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JUDY MAYS

Calor Perfumado
1° de la Serie Heat

Traducido por ISABEL y JUANI – Corregido por Ana, Bárbara y Betty Página 1
JUDY MAYS
Calor Perfumado
1° de la Serie Heat

JUDY MAYS
Calor Perfumado
Perfumed Heat (2009)
1° de la Serie Heat

AARRGGU
UMMEEN
NTTO
O::

Desde la muerte de su compañera, Artemis Gray no había deseado que otra mujer tomara su
lugar. Entonces Moira Archer, un ser humano, entró en su vida. Su olor a tierra pura, combinado
con su perfume, lo seduce.
¿Por qué? ¿Por qué esta mujer? Una mujer de calor humano que nunca antes le había afectado.
Aspiró su olor de nuevo. Su rico aroma terrenal mezclado con la esencia que llevaba atraía todos
sus sentidos. ¡Tenía que tenerla!
El hombre lobo, que guarda en su alma, despierta y aúlla en triunfo: ¡Mía!
Levantó la mano y dijo: "Ven a mí"

SSO
OBBRREE LLAA AAU
UTTO
ORRAA::

Judy Mays vive en Pennsylvania con su marido y sus tres hijos,


además de un gato y un perro.
Profesora de inglés con dulces modales en un pequeño instituto de
Pennsylvania, después de escribir numerosos libros durante seis años,
publicó Celtic Rendezvous con el seudónimo de Sara Powell.
Sus personajes son de lo más variopinto: salvajes hombres lobos,
adorables alienígenas, viciosos vampiros, cazadores históricos, duros
guerreros, intrigantes hombres contemporáneos...

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Calor Perfumado
1° de la Serie Heat

CCAAPPÍÍTTU
ULLO
O 0011

Cuando entraron en el salón de baile abarrotado, Artemis gimió mentalmente y soltó el brazo
de su hijo. La mujer idiota había invitado a todo Nueva York.
—¿Ya está aquí?
Brendan escudriñó el abarrotado salón.
—Has leído las informaciones en su dossier. Diría que probablemente fue la primera en llegar.
Sylvia James no es una mujer capaz de negarse el placer de proclamar su buena suerte.
Artemis bufó. Grandes cantidades de olores, intrigantes y repulsivos, rodeaban el salón
dominando casi sus sentidos.
—Dime de nuevo por qué tenemos que trabajar con esa mujer en particular.
—Ya hemos conversado sobre eso padre —Belle dobló su mano debajo de su brazo —será más
fácil situarnos en el mercado de fragancias femeninas con una compañía ya establecida.
—Estamos bien con el mercado de fragancias masculinas —Artemis bufó nuevamente.
—Allí está ella con otras mujeres en la mesa del bufet —dijo Brendan antes de que Belle
pudiese responder.
—¿Cuál de ellas es? —girando ligeramente, Artemis lentamente miró el pequeño grupo
exclusivamente femenino.
—La rubia con mirada glacial.
Artemis dejó deslizar su mirada por la minúscula mujer morena, una rubia ceniza y la rubia que
conversaba animadamente con una amazona que se notaba enojada. Sylvia James parecía lo que
era, una mujer de negocios con éxito, desde el cabello rubio platino hasta la punta de sus caros
zapatos italianos. Con su vestido azul, de corte exclusivo, era el epítome de la gracia y la elegancia.
Artemis confiaría antes en una comadreja.
—¿Estás absolutamente seguro de que no podremos encontrar una oferta mejor de otra
persona?
Brendan sonrió y saludó con un leve movimiento de cabeza al consejero de la ciudad que
pasaba llevando dos copas.
—Infelizmente, la mejor propuesta que hemos recibido ha sido la de ella. James perfumes es
una compañía sólidamente establecida y con un buen porcentaje en el mercado. Seríamos unos
locos si no aceptáramos.
—Observa por ti mismo padre, —murmuró Belle a su oído —ella nos vio y está mirando hacia ti
con un cierto brillo en los ojos.
Lanzando una vez más un repaso sobre ella, Artemis permaneció impasible.
—Ella no me interesa, Belle. No existe mujer que se pueda comparar con tu madre.
—Papá, ya hace…—Belle colocó una mano en su brazo.
Artemis apartó levemente la mano que Belle aún mantenía en su brazo.
—Hace más años de los que me quiero acordar. Ya hemos tenido antes esta conversación. Las
mujeres simplemente no me interesan. Ahora ven conmigo. Tú y Brendan dicen que Silvia James
es lo mejor para ayudar a instalar nuestra línea de perfumes femeninos. Es mejor encontrarla y
acabar con esto.

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Calor Perfumado
1° de la Serie Heat

Como su padre se puso delante, Belle miró sobre el hombro hacia su hermano.
Brendan suspiró y se encogió de hombros. Belle podía continuar intentando unir a su padre con
todas las mujeres que quisiese, pero no habría la menor diferencia. No había mujer en la tierra
que se comparase con la loba que había sido su madre.
Aún intentando escapar de su habladora abuela, Moira vio como Belle y Brendan Gray
escoltaban al hombre que era su padre y jefe. Controló el deseo de ir directa hacia él y
presentarse. Tenía que ser paciente y esperar por la oportunidad de conversar con él. Silvia iba a
intentar mantenerlo a su lado todo cuanto fuera posible ahora que había visto lo guapo que era,
incluso con su cabello ceniza. Cuando ella se encontró por primera vez con el hijo de Artemis,
Brendan, en el despacho de Sylvia, Moira estuvo sorprendida por su prematuro cabello de color
plata, pero ahora que veía a su padre, percibió que debía ser una característica de la familia, por lo
menos para los hombres. Belle Gray tenía el cabello tan negro que daba tonos azulados, pero
Artemis Gray tenía el pelo del mismo color plata de su hijo.
Moira permitió que su mirada vagase por su cuerpo de arriba abajo. Si no supiese la verdad,
pensaría que los Gray eran hermanos en vez de padre e hijo. Artemis medía poco más de un metro
ochenta y era por lo menos dos pulgadas más alto que su hijo. Sus hombros y pecho, que se iban
reduciendo a una cintura y caderas estrechas, eran más anchos que los de Brendan también. Sus
piernas largas disminuían rápidamente la distancia mientras llevaba a sus hijos hacia Sylvia.
Cuando Artemis llegó más cerca, Moira pudo echar una buena mirada a su cara. Su pelo largo
había sido peinado despejando su frente y colocado detrás de las orejas, para caer suavemente a
lo largo del cuello. Su rostro era fuerte, con pómulos altos y mentón firme. Una nariz recta
apuntaba sobre lo que parecían labios suaves que dominaban su rostro. En vez de andar
simplemente por el salón, caminaba con un paso largo y suave. Sus tempestuosos ojos ceniza se
movían constantemente, pasando de una persona a otra, de un rostro a otro. Pasó y dijo algunas
palabras a los competidores de James Perfumes. Después de un movimiento de cabeza, siguió al
frente con sus ojos ahora fijos en Sylvia.
Un escalofrío subió por la columna de Moira. Oh, tenía aquellos ojos intensos fijos en ella.
Entonces percibió lo que estaba pensando. ¿A qué venía eso? Artemis Gray era un medio para
conseguir un fin. Nada más que eso. No importaba lo atractivo y sensual que fuese.
—¡Oh Dios mío, Dios mío, Dios mío! —murmuró Sylvia James a su izquierda. Entonces rio.
Moira se impacientó. Conocía aquella risa. Su jefa acababa de decidir quién sería el próximo
hombre en su cama.
Cuando Moira estaba a punto de quedar al lado de su jefa, Artemis levantó la cabeza e inhaló.
Belle y Brendan hicieron lo mismo. Los tres hicieron muecas como si estuviesen oliendo algo
muerto.
Con la nariz ardiendo, Artemis se paró. Alguien estaba usando musk1 animal en mucha
cantidad, mal mezclado con otros ingredientes del perfume. El olor no combinaba con el olor
personal de la persona que lo usaba.
Casi sin respiración, Belle tosió y tropezó.

1
Musk: El perfume es una mezcla de aceites esenciales aromáticos y de compuestos de aroma, fijadores y
disolventes utilizados para dar al cuerpo humano un agradable olor. El musk originalmente está derivado del musk,
sacos de ciervo almizclado asiático que ahora es sustituido por el uso de almizcles sintéticos, conocido como musk
blanco. Debido a esto tiene la leyenda de ser afrodisiaco si es usado correctamente. En caso contrario creará repulsión
y mal olor.

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1° de la Serie Heat

Artemis apretó la mano en su brazo hasta que ella consiguió equilibrarse. Su nariz siempre
había sido muy sensible.
Sylvia James con una sonrisa ávida en los labios, anduvo hasta ellos. El efluvio de su perfume
fluctuó en el espacio que los separaba y asaltó sus sentidos, haciendo olvidar todos los demás
olores a su alrededor.
Con lágrimas en los ojos, Belle se ahogó.
Tosiendo, Brendan giró el rostro.
Respirando por la boca, Artemis levantó su mano cuando Sylvia dio otro paso.
—No se aproxime más señora James. No solo el perfume que está usando fue mezclado de
forma atroz sino que contiene también musk animal. ¿Cuántos animales por cuenta de su
compañía mataron para hacer este perfume?
Sylvia se paró inmediatamente. Sin embargo, la sorpresa en su rostro fue rápidamente
sustituida por astucia cuando levantó las manos y se encogió de hombros.
—No sé de qué me está hablando.
Artemis dobló los brazos en el pecho y la fusiló con una mirada.
—Mentirosa. Mi nariz es lo suficientemente sensible para reconocer cada uno de los
ingredientes del perfume que está usando. Musk animal es uno de ellos. Nuestro negocio está
cancelado.
La rabia rápidamente sustituyó al choque inicial de Sylvia. Con los puños cerrados, soltó los
brazos a un lado y amenazó.
—No será capaz. Lo procesaré si rompe el contrato.
—Inténtelo —Artemis se encogió de hombros —pero primero haga que sus abogados lean la
sección 5 cláusula 3 del contrato, donde dice que el acuerdo sería cancelado en caso de descubrir
que el musk animal es usado en la fabricación de sus perfumes. —girando sobre sus zapatos,
anduvo a pasos largos de vuelta a través del salón, ignorando los susurros silenciosos de las
personas que estaban lo suficientemente cerca para haber oído la conversación.
Con el pañuelo en su nariz y boca, Belle siguió a su padre.
Murmurando obscenidades, Sylvia volvió su atención a Brendan.
—No saben con quién están hablando, idiotas estúpidos —amenazó ella en tono bajo.
Brendan mostró sus dientes con una sonrisa burlona. Su voz era tan baja como la de ella y
mucho más amenazadora.
—Jódenos, Sylvia y esta será la última cosa que hagas. Y de acuerdo con tu reputación, joder es
tu pasatiempo favorito. Date por satisfecha. Podemos arruinarte.
Después de esta advertencia, Brendan giró de costado y siguió a su padre y hermana.
Moira llegó al lado de su jefa en el mismo momento en que Brendan partía.
—¿Qué ha pasado Sra. James?
Con las manos temblando, Sylvia cogió una pitillera dorada de su bolso. Después de coger el
primer cigarrillo, lo encendió, lo colocó en la boca, inhaló profundamente y después exhaló. Inhaló
nuevamente y echó el humo con lentitud. Con los ojos estrechados fusiló con su mirada a Artemis
Gray y sus hijos.
—Estos vagabundos piensan que pueden arruinarme —dijo en voz baja —ellos no tienen idea
de con quién están hablando. Veremos quién arruina a quién.

