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Cali, 2 de agosto de 2019

Estimada comunidad estudiantil.

La presente es para saludarlos y espero se encuentren bien,


en unión de los suyos.
Mi nombre es Sonia Edith Calibio Castillo y soy de aquí de
Cali. Vivo en el jarillón de Comfenalco, nororiente de Cali.
Tengo 54 años y estoy casada con Jairo Ever García Z.
Soy una mujer de origen humilde y vengo del campo, con una
crianza a “la antigua”, como dicen los chicos de hoy. No
había energía, si no velas. No había equipo de sonido si no
radio que sólo usaban papá y mamá. No había televisión, mucho
menos celulares para llamarnos, si no los gritos de mi madre
que decían: - ¡Ya para adentro; a bañarse y acostarse!

Tenía 16 años cuando falleció mi madre. Fue un golpe muy


duro, porque fue justo el día de la madre. Yo estaba muy
pequeña y no entendía lo que se venía cuesta abajo con esta
gran pérdida. Yo no sabía hacer nada, todo lo hacía mi madre.
Comenzó mi gran sufrimiento, porque tuve que asumir mi
responsabilidad como hermana mayor de cinco hermanos que
quedaron más pequeños. Mi padre fue muy enamorado y al pasar
un año, nos trajo madrastra, pero no supo escoger a la mujer
correcta. Fue un calvario. La mujer era menor para mi papá.
En adelante, se hacía lo que ella decía. Tenía más mando que
mi padre al punto de provocar que nos castigaran por todo.

El tiempo pasó, hasta que cumplí 18 años, cuando me enamoré y


conocí al padre de mi primer hijo. Lo tomé como la salida a
tanto sufrimiento y me volé de la casa. Todo marchaba bien,
hasta que quedé en embarazo de Luis Alberto. No le gustó para
nada, a los tres meses de gestación, me abandonó.

Con él, aprendí a fumar y a tomar trago. Lo hacía cada ocho


días. No tuve quién me guiara en ese momento. No debía
hacerlo por mi bebé. Alicorada, tuve una caída de mi propia
altura el 29 de septiembre de 1984 y el 1 de octubre me
hospitalizaron para dar a luz, nació sietemesino.
Desde entonces, aprendí a trabajar y a progresar, pues ya
tenía una razón para seguir adelante. Habían pasado dos años,
cuando conocí al hombre bueno y noble que me acompaña hasta
ahora. Reconoció a mi hijo, le dio su apellido y me brindó
apoyo cuando más lo necesité, me enamoré y nos casamos por la
iglesia católica, tuvimos dos hijos más y seguimos adelante.
A los 18 años, mi hijo mayor tomó la decisión de ser militar
y se enlistó en la Armada Colombiana, le tocó en la base de
Coveñas, en el departamento de Sucre, al norte del país.
Su sueño, estaba cumplido, pero inició mi sufrimiento: el 30
de septiembre del año 2011 tomó una licencia que utilizaría
para venir a visitarnos. Eso fue lo último que supe de él.
Han pasado ocho años desde entonces y no tenemos ida de su
paradero.
He viajado en siete oportunidades a la costa con mis propios
recursos sin tener razón de él. Hoy, acudo a la organización
CDR (Organización para la asistencia de familiares de
personas dadas por desaparecidas), en donde recibo apoyo
psicológico y he podido conocer a mas madres con el mismo
dolor: la desaparición de un familiar.

En este momento quisiera encontrar a mi hijo, sea como sea y


que el Gobierno no nos deje solas, porque es muy difícil
vivir con tanto dolor. Las madres de personas desaparecidas,
llevamos un dolor eterno.
De antemano, quedo muy agradecida por la atención prestada.
Le envío un caluroso saludo y les deseo la mejor de las
suertes.
Atentamente, Sonia Edith Calibío, Mujer buscadora.

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hacerlo a través de este número de WhatsApp, por
medio de un texto, un video o un audio: 318-8273862
o al correo info@comisiondelaverdad.co
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utilizando el numeral #ReconocemosSuBúsqueda.

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