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Suzuki
Prefacio
Bueno o malo, una vez nacidos, debemos vivir con nosotros mismos hasta el día de
morir. Surge entonces la inevitable pregunta de cómo vivir. Si nuestra capacidad no fue
alimentada correctamente, tenemos que desarrollarnos por nosotros mismos. En lugar de ser
derrotados por la mala suerte, tenemos que hacer algo bueno con nuestras vidas. No hay
razón para abandonarse en el desánimo; a toda persona le es posible mejorar.
En él, explico cómo desarrollar las aptitudes de una persona; cómo un niño mediocre
se convirtió en un ser humano notable y en un músico excelente. Utilizando ejemplos,
describo cómo cambiar a una persona con la capacidad atrofiada en un talento; a una persona
mediocre en una excepcional. Se responden las preguntas de forma que el lector las pueda
comprender. Se prescinde de la teoría y se pone énfasis en cómo poner todo en práctica.
Pongo ejemplos divertidos y episodios de la enseñanza del violín a la manera de la Educación
del Talento.
De un árbol vivo brotan vigorosas ramas; de éstas, florecen sus amorosos frutos. Es el
espléndido transcurrir de la naturaleza. Creo que el hombre debe imitar a la Madre Naturaleza
y hacer florecer su vigoroso fruto.
¿Cuál es la dirección última del hombre? Cuidar del amor, la verdad, la virtud y le
belleza. Esto vale para usted, para mí, para todo el mundo. Si este libro puede ser de ayuda,
si quiera un poco, no puedo decir lo feliz que me haría.
Introducción
Oh, ¿por qué los niños japoneses sólo pueden hablar japonés? La idea me surgió
repentina, sorprendentemente. De hecho, los niños de todo el mundo hablan sus lenguas
nativas con suma fluidez. Todos y cada uno de los niños japoneses hablan japonés sin
dificultad. ¿No demuestra esto un talento inesperado? ¿Cómo, por qué medios, sucede esto?
Tuve que controlar mi impulso de gritar de alegría por este descubrimiento.
Los niños de Osaka hablan el complicado dialecto local. Somos incapaces de imitar el
dialecto Thoku, pero los niños Thoku lo hablan. ¿No es algo así como un talento? Pero a
nadie más a quien se lo dije mostró el más leve síntoma de impresión. Es algo que se da por
hecho; la gente, en general, piensa que la capacidad que tienen los niños es innata. En mi
entusiasmo, la mitad de la audiencia se alarmó, y otros me juzgaron ridículo. Por el contrario,
mi descubrimiento tuvo realmente una gran importancia; me hizo comprender que cualquier
niño es capaz de desarrollar habilidades superiores si se utilizan los métodos correctos en el
entrenamiento. Esto sucedió hace tres décadas, cuando tenía 33 o 34 años. Siguiendo la idea
que se me había ocurrido con tanta fuerza aquel día, e intentando hallar una solución, pronto
se convirtió en el propósito fundamental de mi vida.
Creo que era por 1931 o 1932, cuando enseñaba violín en el Conservatorio Imperial a
un grupo de jóvenes, en su mayoría, y un padre vino acompañado de su hijo de 4 años. El
chico es ahora un músico famoso: Toshiya Eto.
El padre me pidió que enseñara a tocar el violín a su hijo. En aquel tiempo no sabía
cómo enseñar a un niño tan pequeño, o qué enseñarle. Carecía de tal experiencia. ¿Qué tipo
de violín de prácticas sería bueno para un niño de cuatro años? Pensé en ello todo el día.
Por entonces, tres de mis hermanos y yo habíamos formado el Cuarteto Suzuki. Un día,
cuando ensayábamos en casa de mi hermano menor, me llegó como un relámpago: ¡Todos
los niños japoneses hablan japonés! Esta idea me iluminó totalmente. Debe haber un secreto
por el que hablen japonés con facilidad y fluidez; y éste debe ser la práctica. De hecho, todos
los niños del mundo crecen con un método educativo perfecto: su lengua materna. ¿Por qué
no aplicar este método para otras facultades? Sentía haber realizado un descubrimiento
tremendo. Si un niño no es capaz de hacer ejercicios de aritmética se dice que su inteligencia
es inferior a la media. Aunque pueda hablar el difícil japonés, o su lengua nativa muy bien.
¿No es algo que hay que valorar o en lo que pensar? En mi opinión, el niño que no puede con
la aritmética no tiene una inteligencia inferior; el sistema educativo está mal. Sencillamente, su
capacidad o talento no han sido desarrollados correctamente. Es sorprendente que nadie lo
descubriera antes, aunque la situación ha existido claramente en la historia de los seres
humanos.
2. Todos los niños dotados de habilidad alcanzan un alto nivel educativo, pero este
don no se muestra desde el día que nace. Aquí, en mi mente, reside la clave
para el desarrollo más completo del potencial y capacidad del hombre.
Al principio, se le repetía el nombre de Pico unas cincuenta veces al día; esto hace 300
veces en dos meses. Entonces, al final, el pájaro empezó a decir “Pico”. Si esta palabra no
hubiera sido enseñada con tanta asiduidad, cada día, el pájaro nunca hubiera tenido el
“talento” o “capacidad” de decirlo. Gracias a la práctica diaria, se implantó el conocimiento,
luego la capacidad tuvo que desarrollarse hasta la madurez. Preparación, tiempo, y entorno
se unieron como estimulantes. No vemos la semilla plantada en la tierra, pero el agua, el
calor, la luz y la sombra actúan diariamente como estímulos; poco a poco se produce un
cambio invisible, hasta que un día, aparece el brote. ¿No son situaciones comparables?
Una vez que se produce el primer resultado, crece cada vez más rápidamente.
Después de enseñarle al pájaro a decir, repitiéndole tres mil veces “Pico”, añadió “Miyazawa”.
Esta vez después de haber oído “Pico Miyazawa” 15 minutos diarios, ya podía decirlo tras
sólo 200 veces.
Sin duda, sucede lo mismo con los seres humanos. Cualquier cosa que aprenda, el
comienzo será lento hasta que surja “el brote de la capacidad”. Este procedimiento requiere
tiempo, pero gradualmente, crece una gran capacidad. ¿No es cierto? Pensar que no hay
esperanza o abandonar, porque a primera vista no hay resultados visibles, convierte el tiempo
empleado en la primera enseñanza en problemático tiempo perdido. La primera capacidad
“plantada” también se desvanecerá. Por eso es cuestión de paciencia y repetición. Si se hace
así, y hemos visto el espléndido entrenamiento de Pico, podemos entender bien que la
capacidad genera habilidad.
