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MINISTERIO DEL LECTOR

EL MINISTERIO DEL LECTOR

Importancia de lo Palabra de Dios en la Asamblea Litúrgica.


El Concilio Vaticano II ha puesto de relieve la lectura de la Palabra de Dios: "Se expresan de
modo admirable los múltiples tesoros de la única Palabra de Dios, ya sea en el transcurso del Año
Litúrgico en el que se recuerda el misterio de Cristo en su desarrollo, ya en la celebración de los
sacramentos y sacramentales de la iglesia o en las respuestas de cada fiel a la acción interna del Espíritu
Santo3 ya que entonces la misma celebración litúrgica que se sostiene, se apoya principalmente en la
Palabra de Dios, se convierte en un acontecimiento nuevo y enriquece esta palabra con una nueva
interpretación una nueva eficacia". (Ordenación de las Lecturas de la Misa No. 3).
La Liturgia es por tanto lugar privilegiado donde la Palabra salvadora de Dios habla a su
pueblo; "Cristo sigue anunciando el Evangelio y el pueblo responde a Dios con el canto y la oración"
(Constitución de Liturgia 33).
La Palabra de la Escritura, cuando se proclama en las celebraciones litúrgicas, constituye uno de
los modos de la misteriosa y real presencia del Señor entre los suyos como lo enseña el Vaticano II: "Él
está presente en su Palabra, pues cuando se lee en la Iglesia las Sagradas Escrituras, es él quien
habla" (Const. De Liturgia 7).

La Misión del Lector.


El lector viene a ser como el intermediario de Dios entre su Palabra revelada y el pueblo. Su
función consiste en hacerse mensajero y portavoz de la palabra de Dios. El lector litúrgico será el
último eslabón para que la palabra de Dios llegue a su pueblo ofreciendo su voz, sus recursos de
interpretación para que se realice esta encarnación de la Palabra. El lector también participa de la
misión profética de Cristo puesto que es un signo vivo de la presencia del Señor.
Será interesante recordar lo que dice el Padre Schoekel: "Por amor a esta palabra y por
agradecimiento a este don de Dios, el lector litúrgico tiene que hacer un acto de entrega y un esfuerzo
diligente; si su voz no suena, no resonará la Palabra de Dios; si su voz no se articula la palabra se
volverá confusa; si no ve bien el sentido del pueblo, no podrá comprender la Palabra; si no da la debida
expresión, la palabra perderá parte de su fuerza. Y no vale apelar a la omnipotencia divina porque el
camino de la omnipotencia también en la liturgia pasa por la encarnación". Luis Alonso Schoekel
(Consejos al lector, Pág. 32).

Escuchar y acoger lo Palabra de Dios para Comunicarla al pueblo.


El lector no desempeñará bien su función si no tiene un amor suave y vivo hacia la Sagrada
Escritura. El lector, desempeñando los ministerios de la Palabra, ha de transmitir a los fieles "los
tesoros bíblicos de la Iglesia" puestos a disposición de los fieles en mayor abundancia en la mesa de la
Palabra de Dios (Const. De la Divina Revelación No. 21 y de Liturgia No. 51).
Es necesario que se conozca la Palabra de Dios, que haya una lectura asidua y un estudio
diligente que vaya acompañado de la oración para entablar un diálogo entre Dios y el hombre. El lector
tiene que familiarizarse con el mensaje bíblico en su conjunto 1 meditándolo personalmente,
acogiéndolo con corazón de discípulo lo que va a comunicar al pueblo de Dios.

Preparación de los lectores:


Los lectores deben ser aptos y preparados. Esto requiere un conocimiento y amor a la Sagrada
Escritura y cualidades humanas concernientes al arte de la comunicación, por ello habrá que
prepararse en los siguientes puntos:
Instrucción bíblica: el lector debe captar el sentido de las lecturas en su propio contexto y
Curso: Proclamar la palabra 1
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para entenderlo a la luz de la fe, el núcleo central del mensaje revelado. No se trata de conocer aspectos
exegéticos o de interpretación sino un conocimiento vital de la sagrada Escritura, a la luz de la
transmisión litúrgica.
Instrucción Litúrgica: esto se refiere, sobre todo, al sentido y estructura de la Liturgia de la
Palabra con su relación a la parte de la liturgia del sacramento.
El lector debe conocer como esta elaborado el leccionario con los diferentes tiempos litúrgicos.
Conocerá también los criterios de ordenación y armonización de las lecturas entre sí, que le será muy
útil para ayudar a los demás cuando haya que elegir algún texto mas adecuado.

