno peronista, expresión
democrática de las masas argentinas, es vencido por medio de la violencia y la represión; el revanchismo más crudo es
ejercitado por el gobierno de facto contra el pueblo, al tiempo que se desentierran viejos personeros de la década infame,
para la ejecución de planes económicos dictados por la extranjería. Desde entonces, la fuerza, la VIOLENCIA, reemplaza
al derecho porque es éste el único método con que la oligarquía puede conservar sus privilegios y tratar de doblegar la
voluntad de un pueblo que, durante una década de gobierno peronista, se acostumbró a participar del poder y gozar del
derecho a la vida, que antes era privilegio de unos pocos a costa de la bárbara explotación de los más”. En otro párrafo
se definía al Movimiento Peronista expresión de la “revolución nacional” argentina, en un párrafo que podía ser
considerado como de inspiración joseantoniana. Manejando algunos textos de Perón -"Contra la fuerza bruta sólo puede
ser eficaz la fuerza inteligentemente manejada". "La guerra civil se gana no sólo en una gran batalla de conjunto, si no
y preferentemente en miles de pequeños combates que se libran en todas partes y en todo momento"- se especificaba
que “no habrá salida pacífica dentro del sistema”.

En este comunicado la evolución ideológica de Tacuara hacia el peronismo queda cerrada: “El M.N.R.T. tiene orgullo en
decir que es una de las organizaciones peronistas que viene cumpliendo con mayor disciplina las instrucciones tácticas
y estratégicas del jefe del movimiento y por eso hoy es atacada de "nazi" o de "izquierdista", según convenga a la prensa
del régimen para desorientar a la opinión pública y sembrar el confusionismo en las filas del pueblo, que tanto rechaza,
las copias simiescas de nuestros "nacionalistas" a la violeta paradójicamente europeizantes, como la declamatoria liberal
e hipócrita de la izquierda, que siempre ha servido a los intereses de la oligarquía y del imperialismo”. Dicho lo cual
vuelve la referencia joseantoniana característica que Tacuara mantuvo hasta el final: “El M.N.R.T. TACUARA no es, por
lo tanto, ni de "derecha" ni de "Izquierda"”.

En el capítulo final del comunicado se expone el programa del “Comando Nacional”: movilizar todos los cudros según
las directivas de Perón, imponer el programa de Huerta Grande –“olvidado por la dirección claudicante”- a través de la
lucha armada y liberar a los dirigentes presos. El llamado Programa de Huerta Grande había sido elaborado por la CGT
en 1962 y contenía en 10 puntos los postulados esenciales del peronismo revolucionario. El comunicado termina con
las frases de rigor: “La patria será libre o la bandera flameará sobre sus ruinas ¡Perón o muerte!”.

En octubre de 1963, cuando todavía no se ha consumado la ruptura, Osorio, uno de los futuros dirigentes del grupos de
Baxter, divulga un comunicado en el que critica el que los dirigentes del MN Tacuara hayan propuesto como nombres
de los “comandos” de Tacuara, los de Adolfo Hitler, Benito Mussolini, Ante Pavelic y Cornelio Codreanu. Osorio propone
los nombres de comando 17 de Octubre, Primero de Mayo, Eva Perón, Lealtad, etc. Junto con Baxter redacta un
comunicado en el que podía leerse: “Son la clase trabajadora y los pequeños núcleos nacionales de la clase media, sin
compromisos de ninguna índole con el régimen, los fundadores y herederos de la revolución nacionalista que destruirá
a la antipatria para conquistar la soberanía nacional y la justicia social”. Ese comunicado, va firmado por primera vez
con la sigla “Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara”. Desde ese momento, el MNRT empieza a pintar por las
paredes de las principales ciudades argentinas: “Las 62 al poder”, “Todo patrón es un ladrón”, “La propiedad es un robo”
y alabanzas al foco.

El declive de la Tacuara
Existen varias estimaciones sobre los efectivos de Tacuara. En 1962, el “Times” los cifraba en 4.000. Pero otras cifras,
incluso datos que hemos podido obtener de antiguos militantes, podían llegar hasta los 10.000 en el momento en que
se produjo la escisión de la “Tacuara rebelde”. Con esas cifras estaba en condiciones de competir con los grupos
juveniles peronistas que, en esa época estaban todavía en fase grupuscular.