Más tarde, Pico aprendió varias palabras por sí mismo. Cuando los niños en el estudio
tocaban la primera melodía del programa de Educación del Talento, “Brilla, brilla estrellita”,
Pico aprendió a cantarla a ritmo con su vocecita. Esto muestra que el talento desarrolla talento
y que la semilla de capacidad plantada crece con velocidad acelerada. El Sr. Miyazawa
contaba esta anécdota: “Fue interesante cuando yo estuve tosiendo unos días, debido a un
catarro. Pico decía su habitual “Soy Pico Miyazawa” y, después, tosía. La tos, por supuesto,
nadie se la había enseñado; la añadió por sí mismo.”
Cuatro años después, en un gran concierto en Matsumoto, había ciento cincuenta niños
en el escenario con sus pequeños violines. Tocaban el Concierto en La menor de Vivaldi.
“¿Quién es la niña de cuatro o cinco años del centro en la fila del frente? Pregunté.
Esta niña ponía toda su alma y corazón en tocar, y su postura era excelente al moverse con
gracia.
Era la misma niña. En efecto, recordé a la bebé de cinco meses deleitándose con la
práctica natural, y he ahí que su habilidad se había desarrollado maravillosamente.
Todos los niños del mundo podrían ser educados para cantar desafinado
Si un bebé crece escuchando una grabación de una música desafinada, sus oídos se
acostumbran a ello, y será después muy difícil cambiarlo. Por lo tanto, si quisiéramos,
podríamos hacer que todos los niños carecieran de “oído”. Pero está claro que si podemos
hacerlo, no hay tal talento innato. Se requiere una comprensión de los hechos. Necesitamos
comprender la importancia del oído.
Resumiendo:
1. Debemos estudiar cómo desarrollar el talento a través de la educación.
2. Debemos darnos cuenta de que el talento, no sólo en música, también en todos
los campos, no es innato.
El hombre nace sin talento. La gente es lo que es como resultado de su propio entorno
específico. Esto se puede apreciar claramente en la obra del doctor Fumio Kida, titulada
Psicología Infantil. En ella, el Dr. Kida cuenta la historia de dos niñitas criadas por una loba.
En la guarida de la loba, las niñas caminaban a las cuatro patas, sus ojos veían con
claridad en la oscuridad. Sus narices eran extremadamente sensibles. Corrían velozmente a
las cuatro patas, como los perros, y la gente no podía alcanzarlas. Sus hombros eran anchos;
sus piernas, fuertes, curvadas de tal forma que no podían juntarse. Cogían las cosas con la
boca, no con las manos. Tomaban la comida y el agua a la manera de los perros. Kamala
estaba especialmente formada como un lobo. No sólo comía carne cruda, sino que, además,
tenía especial predilección por la carne podrida. Era inmune a los cambios de temperatura y
no sudaba. Cuando hacía calor se quedaba con la lengua fuera, tendida como un perro. Su
piel tenía una textura lustrosa que nunca se ensuciaba. Pero las palmas de las manos
estaban encallecidas. Su cabeza, con el pelo largo y lacio, era grotescamente alargada. Al
menor ruido, sus orejas se levantaban y se ponía en tensión. Las ventanas de su nariz se
podían crispar y podía gruñir como un perro. Si alguien intentaba interferir cuando ella estaba
comiendo podía enseñarle los dientes y gruñirle.
“Por favor, ¿escuchará usted cómo toca mi hijo?”, preguntó el señor X., de Nagoya. Él
mismo había enseñado a su hijo. Por entonces, el chico tenía dieciocho años y estaba
estudiando el concierto para violín nº 5 de Mozart.
Un mes después el joven vino solo a verme. Viéndole por vez primera, me sorprendió
cuánto se parecía a su padre – el tono de voz, su dialecto nagoyés, su manera de hablar, su
saludo, la misma forma de poner las manos ante él, también su risa – todo igual que su padre,
tanto, que tenía la sensación de estar hablando con el Sr. X.
Le pedí al chico que empezara a tocar. Sacó su violín del estuche y, al afinarlo cogió el
arco con la misma rapidez y movimientos de su padre. Pero no sólo eso – incluso los defectos
de su actuación y el sentido musical, enlazando a veces los intervalos musicales – su tono, y
diversos pequeños detalles – todo le asemejaba a su padre.
Hasta entonces nunca me había impresionado tanto hasta qué punto se adapta un niño
a su entorno. El hecho de que había vivido en esa familia durante dieciocho años se mostraba
vivamente en la conducta, sentido y sentimientos del joven.
Hace unos treinta años, el pequeño Toshiya Eto, de cuatro años, se convirtió en mi
primer discípulo. Después, llegó otro pequeño alumno, Koji Toyoda. Cuando se trasladó de
Nagoya a Tokio, también lo hizo su padre.
¿Quién puede juzgar si un niño de tres años tiene talento musical y aptitudes
culturales? Le dije al padre que el talento no es hereditario o innato, sino que ha de ser
desarrollado, pero no me entendió. ¡Cuántos padres así hay en el mundo!
Reflexionando sobre el joven que creció para ser la viva imagen de su padre, creo, en
general, que sólo tenemos que fijarnos en los padres para adivinar cómo serán los niños.
Hay delegaciones de Educación del Talento por todo Japón. Cualquier niño puede
entrar sin necesidad de examen, por nuestra premisa de que el talento no es innato, que
cualquier niño adquiere habilidad a través de la experiencia y la repetición.
Por el bien de nuestros niños, eduquémosles desde la cuna para que tengan una
mente cabal, un alto sentido de los valores y una espléndida capacidad. En nuestro instituto,
utilizamos la práctica musical del violín para desarrollar estas cualidades en los niños.
Todos los profesores de Educación del Talento asimilan este curso. Junto a los padres,
no escatiman esfuerzos en orientar a los niños para que lleguen a ser seres humanos dignos.