Preparación técnica: a la comunicación y a la lectura en público, ya sea de viva voz o con la ayuda del
micrófono.
El lector debe tener una cierta capacitación de su función sin detrimento del amor y de la
dedicación a la Sagrada Escritura. Por lo mismo, el arte de leer bien y usar adecuadamente el
micrófono hay que tomarlo con competencia y preparación y no con mera improvisación.

Técnica: para proclamar la Palabra de Dios.


El que pronuncia lo que lee, descubre lo que está escrito, dando a cada palabra y a cada frase
su sentido exacto. Por eso el lector debe proclamar correctamente: Preparación de la lectura o
conocimiento previo del texto que se va a proclamar. El lector debe estar familiarizado con las palabras
que va a leer. Hacerlas suyas especialmente cuando son difíciles; Pronunciarlas correctamente y cuando
hay que darles mayor intensidad.
En la preparación de la lectura hay que tener en cuenta el género literario del texto bíblico, por
ejemplo si es narrativo, lírico, meditativo, parenético, o un poema o exhortación.
No se trata de hacer una dramatización de sentimientos o una ficción, sino actuar
adecuadamente con sencillez y sin afectación, con articulación y como la lectura debe llegar al
auditorio sin que se pierda una palabra o sílaba.
Al leer hay que abrir la boca lo suficiente para que se escuchen perfectamente las vocales y para
que las consonantes se hagan sentir con nitidez.
Al texto hay que darle vida. Aunque la lectura se haga con claridad se puede caer en la
monotonía. El tono y el ritmo que se den a la lectura serán importantes para evitar una continuidad
fastidiosa; también hay que evitar la voz monocorde y el tonillo.
Las interrogaciones, paréntesis, serán una buena ocasión para subir o bajar la voz. Los finales de
frase no tienen porque hacer inflexiones de manera sistemática. Es conveniente tener presente la
acústica del templo y la fuerza del micrófono, porque resulta hiriente una voz muy fuerte que grita,
como también una voz apagada y mortecina.

Ritmo de Proclamación: El ritmo es un elemento indispensable para comprender el texto que se


proclama; cada lector tiene su propio ritmo, incluso cada lectura exige lo suyo. Lo importante es que
los oyentes entiendan el mensaje transmitido, así habrá que equilibrar los movimientos en la lectura,
imponer la atención, una voz sosegada y firme que anuncia y transmite el mensaje.
La lectura muy rápida resulta incomprensible y obligada a un esfuerzo mayor. La excesiva
lentitud provoca apatía y aburrimiento.
La lectura del texto requiere un estilo natural que no se vaya a los extremos. Debe ser respetada.
Las pausas del texto permiten respirar al lector y dar al auditorio a comprender lo que se está leyendo.

Leer con expresión: El lector debe identificarse con lo que lee para que la Palabra surja viva y
espontánea y penetre en cl corazón del que escucha, por eso conviene: sinceridad sin
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condicionamientos o artificios, claridad y precisión. Conducir al oyente a retener las palabras.
Originalidad imprimiendo a la lectura un sello de distinción y personalidad de acuerdo con los matices
de cada texto. Misión y convicción como actitudes que encierran fuerza y perfección; recogimiento y
respeto, corno responde a una acción sagrada.

EL CONMETADOR EN LA ASAMBLEA

El comentador o monitor antes de las lecturas podrá hacer algunas explicaciones a manera de
introducción muy breve sobre las lecturas.
El presidente de la asamblea ya de por sí realiza algunas moniciones como «Oremos, fieles a la
recomendación del Salvador..." lo mismo el diácono cuando dice: arrodillémonos, podéis ir en paz,
etc.".
Las moniciones vienen del verbo "moneo" que significa avisar o amonestar. Esta Palabra la
compusieron los habitantes de Francia. En cambio los italianos la llaman "didascalias" (enseñanzas),
otros le llaman "invitatorios".
El monitor es el comentador y guía. A él le toca introducir a la intelección de la oración y de los
ritos.
Las moniciones harán una parte importante en la liturgia que de ninguna manera la interrumpen
sino que la perfeccionan y la presentan con mayor claridad.
Las moniciones no pueden ser fijas, han de ser flexibles y muy variables. No hay que tomarlas
literalmente sino hacerlas propias y decirlas y prepararlas por escrito, para evitar el hacerse una voz
difusa que no termine en nada. Quien hace el oficio de comentador o monitor requiere que tenga una
instrucción religiosa y litúrgica apropiada. De otra manera puede caer en un cierto misticismo o en
alguna interpretación equivocada de los ritos. Debe formarse teórica y prácticamente en la liturgia para
formar una asamblea viva y auténtica. Ha de contar con un espíritu de servicio, humanidad, caridad y
respeto, evitando regaños y llamadas de atención que de ninguna manera le corresponden hacer.
Su espíritu debe ser positivo, lleno de una espiritualidad conformada por la fidelidad a la
palabra de Dios, con un deseo e inquietud de superarse; corregir las fallas y ser signo de unión en la
Asamblea. Tiene que recordar el ejemplo de Juan Bautista, que decía: "Es necesario que Él (Cristo)
crezca y yo disminuya". Por lo mismo el comentador no debe llamar la atención hacia sí mismo, sino
hacia la celebración, hacia Cristo que realiza sus misterios a través de las celebraciones litúrgicas.
Su espíritu debe estar encarnado por una interacción al pueblo, por una caridad y respeto a la
asamblea, una ejemplaridad cristiana y una capacidad para el trabajo en equipo; para escuchar y
corregir. Por lo tanto su actuación será con discreción, como comentador y guía; a él le toca introducir a
la Intelección de los sagrados misterios que celebran las acciones litúrgicas.

