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ALIMENTADOS POR EL AMOR

De Sinichi Suzuki – Versión en inglés de Waltraud Suzuki

Traducción de Luis Fernández Carbonell


ALIMENTADOS POR EL AMOR

Suzuki

Prefacio

El talento no es un suceso innato.


En la sociedad actual, un buen número de personas parece tener la idea de que si se
nace sin talento, no hay nada que hacer; simplemente resignarse a lo que se considera
“destino”. En consecuencia, esta gente vive su vida sin llegar al máximo o sin conocer la
verdadera diversión. Esta es la mayor tragedia del hombre.

Nacemos con la capacidad natural de aprender. Un bebé se adapta a su entorno para


vivir, y se adquieren diversas habilidades en el proceso. Mi experiencia de treinta años ha
demostrado una y otra vez que esto es cierto. Muchos niños crecen en un entorno que les
atrofia y daña, y se asume que nacieron de esa manera; ellos mismos lo creen. Pero se
equivocan.

Un adulto indeseable, desagradable, es aquel que fue educado equivocadamente; así


es con una persona incapaz de hacer un buen trabajo. Creo que la mayoría de los lectores
estará de acuerdo. No podemos evitar la así llamada suerte. No podemos evitar haber nacido
en este mundo, ni de tener que morir tarde o temprano.

Bueno o malo, una vez nacidos, debemos vivir con nosotros mismos hasta el día de
morir. Surge entonces la inevitable pregunta de cómo vivir. Si nuestra capacidad no fue
alimentada correctamente, tenemos que desarrollarnos por nosotros mismos. En lugar de ser
derrotados por la mala suerte, tenemos que hacer algo bueno con nuestras vidas. No hay
razón para abandonarse en el desánimo; a toda persona le es posible mejorar.

Por eso escribí este libro.

En él, explico cómo desarrollar las aptitudes de una persona; cómo un niño mediocre
se convirtió en un ser humano notable y en un músico excelente. Utilizando ejemplos,
describo cómo cambiar a una persona con la capacidad atrofiada en un talento; a una persona
mediocre en una excepcional. Se responden las preguntas de forma que el lector las pueda
comprender. Se prescinde de la teoría y se pone énfasis en cómo poner todo en práctica.
Pongo ejemplos divertidos y episodios de la enseñanza del violín a la manera de la Educación
del Talento.

De un árbol vivo brotan vigorosas ramas; de éstas, florecen sus amorosos frutos. Es el
espléndido transcurrir de la naturaleza. Creo que el hombre debe imitar a la Madre Naturaleza
y hacer florecer su vigoroso fruto.

¿Cuál es la dirección última del hombre? Cuidar del amor, la verdad, la virtud y le
belleza. Esto vale para usted, para mí, para todo el mundo. Si este libro puede ser de ayuda,
si quiera un poco, no puedo decir lo feliz que me haría.
Introducción

Todos los niños japoneses hablan japonés

Oh, ¿por qué los niños japoneses sólo pueden hablar japonés? La idea me surgió
repentina, sorprendentemente. De hecho, los niños de todo el mundo hablan sus lenguas
nativas con suma fluidez. Todos y cada uno de los niños japoneses hablan japonés sin
dificultad. ¿No demuestra esto un talento inesperado? ¿Cómo, por qué medios, sucede esto?
Tuve que controlar mi impulso de gritar de alegría por este descubrimiento.

Los niños de Osaka hablan el complicado dialecto local. Somos incapaces de imitar el
dialecto Thoku, pero los niños Thoku lo hablan. ¿No es algo así como un talento? Pero a
nadie más a quien se lo dije mostró el más leve síntoma de impresión. Es algo que se da por
hecho; la gente, en general, piensa que la capacidad que tienen los niños es innata. En mi
entusiasmo, la mitad de la audiencia se alarmó, y otros me juzgaron ridículo. Por el contrario,
mi descubrimiento tuvo realmente una gran importancia; me hizo comprender que cualquier
niño es capaz de desarrollar habilidades superiores si se utilizan los métodos correctos en el
entrenamiento. Esto sucedió hace tres décadas, cuando tenía 33 o 34 años. Siguiendo la idea
que se me había ocurrido con tanta fuerza aquel día, e intentando hallar una solución, pronto
se convirtió en el propósito fundamental de mi vida.

Creo que era por 1931 o 1932, cuando enseñaba violín en el Conservatorio Imperial a
un grupo de jóvenes, en su mayoría, y un padre vino acompañado de su hijo de 4 años. El
chico es ahora un músico famoso: Toshiya Eto.

¿Cómo sucede este hecho sorprendente?

El padre me pidió que enseñara a tocar el violín a su hijo. En aquel tiempo no sabía
cómo enseñar a un niño tan pequeño, o qué enseñarle. Carecía de tal experiencia. ¿Qué tipo
de violín de prácticas sería bueno para un niño de cuatro años? Pensé en ello todo el día.

La respuesta me llegó de mi descubrimiento.

Por entonces, tres de mis hermanos y yo habíamos formado el Cuarteto Suzuki. Un día,
cuando ensayábamos en casa de mi hermano menor, me llegó como un relámpago: ¡Todos
los niños japoneses hablan japonés! Esta idea me iluminó totalmente. Debe haber un secreto
por el que hablen japonés con facilidad y fluidez; y éste debe ser la práctica. De hecho, todos
los niños del mundo crecen con un método educativo perfecto: su lengua materna. ¿Por qué
no aplicar este método para otras facultades? Sentía haber realizado un descubrimiento
tremendo. Si un niño no es capaz de hacer ejercicios de aritmética se dice que su inteligencia
es inferior a la media. Aunque pueda hablar el difícil japonés, o su lengua nativa muy bien.
¿No es algo que hay que valorar o en lo que pensar? En mi opinión, el niño que no puede con
la aritmética no tiene una inteligencia inferior; el sistema educativo está mal. Sencillamente, su
capacidad o talento no han sido desarrollados correctamente. Es sorprendente que nadie lo
descubriera antes, aunque la situación ha existido claramente en la historia de los seres
humanos.

La práctica de la capacidad es el secreto

1. Si el método educativo de la lengua materna se utilizara en las escuelas hoy, los


resultados sobrepasarían a los obtenidos por los métodos vigentes. Por ejemplo,
a menudo oímos: “He aquí a un niño que no es muy listo; nació con poca
inteligencia.” Pero, ¿cómo medimos la espléndida capacidad de los niños para
hablar japonés? ¿Buscamos un método mejor de enseñanza? Más aún, se
valora a un niño desde los cinco o seis años. A nadie parece preocuparle lo que
le sucede antes, qué clase de educación tuvo desde su primera infancia.

2. Todos los niños dotados de habilidad alcanzan un alto nivel educativo, pero este
don no se muestra desde el día que nace. Aquí, en mi mente, reside la clave
para el desarrollo más completo del potencial y capacidad del hombre.

Cuando se me pidió enseñar al pequeño Toshiya, pensé, y sigo pensando, ¿cómo? Al


final, se me ocurrió el método de la lengua materna y sentí que aportaba todo lo necesario.
Desde hace treinta años he peleado para que la gente crea que todos los niños pueden ser
educados, y no despreciar a los que se retrasen en el aprendizaje. Llamé a mi método
Educación del Talento, y comenzó un movimiento educativo en el cual los niños con
problemas aquí no son rechazados. El día de mi iluminador descubrimiento se convirtió en el
punto de inflexión de mi búsqueda de los potenciales humanos. Y, ¿cómo lo afronté? Me
gustaría contar la historia con vistazos al pasado y plena esperanza en el futuro.
ALIMENTADOS POR EL AMOR

Plantar la semilla de la capacidad

Una semilla necesita tiempo y estímulo...

En nuestra sección de Tokio Shinagawa, dirigida por el Sr. Miyazawa, teníamos un


periquito, la mascota de los niños que acudían a las clases de violín. Cuando los señores
Miyazawa compraron el pájaro, le enseñaron a decir en japonés “Soy Pico Miyazawa, soy
Pico Miyazawa.” El pájaro, con su voz aguda, más tarde le decía a los niños lo que había
escuchado: “Pico es un pajarito bueno.” Según el señor Miyazawa, debes empezar a
enseñarle al poco de nacer. Al principio, debes tener perseverancia, energía, y paciencia.
Para hacer que el periquito hable, y desarrolle su habilidad, es necesario repetir la misma
palabra una y otra vez. Justo cuando piensas que de nada sirve, desesperado, y a punto de
dejarlo, obtienes la recompensa.

Al principio, se le repetía el nombre de Pico unas cincuenta veces al día; esto hace 300
veces en dos meses. Entonces, al final, el pájaro empezó a decir “Pico”. Si esta palabra no
hubiera sido enseñada con tanta asiduidad, cada día, el pájaro nunca hubiera tenido el
“talento” o “capacidad” de decirlo. Gracias a la práctica diaria, se implantó el conocimiento,
luego la capacidad tuvo que desarrollarse hasta la madurez. Preparación, tiempo, y entorno
se unieron como estimulantes. No vemos la semilla plantada en la tierra, pero el agua, el
calor, la luz y la sombra actúan diariamente como estímulos; poco a poco se produce un
cambio invisible, hasta que un día, aparece el brote. ¿No son situaciones comparables?

Con paciencia y repetición la semilla florece

Una vez que se produce el primer resultado, crece cada vez más rápidamente.
Después de enseñarle al pájaro a decir, repitiéndole tres mil veces “Pico”, añadió “Miyazawa”.
Esta vez después de haber oído “Pico Miyazawa” 15 minutos diarios, ya podía decirlo tras
sólo 200 veces.

Sin duda, sucede lo mismo con los seres humanos. Cualquier cosa que aprenda, el
comienzo será lento hasta que surja “el brote de la capacidad”. Este procedimiento requiere
tiempo, pero gradualmente, crece una gran capacidad. ¿No es cierto? Pensar que no hay
esperanza o abandonar, porque a primera vista no hay resultados visibles, convierte el tiempo
empleado en la primera enseñanza en problemático tiempo perdido. La primera capacidad
“plantada” también se desvanecerá. Por eso es cuestión de paciencia y repetición. Si se hace
así, y hemos visto el espléndido entrenamiento de Pico, podemos entender bien que la
capacidad genera habilidad.

Más tarde, Pico aprendió varias palabras por sí mismo. Cuando los niños en el estudio
tocaban la primera melodía del programa de Educación del Talento, “Brilla, brilla estrellita”,
Pico aprendió a cantarla a ritmo con su vocecita. Esto muestra que el talento desarrolla talento
y que la semilla de capacidad plantada crece con velocidad acelerada. El Sr. Miyazawa
contaba esta anécdota: “Fue interesante cuando yo estuve tosiendo unos días, debido a un
catarro. Pico decía su habitual “Soy Pico Miyazawa” y, después, tosía. La tos, por supuesto,
nadie se la había enseñado; la añadió por sí mismo.”