El siguiente episodio tuvo lugar en nuestra academia de Nakatsugawa, provincia de
Gifu. Entre los muchos estudiantes, había una niña de seis años que había sufrido parálisis
infantil; no era capaz de controlar la parte derecha de su cuerpo, y tenía estrabismo en su ojo
derecho. Cuando tocaba “Brilla, brilla, estrellita,” justo cuando llegaba a las dos últimas notas
de la primera frase, su brazo derecho daba una sacudida violenta, que hacía que el arco se le
escapara de la mano.
El Sr. Yogo, el profesor, estaba muy desanimado y preocupado. Me habló del asunto y
me pidió consejo. Yo simplemente le di la siguiente respuesta: “Tanto profesor como padres
deben aceptar el hecho y seguir adelante.” El profesor, pacientemente, siguió con las
lecciones, y cada día la madre recogía el arco innumerables veces. Debió ser muy duro para
ella. Pero el gran amor y persistente entrega de madre y profesor terminaron venciendo. Pasó
el tiempo y la niña fue finalmente capaz de sostener el arco durante toda la pieza.
En el relativamente corto espacio de seis meses la niña fue capaz de tocar “Brilla, brilla,
estrellita” de una sola vez. Gracias a la práctica diaria, recobró la fuerza en su brazo y se
asentó su capacidad.
La madre y el profesor vivieron juntos esta odisea de medio año. Lo que había parecido
algo imposible llegó a ser posible. Si hubieran abandonado desesperados, nunca hubiera
nacido esta capacidad. Una aptitud invisible, creciente, ayudó a que se desarrollara la nueva
capacidad hasta que definitivamente se hizo visible para todos. Cuando felicité a la madre por
el esfuerzo que había realizado, me dijo, “Yo pensaba, ¡si pudiera solamente aprender a tocar
un poco! Pero se le escapaba el arco tantas veces que me desanimaba, y pensaba que no
servía de nada. Gracias a usted, ahora puede tocar toda la pieza y controlar su mano. La niña
está muy contenta.” Afortunadamente, la niña siguió practicando, y su ojo derecho, antes
bizco, se fue colocando progresivamente en la posición correcta, a la vez que ganaba el
control de su parte derecha del cuerpo; gradualmente se podía mover con normalidad. De
esta forma, se recuperó de los efectos de su parálisis infantil y se encontró sana. Todo esto se
logró por medio de la terapia de su propio esfuerzo por tocar sólo una pieza musical, siempre
ayudada por la entrega de su madre y su profesor.
Koji se gana el cariño y respeto del mundo de la música
Era la primera vez, desde que la música occidental había llegado a Japón, que un
japonés conseguía un puesto como ese en Europa. Apenas parecía posible, pues conozco el
alto nivel de la orquesta berlinesa. Ser el representante de esta formación es el puesto más
importante. El primer concertino, un japonés – ¡Koji…!
Para ser capaz de ostentar este puesto uno debe poseer tres cosas: (1) un alto sentido
musical, (2) una actuación musical superior, (3) una gran personalidad. Uno tiene que estar
dotado de las tres a la vez. Un verdadero artista es aquella persona con sensaciones,
pensamientos y acciones buenas y bonitas. Este es el mensaje y petición que transmito a mis
alumnos. La humilde búsqueda del arte que realizó Koji según estas ideas le había permitido
ganarse el respeto de sus iguales.
Una carta reciente de otra miembro de esta orquesta, Hiroko Yamada, muestra el
cariño y respeto que se ha labrado Koji en el mundo de la música, y la importancia de su
puesto.
Koji, admirado por lo que es por todos los miembros de la formación, es, quizás, la
persona más modesta y atenta de la orquesta. Lo puedo decir porque le conozco muy bien.
Koji tocó por primera vez ante público cuando mis alumnos de violín actuaron en el
Nihon Seineka de Tokio. Toshiya Eto tenía entonces siete años. Aquella tarde interpretó el
concierto nº 1 para violín de Seitz, acompañado por la Tokio String Orchestra. Yoko Arimatsu,
con sólo cinco años, también tocó muy bien. Después de haber terminado se echó el violín a
los hombros y salió corriendo del escenario. Era una niña muy pequeña y tímida y todos
rompimos en carcajadas. Y después, con su violín de 1/16 en la mano y con tres años, salió a
actuar Koji. Tocó la “Humoresque” con su padre acompañándolo a la guitarra. Al día siguiente
había grandes fotos en los principales periódicos, y artículos con los titulares “Nace un genio”,
“Brillante”, “Maravilloso”, y cosas así. Antes del concierto yo le había dicho a los periodistas:
“El talento no es innato o heredado, sino que aprendido y practicado. Genio es un nombre
honorífico que se le da a aquellos que son educados y adiestrados para incrementar su
capacidad.” Había enfatizado en este punto y lo había repetido; por eso es molesto y triste
que no lo entendieran.
Cada vez más alumnos venían a casa para recibir lecciones, y esto era un auténtico
bullicio. Me daba un inmenso placer poder darle clases a los niños, y todos se convirtieron en
mis amigos.
Han pasado cerca de treinta años y todos mis antiguos alumnos-amigos son hoy
buenos adultos, lo que me llena de una profunda alegría.
Después de tal lapso de tiempo, no puedo recordar los nombres de todos los alumnos
de aquellos tiempos, pero enumeraré a algunos que me vienen a la mente.
Cualquier niño puede ser adiestrado, y hay una sola forma para ello
Es lo que afirmo, y que funciona se demuestra por los brillantes logros de los niños de
aquellas primeras clases. Toshiya, con once años, ganó el primer premio del Ministerio de
Educación en un concurso de un periódico. Se pedía el concierto en La menor de Bach. El
pequeño Koji, con siete años, lo tocaba maravillosamente. Yo quería que el jurado supiera
que un japonés de esa edad también podía alcanzar ese nivel y pasar la prueba. Para
hacerles entender con claridad que quería que Koji tocara les dije, “Caballeros, les ruego que
escuchen a Koji Toyoda tocar este concierto. No tienen por qué puntuarle.”
Koji, con siete años, ya había recibido la educación y entrenamiento para alcanzar ese
nivel.
Comienza el movimiento de Educación del Talento
Poco después llegó la respuesta de que aceptaban mis propuestas y que necesitaban
ayuda. Y así fue como me fui a vivir a Matsumoto. Al principio iba y regresaba a las montañas
una vez a la semana. Pero no mucho más tarde me di cuenta de que no era suficiente. Mucha
gente me pedía que me mudara urgentemente a Matsumoto, y al final, lo hicimos. De esta
forma, comenzó nuestro movimiento de Educación del Talento en la Escuela de Música de
Matsumoto.