LAS MONICIONES EN LA CELEBRACIÓN

¿Qué son las moniciones?


La palabra monición, viene del verbo “moneo”, que significa avisar, por lo que
las moniciones, vienen a ser los avisos o invitaciones que se dirigen al pueblo para, invitar, suscitar y
dirigir su participación en la celebración. El pueblo tiene necesidad de ser guiado en su participación;
Por eso hay que indicarle las posturas corporales; Dirigirle para el canto y las respuestas, pero sobre
todo, hacerle penetrar profundamente en la plegaria eclesial, y en el conocimiento de los ritos.
La persona que realiza este ministerio o servicio, se llama, monitor o comentador
y es el que introduce a la asamblea en el sentido de intelección de la acción litúrgica.

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Características de las moniciones del comentador.
1. Deben de ser por su propia finalidad, breves y funcionales
2. Oportunas, precisas, y apropiadas para el momento de la celebración
3. No deben ser excesivas, ni sobrepasar el objetivo de la celebración
4. Por su misma naturaleza, es indispensable que sean claras, contando con una construcción
gramatical simple.
5. Deben ser adaptadas a la comunidad para llegar a su completa intelección.
6. Es recomendable que además de ser previamente realizadas, sean escritas oportunamente
para que sean dichas en el momento preciso.

I.- MONICIÓN DE ENTRADA

El monitor, desde el primer momento debe ambientar, y debe ser puente entre el presidente y el pueblo.
La finalidad de esta monición es la de lograr que entre los reunidos exista un ambiente de unión
fraterna, mismo que debe reinar en toda comunidad cristiana, consiguiendo de esta manera una digan
celebración al elevar juntos sus pensamientos a la contemplación del misterio litúrgico.
Ejemplos:
 (Sagrado Corazón). Hermanos, nuestro nombre está escrito desde siempre en los designios de
Dios, contemplemos el amor del Padre que nos eligió para ser como su hijo, y nos ayude a
conseguirlo. Alegres, pues, meditemos con sencillez: Sí Dios con nosotros, ¿Quién contra
nosotros?... sólo el corazón de Dios puede ser nuestro modelo.
 (Cuaresma). La reconciliación con los hermanos, es el camino, y el signo para recuperar las
relaciones con Dios, pues la Iglesia, es el lugar de encuentro existencial con el Señor, el hoy de
Cristo y la salvación cristiana. Una auténtica reconciliación con Dios, comporta una seria
apertura hacia la comunidad, y una sincera atención a los hermanos.
 Cuando partimos el pan con los demás, les damos algo de nosotros que nos hace vivir. Este
gesto o signo hizo Jesús en la última cena para decir a sus discípulos: que entregaba su vida por
nosotros. En este día, el sacerdote nos parte el Pande vida, que es Jesús, y nos lo entrega para
unirnos y darnos vida.
 En nuestra vida diaria, cuando se nos hace duro y pesado el camino, sentimos la necesidad de la
voz alentadora de alguien que nos ayuda a mantenernos en la lucha, de alguien que nos haga
entender que la vida es bella, que vale la pana vivirla. Dios como Padre bueno llega a nosotros
en la Eucaristía, abrámosle nuestro corazón para que Él pueda sanar nuestras heridas.

II.- MONICIÓN ANTES DE LAS LECTURAS

La lectura de la sagrada escritura es parte primordial en la asamblea litúrgica. De esta manera la


monición debe reflejar el significado y contenido de éstas, haciendo una preparación mental para la
correcta aceptación e interpretación de la Homilía. Así el pueblo hace suya la palabra divina mostrando
su adhesión de fe al mensaje de Dios. La palabra de Dios es el acceso mismo a los tesoros bíblicos, por
lo que la monición a las lecturas es la antesala para la preparación de éste gran banquete espiritual.
Ejemplos:
 La palabra de dios nos lo muestra trabajando y descansando, con ese ritmo que se alterna en
nuestra vida. Él trabajo seis días y el séptimo descansó. Así debe ser nuestra existencia en este
mundo, pero ofreciendo al Señor todo lo que hacemos como nos lo ejemplificaron sus
discípulos.