La tos del periquito es la evidencia para mi creencia en el desarrollo de la capacidad.


Debido a su capacidad de enseñar el Sr. Miyazawa a su pajarito, le tengo un gran respeto a
su capacidad para entrenar y educar a niños.

Un bebé responde con alegría a una melodía familiar

El siguiente acontecimiento sucedió hace 14 o 15 años, una primavera en la ciudad de


Ueda, provincia de Shinshu.

Ciertos miembros de Educación del Talento se reunieron en casa de un compañero


para charlar. Los niños de la Sra. Shimada y la Sra. Kiuchi entraron con sus pequeños
violines. “Bueno, ¿oímos un poco de música?” sugirió alguien, y, como siempre, los felices
niños empezaron a tocar varias piezas juntos y nos ofrecieron un concierto. Justo frente a mí
se sentaba la Sra. Kiuchi, sosteniendo en sus brazos un bebé. Le pregunté su edad y me dijo
que la bebé, llamada Hiromi, tenía sólo cinco meses. La hermana de Hiromi, Atsumi, de seis
años, estudiaba cada día el Concierto en La menor de Vivaldi, además de escuchar cada día
el disco. Así que Hiromi crecía escuchando esta música diariamente desde el principio.
Estaba ansioso por saber qué efecto había tenido esto en la bebé de cinco meses, y anuncié
que quería tocar algo y levanté mi violín. Cuando todos estuvieron en silencio, empecé a tocar
un Minuet de Bach. Mientras tocaba, mis ojos estaban fijos en el rostro de Hiromi. A su edad
ya reconocía bien el sonido del violín, y sus ojos brillaron al escuchar por vez primera esta
pieza. Poco después, pasé del Minuet al concierto en La menor de Vivaldi, la música tocada
continuamente en su casa. Y apenas había empezado cuando sucedió algo sorprendente.
La expresión de Hiromi cambió súbitamente. Sonrió y rió, y volvió su rostro feliz a su
madre, que la tenía en brazos. “Mira, es mi música,” quería decirle indudablemente a su
madre. De nuevo, su rostro se volvió hacia mí y movió su cuerpo arriba y abajo al ritmo. Con
sólo cinco meses, había demostrado que conocía la melodía del Concierto en La menor de
Vivaldi. De esta forma, un bebé adquiere involuntariamente la inspiración y el interés por todo
lo que oye y ve, como se planta una semilla. Esto es lo que moldea, forma, el carácter. Creo
que estaba claro, por lo menos en mi experiencia.

Es un hecho impresionante. Se absorbe por medio de no sólo palabras o música, sino


también de todo, bueno o malo.

Cuatro años después, en un gran concierto en Matsumoto, había ciento cincuenta niños
en el escenario con sus pequeños violines. Tocaban el Concierto en La menor de Vivaldi.

“¿Quién es la niña de cuatro o cinco años del centro en la fila del frente? Pregunté.
Esta niña ponía toda su alma y corazón en tocar, y su postura era excelente al moverse con
gracia.

“Es Hiromi Kiuchi, de Ueda.”

Era la misma niña. En efecto, recordé a la bebé de cinco meses deleitándose con la
práctica natural, y he ahí que su habilidad se había desarrollado maravillosamente.
Todos los niños del mundo podrían ser educados para cantar desafinado

La conformación de la capacidad de la vida parte de la simple regla vista en el ejemplo


del ruiseñor. Ahora veremos cómo se forma la habilidad en un ser humano. Las madres a
menudo me dicen “No tengo oído,” para explicarme que a su hijo le sucede lo mismo. Piensan
que es hereditario y que nada pueden hacer al respecto. Pero, igual que los ruiseñores, que
no nacen “sin oído”, sucede con los humanos. Por el contrario, un bebé absorbe
perfectamente cualquier melodía desafinada en las nanas de su madre. Tiene un oído
maravilloso. Por eso, el niño cantará después de la misma forma. Los niños de Osaka
absorben el intrincado dialecto osaqués de la misma manera.

Si un bebé crece escuchando una grabación de una música desafinada, sus oídos se
acostumbran a ello, y será después muy difícil cambiarlo. Por lo tanto, si quisiéramos,
podríamos hacer que todos los niños carecieran de “oído”. Pero está claro que si podemos
hacerlo, no hay tal talento innato. Se requiere una comprensión de los hechos. Necesitamos
comprender la importancia del oído.

Resumiendo:
1. Debemos estudiar cómo desarrollar el talento a través de la educación.
2. Debemos darnos cuenta de que el talento, no sólo en música, también en todos
los campos, no es innato.

Dos niñas criadas por una loba

El hombre nace sin talento. La gente es lo que es como resultado de su propio entorno
específico. Esto se puede apreciar claramente en la obra del doctor Fumio Kida, titulada
Psicología Infantil. En ella, el Dr. Kida cuenta la historia de dos niñitas criadas por una loba.

En 1941, dos profesores de las universidades de Denver y Yale recibieron un dossier


de investigación muy importante. Un cura, en la India, había encontrado dos niñas pequeñas
que habían sido criadas por una loba. Una tenía unos dos años y la otra, unos siete. La menor
fue llamada Amala; la otra, Kamala. El informe aportaba nueve años de observación después
de haber sido encontradas, incluyendo fotografías realizadas por el Padre Singh. El
descubrimiento se hizo al noroeste de Calcuta, en una zona selvática. (Se dice que entre los
nativos de India permanece la costumbre de abandonar a las bebés.)
La cabeza, pecho y hombros de ambas niñas estaban cubiertos de un espeso pelo.
Después de cortárselo, parecían seres humanos.

En la guarida de la loba, las niñas caminaban a las cuatro patas, sus ojos veían con
claridad en la oscuridad. Sus narices eran extremadamente sensibles. Corrían velozmente a
las cuatro patas, como los perros, y la gente no podía alcanzarlas. Sus hombros eran anchos;
sus piernas, fuertes, curvadas de tal forma que no podían juntarse. Cogían las cosas con la
boca, no con las manos. Tomaban la comida y el agua a la manera de los perros. Kamala
estaba especialmente formada como un lobo. No sólo comía carne cruda, sino que, además,
tenía especial predilección por la carne podrida. Era inmune a los cambios de temperatura y
no sudaba. Cuando hacía calor se quedaba con la lengua fuera, tendida como un perro. Su
piel tenía una textura lustrosa que nunca se ensuciaba. Pero las palmas de las manos
estaban encallecidas. Su cabeza, con el pelo largo y lacio, era grotescamente alargada. Al
menor ruido, sus orejas se levantaban y se ponía en tensión. Las ventanas de su nariz se
podían crispar y podía gruñir como un perro. Si alguien intentaba interferir cuando ella estaba
comiendo podía enseñarle los dientes y gruñirle.

El chico que recibió las primeras lecciones de su padre

Varios padres empezaron a saber que yo había comenzado un nuevo movimiento


educativo.

“Por favor, ¿escuchará usted cómo toca mi hijo?”, preguntó el señor X., de Nagoya. Él
mismo había enseñado a su hijo. Por entonces, el chico tenía dieciocho años y estaba
estudiando el concierto para violín nº 5 de Mozart.

“Encantado,” dije. “Por favor, dígale que me visite cuando quiera.”

Un mes después el joven vino solo a verme. Viéndole por vez primera, me sorprendió
cuánto se parecía a su padre – el tono de voz, su dialecto nagoyés, su manera de hablar, su
saludo, la misma forma de poner las manos ante él, también su risa – todo igual que su padre,
tanto, que tenía la sensación de estar hablando con el Sr. X.

Le pedí al chico que empezara a tocar. Sacó su violín del estuche y, al afinarlo cogió el
arco con la misma rapidez y movimientos de su padre. Pero no sólo eso – incluso los defectos
de su actuación y el sentido musical, enlazando a veces los intervalos musicales – su tono, y
diversos pequeños detalles – todo le asemejaba a su padre.
Hasta entonces nunca me había impresionado tanto hasta qué punto se adapta un niño
a su entorno. El hecho de que había vivido en esa familia durante dieciocho años se mostraba
vivamente en la conducta, sentido y sentimientos del joven.

Hace unos treinta años, el pequeño Toshiya Eto, de cuatro años, se convirtió en mi
primer discípulo. Después, llegó otro pequeño alumno, Koji Toyoda. Cuando se trasladó de
Nagoya a Tokio, también lo hizo su padre.

Posteriormente, después de escuchar a Koji Toyoda tocar con tres años la


“Humoresque” de Dvorak y a Toshiya Eto, con siete años, un concierto, me visitó un padre.
Me pidió mi opinión sobre si su hijo tenía talento musical o no. Si el chico lo tuviera, le gustaría
que estudiara el violín.

¿Quién puede juzgar si un niño de tres años tiene talento musical y aptitudes
culturales? Le dije al padre que el talento no es hereditario o innato, sino que ha de ser
desarrollado, pero no me entendió. ¡Cuántos padres así hay en el mundo!

Reflexionando sobre el joven que creció para ser la viva imagen de su padre, creo, en
general, que sólo tenemos que fijarnos en los padres para adivinar cómo serán los niños.

La esencial fuerza vital

El arco sale volando, la madre lo recoge…

Hay delegaciones de Educación del Talento por todo Japón. Cualquier niño puede
entrar sin necesidad de examen, por nuestra premisa de que el talento no es innato, que
cualquier niño adquiere habilidad a través de la experiencia y la repetición.

Por el bien de nuestros niños, eduquémosles desde la cuna para que tengan una
mente cabal, un alto sentido de los valores y una espléndida capacidad. En nuestro instituto,
utilizamos la práctica musical del violín para desarrollar estas cualidades en los niños.

Todos los profesores de Educación del Talento asimilan este curso. Junto a los padres,
no escatiman esfuerzos en orientar a los niños para que lleguen a ser seres humanos dignos.
El siguiente episodio tuvo lugar en nuestra academia de Nakatsugawa, provincia de
Gifu. Entre los muchos estudiantes, había una niña de seis años que había sufrido parálisis
infantil; no era capaz de controlar la parte derecha de su cuerpo, y tenía estrabismo en su ojo
derecho. Cuando tocaba “Brilla, brilla, estrellita,” justo cuando llegaba a las dos últimas notas
de la primera frase, su brazo derecho daba una sacudida violenta, que hacía que el arco se le
escapara de la mano.

El Sr. Yogo, el profesor, estaba muy desanimado y preocupado. Me habló del asunto y
me pidió consejo. Yo simplemente le di la siguiente respuesta: “Tanto profesor como padres
deben aceptar el hecho y seguir adelante.” El profesor, pacientemente, siguió con las
lecciones, y cada día la madre recogía el arco innumerables veces. Debió ser muy duro para
ella. Pero el gran amor y persistente entrega de madre y profesor terminaron venciendo. Pasó
el tiempo y la niña fue finalmente capaz de sostener el arco durante toda la pieza.