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Moira se apartó del humo del cigarro que Sylvia le lanzó al rostro.
—¿Qué ha pasado? Pensaba que todo estaba cerrado.
—Alguien debe de haber hablado sobre los ingredientes de este nuevo perfume que estoy
usando. —Sylvia fumó de nuevo —Gray descubrió que contiene musk animal. Todos ellos miraron
hacia mí, bajo sus narices, como si yo oliese a mierda.
Mordiéndose la lengua para impedir decirle “Te lo avisé” sobre el perfume que había
desarrollado Sylvia personalmente, Moira miró a través del salón. Los tres Gray estaban
observándolas
—Oh, la cláusula sobre la prohibición de usar animales.
Atenta a la habitación repleta y las miradas curiosas, Sylvia mantuvo su voz baja.
—Sabías lo de esa cláusula y no me lo dijiste. ¡Cretina estúpida!
Apretando los dientes, Moira giró la cabeza lejos, el perfume de Sylvia realmente olía mal y
tragó la respuesta que su jefa merecía. Por el contrario, se controló y dijo.
—Destaqué las cláusulas importantes en la copia del contrato que te di. Y advertí que los Gray
eran contrarios a usar cualquier ingrediente que no estuviese derivado de plantas cuando te
empeñaste en desarrollar el nuevo perfume.
Sylvia sonrió a un senador del estado que pasaba. Sus ojos escudriñaban a la multitud
preguntándose quién habría oído su conversación con los Gray, pero su atención estaba enfocada
en Moira.
—Entonces ¿por qué no me lo recordaste? Habría usado uno de nuestros otros perfumes hoy
por la noche y ellos no me habrían descubierto —echó el humo del cigarro en el rostro de su
asistente.
Tosiendo, Moira giró el rostro lejos del humo. Puta. Si las cuentas médicas de mi abuelo no
fuesen tan caras, te dejaría en un minuto.
—¿Quién es la mujer con la que está conversando Sylvia James? —preguntó Artemis.
—¿La rubia? Su asistente personal, Moira Archer.
—La pobre chica se está llevando una bronca por lo que puedo ver —comentó Brendan.
—Ella difícilmente es una chica, Brendan —respondió Belle con voz seca —no te preocupes por
ella. Es adulta y puede cuidar de sí misma. Olvídalas. Si queremos lanzar una línea de colonias
femeninas tendremos que encontrar a alguien nuevo. Y no vamos a conseguir un buen negocio,
como éste con otra persona.
Artemis escuchaba a medias como sus compañeros de negocios discutían sobre socios
potenciales o murmuraban saludos a los conocidos. Artemis conversó de futilidades cuando fue
necesario, pero la mayor parte de su atención estaba en la mujer a la que Sylvia James estaba
reprendiendo.
Con un vestido de fiesta ceniza modesto, su pelo en una trenza francesa, poseía una elegancia
natural que Artemis había visto en muy pocas mujeres a lo largo de los años. Permanecía de
espaldas a él, y entonces dejó que su mirada se pasease por su espalda. La cintura era esbelta, las
caderas levemente estrechas, los tobillos elegantes. Entonces ella se curvó ligeramente. La seda
suave del vestido se drapeó sobre un gracioso trasero.
Cuando su pene se movió, Artemis salió del trance en el que estaba. No había tenido una
reacción física hacia ninguna mujer durante más años de los que quería acordarse.

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Sylvia encendió un tercer cigarro.


—Ya he oído bastantes disculpas tuyas Moira. Es culpa tuya que el negocio con Artemis Gray no
resultase. Desaparece de mi vista hasta que esté preparada para marcharme o antes de que te
despida.
Con la cabeza doliéndole, Moira se apartó de su jefa y atravesó ciegamente el salón,
apartándose de los grupos de conversaciones, ignorando a cualquiera que intentaba hablar con
ella. ¡Culpa mí!¡ ¡Culpa mía si el negocio no ha salido!¡ mentira! Estoy cansada de llevar la culpa
cada vez que ella se equivoca. Prometo que mi dimisión estará en su mesa mañana por la mañana.
Tengo habilidades. Puedo conseguir otro buen empleo. El abuelo y yo lo conseguiremos de alguna
manera.
Moviendo la cabeza hacia el lado, Artemis miró como Moira Archer se apartaba de su jefa. Ella
se aproximó, pasando por la multitud, obviamente ignorando hacia donde iba. Algunas mechas de
cabello temblaban alrededor de sus mejillas y el rubor se esparcía debajo de su cuello, acentuando
el escote en v de su vestido.
Estaba muy enfadada, pensó Artemis para sí mismo mientras admiraba el modo en que la seda
suave del vestido se amoldaba a su busto. Sylvia probablemente la había culpado de perder los
contratos con nosotros.
Cuando Moira estaba lo suficientemente cerca, Artemis se puso enfrente.
—¿Está bien?
Ella tropezó y se paró cerca del pecho cubierto por la chaqueta. Con la nariz temblando y los
labios comprimidos, lo miró.
Finalmente, Artemis consiguió darle una buena mirada a su rostro. No era una belleza clásica.
Su nariz era levemente pronunciada. Su boca era grande, sus labios probablemente llenos. Era
difícil saberlo con ellos apretados en una línea furiosa. Tampoco sus pómulos altos combinaban
con su firme mentón. Pero sus ojos habían llamado la atención de Artemis. El nunca había visto
antes un verde-esmeralda tan profundo.
Cuando Artemis la tocó para ayudarla a mantener el equilibrio, la delicada fragancia del lirio del
valle lo envolvió. Sus sentidos hormiguearon e inhaló profundamente. Entonces, junto con el
perfume, un olor más sutil, seductor, lo alcanzó. Un olor picante, absolutamente seductor. Moira
empezaba a entrar en la versión humana del celo.
El deseo que había permanecido adormecido en el alma de Artemis durante tantos años volvió
a la vida el hombre lobo en él que le exigió la satisfacción sexual.
Mía, ¡tómala! ¡Ahora!
Cómo un golpe en el abdomen, el deseo lo atravesó. La sangre corrió de su cabeza a su pene,
que inmediatamente se hinchó y creció. Su nariz llameó cuando inhaló el olor de Moira
nuevamente.
¿Por qué? ¿Por qué esta mujer? El deseo hacia las mujeres humanas nunca lo había afectado
antes. Inhaló el perfume varias veces. Su olor, de tierra pura, combinado con el perfume que
usaba, lo sedujo. ¡Tenía que poseerla!
Al lado de Artemis, la cabeza de Brendan se levantó y su nariz llameó. Girando, se aproximó a
Moira.
La reacción de Artemis fue inmediata. Pasó la mano debajo del brazo de su hijo y lo llevó lejos
de la joven mujer que se quedó tras ellos.

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Brendan se puso tenso y lanzó una mirada desafiadora a su padre.


—¡Es mía! —Artemis apretó su mano y gruñó.
Lentamente, Brendan se relajó. Entonces curvó la cabeza hacia su padre.
—Tuya.
Artemis lo soltó, se volvió hacia Moira y miró a lo más profundo de sus ojos. Levantó la mano y
dijo
—Ven conmigo.

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Moira miró tontamente la mano solo a unos centímetros frente a ella. Cansada de los
comentarios de Sylvia, su presión sanguínea aumentó cuando sus sienes comenzaron a latir.
—¿Vienes conmigo? ¿Quién diablos piensas que soy? ¿Y que soy yo, un perro?
Preparada para darle una contestación despectiva, alzo los ojos hacia el rostro de Artemis.
Su cabeza estaba inclinada hacia ella. El cabello rubio plateado caía sobre su frente y
sombreaba los ojos grises que miraban los suyos, intensos ojos color ceniza que parecían leerle el
alma.
Escalofríos recorrieron su columna de arriba abajo. Su estómago dio un sobresalto. El sujetador
liso de satén comenzó a irritar sus pezones, que se endurecieron y empujaron contra la seda del
vestido.
Artemis fijó su mirada en sus pechos. Plata derretida destelló en sus ojos.
El deseo recorrió el cuerpo de Moira.
La mirada de Artemis regresó a su cara. Su mano extendida era firme.
Los sonidos de las conversaciones fueron disminuyendo cuando la respiración de Moira quedó
apresada en su garganta. Ella se lamió los labios.
Los ojos de Artemis despedían chispas doradas.
Moira finalmente respiró cuando su cuerpo exigió que lo hiciera. Dios, pero la anticipación en
su rostro era tan intensa, tan peligrosa, tan posesiva. Nadie jamás la había mirado así. Antes de
darse cuenta de lo que hacía, se aproximó a él.
La picante fragancia de la colonia de Artemis la envolvió acariciándole los sentidos.
Visiones de sus manos tocando y acariciando sus pechos, su cuerpo desnudo estremeciéndose
debajo de él, sus piernas alrededor de su cintura mientras enterraba su polla rígida bien
profundamente en su interior, aparecieron en su mente. De repente sintió que sus bragas estaban
húmedas.
Moira inhalo, ¿Qué perfume usaba él? ¿Agua de colonia con su nombre, Artemis Gray? Pero
había algo diferente, otro ingrediente ¿Cuál era? ¿Por qué le era imposible de resistir? Ella dio otro
paso en su dirección.
El hechizo seductor que Artemis estaba usando en ella se rompió con la voz de Belle.
Temblando, Moira desvió su mirada de Artemis, dirigiéndola hacia Brendan y desviándola
también. Él parecía tan intenso y peligroso como su padre.
La mirada de Moira se volvió hacia Belle. Ella solo parecía preocupada.
Belle tocó el brazo de Artemis.
—¿Papá, te encuentras bien?
Artemis la ignoró y mantuvo toda su atención en Moira. Su mano permanecía extendida.
Moira lanzó una mirada al salón lleno, la gente estaba empezando a mirarlos. Vio a Frank
Gideon, el cotilla de la oficina, tocar a Sylvia en el hombro y susurrarle algo al oído.
Cuando su jefa giró en su dirección furiosa haciendo un gesto hacia ella, Moira tomó su
decisión. Escoger entre Artemis Gray y Sylvia James era fácil, además estaban en un salón
abarrotado. ¿Qué podía pasar?

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Moira levantó su mano y tocó la de Artemis Gray.


Artemis sintió una inmensa satisfacción cuando cerró su mano alrededor de la de Moira. Ella lo
había elegido libremente. Ahora que la tenía se forzó a relajarse, en calmar el instinto de hombre
lobo que lo empujaba a tomar a Moira en sus brazos, someterla y aparearse con ella frente a todo
el mundo. Controló el deseo de desafiar a todos los hombres de la sala para que reconocieran que
Moira le pertenecía. Artemis era un viejo y poderoso hombre lobo, había aprendido a controlar su
lado salvaje mucho tiempo atrás.
Levantando la mano de Moira hacia su boca, besó los dedos y luego colocó su mano bajo el
brazo.
—Belle —dijo no abandonando nunca el rostro de Moira.
—Anúncianos.
El silencio se hizo a su orden.
Artemis miró a su hija.
Con las manos agarrando y soltando las asas de su bolso de noche, Belle le miraba fijamente.
Un olor de confusión y sorpresa llegó hasta Artemis. Él sonrió, su hija le había dado la lata durante
mucho tiempo para que se buscara una compañera, pero en el fondo, Artemis sabía que nunca
había esperado que encontrara una, y él tampoco.
Levantando la otra mano, Artemis acarició la mejilla de Belle y la tomó de la mejilla.
—No te preocupes pequeña loba —murmuró. —Aunque nunca hubiera esperado esto, debo
seguir mis instintos. Algún día lo entenderás.
Artemis soltó su mano y se volvió hacia su hijo.
Tenso como si estuviera preparado para echar a correr, Brendan estaba observándolo
cautelosamente. Le llegó el leve olor del miedo. Artemis sonrió. Parecía que su vanidoso y
confiado hijo todavía lo reconocía como Alfa.
Artemis se aproximó y apretó su hombro.
—Lo siento mucho, pero…
La cautela se desvaneció y Brendan sonrió.
—Tienes que seguir tus instintos, lo sé, y lo entenderé algún día. Yo nunca te desafiaría papá.
Artemis rio.
—Por lo menos espero que no hasta que sea un hombre muy viejo.
Parada al lado de Artemis, Moira observaba las bromas entre Artemis y sus hijos.
La mano sobre su antebrazo se relajó y tensó varias veces. Él parecía estar a gusto, aun así, algo
en la manera en que controlaba la situación para estar siempre entre ella y el resto de la gente del
salón la irritó. ¿De qué hablaban él y sus hijos? ¿Pequeña loba? ¿Qué apodo era ese? Belle debería
de haber sido muy traviesa de pequeña. ¿De qué desafío hablaba Brendan? Por un instante Moira
pensó que Brendan y Artemis iban a luchar.
Moira se movió y tembló. Estar tan cerca del gran cuerpo de Artemis estaba embriagando sus
sentidos. La fragancia picante de su colonia se impregnaba en todos sus poros cada vez que
respiraba. Sus nervios estaban a flor de piel. No era su agua de colonia. De alguna forma él era
diferente. ¿Cómo? En lo profundo de su alma ella sabía que él no era como cualquier otro hombre.
Cuando Artemis miró otra vez su cara, ella le miró inmediatamente la boca.