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 El Señor Jesús, el verbo de Dios encarnado, la sabiduría eterna del Padre es quien dirige ahora
su mensaje para que encontremos el camino de la vida y de la salvación. Como atentos
discípulos, abramos nuestro corazón a su enseñanza.
 (Pentecostés). Las lecturas nos hablan de la presencia transformadora del Espíritu Santo entre
los apóstoles, de la riqueza y diversidad de dones y frutos que recibirnos todos por su medio. El
Espíritu nos introduce en la vida y nos hace partícipes de la nueva allanza1 que renueva la vida
sobre la tierra y vivifica nuestro cuerpo y nuestro espíritu.
 Cuando sentirnos hambre y no tenemos nada que comer, nos irritamos, estamos de mal humor,
nos quejamos. Recibiremos el alimento espiritual de la palabra de Dios que nos llenará de
alegría.

III.- MONICIÓN ANTES DE LAS OFRENDAS

En La monición de ofrendas queremos presentar de manera palpable toda la experiencia de la vida


humana, en sus múltiples circunstancias como son las penas, las alegrías, los hechos individuales,
sociales o familiares. De esta manera los acontecimientos de la vida de la comunidad son llevados a la
liturgia, para que la luz purificadora dc la palabra se unan al Misterio salvífico de Cristo.
Expresemos nuestro deseo de colaborar con Dios en su obra de salvación.
Ejemplos:
 Con el pan y el vino manifestamos ante el altar, nuestro deseo de seguir y obedecer a Cristo
recibiéndolo frecuentemente en la Eucaristía.
 Te presentamos, Señor las ilusiones, las alegrías, o inseguridades de los jóvenes porque la vida
es una lucha comprometida, fruto del esfuerzo del amor y la esperanza.
 Te presentamos, Señor, la fuerza y el encanto de la juventud; la posibilidad de alegrarse con lo
que comienza y el deseo de renovarse a partir de nuevas conquistas.
 Manifestamos nuestro deseo de colaborar en la obra de Dios que purifica el egoísmo, da sentido
pleno al amor y nos nace participar en la obra de la salvación.

IV.- MONICIÓN ANTES DE LA PLEGARIA EUCARÍSTICA

La monición anterior a la Plegaria Eucarística debe ser una corta exhortación a la misma;
transformándose en una sencilla y cordial actitud de alabanza, invocación, memoria y oblación; aunque
ya esté preparada de antemano debe ser dicha con espontaneidad y con tono directo.
Esta monición es el lazo de amor con el corazón de la celebración que es la Plegaria
Eucarística, destacando este aspecto. Debe ser una catequesis que resulte eficaz a la hora de motivar
para este momento de la celebración.
Ejemplos:
 Este es el momento central de nuestra Eucaristía. Expresemos nuestra gratitud, porque Dios nos
ha mostrado su amor de Padre, porque Cristo nos ha salvado, y porque el Espíritu Santo está
presente en nuestra celebración y la va a hacer viva y fecunda.
 Empecemos ahora nuestra acción de gracias; la Plegaría Eucarística, la oración central de
nuestra celebración, recordando la muerte y resurrección de Jesús, e invocando al Espíritu sobre
nuestra Eucaristía.
 Nos disponemos ahora a celebrar, una vez más, el memorial de la muerte y resurrección de
Jesús. Él con su muerte destruyó nuestra muerte, y con su resurrección nos dio vida y
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esperanza. Aclamemos llenos de gratitud al Dios que nos ama.
 El Espíritu del Señor nos ha comunicado su palabra llenándonos de su verdad. Ahora el mismo
Espíritu nos quiere hacer participes de la vida de Jesús dándonos a comer y a beber su Cuerpo y
su Sangre. Entonemos agradecidos nuestra Plegaria de acción de gracias.