Medio año de empeño y persistente esfuerzo

En el relativamente corto espacio de seis meses la niña fue capaz de tocar “Brilla, brilla,
estrellita” de una sola vez. Gracias a la práctica diaria, recobró la fuerza en su brazo y se
asentó su capacidad.

La madre y el profesor vivieron juntos esta odisea de medio año. Lo que había parecido
algo imposible llegó a ser posible. Si hubieran abandonado desesperados, nunca hubiera
nacido esta capacidad. Una aptitud invisible, creciente, ayudó a que se desarrollara la nueva
capacidad hasta que definitivamente se hizo visible para todos. Cuando felicité a la madre por
el esfuerzo que había realizado, me dijo, “Yo pensaba, ¡si pudiera solamente aprender a tocar
un poco! Pero se le escapaba el arco tantas veces que me desanimaba, y pensaba que no
servía de nada. Gracias a usted, ahora puede tocar toda la pieza y controlar su mano. La niña
está muy contenta.” Afortunadamente, la niña siguió practicando, y su ojo derecho, antes
bizco, se fue colocando progresivamente en la posición correcta, a la vez que ganaba el
control de su parte derecha del cuerpo; gradualmente se podía mover con normalidad. De
esta forma, se recuperó de los efectos de su parálisis infantil y se encontró sana. Todo esto se
logró por medio de la terapia de su propio esfuerzo por tocar sólo una pieza musical, siempre
ayudada por la entrega de su madre y su profesor.
Koji se gana el cariño y respeto del mundo de la música

Era la primera vez, desde que la música occidental había llegado a Japón, que un
japonés conseguía un puesto como ese en Europa. Apenas parecía posible, pues conozco el
alto nivel de la orquesta berlinesa. Ser el representante de esta formación es el puesto más
importante. El primer concertino, un japonés – ¡Koji…!

Para ser capaz de ostentar este puesto uno debe poseer tres cosas: (1) un alto sentido
musical, (2) una actuación musical superior, (3) una gran personalidad. Uno tiene que estar
dotado de las tres a la vez. Un verdadero artista es aquella persona con sensaciones,
pensamientos y acciones buenas y bonitas. Este es el mensaje y petición que transmito a mis
alumnos. La humilde búsqueda del arte que realizó Koji según estas ideas le había permitido
ganarse el respeto de sus iguales.

Una carta reciente de otra miembro de esta orquesta, Hiroko Yamada, muestra el
cariño y respeto que se ha labrado Koji en el mundo de la música, y la importancia de su
puesto.

Koji, admirado por lo que es por todos los miembros de la formación, es, quizás, la
persona más modesta y atenta de la orquesta. Lo puedo decir porque le conozco muy bien.

Koji tocó por primera vez ante público cuando mis alumnos de violín actuaron en el
Nihon Seineka de Tokio. Toshiya Eto tenía entonces siete años. Aquella tarde interpretó el
concierto nº 1 para violín de Seitz, acompañado por la Tokio String Orchestra. Yoko Arimatsu,
con sólo cinco años, también tocó muy bien. Después de haber terminado se echó el violín a
los hombros y salió corriendo del escenario. Era una niña muy pequeña y tímida y todos
rompimos en carcajadas. Y después, con su violín de 1/16 en la mano y con tres años, salió a
actuar Koji. Tocó la “Humoresque” con su padre acompañándolo a la guitarra. Al día siguiente
había grandes fotos en los principales periódicos, y artículos con los titulares “Nace un genio”,
“Brillante”, “Maravilloso”, y cosas así. Antes del concierto yo le había dicho a los periodistas:
“El talento no es innato o heredado, sino que aprendido y practicado. Genio es un nombre
honorífico que se le da a aquellos que son educados y adiestrados para incrementar su
capacidad.” Había enfatizado en este punto y lo había repetido; por eso es molesto y triste
que no lo entendieran.

Bueno, esto sucedió hace unos treinta y cinco años.


Mis queridos amigos

Cuando emprendí en Nagoya la tarea de enseñar violín, el padre de Koji vivía en


Hamamatsu. A comienzos de 1930 nos trasladamos a Tokio. Poco después, el Sr. Toyoda se
mudó a Tokio con toda su familia, y el pequeño Koji estudiaba con interés en nuestra casa.
Que tocara el violín era resultado de las circunstancias. Que le gustara o le desagradara no es
la cuestión. Precisamente, todos los niños japoneses aprenden el idioma japonés, y lo hacen
irreflexivamente, no entra en discusión que les guste o no. Era exactamente lo mismo. Koji
creció escuchando grabaciones cada día. No le suponía ningún esfuerzo practicar realmente
bien. La buena práctica es esencial para conseguir buenos resultados; por eso tocó tan bien la
“Humoresque” con sólo tres años – no porque fuera un genio.

Cada vez más alumnos venían a casa para recibir lecciones, y esto era un auténtico
bullicio. Me daba un inmenso placer poder darle clases a los niños, y todos se convirtieron en
mis amigos.

No mucho después estalló la guerra. Me fui a la lejana Kiso-Fukushima a trabajar en


una fábrica maderera. Más tarde, me instalé en Matsumoto.

Mis amigos se convierten en buenas personas

Han pasado cerca de treinta años y todos mis antiguos alumnos-amigos son hoy
buenos adultos, lo que me llena de una profunda alegría.

Después de tal lapso de tiempo, no puedo recordar los nombres de todos los alumnos
de aquellos tiempos, pero enumeraré a algunos que me vienen a la mente.

Toshiya Eto – Profesor del Instituto Curtis


Yoko Arimatsu – Miembro de la Orquesta de la Escuela de Música de Bruselas
Takeshi Kobayashi – Miembro de la Orquesta de la Juillard School
Koji Toyoda – Primer concertino de la Orquesta Sinfónica de la Radio de Berlín
Hidetaro Suzuki – Concertino de la Orquesta Sinfónica de Quebec
Nejiko Suwa – Miembro de la Orquesta de la Escuela de Bruselas
Todos ellos fueron alumnos (también todos los demás) admitidos en Educación del
Talento sin pruebas preliminares.

Cualquier niño puede ser adiestrado, y hay una sola forma para ello

Es lo que afirmo, y que funciona se demuestra por los brillantes logros de los niños de
aquellas primeras clases. Toshiya, con once años, ganó el primer premio del Ministerio de
Educación en un concurso de un periódico. Se pedía el concierto en La menor de Bach. El
pequeño Koji, con siete años, lo tocaba maravillosamente. Yo quería que el jurado supiera
que un japonés de esa edad también podía alcanzar ese nivel y pasar la prueba. Para
hacerles entender con claridad que quería que Koji tocara les dije, “Caballeros, les ruego que
escuchen a Koji Toyoda tocar este concierto. No tienen por qué puntuarle.”

Koji, con siete años, ya había recibido la educación y entrenamiento para alcanzar ese
nivel.
Comienza el movimiento de Educación del Talento

El movimiento de Educación del Talento comenzó en 1945. Era el final de nuestro


periodo de tres años de vida en Kiso-Fukushima. En Matsumoto, entre los intelectuales, se
hablaba de la fundación de una escuela de música. Por casualidad, la señora Tamiki Mori,
una cantante que había enseñado conmigo en la Escuela Imperial de Música, había sido
evacuada a Matsumoto. Estaba interesada en la propuesta de la escuela, y me envió un
mensaje a Kiso-Fukushima pidiéndome que fuera a Matsumoto y le ayudara.

Le envié la siguiente respuesta: “No estoy interesado en hacer la labor de reparación


para la gente que ya toca. Ya lo hice bastante en Tokio. Lo que quiero es probar con la
educación infantil. He desarrollado un nuevo método que quiero enseñar a los niños – no para
sacar genios, sino que, a través del violín quiero mejorar la capacidad de los niños. He estado
investigando esto desde hace muchos años. Por esto, en el futuro quiero poner todo mi
esfuerzo en este tipo de educación. Si mi idea encuentra aprobación, ayudaré enseñando
según estas premisas.”

Poco después llegó la respuesta de que aceptaban mis propuestas y que necesitaban
ayuda. Y así fue como me fui a vivir a Matsumoto. Al principio iba y regresaba a las montañas
una vez a la semana. Pero no mucho más tarde me di cuenta de que no era suficiente. Mucha
gente me pedía que me mudara urgentemente a Matsumoto, y al final, lo hicimos. De esta
forma, comenzó nuestro movimiento de Educación del Talento en la Escuela de Música de
Matsumoto.
Pongo a prueba su capacidad

En otro capítulo de este libro pregunté: “¿Qué es el talento, capacidad?” Reitero, no


existe de nacimiento, sino que ha de ser creado. Aquí, con respecto a Koji Toyoda, quiero
contar la siguiente anécdota. Koji y Kenji (Kobayashi) – les llamábamos Ko-chan y Ken-chan –
eran muy buenos amigos. Ambos tenían unos quince años. Kenji vivía en Tokio. En cuanto
terminaban las clases cogía su violín y venía a Matsumoto de vacaciones. ¡Qué divertido era
no hacer nada! Un día, llegó una petición de la radio NHK de Matsumoto, para una actuación.
Pensé que era una buena oportunidad, y quise que tocaran el concierto para dos violines de
Vivaldi. Nunca antes lo habían interpretado. Decidí probar a los dos chicos para saber cuánto
podían recordar. Le di a la emisora el nombre de la música, pero no le dije ni a Koji ni a Kenji
nada hasta la mañana anterior a la actuación. Les llamé y les di la música, diciéndoles, “Esta
música tiene que ser tocada mañana a la una del mediodía en un programa de radio. Es
bastante precipitado, pero será un buen ejercicio para vosotros. Deberíais empezar a practicar
ya mismo.” Ambos se sorprendieron, y dijeron, “Esto es horrible”, y cosas así, pero cogieron
sus respectivas partituras y corrieron alegres a su habitación. En unos instantes pude oír la
melodía del concierto para dos violines. Cuando, después de una hora y media, pensaba que
debía llamar su atención sobre ciertos puntos en la expresión musical y subí a su cuarto,
ambos tocaban el primer movimiento sin leer las notas. Era, simplemente, sorprendente.

A la emisora de radio sin partituras

Les dejé practicando, y seguí con mis recados. Cuando nos reunimos para cenar, dije,
“Bueno, ¿cómo lo lleváis?”

“Bien, señor, hoy nos sorprendió realmente usted. Es una música preciosa, ¿verdad?”