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Él bajó la cabeza en su dirección. Sobre su mano, los firmes músculos de su antebrazo se


tensaron de nuevo.
El olor de él excitaba sus sentidos. Ella levantó la cara, un beso, solo un beso. Tenía que sentir el
sabor de él.
—¿Moira, qué crees que estás haciendo? —espetó Sylvia James tras ella con voz estridente.
Moira sintió como si le hubieran arrojado un balde de agua fría sobre la cabeza. Temblando
intentó apartarse de Artemis.
Él puso su mano libre sobre su brazo atrayéndola contra él. El calor se extendió por su cuerpo
cuando su muslo firme se rozó contra ella.
Moira cerró los ojos y se recompuso. Por primera vez en seis años, estaba agradecida por la
interrupción de Sylvia. Artemis era tan atractivo que estaba dispuesta a parecer una idiota ante un
salón lleno de gente.
—¿Desde cuándo usa ese horrible perfume señora James? no se acerque más —dijo Artemis,
antes de que Moira pudiera responder a su jefa.
—En realidad no es algo que le importe. Moira aceptó comer con nosotros.
—Ella es mi asistente personal, por supuesto que me importa. —Sylvia escupió las palabras
ante ella.
—Moira, te prohíbo comer con ellos.
Moira levantó la cabeza cuando su cólera creció. Su cuerpo al límite de la sutil seducción de
Artemis, tenía que liberar la tensión como fuera. Sylvia James era el catalizador perfecto.
Durante los últimos siete años, Moira toleró los comentarios condescendientes y los aires de
superioridad de su jefa. Estaba cansada de eso, y no le importo quien la oía.
—¡Que tú me prohíbes! So vaca orgullosa. Que yo sepa, este es un país libre. Y puedo ir donde
me dé la gana, y comer con quien quiera siempre que lo desee. No soy tu esclava. Soy tu
empleada, y puedo dimitir cuando quiera.
Las conversaciones a su alrededor cesaron.
Un destello de miedo apareció en los ojos de Sylvia y su tono se volvió inmediatamente más
adulador.
—Cálmate Moira, estás agotada. Vamos a algún lugar a hablar sobre el aumento que pedias.
Otro escalofrío de rabia recorrió a Moira.
—¿Un aumento? ¿Quieres hablar sobre el aumento ahora?—dijo dando un paso al frente.
Artemis apretó su mano, su dedo pulgar comenzó a trazar delicados círculos en la palma.
Un tipo diferente de escalofrío recorrió la columna de Moira.
Moira respiró profundamente. Discutir con Sylvia James no serviría para nada más que para
entretener al grupo de curiosos a su alrededor. Solo tenía que decirle una cosa.
Mirando al rostro de su jefa le dijo:
—¡Dimito! Tendrás mi dimisión en la mesa mañana. —Moira dirigió su mirada al rostro de
Artemis.
—Cuando quieras podemos marcharnos.
Con un gesto de la cabeza, Artemis asintió.
—Claro querida, Brendan, Belle.

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Calor Perfumado
1° de la Serie Heat

—Iré a buscar el coche —dijo Brendan recorriendo el salón con una rápida mirada antes de
salir.
La voz de Sylvia sonaba desesperada.
—Moira por favor…
Moira abrió la boca, pero Artemis apretó su mano nuevamente. Dirigiéndose a su jefa dijo:
—Buenas noches, señora James, mañana tendrá en su despacho los documentos necesarios
para la disolución de nuestro acuerdo de sociedad. Belle, Moira ¿Nos vamos?
Moira sonrió cuando Artemis la llevó lejos. Ella podía escuchar a su ex jefa refunfuñando algo.
Después de siete años de comentarios maliciosos de Sylvia, todo había acabado. Finalmente tras
aguantar siete años de comentarios sarcásticos de Sylvia, de falta de honradez y a veces de
expectativas locas, Moira tenía el coraje de dejar su trabajo. Al menos por una noche se olvidaría
de las consecuencias. Mañana se preocuparía de pensar cómo mantendría a su abuelo.
Belle disminuyó la velocidad hasta ponerse al lado de Moira.
—Hay sido interesante. Nunca pensé que Sylvia James se preocuparía tanto por perder una
secretaria. Lo que quiere decir que desea algo que tú tienes.
Moira soltó una risotada que sonó rencorosa, pero no le importó.
—Tengo memorizadas las fórmulas de sus mejores perfumes.
Belle arqueó las cejas.
—¿Oh? Sylvia James no me parece el tipo de jefe que permita que una secretaria tenga
informaciones vitales.
La siguiente carcajada de Moira estaba llena de maliciosa alegría.
—Es que los creé yo.
Moira notó una súbita llama de satisfacción centelleando en los ojos de Belle.
Brendan esperaba fuera cerca de una limusina.
Artemis ayudó a Moira a entrar en el vehículo y se volvió hacia sus hijos.
—¿No os importará tomar un taxi, verdad? —dijo entrando en el coche sin esperar respuesta
cerrando la puerta tras él.

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1° de la Serie Heat

CCAAPPÍÍTTU
ULLO
O 0033

Una luz suave se encendió dentro de la limusina, cuando Moira se recostó contra los suaves
almohadones de cuero. La ventana opaca, que separaba al conductor de los demás pasajeros
estaba cerrada, cuando Artemis se deslizó dentro cerrando la puerta tras él.
Brendan y Belle no se unieron a ellos.
La mirada de Moira fue de la puerta cerrada hasta Artemis. Estaba sola con él y la estaba
mirando fijamente con aquella misma expresión intensa con la que la había observado antes.
Intentando no parecer muy obvia, Moira se apartó.
Un brillo depredador apareció en los ojos de Artemis.
Con la respiración presa en su garganta, Moira pensó: Veamos, ¿en qué me he metido ahora?
—¿Dónde están Brendan y Belle?
—Van a coger un taxi —él se inclinó sobre ella.
Apoyada en el lado opuesto de la limusina, Moira tragó.
—Ohh. Ahh, gracias por apartarme de Sylvia. Realmente no tiene que llevarme a comer.
—Lo sé —Artemis estiró su brazo hacia el respaldo del asiento detrás de ella.
Levantando su otra mano, Artemis pasó los dedos por su mejilla
—Tu piel es tan suave como parece —sus dedos se deslizaron hacia atrás de su cuello. La
presión amable la empujó hacia él. Se aproximó más.
—Eres una mujer adorable —entonces su boca estaba sobre la de ella, con los labios
moviéndose suavemente, de forma exploratoria.
Al principio, Moira se tensó, pero el beso era tan gentil y poco exigente que se relajó. Sus labios
se suavizaron y se movieron bajo los de él. Sus manos se movieron hacia los hombros. Ella suspiró
e inhaló su olor.
La fragancia de la colonia de Artemis empezó a hechizarla nuevamente, envolviendo a Moira,
embriagando sus sentidos, moviendo su cabeza. ¿Cómo una colonia podía ser tan seductora?
Apartando sus labios, Moira preguntó
—¿Qué colonia usas? Tiene el olor de Artemis Gray, pero es diferente, de alguna manera. El
frasco que compré no tiene los mismos ingredientes.
La mano de Artemis permaneció en su cuello. Deslizó sus dedos de la nuca al cuello. Y empezó a
diseñar círculos delicados en su piel sensible.
Su corazón empezó a latir de forma irregular.
Él acarició su mejilla con el dedo pulgar.
—Es una mezcla especial para mi uso personal.
Jadeante, Moira miró fijamente a sus ojos ¿Por qué era tan irresistible?
—Eres audaz al dar tu nombre a una colonia.
—Soy un hombre audaz. Sé lo que quiero y lo consigo.
Moira notó las manchas de oro en el iris de sus ojos ceniza. Mariposas inquietas danzaban en su
estómago.
—¿Y qué quieres?

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—A ti Moira. Te quiero a ti. ¿Tú también me quieres? —su mirada era más intensa que antes.
En lugar de responder, Moira inhaló. Había mezclado fragancias desde que era niña, pero nunca
había encontrado nada como esa mezcla de Artemis. Su fragancia misteriosa era pura seducción
sexual, excitando y prometiendo al mismo tiempo. Una mezcla de pino, sándalo, cedro y algo más
sutil. Nadie habría pensado que aquellas esencias tan distintas podían ser fundidas en una
fragancia como ésta.
Abriendo la boca, Moira inhaló y tragó, usando la lengua y la nariz para analizar el ingrediente
indefinido de su colonia. Sus ojos se abrieron.
—¡Acónito! —Murmuró—wolfsbane. Esta es su base. Es por esto por lo que estoy tan atraída.
Mientras Artemis plantaba besos suaves en su cello y garganta, su olor y gusto la rodeaban
como una manta templada. El deseo de emparejarse se hizo más fuerte.
—¿Por qué, —murmuró—por qué el acónito es tan atrayente para ti?
Suspirando, Moira cerró los ojos y curvó la cabeza hacia un lado, dándole un mayor acceso a
Artemis.
—El acónito es el ingrediente base del perfume que estoy usando ahora.
Artemis levantó la cabeza de su cuello y miró fijamente el rostro de Moira. No le sorprendía que
su reacción por ella hubiese sido tan grande. El acónito wolfsbane2, solo una leve brisa de su
esencia hacia que el hombre lobo exigiese dominación. Debía haberlo percibido ya que usaba esa
fragancia. Ahora reconocía el suave olor realzando el perfume de lirios del valle de ella, podía
encontrar su gusto en la lengua al besar su cuello. El olor árido de la base del acónito en el
perfume, combinado con el olor del propio deseo sexual de Moira era una tentación que Artemis
encontraba imposible de resistir, la lujuria hizo hervir su sangre. Sus testículos se contrajeron y su
pene aumentó y se endureció. Su cuerpo exigió que se emparejase ahora.
El sudor apareció inesperadamente en la frente de Artemis, mientras luchaba por controlar el
deseo de rasgar la ropa de Moira, empujarla debajo de él y hundir su pene dentro y fuera de ella
tan duro y profundo como fuese posible. Cogió el rostro de Moira con las manos.
—Te quiero, Moira —repitió —¿también me quieres?
Moira abrió los ojos y lo miró fijamente. ¿Por qué luchar contra el destino? Ella lo había querido
desde la primera vez que lo había visto atravesando la sala.
—Sí Artemis, te quiero —levantando la cabeza, lo besó.
Gimiendo, Artemis empujó a Moira en su regazo, su brazo izquierdo en su hombro, mientras
empujaba la mano derecha bajo el vestido de seda que envolvía sus caderas y muslos. Cogió el
vestido con sus manos y lo empujó hasta tocar su piel. Cuando su mano se deslizó por sus muslos,
el vestido fue levantado. La combinación de la piel de él rozando contra su muslo fue seguida por
sus dedos cálidos, ásperos, que la hicieron temblar de anticipación. Quería más a ese hombre que
a cualquier otro que hubiese conocido.
Con la sangre latiendo en sus orejas, Artemis chupó la lengua de Moira. Aún así, conseguía
mantener su alma de hombre lobo bajo control. Quería más que sexo rápido. Primero quería
tocar, hacer que Moira se derritiese en sus brazos, así podía observar su rostro a medida que
llegaba al clímax. Entonces podría él tener su placer y hacerla gozar nuevamente.

2
Acónito Wolfsbane - En el mundo anglosajón se llama thung, nombre genérico para cualquier planta venenosa.
Entonces fue llamado acónito, después wolf´s bane, la traducción directa del Lycotonun griego, derivado de la idea de
que su esencia atraía a los lobos. Las especias mencionadas por Dioscórides parecen se lycotonum Aconitum.

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Volviendo a colocar a Moira en su regazo empujó su vestido encima de sus muslos y deslizó los
dedos entre sus piernas. Cuando los dedos alcanzaron su fina braga de seda, la apartó.
Aún en el inicio de su deseo, estaba un poco hinchada, pero húmeda, muy, muy húmeda.
Su pene empujó en su pantalón. Necesitaba que ella lo tocase.
Apartando la mano de sus muslos, Artemis abrió los pantalones que cayeron silenciosamente al
suelo de la limusina. Rasgó el calzoncillo de seda y permitió a su pene quedar libre. Capturando
una de las manos de Moira la guió hacia su erección, estremeciéndose cuando sus dedos tocaron
su longitud, moviendo y acariciando de arriba hacia abajo.
Cuando las lenguas se encontraron, Moira agarró su pene y lentamente al principio y después
más rápido, bombeó sus dedos, apretando, relajando y apretando con más fuerza de nuevo.
Artemis gimió en su boca cuando ella tocó las primeras gotas en la cabeza de su pene. Sus
testículos se apretaron más. El deseo de gozar se intensificó.
—Calma amor, aún no. Tú tienes que gozar antes.
Ella no luchó cuando Artemis le separó la mano de su pene y deslizó la suya entre sus muslos.
Deslizó los dedos en su húmeda abertura.
Cuando Artemis deslizó los dedos entre sus piernas, Moira gimió y las abrió. Si. Esto era lo que
buscaba, lo que necesitaba. Hundió la lengua en la boca de él, enroscándola con la suya. Cuando
deslizó el primer dedo, y después el segundo dentro de ella, gimió y empujó las caderas contra su
mano.
—Más, por favor.
Moira inclinó la cabeza, cuando la boca de Artemis dejó la suya para plantar suaves besos en su
cuello y en su pecho cubierto.
El sonido del tejido rasgándose llenó la limusina cuando Artemis usó los dientes para rasgar el
vestido y el sujetador. Chupó primero uno y después otro pezón con su boca caliente, sus dedos
alrededor de su clítoris.
Gimiendo en su boca, ella empujó contra su mano de nuevo
—¿Qué quieres Moira? —levantó la cabeza de su pecho y la miró fijamente al rostro.
Moira agarró sus hombros con las manos empujando contra los dedos que se introducían entre
sus muslos.
—A ti —gimió —te necesito dentro de mí.
—¿Así? —la respiración de Artemis se volvió más jadeante. Empujó dos dedos en ella.
Un gemido bajo escapó de la garganta de Moira, cuando se arqueó contra los dedos que
jugaban entre sus muslos, sus músculos internos intentaban agarrar los dedos escurridizos cuando
frotó sus caderas contra ellos. El olor de la colonia de Artemis combinado con el perfume de ella y
el aroma del sexo, invadió el aire a su alrededor, inundando los sentidos de Moira. Su excitación
aumentó.
Artemis chupó su pezón y deslizó un tercer dedo dentro de ella.
Los músculos del estómago se apretaron y sus muslos se estremecieron.
—Oh Dios, oh Dios, Oh Dios.
Artemis levantó la cabeza de sus pechos y examinó sus ojos.
—Ahora amor, goza para mí ahora.
Ella gozó.