V.- MONICIÓN A LA COMUNIÓN

Corno sabemos1 la comunión es la unión con Cristo. De esta manera su monición correspondiente debe
expresar la espiritualidad de los comulgantes y demostrar así la alegría reinante en su corazón, logrando
así, una procesión fraternal de loa que van avanzando para recibir el cuerpo de Cristo.
Ejemplos:
 Jesús está cerca de nosotros y nos ayuda a amarnos unos a otros, por eso tenemos nuestra
confianza en Él, par que con su ayuda, todos nos veamos como verdaderos hermanos.
 La Eucaristía es sacramento de caridad, y la caridad es entrega de nosotros mismos, de lo que
somos, de lo que tenemos; compartiendo todo con nuestros hermanos. Y el mejor ejrmplo de
caridad en el mundo es Cristo mismo, por Él acerquémonos a recibir la Eucaristía.
 Por la Eucaristla3 Cristo está con nosotros, a nuestro lado, nos acompaña y se queda dentro de
nosotros. Es el momento de nuestra unión con su cuerpo. Acerquémonos a recibir al amigo con
amor y esperanza de alcanzar un día la vida eterna.
 Recibiremos a Cristo en la Eucaristía y escucharemos su llamada de poner ardorosamente a su
servicio todas nuestras energías, encontrando el sentido de la vida; la certeza de la existencia de
un Dios justo y bueno.

VI.- MONICIÓN FINAL

La monición de despedida Indica o señala la relación entre la Eucaristía y la vida diaria. La liturgia no
solo es la cumbre de la vida cristiana, a donde llega por la participación, sino también la fuente de
donde se recibe el Espíritu de Cristo.
La vida del cristiano que ha participado del Misterio de Cristo debe fortalecer la fe de la
comunidad, ya que con la despedida litúrgica no termina la vida cristiana; al contrario, cada persona
debe regresar sus quehaceres alabando, bendiciendo, propagando la Palabra del Señor e implantando el
Espíritu de Cristo en el hogar, en el trabajo, en la sociedad.
Ejemplos:
 Confortados por la oración en común, vayamos a nuestras actividades a preparar el camino de la
venida de Cristo.
 Con todo el amor que dejó en nosotros esta celebración, vamos a darle gracias a nuestro Padre
por las bendiciones que hemos recibido en el Santo Sacrificio y vamos con una sonrisa a dar
amor a todos nuestros hermanos.
 Vayamos a descubrir la presencia de Cristo en cada compañero, en cada maestro, en cada
persona que encontremos en nuestro camino, para que podarnos, un día, con ellos, participar de
la gloria de la resurrección.
 Nuestra celebración ha terminado. Hemos platicado con Jesús y recibido su fuerza. Vayamos
alegres a dar testimonio del amor que Cristo nos tiene, conviviendo en la comunidad como
verdaderos hermanos.

CONCLUSIÓN:
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MATERIAS MÍNIMAS QUE DEBE DOMINAR UN LECTOR CIVIL:

 El arte de leer en público


 Una buena respiración
 Una lectura correcta de las palabras
 Un conocimiento de las palabras
 Una buena dicción
 Un buen ritmo
 Un buen tono
 Un buen uso de las pausas
 Un buen volumen
 Una enfatización correcta
 Una adecuada lectura de los signos de puntuación
 Un timbre conveniente
 Un buen uso del micrófono
 Lectura de poesía
 Lectura bíblica
 Postura y presentación

LECTURA BIBLICA
El lector, signo vivo de la presencia de Dios en la Palabra

Lo primero que hay que tener en cuenta al leer la Sagrada Escritura ante el Pueblo de Dios es
que se está realizando un ministerio que hace presente a Cristo.
En el Evangelio de San Lucas se nos dice que Jesús desempeñó el ministerio de lector de la
Sagrada Escritura: «según su costumbre entró en la Sinagoga el día sábado y se levantó para hacer la
lectura» (Lc 4,16).
 El Concilio Vaticano II nos dice que «cuando se lee la Sagrada Escritura en la Iglesia, es Jesús
quien habla» (SC 7).
El lector debe entender que cuando lee, está ofreciéndole a Jesús su voz.
 Debe usar al máximo el arte del buen leer para que la Palabra de Cristo penetre en los
corazones, ya que es su portavoz y su primer intérprete.
 La primera predicación de la Palabra de Dios es la lectura misma; un buen lector despertará el
interés y el amor por la Biblia.
 San Agustín nos dice que en este mundo la Palabra de Dios «se nos da en letras, en sonidos, en
textos y en la voz del lector y del predicador»

Capacitación y preparación

El lector debe entender el alcance de su ministerio:


 Si no pronuncia bien y no se le entiende, entonces la Palabra de Dios ni siquiera llegará a los
oyentes o quedará confusa.
 Si no le da bien el sentido, el Pueblo de Dios no podrá comprenderla debidamente.
 Si no le da la debida expresión, la Palabra de Dios perderá energía y viveza.
 Si no lee pausadamente, dificultará la retención y asimilación de la Palabra de Dios en el
Pueblo.
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Un lápiz que escribe mal, puede impedir que uno entienda al escritor, aunque éste tenga muy buenos
mensajes que darnos: simplemente la pluma no sirvió y él no pudo dejar bien expresado su
pensamiento; sólo quedarán palabras a medio escribir, que posiblemente no sean bien entendidas o
que cada quien entienda a su modo.