El movimiento estaba extendido a las principales ciudades del país y tenía presencia en la mayoría de universidades.
No hubo ciudad importante de la República Argentina en aquella primera mitad de los años 60 que no tuviera sus muros
repletos de inscripciones en las que podía leerse: “Viva Tacuara”, “Viva Rosas”, Mueran los judíos”, “Muera Castro”,
“Abajo los yanquis”, “Comunistas asesinos”,“los rusos a Moscú”, “Ni yanquis ni marxistas, nacionalistas”. Las dos
publicaciones del movimiento tenían tiradas de entre 5 y 10.000 ejemplares. Eran dos: “Ofensiva”, subtitulado “Órgano
oficial del Departamento de Formación del Movimiento Nacionalista Tacuara”, y en menor medida “Tacuara, Vocero de
la Revolución Nacionalista”. La primera era el portavoz del movimiento, su tarea era uniformizar los temas y los análisis
de Tacuara. Trataba temas ideológicos, políticos y organizativos. Tacuara daba una importancia particular a la
organización. Sus delegaciones locales se llamaban “fortines”. También se publicaban convocatorias de reuniones,
manifestaciones y misas. Nosotros tuvimos en nuestras manos algunos de estos boletines. Su nivel era muy superior al
de lo grupos españoles de extrema-derecha de la época. Se notaba cierto seguimiento de las actividades del
neofascismo europeo. Algunos de estos boletines llegaron a CEDADE a través de Ángel Ricote, el cual reprodujo parte
de estos materiales en los primero boletines ciclostilados del grupo.

Durante su detención la policía pregunta a Nell sobre la génesis de la Tacuara. La policía no logra explicar como pasó
del nacionalismo al “marxismo”. Pero en el curso de los interrogatorios, Nell rechaza el marxismo, les explica que lo
único que les interesa del maoísmo es la teoría de la chispa que puede incendiar una pradera. Les repite una y otra vez
que no había problema ideológico dentro de la Tacuara, como máximo, diferentes enfoques estratégicos. La “Tacuara
rebelde” piensa que ha llegado el momento de la lucha armada. Los otros, no. Las dos fracciones siguen siendo rosistas
y nacionalistas, solo que interpretan el nacionalismo de manera diferente. Para los “rebeldes” este concepto se identifica
con el de “liberación nacional”. La policía no termina de entender este embrollo ideológico y les pone el rótulo de
“extrema-izquierda”. En realidad no lo son; pero probablemente ellos tampoco tienen clara su ubicación política. Algunos
periodistas han exhumado en los últimos años las declaraciones realizadas por Nell ante la policía, como un testimonio
absolutamente imprescindible a la hora de conocer las posiciones ideológicas del grupo. Cuando Perón llega a Argentina,
en el aeropuerto de Ezeiza hay antiguos tacuaras en las dos fracciones que se tirotean. Allí, Nell resultará herido grave
y tetraplégico.

En 1977, Arbelos fue detenido en el aeropuerto de Barajas junto con Alfredo Roca y Horacio Rossi –también antiguos
Tacuaras– acusados de participar en París del secuestro de Luchino Revelli-Beaumont, director-gerente de la Fiat en
Francia, por el que se pagó un rescate de dos millones de dólares. Pasó un año en Carabanchel siendo liberado por
falta de pruebas; en 1978 se trasladó a Costa Rica.

A pesar de la presión policial, en los meses siguientes, el MNR Tacuara prodigó acciones de sabotaje. Atacaron intereses
norteamericanos y multinacionales, entre otras las oficinas de Shell, Esso y Philips, lanzaron cócteles molotov en
decenas de establecimientos, locales y oficinas, que consideraban ligados al “imperialismo” o a la “burguesía
reaccionaria”, multiplicaron sus distribuciones de panfletos incendiarios, denunciaron la progresiva claudicación de los
dirigentes de la CGT, pero seguían sin ser marxistas. Proponían la creación de “milicias populares” y como fórmula
política el “Estado Nacional Comunitario”, propuesto por el francés Jaime María de Mahieu, a quien ya hemos aludido,
uno de los teóricos más activos del neo-fascismo. Terminaban sus panfletos con los habituales “Soberanía o Muerte”,
“Patria para todos o patria para nadie”, y el recientemente incorporado “Perón o Muerte”. Pero cuando se produce el
secuestro de Eichman en Buenos Aires, se recrudecen los temas antisemitas y aparecen pintadas firmadas por las dos
fracciones tacuara: “Queremos a Eichman de vuelta”. En los incidentes que se produjeron a continuación resultaron
heridos de gravedad seis personas, entre ellos dos tacuaras.