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1° de la Serie Heat

Antes de que Moira parase de estremecerse con su orgasmo, Artemis se sentó y empujó a
Moira en su regazo frente a él. Tenía que estar dentro de ella. ¡Ahora!
—Pon tus piernas alrededor de mi cintura, amor.
Cuando ella aceptó, empujó su vestido hasta la cintura, la levantó y la colocó sobre su pene,
empujando en su interior en la medida en que podía.
—Por todos los dioses, estás apretada —gimió. Enterró su cara en el cuello de ella, agarró su
trasero y la empujó contra él cuando empezó a moverse.
La mano de Moira se deslizó bajo su camisa, juntó el tejido en sus manos y lo empujó. Los
botones volaron cuando abrió la camisa y pasó los dedos por el vello del pecho. Pellizcó un pezón.
Artemis apretó los dientes cuando sus bolas se apretaron más. No pensó que su pene podía
estar tan duro e hinchado como lo sentía ahora. Aún así, luchó contra la presión. Su polla no había
estado dentro de una mujer por mucho tiempo, entones, lucharía contra el deseo de gozar y
continuar enterrándose en Moira todo lo que pudiese, permitiendo a sus músculos apretar y
apretar hasta retirar de ella toda gota de resistencia. Solo entonces se permitiría el momento tan
esperado.
Gimiendo, Moira curvó sus pechos contra la boca de Artemis mientras la empalaba. Estaba muy
caliente y muy, muy duro. Sus músculos se estiraban para acomodar su longitud, y se apretaban
en torno a él.
Sentada en los muslos de Artemis, con las piernas alrededor de su cintura, Moira se estremeció
cuando la estiró y la llenó como ningún hombre lo había hecho antes. Se arqueó y él se deslizó
más profundamente. Ella se adaptó a su ritmo, empujando más y más profundamente en cada
golpe.
Él levantó su rostro hasta su cello, bajó la cabeza, chupó un pezón y lo pellizcó.
Una ola de electricidad pareció recorrer su pezón hasta su ingle. El chupó de nuevo y giró sus
caderas, empujando su pene más profundamente.
Moira movió las caderas y empujó contra él, chupando su pene más profundo dentro de su
cuerpo. Ella estaba caliente, tan caliente. La presión aumentó. Movió la cabeza hacia atrás cuando
tuvo otro orgasmo.
El apretón final de sus músculos fue demasiado para Artemis. Hundió el pene en Moira y lo
sintió vaciarse con fuerza.
Jadeando, con las lágrimas corriendo en sus mejillas, Moira se desmoronó contra el pecho de
Artemis, inhalando la combinación de colonia y olor sin igual de Artemis. Nunca había
experimentado un sexo tan salvaje, desinhibido. En el momento pensó que ni siquiera podía
levantar la cabeza.
Acurrucándose en su cuello, lamió una gota de sudor con su lengua.
El suave toque de la lengua de Moira contra su cuello envió una ola eléctrica por el pene aún
duro de Artemis. El deslizó las manos por el trasero redondo de ella y empezó a tocar, separando
sus nalgas y juntándolas nuevamente.
Moira gimió y apretó los músculos alrededor de su pene.
Entonces Artemis percibió que la limusina se había detenido.
Suspiró, deslizó las manos en la cintura de ella, la levantó de su pene y la sentó en el asiento
próximo a él.

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Suspirando feliz, Moira se acurrucó contra él.


Su pene erecto se sacudió y el hombre lobo en Artemis gruñó con disgusto. El aun necesitaba
emparejarse con Moira y reivindicarla como suya. Pero podía esperar los pocos minutos que le
llevaría entrar en la casa.
Pasando los dedos por su pelo, Artemis sonrió. Haciendo el amor en una limusina… a su edad.
Cuando Brendan lo oyese, nunca lo dejaría en paz.

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CCAAPPÍÍTTU
ULLO
O 0044

Levantándose un poco, Artemis se colocó el pene dentro del estrecho pantalón, dobló los
restos del calzoncillo rasgado hacia adentro y cerró la cremallera, después se puso la camisa y la
metió como mejor pudo dentro de los pantalones.
Los pechos de Moira rozaban su brazo, su hombre lobo interior exigía tomar el control.
Artemis controló su deseo con una férrea voluntad.
Moira estaba recostada en el asiento próximo a él con los ojos cerrados, su rostro mostraba
una leve sonrisa. El pelo alborotado le caía sobre las mejillas y el cuello. Su vestido todavía estaba
subido hasta la cintura. Sus pezones estaban duros, y los rizos de su pubis parecían brillar con una
luz rojiza propia.
Artemis de movió para acomodar su erección. Si no salían del coche rápido, todo volvería a
empezar de nuevo.
—Moira hemos llegado a casa.
Ella abrió los ojos y sonrió.
Una onda de posesividad le recorrió cuando la miró fijamente a los ojos. Casa. ¡Ella era suya!
Ningún otro hombre la tendría jamás.
Cuando Moira le miró a la cara, la niebla producida por los múltiples orgasmos desapareció de
su mente.
—¿Casa? ¿Qué casa? —Creí que íbamos a salir a comer.
Ella se sentó, su trasero se hundió en los asientos de suave cuero. Dos trozos de tela de seda
roja estaban a su lado, Artemis había rasgado sus bragas en dos.
También había rasgado la parte superior del vestido y el sujetador. Ningún hombre jamás había
estado tan excitado por hacer el amor con ella.
Moira bajó la vista y el rubor cubrió sus mejillas. Sus senos estaban totalmente expuestos. Y lo
que era peor, tenía el vestido alrededor de la cintura. Ella se lo bajó y se cubrió los pechos con las
manos.
—Ya he visto tus pechos, amor, los he besado y chupado. —Artemis rió.
Moira se puso todavía más colorada.
—Tal vez a ti no te importe, pero no pienso bajar del coche medio desnuda para que Tom, Dick
o Harry puedan echarme una mirada.
Sonriendo Artemis se quitó la chaqueta.
—Toma, ponte esto.
Sus duros y rosados pezones quedaron expuestos al aire fresco, al ponerse la chaqueta, él le
ofreció la mano.
Tras ayudarla a salir, ella miró alrededor. Su rostro ardió cuando vio a un motorista mirándola
asombrado.
¿Dios, no podía verse tan mal, o si?
Con la mano de él en su cintura, Artemis la guió hacia el vestíbulo ante ellos.
Una vez dentro de la casa, un hombre mayor los recibió.

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—¿Quiere darme su chaqueta, señorita? —preguntó con voz sorprendida.


Moira volvió a ruborizarse. —Maldita sea, no me ruborizaba así desde mi primera visita al
ginecólogo.
—No, gracias, tengo algo de frio.
—Comprendo.
Tras ella Artemis rió.
—Esto es todo Paul, vete a la cama, es tarde.
—Pero el señor Brendan y la señorita Belle…
—Pueden cuidar de sí mismos, estás cansado, vete a la cama.
Los hombros de Paul se inclinaron un poco y asintió con la cabeza.
—Muy bien señor Artemis. ¿El desayuno a la hora de siempre? —preguntó mientras se
retiraba.
—Yo lo prepararé.
Momentáneamente Paul se detuvo girándose un poco, pero lo reconsideró y desapareció por el
oscuro pasillo.
Moira miró a Artemis.
—¿Por qué todo el mundo me mira como si tuviera dos cabezas?
—Porque nunca antes he traído a una mujer conmigo a casa.
La mente de ella se aclaró. Era eso cierto.
—Tú eres viudo —entonces todo el significado de las palabras la golpeó.
—¿Nunca has traído a una mujer aquí?
—No he hecho el amor con una mujer desde que Myste murió. —Artemis se aproximó más.
Moira se quedó con la boca abierta y repitió.
—¿Tú no has tenido sexo desde que tu esposa murió? ¡Dios mío!
Artemis sonrió divertido.
—Dios no tuvo nada que ver con eso, nunca conocí a una mujer que me atrajera desde Myste.
Moira dio un paso atrás y tragó al ver la intensidad en los ojos de él.
—Ella tenía un nombre bonito.
—Ella era hermosa, más que cualquier mujer, hasta ahora —él asintió.
—¿Ahora?
—Al fin he encontrado una mujer que ocupará el lugar de Myste. —él sonrió cogiendo a Moira
en brazos y avanzando por el pasillo oscuro.
—¡Eh! —Moira chilló agarrándose a su cuello. —¿Dónde me llevas?
—A la cama.
—Pero estoy hambrienta.
—Comeremos después.
La boca de Artemis descendió sobre la suya. Moira dejó de pensar y simplemente disfrutó de
las sensaciones físicas que recorrían su cuerpo.

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Con la lengua bailando en la boca de Moira, Artemis atravesó rápidamente el pasillo en


penumbra hasta llegar a la puerta de su habitación que abrió de una patada y la cerró con un
golpe de cadera. Finalmente Moira estaba en su cuarto, su santuario.
La chaqueta que llevaba puesta se había abierto y duros pezones tocaron el pecho de él. Los
cortos suspiros y los gemidos de ella incendiaron su pasión.
Artemis inhaló, la mezcla de olores, el de excitación y la base de Acónito del perfume de ella
invadieron sus sentidos. El fuego explotó en su alma y el lobo en él tomó el control. La mujer en
sus brazos estaba excitada y el instinto le pedía que la reclamase, que se aparease con ella antes
de que otro macho lo hiciera.
Artemis deslizó los brazos bajo las piernas de ella, agarró su trasero y la empujó contra su
erección. La lengua de él se movió en la boca de ella, cuando sus besos se hicieron más exigentes y
dominantes. Poniendo las manos en la cintura de Moira, agarró la prenda que llevaba y la rasgó en
dos tirándola al suelo. Artemis le sacó por la cabeza los restos del vestido y cogió sus nalgas
comenzando a apretarlas y acariciarlas, empujando un muslo entre sus piernas.
Levantando la cabeza Artemis miró su rostro ruborizado. Los labios de ella estaban hinchados
por los besos, tenía la mirada perdida. Las manos de Moira abrieron con firmeza su camisa,
comenzando a deslizar los dedos por el caliente tórax. Él se estremeció por la urgencia de
aparearse.
—Mía —susurró en su oído. —¡Eres mía! —Y enterrando el rostro en su cuello la mordió.
El sensual mordisco en el cuello sacó a Moira de la neblina de excitación en que se encontraba.
Un segundo mordisco más fuerte la hizo revolverse.
Retirándose de sus brazos se frotó el cuello.
—¡Eh! Eso ha dolido.
Artemis la agarró y masculló.
—Vuelve a mí.
—No, si vas a morderme de nuevo, no voy.
Los ojos de Artemis estaban oscuros, como el acero, cuando se aproximo más a ella.
—Moira, sométete.
¿Sométete? ¡Someterse! Moira se puso las manos en las caderas.
—¿Qué tipo de mierda masoquista es esa? ¡Escucha Artemis, estamos en el siglo veintiuno, las
mujeres no se someten a los hombres!
—Mi mujer sí.
—¡Tu mujer! ¡No soy tu mujer! Hemos tenido un poco de sexo, pero eso no significa que te
pertenezca. ¡No pertenezco a ningún hombre y nunca lo haré!
Chispas doradas surgieron en los tempestuosos ojos de Artemis.
—Tú me perteneces desde el primer instante que te olí.
—¿Olerme? ¿Qué tipo de comentario loco es ese? Yo no apesto ¿Pero qué pasa contigo?
Las fosas nasales de Artemis se ensancharon.
—Tu olor es único, no hueles como las otras mujeres, y sé que el Acónito es la base de tu
perfume.
—Ahora sé que estás loco, me voy de aquí —se levantó rápidamente para apartarse de él.

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Artemis cruzó los brazos sobre el pecho y sonrió altivamente.