Hay que pedirle a Dios la gracia de desempeñar bien este ministerio.


Por eso el diácono le pide al sacerdote la bendición antes de leer: «Bendíceme, Padre», y el
sacerdote le responde: «el Señor esté en tu corazón y en tus labios para que anuncies dignamente su
Evangelio (su santa Palabra)».

Un lector bíblico «de oficio» debe conocer bien la Sagrada Escritura.


No sólo debe dominar los nombres de los Libros Santos y sus abreviaturas y ser capaz de encontrar
cualquier cita de la Biblia, sino que también debería estar familiarizado con los nombres de
personajes y ciudades bíblicas y con los temas centrales.

La mejor preparación inmediata para un lector es meditar lo que va a leer y tratar no sólo de entender,
sino también de hacer propio su mensaje.
 El que vive lo que va a leer, lo leerá con vida. Un buen lector de la Biblia debe ser primero su
oyente.
 El que lee la Palabra de Dios, debe leerla con convicción, por esto choca que pase a leer la
Biblia quien tiene conductas manifiestamente contrarias a lo que va a leer. El mismo testimonio
de la vida puede reforzar la lectura.

En la meditación el lector debe identificar las palabras o frases que sean «clave» del mensaje, es decir,
que lo resumen o lo explican o que subrayan algún aspecto fundamental del acontecimiento narrado.
(Practíquese esta selección de palabras o frases que sean clave con cuatro o cinco textos de la
liturgia de los domingos y examínese en grupo si estuvo bien o mal hecha).

El lector debe conocer y saber manejar los «Leccionarios» y los «Rituales de Sacramentos», que son
los libros donde se encuentran las lecturas «oficiales» de la Biblia ya separadas en trozos seleccionados
para cada día del año o cada fiesta o para determinado sacramento.
 Hay que recordar que las lecturas de los domingos están escogidas para repetirse cada tres años
(ciclos A. B y C) y las lecturas diarias están seleccionadas en años pares e impares.
 En determinadas ocasiones hay la facultad de escoger lecturas especiales o formas largas o
breves; para esto el lector debe ponerse dc acuerdo con el ministro que preside la celebración.

Una buena lectura depende de una buena interpretación.


El lector deberá auxiliarse con la ayuda de «comentarios», es decir, de libros que explican lo que va
a leer.

Hágase ejercicio de lectura bíblica teniendo en cuenta diferentes géneros literarios, estudiando el timbre
característico de cada uno y los elementos que hay que trabajar más en dicho género.
Ejemplos:
Texto narrativo: Jue. 7, 16-22; 1 Sam. 17, 32-59
Deben manejarse de manera especial las intensidades y el ritmo, el cual en general debe ser ligero.
Timbre claro de un testigo; los personajes que dialogan deben tener un timbre propio adecuado y con
diversificación de tonos.
Texto legislativo: Lev. 2; Lev. 24,10-23
Deben trabajarse de modo especial los énfasis encuadrando las leyes.
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El timbre debe ser firme, con decisión, de autoridad.
Texto exhortativo («parenético »): Ef 4,17 - 5,20; Col 3, 5 - 4,6
Debe trabajarse el énfasis.
El timbre debe ser de convencimiento, tratando de llegar al corazón y no sólo a la acción como en el
caso de la ley, ni sólo el pensamiento como en el caso de un texto doctrinal.
Texto oracional: Sal. 31(30); Sal. 22(21)
Debe trabajarse de manera especial el ritmo lento, el énfasis y los volúmenes suaves.
El timbre debe ser de interioridad, de humildad, de quien espera del otro.
Texto homilético: Mt. 6, 25-34; Hech. 2 14-47
Debe trabajarse el tono, los volúmenes y las pausas que pueden ser muy largas.
El timbre debe ser de convencimiento.
Texto doctrinal o magisterial: Heb. 10, 1-18; Sant. 2, 14-26
Deben trabajarse dc modo especial los tonos para distinguir las subordinaciones, las causas y
efectos, etc.; volúmenes sin muchas variaciones.
agisterial, afirmativo, razonador, un tanto alejado de los sentimientos.
Texto lírico: 2 Cor. 4, 7-5,10; Jer. 8, 18-23
nejarse mucho las pausas, el ritmo, los tonos.
debe señalar la experiencia y vivencia personal, la emoción vivida.
Texto hímnico: Sal. 97(96); Sal. 98(97)
Deben predominar los tonos altos, pausas cortas, ritmo vivaz. El timbre debe ser firme, sonoro,
claro, invitativo.