A pesar de que Tacuara había renunciado aparentemente a su antisemitismo, eran muchos y muy diferentes los grupos
que actuaban utilizando su nombre y, la mayoría seguían manteniendo reservas hacia la comunidad judía. En 1964, se
produce un tiroteo durante la celebración del Plenario de la CGT de Rosario en el que mueren varios militantes de
Tacuara. Parece que los comunistas dispararon sobre el grueso de la concentración sindical, considerada como un
refugio de fascistas. Inmediatamente, Tacuara responde asesinando a Raúl Alterman, judío y militante comunista. Acto
seguido, la familia de la víctima recibe un comunicado sin firma explicando el asesinato: “Nadie mata porque si nomás;
a su hijo lo han matado porque era un perro judío comunista. Si no están conformes que se retiren todos los perros y
explotadores judíos a su Judea natal ¿Qué hacen en nuestro país?”. El asesinato no fue nunca esclarecido, pero, a la
vista del comunicado, era evidente que se trataba de obra de grupos antisemitas, de los que Tacuara y la GRN eran lo
exponentes más agresivos. Aunque el MNR Tacuara hubiera renunciado al antisemitismo, no lo había hecho la otra
fracción del grupo. Era posible que mientras los Tacuaras “revolucionarios” habían alcanzado la “fama” tras el atraco al
Policlínico, la otra fracción pretendiera cultivar “laureles” realizando un atentado en la mejor tradición antisemita. Por lo
demás, también era posible que la Tacuara de Baxter que, en esos momentos seguía cultivando el antisemitismo bajo
la forma de antisionismo, apoyo y solidaridad con la causa palestina, y cuyo anticomunismo seguía siendo, al menos en
ese momento, tan vivo y activo como el de la otra fracción, decidiera asesinar a Alterman, Sea como fuere el caso jamás
fue esclarecido.

A partir del asesinato de Alternam y de la represión suscitada como consecuencia del atraco al Policlínico, Tacuara entra
en colapso. Tiene a muchos militantes en la cárcel y en la clandestinidad. Las distintas corrientes internas están
fraccionando al grupo que, por lo demás, ya he visto como se iban los miembros de la GRN, más tarde los seguidores
de Dardo Cabo, como Caffatti y otros se integran en grupos peronistas de acción. Cabo protagonizaría en 1966 la
“Operación Cóndor”, el viejo proyecto de Tacuara consistente en ocupar las Islas Malvinas y plantar la bandera argentina.
Se había sumado al sindicalismo peronista de Augusto Vandor. El 6 de enero de 1977 será fusilado por efectivos
militares. Por su parte, José Luis Nell se sumará en los meses siguientes a las FAR-Montoneros y como tal recibiría a
Perón en Ezeiza, recibiendo dos tiros en la columna vertebral que lo dejarán tetraplégico. Dos años después pondrá fin
a su vida suicidándose. Ezcurra regresa al seminario, mientras que parte de su fracción participó en las actividades de
la Triple A y el Batallón 601 de la Inteligencia militar.

En los años 70 encontramos a los antiguos Tacuara absolutamente dispersos en todos los grupos que estaban
realizando guerrilla urbana y guerrilla rural, pero también entre los que colaboraron con la dictadura de Ongania y luego
con los grupos de choque antiizquierdistas de la Junta Militar de Videla. Cuando Perón llega a Ezeiza el 20 de junio de
1973, hay tacuaras en los dos bandos que se tirotean. Y durante la “guerra contra la subversión” entre 1975 y 1982,
también hay ex-tacuaras en toda las fracciones enfrentadas.

Por su parte, Cacho El Kadri, participará en la creación de las Fuerzas Armadas Peronistas, cuando aun era miembro
de Tacuara. Pero el proyecto fracasa y a principios de 1967 vuelve a la carga en el mismo proyecto trabajando con
miembros del Movimiento de la Juventud Peronista, antiguos tacuaras y restos de los uturuncos. Las tácticas son las
mismas que se han ensayado desde la fundación de Tacuara (robos de armas, atracos, bombas). La idea de El Kadri
es constituir una guerrilla rural, pero otros ex tacuaras están por la guerrilla urbana. De todas formas las discusiones
tienen poco sentido, porque en 1968, las fuerzas de seguridad del Estado localizan el campamento de Taco Ralo y
dispersas a los aspirantes a guerrilleros. A partir de ese momento las FAP no pasarán de algunas pequeñas operaciones
de guerrilla urbana.