—¿Desnuda?
Uniendo los lados del sujetador, Moira dio una patada en el suelo. Maldito. No podía irse así. Si
no la detenían por atentado al pudor, algún loco intentaría violarla.
—Una de tus camisas me valdrá.
—No.
Moira chirrió los dientes.
—¿Qué no? Fuiste tú quien me arruinó el vestido, me lo debes.
Los blancos dientes de Artemis brillaban.
—Antes no lo echabas de menos.
Moira pataleó otra vez rompiendo el tacón de uno de los zapatos, lo que la hizo tambalearse.
Artemis llegó hasta ella antes de que cayera.
—Déjame ir. —bramó ella.
Conteniendo el deseo de lanzarla sobre su cama y poseerla, Artemis bajó las manos.
La negación de Moira a sus avances lo estaba poniendo furioso. Apenas podía dominar el
impulso de obligarla. Los hombres lobos no violaban a sus compañeras. Moira era una luchadora,
una hembra alfa por derecho, sería la compañera perfecta pero tendría que aceptarlo, y
someterse libremente.
Moira se bamboleó de nuevo sujetándose a su camisa para recuperar el equilibrio.
El vestido se le abrió, dándole una buena vista de sus pechos.
—Necesitas ayuda? —él le sonrió.
—No, mierda. Solo consígueme algo de ropa y llama a un taxi.
Negando con la cabeza, Artemis continuó sonriendo y la enfrentó. Estaba a pocos metros y su
aroma le rodeó.
Ella dio un paso con el zapato roto aun puesto.
—¡No te quedes ahí parado, idiota!
Artemis la contempló con intensidad.
—Cásate conmigo, Moira.

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1° de la Serie Heat

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ULLO
O 0055

Hubo un clic audible cuando Moira cerró la boca.


—¿Qué?
—Cásate conmigo —la expresión de Artemis se hizo más intensa.
—Es una locura ¿por qué?
—Porque te quiero
—Nos hemos conocido hace algunas horas. No sabemos nada el uno del otro.
—Sé lo suficiente
Ella negó con la cabeza.
—No. Es imposible. No sabes nada de mí aparte de que soy una buena follada.
Gruñendo Artemis agarró los brazos de Moira y tembló suavemente.
—No te degrades así.
—No me dirás qué hacer. Y no me casaría contigo aunque fueses el último hombre sobre la
tierra. —Moira se soltó.
—Pero yo no soy un hombre, amor —Artemis rió.
Moira cerró la boca antes de replicar lo que estaba a punto de decir. Si, loco con seguridad.
—¿No eres un hombre? Entonces qué piensas que eres —preguntó en tono incrédulo, —¿un
vampiro? ¿Es por esto por lo que me has mordido en el cuello, no es así? Bien, tengo novedades
para ti. Los vampiros no existen salvo en las películas sensacionalistas de Hollywood y los shows de
televisión o libros de romance sin valor.
Artemis arqueó la cabeza y rió. La rabia de Moira finalmente venció y golpeó con su puño el
estómago de Artemis.
Él no se movió. El dolor explotó en el puño de Moira y atravesó su brazo. Las lágrimas
inundaron sus ojos cuando se tocó la mano magullada. Mierda, el abdomen de Artemis era más
duro que algunas puertas con las que se había dado. Miró hacia arriba.
—¿Te has herido? —él estaba de nuevo mirándola.
—Sí, me he herido, loco —estalló Moira entre pestañeos para clarear sus ojos —pero tú
necesitas un médico más que yo si vas a continuar pensando que eres un vampiro.
—No soy un vampiro, amor, pero estaré feliz en presentarte uno si quieres. Hay algunos en los
que confío.
Moira lanzó una mirada alrededor de la habitación. No parecía que fuese violento, pero
obviamente no estaba bien de la cabeza. Ah, un armario. Debería haber algo allí que pudiese usar
para irse.
—Sí, alguna otra vez puede ser —se apartó de él.
—No soy un vampiro, Moira —Artemis agarró su brazo suavemente —pero no soy
completamente humano tampoco.
Ella miró por encima de su hombro. Los ojos de él eran ahora del color de la niebla de la
mañana. ¿Qué eran esas motitas doradas que continuaban apareciendo y desapareciendo en sus
ojos?

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1° de la Serie Heat

—¿Estás intentado decirme que eres un alienígena? ¿Por qué un alienígena vendría a la tierra a
vender colonia?
Las fosas nasales de Artemis se abrieron y sus ojos se oscurecieron. Estaba empezando a
ponerse furioso nuevamente.
Moira se mordió el labio inferior. Diablos chica ¿no puedes callarte cuando estás ganando? Él es
mayor y más fuerte que tú.
—Tal vez sea mejor que te lo muestre —Artemis soltó su brazo y dio unos pasos atrás.
Moira pestañeó.
La figura de Artemis se estaba desvaneciendo.
Ella pestañeó nuevamente.
Un remolino de niebla ceniza lo había cercado. Los pantalones y calzoncillos rasgados que
Artemis estaba usando cayeron fuera de la niebla hacia el suelo. Entonces la niebla se fue y un
lustroso lobo ceniza se sentó ante ella.
Moira tragó y cerró los ojos. Cando los abrió el lobo aún estaba allí. Cerró los ojos nuevamente
y los mantuvo cerrados.
—Diablos Artemis, ¿Qué truco estás haciendo ahora?
—Sin trucos Moira. Abre los ojos. Soy yo el que está frente a ti. Soy un hombre lobo.
Moira abrió los ojos.
El lobo se levantó, se estiró y caminó hacia ella.
Ella intentó correr pero sus pies se negaron a obedecerla.
Cuando el lobo la localizó, bajó la cabeza, que era de la altura de sus pechos hacia su mano.
—No soy una invención de tu imaginación, Moira. Soy de verdad. Me puedes tocar.
Involuntariamente, los dedos de Moira se enroscaron en el pelo blanco plateado de la cabeza
del lobo, con la piel más suave y sedosa que cualquier perro. Ella tragó en seco. Las rodillas
empezaron a temblarle y se encontró sentada, observando en el suelo la cara del lobo.
Él le lamió la mejilla con la lengua.
Moira pestañeó y empezó a temblar, lentamente al principio, después violentamente. Ella cerró
los ojos y se cogió la cabeza con las manos.
—Esto no es verdad. He sufrido un accidente de coche. Es eso. Estoy en una cama de hospital
en coma y soñando con todo esto. Es eso. Estoy en medio de una pesadilla.
La niebla plateada rodó nuevamente y Artemis se arrodilló delante de ella.
—No estás soñando Moira. Soy un hombre lobo y quiero que tú seas mi compañera.
El sonido de un reloj alcanzó las orejas de Moira. Tic tac, tic tac, tic tac. Lentamente, el sonido
del reloj disminuyó. La habitación se borró y todo se volvió negro. Con un suspiro Moira cayó
lentamente al suelo.
Maldiciendo silenciosamente, Artemis cogió a Moira antes de que la cabeza llegase al suelo.
—¿Quién habría pensado que una mujer tan peleona fuese tan vulnerable?
Levantándola la puso en la cama, fue a la puerta y la abrió.
—Belle, ven aquí y trae un poco de amoníaco. Moira se ha desmayado.
Dejando la puerta abierta, Artemis volvió a la cama.

Traducido por ISABEL y JUANI – Corregido por Ana, Bárbara y Betty Página 23
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1° de la Serie Heat

—¿Qué le has hecho? —exigió Belle cuando entraba en la habitación seguida de Brendan.
—Le dije que era un hombre lobo —respondió Artemis indignado —no pensé que se fuese a
desmayar.
—¿Qué has hecho? —Belle resopló mientras hablaba —Oh, a propósito, soy un hombre lobo.
¿Te transformaste?
Artemis apretó los dientes y gruñó.
Sin sentirse intimidada, Belle empujó a Artemis fuera de su camino. Era su padre. Se arrancaría
una pata antes de herirla.
Cuando el olor del amoníaco penetró en sus sentidos, Moira fue forzada a dejar la seguridad de
la inconsciencia y abrió los ojos. Tosió, empujó la mano de Belle, pestañeando para clarear la
visión, focalizó a las personas a su alrededor.
La admiración obvia y la lujuria brillando en los ojos de Brendan la hicieron empujar la
almohada debajo de la cabeza y cubrir su cuerpo.
Gruñendo, Artemis saltó de la cama y agarró la camisa de su hijo.
—¡Ella es mía!
Brandan inmediatamente bajó los hombros y la cabeza.
—Lo siento mucho padre, pero ella está tan… desnuda.
—Coge algunas ropas para ella Belle —dijo Artemis —tú vete —le dijo a Brendan.
—Bienvenida a la familia —dijo el guapo hijo de Artemis mientras le lanzaba a Moira una
sonrisa. Y girando se marchó de la habitación.
Riendo, Belle lo siguió.
El comentario de Brendan hizo que Moira volviese a la normalidad. Bienvenida a la familia. De
ninguna manera. Ni en el infierno. No me voy a casar con un hombre lobo.
Sentándose en la cama próximo a ella Artemis sonrió.
—Sí lo vas a hacer. Te he escogido como compañera. Tú aceptarás.
Diablos, ¿es que ni siquiera conseguiría mantener sus pensamientos en secreto?
—Te enseñaré como si quieres.
—¡Sal de mi cabeza demonios! —al otro lado de la cama, Artemis estaba desnudo. Moira
balanceó la cabeza. —oye, estoy honrada y todo esto, pero creo que no lo haría bien. Soy humana.
Tú eres un hombre lobo. Dos especies diferentes.
—Cuando tengas mi sangre, no serás completamente humana.
—¿Sangre? —Moira sintió un peso en el estómago. Su voz chirrió.
Artemis se rió. Moira estaba blanca como una hoja de papel.
—¿No te vas a desmayar de nuevo, verdad?
—Nunca me he desmayado en mi vida —su voz sonó más fuerte —y beber tu sangre no es una
opción porque no me voy a casar contigo.
Sonriendo Artemis balanceó la cabeza.
—No beberás mi sangre. Tendrás una transfusión. Un poco de mi sangre no te transformará en
un hombre lobo, pero aumentará tu actual ADN. Tus sentidos estarán mejor, serás más rápida,
más fuerte y no necesitarás preocuparte sobre coger la mayor parte de las dolencias conocidas
por los humanos. La única cosa que no podrás hacer es transformarte en una loba.

Traducido por ISABEL y JUANI – Corregido por Ana, Bárbara y Betty Página 24
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1° de la Serie Heat

—¿Por qué yo? —Moira empezó a temblar. Él no aceptaba un no por respuesta.


Artemis extendió la mano y colocó un mechón rubio detrás de su oreja.
—Te lo he dicho. Eres la primera mujer que he conocido que ha apagado el recuerdo de Myste
en mi mente.
—¿Por qué no te casas con otra mujer lobo como Myste? —Moira dobló la punta de la
almohada con los dedos.
—Myste no era una mujer lobo. Era una loba.
Moira recordó respirar un minuto después.
—Una loba. ¿Te has casado con una loba?
Artemis se estiró.
—No casado de hecho, emparejado. Estaba incómodo, inquieto en mi vida humana. La vida
como lobo es más simple. Cazar, comer y dormir. Entonces conocí a Myste y entendí a donde
pertenecía. Ella me aceptó como compañero. La vida era toda felicidad.
Artemis rodó sobre la espalda y enlazó los dedos detrás de la cabeza cerrando los ojos.
Moira estaba preparada para huir de la cama. Miró a Artemis y paró.
Su cuerpo entero estaba rígido y la frente arrugada. Era la expresión completa de miseria en su
cara lo que la impidió partir.
—¿Qué pasó? —ella tragó.
—Cuando nuestros hijos tenían cinco meses, a Myste la mató un cazador.
La simpatía mandó lejos el miedo de Moira.
—¡Oh Artemis, lo siento tanto!
Cuando abrió los ojos, una única lágrima rodó por su mejilla.
—Si no hubiera sido por nuestros hijos, yo también habría muerto.
—¿Belle y Brendan?
—Y Melody, Garth y Kearnan —el hizo un gesto con la cabeza.
—Hay más que Belle y Brendan —Moira no pudo dejar de mostrar sorpresa en la voz.
Había cinco hijos. Myste era una madre tan buena que todos ellos sobrevivieron.
—Si la madre de Belle y Brendan era una loba, ¿Por qué ellos parecen humanos?
—Ellos obtuvieron ADN humano de mí. La mayoría de los lobos se consideran superiores a los
humanos, incluso aquellos con sangre de hombre lobo, raramente consideran el aprender a
transformarse en humanos. Sin embargo, mis hijos decidieron que tenían que aprender para
mantenerme vivo.
—¿Tenían razón?
—Sí, sin Myste, yo no quería vivir —una sonrisa triste apareció en el rostro de Artemis.
Moira se aproximó más y le dio un golpe en el hombro.
—¡Egoísta bastardo¡¿ Tus bebés tenían solo cinco meses cuando su madre murió y todo en lo
que podías pensar era en ti? ¿Cómo pudiste hacerlo cuando ellos más te necesitaban? ¿Y quieres
que me case contigo? Antes preferiría casarme con un vampiro.
Apartándose de Artemis, Moira salió de la cama y fue hasta la puerta abierta donde cogió las
ropas que Belle le llevaba.