Aunque me acusaron de haberles metido prisa, parecía que disfrutaban y no mostraban


síntoma alguno de ansiedad o de que les resultara difícil. Antes de ir a la emisora al día
siguiente, quería oír su interpretación. Ambos llevaban sus partituras, las cogí y dejé sobre la
mesa, y después, escuché cómo lo tocaban. (Siempre ha sido nuestra costumbre que los
niños le den a sus profesores las partituras antes de tocar.) Cuando terminaron, dije, “Lo
tocasteis muy bien. Vuestra afinación e interpretación musical es muy buena. Ahora, tocadlo
allí así de bien. Lo escucharé aquí.” Salieron a coger el coche que les esperaba con la moral
muy alta. Por supuesto, se habían dejado las partituras en la mesa.
Como señalo más adelante en este libro, pongo especial interés en el ejercicio de la
memoria. Mis alumnos deben saberse la música por puro instinto, y no seguir las notas
escritas. Estos dos chicos lo habían aprendido desde su niñez; no se les ocurría llevar consigo
la música.

Llega el momento de asegurarle a Koji el mejor profesor

La capacidad crece a medida que es ejercitada…

Cuando se marcharon, reflexioné de nuevo en esto: “Fue sólo ayer que les di el
concierto. No lo conocían, y hoy tocaron todos los movimientos perfectamente memorizados y
sin ninguna sensación de inseguridad o aprensión.” Mi prueba se había completado.

El programa resultó una actuación maravillosa. Lo escuchamos todos en familia, y


estábamos rebosantes de emoción. Ahora, ambos son excelentes músicos. Me pregunto si
siguen pensando en este episodio.

Naturalmente, ambos habían sido aceptados en Educación del Talento sin prueba
alguna, y después se les había enseñado. Como dije antes, no considero que el talento sea
una posibilidad únicamente para personas excepcionales. Todo el mundo educado de esta
manera está adiestrado para demostrar su talento y tiene el potencial para ello. Koji y Kenji
son, simplemente, dos ejemplos.
Koji se gradúa en medio año en el Conservatorio de París

Medio año después se celebraron exámenes de graduación en el Conservatorio de


París. Koji se graduó en el Conservatorio en el sorprendente periodo de sólo seis meses.
Cualquiera se congratularía por obtener el título en una escuela tan prestigiosa; en el caso de
Koji, no era tanta la alegría de recibir el diploma como de poder convertirse en alumno del
profesor Enesco, después de su encuentro medio año antes. Durante los dos años siguientes,
hasta el fallecimiento del maestro, Koji recibió sus enseñanzas. Sólo es posible imaginar
cuántas cosas valiosas y grandes aprendió Koji.

Koji ya había crecido cuando perdió al profesor Enesco, y por eso, era capaz ya de
escoger por sí mismo a un nuevo maestro. Su elección fue Arthur Grumiaux, profesor del Real
Conservatorio de Bruselas, quien también ofrecía conciertos y recitales, grababa discos y,
quizás, era el violinista más distinguido de Europa en aquella época. Cuando Koji escuchó un
concierto de Grumiaux decidió que le quería como profesor.

Koji se convirtió en el principal alumno de Grumiaux. El profesor tenía una estrecha


relación con dos personas, y ambas eran japoneses. Ambos estudiaron conmigo de
pequeños. Uno, es innecesario decirlo, era Koji Toyoda; la otra, que también llegó a ser
alumna de Grumiaux, era Tomiko Shida, y que ganó el Concurso Internacional de Música de
Munich en 1963.

En 1964, cuando Grumiaux y su mujer vinieron a Japón invitados por el Festival


Internacional de Osaka, visitaron Matsumoto, donde pude conocer al profesor extranjero de
mis antiguos alumnos. Su concierto resultó maravillosamente artístico.

Conocer a tal personalidad era una verdadera fortuna – una persona de gran corazón
con un espíritu noble, una gran humanidad, sencillez y naturalidad – Yo era muy feliz por Koji
y Tomiko, y me sentía seguro al saber que estaban bajo su tutela. Tomiko Shida tocaba
estupendamente antes de marcharse, y me agradaba que hubiera encontrado un profesor que
pudiera pulir su técnica aún más.

Es absolutamente indispensable poseer pureza de pensamiento para alcanzar un alto


sentido artístico y musical. En 1960 sucedió esto con Tomiko Shida.
Simplemente toca por el espíritu de Chausson

Acudieron cerca de mil personas, procedentes de todas las regiones de Japón –


alumnos y sus madres – al curso de verano de Educación del Talento de Matsumoto.

Antes de ir a Europa, Tomiko tenía que tocar el “Poema” de Chausson (1865-1899).


Poco antes de la actuación, me dijo, “profesor, es muy difícil, tengo miedo.”

Le dije, “¿De qué tienes miedo? No tocas esta hermosa pieza para el público. No le
estás demostrando tu habilidad. Deja de pensar así. Si cometes un error, simplemente pasa a
la siguiente frase. Esta noche tocas por el espíritu de Chausson. Esta poesía maravillosa,
sentimiento, inspiración – tócala armonizándola con la tuya, entonces no tendrás nada que
temer. Sólo piensa que más allá de Chausson y tú no hay nadie en el mundo.”

Aquella noche tocó maravillosamente. Me brotaron las lágrimas cuando subí al


escenario a darle la mano. Después se convirtió en una orgullosa discípula de Grumiaux.

No tiene sentido lamentar la falta de talento

Pasé la mayoría de los años de mi veintena estudiando en Berlín. Al llegar a Alemania,


busqué al mejor profesor de violín y encontré a Karl Klingler. El profesor me ponía como tarea
música difícil. Estudiaba cinco horas al día, pero por mucho que practicara, parecía que un
enorme muro se interpusiera en mis avances. Así, continué muchos días, muchos meses. No
progresaba nada. Comencé a resignarme. “No hay esperanza, no tengo talento.”

Además, acudía a conciertos de grandes músicos que sólo me provocaban mayor


descorazonamiento. Escuchar a la Orquesta Filarmónica de Berlín, repleta de tantos
excelentes intérpretes, me afectó negativamente, y me hizo sentir más miserable y
desamparado. “¡Qué pena! Sin talento, practicando tan duro, cada día – de nada sirve,” me
decía a mí mismo. Sentía que no tenía habilidad alguna, me quería morir. Esta clase de
sentimiento afecta más o menos a todos los jóvenes, especialmente a aquellos que se inician
en el mundo del arte. Ver el gran trabajo y talento de los predecesores y compararlo con su
propia aptitud, además de oír que el talento es innato, todo esto puede llenar a un joven de
melancolía y desesperación.
Aunque uno piense que tiene poco talento, al menos, debe intentarlo

Muchos jóvenes que dudan de su talento pueden llegar a plantearse el suicidio. Pero,
en vez de mostrarse disgustados, sin esperanza, deberían empezar diciendo, “El talento no es
innato, tiene que ser creado.” Si uno lo sabe, puede alentar la esperanza, aunque el camino
sea duro y agotador. El esfuerzo siempre es beneficioso cuando tengas claro que tiene una
meta definida.

En la época que dejé Japón, no era mi objetivo llegar a ser intérprete. Fascinado por la
música, quería aprender el secreto de este arte tan humano. ¿Qué es el arte? Lo quería
saber. Desesperado y desilusionado por mi falta de capacidad para tocar, el orgullo me
espoleó en pos del secreto del arte. Y esto me curó la desesperación. Aunque no tuviera
talento, y que mi progreso fuera lento, me determiné a avanzar paso a paso hacia mi meta de
llegar a ser un ser humano completo, redondo. No me apresuraba, pero tampoco descansaba.
No cejaba en mi empeño. Y esto me dio paz, algo por lo que seguir viviendo.

Aprendo lo estúpido de lamentar la falta de talento

Mi devoción por el arte me ayudó a desarrollar y educar mi propio potencial. “No tengo
talento - ¡Cuánta tristeza y desesperación produce esta creencia sin sentido!” Durante años,
todo el mundo ha sucumbido a esta falsa idea, que realmente sólo es una excusa para evitar
el esfuerzo. Tras mucho estudio durante largo tiempo, aprendí por fin que el hombre es
producto de su circunstancia. Si hubiera sabido antes que la capacidad puede ser
desarrollada por medio de la práctica, hubiera seguido mucho antes el camino adecuado.

Todos los niños pueden ser educados; sólo es cuestión del método educativo.
Cualquiera puede aprender por sí mismo; sólo es cuestión de utilizar el mejor modo de
rentabilizar el esfuerzo.

Rendirse a la idea de no tener talento y renunciar al esfuerzo es cobardía

La mala práctica produce mala aptitud. La gente puede realizar cada mínimo esfuerzo,
aunque sea difícil, para acumular y construir una mayor habilidad. Esto es lo que quiero que
se quede grabado en su mente.
Bueno, entonces, ¿cuál es el esfuerzo bien realizado? Lo explicaré más adelante.
Ahora, sólo quiero que recuerde una cosa – repetición. Después de haber aprendido algo,
debe ser definido perfectamente por medio de la repetición, una y otra vez.

La ciencia no pretende explicar lo que no se comprende. La gente que sabe algo de


ciencia no debería expresar opiniones como la del “talento innato”, con relación a la capacidad
humana. ¿Qué sabe la ciencia sobre el potencial humano cuando se nace? Hay que desechar
las supersticiones acerca del adiestramiento del talento. No se puede razonar si uno tiene
aptitud o no. Abandone estas ideas y utilice su propio potencial para desarrollar el talento.

Vea los hechos: la torpeza es el resultado de una educación equivocada

Cuando enseñaba en la Escuela de Música Imperial, una de mis alumnas me dijo,


“Profesor, soy muy torpe, y mis dedos no se moverán con rapidez.”

“¿Torpe? ¿Quién dijo eso?” Le pregunté. Entonces, se produjo este diálogo.

“Yo lo creo.”

“Entonces, te juzgaste erróneamente. Te equivocaste al llamarte incapaz. Es lo mismo


que si pisaras el pedal del freno y te quejaras de que el coche no anda.”

“Pero mis dedos no se mueven lo suficientemente rápido.”

“¿Te golpeaste o tienes alguna lesión?”

“No.”

“Pon tu mano izquierda sobre la mesa. Bien. Ahora, intenta, conmigo, mover el primer
dedo, como si tocaras el piano. ¿Qué dedo se mueve más rápido?… Ahí, ¿no se mueve
rápido? Ya ves, no le pasa nada a tus dedos. Simplemente, tu cabeza y tus dedos no
funcionan a la vez. Si no están coordinados, de nada sirve que practiques. Se puede decir que
tu forma de estudiar no ha sido nada buena.”

“¿Qué puedo hacer?”


“Cuando tenía tu edad, también estudiaba con vehemencia de una manera totalmente
errónea. No había nadie que me lo dijera. Ahora, intenta esto: a partir de hoy mismo, pon tus
dedos despacio y cuidadosamente en la posición que quieres hacer rápidamente. Repítelo
continuamente durante tres días. Al cuarto día hazlo un poco más rápido sigue así dos días
más. Al sexto, serás capaz de hacerlo rápidamente sin dificultad.”