Pongo a prueba su capacidad
Les dejé practicando, y seguí con mis recados. Cuando nos reunimos para cenar, dije,
“Bueno, ¿cómo lo lleváis?”
“Bien, señor, hoy nos sorprendió realmente usted. Es una música preciosa, ¿verdad?”
Cuando se marcharon, reflexioné de nuevo en esto: “Fue sólo ayer que les di el
concierto. No lo conocían, y hoy tocaron todos los movimientos perfectamente memorizados y
sin ninguna sensación de inseguridad o aprensión.” Mi prueba se había completado.
Naturalmente, ambos habían sido aceptados en Educación del Talento sin prueba
alguna, y después se les había enseñado. Como dije antes, no considero que el talento sea
una posibilidad únicamente para personas excepcionales. Todo el mundo educado de esta
manera está adiestrado para demostrar su talento y tiene el potencial para ello. Koji y Kenji
son, simplemente, dos ejemplos.
Koji se gradúa en medio año en el Conservatorio de París
Koji ya había crecido cuando perdió al profesor Enesco, y por eso, era capaz ya de
escoger por sí mismo a un nuevo maestro. Su elección fue Arthur Grumiaux, profesor del Real
Conservatorio de Bruselas, quien también ofrecía conciertos y recitales, grababa discos y,
quizás, era el violinista más distinguido de Europa en aquella época. Cuando Koji escuchó un
concierto de Grumiaux decidió que le quería como profesor.
Conocer a tal personalidad era una verdadera fortuna – una persona de gran corazón
con un espíritu noble, una gran humanidad, sencillez y naturalidad – Yo era muy feliz por Koji
y Tomiko, y me sentía seguro al saber que estaban bajo su tutela. Tomiko Shida tocaba
estupendamente antes de marcharse, y me agradaba que hubiera encontrado un profesor que
pudiera pulir su técnica aún más.
Le dije, “¿De qué tienes miedo? No tocas esta hermosa pieza para el público. No le
estás demostrando tu habilidad. Deja de pensar así. Si cometes un error, simplemente pasa a
la siguiente frase. Esta noche tocas por el espíritu de Chausson. Esta poesía maravillosa,
sentimiento, inspiración – tócala armonizándola con la tuya, entonces no tendrás nada que
temer. Sólo piensa que más allá de Chausson y tú no hay nadie en el mundo.”
Muchos jóvenes que dudan de su talento pueden llegar a plantearse el suicidio. Pero,
en vez de mostrarse disgustados, sin esperanza, deberían empezar diciendo, “El talento no es
innato, tiene que ser creado.” Si uno lo sabe, puede alentar la esperanza, aunque el camino
sea duro y agotador. El esfuerzo siempre es beneficioso cuando tengas claro que tiene una
meta definida.
En la época que dejé Japón, no era mi objetivo llegar a ser intérprete. Fascinado por la
música, quería aprender el secreto de este arte tan humano. ¿Qué es el arte? Lo quería
saber. Desesperado y desilusionado por mi falta de capacidad para tocar, el orgullo me
espoleó en pos del secreto del arte. Y esto me curó la desesperación. Aunque no tuviera
talento, y que mi progreso fuera lento, me determiné a avanzar paso a paso hacia mi meta de
llegar a ser un ser humano completo, redondo. No me apresuraba, pero tampoco descansaba.
No cejaba en mi empeño. Y esto me dio paz, algo por lo que seguir viviendo.
Mi devoción por el arte me ayudó a desarrollar y educar mi propio potencial. “No tengo
talento - ¡Cuánta tristeza y desesperación produce esta creencia sin sentido!” Durante años,
todo el mundo ha sucumbido a esta falsa idea, que realmente sólo es una excusa para evitar
el esfuerzo. Tras mucho estudio durante largo tiempo, aprendí por fin que el hombre es
producto de su circunstancia. Si hubiera sabido antes que la capacidad puede ser
desarrollada por medio de la práctica, hubiera seguido mucho antes el camino adecuado.
Todos los niños pueden ser educados; sólo es cuestión del método educativo.
Cualquiera puede aprender por sí mismo; sólo es cuestión de utilizar el mejor modo de
rentabilizar el esfuerzo.
La mala práctica produce mala aptitud. La gente puede realizar cada mínimo esfuerzo,
aunque sea difícil, para acumular y construir una mayor habilidad. Esto es lo que quiero que
se quede grabado en su mente.
Bueno, entonces, ¿cuál es el esfuerzo bien realizado? Lo explicaré más adelante.
Ahora, sólo quiero que recuerde una cosa – repetición. Después de haber aprendido algo,
debe ser definido perfectamente por medio de la repetición, una y otra vez.
“Yo lo creo.”
“No.”
“Pon tu mano izquierda sobre la mesa. Bien. Ahora, intenta, conmigo, mover el primer
dedo, como si tocaras el piano. ¿Qué dedo se mueve más rápido?… Ahí, ¿no se mueve
rápido? Ya ves, no le pasa nada a tus dedos. Simplemente, tu cabeza y tus dedos no
funcionan a la vez. Si no están coordinados, de nada sirve que practiques. Se puede decir que
tu forma de estudiar no ha sido nada buena.”
Estudió de la manera que le indiqué, y en la siguiente clase sus dedos se movían con
velocidad y destreza y no hubo ningún problema.
Hiroko-Chan – Muy lenta en todo
Comencé a practicar el violín cuando tenía diecisiete años. Mi dedo meñique era
completamente inútil, pues, por supuesto, durante los diecisiete anteriores años no había sido
preparado para tocar el violín. Quería moverlo adecuadamente, pero no podía. Quería que mi
meñique, por lo menos, alcanzara la habilidad del resto de los dedos, y practiqué diariamente
durante años. Aún hoy, después de más de cuarenta años, no ha conseguido la capacidad y
expresividad de los otros dedos. Lo que no es adiestrado cuando estamos creciendo, luego
genera dolor y pena. Esto se hace evidente cuando enseño a niños de cuatro o cinco años.