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1° de la Serie Heat

—Tu padre necesita un buen puntapié en el trasero —estalló —si fuese tú, usaría zapatos de
tacón.
Después de tirar lo que quedaba del vestido, Moira vistió la ropa que Belle le había traído y
calzó las zapatillas.
—¿Dónde hay un teléfono? Quiero llamar a un taxi.
—Hay uno en camino para ti ahora.
Moira se paró y caminó hasta la entrada.
—Gracias, fue… interesante conocerte, Belle. Espero que no entiendas esto de forma
equivocada cuando digo que espero no volver a verte de nuevo. A ninguno de ustedes.
Belle simplemente sonrió.
—Cuando bajes la escalera el taxi estará allí. Estoy feliz de haberte conocido Moira. Espero
verte nuevamente.
—No dejes de respirar-—una voz habló a través del corredor.
—¿Por qué has llamado un taxi para ella?
Belle se volvió a su padre.
—Ella tiene mucho en lo que pensar, padre. Y no podrá hacerlo contigo respirando bajo su
cuello.
La niebla se formó entonces en su cama y vagó por la habitación donde los pantalones de
Artemis estaban en el suelo. La niebla se paró encima de ellos. Se disipó y Artemis reapareció
usando sus pantalones.
—Exhibicionista —dijo Belle.

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1° de la Serie Heat

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O 0066

Moira colocó la llave de reserva que normalmente estaba escondida en la falsa piedra cerca de
la barandilla, en la mesa de la entrada. Con la prisa por salir de casa de Artemis ni siquiera se había
traído su bolsa. Bueno, se podía quedar con ella. No pensaría que iba a ir a buscarla. Mirando a la
llave la cogió y se la puso en el bolsillo del pantalón de chándal que Belle le había dado y tomó la
tarjeta que encontró. Era oscura con una línea plateada impresa rodeando a una cabeza de lobo y
con el número telefónico de Artemis.
—¿Eres tú Moira?
—Soy yo, yayo, ¿Por qué no estás en la cama?
Suspirando fue a la sala de estar. Tal vez fuera bueno que no estuviera en la cama. Si alguien
podía darle algún sentido a esta extraña historia que tenía que contar, era su abuelo.
Cuando entró en la sala, sus ojos automáticamente se fijaron en la silla de ruedas cercana a la
chimenea. Estaba vacía.
—Estoy en el sofá, pequeña. Me cansé de esperarte de pie y me quedé dormido en el sofá.
Todavía no es media noche. Últimamente vienes o muy pronto o muy tarde.
Sentándose en el sofá, Moira se pasó los dedos por el pelo enredado, haciendo una mueca
cuando encontró un nudo.
—Sin duda es muy tarde, yayo.
—¿Quieres hablar sobre ello?
Moira miró a su abuelo. Su cuerpo podía haberse marchitado con los años, pero todavía había
una mente lúcida tras esos penetrantes ojos azules. No importaba cuan ocupado estuviera,
siempre tenía tiempo para escuchar sus problemas y ofrecerle consejo. Moira sintió estremecerse
sus labios. Un consejo. Casi siempre había tenido que resolver sus asuntos sola. Ah bueno, era
mejor coger al toro por los cuernos. La reacción del abuelo sería interesante.
—Anoche conocí a un hombre lobo.
Una sonrisa curvó los labios de él.
—¿De verdad? ¿Y tenia los dientes grandes?
—Dientes muy grandes.
—¿Intentó morderte?
Moira se frotó el cuello.
—¡El no intento morderme! ¡Me mordió!
La sonrisa del abuelo se tornó en un gesto ceñudo.
—¿Mordisquitos o verdaderos mordiscos?
Moira palpitó ante el recuerdo de Artemis dándole suaves besos y combinando con pinchazos
más punzantes.
—Bueno, el realmente no me mordió. Quiero decir, no me hizo daño. Eran más pequeños
mordiscos. Sí, pellizcos agudos.
Él bajó la cabeza y la miró por encima de las gafas.
—¿Estabas teniendo sexo con él cuando te mordió?

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1° de la Serie Heat

El rostro de Moira se prendió fuego.


—¡Abuelo!
—Yo no me ando con rodeos, pequeña. ¿No es esa la ropa que llevabas antes, y cómo es que él
te dejó marchar?
—¿Dejarme ir? —Moira le miró —¿Quieres decir que me crees?
—Claro que sí. Todavía no te has casado con un humano, así que era cuestión de tiempo que
encontraras a uno de ellos o que uno de ellos te encontrara a ti. Siempre pensé que sería con uno
de los Hadas, ya que tienes sangre de ellos. Además, estás usando ese perfume con Acónito
durante los últimos meses. Era solo cuestión de tiempo que uno de ellos te encontrase.
—¿Encontrarme? —estalló ella.
—Sí, tu abuela era medio Hada sabes. Yo solo tengo un poco de sangre de hombre lobo de mi
bisabuelo. Tenía que ser el wolfsbane.
El corazón le retumbaba en las orejas.
—¿Tu bisabuelo?
—Sí, era del norte de Gales, había una aldea donde hombres lobo y humanos convivían, creo
que ya no existe.
—¿Convivían? —respiró ruidosamente.
Su abuelo asintió con la cabeza y le sonrió.
Estupefacta, Moira observó al hombre que la había criado desde que tenía ocho años. ¿Sangre
de Hada, sangre de hombre lobo? ¿De qué hablaba?
Un tronco crepitó reluciendo en la chimenea.
Moira dio un salto y se plantó frente a su abuelo.
—Seamus Patrick O’Brien, ¿Te has vuelto loco? ¿Te has golpeado la cabeza?
Seamus la miró con una sonrisa suave.
—No, Moira no estoy loco y tampoco me he caído. Todo lo que te cuento es la verdad. Las
Hadas, hombres lobo, duendes y muchos más existen, y hacen todo lo que pueden para mezclarse
con los humanos normales.
—¿Por qué no me has hablado de ello antes?
—¿Me hubieras creído?
—No, nadie lo hubiera hecho. —Moira se puso en pie.
—Exactamente, ahora ¿Cómo se llama tu hombre lobo?
—¡No es mi hombre lobo! —Moira bufó.
Seamus se inclinó hacia adelante y golpeó levemente su rodilla.
—Me temo que él es tuyo, pequeña, y tú eres de él.
El “mía” de Artemis hizo eco en su mente.
—¿Qué quieres decir?
Seamus suspiró y se apoyó en el sofá.
—Los hombres lobo son como lobos, se emparejan por el resto de su vida a menos que sus
compañeros mueran jóvenes.
—La de él murió —Moira tragó.

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1° de la Serie Heat

Seamus asintió.
—Un macho maduro, que se ha emparejado antes, entonces él no tiene ninguna duda sobre ti.
—¿Qué quieres decir, con ninguna duda?
—Hasta que te vio, seguramente no se había fijado en ninguna otra mujer —humana o loba. Él
se emparejó una vez, por lo que pensó sería el resto de su vida. Ella lo era todo para él. Los
hombres lobo son así, completamente fieles a sus compañeros aunque éste muera. Yo tengo la
suficiente sangre de ellos para saber que nunca desearía a otra mujer, después de que tu abuela
murió. Tú probablemente fuiste una sorpresa para él, así como él lo fue para ti.
Unos tormentosos ojos grises aparecieron en su mente.
Yo no he hecho el amor con una mujer desde que Myste murió.
—¿Moira? ¿Moira?
La voz del abuelo la sacó de sus pensamientos.
—¿Dime?
La voz de él fue mucho más suave.
—¿En cuanto a ti, qué?
—¿Qué quieres decir?
—¿Qué sientes por él?
Moira se levantó y comenzó a andar.
—¿Qué siento por él? Ni siquiera le conocía hace veinticuatro horas ¿Cómo puedo sentir algo
por él?
—Algo tuviste que sentir para hacer el amor con él.
—¿Por qué?
—Moira nunca me he metido en tu vida privada, pero los hombres que te han visitado han sido
pocos y cada mucho tiempo. Y no te fuiste a la cama en la misma noche con ninguno de los que
me presentaste. Te conozco bien. Este hombre lobo es diferente y lo sabes. Será mejor que lo
reconozcas y no luches contra su propia naturaleza.
—¿Y qué sabes tú de eso?
Seamus rió.
—Mi padre no me habló sobre nuestra sangre de hombre lobo hasta que cierta medio hada
vino flotando sobre la casa. Parece que las hadas y los lobos no se llevan bien. Él no quería que
volviese a verla.
—Pero te casaste con la abuela —ella se sentó en el sofá junto a él.
—Sí, me casé, después de casi un año de verdadera miseria. Mi alma sabía que ella era la
adecuada para mí, y sufrí cada día que estuve alejado de ella. Y no quiero que tú cometas el
mismo error.
—Pero yayo, ni siquiera conozco a Artemis.
—¿Artemis? ¿Artemis Gray, el de la colonia para hombres?
Moira dijo sí con la cabeza.
—Bueno, quien hubiera pensado que era un hombre lobo. —Golpeó nuevamente su rodilla.—
No luches contra tus instintos, Moira. Ellos no te engañan, si él es tu verdadero compañero, tu
corazón lo sabrá.

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1° de la Serie Heat

Moira levantó la cabeza suspirando. Ella había sido de Artemis nada más oler la colonia que le
preparó. Cuando le vio la primera vez, el deseo de conocerle se había vuelto más fuerte. Cuando la
tocó, no quería que la dejara marcharse.
Seamus acarició suavemente su rodilla.
La miró.
El brilló de sus ojos era imposible de ignorar.
—¿Qué?
—No importa con qué frecuencia tu abuela se sometió a mí, ella me tenía dominado como si
fuera un toro con una argolla en la nariz. Para una mujer lobo, la sumisión solo es la aceptación de
un compañero, nada más. Tú necesitas un compañero fuerte Moira, alguien cuyo espíritu sea tan
fuerte como el tuyo, independientemente de que sea humano o lobo. Eres una mujer fuerte, una
alfa. Si él no fuera lo suficientemente fuerte para ti, no pensarías en él dos veces.
Moira de irguió.
—Necesito pensar, abuelo. Todo esto es tan… extraño.
—Ve a la cama y consulta con la almohada. Te sentirás mejor por la mañana.
—¿Necesitas algo?
Seamus dijo que no.
—Vete a dormir pequeña, me puedo ir a la cama solo.
La adrenalina que abastecía la cólera que hizo a Moira abandonar la casa, se había desvanecido.
Su cabeza estaba dándole vueltas a todo lo que el abuelo le había contado y estaba exhausta.
Una voz insidiosa en su cabeza le susurró, “sexo maravilloso es lo que tuvo contigo”
Moira se agachó y besó la cabeza del abuelo. Realmente necesitaba dormir un poco. Podía
preocuparse por todo mañana.

—¿No me importa lo que tenga que hacer, pero la quiero en esta dirección mañana,
entendieron?
El hombre calvo miró a su compañero y asintió.
—Aquí es donde vive con su abuelo. Él está postrado en una silla de ruedas. Tengo la seguridad
que ella los amenazará, pero no le hagan daño —o ella no cooperará.
Otro asentimiento.
—Bueno, no se queden parados, les estoy pagando muy bien. Tráiganmela.
Los hombres se giraron y salieron silenciosamente por la puerta.
Sylvia James tocó sus bien peinados cabellos y sonrió. Moira Archer permanecería en Perfumes
James de una manera o de otra, le gustara o no. Ella era un genio con las fórmulas de los
perfumes, era mejor que cualquiera de los reputados químicos que trabajaban para la compañía, y
Sylvia no iba a perderla a favor de un rival. Cuando Moira comprendiera —mínimamente —la
verdadera condición en que se encontraba su abuelo cooperaria.

