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Durante la década pasada, buena parte de la obra de Lyotard estuvo dedicada a razonar la
continuidad del pensamiento surgido del mayo francés, buscando sus raíces en Marx y en Freud.
Sus textos han defendido la necesidad de una "política libidinal", que, a juicio del autor, ya estaba
contenida en El capital. A la vuelta de los años, Lyotard se muestra ajeno a esos orígenes y, por el
contrario, prefiere cuestionar la propia vigencia del pensamiento. "El universo tecnocientífico en
el que vivimos y que caracteriza a la sociedad posmoderna", aseguró, "ha demostrado que el
único valor vigente está en aquello que sea capaz de ofrecer un resultado. Ello nos obliga a
cuestionar la propia utilidad del pensamiento, que es una disciplina que lleva tiempo, no puede
garantizar sus resultados y, además, no suele ser muy operativa".
Las reflexiones que dominan el actual discurso del autor de La condición posmoderna se centran
en la crítica al fracaso de las tres grandes concepciones humanistas que han guiado a las
sociedades durante el último siglo y medio. "La política liberal y democrática, nacida de la
Revolución francesa", aseguró, "pretendía que la igualdad de oportunidades en el acceso a la
educación y la cultura formaría ciudadanos responsables, capaces de pronunciarse sobre el
destino de la comunidad". Sin embargo, a la hora de los resultados, considera que "nos
encontramos con sociedades en las que la manipulación del poder y los medias han desplazado a
la libertad de pensamiento y para la que la educación no ofrece una finalidad rentable ni
operativa", aseguró.
El otro gran ideal de la modernidad que, según Lyotard, ha fracasado, es la búsqueda del
mejoramiento económico, a través del trabajo: "Aunque el nivel de vida es en la actualidad
superior al de hace unas décadas, podemos comprobar que el desarrollo ha provocado una crisis
mundial de empleo y ha logrado neutralizar y dejar fuera del circuito económico a diferentes
sectores sociales".
Este fracaso sería, aparentemente, el motivo de la actual pérdida de interés por el sindicalismo y
la desvalorización de la noción misma de trabajo. "Ni siquiera la irrupción de las nuevas
tecnologías podrá solucionar esta cuestión, ya que, por el contrario, provocarán nuevos
contingentes de parados".
Por último, Lyotard lleva la crítica al que considera el gran ideal emancipador de los últimos 100
años -el marxismo-, del que asegura "se ha convertido en alimento de la policía política y la
burocracia cínica en los países del Este, mientras que pierde credibilidad en Occidente".
"El fracaso de los grandes ideales de la modernidad", dice Lyotard, "provoca el titubeo entre la
melancolía y la certeza de que ya no son creíbles ni útiles". Junto a esta duda, está la evidencia del
gran progreso tecnocientífico y económico de Europa. "Los ciudadanos saben que Europa es hoy
uno de los grandes interlocutores mundiales", aseguró, "una gran potencia, aunque sigan
temiendo la decadencia del continente. Eso es parte de la tradición: creer que Europa está en
decadencia permanente".
https://elpais.com/diario/1985/10/23/cultura/498870004_850215.html