Estudió de la manera que le indiqué, y en la siguiente clase sus dedos se movían con
velocidad y destreza y no hubo ningún problema.
Hiroko-Chan – Muy lenta en todo

Comencé a practicar el violín cuando tenía diecisiete años. Mi dedo meñique era
completamente inútil, pues, por supuesto, durante los diecisiete anteriores años no había sido
preparado para tocar el violín. Quería moverlo adecuadamente, pero no podía. Quería que mi
meñique, por lo menos, alcanzara la habilidad del resto de los dedos, y practiqué diariamente
durante años. Aún hoy, después de más de cuarenta años, no ha conseguido la capacidad y
expresividad de los otros dedos. Lo que no es adiestrado cuando estamos creciendo, luego
genera dolor y pena. Esto se hace evidente cuando enseño a niños de cuatro o cinco años.
Sus meñiques están entrenados desde el principio a la par que el resto, y les envidio cuando
veo que pueden ser adiestrados para alcanzar esa facilidad y habilidad. Sentido, sentimiento y
capacidad pueden ser también educados con tiempo y práctica.

Hiroko era una niña de seis años. Criada en una remota región de Manchuria, fue
repatriada después de la guerra. Su abuela escuchó uno de mis discursos y la llevó a la
Escuela de Música de Matsumoto. Hiroko, educada en la agreste Manchuria, era mucho más
que lenta en sus movimientos. Todo lo hacía con lentitud y no podía alcanzar el nivel del resto
de los niños. Me preocupaba mucho y emplee esta táctica:

En la segunda planta de la escuela alinee a Hiroko con el grupo de niños de su misma


edad y les di a cada uno un número. Después, de pie ante ellos, hice una llamada a la
atención, “A ver, todos. Cuando diga uno, dos, tres, poned vuestra mano derecha encima de
vuestra cabeza tan rápido como podáis – al oír el tres, recordad, no antes ni después.” Esta
práctica es necesaria para tocar bien el violín. Los niños disfrutan mucho con este juego.
Antes de un ensayo, hago que jueguen para desentumecerles, y, sin cometer fallos, van
mejorando al tiempo que disfrutan y ríen. Pero Hiroko seguía siendo muy lenta a la hora de
poner su mano sobre la cabeza. Le costaba su tiempo, como si éste no existiera. Más que
hacer que tocara el violín, lo que yo quería era cambiar su velocidad de movimientos.
Continué el juego con todos los niños. Al final, Hiroko pudo tocar bien el violín, y se esforzaba
por moverse con vivacidad. En los doce o trece años siguientes demostró un cambio
sorprendente. Se hizo activa y presta, y adquirió un enorme repertorio musical. Hoy, Hiroko
Yamada es la única japonesa de la Orquesta de la Radio de Berlín.

El esfuerzo de diez años puede convertir la inferioridad en un talento superior


Los defectos o puntos débiles de los niños suelen ser adscritos a la “personalidad” o a
la “naturaleza” y así se dejan. Pero por medio de la práctica, lo opuesto – los puntos fuertes –
pueden ser desarrollados en un programa de diez años. Creo que si el niño realmente pone
interés, cualquiera puede cultivar su habilidad en diez años. Incluso, en un año, ciertos
defectos pueden devenir en virtudes sólo si nos empeñamos lo suficiente. Continuando
durante diez años, hasta podemos llegar a obtener resultados sorprendentes. Así, en nuestra
vida podemos mostrar una gran actividad, si se desarrolla un adiestramiento adecuado.

Todos tenemos defectos. El más común es la tendencia a decir “Haré esto o lo otro”, y
después, no lo hacemos de inmediato. Esta costumbre de falta de decisión influirá en el
destino de una persona durante su existencia. Desarrollar una capacidad depende de la
acción y de la concentración para hacer las cosas.

Repetir una acción durante sólo tres o cuatro días no es suficiente para que suceda
ningún cambio – y ningún éxito. Esto es por lo que sólo pensar “Quiero hacer esto” y no
adquirir el hábito de hacerlo continuadamente no trae consigo nada.

Nuestros defectos no tienen límite. Hasta que nos morimos, debemos invertir el tiempo
en cambiar nuestras debilidades en méritos. Hacerlo puede resultar agradable e interesante.
Podemos convertirnos en el caballo que sale rezagado y que después remonta y llega primero
a la meta; es la misma alegría.

La capacidad de saltar muy alto del Ninjutsu – una lección que aprender

Quiero seguir hablando de cómo cultivar la capacidad de uno mismo.

Una vez leí un libro que decía cómo se enseñaba el Ninjutsu para saltar muy alto. Uno
de sus métodos era : “planta una semilla de cáñamo y salta por encima de ella cada día”. La
forma de conseguir una mayor capacidad es concentrarse en ello y convertirlo en una
devoción.

El cáñamo crece rápido. Si una persona lo ve cada día no lo percibe, pero el


crecimiento del cáñamo no se detiene y cada hora va avanzando sin retroceder. Al saltar por
encima de la planta cada día va creciendo la habilidad de saltar cada vez más alto, al tiempo
que el cáñamo. Un mes o dos después, alguien que no la hubiese visto diría que la planta ha
crecido de forma repentina y sorprendente. Si en este periodo de tiempo no se ha entrenado
la capacidad de saltar y se desea hacerlo por encima del cáñamo, se verá que es imposible.
Pero si se ha practicado insistentemente a la vez que crecía la planta, se verá muy natural
poder saltarla.

La razón por la que hablamos con fluidez en japonés es que lo usamos diariamente; es
lo mismo que saltar por encima del cáñamo cada día, una vez que brota. Es cuestión de “se
hace fácil con la práctica.” Simplemente, tenemos que adiestrar y educar nuestro potencial, es
decir, hacerlo una y otra vez, hasta que salga de forma natural, sencilla y fácil.

Este es el secreto.

Observa tu mano derecha

La habilidad no surge sin entrenarla. Tenemos que educarla nosotros mismos. Todos tenemos
que adiestrarla por nosotros mismos. Deje de lamentar la falta de talento y, en cambio,
desarróllelo.

Para los diestros, la mano izquierda es inferior a la derecha. Esta es la única razón por
la que la mano izquierda ha sido relativamente inútil. Las dos manos serían lo mismo si las
hubiéramos adiestrado de la misma manera desde el principio; de otro modo parecerán
distintas. Sucede lo mismo con la capacidad humana. No intentar educar el talento pensando
que de nacimiento o por propensión no se tiene ninguno, es algo absurdo. Si ejercitara cada
día una acción específica, su energía se desarrollaría, sus sentidos se educarían, su
capacidad aumentaría. Observe su mano derecha. Supera a su izquierda porque usted mismo
lo hizo así. Cuando nació, su mano izquierda no era inferior; estaban igualadas en aptitud – ¡y
vea cuánto han cambiado! Igualmente, tampoco nacimos con toda aquella facultad que
poseemos, sino que la hemos desarrollado por medio de la práctica. La capacidad es algo que
generamos nosotros mismos.

Su mano derecha lo sabe. ¿Por qué esta mano tiene esta habilidad extraordinaria?
Repetición. También las personas pueden desarrollar un talento superior con el mismo
método – repetición. Dejar de practicar tan pronto como hemos logrado hacer algo no significa
que lo hayamos asimilado realmente. Se debe seguir practicando hasta que salga con
naturalidad y facilidad. Cuanto más se practica, uno va siendo mejor. El talento nace de esta
manera. Lejos de ser inferior a la mano derecha, la izquierda desplegaría la misma aptitud si
continuáramos utilizándola de la misma forma.
La belleza de la repetición seria y con ganas

Ocupe su tiempo en mejorar. Pensar que ha nacido con una habilidad que se desarrolla
por si sola es un error. Si alguna particularidad le es fácil, demuestra que ha prosperado por
medio de la práctica hasta un punto en el que se ha convertido en parte de usted. “Llegar a
ser una parte de ti” quiere decir que tu propósito ha sido logrado por el trabajo y la repetición
hasta que la aptitud se ha arraigado en tu consciencia.

Aprendí que, mediante la autodisciplina durante mis estudios en Alemania, cuando


deseaba hacerlo mejor y alcanzar la satisfacción personal, me estaba enfrentando a mi propia
incapacidad para tocar. Creo que darse cuenta de esto es muy importante, no sólo para los
jóvenes, sino también para los mayores. Ahora bien, trate siempre de no olvidarlo. Por
ejemplo, recientemente escribí, “La música tiene un alma sin forma” en mil quinientos shikishi
(cartulinas cuadrada u oblongas envueltas en seda) utilizadas para escribir poemas japoneses
waka. Le di uno a cada pequeño graduado en el concierto anual de marzo. Mucha gente dijo
que era una labor terrible. Tengo que levantarme muy temprano cada mañana para poder
hacerlo además de mi otro trabajo, pero lejos de encontrarlo terrible, disfruto con ello y deseo
realizar una grafía especialmente bonita. Afilo la sumi (pluma de tinta china) y escribo las
palabras en cada hoja. No soy calígrafo, ni siquiera intento mejorar mi escritura con cada
shikishi, y cada simple folio me proporciona más confianza. Trabajo con vigor, y se convierte
en una caligrafía espléndida, aunque a mi manera. Ninguna hoja es igual al resto. No puedo
expresar cuánta satisfacción me brinda esta tarea y lo maravillosa que es la repetición.

Desarrollar notabilidad mediante la repetición

Mi autodisciplina ha llegado a ser, en otras palabras, el método de Educación del


Talento. Mis erróneos esfuerzos del pasado han sido desterrados. En su lugar hay un sistema
correcto y bien fundado. En la mayoría de los casos, si alguien es capaz de tocar una pieza
musical, a ésta le sucederán con rapidez otras – esta, esta otra también, y muchas más. Pero
simplemente “tocar de pasada” muchas obras no es buena práctica si no hay pieza alguna
interpretada de forma realmente excelente. El mero hecho de poder decir “Sé tocar estas
piezas” es, de hecho, insuficiente, ya que no da como resultado el progreso del sentido
musical, la buena interpretación.
Este principio no sólo se aplica a la música, también a las demás facultades. Es
fundamental desarrollar la aptitud embrionaria hasta el punto más alto posible. Aprender una
cosa, luego, practicarla, y, después pulirla cada día durante, quizás tres meses. Si está
aprendiendo a tocar un instrumento durante este periodo, escuche las grabaciones de los
mejores intérpretes del mundo. Pronto mejorará, tocando cada vez más notablemente, hasta
que nazca un nivel nuevo, más alto. Por entonces ya no se tratará sólo de técnica, también de
la posesión del espíritu y el corazón para la música.

Cuando se toca el violín, terminar una frase es la actitud espiritual de la música; es una
importante cuestión de tiempo. Aunque la pieza haya terminado, la música no lo ha hecho
(durante un cierto instante.) Bach, por ejemplo, solía escribir con tinta Fermate en sus
partituras en el siglo XVIII. El recogimiento de las oraciones, de rodillas, en silencio, es como
este importante momento. Una persona que haya alcanzado este grado poseerá corazón y
mente nobles, además de sentido artístico, y se elevará muy por encima del resto.