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1° de la Serie Heat

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O 0077

Bostezando, Moira apretó más el cinturón de seda y tropezó en la cocina mientras seguía el
aroma del café fresco que se estaba preparando. Gracias a Dios que su abuelo había puesto el
automático, porque ella necesitaba realmente cafeína. Retirando la taza del armario, la colocó en
la cafetera y la llenó hasta el borde. Nada de leche el día de hoy. Necesitaba café puro.
Con la taza entre las manos, se hundió en una silla junto a la mesa de la cocina. Tomó un trago
de café caliente e hizo una mueca. Estaba más fuerte de lo habitual, pero el gusto amargo la hizo
despertar. La cafeína le daría la energía que necesitaba para pasar la mañana de cualquier manera.
Dios lo sabía, ella no había dormido nada ayer por la noche. Todo lo que había hecho en la cama
fue dar vueltas y pensar en Artemis.
Diablos, ¿Qué debía hacer? Además de ser un hombre lobo, ella apenas lo conocía. ¿Cómo
podría aceptar casarse con un hombre al que no conocía?
Del lado de fuera de la ventana abierta de la cocina, un pájaro empezó a cantar.
—Oh, cállate. ¿Por qué demonios tienes que cantar?
—Chica, ¿es ésta la manera de hablar en una tan hermosa mañana de mayo? —preguntó
Seamus mientras cerraba la puerta de cristal del patio de atrás de la casa. — El sol está brillando,
las flores se abren y el amor está en el aire.
—Cuando quiera tu opinión te la daré —Moira hizo una mueca a su abuelo.
—Ya me la pediste ayer por la noche. —Sonrió —¿No vas a decirme ahora que eso no es cosa
mía?
Sonriendo a pesar de no querer hacerlo, Moira movió la cabeza. Su abuelo siempre sabía qué
decir para hacerla reír.
—¿Quieres café? —se levantó y fue a la cafetera.
El sonido de cristales rotos le respondió.
Moira se volvió para encontrar el cristal roto en la puerta de la entrada brillando en el suelo y
un Linebacker3 enorme que usaba máscara negra y apuntaba con un arma a la cabeza de su
abuelo. Otro hombre mayor que el primero, también con máscara, se quedó tras él, con la vista
entre ella y el quicio de la puerta.
—¿Qué quieren? Por favor, no lo hieran. Puedo darles todo el dinero que tenemos en casa.
El hombre del arma balanceó la cabeza con una negativa.
—No queremos su dinero señora. Vinimos aquí por usted. —Le apuntó con un arma. —Vamos.
—No voy a ningún lugar con ustedes. —Moira se estiró y mostró su altura de 1,70
—Si no coopera le romperé los dedos al viejo —el hombre grande se encogió de hombros.
Las rodillas de Moira se ablandaron cuando todo el valor se fue de su cuerpo. Si no cooperaba,
herirían a su abuelo. ¿Quién la quería? ¿Por qué?
—No vayas con ellos Moira —Dijo Seamus.
Le acercaron el arma a la cabeza.

3
N.T: Linebacker es una posición de defensa del futbol americano. Generalmente es necesario un gran físico para esta
posición defensiva.

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—No digas una palabra viejo. El jefe la quiere y el jefe la va a tener.


Ella se envaró. Solo una persona la quería tanto como para esto. Hijo de puta.
—Bien, entonces —gruñó ella y apuntó con un dedo al hombre con el arma. —vamos. Pero
entiéndeme claramente, si tocas un solo cabello de mi abuelo lo lamentarás hasta el día de tu
muerte. No estoy jugando. No tenía miedo de tu jefe ayer por la noche y no le temo ahora.
—Sí, tiemblo de miedo —el secuestrador se fue. —vamos ahora.
Empujando una silla fuera del su camino, Moira anduvo por la cocina y pasó con los dos
hombres hasta el jardín. Si Artemis Gray pensaba que podía tenerla amenazándola, estaba muy
equivocado. Cuando acabase con él, se arrepentiría del día en que la había conocido.
—No llames a la policía, viejo, en caso de que quieras verla viva nuevamente.
Con estas palabras, los dos hombres dieron la vuelta y siguieron a Moira fuera de la casa.
Seamus giró la silla de ruedas y se fue al vestíbulo. En la mesa del corredor encontró la llave de
reserva donde Moira la había dejado. Cerca de ella una tarjeta de visita que no había notado antes
de ir a la cama ayer por la noche. Una tarjeta negra con tinta plateada. Tenía que ser el número de
teléfono de la casa de Artemis Gray.
Moira pensó que estaba detrás del secuestro, pero todo lo que Seamus sabía sobre hombres
lobo le decía que Artemis vendría él mismo a buscarla, no enviaría lacayos.
Cogió el teléfono y marcó. Tocó solo dos veces.
—¿Moira?
—No, soy su abuelo. Si usted no la ha secuestrado, ella está en peligro.
Un poco de preocupación en el corazón de Seamus se alivió cuando del otro lado se cortó la
línea. Solo un bobo pondría las manos encima de la compañera de un hombre lobo.
Exactamente veintiocho minutos después, la puerta del frente se abrió con estruendo. El yeso
se esparció por el suelo cuando la puerta batió en la pared y se quedó allí. La manilla se enterró
completamente en la pared.
Seamus, en la silla de ruedas salió del camino, cuando el hombre que él presumió era Artemis
Gray entró en el vestíbulo.
—¿Por dónde se fue? —ladró
Seamus apartó la silla de ruedas. La mirada negra en la cara de Artemis no presagiaba nada
bueno para los hombres que se habían llevado a Moira.
—Por la cocina. Pasaron por el jardín. Probablemente tenían un coche esperándoles.
—La encontraré —gruñó, y dejó atrás a Seamus. Una versión más joven de Artemis los siguió.
Ambos desaparecieron por la puerta de la cocina. Seamus oyó ruido de cristal y después todo
se quedó silencioso.
—No parece muy trastornado para un hombre cuya nieta ha sido secuestrada hace poco
tiempo.
Seamus volvió su atención a la puerta y sonrió a la bonita chica que estaba parada allí.
—Entra en mi casa y se bienvenida. Soy Seamus O´Brien, ¿y tú?
—Siento la falta de cortesía de papá —ella sacó la puerta de la pared —Soy Belle. Ahora, ¿Por
qué no está preocupado?
Seamus movió la cabeza hacia el agujero de la pared.

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Calor Perfumado
1° de la Serie Heat

—Quien se llevó a Moira la desea viva, entonces, ella está bien. Con tu padre tan furioso como
está, yo temería por los dos locos que se la llevaron si me inclinara a preocuparme por ellos.
—Es por esto por lo que Brendan lo siguió.
—¿Brendan se fue con él, para controlar el daño —Belle movió la cabeza —cuando mi padre
descubra quien planeó el secuestro, alguien tendrá que impedir que mate al idiota.
—¿Brendan es tu hermano?
—Sí.
—Bien, entonces no me tengo que preocupar, ¿no es cierto? —dijo Seamus con una sonrisa.
Belle miró los ojos azul brillante del viejo en su silla frente a ella. El tenía una mente afilada en
el cuerpo inútil, una mente que veía mucho más de lo que la mayoría de las personas percibía.
—¿Quién cree que está detrás del secuestro?
—Aquella vieja bruja —Seamus se encogió de hombros —Sylvia James. Sin Moira James
Perfumes no es nada. Cuando el viejo señor James murió, Sylvia despidió a todos los químicos que
habían estado allí el tiempo suficiente para llamarla Sylvia. Su pericia se fue con ellos.
Belle sonrió.
—Puedo apostar que usted tenía el hábito de llamar a la señorita James, Sylvia en su cara.
Seamus devolvió la sonrisa.
—Era una criatura malcriada. Siempre metiendo la nariz donde no la llamaban, cuando su padre
la traía al laboratorio. Más de una vez le dije que debía colocarla en sus rodillas y darle la zurra que
se merecía. Nunca siguió mi consejo.
Colocando las manos en las caderas, Belle se rió y levantó la cabeza. Sus fosas nasales
llamearon cuando ella inhaló.
—Pienso que hay más sobre usted de lo que alguien creería, Seamus O´Brien.
Los ojos de Seamus brillaron cuando se inclinó hacia adelante y le cogió la mano.
—Entra Belle Gray y siéntete en tu casa. El café está preparado y puedo hacer un poco de té si
quieres. Entonces puedo contarte la historia de una pequeña aldea en el salvaje norte de Gales
donde alguna de las mejores pomadas y tinturas de flores fueron creadas mientras los lobos
aullaban a la luna.

Traducido por ISABEL y JUANI – Corregido por Ana, Bárbara y Betty Página 33
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Calor Perfumado
1° de la Serie Heat

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ULLO
O 0088

—¡Ay, estúpido idiota, Me has tirado del pelo! —Moira gritó cuando le quitaron el saco que
tapaba su cabeza.
—Tienes una lengua muy afilada, perra. —Gimpy —como Moira le llamaba desde que le vio
cojear, dijo:
—Yo que tú la encerraría antes de que te atacara.
Moira levantó las manos frente a ella.
—Puedes soltarme, ambos sabemos que tu jefe no me quiere herida, así que terminemos con
esta escenografía amenazadora.
—Desátala —dijo el otro secuestrador —no creo que intente escapar con nosotros aquí.
Moira se estremeció cuando el hombre sacó una navaja del bolsillo y la abrió, pero permaneció
con las manos firmes mientras cortaba la cuerda que la mantenía atada.
—Listo, ahora siéntate en el sofá hasta que te diga que puedes moverte.
Ella cruzó los brazos por delante y gritó.
—¡Y si no quiero!
—¡Me estoy hartando de tus quejas, perra!
Levantando los brazos la agarró de la ropa y la lanzó sobre el pequeño y áspero sofá roído por
las polillas, donde aterrizó de cualquier manera, el camisón y la bata de seda se le subieron por los
muslos.
—Realmente tienes unas piernas bonitas —dijo el que llevaba pasamontañas azul.
Moira se bajó el camisón.
—Si me tocas no vas a trabajar para Artemis mucho tiempo.
—No conocemos a ningún Artemis, perra —dijo Gimpy con una sonrisa desdentada.
—¿No podríamos jugar un poco? —preguntó el del pasamontañas a su compañero.
La ira de Moira fue reemplazada rápidamente por el miedo cuando la mirada de ellos la
recorrió de arriba abajo. Poniendo las piernas encima del sofá las cubrió con la ropa metiendo los
bordes por debajo. ¿Ellos no conocían a Artemis? ¿Entonces quién la había secuestrado?
—¿Obviamente tu jefe me quiere viva —dijo Moira sin poder ocultar el temblor en su voz.
—No debemos herirla. —dijo Gimpy en voz baja. —Es mejor dejarla en paz. No queremos
perder la pasta, si la dañamos. Puedes ir a follar con una prostituta cuando recibamos el dinero.
Tragando en seco Moira tensó su cuerpo para evitar temblar. Y aunque Gimpy había dicho que
no, el del pasamontañas la miró furtivamente y después de una rápida mirada para ver si Gimpy le
miraba, frunció los labios y le envió un beso. Moira después de eso fue incapaz de controlar los
temblores. Parpadeó pero algunas lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas. Cuando pensaba
que era Artemis quien la había secuestrado, sabía que no estaba en peligro. Estaba absolutamente
segura que él no le haría daño. Pero si Artemis, no estaba involucrado, ¿quién era? ¿Y por qué la
había secuestrado?
Acurrucada en el viejo sofá, luchó contra el miedo que amenazaba con desbordarla.
—¿Hasta cuándo vamos a estar aquí sentados? —Se quejó el del pasamontañas. —Tengo
hambre y esta cosa pica—¿Cómo voy a aguantarlo?

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Calor Perfumado
1° de la Serie Heat

—Porque… —dijo Gimpy mientras jugaba otro solitario. —Ella no debe saber quiénes somos.
—No lo sabe.
—Pues mejor así, y ahora deja de quejarte.
Antes de que el del pasamontañas pudiese responder, la puerta se abrió golpeando contra la
pared y posteriormente fue arrancada de sus goznes y lanzada hacia adentro.
Artemis entró en la habitación, bufando y recorriendo con la mirada el cuarto hasta que la posó
en Moira. Durante un segundo la mirada de acero se dulcificó.
—¿Moira, estás bien?
Con el corazón en la garganta, ella asintió. ¿Qué pensaba el tonto que estaba haciendo? Esos
hombres estaban armados.
Cualquier atisbo de debilidad desapareció de los ojos de Artemis cuando se giró hacia los dos
hombres que se habían levantado nada más entrar él.
Sonriendo Gimpy dijo:
—¿Buscas algo viejo?
El del pasamontañas se acercó al lado de su amigo.
Moira se levantó.
—¡Artemis, vete de aquí y llama a la policía, están armados!
Él la ignoró.
La voz de Brendan llegó de la parte trasera del cuarto.
—¿Necesitas ayuda, papá?
La de Artemis respondió dura.
—No, estos son míos.
Brendan entró cruzando los brazos en el pecho y se apoyó en la pared.
—Vale, si la necesitas dilo.
—Brendan —Moira imploró. —Por favor llama a alguien para que os ayude.
—No necesito ayuda Moira —Artemis rezongó con los dientes apretados. De repente dio un
salto.
Moira jadeó, Artemis estaba en la puerta y un segundo después le estaba dando un puñetazo
en el estómago a Gimpy. Cuando el hombre se dobló, Artemis giró y se plantó frente al hombre
enmascarado dándole en la entrepierna, que gritó agónicamente y cayó al suelo.
El sonido de un disparo retumbo en la habitación, Moira gritó al ver a Artemis caído en el suelo.
Una malvada sonrisa apareció en la cara de Gimpy. Entonces Artemis rodó levantándose y
volviendo a golpear a Gimpy en el estómago, cuando este se dobló nuevamente, le dio un
puñetazo directo a la nariz, escuchándose el ruido del cartílago al fracturarse y el del revólver al
caer al suelo mientras caía junto a su compañero que gemía y se retorcía.
Artemis se giró hacia Moira que levantó las manos todavía atadas, la mirada de sus ojos le hizo
dar un paso atrás.
—Bueno, sé cuando no me necesitan —dijo Brendan en tono divertido. — Voy a sacar la basura
de aquí. —dijo cogiendo a los dos hombres por el cuello de la camisa y arrastrándolos fuera.
Dando una patada al hombre tirado, Artemis miró hacia Moira.