Sus meñiques están entrenados desde el principio a la par que el resto, y les envidio cuando
veo que pueden ser adiestrados para alcanzar esa facilidad y habilidad. Sentido, sentimiento y
capacidad pueden ser también educados con tiempo y práctica.
Hiroko era una niña de seis años. Criada en una remota región de Manchuria, fue
repatriada después de la guerra. Su abuela escuchó uno de mis discursos y la llevó a la
Escuela de Música de Matsumoto. Hiroko, educada en la agreste Manchuria, era mucho más
que lenta en sus movimientos. Todo lo hacía con lentitud y no podía alcanzar el nivel del resto
de los niños. Me preocupaba mucho y emplee esta táctica:
Todos tenemos defectos. El más común es la tendencia a decir “Haré esto o lo otro”, y
después, no lo hacemos de inmediato. Esta costumbre de falta de decisión influirá en el
destino de una persona durante su existencia. Desarrollar una capacidad depende de la
acción y de la concentración para hacer las cosas.
Repetir una acción durante sólo tres o cuatro días no es suficiente para que suceda
ningún cambio – y ningún éxito. Esto es por lo que sólo pensar “Quiero hacer esto” y no
adquirir el hábito de hacerlo continuadamente no trae consigo nada.
Nuestros defectos no tienen límite. Hasta que nos morimos, debemos invertir el tiempo
en cambiar nuestras debilidades en méritos. Hacerlo puede resultar agradable e interesante.
Podemos convertirnos en el caballo que sale rezagado y que después remonta y llega primero
a la meta; es la misma alegría.
La capacidad de saltar muy alto del Ninjutsu – una lección que aprender
Una vez leí un libro que decía cómo se enseñaba el Ninjutsu para saltar muy alto. Uno
de sus métodos era : “planta una semilla de cáñamo y salta por encima de ella cada día”. La
forma de conseguir una mayor capacidad es concentrarse en ello y convertirlo en una
devoción.
La razón por la que hablamos con fluidez en japonés es que lo usamos diariamente; es
lo mismo que saltar por encima del cáñamo cada día, una vez que brota. Es cuestión de “se
hace fácil con la práctica.” Simplemente, tenemos que adiestrar y educar nuestro potencial, es
decir, hacerlo una y otra vez, hasta que salga de forma natural, sencilla y fácil.
Este es el secreto.
La habilidad no surge sin entrenarla. Tenemos que educarla nosotros mismos. Todos tenemos
que adiestrarla por nosotros mismos. Deje de lamentar la falta de talento y, en cambio,
desarróllelo.
Para los diestros, la mano izquierda es inferior a la derecha. Esta es la única razón por
la que la mano izquierda ha sido relativamente inútil. Las dos manos serían lo mismo si las
hubiéramos adiestrado de la misma manera desde el principio; de otro modo parecerán
distintas. Sucede lo mismo con la capacidad humana. No intentar educar el talento pensando
que de nacimiento o por propensión no se tiene ninguno, es algo absurdo. Si ejercitara cada
día una acción específica, su energía se desarrollaría, sus sentidos se educarían, su
capacidad aumentaría. Observe su mano derecha. Supera a su izquierda porque usted mismo
lo hizo así. Cuando nació, su mano izquierda no era inferior; estaban igualadas en aptitud – ¡y
vea cuánto han cambiado! Igualmente, tampoco nacimos con toda aquella facultad que
poseemos, sino que la hemos desarrollado por medio de la práctica. La capacidad es algo que
generamos nosotros mismos.
Su mano derecha lo sabe. ¿Por qué esta mano tiene esta habilidad extraordinaria?
Repetición. También las personas pueden desarrollar un talento superior con el mismo
método – repetición. Dejar de practicar tan pronto como hemos logrado hacer algo no significa
que lo hayamos asimilado realmente. Se debe seguir practicando hasta que salga con
naturalidad y facilidad. Cuanto más se practica, uno va siendo mejor. El talento nace de esta
manera. Lejos de ser inferior a la mano derecha, la izquierda desplegaría la misma aptitud si
continuáramos utilizándola de la misma forma.
La belleza de la repetición seria y con ganas
Ocupe su tiempo en mejorar. Pensar que ha nacido con una habilidad que se desarrolla
por si sola es un error. Si alguna particularidad le es fácil, demuestra que ha prosperado por
medio de la práctica hasta un punto en el que se ha convertido en parte de usted. “Llegar a
ser una parte de ti” quiere decir que tu propósito ha sido logrado por el trabajo y la repetición
hasta que la aptitud se ha arraigado en tu consciencia.
Cuando se toca el violín, terminar una frase es la actitud espiritual de la música; es una
importante cuestión de tiempo. Aunque la pieza haya terminado, la música no lo ha hecho
(durante un cierto instante.) Bach, por ejemplo, solía escribir con tinta Fermate en sus
partituras en el siglo XVIII. El recogimiento de las oraciones, de rodillas, en silencio, es como
este importante momento. Una persona que haya alcanzado este grado poseerá corazón y
mente nobles, además de sentido artístico, y se elevará muy por encima del resto.
La capacidad es algo que tenemos que generar (o elaborar) nosotros mismos. Esto significa
repetir y repetir una acción hasta que se convierta en parte de nosotros. Es fácil decirlo, pero
hay que tener energía para hacerlo – aquí reside el problema. Hay mucha gente que decide
que ya ha logrado esta u otra cosa, pero no alcanza plenamente sus intenciones. Empiezan,
quizás, pero luego no siguen realmente, y no ponen el suficiente ánimo en su esfuerzo,
dejando las cosas a medio hacer. De hecho, ¿no es esta la experiencia de mucha, mucha
gente? Sólo unos pocos siguen adelante con su propósito y lo consiguen. Cualquiera que sea
la tarea, la forma de tener éxito es, después de todo, mantener firmemente las intenciones
hasta el final. Todos somos capaces de hacerlo; sólo depende de la voluntad de cada uno.
El logro es producto de fuerza y paciencia, que tienen que ser ejercitadas como el resto
de las habilidades y tenemos que crecer con esta idea en mente. De otra manera, ¿cómo
podemos trabajar bien? Nosotros mismos tenemos que ser conscientes de este hecho. Desde
el principio, la fortaleza y la paciencia deciden el destino de una persona. ¿Por qué? Si
resistimos y continuamos dedicando nuestras energías a alcanzar una meta, se desarrollará la
paciencia necesaria; así, nuestra capacidad de éxito crecerá sin parar. Esta habilidad obtenida
nos ayudará a que nuestra tarea sea más fácil, a la vez que se conforme nuestro ímpetu y
perseverancia.