No se precipite, pero tampoco se detenga; la paciencia es una prerrogativa para


lograrlo

La capacidad es algo que tenemos que generar (o elaborar) nosotros mismos. Esto significa
repetir y repetir una acción hasta que se convierta en parte de nosotros. Es fácil decirlo, pero
hay que tener energía para hacerlo – aquí reside el problema. Hay mucha gente que decide
que ya ha logrado esta u otra cosa, pero no alcanza plenamente sus intenciones. Empiezan,
quizás, pero luego no siguen realmente, y no ponen el suficiente ánimo en su esfuerzo,
dejando las cosas a medio hacer. De hecho, ¿no es esta la experiencia de mucha, mucha
gente? Sólo unos pocos siguen adelante con su propósito y lo consiguen. Cualquiera que sea
la tarea, la forma de tener éxito es, después de todo, mantener firmemente las intenciones
hasta el final. Todos somos capaces de hacerlo; sólo depende de la voluntad de cada uno.

El logro es producto de fuerza y paciencia, que tienen que ser ejercitadas como el resto
de las habilidades y tenemos que crecer con esta idea en mente. De otra manera, ¿cómo
podemos trabajar bien? Nosotros mismos tenemos que ser conscientes de este hecho. Desde
el principio, la fortaleza y la paciencia deciden el destino de una persona. ¿Por qué? Si
resistimos y continuamos dedicando nuestras energías a alcanzar una meta, se desarrollará la
paciencia necesaria; así, nuestra capacidad de éxito crecerá sin parar. Esta habilidad obtenida
nos ayudará a que nuestra tarea sea más fácil, a la vez que se conforme nuestro ímpetu y
perseverancia.
El kan también tiene que ser adiestrado

La práctica de lanzamiento de piedras durante mi infancia había demostrado, de esta


forma, su utilidad en Chishima. Para mi sorpresa, el kan funcionó por sí mismo,
espontáneamente. La intuición es la seguridad esperando en lo profundo de las experiencias
racionales, y funciona instantáneamente cuando se le necesita. Sin la práctica, la intuición
(como el resto de las habilidades) no puede crecer. Es una creencia popular pero engañosa el
que las personas nacen con intuición. Si, en cambio, alguien muestra un alto nivel de intuición
inesperado, o sexto sentido, significa que todo lo que ha exhibido ha sido adiestrado
previamente, sin tener que tratarse de algo importante, excepto en casos de repentina
necesidad. Para fomentar la intuición – el kan – no hay otra manera que educándolo. Hay una
diferencia positiva en el estado de kan entre una persona entrenada desde la infancia a una
que no lo ha sido. Mientras que una necesita quinientos momentos de práctica, la otra
necesita cinco mil para obtener los mismos resultados. Atendiendo a esto, la gente habla de la
existencia de la intuición innata, y piensan que algunos carecen de habilidad. Puede que se
nos engañe, a menos que regresemos al mismísimo día de nuestro nacimiento para investigar
nuestra historia personal – averiguar el origen del actual nivel de capacidad. Por eso, lo más
importante es, retomando el primer asunto, ubicarse en el mejor entorno desde la cuna,
adiestrarse de la mejor forma, y nunca olvidar que aunque falle quinientas veces puede
lograrlo tras cinco mil.

El kan crecerá. Yo no era experto en lanzamiento de piedras por naturaleza. Ahora no


pinto a mi propia manera. De hecho, practiqué la caligrafía durante sesenta años. Escribir y
pintar no sólo es un disfrute personal, sino también para los demás. Se ha convertido en un
recurso más de mi Movimiento de Educación del Talento, aunque mis cuadros no demuestran
una gran habilidad. Además, soy capaz de describir las características de la actuación de una
persona, su buena o mala postura, su forma de sostener el arco, la altura del codo – todo, tan
sólo escuchando el sonido de lo que toca. Cada año, de diciembre a febrero, me son enviadas
cintas de unos mil quinientos alumnos de nuestra asociación. Estas cintas llegan a mí de todo
el país para el concierto de graduación. Escuchando cada una, apunto mis consejos para
ellos, incluyendo la postura, los dedos, movimientos de arco, y todo lo demás. La gente se
pregunta cómo puedo “verlo” todo. Es el resultado de treinta años de afanosa práctica, la
habilidad del kan.

Caigo enfermo
Se aproximaba el fin de 1945, y decidí irme de Kiso-Fukushima a Matsumoto para
iniciar Educación del Talento en la Escuela de Música.

Aunque la guerra había terminado, Japón estaba muy empobrecido y el dinero de todos
estaba congelado. El número de personas a las que se les permitía desplazarse era muy
pequeño. Cuando, por fin, mi mujer pudo ir a Matsumoto a verme, después de nueve horribles
horas de viaje, de pie, en un tren atestado y lleno de humo, me dijo que había tenido una
suerte increíble: le habían ofrecido la oportunidad de trabajar para la Cruz Roja en Yokohama,
donde las fuerzas de ocupación habían establecido su cuartel general. No me gustaba la idea
de que trabajara o de nuestra continua separación, pero en aquellas circunstancias, parecía
inevitable.

Desde los veinte años tenía el estómago delicado, y mi situación era muy mala al final
de la guerra. Para recuperarme, alquilé una habitación en Asama Spa, un barrio de
Matsumoto, y me fui a vivir allí solo. Tener que cocinar para mí era un verdadero fastidio.
Desde el primer momento mi salud fue empeorando. Incluso ahora, si nadie se preocupa por
mis comidas, no como nada durante todo el día, pero, afortunadamente, mi mujer cuida de mi
correcta nutrición. Por entonces, dado que ella no podía estar conmigo, me preparaba un
caldero de sopa, cocía en él arroz (o-mochi), y me lo comía. Utilizaba los restos para volver a
cocer arroz y así lo hacía para las tres comidas de cada día, hasta que mi salud empeoró aún
más. Finalmente, desesperado, mandé buscar a mi hermana a Kiso-Fukushima.

Cuando mi mujer, en su siguiente visita, me encontró en este estado, se llevó un gran


disgusto y quiso dejar su trabajo inmediatamente para quedarse conmigo, pero mi hermana
prometió quedarse y cuidarme, y le pidió a mi mujer que siguiera trabajando en la Cruz Roja,
ya que podríamos morir todos de hambre, porque Waltraud era la única que ganaba dinero.
Aceptó a regañadientes, pero insistió en visitarme siempre que le fuera posible, aunque el
viaje fuera complicado y le robara tanta energía y tiempo.

El diagnóstico del doctor no fue cáncer, o úlcera, sino un caso de atonía estomacal. El
daño considerable que mi inactividad digestiva había provocado pérdida de percepción, tanto
física como mental.

Un día del gélido invierno de Shinishu, sin saber qué hacía, me arrastré fuera del
kotatsu (brasero de carbón para calentar manos y pies que se pone bajo una mesilla cubierta
por una colcha), llegué hasta una esquina de la habitación, pegué la cabeza a la pared, y,
simplemente, me puse a gemir. Mi hermana se impresionó al verme así, y apenas supo qué
hacer. Por lo menos tenía la suficiente fuerza como para arrastrarme. Tras aquello, pasé un
largo periodo de convalecencia en cama; no podía levantarme.

Un día, la Srta. Misako Koike, profesora de piano en la Escuela de Música, vino a


visitarme. Conmocionada al ver mi estado, llamó inmediatamente a la Sra. Uehara,
especialista en medicina china. “Esta extrema debilidad no puede continuar,” dijo la Sra.
Uehara. “Diez días más y hubiera sido demasiado tarde. Sin embargo, sólo se trata del
estómago y los intestinos; por lo demás, no le pasa nada… Bien, comenzaré con el
tratamiento.”

Sanado por una excelente doctora naturalista

La Sra. Uehara me recetó arroz entero al vapor y verduras en escabeche, al contrario


de lo recomendado por el médico, que quería que sólo comiese pasta de arroz o sopa
occidental. Desfallecido como me hallaba, creí en el tratamiento de la Sra. Ueara y lo seguí,
pues me estaba enfrentando a la muerte. Para mi sorpresa, esta dieta activó mi estómago.
Una semana después, pude levantarme; en menos de un mes era capaz de salir de casa
andando muy despacio.

Así, cuando estaba a las puertas de la muerte, exhausto mentalmente, la Srta. Koike
me presentó a esta excelente mujer, la Sra. Uehara; recuperé mi salud y energías y sigo vivo
para contarlo.

Previamente, durante mi convalecencia en Okitsu, había reanudado mi relación con el


marqués de Tokugawa, lo que había provocado en mí un gran cambio: de trabajador de cuello
blanco al mundo de la música. Durante ese segundo periodo de rehabilitación inventé un
nuevo sistema de cálculo, no sólo para multiplicaciones, sino también para divisiones, sumas
y restas. Pensé, “Si me pongo bien, esto será algo que pueda aplicar en mi plan de Educación
del Talento,” la escuela de Primaria Hongo probó mi sistema de aritmética en los años
cincuenta, y ahora es parte del programa en muchos colegios de Primaria japoneses, como
los de Aichi-Ken, siempre con el examen y la aprobación del Ministerio de Educación.

Un día, el sistema de Educación del Talento, fundamentado en la forma en que


aprendemos nuestra lengua materna, cambiará completamente el sentido de la educación.
Nadie se quedará rezagado; y por cimentarse en el amor, generará sinceridad, disfrute, y
belleza en la personalidad de los niños. Por lo menos, les educará durante los nueve años de
su periodo de escuela Primaria para que sean de corazón amable y disfruten haciendo el bien
a los demás.

“La voz de la conciencia es la voz de Dios”

Era el pequeño Diario de Tolstoi. Por casualidad lo saqué del estante y abrí sus
páginas aleatoriamente. Mis ojos se posaron en estas palabras: “Defraudarse uno mismo es
peor que defraudar a los demás.” Esta tremenda frase me llegó al corazón. Fue un verdadero
golpe. Empecé a temblar de miedo y apenas pude controlarme. Compré el librito y regresé a
casa rápidamente. Lo devoré. Lo leí y releí tanto que al final se hizo parte de mí. ¡Qué hombre
tan maravilloso debía haber sido Tolstoi! Mi admiración por él me llevó a sumergirme en todos
sus escritos. Tolstoi me proporcionaba el apoyo vital con el que alimentaba mi alma. Su Diario
estaba siempre a mi lado. Allá donde fuese lo llevaba conmigo. Años después, cuando tenía
veintitrés, me fui a Alemania a estudiar, y el libro viajó en mi bolsillo. Tolstoi decía que no se
debe defraudar uno mismo, y que la voz de la conciencia es la voz de Dios. Decidí vivir con
arreglo a estas ideas.