NORMAS CONCRETAS PARA MINISTROS LECTORES RECONOCIDOS


(Quienes lo hacen sólo en su parroquia y por un tiempo definido, o por una sola vez)
(Recomendaciones)

- No debe iniciarse la lectura de la Palabra de Dios si las personas no están todavía acomodadas y
debe esperarse a que haya un silencio y un recogimiento que manifiesten el respeto a la Palabra de Dios
y el deseo de que ésta penetre hasta el fondo de su ser.
Si es necesario, debe motivarse este silencio. (Prepárense algunos ejemplos de motivación)

- Siempre debe iniciarse la lectura bíblica "proclamando" la procedencia del texto (lectura del Libro
de...) y debe hacerse una pausa después de este anuncio.
Al final se termina diciendo «Palabra del Señor» para el Evangelio, o, «Palabra de Dios» para los
otros casos. Antes de decir esta frase debe hacerse una pausa larga.

- Siendo la lectura litúrgica una proclamación, ésta debe hacerse siempre en un volumen mas alto de
lo normal, aun cuando se esté leyendo una plegaria o se esté contando una historieta.
Todo debe tener un tono de «anuncio hecho por los mensajeros del Rey»
Ejemplos:
- La lista de antecesores de Jesús escrita por San Mateo (Mt. 1,1-17) no debe de ser leída
como quien lee una lista que da a conocer qué alumnos van a una clase: en último caso se
parecería más a una toma de presentes hecha por el maestro.
-La historia del diluvio no debe ser leída en tono de un cuento narrado por la abuelita, sino como
la noticia transmitida a un pueblo y que le trae consecuencias (Gen. 6-8).
-La lectura de un verso que debe ser repetido por el pueblo, debe ser hecho con tal volumen que
invite al pueblo no sólo a repetir sino a aclamar con viveza.
Curso: Proclamar la palabra 9
MINISTERIO DEL LECTOR
Ejemplos:
 «Sabiendo que Jesús nos lleva a la cruz, pero de allí a la resurrección, repitamos después
de cada frase: ¡Te seguiré donde quiera que vayas!».
 «Como Jesús, el siervo de Dios, que endureció su rostro ante el dolor y no se echó para
atrás ante el sufrimiento y la muerte por salvar a su pueblo y cumplir así la voluntad de
Dios, así, nosotros siguiendo a Jesús, digamos: ¡No me echaré para atrás, Señor!».
(Practíquese con los salmos responsoriales de la Misa)

- La proclamación bíblica debe ser sobria, no llegando nunca a la afectación teatral, por ejemplo, al
llanto, al grito, a la afectividad melosa...
Todo lo que suene a fingimiento es contrario a una buena lectura bíblica.
Ejemplos: Lam. 3, 1-66, Job. 10,1-22; Is. 40, 1-11; Cant. 2, 8-3,4

- Como toda participación litúrgica, la lectura bíblica debe ser hecha de modo inteligente y
consciente, es decir, habiendo penetrado antes en su sentido y teniendo plena conciencia de que tal y tal
palabra o frase hay que enfatizaría por ser «clave».
El ideal es llegar a ponerse de acuerdo con el predicador para enfatizar aquello que se va a
subrayar o vivenciar en la homilía.

El problema que se suscita para llegar a una verdadera participación inteligente del pueblo es cuando el
texto «oficial» tiene alguna palabra o frase que la mayoría de la gente del lugar no entiende o que suena
en la región incluso como «mala palabra», por ejemplo, "pájaro" en algunas regiones es lo mismo que
"homosexual"; "concha" en otras es lo mismo que "vagina”... Lo más inteligente es «cambiar» lo que
no se entiende y esto debería ser sugerido por el lector a los pastores del lugar. Generalmente si el
lector no entiende algo, menos lo entenderán muchas otras personas.

- Siendo la mayoría de los libros bíblicos «colecciones» de dichos, oráculos, hechos, se debe señalar
con pausas largas el cambio de situación o de temática; lo mismo dígase de muchos salmos que tienen
pluralidad de interlocutores a quienes se dirige el salmista.
Ejemplos: Prov. 1,22; Os. 4, 1-19; Col. 3, 1-4~6; Sal. 66(65).

- La lectura litúrgica debe estar hecha desde un sitio propio llamado «ambón» debidamente arreglado.
Es conveniente que junto al ambón esté un cirio encendido que indique la presencia de Dios en
la Palabra; también puede adornarse con flores o signos especiales según las fiestas.