El kan también tiene que ser adiestrado
Caigo enfermo
Se aproximaba el fin de 1945, y decidí irme de Kiso-Fukushima a Matsumoto para
iniciar Educación del Talento en la Escuela de Música.
Aunque la guerra había terminado, Japón estaba muy empobrecido y el dinero de todos
estaba congelado. El número de personas a las que se les permitía desplazarse era muy
pequeño. Cuando, por fin, mi mujer pudo ir a Matsumoto a verme, después de nueve horribles
horas de viaje, de pie, en un tren atestado y lleno de humo, me dijo que había tenido una
suerte increíble: le habían ofrecido la oportunidad de trabajar para la Cruz Roja en Yokohama,
donde las fuerzas de ocupación habían establecido su cuartel general. No me gustaba la idea
de que trabajara o de nuestra continua separación, pero en aquellas circunstancias, parecía
inevitable.
Desde los veinte años tenía el estómago delicado, y mi situación era muy mala al final
de la guerra. Para recuperarme, alquilé una habitación en Asama Spa, un barrio de
Matsumoto, y me fui a vivir allí solo. Tener que cocinar para mí era un verdadero fastidio.
Desde el primer momento mi salud fue empeorando. Incluso ahora, si nadie se preocupa por
mis comidas, no como nada durante todo el día, pero, afortunadamente, mi mujer cuida de mi
correcta nutrición. Por entonces, dado que ella no podía estar conmigo, me preparaba un
caldero de sopa, cocía en él arroz (o-mochi), y me lo comía. Utilizaba los restos para volver a
cocer arroz y así lo hacía para las tres comidas de cada día, hasta que mi salud empeoró aún
más. Finalmente, desesperado, mandé buscar a mi hermana a Kiso-Fukushima.
El diagnóstico del doctor no fue cáncer, o úlcera, sino un caso de atonía estomacal. El
daño considerable que mi inactividad digestiva había provocado pérdida de percepción, tanto
física como mental.
Un día del gélido invierno de Shinishu, sin saber qué hacía, me arrastré fuera del
kotatsu (brasero de carbón para calentar manos y pies que se pone bajo una mesilla cubierta
por una colcha), llegué hasta una esquina de la habitación, pegué la cabeza a la pared, y,
simplemente, me puse a gemir. Mi hermana se impresionó al verme así, y apenas supo qué
hacer. Por lo menos tenía la suficiente fuerza como para arrastrarme. Tras aquello, pasé un
largo periodo de convalecencia en cama; no podía levantarme.
Así, cuando estaba a las puertas de la muerte, exhausto mentalmente, la Srta. Koike
me presentó a esta excelente mujer, la Sra. Uehara; recuperé mi salud y energías y sigo vivo
para contarlo.
Era el pequeño Diario de Tolstoi. Por casualidad lo saqué del estante y abrí sus
páginas aleatoriamente. Mis ojos se posaron en estas palabras: “Defraudarse uno mismo es
peor que defraudar a los demás.” Esta tremenda frase me llegó al corazón. Fue un verdadero
golpe. Empecé a temblar de miedo y apenas pude controlarme. Compré el librito y regresé a
casa rápidamente. Lo devoré. Lo leí y releí tanto que al final se hizo parte de mí. ¡Qué hombre
tan maravilloso debía haber sido Tolstoi! Mi admiración por él me llevó a sumergirme en todos
sus escritos. Tolstoi me proporcionaba el apoyo vital con el que alimentaba mi alma. Su Diario
estaba siempre a mi lado. Allá donde fuese lo llevaba conmigo. Años después, cuando tenía
veintitrés, me fui a Alemania a estudiar, y el libro viajó en mi bolsillo. Tolstoi decía que no se
debe defraudar uno mismo, y que la voz de la conciencia es la voz de Dios. Decidí vivir con
arreglo a estas ideas.
Me imbuí tanto, que únicamente estudiaba lo justo para no suspender los exámenes.
Estaba fascinado por las obras que indagaban en el sentido de la vida, como los ensayos de
Bacon y tratados de filosofía occidental. Y fue Tolstoi, probablemente, quien me inició en todo
esto. Estudié atentamente los escritos del sacerdote Dogen, titulados Shushogi, que
comienzan: “Es el gran Buda Karma quien ilumina la vida y alumbra la muerte…” Pasaba
largo tiempo leyendo tales libros y trabajando hasta sudar con los obreros de la fábrica; mi
mayor diversión era jugar con los niños del vecindario.
Más tarde, dejé la “conciencia” de Tolstoi para seguir los pasos de la música de Mozart
– la creencia en que es la propia fuerza vital la que fundamenta al ser humano, pero creo que
esta forma de pensar se manifestó en mí cuando tenía diecisiete años. La imagen de los niños
en crecimiento, que son la esencia de la alegría de vivir, se asentó por entonces en mi
pensamiento. Así sucedió todo.
Jugaba con los niños de tal forma que aprendía de ellos. Siempre quise tener la
humildad de un niño. Una auténtica revolución estaba teniendo lugar en mí. Fue entonces
cuando brotó la semilla del movimiento Educación del Talento, que iba a ser la obra de mi
vida.
Uno se debe someter a las exigencias de la vida – pero, ¿qué es exactamente la vida?
La vida que intentamos vivir siempre es una búsqueda de felicidad. Muy pocas personas
buscan sabiduría. Los niños, en su simplicidad, buscan lo verdadero, lo bueno, lo bello, lo que
se fundamenta en el cariño. Pienso que esto es “la verdadera naturaleza de los hombres”
como definió Gautama Buda. Mozart, cuya música me enseñó que el amor y regocijo sinceros
vencen a la miseria, también debió haberlo creído. Y fue Thibaud quien me enseñó que
nuestra fuerza vital es lo más importante que poseemos.
Cuando la especie humana concibió la cultura: hablar y escribir, también creó la cultura
sublime llamada música. Es un idioma que va más allá de discursos y cartas – un arte vivo
casi místico. Aquí es donde entra en juego su impacto emocional. Bach, Mozart, Beethoven –
sin excepción, viven clara y palpablemente en su música, y nos hablan intensamente,
purificándonos, perfeccionándonos, y despertando en nosotros la mayor de las emociones.