Trabajar, leer y jugar con niños

Me imbuí tanto, que únicamente estudiaba lo justo para no suspender los exámenes.
Estaba fascinado por las obras que indagaban en el sentido de la vida, como los ensayos de
Bacon y tratados de filosofía occidental. Y fue Tolstoi, probablemente, quien me inició en todo
esto. Estudié atentamente los escritos del sacerdote Dogen, titulados Shushogi, que
comienzan: “Es el gran Buda Karma quien ilumina la vida y alumbra la muerte…” Pasaba
largo tiempo leyendo tales libros y trabajando hasta sudar con los obreros de la fábrica; mi
mayor diversión era jugar con los niños del vecindario.

Más tarde, dejé la “conciencia” de Tolstoi para seguir los pasos de la música de Mozart
– la creencia en que es la propia fuerza vital la que fundamenta al ser humano, pero creo que
esta forma de pensar se manifestó en mí cuando tenía diecisiete años. La imagen de los niños
en crecimiento, que son la esencia de la alegría de vivir, se asentó por entonces en mi
pensamiento. Así sucedió todo.

El origen de Educación del talento


Jugaba mucho con los niños en aquellos días. Los niños del barrio acudían corriendo
nada más verme llegar a casa desde lejos. Solía cogerles de la mano e ir a mi casa, donde
todos jugaban felices con mis hermanas y hermanos menores. Sencillamente, me gustaban
los niños, nada más. Y, sobre todo, tenía la influencia de Tolstoi; había aprendido a darme
cuenta del valor de los niños de cuatro o cinco años, y quería ser como uno de ellos.

No tienen ningún pensamiento de decepción consigo mismo.

Confían en la gente y no dudan en absoluto.

Sólo saben cómo amar y no cómo odiar.

Aman la justicia y cumplen escrupulosamente las normas.

Buscan el disfrute, viven alegremente, y están llenos de vitalidad.

No conocen el miedo y viven con seguridad.

Jugaba con los niños de tal forma que aprendía de ellos. Siempre quise tener la
humildad de un niño. Una auténtica revolución estaba teniendo lugar en mí. Fue entonces
cuando brotó la semilla del movimiento Educación del Talento, que iba a ser la obra de mi
vida.

La mayoría de esos maravillosos niños se convertirían en adultos llenos de suspicacia,


falsedad, deshonestidad, injusticia, odio, miseria, oscuridad. ¿Por qué? ¿Por qué no podían
crecer manteniendo la pureza de sus almas? Debe haber un fallo en la educación. Fue
cuando empecé a seguir esta línea de pensamiento.
La música, el lenguaje de la vida

Uno se debe someter a las exigencias de la vida – pero, ¿qué es exactamente la vida?
La vida que intentamos vivir siempre es una búsqueda de felicidad. Muy pocas personas
buscan sabiduría. Los niños, en su simplicidad, buscan lo verdadero, lo bueno, lo bello, lo que
se fundamenta en el cariño. Pienso que esto es “la verdadera naturaleza de los hombres”
como definió Gautama Buda. Mozart, cuya música me enseñó que el amor y regocijo sinceros
vencen a la miseria, también debió haberlo creído. Y fue Thibaud quien me enseñó que
nuestra fuerza vital es lo más importante que poseemos.

Cuando la especie humana concibió la cultura: hablar y escribir, también creó la cultura
sublime llamada música. Es un idioma que va más allá de discursos y cartas – un arte vivo
casi místico. Aquí es donde entra en juego su impacto emocional. Bach, Mozart, Beethoven –
sin excepción, viven clara y palpablemente en su música, y nos hablan intensamente,
purificándonos, perfeccionándonos, y despertando en nosotros la mayor de las emociones.

Es joven como la juventud, aunque sabio como un anciano.


Nunca pasa de moda, nunca recién inventado.
Enterrado, a todo más
Animado, lleno de vida.
Y su amable sonrisa
Brilla sobre nosotros y nos purifica.
Nunca más que ahora…

Estas palabras son parte de un poema escrito por el pianista Busoni, y describen la
personalidad y filosofía, la tristeza, el amor y nobleza de pensamiento de Mozart, tal y como
nos lo manifiesta en su música.

La educación del talento es educación de la vida

La Madre Naturaleza nos da a cada uno de nosotros el potencial para vivir este tipo de
vida. Pero la fuerza vital está más allá del intelecto humano. Si la gente se diera cuenta de lo
maravilloso que es le tendría mayor respeto, y lo apreciaría en los niños, en los adultos, en sí
mismos.
Pablo Casals nos conmueve profundamente con sus interpretaciones, y también llora
de emoción en las actuaciones de los niños, que tantas lágrimas provocan. La profunda
emoción en cada caso está provocada por la maravillosa sinfonía de la vida en estado puro. El
corazón humano, sus sentimientos, inteligencia, comportamiento, hasta la actividad de los
órganos y nervios, no son sino parte de esta fuerza vital. No debemos olvidar que el ser
humano es el cuerpo de esta fuerza vital, y es el poder de esta fuerza vital la que controla la
búsqueda humana. Por esto Educación del Talento ha de ser una formación dirigida a esta
fuerza vital.

Mejor educación que instrucción

¿Por qué todos los niños poseen la fascinante capacidad de hablar su lengua materna
sin esfuerzo alguno? En éste hecho reside el secreto de cómo educar todas las habilidades
humanas. Las escuelas instruyen y adiestran tan duramente como pueden, sin buenos
resultados. Debe haber algo mal en su método. Mis treinta años de experiencia me hacen
pensar así firmemente. Sólo se pone énfasis en informar e instruir, se ignora el crecimiento
real del niño. No ha existido investigación alguna sobre cómo se adquiere la capacidad. La
palabra educación implica dos conceptos: educar, que significa “hacer crecer, desarrollar la
existencia latente o potencial”, y también, instruir. Pero en las escuelas sólo se da importancia
a la instrucción, olvidándose del verdadero significado de “educación”.

Incluso en la escuela Primaria los principiantes son simplemente instruidos, o reciben


información de ciertas cosas, y después, acosados por exámenes constantes para ver cuánto
recuerdan, y sobre la base de estas pruebas, declaran cosas así: “Este niño es superior,”
“Este niño necesita una reprimenda,” “Este niño nació con poco cerebro.”

No se puede establecer grados por medio de pruebas. Los exámenes sólo pueden
determinar hasta dónde han entendido los niños y si hay alguno que no ha entendido. ¿No
debería la hoja de examen ser utilizada sólo como medio de descubrir qué cuestiones no
comprende y que problemas no puede hacer? Realmente, esos resultados mostrarían la
capacidad del profesor antes que la del niño. Pero, desafortunadamente, en las escuelas de
hoy en día es invariablemente al niño a quien evalúan con exámenes.

El objeto de enviar a un niño a la escuela Primaria no debería ser simplemente para


conocer su capacidad por medio de las pruebas. No obstante, el ánimo de los colegios hoy
parece ser exclusivamente valuar a la humanidad, a los niños, y lo único que parece importar
es el rango escolar. Creo que esto es un error.

Como mínimo, nueve años de educación obligatoria deberían inculcar una habilidad
notable en cada niño. No tiene por que ser una sola asignatura. Por ejemplo, si le enseñamos
diariamente a un niño a ser amable con la gente en la vida cotidiana, sea en la escuela, por
las amistades, o en casa, ¡se podría crear una sociedad tan feliz! Pero la educación de hoy en
día simplemente enseña la máxima “Sé amable.” El mundo está lleno de intelectuales que
saben perfectamente que “se tiene que ser amable con la gente” pero que son, de hecho,
egoístas infelices. La sociedad actual es el resultado de este tipo de educación. Quiero – si
puedo – hacer que cambie la educación de mera instrucción a educación en el verdadero
sentido de la palabra – educación que inculca, hace crecer, desarrolla el potencial humano,
fundamentado en la vida en pleno estado de formación del niño. Por eso pongo todo mi
empeño en llevar lo más lejos posible a Educación del Talento; lo que llega a ser un niño
depende por completo de cómo es educado. Mi ruego es que todos los niños del planeta
puedan convertirse en grandes seres humanos, personas felices con excelente capacidad, y
dedico todas mis energías a hacerlo realidad, pues estoy convencido de que todos los niños
nacen con este potencial.
El adiestramiento de la memoria – vital para la educación del talento

El programa de las escuelas infantiles de Educación del Talento difiere del que aplican
el resto de los jardines de infancia ordinarios. Su intención es convertir a los niños
preescolares en excelentes seres humanos. Les enseñan habilidades básicas que les
ayudarán a hacerse con otras capacidades después. Profesores de elevada sensibilidad
artística y dulce personalidad les enseñan caligrafía, dibujo, conversación en inglés, y cosas
parecidas; mi esperanza es que los niños aprendan inconscientemente las grandes
cualidades humanas de estos profesores.

Es sorprendente qué firme y hermosa caligrafía realizan estos niños de preescolar con
sólo un poco de formación. También es parte del programa una exposición de arte, y los
cuadros que pintan nuestros niños son bastante buenos. Tampoco ignoramos los números;
sólo hay diez guarismos, pero debemos utilizarlos toda nuestra vida, y les enseñamos a los
niños a escribirlos maravillosamente. Es formidable lo que pueden hacer los pequeños. Su
pronunciación inglesa es exactamente idéntica a la de su profesor norteamericano. Les
escucho con envidia. Pero he descubierto que lo más importante es la “educación del talento
de la memoria.” La capacidad para memorizar es una habilidad trascendental que debe ser
inculcada profundamente.

En su libro ¿Qué es el Zen?, Daietsu Suzuki afirma: “Una de las características de la


vida humana es la experiencia. Esto es porque la persona recuerda. La memoria es algo
extremadamente valioso, y el hecho de que especule y conciba ideas se debe a que posee la
memoria como base de la razón. Sólo porque tiene memoria es posible la experiencia, y si la
experiencia es posible, cuántas formas de evolución se le abren… Con la memoria como
fundamento, posee experiencias, y gracias a la experiencia, puede razonar.”

Así que ya ve, la memoria es esencial; dependiendo de la educación, su capacidad


para memorizar mejora, y el tiempo que tarda en hacerlo se hace cada vez menor. Y una vez
que ha aprendido algo ya no se le olvida. La capacidad de la memoria la puede adquirir todo
el mundo, si es enseñada adecuadamente.

Los niños de alto nivel escolar son simplemente aquellos cuya capacidad memorística
ha sido desarrollada inusitadamente bien, y creo que los estudiantes de menor nivel son
meramente aquellos que no han logrado esta facultad. Esencialmente, todos los niños tienen
el mismo potencial. En nuestra escuela infantil educamos la memoria de la siguiente manera:
aprender a recitar los haiku de Issa.