- Recuérdese que debe promoverse frecuentemente «honores» a la Palabra, desde la incensación, el


beso, el acompañamiento de luces, la presentación solemne del Evangeliario, levantándolo en alto al
principio o al fin de la lectura, la procesión solemne con el Evangeliario, la aclamación con vivas...
El Aleluya es el canto propio para la procesión con el Evangeliario, cuando se hace antes del
Evangelio.

- El leer la Palabra de Dios en la liturgia, excepto el Evangelio, es un ministerio que no debe ser
realizado por quien es sacerdote, si es que está presente algún lector capacitado.
Sin embargo, la dignidad de la Palabra de Dios y el respeto al Pueblo exigen que no pasen a leer
personas que no tienen voz ni saben leer.
Se pueden contar por cientos las anécdotas de tonterías dichas en la liturgia por lectores no
preparados, pero puestos por el afán de hacer participar a la gente.
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MINISTERIO DEL LECTOR
Incluso los adolescentes y niños, principalmente en "Misas de niños", pueden participar como
lectores. Ya en el siglo tercero hay testimonios de que los adolescentes leían en las celebraciones
litúrgicas; sin embargo, debe cuidarse sobremanera su preparación.

POSTURA Y PRESENTACION

Un buen lector comunica vida a la lectura también con sus actitudes. La manera de estar de pie debe
indicar seguridad, aplomo, dignidad, respeto a los oyentes.
- Debe tener los pies ligera y naturalmente separados; Es equivocado el estar en movimiento o
balanceo continuo, agitado, apoyado en un solo pie, sin saber dónde dejar las manos.
- Las manos pueden estar sosteniendo el libro o apoyadas en el atril o mesa de lectura a uno y
otro lado del libro; en algunos casos pueden estar sueltas pendiendo con naturalidad.

El desaliño o desaseo en su vestido o en su persona indica falta de respeto a los oyentes, pero el tipo de
vestimenta debe corresponder al objetivo y tipo de reunión.
Ejemplos:
- Es evidente que en una reunión litúrgica el lector debe ir dignamente vestido e incluso «de
fiesta» en las celebraciones dominicales y festivas.
En algunos lugares se pide a los lectores litúrgicos vestimentas especiales, desde túnicas
hasta unas especies de capas o quechquémetl o traje formal con corbata o moño: sin
embargo, hay que evitar toda clericalización de los laicos.
- En ninguna reunión formal se considera conveniente que pase a leer quien lleva bermudas o
pants.

El lector debe cuidar también la manera de acercarse desde su lugar hasta el sitio donde se va a leer;
toda afectación es errónea

Contacto visual

Un buen lector establece contacto visual con los oyentes principalmente antes de comenzar la lectura y
al concluirla.
- Al comenzar dirige la mirada al público para conectarse con él, principalmente con los más
lejanos, y como diciendo "aquí estoy con ustedes y ahora me voy a meter al libro, es el libro el
que va a hablar"; y al final, como queriendo expresar: "ahora estoy de nuevo con ustedes".
- Esto mismo puede hacerse al terminar o comenzar un párrafo importante de lo que esta leyendo.
- También puede dirigir la mirada al público para subrayar alguna frase importante; esto se realiza
en una actitud contraria a la anterior, es decir, como si en un instante sacara del libro al
personaje que habla.

La actitud general de un lector debe ser la de quien mira con atención al libro "que le esta hablando".
- Es erróneo fijar la mirada en una persona o estarla dirigiendo frecuentemente al auditorio como
lo hace un orador o alguien que les está contando un cuento a los niños casi de memoria.
- El lector que pasea su mirada sobre los demás, es como si quisiera afirmar "yo soy' el que se los
digo'~; por eso esta actitud es contraria de manera especial con la lectura de la Palabra de Dios,
en la cual el lector debe desaparecer de alguna manera para transparentar a Dios.
- Es muy distinta la actitud visual y comunicativa con el público de quien está leyendo" un
sermón o una conferencia que él mismo hizo: en este caso no debe perder el contacto con el
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MINISTERIO DEL LECTOR
público y debe girar el rostro y pasear su mirada de una parte a otra al igual que el orador que
dice de memoria o fabrica allí mismo su discurso.

Gesticulación

Aunque no se trata de declamar, sin embargo, el rostro no debe quedar frío ante lo que se está leyendo,
sino que debe expresar los sentimientos que se quieren transmitir, anticipando o prolongando el efecto
de la palabra leída.
Una buena lectura para niños debe acentuar esta gesticulación, sin llegar a la exageración.
El rostro del lector debe estar siempre sereno.
El lector bíblico debe transparentar su alegría por transmitir el mensaje evangélico.

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