Estas palabras son parte de un poema escrito por el pianista Busoni, y describen la
personalidad y filosofía, la tristeza, el amor y nobleza de pensamiento de Mozart, tal y como
nos lo manifiesta en su música.
La Madre Naturaleza nos da a cada uno de nosotros el potencial para vivir este tipo de
vida. Pero la fuerza vital está más allá del intelecto humano. Si la gente se diera cuenta de lo
maravilloso que es le tendría mayor respeto, y lo apreciaría en los niños, en los adultos, en sí
mismos.
Pablo Casals nos conmueve profundamente con sus interpretaciones, y también llora
de emoción en las actuaciones de los niños, que tantas lágrimas provocan. La profunda
emoción en cada caso está provocada por la maravillosa sinfonía de la vida en estado puro. El
corazón humano, sus sentimientos, inteligencia, comportamiento, hasta la actividad de los
órganos y nervios, no son sino parte de esta fuerza vital. No debemos olvidar que el ser
humano es el cuerpo de esta fuerza vital, y es el poder de esta fuerza vital la que controla la
búsqueda humana. Por esto Educación del Talento ha de ser una formación dirigida a esta
fuerza vital.
¿Por qué todos los niños poseen la fascinante capacidad de hablar su lengua materna
sin esfuerzo alguno? En éste hecho reside el secreto de cómo educar todas las habilidades
humanas. Las escuelas instruyen y adiestran tan duramente como pueden, sin buenos
resultados. Debe haber algo mal en su método. Mis treinta años de experiencia me hacen
pensar así firmemente. Sólo se pone énfasis en informar e instruir, se ignora el crecimiento
real del niño. No ha existido investigación alguna sobre cómo se adquiere la capacidad. La
palabra educación implica dos conceptos: educar, que significa “hacer crecer, desarrollar la
existencia latente o potencial”, y también, instruir. Pero en las escuelas sólo se da importancia
a la instrucción, olvidándose del verdadero significado de “educación”.
No se puede establecer grados por medio de pruebas. Los exámenes sólo pueden
determinar hasta dónde han entendido los niños y si hay alguno que no ha entendido. ¿No
debería la hoja de examen ser utilizada sólo como medio de descubrir qué cuestiones no
comprende y que problemas no puede hacer? Realmente, esos resultados mostrarían la
capacidad del profesor antes que la del niño. Pero, desafortunadamente, en las escuelas de
hoy en día es invariablemente al niño a quien evalúan con exámenes.
Como mínimo, nueve años de educación obligatoria deberían inculcar una habilidad
notable en cada niño. No tiene por que ser una sola asignatura. Por ejemplo, si le enseñamos
diariamente a un niño a ser amable con la gente en la vida cotidiana, sea en la escuela, por
las amistades, o en casa, ¡se podría crear una sociedad tan feliz! Pero la educación de hoy en
día simplemente enseña la máxima “Sé amable.” El mundo está lleno de intelectuales que
saben perfectamente que “se tiene que ser amable con la gente” pero que son, de hecho,
egoístas infelices. La sociedad actual es el resultado de este tipo de educación. Quiero – si
puedo – hacer que cambie la educación de mera instrucción a educación en el verdadero
sentido de la palabra – educación que inculca, hace crecer, desarrolla el potencial humano,
fundamentado en la vida en pleno estado de formación del niño. Por eso pongo todo mi
empeño en llevar lo más lejos posible a Educación del Talento; lo que llega a ser un niño
depende por completo de cómo es educado. Mi ruego es que todos los niños del planeta
puedan convertirse en grandes seres humanos, personas felices con excelente capacidad, y
dedico todas mis energías a hacerlo realidad, pues estoy convencido de que todos los niños
nacen con este potencial.
El adiestramiento de la memoria – vital para la educación del talento
El programa de las escuelas infantiles de Educación del Talento difiere del que aplican
el resto de los jardines de infancia ordinarios. Su intención es convertir a los niños
preescolares en excelentes seres humanos. Les enseñan habilidades básicas que les
ayudarán a hacerse con otras capacidades después. Profesores de elevada sensibilidad
artística y dulce personalidad les enseñan caligrafía, dibujo, conversación en inglés, y cosas
parecidas; mi esperanza es que los niños aprendan inconscientemente las grandes
cualidades humanas de estos profesores.
Es sorprendente qué firme y hermosa caligrafía realizan estos niños de preescolar con
sólo un poco de formación. También es parte del programa una exposición de arte, y los
cuadros que pintan nuestros niños son bastante buenos. Tampoco ignoramos los números;
sólo hay diez guarismos, pero debemos utilizarlos toda nuestra vida, y les enseñamos a los
niños a escribirlos maravillosamente. Es formidable lo que pueden hacer los pequeños. Su
pronunciación inglesa es exactamente idéntica a la de su profesor norteamericano. Les
escucho con envidia. Pero he descubierto que lo más importante es la “educación del talento
de la memoria.” La capacidad para memorizar es una habilidad trascendental que debe ser
inculcada profundamente.
Los niños de alto nivel escolar son simplemente aquellos cuya capacidad memorística
ha sido desarrollada inusitadamente bien, y creo que los estudiantes de menor nivel son
meramente aquellos que no han logrado esta facultad. Esencialmente, todos los niños tienen
el mismo potencial. En nuestra escuela infantil educamos la memoria de la siguiente manera:
aprender a recitar los haiku de Issa.
He aquí una muestra del método de la Sra. Yano con relación a los haiku de Issa.
Una vez creada la situación, se sigue este orden para realizar las clases. Primero el
padre pregunta, “¿Te gustaría a ti también tocar el violín?”
“Sí.”
Este sistema siempre tiene éxito. ¡La primera clase individual es todo un
acontecimiento! “Yo también lo hice,” exclama el niño. “Ahora puedo jugar con los otros
niños.” Los padres que comprenden a los niños son buenos maestros. En clase hay sesiones
individuales y en grupo. Los padres que no entienden a los niños piensan que están pagando
por las clases individuales y que las clases en grupo son simplemente momentos de recreo.