Algunas conclusiones provisionales


Llegó el momento de cerrar nuestro estudio sobre el Movimiento Nacionalista Revolucionario "Tacuara", estableciendo
algunas conclusiones. EL camino realizado hasta ahora supone una excursión por lo que hemos denominado la
"prehistoria" de los movimientos guerrilleros y terroristas en Iberoamérica. En las próximas entregas examinaremos con
el detalle que nos permite un estudio de síntesis, la naturaleza de las Fuerzas Armadas Peronistas, de los Montoneros
y del PTR-ERP, concluyendo en la loca aventura de Gorriarán Merlo en el cuartel de la Tablada, en una fecha tardía.

En la segunda mitad de los años 60, Tacuara se extingue y sus ex militantes se dispersan. Muchos retornan a la vida
tranquila y se incorporan a sus trabajos. Otros seguirán viviendo a salto de mata desvinculados de la política, pero los
habrá que seguirán luchando por sus ideales –contradictorios, unos a la derecha de la derecha y otros a la izquierda de
la izquierda- con excesiva frecuencia hasta la muerte. Muchos se irán al exilio y proseguirán su vida aventurera, incluso
en el campo de la delincuencia común. La primera guerrilla urbana iberoamericana supuso una tragedia personal para
la mayor parte de quienes la integraron.

Los tiempos no estaban maduros. En realidad, nunca iban a estarlo. El Estado Argentino era cada vez más fuerte y, por
mucho que se reforzara la guerrilla, nada puede contra la capacidad represiva de un Estado moderno. Pero hay algunas
conclusiones que es posible extraer sobre la historia de la Tacuara que vale la pena tener presentes:

1. En 1963 y 64, acciones como el asalto al Policlínico Bancario o el asesinato de Raúl Alterman, constituían una novedad
en aquella fecha. No se habían hecho nunca antes, ni en Argentina, ni en lugar alguno. Sin embargo cinco años después,
todos los grupos que practicaban la guerrilla urbana, competían por ver quien era capaz de cometer acciones similares.
En este sentido Tacuara fue un precursor.

2. Tacuara fue un movimiento que entra en el esquema de lo que fueron los movimientos neo-fascistas de la misma
época en Europa, sin embargo, el Estado Argentino tenía una estructura mucho más débil que sus homólogos europeos
y había estado alejado de la II Guerra Mundial, por tanto no existía una represión antifascista similar o comparable a los
estándares europeos. Esto favoreció que los tacuara pudieran practicar unos niveles de violencia desconocidos entre
los movimientos neo-fascistas europeos.

3. Otro elemento diferencial lo constituía la existencia del peronismo, un extraño movimiento articulado en torno a un
fuerte sindicalismo populista, pero con interpolaciones propios de los fascismos europeos que Perón había conocido.
Esta generaba una gran ambigüedad en torno al peronismo que Tacuara experimentó en su propia carne:
- por una parte, la Tacuara originaria, seguidora de las doctrinas del Padre Meinvielle, se sentía extremadamente alejada
del peronismo y compartía los hábitos del neo-fascismo.
- por otro, eso le permitía reconocer –especialmente después de la “Revolución Libertadora” que arrojó a Perón al exilio-
algunos elementos neo-fascistas también inherentes a la doctrina de Perón.

Perón, por ejemplo, era anti-imperialista; Perón, además, albergaba una gran desconfianza hacia los intelectuales; Perón
no era comunista; el nacionalismo de Perón insistía en la necesidad de la “liberación nacional”, tanto como los neo-
fascistas europeos clamaban “contra la presencia de EEUU y la URSS en Europa”.

Luego estaba la admiración que la mayoría de Tacuaras albergaban hacia la figura de José Antonio Primo de Rivera.
Como se sabe, el fundador de Falange Española, ha suscitado, incluso aquí en España, el nacimiento de organizaciones
muy diversas: desde de extrema-derecha ultracatólica hasta de extrema-izquierda. Todo depende de qué parte de la
obra de Primo de Rivera se tome en consideración. Y así puede entenderse que Baxter dedicara poemas a José Antonio
y que también lo hiciera Ezcurra… aun cuando sus respectivas tacuaras no se parecían excesivamente.

Estos dos elementos de cierta ambigüedad doctrinal –peronismo y falangismo- introdujo en el movimiento Tacuara el
germen de la vacilación y la dispersión ideológico.

4. En un país como Argentina, donde la mayor parte de la población está situada sobre zonas urbanas y los núcleos
urbanos son extremadamente dispersos y solamente en las zonas del norte tucumano sería viable una guerrilla rural,
Tacuara ensayó la guerrilla urbana, aun antes de que Abraham Guillén pudiera reflexionar sobre el fenómeno y cristalizar
una teoría coherente sobre la misma. Allí donde los Uturuncos habían fracasado, los Tacuara, la pusieron en práctica
instintivamente como plasmación de una estrategia de violencia armada.