Traducido por ISABEL y JUANI – Corregido por Ana, Bárbara y Betty Página 35
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1° de la Serie Heat

—¡Mía! —gruñó cuando la localizó. Y tomándola en sus brazos cubrió su boca con un beso
duro, exigente.
Moira tembló en sus brazos y abrió la boca ante la invasión de su lengua. Los dientes de
Artemis rozaron los suyos cuando el beso de él la dominó, provocando una respuesta brutal del
alma de Moira que no había pensado que existía. Moira envolvió los brazos alrededor de su
cintura y empujó su cuerpo contra el de él.
—¡Mía! —masculló nuevamente cuando dejó de asaltar la boca de ella.
Arqueando la cabeza hacia atrás, Moira miró los tempestuosos ojos de Artemis. La fiera había
vuelto, pero en vez de tenerle miedo, estaba emocionada. El calor inundó su cuerpo. Sus pezones
se endurecieron y los pechos se le hincharon. La humedad empapó sus bragas. Quería a ese
hombre. Lo necesitaba.
—Tuya —ella gimió con un deseo que jamás había experimentado en su cuerpo.
Él la empujó contra el sofá y murmuró.
—Sométete.
—Sí —respondió Moira. Se sentía como arcilla cuando la giró y la puso de rodillas en el sofá.
Ella dejó caer los brazos y la ropa de seda pareció fluir por su cuerpo cuando Artemis la bajó por
sus hombros y la rasgó dejándola caer a sus pies. Moira se inclinó contra el respaldo y se abrió
completamente para Artemis.
Con las manos de él acariciándole el trasero, Artemis luchó por controlar la furia que todavía
recorría sus venas. ¡Se habían llevado a su compañera! Debería haberles arrancado la garganta y
dejarlos morir lentamente. Debería haberlos golpeado hasta romperles los huesos y que gimieran
de agonía. Sus manos apretaron el trasero de Moira.
Ella gimió abriendo las piernas todavía más.
Artemis se estremeció cuando el picante aroma a tierra de Moira llegó a su nariz. Entre el olor
caliente de ella y el del triunfo que golpeaba sus venas, Artemis deseó que todos reconocieran al
Alfa que dominaba su cuerpo. El hombre lobo en él lo controló. Había luchado y ganado a su
compañera. Y lo que era mejor, Moira estaba completamente en celo, arrodillada sumisamente
delante de él con el cuerpo arqueado y abierto esperando su pene.
Ella gritó y se empujó contra los dedos de él cuando se deslizaron por sus nalgas hasta que
encontró su húmeda vagina. En primer lugar metió dos dedos y después tres.
—Por favor Artemis te necesito dentro de mí.
La polla de Artemis empujó contra los vaqueros. Rasgándolos se los bajó hasta los tobillos, se
arrancó la ropa interior quitándosela a patadas igual que la camisa. Luego se inclinó más cerca de
ella e inhaló.
El irresistible olor de Moira se extendió a su alrededor. Tenía que probarla.
Con un firme apretón en sus caderas Artemis le impidió saltar hacia la parte trasera del sofá,
cuando esparció su humedad desde el interior de sus muslos. Arqueándose tras ella le abrió más
las piernas lamiendo primero un muslo y luego otro. Gimiendo Moira se empujó más intentando
obligar a llevar su lengua y su boca donde ella quería.
—Por favor Artemis.
Otra lamida la acalló. La sensible piel del clítoris le hormigueó y dolió.
Artemis sopló entre sus piernas.

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JUDY MAYS
Calor Perfumado
1° de la Serie Heat

—¿Qué es lo que quieres?


—Tu boca, tu lengua tus dientes.
En respuesta enterró la lengua tan profundamente como pudo.
Ella hundió su coño húmedo contra el rostro de él que la lamía y chupaba. Cuando le
mordisqueó el clítoris, emitió un suave grito y afianzó sus muslos contra su cara. Una vez más y se
correría.
Artemis agarró sus muslos y los abrió mientras su mágica lengua recorría el cuerpo de ella.
Moira luchó contra él, su cuerpo estaba tan caliente, tan necesitado de llegar al clímax que no
podía esperar más. Ella se empujó contra el sofá intentando darse la vuelta.
—No, Artemis, no te detengas, necesito acabar, ya.
Él la sujeto por detrás del cuello con una mano.
—¡No! ¡Sométete!
Durante unos segundos el deseo de rebelarse pasó por su cabeza. Moira tensó los músculos
dispuesta a luchar contra su agarre.
—¡Mía! —Gruñó de nuevo —¡Doblégate!
Él deslizó la polla entre sus muslos y la restregó contra sus resbaladizos labios.
El calor sexual estalló en las ingles de Moira y el deseo de tener una verga dura como el acero
dentro disolvió cualquier pensamiento de rebelión.
—¡Tuya! —jadeó nuevamente.
Artemis se puso tras ella y extendió la resbaladiza humedad, entonces con un poderoso tirón
llevó el cuerpo de ella hacia adelante, hasta que la parte superior estuvo apoyada contra la parte
de arriba del sofá, le dio un azote y la levantó hacia él.
Jadeando Moira colocó las manos contra el alfeizar de la ventana tras el sofá y empujó las
caderas contra él. Después de unas embestidas rudas, ella siguió el ritmo de los embates de él.
Nunca había sentido nada parecido, ¡Se sentía tan bien!
—¡Oh, Dios sí! —gimió cuando Artemis se apoyó contra ella y mordisqueó la parte trasera de su
cuello.
Cuando retiró los dientes comenzó a bombear con más energía, y ella gritó de placer.
Cubriéndola por detrás con los dientes todavía en su hombro, el Lobo en Artemis mantuvo a
Moira sumisa a su voluntad, a la necesidad de aparearse como compañero suyo y depositar su
simiente para asegurar la descendencia y que los genes sobrevivieran otra generación.
El hecho que Moira disfrutara tanto como él, alegró a la mitad humana de su alma.
Con los suaves músculos de ella apretando alrededor de su polla, Artemis liberó su hombro,
mordisqueando y mordiéndola más abajo. Buscó su pecho y le pellizcó un pezón.
Ella gimió y su cuerpo se estremeció. Sus músculos intentaban ordeñar el pene de él
envolviéndolo y apretándolo. Él gruñó y se hundió aun más duro. Su parte de hombre lobo
reclamó liberar su semilla. Su mitad humana quería prolongar el placer, pero sabía que no podría
durar mucho.
Moira consiguió la liberación, Artemis se movió tras ella inclinándose y apoyándose contra su
trasero empujó tan profundamente como pudo moviendo las caderas.
Bajo él Moira se puso rígida.

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Un aullido bajo escapó de la garganta de ella, su polla se contrajo entre sus músculos cuando
con un último movimiento lo aspiró más profundamente y empezó a vibrar.
Artemis echó la cabeza para atrás y aulló cuando un placer caliente recorrió su verga y explotó
en Moira llenándola, su cuerpo quedó estremecido.
Jadeando Moira limpió las lágrimas de sus mejillas.
Artemis se puso contra su espalda dándole pequeños besos en los hombros, su polla todavía
dentro de ella.
Cuando Artemis movió las caderas, ella suspiró de placer.
—Hmmmm ¿podemos hacerlo otra vez?
Riéndose Artemis se levantó y retiró el pene fuera de su cuerpo.
—Si no te importa, la próxima vez que hagamos el amor, me gustaría que fuera en una cama.
Girándose, Moira intentó coger lo que quedaba de su camisola.
—Y si a ti no te importa, la próxima vez me gustaría que me quitaras la ropa en vez de
romperla.
Sonriendo Artemis asintió.
—No puedo prometerte eso, diablos, ni siquiera puedo asegurar que volvamos a hacerlo en una
cama. Eres tan malditamente sexy.
Moira sonrió ante el cálido sentimiento que le recorrió el cuerpo. Artemis pensaba que era
sexy.
Antes de que pudiera decir nada, Artemis se puso de rodillas.
—La otra noche no me diste una respuesta. ¿Te casarás conmigo Moira Archer?
—¡Oh! —ella sintió que las lágrimas inundaban su rostro. Lanzándose puso los brazos alrededor
de su cuello
—¡Sí! Sí, Artemis Gray, me casaré contigo.
Él la besó larga, dulce y completamente. Cuando por fin separaron sus bocas él dijo:
—¿Aceptarás una transfusión de mi sangre?
Parpadeando, Moira recobró el juicio perdido. ¿A fin de cuentas que era una transfusión?
—Sí
Artemis sonrió.
—Bien, eso hará que el embarazo sea más fácil.
La razón de Moira sabia ahora a quien pertenecía.
—¿Embarazo? Espera un momento espabilado. Tenemos que hablar sobre eso, soy yo la que va
a cargar con el bebé, por lo tanto, listillo yo decido cuando vamos a tenerlo.
Artemis le besó la nariz.
—¿Entonces, vas a querer tener hijos?
Moira lo abrazó por la cintura y restregó sus pechos contra el tórax, el vello de su pecho la
hacían cosas maravillosas en sus pezones.
—Claro que sí, yo solo quiero poder decidir cuando los tendremos.
Artemis rió nuevamente.
—Intentaré recordarlo la próxima vez.

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Moira dejó de concentrarse en lo que sus pezones le hacían sentir.


—¿Qué quieres decir con la próxima vez?
La sonrisa de él era dulce.
—Moira, amor, estás en celo y yo soy un hombre lobo. Estás embarazada.
—Pero… pero…
—Te amo, Moira.
La mano de ella se deslizó por su estómago.
—¿Un bebe?
Artemis la abrazó apretándola contra su pecho.
—Sí, siento si ello no te hace feliz, pero no hubiera podido parar aunque quisiera.
Moira contrajo los labios en una sonrisa.
—Querido Artemis —ella le miró a la cara. —Sera mejor que sea una niña, no sé si podría tratar
con otro hombre tan arrogante como tú.
Una luz diabólica apareció en los ojos de él.
—No puedo adivinar el sexo, mi amor, pero si puedo decirte que tendrás gemelos.

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EEPPÍÍLLO
OGGO
O

El ruido en la puerta del frente fue tan estruendoso que Sylvia lo oyó en la habitación donde
estaba, en la parte de atrás.
—Con permiso —dijo en tono preocupado a las otras tres mujeres que murmuraban mientras
bebían té.
Subió, salió de la habitación y cerró la puerta con firmeza tras ella. Cuando las otras no podían
verla, permitió que la máscara de tranquilidad se deslizase de su rostro, cuando miró a la puerta
de su casa. ¿Dónde estaba aquel mayordomo perezoso?
El mayordomo estaba viniendo apresurado por el corredor de la cocina y alcanzó la puerta
antes que ella.
—Lo siento mucho, señora. Hubo un problema con el dueño de la tienda.
—No me importan tus problemas. Debías estar aquí para abrir la puerta. Ahora, ¡abre!
—Sí señora, le respondió él entre dientes.
En el instante en que giró la manilla, fue arrancado del camino cuando la puerta fue empujada y
Brendan Gray entró arrastrando a los dos hombres que habían secuestrado a Moira que estaban
detrás con sus máscaras en la mano.
—Son tuyos, creo —dijo cuando los puso a los pies de Sylvia.
Estupefacta al principio, Sylvia pronto recuperó su compostura
—¿Qué crees que estás haciendo? ¿Quiénes son esos hombres? Nunca los había visto.
Sacando una grabadora del bolso, Brendan, apretó un botón y la encendió.
La sangre desapareció de la cara de Sylvia mientras los dos hombres revelaban toda la historia
del secuestro.
—Realmente eres una mujer estúpida Sylvia —dijo Brendan mientras colocaba la grabadora de
nuevo en el bolso —ahora, a menos que quieras que esta cinta se entregue a la policía, cogerás tus
cosas y te irás a tu casa de Florida. Y puedes olvidarte de James Perfumes. Te advertimos lo que
pasaría si intentabas cualquier cosa insensata. La Gray Emprendiments está comprando todas las
acciones disponibles. Por el momento poseemos el cuarenta y cinco por ciento.
—Eso no es bastante —dijo Sylvia.
—No es solo eso —Brendan sonrió —De acuerdo con lo que descubrí con el abuelo de Moira el
otro día, tres de los viejos químicos que despediste después de asumir el control, tienen el diez
por ciento de las acciones. De alguna manera, creo que no necesitaremos mucho para
convencerlos de venderlas o ayudarnos en una votación de accionistas.
—Hijo de perra —escupió Sylvia.
—No tienes ni idea —Brendan sonrió. Le dio la espalda y salió.

FFIIN
N

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