Así, aunque se aseguran que sus hijos asisten a las clases individuales, suelen no hacerlo en
las de grupo. Pero el hecho es que los niños disfrutan más tocando en grupo. Tocan con niños
que van más adelantados que ellos; la influencia es enorme y es maravilloso para su
formación. Esta es la verdadera educación del talento.
Hitomi Kasuya tenía tres años y tocaba el violín tres horas cada día. ¿Cómo podía
hacer algo así una niña de tres años? Su madre le había comprado un violín en lugar de una
muñeca y le ponía una y otra vez un disco con la pieza que tenía que estudiar como música
de fondo. Hitomi jugaba con el violín todo el día, como si fuera un juguete. Su madre le
enseñaba entonces y ahora la forma correcta de tocar. Seguía nuestras indicaciones, dejando
que Hitomi pensara que jugaba con ella. Este es el arte de la educación en su máxima
expresión. Lo que importa es el resultado: que el niño adquiera la capacidad. Si se es estricto
y formal y se tiene una actitud de “esto-es-educación”, inmediatamente el niño se torcerá.
Primero hay que educar la mente, después, inculcar la habilidad. Este es un método correcto
y natural. Hitomi Kasuya avanzó rápidamente con este sistema y, en 1964, cuando tenía cinco
años, cogió su violín y se vino a América con nosotros.
En contraposición a los niños a quienes no les gusta practicar en casa, hay multitud de
ejemplos de niños para los cuales tocar se convierte en un acto cotidiano, gracias a la sabia
dirección de sus madres.
Un año, en un curso de verano, vi a una niña de seis años que tocaba el concierto de
Vivaldi con gran estilo y afinación. Le pregunté a la madre cuánto tiempo llevaba tocando.
Eso era lo que yo pensaba. Un niño que practica bien lo demuestra en su forma de
tocar. Se puede apreciar enseguida. Estudiar siguiendo el método correcto y practicar tanto
como sea posible es la manera de adquirir habilidad. Si uno tiene fe en este principio se
desarrolla una capacidad superior sin error alguno. Si compara a una persona que practica
cinco minutos al día con una que lo hace tres horas al día, la diferencia, incluso aunque
ambas practiquen diariamente, es enorme. Aquellos que no practican lo suficiente no
consiguen destreza. Únicamente el esfuerzo realizado de veras proporciona resultados. No
hay atajos. Si la persona que estudia cinco minutos al día quiere alcanzar el nivel de la que lo
hace tres horas al día, tardará nueve años. Lo que una consigue en tres meses, a la otra le
cuesta nueve años. No hay razón para que sea de otra forma. Hitomi Kasuya, Tosiya Eto, Koji
Toyoda, y Kenji Kobayashi practicaban tres horas o más al día.
El desarrollo de la capacidad se obtiene con el adecuado tipo de práctica
No tiene sentido que alguien se queje así: “Pero yo estudié cinco años.” Todo depende
de cuánto hiciera cada día. “Le dediqué cinco años,” es otra queja. Pero cinco minutos al día
suma sólo ciento cincuenta horas. Lo que debería decir es, “Lo hice durante ciento cincuenta
horas y aún no he mejorado.” Esto ya tiene sentido. No hace falta preguntarse por qué no
mejoró. Dejarse el talento en el armario y después decir que se ha nacido sin él sí que no
tiene sentido.
La primera pieza que aprenden los pequeños es “Variaciones sobre ‘Brilla, brilla,
estrellita.’” Tras haber escuchado el disco a diario en casa, aprenden a tocarla por sí mismos.
Se toma un cuidado infinito en las clases. Tan pronto como pueden tocar la pieza, se les dice,
“Ahora vamos a aprender a tocarlo de una forma más bonita.” Este es un paso muy
importante, que busca la mejora de la calidad. Es el comienzo de las clases diseñadas para
producir una mayor calidad del tono, un movimiento más delicado, mayor precisión y
musicalidad. Educamos su talento utilizando esta pieza como material didáctico. Y todos los
niños, sin excepción, aprenden a tocarla espléndidamente. Su tono mejora gradualmente, sus
movimientos se tornan desenvueltos y ligeros, y se convierten en buenos músicos. El talento
les ha sido inculcado.
Creo firmemente que cualquier niño puede llegar a ser excelente, y mi confianza nunca
se ha desmoronado. Estoy decidido a que todos y cada uno de los niños puedan ser grandes
personas, y si uno no lo es lo considero una falta personal que no puedo perdonar. Pruebo a
los niños para descubrir cuánto han asimilado la capacidad que se les ha inculcado. Para
hacerlo juego con ellos.
Hay otros muchos juegos de prueba, y suelo ponerlos en práctica para saber cuánto
han aprendido y hasta dónde se ha desarrollado su poder de intuición. En principio, los realizo
con diez o quince niños, o, si hay suficiente espacio, con cuarenta o cincuenta. Otra cosa que
hago es tocar la primera parte de una pieza con mímica, sin nada en las manos. Lo hago una
vez. Después digo, “¡Listos! – ¡Ya!” Como han observado con mucha atención mis
movimientos tocan la pieza al unísono. De esta manera les adiestramos a ser rápidos y estar
alerta y a desarrollar su poder de intuición.
A medida que los niños avanzan, también lo hacen los juegos de prueba. Estos juegos
están diseñados para comprobar el progreso de su poder de intuición, además de profundizar
en la educación de su capacidad. Si esta habilidad práctica y el poder vital de la intuición son
impulsados de tal manera que se convierten en un potencial ilimitado que actúa de forma
natural, el niño descubrirá de repente que esto le ayuda a lograr una capacidad aún mayor en
cualquier campo de actividad.
Asombramos al mundo
Han pasado más de veinte años desde que se inició la Educación del Talento del Violín
para niños pequeños. Ahora, en Japón, niños con tres o cuatro años, tocando diminutos
violines, desarrollan una gran sensibilidad y nobleza de pensamiento gracias a la música de
Bach y de Mozart. Más de doscientos mil niños ya han realizado este curso. No hay lugar en
el mundo que pueda igualar algo así. El Padre Candeau, un sacerdote católico que murió en
1953, quedó conmovido en uno de los conciertos que ofrecieron mil niños en el Tokio
Gymnasium, y dijo, “Ha sucedido un milagro.”
Hoy en día personas de todo el planeta muestran un gran interés y admiración por esto
que está sucediendo en Japón.