5. Esta estrategia de violencia armada derivaba de dos elementos:


- su impulso juvenil hacia la aventura revolucionaria, inspirados primero por el mito de las SS que defendieron hasta la
muerte el bunker de la Cancillería de Berlín, y después por la aventura castrista en Sierra Maestra.
- el hecho de que Perón hubiera sido expulsado por un golpe militar y los gobiernos posteriores arrinconaran y
persiguieran al movimiento peronista que no consiguió regresar al poder hasta 1973. La falta de perspectiva democrática
entre 1956 y 1973 favoreció la proliferación de movimientos armados de los que Tacuara fue el precedente común a
todos ellos.

Poco importaba el mito –las SS o el castrismo- lo que realmente importaba era que satisfacía las necesidades
psicológicas y emotivas de los jóvenes exaltados que buscaban una aventura para vivir y una causa para morir.

6. En la historia misma de Tacuara están incluidos los elementos que luego evidenciaron la debilidad de todos los
movimientos guerrilleros y terroristas posteriores:
- su debilidad teórica que jamás estuvieron en condiciones de superar. Ninguno de los planteamientos ni de Tacuara, ni
del resto de grupos armados que vinieron luego, respondían a las necesidades de la sociedad argentina, sino que eran,
simplemente, salidas aptas solo para jóvenes exaltados y con ganas de aventura.
- ni Tacuara ni ninguno de los movimientos guerrilleros y terroristas estuvieron en condiciones de afrontar la represión
en el momento en que se cebó sobre ellos. Tacuara, resultó, más o menos indemne, mientras contó con la protección
de buena parte de la policía bonaerense, pero tras el asalto al Policlínico el grupo –o al menos lo esencial del mismo-
fue desmantelado por las fuerzas policiales. Este mismo esquema se repetiría con el resto de grupos guerrilleros
posteriores.
- Tacuara, nunca fue capaz de enunciar una estrategia de conquista del Estado, ni en su primera época, en donde las
dominantes, fueron catolicismo ultramontano, antisemitismo, anticomunismo, nacionalismo, ni en la segunda época, en
donde todos estos elementos se atenuaron en mayor o menor medida y apareció el peronismo “tercerista”. Nunca
pudieron enunciar una estrategia realista, como tampoco pudieron hacerlo los movimientos posteriores surgidos de la
dispersión de la tacuara y de la irrupción de otros movimientos guerrilleros nacidos del peronismo o de la izquierda
marxista.

7. Prueba de la dispersión de Tacuara lo da el hecho de que en los quince años siguiente al golpe del Policlínico,
existieron ex militantes de la Tacuara en todos los movimientos radicales argentinos y albergando posiciones
antagónicas. Unos colaboraron con los militares videlistas en la represión contra la guerrilla montonera y del ERP, otros
estaban entre las filas montoneras y del ERP, existieron ex miembros de la Tacuara en los dos bandos peronistas
enfrentados en el aeropuerto de Ezeiza durante la llegada de Perón.

El caso de Tacuara, en buena medida, se trasladó a Uruguay en donde el Movimiento de Liberación Nacional
“Tupamaros” tuvieron también un origen nacionalista hasta que Raúl Sendic los orientó hacia el marxismo. Por otra
parte, la estancia de Baxter y de los miembros de la Tacuara “rebelde”, y sus contactos con los “Tupamaros”, así lo
confirman.

8. Buena parte de la historia de los movimientos de izquierda terrorista o guerrillera en Argentina es incompleta en la
medida en que a sus propios militantes les resulta extremadamente difícil reconocer que buena parte de sus orígenes
se encuentran en la extrema-derecha neo-fascista. De ahí que reconstruir la prehistoria de todos estos grupos, cueste
extraordinariamente. Por otra parte, algunos escritores especialistas en antiterrorismo y grupos armados, como Pierre
de Villemarest, han sostenido una teoría absurda, pero que convenía en el fragor de la Guerra Fría: la de la identidad
de fines entre el nazismo y el marxismo, a partir del Pacto Germano Soviético de 1939. Esta doctrina, por absurdo que
parezca, estaba extremadamente difundida en ambientes anticomunistas y liberales de Occidente… a pesar de que no
hacía honor a la verdad. Todos estos elementos, y el propio silencio de muchos ex-militantes, reciclados en la vida civil
o integrados en movimientos políticos moderados y, por tanto, con ganas de hacer olvidar su pasado terrorista, han
contribuido a que cueste extraordinariamente analizar el impacto y la verdadera historia de todos estos movimientos
precursores del terrorismo urbano.

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