Desde 1949, la Sra. Yano, de nuestro movimiento, ha estado trabajando en nuevos


métodos educativos para desarrollar el talento, y cada día enseña a los pequeños de la
escuela a memorizar y recitar los conocidos haiku de Issa. Observando los resultados de su
adiestramiento memorístico en los últimos diecisiete años, hemos descubierto que todos los
niños logran grandes registros en Primaria.

He aquí una muestra del método de la Sra. Yano con relación a los haiku de Issa.

Primer trimestre. 53 haiku, como estos:

Se derrite la nieve invernal,


Se derrite, y ahora la tórtola
Canta en el árbol.

Se derrite la nieve invernal,


Y ahora el pueblo está lleno,
Repleto de la alegre canción de los niños.

Segundo trimestre. 64 haiku como estos:

Escucha la hoja del espino


Desgajarse con un suave estallido.
¡Oh, qué calor!

Mira cómo el gatito


Intenta coger entre sus garras
Una hoja que el otoño ha hecho caer.

Tercer trimestre. 45 haiku como estos:

Gateando con una sonrisa


El bebé tendrá dos años
Desde esta mañana.
Ah, mi vieja ciudad.
Las gachas que solían preparar,
También la nieve en primavera.
Les animamos a “jugar” con el violín

Una vez creada la situación, se sigue este orden para realizar las clases. Primero el
padre pregunta, “¿Te gustaría a ti también tocar el violín?”

¡La respuesta es sí!

“¿Practicarás con ganas?”

“Sí.”

“Bien, preguntémosle al profesor si te puedes unir la próxima vez.”

Este sistema siempre tiene éxito. ¡La primera clase individual es todo un
acontecimiento! “Yo también lo hice,” exclama el niño. “Ahora puedo jugar con los otros
niños.” Los padres que comprenden a los niños son buenos maestros. En clase hay sesiones
individuales y en grupo. Los padres que no entienden a los niños piensan que están pagando
por las clases individuales y que las clases en grupo son simplemente momentos de recreo.
Así, aunque se aseguran que sus hijos asisten a las clases individuales, suelen no hacerlo en
las de grupo. Pero el hecho es que los niños disfrutan más tocando en grupo. Tocan con niños
que van más adelantados que ellos; la influencia es enorme y es maravilloso para su
formación. Esta es la verdadera educación del talento.

Un juego para empezar, el espíritu de la diversión les guía

“A mi niño no le gusta practicar en casa,” se quejan bastantes padres. Esto es porque


no comprenden la forma de pensar de un niño que cree que el violín es divertido. A padres así
les duele gastar el dinero para que el niño piense que tan sólo es un juego. En otras palabras,
hacen cálculos con la educación, y su actitud desanima a los niños. Iniciar a los niños con la
diversión de jugar, haciendo que este espíritu les guíe en la dirección correcta es la manera
en que debería comenzar toda enseñanza para niños.

Hitomi Kasuya tenía tres años y tocaba el violín tres horas cada día. ¿Cómo podía
hacer algo así una niña de tres años? Su madre le había comprado un violín en lugar de una
muñeca y le ponía una y otra vez un disco con la pieza que tenía que estudiar como música
de fondo. Hitomi jugaba con el violín todo el día, como si fuera un juguete. Su madre le
enseñaba entonces y ahora la forma correcta de tocar. Seguía nuestras indicaciones, dejando
que Hitomi pensara que jugaba con ella. Este es el arte de la educación en su máxima
expresión. Lo que importa es el resultado: que el niño adquiera la capacidad. Si se es estricto
y formal y se tiene una actitud de “esto-es-educación”, inmediatamente el niño se torcerá.
Primero hay que educar la mente, después, inculcar la habilidad. Este es un método correcto
y natural. Hitomi Kasuya avanzó rápidamente con este sistema y, en 1964, cuando tenía cinco
años, cogió su violín y se vino a América con nosotros.

Cinco minutos al día frente a tres horas al día

En contraposición a los niños a quienes no les gusta practicar en casa, hay multitud de
ejemplos de niños para los cuales tocar se convierte en un acto cotidiano, gracias a la sabia
dirección de sus madres.

Un año, en un curso de verano, vi a una niña de seis años que tocaba el concierto de
Vivaldi con gran estilo y afinación. Le pregunté a la madre cuánto tiempo llevaba tocando.

“Un año y medio.”

“¡Toca muy bien! ¿Cuánto estudia al día?”

“Unas tres horas.”

Eso era lo que yo pensaba. Un niño que practica bien lo demuestra en su forma de
tocar. Se puede apreciar enseguida. Estudiar siguiendo el método correcto y practicar tanto
como sea posible es la manera de adquirir habilidad. Si uno tiene fe en este principio se
desarrolla una capacidad superior sin error alguno. Si compara a una persona que practica
cinco minutos al día con una que lo hace tres horas al día, la diferencia, incluso aunque
ambas practiquen diariamente, es enorme. Aquellos que no practican lo suficiente no
consiguen destreza. Únicamente el esfuerzo realizado de veras proporciona resultados. No
hay atajos. Si la persona que estudia cinco minutos al día quiere alcanzar el nivel de la que lo
hace tres horas al día, tardará nueve años. Lo que una consigue en tres meses, a la otra le
cuesta nueve años. No hay razón para que sea de otra forma. Hitomi Kasuya, Tosiya Eto, Koji
Toyoda, y Kenji Kobayashi practicaban tres horas o más al día.
El desarrollo de la capacidad se obtiene con el adecuado tipo de práctica

No tiene sentido que alguien se queje así: “Pero yo estudié cinco años.” Todo depende
de cuánto hiciera cada día. “Le dediqué cinco años,” es otra queja. Pero cinco minutos al día
suma sólo ciento cincuenta horas. Lo que debería decir es, “Lo hice durante ciento cincuenta
horas y aún no he mejorado.” Esto ya tiene sentido. No hace falta preguntarse por qué no
mejoró. Dejarse el talento en el armario y después decir que se ha nacido sin él sí que no
tiene sentido.

Puede confiar absolutamente en el desarrollo de la capacidad. Las personas pueden


convertirse tanto en expertas haciendo lo correcto, lo que se ve como un gran talento, o se
convierten en expertas en hacer algo mal y de forma inaceptable, lo que se aprecia como una
falta de talento. Así que es incumbencia de cada uno llegar a ser ducho en lo correcto, y
cuanto mayor sea la preparación que reciba, mejor. Dependiendo de estas dos premisas –
práctica y práctica de todo lo correcto – se puede impulsar la capacidad en cualquier persona.
Durante veinte años he observado con mis propios ojos la educación de miles de niños,
también el efecto en ellos de la superioridad o inferioridad de sus padres y maestros, y puedo
decir sin duda alguna que es cierto.

La primera pieza que aprenden los pequeños es “Variaciones sobre ‘Brilla, brilla,
estrellita.’” Tras haber escuchado el disco a diario en casa, aprenden a tocarla por sí mismos.
Se toma un cuidado infinito en las clases. Tan pronto como pueden tocar la pieza, se les dice,
“Ahora vamos a aprender a tocarlo de una forma más bonita.” Este es un paso muy
importante, que busca la mejora de la calidad. Es el comienzo de las clases diseñadas para
producir una mayor calidad del tono, un movimiento más delicado, mayor precisión y
musicalidad. Educamos su talento utilizando esta pieza como material didáctico. Y todos los
niños, sin excepción, aprenden a tocarla espléndidamente. Su tono mejora gradualmente, sus
movimientos se tornan desenvueltos y ligeros, y se convierten en buenos músicos. El talento
les ha sido inculcado.

Creo firmemente que cualquier niño puede llegar a ser excelente, y mi confianza nunca
se ha desmoronado. Estoy decidido a que todos y cada uno de los niños puedan ser grandes
personas, y si uno no lo es lo considero una falta personal que no puedo perdonar. Pruebo a
los niños para descubrir cuánto han asimilado la capacidad que se les ha inculcado. Para
hacerlo juego con ellos.

“¿Cuántas piernas tenéis?”


Cuando los niños han aprendido a tocar con facilidad y desenvoltura las variaciones de
“Brilla, brilla estrellita”, les pido que toquen y digo, “Ahora vamos a jugar a un juego. Quiero
que respondáis mis preguntas mientras seguís tocando. Responded en voz alta y no dejéis de
tocar.” Después, bien alto, pregunto, “¿Cuántas piernas tenéis?” Para ellos es muy divertido y
responden al unísono gritando, “Dos.” Ahora bien, si pueden hacerlo mientras tocan
correctamente significa que la habilidad se les ha enseñado adecuadamente y muestra de
forma natural. Si entre ellos hay un niño en el que aún no se manifiesta naturalmente, estará
tan concentrado en tocar que no responderá. O si responde, dejará de tocar. Les hago
muchas preguntas diferentes y responden mientras tocan. Con su dulce sonrisa, han
adquirido la facultad de jugar conmigo mientras continúan tocando. Todos los niños, sin
equivocarse, consiguen hacerlo. Somos capaces de realizar un gran número de acciones
mientras hablamos, porque lo hacemos de forma natural. Sucede exactamente lo mismo con
el violín.

Hay otros muchos juegos de prueba, y suelo ponerlos en práctica para saber cuánto
han aprendido y hasta dónde se ha desarrollado su poder de intuición. En principio, los realizo
con diez o quince niños, o, si hay suficiente espacio, con cuarenta o cincuenta. Otra cosa que
hago es tocar la primera parte de una pieza con mímica, sin nada en las manos. Lo hago una
vez. Después digo, “¡Listos! – ¡Ya!” Como han observado con mucha atención mis
movimientos tocan la pieza al unísono. De esta manera les adiestramos a ser rápidos y estar
alerta y a desarrollar su poder de intuición.

A medida que los niños avanzan, también lo hacen los juegos de prueba. Estos juegos
están diseñados para comprobar el progreso de su poder de intuición, además de profundizar
en la educación de su capacidad. Si esta habilidad práctica y el poder vital de la intuición son
impulsados de tal manera que se convierten en un potencial ilimitado que actúa de forma
natural, el niño descubrirá de repente que esto le ayuda a lograr una capacidad aún mayor en
cualquier campo de actividad.

Asombramos al mundo

Han pasado más de veinte años desde que se inició la Educación del Talento del Violín
para niños pequeños. Ahora, en Japón, niños con tres o cuatro años, tocando diminutos
violines, desarrollan una gran sensibilidad y nobleza de pensamiento gracias a la música de
Bach y de Mozart. Más de doscientos mil niños ya han realizado este curso. No hay lugar en
el mundo que pueda igualar algo así. El Padre Candeau, un sacerdote católico que murió en
1953, quedó conmovido en uno de los conciertos que ofrecieron mil niños en el Tokio
Gymnasium, y dijo, “Ha sucedido un milagro.”

Hoy en día personas de todo el planeta muestran un gran interés y admiración por esto
que está sucediendo en Japón.

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